ahogaba a sus cantantes, y musicalmente aburrida. La lectura de este maestro canadiense, que el año pasado ofreció una prueba convincente en el Samson et Dalila de Saint-Saëns, aquí fue equivocado. Del espectáculo bien poco se puede decir, puesto que la instalación escénica, por alguna avería, no fue utilizada en su totalidad, porque falló una tarima móvil que había previsto Vick para las dos reinas. Los vestuarios son indudablemente fascintantes pero al mismo tiempo muy incómodos para los artistas. El público se mostró distraído e impaciente. por Francesco Bertini Così fan tutte en Turín Escena de Anna Bolena en Trieste Foto: Fabio Parenzan Ópera en Italia Anna Bolena en Trieste Después de algunos años desde su debut, la producción de esta ópera de Gaetano Donizetti, encomendada al regista Graham Vick con escenarios y vestuarios de Paul Brown, fue presentada en el Teatro Verdi de Trieste para inaugurar su temporada lírica 2012. Mientras que el primer elenco presentaba, al menos en los personajes femeninos, la misma distribución que en Verona en 2006 (Mariella Devia como Anna Bolena y Laura Polverelli como Giovanna Seymour), el segundo elenco fue de dos debutantes en sus respectivos roles femeninos: Cinzia Forte y Rossana Rinaldi. La Forte, en esta ocasión, ha mordido más de lo que pudo masticar. El papel de la protagonista es tan insidioso que continuamente está sometido a una tensión vocal que afecta a la voz en su exposición y lastima su buen desempeño durante toda la representación. A pesar de que hace su mejor esfuerzo, en lo histriónico también carece del carisma de la reina, apareciendo en escena con un porte demasiado casual. La Rinaldi, como Seymour, es amiga y rival de Bolena. Ella proviene del repertorio romántico tardío, lo que le permitió conferirle una rotunda madurez a la emisión, con pleno control del fraseo donizettiano y canto ornamentado. Vittorio Borrelli retomó la puesta en escena originalmente firmada por Ettore Scola, la cual demuestra todos los años que tiene. Borrelli la aligeró un poco y meritoriamente la hizo más brillante. En la ópera —enfocada en cinco personajes— hubo un ir y entrar de figurantes y coristas sobre los escenarios de Luciano Riccerri, de por sí ricos con una pintura napolitana del siglo XVI, y además se remarcó el carácter napolitano de la ópera de Mozart-Da Ponte con la clase de los vestuarios de Odette Nicoletti, algunas tazuelas y café que tomaban los personajes, y la sobria pero bien utilizada iluminación de Andrea Anfossi. La válida orquesta del Regio fue dirigida por un atento Christopher Franklin, que apuntó con éxito todas sus bien calibradas energías hacia el resultado musical y vocal. El coro, en sus pocas intervenciones, resultó impregnado y calibrado con la habitual y precisa dirección de Claudio Fenoglio. Fiordiligi fue interpretada por Carmela Remigio, quien se lanzó en agilidades y agudos centelleantes, así como en tristes recitativos. Laura Polverelli vistió el papel de Dorabella con la habitual seguridad interpretativa que obtiene de una rica paleta de colores. Ambas consolidadas y afirmadas interpretes internacionales de sus respectivos papeles, dieron lo mejor de la ópera mozartiana. Marco Nisticò fue un Guglielmo con voz de timbre bronceado y persuasivo y buena prestancia escénica. Ferrando encontró en Andrew Kennedy un buen intérprete de vocalidad apropiada, sabiamente utilizada en los diversos registros. El elenco masculino ha parecido muy débil. No es decididamente éste el repertorio apto para desahogar la voz de bajo de LuizOttavio Faria, quien interpretó a Enrico VIII con cierta opacidad e incertidumbre vocal, y una presencia escénica que dejó que desear. El joven Deniz Leone ha dado un salto al vacío cantando prematuramente el papel de Percy. La tesitura, escrita para el monstruo que fue Giovanni Battista Rubini, es áspera y al cantante turco le falta una madurez mínima para afrontarla: su entonación siempre fue