Subido por JOSE TOSCANO SARTORI

mba-OSTEOMIELITIS

Anuncio
NÚMERO 21. ENERO DE 2019
Osteomielitis
Pablo S. Corona
Pablo S. Corona MD, PhD
Unidad de Patología Séptica y Cirugía Reconstructiva del Aparato Locomotor (UPSCRAL)
Departamento de Cirugía Ortopédica y Traumatología.
Hospital Universitario Vall d´Hebron.
Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)
Barcelona. España
[email protected]
Osteomielitis
Osteomielitis
Pablo S. Corona MD, PhD
Resumen
La osteomielitis se define como la inflamación del tejido óseo producida por un agente infeccioso. Clásicamente
se han diferenciado una forma aguda y una forma crónica, cuya diferencia histopatológica básica es la presencia
de hueso necrótico. En la osteomielitis aguda, normalmente hematógena, planctónica y con predominio en la edad
pediátrica, no encontraremos, en sus fases iniciales, hueso muerto; en cambio la existencia de hueso necrótico es la
característica fundamental en la forma crónica de enfermedad. La osteomielitis crónica es una infección basada en la
existencia de un biofilm bacteriano, que suele producirse por la llegada exógena de patógenos a un hueso previamente
dañado (traumática o quirúrgicamente). Es una patología eminentemente quirúrgica que debe enfocarse de manera
multidisciplinar. Los pilares de su tratamiento son el desbridamiento quirúrgico radical, un diagnóstico microbiológico certero, la obliteración efectiva del espacio muerto, un tratamiento antibiótico dirigido al patógeno responsable
y, frecuentemente, la reconstrucción de hueso y/o los tejidos blandos.
Introducción
La Osteomielitis es una de las enfermedades más antiguas que se conocen; el fémur del Hombre de Java
(Homo Erectus), de aproximadamente 1.8 millones de
años de antigüedad, mostraba signos de osteomielitis
(1); Hipócrates (460-370 AC) describía la posibilidad de
la infección del tejido óseo (2) y en el siglo XI (1020
D.C) el médico persa Ibn ‘Abd Allāh Ibn Sīnā , conocido
en occidente como Avicena, describía en su Canon de la
Medicina la existencia de hueso muerto como la característica principal de este tipo de infecciones (3). Esta
condición ha sido conocida por diversos nombres a lo
largo de la historia, pero se considera que fue el cirujano
francés Auguste Nélaton en 1844 el primero en acuñar el
término Osteomielitis.
La definición clásica de Osteomielitis es la de un proceso
inflamatorio que afecta al hueso y a la médula ósea resultando en destrucción ósea local, necrosis y aposición
de nuevo hueso (4)(5). El origen de está inflamación es la
invasión del tejido óseo por microorganismos patógenos,
básicamente bacterianos, pero también puede ser producido, aunque menos frecuentemente, por hongos, micobacterias o parásitos (equinococcus, toxoplasma, etc.).
Es importante entender que tras la aparición de los anti-
bióticos, la diferencia fundamental entre la denominada
osteomielitis aguda y la osteomielitis crónica no está
basada tanto en la patocronia de la enfermedad sino en
la presencia o no de hueso muerto (5). Aunque una osteomielitis crónica puede ser consecuencia de una osteomielitis aguda hematógena inadecuadamente tratada, lo
más frecuente es que sea de origen traumático (6). La
osteomielitis aguda se produce por la llegada hematógena de los microorganismos a un hueso previamente sano.
En cambio en la mayoría de casos de osteomielitis crónica, la infección ocurre en el contexto de un hueso previamente lesionado (de forma accidental o quirúrgica),
donde los patógenos, tomando ventaja de esta situación,
son capaces de adherirse al hueso y producir una infección basada en la existencia de un biofilm bacteriano;
esta situación es potenciada por la presencia de implantes (7). Son infecciones que aunque cronológicamente
serían agudas son, de hecho, crónicas desde el inicio.
MBA Institute. Número 21. Enero de 2019 / 3
Pablo S. Corona
Clasificación de la
osteomielitis
la presencia de hueso necrótico. Es el tipo que más frecuentemente encontramos en la edad adulta.
A lo largo de la historia se han propuesto diferentes sistemas de clasificación de la osteomielitis. La primera
clasificación con difusión internacional fue la de Waldvogel (8), basada en el mecanismo de infección (hematógena, por foco contiguo o por úlcera isquémica-neurológica). Esta clasificación me parece de escasa utilidad
en la práctica clínica. Nosotros preferimos clasificar la
osteomielitis en función del (a) mecanismo de infección
y (b) en la presencia o no de hueso necrótico:
a) Mecanismo de infección: las bacterias pueden alcanzar el hueso de dos formas, por vía hematógena (Osteomielitis hematógena o endógena) o de forma exógena,
es decir, por la ruptura de la barrera antimicrobiana que
supone la piel del paciente; es el caso de la osteomielitis
postraumática, postquirúrgica o por contigüidad.
b) La presencia de hueso muerto: la presencia de hueso
necrótico es la característica de la osteomielitis crónica;
en cambio en las formas no complicadas de infección
aguda no existe tejido óseo muerto.
Combinando estos conceptos podemos definir 2 tipos
principales de osteomielitis:
Osteomielitis aguda hematógena (Existe una variante
denominada: Osteomielitis subaguda): caracterizada por
la llegada endógena de las bacterias y la no existencia,
inicialmente, de hueso muerto. Es el tipo principal en la
infancia.
Osteomielitis crónica (este término es intercambiable
por el de osteomielitis postraumática o postquirúrgica):
caracterizada por la llegada exógena de los patógenos y
Fisiopatología de la
osteomielitis
Fisiopatología de la Osteomielitis
Aguda Hematógena (OAH)
Una vez que los microorganismos patógenos alcanzan,
por vía hematógena, el tejido óseo, se produce una inflamación aguda supurativa (9). La OAH es, en sus fases iniciales, una infección básicamente planctónica
(7). La naturaleza rígida y inextensible del tejido óseo
y la obliteración de los canales vasculares conducirá a
un aumento de la presión intraósea (causa del dolor de
estos pacientes), con interrupción del aporte sanguíneo
local. A menos que la infección, y subsecuentemente la
inflamación, se controle eficazmente, se comenzarán a
formar áreas de hueso desvitalizado. Por la morfología
de la estructura ósea y debido al sistema de canales que
lo conforman (canales Haversianos y canales de Volkmann) la osteomielitis no se limitará a la superficie endóstica del hueso sino que puede extenderse a todos los
componentes del área infectada, permitiendo la llegada
del pus a las capas profundas del periostio. En niños se
forman con facilidad abscesos que despegan grandes zonas de periostio y esto contribuye a aumentar el área de
insulto isquémico. Finalmente, si la infección persiste, se
formaran segmentos óseos privados de aporte vascular,
habitualmente corticales y que terminarán individualizándose del hueso sano formando un secuestro óseo
a
b
c
d
e
f
Figura 1. Osteomielitis crónica con secuestro intracortical cubital. Cortes Axiales CT (a), RM secuencias T1 (b) T1-FATSAT-Contraste (c), Osteomielitis cortical diáfisis cubital con gran engrosamiento de la cortical y secuestro en su interior (*). Trayecto fistulosos a piel (flecha). Cortes
Sagital y Coronol CT (d) , RM secuencias T1 (e) T1-FATSAT-Contraste (f): captación de las paredes intracorticales de la osteomielitis alrededor
de un gran secuestro no captante
4 / MBA Institute. Número 21. Enero de 2019
Osteomielitis
(Figura 1), lo que determina la evolución a una osteomielitis crónica. En la zona de insulto isquémico existe
una hiperemia reactiva que se asocia a un aumento de la
actividad de los osteoclastos, lo que producirá una mayor pérdida ósea y osteoporosis local. Con la progresión
de la enfermedad se forma nuevo hueso alrededor del
secuestro, el cual es conocido como involucro. El involucro puede ser perforado por aperturas a través de las que
drena el contenido purulento, las denominadas cloacas.
Debido a que es posible interrumpir la historia natural
de la enfermedad con la administración temprana de antibióticos, la OAH rara vez, en nuestro medio, deviene en
una osteomielitis crónica (10)(11)(12).
Fisiopatología de la Osteomielitis
Crónica (OMC)
En contra de lo que comúnmente se cree, el hueso no es
un tejido propenso a infectarse. El tejido óseo sano es
relativamente resistente a la infección y para que ésta
produzca es necesario una elevada carga bacteriana (>
105 UFC por gramo de tejido) (13), un ambiente local de
isquemia y la presencia de hueso desvitalizado y/o de
implantes (14). Lo que si es cierto es que una vez desarrollada, la OMC es muy difícil de erradicar. Esto se fundamenta en dos características fisiopatológicas claves:
-- La existencia de biofilms bacterianos.
