SÍNTESIS DE KANT Esquema: Conocimiento Necesidad de

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SÍNTESIS DE KANT
Esquema:
Conocimiento
Necesidad de fundamentar la validez del conocimiento científico a partir de la crítica de Hume.
¿Qué puedo conocer?
Fundamentación de la matemática y la ciencia natural, no de la metafísica.
Tipos de juicios y los juicios de la ciencia. ¿Fundamento?
Estética: formas a priori de la sensibilidad espacio y tiempo que fundamentan la matemática.
Analítica: categorías que fundamentan la ciencia natural. Solo aplicables a lo fenoménico, no a
lo nouménico.
La metafísica va más allá de la experiencia y lo fenoménico, por lo que no es posible como
ciencia, solo como crítica del conocimiento. Las ideas de mundo, alma y Dios en su uso regulativo
ayudan al progreso científico.
Ética
El ser humano, como realidad nouménica, es también moralidad.
¿Qué debo hacer? ¿Es posible fundamentar una ética universal? El hecho moral exige
universalidad.
Nada hay absolutamente bueno salvo una buena intención.
Consiste en obrar por deber, no solo conforme al deber.
Esa ley moral se manifiesta en nuestra conciencia a través del imperativo categórico, capaz de
fundamentar una ética formal, universal y autónoma.
Diferencia entre persona religiosa y no religiosa. La religión racionalizada.
Política
Ámbito del derecho.
Defensa de los ideales ilustrados: la razón, libertad e igualdad.
Necesidad de una federación de estados libres para garantizar la paz perpetua.
REDACCIÓN
Kant será uno de los más grandes filósofos de la Ilustración, época en la que culminan muchas
de las ideas propias de la Edad Moderna que puso como centro al ser humano y su razón, junto
con el avance y el progreso científico. Podríamos decir que Kant es a la historia de la filosofía lo
que Newton es a la historia de la ciencia. Lo que pretenderá, sintetizando las tradiciones
anteriores del racionalismo y el empirismo, es fundamentar la validez universal del
conocimiento y el establecimiento de sus límites. Tanto el racionalismo de Descartes como la
crítica al conocimiento de Hume, influirán mucho en su pensamiento. Por tanto, las tres grandes
preguntas a las que da respuesta la filosofía kantiana son: ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo
hacer? ¿Qué me cabe esperar?
La primera de ellas es la que aborda el tema del conocimiento en la obra titulada Crítica de la
razón pura, en la que fundamenta la validez de la ciencia a partir de la crítica recibida por Hume
al principio de causalidad. Además, declarará imposible la tarea de la metafísica tradicional.
Es un hecho que la ciencia ofrece un conocimiento cierto y riguroso de la realidad que avanza
sin parar, pero como afirmó Hume, la ciencia no puede basarse en la experiencia ya que
entonces no tendría ninguna validez universal. Por eso, los juicios científicos no pueden ser
sintéticos a posteriori, pero tampoco analíticos a priori, porque entonces no habría ningún
progreso en el conocimiento. Si no puede basarse en la experiencia, ha de partir de la
experiencia pero basarse en la razón. Solamente así será posible comprender por qué la ciencia
y sus juicios tienen una validez universal, juicios que serán, para Kant, sintéticos (porque aportan
información) y a priori (no basados en la experiencia).
Esta es la gran aportación kantiana, la de afirmar que somos activos a la hora de conocer la
realidad, proyectando una serie de estructuras a priori que nos permiten tanto captarla con
nuestra sensibilidad como pensarla con nuestro entendimiento. Para Kant, el conocimiento
comienza con la experiencia, pero no todo el conocimiento tiene su origen en la experiencia,
sino que hay algo previo que la hace posible.
Al ser a priori, serán justamente el fundamento necesario para la ciencia. Las estructuras o
formas a priori de nuestra sensibilidad son el espacio y el tiempo, y ambas son el fundamento
de las matemáticas. Las categorías o conceptos puros serán las estructuras propias de nuestro
entendimiento y el fundamento de la ciencia natural. Las formas a priori son nuestro modo de
percibir la realidad, y las categorías son nuestro modo de pensarla. Sin embargo, solo funcionan
y tienen validez cuando son aplicadas al ámbito de la experiencia, al fenómeno, que es la
representación que nosotros tenemos de ella, pero no nos permiten ir más allá y conocer la
realidad en sí misma o nouménica.
