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DUODA. Estudis de la Diferència Sexual, núm 35-2008
RESSENYES
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DUODA. Estudis de la Diferència Sexual, núm 35-2008
Conociendo a Jane Austen o un aproximarse a la trama de la vida de
mujeres y hombres
Esta película, “Conociendo a Jane Austen”, basada en el libro de Karen Joy
Fowler, “Club de lectura Jane Austen”,1 permite a espectadoras y espectadores, escuchar la voz de Austen, traspasada a imágenes y tamizada por
los filtros de otra autora, y remitirnos a sus textos originales para dar medida
de mundo.
En lenguaje cinematográfico, Robin Swicord,2 guionista y directora, se
mueve de una escritora literaria a otra, ella misma como guionista, desde
una apuesta relacional que traspasa el sentido lineal del tiempo y dialogo
con diversos lenguajes. Se desplaza del siglo XIX al XX y va de un lenguaje,
el escrito, al guión, al de las imágenes, al del cine.
Ella como directora, retrotrae, a la vida de los protagonistas y a la de
quienes vemos la película, la voz de Jane Austen, actualizada por ella; esa
voz que, al fin de cuentas, remite a sus textos, y a su obra, la de esta
maestra de un medir el mundo en femenino.
La directora nos propone mirar, ver, vernos al acompañar, cámara en
mano, la trama de los asuntos humanos de seis personajes, cinco mujeres
y un hombre, leídos al trasluz de la narrativa hecha práctica de lectura de un
libro por mes, durante seis meses, de seis libros escritos por Jane Austen.3
Se sitúa en la California central, en Sacramento para “decir”, “hablar” cada
una de las situaciones de los personajes femeninos y masculinos puestos
en escena.
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La naturaleza de las relaciones vividas va desde la amistad, las conyugales,
de madre e hija, de aproximación y de aproximación en clave de exploración con un desconocido que se vincula a la lectura del grupo en este club,
de indagación sobre sí y el mundo.
Los tiempos se superponen por meses y, a cada una de las experiencias de
las mujeres y sus relaciones, les habla, les dice, les permite leerse cada libro
de Jane Austen: Northanger Abbey, Sentido y sensibilidad, Orgullo y
prejuicio, Mansfield Park, Emma y Persuasión.
Sugiero ver esta película por varias razones. De una parte por el diálogo de
experiencias femeninas que toman como medida una de sus grandes
maestras y, por otra, porque se refleja cómo incluso desde el cine común y
corriente, hay un tomar nota de las experiencias, de las prácticas de
mujeres en su indagar, en su preguntar por ellas, sus relaciones consigo y el
mundo. Este mundo de ficción como el real, también se ha feminizado:
guión, dirección, actoras y tramas.
Elizabeth Uribe
notas:
1. “The Jane Austen book Club”, en su versión original.
2. En esta película inaugura su camino de directora avalado por su trabajo de
guionista, entre otras, de “Memorias de una geisha”.
3. Northanger Abbey (1798), Sentido y sensibilidad (1811), Orgullo y prejuicio (1813),
Mansfield Park (1814), Emma, (1816), Persuasión (1818).
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URSULA WELSCH y DOROTHEE PFEIFFER, Lou Andreas-Salomé.
Una biografía ilustrada. Valencia: Publicacions de la Universitat de
València, 2007.
Lou Salomé (1861-1937) ha tenido mucha suerte con esta biografía, porque
para prepararla se han juntado una erudita de la historia de la literatura
(Ursula Welsch) y la administradora del legado de Lou Salomé (Dorothee
Pfeiffer). Esta es hija del escritor y último compañero de Lou Salomé, Ernst
Pfeiffer, el hombre que salvó mucho de la biblioteca de Lou y de su marido
Friedrich Carl Andreas, y que salvó sobre todo “los numerosos textos
autógrafos de Lou entre ellos su correspondencia con Friedrich Nietzsche,
Paul Rée, Rainer Maria Rilke y Sigmund Freud” (p. 159) cuando los nazis
confiscaron esa biblioteca “con el propósito de acabar con la ciencia ‘judía’
del psicoanálisis”, después de la muerte de Lou Salomé el 5 de febrero de
1937.