-- La capacidad de ciertas bacterias de sobrevivir dentro
de las células óseas.
La presencia de un cuerpo extraño permite que con solo
un pequeño número de microorganismos se pueda producir una infección. Un implante puede reducir el número de Staphylococcus aureus necesarios para causar
una infección, en un modelo experimental en cobayas,
en un factor de 100.000. Es decir, la regla clásica del
105 (13) es inaplicable en estas “infecciones relacionadas
con implantes”.
La OMC se produce, en la mayoría de casos de nuestro entorno, por la llegada exógena de microorganismos patógenos a un hueso previamente dañado por el
traumatismo y/o por la cirugía. Como decimos, el hueso
sano se defiende bien contra la infección, pero el hueso
traumatizado se convierte en un sustrato ideal para que
las bacterias patógenas se adhieran a su superficie. Esta
es la característica principal de los microorganismos
patógenos capaces producir una OMC, su capacidad de
adherirse a la superficie del tejido óseo y comenzar a
formar un biofilm bacteriano (15)(7). La diferencia entre el hueso sano y el hueso traumatizado en cuanto a
su resistencia a la adhesión bacteriana se fundamenta
en que, tras el traumatismo, el hueso expresa diferentes
proteínas (colágeno, fibronectina, fibrinógeno, etc.) que
tapizan su superficie al poco tiempo del insulto inicial.
Esto va a permitir a los microorganismos adherirse por
medio de diversas adhesinas de membrana (16)(7) que
son capaces de interaccionar con estas proteínas de su-
perficie (17). La existencia de implantes ortopédicos facilita todavía más la adherencia y potencia la formación
de un biofilm.
La OMC es pues un modelo clásico de infección asociada a la existencia de una biofilm bacteriano (16)(7).
Esto condiciona muchas de sus características clínicas
(como la existencia de periodos de inactividad seguidos
de recidivas clínicas), diagnósticas (negatividad de los
test indirectos, fenómeno de infección con cultivos negativos…) y terapéuticas (necesidad de ser radical en el
desbridamiento, uso de antibióticos con actividad en el
biofilm…). Las bacterias en fenotipo estacionario dentro
del biofilm son, inherentemente, resistentes a los mecanismos de defensa del huésped. Los biofilms, revestidos
en la denominada Sustancia Extracelular Polimérica
(SEP) y conteniendo múltiples micro-colonias bacterianas se convierten en estructuras demasiado grandes para
ser fagocitadas, reduciendo la accesibilidad del sistema
inmune a las bacterias. Además produce una barrera física que aumenta la resistencia de los patógenos a las defensas del huésped. Las bacterias sésiles de los biofilms
son muy resistentes a las dosis de antimicrobianos generalmente usados para combatir los microorganismos
de fenotipo no biofilm, siendo capaces de sobrevivir a
concentraciones miles de veces superiores respecto a las
bacterias planctónicas (18).
Una segunda característica fisiopatológica fundamental
de la OMC, es la capacidad del Staphylococcus aureus,
y de otras baterías, para promover su fagocitosis endocítica por las células óseas y sobrevivir dentro de ellas
(19). Esta capacidad de internalización y supervivencia
dentro de las células, en un estado metabólico diferente
(un fenotipo denominado variante de pequeñas colonias
o small-colony variants) (20) puede explicar la persistencia de la osteomielitis y su recidiva tras años de silencio
(21).
Microbiología de la
osteomielitis
Las bacterias del género Staphylococcus son las principales productoras de osteomielitis. Staphylococcus
aureus es la especie más común, suponiendo entre un
30% a un 70% de todas las infecciones óseas. Los Staphylococcus plasmo-coagulasa negativos, sobre todo
Staphylococcus epidermidis son también importantes
y se han señalado como responsables de hasta un 70%
de las infecciones óseas que siguen a la implantación de
material de osteosíntesis (22).
Tras éstos, Enterococcus spp, Streptococcus spp, Pseudomonas aeruginosa y otros bacilos gram-negativos son
detectados con menos frecuencia, aunque está parece
ir en aumento. En algunos casos Mycobacterium spp,
MBA Institute. Número 21. Enero de 2019 / 5
Pablo S. Corona
anaerobios, hongos y parásitos ha sido también asociados como productores de osteomielitis. Cabe destacar
que las infecciones polimicrobianas son relativamente
frecuentes, encontrándose hasta en un 29% de los casos
(23). De gran importancia es el fenómeno de “infección
con cultivos negativos”. En algunas series el porcentaje de pacientes con claros signos de infección pero sin
aislamiento del agente patógeno oscila entre el 10-30%
de los casos (23)(24). Esto es una característica típica
de las infecciones basadas en la existencia de biofilms
bacterianos, expresando la dificultad de los cultivos convencionales para identificar a las bacterias en fenotipo
sésil. Es por ello que un cultivo negativo no descarta
la existencia de una infección ósea (25). Actualmente
se han desarrollado técnicas microbiológicas que intentan aumentar el rendimiento del diagnóstico etiológico,
como son la sonicación de los implantes retirados o las
técnicas de diagnóstico molecular (26).
Formas clínicas de la
osteomielitis
Osteomielitis Aguda Hematógena (OAH)
La OAH es el tipo de osteomielitis predominante en la
edad pediátrica, con un 85% de los casos afectando a pacientes menores de 16 años (10). Se calcula que la incidencia de esta entidad es de unos 8 casos por cada 100.000
niños (27) y es causa potencial de complicaciones graves.
Un retraso en el diagnóstico o un tratamiento inadecuado
pueden desencadenar sepsis, una osteomielitis crónica,
alteración del crecimiento longitudinal del hueso o deformidades angulares. La causa de la infección es un foco de
bacteriemia que produce una siembra hematógena en el
tejido óseo, pero en muchos casos este foco nunca llega a
identificarse, siendo lo más habitual el origen cutáneo. En
niños, las localizaciones más frecuentemente afectadas
a
b
c
d
Figura 2. Niña de 14 años con un Absceso de Brodie a nivel de la
metáfisis proximal del fémur IZQ (a) Resonancia Magnética: absceso
de Brodie. Corte coronal (b) y axial (c) TAC: punción-biopsia(c)
6 / MBA Institute. Número 21. Enero de 2019
son las metáfisis de los huesos largos de crecimiento mas
rápido (11). La infección produce una reacción inflamatoria con necrosis isquémica medular y la subsecuente
formación de un absceso metafisario (ver fisiopatología)
pero la placa fisaria funciona como una barrera que confina la infección a la metáfisis; en niños menores de 2
años, algunos vasos atraviesan la fisis y la infección se
puede transmitir a la epífisis y a la articulación, simulando una artritis séptica. Después del cierre fisario, la OAH
se hace mucho menos frecuente, por lo que esta entidad
no es muy habitual en la edad adulta, y de producirse lo
más habitual es la osteomielitis vertebral aguda (5).
Las bacterias que causan este tipo de osteomielitis no
hacen sino reflejar su frecuencia en sangre con relación
a la edad del paciente. Staphylococcus aureus es el patógeno principal en casos de OAH, aunque el aislamiento
de Kingella kingae está aumentado (28) en niños de entre 6 meses y 5 años. La prevalencia del Staphylococcus
aureus resistente a la meticilina (SARM) parece que va
en aumento, sobre todo el denominado SARM asociado a la comunidad (29). En general las infecciones por
SARM tienen un curso más agresivo, con una mayor
destrucción de los tejidos blandos, una extensión más rápida de la infección, mayor riesgo de fractura patológica
y una mayor tasa de mortalidad (29)(30).
Clínicamente, la OAH se acompaña de sintomatología
local aguda, básicamente dolor, aunque puede existir tumefacción, calor y rubor local; la repercusión del estado
general es variable. En una reciente revisión sistemática
de la literatura, el 40% de los niños no tenían fiebre en el
momento de acudir a urgencias (28). Un aumento simultáneo de la Velocidad de Sedimentación Globular (VSG)
y de la Proteína-C-Reactiva (PCR) tiene una sensibilidad del 98%, suponiendo una buena prueba de despistaje
inicial (27). El poder realizar una Resonancia Magnética
Nuclear (RMN) de urgencia es cada vez mas habitual y
sin duda es la prueba de imagen de elección para el diagnóstico de la osteomielitis aguda. Ante la sospecha de
una infección de origen hematógeno se deben solicitar
siempre hemocultivos; éstos permitirán el diagnóstico
etiológico en el 50% de los casos y pueden ser la única
oportunidad para obtener el diagnóstico microbiológico
correcto y así poder adecuar un tratamiento antibiótico
dirigido (12).
