Subido por Pedro Encina

Con mi voz sonora Campanas y toques de c

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Eduardo Sato Besoaín
CON MI VOZ SONORA
Campanas y toques de campana
en la Catedral y otros templos
históricos de Santiago (1789-1899)
Con mi voz sonora
Campanas y toques de campana en la Catedral y otros templos históricos de Santiago (1789-1899)
Eduardo Sato Besoaín
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 – Santiago de Chile
[email protected][email protected] – 56-228897726
www.uahurtado.cl
Impreso en Santiago de Chile en el mes de junio de 2018 por C y C impresores
ISBN libro impreso: 978-956-357-140-0
ISBN libro digital: 978-956-357-141-7
Registro de propiedad intelectual Nº 289008
Este texto fue sometido al sistema de referato ciego externo.
Dirección editorial
Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva
Beatriz García-Huidobro
Dirección Colección de Música
Juan Pablo González
Diseño de la colección y portada
Alejandra Norambuena – Gabriel Valdés
Diagramación interior
Francisca Toral R.
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rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de
esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como
la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.
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Eduardo Sato Besoaín
CON MI VOZ SONORA
Campanas y toques de campana
en la Catedral y otros templos
históricos de Santiago (1789-1899)
Mucho podría decirse acerca de la misión importante que las campanas desempeñan en los actos de nuestra Sacrosanta Religión; pues,
ellas tienen diversos acentos según expresan alegría, majestad, o tristeza,
los cuales no acierta a describir con propiedad mi pobre inteligencia.
Cuaderno de todos los toques de campanas, así ordinarios como extraordinarios que se tocan en esta Santa Iglesia Metropolitana de València,
escrito por el campanero Rafael Aguado Romaguera en el año 1912
Las palabras “CON MI VOZ SONORA” forman parte de la epigrafía
de una de las campanas de la Catedral de Oviedo, fundida en 1678. La
cita completa dice lo siguiente: “CON MI BOZ SONORA SIRBO EN
ESTE SVELO A LA QVE EN EL CIELO ES EMPERADORA”. También se usó esta expresión en La Revista Católica: “Las campanas, esas
habitadoras de las alturas cuya voz sonora está destinada a conmover el
pueblo […]” (La Revista Católica, “Semana Santa”, 25 de abril de 1849,
Nº 178).
En memoria de Alberto Besoaín Indo (1917-1994)
Agradecimientos
A Luis Merino, porque gracias a sus consejos pude disfrutar la realización
de este trabajo.
A Francesc Llop i Bayo, por su generosidad e interés en las campanas de
Santiago.
A Andrés Núñez, Álvaro Núñez, Sebastián Jatz, Gonzalo Barra, Nicolás
Sandoval, Tomás Brantmayer y Fernanda Ortega, por su disposición a
escuchar y tocar las campanas de Santiago.
A los sacerdotes, religiosas y funcionarios a cargo de la Antigua Iglesia de
las Agustinas, Basílica del Corazón de María, Basílica de Lourdes, Basílica de la Merced, Basílica del Perpetuo Socorro, Capilla del Cementerio
General, Catedral de Santiago, Colegio de La Salle, Cuartel General de
Bomberos, Ex Congreso, Monasterio de Capuchinas, Monasterio del
Carmen de San Rafael, Museo Histórico Nacional, Museo de La Merced, Parroquia de Lo Abarca, Parroquia de los Capuchinos, Parroquia de
la Estampa, Parroquia de Santa Filomena, Parroquia del Niño Jesús de
Praga, Parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Ñuñoa, Parroquia del
Sagrario, Recoleta Franciscana, Recoleta Dominica, San Agustín, Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, San Isidro, Universidad San
Sebastián, y especialmente a Carlos Olivares (del templo de Santo Domingo), Eduardo Carrasco (del templo de San Ignacio), y los Hermanos
Manuel Alvarado Sánchez O.F.M. (Guardián del Convento de San Francisco) y Miguel Ángel Correa Eulufi O.F.M, por permitirme conocer y
tocar las campanas de sus templos e instituciones.
A María Elena Troncoso y Carmen Pizarro, del archivo de la Catedral de
Santiago.
A la Biblioteca del Seminario Pontificio Mayor de los Santos Ángeles
Custodios.
13
Índice
Introducción ..............................................................................................19
PRIMERA PARTE .....................................................................................27
Capítulo I
Función y connotación de las campanas
dentro de la Iglesia Católica ......................................................................29
La campana en cultos previos y diferentes al cristianismo ............................29
La adopción de las campanas por la Iglesia Católica,
su uso y desarrollo ........................................................................................31
El rito de bendición de campanas y sus implicancias ....................................35
Los toques de campana asociados a “ritos de control”
y “ritos conmemorativos” .............................................................................38
Capítulo II
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas
coloniales de la Catedral y otros templos de Santiago ..............................41
La fabricación colonial .................................................................................41
Aspectos morfológicos y sonoros de las campanas coloniales .......................52
El ocaso del modelo colonial de campana hacia mediados del siglo XIX ......74
Capítulo III
Las campanas industriales de la Catedral y otros
templos de Santiago ...................................................................................79
Los inicios de la industria campanera en Santiago ........................................79
Las fundiciones industriales de campanas en Santiago .................................84
Características morfológicas y sonoras de las campanas industriales
de la Catedral y otros templos de la ciudad; continuidad
y renovación respecto a las campanas coloniales ...........................................94
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago ...........105
15
Capítulo IV
Los toques coloniales y su recepción en la ciudadanía ...........................107
La ciudad de Dios ......................................................................................107
Connotación y presencia de las campanas en la ciudad de Dios .................114
Las campanas y la percepción del tiempo en el período colonial ................117
La labor informativa de las campanas en el periodo colonial ......................122
Las campanas como complemento de celebraciones fastas y nefastas ...........125
La ilustración católica y la ordenanza del obispo
Francisco José de Marán .............................................................................135
Capítulo V
La secularización de Santiago .................................................................139
Subsistencia de la ciudad de Dios ..............................................................139
La ciudad secularizada ...............................................................................151
Capítulo VI
Los toques de la Catedral y otros templos de Santiago
en el siglo XIX ..........................................................................................161
La permanencia colonial ............................................................................161
Un nuevo escenario y sus cambios .............................................................169
SEGUNDA PARTE ..................................................................................175
Capítulo VII
Clasificación de los toques: según su función y según su presencia
o ausencia dentro de las ordenanzas de Marán y Valdivieso ...................177
Clasificación funcional ..............................................................................177
Clasificación según permanencia y cambio ................................................179
Toques litúrgicos de permanencia (A)
(Permanencia demostrada) ........................................................................180
Toques no litúrgicos de permanencia (A)
(Permanencia demostrada) ........................................................................198
Toques litúrgicos de permanencia (B)
(Permanencia supuesta)..............................................................................199
16
Toques litúrgicos de cambio (A)
(Presentes solo en la ordenanza de Marán) .................................................206
Toques no litúrgicos de cambio (A)
(Presentes solo en la ordenanza de Marán) .................................................219
Toques litúrgicos de cambio (B)
(Presentes solo en la ordenanza de Valdivieso) ............................................220
Toques no litúrgicos de cambio (B)
(Presentes solo en la ordenanza de Valdivieso) ............................................223
Capítulo VIII
Morfología de los toques .........................................................................225
Consideraciones previas .............................................................................225
Definición morfológica (Formas de toque contenidas
en ambas ordenanzas) ................................................................................226
Definición morfológica (Formas de toque contenidas
solo en la ordenanza de Valdivieso) ............................................................233
Algunas palabras sobre el oficio del campanero ..........................................234
Registro morfológico de los toques según clasificación
de permanencia y cambio ..........................................................................242
Toques litúrgicos de permanencia (A)
(Permanencia demostrada) ........................................................................242
Toques no litúrgicos de permanencia (A)
(Permanencia demostrada) ........................................................................259
Toques litúrgicos de permanencia (B)
(Permanencia supuesta) .............................................................................260
Toques litúrgicos de cambio (A)
(Presentes solo en la ordenanza de Marán) .................................................265
Toques no litúrgicos de cambio (A)
(Presentes solo en la ordenanza de Marán) .................................................274
Toques litúrgicos de cambio (B)
(Presentes solo en la ordenanza de Valdivieso) ............................................275
Toques no litúrgicos de cambio (B)
(Presentes solo en la ordenanza de Valdivieso) ...........................................278
Consideraciones finales ...........................................................................281
17
ANEXOS ..................................................................................................287
Anexo Nº 1 “Reglamento sobre el uso y toques de campana” (1795) .........289
Anexo Nº 2 “Ordenanza para el tañido de las campanas” (1872) ..............301
Anexo Nº 3 “Inventario de campanas de la Catedral de Santiago” ............306
Fichas de las campanas .............................................................................317
Bibliografía ..............................................................................................334
Fuentes de imágenes ................................................................................343
Introd u c c i ó n
Hasta la aparición del presente trabajo, el estudio de las campanas históricas santiaguinas constituía aún un terreno bastante inexplorado, aunque
no del todo desconocido por investigadores locales. El creciente interés
por develar aspectos del sonido nacional (tanto en su experiencia colonial
como republicana) no había tocado aún en forma consistente lo relativo
a las campanas y todo lo que a ellas concierne. A excepción de escasísimos
artículos especializados, la totalidad de las investigaciones disponibles
consideran la figura de la campana como un tema suplementario a otro
de mayor envergadura, como podría ser la historia de la construcción
de algún templo1, o los complementos que rodeaban los rituales de la
muerte en la Colonia2, entre muchos otros casos en que la alusión a las
campanas no pasa de ser una mención pasajera.
1
2
Las alusiones de Gabriel Guarda o Eugenio Pereira Salas al asunto son en ese sentido muy
ejemplificadoras: “Uno de los elementos más visibles en su volumen sería lo referente a las
torres [de la Catedral de Santiago]: Toesca alcanzó a dejar una, provisoria, para colgar las
campanas […]” (Guarda 1997: 181); “[…] el obispo encomendó al maestro Ignacio Tarifeño
la construcción de una torre [para la Catedral] provisional con madera de ciprés y algarrobo,
donde se subieron con dificultad, tres campanas hechas con cobre de Coquimbo y un esquilón, trabajo de Juan de Meléndez y su ayudante Nicolás de Agustín” (Pereira Salas 1965: 121).
Como en el caso de María Antonia Benavente: “Las oraciones eran lacrimosas por el alma
del difunto, las que eran estimuladas por el toque de plegarias de las iglesias vecinas”
(Benavente 2005: 96).
19
CON MI VOZ SONORA
Dentro de esta serie de referencias se pueden encontrar documentos dedicados tanto a la fabricación e instalación de las campanas, como a
la contextualización de los toques (aunque no siempre estos dos aspectos
son tratados en textos diferentes). Al respecto, especial mención merece
el trabajo de Arturo Fontecilla Larraín Campanarios y toques de campanas
de antaño3, que aborda aspectos relativos al instrumento, los toques y
su contexto, constituyéndose hasta ahora en el trabajo de enfoque más
integral al respecto. Pionero en la investigación del tema, con su texto
Larraín intenta plasmar un panorama general del mundo de las campanas
durante el período colonial, recurriendo para ello a descripciones de las
campanas, los toques y el efecto que su sonido provocaba en los habitantes del Santiago de aquel entonces (para ese efecto narra una serie de
historias de carácter novelesco).
Los textos que aluden fundamentalmente al contexto de los toques
son por cierto los más numerosos4. Así ocurre con trabajos de Eugenio
Pereira Salas5, Jaime Valenzuela6, María Antonia Benavente7, Sol Serrano8
e Isabel Cruz de Amenábar9. A grandes rasgos, en estas investigaciones se
estudió el impacto social de los toques de campana a lo largo de la historia
de Chile, vinculando su sonido a conceptos tales como el tiempo, la fe,
el poder, la celebración, la ciudad, lo público y lo privado. En conjunto, esta multiplicidad de investigaciones construye una aproximación a
las campanas “desde fuera de las torres” que permite su conocimiento
como medida temporal; como medio de comunicación masivo; como
complemento de fiestas y ceremonias de la muerte, y como instrumento
de manipulación espiritual y política.
Entre las referencias que hacen alusión a la campana en su dimensión física10, solo se puede contar con el libro de Eugenio Pereira Salas
3
4
5
6
7
8
9
10
20
Fontecilla Larraín 1945.
Esto aun considerando que el grupo de publicaciones que ahonda en el tema más allá de la
mera mención es bastante reducido. Los textos aquí citados son aquellos que prestan una
mayor utilidad a la presente investigación.
Pereira Salas 1963: 5-29.
a) Valenzuela 1992: 238-252. b) Valenzuela 2010: 69-84. c) Valenzuela 2013.
Benavente 2005: 93-104.
a) Serrano 2008. b) Serrano 2011: 139-157.
a) Cruz de Amenábar 1995. b) Cruz de Amenábar 1998.
El Trabajo de Serrano (2008) también hace alusión a la naturaleza física de las campanas,
aunque de modo más superficial.
Introducción
Historia del arte en el reino de Chile11, en el que se documenta el trabajo
de fundición de los hermanos jesuitas de Calera de Tango y la obra de Silvestre Morales como proveedor de campanas para la Catedral de Santiago
hacia el año 1790 (entre otras alusiones más pasajeras). Se trata entonces
de un enfoque basado en el estudio del objeto y su fabricación, sin adentrarse en consideraciones sonoras. Otros estudiosos, como Miguel Laborde (1987)12, Gabriel Guarda (1997)13, o Emma de Ramón (2002)14, han
abordado la campana fundamentalmente desde el punto de vista de su
instalación en un determinado templo.
Resulta significativo el hecho de que la mayor parte de los textos en
que se alude a nuestro tema de estudio no hayan sido escritos por musicólogos, sino por historiadores del arte local o de la sociedad chilena en
sus distintos períodos. La excepción está dada por el trabajo de Malucha
Subiabre “El lenguaje de las campanas en la comunicación masiva colonial”, en el que se señalan los alcances sociales del uso de las campanas
en la época colonial, usando como fuente principal el Reglamento sobre
uso y toques de Campanas del obispo Francisco Marán15. A ello podemos
agregar el “Inventario de campanas históricas de Santiago”, realizado por
quien escribe entre los años 2006 hasta la fecha. En este se procede a una
revisión general del patrimonio campanario de la ciudad bajo la forma de
diversos inventarios, que constituyeron una gran fuente de información
para el presente trabajo16.
11
12
13
14
15
16
Pereira Salas 1965.
Laborde 1987.
Guarda 1997.
De Ramón 2002.
Subiabre 2008.
a) Sato 2006-2017. b) Estos inventarios han sido publicados digitalmente en la página oficial del grupo de campaneros de la Catedral de València
, dirigida por Francesc Llop i Bayo. Francesc Llop i Bayo (València 1951) es doctor en Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid. Su labor como estudioso de las
campanas ha considerado investigaciones sobre los campaneros valencianos y de Aragón,
asi como también la realización (por encargo del Ministerio de Cultura) del inventario de
campanas de todas las catedrales de España. Fruto de estos y otros trabajos, ha puesto en
marcha los grupos de campaneros de la Catedral de València (1988), y más recientemente
de la Catedral de Pamplona (2011). También ha propuesto y coordinado la restauración
de las campanas de diversas catedrales españolas: Sevilla, Castelló, Jaca, Murcia, Málaga,
Calahorra, El Pilar de Zaragoza, Pamplona, Huesca y Santiago de Compostela.
21
CON MI VOZ SONORA
Esta evidente escasez de investigaciones musicológicas ha traído
como consecuencia lógica un desconocimiento de la campana desde “dentro de las torres”, es decir, en cuanto instrumento sonoro y en cuanto a las
características particulares del repertorio de ese instrumento. Aún no habían sido investigados de manera consistente aspectos relativos a la fabricación, la instalación, las dimensiones, la epigrafía y la sonoridad de las campanas. Tampoco se tenía una idea más o menos acabada de la naturaleza de
los toques, su clasificación y morfología (aspectos esenciales para tener en
cuenta a la hora de emprender una reconstrucción de estas sonoridades).
En fin, si bien se contaba con una serie de fuentes que permiten formarse
una idea más o menos clara de las implicancias sociales de la campana
a lo largo del período bajo consideración, aun los aspectos relativos a la
organología del instrumento y la morfología de sus toques permanecían
en gran parte ignorados. En ese sentido, un estudio que pretenda aportar
verdaderas novedades al conocimiento del asunto debe necesariamente
considerar la revisión de estos aspectos, cuyo conocimiento constituía una
gran deuda de la disciplina para con un instrumento que tan enorme importancia revistió para múltiples generaciones de ciudadanos.
La elección de la Catedral como caso central de estudios obedece
a razones hasta cierto punto obvias. Es conocida la importancia musical
que revistió esta iglesia durante todo el período colonial y durante la
primera mitad del siglo XIX antes verse eclipsada por el febril auge de
la ópera italiana. Como han señalado diversos investigadores nacionales,
la capilla musical de la Catedral (con su Maestro de capilla, Sochantre,
seises y orquesta) constituyó por larguísimo tiempo el único espacio de la
ciudad donde el ejercicio de la música adquirió ribetes profesionales, más
allá de la mera diversión del salón17, o de la actividad musical existente en
los conventos de Santiago18.
Este intenso cultivo del sonido no solo se limitó “al interior del
templo”, sino que también consideró lo relativo al toque de las campanas. Por sobre la rica actividad campanaria que existió en otros templos,
conventos y monasterios de la ciudad, eran las campanas de la Catedral
las que jerárquica y sonoramente estaban a la cabeza de todo ese gran
coro de bronces, que acompasaba la vida cotidiana, orquestaba celebra17
18
22
Al respecto véase: Pereira Salas (1941) y Marchant (2013).
Al respecto véase: Vera (2004, 2010).
Introducción
ciones y comunicaba noticias dentro de la ciudad, durante la Colonia y
el siglo XIX. Era ahí donde tenían lugar los toques en mayor número,
complejidad e importancia litúrgica y política. Eran esas campanas las
que notificaban al pueblo la muerte de reyes y el nacimiento de príncipes;
las que en primer lugar anunciaban la celebración de la Pascua al resto
de la ciudad, y las que solemnizaban la procesión del Corpus Christi y la
elección de presidentes de la República, entre una miríada de otras celebraciones, fastas y nefastas, que se sucedían a lo largo del año. También
sus campanas sobrepasaban (y aún sobrepasan) en número y tamaño a
las de otras iglesias de la ciudad. Era, en suma, el centro campanario
con más intensa actividad y con mayor potencia sonora. A la vez, era
también la personificación más importante del “sonido público” de la
iglesia, que trascendía al interior del templo y se esparcía por la ciudad,
entre calles, patios y habitaciones. Asimismo, dentro de sus torres puede
aún distinguirse la curva seguida por la campana histórica chilena desde
mediados del siglo XVIII a fines del siglo XIX. Tanto el artesano colonial
como la industria decimonónica han quedado plasmados en ese conjunto
de campanas como en ningún otro templo de la ciudad. De ahí que su
elección e importancia como caso central de estudio caiga por su propio
peso. Pese a ello, no es posible plasmar un panorama general de nuestro
tema de interés sin consultar la experiencia de otros templos de la ciudad.
De una u otra forma, todos los puntos acá tratados tuvieron repercusión
en las demás iglesias de Santiago, que deben ser entendidas como parte
integrante de una amplia red sonora que se vio modificada a lo largo del
siglo XIX por diversos factores.
El marco temporal propuesto guarda relación con una serie de sucesos y procesos acaecidos durante aquellos años (1789-1899), que desde
diversos puntos de vista resultaron esenciales para el devenir de las campanas de la Catedral y del resto de la ciudad. A la vez, estos acontecimientos permiten sustentar la hipótesis propuesta para esta investigación (que
será expuesta a continuación).
Esta serie de hechos se inicia el año 1789 con la construcción del
primer campanario de la actual Catedral, a manos de Joaquín Toesca y
Antonio Ipinza. Paralelamente, ese mismo año se inicia la renovación del
cuerpo de campanas del templo a manos del artesano local Silvestre Morales. Estas primeras campanas y sus respectivos toques serían regulados
el año 1795 por una disposición del rey Carlos IV, que pretendía regular
23
CON MI VOZ SONORA
el uso de las campanas en tierras americanas, y que tendría acogida en el
entonces obispo de Santiago, Francisco de Borja José de Marán, quien
—basándose en ese documento real— dictara una ordenanza sobre los
toques de campanas como una forma de disponer su uso dentro de la
ciudad y especialmente dentro de la Catedral de Santiago19.
Ya dentro del siglo XIX se puede identificar una serie de medidas
que contribuyeron de modo diverso a la conformación de las instalaciones campanarias tal como las conocemos hoy. A la fundición de otras
campanas durante la primera mitad del siglo se suma la demolición del
antiguo campanario de Toesca para ser reemplazado por una nueva torre, levantada en 1875 por el constructor Juan Murphy bajo la supervisión del connotado arquitecto Eusebio Chelli. Esta segunda torre sería
también demolida el año 1898, cuando el Arzobispo Mariano Casanova
emprendiera la mentada reforma de la Catedral a cargo del arquitecto
italiano Ignacio Cremonesi. Este dispuso la construcción de las actuales
torres del templo con la instalación de la actual campana mayor (1899),
la más nueva del conjunto. Por otro lado, en 1872, el arzobispo de Santiago Rafael Valentín Valdivieso dicta una nueva ordenanza para regular
el toque de las campanas en la ciudad, esta vez debido a razones muy
diferentes a las de su predecesor.
Estas fechas se relacionan con el caso específico de la Catedral y
sus instalaciones campanarias. No obstante, la inserción de la investigación dentro de esos años coincide con el paso del régimen colonial al
republicano y las consiguientes transformaciones que ello implicó para
el devenir de las campanas de Santiago desde todo punto de vista. La
hipótesis que esta investigación pretende demostrar propone que entre
fines del siglo XVIII y fines del siglo XIX, tanto la fabricación de campanas en Santiago, como la naturaleza de sus toques y su impacto sobre
la ciudadanía, experimentaron un proceso de cambio gradual, producto
de diversas transformaciones culturales acaecidas a lo largo del siglo XIX.
Este proceso habría estado constituido tanto por elementos novedosos,
propios del nuevo escenario político/social, como por remanentes de la
antigua tradición colonial. De esa manera, puede sostenerse que los períodos históricos poseen una continuación más allá de las fechas administrativas que los delimitan.
19
24
Véase Anexo Nº 1.
Introducción
El libro se encuentra estructurado en dos grandes secciones. La
primera de ellas comprende seis capítulos, en los que se da cuenta de
consideraciones espirituales, morfológicas y contextuales relativas a las
campanas, focalizándose en el escenario santiaguino.
El Capítulo I tiene un carácter introductorio, y examinará (a grandes rasgos) la función práctica y la connotación espiritual de las campanas
para la Iglesia Católica; revisión general (y un tanto alejada del escenario
santiaguino), pero indispensable a la hora de comprender la experiencia
del fenómeno en tierras locales.
Los capítulos II y III constituyen una caracterización organológica
de las campanas históricas locales. El Capítulo II abordará la fabricación
de campanas durante el período colonial. En términos generales, ello implica una revisión de la influencia española en la materia y de cómo esta
dio lugar a un tipo de campana distintiva del período: de fabricación
artesanal y particulares características morfológicas y sonoras. Asimismo,
se estudiará el ocaso de esta “especie” de campana, durante la segunda
mitad del siglo XIX, como consecuencia del proceso modernizador que
experimentará el país hacia la década de 1840. El Capítulo III está destinado a estudiar el advenimiento de la fabricación industrial, así como
también las características morfológicas de las campanas fabricadas por
estas nacientes fundiciones. En consecuencia, con la hipótesis planteada
se revisarán los posibles puntos de correspondencia y divergencia entre
dichas campanas industriales y sus antecesoras coloniales.
Los capítulos IV, V y VI se relacionan ya no a aspectos morfológicos, sino contextuales. En otras palabras, constituyen un examen de la
relación dinámica del sonido de las campanas con la ciudad de Santiago,
tanto en su versión colonial como en la republicana. En el caso del Capítulo IV, tendrá lugar un breve estudio de la idea colonial, que concibe la
ciudad como un gran “espacio sagrado” en el cual el sonido de las campanas desempeñaba tareas fundamentales, de orden espiritual pero también
práctico. Por su parte, los capítulos V y VI consultarán la experiencia de
las campanas en la ciudad republicana, progresivamente laica y progresivamente hostil a la presencia del bronce en el “paisaje sonoro”20 del nuevo
20
El concepto de “paisaje sonoro” ha sido patentado por Barry Truax para definir una parte
integrante de lo que él ha denominado “Sistemas de comunicación acústica” (Truax 2001:
45). Por “sistema de comunicación acústica” se entienden los “procesos básicos a través
de los cuales funciona el sonido” (Truax 2001: 49). Estos procesos, capaces de abarcar
25
CON MI VOZ SONORA
escenario urbano. En conjunto, estos dos últimos capítulos permiten
comprender la extinción (prácticamente total) de los toques que tuvo
lugar a lo largo del siglo XX.
La segunda parte del libro, constituida por los capítulos VII y VIII,
está destinada al estudio de las dos ordenanzas sobre toques de campanas,
promulgadas por los obispos Marán (1795) y Valdivieso (1872). En el
Capítulo VII, se procederá a la clasificación de los toques expuestos en
dichos documentos. Esta clasificación comprende dos aspectos: su función dentro de la iglesia (litúrgica o no litúrgica), y (en consecuencia con
la hipótesis planteada) los posibles puntos de permanencia y cambio en el
repertorio de toques señalado en ambas ordenanzas (adoptando para ello
una clasificación específica). El Capítulo VIII, en tanto, se abocará al estudio de la morfología de los toques. En primera instancia, se procederá a
la descripción detallada de cada una de las formas de toque mencionadas
en las ordenanzas para luego, utilizando los mismos criterios de clasificación según permanencia y cambio expuestos en el capítulo anterior, detectar posibles puntos de correspondencia y divergencia en la morfología
de los toques a lo largo del período bajo consideración. Finalmente, se
agregarán, en forma de anexos, las dos ordenanzas (transcritas de manera
integral), así como también un inventario de las campanas de la Catedral
de Santiago.
cualquier manifestación sonora, están organizados dentro de tres categorías esenciales: habla, música y paisaje sonoro. A su vez, cada una de estas categorías presentaría un modelo
de funcionamiento común que entiende la organización de los sonidos como origen de
una estructura que a su vez dará lugar a un significado particular que se interpreta por los
auditores. En palabras del propio Truax: “En el nivel más básico de cada sistema encontramos que el sonido es de algún modo “organizado”, a través de la estructura de esa organización el significado puede ser inferido” (Truax 2001: 55). El término “espacio sonoro” fue
adoptado por el campanólogo Francesc Llop i Bayo en su artículo “Paisaje sonoro, espacio
sonoro” (1987). El autor lo ha definido en los siguientes términos: “Propongo llamar espacio sonoro a todo el sistema de sonidos producidos por un grupo humano organizado, en
sus actividades a lo largo del tiempo y del territorio por los que se mueve ese grupo. Este
sistema sonoro estaría formado por sonidos de origen natural y social, estando relacionado
no solo con los modos de vida del grupo y con su visión del mundo, con su cultura, sino
también con su modo de organizarse, así como con sus relaciones con el medio natural y
con su nivel tecnológico” (Llop i Bayo 1987).
26
Prim er a
p ar te
Ca p í tulo I
Función y connotación de las campanas dentro
de la Iglesia Católica
La campana en cultos previos y diferentes al cristianismo
Antes de abordar el caso santiaguino, y como una forma de clarificar
aspectos intrínsecos a nuestro objeto de estudio, es necesario examinar
—aún de modo muy somero— la función y connotación de las campanas dentro la Iglesia Católica.
El uso de campanas con fines religiosos no constituye una práctica
exclusiva del cristianismo, sino una costumbre común a distintos cultos,
que encontraron en el sonido del bronce una serie de atributos espirituales. En Egipto, las fiestas de Osiris eran celebradas con el sonido de múltiples campanas1. Los griegos las utilizaron con fines domésticos (anunciar
la venta de pescado en el mercado o la apertura de este), pero también
consta que fueron empleadas ritualmente por los sacerdotes de Proserpi1
Téngase en cuenta que, tanto estas “campanas” como las utilizadas por griegos y judíos,
diferían bastante en su forma de las campanas cristianas conocidas por nosotros. Se trataba
de pequeños dispositivos metálicos, semejantes a cascabeles o crótalos. Los romanos desarrollaron un tipo de campana más cercano al modelo cristiano, aunque siempre en una
escala de tamaño reducida.
29
CON MI VOZ SONORA
na y Cibeles, y por el culto mistérico de los Cabiros, que asignaba a su
sonido un valor purificador. Lo propio hizo Roma, donde las campanas
tuvieron igualmente múltiples funciones. El así llamado Tintinnabulum
fue indistintamente utilizado para anunciar actividades cotidianas (como
la apertura de los baños) o acontecimientos excepcionales (como la proximidad de un eclipse o la conducción de criminales a su ajusticiamiento).
Asimismo, se empleó como amuleto para proteger bestias, como complemento de procesiones y como objeto sagrado de sepulcros y templos2.
En Oriente, ya entre los años 1500 a 1000 a. C., se desarrolló su
uso y fabricación en China, y hacia el siglo V a. C. tenían un importante
papel en las orquestas que tocaban durante los rituales confucianos. En
la India las adoptaron hacia el siglo VI a. C. para sus rituales védicos (en
forma de crótalos o bien de campanas tradicionales), y aún persiste la
costumbre de colgar campanillas en los tobillos de los danzantes y en la
entrada de los templos, donde son tocadas por los devotos para invocar
las deidades de su culto3. En Oriente se creía firmemente en una poderosa
esencia espiritual de las campanas; de ahí el prodigioso desarrollo de este
instrumento en estas tierras, que conocieron la fabricación de enormes
campanas y de espléndidos juegos de campanas afinadas muchos siglos
antes que en Europa4.
Por mandato divino, la tradición judía se valió de campanillas
como una forma de amuleto destinado a proteger a los sumos sacerdotes
al momento de ejercer su ministerio:
En la parte inferior [de la túnica del efod] pondrás granadas de jacinto, de
púrpura y de carmesí, alternadas con campanillas de oro, todo enrededor
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4
30
La información respecto a las campanas egipcias, griegas y romanas ha sido tomada de
Espasa Calpe 1958, tomo XI: 1199.
Desde un punto de vista iconográfico, para la cultura hindú la campana constituye una
representación de la flor de loto.
a) La información respecto a las campanas orientales ha sido tomada de Price 2001, tomo
III: 173-174.
b) Es el caso de la gran campana del templo de Tōdai-ji (Nara, Japón), fundida el año 732
con alrededor de 23 toneladas de peso; o el juego de 65 campanas del marqués Yi (433 a.
C.), afinadas de manera tal que cada campana produce dos tonos dependiendo de donde
sea tocada (entre otros muchos ejemplos). Téngase en cuenta que la campana más grande
de Europa, la “Petersglocke” de la Catedral de Colonia (1923), pesa 24 toneladas, y que
ningún fundidor europeo ha fabricado una campana capaz de producir dos tonos.
Función y connotación de las campanas dentro de la Iglesia Católica
[…] Arón se revestirá de ella para su ministerio, para que se haga oír el
sonido de las campanillas cuando entre y salga del santuario de Yavé, y
no muera5.
Asimismo, según el libro Números, Dios en persona ordenó a Moisés la utilización de trompetas de plata como forma de convocación, protección y alabanza. Principios esenciales que siglos más tarde regirían el
uso de las campanas cristianas:
Yavé habló a Moisés diciendo: “Hazte de dos trompetas de plata […]
que te sirvan para convocar la congregación y para hacer mover el campamento […]. Los hijos de Aarón, los sacerdotes, serán los que toquen
las trompetas, y estas serán de uso obligatorio por siempre en vuestras
generaciones. Cuando en vuestra tierra saliereis a la guerra contra el enemigo que os atacare, tocaréis alarma con las trompetas, y servirán de recuerdo ante Yavé […] para que os salve de vuestros enemigos. También en
vuestros días de alegría, en vuestras solemnidades y en las fiestas tocaréis
las trompetas, y vuestros holocaustos y vuestros sacrificios pacíficos serán
para vosotros un recuerdo cerca de vuestro Dios”6.
La adopción de las campanas por la Iglesia Católica,
su uso y desarrollo
La intensa persecución que marcó los orígenes del cristianismo impidió
cualquier convocación exterior a este culto que se difundía oralmente y
dentro de un ámbito enteramente privado. Según San Ignacio de Antioquía, los encargados de esta función eran los así llamados cursores, personas de confianza que daban aviso a las comunidades cristianas de sus celebraciones7. La aceptación del ejercicio público de la religión cristiana —el
año 313 a instancias del edicto de Constantino— puede considerarse el
primer paso que permitiría el “sonido público” de dicha iglesia dentro de
5
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7
a) Éxodo XVIII. 33-35 (Ediciones Biblioteca de Autores Cristianos, en adelante B.A.C.).
b) Según Clemente de Alejandría eran 366 campanillas; según San Jerónimo eran 72
(Espasa Calpe 1958, tomo XI: 1199).
Números X. 1-10 (B.A.C.).
Espasa Calpe 1958, tomo XI: 1201.
31
CON MI VOZ SONORA
la ciudad. Este concepto se materializaría en diversos dispositivos previos
al uso de las campanas: trompetas, a imitación de la tradición israelita;
timbales que se golpeaban el uno contra el otro; planchas labradas que
se hacían sonar golpeadas por un mazo; grandes vasos de madera que se
percutían con martillos, y matracas o molinetes, cuyo uso persistiría en
las celebraciones de Semana Santa8.
Según varios liturgistas, el uso de campanas con fines cristianos
habría sido si no fundado, al menos difundido por San Paulino de Nola9,
obispo de la Campania, quien se cree fue el primero en dotar a su iglesia
de una campana para convocar a la adoración. De ahí que hasta hoy se
le considere universalmente como el santo patrón de los campaneros10.
Es difícil saber si la historia asociada a San Paulino es cierta o es solo
una leyenda. De hecho, en la minuciosa descripción que el obispo hizo de
la Basílica de San Félix, por él construida, no se hace alusión a ninguna
campana11. También es difícil saber de qué clase de campana se trataba.
Las campanas cristianas más antiguas conservadas, como por ejemplo la
de San Patricio (a quien se atribuye la introducción de la campana en
Irlanda alrededor del año 432), no eran fundidas (el arte de la fundición
sufrió un cese tras la caída del Imperio romano), sino fabricadas por el
remache de láminas de hierro (a la manera de un cencerro o campana de
vaca)12. Como sea, desde el momento en que una “campana” se colgó y se
tocó con el fin de convocar a los fieles a los ritos litúrgicos, se asentaba el
principio esencial de su relación con la Iglesia. Relación que con el paso
del tiempo conocería un prodigioso desarrollo, hasta el punto de convertirse no solo en un eje regulador de la vida espiritual, sino también de la
vida cotidiana.
A fines del siglo VI, los benedictinos italianos comenzaron a construir campanas fundidas (primeramente como campanillas de mano y
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32
Donoso 1855, tomo I: 270.
Donoso 1855, tomo I: 270.
Otros, como Onofre Panvinio, sostienen que habría sido el Papa Sabiniano (sucesor de
San Gregorio Magno) quien “introdujo el uso de las campanas en las Iglesias, i ordenó que
se tocasen para las horas canónicas i el santo sacrificio”. Sin embargo, esta creencia habría
sido desmentida por Anastasio, que nada señala al respecto en la vida del Papa Sabiniano
(Donoso 1855, tomo I: 271). Junto a San Paulino (aunque en menor medida), también
son consideradas patronas de los campaneros Santa Águeda y Santa Bárbara.
Espasa Calpe 1958, tomo XI: 1200.
Westcott 1970.
Función y connotación de las campanas dentro de la Iglesia Católica
luego en formatos más grandes) que, debido a su mayor potencia sonora,
reemplazaron a las primigenias campanas de hierro remachado13. Su uso
se extendió progresivamente por toda la Europa cristiana, que las asumió
como parte fundamental de la vida religiosa. Ya en las constituciones de
San Cesáreo de Arlés (513) y en la regla de San Benito (540) se habla de
las señales a cargo de las campanas14. Lo propio se lee más tarde (615) en
la Vida de San Columbano, quien dispusiera: “Quadam dite ministro suo
campanam súbito pulsare, cujus sonitu fratres excitati Eclessiam protinus
sun ingressi”15. Las campanas marcaban no solo el paso de las horas canónicas16; también comenzaron a utilizarse como señal y complemento
sonoro de diversas celebraciones: misas, servicios fúnebres y una larga
serie de festividades que se sucedían a lo largo del año litúrgico (además
de otras funciones domésticas).
La enorme prosperidad que experimentó la vida religiosa a lo largo
de los siglos medievales fue de la mano con el desarrollo físico de las campanas, sus formas de toque y la importancia simbólica que estas revestían.
Los templos más importantes contaban no con una, sino con varias campanas, que podían llegar a ser de gran tamaño y tocarse separadamente
o en conjunto (como en el caso de las grandes festividades), dando lugar
a combinaciones tímbricas y rítmicas antes desconocidas. De ese modo,
las primitivas torres de defensa de abadías y monasterios se reemplazaron
por los campanarios17, que difundían su sonido no solo dentro del recinto
religioso, sino que a través de toda la comunidad cercana. Esta asoció el
sonido de las campanas a un sentido de orden, progreso y protección, en
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16
17
Price 2001, tomo III: 177.
Espasa Calpe 1958, tomo XI: 1200.
“Cuando el ministro mande tocar súbitamente las campanas, su sonido excitará a los hermanos a concurrir prontamente a la iglesia” (Alonso y Pérez 1886, tomo II: 486, traducción propia).
a) Laudes, a las tres de la mañana; Tercia, a las nueve de la mañana; Sexta, al mediodía;
Nona, a las tres de la tarde; Vísperas, a las seis de la tarde; Completas, a las nueve de la
noche; y Maitines, a las doce de la noche. b) Como señala Eugenio Pereira Salas, la designación de esta terminología para las horas canónicas se desprende de hechos ocurridos
en tiempos apostólicos: “Leemos en los hechos de los apóstoles que el Espíritu Santo bajó
sobre los apóstoles a la hora de tercia, mientras estaban para orar; que Pedro a la hora de
sexta subió a la parte superior de la casa para orar; que Pedro y Juan van al templo a la hora
de nona para la plegaria; que Pablo y Cilas, en la cárcel, a medianoche cantan alabanzas al
Señor” (Pereira Salas 1963: 6).
Price 2001, tomo III: 177.
33
CON MI VOZ SONORA
tanto que los monasterios se constituían como “centros de saber, no solo
en lo concerniente a la teología, sino a todas las esferas del conocimiento
humano”18. Habían pasado de ser meros instrumentos de señal a adquirir una multiplicidad de connotaciones sobrenaturales, constituyéndose
físicamente como “una vinculación entre el hombre y Dios por medio
del sonido”19. El mismo instrumento sería objeto de numerosas alegorías
simbólicas. Según Guillaume Durand, en su Racional de los divinos oficios
(1286), la cavidad de la campana representaría la boca del predicador,
que apostólicamente se abre a las palabras evangelizadoras; la dureza del
metal simbolizaría la firmeza de su espíritu; el badajo personificaría a
los doctores de la Iglesia, cuya enseñanza resuena en todo el mundo, y
el yugo que la sostiene haría alusión al leño de la cruz, que se encuentra
colocada en lo alto porque ha sido predicada por los antiguos padres de
la Iglesia20.
Imagen Nº 1. Chartres, Catedral: El Tintinnabulum (alegoría de la música). 1159-1175 21
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Westcott 1970.
Núñez Peñaflor 1999.
Donoso 1855, tomo I: 273-274.
Para consultar fuentes de imágenes véanse pp. 341-343.
Función y connotación de las campanas dentro de la Iglesia Católica
El rito de bendición de campanas y sus implicancias
Instaurado alrededor del siglo VIII22, el rito de bendición de campanas
tiene la función de consagrar este objeto práctico como instrumento sagrado al servicio de la Iglesia y su misión salvadora23. Los salmos leídos
en esta ocasión (28, 50, 53, 56, 66, 69, 76, 85, 129, 145, 146, 147, 148,
149 y 150) dan a entender cuál era la connotación espiritual esencial que
la Iglesia asignó a las campanas: instrumento de alabanza y arma contra
diversas asechanzas; atributos divinos de las trompetas judías, que encontraban en la campana cristiana una nueva personificación24.
La lectura de salmos y de oraciones pertinentes iba en conjunción
con el uso de agua bendita, incienso y óleos25. Por estos medios, la cam22
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24
25
Alrededor del año 770, Alcuino escribía al respecto: “Neque novum videri debet, campanas bendicere et ungere, esquie nomen imponere”, es decir, “No debe olvidarse el bendecir
y ungir las campanas, ni tampoco darles un nombre” (Alonso y Pérez 1886, tomo II: 486,
traducción propia).
a) La Sagrada congregación de obispos y regulares de 1581, y los concilios de Bourges
(1584), Aix (1585) y Tolosa (1590) prohibieron el uso de campanas benditas con fines
no religiosos. Sin embargo, la Sagrada Congregación de ritos del 16 de julio 1594 estipuló que podían tocarse en casos de utilidad pública, como incendios u otras calamidades
(Núñez Peñaflor 1999). b) La Iglesia establece que solo el obispo puede realizar la bendición de campanas. No obstante, dadas las dificultades prácticas de ello, se permitió en
ocasiones que la bendición fuera impartida por sacerdotes comunes, vicarios generales o
párrocos. En 1862, el arzobispo Valdivieso tuvo necesidad de pedir dicha gracia al Papa
Pio IX, para así evitar que las campanas ubicadas en pueblos de difícil acceso no quedaran
“[…] sin este requisito indispensable según la santa liturjia” (Boletín Eclesiástico, “Edicto
sobre bendición de campanas”, 24 de septiembre de 1862, tomo III: 129-131).