Ha tenido mucha suerte porque este libro es una obra impecable. Hay
en él fotografías de todas las épocas de la vida de Lou y de las amigas
y amigos más íntimos -fotos preciosas y muchísimas-, y el texto
narrativo de la biografía es austero, preciso, amoroso y, sobre todo, lo
que más he admirado de él es que informa sin ofender, consiguiendo,
con una elegancia impresionante, transmitir ese irrenunciable de cada
vida que es misterioso y fragilísimo, delicadísimo de detectar y delicadísimo de transmitir, y que al escribir una biografía se pierde fácilmente entre el barullo de las muertes, las guerras, las crisis económicas,
las enfermedades y los adulterios. Ante el fragilísimo irrenunciable de
una vida, este libro se detiene como una o uno se detiene ante algo
sagrado, ante un templo, ante el corte en el terreno de lo ya dicho que
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esa vida da, y que solo si se detiene ante ello quien lo mira, puede
pervivir.
Yo fui lectora de Lou Salomé en los años setenta y ochenta, y lo fui porque
intuía que ella había sido una mujer libre, aunque no supe entonces
entender en qué sentidos lo fue. No conseguía entender el sentido de la
famosa foto de 1882 de “La Santísima Trinidad” en la que posan Lou von
Salomé, Paul Rée y Friedrich Nietzsche, ella sentada en el carro con un
pequeño látigo en la mano y ellos dos muy elegantes en el sitio de las
mulas. Tampoco entendía cómo se lo montaban para vivir, pues no parecía
que tuvieran muchas rentas ni tampoco que se ganaran la vida trabajando.
En cambio, al leer ahora esta biografía, muchas de esas dudas de entonces
han ido enlazándose con experiencias que me han ido mostrando sentidos
que entonces no supe percibir. Entre ellos, que Lou Salomé es un ejemplo
de que el patriarcado no ha ocupado nunca la realidad entera ni tampoco la
vida entera de una mujer o de un hombre; o que el tópico del siglo XIX como
una época en la que las mujeres no podían hacer apenas nada, se
desmorona. Cómo se entienden, si no, las vidas y las obras de Jane Austen,
de Charlotte Brönte, de Emily Dickinson, de Lou Salomé, de Sibilla Aleramo
(Rina Faccio) y así sucesivamente, vidas y obras que se van sucediendo a
lo largo de ese siglo, y que admiraron y leyeron –admiran y leen- cantidad
de lectoras y de lectores.
Pero, sobre todo, lo que pienso que ha hecho que se publique ahora
una biografía de Lou Salomé –o que se haga una película como La
joven Jane– es que, en los últimos años, el feminismo ha descubierto la
libertad femenina. Hemos descubierto que la libertad, como la vida, es
sexuada y, por tanto, no vale igual ni la vivimos igual las mujeres que
los hombres, y que este no vivirla igual las mujeres que los hombres es
resultado de una elección, de una necesidad simbólica y de un deseo
de existencia, no de un determinismo de ningún tipo.
Lou Salomé –dice el libro justo en su conclusión– fue una “mujer que buscó su
propio camino al margen de toda convención, viviendo únicamente de acuer222
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do consigo misma y con sus metas personales” (p. 159). Yo no lo diría
exactamente así, no diría “al margen de” sino “más allá de toda convención”, y
añadiría que lo personal es político y, por eso, sus metas me afectan también
a mí; pero estamos hablando de lo mismo. Lou Salomé trajo a su mundo la
libertad femenina, y la trajo siendo fiel a su ser mujer y a su deseo de serlo.
La libertad femenina es libertad relacional, es “libertad con”,1 “libertad que
encuentra en otra vínculo, intercambio y medida”, como escribió Lia Cigarini
hace ya unos cuantos años.2 Es impresionante la cantidad de historia y la
cantidad de política que revela la biografía de Lou Salomé cuando se lee
teniendo en cuenta este descubrimiento de la política de las mujeres de
nuestro tiempo. Todo el libro está escrito así: de relación en relación,
empezando por la relación con la madre, pasando por la infinidad de
relaciones que Lou entabló y sostuvo con mujeres y con hombres, sobre
todo intelectuales y artistas, hasta llegar al padre de Dorothée Pfeiffer, una
de las autoras del libro.