Osteomielitis subaguda
La osteomielitis subaguda es una forma de osteomielitis
hematógena que tiene una aparición mas insidiosa, sin
síntomas característicos, lo que retrasa y hace difícil su
diagnóstico. Se cree que se debe a una combinación de
una respuesta inmunitaria intensa del huésped y una disminución de la virulencia bacteriana, muchas veces por
la administración de antibióticos antes de que aparezcan
los síntomas. Esto producirá una inflamación persistente del hueso sin síntomas ni signos clínicos evidentes.
Osteomielitis
En la práctica clínica, el tipo de osteomielitis subaguda
hematógena que encontramos con mas frecuencia es el
denominado Absceso de Brodie, una zona de osteomielitis circunscrita rodeada de tejido de granulación que se
localiza en el área metafisoepifisaria de los huesos largos
y cuyo síntoma principal es el dolor (Figura 2). En las
radiografías lo veremos como una lesión lítica, rodeado
de un anillo escleroso, lo que requiere un diagnóstico
diferencial con diversos tipos de tumores óseos.
Osteomielitis crónica (OMC)
La OMC es una infección tipo biofilm caracterizada por
la existencia de hueso muerto infectado y, con frecuencia, acompañada de una envoltura de partes blandas comprometidas (6). En el momento de escribir este capítulo
no existía una definición internacionalmente aceptada de
OMC, por lo que diferentes autores establecen criterios
propios de los que es o no es una osteomielitis; esto hace
extremadamente difícil comparar los diferentes abordajes diagnósticos o terapéuticos de esta entidad (31,32).
Diagnóstico de la osteomielitis crónica
El diagnóstico de la OMC es, en ocasiones, complejo,
debido a que frecuentemente, tanto los signos clínicos
como las pruebas analíticas y radiográficas son inespecíficas. Su diagnóstico requiere de una serie de evaluaciones clínicas, pruebas de laboratorio, pruebas de imagen
y finalmente la identificación del microorganismo patógeno. La pregunta a responder siempre es doble, por una
parte ¿si el hueso está infectado o no? y por otra, si lo
está…¿por qué microorganismo?. La primera pregunta
puede ser obvia en muchos pacientes, simplemente realizando una correcta anamnesis y exploración física (10).
Una historia de fractura abierta previa, de mala evolución de la herida quirúrgica o la existencia de fístulas
(aunque en el momento de la exploración estén cerradas)
debe ponernos sobre aviso de la posible existencia de
una infección oculta. La exploración inicial debe hacer
hincapié en el estado fisiológico del huésped (comorbilidades, estado de los tejidos blandos, vasculopatías periféricas…). Especialmente importante es la valoración
de la calidad de las partes blandas. La existencia de trayectos fistulosos son prácticamente patognomónicos de
infección crónica (Figura 3) y la necesidad de reconstruir las partes blandas debe estar siempre presente. Un
hecho de gran importancia es recordar la posibilidad de
transformación maligna de las úlceras crónicas de larga evolución (Ulcera de Marjolin) (33). La sospecha de
una transformación a un carcinoma agresivo de células
escamosas (Figura 4) debe estar siempre presente en un
paciente que manifiesta cambios clínicos en sus úlceras
crónicas, como empeoramiento del dolor, mal olor o aumento de la supuración.
En la OMC, las pruebas analíticas son de una utilidad
limitada ya que, frecuentemente, podemos encontrar pa-
a
b
c
Figura 3. Osteomielitis postraumática tipo III-BL. Fístula cutánea (a).
Radiografía simple (b).
cientes osteomielíticos con analíticas prácticamente normales, sobre todo en aquellas infecciones producidas por
bacterias de bajo grado (low-grade infections) (31). En
nuestra práctica clínica diaria solo solicitamos la velocidad de sedimentación globular (VSG) y la proteína-Creactiva (PCR) como guía de la respuesta al tratamiento
(31,34,35). El estudio del estado nutricional del paciente
es de gran importancia ya que estos pacientes pueden
presentar un estado de malnutrición proteica que debe
ser corregido.
En cuanto a las pruebas de imagen, una radiografía
simple en dos planos nos aporta gran cantidad de información (presencia de implantes, consolidación de la
fractura, deformidades asociadas, implicación articular,
a1
a2
b1
b2
Figura 4. Osteomielitis postraumática de larga evolución con úlcera
crónica maloliente (a1 y a2). En la biopsia cutánea se confirma la transformación maligna a un carcinoma de células escamosas (Úlcera de
Marjolin). Se realiza desarticulación de rodilla (b1 y b2).
MBA Institute. Número 21. Enero de 2019 / 7
Pablo S. Corona
existencia de periostitis, pérdida ósea, etc.). Usamos la
Tomografía Axial Computarizada (TAC) para identificar
mejor la presencia de secuestros óseos, cloacas, confirmar
la consolidación de la fractura o la integridad del segmento óseo (6,34,36). En resumen, nuestro protocolo diagnóstico inicial ante un paciente con sospecha de osteomielitis
crónica comprende las siguientes exploraciones:
-- Anamnesis completa.
-- Exploración física centrada en las partes blandas y el
estado vascular.
-- Analítica general: VSG + PCR + Estudio nutricional.
-- Radiología simple.
-- TAC.
Si con está valoración inicial todavía existen aspectos
que no hemos confirmado, entonces podemos plantear
solicitar pruebas mas complejas (24,31,34–37):
-- En pacientes donde existe la posibilidad de requerir un
procedimiento microquirúrgico para solucionar problemas de cobertura (o técnicas microquirúrgicas de
reconstrucción ósea) solicitamos un Angio-TAC para
comprobar el estado vascular y la calidad de los vasos
receptores (38).
-- Desde un punto teórico, la Resonancia Magnética Nuclear (RMN) con contraste es la prueba de imagen de
elección para el diagnóstico de la osteomielitis crónica (35) y sobre todo tiene una gran utilidad en la
valoración de la inflamación de los tejidos blandos y
el periostio (24). La realidad es que en muchas ocasiones la validez de la RMN está comprometida por la
presencia de implantes que dificultan la valoración de
los resultados.
-- Los estudios de medicina nuclear (Tc99m, Ga67; Leu-
TABLA 1 - Clasificación anatómica de Cierny-Mader.
Adaptado parcialmente de Cierny G III, Mader
Clin Orthop Relat Res. 2003; 414:7-24.
8 / MBA Institute. Número 21. Enero de 2019
JT,
cocitos Ind 111) han sido profusamente utilizados en la
valoración de los paciente con posible infección ósea
(35) y en muchas ocasiones son la primera prueba solicitada. Estas pruebas son invasivas, caras y no nos
aportan una gran diferencia en el enfoque terapéutico
en estos pacientes. En nuestra practica diaria reservamos este tipo de pruebas a pacientes muy concretos. Consideramos que no son pruebas que deban ser
solicitadas de forma rutinaria. Entre sus principales
ventajas teóricas es que están menos afectadas por
la presencia de implantes ortopédicos (35,37,39). En
un estudio prospectivo, la Tomografía de emisión de
positrones (F18-PET) demostró una sensibilidad del
100%, una especificidad del 93,3% y una validez global del 97% para detectar infecciones en pacientes con
implantes (40).
Finalmente, aislar el microorganismo patógeno constituye el gold estándar diagnóstico de la osteomielitis
crónica. Un diagnóstico etiológico “seguro” nos confirmará, definitivamente, la existencia de una infección y
nos permitirá planificar el tratamiento antibiótico, tanto
local como sistémico, mas adecuado. Hay que evitar el
cultivo de fístulas, ya que en muchas ocasiones el microorganismo aislado es diferente al que produce la osteomielitis (25). El uso de biopsias percutáneas preoperatorias ha sido frecuentemente utilizado en este escenario, pero su utilidad real está en cuestión, con series que
hablan de sensibilidades entre el 29% y el 42% (41,42).
En una estudio reciente de nuestro grupo, la sensibilidad
de la biopsia preoperatoria fue del 48.2%, con una especificidad del 52%, confirmando su escaso rendimiento
(43). Actualmente solo realizamos biopsias percutáneas
Penninck
JJ.
A
clinical
staging
system
for
adult
osteomielitis.
Osteomielitis
preoperatorias a pacientes tipo C, en los que descartamos el tratamiento quirúrgico curativo y solo planteamos la posibilidad de realizar un tratamiento antibiótico
supresivo. El diagnóstico microbiológico debe basarse
en el correcto muestreo intraoperatorio, este aspecto se
abordará en la sección quirúrgica del capítulo.
