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« S iddharta »
Desde la más temprana infancia, la música y las impresio-
nes de la India son una misma cosa para Hesse; son la herencia Gundert en su casa paterna. Así que los comienzos
de Siddharta se remontan aún más atrás que los de Demian.
El amigo, que esta vez es guía, se encuentra ya en la fiesta del bautizo de Hesse, en Calw, y tiene dos figuras: es el
abuelo Gundert, que junto a su diccionario del malabar ha
confeccionado también un libro de canciones malabares;
y es, sobre todo, el padre del poeta, ese humilde, modesto,
insignificante Johannes Hesse, que también como escritor
merece todo el respeto en unión con su hijo.
Las canciones malabares del abuelo no eran en absoluto
únicamente una publicación literaria o erudita destinada al
mundo exterior. El propio Hesse señalaba (con ocasión de
sus Canciones de poetas alemanes) que «nuestros padres,
y más aún nuestros abuelos, no sólo sabían leer, sino que
también recopilaban poemas en gran número, los copiaban, los aprendían de memoria». No dice que también cantaban esas canciones, y que ésa es la verdadera prueba del
valor de una canción; pero en la casa de Hesse, en Calw, se
cantaban incluso las canciones malabares; la erudición no
se quedaba en los tomos. La hermana del poeta me escribió
expresamente: «En Basilea estábamos casi únicamente con
niños de la misión, cantaban toda clase de poemas malabares y conocían a todos los jóvenes hermanos que se formaban en la casa de la misión». En casa del abuelo, en Calw,
había además un armario con objetos indios, pequeñas imágenes de Krishna, toda clase de figurillas vestidas; «tam
hermann hesse
bién teníamos, de la época india de mi madre, vestidos muy
hermosos del norte de la India, algunos mahometanos, con
los que a menudo nos disfrazábamos. Pero más importante
que todo esto era, sin duda, el trato constante con la India».
También el origen de Siddharta tiene una historia, más
que los otros libros del poeta. La obra se terminó en el Tesino en 1922. Pero la primera parte, hasta el momento en
que aparece Kamala, remite a la vecindad de los Cuentos.
Esa primera parte fue escrita el mismo año de su aparición,
1919, y se publicó en el Neue Rundschau. También la posterior evolución del libro, hasta el momento en que Siddharta
busca la muerte en las aguas y de pronto encuentra junto a sí
a su amigo Govinda, surgió ya en el invierno de 1919. Luego se produjo una pausa de casi año y medio, que sólo cabe
explicar porque el tema de Siddharta, cuya localización es
anterior, se cruzó con la experiencia de Klingsor de 1919.
El tono de cuento de la primera parte, la separación del
padre e incluso la dedicatoria a Romain Rolland presentan
amplias reminiscencias de la primera época de Berna. Pero
todavía el episodio de Kamala de la segunda parte contiene
decisiones esenciales tomadas ya en Berna. Nuevos son los
intensos estudios religiosos de los años que van de 1919 a
1922, y nuevo es, en su conjunto, un distinto carácter de la
música. Antes, incluyendo el Klingsor, la música de Hesse
era comparable a la oscura y abigarrada dulzura de las vidrieras medievales. Ahora, esa música recibe un rayo de luz
desde arriba, desde la máxima altura. Ahora se llena de la
luz del día y del sonriente esplendor de Dios.
He expuesto cómo se desarrolló en la época de seminarista la disputa con el padre. Pronto, con los primeros éxitos del poeta, y sin duda con la muerte de la madre, se produce un cambio en la relación con el padre. Desde luego, tal
cambio no supone un entendimiento mutuo en cuestiones
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religiosas, pero sí un intercambio que vuelve a ser más íntimo. Es conmovedor ver que el padre, en un librito destinado a consolar a los que sufren, escrito en 1909, cuando ya
no vive en Calw, sino en Kornthal, cita un pasaje del Peter
Camenzind de su famoso hijo. Es, significativamente, un pasaje que se refiere a la inclinación franciscana de Camenzind
hacia su amigo inválido, y en el que se dice: «Empezó para
mí una época buena y satisfactoria, de la que me alimentaré
toda mi vida». Recomendaría mucho a los filólogos que se
ocupan de Hesse ese librito (Buenos consejos para dolien­
tes, tomados del salterio israelita), y en general los escritos
del padre desde ese momento. Contienen una buena parte
de la historia del origen y el trasfondo de Sid­dharta. Porque el preceptor Lohse de Gertrud, que expone la doctrina
del karma y del destino, no es otro que el padre del poeta. Él es, con total independencia de los lazos de sangre,
el primer amigo y también el primer mistagogo de su hijo.
