Lengua y Literatura - Bajo la Rueda

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Literatura
Bajo la rueda
Hesse Hermann
Se trata de una narración breve, una de las primeras obras del autor (1906),
de carácter marcadamente autobiográfico y polémico. El título del cuento "Unterm
Rad" (Bajo la rueda) indica el contenido del drama que describe: un ser arrollado,
arrastrado y aplastado por el engranaje de la propia vida, por el papel adoptado en
ella. En este caso nos encontramos frente a la destrucción de un escolar bien
dotado, por el ambiente de su pueblo que le empuja a cursar estudios superiores,
en el Seminario protestante de Maulbronn, donde reinaba por aquel entonces un
intelectualismo y una disciplina inhumanas que acaban por romper el grácil sistema
nervioso del adolescente. El muchacho se ve obligado a abandonar el internado y,
perdido el prestigio de 'genio local', desconcertado y deprimido, se hunde en una
humillación embotada, que le conduce a la muerte por ahogamiento en el río:
¿accidente? ¿suicidio? A estas preguntas no responde el cuento, que quiere ser una
invectiva contra la sociedad burguesa y sin alma, contra la educación racionalista y
farisaica que el seminario de Maulbronn encarna: el mismo colegio en que estudió
poco más de un año y del que se escapó en la primavera de 1892 el propio
Hermann Hesse.
2. Resumen del libro
El Capítulo Primero describe magistralmente y con tintas sombrías y cargadas
la sociedad pequeño-burguesa del pueblo nativo del protagonista, pletórica de un
grosero mercantilismo, de un progresismo materialista cándido cuanto privo de
altura... que de pronto ve brotar en su seno un pequeño 'genio', un verdadero
'talento', cosa nunca ocurrida a lo largo de sus 8 ó 9 siglos de existencia. Los
intelectuales de la población —el pastor protestante y el maestro— se sienten
halagados e incluso 'llamados' a fomentar esa vocación excepcional; despiertan la
ambición del padre de la criatura, que se ve sometida a la presión brutal de un plan
de estudios extraordinario, que le absorbe del todo, agosta su alegría de vivir, le
enajena la compañía de los amigos y le exalta en una fiebre de trabajo y de codicia
cada vez mayores. Una expectación colectiva le acompaña al examen regional de
ingreso en Maulbronn —en el que participan los escolares más selectos de la zona,
y que muy pocos logran pasar— y una acogida entusiasta corona su regreso
triunfal: número 2 entre los pocos admitidos.
El Capítulo Segundo describe las vacaciones que siguen al 'acontecimiento',
que el muchacho quiere dedicar a su mayor pasión: la pesca, significativo ejercicio
solitario para gente quieta y con tesón. Pero el pastor y el maestro se empeñan en
hacerle aprovechar el tiempo, y le convencen de que tome clases particulares de
griego y de matemáticas para poder estar a la altura de enfrentarse con los
compañeros que iba a tener en tan distinguido Seminario. Así le estropean las
vacaciones, espolean más y más su amor propio y le provocan cefaleas notables.
Sólo el piadoso zapatero le da inútilmente buenos consejos para apartarle de sus
verdugos, preservar su fe religiosa y salvar su juventud.
El Capítulo Tercero está dedicado al análisis de Maulbronn: su situación en el
paisaje, el edificio —un antiguo monasterio cisterciense—, los profesores, los
alumnos, el tipo de vida y de educación. El muchacho se aplica con gran celo, hace
buen papel entre los compañeros y anuda amistad con su 'antagonista', que
habiendo podido salvarle, resultará de hecho su perdición.
El Capítulo Cuarto cuenta, a través de varias peripecias de la vida del
internado, como el protagonista, debido a su división interior —entre coherencia
con su ideal y fidelidad a su paradójica y apasionada amistad—, va perdiendo
cuota, tanto en los estudios como en su equilibrio psíquico, y en el aprecio de los
profesores, que al observar sus crecientes irregularidades, distracciones, torpezas,
le señalan el peligro de ir a parar 'bajo la rueda'.
En los Capítulos Quinto, Sexto y Séptimo se narra el retorno a su pueblo, lleno
de confusión, de bochorno, de perplejidades y vagabundeos, de aislamiento y de
ensoñaciones. El paralelismo del estado anímico con el paisaje otoñal, el contraste
de esa sensibilidad juvenil abatida con el ambiente obtuso y pragmatista de la
población, los primeros asomos de la sensualidad y la capitulación del intelectual en
ciernes que inicia el aprendizaje del oficio de cerrajero, caracterizan el clima del
desenlace trágico de esta historia.
