COMPENDIO DE LA VIDA, VIRTUDES Y MILAGROS CAUSA DE CANONIZACIÓN DE LA BEATA BONIFACIA RODRÍGUEZ DE CASTRO FUNDADORA DE LA CONGREGACIÓN DE LAS SIERVAS DE SAN JOSÉ (1837-1905) CONGREGACIÓN DE LAS CAUSAS DE LOS SANTOS Roma Tipografía Nova Res 2010 1 2 BEATA BONIFACIA RODRÍGUEZ DE CASTRO, FUNDADORA DE LA CONGREGACIÓN DE LAS SIERVAS DE SAN JOSÉ Los Padres Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos y todos los que participen en el próximo Consistorio, encontrarán en este Compendio el perfil biográfico de la Beata Bonifacia Rodríguez de Castro, fundadora de las Siervas de San José, como también las etapas principales de la Causa de beatificación y canonización y las Litterae Apostolicae de su beatificación. I PERFIL BIOGRÁFICO Infancia y adolescencia La Beata Bonifacia Rodríguez de Castro es una trabajadora manual del XIX español que se enamora de Jesús y lo sigue sin fisuras por los caminos de la normal vida cotidiana en oración y trabajo y recorriendo el camino de la cruz en soledad y humillación. Nace en Salamanca (España) el 6 de junio de 1837, en una familia de artesanos profundamente cristianos. Es la mayor de los seis hijos de Juan Rodríguez, sastre de profesión, y de María Natalia de Castro. En la catedral vieja, su parroquia, recibe el bautismo el 10 de junio del mismo año y la confirmación el 13 de octubre de 1842. Es una niña buena y sencilla, candorosa, de genio vivo, que se distingue por la obediencia a sus padres. Terminados los estudios de la instrucción primaria, aprende el oficio de cordonera, que llega a dominar con perfección, consiguiendo así una preparación profesional no corriente entre las mujeres de su época y clase social. Cuando tiene quince años fallece su padre y, como hija mayor, se ve en la necesidad de trabajar para ayudar a su madre a sacar adelante la casa y la familia. Trabaja primero por cuenta ajena, conociendo horarios agotadores y escaso jornal, por ser mujer. Es una de tantas jóvenes que se ven en la necesidad de trabajar fuera de casa en aquellos comienzos de la revolución industrial española, cuando no era bien visto que la mujer dejase el hogar porque su dignidad podía correr serios peligros. 3 El taller de Bonifacia. La Asociación Josefina Pasadas las primeras estrecheces económicas, la joven Bonifacia establece su propio taller de cordonería y pasamanería, en el que trabaja siguiendo los pasos de la Familia de Nazaret en su vida oculta. Tenía gran devoción a María Inmaculada y a san José, devociones de suma actualidad en esta época. A partir de 1865, fecha del matrimonio de su hermana Agustina, Bonifacia y su madre, que se habían quedado solas, se entregan a una vida de intensa piedad, acudiendo todos los días a la cercana Clerecía, iglesia regentada por la Compañía de Jesús. El testimonio de vida de la beata Bonifacia no pasa desapercibido. Un grupo de chicas de Salamanca comienza a frecuentar su casa-taller los domingos y festivos por la tarde para verse libres de las peligrosas diversiones de la época. Se sienten atraídas por su vida de entrega a Dios y buscan en ella consejo y ayuda. Bonifacia es el alma del grupo y se entrega generosamente a cada una, pues la consideraban su maestra de espíritu. Juntas deciden formar la Asociación de la Inmaculada y san José, más tarde llamada Asociación Josefina, verdadera matriz de la futura Congregación de las Siervas de san José. De este modo el taller de Bonifacia adquiere una clara proyección apostólica y social de prevención de la mujer trabajadora decimonónica. Fundadora Bonifacia se siente llamada a la vida religiosa. Su gran devoción a María hace que su corazón vaya acariciando el proyecto de hacerse dominica en el convento salmantino de Santa María de Dueñas. Pero un acontecimiento de trascendental importancia va a cambiar el rumbo de su vida: el encuentro con el jesuita catalán Francisco Butinyà i Hospital (Banyoles, Girona 1834–Tarragona 1899), que llega a Salamanca en octubre de 1870 con una gran inquietud apostólica hacia el mundo de los trabajadores manuales. Atraída, sin duda, por su mensaje evangelizador en torno a la santificación del trabajo, Bonifacia se pone bajo su dirección espiritual. A través de ella Butinyà entra en contacto con las chicas que frecuentan su taller, la mayor parte también trabajadoras manuales, y siente la inspiración de fundar una nueva congregación femenina, orientada a la prevención de la mujer trabajadora, valiéndose de aquellas mujeres trabajadoras. Un día Bonifacia le