Ópera en Europa Ópera en Italia Il barbiere di Siviglia en Milán Esta producción de Jean Pierre Ponelle, estrenada en el Teatro alla Scala en 1969 bajo la conducción de Claudio Abbado, tiene 40 años, ¡y no se nota! Al ver hoy en día el espectáculo uno se da cuenta de la cantidad de Barberos a los que se debe; y sus escenografías, vestuarios y gags forman ya parte del colectivo imaginario de esta ópera. Ponnelle logró universalizar la gestualidad en entusiasmante sincronía con la música de Rossini, a tal punto que la ha hecho absoluta. La dirección musical de Michele Mariotti, uno de los jóvenes directores italianos más prometedores, debutando en el máximo teatro milanés, brilló por fantasía, arrebato y brío. Con él, la partitura rossiniana se desarrolló bajo un incesante juego de variaciones dinámicas y agógicas (aunque el “temporal” del segundo acto estuvo un poco frenético) y fue resucitada con personalidad. Muy bien, como de costumbre, estuvo el coro dirigido por el maestro Bruno Casoni. Además, este Barbero fue perfecto desde el punto de vista vocal, principalmente por la pareja de enamorados, conformada por dos extraordinarios cantantes: Joyce Di Donato, como Rosina, y Juan Diego Flórez, en el papel de Almaviva, quienes cincelaron y ejecutaron cada frase con elegancia y gran musicalidad, y metieron el acelerador de la coloratura (impresionantes fueron las variaciones desarrolladas sin pausa), creando ¡un verdadero festival de bel canto! Franco Vasallo estuvo sólido, espontáneo, y simpático como Fígaro, un poco avaro con los colores, pero con seguros y rotundos agudos, que le valieron un éxito personal. Alessandro Corbelli realizó su habitual y divertido Bartolo, alejado de hacer una interpretación caricaturesca, con perfecta dicción y desbordante carisma escénico, pero mostró signos de fatiga al final de su aria. Interesante fue el color de la voz de Escena de Il barbiere di Siviglia en Milán Foto: Brescia e Amisano septiembre-octubre 2010 Alexander Tsymbalyuk, en un Basilio algo forzado en las notas altas. En suma, fue un estruendoso cierre de temporada, antes de la pausa estival. por Massimo Viazzo Don Giovanni en Venecia Mayo 26, 2010. Esta producción, confiada al joven regista Damián Michieletto, con la colaboración del siempre genial Paolo Fantin en la escenografía las escenas y de Carla Teti en el vestuario, propone subrayar la importancia y el peso fundamental de la figura del protagonista sobre los otros personajes. Una visión brillante de Don Giovanni que centra todas las atenciones sobre de él, aspirando en su remolino vital a los seres humanos circundantes, traicionados pero fascinados por la voluptuosa y voluble figura. Todo se desarrolla sobre una tarima rotatoria que sustenta una serie de paredes, irisados según el desplazamiento; numerosas puertas sirven para el constante ir y venir de los personajes. Alex Esposito es un Leporello de respetable habilidad escénica y vocal, en un papel que le calza a maravilla. Aquí su Leporello es frágil, que pierde sus inhibiciones y apoya a su patrón en la orgía colectiva. También Donna Elvira asume rasgos exasperados y su “locura amorosa” parece volverla histérica y doliente por su condición. Por otra parte, Donna Anna y Don Ottavio reflejan los problemas de una pareja moderna. No desfigura para nada la prestación de Carmela Remigio; ella hace vivo su personaje, gracias también a un instrumento del que está perfectamente consciente, demostrándose capaz de administrar la escritura mozartiana con gusto y precisión. Markus Werba tiene un indudable dinamismo escénico, unido a un phisique du role acertado; sin embargo, su Don Giovanni suscita algunas perplejidades desde el punto de vista vocal, y su indeterminación vocal y por su dicción perfectible. La noble pareja, Anna y Ottavio, ha sido caracterizada por la soprano Alessandra Kurzak y el tenor Marlin Miller. Ella revela algunas imprecisiones en la entonación y tiene una emisión levemente velada. Él tiene características vocales que carecen de los colores requeridos para el repertorio clásico. La otra pareja de jóvenes