3. Valoración doctrinal
La novela es amarga y, aunque se limita a la crítica de una sociedad concreta,
en una época determinada, y el estilo sea comedido, sin concesiones a
descripciones naturalistas ni a teorizaciones aberrantes, es fácil que el lector
desprevenido se deje llevar a generalizaciones injustas acerca de la cacareada
oposición entre 'espíritu' y 'vida', acerca de los estudios superiores en general, de
las humanidades en particular, o acerca de la disciplina escolar, las instituciones,
los maestros, los teólogos, los sacerdotes, etc. Un cierto vitalismo neoromántico,
una tendencia a la fuga del mundo civilizado, un moralismo algo demasiado
sentimental y poco amigo de normas y de principios asoman acá y allá a lo largo de
esta obra llena de nostalgias y de resentimientos.
El esteticismo se insinúa como primer criterio de valor: "En la teología ocurre
como en todas partes. Hay una teología que es arte y otra que es, o pretende ser,
ciencia. Así fue siempre, y siempre descuidaron los científicos el echar el vino añejo
en los odres nuevos, mientras que los artistas, aunque perseverando en errores
externos, fueron para muchos portadores de alegría y de consuelo. Es la antigua
lucha entre la crítica y la creación, entre la ciencia y el arte, en la que las primeras
tienen siempre razón sin que esto aproveche a nadie, mientras que las segundas
arrojan sin cesar la semilla de la fe, del amor y del presagio de la eternidad y
encuentran buen terreno por doquier. Porque la vida es más fuerte que la muerte y
la fe es más poderosa que la duda" (p. 40).
4. Relación de personajes
Hermann Hesse ha escrito aquí bellísimas páginas de fina psicología de la
adolescencia, mientras que los adultos aparecen algo caricaturizados.
El protagonista, Hans Giebenrath, con sus nervios lábiles, sus febrilidades de
empollón ambicioso, sus entusiasmos intelectuales, sus incertidumbres en el trato
con los demás, su sentido de la justicia y de la lealtad, no siempre acompañado por
la valentía y la entereza del carácter, su tendencia al individualismo, sus huidas
hacia la naturaleza y hacia la fantasía, su precipitar inconsciente en el abismo de su
fracaso y de su muerte, que lleva en el alma desde su salida del Seminario,
constituyen el retrato de un pequeño personaje inolvidable, de un joven sin
juventud.
Su padre, Joseph, es el prototipo de la falta de personalidad, se parece a todos
sus conciudadanos: "como ellos poseía una figura ancha y sana, una capacidad
pasadera para el comercio unida a una sincera y cordial reverencia por el dinero, y
además una pequeña casa con jardín, una tumba de familia en el cementerio, una
religiosidad iluminista y a lo largo de los años cada vez más tenue, un adecuado
respeto a Dios y a las autoridades y una sumisión ciega a los mandamientos férreos
de la decencia burguesa. Bebía algún cuartillo pero no estaba nunca borracho.
Hacía algunos negocios no muy limpios pero no los estiraba jamás más allá de los
límites de lo formalmente permitido... Su vida interior era la del filisteo. Lo poco
que tenía de corazón estaba empolvado desde hacía tiempo y consistía en poco
más que en un espíritu de familia tradicional y tosco, en el orgullo por su hijo único
y en un caprichoso y ocasional dar limosna a los pobres... Habría podido trocar
nombre y casa con cualquiera de sus vecinos, sin que nada ni nadie se hubiera
alterado mínimamente. Incluso lo más profundo de su alma, la desconfianza
insomne ante toda fuerza y personalidad superiores y la instintiva aversión, nacida
de la envidia, frente a todo lo insólito, más libre, más sutil y espiritual, lo compartía
con los demás padres de familia de la ciudad" (p. 1). Estas líneas con que
prácticamente se abre el libro diseñan el paisaje humano en que se desarrolla la
triste historia de Hans G.
El pastor protestante (Stadtpfarrer, así llamado, sin precisión de nombre y
apellido) es un típico producto del liberalismo protestante: mucha erudición clásica,
poca vida de fe, gran confianza en el progreso, laboriosidad "no ciertamente
aplicada a sermones, catecismo y clases de Sagrada Escritura, sino a
investigaciones y artículos para periódicos intelectuales y libros originales. La
mística ensoñadora y la sutileza cargada de presagios estaban expulsadas de su
despacho, como también la ingenua teología del corazón que por encima de los
abismos de la ciencia se inclina con amor y compasión hacia el alma del pueblo. En
su lugar se ejercitaba aquí la crítica bíblica con gran fervor y se hacían pesquisas
sobre el 'Cristo histórico'" (p. 40).
El director de la escuela (llamado siempre por su cargo: Rektor) es en pequeño
lo que van a ser los profesores del Seminario: "Su deber y la profesión que el
Estado le ha confiado es el de domar y extirpar las fuerzas e impulsos primitivos de
la naturaleza, y de plantar en su lugar ideales callados, comedidos y reconocidos
por el Estado. Sin estas premuras de la escuela no pocos de los que ahora son
ciudadanos satisfechos y funcionarios diligentes se habrían convertido en
renovadores tempestuosos e incontinentes o en soñadores estériles" (p. 46).