Escribir historia de las relaciones es escribir historia del amor, porque el
amor se presenta en la historia en forma de relaciones. Se presenta en
forma de relaciones sin fin, de relaciones no instrumentales, de relaciones sin otro fin que la propia relación, aunque, a la vez, sean relaciones
que no se consumen en la propia relación. No se consumen en la
propia relación porque, una vez entablada una que lleve el germen del
amor y lo plante en la historia, en su tiempo, ocurre que esa relación,
misteriosamente, se seguirá entablando, encontrará quien la tome, la
haga suya y la vuelva a lanzar a la vida, hasta lo infinito. Esto es lo que
me ha ocurrido a mí al leer este libro. Porque ahora he descubierto en él
una serie de relaciones de Lou Salomé con mujeres pensadoras,
artistas y amas de casa que no descubrí –porque seguramente no
estaban, eclipsadas por Nietzsche, Rilke o Freud– cuando la leí en los
años setenta y ochenta. Y he descubierto también que sus relaciones
con mujeres no excluían a los hombres, como las mujeres persisten
una y otra vez en mostrar, quizá expresando así que la mediación es
femenina, que es una manera de decir que las mediaciones que las
mujeres inventamos valen para mujeres y hombres.
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Hay un episodio precioso en la vida de Lou Andreas-Salomé que fue su
relación con Rilke. A Rilke, Lou le dio su nombre, el nombre con el que le
conocemos. Rilke se llamaba René Maria, y fue el amor de Lou lo que le dio
el nombre de Rainer, Rainer Maria Rilke. Además de darle el nombre, Lou le
descubrió a Rilke la realidad. La realidad es esa cosa tan escasa que,
cuando nos es dada, cuando nos visita, nos da a probar la felicidad, la
felicidad del amor finalmente vivido, encarnado, tocado en la materia, al
alcance de la mano, esa mano que es un alma familiar con las cosas que
–diría– se puede oler, se hace historia. Rilke le escribió a Lou en una
carta del 13 de noviembre de 1903: “... hoy sé que, para mí, lo más
profundo de aquellos tiempos inmensamente buenos, grandes y felices era
precisamente la infinita realidad que te rodeaba: la experiencia transformadora que entonces, en cien lugares a la vez, se apoderó de mí, procedía de
la indecible realidad que eras tú”. Lou le escribió en su Mirada retrospectiva
-su última obra autobiográfica-: “Si durante años fui tu mujer, fue porque tú
fuiste para mí la primera realidad, cuerpo y alma inseparables en un solo
ser, indubitable hecho de la vida” (p. 97). Por su parte, Helen Klingenberg,
que fue amiga íntima de Lou Salomé desde 1896 –cuando Lou tenía 36
años-, le escribió en una carta del 16 de enero de 1935: “Sea lo que sea,
Lou, sabes que me plegaré a todos y cada uno de tus deseos. Te llevo y te
llevaré siempre conmigo, eres y serás una parte esencial de mi vida. La
gratitud que te debo es imposible de expresar, lo único que puedo hacer es
incorporarla en las relaciones con las personas que me rodean. ¡Me has
hecho muy afortunada, Lou!” (p. 79).
Mientras leía este libro, me vino a la cabeza otra filósofa del siglo XIX,
Helene von Druskowitz (1856-1918),3 que no sale en este libro pero que fue
contemporánea de Lou von Salomé (cinco años mayor). Tuve curiosidad
por saber si habían coincidido en los círculos filosóficos y literarios de finales
del siglo XIX. Y, efectivamente, las dos frecuentaron los círculos intelectuales de Viena, y las dos estudiaron en la Universidad de Zürich. Y frecuentaron el salón de la escritora y política feminista Malvida von Meysenburg en
Roma en los primeros años ochenta del siglo XIX, el salón en el que Lou
conoció a Paul Rée y a Friedrich Nietzsche. Las dos se interesaron por la
filosofía de Nietzsche y tuvieron relación con él. Aunque Helene von
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Druskowitz se alejaría pronto de Nietzsche, le devolvería el manuscrito del
Zarathustra IV que él le había regalado, y emprendería una indagación
filosófica muy arriesgada y genial, que la llevaría a un manicomio en 1891, a
los 35 años, donde pasó el resto de su vida y escribió varias de sus obras
filosóficas. Digo esto porque da una idea de la riqueza de las expresiones
de la libertad femenina en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, esa
que se solía despachar aceleradamente con el adjetivo “victoriana”.
