Follet, Ken - La caída de los gigantes

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- Grey dice que combinada con su propuesta de una conferencia a cuatro bandas,
podría impedir la guerra.
- ¡Excelente! -exclamó Walter-. Eso era lo que esperaba. -Exhibía una excitación in
fantil, y la expresión de su rostro recordó a Fitz sus días de estudiantes. Walter había
tenido ese mismo aspecto cuando ganó el premio de música en el día del Discurso.
- ¿Habéis visto que han declarado inocente a esa odiosa madame Caillaux? -dijo tía
Herm.
Fitz se quedó perplejo.
- ¿Inocente? ¡Pero si disparó al pobre hombre! Se fue a la armería, compró un arma,
la cargó, se dirigió a las oficinas de Le Figaro, preguntó por el director y lo mató:
¿cómo pueden haberla declarado inocente?
- Por lo visto, aseguró que esas armas se disparaban solas -respondió tía Herm-. ¡Os
lo juro!
Maud se echó a reír.
- Al jurado debía de gustarle esa mujer -dijo Fitz. Estaba molesto con Maud porque
se hubiera reído; los jurados caprichosos eran una amenaza para el orden establecido de
cu alquier sociedad. No se podía tomar a la ligera algo tan serio como el asesinato-.
Muy típico de los franceses -comentó, indignado.
- Yo admiro a madame Caillaux -dijo Maud. Fitz lanzó un gruñido reprobatorio.
- ¿Cómo puedes decir eso de una asesina?
- A mí me parece que deberían matar de un tiro más a menudo a los directores de
periódicos -soltó Maud alegremente-. Tal vez así mejoraría la prensa.
VI
Walter seguía aún lleno de esperanza al día siguiente, el jueves, cuando fue a ver a
Robert.
El káiser estaba dudando sobre tomar la decisión, a pesar de las presiones de hombres
como Otto. El ministro de Guerra, Erich von Falkenhayn, había exigido la declaración
del Zustand drohender Kriegsgefahr, una especie de estado de emergencia y que, a
efectos prácticos, equivalía a la antesala de la guerra. Sin embargo, el káiser se había
negado, con vencido de que podía evitarse un conflicto general si los austríacos se
detenían en Belgrado. Y cuando el zar ruso ordenó a su ejército que se movilizase,
Guillermo le remitió un tele grama personal pidiéndole que reconsiderase su decisión.
Los dos monarcas eran primos, pues la madre del káiser y la suegra del zar habían
sido hermanas, ambas hijas de la reina Victoria. El káiser y el zar se comunicaban en
inglés, y se llamaban el uno al otro «Nicky» y «Willy», respectivamente. El zar Nicolás
se había sentido conmovido con el cablegrama de su primo Willy y había revocado la
orden de movilización.
Solo con que ambos lograsen mantenerse firmes en sus decisiones, tal vez la vida les
depararía un brillante porvenir a Walter y a Maud y a tantos otros millones de personas
que solo querían vivir en paz.
La embajada de Austria era uno de los edificios más imponentes de la prestigiosa Bel
grave Square. Condujeron a Walter al despacho de Robert. Siempre compartían las
noticias, no había ninguna razón para no hacerlo, pues sus dos naciones eran íntimas
aliadas.
- El káiser parece decidido a hacer que su plan de «detenerse en Belgrado» funcione dijo Walter al sentarse-. Luego, todo lo demás puede solucionarse.
Robert no compartía su optimismo.
- No va a surtir efecto -repuso.
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