bajo las ruedas - Universidad de Antioquia

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE EDUCACION
DEPARTAMENTO DE EXTENSIÓN
SEMINARIO: LA EDUCACIÓN EN EL CINE Y EN LA
LITERATURA
BAJO LAS RUEDAS1
Por: Juan Leonel Giraldo Salazar
La preocupación e interés del premio novel de literatura
Herman Hesse por la juventud se registran, por primera
vez, en esta breve novela. Se pone de relieve este
aspecto porque se trata de una característica muy notoria
en todas sus obras en las cuales, por lo demás, expone
con calurosa sensibilidad, un llamado por el cuidado y la
protección de la juventud, toda vez que su condición
vulnerable la pone ante la amenaza de inquietantes
riesgos, tanto desde la dinámica de sus impulsos como
desde estímulos sugeridos por la realidad exterior.
En esta obra nos pone el autor ante un joven, Hans
Giebenrath, cuya vida es, prácticamente, malversada a
causa de las asfixiantes exigencias de sus figuras de
autoridad: padres, educadores y sacerdotes. Desde
diferentes ángulos le atropellaban con propuestas y
exigencias que, venidas desde personajes tan
significativos, se convertían en mandatos, ante los cuales le era difícil o imposible
sustraerse.
Para Hans era como si la sociedad se hubiera confabulado para hacer de él, desde
pequeño, “lo mejor”, sin considerar o respetar sus condiciones de niño, con inclinación
a la lúdica y la recreación. Es así como desde temprana edad, los mensajes de su padre
y luego de los sacerdotes y los profesores, lo saturan, de tal manera, que resulta
inadmisible la minima equivocación de su parte en lo concerniente al rendimiento y a
los resultados académicos: ¨Se le recomendaba de manera especial la lectura de autores
diferentes a los que estudiaba en sus clases escolares y la revisión de las reglas
gramaticales¨ (P. 11).
Aún, más gráficamente, se lo manifiesta el vicario el día que, ante la posibilidad del
fracaso que Hans le expresa dada la angustia que siente frente al evidente examen de
1
Hesse German. Bajo las ruedas. México, Editores Mexicanos Unidos, 2002.
admisión, le replica que no existe posibilidad de tal opción dadas la amplias
expectativas que sobre el joven se tenían: − ¨… Bien sabes lo mucho que de ti
esperamos. Sobre todo confío en que lo has de hacer muy bien en Latin. −Pero,
suponiendo que fracase… − dijo tímidamente Hans. − ¿Fracasar? − El vicario se detuvo
absolutamente desconcertado. El fracaso es imposible, simplemente imposible¨. (p.27)
Innumerables son las alusiones que nos presenta la novela sobre estos obtusos
pensamientos de los mayores con respecto a las expectativas que se tenían sobre el
joven. El papá esperaba que de su hijo surgiera, como de un robusto árbol “una rama
que habría de sobrepasarlo en altura y fecundidad”. El director del colegio y los
profesores le confesaban los sentimientos de honor que los albergaba al verlo cumplir
con sus lecciones y, el vicario le subrayaba las esperanzas que las gentes del pueblo
tenían sobre su futuro profesional. Le decía el director, ante la promesa que tuvo que
hacer Hans de no quejarse cuando se atrevió a confesar que le dolía la cabeza: ¨−Así
esta bien, mi querido muchacho. No aflojes en tus esfuerzos, de lo contrario caerás bajo
la rueda¨ (P. 122).
“Bajo la rueda” habría de caer al ser convocado el joven por sus pasiones, por sus
hobbies y por las apetencias propias de su mundo frente al universo tan distante y ajeno
que los adultos “significativos” le habían impuesto, desde una orilla totalmente paralela
a su vida personal.
Sentir que su naciente sensualidad le reclamaba y le brindaba una satisfacción tan
distinta a lo aprendido en la familia y en la escuela, lo aprestaba para un doloroso
conflicto que se convertiría, posteriormente, en una crisis con lamentables resultados:
“El placer era exactamente la victoria, el triunfo de su naciente sensualidad, los
primeros latidos del vigor de al vida… la frágil barquilla se enfrentaba ahora a la fuerza
de duras tempestades y se acercaba a peligrosos bajos y escarpados arrecifes” ( P.180).
Es hermosa la metáfora que, con figura natural, representa el evidente derrumbamiento
de esta débil personalidad porque, sin mundo propio, fue sometida a unas aspiraciones
que más tenían que ver con el glamour social que con la formación como ser humano.
Entonces, el autor nos sugiere la “caída” del joven Hans, con este inquietante llamado:
“A nadie se le ocurría pensar que el colegio, la dilatada ambición del padre y de algunos
profesores, y la testarudez de todos, era lo que había reducido a esta débil criatura a la
condición en que se hallaba.” (P. 145).
Evidencias de cansancio, de enfermedad y desasosiego perfilan la figura de un ser
humano que, sin triunfar, cae de manera lenta pero definitiva y, en consecuencia, las
ambiciosas expectativas y las glorias anheladas también morían sin asomos de
responsabilidad ni culpa en los mayores: “Había dejado de ser el receptáculo que todos
querían colmar con el mayor número posible de conocimientos; un campo en el que se
pretendía sembrar toda clase de semillas; no valía ya la pena emplear en él, tiempo
alguno” (P. 151).
Y, poco a poco, Hans se familiarizaba con la muerte, o mejor dicho, con el suicidio
porque su relación con la bebida y las obsesivas ideas por un arma o por colgarse de un
árbol se fueron haciendo, cada vez, más frecuentes. De la misma manera, las
irrupciones sorpresivas de llanto y estados depresivos se constituían en detonantes de
inmediatos momentos de angustia y desesperación. Éstos eran preámbulos de un, casi
lógico, desenlace y de los cuales ninguno de sus “tutores” cercanos ni siquiera el padre,
reconoció e interpretó porque, definitivamente, lo pensaron siempre como una ficha
para el triunfo, sin considerar su fibra infantil ni juvenil. Por ello, al final, cuando lo
encontraron muerto después de una noche de bohemia, ante la mirada horrorizada del
padre, de sacerdotes y de profesores que enmudecían, culposamente frente al cadáver, el
único que se siente con autoridad moral para expresar algo es el zapatero, quien fue su
amigo interlocutor algún tiempo atrás. En ese duro momento, expresa ante la salida de
los profesores de la sala velatoria: “−Allá van esos caballeros que lo empujaron a esto.
−¿ Qué ? dijo su padre y lo miró incrédulo y horrorizado. −¿Qué quiere decir con eso ?
−Nada, solamente eso. También usted y yo, ¿no cree que acaso descuidamos al
muchacho en más de un aspecto?”. (P. 221).
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