La lengua oral y su enseñanza

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LA LENGUA ORAL Y SU ENSEÑANZA.
La lengua oral es bastante menos conocida, y menos aún su enseñanza. En este aspecto
de enseñanza de la lengua materna (no en lengua extranjera), la ausencia de trabajos
sobre lengua oral parece especialmente en Secundaria constituir una carencia
proporcional a la falta de interés.
La mayor parte de las veces no ha existido una enseñanza de lo oral, pero incluso
cuando ha existido, no ha sido una enseñanza de la lengua oral genuina. Como dice Vilá
(2004, 116): Cuando se plantean actividades de lengua oral, por ejemplo, exponer algo,
los alumnos vienen con el texto escrito sin anotaciones de comportamiento y la
exposición se produce más como un traslado de lo escrito a lo oral que como enseñanza
de lo oral, hay “una falta de estrategias inherentes a lo oral”.
La autora, junto a Castellá (2005), siguiendo la tradición defiende la enseñanza en
Secundaria de los géneros secundarios o intermedios porque son los más complejos, es
decir, la lengua oral formal (o planificada).
Según ellas, la lengua oral formal comparte con el lenguaje escrito las siguientes
características:
- Tema especializado.
- Planificación.
- Monologada.
- Tono formal.
- Apariencia de objetividad.
- Más informativa que interactiva.
Sus rasgos son los siguientes:
Rasgos contextuales:
-Aprendizaje escolar.
-Producida en tiempo real como oral que es.
-Presencia física pero unidireccional.
Rasgos discursivos:
-Informativa, planificada y especializada.
-Repetitiva y con lenguajes no verbales.
Rasgos lingüísticos:
-Importancia de los rasgos suprasegmentales.
-Rasgos orales: deixis, permisión de errores, menor precisión.
-Uso de la variedad normativa y estándar.
Una de las características que distinguen a la lengua oral y la escrita es el estilo nominal
(escrita) frente al verbal (oral), como ya dijimos. Curiosamente, en la lengua oral formal
esta oposición se estabiliza (como pudo verse en la tabla correspondiente), es decir,
presenta un equilibrio entre estilo nominal y verbal, demostrando con ello más aún si
cabe el hecho de ser fenómeno fronterizo entre modos.
Salvo la determinación de recomendar la forma de secuencias para programar la
enseñanza de la lengua oral, las autoras no llegan a proponer de forma explícita un
modelo de su enseñanza.
Las conclusiones a las que llegamos acerca de la enseñanza del lenguaje escrito pueden
servirnos de orientación en este caso en el que para el nivel del que nos ocupamos no
existe un modelo de enseñanza:
1. Procesual: preocupándose no sólo del resultado final (el texto pronunciado), sino
de su elaboración.
2. Secuencial: abordando los aspectos de la lengua oral sucesivamente, por
ejemplo, las fases de elaboración de un discurso o los rasgos cinésico y
proxémicos (no verbales).
3. Integrada: relacionando lengua oral con lengua escrita; por ejemplo, consultando
fuentes.
4. Variada: ocupándose de las variedades no sólo formales, sino informales o
menos formales.
Nos vamos a detener en este último aspecto. Hemos defendido una enseñanza variada –
aunque de intensidad variable- de la escritura, que recoja según decida cada cual los
textos formales e informales. En la lengua oral seguimos el mismo razonamiento y
adelantamos uno más: estos géneros sirven a la lectura tanto o mejor que los formales,
como apreciaremos más adelante, por lo que no debemos dejarlos de lado.
El problema de este tipo de géneros informales es que carecen de un modelo explicativo
coherente para su enseñanza. No es mi intención aventurar uno propio. Ahora bien, sí
existen formas de enseñanza social que pueden servir de guía en una enseñanza de lo
oral informal: la enseñanza de las habilidades sociales y la enseñanza cooperativa.