«Besad a vuestro hijo», reza uno de los capítulos de
Buenos consejos. En él se alude también a la oposición entre el cristianismo personal y el Oriente impersonal, a los
brahmanes y a Buda, a Confucio y a Lao-tse, a los que más
tarde el poeta veneró intensamente. No es inverosímil que
Hesse visitara a su padre y le pidiera consejo acerca de las
angustias experimentadas antes de escribir Gertrud, obra
en la que, por primera vez en sus escritos, se refiere a la doctrina del karma y a la teosofía. También el Diván de Oriente
y Occidente, de Goethe, aparece citado a menudo en el librito del padre; parece haberlo conocido bien. Sus lecturas
se atienen a las cumbres de la literatura; su personalidad, si
se comparan los retratos posteriores con los primeros, ha
Guter Rat für Leidende aus dem altisraelitischen Psalter, Basilea,
1909. (N. del A.).
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hermann hesse
crecido de forma extraña. El músico enfermo del espíritu
dice aún en Gertrud: «La doctrina contradecía directamente mis sentimientos, sabía un poco a catecismo y clase para
confirmantes, cosas en las que yo, como cualquier joven
sano, pensaba con aversión y desprecio». Pero en En el ca­
mino, concretamente en los poemas actuales, aparece también (septiembre de 1914) el «Bhagavad Gita»:
Guerra y paz valen por igual,
pues no hay muerte para el reino del espíritu.
Ya suba, ya descienda la balanza de la paz,
se mantiene impertérrito el dolor del mundo.
Ya mucho antes, en 1911, en la época del viaje a la India,
en el Sueño de Singapur, se ha atenuado la figura del padre.
«No te enseño, tan sólo te recuerdo», dice la voz familiar.
En 1913, aparece un libro del padre, De la vida de Henry
Martyn, cartas y diarios, que es la historia de un misionero
en la India y en Persia. Johannes Hesse dispone de una gran
escala de recursos de presentación. Sus intereses políticoreligiosos, culturales y etnográficos muestran desde una
múltiple iluminación la imagen de aquel mártir evangélico.
A este libro tan sólo le falta la música del lenguaje para ser
elevado a obra maestra de la literatura memorialística. Y es
curioso: en el mismo año 1913 se publica el libro de su hijo
Desde la India, cuya pieza más importante es la narración
«Robert Aghion», que es también la historia de un misionero. Comparada con los conocimientos del padre, es casi
monótona y escasa; pero tiene música, tiene ese algo que
distingue al poeta del escritor.
Pero sigamos. En 1914, el padre publica en la colección
de estudios de la misión de Basilea un folleto, Lao-tse, un
testigo precristiano de la verdad; y en 1914, en un fragmen
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to de una novela interrumpida por la guerra, La casa de los
sueños, encuentro en el hijo los primeros indicios de estudios chinos. Estos estudios aparecen luego con fuerza en
los Cuentos y más adelante en Klingsor, para llegar por fin,
en Breve curriculum, a aquella divertida puesta en práctica
del libro de magia chino I Ching, cuyas instrucciones sigue
el autor: sube a un vagón de ferrocarril que él mismo ha
pintado y se marcha para siempre, al estilo chino.
En 1916 muere en Kornthal el padre del poeta. El conmovido epitafio del hijo está en el Libro de estampas.
Vi mi vida, mirando hacia atrás, no como un valle de caprichosas
formas—dice—, sino como una única carretera, dura, recta, de
implacable necesidad, que venía del padre y volvía a él… Aunque no fuera un santo, estaba hecho de la rara materia de la que
se hacen los santos… Ahora volvía a verle por entero…, la noble
y alta frente y todas sus hermosas superficies, la elevada bóveda
de los párpados cerrados sobre unos ojos ciegos… Y toda la nobleza, caballeresca y superior, que había tenido en su ser, estaba
escrita con toda claridad en su rostro, como la dignidad en una
tranquila cumbre nevada… Sólo ahora veía toda su realidad y
grandeza… Hasta ahora mi vida había sido un camino en cuyos
inicios me detenía mucho en el amor, en la madre y la infancia, un
camino que a menudo recorrí cantando y a menudo disgustado,
y al que a menudo maldije…, pero el final de ese camino nunca
había estado claro ante mí…, la muerte me parecía tan sólo el
punto casual en que esa energía, esa vibración y ese pulso se paralizarían y extinguirían un día.
Ahora veía la grandeza y la necesidad en ese azar, y sentía mi
vida atada por ambos extremos y determinada, y veía mi camino
y mi misión de recorrerlo hacia su fin como la culminación, y madurar y acercarme a ello como la más solemne de las fiestas.
Sólo ahora, a partir de 1916, empieza a ocupar al poeta la
solución de aquel otro gran tema que había llenado sus años
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