Presuposiciones del mexicano acerca de las relaciones

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Unidad 11
• Presuposiciones del mexicano acerca de las
relaciones interpersonales
“Es impresionante la frecuencia con que los psicoterapeutas les dicen a sus
pacientes: ‘el problema fundamental es que usted no quiere enfrentarse a la
realidad’. Esta afirmación acerca del problema del paciente parece ser
simple y obviamente válida. Los supuestos implícitos son, sin embargo, que
existe una ‘realidad’ que todo el mundo puede fácilmente reconocer, y, por
otra parte, que la tarea de la psicoterapia es primero ayudar al paciente a
ver y luego a enfrentar y aceptar tal ‘realidad’.”
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Presuposiciones del mexicano acerca
de las relaciones interpersonales1
Es impresionante la frecuencia con que los psicoterapeutas les dicen a sus pacientes: "El
problema fundamental es que usted no quiere enfrentarse a la realidad". Esta afirmación acerca del
problema del paciente parece ser simple y obviamente válida. Los supuestos implícitos son, sin
embargo, que existe una "realidad" que todo el mundo puede fácilmente reconocer, y, por otra parte,
que la tarea de la psicoterapia es primero ayudar al paciente a ver y luego a enfrentar y aceptar tal
"realidad".
Hay por debajo de este supuesto el familiar concepto de la civilización occidental acerca de una
realidad objetiva y concreta "ahí afuera". No hay la menor duda de que esta realidad sea importante, y
debemos reconocerla. Pero, ¿no hay otro tipo de "realidades" que deban ser tenidas en cuenta?, aquí
me he de referir a la "realidad" creada por la interacción de dos o más personas en una relación social
o comunicativa: las actitudes de uno hacia otro, las anticipaciones que uno tenga acerca del otro, los
muchos intangibles -y sus resultados- conscientes e inconscientes de sus sentimientos mutuos. Esta
"realidad interpersonal", como me gustaría denominarla, puede ser más importante en las relaciones
humanas que la realidad externa.
Distingamos, pues, entre estas dos clases de realidad, la realidad física externa, la realidad de la
naturaleza y la realidad interpersonal, resultante de la compleja interacción de dos o más personas.
Seleccionemos ahora algunos ejemplos de esta realidad interpersonal a partir de una comparación
entre las culturas mexicana y norteamericana. Hay algunas diferencias fundamentales entre los
supuestos socioculturales del complejo grupo mestizo-indohispano, que constituye la nacionalidad
mexicana, y los de la cultura anglosajona y europea occidental de los Estados Unidos.
Los norteamericanos ven la realidad externa como algo que han de dominar y sujetar por su
voluntad. El éxito de la tecnología norteamericana es la mejor evidencia de esta orientación. Los
latinoamericanos, por otra parte, toman una actitud fatalista ante la naturaleza y se sienten
subyugados por ella. Tradicionalmente, el mexicano ha hecho poco por controlar la realidad externa.
En cambio, sorpresivamente, el mexicano presupone que la realidad interpersonal puede modificarse a
voluntad. La realidad interpersonal no es un estado de cosas dado y hecho, como lo es tan a menudo
para los norteamericanos ("Los vecinos son hostiles”, El señor Smith es un esnob). La realidad
interpersonal es fluida porque yo estoy en ella y soy capaz de modificarla. La implicación más
importante de este presupuesto cultural es que los seres humanos tienen en sus manos crear los
aspectos más importantes de la realidad interpersonal.
He aquí otro presupuesto de la cultura mexicana: una interacción interpersonal se valora de
acuerdo con la satisfacción y placer inmediatos que produzcan Con esto, claro, no me refiero a
1Publicado
originalmente en ETC, A Review of General Semantics, volumen XVI, núm. 2, 1959.
conseguir que se construya un puente y ni siquiera a conseguir un trabajo, sino a que se provea íntima
satisfacción humana para los interlocutores.
Un norteamericano sólo tiene que preguntarle a un mexicano por la dirección de una calle o un
camino. El mexicano iniciará una compleja serie de explicaciones y gestos, sonriendo con frecuencia;
el norteamericano sentirá bienestar y contento, pero ¡las direcciones pueden ser completamente
equivocadas! Simplemente, por no saber la dirección, el mexicano nunca daría al traste con las
posibilidades de una placentera relación interpersonal.
Si hemos de definir en forma operante este aspecto del criterio de la realidad interpersonal como
lo hallamos en el mexicano, diríamos: "el grado de realidad de una relación interpersonal estriba en la
frecuencia, calidad y calor de las relaciones interpersonales que logran vivirse en un determinado
período de tiempo".
Semejantes reacciones son espontáneas y mucho más a menudo acciones libres, que respuestas
convencionales. Pero aun cuando se verbalicen en forma convencional no son estereotipadas, sino
que atesoran un variado y agradable contenido emotivo.
