Revolución Liberal en el reinado de Isabel II

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Revolución Liberal en el reinado de Isabel II
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1 Introducción
El reinado de Isabel II, constituye el paso de una monarquía absoluta a un estado burgués parlamentario.
Es un periodo complejo desde el punto de vista político: dos regencias, guerras carlistas, cuatro constituciones
y continuos levantamientos revolucionarios.
2 La oposición al liberalismo: carlismo y Guerra Carlista
Fernando VII no había tenido descendencia en sus tres primeros matrimonios, pero en 1829 contrajo
matrimonio con María Cristina de Borbón, que a los pocos meses quedó embarazada. Para garantizar la descendencia de su futuro hijo publicó en 1830 una Pragmática Sanción que elimina la ley sálica, reestableciendo
la sucesión femenina.
Los partidarios de Don Carlos consideraron la medida ilegal. Tras nacer la princesa Isabel el conflicto
quedó abierto, y tras la muerte de Fernando, la Reina María Cristina ocupó la regencia, comenzando así la
Primera Guerra Carlista (1833-1840), en la que se confrontaron el absolutismo con el liberalismo.
Los carlistas eran defensores de Carlos V, que se consideraba el único y legítimo sucesor. El carlismo se
localizó en zonas fundamentalmente rurales y mantuvo su resistencia en las regiones donde se persistía la tradición foral como el País Vasco, Navarra y tierras montañosas de sur del Ebro y Cataluña.
Los liberales y sus partidarios se asentaban en los núcleos urbanos, así como Madrid, el este de Cataluña y
parte de Valencia, Murcia y Andalucía, y eran apoyados por las clases medias ilustradas, burguesía, artesanos y
pequeños comerciantes. Las operaciones militares de la Guerra se desarrollaron en tres fases:
Primera fase (1833-1835). Se caracteriza por los triunfos carlistas del general Zumala Cárregui, pero la
muerte de éste al intentar tomar Bilbao supuso un gran golpe para los carlistas.
Segunda fase (1836-1837). Supuso el fracaso carlista tras el intento de tomar Madrid.
Tercera fase (1838-1840). Las crisis internas de ambos bandos facilitó el acercamiento entre las fuerzas
enfrentadas, que culminó con la firma del convenio de Vergara (1839) entre el general isabelino Espartero y el general carlista Maroto, siendo finalmente derrotados los carlistas en 1840. El convenio de Vergara supuso la aceptación de los carlistas de la princesa Isabel como futura reina de España.
Sin embargo, el acuerdo de Vergara no terminó con el Carlismo, sino que Carlos se exilió a Francia y
transmitió sus derechos a su hijo Carlos Luis, para comenzar así una Segunda Guerra Carlista (1846-1849),
en la que los carlistas fueron vencidos de nuevo. Durante varias décadas el Carlismo permaneció inactivo, pero
en 1872, tras la caída de Isabel II y la llegada del Amadeo I de Saboya, el nuevo pretendiente carlista (Carlos
VII, hijo de Carlos Luis) volvió a levantar a sus partidarios iniciándose la Tercera Guerra Carlista (18721874), en la que también fueron derrotados con Alfonso XII en 1874.
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3 La regencia de María Cristina (1833-1840)
Entre 1833 y 1840, María Cristina gobernó como regente durante la minoría de edad de su hija Isabel.
María Cristina no era liberal, pero el estallido de la guerra carlista y la necesidad de encontrar apoyos, la obligaron a pactar con los liberales moderados. Ello hizo que en 1834 confiara la jefatura de gobierno a Martínez
de la Rosa (liberal moderado), que sustituye a Cea Bermúdez (absolutista moderado).
Es a partir de 1837 cuando las fuerzas políticas del liberalismo adquieren sus rasgos distintivos: moderados y progresistas. Una escisión de los progresistas dio origen al partido demócrata y al partido republicano.
Con una división de los moderados nació la unión liberal, que atrajo a los grupos más conservadores del progresismo, pretendiendo constituirse como una opción centrista entre los dos partidos.
La implantación del régimen liberal comienza con la aprobación del Estatuto Real de 1834, donde se
reservaba a la corona una amplia capacidad legislativa y de veto.
Los ataques carlistas y el descontento de los liberales progresistas ante el estatuto real, provocan una creciente agitación que termina en movimientos revolucionarios contra el gobierno de Martínez de la Rosa en
(1835-1836), lo que obligó a la regente a poner al frente a un liberal progresista como jefe de gobierno, Mendizábal.
El triunfo del progresismo se reflejó en la Constitución de 1837, pero pronto Mendizábal fue destituido
por otro liberal progresista, Calatrava. Esta constitución recogía:
Soberanía nacional.
Amplia declaración de derechos.
Cortes bicamerales, formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado.
El poder legislativo fue confiado al Rey y a las cámaras, el ejecutivo en la Corona, y el judicial en los tribunales.