Clasificación de la
osteomielitis crónica
Una clasificación útil es aquella que nos permite diseñar
una estrategia terapéutica y que nos ofrece una aproximación al pronóstico de la enfermedad; esto lo cumple la clasificación propuesta por George Cierny (44) y
John Mader en 1985 (45) cuando ambos trabajaban en la
University of Texas Medical Branch (UTMB). La clasificación de la UTMB (45) combina 4 tipos anatómicos
(hueso) con 3 clases fisiológicas (huésped) para definir
12 estadios clínicos de la enfermedad (Cuadro 1). Es extremadamente útil en la OMC en huesos largos.
El tipo anatómico define la afectación ósea (Tabla 1). El
tipo I es una afectación intramedular, donde la lesión primaria es endostal, como ocurre en una infección de un
clavo endomedular. El tipo II se refiere a una osteomielitis superficial, ya que la infección está en la superficie
del hueso. Esta es la típica lesión por contigüidad, donde
la alteración de las partes blandas expone el hueso, que
acaba infectado. Un ejemplo son los pacientes con úlceras por decúbito o úlceras isquémicas. El tipo III, es la
osteomielitis localizada cuya característica fundamental
es la presencia de un secuestro cortical de espesor total
pero que no afecta a la estabilidad del segmento óseo. Es
la clásica osteomielitis postraumática, tras una fractura
consolidada donde se han utilizado implantes de osteosíntesis. El tipo IV, es la osteomielitis difusa, es decir,
una afectación permeativa y circunferencial, que afecta
a todo el hueso (y partes blandas) y cuya característica
principal es que se acompaña de inestabilidad del segmento óseo. Ésta puede ser intrínseca (el caso de una
pseudoartrósis séptica) o debido al desbridamiento realizado para erradicar la infección. Su tratamiento debe
incluir la estabilización del segmento óseo afectado.
Las tres clases fisiológicas se refieren al tipo de paciente,
y nos darán una idea de la capacidad del estado inmunitario del huésped para luchar contra la infección (Tabla 2). Si queremos tener éxito en el tratamiento, tras el
desbridamiento, el paciente debe ser capaz de impedir la
recolonización, curar las heridas quirúrgicas y tolerar el
estrés metabólico de una o múltiples cirugías. Es por ello
que el estado fisiológico del huésped (status sistémico) y
el estado de sus partes blandas (status local) son de una
importancia enorme en el pronóstico de esta condición.
Un paciente con una respuesta fisiológica normal y un
estado correcto de las partes blandas es definido como
un paciente tipo A (A-Host); un paciente comprometido
es definido como de Tipo B (B-Host) y puede ser tanto
por un compromiso sistémico (BS), un compromiso local
(BL) o combinado (BL,S). Cuando el tratamiento o el resultado del tratamiento resultan peores para el paciente
que la enfermedad, los pacientes se clasifican como de
Tipo C (C-Host). Este último grupo representa una limitación clara de esta clasificación, ya que el suponer
que el tratamiento es peor que la enfermedad implica un
elevado grado de subjetividad.
Tratamiento de la
osteomielitis:
Tratamiento de la osteomielitis
aguda hematógena
Establecer un diagnóstico adecuado y un tratamiento correcto son fundamentales para disminuir las potenciales
secuelas de una OAH. El tratamiento debe ser multidisciplinar, implicando pediatras, expertos en enfermedades infecciosas, cirujanos ortopédicos y radiólogos. En
el niño, el tratamiento antibiótico suele ser casi siempre
prescrito al inicio del cuadro, de forma empírica y antes
de que el patógeno y su perfil de sensibilidad sean conocidos; de ahí la importancia de solicitar hemocultivos
antes de iniciar el tratamiento, ya que puede ser la única opción de identificar el patógeno. Un betalactámico
TABLA 2 - Condiciones valoradas en la clasificación fisiológica de Cierny-Mader.
IRC: Insuficiencia renal crónica
MBA Institute. Número 21. Enero de 2019 / 9
Pablo S. Corona
antiestafilocócico endovenoso como la cloxacilina, una
cefalosporina de primera generación o la clindamicina
suele recomendarse como primera línea de tratamiento
(46). Idealmente, la elección del antibiótico específico
debe basarse en la identificación del patógeno.
El rol de la cirugía, más allá de la simple biopsia percutánea para identificar el patógeno (aunque también puede
servir para drenar el absceso, Figura 2), es controvertido.
Al día de hoy no existen ensayos clínicos aleatorizados
que estudien el momento de intervenir, el tipo y extensión de cirugía o su verdadera necesidad. Hay que señalar que el tratamiento conservador, con una antibiótico
adecuado, es efectivo en más del 90% de los casos de
OAH cuando el diagnóstico se establece en las fases iniciales de la enfermedad (12,46,47).
El tratamiento quirúrgico parece obligatorio en el caso
de existir un absceso óseo (5,12,24); estos abscesos son
clásicamente metafisarios y constituyen el epicentro de
la infección. Para el desbridamiento es necesario realizar una ventana cortical que permita el acceso a la región
infectada. Esto es recomendable realizarlo bajo control
radiológico para asegurar la correcta localización de la
ventana y no dañar la cercana fisis durante el curetaje
de la lesión. Posteriormente se realizará una irrigación
profusa de la zona lesionada. Se colocarán drenajes aspirativos para continuar con la descompresión del sitio
de infección y permitir el drenaje del hematoma. Tras el
desbridamiento, para prevenir el riesgo de fractura y facilitar la curación de los tejidos blandos, se colocará una
férula durante 4-6 semanas (12). Se ha sugerido que en
casos de infección por SARM, debido a su mayor agresividad y al peor pronóstico, el tratamiento quirúrgico
debería realizarse de forma preferente, pero no existen
datos concluyentes que lo confirmen (12,30,46,48).
Tratamiento de la osteomielitis crónica
La osteomielitis crónica es una patología quirúrgica. Solo
con el desbridamiento del hueso muerto y de los tejidos
necróticos vamos a poder eliminar los biofilms bacterianos responsables de la infección (5,6,10,24,34,49–51). El
tratamiento conservador se planteará en pacientes tipo
C, en los cuales la cirugía será demasiado agresiva para
el estado fisiológico del paciente. En mi opinión, definición de George Cierny de que “la osteomielitis es una
zona de hueso muerto infectado, rodeado de unas partes blandas comprometidas”(6) es muy precisa, y hace
hincapié en la importancia de la reconstrucción de las
partes blandas si queremos erradicar la infección. Un
desbridamiento óseo adecuado fracasará si no somos capaces de obtener y mantener una cobertura efectiva de
las partes blandas.
El tratamiento de la OMC se basa en dos principios que
son análogos al tratamiento de los tumores malignos
(6,51,52):
10 / MBA Institute. Número 21. Enero de 2019
-- La eliminación quirúrgica del hueso y los tejidos blandos afectados (desbridamiento)
-- El tratamiento quimioterápico coadyuvante local y
sistémico (antibióticos).
Una de las primeras preguntas a responder cuando se
trata a pacientes osteomielíticos es si “debemos” intentar
salvar la extremidad; no hay que olvidar que la amputación es una opción reconstructiva más y que en muchos
pacientes es la actitud mas adecuada. Desgraciadamente
no existen guías clínicas para decidir que paciente debe
ser amputado y cual no; esta decisión requiere de una
larga experiencia y debe ser discutida profundamente con el paciente y la familia. Deben comprender que
aunque intentemos una cirugía de “salvamiento de la
extremidad”, el fracaso del tratamiento puede conducir
a la amputación secundaria de la misma. Los objetivos
del tratamiento de la osteomielitis deben ser lógicos y
asumibles; se debe informar al paciente de los riesgos,
y sus expectativas se tiene que adaptar a la realidad de
su lesión.
Para nosotros, los pilares del tratamiento quirúrgico de
la osteomielitis crónica se resumen en el cuadro 2, y han
permanecido inmutables desde hace décadas (10).
Primer pilar: desbridamiento quirúrgico
Sin duda el desbridamiento es la parte principal del tratamiento de la OMC y la calidad del mismo continua
siendo el factor clave de su éxito (51). La eliminación
del hueso necrótico y de los tejidos blandos isquémicos
eliminará el biofilm bacteriano y permitirá a las defensas del huésped y a los antibióticos luchar eficazmente
contra la infección. La amplitud del mismo dependerá
del grado de afectación, pudiendo oscilar entre desbridar
pequeñas áreas hasta la amputación de la extremidad.
El desbridamiento debe ser radical y atraumático (51);
esto incluye eliminar todo el hueso necrótico, todos los
tejidos blandos isquémicos y por supuesto, todo el material de osteosíntesis, así como aquellos sustitutos óseos
o aloinjertos que puedan haber sido usados previamente.
Por definición, el involucro es un hueso reactivo y vivo,
por lo que no siempre debe ser eliminado (51). La extensión del desbridamiento dependerá de la extensión de la
enfermedad y no debe limitarse por el temor del cirujano
a crear grandes defectos. Si debido a este miedo dejamos
hueso necrótico o tejidos blandos no viables no conseguiremos erradicar la infección. En el desbridamiento de
una osteomielitis crónica “es mejor un poquito más que
un poquito menos” (24).
La clasificación anatómica de Cierny-Mader, supone una
guía útil del tipo de desbridamiento quirúrgico a realizar
(Tabla 1). En la osteomielitis tipo I (intramedular), tras
extraer el material de síntesis, clásicamente un clavo endomedular, realizaremos un fresado intramedular para
eliminar todo el hueso endóstico infectado que rodea al
Osteomielitis
clavo. Esto se lleva a cabo de forma efectiva con el sistema RIA (Reamer-Irrigator-Aspirator; Synthes, USA)
(53)(54). Posteriormente, para obliterar el espacio muerto intramedular, podemos usar tutores de cemento óseo
(Figura 5) con elevadas dosis de antibiótico (55) o sistemas biodegradables; en este escenario el uso de sulfato
cálcico con antibióticos en forma de “balas” (Stimulant®
Bullet Mat and Introducer, Biocomposites®; Figura 6)
a
b
c
d
Figura 5. Osteomielitis crónica tipo I-A (a) Extracción del clavo endomedular infectado, fresado con el sistema RIAÒ (b), y obliteración
del espacio muerto intramedular con un tutor de cemento óseo con antibiótico a dosis terapéuticas (c,d). Tras una terapia antibiótica sistémica dirigida de 4-6 semanas se retira el tutor intramedular.
nos parece extremadamente útil y nos ahorra el segundo
tiempo de retirada de los tutores no reabsorbibles. En la
osteomielitis superficial (Tipo II) se realizará es una decorticación del hueso hasta que veamos que todo el tejido
óseo sangra con un piqueteado hemorrágico reflejo del
sangrado de los canales óseos y que se ha denominado
signo de paprika (o del pimentón) (Figura 7) (6,45). Lo
fundamental en este tipo de osteomielitis es, que tras el
desbridamiento, se realice la reconstrucción del defecto
de partes blandas responsable inicial de la infección. En
la osteomielitis localizada (tipo III) el desbridamiento
normalmente implica la secuestrectomía y saucerización del hueso osteomielítico, junto con la apertura y
desbridamiento de la cavidad medular circundante y
obliteración del espacio muerto. Buscamos el signo de
paprika para definir el hueso viable. En estos casos el
riesgo de “inestabilizar” el segmento óseo tiene que tenerse en cuenta y la posibilidad de requerir, de forma
profiláctica, un fijador externo debe ser planificada. En
muchos casos de osteomielitis tipo III, el desbridamiento
óseo tiene que acompañarse de la reconstrucción de los
tejidos blandos (Figura 8). En el tipo IV (difuso), cuyo
ejemplo clásico es la pseudoartrosis séptica, tras la extracción del material de osteosíntesis, se realizará una
resección segmentaria (31,50,51) que incluya todo el tejido óseo necrótico. En este tipo de osteomielitis es necesario dar estabilidad al segmento y posteriormente (o
simultáneamente) realizar la reconstrucción del defecto
óseo (Figura 9).
Segundo pilar: diagnóstico
microbiológico intraoperatorio seguro
Los cultivos de muestras intraoperatorias han sido considerados el gold estándar en el diagnóstico de la osteomielitis crónica (5,24,31,52). Aunque, como hemos
visto, el hecho de tener cultivos negativos no descarta
la infección (23,24). Por tanto, dentro del protocolo de
tratamiento quirúrgico de la OMC, una parte muy importante es la de realizar un correcto muestreo intrao-
a
b
Figura 6. Stimulant® bullets (vancomicina-gentamicina) utilizadas
para el tratamiento en 1 tiempo de una OMC-I (a). Se observa que en
la radiología de control a los 6 meses existe una reabsorción total del
sulfato cálcico (b)
Figura 7. Signo de Paprika, piqueteado hemorrágico que traduce el
sangrado de los canales vasculares y nos sirve para identificar el hueso
vivo.
MBA Institute. Número 21. Enero de 2019 / 11
Pablo S. Corona
a
b1
b2
c
d
e
Figura 8. Osteomielitis tipo III-BL en un varón de 31 años (a). Se realiza secuestrectomía, puesta a plano y apertura del canal medular (b1-2). Tras
la irrigación se oblitera el espacio muerto con sulfato cálcico impregnado en gentamicina y vancomicina (c). Se realiza la reconstrucción simultánea
de las partes blandas con un colgajo libre de rectus abdominis (d,e).
a
b
c
d
Figura 9. Transporte óseo: Paciente con una pseudoartrosis séptica
(OMC IV-A) por Clostridum spp.(a). Se realiza un desbridamiento radical , resección segmentaria, obliteración del espacio muerto con un
espaciador de cemento con antibiótico dirigido y colocación de fijación
externa monolateral preparado para transporte óseo bipolar (b). Transporte bipolar (c). Proceso de reconstrucción ósea terminado (d).
peratorio para obtener un diagnóstico etiológico seguro.
Idealmente el paciente debe llegar a la cirugía sin haber
recibido tratamiento antibiótico al menos en las 3 semanas previas a la intervención y retrasaremos la profilaxis
antibiótica hasta la toma de muestras. Se tienen que tomar múltiples muestras significativas (³ idealmente 6
muestras), preferiblemente profundas, de membranas o
fragmentos óseos con aspecto necrótico y evitaremos el
uso de hisopos (25). Idealmente debería utilizarse siempre un protocolo microbiológico de cultivos prolongados
y si está disponible, se puede sonicar el material de síntesis extraído (34,35).
Tecer pilar: obliteración
del espacio muerto
Tras el desbridamiento, dejaremos un espacio vacío que
denominamos espacio muerto. Este se llenará de sangre,
formando un hematoma que posteriormente se remplazará por tejido cicatricial avascular (51). Las dos situaciones son deletéreas para el tratamiento de la infección.
Este espacio muerto es un caldo de cultivo excelente,
queda excluido de la circulación, al margen de la actividad antibiótica y de la actuación del sistema inmune
del huésped, lo que puede perpetuar la infección (6,45).
12 / MBA Institute. Número 21. Enero de 2019
Clásicamente el espacio muerto se solía obliterar con esferas de cemento óseo impregnado en antibióticos, normalmente gentamicina (Técnica de Klemm) (56), o con
espaciadores de cemento con antibiótico (Figuras 9 y 10)
. El objetivo de estos sistemas es reducir el volumen de
espacio muerto y lograr una elevada concentración de
antibiótico local, mucho mayor de la que se alcanzaría
por vía sistémica. Como desventaja, estas técnicas requieren una segunda cirugía para eliminar el cemento
con antibiótico (57). Además quitar las cadenas de gentamicina, tras solo 2-3 semanas de implantación es, en
ocasiones, complicado debido al tejido de granulación
que las rodea. Actualmente se puede realizar un abordaje en un solo tiempo, usando sustitutos óseos (Figura
8) impregnados de antibiótico (58,59)(60). En nuestra
práctica clínica usamos, en función del caso, o bien sulfato cálcico impregnado con vancomicina y gentamicina
(Stimulant®, Biocomposites®, UK) o sulfato cálcico-hidroxiapatita impregnado con gentamicina (CeramentG®, Bonesupport™, Sweden) El espacio muerto también
se puede ocluir usando colgajos musculares o incluso
hueso impregnado con antibióticos.
Cuarto pilar: antibioticoterapia dirigida
El tratamiento antibiótico es uno de las piedras angulares en el tratamiento exitoso de la OMC. Este debería ser
idealmente dirigido al patógeno o patógenos causantes de
la infección e indicado en colaboración con un especialista en enfermedades infecciosas que tenga formación
en infecciones musculo-esqueléticas (61–63). En nuestra
práctica diaria el protocolo es el siguiente: si el patógeno
es conocido previamente a la cirugía de desbridamiento,
usamos una profilaxis dirigida tras la toma de muestras
intraoperatorias; posteriormente el paciente se mantiene
con una antibioticoterapia endovenosa dirigida que puede ser modificada en función del resultado de los cultivos intraoperatorios. Si tras un mínimo de 10 días con
tratamiento endovenoso, disponemos de un antibiótico
oral con buena biodisponibilidad y una correcta penetración ósea, realizamos el cambio a una pauta oral hasta
completar un tratamiento de entre 6-8 semanas. Siempre intentamos administrar regímenes antibióticos con
Osteomielitis
TABLA 2 - Condiciones valoradas en la clasificación fisiológica de Cierny-Mader.
