Inmadurez biológica B D Q

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Las necesidades y posibilidades de la inmadurez biológica
“Paradojalmente, la adaptación cultural se origina –según la teorización de la
antropología actual- en la inicial condición de inadaptado que presenta el
neonato de la especie humana.
Biológicamente, la constitución anatomofisiológica del Homo Sapiens se
distingue de las de sus parientes más cercanos –los monos antropoides- porque
en su desarrollo se puede verificar una retardación (Bolk, 1926), incluso una
fetalización que ha llevado a decir a A. Portmann (1951) que el hombre es un
‘nidífugo privado de medios y en consecuencia dependiente’, un
‘nacimiento fisiológicamente prematuro’.
En efecto, el hombre no alcanza el grado de madurez senso-motriz que tiene
un mamífero superior en el momento de su nacimiento hasta por lo menos un
año después de vida intrauterina.
Cerebralmente considerado, su inmadurez es aún mayor: mientras que el
cerebro de un chimpancé, por ejemplo, al nacer alcanza el 70 % de su tamaño
adulto y definitivo, y el 30 % restante lo alcanza rápidamente (en un año); el
recién nacido humano tiene apenas un 23 % de su tamaño cerebral adulto no
llegando a su pleno desarrollo hasta los 23 años aproximadamente.
La retardación marca un verdadero límite entre el hombre y el antropoide:
nos reproducimos inmaduros y de esta forma trasmitimos a la descendencia
lo que los biólogos llaman neotenia: conservación de los rasgos infantiles y
juveniles que se prolongan en la vida adulta.
Esta inmadurez biológica tiene una consecuencia cultural incalculable: el
acortamiento
de
la
existencia
embrional
del
hombre
provoca
el
funcionamiento de un “útero social”, que le imprime el sello de ser que
conserva la curiosidad juvenil y busca compensar la desnudez.
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(…)
En este sentido, afirmamos que “la inmadurez cerebral, condición del
aprendizaje humano, y el consiguiente lento proceso de maduración permite
una
internalización
de
las
condiciones
de
la
acción
cultural.
Una
internalización de lo aprendido-enseñado mediante la cual el individuo
incorpora al grupo social en que se desarrolla y a su peculiar estilo de vida
(cultura). Incorpora el lenguaje, los procedimientos técnicos y artísticos, las
creencias e ideas.
Esta incorporación se ha desarrollado tanto en el individuo como en la
especia, y de ello es testimonio el cerebro mismo.”
Filosofía, Módulo 2, Curso a distancia, Berttolini, D’Elía, Quintela,
ANEP,
1991
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