Considérense como ejemplos de ello las siguientes citas de algunos de los salmos escogidos
para dicha ocasión: “La voz de Yavé (resuena) con fuerza; la voz de Yavé (retumba) con
majestad” (Salmo 28. 3 B.A.C.). “Hazme escuchar el gozo y la alegría, y saltarán de gozo
los huesos que trituraste” (Salmo 50. 10 B.A.C.). “Sálvame ¡oh Dios!, por tu nombre, por
tu poder hazme justicia” (Salmo 53. 3 B.A.C.). “Pronto está mi corazón, ¡oh Dios!; está
mi corazón dispuesto a cantar y entonar salmos. ¡Despierta, gloria mía; despierta salterio y
cítara, y despertarás a la aurora!” (Salmo 56. 8-9 B.A.C.). “Ven ¡oh Dios! a liberarme; apresúrate ¡oh Yavé! a socorrerme. Sean confundidos y avergonzados los que buscan mi vida,
puestos en huida y cubiertos de ignominia los que se alegran de mi mal” (Salmo 69. 2-3
B.A.C.). “Alaben el nombre de Yavé, porque sólo su nombre es sublime, su magnificencia
sobrepasa a los cielos y la tierra” (Salmo 148. 13 B.A.C.).
a) Una detallada descripción de este rito ha quedado plasmada en el Libro de las cosas de la
Yglesia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de Valencia (1590). Excusando lo extenso
de la cita, me permito incluirla casi textualmente debido a su interés documental: “[…]
lava el Preste las campanas por dentro y fuera con el agua bendita y otros las enjugan con
una toalla limpia. Y entre tanto que esso se haze los del coro dicen alternativamente los
35
CON MI VOZ SONORA
pana adquiría una serie de poderes sobrenaturales, a la vez que contraía
una serie de obligaciones para con la Iglesia. Tal como se expresara en el
concilio de Trento (1563), en el que se estableció lo siguiente:
Se bendicen también las campanas para que sean trompeta de la Iglesia
militante, que convoca al pueblo a reunirse al templo para que al oír su
tañido, los fieles se exiten a orar, para que con su tañido se aterren los demonios, i así aterrados más fácilmente se ahuyenten con las oraciones de
los cristianos, i con su fuga se preserven las mieses, las almas i los cuerpos
de los creyentes, para que se apacigüe el estrago del granizo, la furia de
psalmos siguientes..., lavadas y enjugadas las campanas, unta un poco el dedo pulgar el
sacerdote en óleo santo y con el haze la señal de la + en cada una de las campanas por la
parte de afuera y habiéndose purificado el dedo dice la siguiente oración con Oremus,
Deus qui per Sanctum Moysen... y concluida limpia con algodón o estopa la + que hizo
con el olio santo en cada una de las campanas y echo esto entonan los cantores la antifona Vox Domini super aquas tono 8 y los demás del coro prosiguen lo que resta del
psalmo... hasta el fin y se dirá gloria Patri, y si el Preste no huviere acabado, repetirán lo
dicho y puede acompañar el organo y repetiran el verso que tocare el organo en el coro
para ganar tiempo y quando conoscan, o avisen que el Preste concluye la unción en las
campanas tornaran los cantores a repetir dicha antifona y mientras en le choro cantan
la dicha antifona y psalmo, el preste con el dedo pulgar untado con el olio santo hace 7
cruzes sobre cada una de las campanas por la parte de afuera y 4 con chrisma por la parte
de adentro, en igual distancia, diciendo entre tanto que haze cada + conse+cretur et sancti
+ ficetur & in nomine Patris + et Filiii + et Spiritus + Sancti in honorem &. Acabadas de
hazer las cruzes y puesto nombre [el nombre de la campana], purifica aquellas con algodón, todas y también sus dedos, y... dicit oremus omnipotens sempiterne &. Acabada la
oración pone en el incensario timiana, incienso y mirra con la ceremonia acostumbrada
y inciensa cada una de las campanas in circuiti, y después pone el incensario debaxo de
cada una de ellas de suerte que reciba todo el humo y entretanto el coro canta la siguiente
antifona Deus in sancto & y versos siguientes del psalmo 76... y con Gloria Patri, y se
repetirá como se dixo arriba así como la antifona y quitándose el Preste el bonete dira
Oremus omnipotens Dominum Christe, acabada la qual toma el hisopo, y echa agua
bendita a las campanas diciendo in nomine Patris + et Filii + et Spiritus + Sancti amen.
Ultimamente el diacono vestido con ornamentos blancos canta los... y el siguiente evangelio, in illo tempore intravit Jesus..., no se pide bendición, ni se inciensa el libro, ni el
Preste pero acabado el evangelio lleva el subdiacono el libro para que el Pretse etc. y depués
haze la señal de la cruz sobre las campanas, diciendo en voz alta, et benedictio Dei Patris
+ et Filii + el Spiritus + Sancti, descendat et maneat super vos, amen” (Libro de las cosas
de la Yglesia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de Valencia, 1590. Transcripción de
Francesc Xavier Martín Noguera y Sergio Urzainqui Sánchez, 2008).
b)En Oriente, el rito de bendición también consideraba sacrificios animales, e incluso
humanos. Es el caso de la gran campana del rey Seongdeok de Corea (771 d. C.), donde,
a instancias del sueño de un sacerdote, se arrojó un niño a la colada.
36
Función y connotación de las campanas dentro de la Iglesia Católica
las tormentas i el golpe del rayo y las tempestades, i se eviten los daños
del trueno i de los huracanes i queden vencidos los espíritus y potestades
aéreas26.
Anna Katarina Emmerick, la célebre mística y vidente alemana,
se refirió en términos personales a este efecto repelente que ejercían las
campanas sobre los espíritus malignos, que la asechaban mientras oraba
en el campo por la noche:
Cuando era niña percibía yo, como si fueran rayos de bendición, los sonidos de las campanas benditas, las cuales tan pronto como eran tañidas,
quitaban el mal causado por el enemigo del género humano. Creo ciertamente que las campanas benditas ahuyentan a Satanás. Cuando en mi
juventud oraba yo en el campo durante la noche, veía a los demonios
muchas veces en torno de mí; pero tan pronto como las campanas de
Koesfeld llamaban a maitines, advertía que huían27.
Los diversos motes epigráficos plasmados en el bronce de campanas
históricas europeas y americanas dan buena cuenta de estas atribuciones
y deberes. La siguiente inscripción, quizá una de las más recurrentemente utilizadas por fundidores desde tiempos medievales, es muy clara al
respecto:
LAUDO DEUM VERUM, PLEBEM VOCO, CONGREGO
CLERO, DEFUNCTOS PLORO, PESTEM FUGO,
FESTA DECORO 28
Muy utilizado fue el salmo 150, que hacía directa alusión al carácter laudatorio de las campanas:
26
27
28
Valdivieso 1904, tomo III: 1142.
Emmerick, (sin fecha): 179.
a) “ALABO AL DIOS VERDADERO, CONVOCO AL PUEBLO, REÚNO AL CLERO, LLORO A LOS DIFUNTOS, DOY BRILLO A LAS FIESTAS” (traducción propia). Nótese la escritura en primera persona, como si fuera la propia campana la que
diera cuenta de sus atribuciones. Similar tono epigráfico exhiben campanas históricas de
Santiago, como por ejemplo las de la Basílica del Perpetuo Socorro (1888). En cada una
de sus cuatro campanas puede leerse: “SOY DE LOS PADRES REDENTORISTAS”.
37
CON MI VOZ SONORA
LAUDATE EUM IN SONO TUBAE, LAUDATE EUM IN PSALTERIO ET
CITHARA, LAUDATE EUM IN TYMPANO ET CHORO,
LAUDATE EUM IN CORDIS ET ORGANO, LAUDATE EUM
IN CYMBALIS BENESONANTIBOS, LAUDATE EUM IN CYMBALIS
JUBILATIONIS, OMNIS SPIRITUS LAUDET DOMINUM29
Otras en tanto, se referían de modo muy elocuente a su dimensión
protectora:
ECCE CRUECEM DOMINI, FUGITE PARTES ADVERSÆ. VICIT LEO
DE TRIBU IUDA RADIX DAVID ALLELLUIA30
VOX MEA TINTINORUM SIT TERRORUM DEMONORUM31
Los toques de campana asociados a “ritos de control”
y “ritos conmemorativos”
El extenso repertorio de toques litúrgicos constituía el medio a través
del cual se ponían en práctica estas virtudes y deberes según la necesidad
que motivara su realización. En ese sentido, es posible asociar los toques
de campanas a dos categorías rituales esenciales: ritos de control y ritos
conmemorativos, “los primeros, destinados a influir sobre los fenómenos
naturales; los segundos, encargados de recrear la atmósfera sagrada mediante la representación de mitos en el transcurso de ceremonias complejas y espectaculares”32.
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“ALABADLE AL SON DE LAS TROMPETAS, ALABADLE CON EL SALETRIO Y
LA CÍTARA, ALABADLE CON TÍMPANOS Y DANZAS, ALABADLE CON CUERDAS Y FLAUTAS, ALABADLE CON CÍMBALOS RESONANTES, ALABADLE
CON CÍMBALOS DE JÚBILO, TODOS LOS ESPÍRITUS ALABEN AL SEÑOR”
(traducción propia).
“ESTA ES LA CRUZ DEL SEÑOR, HUID LOS ENEMIGOS. VENCE EL LEÓN DE
LA TRIBU DE JUDÁ, DE LA RAÍZ DE DAVID, ALELUYA” (traducción de Francesc
Llop i Bayo).
“EL RETUMBAR DE MI VOZ SEA EL TERROR DE LOS DEMONIOS” (traducción
de Francesc Llop i Bayo).
Núñez Peñaflor 1999.
Función y connotación de las campanas dentro de la Iglesia Católica
A los ritos de control se adscribirían, por ejemplo, los toques de campana efectuados durante las tormentas. La creencia de que objetos sagrados
podían influir sobre el clima adverso fue muy extendida entre la Iglesia, que
se valió no solo de las campanas, sino también de reliquias como una forma
de someter el mal tiempo33. Se pensaba (como se vio recientemente) que el
sonido de las campanas y las oraciones motivadas por su audición tenían especial efecto sobre las “potestades aéreas”: demonios que utilizaban las nubes como “pertrechos de que suele valerse su rabia para hazernos guerra”34.
De esa forma, una vez detectada la proximidad del frente, se iniciaba de
inmediato el toque de campanas como urgente medida de protección35.
Por este medio se esperaba someter la tempestad, o bien enviarla al pueblo
vecino, con el cual se tenía cierta rivalidad36. En la Catedral de València
(en una consueta anónima del siglo XV) incluso se llegó a especificar qué
campanas debían usarse según el calibre de la tormenta:
Para algún temporal de truenos, rayos, granizo o aire terrible, el guardia
o encargado del altar encienda el cirio de la fe delante del altar mayor, y
el campanero aventa la mediana sola, y si el temporal es grande aventa el
Arcis y la despertada y la chica, y si es muy grande y duradero aventa el
Vicente37.
También a esta categoría se asocian los toques de rogativas, aquellas liturgias penitenciales que se daban “[…] por causas generales q[ue].
interesen al bien comun, como Terremoto, o alguna otra calamidad en
que sea necesario despertar la memoria delos fieles, para q[ue]. pidan y
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a) Llop I Bayo 1988a: 121. b) A modo de ejemplo, el 5 julio de 1593, el monasterio de
Nuestra Señora de Piedra (Aragón) fue asolado por una terrible tempestad de granizo. Las
reliquias ahí guardadas fueron expuestas y sacadas en procesión por el claustro, hecho que
milagrosamente apaciguó la tormenta y transformó los granizos en copos de nieve (Llop I
Bayo 1988a: 122).
Llop I Bayo 1988a: 124.
En algunos pueblos de España (Ricla, por ejemplo), el toque contra tormentas tenía un
carácter más preventivo que urgente. Se efectuaba diariamente durante la temporada de
siembras, como forma de proteger los campos contra el mal tiempo. Al momento de la
cosecha, los campaneros iban de era en era cobrando un pago por su trabajo, que consistía
en cierta cantidad de cereal (Llop I Bayo 1988a: 126).
Llop I Bayo 1988a: 123.
Llop I Bayo 1988a: 123-124.
39
CON MI VOZ SONORA
alcancen de Dios el remedio”38. En el caso de América (como se verá en
su momento), su uso fue más allá de la protección contra desastres naturales, estando estrechamente vinculados al devenir del Imperio español y
su necesidad de protección celestial.
Dentro de los toques asociados a ritos conmemorativos, se pueden
contar los toques festivos efectuados en procesiones y otras ceremonias de
gran envergadura, junto a una amplia gama de señales litúrgicas. Claros
ejemplos de ello son el toque de Ángelus, destinado a conmemorar el instante de la encarnación, y el toque de consagración, tocado al momento
de alzar la hostia como una forma de dar aviso al pueblo de tan solemne
momento (entre muchos otros casos). También a este grupo pertenecen
los toques de agonía y de muerto, destinados a dar aviso del deceso, pero
también a despertar los sufragios necesarios por el alma del difunto. En
algunas ciudades de España —Jaca, por ejemplo— se llegó incluso a señalar el sexo y rango del moribundo por medio del número de campanadas:
El toque de la agonía, cuando se está muriendo alguien, se toca: si es mujer, 10 veces con la campana de la agonía, un intervalo de un padrenuestro
y diez toques más: 10 / padrenuestro / 10. Si es hombre, 11 / padrenuestro
/ 11. Si es sacerdote, 11 / padrenuestro / 11 / padrenuestro / 11. Si es
monja, 10 / padrenuestro / 10 / padrenuestro / 10. Si es canónigo, 11 /
padrenuestro / 11 / padrenuestro / 11 / padrenuestro / 1139.
De ese modo es posible enumerar, a grandes rasgos, las funciones de
la campana y sus implicancias espirituales en tanto objeto sagrado. Como
puede verse, ambos conceptos se encuentran estrechamente ligados. No
es posible separar la función de convocación de los fieles (o el anuncio
de las horas canónicas) de la connotación de alabanza y adoración de ese
llamado. No es posible entender el aviso de la muerte sin considerar las
súplicas por la protección del alma del difunto, y así en más. A través del
examen del caso chileno, estos conceptos cobrarán un sentido más específico, desprendido de la vida cotidiana de los habitantes de Santiago entre
fines del siglo XVIII y fines del siglo XIX.
38
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Archivo Nacional, fondo Capitanía General. Volumen 708, fojas. 147-156. Reglamento
sobre el uso y toques de campana. artículo 11, foja 152v (En adelante Marán, artículo y foja
correspondiente).
Llop I Bayo 1988b. Nótese el uso del padrenuestro como medida de tiempo entre cada
toque.
Ca p í tulo II
Influencia española y creatividad latinoamericana en las
campanas coloniales de la Catedral y otros templos de
Santiago
La fabricación colonial
La fundición de campanas comenzó apenas instalados los primeros conquistadores. Tanto por su utilidad práctica como por la urgente necesidad
de dotar templos que exigió el proceso evangelizador, su construcción se
convirtió en un asunto de primera necesidad para autoridades civiles y
eclesiásticas1. Para estos efectos, españoles y portugueses trajeron consigo
algunos fundidores, quienes se asentaron en el nuevo continente y transmitieron el conocimiento de su arte a descendientes y posibles discípulos
nativos o mestizos2. De esa forma se irían consolidando los gremios de ar1
2
a) A modo de ejemplo, una vez terminado el primer cuerpo de la torre oriente de la Catedral
de México (1660), el virrey en persona se preocupó de conseguir las veintiuna campanas que
podían albergar sus arcos y su bóveda central (Rojas 1963: 119). b) Arturo Fontecilla Larraín
ha sugerido que al comienzo de la fundación de Santiago solo existía una campana (posiblemente traída desde el Perú). Esta habría resultado destruida tras el terremoto de 1551, siendo
inmediatamente refundida. Por ser la única disponible en la ciudad, se habría utilizado con
fines tanto civiles como eclesiásticos (Fontecilla Larraín 1945: 44).
Price 2001, tomo III: 179.
41
CON MI VOZ SONORA
tesanos coloniales, que por generaciones proveerían a los templos de todo
lo necesario para “la decencia” del culto, y a las casas de todo lo necesario
para la vida doméstica.
La labor de los fundidores no se limitó a la fabricación de campanas.
Dada su habilidad para trabajar el bronce, estos artífices fueron requeridos
para la creación de otros objetos de la misma materia, como cañones (cuyo
proceso de fundición es muy similar al de las campanas), piletas y pilas
bautismales. Buen ejemplo de ello es la figura de Diego Sánchez Miraval, a
quien se encomendó la construcción de una campana relativamente grande para el convento mercedario de Santiago (hoy perdida). Su contrato
de trabajo, fechado en abril de 1592, constituye uno de los más antiguos
documentos relativos a la fundición local de campanas:
En la ciudad de Santiago reino de Chile en cuatro dias del mes de abril
de mil y quinientos e noventa e dos años ante mi Gines de Toro escribano
publico y del cabildo de esta dicha ciudad y de los testigos aqui concertados
parecieron presentes de la una parte padre Diego de Morales Comendador
de la casa de Nuestra Señora de las Mercedes de esta dicha ciudad y dijeron
que ellos son convenidos y concertados en esta manera que por cuanto que
la dicha casa e convento tiene necesidad de una campana y el dicho Diego
Sanchez Miraval se ofrece de hacer una campana para el que sea de ocho
quintales de peso medio quintal mas menos y del tamaño e grandor […]
que tiene necesidad conforme al dicho peso y el dicho padre comendador
da para la dicha campana nueve quintales de metal y diez carretadas de leña
para la fundicion y quinientos adobes para los hornos. Y por el trabajo e
industria que el dicho Diego Sanchez Miraval ha de tener en hacer la dicha
campana le ha de dar el dicho padre comendador al dicho Diego Sanchez
Miraval cien pesos de buen oro de contrato y mas veinte y cinco misas que
se le han de decir en este convento por su intincion los cuales dichos pesos
de oro se le han de dar y pagar luego que haya acabado de fundir la dicha
campana que quede en perficion de dar y recibir sana y sin que tenga pelo
ni quebradura ni fealdad que sea notoria y el dicho Diego Sanchez Miraval
que presente esta acepto el dicho concierto y se obligo a lo cumplir segun y
como esta declarado y que dara y entregara la dicha campana segun y como
de suso queda referido para de hoy dia de la fecha de esta carta en los meses
cumplidos primeros siguientes y si de la primera hornada no le saliere en
perficion la ha de volver a hacer el dicho Diego Sanchez Miraval a su costa
hasta que quede en su entera perficion y cada uno de los otorgantes por lo
42
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
que les toca al cumplimiento de esta escritura dieron poder cumplido a las
justicias de su majestad eclesiásticas y seglares que de sus pleitos y causas
deben conocer a cuyo fuero se sometieron renunciando el suyo propio y el
dicho padre comendador obligo los bienes y rentas del dicho convento y el
dicho Diego Sanchez su persona y bienes renunciando como renunciaron
todas las leyes de su favor y la que dice que general renunciacion fecha de
leyes non vala, testigo que fueron presentes Pedro de Montes y Bartolome
de Escobar y padre Diego Fernandez y los otorgantes de esta carta que aqui
firmaron doy fe que conozco3.
Algunos años más tarde, en 1603, el mismo maestro realiza una
pila bautismal. Actualmente conservada en la parroquia del Sagrario,
muestra una inscripción con evidente similitud a las usadas en campanas:
SIENEDOOB PODON JMN OESPINOSAYMAYRODONO.
OOOÑMELBENEFICIADOGENIMO B N MIRAVAL
ME FECIT ANNO 1603 PORTA CELI ALELUIA4
Imagen Nº 2. Santiago de Chile, parroquia del Sagrario: Pila bautismal.
Diego Sánchez Miraval, 1603.
3
4
Archivo Nacional, Escribanos de Santiago. Volumen 8, foja 9, abril de 1592 (transcripción
de Ana Bravo Jara).
Es decir: “SIENDO OBISPO DON JUAN ESPINOSA Y MAYORDOMO EL BENEFICIADO GERÓNIMO [¿?] MIRAVAL ME HIZO AÑO 1603. PUERTA AL CIELO
ALELUYA” (transcripción propia).
43
CON MI VOZ SONORA
Hacia 1614, la ciudad ya contaba con alrededor de 30 herreros5.
Entre ellos se encontraba Juan de Lepe, quien fundiera campanas para la
Catedral de Santiago entre 1662 y 16646. Si bien es cierto que se importaron campanas desde el extranjero, tanto el caso de Miraval como la cifra de artesanos estimada para 1614 constituyen pruebas de que ya entre
fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVII se sentaban las bases de la
fundición local. Posiblemente, las autoridades de Santiago consideraban
las campanas extranjeras como objetos de mayor calidad, sin embargo,
el urgente uso de estos instrumentos para la vida cotidiana y religiosa,
sumado a la enorme dificultad de transportar una pieza de grandes o medianas dimensiones7 por los precarios caminos que circundaban Santiago, justificaban la necesidad de implementar las condiciones necesarias
para su fabricación en la ciudad; ya fuera con maestros asentados en ella,
o bien con artesanos ambulantes que la visitaban temporalmente para
realizar encargos (tradición medieval, que en algunas zonas de España se
extendería hasta la segunda mitad del siglo XIX). No es de extrañar, entonces, que las campanas traídas desde Lima por Martin de Urquiza en
1641 fuesen de discreto tamaño, destinadas no a una iglesia importante,
sino a la pequeña capilla del cabildo8.
Tanto estos primeros fundidores como sus sucesores más cercanos
debieron adaptar su trabajo a condiciones bastante precarias (al menos en
el caso local): escasez de mano de obra experta, unida a fuertes limitaciones tecnológicas y económicas. Fueron estas circunstancias, permeadas
por el influjo de la tradición hispana de fundición, las que permitieron
el surgimiento de una especie de campana tan extravagante (entendiendo
esto en un sentido fantástico y maravilloso) como es la campana colonial.
No era una reproducción de la campana española. Era una reinvención
de esta, sujeta a la imaginación y posibilidades técnicas de los fundidores
locales, quienes desplegaron una prodigiosa fantasía en su construcción.
Una nueva campana para un nuevo mundo.
¿Cómo eran esas campanas? Muy pocos instrumentos de ese primer período han sobrevivido hasta hoy como para formarse una idea
5
6
7
8
44
Pereira Salas 1965: 23.
Pereira Salas 1965: 36.
En este trabajo se entenderá por campanas “pequeñas” aquellas cuyo peso es inferior a los
200 kg; medianas, las que van de los 200 a los 1000 kg; grandes, las de más de 1000 kg.
Pereira Salas 1965: 2.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
segura al respecto. Una de las más antiguas piezas conservadas es una
campana de cobre9, fundida a inicios o mediados del siglo XVII, y
actualmente guardada en la colección del Museo Histórico. A primera vista parece ser obra de un aficionado. En su mencionado trabajo,
Fontecilla Larraín no duda en calificarla de “tosca”, “mal fundida” y “de
forma poco elegante”10. Efectivamente, se trata de un ejemplar bastante
basto en su acabado11, de curioso perfil y epigrafía aparentemente incoherente; como si las letras se hubieran colocado solo como decoración,
pero sin la intención de formar palabras12. Es, en cierta forma, una
caricatura de la campana colonial. Por lo mismo, en ella son particularmente visibles los rasgos que caracterizarán la campana en Santiago
desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XIX. Es en esa imperfección de la factura (análoga a los defectos anatómicos y de perspectiva
de los cuadros de la época); en ese capricho de las formas; en esa sonoridad destemplada; en esa serie de “imperfecciones” en suma, en la
que reside la distinción de esta especie de campana. Un caso único en
el panorama mundial13.
9
10
11
12
13
O más posiblemente con una mayor cantidad de cobre que de estaño.
Fontecilla Larraín 1945: 42.
Al parecer fabricada con un molde hecho a mano, sin terraja.
La inscripción en cuestión pone aproximadamente lo siguiente: “S In (la i y la N juntas
formando un anagrama). A de BosON (las letras ON por sobre las demás) i. de Do Na
c (la a sobre la N y la C) l Jo (las letras Jo sobre la l) = Hob Sa P. Aes”. Arturo Fontecilla
ha interpretado esta compleja inscripción como: “OBSEQUIO DEBIDO A LA DEVOCIÓN DE Da MARÍA o MICAELA CL” (Fontecilla Larraín 1945: 42).
Es necesario señalar que, durante el gótico español, existió la costumbre de decorar la
campana con letras, sin significado específico. A modo de ejemplo, una de las campanas
de la Catedral de Salamanca (ca. 1350) pone lo siguiente en su epigrafía:
“+GHGHGBHYGBHBBYYYY+BHGBHYBGHYFGYHGYHYYBGBYHBYGYY”
(Llop i Bayo 2006-2017).
Esta afirmación cabe extenderse al resto de campanas coloniales de Latinoamérica, que
comparten rasgos formales y sonoros con las campanas coloniales locales.
45
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 3. Santiago de Chile, Museo Histórico Nacional: Campana.
Anónimo del siglo XVII.
A comienzos del siglo XVIII, el cabildo pretendió normar estrictamente la labor de los gremios implantando severos reglamentos que
determinaban su constitución. La enseñanza informal que se había dado
anteriormente cedió así paso a una más estratificada y regulada por el
oficialismo14. Aunque ciertamente esto marcó una nueva etapa en el desarrollo de las artes y oficios locales, fue de mano de los jesuitas europeos
(bávaros, tiroleses, suabos, austriacos y luxemburgueses), instalados en
Chile desde 1684, que tanto la fabricación de campanas como una serie
de otras disciplinas conocieron verdaderamente un renovado desarrollo.
Convencida del poder sugestivo del arte, y embebida de un incansable
espíritu práctico, “La Compañía” vio en el ejercicio de diversas manifestaciones artísticas y artesanales un medio ideal para exaltar la devoción de
los fieles, y de paso elevar el nivel local en estas materias.
Para el tema en consideración, destaca como ninguna la figura del
hermano coadjutor Juan Bautista Félix. Este jesuita (nacido en 1718 en
Feldkirch, Baviera) ha sido reconocido como el mayor artífice de la es-
14
46
Pereira Salas 1965: 145.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
cuela de “hermanos campaneros” de la orden ignaciana, que desde su
taller de Calera de Tango proveyó de campanas a la propia congregación
y a la ciudad de Santiago15. A este fundidor se atribuye la fabricación de
la “[…] campana grande refundida en 1762 para la torre del Colegio
Máximo de San Miguel y a cuya aleación […] se habían agregado once
quintales de metal”16. Resultaría destruida tras el incendio de 1863.
Imagen Nº 4. Posibles restos de la campana de Juan Bautista Félix (1762)
tras el incendio de la iglesia de la Compañía (1863).
Se considerará ahora la fabricación de las actuales campanas coloniales de la Catedral, que de hecho constituyen la mayor parte del conjunto (cinco de los seis ejemplares). Se trata, no obstante, de una colección
formada hacia el final de ese período, cuya más antigua pieza data del año
1764. De las campanas anteriores es relativamente poca la información
que circula, refiriéndose los documentos de la época más al estado de las
torres que a las campanas mismas17. Unidas como estaban al destino de
15
16
17
Pereira Salas 1965: 88-89.
Archivo Nacional, Jesuitas en Chile. Volumen. 363. Libro de recibos, gastos e inventarios del
Colegio Máximo y sus haciendas, citado en Pereira Salas 1965: 89.
Al respecto véase: De Ramón (2002); Valenzuela 2013: 356.
47
CON MI VOZ SONORA
estas construcciones, el incesante desplome de los campanarios18 justificó
una constante renovación —parcial o total— del cuerpo de campanas. Si
a ello se agrega la eventual refundición de ejemplares dañados por el uso,
podrá entenderse por qué, al menos en el caso de la Catedral, ninguna
campana anterior al siglo XVIII se haya conservado hasta hoy.
Para el año 1721, el obispo Alejo Fernando se quejaba en una carta
al rey (Felipe V) de que la Catedral no contase con “[…] una campana
de corpulencia para llamar a los prebendados a las horas”19, situación
que motivaría la fundición de cuatro ejemplares —tres campanas y un
esquilón, hechos con cobre de Coquimbo20— por Juan de Meléndez y su
ayudante, Nicolás de Agustín21. Posiblemente fueran estas las que cayeran
a la Plaza de Armas tras un nuevo sismo (mayo de 1751), durante el cual
nuevamente se desplomó la torre de la antigua Catedral22, edificio ya
ruinoso por aquel entonces, cuyo reemplazo por el actual templo se había
dictaminado hacia el año 1746. De ese modo, empieza a tener sentido
que el actual conjunto colonial comience a forjarse solo a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII.
Según consta en su epigrafía, la campana de 1764 fue mandada a
fabricar por orden del entonces obispo de Santiago Manuel de Alday y
Aspeé. Si bien no da cuenta del nombre de su creador, tanto el tipo de
letra utilizado como la decoración geométrica de rombos (que se utiliza
para intercalar palabras y para formar una cruz con pedestal) son en extre18
19
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21
22
48
Por efecto de los terremotos de 1647, 1657, 1730, 1751.
Pereira Salas 1965: 121.
Esquilas, esquilones: El término tiene múltiples significados. En su tratado De Tintinabulis,
Jerónimo Magius clasifica a la Squilla como una campanilla destinada al uso del refectorio
(Espasa Calpe 1958, tomo XI: 1201). En México se denomina esquilas a las campanas provistas de yugos para voltear, y Esquilones a las campanas de gran tamaño que igualmente
se tocan por volteo. En España, ambos términos se aplican indistintamente a campanas de
diverso tamaño, fijas o móviles. En Santiago, tradicionalmente se ha denominado esquilón
a la campana menor de una torre. Al respecto, el reglamento del arzobispo Valdivieso
señala lo siguiente: “[…] alternando cada dos toques de esquilón o campana menor con el
de la mayor” (Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril
de 1872, tomo V: 492-496).
Pereira Salas 1965: 121.
Como señaló Barros Arana, el temor de los ciudadanos habría aumentado tras este sismo
con el “[…] ruido extraordinario causado por el derrumbe de la torre de la Catedral que
cayó sobre la plaza y cuyos escombros y campanas, rodando a una distancia considerable,
dejaban presentir una ruina mucho mayor” (Barros Arana 1884-1887 Historia general de
Chile, tomo VI: 176, citado en De Ramón 2002: 177).
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
mo semejantes a los utilizados por el maestro Pablo Padilla, justificando
así la atribución de esta pieza a dicho artífice23. Como ha sido usual hasta
ahora, se desconocen datos biográficos acerca de este fundidor, que se
mantuvo activo en Santiago hacia las décadas de 1760 y 1770. En su
mencionado trabajo, Arturo Fontecilla Larraín sugirió que sus campanas
serían españolas24, sin embargo, a juzgar por el tipo de asas y la sencilla
epigrafía presente en estas piezas (elementos, como se verá a continuación, distintivamente locales), se considera poco probable que se trate de
campanas extranjeras “adaptadas” a una tradición local de fundición. En
lugar de ello, parece más posible la hipótesis que Padilla fuese un fundidor, o bien nativo de esta ciudad, o bien formado en España e instalado
luego en Santiago, donde tomó conocimiento del modelo local y lo aplicó a su proceso de fundición (un ejemplo que también podría adaptarse
al caso de Juan Bautista Félix).
Imagen Nº 5. Santiago de Chile, Monasterio del Carmen de San Rafael: Epigrafía en el
medio tercio de la campana “San Rafael”. Pablo Padilla, 1771.
23
24
De este fabricante se han conservado dos campanas conocidas más: una pequeña, fundida
en 1762 y actualmente conservada en el Museo Histórico; otra mediana, fundida en 1771
para el monasterio del Carmen de San Rafael, donde hasta hoy se utiliza.
a) Fontecilla Larraín 1945: 43. b) En este texto solo se habla de la campana de 1762.
Sin embargo, siguiendo el planteamiento de Fontecilla Larraín, esto también cabría de
aplicarse a la campana de 1771. Posiblemente, dadas las dificultades de acceso, el autor
desconocía la campana de la Catedral.
49
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 6. Santiago de Chile, Catedral: Epigrafía en el medio tercio de la campana
de 1764. Atribuida a Pablo Padilla, 1764.
Le sigue en antigüedad la gran campana “San Pedro”, fundida en
1789 por Silvestre Morales, y destinada a la torre que por esos años construía Joaquín Toesca, hecho que motivara la renovación del conjunto.
El proceso de fabricación de esta pieza se encuentra bien documentado en el respectivo “Libro de cuentas”, en el que incluso se indica la
cantidad de dinero pagada al fundidor:
Me pongo en data de 1”250” p[esos] pagados al fundidor Silvestre Moralez por la fundición de una campana […], lo que se executo, de orden de
este venerable Deán […]25.
Posteriormente se añaden datos relativos al proceso de fabricación e
instalación de la campana, posiblemente fundida en la “casa de la ollería”,
muy cerca del templo. Desde ahí habría sido trasladada (con 6 yuntas de
bueyes) al lugar definitivo de su instalación:
Me pongo en data de […] Que pague de gratificación a […] del serro y
16 peones que trasnocharon con 6 yuntas de bueyes en subir la campana
25
50
Archivo de la Catedral de Santiago. Libro General de cuentas de cargo, y data perteneciente
a lo ordinario d esta Sta Ygla Cath. Q comienza Defde el 18 de mayo de 1779 fiendo Mayord.
D Pedro Jph Ayefta (1789): 157 (En adelante cuentas entre 1789 y 1798).
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
al carretón para conducirla al alba, libertando a los bueyes del calor, ocupando la noche en su diligencia […]26.
A esta se añadirían otras tres campanas fabricadas también por Morales, previa compra de estaño al proveedor local de metales, Francisco
Custodio de San Roque:
Me pongo en data 50” p[esos] que pagué a Don Francisco Custodio de
San Roque importe de cien libras de estaño en rama que se le compraron
para la fundición de otras tres campanas para el servicio de esta santa
Iglesia que no se han acabado de fundir ni se ha pagado al fundidor […]27.
Al año siguiente (1790) se daba cuenta del pago realizado a Morales
por la fabricación de esas tres campanas. Estas serían la campana “Nuestra
Señora de los Dolores”, la actual campana del Cementerio General (trasladada desde la Catedral a este recinto en fecha incierta), y una tercera
hasta ahora no identificada.
Me pongo en data de 1”180” p [pesos] pagados a don Silvestre Moralez,
importe de 6”053” libras de peso que han tenido las campanas que ha
fundido en el año de esta cuenta […]28.
De Silvestre Morales tampoco ha sido posible encontrar mayor información biográfica. No sabemos si era originario de la ciudad o extranjero. A juzgar por la proximidad de fecha de fundición de sus campanas,
26
27
28
a) Cuentas 1789: 158. b) El proceso de instalación de las campanas constituía un acontecimiento muy relevante para la comunidad, que colaboraba activamente en su desarrollo.
La operación, que comenzaba solo una vez realizada la bendición, contaba con la ayuda de
bueyes y de bastantes hombres, cuya fuerza permitía levantar la a veces pesadísima masa
de bronce. Se utilizaban dos tipos de cuerdas: una para efectuar el ascenso vertical, y otra
para alejar la campana de los muros y así no producir daños en el edificio. A medida que
la campana subía se realizaban diversas muestras de regocijo, como lanzar flores, monedas
o papel picado desde la torre que recibía a este nuevo habitante. Una vez instalada con la
debida seguridad, solía efectuarse un toque de bienvenida con el que se estrenaba el nuevo
instrumento (Llop i Bayo, entrevistas realizadas por el autor en mayo y junio de 2015, sin
transcribir. En adelante, Llop i Bayo 2015).
Cuentas 1789: 159.
Cuentas 1790: 187-187v.
51
CON MI VOZ SONORA
incluso podría tratarse de un fundidor itinerante, asentado en Santiago
solo mientras se requirieran sus servicios (tradición europea que se remonta a la Edad Media).
El conjunto de campanas coloniales se cierra con dos ejemplares fabricados en 1832 por Miguel de Sierra, uno de los últimos representantes
de la tradición fundidora de dicho período29. Como ha señalado Francesc
Llop, el caso de Sierra es singular y podría prestarse para un estudio biográfico en mayor profundidad30. Con ese apellido (o bien Sierra o de la
Sierra) existió un grupo de al menos veinte fundidores cántabros, que a
lo largo de los siglos XVIII y XIX se dedicaron especialmente a la fundición ambulante dentro de España y sus antiguas colonias. Generalmente
hacían un viaje anual. Partían en primavera, permanecían todo el verano
fabricando unas cuantas campanas y regresaban en invierno a su tierra.
¿Habrá tenido relación con ellos nuestro Miguel de Sierra? Sus piezas forman parte del grupo postrero de campanas coloniales, devenidas del taller
y de la mano personal de un artesano; sistema de fabricación que para
1832 tenía los días contados.
Aspectos morfológicos y sonoros de las campanas coloniales
Un primer aspecto morfológico por considerar, distintivamente local,
está dado por las asas, cuya naturaleza se vincula estrechamente al sistema
de toque para el cual se concibieron las campanas. La costumbre española
de voltearlas o hacerlas oscilar31 hizo necesaria la dotación de un yugo
de madera (a modo de contrapeso) y de un tipo de asa particular, capaz
de resistir las presiones ocasionadas por el movimiento de una masa de
bronce a veces bastante voluminosa.
Dentro de la península podemos encontrar dos tipos de asas bien
diferenciados: un asa “simple”, destinada a las campanas más pequeñas
(que suelen tocarse solo por volteo), y un asa “múltiple”, provista de seis
29
30
31
52
De este autor se conserva otra campana en la torre de San Francisco (1846).
Llop i Bayo 2015.
Volteo (Bandeo): sistema de toque adoptado en algunas zonas de España (Andalucía, Aragón, Navarra, Valencia) y en todo México, que consiste en girar completa y repetidamente
la campana.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
(o incluso ocho) orejas, destinada a las campanas mayores (que pueden
tocarse por volteo, por balanceo, o por golpe32).
Imagen Nº 7. Santiago de Chile, Cuartel General de Bomberos:
Asa simple de la campana “San José”. Joseph (Huesca), 1818.
Imagen Nº 8. Sevilla, Catedral: Asa de ocho orejas de la campana
“San Juan Evangelista”. Zacarías Dietrich, 1793.
En la Catedral de Santiago, las tres campanas coloniales más pequeñas están dotadas de un asa simple, rasgo común a la totalidad de las
campanas coloniales de pequeño formato registradas, y evidente punto
32
Golpe: sistema de toque en el cual la campana permanece fija, y solo el badajo entra en
movimiento.
53
CON MI VOZ SONORA
de correspondencia con la tradición hispana. Aun así, esta coincidencia
no responde del todo a las dudas respecto a su sistema de toque; ¿fueron
pensadas para ser tocadas por un sistema móvil o por un sistema fijo? La
pregunta tiene sentido —y puede parecer más difícil de responder— porque la instalación original desapareció hace más de 140 años33, y porque
la costumbre de dotar de yugos a campanas menores no fue del todo desconocida en otras zonas de los Andes34. En ese sentido, podría pensarse
que su actual sistema de toque, con la campana fija, no es más que una
intervención posterior llevada a cabo durante la reforma de Ignacio Cremonesi, que a fines del siglo XIX se empeñó en borrar el pasado colonial
del templo. La respuesta al dilema se halla en el libro de cuentas de 1833,
en el que se hace mención al proceso de instalación de dos de estas pequeñas campanas. De su lectura se desprende que fueron originalmente
instaladas no con yugos móviles, sino con ganchos de hierro, aptos solo
para efectuar toques fijos:
Data en [gastos] extraordinarios siete pesos seis reales importe de dos arrobas doce libras de fierro, y hechura de cuatro ganchos que se mandaron
hacer para poner las dos campanas nuevas con la debida seguridad35.
Por lo demás, la naturaleza del asa simple de estas y otras campanas
coloniales de pequeño tamaño difiere bastante de la de las piezas españolas de similares dimensiones. A modo de ejemplo, tres de las campanas
de la iglesia de la Compañía hasta ahora conservadas (recientemente devueltas por el gobierno británico a Chile), fabricadas en Huesca (1818)
33
34
35
54
Ninguna de las campanas coloniales estudiadas ha conservado su instalación original, dificultando así posibles comparaciones. Esto se debe a que casi la totalidad de torres coloniales han desaparecido, con excepción de las de Santo Domingo, construidas en 1808,
pero seriamente modificadas en cuanto a instalaciones y campanas en la década de 1920 y
1960, y las de San Vicente Ferrer (ca. 1820). Es posible que San Vicente Ferrer cuente con
instalaciones originales, pero hasta ahora el acceso a dicha torre ha sido imposible.
En las catedrales de Cusco y de Huamachuco aún se conservan campanas coloniales dotadas de yugo (Llop i Bayo 2009).
Archivo de la Catedral de Santiago. Libro I Copiador de las cuentas del Libro manual rendidas por el Mayordomo Ecónomo de esta santa Yglesia Cathedral de Santiago de Chile D”
Manuel Reyes que se han mandado copiar por el ven e Deán y Cabildo para gobierno en lo
sucesivo en acuerdo de 10 de junio de 1834, y son las presentadas y pertenecientes al año de
1831 y a las de los años siguientes = hasta el de 1841(1833): 50 (en adelante cuentas entre
1833 y 1841).
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
y Meruelo (ca. 1790 y 1793), están provistas de gruesas y angulosas asas,
pensadas para empotrarse en un yugo y soportar la energía de un toque
móvil. Las campanas locales, en cambio, presentan un asa más delgada y
en ciertos casos alargada, que no se adaptaría bien a un yugo, ni resistiría
la fatiga de material ocasionada por un volteo.
Imagen Nº 9. Santiago de Chile, Catedral:
Asa simple de una de las campanas litúrgicas. Miguel de Sierra, 1832.
Imagen Nº 10. Santiago de Chile, Catedral: Asa simple de una de las campanas litúrgicas. Atribuida a Miguel de Sierra, 1832.
En el caso de las campanas mayores (“San Pedro”, “Nuestra Señora de los Dolores” y la actual campana del Cementerio General), todas
presentan un tipo de asa desconocido a los fundidores españoles, que
55
CON MI VOZ SONORA
hubieran asignado un asa múltiple a piezas de esta envergadura36. En
lugar de ello, estas (casi la totalidad de las campanas coloniales de mayor
tamaño conocidas) cuentan con un asa más sencilla, de solo cuatro orejas. Este tipo de asa, más débil en su estructura que una de seis u ocho
orejas, hace impensable la presencia de un yugo, que en estas tierras
fue sustituido no solo por ganchos de hierro, sino también por cadenas
o gruesas sogas de cuero amarradas a una viga de madera, o incluso a
un tronco sin labrar37. Esto permite afirmar que, independiente de su
tamaño, las campanas coloniales de Santiago fueron pensadas para ser
tocadas únicamente por golpe, sin posibilidad alguna de movimiento.
Efectivamente, a excepción de México (también de Brasil), que adoptó
el yugo para sus esquilas y esquilones, durante la época bajo consideración
este fue, si no desconocido, al menos de uso muy restringido en tierras
latinoamericanas, reservándose su uso para muy contadas campanas,
siempre de pequeño tamaño.
Imagen Nº 11. Santiago de Chile, Catedral: Asa de cuatro orejas de la campana
“Nuestra Señora de los Dolores”. Silvestre Morales, 1790.
36
37
56
La campana “San Pedro” pesa aproximadamente 2.371 kg; “Nuestra Señora de los Dolores” pesa alrededor de 770 kg; la campana del cementerio pesa alrededor de 729 kg.
Estas y las demás cifras de peso expuestas en este trabajo han sido obtenidas mediante la
conocida fórmula para calcular el peso aproximado de las campanas: diámetro al cubo por
la constante 579.
Este tipo de instalación (aunque posterior al período colonial) puede observarse en una de
las campanas de la antigua iglesia de las Agustinas.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
Imagen Nº 12. Santiago de Chile, Catedral: Asa de cuatro orejas de la campana “San
Pedro”. Silvestre Morales, 1789
Imagen Nº 13. Santiago de Chile, Antigua iglesia de las Agustinas: Instalación de una
de las campanas, con sogas de cuero. ca. 1857.