Lou Andreas-Salomé nos trae la genealogía de las mujeres que interpretaron la política sexual de su tiempo con invenciones que esquivaron la
persecución y la condena por parte del patriarcado: ella se casó y vivió
siempre con Friedrich Carl Andreas, con el que había pactado previamente
un matrimonio sin heterosexualidad. Esto le permitió vivir su vida sin
persecución, aunque dedicándoles bastante tiempo a los escritos y proyectos de hombres de su tiempo, como Rilke, Nietzsche o Freud, a cuyo éxito
ella contribuyó significativamente. Helene von Druskowitz nos trae la genealogía de las mujeres que interpretaron la política sexual de su tiempo
con invenciones que –seguramente sin que ellas se lo esperaran cuando
decidieron ser fieles a lo irrenunciable de su existencia– se inclinaron
principalmente por las relaciones con mujeres, que les trajeron un conocimiento fundado en la visión, no en la filosofía de tradición masculina. Y no
pudieron esquivar el patriarcado, si bien nos han dejado vidas y obras de
extraordinaria originalidad, que nunca nos cansamos de redescubrir.
María-Milagros Rivera Garretas
notas:
1. Diana Sartori, “Libertad “con”. La orientación de las relaciones” DUODA.
Revista d’Estudis Feministas, núm. 26 (2004), pp. 105-115.
2. Lia Cigarini, “Libertad femenina y norma”, DUODA. Revista d’Estudis
Feministas, núm. 7 (1994), pp. 85-107.
3. Helene von Druskowitz, Una filosofa dal manicomio, al cuidado de Maria
Grazia Mangione, Roma, Editori Riuniti, 1993.
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Saber es un placer. La práctica política de mujeres que buscan dar
sentido libre a la educación. Sofías. Edició a cura de Mª Milagros
Montoya Ramos (Cuadernos inacabados, 50), Madrid: horas y HORAS, 2007.
Saber es un placer és el tercer llibre de Sofías que recull les trobades que
amb el nom de Sofías es van fer a Màlaga (2004) i a València (2006). A mi,
Saber es un placer és el llibre que mes m’ha agradat de la col·lecció Sofías,
tot i que el de Recetas de relación em va resultar molt proper, pel meu amor
a les receptes de cuina i a les receptes que han escrit les dones al llarg de la
història. Durant la segona meitat del segle XVI, Europa es va veure inundada per una sèrie de tractats que van ser la culminació d’una tradició literària
que ve dels temps hel·lenístics, caracteritzada per acumular centenars de
receptes inventades per gent experta experimentadora, capaç de resoldre
qualsevol aspecte de la vida quotidiana. Les receptes han estat un format
textual privilegiat per les dones i per a mi ha estat una font de plaer, quan he
treballat a classe de química les receptes culinàries, amb les noies i els nois.
Les receptes culinàries m’han estat útils per fer parlar el silenci, revisar els
sabers heretats, i atendre les accions i las paraules de les dones del passat.
M’he situat en una línia de recuperar genealogia científica femenina i de
reconeixement de l’obra femenina, fins i tot de l’obra de dones no necessàriament reductibles a les tesis feministes, com Rosa Sensat.
Per a mi, els llibres de Sofías no són fàcils de llegir. De la mateixa manera
que no és fàcil de llegir una novela com Leer Lolita en Teherán d’Azar Nafisi,
però tots són llibres molt interessants, ja que la seva lectura és plaent. Jo li
deia a la Lluïsa Cunillera, que és qui em va regalar Saber es un placer :
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“Llegeixo i rellegeixo el llibre. I cada vegada que llegeixo, hi trobo una idea
nova.”
Saber es un placer, com els altres llibres de Sofias, recull els diàlegs entre
les dones assistents a la Trobada. Històricament, el diàleg va ser utilitzat per
dones com Jane Marcet, en les Conversacions a química (1805) que va
dedicar especialment al sexe femení i Conversacions a Botànica, on explica
el diàleg entre una professora i dues alumnes. El diàleg és un format que
avui la comunitat científica de la ciència oficial menysprea i no considera
adient, com a forma de comunicació científica. En canvi, jo crec que té molt
valor ja que permet comunicar persones amb marcs teòrics diferents i partir
de l’experiència personal, sense caure en falsos formalismes.
De Saber es un placer, remarcaré les reflexions sobre “La relació amb el
saber”. M’interessa especialment la relació amb el saber, potser perquè la
meva formació en Ciències Experimentals, situa els orígens del meu saber
en un camp que té molt poder acadèmic. Un camp del qual m’he hagut de
deslliurar, de sortir de l’autocensura per atrevir-me a sortir de la idea de
insuficiència femenina en el camp de les ciències, sense caure en la
identificació amb el model androcèntric de la pràctica científica. De forma
semblant a la meva ho expliquen en el llibre, algunes de les assistents a la
trobada de Màlaga. Com a educadora, després “d’aprendre els sabers
acadèmics donats”, de fruir del plaer d’educar, totes les que hem volgut
incorporar els sabers de les dones i de la vida, hem hagut de trencar amb el
saber que “una creu tenir dels llibres”. “Ens hem hagut d’abandonar forçosament el que sabíem o creiem saber”.
