¿Cómo ejercer la autoridad con nuestros hijos?

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¿Cómo ejercer la autoridad
con nuestros hijos?
Por Mónica Manrique
Psicóloga, psicoterapeuta y formadora
www.monicamanrique.com
V
ivimos en una sociedad frenética, llena de prisas y estrés,
en la que queda poco tiempo para compartir, educar y
relacionarnos con nuestros hijos. Esta situación hace que día
a día vayamos acumulando sentimientos de culpa como padres:
¿estaré dedicándole el tiempo suficiente a mis hijos? ¿Juego tanto
como debiera con ellos? ¿Tendrán alguna carencia afectiva en el
futuro por el poco tiempo de calidad que les puedo dedicar? ¿Lo
estoy haciendo bien?
Toda esta culpa que vamos acumulando nos hace muy
vulnerables a sus chantajes emocionales y debilita nuestra autoridad
como padres. La culpa también merma nuestra autoridad, ya que
tenemos miedo de traumatizar a los niños por el simple hecho de
ponerles normas y límites. Incluso podemos pensar: “Pobrecito,
cómo le voy a decir no con lo mal que lo pasa”. Los niños necesitan
normas y límites para crecer felices y sanos, no van a ser más
felices por conseguir todo lo que les apetece y es necesario que
aprendan a manejar la frustración, habilidad que les será muy útil
a lo largo de la vida.
Sin embargo, la autoridad no siempre es bien entendida y
a veces se confunde con el autoritarismo. Para ejercer nuestra
autoridad como padres no es necesario convertirse en un dictador,
y la disciplina no implica humillación. También se pueden imponer
normas y límites con cariño y afecto.
Autoridad ideal
Autoridad real
100
% de autoridad
80
60
40
20
Autoridad impositiva (0 a 7 años)
Se trata de un tipo de autoridad unidireccional, pero no por
ello tiránica ni despótica. La autoridad impositiva deriva de la
dependencia del menor y los padres deberán imponer pautas
para su correcto desarrollo: dándole juguetes adecuados a su
edad, ofreciéndole alimentos sanos y nutritivos, enseñándole
reacciones correctas, pautando horarios y limitando las
actividades peligrosas.
En esta etapa conviene que los límites sean claros, no
demasiados, poco flexibles, así como fáciles de aplicar y entender
por el niño. Lo normal es que los niños reten a sus padres para ver
hasta dónde pueden llegar.
Autoridad educativa (7 a 14 años)
El objetivo en esta etapa es que el niño aprenda los motivos por
los cuales es exigida una conducta. No sólo se trata de procurar
la obediencia y la sumisión, sino de que el niño entienda la razón
de los límites y las normas para que vaya incorporando pautas
de comportamiento. Como padres debemos ser más flexibles,
ampliar los márgenes y siempre tomar en cuenta la opinión de
nuestros hijos. También es preciso incorporar nuevas actividades
y hábitos, como tareas domésticas, la higiene, etc.
Asimismo, es primordial utilizar premios (reconocimientos y
recompensas) y castigos (reproches o pérdida de privilegios), sin
dejar de reforzar los comportamientos porque pensamos que es
su obligación. Las conductas y sus consecuencias se clasificarán
de manera simple y dicotómica en correctas o incorrectas, válidas
o inválidas, acierto o error, definitivamente sin matices.
Libertad controlada (14 a 18 años)
0
1234 567 89101112
1314151617
18
1920
edad
Cuando nuestros hijos nacen tenemos todo el control, ya
que el porcentaje de autoridad que ejercemos sobre ellos es de
100%. Es muy común que conforme los niños van cumpliendo
años este control disminuya de manera considerable; incluso, es
posible encontrar familias que giran en torno a las demandas
de un pequeño tirano. Algunas ideas comunes son: “No quiero
desperdiciar el poco tiempo que estoy con él enfadándome”,
“Quiero darle todas las cosas que yo no he podido tener”, “Déjale
que haga lo que quiera, es muy pequeño”… Quizá resulte
gracioso que un niño de 3, 5 o 10 años haga lo que quiera, pero
no nos hace tanta gracia que tenga la misma conducta a los 15, y
es cuando pretendemos volver a tener un control de 100% sobre
lo que hace. Entonces, ¿cómo debemos ejercer la autoridad sobre
nuestros hijos en cada edad?
A esta edad los ya adolescentes han desarrollado muchas
habilidades, por lo que será conveniente comenzar a delegar
ciertas funciones en ellos. Por ejemplo, de forma gradual se
deben ir permitiendo tiempos mayores y espacios diferentes,
mientras se supervisa y controla el uso que hace el menor de los
privilegios concedidos. Ahora la batuta será compartida, por lo
tanto se recurrirá a las negociaciones, pactos y acuerdos.
Para cuando lleguemos a esta etapa los padres ya debemos
tener consolidada nuestra autoridad moral, es decir, que los
adolescentes confíen en nuestro criterio aunque no tengan por
qué estar siempre de acuerdo.
En resumen, conforme aumenta la edad de nuestros hijos
debemos ir disminuyendo el grado de control que ejercemos sobre
ellos, cediéndoles poco a poco más autonomía e independencia,
sin adelantarnos y siempre en consonancia con las capacidades y
necesidades del niño.
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