Ópera en Argentina

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Ópera en América
Escena de Il mondo della
luna en Buenos Aires
y desopilante comicidad. Por su parte, María Savastano
deslumbró como Clarice mientras la joven soprano estadounidense
Jeanette Vecchione que dejó una muy buena impresión como
Flaminia. Sergio Spina (Cecco) y Rocío Arbizu (Lisetta) aunaron
gracia y calidad vocal, mientras que la mezzo Vanina Guilledo
(Ernesto) no desentonó dentro de un elenco de excelencia.
Les pêcheurs de perles en Buenos Aires
La Asociación Juventus Lyrica de Buenos Aires presentó en el
Teatro Avenida el estreno en francés de Les pêcheurs de perles para
la ciudad de Buenos Aires y protagonizó la vuelta a la escena de
la exquisita partitura de Georges Bizet luego de 80 años de faltar
en las carteleras porteñas. El maestro Antonio Russo condujo con
mano firme y algunos tiempos lentos a la orquesta, logrando una
fina versión musical.
Laura Polverini fue una Leïla exquisita y su sola presencia vocal
y escénica justifica la versión. Evidentemente está en un plano
de superioridad artística respecto del resto del elenco. Sebastián
Russo cumplió con lo justo en el rol de Nadir. Mirko Tomas
resultó un irregular Zurga con notables deficiencias en el registro
agudo y falta de cuerpo en el centro. Mientras que en el pequeño
rol de Nourabad se lució Román Modzelewski.
Ópera en Argentina
por Gustavo Gabriel Otero
Il mondo della Luna en Buenos Aires
No podía haber sido mejor la idea de Buenos Aires Lírica de
proponer la vuelta a la escena de esa joya que es Il mondo della
luna de Haydn. En consonancia con la idea, la realización escénica,
la calidad del elenco y la acabada versión musical resultaron de
excelencia, y así la mejor asociación privada que hace ópera en
la Argentina conquistó un nuevo jalón positivo en su brillante
historial.
Florencia Sanguinetti ideó un movimiento actoral adecuado, sin
ideas destacables o para recordar pero sin fallos notables, y con
buen uso del pequeño escenario. El marco escenográfico creado
por Florentino Sanguinetti remeda cierto arte que hace 50 años
se consideró moderno y que hoy se ve como obsoleto. Correcto
el vestuario de María Jaunarena así como la iluminación de
Rubén Conde. El voluntarioso coro resultó adecuado al nivel de
la representación y la pequeña danza, creada por Julián Ignacio
Garcés, pueril.
Pablo Maritano, comandando al equipo visual, volvió a
demostrar que es uno de los jóvenes directores escénicos de ópera
más interesantes de Argentina. Con absoluto respeto a la obra
logró una adecuada modernización y que en cada momento una
acción escénica acompañara al canto. No hubo momentos vacíos
pero tampoco movimientos sin necesidad. Todo fue pensado al
milímetro y se subrayó la comicidad sin caer en vulgaridades.
La excelencia visual se asentó, también, en el colorido y prolijo
vestuario ideado por Sofía Di Nunzio, la hábil iluminación de
José Luis Fiorruccio, las pantomimas con sabor a “Alicia en el
País de las Maravillas” de Carlos Trunsky y en la funcional y
bella escenografía de Andrea Mercado. El conjunto orquestal
lució ajustado y solvente bajo la conducción en perfecto estilo de
Rodolfo Fischer.
Será difícil encontrar en nuestro medio otro Bonafede de mejor
belleza de registro, calidad canora y solvencia actoral que el de
Hernán Iturralde. Asimismo resulta inolvidable la composición
de Osvaldo Peroni del falso astrólogo Ecclitico en la que aunó
buenos agudos, homogeneidad en el registro, adecuada proyección
septiembre-octubre 2011
Laura Povlerini (Leïla) y Sebastián Russo (Nadir)
Foto: Liliana Morsia
Simon Boccanegra en Buenos Aires
El Teatro Colón presentó como tercer título lírico completo de
su temporada 2011 un Simon Boccanegra en el cual todo estuvo
en su lugar y sin fallas, pero al que le faltó impulso vital. Quizás
pro ópera estructura única, resultó cansadora. Muy buena la iluminación de
Roberto Traferri y de gran criterio la elección del vestuario de los
archivos del Colón efectuada por Eduardo Caldirola.