Las causas de ello no pueden determinarse con absoluta certeza. Sin
embargo, es posible barajar dos hipótesis al respecto, que por sí solas o en
conjunto pueden dar una respuesta. La primera de ellas dice relación con
el origen castellano de los primeros conquistadores, pues fue precisamente en esta región de España (Castilla) donde se adoptó la costumbre de tocar las campanas fijas (no por ello excluyendo otros toques móviles). Por
otro lado, el toque fijo exige una instalación técnicamente más sencilla
que el toque móvil, adecuada a las difíciles condiciones de asentamiento
de las primeras ciudades coloniales. De esa forma, el toque por golpe se
asentaría desde un inicio en la mayor parte de Latinoamérica, y si bien
57
CON MI VOZ SONORA
el paso del tiempo permitiría contar con los medios para implementar el
yugo, finalmente se optó por conservar el toque fijo como el distintivo de
las ciudades coloniales. A su vez, este tipo de instalación dio origen a un
badajo particular, distinto del ocupado en España, donde se componen
de una pieza alargada de hierro, o bien de una caña de madera provista de
una bola metálica. En el caso santiaguino, el badajo colonial consistió en
una pieza de hierro o bronce atada al asa badajera por medio de cuerdas
(o más posiblemente con sogas de cuero). Corresponde hablar entonces
de un badajo de “doble articulación”. Ello también dice relación con la
inmovilidad de estas campanas, ya que un badajo de estas características
resultaría poco eficiente para una campana en movimiento.
Imagen Nº 14. Santiago de Chile, San Francisco: Badajo de doble articulación de la
campana “San Buenaventura”. Toesca, 1808.
Imagen Nº 15. Santiago de Chile, Cementerio General: Badajo de doble articulación de
la campana de la capilla (antiguamente ubicada en la Catedral). Silvestre Morales, 1790.
58
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
Si las asas constituyen un elemento unificador en la morfología de
estas campanas, los detalles relativos al perfil revelan un polo opuesto,
con gran diversidad de modelos constructivos. Así como en el caso de
las asas, dentro de España pueden encontrarse también dos modelos de
campana: esquilonadas, con la tradicional forma abocinada y gruesas
paredes (extendida en toda la península), y romanas, de forma “cilíndrica”, paredes delgadas y sonido particular (propias de Castilla, Euskadi
y Navarra).
Imagen Nº 16. Granada, Catedral: Campana “La Santa María, o la Gorda”, de forma
esquilonada. Bernardo Venero 1778.
59
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 17. Burgos, Catedral: Campana “Mauricia”,
de forma romana. Andes, ca. 1550.
El modelo de campana esquilonada, objeto de las más diversas
soluciones constructivas en la península, fue adaptado en estas tierras
de modo aún más diverso, variando su morfología de acuerdo al gusto,
conocimiento y posibilidades técnicas de los fundidores locales. Esta experimentación formal —que influirá tremendamente en la sonoridad—
es evidente en la comparación de las campanas “Nuestra Señora de los
Dolores” y “San Pedro” (a las cuales ya se hizo referencia). Ambas obras
del mismo artesano, el autor las concibió con un perfil extremadamente
diferente. Si la primera se adapta de modo feliz a la forma esquilonada,
la segunda, en cambio, presenta un perfil prácticamente desconocido a la
tradición hispana, que no se asocia ni al modelo de campana esquilonada
ni al de campana romana. Se trata de una campana achatada, similar a
una especie de embudo38, cuyo aspecto recuerda el perfil de ciertas campanas españolas fabricadas hacia fines de la Edad Media39.
38
39
60
Esta denominación es mía.
Así ocurre, a modo de ejemplo, con la campana “Mónica”, fundida en 1486 por el Maestro
Nicolau Barrot y actualmente conservada en la Catedral vieja de Lérida.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
Imagen Nº 18. Santiago de Chile, Catedral: Campana “San Pedro”,
con forma de “embudo” (restaurada en 2015). Silvestre Morales, 1789.
En realidad, es posible afirmar que una idea de antigüedad recorre
de modo general la factura de las campanas coloniales de Santiago. Tanto la extravagancia de las formas como lo basto del acabado de muchos
ejemplares, hacen pensar en una campana atrasada en el tiempo: gótica
o incluso románica. Posiblemente, cuando en 1789 se comisionó a Silvestre Morales la creación de la gran campana de “San Pedro”, este se
vio enfrentado a una tarea tremendamente desafiante40. De ese modo actuó sin seguir modelos hispanos o europeos, sino de acuerdo a su propia
tradición41, imaginación y posibilidades tecnológicas; eficientes, pero de
seguro limitadas.
40
41
En ese sentido es muy significativa la inclusión (poco usual) del peso de la campana dentro de su epigrafía “CON PESO DE XX QVYNTS”, es decir, “CON PESO DE XX
QUINTALES”. Aquello contribuiría al prestigio del templo, del artesano y de la propia
campana. Algunos fundidores añadieron graciosos epigramas a esta información de masa.
En la campana “Francisco Javier” de la Catedral de Cusco (1766), puede leerse la siguiente
frase: “FRANCISCO JAVIER ME LLAMO, 13 ARROBAS PESO, QUIEN NO ME
CREYERE QUE ME TOME A PESO” (Llop i Bayo 2009).
Ejemplos de este tipo de campana pueden apreciarse en el Museo Histórico Nacional (ca.
1650) y Recoleta Dominica (1819). Similares perfiles presentan ciertas campanas coloniales peruanas.
61
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 19. Lérida, Catedral vieja: Campana “Mónica” de los cuartos del reloj. Antecedente hispano de la campana “de embudo”. Maestro Nicolau Barrot, 1486.
Imagen Nº 20. Santiago de Chile, Parroquia de la Estampa: Campana. Anónimo, 1806.
Imagen Nº 21. Santiago de Chile, Monasterio del Carmen
de San Rafael: Campana. Anónimo, ca. 1770.
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Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
Imagen Nº 22. Santiago de Chile, San Francisco: campana “San Buenaventura”. Toesca,
1808 (refundida en 1896 por la fundición Yungai).
Imagen Nº 23. Santiago de Chile, Cementerio General: Campana de la capilla (antiguamente ubicada en la Catedral). Silvestre Morales, 1790.
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CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 24. Santiago de Chile, Catedral: Campanas (caídas tras el terremoto de
2010 y reinstaladas en 2015). Miguel de Sierra, 1832.
Imagen Nº 25. Santiago de Chile, San Francisco: Campana. Anónimo, ca. 1750.
64
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
Imagen Nº 26. Santiago de Chile, Catedral: Campana “Nuestra Señora de los Dolores”
(restaurada en 2015). Silvestre Morales, 1790.
En lo relativo al tamaño y consiguiente peso, estas piezas coloniales
se mantuvieron en un rango más bien discreto42. La mayor campana conservada de este período, la mencionada de “San Pedro”, pesa unos 2371
kg, cifra modesta si se compara con la de otras campanas coloniales de
Latinoamérica43. Muy por debajo de ella se encuentra la campana mayor
de la Merced (1698), con un peso aproximado de 1272 kg. A esta sigue
una campana de la parroquia de la Estampa (1806), de unos 900 kg,
y un grupo de cuatro campanas fundidas entre 1766 y 1802 (entre las
cuales se encuentran las campanas “Nuestra Señora de los Dolores” y la
actual campana del cementerio), que bordean los 770 kg. El resto de las
campanas se mantiene en un rango que oscila aproximadamente entre los
18 a los 396 kg.
42
43
Se considera aquí la gran cantidad de campanas coloniales desaparecidas con el correr de
los siglos, entre las cuales pueden contarse importantes ejemplares. Así ocurre con la gran
campana “Assumpta” de la Catedral, la campana mayor de la Compañía (refundida tras el
incendio de 1863), y las antiguas campanas de San Agustín y Santo Domingo (desaparecidas en 1887 y 1921-1925, respectivamente) entre otros muchos casos. Aun así, es muy
probable que estas campanas se mantuvieran dentro del rango de peso similar al de los
ejemplares existentes hasta ahora.
Como la campana “San Pedro y San Pablo” (1752) de la Catedral de México, de alrededor
de 6.302 kg de peso; o la campana “Nuestra Señora de Zapopan” (1738) de la Catedral de
Guadalajara, de alrededor de 5.835 kg de peso, entre muchas otras.
65
CON MI VOZ SONORA
Esta modestia en las dimensiones pudo estar condicionada por aspectos económicos, pero también naturales. Al altísimo costo de fabricación de una campana de grandes dimensiones se añadía el constante
peligro de terremotos. El colapso de las torres y la consiguiente destrucción de las campanas que sostenían pudo generar la idea (y esto es solo
una hipótesis) de que eran objetos desechables, en constante riesgo de
desaparición44. De esa forma se generaba una justificación lógica, que
impedía desembolsar una gran cantidad de recursos e infraestructura en
la fabricación de grandes ejemplares.
Un nuevo elemento local por considerar está dado por el vasto
asunto de la epigrafía. Bajo la forma de diversos epigramas, se ha podido
ver cómo las virtudes, poderes y deberes de la campana quedaron plasmados en el bronce. No obstante, aquello constituye solo una parte de
los textos inmortalizados. Junto a estas frases devocionales, se agregaron
usualmente otras de tipo histórico, que daban cuenta de las circunstancias que rodearon la fabricación de la campana. Se hacía alusión a quienes
encomendaban su creación, a los posibles donantes, eventuales padrinos,
fundidor, año de fundición y otros datos dignos de ser preservados. La
inscripción de “La campana del Santo” (fundida en 1682 por Gregorio de
Barcia para la Catedral de Toledo) es un buen ejemplo de ello:
CAROLO II HISPANIARVM ET INDIARVM REGE CATHOLICO
LVDOVICO EMMANVELE PORTO CARRERO CARDINALI ARCHIEP
TOLETANO DON GASPAR DE RIVADENEIRA ET STVNICA
SLEOCADIÆ AB CANONICVS MAGNÆ HVIVS FABRICÆ PRÆ
FECTVS MANDAVIT CVRAVIT POSVIT ANNO D M DC LXXXII45
44
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Al respecto, Miguel Laborde señala lo siguiente: “Bajo su mano comprensiva [Joaquín
Toesca] […] supo respetar la experiencia de aquellos que habían sufrido los terremotos.
Por este mismo motivo, demoró cuanto pudo la solución de las torres [de la Catedral],
y la postura de las campanas, que sabía eran lo primero en caer por tierra en los sismos”
(Laborde 1987: 11).
“SIENDO CARLOS II REY CATÓLICO DE LAS ESPAÑAS Y DE LAS INDIAS, LUIS
MANUEL PORTOCARRERO CARDENAL ARZOBISPO DE TOLEDO, DON GASPAR DE RIVADENEIRA Y ZÚÑIGA DE SANTA LEOCADIA CANÓNIGO DE ESTA
CATEDRAL Y PREFECTO DE FÁBRICA, ENCARGÓ, CONTROLÓ E HIZO INSTALAR EL AÑO DEL SEÑOR 1682” (Traducción de Francesc Llop i Bayo).
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
A esta suma de información habrá que agregar el eventual nombre
de la campana (dedicada en ocasiones a un santo, a Cristo, e innumerables veces a la Virgen María)46, y una serie de elementos iconográficos
y decorativos: cruces, ángeles, santos, vírgenes, cordones, decoraciones
vegetales y animales (entre otros motivos), presentes en la epigrafía de
numerosas campanas históricas de Europa y Latinoamérica.
Imagen Nº 27. Santiago de Chile, ex Congreso: Elementos decorativos
en el medio pie de la campana “San Juan Francisco”.
Atribuida a Manuel de Anillo (Meruelo), 1793.
Esta riqueza epigráfica no puede aplicarse al caso de la Catedral
santiaguina, que revela gran austeridad al respecto. Ninguna de sus campanas coloniales presenta las consabidas fórmulas de función, protección
o alabanza antes citadas. La información epigráfica es del tipo histórico,
remitiéndose al año de fundición en cuatro de las cinco campanas; nombre de los donantes o gestores en la campana de 176447 y en la actual campana del cementerio48; nombre del fundidor en las campanas de Silvestre
46
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48
En ciertas ocasiones, la campana adquiría un sobrenombre popular, otorgado por la gente
de acuerdo a sus funciones para con la ciudad, su connotación simbólica o su sonoridad
particular. “La mediana de la calle de la Pabostría”, “La cuchillera”, “La espinaquera”, “La
del alba”, “La espanta diablos”, “La espanta perros”, “La Bomba”, “El Borrego”, son algunos de los apodos asignados a campanas históricas de España (Llop i Bayo 2006-2017).
En el caso santiaguino cabe mencionar la gran campana de bomberos, apodada “La Paila”
posiblemente debido a estar fabricada en acero.
“ESTA CANPANA MANDO HAZER EL YLUST MO S Dr Dn MANUEL DEALDAY
ANNO DE 1764”.
“ESTACAMPANASEMANDOFVNDIRPORDONROPE HVISI IDONBISENTEOBALLE TODASOICARIDADANO90”.
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CON MI VOZ SONORA
Morales49 y en una de las de Miguel de Sierra50; nombre de la campana
en las denominadas “Nuestra Señora de los Dolores”51 y “San Pedro”52;
estado de sede Vacante del obispado de Santiago en las mismas piezas, y
peso de la campana en la de “San Pedro”53.
Imagen Nº 28. Santiago de Chile, Catedral: Epigrafía en el medio pie de la campana “Nuestra Señora de los Dolores” (antes de la restauración de 2015). Silvestre Morales, 1790.
Imagen Nº 29. Santiago de Chile, Catedral: Epigrafía en el medio pie de la campana
“San Pedro”. Silvestre Morales, 1789.
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Morales firmó de estas maneras sus campanas: “SVAVTOR MORALES”, en “Nuestra
Señora de los Dolores”; “SV AVTOR SILV MORALES”, en “San Pedro”; “SV AVTOR
DON SILVESERE MORALES”, en la actual campana del Cementerio.
El autor se valió de la siguiente frase, a modo de marca de fábrica: “DE MANO DEMIGVEL DE SYERRA”. La misma fórmula puede verse en la campana de 1846, conservada
en San Francisco.
“SE FVNDIO ESTA CAMPANA CON EL NOMBRE DE NVESTRA SENORA DE
LOS DOLORES EN SEDE VAC”.
“ESTA CAMPANA CON EL NOMBE DESN PEDO SE MANDO FVNDIR EN
SEDE VACTE”.
Alejandro Vera ha señalado (en su intervención durante un coloquio efectuado por el
autor en diciembre de 2013) la similitud entre esta sencillez epigráfica de las campanas coloniales de Santiago, y la sencillez decorativa de los manuscritos de música colonial local,
versus los realizados en Lima.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
En cuanto a los elementos decorativos e iconográficos, estos son
igualmente modestos, siendo un común denominador la presencia de
cordones decorativos repartidos a lo largo del perfil. A esto se añaden
decoraciones geométricas en la campana de 1764, en “Nuestra Señora de
los Dolores” y en “San Pedro”; cruces con pedestal en los mismos ejemplares, y un anagrama de Jesús en la campana de 1764.
Imagen Nº 30. Santiago de Chile, Catedral: Cruz con pedestal en la campana de 1764.
Atribuida a Pablo Padilla, 1764.
Esta tendencia a la simplicidad se extiende al resto de las campanas coloniales estudiadas. Muchas de ellas no presentan inscripciones de ningún tipo, y su epigrafía se remite solo a los mencionados
cordones54, eventuales decoraciones geométricas, cruces con pedestal
y anagramas de Jesús y de María. Al igual que en las campanas de la
Catedral, la información presentada es más bien histórica, con muy escasas alusiones a la connotación espiritual de la campana (más allá de su
dedicación). De hecho, un caso en el que puede leerse una referencia al
respecto (tomada del salmo 150): “LAVDATDOMYNEEYNSINBALY
SBENESONATYBUS”55, es de origen español, posiblemente fabricada
por Manuel de Anillo (originario de Meruelo) en 1793, e instalada en
la iglesia de la Compañía hasta el incendio de 1863. Por su parte, la
54
55
Algo inusual en España, donde hasta las campanas más pequeñas suelen ofrecer algún tipo
de mensaje.
Es decir, “ALABAD AL SEÑOR CON CÍMBALOS RESONANTES” (traducción propia).
69
CON MI VOZ SONORA
campana de agonías de la Merced presenta un buen ejemplo del tipo de
información epigráfica local:
SAN PEDRO NOLASCO ESPECIAL ABOGADO HORA DE AL
MUERTE POR DEUOCION DE M.R.P.F.R. PEDRO NOLASCO DE
VRETA SIENDO PROUINCIAL FECHA ANNO DE 175656.
Imagen Nº 31. Santiago de Chile, Basílica de la Merced: Epigrafía en el medio tercio de la
“campana de agonías”. Atribuida a Arrau, 1756.
Imagen Nº 32. Santiago de Chile, Antigua Iglesia de las Agustinas: Epigrafía en el medio
tercio de una de las campanas litúrgicas. Arrau, 1766.
Si en los aspectos de instalación, forma y epigrafía la campana colonial difiere más o menos marcadamente de la campana española, en
lo relativo a la sonoridad esta puede considerarse una continuación del
56
70
Entre otras inscripciones similares podemos citar las siguientes: “SE HICIERON POR LA
PIEDAD DEL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO DE BORJA MARÁN”,
en una de las campanas de la parroquia de la Estampa (1806); “SIENDO ABADESA LA
MADRE GE[falta la r]TRUDIS BRISENO. EL AÑO DE 1766 ARRAV ME FECIT”,
en la campana mayor de la antigua iglesia de las Agustinas; “SAN RAPHAEL ARCHANGEL PABLO PADYLLA MEFECYT ANO DE 1771”, en la campana “San Rafael” del
monasterio del Carmen de San Rafael.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
modelo hispano, que dentro del panorama europeo constituye un caso
singular. La diferencia esencial entre dicho modelo y el establecido en
otros países del continente (Francia, Italia, pero sobre todo Alemania,
Austria, Inglaterra, Holanda y Bélgica) radica, más que en las formas de
toque, en el aspecto de la afinación.
Ya en los monasterios de la temprana Edad Media se había iniciado
la tradición de fundir campanillas afinadas, que se utilizaban como herramienta pedagógica para la enseñanza del canto57. A partir de los siglos XIV
y XV, esta práctica se extendió a las campanas mayores, que comenzaron a
afinarse según pequeños segmentos de una escala. De esa forma se pretendía evocar fragmentos de melodías litúrgicas, ya fuera en los relojes de las
abadías o en el toque azaroso de las campanas al vuelo58. Progresivamente,
la afinación pasó a convertirse en un asunto de primera importancia para
gran la gran mayoría de los fundidores europeos, quienes se preocuparon
consistentemente de obtener una relación armónicamente perfecta entre
las cinco (o más) notas que produce una campana59. Ello motivó múltiples
consideraciones relativas a la calidad del bronce, al tipo de perfil, al espesor
de los muros y a otros aspectos constructivos que permitieran la construcción de campanas de acuerdo con su ideal de sonoridad.
Por razones culturales, esta forma de concebir la campana resultó
ajena a la tradición española, que no encontró interés en el asunto de
la afinación. De ese modo, se generó un tipo de instrumento que para
57
58
59
Westcott, 1970.
Price 2001, tomo III: 177.
El tema de la acústica de las campanas amerita un estudio propio, hasta cierto punto lejano
al objetivo esencial de este trabajo. Por el momento, baste con aclarar que la campana es un
instrumento que en realidad contiene distintos parciales que son inarmónicos (Llop i Álvaro 2011: 70), es decir, “[…] que al golpear una campana con el badajo, estamos oyendo
el sonido que se produce en el lugar donde se golpea, con sus respectivos armónicos, como
ocurre al golpear una cuerda de piano, pero al mismo tiempo, por la vibración producida,
estamos escuchando los distintos parciales que se suceden por los distintos puntos del
perfil de la campana” (Llop i Álvaro 2011: 70). Como se dijo anteriormente, una campana
produce cinco notas al momento de ser percutida. En un instrumento fundido bajo los
preceptos de los carillones flamencos, estas debieran ajustarse a la siguiente disposición: en
primer lugar está la prima, que se distingue por sobre las demás como la nota fundamental
de la campana (la más perceptible desde la lejanía). Luego se encuentra la tercera menor,
una tercera menor sobre la prima; la quinta, una quinta justa sobre la prima; y la octava,
una octava por sobre la prima. A estas debemos agregar el hum, situado una octava por
debajo de la prima, que es el parcial encargado de mantener la resonancia de la campana,
sobre todo en campanas de gran tamaño (Llop i Álvaro 2011: 71).
71
CON MI VOZ SONORA
oídos ingleses, alemanes u holandeses sonaría destemplado. En ese sentido, parece sintomático el hecho de que en España no fuera popular el
carillón, auténtico paradigma de la fundición de campanas afinadas, muy
estimado en los Países Bajos y el norte de Francia. “En nuestras tierras,
un carillón carece de sentido: es un raro grupo de campanas extranjeras.
Su construcción y su uso están alejados de nuestras tradiciones culturales
y musicales, y su sonoridad no concuerda con la idea que tenemos de
afinación”60, diría Francesc Llop. Si bien existieron carillones históricos
en España, estos fueron fundidos por los maestros flamencos Peter van
den Ghein (1500-1561) y Melchior de Haze (1632-1697), e instalados
en los palacios de Aranjuez, El Escorial y el Prado pero no en lugares
públicos, como iglesias o torres civiles. “Las campanas de Haze sonaban
pues en España, pero lo hacían en ambientes de la corte: música culta y
selecta asociada a los Reales Sitios”61.
Los grandes juegos hispanos son un fiel reflejo de este arquetipo de
afinación. A medida que transcurría el tiempo, los conjuntos de campanas
de iglesias, monasterios y catedrales se enriquecieron con ejemplares de
muy diverso origen, generando el total un “concierto” (como lo llaman
los italianos) muy poco homogéneo. No se pensaba en la armonía de las
voces, sino en el número y peso de las campanas que se deseaban62. De ahí
que, mientras mayor sea la cantidad de bronces y más antiguo sea el templo, más posibilidades se abren a un conjunto “aleatorio” en términos de
alturas. La gran parte de Europa, en cambio, se preocupó de que sus juegos
de campanas formaran un conjunto armónicamente coherente, basado en
tetracordios de la escala diatónica mayor (en el caso inglés), o en fragmentos o la totalidad de la escala pentatónica (en la mayor parte de Europa)63.
De ese modo, cuando una nueva campana se añadía al grupo existente, se
esperaba que estuviera en correspondencia sonora con el resto.
En el fondo, los fundidores del resto de Europa (no de toda Europa, por cierto, pero sí de la Europa que se relacionó más intensamente
con España) concibieron la campana como un instrumento musical ligado
60
61
62
63
72
Llop i Bayo 1988c.
Llop i Bayo 1988c.
Llop I Bayo 2015.
a) Bodman 2001, tomo III: 180. b) Algunos grandes juegos de campanas (como los de las
catedrales de Estrasburgo y Frankfurt) están basados en un hexacordio configurado como
una escala mayor sin el cuarto grado (Bodman 2001, tomo III: 180).
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
a prácticas devocionales y fines sobrenaturales. Los fundidores españoles,
en cambio, concibieron la campana como un instrumento de comunicación ligado a dichas prácticas y fines, cuya eventual musicalidad reside no
en aspectos armónicos o melódicos, sino rítmicos. En efecto, España es
uno de los pocos países europeos donde las campanas se tocan ya sea de
manera fija, por movimiento, o de ambas formas simultáneamente64. El
toque fijo ofrece mayores posibilidades rítmicas que el toque móvil por
balanceo (o toque “Lancé”, el más extendido en Europa), en que la acción
de los campaneros suele limitarse a la capacidad de poner en movimiento
las campanas, generando así una suerte de “improvisación libre” de ritmos y alturas. La posibilidad de controlar a voluntad el movimiento del
badajo permite en cambio la realización de ritmos rápidos y complejos,
logrando en ciertos toques (y parafraseando a Messiaen respecto al canto
de los pájaros) “una maraña de pedales rítmicos sumamente refinada”65.
Esta concepción sonora de la campana fue transmitida directamente por España a sus colonias, donde se hizo aún más acentuado este
aspecto “desafinado” de la campana española. Tanto la experimentación
formal como la limitación tecnológica a la que se hizo referencia contribuyeron en grado sumo a generar un tipo de campana de sonoridad muy
particular, aún más ajena que la campana española a cualquier consideración musical de tipo armónico66. En muchos casos, el sonido de estas
campanas no fue calculado por los fundidores de modo consciente, y
debe entenderse como un azaroso resultado del proceso de fundición67.
64
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67
En algunas Catedrales de España (Burgos, Córdoba, Granada, Logroño, Murcia, Pamplona, Sevilla, Toledo, Zamora, entre otras), las campanas menores y medianas se encuentras
provistas de yugos para voltear u oscilar, en tanto las mayores (o solo la mayor de todas)
permanecen fijas. Dentro de México pueden observarse disposiciones similares. En el caso
de Rusia, Grecia, Malta y gran parte de América Latina (entre otros posibles ejemplos) las
campanas se tocan solamente por golpe.
Messiaen 1993: 38.
A modo de ejemplo, la composición sonora de la campana “San Pedro” (1789) es la siguiente: Hum: sol, Prima: mi, Tercera: si bemol, Quinta: re, Octava: la bemol.
El momento de fundición de una campana es extremadamente delicado, y “[…] puede
condicionar que el trabajo de semanas llegue a buen fin o por el contrario sea necesario
comenzar de nuevo” (Llop i Álvaro 2011: 69). En ese sentido, es determinante la temperatura del metal; si está demasiado frío no puede formarse una masa compacta; si está demasiado caliente se gasifica, produciendo burbujas que llegarán a ser defectos de fundición.
Ambos contratiempos modifican la sonoridad, sobre todo, la resonancia de la campana
(Llop i Álvaro 2011: 69).
73
CON MI VOZ SONORA
Asimismo, las campanas se agruparon en las torres de acuerdo con su
número y tamaño, pero nunca de acuerdo con una relación melódica.
Como ocurría con las campanas españolas, su potencial musical residía
en el ritmo; sobre todo en la variedad de repiques posibles de realizar con
el conjunto de campanas de una torre68.
El ocaso del modelo colonial de campana hacia mediados del siglo XIX
Hace algunos años, mientras me encontraba realizando el inventario de la
Basílica de la Merced, pude tener acceso a una campana que anteriormente
me había llamado la atención, pero que nunca antes pude examinar detenidamente. A primera vista se trataba de una típica campana de los siglos
XVII o XVIII, provista de un asa simple y de una epigrafía muy basta cuyo
significado es aún, en parte, un enigma69. No obstante, su fecha de fundición era el año 1855. En efecto, el modelo de campana establecido en la
Colonia se mantenía aún vigente en la primera mitad del siglo XIX. Las
campanas de Miguel de Sierra y la citada campana de la Merced constituyen
pruebas evidentes de aquello. Todavía se mantenía viva esa extravagancia en
las formas, que tan fecunda variedad de perfiles otorgó a los instrumentos
coloniales. Aún subsistía el asa simple, que luego desaparecería; el badajo de
doble articulación, que igualmente se extinguiría; y ese acabado irregular,
propio de la fabricación artesanal, que sería sustituido por la precisión de
la tecnología industrial. En Santiago, la campana sigue siendo una pieza de
autor. Basta a ratos, sí. Pero irrepetible y fantástica.
Imagen Nº 33. Santiago de Chile, Basílica de la Merced: Epigrafía
en el medio tercio de la campana de 1855.
68
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74
Esta y las demás formas de toque serán definidas en el Capítulo VIII.
La inscripción en cuestión dice lo siguiente: GLORIA A DIOS P. E P J Fr Cte Vga 1855.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
Imagen Nº 34. Santiago de Chile, San Francisco: Campana. Miguel de Sierra, 1846.
Es precisamente este rasgo —la fabricación a pequeña escala— el
que marcará una primordial diferencia entre estas campanas y las que
comenzaron a fundirse a partir de la segunda mitad del siglo, cuando
se popularizó un nuevo modelo de instrumento: de corte europeizado,
fabricación en serie y menor costo de adquisición. No obstante, ello constituiría solo uno más de los factores que contribuirían a su ocaso, pues
también existían razones ideológicas que conspiraban en su contra. En la
década de 1840, intelectuales chilenos de tendencia liberal comenzaron a
criticar duramente algunas manifestaciones artísticas del pasado colonial,
como la imaginería quiteña, cuyo influjo se extendía a muchísimos templos de la ciudad70. La influencia europea caló muy hondo en las clases
gobernantes, que junto al clero comenzaron a “avergonzarse” del pasado
colonial “[…] por el empeño de poner en marcha la doctrina del progreso, tan en boga en esa época optimista”71. Así, “[…] los viejos muebles
barrocos, los retratos de los antepasados, las complicadas escribanías llenas de secretos, las petacas y los almorfés pasaron a decorar la cocina y los
patios de adentro, y, aún más, las iglesias y conventos a una voz de orden,
que estimulaban las autoridades, reemplazaron las maderas policromadas,
70
71
Guzmán 2011: 694.
Pereira Salas 1965: IX.
75
CON MI VOZ SONORA
los santos de bulto y los altares multicolores por esas imágenes de yeso
que introducían los astutos comerciantes”72.
Esta visión crítica del pasado hubo de extenderse al ámbito de las
campanas coloniales, que igualmente formaban parte de ese mundo, considerado ahora una época extinta, chata y oscura. Ya a principios del siglo,
algunos extranjeros habían reparado en la “tosca” factura de los artesanos
santiaguinos. En 1817, el inglés Samuel Haigh se refería a ellos en duros
términos:
Los artesanos en Santiago son principalmente joyeros, talabarteros y
herreros, pero su trabajo es muy rudo y sin gracia; sus carpinterías sólo
trabajan con la hachita, y sus inmensas bisagras y candados son de una
construcción que le parecería muy rara a uno que nunca hubiera trabajado
más que en los alrededores de Sheffield y de Birmingham73.
Era el juicio irrefutable de Europa a la “creatividad latinoamericana”. Las mismas características que constituían la originalidad de las
campanas coloniales, partiendo por su tono destemplado, fueron vistas
por los ojos (y oídos) románticos como signos de atraso. Atraso que podía
suplirse con las campanas industriales que se irían fabricando en Santiago, o con campanas extranjeras traídas a la ciudad como novedad.
Imagen Nº 35. Santiago de Chile, Cuartel General de Bomberos:
Campana de fuego “La Paila”, Naylor Vickers & Co. (New York) 1859.
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Pereira Salas 1965: IX.
Haigh, Caldcleugh y Radiguet 1955: 31.
Influencia española y creatividad latinoamericana en las campanas coloniales de la Catedral ...
Así, en mayo de 1887, El Mercurio de Valparaíso anunciaba la llegada al puerto de un juego de cinco campanas francesas para San Agustín
(de Santiago), armónicamente afinadas y dotadas de yugos para tocar al
estilo “Lancé”:
Las nuevas campanas que se han comprado para las torres de San Agustín,
y con las cuales se va a introducir en Santiago el sistema de repique con
armonía, o sea, carillón, llegarán dentro de dos o tres días a la capital, pues
ya se encuentran en Valparaíso74.
Con esas piezas europeas se reemplazarían las tres campanas coloniales del centenario templo: “Santa Mónica”, “San Nicolás de Tolentino” y “San Agustín”, fundidas en 1730 y bendecidas por el obispo Alonso
del Pozo y Silva75. Era el sonido del pasado que cedía paso al sonido de la
modernidad…pero la tradición colonial no se dejó borrar tan fácilmente.
Como resistiéndose a la innovación, las mismas torres de la iglesia no
parecieron acoger de buen modo a sus nuevos habitantes, y esas campanas no pudieron instalarse correctamente porque la estrechez de los
campanarios no permitía su oscilación. Debieron quedar fijas, tal como
sus predecesoras.
Imagen Nº 36. Santiago de Chile, San Agustín: Instalación de una de las campanas.
Croizet&Hildebrand (París) 1887.
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75
a) El Mercurio de Valparaíso, 10 de mayo de 1887, citado en Villarejo 1994: 82.
b) En realidad no se trata de un carillón, sino de un juego de cinco campanas provenientes
de la casa Croizet & Hildebrand, de París. Actualmente se considera carillón a un grupo
no menor de 25 campanas.
Villarejo 1994: 82.
77
Ca p í tulo III
Las campanas industriales de la Catedral
y otros templos de Santiago
Los inicios de la industria campanera en Santiago
Si existe un artesano que represente la transición desde el modelo de campana colonial hacia el industrial, ese es S. C. Molinié. Como ha sido usual
hasta ahora, no se conoce información biográfica de este maestro. No
obstante, a juzgar por su apellido, podría suponerse que se trataba de un
inmigrante europeo (posiblemente francés) asentado en Santiago, donde
abriría una fundición bajo la protección del magnate Emeterio Goyenechea1. Sería el primero de otros casos similares.
De este artífice se han conservado dos campanas conocidas: la gran
campana “Nuestra Señora de Purísima y Nuestro Padre San Francisco”,
fundida en 1855 y conservada en el templo de dicha orden; y otra campana de menor tamaño, fundida en 1857, y actualmente guardada en el
claustro de la Merced como pieza de museo.
1
Como consta en la epigrafía de una de sus campanas: “BAJO LA PROTECCION DE
EMETERIO GOYENECH[EA]”
79
CON MI VOZ SONORA
En varios aspectos, estas piezas aún se mantienen fuertemente apegadas al modelo de construcción colonial. El acabado es aún irregular,
propio de la fabricación artesanal; todavía está presente el asa de cuatro
orejas, que luego se reservaría solo a campanas más pequeñas2; los perfiles difieren según el tamaño; la sonoridad es todavía “experimental”3 y
la epigrafía se mantiene apegada a la antigua tradición de información,
mayoritariamente histórica (aunque se dispone de modo diferente, principalmente en el medio de la campana y no solo en el tercio o en el medio
pie como había sido habitual hasta ese entonces)4. Es justamente en la
epigrafía, en la firma del autor, en la que puede apreciarse una diferencia
aparentemente irrelevante, pero en el fondo sustancial entre estas campanas y los antiguos bronces coloniales. Si los maestros del pasado firmaban
sus obras con su nombre, acompañado de expresiones personales como
“ME FECIT” o “DE MANO DE”, las campanas de Molinié lo hacen
del siguiente modo:
St. Cr. MOLINIE I CA
(en la campana de 1855)
FUNDICION DE S. C. MOLINIE
(en la campana de 1857)
Como puede verse, en las palabras “I CA [Y COMPAÑÍA]” y
“FUNDICION DE” se hace presente la idea de una manufactura ya no
artesanal, sino ligada a un centro de fabricación de mayor envergadura.
Lo que sería la tónica en la fundición a lo largo de la segunda mitad del
siglo, encontraba su primer atisbo en el trabajo de Molinié.
2
3
4
80
La campana de San Francisco pesa alrededor de 3.491 kg. La de la Merced pesa aproximadamente 496 kg.
Esto solo puede decirse de la campana de San Francisco, que produce un sonido muy
particular. La de La Merced se encuentra desmontada.
La inscripción de la campana de San Francisco pone lo siguiente: “GLORIA ALTISSIMO
DOMINO/FUE DEDICADA A N S [NUESTRA SEÑORA] DE PURISIMA I A N. P.
S [NUESTRO PADRE SAN] FRANCISCO POR SUS HIJOS DE ESTA PROVINCIA
DE LA SANTISIMA TRINIDAD DE SANTIAGO DE CHILE EN EL AÑO DEL SEÑOR DE 1855”; la de la Merced en tanto: “ESTA CAMPANA LA MANDÓ FUNDIR
FRAY PEDRO NOLASCO IZQUIERDO SIENDO COMENDADOR EN 1857”.
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
Imagen Nº 37. Santiago de Chile, San Francisco: Campana “Nuestra Señora
de Purísima y Nuestro Padre San Francisco”. S. C. Molinié, 1855.
Imagen Nº 38. Santiago de Chile, San Francisco: Campana “Nuestra Señora
de Purísima y Nuestro Padre San Francisco”. S. C. Molinié, 1855.
81
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 39. Santiago de Chile, San Francisco: Marca de fábrica en la campana
“Nuestra Señora de Purísima y Nuestro Padre San Francisco”. S. C. Molinié, 1855.
Imagen Nº 40. Santiago de Chile, Claustro de la Merced:
Campana del museo. S. C. Molinié, 1857.
A la labor de este fabricante se debe agregar el trabajo fundidor iniciado en la “Escuela de Artes y Oficios”, fundada (1849) como una forma
de dar instrucción práctica y teórica a jóvenes que ya contaban con un
cierto grado de preparación intelectual. También dirigida por un francés,
Jules Jariez, igualmente contaría entre sus productos las campanas, proveyendo en el futuro a templos como la iglesia de San Juan Evangelista
(donde se asentaron los jesuitas tras su regreso en la década de 1840),
la parroquia de Lo Abarca (en las cercanías de Cartagena), la capilla del
Seminario Pontificio Mayor y la propia iglesia de la Compañía.
82
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
Imagen Nº 41. Santiago de Chile, Ermita del cerro Santa Lucía: Campana
“San Gabriel” (dañada por el fuego del incendio de la iglesia de la Compañía, en 1863).
Escuela Nacional de Artes y Oficios, 1853.
Posiblemente, tanto la fundición de Molinié como las instalaciones
de la Escuela de Artes y Oficios no se diferenciaban de un taller colonial
más que en el espíritu, en el empeño pionero de constituirse como centros modernos de fabricación5. En efecto, el concepto de industrialización
no es del todo aplicable al Chile de la segunda mitad del siglo XIX. Es
cierto que a partir de la década de 1860 se hizo evidente una transformación de actividades artesanales en manufactureras. Sin embargo, lo que
pudo constituirse como un próspero desarrollo fabril se vio frenado por
diversas carencias que se hicieron sentir a medida que avanzaba el siglo.
Las grandes fortunas de la época tendieron en masa a invertir sus ganancias (provenientes de la agricultura o la minería) en el sector financiero,
no en el industrial. No existía un empresariado, sino empresarios aislados
que en conjunto fueron incapaces de constituirse como un grupo poderoso y cohesionado que consolidara sus logros económicos. Tampoco se
contaba con capital circulante (algo propio de una economía subdesarrollada) ni con la tecnología y mano de obra calificada para sustentar el
funcionamiento de un complejo industrial a nivel nacional; de ahí que
se requiriera la importación de maquinaria y operarios desde Europa.
5
Empeño nada desdeñable si se considera el hecho que la campana de San Francisco fue
posiblemente una de las mayores piezas fundidas hasta ese entonces en Santiago.
83
CON MI VOZ SONORA
Más que de industrialización, cabe hablar entonces de un surgimiento
progresivo, pero aún inconsistente, de industrias aisladas; o bien de una
industria “liviana” que se empieza a forjar aproximadamente entre los
años 1870 y 1895, que es en parte impulsada por la guerra del Pacífico
y su demanda de maquinaria, pero que no cobrará verdadero peso sino
hasta las primeras décadas del siglo XX6.
Las fundiciones industriales de campanas en Santiago
Es en este contexto en el que surge una serie de fundiciones privadas, que
entre sus operaciones consideraban la fabricación de campanas. A juzgar
por las observaciones desprendidas del inventario de campanas de mi autoría (junto a otras de carácter informal), las empresas más relevantes en
esta materia fueron cuatro: la Fundición Yungai o Corbeaux, fundada
alrededor de 18707; la Fundición Puissant o San Miguel, inaugurada en
1870; la Fundición Libertad o Küpfer, instalada en 1877; y la Fundición
Las Rosas o Raab, montada en 1884.
Estas cuatro industrias mostraron ciertos rasgos comunes. Como
fuera usual en el escenario local, todas fueron fundadas por inmigrantes
extranjeros; de origen suizo, en el caso de la Fundición Libertad8; alsaciano, el de la Fundición las Rosas9; y francés, el de las fundiciones Puissant
6
7
8
9
84
La información respecto al inicio de la industria en Chile ha sido tomada de Cavieres
1998: 11-25.
Hasta ahora solo ha sido posible encontrar información sobre un familiar del fundador
de esta fundición. Se trata de Louis Corbeaux (1890-1925). Nacido en Epernay, recibe
un diploma de la escuela de Artes y Oficios de Chalons y otro del Instituto eléctrico de
Grenoble. Posteriormente se asocia con sus hermanos en la fundición Yungai de Santiago
(Patronsdefrance.com).
La fundición Libertad fue abierta por L. Bauerle, Francisco Küpfer y Roberto Strickler.
Estos dos últimos, inmigrantes suizos e ingenieros mecánicos, asumirían el control total
de la empresa tras la muerte de Bauerle, el mismo año de 1877. Pese a un comienzo difícil,
marcado por la competencia de empresas ya existentes y por la escasa demanda local de
productos mecánicos, la fundición conocería una gran prosperidad gracias a la demanda
de maquinaria requerida por la guerra del Pacífico y la construcción ferroviaria que por
esos años tenía lugar (Martínez 1896: 4-5).
La fundición Las Rosas fue fundada por Jerónimo Raab, que comenzó a trabajar en ella
ayudado por sus tres hijos: Luis, Fernando y Augusto. Padre e hijos habían comenzado
a incursionar en el rubro de la fundición como operarios de la fundición Yungai, donde
trabajaron durante diez años (Martínez 1896: 21-22).
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
y Yungai10. Asimismo, todas contaban con la maquinaria e instalaciones
necesarias para fabricar una enorme diversidad de piezas metálicas: maquinarias agrícolas e industriales, bombas para minas, cañones para el
agua potable, llaves y válvulas de bronce, cilindros para vapor, poleas,
engranajes, estatuas, faroles, balcones, ruedas, turbinas, molinos, instalaciones de luz eléctrica, arados, vendimiadoras y prensas para orujo, entre
una vasta serie de otros artículos11.
Imagen Nº 42. Santiago de Chile, calle Bandera: Entrada para matriz de gas.
Fundición Libertad, ca. 1900.
Imagen Nº 43. Santiago de Chile, ex-Congreso: Canaleta para la bajada del agua.
Fundición Raab, ca. 1890.
10
11
La fundición Puissant, también conocida como fundición “San Miguel”, entró en operaciones bajo la dirección de los señores Müller y Montigl. Once años más tarde dirigiría la
empresa Adolfo Puissant, reputado industrial de la época (Martínez 1896: 16).
Martínez 1896: 4-22.
85
CON MI VOZ SONORA
Desde luego, la fundición de campanas era parte de la oferta. En
1896, la Fundición Puissant tenía capacidad para fabricar campanas de
hasta media tonelada12. La Fundición Las Rosas hacía en materia de campanas “cuanto se puede ejecutar en el país”13, y sus hornos tenían la capacidad de fundir piezas de hasta cinco toneladas (aunque nunca llegó a
fabricarse una campana de tales dimensiones)14. La Fundición Libertad
comenzó a construirlas desde sus inicios, y con el tiempo se distinguieron
como “la especialidad de la casa”, llegando a ser muy populares para usarse con fines domésticos, educacionales y laborales.
Imagen Nº 44. Santiago de Chile, Colegio de La Salle: Campana de señales.
Fundición Yungai, 1880.