Por esta misma razón, la metafísica tradicional no será posible, ya que pretende conocer el
mundo, el alma o Dios, realidades que no percibimos y que por lo tanto están más allá de nuestra
experiencia posible. De estas ideas nada podemos afirmar con total certeza o seguridad. Sirven,
a lo sumo, como guías orientadoras para el avance y progreso científico. Kant denominó a esto
uso regulativo de las ideas trascendentales de la razón.
Tarea más difícil todavía fue la que tocó Kant en su obra Crítica de la razón práctica, en la que
daba respuesta a la pregunta qué debo hacer, tratando de fundamentar una ética universal.
Porque la moralidad es otro hecho fundamental e ineludible en la vida de las personas que,
además, exige universalidad para tener sentido.
Kant advirtió la incapacidad para fundamentar una ética universal de las teorías éticas anteriores
al ser materiales, es decir, estar todas ellas basadas en la experiencia. De esa forma sus
mandamos eran tan solo hipotéticos y la razón estaba determinada por algo externo a ella
misma, socavando la auténtica libertad humana.
Para Kant, sin embargo, no podemos decir de ninguna cosa que sea buena o mala en sí misma,
ni tampoco de las acciones humanas, ya que dependiendo del fin que persigan las
consideraremos como moralmente admirables o no. Lo único que puede ser absolutamente
bueno es la intención, la buena voluntad, y es lo que tenemos en cuenta a la hora de valorar a
las personas desde el punto de vista moral.
Obrar con buena voluntad quiere decir actuar por deber, es decir, hacer lo que hacemos porque
estemos convencidos de que es así como deberíamos actuar por respeto a la ley moral, sin
buscar ningún interés particular o beneficio a cambio. No basta, por tanto, que actuemos solo
conforme al deber, sino que la acción debe ir acompañada de una buena intención.
Es así como nuestra conciencia nos manda actuar, y se manifiesta en lo que Kant denominó el
imperativo categórico. Su formulación más conocida dice: “Obra según una máxima tal que
puedas querer se torne al mismo tiempo en ley universal”. O también: “Trata a la humanidad
siempre como un fin y nunca como un medio”. Lo que quiere decir es que no debemos actuar
de ninguna forma en la que no quisiéramos que tampoco los demás actuasen, sino seguir
aquellas acciones que quisiéramos que otros también realizasen si estuviesen en nuestro lugar.
El imperativo categórico es a priori y sirve de fundamento universal a la moral kantiana. No nos
dice qué hacer, sino cómo; su mandato es categórico y universal; y la razón goza de libertad y
autonomía, ya que es ella misma la que dicta su propia ley.
Para que nuestra moralidad tenga sentido hay que postular, en primer lugar, la libertad, ya que
si estuviésemos determinados no tendría ningún sentido enjuiciar las conductas de los hombres.
La libertad, aunque no podamos demostrarla científicamente, es un supuesto indispensable
para nuestra moralidad. Y no solo eso, también es necesario postular la inmortalidad del alma y
la existencia de Dios. La inmortalidad porque el ideal de actuar queriendo aquello que debemos
hacer es inalcanzable en esta vida limitada por nuestros deseos, impulsos y pasiones. La
existencia de Dios porque Dios garantizaría que aquellas personas dignas de ser felices
efectivamente lo fuesen, si no en esta vida en la de más allá, como sería justo. Como vemos,
aquellas realidades que no pudo conocer a través del uso teórico de la razón, Kant las encuentra
más accesibles y razonables a través de la razón práctica como postulados o condiciones para
que nuestra experiencia moral adquiera pleno sentido.
La reflexión ética condujo a Kant hacia la religión, que trató de racionalizar: sostiene la
posibilidad de la revelación, pero niega ser necesario creer en ella para la religión. En la religión
cristiana Cristo es considerado como el modelo de hombre ideal. En el fondo, la diferencia entre
el creyente y el no creyente es que el primero interpreta los mandatos de la ley moral como
procedentes de Dios, pero lo que cuenta y tiene verdadero valor es el interior y la
intencionalidad de la acción.
Para finalizar hay que decir que en política nos adentramos en el ámbito del derecho y las leyes,
que pretenden regular el comportamiento de los ciudadanos, ya que con tanta frecuencia
actuamos de forma contraria al deber moral. Sus ideales son los propios de la Ilustración: la
posibilidad del desarrollo racional del ser humano, la libertad, y la defensa de la dignidad y los
derechos de los ciudadanos, y el progreso, pero para ello se necesita una paz que pueda ser
duradera, fruto de acuerdos internacionales entre los estados.
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