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FUNDACIÓN
TOMÁS
MORO
CARTAS SOBRE “HUMANISMO Y POLÍTICA”
33ª Carta: Humanismo y derechos humanos.
Querido amigo1:
Si en la carta anterior te hablaba de las ideologías, en esta quiero hablarte de una de
las condiciones esenciales para que una ideología pueda considerarse democrática: el
respeto de los derechos humanos, antes llamados derechos naturales.
Todo derecho tiene una subjetividad y una objetividad. La primera dice razón de la
titularidad, esto es, de a quién pertenece el derecho. La segunda dice razón de certeza y
existencia. El titular de los derechos humanos es la persona, el ciudadano. La certeza y
lo son con independencia de su reconocimiento o no por concretos ordenamientos
jurídicos. En otras palabras, los derechos humanos son naturales (de naturaleza) a las
personas.
Los derechos humanos presuponen así la existencia de un orden universal de
valores del que traen causa. Frente a este orden universal actúan la generalización del
laicismo, la confrontación ideológica de nuestros días, y el alejamiento de los
principios que en un determinado momento de la historia se denominó “univérsitas
christiana”.
No te quepa duda de que para el humanismo cristiano existe un orden universal de
valores integrado por la moral y por el derecho natural; y existen, en consecuencia
unos derechos humanos derivados de ese orden objetivo.
Jacques Maritain, uno de los primero humanistas de nuestros tiempos, dijo que “los
hombres mutuamente opuestos en sus concepciones teóricas, pueden llegar a un
acuerdo práctico sobre una lista de derechos humanos”2.
Existe una lista de derechos humanos reconocida por la ONU y contenida en la
“Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”. Y no te dejes
engañar, querido amigo, esa es la única lista. Porque en nuestros días, en cualquier
reunión internación o llamada “cumbre” (como las de El Cairo en 1995, o Pekín en
1997), con carácter sectorial, se votan lo que pretenden que sean nuevos derechos
humanos (como el derecho al aborto, al matrimonio gay, etc.). Pero por mucho que se
les llame así y se repitan continuamente esa cualidad, tales supuestos derechos no están
reconocidos como tales por la ONU, ni incluidos en la única Declaración válidamente
aprobada. Volveremos en otra carta sobre esta cuestión.
El primero de los derechos humanos es el de la libertad, y es, además el presupuesto
para el ejercicio de los demás, pues sin ella no serían reconocidos.
Para el humanismo cristiano la libertad es la condición básica de la dignidad. Lo
explica muy bien la Encíclica “Redemptor hominis” del Papa Juan Pablo II: si el
hombre ha sido creado por Dios, por este solo hecho es algo digno, pero Dios le da
libertad para aceptarlo o no.
Además, la libertad permite la búsqueda de la verdad; exige un uso responsable
frente a la permisividad; se enfrenta al enemigo del abuso (instinto egoísta, instinto de
dominación, consumismo); y se enfrenta también al problema de la desigualdad no
justificada.
El reconocimiento de los derechos humanos no es solo algo relevante para el
hombre considerado aisladamente, sino que lo es también para la paz y para la guerra
entre las naciones. Su violación se produce no solo cuando se desconocen o infringen,
sino también cuando se pretenden incorporar otros supuestos derechos humanos en
contradicción con los reconocidos en la Declaración, como expliqué más arriba.
La vida en comunidad es la encarnación de los derechos humanos. Estos son, por
tanto, los puntos de referencia y contraste de los objetivos políticos que se plasman en
los programas e idearios. Pero no basta un mero reconocimiento o declaración formal,
sino que es exigible una verificación real en su formulación legislativa o en sus
aplicaciones judiciales.
Recibe un cordial abrazo de
Fernando Díez Moreno
Vicepresidente de la Fundación Tomás Moro
Puerto de los Leones, 1 - Of. 314-315 • 28220 Majadahonda - Madrid
Teléfono 91 533 83 10 • Móvil 671 694 777 • Fax 91 634 74 99
www.fundaciontomasmoro.com • [email protected]
En el Manual de la “Nueva gramática de la lengua española” publicado por la Real Academia Española,
(pag. 25, Madrid, 2010), se dice que en el lenguaje político, administrativo y periodístico se percibe una
tendencia a construir series coordinadas constituidas por sustantivos de personas que manifiestan los dos
géneros (amigos/amigas, diputados/diputadas, alumnos/alumnas), el circunloquio es innecesario puesto
que el empleo del género no marcado (masculino) es suficientemente explícito para abarcar a los
individuos de uno y otro sexo.
2
“El hombre y el Estado”, p. 93.
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