IRC: Insuficiencia renal crónica
a
b
c
d
e
f
Figura 10. Paciente de 54 años con una OMC tipo III-BL,S y exposición del material de osteosíntesis (a). Tras controlar la diabetes del paciente, se
realiza una cirugía en dos tiempos. En el primer tiempo se extrae la placa de osteosíntesis, se realiza una secuestrectomía (b) y se oblitera temporalmente el espacio muerto con rosarios de gentamicina (c); el defecto de cobertura se trata de forma provisional con un sistema de presión negativa
(d). A los 4 días se realiza el segundo tiempo, donde se eliminan las cadenas de gentamicina, se realiza un nuevo desbridamiento, se oblitera el
espacio muerto con sulfato cálcico impregnado en gentamicina y vancomicina y se realiza la reconstrucción del defecto de partes blandas con un
colgajo libre de gracilis (e,f).
actividad frente al biofilm y con efecto intracelular; a
efectos prácticos, tratamientos que incluyan rifampicina
(obligatoriamente en biterapia) en el caso de infecciones
estafilocócicas o ciprofloxacino en el caso de infecciones
por bacilos gram-negativos (64,65).
Quinto pilar: reconstrucción
de los tejidos blandos
La reconstrucción de los tejidos blandos es uno de los
puntos clave del tratamiento. Su efecto principal será
crear una cámara biológica que revascularizará el área
desbridada, la aislará de los patógenos externos y tendrá
un efecto positivo en la obliteración del espacio muerto;
todo ello favorecerá la erradicación permanente de la infección (66–68). Es importante señalar que un colgajo
vascularizado no va a revascularizar a un hueso muerto; es decir, el realizar colgajos no permite que nuestro
desbridamiento óseo sea menor (24). Con el advenimiento de las técnicas de cobertura microquirúrgica, consi-
deramos que las técnicas abiertas como el Papineau (69)
han dejado de tener valor en nuestro medio (34,39,62). Si
el cirujano ortopédico no tiene la capacidad de realizar
una reconstrucción adecuada o no dispone de un consultor en cirugía plástica reconstructiva debe remitir al
paciente a un centro que cuente con estos recursos.
La reconstrucción definitiva de los tejidos blandos puede abordarse en la misma cirugía de desbridamiento (reconstrucción inmediata) (Figura 8) o retrasarse unos días
(reconstrucción retardada) (Figura 10). El tratamiento
temporal del defecto de cobertura se puede realizar de
forma eficaz con el uso de una terapia de presión negativa (24,34,39)(70) o con la técnica denominada bead
pouch, en donde usamos rosarios antibióticos para oblitera el espacio muerto y lo sellamos con una membrana
semipermeable tipo Opsite (Smith&Nephew, Memphis,
TN, USA) (6,71). La reconstrucción definitiva no debe
retrasarse más de una semana. Cuando la hagamos, realizaremos un nuevo desbridamiento y cambiaremos los
MBA Institute. Número 21. Enero de 2019 / 13
Pablo S. Corona
sistemas de antibioticoterapia local que se hubieran usado en el primer tiempo. Nosotros encontramos los rosarios de gentamicina extremadamente útiles en este tipo
de cirugía estadiada. Durante el segundo tiempo, que
realizaremos en pocos días, los rosarios son fácilmente
extraíbles y podemos reemplazarlos por sustitutos óseos
impregnados con antibiótico.
Sexto pilar: reconstrucción ósea
En ocasiones los defectos óseos que se establecen tras
el correcto desbridamiento del foco de osteomielitis son
de tal magnitud que requieren técnicas complejas de reconstrucción ósea para poder ser solucionados. Estos defectos óseos críticos (critizal size defects) son la norma
en las pseudoartrosis sépticas (OMC-tipo IV) en donde realizaremos resecciones en bloque (Figura 9) para
eliminar el foco de hueso muerto infectado (resección
ósea segmentaria). La técnica de reconstrucción que utilizaremos dependerá de muchos factores, como el tipo
de paciente, la localización de la lesión, su magnitud así
como de las preferencias personales y la formación del
cirujano (6,50,72). El discutir y explicar este tipo de técnicas van mas allá de los objetivos de este capítulo , pero
a modo de resumen podemos enumerar estas técnicas,
en orden creciente de complejidad:
-- Injerto óseo simple (50,72,73)
-- Técnica de la membrana inducida o Técnica de Masquelet (72–75).
-- Sistemas de mallas tridimensionales (76–78).
-- Técnicas basada en la osteogénesis a distracción (Técnica de Ilizarov); como son el transporte óseo o las
técnicas de acortamiento-alargamiento (79–83).
-- Colgajos óseos vascularizados, como el peroné libre
(84) o pediculado.
Al día de hoy no existe evidencia de la superioridad de
una técnica sobre la otra y en muchas ocasiones se elegirán por motivos de preferencia personal del cirujano
(72). Desde luego cada técnica tiene sus ventajas y sus
inconvenientes (Tabla 3) y consideramos que son procedimientos que por su complejidad y potencial de complicación deberían realizarse solo en centros de referencia
y con experiencia. En la Unidad de Patología Séptica del
Hospital Vall d´Hebron (UPSCRAL) consideramos que,
en el paciente osteomielítico, las técnicas basadas en la
osteogénesis a distracción (73,81,82) son nuestro método de elección en defectos óseos segmentarios de la extremidad inferior del adulto (Figuras 9), reservando las
técnicas de peroné libre microquirúrgico (o pediculado)
para la reconstrucción de defectos óseos segmentarios
en la extremidad superior del adulto, en la edad pediátrica, y en casos de revisión. Pero insistimos en que no
somos dogmáticos y que hay que seleccionar la técnica
mas adecuada para cada caso específico.
14 / MBA Institute. Número 21. Enero de 2019
Conclusiones
La osteomielitis es una condición patológica extremadamente compleja de erradicar. Su tratamiento exitoso requiere una detallada evaluación de cada caso y la aplicación de una serie de pilares que han permanecido inmutables durante las últimas décadas. Su abordaje requiere
de un enfoque multidisciplinar, donde la piedra angular
es el desbridamiento quirúrgico pero sin olvidarnos de la
importancia de un correcto tratamiento antimicrobiano
dirigido (por lo que necesitamos la identificación del patógeno) y la preservación y reconstrucción de los tejidos
blandos. En este escenario es frecuente la necesidad de
utilizar técnicas complejas de reconstrucción ósea y/o de
partes blandas, por lo que en los casos más complejos es
aconsejable su tratamiento en unidades especializadas.
Osteomielitis
Bibliografía
1.
Swisher CC, Curtis GH, Jacob T, Getty AG, Suprijo A, Widiasmoro
null. Age of the earliest known hominids in Java, Indonesia.
Science. 1994 Feb 25;263(5150):1118–21.
2.
Klenerman L. A history of osteomyelitis from the Journal of Bone
and Joint Surgery: 1948 TO 2006. J Bone Joint Surg Br. 2007
May;89(5):667–70.
3.
Afshar A. Concepts of orthopedic disorders in Avicenna’s Canon of
Medicine. Arch Iran Med. 2011 Mar;14(2):157–9.
4.
Birt MC, Anderson DW, Bruce Toby E, Wang J. Osteomyelitis:
Recent advances in pathophysiology and therapeutic strategies. J
Orthop. 2017 Mar;14(1):45–52.
5.
Lew DP, Waldvogel FA. Osteomyelitis. Lancet Lond Engl. 2004
Jul 24;364(9431):369–79.
6.
Cierny G, DiPasquale D. Treatment of chronic infection. J Am
Acad Orthop Surg. 2006;14(10 Spec No.):S105-110.
7.
Costerton JW. Biofilm theory can guide the treatment of devicerelated orthopaedic infections. Clin Orthop. 2005 Aug;(437):7–11.
8.
Waldvogel FA, Medoff G, Swartz MN. Osteomyelitis: a review of
clinical features, therapeutic considerations and unusual aspects. N
Engl J Med. 1970 Jan 22;282(4):198–206.
9.
Lew DP, Waldvogel FA. Osteomyelitis. N Engl J Med. 1997 Apr
3;336(14):999–1007.
10. Cierny G, Mader JT. Adult chronic osteomyelitis. Orthopedics.
1984 Oct 1;7(10):1557–64.
11. Arkader A, Brusalis C, Warner WC, Conway JH, Noonan K.
Update in Pediatric Musculoskeletal Infections: When It Is,
When It Isn’t, and What to Do. J Am Acad Orthop Surg. 2016
Sep;24(9):e112-121.
12. Copley LAB. Pediatric musculoskeletal infection: trends and
antibiotic recommendations. J Am Acad Orthop Surg. 2009
Oct;17(10):618–26.
