I Similitudes entre el tiempo y el espacio

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I
Similitudes entre el tiempo y el espacio
A poco que se piense, es fácil echar de ver que la idea de “tiempo”, sea lo
que éste fuere, preexiste (por decirlo así) a todo pensamiento. Es decir
que no se concibe el “pensamiento” sin que se invierta más o menos
“tiempo” en la acción de pensar. Pensamos necesariamente “con” el
tiempo, y “en” el tiempo. Esa fue también la idea de Kant, cuando dijo
que el tiempo es forma a priori de nuestra sensibilidad.
Empezamos, pues, preguntándonos a nosotros mismos qué es el tiempo.
Digo “a nosotros mismos”, y digo bien, porque no podemos preguntarlo a
los filósofos, por una razón muy simple. Ellos han dado a esa pregunta
respuestas divergentes, y no sabemos cuál es —o si alguna de ellas es—
la verdadera. No podemos acudir a ellos, porque todo conocimiento
filosófico es producción mental a posteriori con relación al concepto de
“tiempo”, y eso hace que la naturaleza de todo conocimiento filosófico
dependa de cómo se haya concebido el tiempo inicialmente.
El problema de la naturaleza del tiempo es, por tanto, una cuestión previa
a cualquier doctrina filosófica. De donde se desprende que nuestro
estudio no puede comenzar dando a la palabra “tiempo” el sentido que le
haya dado ninguno de los autores que lo investigaron: Aristóteles, Kant,
Bergson, Balmes, Minkowsky, Einstein...
Tenemos que iniciar nuestras meditaciones tomando el agua de muy
arriba, y sin ayuda de nadie. Por convencionalismo, pensaremos que
lector y autor en este momento nada sabemos del “saber establecido” en
matemáticas, en física clásica, en mecánica cuántica, en psicología, en
cosmología, en teología, en filosofía,... porque todo ello nació y se
desarrolló en función de una determinada manera de entender qué es
“tiempo”.
Vamos a fingir que somos los dos primeros balbucientes pensadores que
un buen día surgieron en los umbrales de la prehistoria, y se dieron a
filosofar en busca de la Verdad. Por supuesto, sobre “qué es la Verdad”
tampoco sabemos —en los prolegómenos de nuestra meditación— más de
lo que sabían los “dos primeros balbucientes pensadores”. Pero no
importa: así ha de ser nuestro debut y, en esa “condición de pensador
prehistórico”, henos ya lanzados a investigar la naturaleza del tiempo.
Iniciada la investigación, pronto se advierte que nos está resultando muy
difícil o imposible explicar qué es el tiempo. Con claridad y viveza lo
percibimos o sentimos, pero no acertamos a definirlo. Con referencia a
eso percibido o sentido, exclamamos “¡esto es el tiempo!”, sorprendidos
de que lo sabemos muy bien y de que, sin embargo, somos incapaces de
explicarlo. No encontramos la palabra justa. No encontramos la
definición.
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Abrimos, por ejemplo, el diccionario de la Real Academia Española, y
nos encontramos con que el tiempo es “duración de las cosas sujetas a
mudanza”. Pero con eso no se dice qué es el tiempo, ya que no se puede
saber qué es duración si no se sabe qué es tiempo. Asimismo, la Gran
Enciclopedia Larousse lo define como “un medio infinito en el cual se
suceden los acontecimientos”. Tampoco así se puede saber qué es tiempo,
ya que no es posible saber qué es la sucesión de acontecimientos,
mientras no se sepa qué es tiempo. Igualmente, cuando dice Kant que el
tiempo es “una forma a priori de nuestra sensibilidad”, nada dice de lo
que específicamente es el tiempo, ya que también definió el espacio como
forma a priori de nuestra sensibilidad..
Intensamente experimentó Agustín de Hipona estas mismas dificultades,
cuando en sus Confesiones, en diálogo apasionado con su Dios,
incendiada el alma y con vehemente lirismo describía el suplicio
intelectual que le estaba causando la impotencia de su intelecto (per
Christum obsecro... exarsit animus meus nosse istud implicatissimum
ænigma...). Hoy mismo, iniciado ya el siglo XXI, de hecho ningún
filósofo sabe dar del tiempo una verdadera definición inteligible.
En los años treinta del siglo pasado, se publicó en España un libro
firmado “Vicente Gar-Mar”, y titulado Sugerencias filosófico-literarias.