Ley de Ayuntamiento, en la que los alcaldes eran elegidos por la vecindad.
Tras ser aprobada la Constitución se convocan elecciones, ganadas por los moderados, quienes intentaron
eliminar los elementos más progresistas de la Constitución del 37. Esto provocó la oposición progresista con
juntas revolucionarias. María Cristina en 1840 dimitió a su cargo y Espartero se convirtió en regente en 1840.
4 La regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero disolvió las juntas revolucionarias y convocó nuevas elecciones que dieron la mayoría parlamentaria a los progresistas. Durante su regencia se aisló cada vez más del progresismo y perdió la popularidad que
lo había llevado al poder.
Los moderados aprovecharon esto para realizar conspiraciones encabezadas por los generales Narváez y
O’Donnell. En 1843, Espartero abandonó la regencia y las cortes proclamaron a Isabel II reina con 13 años.
5 El reinado efectivo de Isabel II (1844-1868)
5.1 La década moderada (1844-1854). Constitución de 1845
Las elecciones de 1844 dieron la mayoría a los moderados que formaron un nuevo gobierno presidido
por el General Narváez. El gobierno preparó una reforma de la Constitución progresista de 1837 y aprobó la
nueva Constitución de 1845 que recogió las ideas básicas del moderantismo:
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Soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
Se disuelve las Cortes y veta sus decisiones.
Supresión de la Milicia Nacional.
Declaración de derechos muy restrictivos con las libertades.
Los moderados firmaron el 1851 el Concordato con la Santa Sede para mejorar sus relaciones con la Iglesia. En este Concordato el Papa reconocía a Isabel II como reina y aceptaba la pérdida de los bienes a cambio
del compromiso del Estado de financiar la Iglesia y de entregarle el control de la enseñanza y la censura.
Los moderados intentaron también consolidar la estructura del nuevo Estado Liberal mediante leyes y
reformas. Los gobiernos moderados manipularon las elecciones y redujeron la importancia del poder legislativo. Durante el gobierno de Bravo Murillo de 1852, aumentó el descontento social dando lugar a la Revolución de 1854 que permitió a los progresistas regresar al poder y poner fin a la Década Moderada.
5.2 El bienio progresista (1854-1856). La Constitución de 1856
Así comenzó el Bienio Progresista, donde progresistas, demócratas y algunos sectores moderados protagonizaron el pronunciamiento de Vicálvaro al frente del moderado O’Donnell. Los sublevados elaboraron el
llamado Manifiesto de Manzanares donde se pedía una regeneración liberal.
Cuando la situación se calma la reina nombra como jefe de gobierno a Espartero, que intentó restaurar
los principios del progresismo con la nueva Constitución de 1856.
Su gobierno llevó a cabo un plan de reformas económicas que provocaron huelgas, levantamientos, motines y la dimisión de Espartero. Así, la reina confió el gobierno a O'Donnell.
5.3 El desmoronamiento de la monarquía isabelina (1856-1868)
Tras un breve gobierno de O'Donnell, los moderados, dirigidos por Narváez, gobernaron hasta 1858.
Tras la grave crisis de subsistencia de 1857, Narváez presentaba su dimisión a la reina que llamó de nuevo a
O'Donnell.
El llamado «gobierno largo» de O'Donnell fue una etapa de estabilidad política combinando elementos
moderados y progresistas. La estabilidad económica y política indujeron al gobierno a llevar a cabo una política exterior, pero el fracaso del programa de la Unión Liberal originaron la caída de O'Donnell en 1863.
Los años que transcurrieron entre 1863 y 1868 supusieron el retorno de Narváez al poder y, por lo tanto,
de los principios del moderantismo. Sin embargo, las disputas internas, las conspiraciones y los intentos de
pronunciamiento evidenciaron la debilidad del gobierno:
La reina quedaba cada vez más desprestigiada.
Castelar fue destituido, provocando «los sucesos de la noche de San Daniel»: manifestación de estudiantes
en la Puerta del Sol que indignaron a la opinión pública y obligó a la reina a llamar a O'Donnell.
A comienzos de 1866, el general Prim se sublevó contra el gobierno y fracasó, así que continuó conspirando contra Isabel II desde el extranjero con la ayuda de progresistas y demócratas.
En junio de 1866 hubo un nuevo pronunciamiento militar en el Cuartel de San Gil de Madrid. Dos
meses más tarde se firmaba allí el Pacto de Ostende entre el partido progresista y los demócratas para desalojar del trono a Isabel II.
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6 Conclusión
En los primeros días de septiembre de 1868 se preparó el pronunciamiento, que debía tener lugar en
Cádiz. El día 18 el almirante Juan Bautista Topete se subleva en Cádiz cuyo manifiesto se convertiría en
símbolo de la Revolución de 1868, conocido también como «La Gloriosa». Como consecuencia de estos
acontecimientos la reina se vio obligada a exiliarse, con lo que acabó el reinado de Isabel II.
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