manifiesta su decisión de hacerse dominica, pero Francisco Butinyà, que había descubierto los tesoros de gracia encerrados en ella, la invita a fundar con él la Congregación de las Siervas de san José, proyecto que Bonifacia acepta con su habitual docilidad. Y juntamente con su madre y otras cinco chicas de la Asociación Josefina Bonifacia inicia en Salamanca, en su propia casa-taller, la vida de comunidad. Es el 10 de enero de 1874, momento muy conflictivo en la vida política del país. Tres días antes el 4 obispo Lluch i Garriga había firmado el Decreto de Erección y las Constituciones del Instituto. Se trata de un novedoso proyecto de vida religiosa femenina, inserto en el mundo del trabajo a la luz de la contemplación de la Santa Familia, para recrear en las casas de la Congregación el Taller de Nazaret. En este taller las Siervas de san José ofrecen trabajo a las mujeres pobres que carecen de él, evitando los peligros que en aquella época suponía para ellas salir a trabajar fuera de casa. Era una forma de vida religiosa demasiado arriesgada para no tener oposición. En seguida es combatida por el clero diocesano de Salamanca, que no llega a captar la hondura evangélica de esta forma de vida tan cercana al mundo del trabajo. A los tres meses de la fundación, el P. Francisco Butinyà es desterrado de España con sus compañeros jesuitas y en enero de 1875 Lluch i Garriga es trasladado como obispo a Barcelona. Bonifacia se ve sola al frente del Instituto a tan sólo un año de su nacimiento, teniendo que hacer frente a los ataques e incomprensiones de dentro y de fuera. La temprana ausencia del fundador es, sin duda, la prueba más dura y dolorosa que tiene que atravesar, por las consecuencias que se siguen. Los nuevos directores de la comunidad, nombrados por el obispo, siembran la desunión entres las hermanas, algunas de las cuales, apoyadas por ellos, comienzan a oponerse al taller como forma de vida y a la acogida de la mujer trabajadora en él. Bonifacia, como fundadora, encarna a la perfección el proyecto que había dado origen a las Siervas de san José, y no consiente cambios en el carisma que estaba definido en las Constituciones del fundador, Francisco Butinyà. Pero el director de la Congregación, aprovechando un viaje de Bonifacia a Girona en 1882, promueve su destitución como superiora y orientadora del Instituto. Humillaciones, rechazos, desprecios y calumnias recaen sobre ella para hacerla salir de Salamanca. La única respuesta de Bonifacia es el silencio, la humildad y el perdón. Sin una palabra de reivindicación o protesta, deja que se impriman en ella los rasgos de Jesús, que permanecía en silencio ante sus acusadores (Mt 26, 63). En Zamora Como solución al conflicto, Bonifacia propone al obispo de Salamanca la fundación de una nueva comunidad en Zamora. La fundación es aceptada jurídicamente por los dos obispos y Bonifacia, acompañada de su madre, sale camino de esta ciudad el 25 de julio de 1883, llevando en su corazón el Taller de Nazaret que había dado origen a la Congregación. En Zamora le da vida con toda fidelidad a la inspiración primigenia. Mientras, en Salamanca el Instituto sufre notables modificaciones, a la vez que se rompe toda relación con los fundadores, P. Francisco Butinyà y Bonifacia Rodríguez. 5 En su taller de Zamora, codo a codo con otras mujeres trabajadoras, niñas, jóvenes y adultas, Bonifacia lucha y defiende la dignidad de la mujer pobre, enseñándolas a ser trabajadoras cristianas a través del trabajo hermanado con la oración al estilo de Nazaret, creando entre todas las moradoras del Taller relaciones humanas de igualdad, fraternidad y respeto. Rechazo de la casa madre La casa madre de Salamanca olvida totalmente a Bonifacia y la fundación de Zamora, dejándola sola y marginada, y, bajo la guía de los nuevos superiores eclesiásticos, lleva a cabo modificaciones en las Constituciones del P. Butinyà para cambiar los fines del Instituto, orientándolo hacia la enseñanza. El 1 de julio de 1901 León XIII concede la aprobación pontificia a las Siervas de san José, solicitada por la casa madre, quedando excluida la casa de Zamora. Es el momento cumbre de la humillación y despojo de Bonifacia, lo es también de su grandeza de corazón. No recibiendo contestación del obispo de Salamanca, llevada por su fuerza de comunión, se pone en camino hacia Salamanca para hablar personalmente con aquellas hermanas. Pero al llegar a la Casa de santa Teresa le dicen desde la puerta: “tenemos órdenes de no