El público comprador era amplio. El afán gubernamental (nacido
ya en los albores de la República) de institucionalizar un sistema educativo destinado a las masas populares se tradujo en la creación de numerosas
escuelas públicas, en las que la campana jugaba un rol fundamental15.
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13
14
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a) Martínez 1896: 18.
b) Esta situación habría cambiado en 1899 con la fundición de la campana mayor de San
Ignacio “Nuestra Señora del Monte Carmelo”, que pesa alrededor de 1521 kg.
Martínez 1896: 21.
Martínez 1896: 21.
La intención de implementar un sistema de educación popular ya se había manifestado en
los gobiernos de O’Higgins, Pinto y Freire, durante la década de 1820. Sin embargo, fue
en el período comprendido entre 1842 y 1860 cuando tuvo lugar la promulgación de la
ley orgánica de la Universidad de Chile, la creación de la Escuela Normal de Preceptores
y la promulgación de la ley de instrucción primaria, con la que se sientan las bases fundacionales del sistema de instrucción primaria popular (Egaña y Monsalve 2011: 120-121).
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
También se la requería en las casas particulares (a modo de timbre), y en
fundos, mataderos y fábricas de distinta clase como un modo de señalar diversas acciones ligadas al trabajo. En la Iglesia, el escenario de las
campanas por excelencia, la labor de estas fundiciones se vio favorecida
en gran medida por dos factores: las nuevas congregaciones que por esos
años llegaron a asentarse a Santiago, y los numerosos templos que se fueron construyendo como una forma de dar asistencia espiritual a la población que, producto de la migración provinciana a los centros urbanos, experimentaba un crecimiento que se haría explosivo hacia fines del siglo16.
Los redentoristas, llegados en 1876 desde el Ecuador, e instalados
en los entonces poco poblados alrededores de la Estación Central, eligieron campanas de la Fundición Las Rosas para su primer templo, la capilla
Ugarte. La crónica de su bendición señala al respecto lo siguiente:
El domingo que vino después de la fiesta de N. P. S. Alfonso, se bendijeron en la tarde tres nuevas campanas, fundidas en la fundición de las
Rosas. La mayor pesa 9 quintales, el sonido es agradable, prolongado i
argentino. La Mayor lleva el nombre de N.S. del P. Socorro. La del medio
el de N. F. [Nuestro Fundador] S. Alfonso; la chica el del B. [Beato] Clemente María […] Las campanas llevan: “PP redentoristas de Santiago”.
El P. Rector las bendijo, el P. Julio llevó la Palabra. Contentísima está la
gente del barrio, dicen que se las oye perfectamente más allá de la calle
Esperanza. Tiempo hace que toda la comunidad deseaba las campanas, realzan pues el culto, celebran las solemnidades y mediante su voz argentina
convidan los cristianos 17.
Los asuncionistas, promotores de la veneración a la virgen de Lourdes, recurrieron a Puissant (1893) para fabricar las tres campanas de su
templo, y a la Fundición Las Rosas (1909) para fundir la campana de su
famosa gruta, que se convertiría en un ferviente centro de culto mariano. Los jesuitas, congregación antigua pero vuelta a Chile recién en la
década de 1840 (tras su expulsión en 1767), también comisionarían a
16
17
Entre 1854 y 1885 el número de los lugares de culto (incluyendo templos y capillas) subió
de 265 a 527 (Serrano 2008: 281).
Archivo redentorista. Crónicas de la Comunidad Redentorista de Santiago 1888, libro I:
203. Serían estas mismas las que décadas más tarde (alrededor de 1904) se colgarían en las
torres de la gran Basílica del Perpetuo Socorro, la advocación patrona de la orden.
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CON MI VOZ SONORA
Puissant la campana mayor de su flamante iglesia, la nueva “iglesia de la
Compañía”18. Claretianos, sacramentinos y capuchinos en tanto, optaron por la Fundición Yungai para dotar sus templos de las tan necesarias
campanas19.
Imagen Nº 45. Santiago de Chile, San Ignacio: Campanas “Nuestra Señora del
Monte Carmelo”. Fundición Puissant, 1899; y “San Francisco Javier”.
Urmeneta y Errázuriz (Guayacán), 1871.
Imagen Nº 46. Santiago de Chile, San Ignacio: Marca de fábrica de la
Fudición Puissant en el medio tercio de la campana “Nuestra Señora del Monte Carmelo”.
18
19
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Las menores, en tanto, serían encargadas a fundiciones de regiones: la maestranza de Limache y la fundición Urmeneta y Errázuriz de Guayacán.
Otros recurrieron a fundiciones extranjeras. Aparte del caso de los Agustinos, en 1908 los
Carmelitas Descalzos (instalados desde 1899) mandaron fabricar sus campanas a España,
a la fundición palenciana de Moisés Diez, autor (ese mismo año) de la famosa campana
“La Bomba”, de la Catedral de Zamora.
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
Imagen Nº 47. Santiago de Chile, San Ignacio: Campana “San Luis Gonzaga”.
Maestranza de Limache, 1872.
Imagen Nº 48. Santiago de Chile, Basílica de Lourdes: Campanas (provistas de yugos
hacia la década de 1950). Fundición Puissant, 1893.
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CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 49. Santiago de Chile, Basílica del Perpetuo Socorro: Campanas.
Fundición Las Rosas, 1888.
Imagen Nº 50. Santiago de Chile, Basílica del Corazón de María: Campanas.
Fundición Yungai, 1879-1882-1893.
Imagen Nº 51. Santiago de Chile, Parroquia de los Capuchinos: Campanas.
Fundición Costa e Hijo (Valparaíso), 1874; Fundición Yungai, 1876.
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Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
Si bien las nuevas iglesias constituyeron una gran fuente de encargos para estas empresas, su fecundo impulso constructivo (que de hecho
pasó a constituir la mayor parte del patrimonio campanario de la ciudad)
también consideró los templos de antigua fundación y la propia Catedral
de Santiago. Ya se ha examinado el caso de San Agustín y su frustrado
intento por imponer el sonido francés en la ciudad. Asimismo, los dominicos reemplazarían (entre 1921 y 1925) la totalidad de sus antiguas campanas por ejemplares de la Fundición Yungai, y los mercedarios harían
desmontar (1928) la campana mayor de su basílica (extraordinaria obra
colonial de 1698) para instalar en su lugar el famoso carillón, de origen
tirolés. Todos parecían sucumbir al dorado brillo del nuevo instrumento
industrial, y si más campanas coloniales no fueron reemplazadas por los
nuevos ejemplares o por campanas extranjeras (como en el monasterio de
las agustinas y la Catedral, donde se conservaron piezas antiguas), fue posiblemente por razones económicas y no tanto de conservación o respeto
al por entonces oscuro pasado colonial20.
Imagen Nº 52. Santiago de Chile, Recoleta Franciscana: Campanas “Mercedes Inés”
y “Fray Andresito”, en estilo neocolonial. C. Acevedo, 1929.
20
En ese sentido, es extraordinario el caso de la campana “San Buenaventura”, fundida en
1808 por un tal Toesca (no el arquitecto, muerto ocho años antes) y luego refundida como
réplica (1896) por la Fundición Yungai. Posiblemente el interés por conservar una copia de
esa antigua campana se debió al nombre de Toesca, que debió asociarse al del gran arquitecto (sepultado en la iglesia de San Francisco, donde se conserva dicha campana). En su
particularidad fue un hecho aislado, sin embargo la moda neocolonial surgida a principios
del siglo XX intentó reproducir campanas según el antiguo modelo de construcción. Así
ocurre, a modo de ejemplo, con un grupo de cuatro campanas fundidas en 1929 por un
tal C. Acevedo para el convento de la Recoleta Franciscana.
91
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 53. Santiago de Chile, Basílica de la Merced: Carillón.
Mabilon & Co (Saarburg) 1926.
En el caso de la Catedral, la renovación campanaria vino asociada a
la gran reforma emprendida por el arzobispo Mariano Casanova (a la cual
ya se ha hecho referencia). Ya en 1875, a instancias del cura Miguel Tagle, se había encomendado a la Fundición Yungai la construcción de una
campana de mediano tamaño21 para la vecina parroquia del Sagrario (posiblemente instalada en la nueva torre de la Catedral, cuya construcción
empezó ese mismo año)22. Fue a este mismo establecimiento al cual se
asignó, en 1899, la tarea de fundir la nueva campana mayor de la Iglesia
Matriz, aquella que vendría a ocupar el puesto de su homóloga colonial
“San Pedro”23. Tanto por sus dimensiones, su importancia eclesiástica y
otras razones que se examinarán a continuación, esta campana —llamada
“Santiago” en honor al patrón de la ciudad— constituiría la obra maestra
de la fundición industrial nacional. Si en la torre sur se había conservado
la herencia colonial, personificada en las campanas de Silvestre Morales,
Miguel de Sierra y Pablo Padilla, en la torre norte colgaba la mayor campana producida por la industria. De esa forma, el conjunto de campanas
de la Catedral adquirió la conformación que ha mantenido hasta hoy.
21
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Unos 480 kg de peso.
Hasta ahora esta es la campana más antigua de dicha fundición que ha podido encontrarse.
Posiblemente también se le encomendó la fundición de una pequeña campana de bronce
dorado, destinada a señalar la salida de la misa.
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
Imagen Nº 54. Santiago de Chile, Parroquia del Sagrario: Campana
“Santísimo Sacramento”. Fundición Yungai, 1875.
Imagen Nº 55. Santiago de Chile, Parroquia del Sagrario: Epigrafía en el medio
pie de la campana “Santísimo Sacramento”. Fundición Yungai, 1875.
Imagen Nº 56. Santiago de Chile, Catedral: Campana “Santiago”.
Fundición Yungai, 1899.
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CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 57. Santiago de Chile, Catedral: Campana “Santiago” (restaurada en 2015).
Fundición Yungai, 1899.
Características morfológicas y sonoras de las campanas industriales
de la Catedral y otros templos de la ciudad; continuidad y renovación
respecto a las campanas coloniales
Desde un punto de vista morfológico y sonoro, estas nuevas campanas
industriales constituyeron una renovación, pero también una continuación del modelo de campana establecido en la Colonia. ¿Era realmente
un nuevo instrumento? Sí y no.
Un primer aspecto de permanencia y cambio entre ambas especies
puede encontrarse en las asas y sus consiguientes aspectos de instalación
y forma de toque. Como ya se adelantó, el asa simple acabaría por extinguirse a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX24. En su lugar se
utilizaría el asa de cuatro orejas, y para las campanas ya muy pequeñas,
una especie “atrofiada” de asa simple (generalmente provista de una argolla de hierro para facilitar su instalación). En el caso de las campanas
de mayor tamaño, estas se verían dotadas de un asa de seis orejas. Algo
prácticamente inédito hasta ese entonces25.
24
25
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Un ejemplo tardío del uso de esta asa puede verse en la campana “San Francisco Javier”,
fundida en 1871 por “Urmeneta y Errázuriz” en las cercanías de Coquimbo (actualmente
en San Ignacio). De ello puede especularse que ciertos remanentes de la tradición colonial
permanecieron más arraigados en las regiones que en la ciudad capital.
Ciertas campanas coloniales, como la de Martín de Arébalo (1729) de la catedral de Arica, o una de las de la catedral de Concepción (1737) presentan asas de seis orejas. No
obstante, ello parece ajustarse a razones de mayor seguridad en la instalación, o inclusive
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
Imagen Nº 58. Santiago de Chile, Catedral: Asa de seis orejas de la campana
“Santiago”. Fundición Yungai, 1899.
Es tentador pensar que los fundidores implementaran el asa de seis
orejas como un intento de extender el toque móvil dentro de la ciudad
(sobre todo si se piensa en el origen suizo, alsaciano o francés de estas
empresas). No obstante, estas campanas se dotaron de un badajo enorme,
tan grande que haría muy poco recomendable un toque de ese tipo26.
Pese a la obsesión europeizante de aquellos años, el toque móvil nunca
llegó a implementarse en Santiago de manera consistente, y las campanas de todo tamaño siguieron instalándose de manera fija, como había
sido usual durante la Colonia. En las nuevas torres de la Catedral (obras
de avanzada ingeniería para la época), tanto las antiguas campanas coloniales como la nueva campana mayor se colgaron con los tradicionales
ganchos de hierro. Este sistema se replicó en muchos otros templos de la
ciudad, en los que las nuevas campanas siguieron instalándose con estos
dispositivos, con cadenas, o con tensores atornillados a placas metálicas,
pero siempre de manera fija. Por lo demás (y el caso de San Agustín lo
demuestra ampliamente), las torres disponibles no siempre eran aptas a
una modernización en estas materias, y los nuevos templos que se fueron
construyendo no necesariamente cambiaron esta situación. Si bien algu-
26
a consideraciones puramente decorativas, acorde con la iconografía de dichas piezas, mas
rica que la de los ejemplares santiaguinos.
En realidad, el badajo de estas campanas es hasta cierto punto un defecto de construcción.
Se lo hizo de un tamaño excesivamente grande incluso para un toque fijo, que admite
mayores dimensiones en esta pieza que el toque móvil. Si bien así se obtiene una sonoridad
más potente, también el impacto se vuelve demasiado fuerte. Muy posiblemente, esta fue
la causa de rotura de muchas campanas industriales de este período (se volverá a hablar de
estos badajos en el anexo Nº 3).
95
CON MI VOZ SONORA
nas torres habrían sido adecuadas para este tipo de toque, otras (como las
de la Basílica del Corazón de María, por ejemplo) eran todavía demasiado
estrechas. Había corrido mucha agua bajo el puente desde la Colonia,
pero el toque por golpe continuó siendo el toque distintivo de Santiago. Y esta condición se mantuvo invariable a lo largo del siglo XX con
contadas excepciones, personificadas sobre todo en juegos de campanas
extranjeros, traídos a templos como el santuario de Schöenstatt de La
Florida, el monasterio benedictino de Las Condes, y pocos casos más27.
En el ámbito epigráfico puede observarse una continuidad respecto
a las pautas tradicionales. La marcada austeridad que al respecto se dio en
los instrumentos coloniales, también cabe aplicarse a sus sucesoras republicanas. Igual como ocurrió en el pasado, los epigramas o citas salmódicas estuvieron prácticamente ausentes en estos nuevos instrumentos. La
información se remitió más que nada a datos históricos, o solamente a la
firma de la empresa fundidora y el año de fundición, como puede verse
en los siguientes ejemplos:
DEDICADA AL SANTISIMO SACRAMENTO/PARROQUIA DEL
SAGRARIO. 1875. SIENDO CURA Dn MIGUEL TAGLE. FUNDICION
DE YUNGAI. SANTIAGO
(en la campana del Sagrario)
DEDICADA AL SAGRADO CORAZON DE JESUS 8bre 1876 POR EL
PADRE ALBERTO DE CORTONA PREFECTO APOSTOLICO
CAPUCHINO FUNDICIÓN YUNGAI SANTIAGO
(en la campana Sagrado Corazón de la Parroquia de los Capuchinos)
FUNDICION YUNGAI 1882
(en una de las campanas del monasterio del Carmen de San Rafael)
SAN ALFONSO/ SOY DE LOS PADRES REDENTORISTAS
FUNDICION DE LAS ROSAS J. RAAB SANTIAGO 1888
(en la campana San Alfonso, de la Basílica del Perpetuo Socorro)
27
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De las 142 campanas históricas inventariadas hasta ahora, solo 16 están provistas de yugos
para efectuar toques móviles. En la década del 1940, la iglesia de Santa Filomena instaló
campanas de la fundición Yungai con yugos móviles (de la misma fundición), en un estilo
muy similar al de campanas norteamericanas o inglesas.
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
A PUISSANT E HIJO FUNDICION SAN MIGUEL OCTUBRE 1899/
NUESTRA SEÑORA DEL MONTE CARMELO
(en la campana Nuestra Señora del Monte Carmelo, de San Ignacio)
EGO SUM BERNARDITA DE LOURDES VIII DEC MCMIX/ JOSEFA
BLANCO DE PEDREGAL C. DOLORES BLANCO DE FERNANDEZ C.
(en la campana Bernardita de Lourdes, de la gruta de Lourdes)
Imagen Nº 59. Lo Abarca, Parroquia de la Purísima:
Epigrafía en el medio pie de la campana “Inmaculada Concepción”.
Escuela Nacional de Artes y Oficios, 1898.
La gran excepción a este panorama se encuentra justamente en la nueva campana
mayor de la Catedral, que ostenta la siguiente inscripción, la más extensa entre
todas las campanas de la ciudad28:
28
En el resto de las campanas industriales documentadas, solo se ha podido encontrar cuatro
inscripciones que van más allá de los datos históricos. Un se encuentra en la campana “Corazón de María”, obra de la Fundición Yungai (1893), e instalada en la Basílica homónima.
En ella puede leerse lo siguiente: “¡OH DULCE COR MARIAE LVA ME!”, es decir, ¡OH
DULCE CORAZÓN DE MARÍA SÁLVAME! Otras dos pertenecen a un par de campanas fabricadas por la “Fundición parisiense Pablo Lejeune” en 1912, actualmente conservadas (aunque desmontadas) en el Santuario de la Beata Laura Vicuña. La primera de ellas
pone: “OH MARÍA CONCEBIDA SIN PECADO, ROGAD POR NOSOTROS QUE
RECURRIMOS A VOS”. La otra en tanto: “JESÚS JOSÉ Y MARÍA HACED, QUE YO
MUERA EN VUESTRA SANTA COMPAÑÍA”. También puede verse una inscripción
de este tipo en una de las campanas de la Parroquia de San Crescente, fabricada en 1936
por la Fundición Yungai. En ella puede verse la inscripción: “VIVA CRISTO REY”.
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CON MI VOZ SONORA
SVE PROTECTIONE CONTRIVI SANCTI IACOBE APOSTOL ET FILI
CVIVS NOMINE LAETOR CIVIQUE HAECCINE EXSTAT VRBS
ET ARCHIDIOSESIS TINNIAM DEO MOLIMNA PROSTERNAM
ADVERSANTIVM ET CHRISTI FIDELES AD SINVM MATRIS
ECLESIAE TESTINANTER VOCABO OPERA D. COBEAUX. ET.
SOC MDCCCXCIX FUNDICION DE YUNGAI D. CORBEAUX Y CIA
SANTIAGO 189929
En realidad, se trata de una suerte de relectura del antiguo epigrama en el que se enumeraban las funciones y virtudes de la campana30,
en este caso recalcando el sentido de alabanza, protección, convocación
y dedicación al patrón local. Asimismo, entre líneas se daba a entender
quién era el gestor de tan grande obra: el arzobispo Casanova, quien definiera las campanas como “[…] el predicador exterior del culto divino,
el anunciador de la verdad […]”31, y viera en su sonido “[…] una nota
encontrada de aquella armonía turbada por el primer pecado”32. Paradójicamente, sería él mismo quien promulgaría una nueva ordenanza (1904)
en la que se restringirían, aún más que en la de su predecesor Valdivieso,
los toques de campana dentro de la ciudad.
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“BAJO SU PROTECCIÓN, LA DEDIQUÉ A SANTIAGO APOSTOL Y AL HIJO
CUYO NOMBRE ALABO. Y ASI, EN ESTA CIUDAD Y ARQUIDIÓCESIS EMITIRÉ LOS TAÑIDOS EN HONOR DE DIOS, HARE PROSTERNAR A LOS ADVERSARIOS, LLAMARÉ A LOS FIELES DE CRISTO A ACUDIR CON PRESTEZA AL
SENO DE LA MADRE IGLESIA” (traducción de Antonio Bentué).
“LAUDO DEUM VERUM, PLEBEM VOCO, CONGREGO CLERO, DEFUNCTOS
PLORO, PESTEM FUGO, FESTA DECORO”, es decir, “ALABO AL DIOS VERDADERO, LLAMO AL PUEBLO, CONGREGO AL CLERO, LLORO A LOS DIFUNTOS, AHUYENTO LAS PESTES, DOY LUSTRE A LAS FIESTAS” (traducción propia).
Boletín Eclesiástico, “Pastoral sobre el tañido de las campanas”, 19 de febrero de 1904,
tomo XVI: 18-21.
Boletín Eclesiástico, “Pastoral sobre el tañido de las campanas”, 19 de febrero de 1904,
tomo XVI: 18-21.
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
Imagen Nº 60. Santiago de Chile, Catedral: Epigrafía en el medio de la campana
“Santiago” (antes de la restauración de 2015). Fundición Yungai, 1899.
Los elementos iconográficos y decorativos se mostraron igualmente parcos en estos instrumentos. Prevaleció la decoración de cordones
(presente en todas las campanas estudiadas hasta ahora), que en contadas
ocasiones se combinaba con algún símbolo sagrado, como cruces o imágenes marianas33. La misma campana de la Catedral, que era el caso perfecto para un mayor despliegue en este punto, limitó su decoración a los
tradicionales cordones, y no presenta elementos iconográficos de ningún
tipo. Ya fuera porque las fundiciones no daban demasiada importancia a
este aspecto, porque no contaban con los suficientes medios técnicos para
hacerlo, o (más posiblemente) por el encarecimiento en los costos que
significaba una campana más profusamente decorada, la campana industrial no varió lo que ya antes se había dado en estas materias, y salvo por la
firma del autor, ahora convertida en marca industrial, fue una extensión
bastante exacta de la tradición epigráfica colonial.
33
Esto puede observarse en pocos casos, como en la campana “Sagrado Corazón” de la parroquia de los capuchinos, donde puede verse una serie de cruces dispuestas en el medio;
o en la campana “San José” de la Basílica del Perpetuo Socorro, que exhibe una imagen de
esta última advocación (muy bastamente acabada). En las mismas piezas, las palabras se
intercalaron con estrellas decorativas.
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CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 61. Santiago de Chile, Parroquia de los Capuchinos: estrellas y cordones
decorativos en el medio pie de la campana “Sagrado Corazón”. Fundición Yungai 1876.
Imagen Nº 62. Santiago de Chile, Basílica del Perpetuo Socorro: imagen mariana
en el medio de la campana “San José”. Fundición Las Rosas, 1888.
Aquello también se aplica al tamaño. Contrario a lo que podría
suponerse, el advenimiento de la fabricación industrial no se tradujo en la
fundición de campanas de mayores dimensiones (aunque se contaba con
los medios técnicos para hacerlo). Como en el caso de la iconografía, ello
estuvo condicionado ante todo por factores económicos. En el caso de
algunos santuarios importantes, como la Basílica del Perpetuo Socorro,
la Parroquia de los Sacramentinos o la Basílica de Lourdes, los altísimos
costos de construcción impidieron dotar a la iglesia de una o varias campanas verdaderamente grandes34, y finalmente se optó por conservar las
de las iglesias o capillas en las que se instalaron primeramente las órdenes,
de dimensiones respetables, pero aún modestas para el descollante tamaño de los nuevos templos. Una vez más, la excepción estuvo dada por la
campana mayor de la Catedral. Con 183 cm de diámetro y alrededor
34
En el caso de la Basílica del Salvador, la Parroquia de San Isidro y del Templo de la Gratitud Nacional, las torres nunca fueron construidas.
100
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
de 3.548 kg de peso, posiblemente la mayor campana jamás fundida en
la ciudad35. Aun así, sus dimensiones no se diferencian demasiado de
los grandes ejemplares del pasado. Su diámetro es solo un centímetro
más grande que la gran campana de San Francisco (1855) y 23 cm más
grande que la antigua campana mayor, “San Pedro” (1789). Como en la
Colonia, en el siglo XIX la campana santiaguina fue, salvo muy contadas
excepciones, un instrumento pequeño o mediano; con un diámetro que
fluctúa aproximadamente entre los 60 y 100 cm, y un peso que va aproximadamente de los 150 a los 800 kg36. Y esta condición no varió a lo
largo del siglo XX37.
Donde sí se hizo evidente una diferencia respecto a los modelos
coloniales, fue en el aspecto de la forma y el acabado. Como se señalara
anteriormente, la diversidad de enfoques constructivos de los artesanos
coloniales dio como resultado una gran variedad de perfiles, en ciertos casos bastante particulares. Este carácter “personal” de la campana colonial,
devenido del trabajo a pequeña escala y de la creatividad de los artífices,
cedió lugar a un enfoque más homogéneo, propio de la fabricación en serie. En las piezas de todas las fundiciones citadas, el perfil de las campanas
no varió de acuerdo a los diferentes tamaños, como había ocurrido en la
Colonia. En cambio, se adoptó un tipo de perfil que fue reproduciéndose
más o menos igual en diferentes escalas, y que en todos los casos se adaptaba felizmente a la forma esquilonada en su formato europeo más tradicional. Asimismo, el acabado irregular, “orgánico” de las antiguas piezas
se vio suplantado por la precisión de la tecnología industrial, que confirió
a estas campanas una “limpieza” en su ejecución antes desconocida. La
diferencia entre ambas facturas es tan grande como la existente entre una
imagen de Saint Sulpice y una escultura de bulto de la escuela cusqueña.
Desde luego, este giro en la construcción tuvo una gran incidencia en la sonoridad, otro de los puntos en que se manifestó un cambio
respecto a los instrumentos coloniales. Un acabado más depurado sig-
35
36
37
No la mayor de la ciudad, puesto que por pocos centímetros ocupa la campana de la compañía de bomberos, la famosa “Paila”, de origen estadounidense (de unos 3.786 kg de peso).
Estas cifras dicen relación con campanas ubicadas en templos históricos. Dentro del ámbito privado, existe un gran número de campanas de menor peso fabricadas por estas
fundiciones.
La mayor campana industrial del siglo XX hasta ahora conocida pesa alrededor de 1954
kg. Fue fabricada por la Fundición Yungai para Santo Domingo en 1925.
101
CON MI VOZ SONORA
nifica necesariamente una sonoridad más templada38. Pese a ello, sería
aventurado afirmar que los nuevos fundidores generaron una campana
afinada de acuerdo a los cánones europeos más exigentes. Mal que mal, se
trataba de establecimientos que fabricaban campanas entre otras cosas, no
de fundiciones exclusivamente dedicadas al rubro, finalmente las expertas
en el complejo arte de la afinación. ¿Cambió la sonoridad? Sí, cambió.
Pero ese cambio fue ante nada una consecuencia de las modificaciones
que sufrió el proceso de fabricación, que se hizo más preciso y homogéneo, y no tanto un ideal perseguido de manera especializada por los
nuevos fabricantes. Tampoco se tuvo en cuenta la relación musical entre
las diversas campanas de una torre. Se continuó agrupando instrumentos
de diversa procedencia y timbre dentro de un mismo espacio, y aún los
juegos fabricados en un mismo establecimiento no parecieron ajustarse a
una disposición musical lógica. Las campanas de San Ignacio, de origen
diverso, producen un acorde disonante, formado (de mayor a menor)
por las notas re, mi bemol y la bemol. Las campanas de la Basílica del
Perpetuo Socorro, todas fabricadas por la Fundición las Rosas, dan como
resultado aproximado un acorde de mi bemol mayor con séptima mayor
en tercera inversión y posición de octava39, en lugar de un acorde de mi
bemol mayor en estado fundamental y posición de séptima, que hubiera
tenido mayor sentido de acuerdo con el tamaño de las campanas. No es
de extrañar entonces que la nueva campana mayor de la Catedral no fuera
pensada como un aporte melódico al ya azaroso conjunto colonial. Más
que el concierto de las voces importó el afán de dotar a la Catedral de una
campana de gran tamaño, acorde a la nueva majestad que se quiso dar al
templo, ahora coronado por dos torres. Tal como ocurriera en la Colonia,
el ritmo, y no la armonía, era el recurso musical disponible.
Como puede verse, de mano de la industria la campana santiaguina mutó en parte de su aspecto y su sonido. Eran campanas de buena
calidad, aparentemente mucho más cercanas a las convenciones europeas
que las campanas coloniales. Sin embargo, en aspectos esenciales, como
la instalación, la forma de toque, la epigrafía, y —aunque en un senti38
39
De hecho, los mismos elementos epigráficos e iconográficos, que subrayan el carácter simbólico de la campana, van finalmente en detrimento de su sonido, pues dan irregularidad
a las paredes.
Aproximado debido a que una de las campanas está rota, y se ha deformado su tono
original.
102
Las campanas industriales de la Catedral y otros templos de Santiago
do menos evidente— la sonoridad, esta permaneció fiel a los preceptos
del pasado. Si el toque móvil se hubiera implementado masivamente en
la ciudad; si la epigrafía se hubiese vuelto más compleja; si el tamaño
hubiera experimentado cambios relevantes; y si la afinación se hubiese
constituido como una búsqueda consciente y no como una consecuencia,
entonces cabría hablar de un enfoque totalmente nuevo, desapegado del
pasado. Pero no fue así, y las campanas republicanas continuaron siendo
en el fondo campanas coloniales “puestas al día” por las nacientes fundiciones industriales.
103
Los toques de campana
y su relación con la ciudad
de Santiago
Ca p í tulo IV
Los toques de campana y su recepción
en la ciudadanía
La ciudad de Dios
Por diversas razones, la Colonia puede considerarse la época de apogeo
de los toques de campana en Santiago. Sin duda, la vida cotidiana del
Santiago republicano siguió siendo orquestada por las campanas instaladas en los cada vez más numerosos templos de la ciudad: “[…] ese era
el sonido predominante […], mucho más que el bullicio de las plazas, el
rechinar de las carretas o el tranco de los caballos”1. No obstante, fue durante el período colonial cuando una serie de factores de orden práctico,
político y religioso contribuyeron a revestir el sonido de las campanas de
una importancia enorme, que a lo largo del siglo XIX se vería progresivamente mermada.
El problema comienza a entenderse al examinar la concepción de
ciudad que fue implantada por los conquistadores a sus fundaciones indianas. La ciudad europea del siglo XVI es aún una ciudad medieval,
cuya constitución urbana estaba marcada por la presencia de las iglesias, y
1
Serrano 2008: 266.
107
CON MI VOZ SONORA
en particular de la Catedral, “la primera y la última [piedra], la cúspide en
la pirámide perfecta de la ciudad cristiana”2. No en vano, Elio Vittorini se
ha referido al caso de Chartres como una “ciudad-catedral”, es decir, “un
mundo que vivía de la Catedral y con ella: las casas apiñadas a sus pies,
las calles atadas a sus pies, y campos, prados y aldeas a los que se echaba
una mirada [desde sus torres]”3. Desde luego, esta concepción de la ciudad como ciudad de Dios cabe aplicarse al caso hispano. Centros como
Sevilla o Toledo (entre muchos otros) determinaron su perfil urbano a
partir de los templos que recortaban el cielo con sus torres y que durante
las procesiones extendían su ámbito no solo al recinto de la iglesia, sino
también a las plazas y calles.
La ciudad colonial constituyó, pues, la extensión indiana de esta
idea cristiana de la urbe. El hecho mismo de fundar fue entendido por los
conquistadores como un acto supremo de servicio que el aventurero realizaba a mayor gloria de Dios, el rey y la humanidad. La creación de una
ciudad era entonces la creación de un espacio sagrado, una manifestación
terrenal de lo sagrado personificada en la toma de posesión de un territorio y posterior acto fundacional4. En las instrucciones sobre la manera de
fundar de Bernardo de Vargas Machuca (1599) se señalaban los siguientes pasos por seguir en este solemne momento, posteriores a la erección
de la horca, proclamas y vítores al rey, y corte de ramas en el sector5:
En el instante [de la fundación] hará incar una cruz, que para ello
tendrá una hecha a una esquina de la plaza que será la parte que ya
tendrá elegida para Iglesia, la cual plantará el sacerdote revestido y,
al pie de della, se hará un altar y dirá misa, asistiendo a ella todos
los soldados con toda devoción y solenidad6.
Ante nada, la ciudad era sagrada porque albergaba la casa de Dios.
En la ceremonia fundacional anteriormente descrita se sentaban las bases
de lo que vendría a ser la Iglesia Mayor, ubicada en la plaza homónima.
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4
5
6
Llop i Bayo 2015.
Vittorini (sin datos) Diario abierto, citado en Toman 1999: 7.
Guarda 1978: 18.
De Ramón 2002: 31.
Vargas Machuca (1599) Milicia y descripción de la Indias: 105, citado en Guarda 1978:
18-19.
108
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
En el caso hispano, las condiciones de fundación de las iglesias estuvieron
influenciadas por las Siete Partidas del Sabio Rey Alfonso X, en las que se
legislaba acerca de la forma en que estas debían ser emplazadas, construidas y consagradas. Se definía legalmente a la iglesia como “[…] un
lugar sagrado, cercado de paredes y cubierto de suso, donde se allegan
los Cristianos a oír las Horas, y honrar a Dios para que les perdone sus
pecados”7. La así llamada “puerta del perdón”, presente en numerosas
catedrales españolas (Santiago de Compostela, Burgos, Córdoba, Toledo,
Sevilla (entre otras), y en la antigua Catedral de Santiago (en el costado
que daba a la Plaza Mayor), tenía justamente la función de conceder
indulgencias a quienes la traspasaban; así como también servía de escape
a delincuentes, que una vez dentro del templo no podían ser apresados8.
Una vez consagrada, la iglesia era considerada una personificación física
del amparo divino, pues en ella se encontraba “la fuerza de Jesucristo con
que amparará él y defiende a los que entran en la Iglesia”9.
Junto con ello, la iglesia era un centro educativo (también un centro de formación musical). Ello se había manifestado de un modo prodigioso en las portadas góticas de catedrales como Amiens, Reims, Chartres
y muchas otras, donde, a través de las imágenes esculpidas en la piedra,
se pretendía ilustrar a la población analfabeta sobre la doctrina e historia
sagrada. En el Nuevo Mundo, la iglesia constituyó el centro físico del
proceso de evangelización, entendido por la mentalidad colonial como
la iluminación cristiana de un mundo bárbaro e idólatra. Si para la escatología cristiana la ciudad era la representación de una sociedad perfecta,
que apuntaba al ideal de la Jerusalén celestial, entonces la ciudad colonial
era el centro espiritual en el que cobraba vida el apostolado, que desde ahí
se extendía al resto del reino10. De ahí que la connotación sagrada de la
ciudad revistiera un especial significado en el caso americano.
7
8
9
10
Las siete partidas del sabio rey don Alfonso el nono, nuevamente glosadas por el licenciado Gregorio López del Consejo Real de Indias de su Majestad. Tomo I, título X, ley I fs. 95, citado
en De Ramón 2002: 32.
Laborde 1987: 9.
Las siete partidas del sabio rey don Alfonso el nono, nuevamente glosadas por el licenciado
Gregorio López del Consejo Real de Indias de su Majestad. Tomo I, título X, ley XVII fs. 99,
citado en De Ramón 2002: 32-33.
Serrano 2008: 255.
109
CON MI VOZ SONORA
“[…] porque el principio de toda ciudad ha de ser en Dios”11, durante la Colonia el templo no fue visto como un espacio privado, sino
como uno común de uso público: una extensión de las calles o las plazas.
Así lo entendía aun a fines del siglo XIX el arzobispo Valdivieso, cuando
era aquejado por las críticas liberales respecto a la publicidad del culto12.
El mismo trazado urbano de las ciudades indianas estaba basado en la
forma de la cruz, una cruz que encuentra su centro en la Plaza Mayor, a
partir del cual se establecen dos ejes orientados a los puntos cardinales13.
Las manzanas se subdividen en cuatro solares por una cruz, y los sectores
delimitados por los dos ejes son asignados a las primeras cuatro órdenes
autorizadas para evangelizar en Las Indias: mercedarios, franciscanos, dominicos y agustinos, a los cuales se unirían posteriormente (en el caso
santiaguino) jesuitas, la orden hospitalaria de San Juan de Dios y algunas
congregaciones femeninas, en primera instancia agustinas y clarisas14.
En esta ciudad de Dios el lugar protagónico estaba ocupado por la
Plaza Mayor. Había sido el lugar de nacimiento de la urbe y constituía
el corazón de la vida social, política y religiosa de cualquier fundación
hispana15. En la Plaza Mayor se celebraban todos los acontecimientos asociados a la Corona, como nacimiento y matrimonio de príncipes, juras de
nuevos soberanos, y parte del ritual de exequias por aquellas autoridades
que fallecían (ya fueran de la nobleza española o del gobierno local). Ahí
se encontraban los edificios más importantes ligados al poder civil y eclesiástico, así como también establecimientos comerciales para abastecer
11
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15
Cobo (1956) Historia del Nuevo Mundo: 92, citado en Durston 1994: 67.
Diría al respecto: “[…] a las calles y plazas acuden todos los que tienen que pasar por ellas
y al templo van todos los que tienen que cumplir allí sus deberes, y como estos deberes son
comunes a todos los habitantes, el uso es también general y público” (Valdivieso 1904,
tomo III: 416-417. Se hace referencia a este texto en Serrano 2008: 258).
Al respecto, Alan Durston señala lo siguiente: “La importancia de la orientación cardinal
puede verse en el concepto de la calle oriente-poniente como calle “derecha” y la norte sur
como “atravesada” o “traviesa”. Una calle derecha tenía connotaciones de mayor prestigio
que una atravesada, de la misma manera que una calle o cuadra cercana a la plaza era más
distinguida que una alejada de ella” (Durston 1994: 72).
a) Guarda 2011: 316.
b) Según Ramón Gutiérrez, estos solían ubicarse de tal modo que todos estaban a la misma
distancia de la Plaza Mayor (Gutiérrez 1983, Arquitectura y Urbanismo en Hispanoamérica:
251, citado en Durston 1994: 70).
Asimismo, la plaza simbolizaba la metáfora barroca, muy cara a la cultura hispana de la época,
del mundo como una “gran plaza”, una “plaza universal” (Cruz de Amenábar 1995: 49).
110
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
a la población. De ahí que se concibiera con un suelo duro, apto para
resistir el constante trajín de las carretas y la muchedumbre.
La disposición de estas construcciones sería cuidadosamente establecida en las Ordenanzas de descubrimientos, nuevas poblaciones y pacificaciones de 1573, que hacían hincapié en el carácter eminentemente público de este espacio, acorde con la tradición castellana —porque fue en esa
región de España donde se dio a esta plaza esa importancia neurálgica—,
que otorgaba a la Plaza Mayor ese mismo carácter espectacular:
En la plaza no se den solares para particulares, dense para la fábrica de la
Iglesia y casas reales y propias de la ciudad y edifíquense tiendas y casas
para tratantes, y sea lo primero que se edifique16.
Debido a ciertos factores esenciales, el caso americano asignó a
la Plaza Mayor una connotación religiosa más acusada que en España.
Desde luego, las plazas españolas también servían de escenario a una
serie de acontecimientos sacros, como los “autos de fe”, que eran observados por la población como un gran espectáculo al aire libre (con
personas apostadas incluso en los tejados). Sin embargo, fue en América
donde este lugar representó como nada el centro de la vida religiosa. Ello
tenía una base espiritual bien sólida. Ahí se había celebrado la primera
misa (algo así como el “bautismo” de la ciudad), pero sobre todo, ahí se
encontraba el primer y principal templo de la ciudad: la Iglesia Catedral
(cosa poco usual en España, donde las plazas principales no contaban,
por lo general, con un templo)17. Las Ordenanzas de descubrimientos,
nuevas poblaciones y pacificaciones establecían la importancia de este edificio, que, dada su condición divina, debía alzarse por sobre el nivel del
suelo de la plaza:
16
17
(1573) Ordenanzas de descubrimientos, nuevas poblaciones y pacificaciones (sin p.), citado en
Valenzuela 2013: 58.
Como lo señalara Bernabé Cobo respecto a la fundación de Lima en su Historia del Nuevo Mundo (1629): “[…] porque el principio de cualquier pueblo o ciudad ha de ser en
Dios… conviene principiarlo por su iglesia [Pizarro] comenzó la fundación y traza de la
dicha ciudad en la iglesia… después de señalada la plaza hizo y edificó la iglesia, y puso por
sus manos la primera piedra… y luego repartió solares a los vecinos” (Cobo 1956 Historia
del Nuevo Mundo: 92, citado en Durston 1994: 67).
111
CON MI VOZ SONORA
[…] en todas partes sea visto [el templo mayor] porque se pueda ornar
mejor y tenga más autoridad, as de procurar que sea levantado del suelo
de manera que se aye de entrar en el por gradas18.
Era lógico entonces que las festividades religiosas más relevantes
del calendario litúrgico usaran esta explanada como una suerte de gran
“espacio sacral” exterior. En ese sentido, el lugar más destacado estaba
asignado a las grandes procesiones de Semana Santa y de Corpus Christi,
en las cuales tenía participación toda la escala social, profesional y étnica
bajo las diversas cofradías amparadas por el clero regular19. También importante era la fiesta del patrono de la ciudad, el apóstol Santiago, cuya
celebración consideraba el paseo del Real Estandarte, juegos de cañas y
sortijas y corridas de toros (para lo cual se cerraban las entradas a la plaza
con púas de madera)20. Asimismo, se celebraban (frente a la Puerta del
Perdón) autos sacramentales, comedias, o masivas y solemnes misas al
aire libre21.
La Plaza Mayor no era el único escenario especialmente apto para
estas “liturgias exteriores”. En el caso de Santiago, las iglesias coloniales
solían contar con una plazuela exterior (una especie de Plaza Mayor en
miniatura) que funcionaba a modo de atrio y que cobraba especial protagonismo durante las procesiones u otras actividades religiosas que se
realizaban fuera del templo. La misma procesión del Corpus consideraba
paradas en estos sitios, de modo tal que las diversas congregaciones pudiesen efectuar su aporte a la festividad (instancia propicia para desplegar
una verdadera competencia en el esplendor brindado al culto)22. Por lo
demás, cada congregación contaba con una serie de procesiones asociadas
a sus propias festividades: el santo patriarca fundador, santos de la orden,
o alguna advocación mariana particularmente vinculada.
La presencia de estos templos y sus respectivas religiones ejercerá
una notable influencia en sus sectores aledaños23. Cabe recordar que, junto
18
19
20
21
22
23
(1573) Ordenanzas de descubrimientos, nuevas poblaciones y pacificaciones (sin p.), citado en
Valenzuela 2013: 59.
Al respecto, véase Valenzuela 2013: 142-146.
De Ramón 1995: 47.
Guarda 2011: 319.
Valenzuela 2013: 140.
Valenzuela 2013: 65.
112
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
con proveer asistencia espiritual, los conventos y monasterios coloniales
constituían centros de trabajo (pues contaban con numerosos criados) y
de estudio. En Santiago, la zona norte de la ciudad estuvo marcada por
el influjo dominico, que tenía ahí su convento (fundado en 1557), y una
gran chacra donde los religiosos plantaron su viña y un extenso huerto de
naranjales24. Más tarde, en el sector norponiente se levantarían el monasterio del Carmen Bajo (1770), a instancias del corregidor Zañartu, y la parroquia de la Estampa (1786), de milagrosa fundación. El sector poniente
era preponderantemente jesuita, con el Colegio Máximo de San Miguel
(1593), el colegio de San Pablo (1578) y el Convictorio de San Francisco
Javier (1625) para la enseñanza de los hijos de familias acaudaladas. A ellos
se uniría (1686) la ermita y el beaterio de Santa Rosa de Lima (dependiente de la orden dominica), convertido en monasterio en 1754.