El autor, en gran parte de su libro, estudiaba, inteligente y
brillantemente, cuestiones básicas relacionadas con el espacio, con el
tiempo, con el movimiento... Transcribo algunas frases:
. . . l a s i n t e l i g e n c i a s m á s p o d e r o s a s , d e ve i n t e s i g l o s a c á , s e d e t i e n e n
a n t e l a b o c a n e g r a d e e s t a s i m a l l a m a d a M o vi m i e n t o y T i e m p o , y t o d a s
las sondas se rompen antes de llegar al fondo.2
Después de considerar que fueron “desvaríos” las reflexiones de una
larga lista de célebres personajes —Newton, Descartes, Kant, Leibniz,
Hegel,... (hasta veintitrés en total)—, Gar-Mar creyó haber dado con la
solución:
...nos animaremos a echar la sonda en uno de los abismos más negros
y profundos de la Filosofía,... [...] Intentamos nada menos que rasgar
e l ve l o m i s t e r i o s o t r a s e l c u a l s e o c u l t a e s a c o s a i m p a l p a b l e l l a m a d a
“ T i e m p o ” , q u e vi e n e a t o r m e n t a n d o a l a s i n t e l i g e n c i a s m á s p e n e t r a n t e s
d e l a T i e r r a , d e s d e l o s d í a s d e Ar i s t ó t e l e s y S a n Ag u s t í n . 3
Insistimos tanto en este pensamiento, porque a nuestro juicio es la
c l a ve d e l m i s t e r i o e n e l e n i g m a d e l “ T i e m p o ” , . . . 4
Sin embargo, también
meritorios esfuerzos de
y complejos. Pero nada
en haberse establecido
premisa.
2
él dejó intacto el enigma. Hizo enormes y
inteligencia, desarrollando razonamientos largos
prueban éstos, porque su fallo esencial consiste
numerosas afirmaciones gratuitas en calidad de
Vicente GAR-MAR, Sugerencias filosófico-literarias, Editorial Christus, 3ª edición, Madrid 1935, pág.
283.
3
V. GAR-MAR, op.cit., pág. 368.
4
V. GAR-MAR, op.cit., pág. 376.
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Nosotros, como consecuencia natural de nuestras tenaces aunque vanas
tentativas, hemos hecho un cierto descubrimiento que podría ser
interesante quizá. Hemos descubierto que hay curiosas analogías entre
eso que percibimos como tiempo y lo que percibimos como espacio.
Aunque no sabemos qué es el tiempo, al menos ya sabemos que guarda
cierta analogía con el espacio. También lo descubrió de alguna manera
San Agustín:
Video igitur tempus quandam esse distensionem, sed video an videre
mihi videor?
E s t o y vi e n d o q u e e l t i e m p o e s a l g u n a f o r m a d e
e x t e n s i ó n e s p a c i a l , p e r o ¿ e s ve r d a d q u e e s t o y vi é n d o l o , o s ó l o m e
p a r e c e e s t a r vi e n d o q u e l o ve o ?
Y lo descubrieron otros pensadores. Por ejemplo, el filósofo catalán
Jaime Balmes, que en su Filosofía Fundamental hizo esta descripción:
Los puntos de semejanza entre el tiempo y el espacio son dignos de
a t e n c i ó n . Am b o s i n f i n i t o s , a m b o s i n m ó vi l e s , a m b o s m e d i d a g e n e r a l ,
ambos esencialmente compuestos de partes continuas e inseparables.
[...] más allá del último cielo, hay los abismos de un espacio sin fin;
más allá del principio de las cosas, hay una cadena de siglos
interminable. [...] Un espacio simple, un espacio sin partes, no es
espacio: es una contradicción; un tiempo simple, un tiempo sin
partes, tampoco es tiempo: es una contradicción. Un espacio cuyas
partes no sean continuas, no es espacio; un tiempo cuyas partes no
sean continuas, no es tiempo. [...] Las partes del espacio son
inseparables [...] El tiempo es esencialmente compuesto de partes
inseparables...
O el célebre filósofo de Königsberg, Immanuel Kant, que dijo en su
Crítica de la razón pura:
...porque la intuición interna del tiempo no nos da ninguna figura,
tratamos de suplir esa deficiencia mediante analogías: la sucesión
del tiempo es representada por una línea... Deducimos, de las propiedades de esta línea, las propiedades del tiempo...
El humano lenguaje —al menos en algunos idiomas —viene a corroborar
la idea de que, en efecto, hay estrechas analogías entre el tiempo y el
espacio. Largo, corto, remoto, lejano, cercano, presente, delante, atrás,
etc., son conceptos espaciales que también suelen aplicarse al tiempo.
Incluso la palabra misma espacio significa “transcurso de tiempo entre
dos sucesos”, en una de las acepciones del diccionario español, y en otra
significa “tardanza, lentitud” (que son “conceptos tiempo”).
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