siete maneras de equivocarse menos

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Centro de Investigación y Estudios de la Música
Artículo de la Directora
Dra. María Antonieta Lozano
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SIETE MANERAS DE
EQUIVOCARSE MENOS
Hace años, antes de que el compositor Víctor Rasgado regresara de su
enriquecedor y voluntario destierro por tierras extranjeras para
reintegrarse como maestro a su hogar musical, los estudiantes de
composición de entonces, mostraban su interés por implementar dentro
del CIEM un taller de composición que permitiera a los estudiantes
reunirse de manera sistemática para escuchar, analizar, comparar y
criticar las obras que ellos creaban. En ese tiempo, tal idea resultaba
absolutamente impracticable. La carencia de docentes con estudios
suficientes de música y pedagogía, no auguraba éxito alguno en la
dirección de un taller de creación musical.
Un buen día mis alumnos supieron de una persona de origen eslavo que
ofrecía clases en su taller de composición. Entusiasmados por tal
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descubrimiento fueron al encuentro de sus compañeros y después de
haberlos aturdido con una glorificada letanía de las virtudes del
profesor, y de la exposición de un kilométrico currículo como arreglista,
compositor, jinglero, incidentalista y demás derivados del manejo de
los recursos composicionales, decidieron entrevistarse con el profesor
a fin de conocerlo personalmente.
Después de la visita domiciliaria, todos se mostraban convencidos de
que sin tardanza podrían tener en el CIEM el taller de análisis y
composición de música contemporánea. Pronto, me vi rodeada de
peticiones y premuras para establecer contacto con el profesor, a quien
nombraremos como R.
R recibía en su domicilio a un número respetable de jóvenes interesados
en el estudio de la composición, ahí recibían orientaciones a cambio de
una cantidad también respetable de dólares.
Desde el momento en que mis estudiantes conocieron a R en su casataller, mi oficina se vio invadida por una turba de jóvenes insistentes
en arreglar una entrevista entre R y yo. Pasados unos incómodos meses
entre la presión de mis alumnos y la cautela que me acompañó durante
ese período, realizamos una reunión para estudiar, entre todos, los
beneficios que pudieran resultar del trabajo de R como docente. Traer a
la escuela a un individuo del cual no conocía más que las impresiones
que había causado en un montón de muchachos llenos de pasión por la
música me causaba gran desazón, sin embargo llegamos al acuerdo de
proponer a R la creación del taller, y trabajar con él un cuatrimestre,
cuyos resultados determinarían su posible contratación.
Al día siguiente pedí a un estudiante el número telefónico de R y me
dispuse a llamarlo para concertar una cita y llevar a cabo la tan esperada
entrevista. Tomé el auricular del teléfono y cuando estaba por marcar el
primer número, una hermosa mujer de unos 40 años de edad, ataviada
con un vestido floreado y llevando un bolso de mano colgado del
hombro, se dejó ver a través de la puerta de cristal de mi oficina y, con
una sonrisa me pidió permiso para entrar, al mismo tiempo que daba
vuelta a la manija y sin más, me saludó alegremente sin importarle que
yo estuviera con el auricular del teléfono pegado a la oreja.
Perdón- dijo- tengo un poco de prisa y sólo quiero saber si es
posible que a mi edad estudie aquÌ la carrera de composición. Hago
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música desde hace tres años. Estudio en un taller de composición, pero
quisiera profundizar.
Yo había colgado el teléfono y observaba a esa persona que pedía
informes para ingresar a la escuela, y que resultaba ajena a la
comunidad estudiantil.
Pensé:
Esta mujer estudia y crea música desde hace tres años. Debe saber
música teórica, armonía, análisis y contrapunto, debe conocer los estilos
académicos y populares. Quizá entienda de instrumentación y
orquestación.
Propuse a la dama la realización de un examen de ubicación, pero ella
se negó, su interés era iniciar. Le aclaré que eso significaba empezar por
la notación musical.
- Yo no sé las notas y quiero aprender a leerlas- me dijo.
Esa respuesta fue para mÌ como una revelación. No
preguntarle el nombre de su maestro.
tuve que
Estudia Ud. con R desde hace tres años pero no conoce Ud. ni el
nombre de las notas?- Le dije.
-
Para eso vengo aquí. ¿Cómo sabe Ud. el nombre de mi maestro?
Cuando ella salió de mi oficina, yo le di las gracias y después convoqué
a una junta con mis estudiantes.
Desde entonces, cuando mis estudiantes van becados al extranjero y me
preguntan cómo encontrar al maestro de música que garantice su
crecimiento, yo les digo:
1.No busques al maestro;
2.Busca a sus alumnos y ex alumnos;
3.Cuántos son, dónde están;
4. Cuánto tiempo estudiaron con él ;
5. Los premios ganados en concursos ;
6. Las becas de estudio y residencias artísticas obtenidas; y
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7. El nivel de vida obtenido con lo que estudiaron con ese maestro.
Es esa la única medida que existe para valorar a los maestros y a las
escuelas.
Hablar de docentes en música, conduce indefectiblemente a las
peligrosas zonas de lo insólito.
Dra. H.C. Ma. Antonieta Lozano
Noviembre 2008
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