El sector sur era el territorio de diversas congregaciones, separadas
urbanamente por La Cañada. Donde actualmente se encuentra la Biblioteca Nacional se ubicó antaño el monasterio de las clarisas (dependiente
de los franciscanos), llamado “de antigua fundación” (1604); más hacia el
poniente se encontraban el convento y la iglesia de los agustinos (1595)
y el monasterio de monjas de la misma orden (1576), que para el siglo
XVII era la fundación más prestigiosa de la ciudad (con alrededor de
cuatrocientas personas entre monjas y criadas)25. En el costado sur se situaban el convento e iglesia franciscana (fundado en 1554 en el sitio de la
ermita del socorro) y la iglesia y el colegio de San Diego de Alcalá (1663),
supervisado por la orden seráfica. También en el lado sur (en la actual intersección de las calles Santa Rosa y Alameda) se encontraban el hospital
de San Juan de Dios (1550) y el convento de la respectiva orden (1617).
El oriente, en tanto, quedaba bajo el tutelaje de la orden mercedaria, que
no solo contaba con un convento de tres parcelas de extensión (1549),
sino que también estaba a cargo de la ermita del cerro Santa Lucía (ca.
1541) y de la capilla de San Saturnino (erigida como ermita desde 1577).
A estas se sumaría (en lo que hoy es el inicio de la calle Carmen) la primera fundación de carmelitas descalzas de Chile: el monasterio del Carmen
Alto de San José (1689). Por otro lado, más allá de los límites urbanos
de la ciudad existían una serie de ermitas aisladas, que con el tiempo se
24
25
Laborde 1987: 21.
Valenzuela 2013: 67.
113
CON MI VOZ SONORA
convertirían en parroquias, y que funcionaban como pequeños centros
de peregrinación o de amparo divino para los lugareños que por ahí se
asentaban. A los pies del Cerro Blanco (en territorios dominicos) se encontraba la de Montserrat, fundada por Inés de Suárez en 1545 y cedida
a la orden de predicadores en 1576; en el extremo poniente, la de Santa
Ana, que llegaría a ser parroquia en 1635; en el extremo sur poniente, la
capilla de San Lázaro, también convertida en parroquia (1775); más hacia el oriente se situaba la parroquia de San Isidro (1686), devoción bien
adecuada a las labores agrarias que por ahí se desarrollaban26.
Como puede verse, el corazón religioso de la ciudad, representado
por la Catedral y la Plaza Mayor27, era rodeado en círculos concéntricos
por una serie de templos, conventos, monasterios, colegios píos y parroquias; todos observados desde la altura por el cerro Santa Lucía, que, dada
la existencia de su ermita, adquirió la connotación sagrada de “monte
de piedad”. Toda la ciudad busca a Dios, y de hecho “el espacio sagrado
en el templo americano no es tanto el que está dentro como el que está
afuera”28. Ese fue el principio esencial de la ciudad de Dios29.
Connotación y presencia de las campanas en la ciudad de Dios
Más allá de las músicas procesionales, o de “[…] los voladores y las temidas viejas que atronaban el aire cuando el natalicio del rey o cuando la
entrada de un nuevo gobernador y capitán general del reino de Chile”30,
el sonido por excelencia de la ciudad de Dios fue el toque de las campanas,
cuyo alcance e importancia social no tenía parangón. Algunos autores
(como Jaime Valenzuela) han visto en ello una de las manifestaciones más
26
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29
30
La información respecto a la disposición y fecha de fundación de estos templos y conventos
ha sido tomada de Valenzuela 2013: 63-68.
En la misma Plaza Mayor, en la actual intersección de las calles Monjitas (de ahí su
nombre) y 21 de Mayo, se ubicó el antiguo monasterio de Clarisas de La Victoria (1678).
Guarda 2011: 317.
A modo de ejemplo, el obispo de Santiago, Gaspar de Villarroel, creó entre los templos de
Santo Domingo y Santa Ana una “Vía Sacra” con pinturas de la pasión que servían a las
procesiones de los viernes de cuaresma. Casos similares tuvieron lugar en México o en La
Antigua (Guatemala), donde en una calle, llamada a propósito “Calzada de los misterios”,
se construyeron capillas con los misterios del rosario (Guarda 2012: 317).
Pérez Rosales 1962: 15.
114
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
evidentes de la persuasión y del control de las mentalidades que el sistema
de poder imperante ejerció por sobre la población colonial31. Efectivamente, tanto el poder civil como el eclesiástico se valieron de las campanas como una forma infalible de imponerse no solo en el ámbito de las
calles; también dentro de la esfera privada, en la intimidad del hogar. Y es
que si había una manera efectiva de traspasar esa frontera entre lo exterior
y lo interior, entre lo público y lo privado, era a través del sonido. En su
Crítica del juicio, Immanuel Kant había advertido esa condición “invasiva” de la música, quejándose de la imposibilidad de eludir su presencia
por más que se deseara:
Además [de ser arte transitoria], hay en la música una cierta falta de urbanidad, y es que, sobre todo según la naturaleza de sus instrumentos,
extiende su influencia más allá de lo que se desea (sobre la vecindad), y, de
ese modo, por decirlo así, se impone, y, por tanto, perjudica la libertad de
los que están fuera de la reunión musical, cosas que no hacen las artes que
hablan a los ojos, puesto que basta apartar la vista si no se quiere recibir
sus impresiones32.
En ese sentido, si se trataba de llegar ineludiblemente a las conciencias, nada se prestaba mejor a estos fines como las campanas: instrumento esencialmente público y además revestido de un aura tan fuerte que
contribuía como ninguno a personificar sonoramente la condición santa
del rey o de la Iglesia. Por lo mismo, las campanas jugaron un rol esencial
en el proceso no verbal de evangelización y cristianización de la ciudad.
Trascendían el ámbito de la voz humana y se transformaban en una forma concreta de apostolado exterior; el más inmediato y el de más amplio
alcance…no en vano el obispo Marán las definiría como “las lenguas
de la Iglesia”33. Por lo demás, debemos recordar que, según la creencia
cristiana, la campana bendita constituye un arma capaz de ahuyentar los
peligros espirituales que amenazaban a las personas. En el mundo “medieval” de la ciudad colonial, donde se entrelazaban constantemente las
dimensiones temporales y espirituales, la campana representó una forma
31
32
33
Al respecto véase Valenzuela 2013: 355-362.
Kant (1790), Crítica del Juicio: 53, citado en Guerra 2008: 5.
Marán, artículo 7, foja 151.
115
CON MI VOZ SONORA
concreta de protección frente a las constantes asechanzas del mal, que cobraba vida a través de pestes, terremotos, o de las historias de aparecidos
y demonios, tan en boga por aquel entonces34.
Algo que contribuyó en grado sumo a, literalmente, elevar y dotar
los toques de una condición omnipresente fue el campanario, elemento
esencial del perfil urbano de cualquier ciudad cristiana. Desde la Edad
Media la presencia de las torres concedió a los templos una dimensión
vertical extrema, en tanto descollaban por sobre la altura general de la
ciudad, y marcaban visualmente la presencia sagrada; especialmente de
la Catedral, que solía distinguirse en elevación por sobre los demás templos. Era la personificación de la condición de Dios por sobre el mundo
terrenal, a la vez que simbolizaba el empeño humano por acercarse a esa
dimensión altísima… al cielo35. Por lo mismo, el campanario contribuía
como nada a revestir los toques de un carácter sobrecogedor. No era una
simple construcción, sino parte de un lugar “dotado de atributos sagrados, que le garantizaban una óptima efectividad al momento de solicitar
la misericordia de Dios”36. El hecho de instalar las campanas en esas elevadas estructuras, que constituían parte del “cuerpo” de la iglesia, reforzaba la impresión de que realmente era esta la que hablaba a través de las
campanas, potenciando así la connotación sagrada que adquirían estos
instrumentos una vez benditos37. Por ello, es difícil pensar en algo que
34
35
36
37
Un interesante ejemplo al respecto puede encontrarse en la leyenda “El féretro ambulante”, recopilada por los estudiosos peruanos José María Arguedas y Francisco Izquierdo
Ríos: “Cuenta un vecino antiguo, que al tener noticia de esta leyenda [un féretro ambulante que anunciaba la muerte de un vecino], se aventuró a subir a la torre de la iglesia,
para comprobar si era efectivamente cierta la historia de que el féretro salía en las noches
de luna; y observó que pasadas las doce de la noche crujió el féretro dando tumbos; y se dirigió al centro de la plaza. Movido por el susto, el hombre tocó la campana y fue entonces
cuando el féretro precipitadamente regresó a la Iglesia” (Arguedas e Izquierdo 1970: 67).
Algunos autores han visto en los campanarios una suerte de alegoría arquitectónica de la relación humano-divina. La torre simbolizaría una aguja clavada en la tierra, por cuyo ojal (las
ventanas) pasaba un fino hilo (los toques) que unía el cielo con la tierra (Llop i Bayo 2015).
De Ramón 2002: 35.
Desde un punto de vista mundano, las torres constituían motivo de orgullo para la ciudad
que los albergaba. A modo de ejemplo, durante los siglos XIII y XIV, Siena y Florencia rivalizaron en poder a través de la construcción del campanario de su ayuntamiento.
Mayor altura era sinónimo de mayor prestigio. De ese modo, la torre del Palazzo Vecchio
florentino (1299-1318) fue imitada y superada por la Torre della Mangia (1325-1348), del
palacio comunal de Siena (con 102 m de altura). Asimismo, los grupos de señores feudales
(consorterias), que se trasladaron progresivamente a las ciudades italianas a fin de no perder
116
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
contribuyera en mayor grado a cimentar la imagen cristiana de Santiago
como los campanarios. La vista que desde el cerro Santa Lucía hiciera T.
R. Harvey en 1860 (cuando Santiago recién dejaba de ser básicamente
una ciudad colonial), permite ver hasta qué punto la presencia de los
templos cobraba un protagonismo de primer orden entre la arquitectura
baja de las casas. Asimismo, desde la lejanía, eran las torres la primera
impresión que recibía el viajero al acercase a la ciudad, que así se asociaba
automáticamente a la de idea de Dios. Incluso María Graham (una férrea
detractora del catolicismo) llegaría a conmoverse con esta visión, cuando
se aproximaba a Santiago desde Pudahuel, en agosto de 1822:
El panorama que se divisa desde el paso de Pudahuel es bellísimo. Mirando a través del río, cuyas escarpadas orillas adornan grandes árboles, el
valle de Santiago se extiende hasta las montañas, a cuyos pies se despliega;
y la ciudad, con sus blancas torres, da a todo el conjunto un carácter especial que lo distingue de los más bellos paisajes de Chile […]38.
Las campanas y la percepción del tiempo en el período colonial
Uno de los aspectos en que más fuertemente se manifestó el impacto
social de los toques coloniales fue nada menos que en la percepción del
tiempo. Ello asignó al sonido de las campanas un valor práctico, que
con el correr de los años marcaría una gran brecha histórica a la hora de
valorar la importancia de estos sonidos para con la ciudad. La afirmación
anteriormente expuesta, de que la Colonia fue la “época de oro” de los
toques de campana en Santiago, descansa en parte en el papel que desempeñó el bronce al momento de medir el paso de las horas.
38
el servicio de sus vasallos (que emigraban del campo y quedaban así fuera de su dominio),
compitieron en representar su poder mediante la erección de torres habitacionales. De esa
forma se dio lugar a ciudades atestadas de esbeltas construcciones, como fue el caso de San
Gimignano y Bolonia (Mc Lean 1999: 30-31).
a) Graham 1953: 103-104. b) Una impresión similar describiría Alexander Caldcleugh en
1821, esta vez observando la ciudad desde la cordillera de los Andes: “Nada puede ser más
irregular, hasta pintoresco, que el aspecto de Santiago. Mirando desde la gran cordillera
aparece una masa de vegetación en medio del llano improductivo. El follaje obscuro de los
olivos y de las higueras, con los tonos más claros de las mimosas y de los algarrobos, esta
tan entremezclado con las torres y las casas que el efecto es nuevo e imponente” (Haigh,
Caldcleugh y Radiguet 1955: 131).
117
CON MI VOZ SONORA
A lo largo del período colonial es posible distinguir dos ámbitos de
percepción temporal, diferenciados geográficamente, pero vinculados por
una interpretación inmediata o mecánica de fenómenos naturales, que de
modo transversal establecían las pautas de medición del tiempo en todo el
reino. El primero, asociado a los campesinos y su trabajo en la tierra (que
constituía de hecho la mayor parte de la población), estuvo condicionado
naturalmente por el transcurso del día y las diversas fases del sol, que
marcaban el ritmo de la infatigable jornada laboral39. Esta comenzaba a la
aurora con el canto de los gallos y las primeras luces; tenía su punto más
alto al mediodía, cuando se interrumpía debido a la necesidad de comer;
proseguía durante la tarde, y finalizaba a la hora del crepúsculo, cuando la
oscuridad y la necesidad de descanso impedían continuar las labores. A su
vez, el transcurso de los meses y de las sucesivas estaciones modificaba esta
idea de temporalidad de acuerdo con la duración del día y las posibilidades de trabajar el campo. Si en invierno la jornada de trabajo se reducía,
acorde con la menor duración del día y las más precarias condiciones para
cultivar la tierra, en verano esta se extendía y se hacía más intensa, dada la
posibilidad de cosechar lo sembrado en los duros meses anteriores40. Era
una noción cualitativa del tiempo, en que el transcurrir diario se ligaba a
quehaceres agrícolas, pero también a un sistema comercial muy atrofiado,
que no exigía mayor presión en la demanda de productos hacia el interior
o exterior del reino. El así llamado “tiempo del mercader”41, que hacia
fines de la Edad Media asignará un valor comercial cada vez mayor a las
horas de trabajo, y que es “una de las condiciones psicológicas del nuevo
tipo de hombre histórico llamado burgués”42, era algo impensable para el
labriego colonial y su noción particular del tiempo. Tiempo aletargado
de una sucesión de eventos repetidos año a año, asentados hasta tal punto
en la conciencia colectiva que ni siquiera las modernizaciones del Chile
republicano lograron modificar sustancialmente43.
39
40
41
42
43
La percepción temporal de los mapuches estaba igualmente asociada al transcurso del sol.
“No conociendo el reloj no se preguntaban ¿qué hora son? sino ¿cuán alto ha subido el
sol? Se contestaba: casi es de día, casi hay sol, casi es de aurora; al rayar o salir el sol, muy
de mañana, en la mañana” (Wilhelm de Moesbach 1930 Vida y costumbres de los indígenas
araucanos en la segunda mitad del Siglo XIX: 82-84, citado en Pereira Salas 1963: 10).
Valenzuela 1992: 31.
Pereira Salas 1963: 6.
Pereira Salas 1963: 6.
Valenzuela 1992: 33.
118
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
Frente a esta dimensión rural del tiempo, que regía la vida cotidiana de personas dispersas y aisladas en el campo, lejos de cualquier centro
urbano (o más bien protourbano, como eran la mayor parte de los asentamientos coloniales), ¿cuál era la realidad de las ciudades?
Ya en los villorrios, aldeas y pueblos, la percepción puramente natural del tiempo fue alterada por la existencia de capillas e iglesias. Por
medio de sus campanas, estas marcaban el paso de las horas de un modo
mecánico en la práctica, pero natural en su esencia, pues la regulación
horaria de estos toques no solía ser controlada por relojes, sino por la
misma rutina natural anteriormente descrita44. En las ciudades relativamente grandes, como La Serena, Santiago y Concepción, la presencia de
numerosos templos y conventos multiplicó esta medición “artificial” por
sobre la natural, propia del mundo rural. Pese a ello, es evidente que la
influencia de la naturaleza permeó de modo transversal todos los ámbitos
de percepción temporal, y si bien las campanas de las iglesias se consolidaron como el más claro referente a la hora de medir el transcurrir de
las horas, los toques litúrgicos estuvieron fuertemente condicionados por
fenómenos naturales. En 1688, el Sínodo del obispo Bernardo Carrasco
Saavedra (1678-1694) establecía lo siguiente:
El invierno, que es corto el día […] se tocará a Vísperas a las dos de
la tarde; y se entrará a ellas a las dos y tres quartos, en punto; y el
verano, que es largo el día, se entrará a las tres y media; tocando á
éllas á las dos y media45.
La puntualidad exigida en la emisión de estos toques, imposible de
obtener por medios naturales, introduce un nuevo elemento, esencial al
tema que nos ocupa y muy ligado al ámbito urbano… el reloj.
Desde el siglo XVI se había manifestado la necesidad de fabricar
un reloj para la ciudad de Santiago. En 1578, el cabildo comisionó la
44
45
En su paso por Chiloé, Charles Darwin señalaba que para saber la hora se recurría a un
viejo que “sabía” calcular el tiempo para las señales horarias de la campana de la iglesia
(Darwin 1921 Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo en el navío de S. M.
“Beagle” [1831-1836], tomo II: 36, citado en Valenzuela 1992: 32).
Carrasco (1688), en Dunigan (1858) Sínodos diocesanos del arzobispado de Santiago de Chile celebrados por los ilustrísimos señores doctor don fray Bernardo Carrasco Saavedra [1688]
y doctor don Manuel de Alday y Aspeé [1763]: 78. (Se hace referencia a este documento en
Valenzuela 2013: 356).
119
CON MI VOZ SONORA
construcción de uno al herrero Cristóbal Delgado: “Por cuanto en esta
ciudad no hay reloj y es cosa muy necesaria en ella”46. Para el siglo XVII,
la capital contaba ya con tres relojes públicos, instalados en San Francisco, la Real Audiencia y el cabildo, respectivamente. Si bien pretendían
posicionarse como una forma moderna de medir el tiempo, los relojes
coloniales eran aparatos complejos e inexactos, que tendían a descomponerse con facilidad, y que no lograban consolidarse como una forma
confiable de marcar la jornada. Igual que con otros oficios, la relojería
local mejoraría en el transcurso del siglo XVIII gracias a la presencia
jesuita. Dirigidos por el padre Pedro Ruetz (nacido en Oberamergau,
en 1719), y por el coadjutor Jacobo Rottmaier (nacido en Legau, en
1723)47, la escuela de estos artífices llegaría a construir espléndidos relojes; como el célebre de la compañía, “[…] de cuatro fases, con sus
apuntadores dorados […]”48, y el interno de la Catedral, que “indicaba
no solo las horas, minutos y segundos, sino los días de las semana y del
mes, los movimientos de la esfera celeste, el curso de la luna, sus fases
y eclipses, el del sol, los planetas y los signos del zodíaco […]”49. Aun
considerando este aporte, y pese a los intentos de autoridades civiles y
eclesiásticas por imponer una medición matemática del trascurso del
día, para los habitantes del siglo XVII o XVIII el reloj no pasaba de ser
un juguete de lujo, codiciado no por su valor útil, sino como símbolo
de estatus. La medición exacta del tiempo no tuvo verdadero sentido
para las mentalidades coloniales, y la ciudad colonial constituía aún en
esos años un remanente, desfasado en siglos respecto a Europa, de la
civilización medieval, en la que la noción temporal era aproximada50.
Así, no obstante los toques de campanas eran controlados en las urbes
46
47
48
49
50
Citado en Greve (1938) Historia de la ingeniería en Chile, tomo II: 335, citado en Pereira
Salas 1963: 8.
Pereira Salas 1965: 89.
Archivo Nacional, Jesuitas en Chile. Volumen 363. Libro de recibos, gastos e inventarios del
Colegio Máximo y sus haciendas, citado en Pereira Salas 1965: 89.
Guarda 1978: 238.
Ello puede interpretarse como una herencia española, pues ni siquiera el Madrid ilustrado
del siglo XVIII utilizaba referencias exactas de tiempo (Valenzuela 1992: 30). Por lo demás, sabemos que, durante el período colonial, aun personas con acceso a relojes hicieron
uso de oraciones cristianas como forma de medir una cantidad de tiempo. A modo de
ejemplo, el oidor Nicolás Polanco dio al terremoto de 1647 la duración de “dos credos”
(Pereira Salas 1963: 11).
120
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
mediante estos aparatos51, el grueso de la población no tuvo conciencia
de aquello, y continuó percibiendo esta serie de señales sin asociarlas a
una hora reconocible, sino a diversos momentos del día. La simbiosis
entre “tiempo natural” y “tiempo artificial” encontraba un nicho perfecto en la ciudad colonial. Nicho que acabaría deshaciéndose a lo largo
siglo XIX, cuando las antiguas nociones temporales fueran eclipsadas
por las presiones comerciales del “tiempo burgués”.
Junto con señalar el transcurso del día, los toques asignaron un
valor divino al tiempo, potenciando así la idea de la ciudad como un gran
espacio sagrado. La estructura básica de la rutina diaria de toques estaba
fundada en el aviso de las horas canónicas (cuyo orden ya fue expuesto
en el primer capítulo)52. A estas se sumaban otras señales piadosas, como
el toque de las Aves Marías, a las 4:30 de la mañana en verano y 5:30 en
invierno; el toque del Ángelus, en la mañana, al mediodía y al atardecer,
y el toque de Ánimas, al caer la noche (entre otros). A la vez, este ciclo
cotidiano era complementado por una serie de otras llamadas (viáticos,
misas u otras funciones), que conformaban el repertorio habitual de todos los templos de la ciudad, y por un grupo no menos amplio de toques
extraordinarios que se hacían oír en ocasión de fiestas, o por noticias relevantes al sistema de poder, necesarias de comunicarse a la población por
medio de las campanas (a los cuales se hará referencia posteriormente).
Era una concepción católica del tiempo, que buscaba “la santificación
de todos los minutos”53 y que contribuía a la percepción de este de un
modo tangencial, pues dichos toques estaban esencialmente destinados a
señalar la realización de diversas acciones devotas, que además marcaban
el transcurso de la jornada. De esa forma, si el toque de Aves Marías servía
como “despertador”, también implicaba el rezo de esta oración y de una
serie de acciones posteriores con el fin de obtener indulgencia y perdón
por los pecados cometidos.
Junto con ello, la audición de estos toques constituía una forma
inmediata de unificar cristianamente los ámbitos civil y religioso, aspecto
51
52
53
De ello se puede especular que el campanero, o bien contaba con acceso a un reloj (que
para otorgar la debida puntualidad a los toques debería haber sido instalado al interior de
la sala de campanas), o bien era avisado por el sacristán mayor, quien haría alguna seña que
le indicara el momento de tocar.
Véase página 23.
Pereira Salas 1963: 6.
121
CON MI VOZ SONORA
esencial a la hora de sopesar la implicancia de este lenguaje para con la
ciudad de Dios. El toque de las horas canónicas constituye tal vez el mejor
ejemplo de ello, en tanto dichos sonidos traspasaban hacia el exterior
citadino un aspecto privado de la vida religiosa. Tanto para los conventos
masculinos como para los femeninos, la diaria rutina se basaba en el rezo
de los oficios divinos, cuyo ejercicio obligatorio estaba estipulado en las
constituciones de todas las órdenes54. Lo mismo se aplicaba al grupo de
canónigos de la Catedral, que se regían bajo el mismo sistema de tiempo
sagrado. La metáfora de la ciudad colonial como un solo gran monasterio
cobraba de esa forma especial sentido: monjas, frailes, obispos y laicos
vivían empapados de esta serie de mensajes, que, si bien implicaban apreciaciones y consecuencias diversas, eran conocidos por todos de manera
igualmente precisa. Asimismo, los toques de carácter “público”, como
el de Ánimas y el de pecadores, eran igualmente escuchados por toda la
población, y los sufragios derramados por el alma de los difuntos, o por
quienes se encontraban al borde de la perdición, eran elevados simultáneamente en las habitaciones de las casas particulares y al interior de las
celdas conventuales.
La labor informativa de las campanas en el período colonial
Como se dijo anteriormente, la rutina diaria de toques litúrgicos se veía
complementada por una serie de toques extraordinarios, que servían
como medio de comunicación masivo de diversas noticias, en parte asociadas a la Corona española (también a Roma), y en parte asociadas a
autoridades locales. Junto con medir el paso del tiempo, este fue el otro
aspecto de orden práctico que contribuyó a sustentar la indispensable
importancia de las campanas para con la ciudad colonial.
Las noticias relativas al rey o su familia (más aún que las relativas
a Roma) ocupaban el primer lugar en la escala de importancia de estas
novedades. La comunicación de cualquier evento principal de la Corona,
ya fuera doloroso o de regocijo, iniciaba su camino de propagación desde
el monarca en persona, quien expedía la información oficial a sus colonias
a través de cédulas reales que se hacían llegar a las máximas autoridades
54
Millar y Duhart 2011: 124-159.
122
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
civiles y eclesiásticas. Mediante copias de esta cédula, virreyes y arzobispos difundían la noticia entre las autoridades que se encontraban en el
ámbito de su jurisdicción55. Una vez conocida la buena o mala nueva, el
deber inmediato de las autoridades era comunicarla a las iglesias, que se
encargarían de anunciarla al resto de la ciudad “[…] en cualquier hora
del día o de la noche […]”56 por medio del toque de las campanas, que
siempre comenzaba en la Catedral, para luego extenderse a los demás
templos de la ciudad (la omisión de esta medida podía ser considerada
una infidelidad grave). Entonces tenía lugar uno de los despliegues sonoros más poderosos de la Colonia, pues este tipo de comunicados solía
implicar un toque muy prolongado de todas las campanas de la ciudad,
las cuales, cual orquesta, hallaban su dirección en las campanadas de la
Iglesia Mayor:
Cuando llegue el caso doloroso, de que se comunique noticia de haber
fallecido nuestros Augustos Soberanos, se anunciará inmediatamente al
público este triste suceso con doscientas campanadas en la Santa Iglesia
Catedral a que seguirán otros tantos clamores con todas las campanas; y
de la misma suerte se continuará doblando por espacio de veinte y cuatro
horas, un cuarto en cada hora, y lo propio se practicará desde las cuatro
de la tarde, la víspera del día señalado para las Reales Exequias, hasta que
estas se concluyan, menos en las horas de la noche, en la inteligencia que
estos dobles han de ser generales, esto es con todas las campanas y en todas las iglesias de la ciudad, que deberán hacerlo al mismo tiempo que la
Catedral. Y esto mismo se practicará en los casos de muerte de las Reinas
Nuestras Señoras y de los Serenísimos Príncipes de Asturias57.
En este sentido publicitario, el poder y las capacidades de las campanas no tenían rival. Eran el único medio disponible capaz de informar
a la totalidad de la ciudad de modo rápido y simultáneo a la vez58. Al
mismo tiempo, el mensaje se revestía de una impresión sobrecogedora…
sobre todo si era entregado de noche, cuando en medio del espectral
55
56
57
58
Valenzuela 2013: 270-271.
Marán, artículo 5, foja 150v.
Marán, artículo 18, foja 154.
Condición que conservarían hasta bien entrado el siglo XIX, y que incluso hoy tiene un
sucedáneo en las sirenas de bomberos.
123
CON MI VOZ SONORA
silencio irrumpían los tañidos. ¿Cuál sería la reacción de los habitantes
al ser despertados por la campana mayor de la Catedral? En realidad no
bastaba con oír. A diferencia de los toques diarios, familiarizados con la
población mediante su ordenada asociación a las diversas fases del día, estos toques extraordinarios requerían una mayor competencia por parte de
los receptores, que debían decodificar el mensaje anunciado59. A modo de
ejemplo, en caso de muerte de los prelados de la Catedral se establecería
el siguiente código:
Por lo que hace a los prelados de esta Santa Iglesia Catedral en la hora
que se verifique su fallecimiento, se empezarán a dar en la Santa Iglesia
Catedral ciento cincuenta toques de campana con la [campana] mayor a
los que seguirán otros tantos clamores […]60.
O bien:
Por los señores regentes de esta real audiencia que se hallaren en actual
ejercicio, se doblará en la Santa Iglesia Catedral con todas las campanas
por espacio de una hora, luego que se verifique su fallecimiento61.
¿Cuántos ciudadanos estarían capacitados para entender este lenguaje? Posiblemente no muchos. Posiblemente solo autoridades civiles y
eclesiásticas, y su círculo más próximo; los mismos que habían tenido acceso, o formulado ese sistema de comunicación. De ese modo, mientras
algunos contarían concentradamente el número de toques, preparándose
a su vez para el ceremonial respectivo, otros permanecerían atónitos especulando entre oraciones sobre qué estaba sucediendo, pero conscientes
de que sin duda algo extraordinario y sumamente importante ocurría62.
59
60
61
62
Este uso publicitario de las campanas guarda estrecha relación con lo que Barry Truax ha
denominado “sistemas de comunicación acústica”, es decir, un proceso mediante el cual
los sonidos, organizados de acuerdo con una estructura particular, son recepcionados por
la mente, que los interpreta y les otorga un significado específico (Truax 2001: 49-62).
Marán, artículo 20, foja 154.
Marán, artículo 23, foja 155.
En algunas ciudades españolas, como Salamanca, las autoridades locales se encargaban de
difundir una relación de los toques, que se colgaba en cada casa para facilitar la comprensión de las diversas señales (Llop i Bayo 2015). Hasta donde se tiene noticia, esto no habría
tenido lugar en Santiago.
124
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
Las campanas como complemento de celebraciones fastas y nefastas
Además de funciones prácticas, el sonido de las campanas coloniales
sirvió como complemento a una vasta serie de celebraciones públicas.
Siguiendo el planteamiento presentado en el primer capítulo, estas múltiples formas de celebración pueden asociarse a las dos categorías rituales
ahí establecidas: “ritos conmemorativos” y “ritos de control”, cuya naturaleza ya fue descrita. En el caso colonial, los ritos conmemorativos estuvieron representados en primer lugar por las diversas fiestas del calendario
litúrgico, que eran muchísimas, y que se celebraban por medio de oficios
litúrgicos usualmente acompañados de procesiones más o menos espectaculares63. La ciudad colonial vivía pues inmersa en un continuo festejo,
que trocaba el carácter monótono de la vida cotidiana por uno festivo o
dramático según la ocasión que se conmemoraba. Hacia 1760, el número
de fiestas anuales ascendía a 101. Existían 47 días feriados (además de los
52 domingos del año), 17 días de guarda, 27 días con obligación de oír
misa y 10 días de vigilia. En suma, casi una tercera parte del año estaba
dedicada a festividades religiosas, a las cuales se agregaban celebraciones
civiles, como el cumpleaños del rey, o la conmemoración de efemérides
relativas al Imperio64.
Ya fuera en el contexto de misas o de procesiones, la totalidad de
estas festividades (con excepción del Viernes Santo) era acompañada por
el toque de campanas. Una vez más, el lugar privilegiado para esta misión
estaba asignado a la Catedral. A juzgar por la lista de toques contenida en
la ordenanza del obispo Marán (que constituye la fuente primaria al momento de consultar la naturaleza y morfología de los toques coloniales), la
preponderancia de este templo se hacía evidente justamente en dos de las
más importantes fiestas del calendario: la Pascua de Resurrección y la fiesta
63
64
Por otro lado (y volviendo momentáneamente a la temática de la percepción temporal de
este período), al igual como el transcurso del día se marcaba por las horas canónicas y otros
toques litúrgicos, el transcurso del año estaba a su vez marcado por esta sucesión de festividades, que establecían a un nivel más general (semanas, meses) la concepción cristiana
del tiempo. De esa forma, se reinterpretaban de un modo espiritual diversos fenómenos
naturales, como las estaciones, que se asociaban a los períodos litúrgicos de Adviento, Epifanía, Cuaresma, Pascua, Pentecostés y Corpus Christi; el equinoccio de marzo, asociado
a la Pascua de resurrección; o el solsticio de verano, relacionado a la Navidad aun a pesar
del cambio de hemisferio (Cruz de Amenábar 1995: 122-123).
Cruz de Amenábar 1995: 124.
125
CON MI VOZ SONORA
del Corpus Christi, dogma de incomparable importancia para la Iglesia
Católica (como se verá a continuación). Por lo demás, todas las festividades
de los santos y sus procesiones se iniciaban o finalizaban en la Catedral65.
En el caso de la Pascua, correspondía a la Catedral el primer anuncio de la resurrección de Cristo, quedando expresamente prohibido que
cualquier otro templo se adelantase a la proclamación de esta buena nueva a la ciudad:
[…] y hasta que en la Catedral no haya comenzado en el Sábado Santo el
repique de la Aleluya, no podrá adelantarse otra a hacer uso de sus campanas, como está mandado por el papa León Décimo, y del mismo modo se
observará puntualmente lo dispuesto por diferentes decretos de la sagrada
congregación, para que ninguna Iglesia se anticipe a la Matriz en tocar a
la Salutación Angélica66.
En el caso del Corpus Christi, la proximidad de la plaza se unía a
la preponderancia de la Catedral, que era desde la cual se iniciaba la respectiva procesión, la más importante de todas cuantas se realizaban en la
Colonia: “En las procesiones del Corpus, se repicarán en la misma Santa
Iglesia Catedral con todas las campanas todo el tiempo que el Divino y
Augusto Sacramento gane y ocupe desde la salida de la Iglesia hasta su
regreso también”67.
Según el derecho canónico, la procesión es “[…] una súplica solemne hecha por el pueblo bajo la conducción del clero, que transita en
orden de un lugar sagrado a otro, para excitar la piedad de los fieles, para
conmemorar las bondades de Dios y darle gracias o pedirle socorro”68.
Para llevar a cabo estos fines de un modo más efectivo, las procesiones
coloniales (cuyo influjo se prolongaría hasta bien entrado el siglo XIX) se
valieron de un amplio aparato de poderosos estímulos que buscaban exaltar el espíritu piadoso de los creyentes por medio de los sentidos. Aquello
encontraba sus bases en la liturgia barroca y su sentido teatral en el rito
católico. Más que en ningún otro período, la Iglesia pos tridentina buscó
65
66
67
68
Cruz de Amenábar 1995: 95.
Marán, artículo 7, fojas 151-151v.
Marán, artículo 16, foja 154.
Código de Derecho Canónico, libro III, título XVII, canon 1291, citado en Cruz de Amenábar 1995: 95.
126
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
“seducir” a sus feligreses por medio de la vista, el oído, e incluso el olfato
(por las flores y el incienso), revistiéndose de un esplendor y una pompa
que rodeaba la liturgia de una atmósfera maravillosa y sobrenatural. Fue
la respuesta de Roma a la reforma de Lutero. Si el protestantismo abogaba
por la iconoclasia, por la sencillez extrema, acaso árida en todo lo relativo
a la adoración; el catolicismo reaccionó a ello fomentando diversos aspectos intrínsecos de su doctrina, como el culto a la eucaristía, la veneración
a los santos y la incuestionable jerarquía de Roma, todo magnificado por
el poder cautivante del aparato escénico y sonoro que podían brindar las
manifestaciones artísticas de la época69.
Si bien esto puede aplicarse a la Iglesia de la contrarreforma en general, el afán persuasivo de los sentidos alcanzó un singular vigor dentro
de España (el Concilio de Trento fue dirigido fundamentalmente por
españoles e italianos), que destacó especialmente en su empeño por impactar a los feligreses a través del fasto en la liturgia y representación de
diversos hechos piadosos. Para comprender aquello, se debe considerar
que las diversas celebraciones cristianas constituyen lo que Isabel Cruz ha
llamado un “juego sagrado”. Un juego que, por medio de la palabra y el
gesto, permea y potencia las posibilidades expresivas del cuerpo humano
como puente de salvación. Dignificado y elevado más allá de su constitución puramente material, pero también valiéndose de aquella materialidad, el cuerpo se convierte en una puerta a través del cual el hombre entra
en contacto directo con Dios70. En efecto, la concepción católica de la
experiencia salvadora se encuentra indisolublemente ligada a la experiencia corporal. Si no, pensemos en el misterio de la encarnación de Cristo
como hombre; en la transubstanciación de las especies de pan y vino en
cuerpo y sangre, que luego serán ingeridas por los creyentes; en los padecimientos corporales y posterior muerte de Cristo como ser humano; en
su descenso al lugar del limbo, tal como lo representaban los cuadros de
la época; en su resurrección, con las llagas que tocaría Santo Tomás; en
su ascensión a los cielos en cuerpo y alma; en la asunción en cuerpo y alma
de María; en la virginidad de María (antes, durante y después del parto,
como lo estableció el Concilio de Capadocia); en la promesa de resurrección de la carne y eventual transformación en cuerpos gloriosos…
69
70
La información respecto a la liturgia barroca ha sido tomada de Tapié 1963: 42-63.
Cruz de Amenábar 1995: 85-87.
127
CON MI VOZ SONORA
Esta espiritualidad, íntimamente ligada a lo físico, caló muy hondo
en la sensibilidad española de los siglos barrocos, y así fue transmitida
directamente a América y su particular escenario cultural. Se plasmó de
modo ejemplar en la eucaristía, que por contener la presencia material de
Dios se convirtió en el dogma más preciado del catolicismo contrarreformista. Exaltado en la procesión del Corpus Christi, era esta la instancia
en la que los seres humanos podían ver el misterio más grande de su fe71.
Del mismo modo, las procesiones de Semana Santa constituían una representación física de los diversos misterios que el pueblo tenía ocasión de
“observar”, pues “las imágenes, como cuadros vivos, procuraban transmitir la ilusión de que un Cristo de carne y hueso era paseado por la ciudad,
sangrando bajo el peso de la cruz, y que era verdaderamente la Virgen, semidesvanecida al pie del calvario […], quien iba al encuentro de su hijo”72.
Si las imágenes buscaban entablar un puente visual entre la persona
y Dios, entonces el sonido de las campanas buscaba establecer un puente auditivo entre estas dos dimensiones. Dada su condición sagrada, y
dada su capacidad de imponerse por sobre los demás sonidos, su audición
constituyó una magnificación del vínculo humano-divino por medio del
oído. No podía pensarse en otro instrumento que representara la omnipotencia y el brillo sagrado con mayor efecto y elocuencia. Ni siquiera
el órgano, que estaba el interior de la iglesia y solo podía oírse dentro de
ella73. La campana, modesto aparato utilitario en sus inicios, había trascendido hasta convertirse por excelencia en “la música de Dios”. La que
desde las torres se hacía omnipresente en todos los rincones de la ciudad,
exaltando el ambiente vibrante de los días de fiesta. El historiador Pedro
Rojas ha hecho una lúcida visión de aquello para el caso mexicano, que
bien podría adecuarse al escenario local:
La función del campanario fue extraordinaria. Y es que si hubo algo intenso durante la colonia […], fue el gusto por las celebraciones ruidosas,
71
72
73
Valenzuela 2013: 160.
Tapié 1963: 112.
Algo parecido opinaba Ana Katarina Emmerick, quien definiera así la connotación divina de estos sonidos: “El sonido de las campanas benditas es para mí el más santo, más
alegre, más vigoroso y suave que todos los demás sonidos, los cuales me parecen turbios y
confusos en comparación con aquel. Ni siquiera el sonido del órgano de la Iglesia puede
compararse con el de las campanas benditas” (Emmerick, sin fecha: 179-180)
128
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
las fastas y las nefastas. Con los enfloramientos de las portadas, los toldos
callejeros de hilos de juncia y de papel picado multicolor, con las cadenas
polícromas de papel de China, el estallido de los cohetes y la vocinglería
de las campanas, el alma mexicana aprendió a ponerse fuera de sí74.
Como contraste a las procesiones “de triunfo” (la del Corpus, las de
los santos, o las de las diversas advocaciones marianas que se veneraban
en la Colonia) estaban aquellas llamadas “de penitencia”. Estas tenían por
objeto conmemorar algún suceso doloroso para la Iglesia, o bien solicitar
el perdón y asistencia de Dios frente a alguna calamidad (principalmente
de orden natural) que afectara el reino. Porque terremotos, pestes, sequías, epidemias y otros desastres eran interpretados por las mentalidades
coloniales no de manera científica, sino como una forma concreta de castigo divino “para que reformemos los desórdenes de nuestras costumbres
y purifiquemos nuestras almas”75. Aun así, la perfección Dios no puede
reducirse a alguien que solo castiga o hace justicia. También implica la
misericordia del perdón, que transforma algo negativo en algo positivo76.
De ahí que, junto con tener un carácter expiatorio, estas celebraciones
estaban también teñidas de la esperanza salvadora.
Las procesiones penitenciales asociadas a los “ritos de control” hallaron su más clara representación colonial en las rogativas77. Dentro del
Santiago colonial, las rogativas más importantes tuvieron la forma de una
novena, que culminaba en una solemne misa y procesión. En esta participaban todo el clero y las respectivas autoridades de gobierno, añadiéndose en ciertos casos procesiones de flagelantes78. En ese contexto, los toques
de campana cambiaban su rol festivo por uno protector, y no carece de
sentido pensar (y esto es solo una conjetura) que esos sonidos fueran
entendidos por la población como una especie de “manto protector” que
“blindaba” a la ciudad del peligro; o bien como una alegoría del llamado
de necesidad de los fieles, potenciado por el sonido de las campanas.
74
75
76
77
78
Rojas 1963: 119.
Carta del Obispo de Concepción Francisco Antonio de Escandón a Felipe V (Concepción,
20 de agosto de 1730), citado en Palacios 2009: 362.
Palacios 2009: 362.
Véanse páginas 39-40.
Valenzuela 2013: 161.
129
CON MI VOZ SONORA
Estas dos formas de celebración, tanto festivas como penitentes, se
vincularon no solo a misterios de la Iglesia y problemas locales. También
fueron usadas para fines “externos” al reino, concernientes al destino de
España y sus gobernantes. Los reyes españoles creían fervientemente en
el poder intercesor de la liturgia como medio de obtención de gracias o
como forma de hacer frente a diversas amenazas, así propias como del
Imperio. Por ello, tanto el nacimiento de príncipes como las eventuales
enfermedades de la familia real eran agradecidos o encomendados a Dios
por medio de festejos públicos o rogativas, en las cuales participaba toda
la escala social de sus súbditos. Desde la corte, la oración (de júbilo o de
necesidad) se extendía a España, y luego a todas las colonias repartidas a
lo largo del territorio americano. De modo “simultáneo”, todos eran convidados, o bien a efectuar alegres repiques de celebración, o bien a tañer
gravemente los clamores, que desde las alturas acompañaban ese inmenso
despliegue de fervor colectivo.
Otra forma de celebración colonial asociada a los “ritos conmemorativos” estuvo dada por los funerales, sobre todo si se trataba del de
personas de gran peso público, como reyes u obispos.
Asociar la muerte a la idea de celebración puede parecer, a nuestros
ojos, una incoherencia. No obstante, durante la Colonia la muerte tuvo
un carácter ambivalente, que aunó en una misma ocasión sentimientos
de dolor y de alegría. Dolor por la pérdida, pero alegría porque la muerte
representaba el paso del fallecido a un estado de gracia superior. Por lo
mismo, mientras mayor fuera el peso social o la santidad del finado, mayor era el poder intercesor que se esperaba de su alma “que estaba en el
cielo”. Por eso era una celebración. Porque a través de la muerte el pueblo
había ganado una nueva forma de contar con el favor divino79.
