Epílogo (Adobe PDF, 63 KB)

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Epílogo de Volker Michels
Entre los famosos impresores suizos tales como Wilhelm Stämpfli, Max Rascher, Emil
Oprecht y Henry Tschudy, a los que Hermann Hesse encargó sus numerosas impresiones
privadas confeccionadas con gran estilo para que sus amigos y corresponsales
epistolares tuvieran acceso a sus más recientes poemas, reseñas y otros pequeños
trabajos (con frecuencia mucho antes de que se pudieran incluir en sus libros), está
también el impresor de libros Hans Fretz (1888-1955), de Zurich. Hijo del litógrafo Rudolf
Fretz, que en 1860 fundó en Zurich una famosa imprenta y poco después una de las
tiendas de papel y artículos de oficina más importantes de la ciudad, Hans Fretz se hizo
cargo en 1916 de la dirección técnica de la empresa paterna. En 1928, junto con Günther
Wasmuth, fundó la editorial Fretz & Wasmuth Verlag en la que, entre otras obras, además
de la primera edición de recopilación de las poesías de Hermann Hesse, en 1943 también
apareció su gran obra de madurez “Das Glasperlenspie” (“El juego de abalorios”), una vez
que resultó imposible publicar sus libros en la Alemania nacionalsocialista.
El lector y asesor literario de la editorial era el Dr. Walther Meier (1898-1982), amigo de
Hesse, que probablemente estableció el contacto entre Hans Fretz y el poeta.
La relación personal comenzó el 6 de mayo de 1931. Mientras buscaba un título atractivo
para sus “Züricher Drucke” (“ediciones de Zurich”) bibliófilas, de las que por aquel
entonces ya había cinco tomos (entre otros de J. Gotthelf, Dante y C.F. Meyer), Hans
Fretz visitó al poeta en Montagnola y le pidió que le redactara un pequeño manuscrito
para la sexta edición de sus publicaciones para bibliófilos. Hesse siempre estaba
dispuesto a colaborar en este tipo de planes, y pronto le envió a Fretz el manuscrito de un
librito de 43 páginas con diez poemas y otros tantos dibujos a plumilla coloreados con
acuarela de paisajes de Tessin. Se publicó durante el cambio de año 1931/32 como
edición privada con lomo de pergamino y títulos pegados: “Jahreszeiten. Zehn Gedichte
mit Bildern von Hermann Hesse” (“Estaciones del año. Diez poemas con ilustraciones de
Hermann Hesse”), en una tirada de 500 ejemplares numerados y una dedicatoria a Josef
Englert, amigo de Hesse. Al autor le gustó tanto esta presentación impresa sobre papel de
tina y provista de un fino estuche, que se la agradeció Hans Fretz con un regalo especial.
Le envió una copia ilustrada de su cuento “Piktors Verwandlungen” (“Las
transformaciones de Piktor”), entonces apenas conocido. Este maravilloso manuscrito
pasó en julio de 1990 a ser propiedad de la Caja de Ahorros de Calw, la ciudad patria de
Hesse, que con motivo de la celebración del 125 aniversario del nacimiento del poeta lo
hizo accesible a su gran círculo de amigos en una reproducción asombrosamente fiel al
original.
La primera reproducción en facsímil de un manuscrito de este cuento apareció en 1954 en
la editorial Suhrkamp con unas ilustraciones algo distintas. En su epílogo, el autor observó
por aquel entonces: “El cuento de Piktor se escribió hace más de treinta años... lo pinté y
lo dibujé para una mujer amada. Hasta hoy sólo se podía adquirir como manuscrito. En
años anteriores lo copié varias veces y dibujé ilustraciones, cada vez un poco distintas.
Junto con los ‘Zwölf Gedichten’ (‘Doce poemas’), que hoy escribo ocasionalmente a mano
y que ilustro con pequeños paisajes, durante muchos años me ha permitido sacar a
amigos de apuros, pero ocasionalmente, en épocas de propia necesidad, también me ha
servido a mí como una pequeña fuente de ingresos. Por cierto, también se imprimió una
vez, pero sin ilustraciones y en una edición única muy corta (Chemnitz, Gesellschaft der
Bücherfreunde, 1925). Ahora que ya no puedo escribir e ilustrar Piktor con mi propia
mano, ya no tengo nada en contra de verlo reproducido.”
