la contextualización léxico-cultural y religiosa de

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LA CONTEXTUALIZACIÓN LÉXICO-CULTURAL
Y RELIGIOSA DE “SECULARIDAD,
SECULARISMO, SECULARIZACIÓN”
MANUEL GUERRA GÓMEZ
Facultad de Teología del Norte de España (Burgos)
Inmediatamente antes de beber la cicuta, como en su testamento, Sócrates advierte a sus discípulos: “No hablar con propiedad daña al lenguaje y, además, al alma”1. A primera vista esta observación socrática causa cierta extrañeza tanto en sí misma como,
sobre todo, por el momento en que se hace. Pero pronto se cae en
la cuenta de que tiene razón, mucho más en nuestros días cuando
ha eclosionado un enjambre de ciencias y métodos en torno al lenguaje (filosofía y teología del lenguaje, semiótica, etc.), así como su
manipulación en el ámbito de “lo políticamente correcto” y de su
uso vulgar. Nos ofrece una muestra el uso de “secularidad” en
cuanto sinónimo de “secularización” e incluso de “secularismo”,
así como de “laico, laica” en vez de “laicista, secularista”. De ahí la
conveniencia y hasta necesidad de matizar las palabras, objeto de
este estudio en sí mismas y en su contexto con el cristianismo, sin
olvidar las demás religiones o lo religioso en general.
Su etimología y significados2
Los términos de esta familia lingüística se derivan del substantivo latino saeculum (de donde “siglo”, aparecida en español en el
1. PLATÓN, Phaed 115e.
2. Cfr. COROMINAS, J., Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, IV,
Gredos, Madrid 1954, s. v. siglo; ERNOUT, A. – MEILLET, A., Dictionnaire étymologique de la langue latine, Paris 1967, pp. 587 s.; ORBÀN, A. P., Les dénominations du
monde chez les premiers auteurs chrétiens, Nimega 1970; ROCA MELIÀ, I., “El campo
semántico de ‘saeculum’ y ‘saecularis’ en Tertuliano”, Helmántica 23 (1972),
pp. 420-425, 321-356, 417-449; WALDE, A. – HOFMANN, J. B., Lateinisches etymologisches Wörterbuch, II, Heidelberg 1956, pp. 460 s.
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s. X: siécolo, s. XII sieglo) a través de su adjetivo saecularis, término
del cual se derivan “seglar” (s. XIII), “secular” (s. XV), “secularización, secularismo, secularizar” (s. XX). El valor etimológico de
saeculum es temporal; significa “la duración de la vida humana”
y por derivación un número determinado de años, generalmente
cien, ya en la antigüedad. Por sinécdoque y por metonimia saltó del
microcosmos –lo humano– al macrocosmos –“duración del mundo”– y a designar el mismo “mundo, la tierra”, también sus habitantes: “la humanidad”. De ahí que comparta el significado temporal del griego aijwvn (“eón” del gnosticismo), de donde aevum (“medioevo, medieval”), y el exclusivamente espacial de mundus/mundo
(griego: ko/smoj, “cosmo”). Los dos términos griegos son también
sinónimos en bastantes textos.
Tertuliano (s. II-III) introduce saeculum, saecularis, en el léxico
cristiano probablemente no por obra de su invención, sino tomado
del vocabulario ordinario de los cristianos, al menos en su sentido
negativo. Lo usa con valor neutro (período de tiempo, etc.), positivo3 y peyorativo4. Predomina con notable diferencia la acepción
peyorativa sobre la positiva, al parecer por influjo de algunos pasajes bíblicos (Lc 16, 8; Rom 12, 2; 1Cor 2, 6; 2Cor 4, 4).
Laicizar, laicismo, laicización, descristianización, excristianización, incristianización
Al menos desde el siglo III a. C. se usó el adjetivo griego laikós,
laiké, laikón que designa a los pertenecientes al laós = “pueblo”,
término presente ya en los poemas homéricos (s. VIII a. C.). Su
derivado latino laicus, laica, laicum es un grecismo cristiano, presente
ya en los primeros escritos cristianos en latín (finales del siglo II).
Pero muy pronto se generalizó el empleo de la terminación masculina también para el femenino. Por eso, en el Medioevo, pasó al
3. La tierra, obra de “Dios saeculi auctor”, “llena de bienes al servicio del
hombre”, “morada de Cristo” (De spectaculis 15, 8; De cultu feminarum 2, 10, 5;
Contra Praxeam 16, 3).
