Por los caminos de Europa Hacer el ridículo Que el hom bre sea un ser so­ las esferas francesas. No se carga cial ha sido una perpetua eviden­ al comandantede poliaalaresponcia para la reflexión humana, No sabilidad del suceso (él no hada hace*1falta acudir a nombres famo­ sino cumplir órdenes). Se bus­ sos que confirmen tal afirmación, can causas más profundas. Porque o ediar mano de los difíciles con­ cuando una situación aboca al ab­ ceptos heideggerianos para expli­ surdo —y absurdo es d hecho de car su realidad. Si el hom bre es que dos hijos sean asesinados por hom bre lo debe a su relación di­ su padre para evitar que caigan námica con los demás seres huma­ en ¡as manos de su madre— es ne­ nos. Nacemos entre hombres, cesario preguntarse por las pre­ entre hom bres vivimos y hasta la misas que han provocado tal ab­ muerte —nuestro m orir— es una surdo. rúbrica a los pies de nuestro ser Una de las preguntas que se hisíorico entre los hombres. formulan es el realismo de las de­ judiciales. Que el divor­ Es la sociedad la que, de una u cisiones cio (de una forma u otra) sea ne­ otra manera, nos impone sus valo­ cesario en ciertos casos, nadie lo res. Padres, profesores, compañe­ duda. Pero decide de ¡as ros de juventud y de trabajo, todos consecuencias?¿quién Me refiero a van dejando una impronta en noso­ algo tan concreto como la aquí tutela tros, aquello que Freud dio en lla­ los hijos. ¿En qué elementos mar "super-ego” . Consciente o de de juicio basa un tribunal para inconscientemente, vamos estruc­ otorgar sela tutela o a la turando en nosotros una escala de madre? ¿Jurídicosal opadre humanos? valores que guia nuestros actos Porque bien puede suceder que cotidianos. Se diría que el hom ­ el padre —pongamos por casobre no pasa de ser un individuo sea el causante del fracaso matri­ a reacción —un eco continuado de y, sin embargo, sea un cri­ lo que los demás piden y esperan monial men educativo los hijos a de él. Sólo asi se puede compren­ la madre. ¿Noconfiar carecerá nuestra der la profunda raigambre huma­ justicia actual de un demento de na del ridiculo: Tememos desen­ comprensión, de compenetración tonar, apartarnos de la norma, lla­ con d problema humano, más a­ mar la atención... Preferimos pasar llá de toda 1^ o regla, por justa frío a que la gente se ría de noso­ quesea? H e ahi una pregunta que tros —y que Góngora me perdo­ nos debehacer meditar. ne—, Todo esto, a un nivel com­ Pero hay preguntas hon­ patible con un simultáneo indivi­ das. Son preguntas quemás apuntan dualismo malsano. ¡ Curiosa para­ hacia la escala de valores que rige doja? Vivimos como partículas in­ convivencia actual. Q ue dependientes y opuestas deunm is- nuestra de la autoridad mo todo, un todo (la sociedad) los representantes sean objeto de burla en ciyos valores no nos permitimos ujudicial n momento determinado esdolojamás poner en duda, al menos a roso. El ridiculo escuece siempre, la hora de actuar. y más cuanto la labor de uno es Se me ocurren estas reflexiones más devada o más pública. Pero, a propósito de un reciente escán­ ¿no es cierto que d respeto a los dalo ocurrido en Francia. Resu­ demás, o la vida de dos niños es mo brevemente los hechos: André un valor superior? Triste, muy Fourquet, tras el divorcio con su triste es que nuestros esquemas esposa, se encierra en su granja de convivencia conduzcan a situa­ de Las Cestas {Gironde, Francia) ciones donde d ridiculo (o d lla­ con sus dos hijos menores. La mado "orden público” ) se halle policía cerca la granja, afín de re­ en conflicto con valores mucho cuperar a los dos pequeños que más básicos. Pero aún más tris­ la justicia ha otorgado a la tutela te es que la balanza se indine a materna. Pasan los días, y el a­ favor d d ridiculo (o d d orden). sediado no cede. La publicidad ¡Tanto pueden los prquicios, tan­ empieza a reírse de ia eficacia po­ to puede nuestra indolencia moral! licial. El malestar cunde entre las Yo creo que d estado d d mun­ filas oficiales. Por una parte, sien­ do actual nos plantea a cada uno ten el ridiculo que están haciendo de nosotros una pregunta muy se­ ante la opinión publica. Por otra ria. Una pregunta que debe co­ parte, el desesperado Fourquet ha menzar por nosotros mismos, por amenazado con matar a sus hijos nuestros esquemas mentales, por si la policía asalta su granja. ¿Qué nuestra escala de valores. Poner­ hacer? En esta situación, puede nos en causa, es poner en causa más el ho rro r ai ridiculo que la los valores que la sociedad nos elemental prudencia. El desenlace ha ligado: poique si d hom bre es j? precipita; ante la presencia de siempre un ser social, puede que policías dispuestos ya al asalto fi­ la sociedad no sea siempre huma- . nal, Andié Fourquet cumple su na. Y ciertamente no lo es allá amenaza, y da muerte a sus hijos donde sus valores conducen al ab­ antes de matarse a si mismo. surdo. Testigos de cargo: los dos Naturalmente, el h echo ha pro­ niños franceses asesinados por su ducido un gran revuelo en todas padre Lic. Ignacio Martín-Baró Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas El