Escena de Crispino e la comare Fotos: Fondazione Paolo Grassi Ópera en Italia Festival del valle de Itria por Giosetta Guerra Crispino e la comare Julio 29. De los hermanos Luigi y Federico Ricci, esta ópera bufa de 1850 fue puesta en escena en uno de los costados del Palazzo Ducale, donde la diseñadora de la producción Ruth Sutcliffe añadió un antiguo pozo y un balcón de mármol con barandilla de hierro y escaleras laterales. El director de escena Alessandro Talevi enriqueció la puesta con elementos modernos: una farmacia, un bar con sombrillas, sillas y mesas al aire libre… El movimiento escénico es chispeante, con una estudiada iluminación de Giuseppe Calabrò y vestuarios de Manuel Pedretti Los artistas siguieron las ideas del director con gran habilidad. El tenor Fabrizio Paesano tiene un hermoso timbre de voz clara, pero su emisión es un poco forzada y sus sonidos no están en “la máscara”. Su aria de entrada es similar al ‘Bella siccome un angelo’ del Dottor Malatesta en Don Pasquale. El barítono Domenico Colaianni exhibe una gran voz y versatilidad actoral en el rol bufo de Crispino, y es seguro en el canto sillabato, pronunciando scandisce sus palabras llenas de significado con gran rapidez, que recuerda un poco la entrada de Dulcamara en L’elisir d’amore. La soprano ligera Stefania Bonfandelli (Annetta) en un traje ridículo del siglo XVIII, comienza con un aria brillante, como la muñeca mecánica Olympia en Les contes des Hoffmann. Canta bien, realiza trinos y pasajes de agilidad y deliciosas mezze voci, pero sus centellantes agudos no siempre están bien controlados. El bajo Carmine Monaco, en traje gris cruzado, representa el papel más bien hablado de Asdrubale, un viejo rico, pretendiente de Lisetta, que es enviado a la cama como el Don Basilio del Barbiere rossiniano. Romina Boscolo, enfática y elegante, fue escénicamente perfecta en el rol de la Comare. Es una mezzo-soprano de timbre bruñido y le falta homogeneidad en la emisión, con un sonido construido de manera extraña, pero eficaz para crear misterio alrededor de su personaje. noviembre-diciembre 2013 Muy buenas y dúctiles voces, sonoras y de buena pasta las del barítono Mattia Olivieri como el médico Fabrizio y el bajo Alessandro Spina como el otro bufo, Mirabolano. Lisetta fue la soprano Lucia Conte y Bortolo el tenor Francesco Castoro. Muy presente y decorativo en la escena estuvo el Coro del teatro Petruzzelli dirigido por Franco Sebastiani, pequeño pero sonoro, con buenas voces graves. La ópera sigue el estilo de Rossini y es una mezcla musical que toma prestado abiertamente elementos de compositores como Donizetti, Offenbach y hasta Verdi. La música es agradable: fresca, ágil y delicada, que se torna pesada y amenazante cuando aparece la Bruja. La Orchestra internazionale d’Italia, dirigida por Jader Bignamini, se adhirió con facilidad a los diferentes colores de esta locura general. Giovanna d’Arco Julio 31. Ópera visionaria con personajes nebulosos o presos de alucinaciones, con una protagonista que no muere en la hoguera, pero cae en la batalla, y a continuación abre los ojos, se levanta, toma las manos de Carlo a quien le entrega la insignia de los franceses y se transforma en una luz celestial. La gran Orchestra Internazionale d’Italia, dirigida por Riccardo Frizza, expresa a la vez el espíritu del Risorgimento que el dulce encanto de algunas páginas pastorales. La ópera es totalmente coral, con algunos momentos de intimidad, con música suave y agradable al oído, todo muy lejos del espíritu de las obras más famosas de Verdi. Giovanna d’Arco es una ópera belcantista, con un canto que requiere cierto grosor, flexibilidad y equilibrio vocal. La soprano de agilidad Jessica Pratt en el rol protagónico es más una doncella angelical que una mujer apasionada y guerrera: su gestualidad es controlada, su voz de bellísimo y melodioso timbre es empleada con absoluto respeto a las reglas del bel canto, pero por desgracia algunos sonidos centrales fueron emitidos de manera muy abierta y pro ópera Escena de Giovanna d’Arco se perdieron; no así los