Al igual que en el caso de las festividades, también aquí se hizo
presente un aparatoso despliegue de medios que buscaban honrar la persona en cuestión. Ello dice relación con el carácter público y teatral que
se dio a los funerales durante la época barroca. En concordancia con su
gusto por las representaciones de gran fasto, las ceremonias de la muerte
se entendieron como un espectáculo, en el que el cuerpo del fallecido pasaba a ser (como en el caso de los obispos) objeto de veneración y respeto
públicos (teniendo los deudos directos una escasa participación en estas
79
Cruz de Amenábar 1998: 42.
130
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
demostraciones). De ese modo, se celebraba su trance a la vida eterna mediante una serie de sofisticados rituales, reglamentados oficialmente por
la Iglesia romana a través del Ritual de Funerales (decretado en 1614 por
el Papa Paulo V), que por tres siglos regiría las ceremonias de la muerte
en todo el mundo católico80.
En este tipo de celebraciones, los toques de campana tenían una
doble función. En primer término (como se vio recientemente), era a
través de las campanas como se daba a conocer públicamente el fallecimiento de autoridades, pero también personas civiles (incluso de niños).
A su vez, el rango social del difunto determinaba la morfología del toque,
que se hacía más compleja de acuerdo al prestigio del fallecido81. De ahí
que tenga sentido definir este grupo de señales como toques de “representación social”82. Por otro lado, el anuncio de este acontecimiento por
medio de las campanas constituía, a la vez que notificación pública, el
primer elemento de una serie de rituales… que podían iniciarse aún antes
del mismo fallecimiento. Rodeado de frailes y de sus parientes más cercanos, el moribundo era asistido para obtener una “buena muerte”. Paralelamente (y de ser posible), se hacía oír el así llamado “toque de agonías”,
que avisaba a la comunidad sobre el trance de uno de sus miembros,
solicitando así los sufragios correspondientes al destino de su alma. En el
caso de Santiago, este toque fue regulado en 1795 por la citada ordenanza
del obispo Marán, que estableció al respecto las siguientes medidas (claro
reflejo de la estratificación social colonial, pero también de la necesidad
de contar con asistencia espiritual a la hora de morir):
En la expresada prohivicion de pulsarse campanas desde las ocho dela
noche hasta las Ave Marias se entienden tambien las agonias por los Moribundos, sino es por los Señores Presidentes, o por nos, y nuestros Subcesores. Y para que los que fallescan en aquellas horas no se priven delas
oraciones dela piedad de los fieles, se dara una agonia general q[ue]. no
80
81
82
Cruz de Amenábar 1998: 128-131.
Esto se evidencia en la disposición de los Toques de muerto del reglamento del obispo Marán.
En el caso de las Agonías, se comienza por nombrar las destinadas a autoridades y luego las
prescritas para el pueblo en general. En el caso de los toques de muerto propiamente tal,
se comienza por el Rey, luego sigue el Papa, las autoridades eclesiásticas locales (en orden
jerárquico), las autoridades “civiles”, y finalmente las “personas particulares”, cerrándose esta
categoría con el toque para muerte de niños (Marán, artículos 18-24, fojas 154-155).
Llop i Bayo 2015.
131
CON MI VOZ SONORA
pasara de diez pulsaciones a las Nueve de la noche en todas las Iglesias
donde hubiere campana destinada a este fin, para q[ue]. se les adelanten
los sufragios, quedando en su vigor la practica, de tocarse de dia en los
casos ocurrentes83.
De los actos posteriores, Diego Barros Arana ha dejado una detallada descripción en su trabajo El entierro de los muertos en la época colonial:
A la hora fijada se reunían en procesión a la casa mortuoria, los clérigos y
las órdenes religiosas. Allí estaban reunidos los deudos, los esclavos y los
sirvientes, todos de riguroso luto. Se cantaban algunos salmos y en seguida
el ataúd era conducido a la Iglesia por cuatro hombres vestidos de libreas
de luto. La comitiva, precedida por la cruz parroquial, se distribuía en dos
filas por ambas veredas de las calles, cantando los clérigos y frailes el De
Profundis del hermano tercero, o los salmos prescritos por la Iglesia. La
fúnebre procesión llegaba así a la iglesia, donde los esperaba la comunidad
religiosa. El cadáver era colocado al centro de la iglesia, y permanecía allí
mientras se decían misas por el alma del difunto. En ciertas ocasiones se
predicaba una oración fúnebre. Mientras duraba toda esa ceremonia, las
campanas de la iglesia hacían oír los dobles del difunto. La fosa para el
entierro había sido abierta de antemano. Después del entierro se colocaban losas o ladrillos cuidadosamente para hacer desaparecer toda señal del
entierro84.
Este tipo de ceremonial estaba destinado a ciudadanos que, si bien
gozaban de una acomodada situación, no formaban necesariamente parte
del gobierno civil o eclesiástico. ¿Qué ocurría en estos casos? Desde luego,
la figura del rey estaba a la cabeza de esta lista de privilegiados, a quienes
se les rendían los más grandes honores post mortem. Como ha señalado
Jaime Valenzuela, la monarquía española se encargó consistentemente de
fomentar la imagen de “santidad” de sus monarcas, quienes creían profundamente en el carácter y apoyo divino de su labor política85. Así, el
rey “que estaba en el cielo” aunaba méritos piadosos y gubernamentales,
83
84
85
Marán, artículo 6, foja 150v.
Barros Arana (1876) El entierro de los muertos en la época colonial: 229-231, citado en
Benavente 2005: 95.
Valenzuela 2013: 183-184.
132
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
que exigían una demostración de respeto acorde sus virtudes. En el caso
de las colonias, estas ceremonias tenían la particularidad de que no se
contaba con el cuerpo del difunto, y por ello no se trataba en rigor de
un “funeral” con todos sus elementos. “[…] era la imagen ausente de un
monarca simbólico, prácticamente inmaterial y, por lo tanto, susceptible
de ser alegorizado por la persuasión religiosa quien protagonizará las ceremonias respectivas”86.
Junto con las campanas, la muerte del monarca era anunciada por
una lectura pública del bando del cabildo. Esta era replicada por pregoneros, cuyos caballos, escoltas y tambores estaban cubiertos de negro.
En la lectura del bando se decretaba duelo colectivo y se anunciaba la
fecha en que tendrían lugar las exequias públicas. Por otro lado, diversos
emisarios edilicios gritaban la noticia en puntos estratégicos de la ciudad.
El obispo en tanto enviaba una comunicación interna a todos los curas
de la diócesis, instándolos a participar en las honras y a elevar oraciones
por el alma del monarca o miembro de la familia real fallecido87. La parte
central de este ceremonial luctuoso eran las solemnes exequias celebradas en la Catedral, precedidas por un luto de varios días (generalmente
una novena) que tenía por objeto otorgar tiempo para la preparación del
templo, que debía ser engalanado con múltiples decoraciones fúnebres, y
con un túmulo que representaba simbólicamente el cuerpo del difunto88.
Como se ha visto, el día previo a las exequias comenzaban los solemnes
dobles “generales”, que eran efectuados al unísono por todos los templos
de la ciudad, y que (a excepción de las horas de la noche) sonaban intermitentemente hasta que estas hubieran concluido. Al son de las fúnebres
campanadas se realizaba una miríada de misas, súplicas y predicas alusivas
al difunto, que eran repartidas entre las órdenes y realizadas por turnos en
la Catedral y en todos templos y conventos de la ciudad89.
86
87
88
89
Valenzuela 2013: 184.
La información respecto a la comunicación del fallecimiento de reyes ha sido tomada de
Valenzuela 2013: 185.
Valenzuela: 187-188.
Valenzuela: 187-188.
133
CON MI VOZ SONORA
La ilustración católica y la ordenanza del obispo Francisco José de Marán
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la Iglesia española (pero
también la de otras partes de Europa) se vio sometida a una serie de
reformas, que en conjunto dieron lugar a la así llamada “ilustración
católica”. Uno de los puntos en el que más fuertemente se hizo sentir
esta corriente renovadora fue en la relación de la Iglesia con el Estado.
Como ha señalado Sol Serrano, hasta ese entonces este se había concebido como un cuerpo con dos brazos: el Papa y el monarca. Si bien
cada uno de estos brazos tenía espacios definidos dentro del régimen
de unanimidad cristiana, estos no eran autónomos. “Por el contrario,
la legitimidad real se basaba en la cesión de derechos otorgados por el
papado, y el rey debía por ello protección a la Iglesia”90. En eso consistía
el patronato. Las transformaciones regalistas del siglo XVIII, el galicanismo francés, el josefinismo austríaco y el regalismo indiano traían
como consecuencia un cambio en esa base teórica de la legitimidad del
monarca y su patronato por sobre la Iglesia91. Este ya no fue entendido
como una concesión de Roma, sino como un derecho adquirido por el
rey directamente de Dios. Porque finalmente Dios había permitido que
ocupara el trono. Entonces, más que protección, lo que la monarquía
ilustrada reclamaba era el gobierno jurisdiccional para reformar la Iglesia con fines temporales92. De ese modo, se buscó consistentemente la
sumisión de la Iglesia frente a las regalías de la Corona, replanteándose
(al menos discursivamente) las devociones y muchos aspectos relativos
al culto, que de ahora en adelante debían ser más austeros e intimistas
(entre otros aspectos por reformar). Si en el Barroco se perseguía la exteriorización de las prácticas religiosas, la nueva tendencia lo vio como
un sospechoso exceso, que debía ser reemplazado por una nueva forma
de piedad, más racional e interior93. Parecía ser la personificación de la
relación humano-divina, tal como se señala en los evangelios de San
Mateo y de San Lucas: “Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada
la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu padre, que ve en lo
escondido, te recompensará”94.
90
91
92
93
94
Serrano 2008: 63.
Serrano: 63.
Serrano: 63.
Serrano: 63.
Mateo VI. 6-7 (B.A.C.).
134
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
Esta inflexión en la tradición barroca de representación se hizo particularmente evidente en los funerales. Ya antes se había comenzado a
cuestionar la costumbre de enterrar personas en las iglesias, por considerarse práctica insalubre y peligrosa para el bienestar común. Asimismo,
las ceremonias de la muerte, tan caras a las generaciones anteriores, fueron perdiendo importancia, volviéndose más sencillas y despojadas de ese
tradicional deseo de ostentación. Se comenzó a entender la muerte de
modo más racional, y el trance a la vida ultraterrena dejó de tener ese dramatismo sobrecogedor que tanto habían alimentado las mentalidades del
siglo anterior. Para el año 1793, el cronista José Pérez García establecía en
su testamento las siguientes medidas para su entierro:
Cuando la divina voluntad de Nuestro Señor Jesucristo fuere servido de
llevarme de esta vida a la eterna mi cuerpo cadáver sea sepultado en sagrado sin caja y amortajado con el hábito que visten los religiosos del Orden
Seráfico de mi Padre San Francisco, en cuya Iglesia se le sepultará en la
sepultura menos honrosa de la capilla de la Tercera Orden […], evitando
las funciones de honra y cabo de año95.
Desde luego, este nuevo enfoque en el ceremonial fúnebre tuvo
gran impacto en sus respectivos toques de campana. A modo de ejemplo,
el marqués de Avilés, gobernador del Reino de Chile entre 1796 y 1799,
dispuso al respecto en su testamento (dictado en 1810):
[…] Tampoco quiero más dobles de campanas que los más precisos en la
Parroquia; porque también considero este exceso como pompa infructuosa pues para las personas piadosas que suelen rogar a Dios por los difuntos
pocas demostraciones bastan para que se ejerzan esta obra de caridad96.
La citada ordenanza del obispo Marán constituye quizás una de las
más preclaras manifestaciones de esta mentalidad renovadora. De hecho,
el documento tuvo su origen en una carta del obispo de La Habana (Felipe José de Tres Palacios) al Rey Carlos IV, en la cual se incluía un edicto
publicado a fin de regular el “[…] abuso intolerable, que encontro asu
95
96
Cruz de Amenábar 1998: 140-141.
Archivo Notarial de Valparaíso. Volumen 9, fojas 103 y ss, citado en Cruz 1998: 141.
135
CON MI VOZ SONORA
arribo en aquella Ciudad de repicar las campanas en todas las Yglesias y
Conventos, sin excepcion de horas con cualquier motivo leve; y tambien
de la reforma delos funerales en q[ue]. era igual el desorden […]”97. De
acuerdo con la nueva política y su afán controlador de la liturgia, el rey
tuvo a bien intervenir personalmente en la regulación de este aspecto del
culto. No solo apoyó el edicto del obispo enviando órdenes auxiliatorias
“para la observancia de su reglamento”98. También extendió el ámbito
de esta medida al resto de sus colonias, dando la posibilidad a obispos y
arzobispos de adaptarla a las circunstancias locales:
[…]si segun las circunstancias locales, y estilos se necesita reducir alg[una].
cosa mas el numero, y duracion delos toques, repiques, y campanas q[ue].
designa el Edicto, sin permitir, se introduscan de nuevo con esta ocasion
los q[ue]. no estuvieren en costumbre, y si conbendria reformar con mas
especificaz[io]n algunos abusos particulares de ellas en este punto, y en el
delos funerales, prohibiendo en donde estubieren en uno las funciones
nombradas Laudates con los adornos exteriores de pompa y gastos, u otras
semejantes con cualquier pretexto sin permitirlas enadelante para obviar
los graves inconvenientes a q[ue]. puedan dar margen, haciendo guardar
exactamente en orden alos entierros de los Parbulos el ritual, y lo q[ue].
estubiere dispuesto en las constituciones Sinodales, y cuidando en las visitas más particular[men].te de como se cumple99.
En el caso de Santiago, correspondió al obispo Francisco Marán la
aplicación de esta medida, entendida esencialmente como una forma de
suprimir los “[…]abusos y desordenes, q[ue]. se oponen a la simplicidad
del Evangelio, y a la pureza de la fee q[ue]. Profesamos […] q[ue]. se han
notado en el uso y toque de las Campanas, y en la excesiva pompa q[ue].
se ha introducido en los Entierros y Funerales[…]”100. De esa forma, se
procedió a una regulación que buscaba una mayor austeridad y claridad
en este lenguaje, y que en mayor o menor medida afectaría gran parte el
repertorio de toques posibles de oír en la ciudad colonial. En efecto, se
señaló explícitamente “[…] que asi en la Santa Yglesia Catedral, como
97
98
99
100
Marán, prólogo, foja 147.
Marán, prólogo, foja 148.
Marán, prólogo, fojas 148v-149.
Marán, prólogo, foja 147.
136
Los toques de campana y su relación con la ciudad de Santiago
en todas las Parroquias, Conventos y Monasterios, Hospitales, Capillas
e Yglesias de las diocesis, se guarde y observe puntualm[en].te todo lo
contenido en lo referidos diez y ocho capitulos del mencionado, justo, y
arreglado bando expedido en esta razón”101.
Imagen Nº 63. Santiago de Chile, Archivo Nacional:
Primera página del reglamento del obispo Marán. Santiago, 1795.
El repertorio de toques señalados en esta ordenanza era aún bastante amplio (la complejidad de algunos de ellos ya ha sido comunicada
a lo largo de este capítulo). No obstante, si esta se publicó como una
medida restrictiva, es dable suponer que, previo a su implementación,
estos debieron ser aún más abundantes y complejos102. Si bien contribuyó a una mayor concordancia con los ideales espirituales y políticos
del pensamiento borbónico tardío colonial, lo cierto es que, de aplicarse
puntualmente (no se sabe con exactitud), la ordenanza reduciría cuantitativamente y morfológicamente los toques, y las campanas comenzarían
a sonar menos en Santiago y otras ciudades americanas. De ese modo,
y aunque el sonido de estos instrumentos aún constituía parte esencial
101
102
Marán, artículo 26, fojas 156-156v.
Aparte la ordenanza del obispo Marán, el único documento conocido que detalla toques
de campana durante la colonia es una disposición que al respecto se emitió a la comunidad
jesuita (ca. 1750). Si bien fue escrito en territorio argentino, su ámbito de acción también
consideró la ciudad de Santiago (Archivo General de la Nación, Buenos Aires. Compañía
de Jesús, volumen 7, fojas 1 y 2. La orden de cuándo y cómo se han de tocar las campanas.
Víctor Rondón, transcriptor. En adelante Jesuitas ca. 1750).
137
CON MI VOZ SONORA
de la vida colonial, lo que había sido el largo período de apogeo de los
toques comenzaba vislumbrar sus primeras fisuras. Aunque distinta en su
concepción, sería la primera manifestación de las restricciones que en el
futuro afectarían a los toques. Las mismas que en el siglo XX acabarían
por extinguirlos casi completamente del “paisaje sonoro” de la ciudad.
138
Ca p í tulo V
La secularización de Santiago
Subsistencia de la ciudad de Dios
Entre el siete y nueve de diciembre de 1855 tuvo lugar en Santiago una
de las más aparatosas fiestas religiosas del siglo: la solemne celebración
por la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Había
sido instituido un año antes por el Papa Pío Nono, y se constituía como
el culto “antiprotestante, antiliberal por excelencia y, por ende, reparador
del catolicismo”1. Para la Iglesia local representaba una forma de hacer
pública la unidad eclesiástica y su fidelidad hacia Roma2. Fue en esa ocasión cuando por primera vez se expusieron a la ciudadanía imágenes y
retratos del Santo Padre “que rije hoi los destinos de la Iglesia universal”3.
1
2
3
Serrano 2008: 86.
Serrano 2008: 86.
a) La Revista Católica, “Los días ocho i nueve de Diciembre de 1855”, 15 de diciembre de
1855, Nº 418 (se hace referencia a este artículo en Serrano 2008: 87).
b) La presencia de estos retratos causó gran sorpresa en la gente, ya que el Papa no era
una figura familiar en el imaginario colectivo de aquel entonces: “Llamaban la atención
de muchos los [cuadros] que estaban en los ángulos laterales de la Plaza, representando a
Pio IX en el acto de entregar la Bula dogmática al jeneral de los menores franciscanos que
arrodillado a sus pies la besa i recibe con humilde reconocimiento” (La Revista Católica,
“Los días ocho i nueve de Diciembre de 1855”, 15 de diciembre de 1855, Nº 418).
139
CON MI VOZ SONORA
Algunos se ubicaban en los ángulos laterales de la Plaza de Armas, otro
colgaba suntuosamente bajo un dosel de terciopelo carmesí, sobre la entrada principal de la Catedral4.
La celebración empezó el día siete con las vísperas. La Catedral había sido ricamente engalanada: con tapices y colgaduras, todos los altares
decorados y millares de bujías encendidas. La música estuvo en parte a
cargo de la orquesta, y fue luego criticada por su excesivo acercamiento
a la ópera5. Durante media hora repicaron a fiesta las campanas de todas
las iglesias de la ciudad, y se disparó una salva de cañones a las siete de la
mañana, al mediodía y al ocaso, en coincidencia con el rezo del Ángelus6.
Desde las primeras horas de la mañana del ocho, la Catedral se encontraba repleta. Alrededor de las diez y media se dio inicio a la función presidida por el arzobispo Valdivieso: mitrado, revestido de los ornamentos pontificales y rodeado de su clero. Como novedad se repartieron impresos
con el sermón del arzobispo para quienes no alcanzaban a oír debido a la
distancia y gran concurrencia7. Terminada la misa se expuso el Santísimo
y se cantó un solemne Te Deum, como forma de agradecer la declaración
dogmática de la Inmaculada Concepción.
Ese día llovió, y la procesión debió trasladarse para el día siguiente.
A las cinco de la tarde del nueve, la Catedral, la Plaza de Armas y todas
las avenidas circundantes estaban abarrotadas de gente. La procesión empezó alrededor de las seis, desfilando por entre los cuerpos cívicos, que,
apostados paralelamente a lo largo de todo el recorrido, hacían sonar sus
bandas militares como una forma de rendir honores a la patrona de las
armas nacionales. En la procesión participó todo el aparato eclesiástico.
Empezaban la marcha las órdenes terceras y las cofradías, seguidas de las
comunidades regulares, el seminario conciliar, el clero secular, los curas
párrocos con sus cruces, el cabildo eclesiástico presidido por el arzobispo
y finalmente el cuerpo municipal. El presidente no pudo asistir por enfermedad, y su ausencia fue muy lamentada en la prensa católica. Tampoco
4
5
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La Revista Católica, “Los días ocho i nueve de Diciembre de 1855”, 15 de diciembre de
1855, Nº 418.
La Revista Católica, “Los días ocho i nueve de Diciembre de 1855”, 15 de diciembre de
1855, Nº 418.
Serrano 2008: 87.
Según Sol Serrano, esta fue la única instancia a lo largo de todo el siglo XIX en la que se
tomó esa medida (Serrano 2008: 87).
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La secularización de Santiago
asistieron las corporaciones civiles y militares. La Virgen era llevada en
un carro de plata presidido de las imágenes de San Pedro Pascual, San
Bernardo, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, San Agustín y los
Arcángeles Rafael, Gabriel y Miguel. Los hermanos del corazón de Jesús,
en tanto, iban anunciando en latín la solemne declaración del dogma
hecha por Pio IX. Se levantó un soberbio portal enfrente de la Catedral,
coronado por la imagen de María rodeada de los cuatro principales profetas ubicados sobre columnas. Las casas de las calles Merced y Monjitas
habían decorado sus puertas de calle y sus balcones con “brillantes cortinajes y graciosos adornos”, y tanto en esas calles como en la plaza se
levantaron alrededor de diez arcos con inscripciones alusivas al dogma, a
María y al Santo Padre. Cuando la procesión llegó a La Merced, los frailes
del convento cantaron las letanías de la virgen acompañadas de orquesta,
y un pequeño coro entonó el Tota Pulcra. De la fachada del templo se
colgaron grandes cuadros coloniales: uno representaba la discusión del
dogma por doctores, y otro a la Virgen entregando el escapulario a San
Pedro Nolasco. De todas las casas y balcones las mujeres arrojaban flores
y coronas. Algunas jóvenes incluso se abrían paso entre la multitud para
depositar flores ante el carro mariano. La gran fiesta terminó con el canto
del Salve en la Catedral8.
Las campanas que sonaron en esa ocasión eran en su mayoría campanas coloniales, y colonial era aún, en su sentido público-religioso, la
ciudad de Santiago. Como en el antiguo régimen, la urbe continuaba
volcándose en pleno a las plazas y a las calles para celebrar la Hostia, la
Virgen y los santos. Los templos exponen al público los cuadros que cuelgan al interior de sus muros, y así la ciudad se convierte una vez más en
un gran espacio sagrado, regido por períodos litúrgicos, por fiestas, y por
el transcurrir diario del tiempo sagrado que marcan las campanas de sus
torres. En 1855, Santiago aún podía ser una ciudad de Dios.
Los testimonios de viajeros europeos constituyen una valiosa fuente
a la hora de plasmar esta continuidad colonial en la publicidad del culto
durante la primera mitad del siglo. Quizá por su condición foránea han
logrado retratar con gran efecto una realidad que les era ajena; sobre todo
porque se trataba (en parte) de protestantes que no comulgaban con las
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La información respecto a los pormenores de esta fiesta ha sido tomada de La Revista Católica, “Los días ocho i nueve de Diciembre de 1855”, 15 de diciembre de 1855, Nº 418.
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CON MI VOZ SONORA
prácticas rituales de la Iglesia Católica y se veían sorprendidos de su ejercicio9. El caso de María Graham es por cierto el más célebre de este grupo
de visitantes. Durante su paso por Santiago, entre agosto y septiembre de
1822, tuvo ocasión de documentar algunas de las liturgias públicas que
por ese entonces se mantenían vigentes. El Santiago que conoce es el que
se paraliza con la fiesta de los santos10, y el que festeja con gran pompa
a Santa Rosa “primero por tratarse de una santa sudamericana y, en segundo lugar, porque es el onomástico de la hermana de su excelencia [de
O’Higgins]”11. Es el Santiago de las rogativas a san Isidro con procesión
y novena12, y es la ciudad donde el viático para los enfermos constituye
una especie de Corpus Christi en miniatura, que “mueve a devoción a las
gentes” y detiene la vida cotidiana:
Me asomé a la ventana, y vi en primer lugar a un niño que agitaba la
mencionada campanilla y en seguida a otro con un haz de cirios. Todos
al verlos se detenían, con la cabeza descubierta, y en actitud de rendir homenaje. Detrás de los niños apareció una calesa de color azul obscuro, con
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El estudio en detalle de la fiesta religiosa en Santiago se presenta como un campo de estudio demasiado amplio, y su examen en profundidad nos aleja demasiado al ámbito de esta
investigación. Lo que interesa en este momento, más que conocer en detalle la evolución
de cada una de estas prácticas rituales, su continuidad y transformaciones respecto a los
modelos coloniales, es constatar cómo la ciudad seguía formando parte, al menos hasta la
década de 1850, de esta visión sacra del espacio urbano.
Se quejaría de San Agustín debido a los contratiempos que le generó su celebración para
conocer la ciudad (Graham 1953: 118-119).
Graham 1953: 125.
“Las campanas de San Isidro vinieron a sacarme de mi contemplación, y me hicieron volver los ojos hacia la pequeña Iglesia, sobre la cual se cernía una inmensa y negra nube. De
sus puertas salía una larga y solemne procesión de sacerdotes, que comenzaba una rogativa
de nueve días a san Isidro y al Apóstol Santiago, patrono de la ciudad, para pedirles lluvia”
(Graham 1953: 111-112).
Dentro de la misma novena podría relatar el ambiente de recogimiento que se pretendía
imponer en la ciudad. Sobre todo, la confianza ciega de la población en estos procederes espirituales: “Actualmente se hace una rogativa de nueve días a san Isidro, para pedir
lluvias, y mientras tanto se suspenden las diversiones populares. Sin embargo, aunque se
prohíbe a los músicos la entrada al llano, en los puestos se venden frituras, carne asada,
pescado y licores como de costumbre, y la gente del pueblo […] parece preguntarse qué
tienen que hacer san Isidro y las rogativas con los músicos y las cantoras, que pierden
hoy de ganar su acostumbrado real y medio. Lo aceptan empero, con paciencia, y dicen:
indudablemente los campos necesitan agua, y los padres saben pedirla” (Graham 1953:
132-133).
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La secularización de Santiago
pinturas de glorias y espíritus santos. Dentro de ella venía un señor vestido
de raso blanco con bordados de plata y seda de varios colores. Precedíala
un hombre con un farol dorado; otros con quitasoles la seguían. Pregunté
qué significaba aquello y me contestaron que era el Padre Eterno, expresión chocante para nosotros mas no para un español católico, que reconoce la presencia de la divinidad en la hostia que se lleva a un moribundo13.
Otro viajero que tuvo ocasión de contemplar la ritualidad católica de la primera mitad del siglo XIX fue Alexander Caldcleugh, inglés
miembro de la Royal Society de Londres, que visitó Chile en 1819, y
que más tarde intervendría en la compra del gran órgano inglés de la Catedral14. Su descripción de la cuaresma en Santiago deja ver el tono piadoso que se adoptaba en la ciudad como preparación a la Semana Santa:
“Durante la cuaresma, comenzaban en la Iglesia los servicios religiosos,
antes de despuntar el día, y a ellos asistían todas las mujeres, para quienes
ninguna enfermedad era impedimento atendible”15.
El mismo viajero pudo observar cómo una tarde de esos cuarenta
días “unos cincuenta hombres envueltos en sábanas comenzaron a andar por la plaza dándose latigazos sobre sus propias espaldas hasta que la
sangre corrió abundantemente […] en memoria de los sufrimientos que
soportó Nuestro Salvador en el camino del Monte Calvario”16. La ciudad
se convertía en una gran casa de ejercicios, acorde con ese tiempo grave
y penitente que se estaba viviendo. Los teatros representaban solo temas
bíblicos, y dentro de las comidas cobraba singular protagonismo el cochayuyo como medio de ayuno17. Ya dentro de la Semana Santa (que se
utilizará a modo de ejemplo), tenían lugar una serie de rituales más menos espectaculares, que variaban en afecto desde el patetismo del Viernes
Santo hasta la alegría del Domingo de Pascua. Como señala María Loreto
Browne, era esta la ocasión para que un pueblo de piedad “expresiva y
explosiva” saliera a las calles a proclamar su fe y a desahogar sus inquietudes, vibrando con la magnificencia del culto católico18. Era también
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Graham 1953: 118.
Izquierdo 2011: 117-118.
Haigh, Caldcleugh y Radiguet 1955: 160.
Haigh, Caldcleugh y Radiguet 1955: 101.
León 2010: 301-302.
Browne 1996: 46.
143
CON MI VOZ SONORA
la ocasión para que un público más culto pudiera escapar a la rutina y a
los rigores sociales por algunos días, haciendo gala de su piedad o de su
desprecio por esta. Todos, pobres y ricos, eran espectadores o partícipes
de la Semana Santa19.
Los rituales comenzaban el miércoles con el rezo de “las estaciones”, esto es, “hacer oración en siete diferentes altares por lo menos, en
memoria de los siete principales sucesos que se verificaron durante la
crucifixión de nuestro Salvador”20; instancia propicia para que los templos hicieran gala de sus tesoros: relicarios, custodias, imágenes de bulto
y cuadros, convirtiendo así en exterior el interior de las iglesias, que en
estas fechas se integraban a la ciudad de un modo extraordinario. El día
jueves se iniciaba con una salva de veintiún cañonazos, que desde el cerro Santa Lucía (el monte de piedad colonial) señalaban el comienzo de
diversas celebraciones21. Se oficiaban dos misas en la mañana: una por
los penitentes y otra para la consagración de los óleos22. Alrededor de las
cuatro se realizaba un lavatorio de pies para doce pobres como imitación
del gesto de Cristo hacia los apóstoles23. Al caer la tarde se daba inicio a
la solemnísima liturgia que conmemoraba la institución de la eucaristía,
en la que se oía el Gloria in excelsis Deo al son de las campanas, que no
volverían a sonar hasta el toque de gloria del Sábado Santo. La ciudad de
Dios callaba, y ese era acaso el signo de duelo más evidente para la población. “[…] cesaban las campanadas de las iglesias y en todas partes había
un silencio de muerte”24.
El Viernes Santo era sin duda una de las fechas que más se prestaban a ese culto exterior, tan característico de la sensibilidad colonial, que
aún se mantenía fuertemente arraigado en la población y la Iglesia local.
“Todos los negocios estaban cerrados, no transitaban coches, caballos,
asnos o mulas, y solo militares y millares de personas vestidas de luto se
trasladaban de una Iglesia a otra”25, escribía el alemán Paul Treutler en la
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Browne 1996: 46.
Longeville (1962). Memorias de un oficial de marina inglés al servicio de Chile durante los
años 1821-1829: 151, citado en León 2010: 302.
Browne 1996: 55.
Sánchez Ruiz 1952: 359.
Browne 1996: 55.
Bladh 1951: 56.
Treutler 1958: 527.
144
La secularización de Santiago
década de 1850. Las procesiones de flagelantes, que tan fuerte impresión
causarían en estos viajeros a los que se ha hecho referencia, se habían
mantenido en vigencia a lo largo de las dos primeras décadas del siglo, y
cobrarían un nuevo impulso bajo los gobiernos conservadores26.
Richard Longeville, quien visitara Santiago en la década de 1820,
ha retratado la costumbre que tenía lugar ese día, cuando algunos hombres peregrinaban por distintos templos de la ciudad cargando una cruz
a cuestas, sufriendo por ello desgarros y calambres27. Por la noche tenía
lugar la procesión del Santo Sepulcro, organizada por la cofradía homónima (que se trenzaría en una áspera disputa con el arzobispo Valdivieso).
Constituía una de las más populares liturgias de la Semana Santa, y su
importancia era reconocida en La Revista Católica28. En ella participaba el
clero regular y el secular, alrededor de 400 cofrades, una serie de “andas”
y el pueblo, que llevaba palmas y hachas encendidas. Se iniciaba con la
ceremonia del descendimiento, efectuada por cuatro sacerdotes entonando el Miserere, y era observada por numerosos fieles apostados al interior
de la plazuela de San Francisco (desde donde se iniciaba) y en las calles
inmediatas a la Alameda. Veinticuatro cofrades acompañaban el cuerpo
yacente de Cristo con velas de cera verde hasta la capilla de la Soledad,
donde se depositaba el cuerpo cubierto con una preciosa sábana29.
El ambiente dramático del Viernes Santo era trocado por el festivo del Sábado de Gloria. “También [permanecían] cerrados los negocios
hasta las 10 horas y estaba prohibido el tránsito de coches, jinetes o animales de carga, pero a las 10 anunciaron todas las campanas la Gloria,
y de inmediato abrieron sus puertas todos los negocios, entraron desde
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Browne 1996: 46.
Longeville (1962). Memorias de un oficial de marina inglés al servicio de Chile durante los
años 1821-1829: 151, citado en León 2010: 302.
Diría al respecto: “Nunca es más grande un pueblo que en aquellas ocasiones solemnes
en que el sentimiento religioso le convoca alrededor de una imagen de la divinidad, para
celebrar algún santo recuerdo; porque grande e imponente es la fuerza que representa esa
reunión de almas estrechadas por el vínculo de un principio superior y divino” (La Revista
Católica, “Semana Santa”, 3 de abril de 1853, Nº 302, citada en Browne 1996: 62).
a) La información respecto a los pormenores de esta procesión ha sido tomada de Browne
1996: 62-63. b). El Viernes Santo era también el escenario de los “cucuruchos”, personajes
de origen colonial muy populares entre la población. Encargados de recolectar fondos para
las procesiones y participar en ellas, su apodo derivaba del característico gorro puntiagudo
que utilizaban (junto con una capa negra y un antifaz que les cubría el rostro), cuestión
que más tarde se prestaría para diversas críticas por parte de la opinión liberal.
145
CON MI VOZ SONORA
todas partes a la ciudad filas interminables de carruajes […] y reinaba en
la capital un movimiento muy agitado, bullicioso y abigarrado”30, narraba Paul Treutler, añadiendo posteriormente que “En el primer día festivo
se realizó un gran corso en la Alameda, y en la noche hubo fuegos artificiales en la Plaza de Armas, una representación de Gala en la ópera, y se
efectuaron numerosos bailes. Se escuchaba música y cantos en casi todas
las casas, y también se bebía, bailaba y jugaba con mucho entusiasmo”31.
Algunos meses más tarde tenía ocasión la celebración del Corpus Christi.
El norteamericano William Ruschenberg podría observar su desarrollo
hacia 183232, y su crónica constituye una verdadera fotografía de la expresión pública del culto durante los gobiernos conservadores:
Se había construido un altar provisional en cada esquina de la Plaza de
Armas, adornados todos ellos con imágenes de santos, velas y oropel […]
Mucho antes del mediodía estaba la gente ya aglomerada en las cuatro
esquinas de la Plaza, observando a los peones, que bajo la supervigilancia
de algunos padres, armaban y adornaban los altares […] A las cuatro de la
tarde entraron varios regimientos a la Plaza y formaron dos cuadros, uno
dentro del otro, dejando entre ellos un espacio abierto de unos cuarenta
pies para permitir que pasara la procesión. El centro de la Plaza estaba
atestado de señoras, vestidas, como de costumbre, en traje de ir a misa,
es decir, con manto y vestido negro. Las ventanas de las casas vecinas, de
las cuales colgaban grandes pendones de seda y terciopelo, estaban igualmente llenas de damas y caballeros. Sobre la puerta de calle de las casas
en las vías principales, desplegábanse banderas… a la hora del crepúsculo
se encendieron las velas de los altares en las cuatro esquinas de la Plaza,
repicaron las campanas, y se dispararon cañonazos en el cerro Santa Lucía.
Al mismo tiempo comenzó a desfilar la procesión, por una de las puertas
de la Catedral, que se hallaba iluminada con todo esplendor. Primero vino
“La Cofradía de los Hermanos de Nuestro Amo” en dos filas […] enseguida vinieron los frailes de las diferentes órdenes, conduciendo cada una su
pendón o insignia respectiva, llevando en alto una cruz, presidida de un
tambor forrado en seda de vistosos colores. Después desfilaron los cadetes
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Treutler 1958: 527.
Treutler 1958: 528.
En realidad, Ruschenberg no hace referencia a la solemnidad del Corpus, sino a su octava.
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La secularización de Santiago
de la Academia Militar en traje de gran parada, y un canónigo que iba
cantando un salmo, y que presidía a Su Majestad [la Hostia], llevado por
algunos sacerdotes, bajo un dosel de seda sostenido por cuatro barras de
plata. Mientras pasaba la Hostia todo el mundo se arrodilló. Después Venía el Presidente de la República [José Joaquín Prieto en ese entonces] con
el uniforme de general y los ministros del gabinete, cada uno con una vela
[…] En este orden desfiló la procesión alrededor de la Plaza de Armas,
deteniéndose un corto rato delante de cada altar, mientras humeaban los
incensarios y se elevaban plegarias al cielo […] se disparaban cañonazos,
repicaban las campanas y todo el mundo se mantenía descubierto33.
En efecto, en lo concerniente a las relaciones Iglesia-Estado, el mismo gobierno (tanto durante la década de 1820 como durante el período conservador) se había encargado de preservar la herencia colonial.
Tan arraigada estaba la religión en la idea de sociedad que se tenía, que
posiblemente nadie siquiera pensó la posibilidad de desvincular ambos
poderes. Ya el reglamento constitucional provisorio de 1812 había estipulado en su primer artículo que “La religión Católica Apostólica es y
será siempre la de Chile”34. Lo mismo se estableció en la Constitución
de 181835, en la Constitución de 182236 y en la de 182337. También católico era el Estado definido por la Constitución de 1828, la más liberal
de todas las promulgadas en el siglo38. Para efectos de su relación con la
Iglesia, los nuevos gobiernos no significaron un nuevo escenario, sino una
continuación del poder monárquico, esta vez bajo la figura de un Estado
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Ruschenberg (1956) Noticias de Chile: 94-99, citado en Browne 1996: 100-101.
Valencia, Avaria (Comp.) (1986) Anales de la República: 48, citado en Cárcamo 2010: 53.
“La religión Católica, Apostólica, Romana es la única y exclusiva del Estado de Chile. Su
protección, conservación, pureza e inviolabilidad será uno de los primeros deberes de los
jefes de la sociedad, que no permitirán jamás otro culto público ni doctrina contraria a la
de Jesucristo” (Constitución de 1818, título “De la religión del Estado II”, capítulo único,
citado en Salinas 2011: 248).
“La religión del Estado es la Católica, Apostólica, Romana, con exclusión de cualquier
otra. Su protección, conservación, pureza e inviolabilidad es uno de los primeros deberes
de los jefes del Estado, como el de los habitantes del territorio su mayor respeto y veneración, cualesquiera sean sus opiniones privadas” (Constitución de 1822, artículo 10 citado
en Salinas 2011: 248).
“La religión del Estado es la Católica, Apostólica, Romana: con exclusión del culto y ejercicio de cualquier otra” (Constitución de 1823, artículo 10, citado Salinas 2011: 248).
Serrano 2008: 67.
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CON MI VOZ SONORA
republicano. No es de extrañar entonces la conservación del patronato y
su política regalista, que se establecería fuertemente en la Constitución de
183339, y que el gobierno se encargaba de poner en práctica en la medida
de lo posible40.
También se conservaron las antiguas formas rituales, mediante las
cuales el gobierno buscaba su sacralización ante la ciudadanía. El ministro Portales estaba muy consciente de que la Iglesia (pese a haberse manifestado parcialmente a favor de la monarquía en la década de
1810) continuaba siendo la institución de mayor influencia en la sociedad chilena41. “Usted cree en Dios, yo creo en los curas”, se cree que
dijo a Mariano Egaña42. Desde 1832 se decretó la asistencia oficial de
las más altas autoridades, partiendo por el presidente y su gabinete, a
algunas connotadas fiestas religiosas, como Corpus Christi, la fiesta del
Apóstol Santiago y la procesión del Señor de Mayo43. Lo mismo ocurría
en Semana Santa, cuando se comulgaba y rezaban las estaciones bajo la
supervisión de un capellán del gobierno44. En ciertas festividades, incluso
se utilizaba la bandera nacional como una suerte de alfombra sobre la
cual pasaba la Hostia45, alegoría de la sumisión nacional ante la sagrada
religión. El gobierno también contribuyó como pudo al mejoramiento de
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Ya en la década de 1820, el gobierno llegaría a intervenir en el nombramiento de todos los
funcionarios eclesiásticos. También retenía las bulas pontificias, tomaba parte en conflictos
internos del clero, y actuaba como mediador entre la Iglesia local y la Santa Sede (Serrano
2008: 66). No obstante, Roma consideraba ilegítimo el ejercicio del patronato en un contexto republicano, pues lo asumía como una ideología propia de la monarquía. El fracaso
de la “delegación Muzzi” (1824) se debió en gran parte a esta política de intromisión
estatal, cuyas condiciones no fueron aceptadas por el enviado papal.
En el artículo 73 de dicho código establece lo siguiente: “Son atribuciones especiales del
Presidente, Nº 8: presentar para los Arzobispados, Obispados, dignidades y prebendas de
las Iglesias catedrales, a propuesta en terna del Consejo de Estado. La persona en quien
recayere del presidente para Arzobispo u Obispo, debe además obtener la aprobación del
Senado. Nº 13: Ejercer las atribuciones del patronato respecto de las Iglesias, beneficios y
personas eclesiásticas, con arreglo de las leyes. Nº 14: Conceder el pase, o retener los decretos conciliares, bulas pontificias, breves y rescriptos con acuerdo del consejo del Estado;
pero si contuviesen disposiciones generales solo podrá concederse el pase o retenerse por
medio de una ley […]” (Constitución de 1833, artículo 73, citado en Salinas 2011: 249).
Collier 2008: 65.
Collier 2008: 65.
Illanes 2004: 31.
Illanes 2004: 31.
Collier 2008: 66.
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La secularización de Santiago
las relaciones con la Santa Sede, y fue el mismo Portales quien propuso
al Vaticano la creación del arzobispado de Santiago (junto con otras dos
sedes, Coquimbo y Chiloé)46.
Lo propio hizo el cabildo, la institución colonial que luego pasaría a ser la Municipalidad de Santiago. Al igual que en el antiguo
régimen, asistía en pleno a las fiestas más relevantes, como la procesión
de Corpus Christi. También cooperaba con muchas otras festividades.
Entre otros aportes, financiaba las palmas del Domingo de Ramos y la
procesión del señor de la Agonía47. Al cumplirse doscientos años del terremoto de 1647, invitó a la procesión a todas las escuelas de su dependencia, a todas las corporaciones religiosas y sus guiones, al presidente
y el gabinete. Prohibió la circulación de carruajes desde la víspera del
13 de mayo y pidió que todos los templos de la ciudad tocaran plegarias48. Cooperó en la restauración de las fiestas de Santa Rosa de Lima,
del Apóstol Santiago (cuyo altar en la Catedral había sido restaurado a
instancia suya) y de san Saturnino (cuya parroquia mandó reconstruir
en el sector norponiente de la ciudad)49, y retomó el papel organizador
de las rogativas, realizando procesiones a san Isidro en caso de sequía50.
En sus apariencias, el gobierno conservador era una nueva versión de
la antigua monarquía, y posiblemente la crítica de los liberales, que
acusaron a sus adversarios de instaurar una “reacción colonial”51, estaba
basada en parte en esa actitud condescendiente hacia la Iglesia Católica
y sus antiguas formas litúrgicas.