La “mujer amada” para la que escribió el cuento en septiembre de 1922 es Ruth Wenger
(1897-1994), que fue la segunda esposa de Hesse desde 1924 hasta 1927. En julio de
1919 conoció a la hija de la escritora suiza Lisa Wenger, que entonces tenía 21 años. La
excursión a la casa de verano de los Wenger en el pueblo de Carona, próximo a Tessin,
se describe en el capítulo “Der Kareno-Tag” (“El día de Carona”) del relato “Klingsors
letzter Sommer” (“El último verano de Klingsor”). En él dice: “Hoy canta un pájaro que es
un ave de cuento..., despierta a la princesa dormida y sacude el entendimiento de las
cabezas. Hoy florece una flor que es azul y sólo florece una vez en la vida, y quien la coge
alcanza la felicidad.” Cuando se encuentra con Ruth Wenger, la “princesa dormida”, se da
cuenta de que “siempre fue así: la vivencia nunca llegó sola, siempre iba precedida de
pájaros volando, siempre la precedían mensajeros y signos de aviso”. En él, Piktor (=
pintor) se siente como en el paraíso, del cual trata el cuento de sus transformaciones.
Está constituido por la variopinta multiplicidad de la vida y la libertad, que puede cambiar a
voluntad. Toda la evolución se encuentra allí en un continuo movimiento de metamorfosis
hacia delante y hacia atrás, de lo mineral a lo vegetal, de lo vegetal a lo animal. Ya en el
cuento anterior de Hesse “Kindheit des Zauberers” (“Infancia del mago”) dice: “¡Qué pocas
cosas sólidas, estables y permanentes había! Todo vivía, sufría modificaciones y deseaba
el cambio, estaba al acecho de la disolución y el nuevo nacimiento.” Lo que más fascina a
Piktor son los árboles, pues algunos de ellos tienen algo especial que a él le falta. Reúnen
lo masculino y lo femenino, el sol y la luna, es decir, el antiguo dualismo chino del yin y el
yang taoísta, la bipolaridad de la vida. Pero también hay árboles muertos. En uno de ellos
acecha la serpiente del paraíso y utiliza la añoranza de Piktor aconsejándole que con
ayuda de la piedra mágica cumpla su deseo de convertirse en un árbol y fijar así su
desarrollo. Él cede a la tentación, se convierte en árbol y es feliz hasta que se da cuenta
de que ha perdido la capacidad de nuevas metamorfosis. Desde ese momento empieza a
envejecer. Sólo el anhelo de una muchacha hacia ese árbol solitario le libera de la
inmovilidad. Y como no es la serpiente, sino el pájaro mágico el que le trae el cristal de los
deseos, se cumple su petición de hacer feliz al árbol Piktor, que entonces se convierte de
la mitad en un todo, el individuo se convierte en una pareja y como “árbol de la vida”
recupera la libertad del paraíso, es decir, la capacidad ilimitada de transformación.
Esto es lo nuevo y lo no convencional en el cuento de Hesse escrito después de la
Primera Guerra Mundial, el hecho de que sin arbitrariedad irracional representan las
“casualidades” y las fuerzas transformadoras que parecen magia y que están ocultas en la
realidad. Atadas por la rutina, no se pueden desarrollar a menos que la presión del
sufrimiento o un espíritu independiente las reconozca o las libere de su anquilosamiento, y
así produzca supuestos milagros. A diferencia de sus predecesores románticos, del
“Cuento” sobrecargado de simbolismos de Goethe, que apenas es comprensible ya sin
comentarios, y del principio de la “confusión romántica” (Friedrich Schlegel) que siguen los
poemas de cuentos de Ludwig Tieck, E.T.A. Hoffmann y Clemens Brentano, los cuentos
de Hesse siempre están vinculados a la vida y permanecen fácilmente en el recuerdo.
También ellos son cuentos artísticos, pero no artificiales. Lo mágico en ellos se dirige
hacia la capacidad de desarrollo y de cambio del ser humano, que para Hesse no se
agota en absoluto con la pubertad.
La historia de “Piktor” – escrita tres años después de conocer a Ruth Wenger – es el
cuento más alegre y confiado de Hesse. Surgió en el punto más intenso del amor de
ambos y muestra algo de las esperanzas que él tenía (antes de que dos años después se
volviera a casar) en esta fase de su vida. Lo califica de “fantasía occidental-oriental
desarrollada a partir de las imágenes, para los sabios una seria paráfrasis sobre el
misterio de la vida, para los niños un cuento divertido” (en una carta de octubre de 1922
dirigida a Anny Bodmer). De hecho, todas las copias del manuscrito y las
mecanografiadas que hizo están provistas de ilustraciones de alegres colores que siguen
el modelo de los manuscritos iluminados de los poetas orientales, como anuncia en su
relato del pintor Klingsor: “Yo pinto cocodrilos y estrellas de mar, dragones y serpientes
púrpura, y todo ello en fase de creación, todo en pleno cambio, lleno de anhelo por llegar
a ser hombre, lleno de anhelo por llegar a ser estrella, lleno de nacimiento, lleno de
descomposición, lleno de Dios y de muerte”. Las rimas interiores también recuerdan
modelos del Lejano Oriente, por ejemplo el “Libro de los papagayos” indio de Tuti Nameh,
que ha llegado hasta nosotros en una copia persa de más de 500 años de antigüedad.