4. Tiempo y lugar de tentación, prueba y sufrimiento para el cristiano (De
patientia 8, 1; De spectaculis 28, 3), dominado por la idolatría y malas costumbres
(De Idolatria 11, 6; 16, 4). De ahí el contemptus saeculi o “desprecio del siglo”, de lo
mundano (De spectaculis 29, 2; De patientia 7, 2). A veces significa lo no cristiano,
lo pagano, no siempre en sentido negativo (Adversus Marcionem 5, 11, 1; De corona
7, 7; De exhortatione castitatis 2, 6; 13, 1 y 3).
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castellano en su forma derivada: “lego” que designa a los monjes
no clérigos; es muy raro el femenino “lega”. En época tardía
(s. XIX) se introdujo el cultismo “laicismo” con un significado extraño y hasta hostil al cristianismo. Es el conservado por el femenino: “laica”: “escuela, enseñanza, constitución, leyes laica(s)”.
Pero, recuperado ya el sentido cristiano del masculino “laico”, ha
sonado la hora de hacer lo mismo con “laica”. Su significado anticristiano corresponde a “laicista”. No obstante, los laicistas o participantes del laicismo, término masónico en cuanto a su significado
al menos en su origen, no están dispuestos a llegar a un acuerdo de
clarificación léxica. La misma disparidad y polisemia antagónicas se
da en el uso de los abstractos correspondientes: “laicidad, laicismo” según figuren en un texto cristiano o laicista5.
“Secularidad, secularismo, secularización” pueden considerarse
sinónimos de “laicidad, laicismo, laicización”. De hecho así son
empleados. No obstante, los términos del grupo “secularidad” son
más radicales que los de “laicidad”, pues tratan de expulsar lo cristiano y lo religioso en general de todos los ámbitos, aunque directa
y preferentemente lo hacen respecto de lo profano. El laicismo, de
modo directo, arrincona lo divino y lo sagrado en el foro privado
de la conciencia y en los templos con tal que no se toquen los temas llamados mixtos: libertad de enseñanza, indisolubilidad del
matrimonio, etc. El laicismo, como el secularismo y el relativismo,
suele terminar por convertirse en un fundamentalismo secularizado, no menos fanático ni más respetuoso con los derechos de
los demás que el fundamentalismo de signo religioso.
En su obra Véronique (1909) el genial poeta y pensador Ch.
Péguy habla de “un mundo incristiano, excristianizado, absoluta y
totalmente incristiano”, no de “descristianización, secularización,
laicización”. Ciertamente pueden ser sinónimos. Pero Péguy usa
“excristianización, incristianización” para expresar que ya no queda
nada de cristianismo6. ¿Qué diría ahora, un siglo más tarde? Pero el
cristianismo no ha desaparecido en Europa. Incluso en los centros
más cosmopolitas y secularizados queda un cierto olor cristiano
como en los frascos de esencia abiertos mucho tiempo. Además,
5. GUERRA, M., “La masonería invisible. En torno a un libro de Ricardo de
la Cierva”, Burgense 44 (2003), pp. 167-169.
6. AA. VV., Lo que importa es el estupor. Artículos y entrevistas sobre Charles Péguy,
Roma 2002, p. 85
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respecto al vocabulario sigue vigente la observación horaciana que
concede al “uso, el arbitrio, el derecho y la norma del lenguaje”7.
Péguy acierta cuando afirma: “Sentimos el dolor de ver mundos
enteros, humanidades enteras vivir y prosperar después de Jesús,
sin Jesús los unos y los otros” –los países tradicionalmente cristianos y los no cristianos–. “Somos los primeros que lo hemos visto,
los primeros después de Jesús”8.
La secularidad, una nota del cristianismo9
La Iglesia de Jesucristo se caracteriza por cuatro notas, las señaladas ya en el segundo concilio ecuménico, el Constantinopolitano
I (año 381): “unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad” (Credo
de la Misa). Además, pueden descubrirse en ella otros rasgos caracterizadores, por ejemplo la “secularidad, la organicidad, etc.”. El
término saecularitas figura al menos en el latín medieval con el significado que aquí tiene su derivado “secularidad”10. Pero esta palabra
nace a mediados del siglo XX en cuna no vulgar, sino académica o
científica, precisamente para designar lo específico de la vocación
cristiana laical desde una perspectiva positiva, no simplemente desde la negación de lo clerical. Muy pocos años más tarde se extiende
a toda la Iglesia. De acuerdo con la ley “todos/algunos”, vigente
en tantos aspectos de la Iglesia, puede afirmarse que “todos” sus
miembros están marcados por la secularidad, aunque para “algunos”: (los laicos y laicas) es su nota definitoria, el rasgo caracterizador de su especificidad. La secularidad define su existencia como misión y responsabilidad cristianas respecto de las realidades
(mundo, historia, cultura, etc.) y actividades profesionales, seculares, de consistencia “profana”, o sea, cerrada a lo clerical y al clericalismo, pero abierta a la trascendencia, a lo divino.