enamorados, Zerlina y Masetto, han sido confiados, respectivamente, a la soprano Irini Kyriakidou y al barítono Borja Quiza. Decididamente carente de hieratismo Atila Jun, bajo coreano empeñado en la parte transcendente del Comendador. Las breves intervenciones del Coro del Teatro La Fenice, preparado por Claudio Marino Moretti, fueron adecuadas. Al mando de la orquesta de la fundación veneciana, más correcto e intenso que lo usual, estuvo Antonello Manacorda. El versátil director ha elegido una concertación capaz de conciliar una lectura tradicional de la obra mozartiana con las novedades y la limpieza que las pro ópera ediciones filológicas han sabido aportar a la partitura. Rara pero agradable, su dirección despierta interés, pues aporta algo nuevo a la interpretación de una obra tan conocida. por Francesco Bertini malestar hacia la producción, al no exaltar sus dotes actorales y al mostrar una vocalidad no muy radiante en la región aguda. Sin embargo, la artista ofrece momentos intensos, con un approach diferente, podría guardar más interesantes sorpresas. Manon Lescaut en Venecia No vemos mayor cambio en el desempeño del tenor Walter Fraccaro, después de sus recientes prestaciones en Cavalleria Rusticana en Venecia e Il trovatore en Padua. Vuelve a caer en una línea de canto torpe y descuidada, con su habituación dicción imprecisa y su fraseo enigmático. No se parece en nada al Lescaut y Geronte de Dimitris Tiliakos y Alessandro Guerzoni, respectivamente. Son los impulsos fuertes y contrastantes de la edad juvenil de los dos protagonistas los que dictaron al director de la producción veneciana, Graham Vick, una instalación de notable impacto sobre el público, que ha manifestado gran contrariedad con las representaciones, llegando a protestar abiertamente, también con palabras injuriosas, al principio y al final de cada acto. La total derrota de la pareja de enamorados se manifiesta acto tras acto, de la inicial tranquilidad de un mundo que parece ser todo para ellos, al final trágico, en un paisaje casi apocalíptico, presagio de la desaventura y de la sordidez capaz de devastar el amor imposible de los dos. El director, haciendo palanca sobre el deterioro inexorable que recorre paulatinamente los actos de la composición, pone el hecho entero sobre un vertedero, inicialmente cubierto por una plataforma, que se convertirá sólo al término en el desierto del hombre moderno, la aridez no sólo de la naturaleza y del paisaje adverso pero, también, de la personalidad, del mundo humano, de los sentimientos y de las emociones. Con la colaboración de Andrew Hays y Kimm Kovac, autores de la escenografía y el vestuario, Vick crea un mundo exasperado donde amontona una multitud de ideas. Todo este trabajo escénico, probablemente excesivo pero, por lo menos, capaz de hacer reflexionar, no fue favorecido por los cantantes. Martina Serafin, soprano austríaca muy esperada en Venecia, mostró claramente su El corte que Renato Palumbo ha decidido para su propia concertación puede no convencer, pero entrega a la casa un discreto éxito. Su dirección oscura, con ensambles vibrantes, poco propensos a favorecer los saltos líricos de la escritura pucciniana, pero interesada en mostrar la rica paleta sinfónica del romanticismo tardío de esta obra. por Francesco Bertini Das Rheingold en la Scala Dio inicio la aventura del nuevo Anillo scaligero con un Das Rheingold que ciertamente dará mucho de qué hablar, porque indudablemente marca una nueva línea en la historia de la dramaturgia del teatro wagneriano. El director de escena belga Guy Cassiers, se encargó por primera ocasión de una obra lírica y salió triunfador. Su idea de separar el cuerpo de la voz y de las ideas pareció verdaderamente innovadora sobre la escena, incorporando junto a los cantantes mimos y bailadores muy activos que encarnaron el físico de Wotan, Fricka o Loge, y seduciendo Escena de Don Giovanni en Venecia pro ópera Foto: Michele Crosera septiembre-octubre 2010 el mundo nibelúngico con su propia magia, guiada también por la sapiente mano de Sidi Larbi Cherkaoui, quien coordinó