Prejuicios, ignorancia y miedo, peligroso coctel.

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 Prejuicios, ignorancia y miedo, peligroso coctel. Fecha: 11/01/07 Por: elconfesor "Me sorprende constatar que en conversaciones con personas muy preparadas profesionalmente tienen un nivel de niños para explicar su propia religión. Todavía viven en un mundo mágico, animista y supersticioso", dice Fabián Salazar Guerrero, coordinador del Centro Teológico y de las Religiones, de la Universidad del Rosario (Bogotá). El título presenta la formula perfecta para justificar la violencia verbal, física, militar y social contra el diferente a mi. En el fondo es la ecuación que da piso a las guerras en nombre de Dios. En el proceso de construcción de la identidad, el sujeto progresivamente va pasando de su mundo egolátrico del yo al descubrimiento de los otros de su ambiente y al de los otros extraños a su círculo. De igual forma despliega su vivencia del mundo de lo concreto a la comprensión en lo abstracto. Sin embargo, muchos no dan estos pasos y prefieren mantenerse en un seguro búnker del “yo” y los “míos”. Esta aceptación y asimilación de la alteridad requiere un proceso de maduración personal que también afecta al plano de lo religioso. En un sinnúmero de ocasiones la construcción de la identidad religiosa se ha edificado por accidente. Por ejemplo, nacer en un país con una determinada confesión religiosa mayoritaria y limitarse a lo concreto de los ritos, mitos, leyes y tradiciones pero no se hace el proceso de cuestionamiento de las bases sobre las que funda su fe. Me sorprende constatar que en conversaciones con personas muy preparadas profesionalmente tienen un nivel de niños cuando explican su propia religión. Todavía viven en un mundo mágico, animista y supersticioso. Si no pueden dar razón de sus propias creencias, ¿cómo podrían comprender a los otros? y con esto no quiero decir que todos deberíamos conocer enciclopédicamente de todas las religiones sino entender nuestra propia dinámica de consolidación de nuestra identidad de lo religioso, desde nuestro procesos psicológicos, sociológicos y culturales. Al preguntarnos cómo asumimos nuestras convicciones, cómo afrontamos nuestros miedos, cómo sacralizamos nuestra realidad, cómo enfrentamos la vida y la muerte, cómo asumimos nuestro cuerpo y sexualidad, qué imagen de la divinidad tengo elaborada, estamos construyendo sobre bases firmes y no sobre arena. El oráculo de Delfos se hace presente con toda su fuerza para lo religioso: “Conócete a ti mismo”. Con la exposición anterior intento desafiar al diálogo desde una “fe razonable” asumida con madurez y autoconocimiento como primer paso para aceptar, comprender y respetar los procesos religiosos de los demás. En muchas ocasiones la identidad religiosa no se construye por propio reconocimiento sino por enfrentamiento con el otro, donde los míos son los buenos, los inteligentes, los justos y los otros son los “extraños”, los “fanáticos” y por supuesto, los “malos”. A lo largo de mis indagaciones como académico e investigador con diferentes instituciones religiosas encuentro en algunas personas gestos, frases y posturas que develan sospechas sobre las otras confesiones, en ocasiones son diplomáticas, en otras sutiles y en algunos casos abiertas y hasta violentas. Al preguntárseles por sus expresiones siempre recurren en último término a afirmar que ellas tienen la “verdad” y la “verdadera religión” que los constituye automáticamente en jueces y en ocasiones verdugos de los demás. Entonces me sigo cuestionando: ¿Por qué si la mayoría de las religiones promueven el amor, la caridad y el perdón, sigue resultando las guerras santas? No se será acaso la ¿santa ignorancia? 
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