EL CREPUSCULO DE LOS DIOSES Una conseguida mezcla de humor negro y cinismo FICHA TÉCNICA: Título original: Sunset Boulevard Nacionalidad: EEUU Año: 1950 Dirección: Billy Wilder Guión: Charles Brackett, Billy Wilder, D.M. Marshman, Jr. (basado en la historia A Can of Beans de Charles Brackett y Billy Wilder) Producción: Charles Brackett Dirección de Fotografía: John Seitz Montaje: Doane Harrison, Arthur Schmidt Dirección Artística: Hans Dreier, John Meehan Música: Franz Waxman Diseño de Vestuario: Edith Head Reparto: William Holden (Joe Gillis), Gloria Swanson (Norma Desmond), Erich von Stroheim (Max von Mayerling), Nancy Olson (Betty Schaefer), Fred Clark (Sheldrake), Lloyd Gough (Morino), Jack Webb (Artie Green), Cecil B. DeMille (El mismo), Hedda Hopper (Ella mismo), Buster Keaton (El mismo) Duración: 110 min. (B/N) Estudio: Paramount Oscar 1950 (23ª ed.): SINOPSIS: Mejor Guión Original (Charles Brackett, Billy Wilder, D.M. Marshman, Jr.) Mejor Dirección Artística (Hans Dreier, John Meehan) Mejor Música (Franz Waxman) En una vieja y lujosa mansión de Hollywood aparece el cadáver de Joe Gillis en la piscina. El propio cadáver nos contará en un largo flash-back cómo llegó a esa situación. En la mansión vive Norma Desmond antigua estrella del cine mudo. Es en ese lugar donde el guionista Joe Gillis narrará todos los acontecimientos acaecidos junto a la diva. HOJA INFORMATIVA Nº 85 Octubre 2005 COMENTARIOS: Una vez terminada la 2ª guerra mundial en 1945, América, dos años más tarde, se verá envuelta en dos conflictos que afectaron de manera directa a la industria cinematográfica. Por un lado el conflicto conocido como “la guerra fría” que la enfrentó a la comunista Corea del Norte y, como consecuencia de ello, la histeria desatada sobre la amenaza comunista. Estos son acontecimientos que llegan hasta Hollywood con terribles consecuencias. Hablo, claro está , de la conocida caza de brujas, un periodo de fascismo convulso bajo la advocación del reaccionario senador Joseph McCarthy y su comité de Actividades Antiamericanas formado en el año 1947. Se trataba de confirmar la tesis de que el cine de Hollywood estaba dominado ideológicamente por los adictos a aquella ideología. En este ambiente enrarecido, Billy Wilder, vienés, que abandona su país, huyendo del terror nazi y de Hitler e instalado en Hollywood como muchos ilusWilder tres directores europeos, es donde realizará una de sus obras maestras, Sunset Boulevard (El Crepúsculo de los dioses). Hay que reseñar que todos ellos ejercieron una notable influencia en el cine americano. Su herencia cultural y sus traumáticas experiencias aportaron al cine americano exotismos, sofisticación e ingenio y, al mismo tiempo, es el caso de Billy Wider, una obra impregnada de amargura y pesimismo ausentes de las visiones mucho más optimistas de directores nacidos en América como Howard Hawks y King Vidor. La sensibilidad europea impregnó todos los géneros, y la influencia de Billy Wilder en sus magníficas sátiras, thrillers, e historias de amor quedaron patentes en su producción y marcó estilo en otros directores. El Crepúsculo de los dioses, fundamentado en un sólido guión del mismo Wilder y su colaborador por muchos años Charles Bracket, narra una sórdida historia en torno a una vieja estrella del cine mudo ansiosa de su vuelta al cine. Wilder, en una conseguida mezcla de humor negro y cinismo, envuelve la historia de acordes fúnebres, donde las luces juegan a claroscuros donde se mezclan sombras y destellos evocadores del cine mudo, precisamente para contar la muerte de una época. El canto del cisne de unos seres que llenaron las pantallas y desplegaron todo el glamour, refugiados ahora en un enorme panteón. Un título, el del film en su versión española, esta vez acertado, El crepúsculo de los dioses, cargado de resonancias wagnerianas, no hacen sino confirmar el carácter ácido y demoledor del cine de Wilder, quien de manera sutil y manejando la cámara, hábilmente sostenida, como dije antes, por un guión de sólida estructura, nos lleva a través de imágenes impregnadas de un barroquismo decadente, llenas de morbosidad y crueldad al centro de la historia, la famosa actriz del cine mudo Gloria Swanson, quien permanecía alejada de la pantalla desde 1932, y que, como a otras divas, la llegada del sonoro (1930) supuso el fin de su vida profesional. Era Norma Desmond rodeada de otros cadáveres exquisitos: Búster Keaton, Erich von Stroheim, momias del cine sin palabras, acólitos inexpresivos al servicio de la dama, en un castillo, casi un altar viviente de otros tiempos dorados. Junto a ellos, un joven y apuesto William Holden, como el escritor de guiones que se ve atrapado en el laberinto de la ambición y la gloria inútiles. En una genial pirueta, propia del genio, el filme se salta por primera vez una regla, la de la verosimilitud, haciendo que la historia sea contada por un muerto y de esta manera sepamos cuál es su final. A pesar de ello, la factura fílmica es de tal magnitud, que el espectador olvida ese aspecto y queda envuelto en un relato alrededor de la muerte, de la decrepitud, la decadencia. El espacio escénico cobra un gran protagonismo. Una mansión en la que sentimos el peso de una exuberante y barroca decoración. Casi sentimos esas enormes cortinas llenas de polvo, una sala de estar con muebles recargados, un órgano de tubos y cientos de fotografía de la diva. Desde mi personal punto de vista, Billy Wilder traza un paisaje demoledor de un Hollywood que existió y existe, que persigue la gloria y la fortuna en una sociedad, donde sólo tienen cabida el éxito y la fama, aunque efímera, y el dinero. Luego, el olvido. En efecto, con esta visión, el filme provocó reacciones violentas que recorrieron todo el camino que separa la pura excitación del puro terror. Louis B. Mayer, magnate de la MGM (delator en la caza de brujas) se enfureció terriblemente; “Ha deshonrado la industria que le da de comer”. Todo tenía que ser políticamente correcto. Pero de todas las críticas me quedo en síntesis, con la de un periodista de New York: “Como estudio de la codicia y la frustración, del cambio y la decadencia, ese film es supremo”. El tiempo detenido. El instante de la muerte. Años más tarde, Billy Wilder en su film Fedora (1978), volverá a aquellos fantasmas del Sunset Boulevard rememorando nostálgicamente el viejo Hollywood y lanzando una despiadada mirada sobre el nuevo. Quedan patentes para siempre dos premisas esenciales del director vienés: su preocupación por la solidez narrativa y la construcción de personajes. Luis Maccanti Aula de Cine de la ULPGC