agudos, que fueron brillantes. Carlo VII fue interpretato por el tenor Jean-François Borras con tono heroico y dominio del escenario. El tenor tienen un bello cuerpo vocal que administra con buna técnica en cada registro. El barítono coreano Julian Kim presta autoridad escénica y grandeza vocal a su personaje oscuro, como es Giacomo, el padre de Giovanna, introducido a la escena con guiños mefistofélicos y arcos perturbantes por parte de la orquesta. Dotado de una óptima técnica vocal, sobresale por la belleza de su timbre, la nobleza de su fraseo, la amplitud en el apoyo del sonido, la suavidad del canto sul fiato y sus majestuosos arcos melódicos. Buena también la vocalidad del bajo Emanuele Cordaro (Talbot) que exhibe bello color y buen peso vocal. Roberto Cervellera (Delil) es un tenor ligero con buena dicción. Coprotagonista, el coro siempre está presente sobre el escenario como un soporte decorativo y por sus contrastes cromáticos; es el clásico coro verdiano velado por la tristeza, que cierra cada escena. Bravo al Coro del Teatro Petruzzelli di Bari, preparado por Franco Sebastiani. La escena fue dirigida por Fabio Ceresa, con vestuarios de Massimo Carlotto, iluminación de Giuseppe Calabrò y coreografías de Luciana Fumarola. L’ambizione delusa Julio 30. Ésta es una comedia pastoral en tres actos de Leonardo Leo (1694-1744), con libreto de Domenico Canicà, estrenada en Nápoles en 1742. Es una animada sátira social en que todo es una broma, pero hay amor, intriga, difraces, improvisados ascensos ciazles de algunos plebeyos enriquecidos que ambicionan la nobleza. Inclusive modifican el idioma, insertando de pronto frases en dialecto napolitano. La ópera es típicamente barroca: muy larga, a pesar de los recortes, con largas y difíciles arias da capo, con temas instrumentales propios para cada uno de los personajes cómicos, serios y semiserios. travesti Candida Guida, físicamente creíble en el rol de Foresto, que interpretó con un sonido intenso y una técnica vocal y dicción perfecta. La soprano ligera de coloratura Michela Antenucci (Cintia) es un poco irregular en el estilo, pero hace malabares en todos los registros, tanto en las arias de dulzura coomo en las virtuosas. Su dicción, sin embargo, es poco clara. Entre los hombres, hay que destacar la presencia escénica y la elegancia actoral del bufo Giampiero Cicino (Ciaccone), un buen bajo que habla el dialecto napolitano, de buen volumen y extensión, aunque no muy fluido en sus agilidades. El tenor Riccardo Gagliardi (Lupino) canta con dicción clara, pero está lejos del estilo barroco. El escenógrafo Sergio Mariotti puso una pasarela desnuda en el pequeño claustro del Convento di San Domenico. Los vestuarios ideados por Cristina Aceti fueron austeros y negros para Silvio e Foresto, ligeros y blancos para las mujeres, y para los hombres: ropa interior; eso sí: brillante y con piel. Hay muchos elementos simbólicos (velos, máscaras, globos inflados, flechas, corazones, espejos, figuras de origami, molinillos de viento, palomas falsas) per “enriquecer” la escena sin ningún significado real, según explicó la directora de escena Caterina Panti Liberovici. Una música muy agradable, que juega con varios estilos (cómico, serio, sentimental). L’orchestra ICO della Magna Grecia di Taranto, dirigida desde el clavecín por el maestro Antonio Greco logró transmitir la elegancia de la instrumentación, la trama y los colores armónicos de la partitura. o La compañía de cantantes, compuesta por estudiantes de la Academia “Rodolfo Celletti”, conoce la práctica de la ejecución barroca. La cantante más completa, tanto en estilo como en vocalidad, fue la mezzo-soprano Federica Carnevale, haciendo el rol travestido de Silvio, para quien estuvieron reservadas las arias de desesperación y dolor. Su voz es de un bello color, muy dúctil en el canto de coloratura y en su cromatismo doliente, densa y luminosa en sus agudos, melodiosa y sensual en los pasajes líricos. Bello e interesante también el timbre oscuro de la contralto en pro ópera Escena de L’ambizione delusa noviembre-diciembre 2013