Fabián Veloz (Gabriele
Adorno) y Roberto Frontali
(Simon Boccanegra)
Il Trittico en Buenos Aires
El Teatro Colón ofreció una nueva puesta escénica de Il Trittico
de Puccini que invita a la discusión y con un resultado musical de
gran nivel. Stefano Poda invirtió el orden original del Tríptico:
Gianni Schicchi no cerró cómicamente la noche: esta tarea le
correspondió a la tragedia de Suor Angelica. La comedia pasa a
ser aquí un descanso pasajero entre dos tragedias. Idea para la
polémica que cambia la concepción del autor pero que no resulta
descabellada.
a la batuta de Stefano Ranzani le falte el necesario calor que
debe insuflarse a la genial partitura verdiana, y éste fue uno de los
puntos flojos. El maestro milanés condujo con pericia a la Orquesta
Estable que tuvo buena respuesta, pero la versión musical a la par
de prolija resultó fría y sin vuelos.
El elenco vocal tampoco logró elevar la temperatura anímica de la
representación. Así, Roberto Frontali fue un Simon de buena línea
de canto pero falto de calor y comunicatividad, Ángela Marambio
no convenció como María Boccanegra a pesar de su gran volumen
y Konstantin Gorny resultó un Fiesco correcto pero sin la
autoridad vocal que el rol necesita. La mejor voz del elenco fue la
de Fabián Veloz, quien compuso un Paolo Albiani genuinamente
verdiano. A su lado no desentonó Gustavo López Manzitti quien
con su habitual profesionalismo y calidad interpretó un Gabriele
Adorno sólido en lo vocal y creíble en lo actoral. Correcto resultó
el resto del elenco y compenetrado y solvente el Coro Estable que
dirige Peter Burian.
Los aspectos visuales comandados por el argentino radicado en
Estados Unidos José María Condemi tampoco convencieron
plenamente. Su marcación actoral fue tradicional, con movimientos
estereotipados y sin encontrar mayor compenetración psicológica.
Una planta única con restos de un naufragio diseñada por
Cameron Anderson ambientó todas las escenas y, como toda
Carl Tanner (Luigi) y
Amarilli Nizza (Giorgetta)
La marcación actoral es parca, como si fuera una tragedia griega,
casi sin movimientos de brazos y con pasos lentos. Dentro de
un escenario despojado la escenografía de Daniel Feijoo tomó
como elementos comunes un espejo a 45 grados en el techo del
escenario, un plano inclinado en el fondo y una pileta con agua. En
cada ópera un gran componente en el fondo la ambienta: así, en Il
tabarro es el esqueleto de un barco; en Gianni Schicchi, una cama;
y en Suor Angelica, una cruz.
El vestuario de Cristina Pineda también ofreció unidad
—por el uso casi exclusivo del negro— dentro de una vaga
contemporaneidad. Las acciones ideadas por Poda se desarrollaron
principalmente dentro del agua, sin entenderse el motivo, con
un iluminación pobre del mismo artista. Algunas marcaciones
resultaron interesantes pero el resultado final fue desparejo.
Richard Buckley condujo la Orquesta Estable con pericia
logrando una versión musical homogénea y sin fallas.
Juan Pons fue un Michele de gran presencia, autoridad y potencia
vocal y un Schicchi de calidad actoral y experiencia canora.
Amarilli Nizza, en una tarde de triunfo, fue una expresiva y lírica
Giorgetta y una Angelica de excelencia. Cantó su aria ‘Senza
mamma’ como en éxtasis con inteligente graduación de los
claroscuros. Su compenetración actoral y entrega en el final de
Suor Angelica fueron impactantes, logrando una cerrada ovación.
Carl Tanner compuso un Luigi con gran volumen y fuerza pero
escasa sutileza. Agnes Zwierko resultó potente y equilibrada en
sus tres roles (Frugola, Zita y la Tía Princesa). Darío Schmunk
fue un Rinunncio expresivo y confiable, mientras que Beatriz Díaz
cumplió con los requerimientos de Lauretta. Adecuado, el resto del
elenco del que sobresalieron Mario De Salvo (Talpa y Simone) y
Eliana Bayon (Suor Genovieffa). o
Juan Pons (Gianni Schicchi)
pro ópera
septiembre-octubre 2011
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