una serie de movimientos coreográficos muy estudiados y técnicamente atrevidos. Interesante fue también el uso de las proyecciones sobre el fondo que solidificaron aun más el mensaje. Muy bien lograda fue en tal sentido la primera escena de la ópera, con un Alberich atraído por imágenes de mujeres jóvenes, que se convertían en webcam girls. La ligereza que Cassiers pudo infundir a la partitura wagneriana —por ejemplo en los intermedios musicales entre una escena y otra—, se materializaron visiblemente gracias a los extraordinarios bailarines de la compañía Eastman de Amberes, y encontró una inaudita correspondencia en la conducción de Daniel Barenboim, que estuvo muy bien, sin sobrecargar nunca el tejido orquestal, siempre ágil, transparente y dinámico. También la parte vocal del espectáculo tuvo un óptimo nivel, comenzando por el amargo y pesimista Wotan de René Pape, que cantó con emisión segura y solidez en el acento, como también el sinuoso, escurridizo y manipulador Loge de Stephan Rügamer. De óptimo fraseo, aunque duro y agresivo en la energía escénica estuvo el Alberich de Johannes Martin Kränzle y el Mime de voz bien proyectada de Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, todos lograron arrancar un meritorio aplauso del público. Carismáticas, mas desde el punto escénico que en el vocal estuvieron Doris Soffel como Fricka y Anna Larsson, una Erda de timbre persuasivo. No más que correcta estuvo la Freia de Anna Samuil, mientras que las tres Rheintochter de Aga Mikolaj, Maria Gortsevskaya y Marina Prudenskaya parecieron muy afiatadas, en un “Prologo” que nos da esperanza. El Die Walküre se encuentra ya a la vuelta de la esquina, y la “Primer jornada” del Ring, inaugurará la próxima temporada del Teatro alla Scala. por Massimo Viazzo Werther en Parma En esta ópera de Jules Massenet, la atención está siempre en el protagonista que el compositor trata de dibujar, y aún así es insólita la dificultad para caracterizarlo. El joven parece no pertenecer a la realidad que lo circunda y de ahí sus constantes y mutables estados de ánimo que lo vuelven una criatura exasperada. Ha tocado, esta vez, al Teatro Regio de Parma poner en escena este drama lírico en cuatro actos, estrellándose con la memoria todavía fresca en los espectadores de las últimas dos instalaciones del título. Aún así, ésta es una de las obras por excelencia para tenor, y Parma tiene René Pape como Wotan en La Scala la cualidad de la haberla Foto: Marco Brescia representado con un septiembre-octubre 2010 par de artistas míticos, gracias en buena parte al papel del título: Alfredo Kraus y, más recientemente, Giuseppe Sabbatini. El temible desafío ha sido aceptado, en la edición 2010, por Francesco Meli, para nada ayudado en la tarea de la situación de debutante en el papel. El aplauso que recibió por su interpretación superlativa constituye, pues, toda una alabanza. La espontaneidad con la que el tenor genovés administró la escena y la fluidez vocal, durante la entera duración de la partitura, fue notable. La interpretación de ciertas páginas fue de manual. El último acto demostró la madurez de un artista que ha sabido crecer y desarrollar su propio instrumento con resultados destacables, subrayados por un sabio empleo de las mezze voci, de los complejos y finos tintes vocales solicitadas de la escritura francesa y de un fraseo cuidado. Todo esto aunado al simple hecho de que a su lado tuvo a una colega como Sonia Ganassi quien exhibe la misma experiencia, conseguida después de numerosas ejecuciones en los paños de Charlotte. La mezzo-soprano emiliana le imprime un carácter sanguíneo, lejos de las interpretaciones aristócratas ya impuestos al papel. Ganassi evidencia los sufrimientos de su personaje. Y Serena Gamberoni logra algo que a muchas de sus colegas hacen fracasar: valorizar la pequeña pero fundamental parte de Sophie. La voz es fresca y su phisique du role le permiten puntear con garbo la niña en vilo entre los sufrimientos amorosos juveniles y la pendiente toma de conciencia del mundo circunstante. El mismo Giorgio Caoduro, ocupado como