7. Ars poetica, 71-72.
8. PÉGUY, Ch., Véronique, Gallimard, Paris 1972, op. cit., p. 52.
9. Cfr. AA. VV., “Vocación y misión del laico en la Iglesia y en el mundo”,
Teología del Sacerdocio 20 (1987) especialmente el estudio de José Luis Illanes;
GUERRA, M., Sacerdotes y laicos en los primeros siglos de la Iglesia, Pamplona 2002, p. 34
y el estudio de ORTIZ DE LANDÁZURI, C., La recristianización de la cultura postsecular
en Josemaría Escrivá en esta obra.
10. Cfr. Lexicon latinitatis Medii Aevii, Brepols, Turnholt 1975 (CCL).
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Al revés que el cristianismo, el budismo es una religión básicamente ajena a la secularidad, a lo profano. En sus orígenes fue un
monacato masculino y luego también femenino, o sea, sus miembros vivían la separación y huida del mundo y de las actividades
profesionales. Sólo más tarde Buda aceptó la incorporación del
laicado a su Sangha o “congregación”, nombre oficial del budismo
en los documentos búdicos y budistas. Todavía en nuestros días el
budismo conserva varias huellas residuales de esta su condición
monacal originaria, sobre todo el budismo hinayánico (Tailandia,
Birmania, etc.), vigente sobre todo en el sudeste asiático, que es el
más próximo y más directamente entroncado con Buda11. En cambio, en la Iglesia, hasta los monjes y monjas de clausura (cartujos,
carmelitas, etc.), que viven el contemptus saeculi hasta material y
visiblemente, están señalados a su modo por la secularidad. Si no
fuera así, si se desentendieran totalmente de las necesidades de los
demás cristianos, si su vida de contemplación y mortificación careciera de la proyección apostólica o misionera, serían ascetas hindúes (sâdhus), jinistas o bonzos y bonzas budistas, pero no monjes
y monjas cristianos12.
El secularismo o la visión agnóstica e idolátrica de lo temporal y terreno
Una visión agnóstica, antieclesial e incluso antirreligiosa
La secularidad proclama la autonomía de lo temporal respecto
de lo “eclesiástico” o clerical; se opone al clericalismo, pero no
rompe ni deshilacha su ligazón con Dios ni, si se trata de católicos,
con la Iglesia y con lo “eclesial”. El secularismo da un paso más.
Surge cuando una sociedad margina a Dios y la relación del hom11. Por ejemplo: la acentuación de la disciplina, del autodominio, de la ascesis. La relegación del laicado a un segundo plano hasta el extremo de justificar su
incorporación solamente en cuanto ayudan con sus limosnas a la subsistencia de
los bonzos y de esta manera adquieren méritos que les permitirán reencarnarse
en un bonzo en la existencia posterior. Un laico no puede pasar al Nirvana (destino final y feliz de los budistas) a no ser tras el renacimiento en un bonzo. En
torno a los 20 años de edad los budistas hinayánicos viven por lo menos tres
meses en un monasterio. Tras esta experiencia se quedan como bonzos o retornan a la vida civil. Cfr. GUERRA, M., Historia de las Religiones, Madrid 20012, pp.
213-245.
12. Cfr. GUERRA, M., op. cit., pp. 168-170, 232-235 y 252-253.
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bre con él. El anticlericalismo suele ser un pretexto para justificar
su actitud y radicalidad como si la fe verdadera se apoyara en los
clérigos, no en Dios. He aquí algunas manifestaciones del secularismo actual en Occidente.
a) Jesucristo No, Dios Sí. Para un cristiano la negación de la
divinidad de Jesucristo es como el pórtico de su entrada en el secularismo. El gnosticismo antiguo (s. II) y moderno (s. XX-XXI),
como el deísmo, prescinde de Jesucristo; dice creer en un Dios
lejano que no influye en la vida de las personas ni en la historia de
los pueblos. Algo así, aunque más difuminado, es el “Gran Arquitecto del Universo” admitido por la masonería regular o inglesa, la
originaria (1717). El silenciamiento de Jesucristo y el enfrentamiento con la Iglesia católica son dos rasgos sintomáticos de lo
masónico13.