El zapatero (Meister Flaig), presentado como 'pietista', es uno de los pocos
personajes simpáticos del libro, no muy entusiasta de los estudios en general,
menos todavía de los teológicos y humanistas, de los éxitos académicos, dotado de
una visión sobrenatural de las cosas en sí justa, pero algo unilateral y desconfiada;
crítico sin pelos en la lengua del racionalismo; nada devoto de los laicos y de los
curas de moda. Del párroco decía desenvueltamente: "Hasta ahora me he callado,
pero ahora debo advertírtelo (habla con el protagonista). Tienes que saber que el
párroco es un incrédulo. Él te dirá que la Sagrada Escritura es falsa y mentirosa, y
cuando tú hayas leído junto con él todo el Nuevo Testamento habrás perdido
también tú la fe y no sabrás por qué" (p. 43). Una frase del zapatero cierra de
hecho la novela: está dirigida al padre de Hans, después del entierro de éste, y se
refiere al Maestro (Rektor) y al Párroco: "Ahí van dos señores que han contribuido
no poco a llevarle (a Hans) a ese desenlace" (p. 166) y que resume la denuncia de
todo el libro, que un crítico alemán, en 1906, cuando esta obra apareció, formuló
con estas palabras: "Este libro contiene una iniciación para padres, tutores y
maestros sobre la manera más eficaz de conducir un muchacho aventajado a su
ruina".
Entre los compañeros de escuela de Hans Giebenrath sobresale Hermann
Heilner, que es como su contrafigura: artista, ligero, inteligente y culto pero no
aplicado, que se rebela contra la falta de sensibilidad y de humanidad del ambiente,
vivaz, dicharachero, apasionado en todo lo que emprende, y cuya 'genialidad'
prematura se exhibe en excentricidades, ironías y bromas algo pesadas. Su crítica
de la educación clásica impartida en Maulbronn es la crítica misma de Hesse, que
en buena parte se identifica con este personaje atrayente e inquietante tanto para
Giebenrath como para los profesores que pronto le califican de 'mala hierba', como
para el lector. Heilner y Giebenrath se completan mutuamente, se hacen
inseparables, hasta que el primero es castigado por indisciplina y el amigo le
abandona por miedo a perder su prestigio de alumno modelo. La reconciliación, la
profundización de la amistad, el común desviacionismo, el sentimentalismo algo
más robusto y racionalizado, preparan la fuga de Heilner y el conflicto interior de
Giebenrath que le lleva al deterioro y al agotamiento nervioso y psíquico.
Otros alumnos —Otto Hartner, elegante, talentudo, fuerte; Karl Hamel, de más
humilde extracción, reservado, flemático, pero capaz de arrebatos de violencia
sorprendentes; Emil Lucius, el egocéntrico estudioso, áspero, avaro, aislado que da
pie al sarcasmo de los demás y al mismo tiempo a un distanciamiento respetuoso;
Hindinger, apodado Hindu, hijo de un modesto sastre, que muere en un accidente—
hacen de corona a la pareja central. Los profesores quedan desdibujados, quizás a
propósito, para hacer resaltar el ambiente cristalizado por una larga tradición. Sólo
el llamado Ephorus actúa, educa, estimula, castiga, todo implacablemente,
exactamente dirigido con certeza metodológica al fin pedagógico medioburgués:
"Un maestro prefiere tener en su clase diez asnos notorios que un solo genio, y en
el fondo con razón, pues su misión no es la de formar espíritus extravagantes sino
buenos latinistas, contables y hombres de bien. Pero cuál de los dos sufre más y
más gravemente a causa del otro, el maestro por culpa del muchacho o al revés,
cuál de los dos es más tirano, más torturador y cuál de los dos pervierte y deshonra
partes del alma y de la vida del otro, es algo que uno no puede investigar sin
acordarse con ira y vergüenza de su propia juventud" (p. 90).
5. Valoración literaria
Desde el punto de vista estrictamente literario esta obra es un fruto
característico del arte de Hermann Hesse: una prosa cuidada, musical, algo
amanerada pero siempre emocionada, que se deleita en descripciones de la
naturaleza y de los recovecos del alma humana. No da la impresión de preocuparse
excesivamente de la estructuración de su novela, que sigue un cauce cronológico
de simple memorización, y con evidente propensión al ensueño de marca
neoromántico-impresionista. Sorprende a menudo una amargura polémica que se
arropa bajo la suavidad de uno de los estilos más armoniosos que la lengua
alemana ha producido. La intención del autor —confesiones de su breve y
malograda vida escolar en Maulbronn y diatriba contra un sistema educativo—
deberían concentrar la atención del lector en los capítulos 3 y 4 del libro,
ciertamente conseguidos, pero el interés humano-biográfico y la sensibilidad
poética del Premio Nobel (1946) le arrastran a salirse del tema concreto, de
manera que aun sobre el filo de la catástrofe se abre a una visión positiva y
acendrada de la vida. En este sentido cabe decir que, a pesar del carácter
ciertamente crítico de la obra, vence en ella el poeta sobre el moralista.
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