Subido por William Enrique Sanchez Peraza

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OSTEOMILITIS
SINTOMAS
Los síntomas de la osteomielitis aguda pueden ser muy variables y dependen mucho de lo aguda
que sea la infección, la localización de los huesos afectados, y el microorganismo que la produzca,
así como de las enfermedades de base que tenga el paciente.
Lo más habitual es la aparición de síntomas en la zona afectada: tumefacción de las partes blandas,
dolor local intenso, limitación de la movilidad de la extremidad afectada, y enrojecimiento de la
zona. La celulitis (infección o inflamación de la piel y el tejido celular subcutáneo) puede estar
asociada a la osteomielitis en algunos casos. De hecho, la celulitis recurrente puede ser un signo de
alarma de una osteomielitis subyacente. Adicionalmente, puede aparecer fiebre asociada con
escalofríos, malestar general, e incluso pérdida de peso.
En la osteomielitis crónica, la evolución de la clínica es más insidiosa. La fiebre puede ser de más
bajo grado o estar ausente, y los síntomas locales (dolor, enrojecimiento, tumefacción) pueden ser
más larvados, menos aparentes. A veces, se pueden formar fístulas por donde se drena una
secreción purulenta.
Si la afectación es en la columna vertebral, se puede producir un absceso epidural e incluso, en los
casos más graves, compresión de la médula espinal o inflamación de la misma. En algunos casos se
puede llegar a extender la infección a zonas cercanas a la columna, formando un absceso
paravertebral o en el músculo psoas, pero esto no es muy frecuente.
El diagnóstico diferencial de la osteomielitis abarca todas las enfermedades que pueden producir
dolor óseo agudo o crónico. Esto incluye la artrosis, los tumores óseos primarios o metastásicos,
las fracturas, o el dolor postoperatorio. También puede haber una infección de partes blandas con
una osteomielitis simultánea.
Diagnostico
Es muy importante el diagnóstico oportuno de la osteomielitis aguda, porque con el tratamiento
antibiótico correcto se puede evitar la necrosis del hueso y la cronificación de la infección. Es
frecuente el aumento de los leucocitos en la analítica, pero no ocurre siempre. La velocidad de
sedimentación globular y la concentración de proteína C reactiva en sangre están elevadas en la
mayoría de los casos, tanto en la forma aguda como en la crónica.
No obstante, estos datos no son específicos de la osteomielitis, aunque sus valores iniciales son
útiles para monitorizar la eficacia del tratamiento. Los cultivos de sangre pueden ser positivos
hasta en la mitad de los casos de osteomielitis aguda hematógena, pero en la crónica casi siempre
son negativos.
El diagnóstico definitivo se basa en la sospecha clínica que guiará a la realización de pruebas de
imagen que permitan el diagnóstico de la osteomielitis. Puede aparecer una lesión ósea incluso en
una radiografía simple, aunque de forma más tardía que en una gammagrafía. Actualmente, en la
mayoría de los casos se recurre a la realización de tomografía computarizada (TC) o resonancia
magnética (RM), o ambas. Este tipo de pruebas tienen una gran sensibilidad para detectar la
infeccón y delimitar la extensión del área de hueso afectada.
Es importante obtener una muestra para su procesamiento microbiológico, realizando un cultivo
del material infeccioso obtenido a través de una punción-aspiración con aguja fina (PAAF), o una
biopsia abierta si es necesario. Es posible realizar recogidas de muestras también en los casos de
osteomielitis vertebral con control radiológico con TC durante la punción.
Tratamiento.
La osteomielitis aguda requiere de tratamiento antibiótico que debe ser iniciado sin demora,
aunque idealmente se debería obtener una muestra de material infeccioso previamente. De forma
inicial se utilizan antibióticos de forma empírica, es decir, dirigidos a los posibles gérmenes
causantes de la osteomielitis según las características de la infección y del paciente. Se debería
comenzar el tratamiento en las primeras 72 horas desde el inicio del cuadro, pues en ese período
el hueso aún conserva una adecuada irrigación sanguínea y el antibiótico llega mejor al foco
infeccioso. Inicialmente se utilizan antibióticos intravenosos a dosis altas en combinación. Se suele
utilizar una combinación de cloxacilina o vancomicina con una cefalosporina, aunque si la causa es
una mordedura, una fractura abierta, o una intervención quirúrgica, se suele recurrir también a
otros como los carbapenem, la clindamicina o la piperacilina-tazobactam. Una vez que se disponga
del resultado del cultivo, se modifica el tratamiento antibiótico para dirigirlo a ese microorganismo
en concreto. Tras la segunda semana, y si la evolución es favorable, se puede pasar a antibióticos
por vía oral si es posible.
La duración del tratamiento de la osteomielitis aguda varía entre uno y dos meses (en el caso de la
osteomielitis aguda vertebral). Además, suele ser necesario el reposo de la extremidad afectada o
una ortesis de columna en el caso de la afectación vertebral. Cuando mejoran los síntomas se
puede reanudar una actividad progresiva. Se debe realizar un seguimiento analítico y clínico
durante el tratamiento, y con pruebas de imagen (TC o RM) al finalizarlo y unos 3-6 meses después,
teniendo en cuenta que la resolución radiológica completa siempre va por detrás de la verdadera
curación.
Tratamiento de la osteomielitis crónica
En la osteomielitis crónica, además del uso de antibióticos de forma prolongada, en muchas
ocasiones se requiere cirugía, limpiando la zona afectada del material infeccioso, desbridando los
tejidos muertos para facilitar la llegada del antibiótico, y rellenando los defectos óseos. También se
puede aplicar un tratamiento antibiótico local en el hueso afectado. Si no funcionan el tratamiento
antibiótico ni el quirúrgico, se puede ensayar la oxigenoterapia hiperbárica. En ocasiones es muy
difícil conseguir la curación completa de la osteomielitis crónica, y puede ser necesario tomar
antibióticos de forma prolongada. En alguna ocasión se puede tener que llegar a amputar alguna
parte si se asocia por ejemplo a una falta de riego de la extremidad (como en el pie diabético). A
veces se opta por una actitud conservadora, vigilando la evolución de la infección, con períodos sin
tratamiento activo.
El éxito del tratamiento depende no sólo de los antibióticos y de la posible cirugía, sino también de
la posibilidad de mejora de la enfermedad subyacente: se deben corregir los déficits nutricionales
de los pacientes desnutridos, mejorar el riego sanguíneo en los pacientes con isquemia si es
posible, o mejorar el control de la diabetes. El fracaso del tratamiento puede conllevar la recidiva
de la infección. En casos extremos se pueden producir fístulas en la zona, o una amiloidosis
secundaria, aunque esto es poco frecuente.
Las medidas de prevención más importantes frente a la osteomielitis son el control de las
enfermedades crónicas que puedan facilitar su aparición y evitar la infección asociada a la cirugía
osteoarticular.
Prevención
La manera más fácil de prevenir la osteomielitis es practicar la buena higiene. Si te cortas o si
tienes una herida — especialmente una herida profunda — asegúrate de que la limpias
cuidadosamente. Lávala con agua y jabón, manteniéndola debajo del agua corriente durante al
menos cinco minutos para enjuagarla bien.
Para mantener la herida limpia después de lavarla, debes cubrirla con una gasa esterilizada o un
paño limpio. Puedes aplicar una crema antibiótico sin receta, pero lo más importante es mantener
la herida limpia. Asegúrate de consultar con tu doctor, especialmente si tienes una herida que no
se cura y si continúas sintiendo dolor.
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