b) El neopaganismo pragmático. Es el clima y el punto de referencia
de nuestro tiempo en Occidente. Como en los programas del ordenador hay unas pautas (tipo de letra, márgenes, etc.) “predeterminadas” que conforman necesariamente lo escrito “por defecto”,
o sea, a no ser que expresamente se las substituya por otras, así hoy
se es pagano a no ser que uno haya hecho otra opción religiosa
contra viento y marea. Específico del “pagano” es la huida de la
cruz, la obsesión por el “bienestar”, la comodidad, el lujo, etc., que
pueden proporcionar los adelantos científico-técnicos, así como el
disfrute del placer inmediato y el vivir como si Dios no existiera.
c) ¿Dios es innecesario, luego inexistente? La creencia judeocristiana
en “Dios Creador” es sin duda una de las más atacadas abierta o sigilosamente. Algunos científicos astrofísicos, el evolucionismo materialista (neodarwinismo), etc., elaboran teorías más o menos razonadas al mismo tiempo que alambicadas para demostrar que el
origen del universo y del hombre puede explicarse sin necesidad de
recurrir a Dios ni a su acto creador. Luego, si Dios no es necesario,
no existe a no ser como producto de la mente e ignorancia humanas.
13. Cf. GUERRA, M., “La masonería invisible. En torno a un libro de
Ricardo de la Cierva”, op. cit., pp. 193-201.
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Una visión idolátrica
El sentido religioso no es un estadio de la evolución humana.
Pertenece a la estructura misma del ser racional. El hombre no
puede no ser religioso. Por eso, cuando el secularismo eclipsa la
creencia en Dios y ahoga las religiones tradicionales, el cristianismo
en Europa, brotan religiones “alternativas” o “substitutorias”. Sus
adeptos identifican la imagen con lo representado. Reducen lo numinoso a la materialidad e inmediatez sensible convirtiéndola en su
“ídolo”. Lo sagrado se manifiesta siempre a través de algo, pero
quedarse en ese “algo” es caer en la idolatría. En las sociedades secularizadas de nuestros días, “ese algo” puede ser de signo político
(nacionalismo exasperado, totalitarismo nazi o comunista), narcisista (“guardar la línea” capaz de llevar a la anorexia y a la muerte,
etc.), etc. El sentido religioso de las religiones alternativas será tanto menos metafórico cuanto sus adeptos más veneren “algo” realmente “absolutizado, idolatrado, divinizado” en las creencias y
prácticas de sus adeptos.
La secularización, realización histórica de la secularidad y del secularismo
Hasta por su misma etimología, la palabra “secularización” significa “la acción” (valor del prefijo -ción) o el proceso mediante el
cual se realiza o se logra el primer elemento componente, es decir,
“lo secular”. Para ello recorre dos etapas o dos vertientes, una positiva y negativa la otra. El Concilio Vaticano II, en vez de “secularización”, usa “autonomía de lo terreno” y “temporal”. La acepta
cuando significa que Dios ha dotado a lo creado y a la sociedad de
sus “propias leyes, consistencia, verdad”. La rechaza si se toma
como sinónima de secularismo, o sea, que las cosas “no dependen
de Dios y que el hombre puede usarlas sin referencia al Creador”14.
Lo mismo vale para la cultura y sus distintos aspectos, que se
desacralizan secularizándose por obra de un proceso interno a la
propia dinamicidad de lo cristiano.
14. ConcilioVaticano II, Gaudium et Spes, n. 36.
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La vertiente positiva: el paso desde la “sacralización” del universo a su
“desacralización” o a la “secularidad”
a) El universo numinoso o la indiferenciación entre lo sagrado y lo profano
en las religiones no cristianas15
Para muchas religiones, especialmente de la antigüedad, todo es
numinoso; se identifica con lo divino o al menos con su aureola o
resplandor. En ellas todas las cosas son o pueden ser “hierofanía”
y “teofanía”, o sea, manifestación de lo sagrado y divino. De ahí la
condición divina del Sol, de la Luna, de los planetas (manifestada
hasta por sus nombres: Venus, Marte, etc.), del cielo mismo o firmamento, de las piedras, de las aguas (ríos, lagos) en las religiones
celestes o étnico-políticas, a saber, en las indoeuropeas (griega, romana, celta, etc.), azteca, incaica. La religiosidad telúrico-mistérica
deificó la tierra y la vegetación con su proceso cíclico de muerte
(invierno) y resurgimiento (primavera). Consideró lo telúrico como
origen y destino, cuna y sepultura, del iniciado identificado con lo
divino en su alma superviviente tras la muerte. La telúrico-mistérica es la religiosidad específica y predominante durante el neolítico
y probablemente también la del arte rupestre paleolítico16. Piénsese
asimismo en el panteísmo, una constante filosófico-religiosa de la
humanidad (hinduismo, jinismo), que afirma la identificación de
todo cuanto existe con lo Uno/Todo, con lo divino, convertido a
veces en el alma del universo.