Las habilidades sociales son comportamientos lingüísticos, paralingüísticos y no
verbales que evidencian el desarrollo emocional y social del individuo. Estas
habilidades se manifiestan preferentemente a través del lenguaje informal y sobre todo,
oral. Partimos de la enumeración que Goldstein y otros (1989) hicieron para
adolescentes, apropiada para nuestro nivel y nuestras intenciones. Además de la
enumeración adjunta, encontramos un cuestionario de observación que sirve tanto para
que los alumnos regulen el proceso de interacción oral como para que se valoren a sí
mismos (evidentemente sirve al profesor para evaluar). Igualmente, en los anexos, se
recoge un ejemplo de habilidades sociales seleccionadas para la enseñanza a través de la
oralidad de una estrategia discursiva.
De estas habilidades sociales elegiremos aquellas que encajen mejor en nuestro
propósito cuando planteemos su uso en un contexto determinado. Una aclaración:
algunos ya habrán observado que las habilidades sociales parecen más un esquema para
trabajar en tutoría que en clase de Lengua. No es exactamente así. Baste decir que si
nosotros pretendemos que todos los profesores lo son de lengua, no podemos negarnos a
ser profesores de comportamiento, más aún cuando ese comportamiento es lingüístico,
independientemente de que las tutorías o cualquier otra asignatura traten este asunto.
Ahora bien, en el listado de habilidades sociales puede verse que aunque la mayoría se
refieren a una actuación lingüística (social o interiorizada), se echan de menos
habilidades literarias que cumplen también una misión social de integración del
individuo. Estas habilidades literarias orales son el recurso de otras como mantener una
conversación o expresar los sentimientos propios. Para nuestra finalidad (educar el
lenguaje oral informal) es, pues, imprescindible incluir una serie de habilidades
literarias como contar historias o expresarse con corrección. Lo que aporta esta
integración es presentar el comportamiento lingüístico en su contexto real (las
relaciones interpersonales) de forma que el alumno comprenda la funcionalidad de
expresarse correctamente, por ejemplo, pues de lo contrario puede no ser entendido,
incluso no ser respetado.
Si queremos que el aprendizaje de la lengua oral informal se desarrolle en contextos
reales, el trabajo en equipo es la mejor forma de provocarlo, regularlo y mejorarlo.
Con el trabajo en grupo ha pasado otro tanto como con el resto de las enseñanzas de las
que nos estamos ocupando: se produce, pero raramente se enseña. Hacer trabajar a los
alumnos en grupos no significa que trabajen cooperativamente. El aprendizaje
cooperativo intenta sistematizar la dinámica de grupos convirtiéndola en una enseñanza
de la colaboración.
El modelo del aprendizaje cooperativo parte del establecimiento de grupos como
cualquier otro enfoque similar: fija su número, sus integrantes, sus tareas, etc., pero
hace hincapié en la responsabilidad personal de cada miembro respecto a sí mismo y
respecto al grupo de forma que:
- Aunque se reparten los papeles, el trabajo únicamente puede culminarse en
grupo.
- Cada miembro es responsable del resultado final.
- El individuo y el grupo se evalúan y se auxilian.
- Se utilizan técnicas específicas para que el desenvolvimiento sea efectivamente
cooperativo: rompecabezas (cada miembro del grupo posee una parte de la
información y es responsable de que los demás accedan a esa parte), aprendizaje
en equipo (cada miembro es responsable de que todos aprendan una información
y hasta que no consideren a todos los miembros preparados, no se presentarán al
examen), cooperación guiada (aprendizaje sobre una lectura alternando la
explicación y la retroalimentación)...
En el lenguaje oral, más aún en el informal, no pueden dejarse de lado los aspectos
paralingüísticos, cinésicos y proxémicos, esto es, los otros tipos de mensaje no
lingüístico que concurren con él y se apoyan: timbre de voz, postura del cuerpo,
movimientos, gestos... Estos elementos suelen subrayarse de modo que la discordancia
entre ambos se interpreta como ironía. También hay casos patológicos: algunas
enfermedades producen la pérdida de la expresividad paralingüística y cinésica. La
enseñanza de lo oral tiene que prestar atención a estos rasgos.
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