PARA DIALOGAR Palabras que se siembran, palabras que germinan Las palabras se manifiestan a través del sonido para transmitir los sentimientos que llevamos en el corazón .1 A través de la voz intentamos comunicar lo que llevamos dentro. Para ello es importante que las palabras broten desde lo más profundo como si se tratara de un iceberg insondable. Deben ser convincentes, intencionadas, con ideales y emergentes de un corazón puro La palabra es como esa parte visible, el iceberg que se asoma, y en nuestro interior se guarda la gran masa. La palabra rompe la muralla del silencio, es el escenario perfecto para sacar ese potencial que llevamos dentro. También los gestos sencillos son alentadores, como un simple saludo, una sonrisa, un abrazo cálido capaz de desquebrajar las barreras de la comunicación. Palabras, gestos, sonidos derriban muros para dar paso a la esperanza y el aliento. La palabra es el vehículo perfecto para realizar la función del Buda, pero también puede ser el parapeto tras el que se esconda nuestra negatividad. Palabras corteses pero faltas de calidez humana; aparentemente altruistas pero manipuladoras o palabras vacías y débiles faltas de convicción y reflejo de una resignada desesperanza. Es nuestra condición de vida la que determina el valor de lo que decimos. Por muy hábiles que seamos en el uso del lenguaje, si nuestras voces no están apoyadas en una fuerte convicción y sustentadas por un corazón misericordioso nunca podrán llegar al corazón del otro. Tal vez, en un primer momento logremos despertar su atención pero nuestro comportamiento discordante con lo que decimos sólo generará decepción y sufrimiento. Hablar, ¿para qué? ¿Para callar la boca a otras personas, refutar, despreciar? Las palabras pueden ser el alimento de la esperanza. Se trata entonces de sumar, de facilitar, de crear oportunidad. Hablar para construir un espacio común, donde se reflejen las ideas, como si de un lago cristalino se tratara, en cuyas orillas reposen las emociones, se intercambien ánimos y se desechen temores, aportando luz a miradas oscurecidas. Hablar, para escuchar. Hablar, para crear. Hablar, para construir. 1) IKEDA, Daisaku et al.: La sabiduría del Sutra de loto, vol. 2, Madrid: Soka Gakkai de España, 2003, pág. 63. 14 Civilización global nº 96 · abril 2013 Sean intrépidos como Nichiren cuando tuvo que actuar y hablar frente a Hei no Saemon-no-jo [la persona más poderosa de la nación]. 2 Las personas que reciben apoyo de otros son fuertes. Son, incluso, invencibles. Con el firme apoyo de buenos amigos, podemos sobrellevar cualquier tempestad adversa y construir una vida de felicidad y de victoria. Brindar aliento significa impartir fortaleza ilimitada.3 Dialogar sinceramente con los demás es una labor sencilla que pasa inadvertida, pero es la manera de forjar los lazos de vida a vida más sólidos y de crear la confianza más inamovible.4 Cuando hablamos con los demás sobre los ideales y principios que expone el budismo del Daishonin, estamos sembrando las semillas de la felicidad en la vida de esas personas. Por lo tanto, no dudemos a la hora de invitar a los demás a dialogar y compartir nuestra filosofía con brillante convicción. La sinceridad con que oremos por la dicha de los semejantes conmoverá su corazón con el tiempo, sin falta. Emprendamos un diálogo profundo y jubiloso, con el valor de transmitir aquello que nos despierta íntima convicción.5 2) Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 521. 3) La palabra japonesa hagemashi (‘aliento’) se escribe con un ideograma chino compuesto por los trazos “ilimitado” y “fortaleza”. 4) Vivir el Gosho, palabras de aliento del presidente Ikeda, nº 7237. 5) Ib., nº 7102. 15