b) El paso desde la sacralización a la secularidad, obra del cristianismo
— La “desdivinización” del universo y de las cosas. La numinosidad
del universo en estas religiones lo hace objeto de un respeto sagrado y cierra el paso de sus adeptos a la investigación científicotécnica que sería como su “profanación”. De hecho el progreso
científico-técnico ha nacido y se ha desarrollado en los países tradicionalmente cristianos. Fue posible gracias a la secularización del
15. Cfr. ELIADE, M., Tratado de Historia de las Religiones, I-II, Madrid 1974;
GUERRA, M., Historia de las Religiones..., op. cit., pp. 71-144; ÍDEM, Interpretación
religiosa del arte rupestre, Facultad de Teología, Burgos 1984; ÍDEM, Historia de las
Religiones III, Pamplona 19852 , pp. 23-142 (antología de textos).
16. Cfr. GUERRA, M., La interpretación religiosa del arte rupestre, op. cit.
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universo y de sus componentes sacralizados hasta entonces. El
hombre pudo explorar las entrañas de la tierra y su superficie, el
mundo submarino y los espacios siderales solamente cuando fue
consciente de que todo lo que no es Dios en sí mismo es su criatura (Gen cap. 1) y “sometido al dominio” del rey de la creación, el
hombre mismo (Gen 1, 28 s.). El judeo-cristianismo separó lo
sagrado de lo profano. Lo divino está presente en todo, pero lo sagrado, lo cultual, quedó reservado a los espacios (templos) y a los
tiempos (días de fiesta) sagrados. Todo lo demás es “profano”, o
sea, “previo, junto a” (valor del sufijo “pro-”) el fanum o templo,
originariamente el “clarón” en el bosque, donde estaba el árbol sagrado al cual subían los sacerdotes celtas (druidas, etc.) para cortar
con una hoz de oro el muérdago sagrado y realizar los restantes
ritos de su culto.
— Su desacralización. La creación desdiviniza las cosas; las priva
de su condición divina. Pero no las desacraliza, al menos necesariamente. Así lo muestra el islamismo. Para pasar a la plena secularización en su dimensión positiva, a la secularidad, no basta establecer una diferencia esencial entre Dios creador y sus criaturas. Además de eso, es necesario reconocer la autonomía de lo temporal y
terreno. Es lo que hizo Jesucristo cuando ordenó: “Dad lo del
César (emperador, autoridad civil) al César y a Dios lo de Dios”
(Mt 22, 21).
Los emperadores romanos ofrecen un caso paradigmático del
paso desde la condición divina y sagrada de alguien a la laicidad o
secularidad. El primero de ellos, Octavio Augusto, fue divinizado
tras su muerte; sus sucesores lo fueron muy pronto también en
vida. El emperador y su esposa recibían el culto tributado por sus
sacerdotes y sacerdotisas en todas las secciones del Imperio, desde
Roma hasta las “provincias” y “municipios”. Una vez aceptado el
cristianismo por Constantino, bautizado poco antes de su muerte
(año 337), no resultó fácil disociar lo político de lo sagrado y divino en la persona del emperador. Pues era una persona sacralizada
en grado sumo por ser “Pontífice Máximo”, sumo sacerdote de los
sacerdocios de la religión oficial y, además, una persona divinizada,
dios. Hasta Valentiniano I (364-375) ningún emperador había reconocido: “Yo, que pertenezco al pueblo (laós, o sea, no soy sino
laico), no tengo derecho de ocuparme de esos asuntos”. Responde
a los obispos del Helesponto y de Bitinia que le piden “autorización para reunirse”, la convocación de un concilio regional, a fin
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de resolver cuestiones de fe y disciplina cristianas17. Su sucesor
Graciano (a. 375-383) fue el primero en renunciar al titulo de Pontifex Maximus, propio de los emperadores anteriores, paganos y
cristianos. Teodosio fue el primero (año 390) que, por indicación
de san Ambrosio, se colocó no en el “presbiterio reservado para
los sacerdotes”, sino entre los laicos. “La púrpura hace emperadores, no sacerdotes”. Cuando visitó Constantinopla, el obispo
Nectario le invitó a ponerse en el presbiterio, le replicó: “He
aprendido la diferencia entre un emperador y un sacerdote. Por fin
he tenido un verdadero maestro”18. Los súbditos no cristianos sentirían desazón y hasta se escandalizarían al ver a su emperador despojado del rango divino e incluso del sacerdocio supremo y convertido en un laico cristiano, sin autoridad religiosa alguna.
c) Urgencia de esta secularización en nuestros días ante la “resacralización”, obra de Nueva Era
Nueva Era está restaurando la conceptualización “telúrica” de
lo divino, o sea, retorna a lo “terrestre” en cuanto numinoso, divinizado, llamado tellus en latín, no terra, de donde “tierra”. Para
nombrar a lo divino Nueva Era recurre a “Gaia”, transliteración de
la palabra griega, que designa a la arcaica diosa madre Tierra. Algunos portavoces de Nueva Era usan también “Gea”, que es la
transcripción o castellanización correcta de “Gaia”.