recibirla”, y Bonifacia se vuelve a Zamora con el corazón partido de dolor. De nuevo su respuesta es el perdón y el silencio, de modo que la comunidad de Zamora sólo después de su muerte se entera de lo ocurrido. Ni siquiera este nuevo rechazo la separa afectivamente de sus hijas de Salamanca y, llena de confianza en Dios, permanece segura de que la unión se realizaría después de su muerte. Con esta esperanza, rodeada del cariño de su comunidad y de la gente de Zamora, que la veneraban como a una santa, fallece en esta ciudad el 8 de agosto de 1905. El 23 de enero de 1907 la casa de Zamora se incorpora al resto de la Congregación. Vida evangélica Cuando Bonifacia Rodríguez muere como grano de trigo (Jn 12, 24), no deja grandes obras, pero deja el testimonio de una vida de fiel seguimiento de Jesús hecho uno de tantos en Nazaret. Su experiencia del amor del Padre la lleva a vivir abandonada en sus manos, llena de fe y confianza en su providencia cercana y amorosa. Con los ojos fijos en Nazaret, aprende de José, Jesús y María que el trabajo para ganarse el pan es lugar de encuentro con Dios y de servicio a los demás. Vive el mandamiento del Señor con toda fidelidad, haciendo del amor fraterno su sello de identidad y del servicio a los pobres su primordial dedicación. 6 Dotada de extraordinario olfato evangélico, distingue los caminos de Dios y los caminos humanos, optando libre y claramente por los primeros, sin vacilación alguna, con total resolución y seguridad, con constante atención al Espíritu. Perdona y olvida humillaciones, calumnias e injusticias. Nunca se le oye la menor queja, considerándose dichosa de poder imitar el silencio del Señor y su caridad en perdonar a los que lo crucificaron. Se conservan muy pocas de sus palabras, las suficientes para encontrar en ellas semillas de vida. Madre y maestra de mujeres trabajadoras, son para ella “las niñas de sus ojos”: les da por entero la vida pues, por defender la dedicación a ellas como misión genuina del Instituto, padece persecuciones y rechazos. Sabe sufrir con la madurez de quien lo espera todo de Dios, sin afligirse ni desconcertarse, “siempre igual, tranquila y bondadosa”, “sin preocuparse más que en agradar a Dios en todas las cosas”. Actualidad de su espiritualidad y misión Su aporte específico a la espiritualidad de la Iglesia es el seguimiento de Jesús en los años de Nazaret, hermanando oración y trabajo en la sencillez de la vida cotidiana para la prevención de la mujer trabajadora. “Hermanar oración y trabajo” es el núcleo de la espiritualidad de Bonifacia, original intuición de Francisco Butinyà que, como buen jesuita, busca actualizar para el mundo del trabajo del siglo XIX el “buscar y hallar a Dios en todas las cosas” de san Ignacio. El aspecto central de la misión de la beata Bonifacia mira a la prevención de la mujer trabajadora pobre en situación de riesgo, generando espacios de vida y trabajo en los que la vivencia de Nazaret se convierte en un medio de evangelización y promoción que le permite ver reconocida su dignidad de mujer. 7 II. “ITER” DE LA CAUSA a) Para la beatificación El Proceso Ordinario Informativo comienza en Zamora en 1954 y concluye en 1962. A partir de 1973 la causa pasa a la Sección Histórica de la Congregación de las causas de los santos. Continúa la Investigación Histórica Diocesana, instruida en 1995. El Decreto sobre la validez del Proceso y de la Investigación es promulgado el 2 de febrero de 1996. Preparada la Positio, el 26 de enero de 1999 tiene lugar la Sesión de Consultores Históricos con resultado positivo. El 17 de marzo de 2000 el Congreso Especial de Consultores Teólogos da un parecer favorable y el 20 de junio del mismo año la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos reconoce el grado heroico de las virtudes de la Sierva de Dios. El Decreto super virtutibus se promulga el 1 de julio de 2000, en presencia del papa Juan Pablo II. En la Archidiócesis de Barcelona se celebra la Investigación Diocesana de un presunto milagro entre 1995 y 1999. Después de los respectivos estudios de la Consulta Médica, de los Consultores Teólogos y de los Cardenales y Obispos, se promulga el Decreto super miraculo el 20 de diciembre de 2002. El papa Juan Pablo II celebra la ceremonia de beatificación el 9 de noviembre de 2003 en la Plaza de San Pedro en el Vaticano. b) Para la canonización En junio de 2003 en Kayeye (Katanga, R. D. del Congo) el señor Kasongo Bavon se debate entre la vida y la muerte a causa de una peritonite da perforazione intestinale tifica, con sucesiva peritonite plastica e fistola enterocutanea. Las Siervas de San José que dirigen el hospital, el médico, los enfermeros y el mismo paciente piden su curación por intercesión de Bonifacia Rodríguez. El enfermo, contra toda esperanza, se cura de modo rapidísimo perfecto y duradero. La Investigación Diocesana se celebra en la Curia del Arzobispado de Lubumbashi en 2007. 