TALLER DE FILOSOFÍA E HISTORIA Material de lectura para 4º año de las prof. Edith Lucero (Filosofía) y Rosana Silvera (Historia) Modernidad y posmodernidad a finales del siglo XX Desde los años ochenta se hizo habitual la expresión “posmodernidad” aplicada como sustantivo para referirse a una época y como adjetivo a toda clase de productos: arquitectura posmoderna, música posmoderna, etc. Como época la posmodernidad seguiría a la modernidad y se caracterizaría por constituir el resultado de la crisis de algunas grandes ideas que habrían caracterizado a la modernidad, es decir, al pensamiento de los siglos XVII, XVIII y XIX: la idea de progreso y futuro mejor, la idea de revolucionar el orden social injusto, la idea de que gracias a la ciencia se pueden al alcanzar la verdad y el bienestar, etc. La crisis de estas ideas se traduce en algunas preguntas inquietantes: ¿es el final de las utopías, es decir de los grandes proyectos transformadores de que se alimentó la modernidad?, ¿estamos asistiendo al final de la Historia y de aquí en más estamos condenados a repetirnos?, ¿las ciencias ya no son garantía de verdad y bienestar?, ¿hay una nueva sensibilidad estética y nuevos valores que sean preferibles o por lo menos más realistas? Demás está decir que las sociedades postindustriales se han desarrollado plenamente en los llamados países capitalistas avanzados (primer mundo) en la segunda mitad del siglo XX. Sería allí donde se habría gestado la cultura posmoderna, pero, gracias a los medios de comunicación dicha cultura se extendería rápidamente por todo el mundo, aun en los lugares que están muy lejos de constituir sociedades postindustriales o que viven la época de postindustrialización de un modo muy distinto, como lo son los países sudamericanos. Por otra parte, conviene señalar que el concepto mismo de sociedad postindustrial no es aceptado por otros autores que prefieren hablar de capitalismo tardío o capitalismo avanzado para resaltar que de lo que se trata es de la etapa del capitalismo multinacional en la que el capital se extiende a territorios o dominios antes no mercantilizados. La posmodernidad, como contrapuesta a la modernidad, sería la época del desencanto, del fin de las utopías, de la ausencia de los grandes proyectos que descansaban en la idea de progreso. ¿Qué queda cuando se desvanecen las utopías? En lugar del futuro, el presente y algo del pasado. En arquitectura, la piqueta que derriba lo viejo es típicamente moderna, el reciclaje que recupera el pasado es posmoderno. Otra tendencia es el predominio de lo ornamental y lo escenográfico. Gracias a la tecnología audiovisual todo es omnipresente, con todo se puede jugar; muchas imágenes, muy sofisticadas y pocas palabras, constituyen la forma de comunicación predominante. En la cultura posmoderna se acentúa el individualismo (rasgo de la modernidad) hasta el nivel del egoísmo. Se exalta el cuidado del cuerpo (muchas dietas, mucha gimnasia); al cuidado del cuerpo lo acompañan, no siempre sin contradicciones, la exaltación de los sentidos, el hedonismo, el nudismo. Más que nunca antes la consigna es mantenerse joven. En consecuencia, busca el consumo, el confort, los objetos de lujo, el dinero y el poder, elementos necesarios para dar respuesta a las necesidades que se le plantean. Mientras la modernidad exaltaba el ahorro, ahora se estimula el crédito a través de tarjetas. Se descree de valores, virtudes e instituciones como el esfuerzo, el ahorro, las fuerzas armadas, la familia, el trabajo, los partidos políticos. Se descree pero no se enfrenta a estas instituciones. Se valoriza la espontaneidad, la simpatía, la seducción, la eficacia. Las cosas y las personas pasan y se deslizan, en la era del vacío, como dice Lipovetzky: “Ya no se trata de convertir a los hombres en sujetos autónomos, sino de satisfacer sus deseos inmediatos, de divertirles al menor costo posible. El individuo posmoderno, conglomerado desenvuelto de necesidades pasajeras y aleatorias, ha olvidado que la libertad era otra cosa que la potestad de cambiar de cadenas, y la propia cultura algo más que una pulsión satisfecha.” En 1989, el estadounidense Francis Fukuyama publicó un artículo con el título “¿El fin de la historia?” En el mismo se plantea que a lo largo del siglo XX el liberalismo ha triunfado sobre el absolutismo, el fascismo, el bolchevismo y el maoísmo. Con el derrumbe de los regímenes comunistas en Europa Oriental y la URSS, la democracia liberal de estilo occidental habría quedado sin rivales a la vista y la historia política de la humanidad habría llegado a su fin. Esta clausura de la historia con el presunto triunfo mundial de la democracia liberal y la cultura occidental de consumo con sus estéreos y video caseteras, pero también con sus serios problemas sociales como el racismo, la violencia, la marginación y la droga, plantea también una clausura de los ideales de la modernidad, afirmando, paradójicamente, que se han realizado, y aceptando la condición posmoderna como un estado definitivo de la humanidad. En este sentido, el tema modernidad-posmodernidad constituye una buena ocasión para mostrar que, como decía Bertrand Russel, en las ideas filosóficas de los hombres se plasman o cristalizan las condiciones económicas, sociales, políticas, culturales, etc., en que viven esos hombres, sus circunstancias. Pero, como contrapartida, las ideas filosóficas contribuyen, al menos a veces, a moldear las circunstancias y el futuro de los hombres.- Tomado de “Nuevo curso de Lógica y Filosofía” de Guillermo Obiols, editorial Kapelusz