Nueva Era lo reduce todo (la materia, el universo, lo divino,
Cristo, los ángeles) a “Energía”. Llama “holismo” (del gr. hólos =
“todo”, presente en “holocausto, hológrafo”) a su concepción según la cual el universo entero con todos sus elementos animados e
inanimados integra un “Todo” viviente, inmaterial, energético, numinoso con un entramado de relaciones recíprocas e interferencias
mutuas y tan compenetrado que “todo” está totalmente tanto en el
todo como en cada una de sus partes. Es el “holograma”, algo al
parecer demostrado mediante la holografía, técnica de fotografía
sin lentes por medio de las interferencias de ondas luminosas
17. SOZOMENO, Historiae ecclesiestiae 6, 6 PG 67, 1312.
18. TEODORETO, Historiae ecclesiestiae 5, 17-18 PG 82, 1236-1237.
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(láser)19. Pero luego deduce unas conclusiones metafísicas que
desbordan el alcance de las ciencias positivas. “La humanidad es
una” (la división entre “yo” y “los demás” es aparente), “la humanidad y la naturaleza son una sola cosa (“estamos en la tierra y
somos tierra”, dependemos de la ecología), “el universo y Dios”
son uno como “el hombre y Dios” (“nosotros somos Dios”). En
cierto modo actualiza la “advaita” o “no-dualismo, no-dualidad” del
hinduismo, aunque curiosamente la impone por virtud de la física
moderna, la cuántica.
Consecuente con estas sus creencias, Nueva Era habla de “ecología profunda” y de “ecología transpersonal, teologal”. La ecología se convierte así en ecologismo, o sea, en ideología e incluso en
religión. Considera la tierra y la naturaleza como un gigantesco
organismo vivo y activo, autoorganizado y que se regula por sí
mismo; más aún, como numinoso, divino. Este ecologismo nueverano palpita en no pocas protestas ecológicas contra el trazado de
carreteras o pantanos. Además protestan de tal manera y por tales
motivos que, al parecer, conceden más importancia a la naturaleza
que al hombre y a la mejora sensata de los medios de comunicación al servicio del mismo.
d) La sacralización y su secularización en el islamismo20
Este simposio trata del cristianismo y la cultura postsecular en
Europa. Pero puede hablarse del islam porque Turquía es una nación euro-asiática y porque los emigrantes islámicos (5 millones en
Francia, 3,5 millones en Alemania, etc.) empiezan a crear problemas para su integración en los países tradicionalmente cristianos y
ahora secularizados. Por influjo judeo-cristiano también en el islamismo lo que no es Alah es su criatura. Pero Mahoma no diferenció entre “lo de Dios y lo del César (autoridad civil)” (Mt 22,
19. GUERRA, M., “El reto de Nueva Era y su respuesta”, Relaciones Interconfesionales 27 (2003), pp. 41-58, especialmente pp. 47-50 y su bibliografía de
autores portavoces de Nueva Era en nota 1 (fuentes), etc.
20. Cf. AA. VV. (dir. A. Pacini), L’islam e il debattito sui diritti dell’uomo,
Torino 1998; CHAFI, M., Islam et liberté. Le malentendu historique, Paris 1998; GUERRA, M., Historia de las Religiones..., op. cit., pp. 275-303, especialmente pp. 299303: “El secularismo/laicismo político: ‘modernizar’ y ‘occidentalizar el islam,’”,
“El reformismo político o ‘modernizar’ el islam sin ‘occidentalizarlo’, ‘Islamizar’
la ‘modernidad’ e incluso ‘reislamizar’ a los gobernantes desislamizados”.
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21). El islam subordina lo profano a lo religioso, de suerte que todo, a saber, lo específicamente religioso (el culto, lo moral, etc.) y
lo específicamente profano (lo socio-político, administrativo, cultural, penal, etc.), queda sometido a la regulación exclusiva del Corán y de la Sunna o “Tradición” islámica. En esto consiste la sharia.
Los musulmanes tratan de implantar la sharia para, mediante su
universalización, convertir la “humanidad” en “umma-nidad”.
Umma, en árabe, significa “matriz, que, en este contexto, es la integración de todos en la misma y única matriz o comunidad islámica.
Es lo pretendido por los distintos movimientos fundamentalistas
en los países islámicos y por los emigrantes musulmanes en Europa cuando consiguen formar un gueto, aunque sean minoría manifiesta, por ejemplo en algunas localidades catalanas (España).
Ha habido países cuyos gobernantes han intentado eliminar la
sharia como factor político. Para lograrlo sometieron a sus súbditos
y a las instituciones nacionales a un proceso de secularización, a
veces de secularismo radical, que se ha consolidado en Turquía
desde Atatürk (año 1923), aunque no sin un gran número de “mártires” entre los defensores del islamismo tradicional; fracasó en
Irán con Reza sha Pahlevi.
La vertiente negativa: el paso desde la secularidad al secularismo
a) El secularismo y su universalización
“Creado” es todo lo que no es el “Increado” o “no-creado”,
Dios. Pero la naturaleza creatural de todo lo que no es Dios conlleva necesariamente una esencial dependencia de su Creador y la
referencia a él. “Sagrado, numinoso” es todo lo divino y lo vinculado con Dios (personas, objetos, lugares, etc.) por una “consagración” peculiar. Cuando lo profano se desvincula de su Creador
pretende bastarse a sí mismo, aspira a la autonomía absoluta, a ser
fin en sí mismo al margen y, con frecuencia, en contra del orden
natural, del proyecto divino. Aparece entonces el secularismo que
hace que las cosas, etc., sean una realidad “profana” y “profanada”.
El secularismo afecta a todos los sectores: individuos, familia,
sociedad, cultura, etc. Nos hallamos en un proceso y etapa postsecular o secularista. El alcance de lo postsecular se refiere a lo cristiano y, en no pocos casos, a lo religioso de cualquier signo. Se tra-
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ta de individuos e instituciones (masonería irregular o grandes
Orientes, etc.) que, según ellos, pasan no sólo de la Iglesia católica
y del cristianismo, sino también de la religión. Es el resorte latente
que impulsa, por ejemplo, a rechazar el reconocimiento de las “raíces cristianas” de Europa en la Constitución de la Unión Europea
a pesar de que Europa y su cultura han sido conformadas por el
cristianismo. Se niega así la realidad histórica durante los siglos
pasados, que ya es inalterable a pesar de los intentos de interpretaciones sesgadas. Carece de fundamento histórico el salto en el vacío que se ha pretendido dar desde el legado grecorromano al Siglo
se las Luces, o sea, la Ilustración y el racionalismo, tan vinculados
con la masonería, como si no existiera la Edad Media y como si los
valores greco-romanos no hubieran sido transmitidos en y por las
Iglesias católica y ortodoxas.
b) El momento quicial del cambio y sus peldaños o pasos de descenso en el
pozo del secularismo
El hombre medieval y su entorno sociocultural era “teocéntrico”, más aún “cristocéntrico”. El postsecular, en cambio, está
marcado por el “antropocentrismo” y mejor por el “egocentrismo”. ¿Cuándo el hombre occidental, el europeo, pasó de gravitar
alrededor de “Dios” y de “Jesucristo” como su centro a hacerlo en
torno del “hombre” en sí y del “ego-yo”, o sea, de cada hombre o
mujer?
Puede afirmarse que, en el plano religioso, este giro copernicano se inició con Lutero (primera mitad del s. XVI). Lutero dice
quedarse con el “Dios-para-mí”, o sea, Dios en cuanto me crea,
me salva, es mi fin último y felicidad. Deja el “Dios-en-sí” para los
católicos y para los filósofos El de éstos es un “Dios en quien se
piensa, pero a quien no se ora” como observa Manuel García Morente en el relato de su conversión21. De esta manera Dios queda
marginado, mientras que el “yo”, generalmente sus apetencias, es
exaltado y erigido en centro gravitacional o punto de referencia de
todo (valores, verdad, etc.). En el plano literario cristalizó en el
“humanismo” de Erasmo, etc. En el filosófico hizo de quicio
Descartes (primera mitad del s. XVII) con su Cogito, ergo sum, que
21. El hecho extraordinario, Madrid 1996, pp. 11 s.
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MANUEL GUERRA GÓMEZ
transforma la subjetividad individual en criterio de conocimiento y
de verdad. En el ámbito artístico el cambio se operó con el Renacimiento, que “humaniza” incluso las figuras divinas. Jesucristo en
la cruz ahora es un “crucificado” agonizante, no como en el románico: el Señor con apariencia de Rey y Dios. La Virgen María
figura ya sola, sin el Niño Dios, convertida en el arquetipo de la
belleza femenina. Incluso en la tradición mística cristiana pasa de la
mística objetiva, teocéntrica, centrada en la contemplación e imitación
de los misterios divinos, a la mística subjetiva, antropocéntrica, que gira
en torno al hombre transformado por la experiencia mística22.