8 En la reunión del 2 de julio de 2009 la Consulta Médica reconoce unánimemente que la curación es inexplicable científicamente. El caso es estudiado, con resultado positivo, por los Consultores Teólogos el 30 de octubre de 2009 y por los Cardenales y Obispos el 16 de marzo de 2010. Finalmente, el 27 de marzo de 2010 el Santo Padre Benedicto XVI ha autorizado a la Congregación de las Causas de los Santos la promulgación del Decreto super miraculo atribuido a la intercesión de la Beata Bonifacia Rodríguez de Castro. 9 III LITTERAE APOSTOLICAE de peracta beatificatione IOANNES PAULUS PP. II para recuerdo perpetuo “En el trabajo hemos de mirar el ejemplo del Taller de Nazaret”. Estas palabras, repetidas con frecuencia por Bonifacia Rodríguez Castro, encierran el eje central de su vida y espiritualidad. Trabajadora manual desde los 15 años, es seguidora de Jesús, Trabajador en Nazaret, y pone su vida al servicio de la mujer trabajadora pobre para “preservarla del peligro de perderse” en los comienzos de la revolución industrial española. Nace en Salamanca (España) el 6 de junio de 1837 en el seno de una familia de artesanos profundamente cristiana. Su padre era sastre, por lo que Bonifacia nace en un taller de costura. En su adolescencia aprende el oficio de cordonera. Primogénita de seis hijos, a la muerte de su padre comienza a trabajar por cuenta ajena para ayudar a su madre a sostener la familia, experimentando en su propia carne horarios agotadores, escaso jornal y los riesgos que para su dignidad de mujer suponía trabajar fuera de casa. Pasadas las primeras estrecheces económicas, establece su propio taller de cordonería en el que se gana el sustento trabajando a imitación de la Familia de Nazaret. Su testimonio de vida atrae a varias chicas de Salamanca, que comienzan a reunirse en su casa los domingos y festivos por la tarde para librarse de las peligrosas diversiones de la época, adquiriendo así su taller una clara dimensión apostólica y social de prevención de la mujer. Juntas deciden constituir la Asociación de la Inmaculada y san José o Asociación Josefina. En 1870 llega destinado a la Clerecía de Salamanca Francisco Butinyà i Hospital, de la Compañía de Jesús, natural de Banyoles (Girona), donde había nacido el 16 de abril de 1834. Sentía en su corazón de apóstol una creciente inquietud hacia el mundo de los trabajadores manuales. Bonifacia lo elige como director espiritual. A través de ella, entra el P. Butinyà en contacto con las jóvenes que se reunían en su taller, la mayor parte también trabajadoras manuales. Y el Espíritu Santo le sugiere la fundación de una nueva congregación religiosa, orientada a la prevención de la mujer trabajadora pobre, valiéndose de aquellas sencillas trabajadoras. E invita a Bonifacia Rodríguez a fundarla juntamente con él. Bonifacia accede con su acostumbrada docilidad y, a la cabeza de un grupo de seis amigas de la Asociación Josefina, entre ellas su propia madre, comienza 10 la vida de comunidad el 10 de enero de 1874 en su propio taller de Salamanca. Tres días antes el obispo Lluch i Garriga había otorgado la aprobación diocesana a la nueva congregación, naciendo así en la Iglesia las Siervas de san José. Se trataba de un novedoso proyecto de vida religiosa femenina, inserta en el mundo del trabajo a la luz de la contemplación de la Sagrada Familia, recreando en las casas de la Congregación el Taller de Nazaret. En este taller se ofrecía trabajo a las mujeres pobres que carecían de él, evitando así los peligros que en aquel momento histórico suponía para ellas el trabajo fuera del hogar. Era una forma de vida religiosa demasiado arriesgada para no tener oposición y muy pronto comienza a ser combatida por el clero diocesano de Salamanca, que no llega a captar la honda entraña evangélica de un proyecto de vida tan cercano al mundo del trabajo. Ausentado Francisco Butinyà de Salamanca a los tres meses de la fundación por motivos políticos, dos de los nuevos directores del Instituto, nombrados por el obispo entre los sacerdotes seculares, siembran