13. Fry DE, Fry RV. Surgical site infection: the host factor. AORN J.
2007 Nov;86(5):801-810-814.
14. Emslie KR, Nade S. Acute hematogenous staphylococcal
osteomyelitis. A description of the natural history in an avian
model. Am J Pathol. 1983 Mar;110(3):333–45.
15. Costerton JW, Geesey GG, Cheng KJ. How bacteria stick. Sci Am.
1978 Jan;238(1):86–95.
16. Gristina AG, Costerton JW. Bacterial adherence and the glycocalyx
and their role in musculoskeletal infection. Orthop Clin North Am.
1984 Jul;15(3):517–35.
17. McConoughey SJ, Howlin R, Granger JF, Manring MM, Calhoun
JH, Shirtliff M, et al. Biofilms in periprosthetic orthopedic
infections. Future Microbiol. 2014;9(8):987–1007.
18. Stewart PS, Costerton JW. Antibiotic resistance of bacteria in
biofilms. Lancet Lond Engl. 2001 Jul 14;358(9276):135–8.
19. Valour F, Trouillet-Assant S, Rasigade J-P, Lustig S, Chanard
E, Meugnier H, et al. Staphylococcus epidermidis in orthopedic
device infections: the role of bacterial internalization in human
osteoblasts and biofilm formation. PloS One. 2013;8(6):e67240.
20. Tande AJ, Osmon DR, Greenwood-Quaintance KE, Mabry TM,
Hanssen AD, Patel R. Clinical characteristics and outcomes
of prosthetic joint infection caused by small colony variant
staphylococci. mBio. 2014 Sep 30;5(5):e01910-1914.
21. Proctor RA, van Langevelde P, Kristjansson M, Maslow JN, Arbeit
RD. Persistent and relapsing infections associated with smallcolony variants of Staphylococcus aureus. Clin Infect Dis Off Publ
Infect Dis Soc Am. 1995 Jan;20(1):95–102.
22. von Eiff C, Peters G, Heilmann C. Pathogenesis of infections
due to coagulase-negative staphylococci. Lancet Infect Dis. 2002
Nov;2(11):677–85.
23. Sheehy SH, Atkins BA, Bejon P, Byren I, Wyllie D, Athanasou
NA, et al. The microbiology of chronic osteomyelitis: prevalence
of resistance to common empirical anti-microbial regimens. J
Infect. 2010 May;60(5):338–43.
24. Hogan A, Heppert VG, Suda AJ. Osteomyelitis. Arch Orthop
Trauma Surg. 2013 Sep;133(9):1183–96.
25. Perry CR, Pearson RL, Miller GA. Accuracy of cultures of material
from swabbing of the superficial aspect of the wound and needle
biopsy in the preoperative assessment of osteomyelitis. J Bone
Joint Surg Am. 1991 Jun;73(5):745–9.
26. Maniar HH, Wingert N, McPhillips K, Foltzer M, Graham J,
Bowen TR, et al. Role of Sonication for Detection of Infection in
Explanted Orthopaedic Trauma Implants. J Orthop Trauma. 2016
May;30(5):e175-180.
27. Riise ØR, Kirkhus E, Handeland KS, Flatø B, Reiseter T,
Cvancarova M, et al. Childhood osteomyelitis-incidence and
differentiation from other acute onset musculoskeletal features in a
population-based study. BMC Pediatr. 2008 Oct 20;8:45.
28. Dartnell J, Ramachandran M, Katchburian M. Haematogenous
acute and subacute paediatric osteomyelitis: a systematic review of
the literature. J Bone Joint Surg Br. 2012 May;94(5):584–95.
29. Arnold SR, Elias D, Buckingham SC, Thomas ED, Novais E,
Arkader A, et al. Changing patterns of acute hematogenous
osteomyelitis and septic arthritis: emergence of communityassociated methicillin-resistant Staphylococcus aureus. J Pediatr
Orthop. 2006 Dec;26(6):703–8.
30. Ju KL, Zurakowski D,
methicillin-resistant and
aureus osteomyelitis in
prediction algorithm. J
21;93(18):1693–701.
Kocher MS. Differentiating between
methicillin-sensitive Staphylococcus
children: an evidence-based clinical
Bone Joint Surg Am. 2011 Sep
31. Walter G, Kemmerer M, Kappler C, Hoffmann R. Treatment
algorithms for chronic osteomyelitis. Dtsch Arzteblatt Int. 2012
Apr;109(14):257–64.
32. Schmidt HGK, Tiemann AH, Braunschweig R, Diefenbeck
M, Bühler M, Abitzsch D, et al. [Definition of the Diagnosis
Osteomyelitis-Osteomyelitis Diagnosis Score (ODS)]. Z
Orthopadie Unfallchirurgie. 2011 Aug;149(4):449–60.
33. Panteli M, Puttaswamaiah R, Lowenberg DW, Giannoudis PV.
Malignant transformation in chronic osteomyelitis: recognition
and principles of management. J Am Acad Orthop Surg. 2014
Sep;22(9):586–94.
34. Forsberg JA, Potter BK, Cierny G, Webb L. Diagnosis and
management of chronic infection. J Am Acad Orthop Surg. 2011;19
Suppl 1:S8–19.
35. Firoozabadi R, Alton T, Wenke J. Novel Strategies for the Diagnosis
of Posttraumatic Infections in Orthopaedic Trauma Patients. J Am
Acad Orthop Surg. 2015 Jul;23(7):443–51.
36. Gross T, Kaim AH, Regazzoni P, Widmer AF. Current concepts
in posttraumatic osteomyelitis: a diagnostic challenge with new
imaging options. J Trauma. 2002 Jun;52(6):1210–9.
37. van der Bruggen W, Bleeker-Rovers CP, Boerman OC, Gotthardt
M, Oyen WJG. PET and SPECT in osteomyelitis and prosthetic
bone and joint infections: a systematic review. Semin Nucl Med.
2010 Jan;40(1):3–15.
38. Lee GK, Fox PM, Riboh J, Hsu C, Saber S, Rubin GD, et al.
Computed tomography angiography in microsurgery: indications,
clinical utility, and pitfalls. Eplasty. 2013;13:e42.
39. Shirwaiker RA, Springer BD, Spangehl MJ, Garrigues GE,
Lowenberg DW, Garras DN, et al. A clinical perspective on
musculoskeletal infection treatment strategies and challenges. J
Am Acad Orthop Surg. 2015 Apr;23 Suppl:S44-54.
40. Schiesser M, Stumpe KDM, Trentz O, Kossmann T, Von Schulthess
GK. Detection of metallic implant-associated infections with
FDG PET in patients with trauma: correlation with microbiologic
results. Radiology. 2003 Feb;226(2):391–8.
41. White LM, Schweitzer ME, Deely DM, Gannon F. Study of
osteomyelitis: utility of combined histologic and microbiologic
evaluation of percutaneous biopsy samples. Radiology. 1995
Dec;197(3):840–2.
MBA Institute. Número 21. Enero de 2019 / 15
Pablo S. Corona
42. Wu JS, Gorbachova T, Morrison WB, Haims AH. Imagingguided bone biopsy for osteomyelitis: are there factors associated
with positive or negative cultures? AJR Am J Roentgenol. 2007
Jun;188(6):1529–34.
43. Corona PS. Role of Pre-operative bone biopsy in the microbiological
diagnosis of lower extremity chronic osteomyelitis. Bone Jt J.
2016;98–B.SUPP 23 (2016):
44. Patzakis MJ, Wongworawat MD. In Memoriam: George Cierny, III
MD (1947-2013). Clin Orthop. 2013 Oct;471(10):3100–1.
45. Cierny G, Mader JT, Penninck JJ. A clinical staging system for
adult osteomyelitis. Clin Orthop. 2003 Sep;(414):7–24.
46. Peltola H, Pääkkönen M. Acute osteomyelitis in children. N Engl J
Med. 2014 Jan 23;370(4):352–60.
47. Vaughan PA, Newman NM, Rosman MA. Acute hematogenous
osteomyelitis in children. J Pediatr Orthop. 1987 Dec;7(6):652–5.
48. Vander Have KL, Karmazyn B, Verma M, Caird MS, Hensinger
RN, Farley FA, et al. Community-associated methicillin-resistant
Staphylococcus aureus in acute musculoskeletal infection in
children: a game changer. J Pediatr Orthop. 2009 Dec;29(8):927–
31.
49. Calhoun JH, Manring MM, Shirtliff M. Osteomyelitis of the long
bones. Semin Plast Surg. 2009 May;23(2):59–72.
50. Patzakis MJ, Zalavras CG. Chronic posttraumatic osteomyelitis
and infected nonunion of the tibia: current management concepts. J
Am Acad Orthop Surg. 2005 Oct;13(6):417–27.
51. Tetsworth K, Cierny G. Osteomyelitis debridement techniques.
Clin Orthop. 1999 Mar;(360):87–96.