Albert, consigue resultados interesantes a nivel escénico y canoro. Schmidt y Johann fueron, respectivamente, Nicola Pamio y Omar Montanari, mientras el veterano Michel Trempont ha vuelto a dar vida a Le Bailli con gran capacidad e intensa presencia. Michel Plasson aseguró al espectáculo una dirección de campeonato, al frente de la Orquesta del Teatro Regio di Parma, y el coro de voces blancas preparado por Sebastiano Rolli. La instalación ha sido confiada a las extravagantes ideas escénicas de Marco Carniti, realizadas por Alessandro Chiti, con el vestuario de Giusi Giustino. por Francesco Bertini Escena de Werther en Parma Foto: Roberto Ricci pro ópera Dos Betulia liberata en el Festival de Ravenna Julio 4 y 5, 2010. E ntre los redescubrimientos que el maestro Riccardo Muti suele proponer a Ravenna figuran este año dos magnificencias musicales: Betulia liberata, acción sagrada en dos partes de Mozart (1771) y Betulia liberata, oratorio de Jommelli (1743), ambas sobre el libreto de Pietro Metastasio, que cuenta la liberación, por mano de Giuditta, de la ciudad de Betulia, contra el tirano Oloferne. La imagen de Giuditta con la cabeza sangrante de Oloferne en su mano ha sido transmitida por pintores del calibre de Donatello, Botticelli, Tiziano, Rubens, pero en el libreto de Metastasio, Oloferne no comparece, sino a través del monólogo de Giuditta, que narra el tema central: una disputa teológica entre el politeísmo y el monoteísmo. Betulia representa la ciudad de Jerusalén, y Oloferne nos recuerda al omnipotente Nabucodonosor. La versión de Mozart, escrita a sus tiernos 15 años, tiene una escritura musical de colorido fresco y juvenil. La orquesta tiene un papel fundamental, sea como contrapunto a la voz en las melodías; sea como protagonista de los interludios instrumentales. La obertura, en tres movimientos (Allegro, Andante, Presto), escrita en la oscura tonalidad de Rey menor, preanuncia el dramatismo del hecho, y también los personajes menores tienen arias muy expresivas. La orquesta Giovanile Luigi Cherubini, Michael Spyres y Alisa Kolosova en Betulia liberata preparada egregiamente por el maestro Muti, Fotos: Silvia Lelli entra con soltura en la variedad de los temas y las dinámicas arquitecturas musicales y devuelve inconfundiblemente la gracia de la invención melódica Bargnesi, con las agudas y luminosas inflexiones mozartiana. La orquesta y el Coro Philarmonia de Viena, mezzosopranilers. En su aria de dolor ‘Ma qual virtù non preparado por Walter Zeh, crean una sugestiva amalgama cede’, con acompañamiento orquestal danzante, es buena sonora que llenó al teatro de una sublime sonoridad. Al en entregar y en el comportarse, en ejecutar la coloratura y la clavicembalo debemos mencionar el nombre de Speranza messa di voce, con ataques melodiosos y espontaneidad de Scappucci, así como la escena de Italo Grassi, vestuarios de emisión. Gabriella Pascucci, la dirección escénica de Marco Gandini y las luces de Marco Filibeck. En los vestidos de Amital, noble mujer israelita, la soprano Marta Vendoni Iorio da importancia a la inteligibilidad de Los cantantes fueron todos jóvenes desconocidos, pero muy las palabras, es muy intensa en el aria central ‘Non hai cor’, buenos y bien preparados. Ozìa, príncipe de Betulia, fue exhibe una vocalidad flexible en la ejecución de sus trinos y en interpretado por Michael Spyres, un baritenor americano con el empleo de la messa di voce en el aria ‘Quel nocchier che in un medio vocal bien timbrado en el registro medio y grave, gran procella’, usa bien un medio vocal que no es de gran peso y claro pero corto en el agudo. Afronta las largas y bellísimas en la conmovedora aria con la figura del violín’Con troppa rea arias de su personaje con dicción comprensible, voz ágil y viltà’. sobre todo segura en ‘D’ogni colpa la colpa maggiore’. Tiene buena sonoridad en todo el registro, pero falto de brillo en la Giuditta, viuda de Manasse, es personificada egregiamente por música de la dificilísima aria del segundo acto, ‘Se Dio veder tu la bella moscovita Alisa Kolosova, contralto y mezzosoprano