Como puede verse, en esta muy general descripción, todo parece
indicar que el carácter público del culto católico no se vio sensiblemente
afectado a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Persisten las rogativas, que se habían hecho presentes con especial dramatismo tras el
terremoto de 182252 y que (como se señaló) se revitalizarían por el ca46
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Collier 2008: 66
Serrano 2008: 256.
Archivo Nacional, Fondo Municipalidad de Santiago. Volumen 140, foja 69. 30 de abril
de 1847, citado en Serrano 2008: 256.
Serrano 2008: 256.
Serrano 2008: 256.
Collier 2008: 57.
El mismo gobierno dictaminó un clima de penitencia a raíz de este acontecimiento: “Toda
diversión pública debe cesar mientras duran los movimientos de la tierra que han hecho
grandes estragos, y en los pueblos de partidos mayores, que en esta capital. Es justo que
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CON MI VOZ SONORA
bildo de los primeros gobiernos conservadores. Persisten los cucuruchos
y flagelantes, resabios coloniales que más tarde entrarían en crisis al ser
consideradas prácticas anticuadas e ignorantes. Sobre todo, aún se conserva ese principio colonial esencial, que para efectos litúrgicos no conoce
distinción entre el templo, las plazas y las calles. Santiago es aún la ciudad
que se abre libremente a las procesiones: las grandes de Semana Santa y
de Corpus Christi, y las pequeñas, como el viático para los enfermos, que
igualmente trastocan la diaria convivencia. Es la ciudad cristiana que se
cierra al comercio y a los carruajes en Viernes Santo, y la que celebra con
algarabía y estruendo (al modo colonial) la Resurrección y la Navidad53.
La Iglesia estaba muy consciente de ello, y sin eufemismos defendió públicamente la necesidad del carácter persuasivo de la liturgia54. De su
mano, la ciudad es testigo de la persistencia de esa espiritualidad barroca,
sensorial antes que intelectual, y deberán pasar algunas décadas antes de
que se instaure una nueva especie de religiosidad “más romántica, me-
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todos los habitantes no tengan un embarazo que les distraiga del objeto de elevar sus súplicas para aplacar la ira divina. En consecuencia, ordeno que las representaciones teatrales, y
toda diversión pública se suspenda hasta nueva providencia” (Gaceta Ministerial de Chile,
27 de Noviembre de 1822, citado en León 2010: 311).
María Juana Eyzaguirre en tanto, da una muestra del clima de temor que se vivía en la
capital, y de cómo se recurrió a las prácticas rituales como un medio de obtener seguridad:
“[Se hicieron] rogativas de la Merced, salió Nuestra Señora del trono; está abajo, se está
siguiendo su novena por la mañana; de Santo Domingo han llevado a Nuestra Señora al
Tajamar a una casa; sale el rosario y después hay sermón […]; por las calles quedan rezando la viacrucis los Padres Franciscanos y de la Merced; a todo concurre mucha gente de
todas las clases” (Carta de María Juana de Eyzaguirre a José Alejo de Eyzaguirre, en Mendoza
Santiago, 28 de noviembre de 1822, citado en Palacios 2009: 390).
Carlos Eduardo Bladh ha dejado un testimonio de cómo se celebraba la navidad en Santiago en la década de 1820: “Las Iglesias iluminadas desde temprano se llenan de gente
heterogénea, entre ellos una cantidad de niños y personas de edad que llevan gallinas y
cerdos que son golpeados para hacerlos cloquear y chillar. Otros tocaban pitos o cuernos o
metían bulla con matracas. Este terrible ruido en recuerdo del establo donde nació el Salvador continuaba hasta después de la medianoche. Entonces un niño vivo era presentado
y el cura oficiaba la misa proclamando el nacimiento de Cristo. La misa terminaba con un
hermoso coro, pero el ruido de los fatales cuernos, pitos y matracas seguía toda la noche
por los barrios de la ciudad” (Bladh 1951: 56-57).
“Indudablemente el pueblo es quien necesita más de estos espectáculos religiosos; en el
poca eficacia tienen por lo regular los mas bien acabados discursos… es necesario recordárselas [sus creencias] con hechos sensibles y análogos si se quiere que no se abandonen
a la indiferencia religiosa y más funesta en sus efectos que la misma impiedad” (La Revista
Católica, “Semana Santa”, 25 de abril de 1849, Nº 178, citada en Browne 1996: 64).
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La secularización de Santiago
ditativa y de acción social”55. En fin, se continuaba imprimiendo “[…]
consciente o inconscientemente en las personas, la idea que la ciudad
era parte de un orden mayor, de algo sagrado que, se estuviese o no bajo
la administración española, continuaba vigente al seguir normando los
comportamientos de las autoridades y los fieles”56.
La ciudad secularizada
A partir de la década de 1850, las relaciones entre Iglesia y Estado entrarán en período de crisis, que influiría poderosamente en la publicidad
del culto. Este tendría su punto de inflexión con la famosa “cuestión del
sacristán” (1856)57, y se agudizaría a raíz de eventos relevantes como el in-
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a) León 2010: 304. b) Esta dimensión expresiva de la liturgia católica fue también percibida por los viajeros. En su visita a una iglesia, Samuel Haigh notaba el resorte sicológico
que se ponía en acción mediante el esplendor del culto: “Sus festividades solemnes son
magníficas procesiones con impresionante servicio de la Iglesia acompañado de música y
canto de espléndidos coros de religiosos y la devoción aparente de la congregación que se
postra. Cuando he visto en el interior de una Iglesia los reflejos de luz de las velas de cera,
cuando he contemplado la refulgencia del altar mayor, las alhajadas y doradas imágenes y
cuadros, los candelabros de plata de la misa, y sobre todo cuando he escuchado las sonoras
notas del órgano que bajan raudas a la nave iluminada […], entonces he comprendido
cómo esa religión mantiene ese poder soberano sobre los sentidos, para lo cual parece tan
particularmente dirigida” (Haigh, Caldcleugh y Radiguet 1955: 34).
León 2010: 284.
La “cuestión del sacristán” es un incidente demasiado conocido y no es este el lugar para
describirlo detalladamente. Baste recordar que la travesura de unos adolescentes (que entraron clandestinamente a la sacristía de la Catedral a beber vino de misa) trajo como consecuencia el despido de un sacristán menor, padre del cabecilla del incidente, generándose
al respecto una división tan conflictiva del Cabildo Eclesiástico que dos canónigos fueron
suspendidos de sus funciones sacerdotales. Saltándose la ley eclesiástica, estos presentaron
un recurso de fuerza (constitucionalmente válido) ante los tribunales para que (entre otras
cosas) se les restituyera a sus cargos. Pese a que la suspensión era una causa espiritual, el
recurso fue acogido y la corte falló a favor de los canónigos. El arzobispo Valdivieso se negó
a aceptar el fallo; porque no reconocía la pertinencia del poder judicial en esta materia, y
porque aceptarlo significaba una afrenta inaceptable a la independencia de la Iglesia y a su
propia autoridad. Después de varias negociaciones infructuosas, incluso con el presidente,
la corte dictaminó algo que para muchos fue un escándalo: el arzobispo debía acatar el
fallo en un plazo de 72 horas, de lo contrario sería desterrado del país y ocupadas sus
temporalidades (Al respecto véase Collier 2008: 259-265; Salinas 2011: 259-261; Serrano
2008: 87-95).
151
CON MI VOZ SONORA
cendio de la Compañía (1863)58; la inclusión constitucional de otros cultos no católicos (1865)59; la sucesión del arzobispo Valdivieso (1878)60, y
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Si el incendio hubiera ocurrido cincuenta o sesenta años antes, en el mismo templo y con
la misma cantidad de víctimas (alrededor de 2.000 personas), posiblemente se hubiera
interpretado con unanimidad como una señal, acaso incomprensible, del cielo; y la muerte
de los fieles como un martirio que elevaba sus almas a un estado de purificación superior.
Esa fue la interpretación del clero y la que desde el punto de vista religioso tenía sentido.
“A esa mansión de inefable dicha, única i verdadera patria del hombre, podemos creerlo
sin hesitación, volaron las que Dios llamó a su santa casa, para acabar de purificarlas con
la muerte de los mártires, después de haberlas bañado en las aguas de los sacramentos y de
una piedad filial para con la inmaculada” (La Revista Católica, “Horrible desgracia”, 12 de
diciembre de 1863, Nº 800), diría La Revista Católica cuatro días después del incidente.
Pero el tiempo había pasado y una gran mayoría no opinaba lo mismo. La culpable del
incendio había sido la Iglesia. Culpable en primer término por permitir que se atestara
un espacio con una cantidad desmedida de fieles (cerca de cuatro mil personas) y con
una cantidad desmedida de luces. Culpable, luego, por incentivar un culto excesivamente
pomposo y exterior, que para algunos rayaba en la superstición. Culpable, sobre todo, por
llevar a las mujeres (que fueron la enorme mayoría de las víctimas) al culto nocturno (la
función estaba fijada para las 8 de la noche) distrayéndolas de sus labores domésticas y,
como se pensaba, propiciando encuentros deshonestos con los sacerdotes. Culpable, en
síntesis, de inmiscuirse en la vida privada del hogar. Ello trajo como consecuencia una gran
disminución del culto nocturno en las décadas siguientes (Serrano 2011: 145).
Más allá de las fuertes críticas por parte de la Iglesia al respecto, la tolerancia religiosa era
también un problema de relaciones internacionales, ya que Chile había efectuado tratados
comerciales con Estados Unidos y con Inglaterra, países protestantes que eran vistos como
paradigmas de progreso (Guerra 2013: 170). La inclusión del protestantismo constituía
entonces un signo de modernidad (Guerra 2013: 170), una modernidad necesaria para
el proyecto de República que se estaba gestando, aunque no había verdadero consenso en
la clase política sobre esa visión (Collier 2008: 165). Se generó un intenso debate en el
Congreso (al parecer el más importante y el de mejor calidad hasta ese entonces), porque
prohibir el culto público era contrario a la libertad de expresión (Collier 2008: 168-169;
Serrano 2011: 141). Finalmente, se llegó a un acuerdo intermedio. No se reformaría la
Constitución, pero se establecería una ley interpretativa del artículo quinto, que permitía
el culto no católico siempre que se efectuara dentro de propiedades particulares. También
se les permitió tener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos (Boletín de
leyes 1865: 200, citado en Salinas 2011: 275). El gran cambio que se produjo con esta ley,
del cual la Iglesia no tuvo conciencia en un principio, fue (como señala Sol Serrano) que se
definió lo público de acuerdo a la propiedad, y de esa forma se corrió la frontera para que
lo católico se restringiera al ámbito estatal y la esfera privada no solo al hogar, también a la
propiedad. De esa forma, Chile pasó de ser una República Católica a un Estado Católico
(Serrano 2008: 191).
Básicamente, se trató de un conflicto de poder devenido del ejercicio del patronato. El
Cabildo Eclesiástico había elegido como vicario capitular y sucesor de Valdivieso a un
candidato que le parecía idóneo: Joaquín Larraín Gandarillas. El gobierno, por su parte,
y de acuerdo a la Constitución, presentó otro: Francisco de Paula Taforó, de tendencias
liberales y regalistas, que no contaba con la aprobación del clero. Entre muchas tensiones
152
La secularización de Santiago
la promulgación de las “leyes laicas”, que vendrían a suplantar funciones
civiles tradicionalmente a cargo de la Iglesia61: la “Ley de Cementerios
Laicos”, la “Ley de matrimonio civil” y la “Ley de registro civil”, todas
aprobadas entre 1883 y 188462. De mano de los gobiernos liberales (iniciados en 1861 con José Joaquín Pérez) se imponía una nueva mentalidad, que buscaba la consolidación de un Estado moderno. Fue durante
esas décadas —y esto es lo más relevante para el presente trabajo— cuando se intentó establecer una división cada vez mayor entre los ámbitos
públicos y privados de la sociedad. Fue este último el que se empezó a
considerar como el propio de la Iglesia.
Si la Iglesia era vista ahora como una institución privada con vínculos estatales63, entonces sus ritos también debían ser privados. Y no solo
eso. Hacia la mitad del siglo, la opinión ilustrada apuntó sus dardos a los
remanentes barrocos de las procesiones y las fiestas, situación que se haría
dramáticamente tensa tras el incendio de la Compañía. En el fondo, era
la misma crítica que se hacía a la sonoridad de las campanas coloniales y
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se recurrió a Roma, y desde Roma se envió una misión apostólica a cargo de Celestino del
Frate para revisar la situación. La misión evaluó a Taforó, decidiendo finalmente que no
era apto para ocupar la cátedra de Santiago. El mismo Papa se lo informó al presidente
Santa María: “En verdad examinando todo atentamente debimos persuadirnos firmemente de que no podíamos admitir la designación del varón eclesiástico que habías deseado
que fuera promovido a la sede Vacante de Santiago” (Citado en Guzmán, Vio. 1964. Don
Francisco de Paula Taforó y la vacancia episcopal de Santiago: 180, citado en Martinic 2011:
302). La respuesta del gobierno fue lapidaria: se cortaban las relaciones con el Vaticano y
se expulsaba a del Frate del país (Al respecto, véase Salinas 2011: 278-304; Serrano 2008:
319-332).
Salinas 2011: 304.
Mientras se tramitaban las “Leyes laicas”, la oposición organizó diversas manifestaciones
contrarias a su promulgación. El partido conservador, que ponía en tela de juicio la representatividad de estas medidas, organizó meetings de protesta anunciados a través de
panfletos y avisos en la prensa (Serrano 2008: 334). Las señoras de Santiago presentaron
una solicitud al congreso donde no se discutían las leyes, pero se lamentaba su propuesta.
Estaba firmada por 17.000 mujeres (Serrano 2008: 335-336). La Iglesia por su parte recurrió al rito: los conventos y parroquias celebrarían un triduo de oraciones públicas por
espacio de tres días, a lo cual se añadiría la exposición del Santísimo con canto de las letanías de todos los santos. Las congregaciones rezarían letanías en honor al Sagrado Corazón
mientras duraran las sesiones del congreso (Serrano 2008: 334).
En 1883, el presidente Santa María anunció una reforma constitucional para separar ambos poderes, conservando eso sí el patronato y el presupuesto del culto (Serrano 2008:
333). Se sabe que esto no llegó a puerto, y la separación tendría lugar recién en 1925, con
una Iglesia que a esas alturas ya la deseaba.
153
CON MI VOZ SONORA
a las imágenes quiteñas que poblaban las iglesias de la ciudad: aberraciones fantasmales de una época pasada, carentes de sentido en un país que
apuntaba al progreso y la modernidad. En marzo de 1857, El Ferrocarril
celebraba la suspensión de los cucuruchos para la procesión del Viernes
Santo64, añadiendo además un severo diagnóstico sobre las ancestrales
costumbres que se hacían ver en esos días:
Nuestras procesiones particularmente necesitan una gran reforma: la última que tuvo lugar en la Alameda i que salió de San Francisco lo ha
probado de un modo elocuente. ¿Qué significan esos jardines ambulantes,
esos santos vestidos como muñecas? […] En Europa ya no se usan i aún es
prohibido, santos vestidos en las Iglesias i en las procesiones solo se recurre
al arte, a la escultura, i a la pintura65.
Como era de esperar, la Iglesia reaccionó con mucha dureza ante
estas críticas, dejando bien en claro que tales censuras no representaban
al pueblo devoto, sino a unos pocos intelectuales detractores. “¿Se privará
al soberano pueblo de estos piadosos espectáculos, o si se quiere, de estos
inocentes pasatiempos, por no ofender la ilustración de los pocos que se
burlan de las procesiones i los cucuruchos?”66, alegaba La Revista Católica.
Si se alegaba que “la estraña librea” de los cucuruchos era extravagante,
“¿No se visten ellos cuando se les da la gana de príncipes, de duques, de
turcos, de frailes o clérigos, i de mil otras maneras ridículas i caprichosas
para asistir a los bailes de fantasía o de máscaras?”67. Si la procesión del
Santo Sepulcro se prestaba para desórdenes y se había “reventado” una
mujer, “¿Hay alguna época del año en que se cometan mayores desórdenes que en las fiestas cívicas de setiembre? ¿I a quien se le ha ocurrido
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“Los estranjeros no tendrán que reírse en ver las mascaradas que tenían lugar en la semana
santa en despecho de los verdaderos amigos de nuestra santa relijión. Los cucuruchos están
suprimidos, Loor eterno a quien ha tenido tan santa idea: es tiempo ya que se suprima de
todo lo que propende a ridiculizar lo más respetable i santo de nuestro culto divino” (El
Ferrocarril, 10 de marzo de 1857. Se hace referencia a este artículo en Serrano 2008: 258).
El Ferrocarril, 10 de marzo de 1857.
La Revista Católica, “La procesión del viernes Santo y los cucuruchos”, 29 de marzo de
1856, Nº 432 (Se hace referencia a este artículo en Browne 1996: 76).
La Revista Católica, “La procesión del viernes Santo y los cucuruchos”, 29 de marzo de
1856, Nº 432.
154
La secularización de Santiago
su abolición?”68. El problema de la publicidad del culto pasaba en gran
parte por la Municipalidad de Santiago, que dependía enteramente del
gobierno y seguía el mismo proceso de secularización que el Estado69. En
la década del cincuenta comenzó a dudar del gasto en el culto y esto coincidió con las críticas que al respecto hacía la prensa liberal70. En 1856,
El Ferrocarril censuraba que se gastaran 405 pesos en festividades religiosas, alegando que “las erogaciones voluntarias de los fieles son suficientes
para ese esplendor i lujo del culto, de que tan inconsideradamente se ha
querido hacer una necesidad”71. Para la opinión liberal, el tesoro municipal no debía satisfacer jamás otro culto que el del bienestar público; las
escuelas, la policía72… “¿[…] es prudente siquiera, malgastar los fondos
de la comunidad en frívolas apariencias, en vanas ostentaciones que nada
dicen al alma i que tampoco nos reportan bienestar alguno material?”73.
La prensa católica respondió que el deber de las autoridades no era solo
atender las necesidades materiales, “[…] sino también las del espíritu que
se satisfacen con el culto i la piedad […] fuente perenne de todas las
virtudes morales i sociales”74. Pero los ilustrados pudieron más, y el antiguo cabildo, que había participado tan activamente en la organización
de la vida religiosa de Santiago, pasó de ser un aliado a ser un adversario
cada vez más problemático. Paulatinamente retiró su aporte a la fiesta
del Corpus Christi, disminuyó la ayuda a las fiestas del Señor de Mayo y
del Apóstol Santiago y dejó de concurrir en pleno a las festividades religiosas a las que tradicionalmente asistía75. En 1859 llegó promulgar un
decreto donde se obligaba a las parroquias a pagar contribuciones por el
empedrado, el sereno y el alumbrado. La Iglesia insistió que los templos
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La Revista Católica, “La procesión del viernes Santo y los cucuruchos”, 29 de marzo de
1856, Nº 432.
Serrano 2008: 257.
Serrano 2008: 257.
El Ferrocarril, sin fecha, citado en La Revista Católica, “Fiestas religiosas costeadas por la
municipalidad de Santiago”, 2 de febrero de 1856, Nº 424 (Se hace referencia a este artículo en Serrano 2008: 258).
El Ferrocarril, sin fecha, citado en La Revista Católica, “Fiestas religiosas costeadas por la
municipalidad de Santiago”, 2 de febrero de 1856, Nº 424.
El Ferrocarril, sin fecha, citado en La Revista Católica, “Fiestas religiosas costeadas por la
municipalidad de Santiago”, 2 de febrero de 1856, Nº 424.
La Revista Católica, “Fiestas religiosas costeadas por la municipalidad de Santiago”, 2 de
febrero de 1856, Nº 424.
Serrano 2008: 257.
155
CON MI VOZ SONORA
eran lugares públicos, “como los paseos plazas i puentes”76, que debían ser
mantenidos a costa de la ciudad “porque los vecinos que usan de ellos han
pagado contribuciones comunes que forman la hacienda municipal”77.
En la década de 1870 el presupuesto del culto disminuyó sensiblemente
en favor de la beneficencia, y en la década de 1880 este definitivamente
desapareció de los gastos municipales78.
Para la publicidad del culto, el conflicto más serio con la municipalidad no fue tanto el retiro de su aporte como el uso de la ciudad. El
problema se había iniciado ya a fines de la década del cuarenta con el
intendente José Miguel de la Barra, quien solicitó su autorización para
que las procesiones transitaran por las calles, disponiendo a su voluntad el
rumbo que debían tomar79. El arzobispo Valdivieso refutó enérgicamente la medida. “Los católicos reconocemos como establecido por Dios el
culto externo, i […] no es la potestad civil sino la Iglesia i sus ministros,
quienes deben determinar el modo, lugar i casos en conviene ofrecerlo
al Señor”80. Por lo demás ¿no era la misma constitución la que aseguraba el culto público de la religión católica? ¿No se atacaba con ello la
libertad religiosa, la libertad eclesiástica y la inmunidad sacerdotal, que
era ley del Estado? ¿Se podría “[…] calcular el efecto que [se] producirá
en el departamento de Santiago [al] ver al Primer Pastor de la Iglesia
Chilena conducido a la cárcel o rodeado de los esbirros de la policía para
arrancarle multas, solo porque puso los pies en la calle con nuestro Señor
Jesucristo en las manos, sin licencia del Intendente?”81. Los problemas se
sumaron, y la suspensión del tráfico en Semana Santa también fue objeto
de polémicas. En 1872, el gremio de transportistas (unos mil cocheros)
pidió oficialmente al intendente Vicuña Mackenna que aboliera la medida, porque dejaba sin trabajo, sin movilidad y sin abastecimiento a
una gran parte de la población82. También se argumentaba que la ciudad
había crecido mucho, y que el uso de los coches serviría, de hecho, para
facilitar la asistencia de los fieles a las diversas celebraciones. En 1874
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Valdivieso 1904, tomo II: 169.
Valdivieso 1904, tomo II: 169.
Serrano 2008: 257.
Valdivieso 1904, tomo III: 649 (Se hace referencia a este texto en Serrano 2008: 258).
Valdivieso 1904, tomo III: 649.
Valdivieso 1904, tomo III: 650-651.
El Ferrocarril, 29 de marzo de 1872, citado en Serrano 2008: 262.
156
La secularización de Santiago
se permitió la circulación de carruajes, ferrocarriles urbanos, y carros de
distribución de pan fuera del radio donde se ubicaban los principales
templos; pero la solución fue insuficiente a ojos de los transportistas y de
la prensa liberal83. Un año después la suspensión regía solo para la tarde
del Jueves Santo, y para la Alameda mientras se efectuaba la procesión del
Santo Sepulcro, que seguía siendo muy popular84. Como ha señalado Sol
Serrano, los signos visibles de la ciudad de Dios ya no dependían de las autoridades, sino de los propios devotos, de su disposición o no a participar
de esa espectacularidad, y fue decisión de las señoras de Santiago el andar
a pie y no usar sus carruajes la tarde de ese Viernes Santo85.
Como una forma de defensa, la Iglesia intentó resaltar hasta donde
pudo la importancia de la religión para el país. En diciembre de 1875,
el Boletín Eclesiástico publicó una “Acción de gracias por el don de la fe
católica concedido al pueblo chileno” en la que se decía claramente que la
religión católica era la que “[…] ha formado nuestra nación: ella ha mecido su cuna i ha inspirado su constante i porfiada resistencia a volver a
la barbarie, hasta elevarla al grado de prosperidad en que se encuentra”86.
Como una forma de venerar el lugar donde se había celebrado la primera
misa en la ciudad, el mismo año se restauró la ermita del cerro Santa Lucía y se ordenó a todos los curas que el día trece de diciembre encargasen
procesiones de doce fieles a dicho santuario87.
Por la misma época se intentó restablecer las rogativas públicas, que
habían sido dejadas de lado por la municipalidad y que ahora se remitían
solo al 18 de octubre “[…] para que Dios preserve a las mieses i plantas
de la plaga de la langosta”88. La Iglesia estaba consciente de que la municipalidad no apoyaría esta medida, y comenzó a negociar una solución
intermedia en la que, entre líneas, se pretendía remover la conciencia de
las autoridades edilicias. Se propuso reducir “[…] todas las rogaciones a
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Serrano 2005: 146.
Serrano 2005: 146.
Serrano 2005: 146.
Boletín Eclesiástico, “Acción de gracias por el don de la fe católica concedida al pueblo
chileno”, 2 de diciembre de 1875, tomo VI: 149.
Boletín eclesiástico, “Acción de gracias por el don de la fe católica concedida al pueblo chileno”, 2 de diciembre de 1875, tomo VI: 149.
Boletín Eclesiástico, “Edicto pastoral sobre rogativas públicas”, 25 de abril de 1874, tomo
VII: 943 (Se hace referencia a este artículo en Serrano 2008: 259).
157
CON MI VOZ SONORA
lo que se hizo desde el principio en la del día de San Antonio”89, y se sugirió al Cabildo Secular que enviara una comisión compuesta de un regidor
y el procurador de la ciudad para que “[…] asista a misa i haga la ofrenda
de dos velas de cera, en lugar de costear las que debían arder en la fiesta,
según el voto”90. Era un llamado a recuperar la ciudad “[…] en los tiempos presentes, en que, debilitada la fe, casi se tiene vergüenza de hacer
manifestaciones de ella en los actos públicos de la vida”91. La municipalidad consintió en la comisión y las velas, “por mera etiqueta i cortesía”92,
pero esta rogativa dejó de celebrarse con procesión pública (y por cierto
con suspensión de actividades comerciales) y se remitió al interior del
templo93. Asimismo, el viático para los enfermos dejó de conducirse con
solemnidad por las calles, y la Iglesia autorizó a que se llevara en privado;
para no interrumpir el ajetreo citadino, y además evitar las burlas que al
respecto podían hacer los disidentes94. En el último cuarto del siglo también comenzó la desaparición de las cofradías, que organizaban novenas
y procesiones anuales en honor a su santo patrono o a alguna advocación
mariana95. Progresivamente, la ciudad pasaba de ser convento a ser una
trama de múltiples intereses, creencias y costumbres, regida no tanto por
la religión como por el comercio y las necesidades de la “vida moderna”.
Continuaron la celebración del Corpus Christi, la Procesión del Santo
Sepulcro y otras festividades. Prosiguió la construcción de iglesias, no po89
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Boletín Eclesiástico, “Edicto pastoral sobre rogativas públicas”, 25 de abril de 1874, tomo
VII: 943.
Boletín Eclesiástico, “Edicto pastoral sobre rogativas públicas”, 25 de abril de 1874, tomo
VII: 943.
Boletín Eclesiástico, “Edicto pastoral sobre rogativas públicas”, 25 de abril de 1874, tomo
VII: 943.
Boletín eclesiástico, “Edicto pastoral sobre rogativas públicas”, 9 de junio de 1874, tomo
VII: 943, citado en Serrano 2008: 259.
Serrano 2008: 259.
Ello había comenzado a regir desde el año 1838, a petición del clero de Valparaíso: “Informados de que en este puerto de Valparaíso con motivo de la concurrencia de personas
estranjeras, era indispensable que se siguiesen muchas irreverencias cuando el párroco conducía el Santo Viático a los enfermos, i que estas por desgracia se habían hecho frecuentes,
por la estrechez de la calle principal, i tráfico no interrumpido que hai en ella, de hombres,
caballos, i carruajes; instados igualmente para que por lo motivos espresados, tomásemos
la medida de que no saliese en público el Sacramento, nos fue preciso condescender en
ello” (Boletín Eclesiástico, “Se determina cuando puede sacarse en privado el Santísimo
Sacramento en Valparaíso”, 22 de septiembre de 1838, tomo I: 51).
Serrano 2005: 145.
158
La secularización de Santiago
cas y no menores. Pero las procesiones se limitaron cada vez más a ciertas
fechas emblemáticas, y la Iglesia era ahora solo un lugar más de la ciudad,
sujeto a cargas públicas y municipales como los colegios, las asociaciones
o los teatros. Era un lugar privado abierto al público.
La Iglesia no podía entender ni aceptar esa forma de pensar. En
1872, la policía municipal quiso cargar al Cabildo Eclesiástico por el
costo de barrer las inmediaciones de la Catedral y se desató la misma
polémica que había surgido a raíz de las contribuciones de 1859. El arzobispo argumentó una vez más diciendo que “Los templos son lugares
exclusivamente de uso público como las calles i las plazas, cuyo destino es
servir a todos los habitantes de la ciudad, para su comodidad y satisfacción de sus necesidades […] ¿Pagan las plazas las luces que las iluminan
i los serenos i vijilantes que las custodian para impedir que destruyan sus
pilas i jardines? […] ¿Qué razón hai para convertir en contribuyente a la
Iglesia, que no tiene otro sentido, prescindiendo de su carácter religioso,
que el de servir al público, como las plazas con sus pilas, jardines i demás ornamentos?”96. El problema quedaba claramente expuesto: las calles
inmediatas a la Catedral eran parte de la Catedral, y la Catedral era un
lugar de uso público. Se amenazó con la excomunión, porque la medida
iba directamente en contra de lo dispuesto en el Concilio Lateranense,
que establecía la inmunidad de los templos “[…] contra los cónsules,
gobernadores de las ciudades i otros que intentan gravar a las Iglesias i
eclesiásticos con colectas u otras exacciones”97. Se citaron antiguas leyes
romanas, españolas y el actual código civil, que de igual modo aseguraban
“[…] que las cosas consagradas al culto de Dios se rijan por el derecho
canónico, que tan severamente condena el exijir cualquiera exacción de
las Iglesias […]”98. Se citó el Concilio de Trento, “que es lei del estado”, y
que invocaba como protectores de la inmunidad eclesiástica a emperadores, reyes y Repúblicas99… se citaba al antiguo régimen. Pero la situación
era muy distinta en 1872, y esas leyes ya no tenían peso ni sentido en una
república progresista. Así, con pesar para la Iglesia, las plazas y las calles
dejaron de ser una extensión del espacio sagrado, y finalmente ese espacio
quedó cercado por las puertas del templo.
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Valdivieso 1904, tomo III: 416.
Valdivieso 1904, tomo III: 418.
Valdivieso 1904, tomo III: 419-420.
Valdivieso 1904, tomo III: 420.
159
Ca p í tulo VI
Los toques de la Catedral y otros templos
de Santiago en el siglo XIX
La permanencia colonial
Si las calles ya no eran patrimonio de la Iglesia; si Santiago era ahora un
espacio laico y no una manifestación terrenal de lo sagrado, ¿qué sucedería entonces con el tradicional sonido de la ciudad de Dios? El toque de las
campanas revelaba otra faceta en la publicidad del culto que no dejó de
ser percibido por la coyuntura de aquellos años. ¿Debía restringirse junto
con los cucuruchos, las rogativas y las procesiones? ¿Qué curva siguieron
los toques a lo largo del siglo? Este es quizá uno de los puntos más complejos de abordar, dado el estado actual de información disponible. Las
dos ordenanzas que se conocen se promulgaron con casi ochenta años de
diferencia, y prácticamente no se sabe cuál fue la evolución de los toques
en ese largo período, en el que las ceremonias religiosas se modificaron
constantemente en pequeños y grandes aspectos. Las alusiones a las campanas que durante esas décadas hace el Boletín Eclesiástico (que es en el
que se hubiera publicado cualquier intervención al respecto) son vagas,
y no permiten formarse una idea clara de lo sucedido. Se genera así un
vacío documental irremplazable, objeto de muchas preguntas, no todas
161
CON MI VOZ SONORA
posibles de responder. Es que el mundo de las campanas era un mundo
oral, regido más por la costumbre que por la escritura. Los mismos toques
señalados en las ordenanzas son a ratos muy complejos de interpretar, ya
que su definición estaba dirigida a quienes conocían y sabían interpretar
esa serie de códigos sin mayores explicaciones. También consta que estos documentos no señalaron la totalidad de toques en uso al momento
de ser promulgados. En el caso de la ordenanza colonial, esta se refirió
mayormente a toques relevantes y extraordinarios, omitiendo de su lista
un grupo no menor de toques “que estuvieren en costumbre”. No es de
extrañar entonces que en 1795 no se hiciera alusión (por ejemplo), a
los toques de las muchas liturgias cotidianas se efectuaban diariamente
en la ciudad. Si bien la continuidad de algunos ha quedado evidenciada
de modo más o menos preciso en la comparación de ambas ordenanzas,
ello no significa que otro número de señales de antigua data no siguieran
en uso a lo largo del siglo XIX. Ya se ha señalado la omisión de aquellas
liturgias “ordinarias” en el reglamento del obispo Marán. ¿No cabe extender ese mismo vacío al de Valdivieso? ¿Se regularon todos los toques
en 1872? A modo de ejemplo, la ordenanza del arzobispo no se refiere
en ningún momento al toque conventual de las horas canónicas, pero
consta que estos continuaron efectuándose incluso hasta el presente en
ciertos monasterios de la ciudad. ¿Ocurría lo mismo con otros toques
que tampoco figuran? ¿No se tocaba al morir el Papa?, ¿No sonaban ya
las matracas de Viernes Santo, ni los repiques por las elecciones de prelados y preladas?... Es posible que algunos toques cayeran en desuso antes
de promulgarse la nueva ordenanza. ¿Podrían seguir tocándose las Aves
Marías a las 4:30 de la mañana en 1872? ¿Podría acompañarse el viático
para los enfermos, que ahora se suministraba en forma privada, con un
repique corto de dos o tres minutos “[…] tanto al salir [la procesión] de la
Yglesia, como al t[iem]po de recogerse”1? También es posible que algunos
se suprimieran, en concordancia con el plan de orden del repertorio que
planteó Valdivieso como su principal objetivo2. Incluso es posible que
algunos se omitieran por mero descuido. Ese es el problema de fondo a la
hora de reconstruir la historia de los toques: que las fuentes primarias de
1
2
Marán, artículo 12, fojas 152v-153.
La ordenanza arzobispal no prohíbe ningún toque de manera explícita. Pese a ello, no es
descartable que la no inclusión de algunos pueda haberse entendido, en efecto, como una
supresión.
162
Los toques de la Catedral y otros templos de Santiago en el siglo XIX
información, los campaneros, y no tanto las ordenanzas, desaparecieron
definitivamente, y no es posible reconstruir el proceso desde la oralidad,
que es la forma como se desarrolló mayormente. De ahí que, al menos
en este punto, nuestras proposiciones y conclusiones se muevan en un
ámbito más cercano a la suposición que a la comprobación.
Ese mismo estado fragmentario de la información permite barajar
una hipótesis imposible de comprobar en su totalidad, pero no carente
de sentido dadas las pistas con que se cuenta. Los toques de la Catedral y
los demás templos de la ciudad habrían experimentado una continuidad
colonial que se iría distorsionando progresivamente a lo largo del siglo
por diversas razones: cambios políticos, cambios en las formas litúrgicas y,
finalmente, falta de regulación al respecto. La ausencia de ordenanzas que
normaran la actividad campanaria, unida al creciente número de templos
de la ciudad, habrían desatado una “anarquía” en el modo de tocar que
habría hecho crisis en el nuevo escenario urbano, y que debió resolverse
súbitamente a través de la ordenanza del arzobispo Valdivieso.
Efectivamente, la continuidad colonial se evidenció en los sonidos
“al interior” de la Catedral. La estructura tradicional, colonial, de su capilla de música, con coro, solistas, orquesta y bajo continuo, se conservó
hasta 1850, cuando fue drásticamente modificada debido a la instalación
del nuevo órgano inglés3. También se sabe que la Catedral se mostró conservadora respecto a ciertas tradiciones musicales del antiguo régimen,
como los villancicos, género de raigambre hispana igualmente extinguido
en 1850 con la obra de Alzedo (1788-1878) Grandes obras que en su hechura, el último ejemplar conocido de su especie4. También consta que a
lo largo de todo el siglo XIX continuó la interpretación de obras de maestros de capilla del período colonial. Así ocurrió, a modo de ejemplo, con
3
4
Como aclara Alejandro Vera, si bien la orquesta fue suprimida de la planta musical de la
Catedral, esta continuó siendo contratada para ciertas ocasiones puntuales (Vera y Cabrera
2011: 744). De ello se ha tenido evidencia al relatar los pormenores de la fiesta que se dio
en Honor a la Inmaculada Concepción, en diciembre de 1855. La modificación de la
capilla y la instalación del órgano inglés habrían obedecido no tanto a razones económicas, como se argumentó en su momento, sino a un impulso del arzobispo Valdivieso por
reformar la música eclesiástica. Era la respuesta local a un movimiento europeo de mayor
envergadura, que buscaba alejar la música sacra de modelos operáticos, estableciendo en
su lugar un tipo de sonido acorde con el culto divino, ligado a la tradición gregoriana o
polifónica (Vera y Cabrera 2011: 742-743).
Marchant 2013: 161.
163
CON MI VOZ SONORA
la Vigilia de Difuntos de Francisco Javier García Fajer (1731-1809). La
obra, destinada inicialmente a Lima, fue copiada para uso de la Catedral
alrededor de 1800. Fue utilizada nuevamente en 1830, cuando se hicieron nuevas copias, e incluso en una fecha tan lejana como 1900, cuando
se intervino y se le agregó una nueva parte destinada a la viola5. Este afán
por reutilizar literatura del pasado no fue un hecho aislado, sino una
costumbre muy extendida a lo largo del siglo, que se hizo evidente en el
trabajo de José Antonio Gonzales, José Bernardo Alzedo y Manuel Arrieta, maestros de capilla que manipularon la obra de su predecesor, José de
Campderrós 1742-ca.1812 (el último maestro de capilla del período colonial), adaptándola a las circunstancias musicales de su propio tiempo6.
Establecer analogías entre ambas esferas puede ser engañoso, ya que
se trataba de disciplinas muy distintas, hermanadas solo por el concepto,
muy general, de “sonido de la Catedral”7. Si los toques representaban un
mundo oral, informal si se quiere, la capilla musical representaba el polo
opuesto: un mundo “académico”, escrito, rastreable. ¿Seguía rigiendo la
ordenanza del obispo Marán en 1810, en 1820, en 1830…? No es posible asegurarlo. A modo de comparación, en el caso de la Habana (origen,
recordémoslo, de este documento) la ordenanza ya había sido olvidada
en 1803, cuando el obispo Juan José Díaz de Espada tuvo necesidad de
decretar nuevamente un edicto contra el uso indiscriminado de las campanas8. Pese a esta duda, si la Iglesia local se había mostrado abiertamente
5
6
7
8
Vera y Cabrera 2011: 751.
a) Vera y Cabrera 2011: 751-754.
b) Alejandro Vera sostiene que este deseo por revivir músicas coloniales constituiría una
faceta más de la reforma musical que emprendió Valdivieso, para quien estas obras constituyeron una posible alternativa musical al presente que se quería reformar. “En otras
palabras, dicha música fue idealizada en Chile del mismo modo que el canto llano y la
polifonía renacentista lo habían sido en Europa” (Vera y Cabrera 2011: 754).
Este término ha sido empleado por Guillermo Marchant en su artículo “La música en la
Catedral” (2013) para referirse a la conformación de la capilla musical de dicho templo.
Para la especificidad del presente trabajo, es necesario ampliar este concepto, que debe ser
entendido como las diversas músicas asociadas a la liturgia, más el sonido de las campanas.
a) Picart 2007. b) La situación no parece haber cambiado demasiado hacia fines del siglo.
De visita en la Habana en 1871, el viajero y escritor Samuel Hazard dejó el siguiente panorama sobre los tañidos de campana en la capital cubana, por ese entonces aún
perteneciente a España: “Apenas despunta el día, lo cual sucede en Cuba a hora muy
temprana, el recién llegado viajero se ve sorprendido en su delicioso despertar mañanero
por el alarmante sonar de las campanas, proveniente de todos los ámbitos de la ciudad.
En un verdadero desconcierto de sonidos, atruenan el aire cual si se tratara de una general
164
Los toques de la Catedral y otros templos de Santiago en el siglo XIX
conservadora en sus formas litúrgicas, y al menos en parte de su sonido,
es difícil creer que la experiencia de los toques difiriera demasiado de la
de otras formas rituales, que desde la Colonia se mantuvieron vigentes
hasta bien entrada la República. De ahí que tenga sentido suponer que,
aun cuando pudo desatenderse la morfología de los toques tal como se
había estipulado originalmente, el repertorio contenido en Marán continuaba vigente… con ciertas modificaciones propias de la coyuntura. La
más evidente de estas transformaciones fue el cese de los toques “reales”
o de asociación española: los “Repiques que se daban en la víspera y día
del nombre del Rey”, los “Repiques por la víspera y fiesta de los Santos
Patronos de España”, el “Repique por el cumpleaños del Rey”, el “Repique por la entrada de los vice-patronos reales”, y todo el aparato de toques
informativos y fúnebres asociados a la Corona y sus servidores.
Se desconoce cuándo sonó por última vez alguno de estos toques en
Santiago9. Es posible que tanto los repiques por el nombre del rey como el
repique por su cumpleaños continuaran oyéndose aún a inicios de la Patria
Vieja, en la que en principio se había jurado fidelidad a Fernando VII.
Desde luego se restablecieron durante la Reconquista. Por citar solo algunos ejemplos, el nombramiento de Mariano Osorio como Gobernador,
Capitán General interino y Presidente de la Real Audiencia fue notificado
a la población con “un festivo y general repique de campanas”10, y también
un repique general precedió la lectura del bando mediante el cual se anunciaban los triunfos del ejército realista sobre las tropas insurgentes de Perú
y Buenos Aires11. Sin embargo, una vez consolidada la independencia, era
lógico que esta parte del repertorio quedara condenada a la extinción. En
ese sentido, no se trató de una adaptación gradual a las nuevas circunstancias, sino de un quiebre brusco con la tradición: el más drástico de todos.
9
10
11
conflagración, y el infortunado viajero se tira frenéticamente de la cama para inquirir si
hay alguna esperanza de salvarse de las llamas que se imagina amenazan ya a toda la ciudad.
Figúrate, ¡oh, lector!, a tu pueblo nativo con una Iglesia en cada cuadra, cada Iglesia con un
campanario o quizás dos o tres, y en cada campanario media docena de grandes campanas,
de las cuales dos no suenan igual. Coloca las cuerdas de estas en las manos de algunos
hombres frenéticos que tiran de ellas, primero con una mano, luego con la otra, y tendrás
una débil idea de lo que es un despertar en La Habana” (Picart 2007).
Una de las últimas ocasiones de gran despliegue litúrgico en la reconquista fue la celebración, en octubre de 1816, de la fiesta de la Nuestra Señora del Rosario, tradicional
protectora del ejército español (Valenzuela 2014: 222).
¡Viva el Rey! Gazeta del Gobierno de Chile, Nº 8, Santiago, 5 de enero de 2015, citada en
Valenzuela 2014: 218.
Valenzuela 2014: 218.
