Por lo que respecta a la CLASIFICACIÓN del texto, se trata de un

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COMENTARIO DE TEXTO:
EL MANIFIESTO DE MANZANARES
Por lo que respecta a la CLASIFICACIÓN del texto, se trata de un texto históricocircunstancial en forma de manifiesto o la típica proclamación que un militar lanza a la
nación después de haberse pronunciado. Su contenido es claramente político y se trata
de una fuente primaria.
El texto está escrito en el Cuartel General de Manzanares (en las afueras de
Madrid), y está fechado el 6 de julio de 1854, es decir, unos días después de “la
Vicalvarada” (28 de junio de 1854), pronunciamiento que terminará con los gobiernos
moderados de Isabel II e inicia dos años de gobiernos progresistas (Bienio progresista)
liderados por Espartero y O´Donnell.
El autor es el general Leopoldo O´Donnell, militar que sigue la tradición que
permite la irrupción del ejército en la vida política a través de pronunciamientos que, si
se saldan con éxito, producen un cambio de gobierno, y a veces de régimen. En este
caso actúa como militar progresista, aunque poco después fundará la Unión Liberal que
viene a ser un partido centrista. De 1854 a 1856 formará parte de los gobiernos de
Espartero, y desde esa fecha hasta 1863, gobernará en solitario.
Se trata de un texto oficial, público y de ámbito nacional, teniendo como
destinatario a la nación española.
Del ANÁLISIS podemos decir que la idea principal en torno a la cual gira todo el
texto es fijar “las bases definitivas de la regeneración liberal a que aspiramos” (líneas
21-22). Se trata, dentro del movimiento pendular de la política española del siglo XIX,
pasar del liberalismo doctrinario o moderado a un liberalismo progresista, inspirado, en
última instancia en la Constitución de 1812.
Esta idea principal se puede complementar con las siguientes ideas secundarias:
como primera idea secundaria, la forma que emplean las fuerzas progresistas para
influir en la vida política: el pronunciamiento militar, que se refleja en las primeras
cinco líneas del comentario. Esto comporta dos cosas: la importancia de los militares en
el panorama político español del siglo XIX (y gran parte del XX), y que la normalidad
política no era suficiente para representar todas las ideologías, por lo que algunas de
ellas, generalmente las progresistas, no tienen otra salida para hacerse oír que el
pronunciamiento militar.
La segunda idea secundaria a resaltar son los beneficios que para la nación tiene la
regeneración liberal (4, 8-9), por lo que el pronunciamiento ha tenido una “entusiasta
acogida”.
Por último, los pronunciados presentan su programa de reformas desde la línea 11
a la 19: monarquía limpia de influencias, cambios en las leyes electoral y de imprenta,
rebaja de impuestos, ley de ayuntamientos, restablecimiento de la Milicia Nacional, etc.
Es decir, las viejas reivindicaciones del partido progresista.
Por último, nos centramos en el COMENTARIO: El reinado de Isabel II fue
largo (duró veinticinco años), y se pueden deducir de él una serie de características
comunes: fue un período de tendencia conservadora y de gobiernos autoritarios; la reina
Isabel intervino activamente en la vida política apoyando a los sectores más
conservadores y evitando el acceso al poder de los progresistas, lo que unido a errores e
incapacidades erosionó progresivamente su imagen; la participación de los generales en
el gobierno fue continua, tanto porque la exclusión de la oposición les hacía recurrir a
ellos, como por ser garantes del orden y de la estabilidad; y, por último, hubo una
exclusión de la gran mayoría del país tanto de la vida política como de la mejora de las
condiciones de vida.
Los principales partidos eran dos: primero, los moderados: grupo heterogéneo
formado por terratenientes, comerciantes e intelectuales conservadores, junto con restos
de la antigua nobleza, el alto clero y los mandos militares. Conciben la libertad como un
bien individual, pero anteponen a ella los principios de autoridad y orden social, por lo
que no quieren que las masas participen en la política (sufragio censitario). Asimismo
defienden la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona, la limitación de los
derechos individuales y la confesionalidad del Estado. Sus líderes más destacados
fueron Narváez y Bravo Murillo; y segundo, los progresistas: en ellos predomina la
mediana y pequeña burguesía, la oficialidad media del ejército, las profesiones liberales
y las clases populares urbanas. Defendían las reformas, la soberanía nacional, el
predominio de las Cortes en el sistema político, amplitud de derechos, la ampliación del
cuerpo electoral y la democratización de los poderes locales. Sus principales líderes
fueron Mendizábal, Espartero y Prim.
La primera etapa del reinado de Isabel II es la llamada DÉCADA MODERADA
(1844-1854), que estuvo protagonizada por el general Narváez, impulsor del liberalismo
moderado y del predominio del orden y la autoridad que permitan la normalización de la
vida política, dejando atrás las convulsiones revolucionarias. Para lograrlo no dudó en
reprimir duramente a los progresistas. La Corona y la burguesía terrateniente (fusión
entre los antiguos aristócratas y la nueva burguesía) serán los garantes más fieles del
sistema; un sistema que no dudó en falsear los mecanismos electorales para garantizar el
partido del gobierno. A la oposición no le dejan otra alternativa que la conspiración.
Los gobiernos moderados no consiguieron dar estabilidad política al Estado y
aumentó el descontento de amplias capas sociales, dándose las condiciones para un
levantamiento que provoque un cambio de gobierno.
Así, se inicia la segunda etapa o BIENIO PROGRESISTA (1854-1856). El
levantamiento de progresistas, demócratas y de algunos moderados desembocó en junio
de 1854 en el pronunciamiento de Vicálvaro a cuyo frente se colocó un moderado, el
general O’Donnell que fundó la Unión Liberal. Los sublevados elaboraron el Manifiesto
de Manzanares que demandaba el cumplimiento de la Constitución de 1845, de la
reforma de la ley electoral, la reducción de impuestos y de la restauración de la Milicia
Nacional.
El nuevo gobierno fue presidido por Espartero, con O’Donnell como ministro de
la guerra. Se restablecieron los principios del progresismo (Milicia, elección de los
alcaldes) y se preparó una nueva Constitución, la de 1856, que no fue promulgada.
El gobierno llevó a cabo un ambicioso plan de reformas económicas que
comportó una etapa de expansión económica hasta 1866: una nueva Ley
Desamortizadora (1855), a cargo de Madoz y la creación de una red de ferrocarriles a
través de la Ley General de Ferrocarriles, que ofrecía amplios incentivos a las empresas
que intervinieran, básicamente extranjeras.
Estas medidas reformistas no remediaron la crisis de subsistencias lo que generó
un clima de conflictividad social. Además, empezaron a haber discrepancias dentro de
la coalición gubernamental entre el progresismo más moderado (Unión Liberal) y el
más radical (demócratas). Espartero dimitió y O’Donnell, al frente del gobierno,
reprimió las protestas que dos años antes le habían llevado al poder.
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