Recompensa: se busca vivo o muerto.

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 Recompensa: se busca vivo o muerto. Fecha: 11 ‐ 03 – 2008 Por: elconfesor Cada Semana Santa nos escandalizamos con la memoria de Judas que vendió a Jesús por 30 monedas de plata. Lo calificamos con los peores adjetivos por la venta de una persona al poder de turno a cambio de dinero, pero no vemos nuestra propia actitud frente a las recompensas de sangre. Miro con terror el hecho de trasladarnos a los escenarios del antiguo Oeste donde se colocaban en plazas públicas las fotos de los señalados por la ley con un letrero que anunciaba “se busca vivo o muerto… Recompensa”. Motivando a los ciudadanos a tomar la justicia por sus manos. Se incitaba a que los interesados en el dinero se convirtieran en testigos, jueces y verdugos. Parecería que estos momentos de anarquía y barbarie habían pasado pero se vuelven a observan en versiones contemporáneas. El pagar por la muerte del enemigo recuerda crueles épocas de nuestra nación en las cuales los sicarios impartían sentencia a cambio de dinero contra políticos. Recuerda también las tristes escenas de policías asesinados en Medellín por los capos de las drogas que pagaban un millón por cabeza; recuerda las cruentas guerras entre pandillas y grupos de delincuentes que enviaban mercenarios pagados para saldar “cuentas”. Parece que no hemos aprendido de estas terribles lecciones y seguimos pensando que se puede combatir fuego con fuego. ¿A dónde llegaremos si legalmente se paga a los asesinos de los enemigos? ¿A dónde se llegará si autorizamos que los particulares tomen justicia por su propia mano? ¿Dónde queda nuestro sistema de justicia? ¿Se está estableciendo “legalmente” la pena de muerte? ¿Quién parará un nuevo capítulo de muerte con una cadena de retaliaciones? Puede ser que el pensamiento de que el “fin justifica los medios” nos lleve a actuar igual o peor que aquellos que son combatidos por sus acciones criminales. El pensamiento de “divide y vencerás” puede ocasionar no sólo una división entre los grupos al margen de la ley sino en todo el entorno nacional con grandes heridas de desconfianza, venganza y violencia. La creencia de que el “enemigo de mi enemigo es mi amigo” puede encubrir alianzas peligrosas que llevan un día a mostrar a un individuo como criminal y al otro día como un héroe. ¿Cuántas monedas de plata valen nuestros compatriotas? qué precio justifica matarlos, secuestrarlos, olvidarlos, desplazarlos. Mucho del dinero que recorre nuestro país esta manchado de sangre que nos salpica a todos ¿estará bien aceptar que se asesine a otro sea quién sea a cambio de una recompensa? La violencia no se combate con violencia, bien no lo recuerda una escena del prendimiento en el huerto “En esto uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le llegó la oreja. Dísele entonces Jesús: “Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñan espada a espada perecerán”. Mt. 26, 51‐52. Solo el amor puede restituir la justicia y no las espadas como tantas veces lo ha constatado la historia. Desde nuestros valores religiosos profundos apostémosle al perdón, a la justicia y a la solidaridad como escenarios donde sean posibles la reconciliación y el encuentro de tantos hermanos colombianos victimas de una tormenta de guerra que termina opacando las hermosas riquezas que llenan nuestros país. Ninguna moneda de plata vale la vida de una persona aunque se pague en dólares. 
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