vuoi’, afrontada con poca soltura en la coloratura, sonidos fijos por su importante vocalidad, muy rara en una cantante de sólo y rígidos, agudos tenues o blanqueados en falsete, y buenas 23 años. El color es espléndido, el sonido es al mismo tiempo notas graves. redondo, denso y fresco, gracias al buen peso en la testitura media y grave y a la luminosidad en su zona aguda. Ejecuta Cabri, jefe del pueblo, fue la soprano genovesa Barbara con espontaneidad de emisión las agilidades de la larga aria pro ópera septiembre-octubre 2010 de carácter pastoral ‘Del pari infeconda’, acompañada por una música acariciadora que subraya y enriquece la melodía. En el aria ‘Parto inerme e non pavento’, es espléndida en dosificar los sonidos y en el modo de entregar. Los largos recitativos acompañados de Giuditta —que cuenta cómo ha matado a Oloferne— tienen una música un poco sumisa, pero el bordado instrumental más bonito emerge en el aria ‘Prigionier, che fa ritorno’. El bajo argentino Nahuel Di Pierro, de 26 años, cantó el papel de Achior, príncipe de los Ammoniti. Tiene un bonito sello vocal y un buen apoyo que le permite sostener el aliento. En el aria ‘Terribile d’aspetto’, introducida por arcadas densas y acompañada por un rico tejido orquestal en el que emerge el juego de los violines, exhibe un buen cuerpo vocal, pero poca familiaridad con la media voz que realiza en voz baja. En el aria ‘Te solo adoro’, su bellisimo color se expande en sonoridades pastosas y robustas. Carmi, jefe del pueblo, es la soprano ligera Ariadna Vendittelli, quien se muestra incisiva de acento en el recitativo que precede a su aria, rica en pathos, con música agitada, ‘Quei moti che senti’, ejecutada bien, con bello timbre, limpieza de sonido y buen apoyo en la zona grave. Al día siguiente, en la Basilica di Sant’Apollinare in Classe, con la misma orquesta, coro y equipo creativo, se presentó Betulia liberata di Niccolò Jommelli. La Obertura en tres tiempos de Jommelli es burbujeante, con sugestivas intervenciones del oboe, el cuerno de caza, la pandereta, un violín solo, y una viola da gamba. Cada aria tiene una introducción de diferente naturaleza. Los recitativos son Riccardo Muti y la Orquesta Juvenil Luigi Cherubini sustentados comúnmente por el bajo continuo, pero en los momentos más ha revelado un correcto modo de entregar, una buena dramáticos es la entera orquesta que los acompaña. En el extensión, limpieza, espontaneidad de emisión en zona plano musical, la mejor parte del oratorio fue la participación aguda y agilidad en los trinos. de la Orquesta Juvenil Luigi Cherubini, nuevamente dirigida por el maestro Muti, que hizo llegar la belleza de la música a Laura Polverelli —en la vestimenta de Giuditta, que un público atormentado por un calor y bochorno infernales debería ser una soprano—, es a todas luces una mezzode dentro de una iglesia llena, con las puertas cerradas. soprano que, a pesar de su buena voluntad interpretativa, no ha sido técnicamente satisfactoria. Dimitri Korchak La parte menos satisfactoria fue representada por los (Carmi), un tenor opaco, con sonido amasado, tiene una voz cantantes, que quizás por las temperaturas insoportables, híbrida, fea, pero técnicamente preparada para ejecutar las quizás por la acústica poco feliz del entorno —a pesar de la agilidades de su rol. magnificencia cromática del barreño absidal de la basílica—, o quizás por su inadecuación vocal, hicieron falta voces más Poco controlada la emisión vocal del bajo Vito Priante, en llenas y con mayor destreza en la articulación de las palabras. el papel de Achior, quien ha exhibido una voz algo turbia y poco agraciada, pero en su aria ‘Te solo adoro’ cantó con un Antonio Giovannino —en el papel de Ozìa, que es para bello color oscuro, voz timbrada, pero que fue cubierta por contralto—, es un contratenor con registro de soprano; por lo la orquesta. En un teatro, todos hubieran sonado mejor. o tanto, mejor sería llamarlo sopranista. A pesar de un modesto por Giosetta Guerra espesor vocal y una zona central un poco vítrea, el cantante septiembre-octubre 2010 pro ópera