problemática, su emisión, carente en la zona centro y grave, tuvo tendencia a encontrar refugio en los agudos extemos, que a veces no salían con fuego. Pero la prueba más ingrata fue la que ofreció el director Boris Brott, con su mínima disculpa por haber llegado en el último minuto a Trieste para sustituir a un ausente Bruno Campanella: su concertación fue fragmentaria, lenta más allá de la sensatez, pues julio-agosto 2012 Escena de Così fan tutte en Turín Foto: Ramella&Giannese pro ópera Bien combinados, los dos intérpretes masculinos ofrecieron una apreciable prestación vocal y actoral. Barbara Bargnesi impartió una “lección de vida de acuerdo a Despina” con la desenvoltura física y la agilidad vocal que el papel pretende. Carlo Lepore hizo su parte como Don Alfonso, como si estuviese vestido con la piel del personaje. Con voz profunda y ágil, movimientos y comportamientos bufos, utilizó la mejor técnica para recordar que ‘Belle o brutte.. così fan tutte’. El espectáculo fue en general agradable, enriquecido por el elenco y una dirección de óptimo nivel. por Renzo Bellardone La Dirindina en Jesi Mayo 6, 2012. Este intermezzo de Domenico Scarlatti se representó en la sala mayor del Palazzo della Signoria, obra del Cincuecento, primer teatro de Jesi y ahora sede de la Biblioteca de la ciudad. El director de escena, Gianni Gualdoni, reconduce esta farsetta a sus lugares y tiempos originales, coadyuvado visualmente por las típicas costumbres de la época, como pelucas y vestuarios diseñados y realizados por Giuliana Gualdoni, y utiliza con inteligencia el espacio reservado para la escena, posicionando una única gran mesa sobre una tarima en el centro y al ensamble instrumental a un lado. Atento a los detalles en los gestos, en la mímica, en la postura, sobre la línea de la pura diversión que no escapa lo bufonesco, el director mira con sutil ironia los personajes que se mueven con extrema espontaneidad. La Dirindina de Scarlatti en el Palazzo de la Signoria de Jesi pro ópera Perfectos en sus papeles, los tres protagonistas se expresan también vocalmente con maestría. El bajo bufo Lucio Mauti (Don Carissimo, maestro di cappella pedante y beatón) evidencia un cuerpo vocal consistente y extenso, con un color bellísimo y jaspeado. La soprano Paola Quagliata (Dirindina, su alumna mediocre y ambiciosa), ágil en las fiorituras del estilo del Settecento, usa con gusto una voz plena y brillante. El sopranista Angelo Bonazzoli hace el rol de Liscione, un cantante castrato hábil y desprejuiciado, se muestra bastante suelto a pesar de que no cuenta con un medio vocal flexible, y tiene una técnica de emisión y línea de canto que debe perfeccionar. Loable la ejecución de la Orquesta de Cámara del Teatro Lirico Sperimentale delle Marche, con el bajo continuo realizado por Andrea Zepponi (quien tuvo bellos momentos como solista), el violoncello de Jacopo Mariotti, y con Claudio Mercanti en la viola, así como Paola Ottavi y Marco Fabio Cola en los violines. Es un ensamble instrumental que recrea el sonido y la atmósfera de la música del Settecento, muy agradable y bien estructurada en los varios movimientos. por Giosetta Guerra Madama Butterfly en Rovigo El Teatro Sociale de Rovigo presentó una bella versión de la ópera de Giacomo Puccini. La producción escénica, proveniente del Teatro Comunale de Bolonia, dio la posibilidad a algunos prometedores jóvenes ganadores de la 40º edición del concurso “Toti Dal Monte” de enfrentarse a esta obra maestra puccinana. Los seleccionados del concurso fueron: la soprano japonesa Yasko Sato (Cio-Cio-San), la mezzosoprano rusa Evgeniya Rakova (Suzuki), el tenor Eduardo Hurtado Rampoldi, nativo de Florencia (Goro), mientras que el barítono argentino Gonzalo Ezequiel Moya (Sharpless) tuvo que cancelar y fue sustituido por el confiable Elia Fabian. El desempeño de los jóvenes seleccionados del concurso fue más allá de las expectativas, dando satisfacciones al público que los aplaudió