Humano, na

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Humano, na. (del latín humanus). adj. Perteneciente o relativo al hombre || 2.- propio de
él || 3.- Comprensivo, sensible a los infortunios ajenos.
Sin más que una simple indagación en el archivo mental, girándome en la estantería,
encuentro una definición objetiva, fría y concisa de la palabra “humano”, buscando quizá
una exposición más detallada de un término de una riqueza extrema, del que se pueden
extraer multitud de vertientes, excavando en la anatomía, filosofía, teología e incluso en el
humanismo, el cual podríamos asociarlo sin dificultad al término “humano” si aceptamos
que no es pertinente una diferenciación entre humanismo histórico y humanismo teórico,
según enunciaba Heidegger.
Sin embargo, ojeando frases subrayadas en algún libro, encuentro referencias claras al ser
humano haciendo reflexiones que van más allá, observando su naturaleza más inmediata e
incluso ahondando en el intrincado fondo de los “porques”... una visión más empírica,
proviniente de la experimentación directa, de la relación fehaciente entre nuestra pasmosa
corporeidad y el raciocinio más profundo.
“... Es verdad, la vida es terrible siempre, nosotros no tenemos la culpa y somos
responsables, sin embargo. Se nace y ya es uno culpable. El ser humano..:”
“... Acaso la vida humana no es sino un tremendo error, un aborto violento y desgraciado
de la madre universal, un ensayo salvaje horriblemente desafortunado de la naturaleza...”
Una potente fuente de diversidad y configuración del concepto “mundo” aparece
íntimamente relacionado a la experiencia personal, la confrontación y la caracterización de
lo interno y lo externo, vivencias, emociones, sentimientos se cierran bajo el recinto de la
intimidad, donde fermenta. De ahí nace la limitación de otro mundo, el mundo interior,
subjetivo, personal, opuesto a los hechos independientes en cuanto contrastables y
observables por una pluralidad de individuos y que se correlaciona con la definición de
“alma”, ”cuerpo”. De ahí, el mundo personal de Harry Haller, lobo estepario... alter ego,
posiblemente, de Hermann Hesse, enuncia alguna característica del ser humano más allá de
la puramente informativa. No es necesario indagar en la filosofía, ni en algo más formal,
para hallar estas diferencias.
“... Organismos vivos, incluidos el ser humano, no son otra cosa que un estado peculiar de
la materia y la energía que aparece en la tierra hace 3500 o 4000 millones de años...”
En este fragmento de un análisis de la evolución del ser humano de Alexander Oparín,
célebre científico ruso, se puede volver a apreciar una clara diferenciación con los
anteriores. En este caso, el autor trata de dar mas mordiente a un texto científico, trata de
enunciar alguna teoría e incluso alguna abstracción acerca de la materia y la energía, sin
dejar de ser ciencia y sin dejar de lado el objetivo fundamental de informar al lector. La
ciencia, según un prisma positivista, es aquella rama de la, digamos, observación de la
realidad, que posee los argumentos lógicamente necesarios, pues únicamente la ciencia
conoce la verdadera naturaleza de los objetos reales. Esto excluye de la condición de
ciencia a la matemática, que no pretende, ni como aritmética ni como geometría, referirse a
una realidad exterior a su lenguaje.
Llegamos pues a la conclusión de que hay diferentes tipos de representar una realidad, en el
sentido de que podemos profundizar de distintos modos y niveles en el conocimiento de las
cosas. En el lenguaje informativo, como puede ser la definición de humano del diccionario,
el autor trata de informar acerca del término humano de una manera llana, intentando
hacernos comprender la acepción lingüística. Para ello, nos bastaría una frase, quizá dos...
lo demás sería redundante y vacío de contenido. Para la misma palabra puede haber
diferentes definiciones, según nos movamos con nuestro prisma inmóvil, a través de
distintas disciplinas.
En el otro extremo, en el momento en que el autor se desplaza en torno a ese prisma,
podemos extraer de la palabra “humano” miles, millones de palabras sin pretensiones de
definir nada. En el momento en que proyectemos nuestro mundo interior, nuestra
subjetividad sobre las palabras, el contenido será de un carácter diferente, lo importante no
será informar, será transmitir una emoción, transportar un trozo de este mundo a la cabeza
del que lee, razonar, indagar. De ahí las reflexiones de un autor como Hesse, erróneas o
no..., acerca de la naturaleza cambiante del ser humano, de sus bajos instintos, de lo más
interno de la conciencia y el instinto. En este caso, la diferencia con el ejemplo anterior es
clara y meridiana.
De la misma manera podríamos comparar una sentencia del tribunal supremo con el llanto
de la madre de un joven asesinado brutalmente en una pelea callejera, o un parte médico
con las palabras del enfermo terminal SIDA.
Desde este punto de vista, el dedicar análisis más profundos a la necesidad de optar por una
u otra opción, me parece algo ocioso. Según las circunstancias hallaremos una necesidad u
otra. El hecho de que la supuesta crisis de la sociedad occidental de los últimos tiempos se
pudiera justificar mediante esta diferencia en la concepción de la realidad, mediante esta
dicotomía en la apreciación de las cosas, sería a través de una holística radical que
merecería un análisis aparte.
J.Vega.
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