Un, Dos, Tres Un, Dos, Tres

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Un, Dos, Tres
Un filme lleno de diálogos ingeniosos y con un ritmo arrolladoramente veloz
FICHA TÉCNICA:
Título original: One, Two, Three
Nacionalidad: EEUU
Año: 1961
Dirección: Billy Wilder
Guión: I.A.L. Diamond, Billy Wilder
(basado en la obra Egy, Kettó, Három de Ferenc Molnár)
Producción: Billy Wilder
Dirección de Fotografía: Daniel Fapp
Montaje: Daniel Mandell
Dirección Artística: Alexander Trauner
Música: Andre Previn
Reparto: James Cagney (C.R. MacNamara), Horst
Buchholz (Otto Ludwig Piffl), Pamela Tiffin (Scarlett Hazeltine), Arlene Francis (Phyllis MacNamara), Lilo Pulver (Ingeborg), Howard St. John
(Hazeltine), Hanns Lothar (Schlemmer), Lois Bolton (Sra. Hazeltine), Leon Askin (Peripetchikoff),
Peter Capell (Mishkin), Ralf Wolter (Borodenko),
Karl Lieffen (Fritz)
Duración: 115 min. (B/N)
Estudio: United Artists
SINOPSIS:
Las peripecias de un dirigente de Coca-Cola, C.R.
MacNamara, responsable de la factoría situada en Berlín Oeste en plena guerra fría. La llegada de la hija del
director general, trasladada por su padre de un lugar a
otro para apaciguar su fogoso temperamento, provocará una "revolución" en el seno de la familia McNamara.
HOJA INFORMATIVA
Nº 88
Octubre 2005
COMENTARIOS:
Tras el rotundo éxito de El Apartamento, el director y guionista vienés
decidió afrontar nuevos retos en su siguiente proyecto: adaptar la obra
de Ferenc Molnàr “Egy, Kettó, Három” que había triunfado en los escenarios de Budapest treinta años antes. El guión de Wilder y su inseparable
I.A.L. Diamond, lleno de diálogos ingeniosos y con un ritmo arrolladoramente veloz (acompasado por los arreglos de Andre Previn sobre “La
danza del sable” de Aram Khachaturian), trasladaba la acción al Berlín
dividido de 1961. Una ciudad en la que comunistas y capitalistas convivían a escasos metros, suponía el escenario perfecto para ambientar la
gran farsa sobre la “Guerra Fría” que acabaría siendoUn, Dos, Tres. La
película aborda temas sociales ya tratados por Wilder con anterioridad.
La alienante y depravada vida empresarial americana vista en El Apartamento, cimentada en la ambición, el dinero y la posición social se refleja nuevamente en la figura de C.R. MacNamara, personaje al que James Cagney en su último papel protagonista (reaparecería en los años ochenta en Ragtime de Milos Forman), se
adapta a la perfección. Está francamente espectacular como el perfecto ejecutivo americano: emprendedor, ambicioso,
eficiente, seductor e ingenioso pero a la vez embustero, rastrero, oportunista, nihilista y adúltero. La clara vocación de
sátira política del film, lo convirtió sin embargo en un producto más difícilmente digerible que los anteriores. La fórmula de Wilder resulta más ácida y corrosiva que de costumbre, reemplazando el tono tragicómico por un humor incisivo, que resultó de mal gusto para la época. Pese a que años después justificaría la mala acogida del público y la crítica, en el recrudecimiento del conflicto durante la producción del film, estaba claro que abordar un tema tan espinoso
durante la era Kennedy levantaría ampollas y Wilder lo sabía. Ansiaba ser políticamente incorrecto. Para él suponía
estar más próximo a la vida real y más alejado de la ficción edulcorada que inundaba entonces todas las producciones
hollywoodienses. Desde esa perspectiva, la incorrección de Un, Dos, Tres la convierte sin duda en una de las películas
más honestas que se hayan filmado. La mayor parte de sus ataques van dirigidos evidentemente hacia un sector soviético militarizado, cuya principal actividad se reduce a espiarse los unos a los otros y desfilar con emblemas de “Yankees go home” entre edificios ruinosos y coches que se caen a pedazos. Por el contrario, la zona occidental tutelada
por los aliados es una urbe moderna que mira hacia un futuro lleno de prosperidad y progreso, y donde el pueblo “disfruta” de las bendiciones de la democracia, las cuales llegan desde Estados Unidos embotelladas y con sabor a CocaCola (empresa para quien trabaja MacNamara). Ambos sistemas se alimentan de su propia demagogia, pero hacia el
capitalismo por razones obvias, la crítica es sensiblemente más sutil aunque no menos mordaz. Cuando la película se
estrenó, la situación no era la misma que al inicio del proyecto. La ciudad antes dividida ideológicamente, lo estaba
ahora además por una barrera física de 120 de kilómetros. En agosto de ese año 1961 los soviéticos levantaron el
tristemente célebre Muro, para evitar las huidas de ciudadanos “descontentos” al sector oeste, el cual quedaba de esta
manera aislado tras el Telón de Acero. Un, Dos, Tres había pasado de una iconoclasta, divertida y original comedia, a
ser vista como un insulto cargado de desprecio y burla hacia los berlineses y su sufrimiento. Nada más lejos de la realidad. Si hay algo que Wilder deja ver entre líneas, es una clara sensación de desencanto ante el sometimiento del
pueblo alemán por ambos bandos. Las reverencias heredadas del nazismo se dirigen ahora hacia los nuevos amos. Los
berlineses del oeste como el fiel ayudante Schlemmer, se cuadran ante
berlineses
sus jefes capitalistas, relojes de cuco con forma de “Tio Sam” y ante lo
que haga falta. Los del este como Otto (un histriónico y excesivo Horst
Buchholz), desfilan con los emblemas de sus nuevos líderes y defienden la dogmática doctrina comunista con mayor afán si cabe que los
propios rusos. A los ojos de Wilder, la actitud de ambos ante el nuevo
régimen era la del Doblepensar que enunciara Orwell en su novela
“1984”: inducirse conscientemente a la inconsciencia y el olvido, y
luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado
un acto de autosugestión (“Naturalmente, a usted nunca le gustó
Adolf” “¿Adolf qué?”). Y lo peor es que al final todos los protagonistas
se marchan, abandonando a los berlineses en la incertidumbre. Así los
encontraría Wim Wenders tras veinticinco años de olvido en El cielo
sobre Berlín. Poco después el Muro caería y la película se reestrenaría
con gran éxito en Alemania. “Se había convertido en una viñeta histórica sobre la
necedad de los rusos y la estupidez de los
americanos”, dijo Wilder entonces con un
cierto tono de amargura.
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