Durant mols anys, no vaig saber trobar el lloc de la pràctica de la relació, en
el meu camí per trobar una altra relació amb el saber. Em deia a mi mateixa,
que no hi havia massa dones que volguessin repensar l’educació científica
escolar, jo treballava amb la intuïció, però em sentia sola. Estic convençuda
que la ciència és una activitat humana, emmotllada per les condicions
econòmiques, socials i culturals de la societat on es desenvolupa i per les
característiques personals dels membres, que fins ara l’han fet majoritàriament els homes de la comunitat científica. La ciència no és un esforç
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purament cognitiu, ni un acte impersonal: és una activitat profundament
personal i social.
La producció cultural feminista té la qualitat de retornar el poder de la
creació a les dones com exercici de llibertat. Llibertat que és capacitat
humana de creació d’idees i d’objectes, i de disposició del propi cos en
absència de violència. Des d’aquesta consideració la producció cultural
feminista és innovadora, articula dispositius per potenciar, nodrir i desvetllar
les capacitats de creació de les persones, i té autoritat per a modificar les
seves condicions de vida. La creació cultural de les dones activa i redistribueix poder. Pot materialitzar cossos i objectes, i també conduir processos,
sentiments i idees. La creació i reproducció del coneixement com a capacitat humana és un dels principals valors de la producció cultural feminista. La
creació cultural feminista es caracteritza per aquesta noció de llibertat.
A més, estic d’acord amb que “saber” és un plaer i és font de vida. Segueixo
María Zambrano quan diu: “El saber, el saber propio de las cosas de la vida
es fruto de largos padecimientos, de larga observación, que un día se
resume en un instante de lúcida visión que encuentra a veces su adecuada
fórmula”. Per a mi, aquest instant de lucidesa es va produir quan vaig ser
capaç de sequenciar l’aprenentatge de la iniciació a la química en l’entorn
culinari. Una classe de química que no fa fums ni males olors, ni explosions,
sinó que escampa el perfum del caramel o del pa de pessic que es cou al
forn, per tots els passadissos i pisos de l’Institut. I que serveix d’avís olfactiu
perquè la resta de classes que no són en aquell moment a la cuinalaboratori en aquell moment vinguin al final de la classe a veure si poden
“pillar” alguna cosa bona.
Jo no soc una gran cuinera, la meva mare i la meva àvia sí que ho eren, en
una família extensa de 11 filles i fills, dues àvies i un avi, on els dinars i el
sopars eren espais de relació familiar molt importants. Quan em vaig
inventar les classes de química de la cuina, en aquell moment no sabia que
estava creant un espai de relació educativa. Fins llavors, el saber acadèmic
“expert” de la química escolar no tenia un context de relació experiencial. Jo
només volia introduir els sabers culinaris que han estat tradicionalment en
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mans de les dones en la ciència escolar. I ho vaig aconseguir, era l’any
2001. Ja feia un parell d’anys que utilitzava exemples culinaris en la química
escolar, però va sorgir el repte de sequenciar els conceptes químics de 4t.
d’ESO, en un context culinari.
La meva pràctica havia sorgit de la reflexió sobre els meus vint anys
d’experiència en la classe de química de dos Instituts molt diferents. En
aquell moment, clarament la meva preocupació era molt conceptual, però
sense que jo me n'adonés tenia una implicació amb les pràctiques femenines. El que jo no sabia era que estava introduint l’art de la relació en la
classe de química. Des del moment que la cuina va passar a ocupar el lloc
del laboratori, no solament va canviar l’espai físic, és a dir l’espai i el tipus de
relacions, sinó que va quedar clar que “s’educa amb el que es diu i amb allò
que no es diu”, com diu Milagros Montoya a Saber es un placer. En el
moment que en el laboratori van aparèixer el forn, el microones, la batedora,
culleres, forquilles, farina, ous, motlles, etc. sense dir massa coses, va
canviar el context experiencial i d’aprenentatge.