Una vez girado el quicio y a medida en que se fue abriendo la
puerta, el hombre occidental entró en el pozo de la secularización
y fue bajando hacia el fondo obscuro e insalubre del secularismo, o
sea, del hombre cerrado en sí mismo. En los peldaños del descenso hay inscritos distintos eslóganes: “Religiones no cristianas e
Iglesia Católica No, Jesucristo Sí”, “Jesucristo y las religiones
cristianas No, Cristo Sí”, “Jesucristo No, Dios Sí”, “Jesucristo y
Dios No, religión Sí”, “Religión No, lo humano idolatrizado Sí”.
Ya he expuesto su alcance en otro estudio23.
c) Por obra de su secularismo la cultura europea puede llamarse
“postsecular”, pero no “postreligiosa”
En la invitación a este simposio se habla de una cultura llamada
postsecular por autores relevantes porque está empeñada en fundarse
en sí misma, y no en relación, ni siquiera de oposición, con el cristianismo. Así es en efecto según se deduce de lo expuesto. El hombre no tiene, es religión, o sea, religación respecto de lo divino. Lo
que uno “tiene” lo puede perder. Lo que se es no se pierde mientras se es o existe. Además, el hombre, “animal hablador” (Eugenio D’ Ors), si habla, habla no “el idioma”, sino una lengua con22. GARCÍA, C., Mística, misterio y teología. Historiografía y criteriología de la mística,
Burgos 2003, p. 27. La mística más subjetiva y antropocéntrica está representada
por los místicos españoles del s. XVI, los franciscanos (Osuna, Laredo) y los
carmelitas (Sta. Teresa de Jesús, S. Juan de la Cruz, s. XVI) y por sus precursores
en este aspecto: Juan Gerson y la Devotio moderna. (s. XIV-XV).
23. “La degradación de sentido religioso en la modernidad y posmodernidad occidental”, Cracoviensia 27 (1995), pp. 123-140 y de una forma muy resumida en Jesucristo y nosotros, Murcia 2002, pp. 13-17.
LA CONTEXTUALIZACIÓN LÉXICO-CULTURAL Y RELIGIOSA
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creta, la materna u otra estudiada. Lo mismo vale en el ámbito religioso. “La religión”, como “la lengua”, son términos abstractos,
inexistentes en la realidad. El sentido religioso se manifiesta mediante una religión determinada que será la familiar u otra a la que
uno se haya convertido. Por mucho que se empeñe la teosofía, la
masonería, el rosacrucismo, etc., no existe una religión “común” a
todos los hombres, substrato de todas las religiones, a no ser elaborada artificiosamente en laboratorios de pensadores a la medida
de increyentes para oponerla a las religiones concretas.
Ni la cultura europea ni ninguna, ni siquiera la más “postsecular”, puede calificarse de “postreligiosa”. Pues, de un modo u
otro, el hombre es siempre religioso. Si no cree en Dios, en su
lugar se talla la imagen de un ídolo, como la diosa Razón venerada
en la hornacina de Notre-Dame en su catedral de París durante la
Revolución francesa. Desde entonces los europeos se han entretenido en el juego del quita-pon ídolos (la Raza, el Proletariado, el
Estado, la Nación, el Dinero, el Placer). Se han adscrito así a una
religión alternativa o substitutoria de la tradicional, la cristiana.
Tiene razón Dostoievski en su obra El adolescente: “El hombre no
puede vivir sin arrodillarse... Si rechaza a Dios, se arrodilla ante un ídolo de
madera, de oro o simplemente imaginario. Todos esos son idólatras, no ateos;
idólatras es el nombre que les cuadra”. De ordinario cae en la tentación
primera y básica, la del Génesis 3, 4. Con palabras de Maurice
Blondel el hombre tiene que escoger: “O excluir de nosotros toda otra
voluntad distinta de la nuestra, o entregarnos al ser, que no somos nosotros,
como el único salvador. El hombre aspira a ser Dios. El dilema es este: ser
dios sin Dios y contra Dios; o ser dios por Dios y con Dios”24.
24. BLONDEL, M., La Acción, Madrid 1996, p. 404. En este punto Péguy creó
el neologismo “auto-teo (autoteísmo)”: “El mundo moderno no es a-teo, sino
auto-teo. El hombre se hace Dios por sí mismo” (op. cit., p. 83).
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