imprudentemente la desunión entre las hermanas, algunas de las cuales, apoyadas por uno de ellos, empiezan a oponerse al taller como forma de vida y a su genuina proyección apostólica: la acogida de la mujer trabajadora. En diciembre de 1882, aprovechando un viaje de Bonifacia Rodríguez a Cataluña, el director de la Congregación -que rechazaba el carisma fundacional y deseaba cambiar los fines del Instituto- promueve su destitución como superiora de Salamanca y, años más tarde, su marginación como fundadora. Fundada con todos los requisitos jurídicos una nueva comunidad en Zamora en julio de 1883, Bonifacia realiza allí con toda fidelidad los fines apostólicos primigenios, mientras en Salamanca el director modifica sustancialmente las Constituciones escritas por el P. Butinyà. La casa madre de Salamanca se desentiende por completo de la fundación de Zamora, dejándola sola y aislada, de modo que no recae sobre ella la aprobación pontificia del Instituto, otorgada por el papa León XIII el 1 de julio de 1901. La única respuesta de Bonifacia a todas las injusticias, humillaciones y calumnias es el silencio y el acendrado amor fraterno, que la lleva a perdonar y olvidar completamente las ofensas recibidas. Su gran humildad, paciencia y fortaleza la asemejan a Jesús en el misterio de su pasión. El núcleo central de su espiritualidad es “hermanar la oración con el trabajo”, dimensión característica de las Siervas de san José, infundida por su fundador, el jesuita Francisco Butinyà, que traduce así para aquellas sencillas trabajadoras la intuición ignaciana de “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”. Ella tiene su propia manera de expresarlo con una frase llena de dinamismo: “Para estar unidas con Dios no hay mejor cosa que andar siempre en su presencia”, manifestación de su propia vivencia, pues, según testimonio de sus compañeras, andaba siempre en la presencia de Dios. Mujer de ojos abiertos y manos trabajadoras, atenta a la vida, Bonifacia Rodríguez es una contemplativa que se encuentra con Dios en la vida cotidiana. 11 De la mano de san José, especial modelo y protector de la Congregación, se acerca a Nazaret y prolonga en su existencia el estilo de vida de Jesús en el misterio de su vida oculta. Venerada como santa por las hermanas y el pueblo de Zamora, fallece en esta ciudad el 8 de agosto de 1905. Su causa de canonización comienza en Zamora en junio de 1954. El 1 de julio de 2000 se promulga, el decreto de sus virtudes heroicas y el 20 de diciembre de 2002 el decreto de un milagro atribuido a su intercesión. Por ello hemos determinado que el rito de la beatificación se llevase a cabo en Roma el 9 de noviembre de 2003. Hoy, pues, en la solemnidad de la misa celebrada en la Patriarcal Basílica Vaticana, proclamamos estas palabras: Nos, con el voto de nuestros hermanos Antonio Dorado Soto, obispo de Málaga, Pablo Schruers, obispo de Hasselt, Dionisio Tettamanzi, cardenal arzobispo de Milán, Casimiro López Llorente, obispo de Zamora y Juan María Lustiger, cardenal arzobispo de París, además de otros muchos hermanos en el episcopado y de muchos fieles, consultada la Congregación de las causas de los santos, concedemos con nuestra Autoridad Apostólica que los venerables siervos de Dios Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno, Valentín Paquay, Luis María Monti, Bonifacia Rodríguez Castro y Rosalía Rendu desde ahora sean llamados beatos y que sus fiestas se puedan celebrar, en los lugares y en la forma establecida por el derecho, en estas fechas: Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno el once de octubre, Valentín Paquay el catorce de enero, Luis María Monti el ventidos de setiembre, Bonifacia Rodríguez Castro el seis de junio y Rosalía Rendu el siete de febrero. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Esta admirable y bienaventurada mujer dio auténtico testimonio de virtud, de manera especial promoviendo el trabajo cristiano al estilo de la Familia de Nazaret. Alabamos la vida de la beata Bonifacia y la invocamos públicamente, exhortando a todos los presentes a imitar fielmente sus virtudes. Lo que decretamos en este documento queremos que sea válido y firme ahora y en el futuro, sin que obste nada en contra. Dado en Roma, junto a san Pedro, el 9 de noviembre del año del Señor 2003, vigésimosexto de nuestro pontificado. Por mandato del Sumo Pontífice, + Cardenal Ángel Sodano Secretario de Estado [Hay un sello en tinta roja que dice: Juan Pablo II] 12