Anna Maria Piussi diu: “Es pot fer ciència i teoria sense descuidar aspectes
importants de la nostra vida, donant un sentit molt ampli a la paraula ciència,
incorporant la nostra experiència personal”. En el meu cas, l’experiència
personal de les noies i els nois que tenen 15 o 16 anys, que estan oberts a
un munt de propostes per tal de projectar el futur, i que tenen una curiositat
infinita sobre el menjar, sobretot per menjar-se’l i fer-lo.
Amb el context culinari, la relació va fluir. Amb la química de la cuina, les
noies i els nois parteixen de si, del que saben i en tenen experiència, i es
posen en relació per compartir idees, per analitzar els desigs dels altres, per
organitzar-se en els grups, per decidir di el pa de pessic serà de xocolata o
de iogurt, qui portarà cada cosa, per saber si tenen tots els estris.
Estic d’acord que ens interessa buscar espais de relació que ens obliguin a
respondre a qüestions que vagin més enllà d’allò que el professorat de
Secundària estem acostumats a respondre. I la química de la cuina crea
aquest espai, quan els nois intercanvien receptes per preparar-se una
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gelatina per berenar que els ha agradat dels col·loides que s’han preparat a
classe. Quan les noies, en acabar la classe, vénen a explicar-me que la
recepta del pastís que han fet és de la seva mare que va viure a Mèxic uns
quants anys.
El context de treball culinari de la química escolar, amb la incorporació dels
sabers de les dones en relació en el procés d’aprenentatge, és un punt de
no retorn, ja no hi ha marxa enrere. Quan comences a mirar les dones i els
seus sabers d’una altra manera, no com un conjunt de pràctiques casolanes, de coneixements apresos per transmissió oral, sense instrucció específica, transmesos de mares a filles, sense una estructura, i te n’adones que
les dones, d’acord amb el seu funcionament cognitiu, no tenen idees
aïllades sobre les coses, sinó que disposen d’un conjunt de coneixement
amb un certa consistència interna que han elaborat com a grup i han
adaptat a cada moment històric, pel benestar d’elles mateixes i el seu
entorn, després ja no ho pots fer marxa enrere, ja no t’ho pots mirar d’una
altra manera. Jo ja no podria tornar a fer classe de química 4t. d’ESO sense
la cuina, em semblaria que em deixo la meitat dels sabers de la humanitat.
I varem incorporar la riquesa de la diferència de ser dona. La diferència
humana arriba a impregnar tots els aspectes de la relació educativa, des de
l’ús del llenguatge fins al saber acadèmic que es transmet. Les noies se
senten protagonistes d’aquests classes, on es treballen les preparacions
culinàries com una font de plaer personal i en el marc de la cura d’altri.
Després de 30 anys de docència, no puc oblidar el somriure de satisfacció i
d’autoreconeixement ampli com el de les noies, quan senten que aquest
curs, en la classe de química, prepararem caramel, farem recuit, pa de
pessic, … perquè elles saben que en saben. Tot i que respecte fa deu anys
enrere, quan vaig començar la química de la cuina, els nois cada vegada en
saben més també. Les cares d’entusiasme i curiositat enganxades a la
porta del forn o del microones de les noies i els nois esperant que “pugi” el
pa de pessic i avisant l’altre grup: “Ep! Que el vostre pa de pessic ja puja”...
En conclusió, jo i el meu saber no som protagonistes de les meves classes
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de química de la cuina, sinó que són elles i ells i els seus sabers els
protagonistes. Jo tinc l’autoritat del coneixement i la gestió de la relació, però
és una classe on es construeixen els sabers de manera compartida. “Mirar
les dones i les seves aportacions, de manera positiva és la nostra tasca, i és
tot un repte transformar mirades que a vegades segueixen essent molt
hostils, on les aportacions de les dones segueixen sense ser valorades per
considerar-les normals, pròpies dels seu sexe”, diu la Mª Jesús Cerviño i
subscric les seves paraules.
Pel que fa a l’alumnat, les coses no són tan fàcils, no podem saber massa
del seu canvi de mirada entorn a la visibilitat de les dones i els seus sabers.
El que sí que podem afirmar és que han tingut l’experiència de cuinar,
associada a sabers químics, i per tant el model entorn a l’activitat culinària
que poden construir és diferent del d’una tasca domèstica tradicional.
Amb aquestes iniciatives i amb espais de diàleg i intercanvi crec que
contribuïm a augmentar la manca d'escolta de la diferència femenina a
l’escola. Estimem l’educació malgrat tot … perquè estimem l’educació en
femení.
Núria Solsona i Pairó
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