52. Tiemann AH, Hofmann GO. Principles of the therapy of bone
infections in adult extremities : Are there any new developments?
Strateg Trauma Limb Reconstr Online. 2009 Oct;4(2):57–64.
53. Zalavras CG, Sirkin M. Treatment of long bone intramedullary
infection using the RIA for removal of infected tissue: indications,
method and clinical results. Injury. 2010 Nov;41 Suppl 2:S43-47.
54. Giannoudis PV, Tzioupis C, Green J. Surgical techniques: how I
do it? The Reamer/Irrigator/Aspirator (RIA) system. Injury. 2009
Nov;40(11):1231–6.
55. Kanakaris N, Gudipati S, Tosounidis T, Harwood P, Britten S,
Giannoudis PV. The treatment of intramedullary osteomyelitis of
the femur and tibia using the Reamer-Irrigator-Aspirator system
and antibiotic cement rods. Bone Jt J. 2014 Jun;96–B(6):783–8.
56. Klemm K. The use of antibiotic-containing bead chains in the
treatment of chronic bone infections. Clin Microbiol Infect Off
Publ Eur Soc Clin Microbiol Infect Dis. 2001 Jan;7(1):28–31.
57. McKee MD, Li-Bland EA, Wild LM, Schemitsch EH. A
prospective, randomized clinical trial comparing an antibioticimpregnated bioabsorbable bone substitute with standard
antibiotic-impregnated cement beads in the treatment of chronic
osteomyelitis and infected nonunion. J Orthop Trauma. 2010
Aug;24(8):483–90.
58. Stravinskas M, Horstmann P, Ferguson J, Hettwer W, Nilsson M,
Tarasevicius S, et al. Pharmacokinetics of gentamicin eluted from
a regenerating bone graft substitute: In vitro and clinical release
studies. Bone Jt Res. 2016 Sep;5(9):427–35.
59. Fleiter N, Walter G, Bösebeck H, Vogt S, Büchner H, Hirschberger
W, et al. Clinical use and safety of a novel gentamicin-releasing
resorbable bone graft substitute in the treatment of osteomyelitis/
osteitis. Bone Jt Res. 2014 Jul;3(7):223–9.
60. Kluin OS, van der Mei HC, Busscher HJ, Neut D. Biodegradable
vs non-biodegradable antibiotic delivery devices in the treatment
of osteomyelitis. Expert Opin Drug Deliv. 2013 Mar;10(3):341–
51.
61. Spellberg B, Lipsky BA. Systemic antibiotic therapy for chronic
osteomyelitis in adults. Clin Infect Dis Off Publ Infect Dis Soc Am.
2012 Feb 1;54(3):393–407.
62. Rao N, Ziran BH, Lipsky BA. Treating osteomyelitis: antibiotics
and surgery. Plast Reconstr Surg. 2011 Jan;127 Suppl 1:177S–187S.
63. Conterno LO, Turchi MD. Antibiotics for treating chronic
16 / MBA Institute. Número 21. Enero de 2019
osteomyelitis in adults. Cochrane Database Syst Rev. 2013 Sep
6;(9):CD004439.
64. Lora-Tamayo J, Murillo O, Iribarren JA, Soriano A, SánchezSomolinos M, Baraia-Etxaburu JM, et al. A large multicenter study
of methicillin-susceptible and methicillin-resistant Staphylococcus
aureus prosthetic joint infections managed with implant retention.
Clin Infect Dis Off Publ Infect Dis Soc Am. 2013 Jan;56(2):182–
94.
65. Rodríguez-Pardo D, Pigrau C, Lora-Tamayo J, Soriano A, del
Toro MD, Cobo J, et al. Gram-negative prosthetic joint infection:
outcome of a debridement, antibiotics and implant retention
approach. A large multicentre study. Clin Microbiol Infect Off Publ
Eur Soc Clin Microbiol Infect Dis. 2014 Nov;20(11):O911-919.
66. Richards RR, Schemitsch EH. Effect of muscle flap coverage on
bone blood flow following devascularization of a segment of tibia:
an experimental investigation in the dog. J Orthop Res Off Publ
Orthop Res Soc. 1989;7(4):550–8.
67. Richards RR, McKee MD, Paitich CB, Anderson GI, Bertoia JT.
A comparison of the effects of skin coverage and muscle flap
coverage on the early strength of union at the site of osteotomy
after devascularization of a segment of canine tibia. J Bone Joint
Surg Am. 1991 Oct;73(9):1323–30.
68. Chan JK-K, Harry L, Williams G, Nanchahal J. Soft-tissue
reconstruction of open fractures of the lower limb: muscle versus
fasciocutaneous flaps. Plast Reconstr Surg. 2012 Aug;130(2):284e–
295e.
69. Papineau LJ, Alfageme A, Dalcourt JP, Pilon L. [Chronic
osteomyelitis: open excision and grafting after saucerization
(author’s transl)]. Int Orthop. 1979;3(3):165–76.
70. Morykwas MJ, Faler BJ, Pearce DJ, Argenta LC. Effects of varying
levels of subatmospheric pressure on the rate of granulation tissue
formation in experimental wounds in swine. Ann Plast Surg. 2001
Nov;47(5):547–51.
71. Henry SL, Ostermann PA, Seligson D. The antibiotic bead pouch
technique. The management of severe compound fractures. Clin
Orthop. 1993 Oct;(295):54–62.
72. Mauffrey C, Barlow BT, Smith W. Management of segmental bone
defects. J Am Acad Orthop Surg. 2015 Mar;23(3):143–53.
73. Ashman O, Phillips AM. Treatment of non-unions with bone
defects: which option and why? Injury. 2013 Jan;44 Suppl 1:S4345.
74. Karger C, Kishi T, Schneider L, Fitoussi F, Masquelet A-C, French
Society of Orthopaedic Surgery and Traumatology (SoFCOT).
Treatment of posttraumatic bone defects by the induced membrane
technique. Orthop Traumatol Surg Res OTSR. 2012 Feb;98(1):97–
102.
75. Morelli I, Drago L, George DA, Gallazzi E, Scarponi S, Romanò
CL. Masquelet technique: myth or reality? A systematic review and
meta-analysis. Injury. 2016 Dec;47 Suppl 6:S68–76.
76. Bullens PHJ, Bart Schreuder HW, de Waal Malefijt MC,
Verdonschot N, Buma P. Is an impacted morselized graft in a cage
an alternative for reconstructing segmental diaphyseal defects?
Clin Orthop. 2009 Mar;467(3):783–91.
77. Clements JR, Carpenter BB, Pourciau JK. Treating segmental bone
defects: a new technique. J Foot Ankle Surg Off Publ Am Coll Foot
Ankle Surg. 2008 Aug;47(4):350–6.
78. Ziran NM, Smith WR. The “Ziran” wrap: reconstruction of criticalsized long bone defects using a fascial autograft and reamerirrigator-aspirator autograft. Patient Saf Surg. 2014;8(1):40.
79. Betz AM, Stock W, Hierner R, Baumgart R. Primary shortening
with secondary limb lengthening in severe injuries of the lower leg:
a six year experience. Microsurgery. 1993;14(7):446–53.
80. El-Rosasy MA. Acute shortening and re-lengthening in the
management of bone and soft-tissue loss in complicated fractures
of the tibia. J Bone Joint Surg Br. 2007 Jan;89(1):80–8.
81. Dendrinos GK, Kontos S, Lyritsis E. Use of the Ilizarov technique
for treatment of non-union of the tibia associated with infection. J
Bone Joint Surg Am. 1995 Jun;77(6):835–46.
Osteomielitis
82. Paley D, Catagni MA, Argnani F, Villa A, Benedetti GB, Cattaneo
R. Ilizarov treatment of tibial nonunions with bone loss. Clin
Orthop. 1989 Apr;(241):146–65.
83. Papakostidis C, Bhandari M, Giannoudis PV. Distraction
osteogenesis in the treatment of long bone defects of the lower
limbs: effectiveness, complications and clinical results; a systematic
review and meta-analysis. Bone Jt J. 2013 Dec;95–B(12):1673–80.
84. Taylor GI, Corlett RJ, Ashton MW. The Evolution of Free
Vascularized Bone Transfer: A 40-Year Experience. Plast Reconstr
Surg. 2016 Apr;137(4):1292–305.
MBA Institute. Número 21. Enero de 2019 / 17
Notas
Notas
DISEÑADO Y PRODUCIDO POR MBA SURGICAL EMPOWERMENT.
Avda. Jardín Botánico 1345. Silos del Intra
33203 Gijón. España
T: +34 985 195 505 F: +34 985 373 452
BO.21es
V.1 01.19
www.mbainstitute.eu
Descargar