largamente, reconociendo la producción. Completaron el elenco el tenor Giuseppe Talamo (Pinkerton), el bajo Riccardo Ferrari (Bonzo) y otros. Se abre esta reseña con el elenco, como recuento, porque fue notable el resultado conseguido de manera individual en una producción que hizo tangible el clima colectivo. La protagonista tuvo una casi perfecta acentuación italiana y su mímica dio a entender que conoce el significado íntimo de las palabras julio-agosto 2012 y las frases que estaba cantando. Por significado intimo subrayo lo que es el pulso de las emociones que están dentro del texto, cosa que no sucede siempre con los cantantes del Oriente, a los cuales frecuentemente se les va el pathos de su parte, preocupados más por desplegar las notas en tono y los agudos que por interpretar. El director de escena Fabio Ceresa hizo recitar muy bien a los cantantes y condujo con gesto seguro el desenvolvimiento de la puesta en escena. El director Nicola Marasco en el podio dirigió a una buena Orquesta Regionale Veneta. Una valiosa Butterfly a la que contribuyeron los bellos vestuarios de Massimo Carlotto, la iluminación de Roberto Lunari y las escenas esenciales pero eficaces de Giada Tiana Claudia Abiendi. Al final del espectáculo se escucharon aplausos calurosos y prologados, también para el Coro Lírico Veneto dirigido por Giuliano Fraccaso, aunque éste último no haya entusiasmado. por Athos Tromboni cuidando los empastes tímbricos y la atmósfera general de la obra. Preciso en el gesto, seguro en la conducción de las piezas concertati (sobresaliente, la prueba del coro dirigido por Bruno Casoni) y con dramatismo durante los celebres interludi; en suma: fue el director ideal para una producción muy apreciada por el público y la crítica. John Graham-Hall, reciente triunfador del Premio Abbiati, el reconocimiento más importante de la crítica italiana, entregado por su interpretación en Death in Venice la temporada pasada en el Teatro alla Scala, confirmó sus grandes dotes de actor esculpiendo un Grimes rudo, angustiado y visionario. En su tosca voz, de timbre quizás no muy grato, tuvo el justo acento para subrayar la aspereza del carácter de Grimes y el fraseo pareció ser refinado y teatralmente envolvente. Lírica, intensa y moralmente creíble fue la Ellen Oxford de Susan Gritton, así como muy eficaz y conmovedor estuvo el capitán Balstrode de Christopher Purves, muy suave y comunicativo. Felicity Palmer fue una Auntie sin malicia y sin ilusiones; Catherine Wyn-Rogers, una habladora Sedley; y el resto completo de los papeles adicionales dio su notable contribución al logro de un espectáculo que está destinado a permanecer en los anales del teatro milanés.o por Massimo Viazzo Escena de Madama Butterfly en Rovigo Foto: Nicola Boschetti Peter Grimes en Milán El mundo del Borough imaginario de Richard Jones en la nueva producción scaligera de la ópera de Benjamin Britten es la de un mundo aburrido, excesivamente devoto, encerrado y claustrofóbico. Los ambientes en los que se desarrolló la acción de esta obra maestra fueron casi representados en el interior de rectángulos bien iluminados (que por momentos se balanceaban) y donde frecuentemente la colorida multitud de los habitantes del pueblo de marineros observaba la acción convirtiéndose en espectadores y en actores de modo intercambiable, forzando al final a un abrazo mortal al desesperado protagonista. El director de escena deliberadamente excluyó de su narración al mar, ya que no le interesó hacer una narración de la historia “de postal” y, en la potente psicología que emanó de este espectáculo de gran sugestión, el director inglés mostró también una virtuosa habilidad en el movimiento de las masas sobre el escenario. También el joven concertador británico Robin Ticciati supo captar de la mejor manera las íntimas sutilezas de la magnífica partitura, julio-agosto 2012 John Graham-Hall como Peter Grimes en Milán Foto: Brescia e Amisano pro ópera