Por estas rimas Hesse recomendaba a sus amigos leer el cuento en voz alta, pues
entonces se oía su música.
La primera impresión de “Piktors Verwandlungen” (“Las transformaciones de Piktor”),
como mencionó Hesse, tuvo lugar en 1925 en una “Publicación de primavera” diseñada
por Rudolf Koch como edición anual bibliófila de la Sociedad de Amigos de los Libros de
Chemnitz, en 650 ejemplares numerados. Las páginas enfrentadas al texto se dejaron en
blanco para que el autor las pudiese ilustrar de su propia mano. Pero parece que no hizo
de ello un uso generoso. Hasta hoy sólo han aparecido dos ejemplares de este librito
ilustrado por el propio Hesse. En lugar de ello prefirió copiar cien veces el cuento para
aficionados y coleccionistas, e ilustrarlo cada vez de un modo un poco distinto. El más
delicioso de estos manuscritos iluminados (el ejemplar que le regaló a Ruth Wegner en
pascua de 1923) se publicó en 1975 en la colección insel taschenbuch, y después, en
1980, Suhrkamp hizo una edición en facsímil en formato original. Desde 1922 hasta 1954
el cuento de Piktor le sirvió a Hesse como aderezo de prosa a sus “Zwölf Gedichten”
(“Doce poemas”), también ilustrados con acuarelas, que vendió a aficionados desde 1917
en beneficio de la atención a los prisioneros de guerra, y cuyos ingresos destinó en las
décadas que siguieron sobre todo a la ayuda financiera para los que sufrían necesidad, ya
fuesen colegas artistas, emigrantes, perseguidos políticos, estudiantes dotados o
refugiados de la RDA. En otoño de 1954, a instancias de su editor Peter Suhrkamp,
apareció una edición ilustrada en facsímil del manuscrito redactado para Ninon, la tercera
mujer de Hesse, y un año después se recogieron “Piktors Verwandlungen” (“Las
transformaciones de Piktor”) (sin ilustraciones) en la nueva edición ampliada de sus
“Märchen” (“Cuentos”), por lo tanto también en las “Gesammelten Werke in
Eizelausgaben” (“Obras completas en ediciones individuales”).
La presente reproducción en facsímil de la variante de Piktor para Hans Fretz en papel de
tina hecho a mano es asombrosamente idéntica al original. Supera a todas las
reproducciones realizadas hasta ahora en cuanto a la autenticidad y a la presentación, y
al poeta le habría gustado. Lamentablemente ya no se puede saber qué número de
ejemplar es este manuscrito preparado para Hans Fretz, de entre las aproximadamente
cien variantes ilustradas distintas de sus manuscritos de Piktor. Pero con certeza, por el
trazo de la letra y por la forma de ilustrar se puede ver que forma parte de las primeras
cincuenta copias, que están dibujadas con especial diferenciación e intensamente
coloreadas.
La correspondencia entre Hesse y Hans Fretz de los primeros diez años de su amistad
todavía está hoy reservada al público. Hasta su muerte el 31 de mayo de 1955, además
de las “Estaciones del año”, el editor produjo otras diez ediciones privadas para Hermann
Hesse. Entre las más hermosas y valiosas está la primera edición, con una tirada de 400
ejemplares numerados, del poema en hexámetros “Der lahme Knabe” (“El muchacho
tullido”) (1937) con una ilustración de Alfred Kubin. Incluso después de la muerte de Hans
Fretz permaneció el buen contacto con su editorial, que existió como entidad autónoma
hasta 1971. Hasta la propia muerte de Hesse, el 9 de agosto de 1962, se publicaron allí
otras cuatro ediciones privadas suyas. Probablemente el último manuscrito que el poeta
dio a imprenta fuera el de “Tessier Erzählungen” (“Relatos de Tessin”) para la 28ª edición
de aficionados de los “Züricher Drucke” (“Ediciones de Zurich”) fundadas por Hans Fretz.
Hesse no llegó a conocer la publicación de esta última edición privada, adornada con tres
reproducciones de sus acuarelas. Apareció en 1962, con una tirada de 1.500 ejemplares,
y constituye el broche final de una colaboración productiva entre el poeta y su editor suizo
que continuó después de su muerte.
Frankfurt am Main, septiembre de 2001, Volker Michels
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