IMMANUEL KANT - historia de la filosofía

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IMMANUEL KANT
El pensamiento de Kant representa la culminación filosófica del pensamiento moderno. Su obra es
una síntesis conciliadora entre las dos corrientes filosóficas más importantes de este período, el
racionalismo y el empirismo.
Marco histórico socio-cultural y filosófico.
La sociedad prusiana en la que vive Kant está a medio camino entre el antiguo régimen y el triunfo
definitivo de la burguesía. Es una sociedad que al principio, bajo federico II de Prusia, goza de
libertad de pensamiento; a su muerte le sucede su sobrino Federico Gullermo II, que transforma
notablemente la situación, derivando hacia un estado absolutista teocrático.
No obstante, se empezaban a notar la influencia de los aires procedentes de Francia. La Ilustración
promueve en esencia cambiar los cimientos de una sociedad anquilosada y sumida en las tinieblas
de la ignorancia. La luz de la diosa razón va a ser la gran liberadora del hombre. Kant compartió los
ideales del movimiento ilustrado (Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Hume...) que venían
fraguándose desde finales del XVII. En concreto, el reconocimiento de la libertad como base de la
autonomía moral, la idea de una religión natural dentro de los limites de la razón, la creencia en el
progreso de la humanidad a través de la historia y una concepción política que garantizase la
igualdad y evitase el despotismo.
Por otra parte, el auge de las ciencias impulsado por la revolución científica, y que alcanza su
máxima culminación con la física-matemática de Newton. Y, en fin, la filosofía racionalista
representada por Wolff y la empirista , que en Hume alcanza su máxima radicalidad y que relega el
conocimiento científico al dominio de lo probable.
Principales líneas de su pensamiento
Para Kant, la cuestión del conocimiento (¿Qué puedo saber?) es una de las cuatro grandes preguntas
de la filosofía, junto con ¿qué debo hacer, ¿qué me cabe esperar? Y ¿qué es el hombre?. Para
responderlas, emplea el método crítico, mediante el cual la razón se examina a sí misma, con la
intención de averiguar cual es su uso límite y validez.
El problema del conocimiento será abordado en el marco del uso teorico de la razón.
Kant se muestra especialmente interesado por el problema de la posibilidad de la metafísica como
ciencia, cuestión cuya solución pasa por examinar previamente cómo es posible la ciencia, y ésta es
posible bajo ciertas condiciones, ahí están la matemática y la física. El planteamiento es ver si
puede la metafísica ajustarse a dichas condiciones.
Para mostrar que la física y las matemáticas constituyen verdaderas ciencias, kant sólo cuenta, de
acuerdo con la tradición filosófica, con juicios analíticos, que, aunque universales y necesarios, no
amplían nuestro conocimiento, pues su verdad depende del principio de identidad; y sintéticos, que
no son tautológicos, pero su verdad queda reducida a lo particular y contingente. La matemática y la
física, concluye kant, están constituidas de un tercer tipo de juicios, los juicios sintéticos a priori,
que, por ser sintéticos, amplían nuestro saber y se refieren a la experiencia, pero al mismo tiempo
son a priori, porque son universales y necesarios
Así pues, aunque todo conocimiento comienza con la experiencia (empirismo), no todo él proviene
de ella, sino que hay, además, una serie de formas a priori que pone la mente del sujeto que conoce
(racionalismo) Esta interpretación recibe el nombre de “Idealismo trascendental”, que permite
replantear el problema del conocimiento desde otra perspectiva, el llamado “giro copernicano”,
según el cual el papel activo ya no pertenece solamente a la cosa, sino al sujeto cognoscente, de
manera que el objeto de nuestro conocimiento es una síntesis entre las estructuras lógicas a priori
del sujeto y los objeto percibidos del mundo exterior.
En el conocimiento interviene inicialmente la sensibilidad, que, mediante las intuiciones puras del
espacio y el tiempo, organiza el caos de la información senso-perceptiva, lo que constituye el
fenómeno. Luego el entendimiento aporta unos conceptos puros a priori (categorías) que organizan
el caos fenoménico y permiten conocer sus principios explicativos.
Sensibilidad y entendimiento se complementan mutuamente, de forma que, para conocer cualquier
objeto, ambas deben combinarse. Si alguna de estas dos condiciones falta, el conocimiento resulta
imposible. Por eso kant sostiene que únicamente podemos conocer
los fenómenos; al estar
localizados espacio-temporalmente podemos aplicarles las categorías; en cambio, la cosa en sí, el
noúmeno, puede pensarse, pero jamas conocerse, pues al no ser objeto de nuestra experiencia, la
aplicación de las categorías resulta ilegítima. Por lo mismo, los principios de la razón, la última
facultad que interviene en el conocimiento, que son Dios, alma y mundo, resultan incognoscibles,
pues de ninguno de ellos tenemos experiencia, y la aplicación de las categorías al margen de la
experiencia da lugar a paralogismos y antinomias. Tales ideas marcan, pues, el limite de nuestro
conocimiento, de modo que la metafísica resulta imposible como ciencia.
Pero estas ideas a las que la Crítica de la razón pura le niega validez cognoscitiva van a encontrar
otro camino al ser exigidas como postulados de la razón practica.
Dichas ideas, desempeñan un papel muy importante en la ética formal kantiana, en la que se trata de
fundamentar la idea del deber en una ley moral universalmente válida, presente a priori en la razón
del sujeto: el imperativo categórico que le ordena al sujeto cómo debe comportarse, no por utilidad
o satisfacción sino con arreglo exclusivo al deber, considerado como “la necesidad de una acción
por respeto a la ley”
El imperativo categórico exige la libertad del sujeto ya que sólo si el individuo posee voluntad libre
(autonomía) puede darse a si mismo una ley moral. La voluntad pide postular, por tanto, la libertad
del hombre y, con ella, la inmortalidad del alma (como garantía de que, tras esta vida, será posible
un progreso infinito hacia la virtud) y la existencia de Dios (garantía de que nuestra virtud será
recompensada con la felicidad).
Estos tres postulados muestran qué puede esperar el hombre y el verdadero significado de la ideas
de la razón, noúmenos inaccesibles para la ciencia, cuyo auténtico sentido no es especulativo, sino
práctico o moral.
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