¿Qué es el pragmatismo? El pragmatismo es un sistema filosófico que surge formalmente en 1870 en Estados Unidos y que, a grandes rasgos, propone que sólo es válido el conocimiento que tiene una utilidad práctica. Se desarrolla principalmente bajo las propuestas de Charles Sanders Peirce (quien se considera el padre de pragmatismo), William James y posteriormente John Dewey. El pragmatismo está influenciado también por los conocimientos de de Chauncey Wright, así como por los postulados de la teoría darwiniana y el utilitarismo inglés. Llegado el siglo XX, su influencia declinó de manera importante. No obstante, volvió a ganar popularidad hacia la década de 1970, de la mano de autores como Richard Rorty, Hilary Putnam y Robert Brandom; así como Philip Kitcher y How Price, quienes han sido reconocidos como los “Nuevos pragmatistas”. Algunos conceptos clave A lo largo de tiempo nos hemos servido de muchas herramientas para asegurar que nos podemos adaptar al entorno y que podemos hacer uso de sus elementos (es decir, sobrevivir). Sin duda, muchas de estas herramientas han surgido de la filosofía y de la ciencia. Precisamente, el pragmatismo sugiere que la principal tarea de la filosofía y de la ciencia debería ser generar conocimientos que sean prácticos y útiles a dichos propósitos. En otras palabras, la máxima del pragmatismo es que las hipótesis deben trazarse de acuerdo con las que serían sus consecuencias prácticas. Esta sugerencia ha tenido repercusiones en conceptos e ideas más específicas, por ejemplo, en la definición de ‘la verdad’, en cómo delimitar el punto de partida de la investigación, y en la comprensión e importancia de nuestras experiencias. La verdad Lo que hace el pragmatismo es dejar de poner atención en la sustancia, la esencia, la verdad absoluta o la naturaleza de los fenómenos, para atender a sus resultados prácticos. Así, el pensamiento científico y filosófico ya no tienen como finalidad conocer verdades metafísicas, sino generar las herramientas necesarias para que podamos hacer uso de lo que nos rodea y adaptarnos a ello según lo que se considera adecuado. En otras palabras, el pensamiento sólo es válido cuando es útil para asegurar la conservación de ciertos modos de vida, y sirve para garantizar que tendremos las herramientas necesarias para adaptarnos a ellos. La filosofía y el conocimiento científico tienen un propósito principal: detectar y satisfacer necesidades. De esta manera, el contenido de nuestros pensamientos está determinado por la manera en que los usamos. Todos los conceptos que construimos y utilizamos no son una representación infalible sobre la verdad, sino que los encontramos verdaderos a posteriori, una vez que nos han servido para algo. En contraposición con otras propuestas de la filosofía (especialmente el escepticismo cartesiano que dudaba de la experiencia por confiar fundamentalmente en lo racional), el pragmatismo plantea una idea de verdad que no es sustancial, esencial ni racional, sino que existe en tanto que es útil para conservar modos de vida; cuestión que se alcanza mediante el terreno de la experiencia. La experiencia El pragmatismo cuestiona la separación que la filosofía moderna había hecho entre la cognición y la experiencia. Dice que la experiencia es un proceso mediante el cual obtenemos la información que nos ayuda a reconocer nuestras necesidades. Por eso, el pragmatismo se ha considerado en algunos contextos como una forma de empirismo. La experiencia es lo que nos da el material para crear conocimiento, pero no porque contenga por sí misma una información especial, sino que adquirimos esa información cuando entramos en contacto con el mundo exterior (cuando interactuamos y lo experimentamos). Así, nuestro pensamiento se construye cuando experimentamos cosas que suponemos que están causadas por los elementos externos, pero que, en realidad, adquieren sentido solo al momento en el que las percibimos mediante nuestros sentidos. Quien experimenta no es un agente pasivo que solo recibe los estímulos externos, es más bien un agente activo que los interpreta. De aquí mismo se ha derivado una de las críticas al pragmatismo: para algunos parece mantener una postura escéptica hacia los eventos del mundo. La investigación En línea con los dos conceptos anteriores, el pragmatismo sostiene que el centro de las inquietudes epistemológicas no debería ser demostrar cómo es que se adquiere un conocimiento o una verdad absoluta sobre un fenómeno. Más bien, estas inquietudes deben estar orientadas hacia entender cómo podemos crear métodos de investigación que contribuyan a hacer factible cierta idea de progreso. La investigación es entonces una actividad comunal y activa, y el método de la ciencia tiene un carácter autocorrectivo, por ejemplo, tiene la posibilidad de ser verificado y ponderado. De esto se desprende que el método científico es por excelencia el método experimental, y el material es empírico. Así mismo, las investigaciones comienzan con plantear un problema ante una situación que es indeterminada, es decir, la investigación sirve para reemplazar dudas por creencias establecidas y bien fundamentadas. El investigador es un sujeto que obtiene material empírico de las intervenciones experimentales, y plantea las hipótesis de acuerdo con las consecuencias que tendrían sus propias acciones. Así, las preguntas de investigación deben estar destinadas a resolver problemas concretos. La ciencia, sus conceptos y teorías, son un instrumento (no son una transcripción de la realidad) y están destinadas a alcanzar un propósito específico: facilitar una acción.