El mercado de los aztecas era un lugar mucho más de socialización que de comercio. La tradición
continúa aún: una india extiende su mercancía en la calle: dos docenas de platos y tazas. Al turista le
gusta el precio y desea comprarlo todo. Ante la sorpresa del turista, la india contesta horripilada: "¡No!,
si usté los merca todos, luego yo qué vendo". El proceso, la ceremonia, la socialización del vender son
para ella más importantes que la venta, aunque sea obvio que tanto ella como su familia necesitan el
dinero. Los mexicanos han desarrollado formas exquisitas de relacionarse: cortesía, buena educación,
amigabilidad, romanticismo, etc. A pesar de que estos gestos sociales del mexicano han sido criticados
como meras formalidades, a mí me parecen tan reales y genuinos como cualquier otra expresión
humana. Quizá los mexicanos han ido demasiado lejos en esta forma de ser; a menudo prefieren
perder un argumento a perder un amigo. Los norteamericanos, en cambio, ganan argumentos. Pero
los mexicanos pueden perder no sólo argumentos, sino tiempo y dinero por no perder el placer
interpersonal.
Este concepto de la realidad interpersonal es extremadamente sugestivo en lo que se refiere a
las relaciones matrimoniales. En este caso, el grado de "verdad" de las afirmaciones hechas entre
marido y mujer debería medirse no en términos de su correspondencia a la realidad externa, sino en
términos del grado en que permitan que la pareja se lleve. Los intercambios verbales en el matrimonio
no deben ser valorados en términos de relación de mapa a territorio, como si fueran afirmaciones
hechas en un congreso de físicos2, sino en términos de su utilidad para crear y recrear la relación en
el tiempo. No se propone aquí un rompimiento con la realidad externa; se quiere enfatizar que hay en
la relación matrimonial algo mucho más importante que el hecho de estar objetivamente en "lo cierto"
en las controversias domésticas.
Las escuelas psicoanalíticas en Estados Unidos consideran que sus sistemas son dinámicos.
Sin embargo, en la práctica, puesto que se adhieren a la idea de que la realidad es algo a lo que hay
que "enfrentarse" y no hacen la distinción entre la realidad externa y la realidad interpersonal,
terminan sosteniendo un punto de vista extremadamente estático de las relaciones humanas. Es más,
a menudo profesan un punto de vista muy elaborado, pero rígidamente limitado, acerca de cómo son
las relaciones interpersonales. Así, un niño "no puede" evitar odiar a su padre, "no puede" evitar
querer eliminarle, "no puede" evitar desear libidinosamente a su madre, "no puede" evitar tener celos
de su hermano o hermana. Los padres están incapacitados para modificar la situación, las relaciones
interpersonales son así. Hasta el mismo Harry Stack Sullivan, de la "teoría interpersonal" en
2La expresión "relación de mapa a territorio" es muy usada en los escritos de semántica general. Se refiere a la
relación entre las afirmaciones (mapa) y los hechos demostrables (territorio).
psiquiatría, prefiere -tan más flexiblemente como se quiera- definir y cristalizar las relaciones
interpersonales sobre la base de evitar la angustia.
Todavía más, en demanda a sus pacientes de que se enfrenten a la realidad, los psiquiatras
norteamericanos a menudo presuponen que semejante tarea tiene que ser inevitablemente
desagradable para el paciente, que ver lo que hay que ver, es ver algo agobiante, tenebroso,
repugnante. Un mexicano no concedería fácilmente que la realidad, especialmente la realidad
interpersonal, es necesariamente repulsiva. Al hacer psicoterapia un mexicano no vería razón alguna
a priori, por la cual no debiera incluirse mucho de animación, jovialidad y buen sentido del humor.
Los psicoterapeutas han llegado generalmente a reconocer que existe dentro de los individuos
un fuerte sentido de la propia identidad, a menudo denominado sentimiento de "para mí". Puede
haber un sentimiento similar entre individuos, que podría denominarse "sentimiento de gozo mutuo y
recíproco". Hay una manera más profunda de: "para nosotros y entre nosotros "3 (togetherness), que
la explotada ahora por ciertos esfuerzos publicitarios norteamericanos.
Este "nosotros" de la realidad interpersonal es tan importante, sobre todo en relación con la
psicoterapéutica, que otras realidades no llegan a tener consecuencia o significado hasta que las
personas o grupos implicados desarrollan una relación razonablemente fluida y amistosa y crean su
propia realidad interpersonal. Si de hecho, como aquí se propone, el aprendizaje realizado en
relaciones interpersonales depende de nuestra habilidad para crear la adecuada realidad, podemos
ver fácilmente la necesidad de explorar más este "sentimiento del nosotros", altamente valorado en las
culturas latinoamericanas.
3En el artículo publicado en inglés no logramos hacer suficientemente claro este aspecto, que implica hasta la
formación de una weltanchauung (concepción del mundo) de los posibles "nosotros", sean parejas, familias o grupos.
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