165
CON MI VOZ SONORA
Desde un punto de vista sonoro, el cese de los toques “reales” constituyó una pérdida irreparable no solo porque se perdería para siempre su
sentido, sino también por sus sofisticadas características, que se extendían
solo a los toques litúrgicos más relevantes. El cumpleaños del rey era celebrado con un repique general, en el que todas las campanas de todas las
iglesias sonaban al unísono en una incesante percusión “estereofónica”,
plena de timbres, resonancias, alturas y ritmos. Lo mismo ocurría el día
de su onomástico, y cuando se producía la entrada de los vice patronos
reales. La muerte del monarca, de la reina o de los Príncipes de Asturias
era notificada (como se señaló) con un toque incomparable en su aparato:
doscientas campanadas en la Catedral, seguidas de dobles generales por
espacio de un día, y algo similar (aunque en menor escala) ocurría cuando
fallecían los regentes de la Real Audiencia12. En fin, era en ese grupo en el
cual se encontraban algunos de los toques más complejos, más extensos
y sonoramente más potentes de todo el conjunto. De ahí que, independiente de las circunstancias políticas y de la opinión que se pueda tener
sobre ellas, es evidente que su extinción empobreció profundamente el
repertorio de la Catedral y de los demás templos de la ciudad.
Este quiebre con la tradición, que parece irreversible, supo, no obstante, encontrar un camino de continuidad dentro de la República. Si se
había heredado el patronato; si se conservaban las apariencias rituales de
la monarquía hasta los gobiernos conservadores, ¿no se heredaría asimismo el derecho a la publicidad por medio de las campanas? Los ejemplos
sobran. Tras los sucesos de 1818 se sucedieron los Te Deum y misas de
acción de gracias, cuyas respectivas campanadas buscaban sacralizar el
nuevo Estado Soberano13. Se estableció oficialmente que en el aniversario
del 12 de febrero, “este día grande que os recuerda el glorioso sacudimiento de vuestra opresión […] se hará una salva triple en la fortaleza
[del cerro Santa Lucía] y se repicarán todas las campanas de la ciudad”14.
Asimismo, se ordenó que el aniversario de la declaración independentista
12
13
14
“[…] se doblara en la Santa Yglesia Catedral con todas las campanas por espacio de una
hora, luego q[ue]. se verifique su fallecim[ien].to; y asi en sus Entierros, honras, y cabos de
año, como en iguales funciones por los demás SS. Ministros de esta R[eal]. Aud[ienci].a se
doblara en la misma Santa Yglesia Catedral con todas las campanas en las horas acostumbradas, y podra hacerse la misma demostración en las demas Yglesias de la capital” (Marán,
artículo 23, foja 155).
Al respecto véase Valenzuela 2014: 222-231.
Boletín de las leyes i decretos del gobierno, tomo II: 245-248. Bando de gobierno. Santiago,
7 de febrero de 1818, citado en Valenzuela 2014: 429.
166
Los toques de la Catedral y otros templos de Santiago en el siglo XIX
fuera conmemorado, entre otros múltiples complementos, con “un repique general de campanas [que] anunciarán al pueblo que empieza la fiesta
cívica, y la celebridad de la memoria de nuestra política emancipación”15.
También el 18 de septiembre era celebrado con repiques, e incluso la
ordenanza de 1872 (promulgada en pleno período liberal) contemplaba
un toque de campanas “para solemnizar las elecciones del presidente de
la República”16, simbólica analogía del repique colonial por la entrada
pública de los gobernadores. De esa forma, se encuentra un caso paradigmático del proceso de permanencia y cambio. Ya no sonaban las campanas para España, el rey y su círculo, pero sí lo hacían en honor de las
autoridades y fiestas del Chile independiente. Eran toques distintos de
sus precedentes en su morfología y dedicación, pero sonaban igualmente
para la República, como lo habían hecho antes para la monarquía.
Esta continuidad colonial pudo ser aún más explícita en algunos
toques litúrgicos y de muerto. Después de todo, la Iglesia seguía siendo
la misma, y no había tenido lugar un cambio institucional tan drástico
como el señalado para el caso civil. Una vez más, el testimonio de los viajeros resulta de gran ayuda a la hora de reconstruir este fósil incompleto.
María Graham relata los incesantes toques de rogativas que sonaban en
Santiago tras el terremoto de 1822:
Desde el 19 las jóvenes de Santiago, vestidas de blanco, descalzas, con la
cabeza descubierta, sueltos los cabellos y con crucifijos negros, han recorrido en procesión las calles cantando himnos y letanías, precedidas por
las órdenes religiosas. Al principio las Iglesias pasaban atestadas de gente
y las campanas doblaban sin cesar, hasta que el gobierno, en vista de que
las torres de varias Iglesias amenazaban derrumbarse, ordenó cerrar los
templos por temor de que cayeran sobre la gente, que ahora practica sus
actos de devoción en la calle17.
Alexander Caldcleugh, por su parte, informa (alrededor de 1820)
sobre el toque de oración, que se daba a las seis y media de la tarde en
15
16
17
Archivo don Bernardo O’Higgins, volumen XV: 245-248, Bando de gobierno. Santiago, 5
de febrero de 1821, citado en Valenzuela 2014: 431.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
Graham 1953: 222.
167
CON MI VOZ SONORA
tiempo de cuaresma y que por unos minutos paralizaba por completo
la ciudad:
Cuando por la tarde, a las seis y media, suena la campana de la Iglesia,
todo el mundo parece recogido, por dos a tres minutos se detienen los
carruajes, hasta que el cambio del toque les anuncia que ha concluido la
oración18.
Otro viajero, Sir Francis Bon Head (1793-1875), narraba (hacia
1825) un espectáculo similar, que de seguro se asociaba al toque del Ángelus, el que se efectuaba tres veces al día por no saber el momento exacto
de la encarnación en María:
A las ocho en punto cabalgaba yo por la plaza. Sonó la campana de la
Iglesia y todos los individuos a pie o a caballo se detuvieron; los hombres
se sacaron el sombrero, las mujeres se arrodillaron, y varios me indicaron
que me detuviese. El centinela de palacio presentó armas, y los soldados
se santiguaron; en más o menos diez segundos todos seguimos nuestros
respectivos caminos. Esta ceremonia se repetía siempre tres veces al día, a
las ocho de la mañana, a las doce, y a las ocho de la noche19.
Procede ahora la comparación, si bien somera, de las ordenanzas y
sus respectivos toques20. De ello resulta evidente la continuidad de ciertos
toques de “fiesta mayor”, destinados a acompañar las grandes solemnidades del calendario litúrgico. Así ocurre con el “Repique de Aleluya del
Sábado Santo”, el que desde la Catedral anunciaba la noticia de la resurrección a la ciudad, estipulado de igual modo en ambos reglamentos.
También persistía una serie de toques en la víspera y conmemoración de
las grandes festividades, tal como se había hecho antiguamente con los
“Repiques por la víspera y fiesta solemne de los Misterios de Nuestra Santa Religión”21. Persistía el gran repique para la fiesta del Corpus Christi,
al igual que los graves dobles que solemnizaban la conmemoración de
18
19
20
21
Haigh, Caldcleugh y Radiguet 1955: 160.
Feliú Cruz (1937) Imágenes de Chile. Vida y costumbres de chilenas en los siglos XVIII y XIX
a través de testimonios contemporáneos: 169, citado en Valenzuela 2013: 357.
Un estudio caso a caso de continuidad en los toques será abordado en el capítulo VIII.
Marán, artículo 16, foja 153v.
168
Los toques de la Catedral y otros templos de Santiago en el siglo XIX
“Todos los Santos” (solo por citar algunos ejemplos). Persistían también
algunos toques cotidianos, como el toque “de consagración” (muy similar
en ambas ordenanzas) y el toque de Ánimas, el antiguo “toque de queda”
de la ciudad colonial. Si bien desparecieron los toques de muerto asociados a autoridades coloniales, se mantuvieron en uso aquellos destinados a
notificar el fallecimiento de autoridades eclesiásticas. Ambas ordenanzas
contemplan toques para anunciar la muerte del obispo, deán, canónigos,
racioneros y medios racioneros. Ambas ordenanzas señalan toques destinados a funerales civiles: el tradicional toque por “entierros y honras de
personas particulares”, que se correspondía ahora con los toques efectuados “al conducirse un cadáver a la Iglesia” y en la misa de difuntos. En
lo que a campanas respecta, en 1872 persistían remanentes del “paisaje
sonoro” de la ciudad colonial.
Un nuevo escenario y sus cambios
Pese a estos evidentes signos de permanencia, la continuidad de estos
toques coloniales debe tomarse con ciertas reservas. Como era de esperar,
tarde o temprano los cuestionamientos a la publicidad del culto terminarían apuntando sus dardos a lo que era justamente el “sonido público” de
la Iglesia. Esto no era un problema del todo nuevo. La misma ordenanza
del obispo Marán había sido premonitoria en ese sentido, aunque su fin
esencial se asociaba a una idea de austeridad en el culto, y más tangencialmente a un problema de “ruidos molestos”, el principal motivo de crítica
para los oídos secularizadores. En 1832, “persuadida la Junta de Beneficencia del uso indiscreto que se hace de las campanas y del clamor público
pronunciado al respecto”22, se formuló un proyecto para reglamentar su
uso, que sería sometido a la aprobación del entonces vicario apostólico,
Manuel Vicuña. Hasta donde se sabe, nunca fue publicado, y es posible
que se llegara a un acuerdo informal que modificó en algunos puntos
el repertorio colonial. No fue suficiente. Aisladamente, comenzaron a
aparecer en la prensa los reclamos de la ciudad. En 1842, El Mercurio de
Valparaíso publicó la carta de algunos vecinos de Santiago, en la que se
22
Archivo Nacional, Fondo Ministerio del Interior. Volumen 105, foja 232. Beneficencia, 15
de noviembre de 1832.
169
CON MI VOZ SONORA
pedía al previsor que regulara el toque nocturno de los conventos23. En
1844, el mismo diario publicaba la carta de “un filósofo”, que con gran
dramatismo narraba la molestia de tener que oír las campanas del vecino
convento de San Francisco [de Valparaíso] llamando a maitines por la
noche:
Figúrense Vdes., Sres. EE. a un pobre cristiano metido entre las sábanas
entregado del todo a Morfeo, y soñando con armoniosos conciertos, sobrecogido repentinamente, recordado súbito y en presencia de la realidad
de las campanas […] ¡Hasta cuando hemos de tolerar ese resto de barbarie, y nos haremos cómplices de las vándolas que inventaron ese instrumento eterno de tortura siempre suspendido sobre nuestras cabezas! […]
Aunque me fuera fácil, tampoco entraré a probar que son inútiles del todo
las campanas, pues no tengo la pretensión de hacerlas abolir. Esta gloria
está reservada a nuestros tataranietos del siglo veinte o veinte y uno a más
tardar. […] Que para llamar a los fieles al templo, repiquen hasta venirse
abajo las torres, sea enhorabuena […] Pero, ¡por Dios! ¿Qué tenemos que
hacer con el rezo de maitines a que son llamados exclusivamente los frailes
de San Francisco?24.
Era una premonición muy exacta del futuro de las campanas en
los siglos siguientes, pero era también una crónica ejemplar de la secularización de la ciudad, del fin de la ciudad-convento. La situación se
iría haciendo más crítica con el paso de las décadas, y seguiría una cronología similar a la señalada para otras manifestaciones litúrgicas, que
fueron entrando en conflicto con el nuevo espacio laico en que se había
transformado Santiago y otras ciudades. Un mes antes de promulgarse
la ordenanza de Valdivieso, El Ferrocarril señalaba que “Con gran contentamiento de los vecinos, no se ha oído tañer una campana”25 durante
las celebraciones de Semana Santa. El arzobispo, que estimaba los poderes espirituales de su sonido, estaba consciente de ello, y es muy posible
(como ha señalado Sol Serrano) que la publicación de su ordenanza fuera
en el fondo una medida protectora, que buscaba adelantarse a una más
23
24
25
El Mercurio de Valparaíso, 17 de noviembre de 1842, citado en Serrano 2008: 264.
El Mercurio de Valparaíso, 7 de febrero de 1844 (Se hace referencia a este artículo en Serrano 2008: 264).
El Ferrocarril, 30 de marzo de 1872.
170
Los toques de la Catedral y otros templos de Santiago en el siglo XIX
drástica del gobierno26. El tono empleado por el prelado al momento
de iniciar el documento da buena cuenta de cuán complejo se estaba
volviendo el escenario para el sonido del bronce en Santiago, y de cuán
condescendiente se estaba forzando a ser la Iglesia en estos asuntos:
Considerando: que habiéndose multiplicado las Iglesias en esta ciudad de
Santiago, el arbitrario tañido de las campanas, lejos de aprovechar a los
fieles para atraerlos a las distribuciones piadosas, los perturba sin saberse
muchas veces el objeto que motiva el tañido; i además con el inmoderado
uso de las campanas, se molesta y perjudica en algunas ocasiones a los
que padecen dolencias, teniendo presente que el buen orden i sistema en
el uso de las campanas contribuye a la mejor solemnización de nuestras
festividades, habiendo examinado el reglamento que nos ha presentado el
colejio de párrocos, venimos a decretar la siguiente ordenanza sobre el uso
de las campanas en esta ciudad27.
Consecuente con el espíritu unificador del arzobispo, la ordenanza
fue publicada en el Boletín Eclesiástico28, y así se implementó rápidamente
por toda la diócesis. Se señaló claramente que debía conservarse un ejemplar “en un lugar visible de todas las sacristías de las Iglesias que tienen
campanario”29, y se fijó una durísima pena para quienes no la seguían con
la debida puntualidad: el dinero de la multa debía ser pagado no por la
iglesia que excedió sus tañidos, sino por la casa de caridad más cercana30.
Sus efectos sobre el repertorio fueron muy hondos. En varios sentidos, su promulgación puede considerarse un punto de inflexión, que
establecería un antes y un después en el sonido de las campanas santia-
26
27
28
29
30
Serrano 2008: 266.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
También aparecería en El Ferrocarril.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
“El rector de la Iglesia en cuyo campanario se haya infrinjido este reglamento, excediéndose en el tañido de las campanas, pagará la multa de tres pesos por cada vez que lo infrinja, i
una cantidad mayor, que no exceda de diez pesos, por cada reincidencia durante el espacio
de seis meses. Dicha multa será aplicada a la casa de caridad que haya más inmediata al
campanario en que se cometió la infracción” (Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo V: 492-496).
171
CON MI VOZ SONORA
guinas. De golpe se procedió a regular una gran cantidad de toques (no
su totalidad, como se señaló), cuya morfología, si bien conservó rasgos
esenciales devenidos de la tradición, cambió más menos profundamente
en la mayoría de los casos. Se clasificaron los toques en diversos grupos,
y se definieron claramente las características y duración de cada uno de
ellos, siempre medidas por el temor a importunar la ciudad. Si en el siglo XVIII se anunciaba la muerte del deán con “ochenta campanadas y
otros tantos clamores”, ahora se hacía con “treinta campanadas seguidas
de quince dobles”31. De esa forma, aunque ciertos toques de antigua
data habían logrado permanecer vigentes (señalándose expresamente su
continuidad en ciertos casos32), estos tendieron a experimentar trasformaciones en su morfología, que se volvió más sencilla a instancias del
nuevo contexto en el cual se hacían oír33. En 1904, el arzobispo Mariano Casanova publicaría un “Pastoral sobre el tañido de las campanas” (a
la que ya se ha hecho referencia) que vendría a ser la piedra final de esta
historia. En este documento se hacía una apología a las virtudes de estos
instrumentos sagrados: su poder de conversión, su función de apostolado, su sintonía con los ángeles y los santos… pero eso ya no bastaba,
y tras esa apología, en esa pastoral se procuraba urgentemente señalar
que la campana “no llegue a hacerse molesta por el uso inmoderado”34.
31
32
33
34
Pese a estos cambios formales, existió un mecanismo de continuidad colonial que logró
mantenerse intacto, incluso hasta hoy. Habían cambiado los toques, había cambiado la
ciudad, pero al menos en el caso de la Catedral, las campanas, mantuvieron su conformación colonial hasta 1899. La misma campana mayor, el mismo esquilón, los mismos
sonidos en juego. Así, aunque mutados en su morfología, los toques del templo mayor
continuaron sonando gracias a los mismos instrumentos que antaño transmitieron a la
ciudad todo el repertorio de toques coloniales.
En los artículos 10 y 18 de esta ordenanza se indica un grupo de toques tradicionales que
se continuaran tocando.
Un estudio morfológico de cada uno de los toques será presentado posteriormente.
a) Boletín Eclesiástico, “Pastoral sobre el tañido de las campanas”, 19 de febrero de 1904,
tomo XVI: 18-21. b) En 1906 se haría un recordatorio de esta medida: “Aun cuando no
ofrece duda alguna nuestra ordenanza sobre toque de campanas, fecha 19 de Febrero de
1904, para evitar infracciones o mala inteligencia, creemos conveniente declarar que lo
ordenado para anunciar la misa en los días festivos, esto es, tres señas de doce campanadas
cada una, es el máximum de los toques de campana que pueden darse para anunciar la
misa, sea para misiones, ejercicios, novenas u otras funciones extraordinarias, procurando
así no molestar a los vecinos y en especial a los enfermos con prolongados toques, a veces
de una hora, para llamar a los fieles” (Boletín Eclesiástico, “Toques de campanas para las
festividades religiosas”, 8 de mayo de 1906, tomo XVI: 563). La señalada extensión de los
toques permite inferir que ya por esos años se había desatendido la ordenanza de 1872.
172
Los toques de la Catedral y otros templos de Santiago en el siglo XIX
De alrededor de 45 toques señalados en Valdivieso, ahora se pasaba a 8.
Había llegado el siglo XX.
La crisis de las campanas no pasaba solamente por la publicidad
del culto. También existían razones de orden práctico. El reloj, que en
tiempos coloniales había tenido un carácter experimental, se masificó
progresivamente a lo largo de la República. En 1865 (no existen datos
anteriores) había treinta relojeros en Santiago, y en las décadas siguientes
estos aumentarían a cien35, los mismos que importaban y reparaban los
relojes europeos (grand father, cucú, de mesa o de bolsillo) que medían el
tiempo en los hogares y habitantes santiaguinos. Se multiplicaron también los relojes públicos, no solo en las iglesias, sino también en edificios
laicos como la intendencia, la Bolsa o la estación de trenes. El “tiempo
burgués”, comercial, que valora el precio de cada minuto, se abría así paso
por sobre el ancestral tiempo litúrgico.
Junto con los relojes surgieron también los periódicos, que llegarían
a convertirse en el principal medio de comunicación masiva. En 1842 se
fundaba El Progreso (el primero de circulación diaria en Santiago), al que
se uniría más tarde El Ferrocarril (creado en 1855) y otros más. La misma
Iglesia había participado activamente de esa corriente informativa a través
de sus medios de comunicación oficiales: La Revista Católica y el Boletín
Eclesiástico. Las consecuencias para las campanas ya pueden intuirse. Progresivamente dejaron de medir el paso del tiempo y de informar sobre los
acontecimientos más relevantes. Incluso el clero pareció desprenderse de
ellas, y el horario de las funciones comenzó a notificarse por escrito: con
carteles en la puerta del templo o con publicaciones en la prensa, incluida la liberal. En septiembre de 1877, doña Trinidad Cánepa elevó una
solicitud al párroco de la Asunción para que se suspendieran los toques
en la Vera Cruz (de la cual era vecina) antes de las siete y media u ocho
de la mañana. El vicario general accedió al pedido no solo porque “[…]
es una obra de caridad mui recomendable para los cristianos el procurar
aliviar los sufrimientos de los enfermos”36, sino también, y sobre todo,
porque “[…] en los días que no son festivos solo se tañen las campanas
de ordinario para anunciar a los vecinos la hora de la misa, cosa de pura
35
36
Serrano 2008: 263.
Boletín Eclesiástico, “Parroquia de la Asunción”, 13 de septiembre de 1877, tomo VI: 512
(Se hace referencia a este artículo en Serrano 2008: 266).
173
CON MI VOZ SONORA
comodidad i no de necesidad, pues en algunas Iglesias no se acostumbra,
principalmente si la misa es a una hora dada, porque entonces basta esto
para que la calculen los que quieran asistir a ella”37.
Así, la función de las campanas, antes también de utilidad pública,
quedó relegada a un ámbito intangible, simbólico… pero la viga de los
símbolos resultó ser una viga demasiado débil para sostener el peso de las
campanas, y ni siquiera la Iglesia pareció tener conciencia de esa dimensión, que le correspondía como propia. Ya no servían para anunciar las
funciones. ¿También dejaban de ser instrumentos sagrados, que alababan
a Dios y que protegían de toda clase de peligros? La respuesta debiera ser
un no, pero en la práctica fue un sí, e innegablemente las campanas de
Santiago iniciarían por aquellos años un proceso de decadencia que no se
revertiría nunca. Se llenaron de polvo38, no se sustituyeron las campanas
rotas, se cortaron las cuerdas sin ser repuestas, y los campanarios se transformaron en lugares olvidados y silenciosos, escenario de palomas y no
de campaneros. Así ocurrió con las campanas de la Catedral (sustituidas
durante largos años por una grabación), y con las de los demás templos
que alguna vez repicaron intensamente en la ciudad. La predicción del
“filósofo” de Valparaíso se había hecho realidad; no solo de mano de sus
tataranietos, sino también, paradójicamente, de mano de la propia Iglesia.
37
38
Boletín Eclesiástico, “Parroquia de la Asunción”, 13 de septiembre de 1877, tomo VI: 512.
La ausencia de vibración trae como consecuencia la acumulación de gruesas capas de polvo. Este es uno de los signos más evidentes de una campana en desuso.
174
PRIMERA PARTE
Se gunda
p ar t e
SEGUNDA PARTE
Ca p í tulo VII
Clasificación de toques: según su función, y según su
presencia o ausencia dentro de las ordenanzas de Marán
(1795) y Valdivieso (1872)
Clasificación funcional
Los toques de campana pueden catalogarse en distintas categorías, determinadas por su función. Ello ya se ha dejado entrever a lo largo del
presente trabajo, no obstante, aún no se ha dado una clasificación general
que permita agrupar el repertorio en diversas familias. Para efectos de la
presente tabla, primeramente se dividirán los toques en dos grandes grupos básicos, definidos según su función:
w Toques litúrgicos, es decir, aquellos vinculados a una dimensión
espiritual.
w Toques no litúrgicos, es decir, aquellos vinculados a una dimensión
temporal.
Esta división debe entenderse como una forma de agrupación, pero
no como una separación esencial entre dichas familias. Como ha podido
verse, tanto la sociedad colonial como la republicana en su primera ver177
CON MI VOZ SONORA
sión no concebían una división entre las esferas temporales y espirituales.
“Más bien hay un orden social que refleja un orden divino, y que por tanto justifica la organización social y la representación de la misma a través
de diversos métodos, especialmente de los toques de campana, en su momento el medio de comunicación de masas más potente e inmediato”1.
Efectivamente, si bien las familias de toques no litúrgicos no se asocian
esencialmente a un oficio religioso (una liturgia), igualmente se vinculaban a un fin sagrado, representado por la caridad, en el caso de los toques
de alarma, o por la figura divina del rey (cabeza sagrada del Estado) o del
Papa, en el caso de los toques civiles e informativos.
Dentro de esas dos grandes familias se deben considerar los siguientes subgrupos, propuestos según el repertorio encontrado en los reglamentos de los siglos XVIII y XIX:
Toques litúrgicos
w Toques eclesiásticos religiosos y sacerdotales: destinados a acompañar
actos relativos al ámbito y gobierno del clero, tanto regular como
secular.
w Toques de consagración: destinados a anunciar y solemnizar el momento de la transubstanciación de las especies.
w Toques diarios: toques litúrgicos de uso cotidiano.
w Toques de enfermo: destinados a acompañar liturgias en favor de los
enfermos.
w Toques de fiesta mayor: destinados a acompañar las grandes solemnidades del calendario litúrgico.
w Toques de fiesta menor: destinados a acompañar las fiestas de menor
envergadura.
w Toques de muerto: destinados a anunciar la muerte y a acompañar
las ceremonias fúnebres de autoridades y personas civiles.
w Toques de protección: destinados a tocarse en caso de necesitarse protección divina, ya sea para la ciudad (en caso de calamidades), para
autoridades del reino o para personas particulares.
w Señales litúrgicas: destinadas a dar aviso de diversas funciones piadosas.
1
Llop i Bayo 2015.
178
Clasificación de los toques
w Te Deum: destinado a acompañar esta celebración litúrgica.
w Toques de viernes: destinados a tocarse en ese día (cotidianamente o
en Viernes Santo), en memoria de la pasión de Cristo.
Toques no litúrgicos
w Toques de alarma: destinados a dar aviso de ayuda para emergencias, como incendios, inundaciones u otras calamidades.
w Toques civiles: destinados a acompañar celebraciones y actos relativos al gobierno de turno.
w Toques informativos: destinados a dar aviso de noticias relevantes
para la ciudad o el reino2.
Clasificación según permanencia y cambio
Como una forma de rastrear el proceso de permanencia y cambio en los
toques presentes en ambos documentos, se procederá a clasificarlos dentro de las siguientes categorías:
w Toques de permanencia, es decir, presentes en ambas ordenanzas,
que pueden subdividirse en dos grupos:
a. Aquellos cuya permanencia queda demostrada por las evidencias
encontradas.
b. Aquellos cuya permanencia es supuesta por las evidencias encontradas.
w Toques de cambio, que pueden subdividirse en dos grupos:
a. Toques presentes solo en la ordenanza de Marán.
b. Toques presentes solo en la ordenanza de Valdivieso.
Respecto a los toques de permanencia, su presencia en ambas ordenanzas puede deberse a las siguientes causas:
a. Que dichos toques estuvieran profundamente arraigados en la Iglesia universal o en la Iglesia local, extendiéndose su práctica a lo
largo del período estudiado (como en el caso de los repiques de
2
Es necesario distinguir este grupo de toques, puramente informativos, de los toques fúnebres, que igualmente tenían (como se señaló) una función comunicativa.
179
CON MI VOZ SONORA
Corpus Christi y Pascua de Resurrección, entre otros).
a. Que la utilidad del toque garantizara su permanencia a lo largo del
período estudiado (en el caso del Toque de Fuego).
Respecto a los toques de cambio, su falta de continuidad entre ambas ordenanzas puede atribuirse a las siguientes posibilidades:
a. Que ciertos toques de origen colonial se hayan extinguido antes de
ser promulgada la ordenanza de Valdivieso (como en el caso de los
toques de asociación hispana, entre otros).
b. Que ciertos toques de origen colonial no fueran señalados en la
ordenanza de Marán, pero sí en la de Valdivieso (como en el caso
del Toque por las visitas de prelados, el Toque al pasar el Santísimo
Sacramento frente a una iglesia, y una serie de señales litúrgicas,
entre otros).
c. Que ciertos toques de origen colonial no fueran considerados relevantes, y por tanto no se incluyeran en la ordenanza de Valdivieso
(como en el caso del toque de horas canónicas, entre otros).
d. Que ciertos toques de origen colonial fueran suprimidos en la ordenanza de Valdivieso como un intento de reducir el número de
toques de la ciudad.
e. Que ciertos toques de origen colonial fueran omitidos por descuido en la ordenanza de Valdivieso (como en el caso del toque por la
muerte del Papa, entre otros).
Toques litúrgicos de permanencia (A)
(Permanencia demostrada)
La presente categoría considera aquellos toques señalados explícitamente
en ambas ordenanzas. Este grupo incluye prácticamente la totalidad de
las familias de toques litúrgicos anteriormente expuestos, evidencia de
que la continuidad del repertorio colonial se hizo presente hasta fines
del siglo XIX, y en algunos casos incluso hasta el siglo XX. Como se
señaló anteriormente, es muy posible que un grupo no menor de toques
coloniales continuara vigente hasta fines del siglo XIX, sin, empero, ser
señalado en la ordenanza de Valdivieso.
180
Clasificación de los toques
Toques eclesiásticos religiosos y sacerdotales
w (Marán) “Repique cuando se tenga noticia de la elección de obispo” (artículo 15 de 1795).
(Valdivieso) “Repique por la elección del arzobispo u otros prelados
mayores” (artículo 13 de 1872).
Dentro de los acontecimientos relativos al clero, tanto regular
como secular, la elección de prelados (dignatarios eclesiásticos o superiores de conventos) revestía suma importancia. Establecido el ceremonial en tiempos coloniales, este y sus respectivos toques de campana se
efectuaron regularmente a lo largo del período bajo consideración, con
ciertas modificaciones propias de la coyuntura3. En julio de 1844, La
Revista Católica describía de la siguiente manera el recibimiento dado por
la ciudad al arzobispo electo José Alejo Eyzaguirre, el breve sucesor de
Manuel Vicuña:
El miércoles diez se ha recibido del Gobierno de esta Santa Iglesia el Ilmo,
señor Dr. D José Alejo Eyzaguirre Arzobispo electo: a las diez del día
reunido el Cabildo Eclesiástico en sala capitular se leyó el exordio dirijido por su Excelencia el Presidente de la República al Venerable Cabildo
para que se ponga al electo en posesión del Gobierno de la Diócesis a lo
que allí mismo se dio cumplimiento en presencia del clero secular de las
comunidades regulares, y de un numeroso concurso poniendo al nuevo
Prelado en posesión de la silla arzobispal, del capítulo y coro de la Iglesia
Metropolitana. Este acto fue solemnizado con un magnífico Te Deum y
con repique general de campanas4.
Lo propio se practicó tras renunciar Eyzaguirre al cargo (en 1845)
y ser electo el arzobispo Valdivieso:
El domingo 6 de julio, a las doce del día, salía el señor Valdivieso de
su casa, acompañado de numerosos amigos. Llegando a la sala capitular
metropolitana que se hallaba llena de pueblo, reunido en la parte del po-
3
4
Para conocer en detalle el recibimiento de obispos electos durante el período colonial,
véase Valenzuela 2014: 314-315; 397-398.
La Revista Católica, “Recibimiento del Sr. Arzobispo electo”, 15 de julio de 1844, Nº 33.
181
CON MI VOZ SONORA
niente el Venerable Cabildo, pasó al asiento que en medio de él se había
preparado. En seguida leyó el secretario de Cabildo el oficio del Gobierno
[…] por el que se encargaba poner al Señor Valdivieso en posesión del
Gobierno de la Diócesis […] el señor Deán don Alejo Eyzaguirre contestó [tras un discurso de Valdivieso] manifestando la buena disposición
en que se hallaba el Venerable Cabildo eclesiástico para auxiliar al electo
en los trabajos que quisiese emprender […] Luego que concluyó el señor
Eyzaguirre, en medio de un gentío inmenso se trasladó el Cabildo al coro
de la Iglesia y habiendo su Señoría tomado posesión de la silla arzobispal
[…] se cantó el Te Deum a grande orquesta […] concluida la ceremonia,
el Venerable Cabildo, ambos cleros y un gran número de distinguidos
ciudadanos acompañaron a su casa de habitación al señor Valdivieso en
medio de los repetidos y jenerales toques de las campanas y de la universal
alegría que revelaban todos los semblantes5.
Aunque se había conservado la costumbre de acompañar con campanas la elección de estos dignatarios, este toque cambió parte de su
función a lo largo del siglo XIX6. Si en el siglo XVIII tenía un carácter
informativo, además que festivo y solemnizador, en el XIX la noticia de
la elección debió ser conocida previamente por otros medios de comunicación, antes del repique, que adquirió así una connotación más bien
complementaria al aparato ritual que rodeaba la situación.
Toques de consagración
w (Marán) “Señal al alzar las Sagradas Especies” (artículo 9 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de alzar” (artículo 18 de 1872).
La costumbre de acompañar la elevación de las especies por medio
de campanas fue instituida a principios del siglo XIII, extendiéndose por
la Europa cristiana como un medio de dar aviso a los trabajadores del
campo, y luego a la ciudad, del momento sagrado de la transubstanciación7. Lógicamente, el influjo hispano traspasó dicha práctica a los terri5
6
7
La Revista Católica, “Recibimiento del Sr. Arzobispo electo”, 15 de julio de 1845, Nº 69.
No obstante, se ha decidido incluir ambos toques en la lista de toques eclesiásticos religiosos y sacerdotales.
Espasa Calpe 1958, tomo XI: 1201.
182
Clasificación de los toques
torios indianos, implementando así este toque en las diversas catedrales
repartidas a lo largo del continente, incluida ciertamente la de Santiago.
Se trataba por tanto de uno de los toques más arraigados en el repertorio
de la Iglesia universal, y su mención en la ordenanza colonial obedecía a
una razón muy concreta: reemplazar un antiguo toque de plegaria, censurado por el obispo Marán debido a su extensa duración. Claro precedente
del problema de “ruidos molestos”, que comenzaría a aquejar las campanas a lo largo del siglo XIX:
Por ese mismo motivo [no importunar en vecindario] prohivimos y mandamos cese de aqui en adelante aquella Plegaria q[ue]. por un largo espacio de tpo se da en nuestra Santa Yglesia Catedral antes de alzar […]8.
Asimismo, se disponía que esta señal fuera realizada solo en la Catedral, como una forma de imitar la costumbre del arzobispado de Lima,
y como un medio de evitar confusiones en la ciudad respecto a este toque:
En la Metropoli de Lima, y en otros obispados, esta mandado q[ue]. solo
en las Santas Yglesias Catedrales se haga señal al alsar la sagrada Hostia;
y conformandonos con el estilo y costumbre, prohivimos y mandamos
de q[ue]. no se practique en las Yglesias de las Parroquias, Conventos y
Monasterios de esta Capital para que se eviten los inconvenientes q[ue].
de ello resultan9.
El toque se mantuvo vigente a lo largo de todo el siglo XIX. De
hecho, la ordenanza de Valdivieso se refiere a él dentro de uno de los
artículos especialmente dedicados a los toques tradicionales “que se continuarán tocando”10. Y efectivamente continuaría tocándose aún entrado
el XX, como puede desprenderse del trabajo de Arturo Fontecilla Larraín
Campanarios y toques de campana de antaño, escrito en 1945:
8
9
10
Marán, artículo 9, foja 152.
Marán, artículo 10, foja 152.
Valdivieso, a diferencia de Marán, establece que dicho toque solo puede efectuarse en la
misa mayor de la Catedral (Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo V: 492-496).
183
CON MI VOZ SONORA
Con esa campana [la campana mayor de la Catedral] […] se tocaba
también, y aún todavía se toca, cuando se alza la hostia en la misa mayor
por el pueblo, para que el pueblo se hincara, como se hacía efectivamente a
comienzos del siglo XIX, y que los viajeros lo relatan como cosa curiosa11.
Toques diarios
w (Marán) “Toque de Ánimas”, a las ocho de la noche (artículo 3 de
1795).
w (Valdivieso) “Toque de las ocho de la noche” (artículo 18 de 1872).
En la ciudad de Dios, el toque de Ánimas cumplía una doble función. En primer lugar, indicaba el comienzo de la noche y el cierre de
las puertas de la ciudad, cuando los habitantes se recluían en sus hogares
hasta despuntar el día siguiente, señalado (en el caso santiaguino) con el
toque de las Aves Marías. Era el toque de queda (de ahí el origen del término) el que marcaba el límite entre la ciudad de los vivos y la “ciudad de
la muerte”, personificada en la oscuridad e inactividad de las calles. Por
lo mismo, y como clara simbiosis de las esferas temporales y espirituales
(tan propia de la Colonia), junto con recordar al ciudadano su obligación
de recogerse en casa, el toque indicaba también el momento de elevar
oraciones por las ánimas que padecían en el purgatorio. Fórmula de caridad, pero también medio de protección contra ese mundo desconocido y
temible. Se trataba de un toque tradicionalmente español, de ahí su gran
arraigo en tierras locales:
En España se ha observado siempre esta devoción tan generalmente, que
se introdujo la costumbre hacer por la noche un toque de campanas para
avisar a los fieles que rueguen a Dios por las ánimas del purgatorio […]
y hay concedidas muchas indulgencias a los fieles que al oír aquel toque
recen el salmo De profundis, o en su lugar un Padre Nuestro y Ave-María
terminando Requiescat in pace12.
Esta visión fantasmal de la noche iría desvaneciéndose a lo largo del
siglo XIX. Progresivamente se extendió el ámbito de actividad citadina
11
12
Fontecilla Larraín 1945: 44.
Alonso y Pérez 1886, tomo I: 503.
184
Clasificación de los toques
aún dentro de la oscuridad, que era vulnerada por diversos dispositivos
artificiales cada vez más populares. No obstante este cambio cultural, que
dejaba ya sin sentido su dimensión práctica en cuanto toque de queda,
la Iglesia consideró necesario continuar la práctica de elevar sufragios por
las almas del purgatorio. Igual que en el caso precedente, la ordenanza de
Valdivieso señaló este toque entre aquellos de antigua data que debían
mantenerse en uso.
w “Toque de oración (Ángelus)” (artículos 2, 13, 16 y 20 de 1795).
w “Toque de doce del mediodía (Ángelus)” (artículo 18 de 1872).
El tradicional rezo del Ángelus constituye “[…] la santa costumbre
de rezar tres veces al día, por la mañana, al mediodía y al anochecer, tres
Ave Marías, precedidas por el versículo de la Biblia que anuncia el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, y terminan con una oración sobre
el mismo asunto”13. La costumbre habría sido instituida a comienzos del
siglo XIV por el Papa Juan XXII, quien concedió indulgencias para quienes rezaran esta oración al escuchar la campana de la tarde, extendiéndose
luego dicha práctica a las horas de la mañana y del mediodía14. Así, desde
tiempos medievales, se convertiría en una práctica usual en todas las ciudades cristianas.
La mantención de toques que, como este, “estuvieran en costumbre”, contribuyó de seguro a que no fuera señalado directamente en la ordenanza colonial15. Consta que este siguió tocándose a lo largo de todo el
período estudiado. De hecho, la ordenanza de 1872 se refirió a él dentro
del mencionado artículo dedicado a aquellos toques tradicionales que se
mantendrían en uso. Su vigencia se extendería hasta fines del siglo XX en
templos como la parroquia de San Lázaro, San Francisco, o el santuario
de Santa Gema Galgani, entre otros.
13
14
15
Alonso y Pérez 1886, tomo I: 490.
a) Alonso y Pérez 1886, tomo I: 490. b) La costumbre habría sido ratificada por los concilios de París, en 1346, y por los de Lavaur y Bezières, hacia 1370 (Alonso y Pérez 1886,
tomo I: 490).
El toque solo menciona tangencialmente (sin hacer alusión a su morfología, como se verá)
como toque de oración u oraciones (véanse artículos 13, 16 y 20), tradicional variante del
termino Ángelus.
185
CON MI VOZ SONORA
Toques de fiesta mayor
w (Marán) “Repique del Aleluya, el Sábado Santo” (artículo 7 de
1795)”.
w (Valdivieso) “Repique de Sábado Santo” (artículo 14 de 1872).
“Solemnidad de las solemnidades y nuestra pascua […] Esta es, en
efecto la más grande de las solemnidades litúrgicas”16 y, junto con Corpus
Christi, el escenario de algunos de los más importantes repiques festivos
que oyera la ciudad colonial y republicana.
A diferencia de la actual costumbre, durante la época colonial y
durante el siglo XIX, la liturgia de resurrección tenía lugar el Sábado Santo antes del mediodía. Era entonces cuando se efectuaba el Repique de
aleluya (privilegio de la Catedral, como se vio), que trocaba el ambiente
doloroso de los días precedentes por el festivo que se debía a la conmemoración del triunfo de Cristo sobre la muerte. La Revista Católica describía
así la instancia en 1849:
Aún reinaba en la ciudad el mismo silencio que el día anterior en las primeras horas de la mañana. A las diez, una salva de veintiún cañonazos fue
como la precursora del triunfo y de la alegría. En la Iglesia Metropolitana
los oficios se hicieron con igual aparato que en los días precedentes, y en
medio del mismo concurso de jente. Después de concluidos, al entonar
en la misa el Gloria in excelsis, el luto del templo desapareció súbitamente,
el gozo sucedió a la tristeza, y el ruido de la música y del canto festivo al
triste y misterioso silencio de la Iglesia. Las campanas, estas habitadoras
de las alturas, mudas por el espacio de cuarenta y ocho horas, y cuya voz
sonora está destinada a conmover el pueblo, anunciaron con un repique
jeneral que la Iglesia, anticipando el oficio de gloria, celebraba el triunfo
de Jesús resucitado17.
Dada la tremenda importancia de esta fiesta para el mundo cristiano, se aseguraba la conservación de sus respectivos toques de campana
a lo largo del período estudiado. E incluso hasta el presente en ciertos
templos de la ciudad.
16
17
Sánchez Ruiz 1952: 443.
La Revista Católica, “Semana Santa”, 25 de abril de 1849, Nº 178.
186
Clasificación de los toques
w (Marán) “Repiques por la víspera y fiesta de los Santos Patriarcas y
fundadores de las respectivas religiones” (artículo 16 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique en la víspera de grandes Festividades (a las
doce del mediodía y a las oraciones)” (artículo 11 de 1872); “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede a las
grandes festividades” (artículo 11 de 1872); “Repique de llamada a
misa en las grandes festividades” (artículo 13 de 1872); “Repique
de conclusión de la misa en las grandes festividades” (artículo 14 de
1872) “Repiques por la salida y regreso de procesiones que se hacen
en las grandes festividades” (artículo 12 de 1872).
Al igual que la fiesta del Apóstol Santiago (aunque en menor medida), las fiestas de los fundadores de las órdenes religiosas y de otros santos
patriarcas fueron celebradas con gran aparato por la ciudad colonial18. En
1760, el día de San Pedro Nolasco (fundador de la orden mercedaria) era
festejado de la siguiente manera:
Este día, precediendo convite del padre comendador, hay asistencia a la
Merced, a la hora regular de por la mañana si asiste el s[eñ]or presidente,
luego que avisa se va a palacio, como el día 6, y los coches se envían a
su puerta. Llegase a la antesala, sale el s[eñ]or presidente, quien va en el
medio, y el Cabildo en dos filas h[as]ta la puerta de la calle. Tómanse los
coches, siendo el último el del señor presidente). Llegando a la igl[esi]a
el portero […], desmontados los s[eñor]es, espéranse juntos todos en la
puerta de la igl[esi]a a que baje el s[eñ]or presidente. Entrase y, tomados
los asientos se oye la misa y sermón […] Concluida, se vuelve a palacio,
dejando los coches a su puerta, y se acompaña al señor presidente, como
al salir, hasta la antesala. En ella se forma el Cabildo en dos alas, pasa por
medio de ellas el s[eñ]or presidente, y correspondiéndole a la cortesía que
hace se retira el Cabildo a sus casas, con lo que acaba esta función19.
18
19
Por “Patriarcas”, la Iglesia define a ciertos prelados de alta dignidad que presiden un gran
número de provincias eclesiásticas. Ello encuentra su origen en la veneración a san Pedro, llamándose desde muy antiguo “sillas patriarcales” las de Roma y Antioquía, que fundó y gobernó
el Apóstol en persona (Donoso 1859, tomo IV: 204). Asimismo, se dio el título honorífico de
“Patriarcas” a los fundadores de las órdenes religiosas, en el entendimiento de ser considerados
directores espirituales de las numerosas fundaciones de las respectivas congregaciones.
Archivo Nacional, Fondo varios. Volumen 217, fojas 2-35. Tabla de ceremonias y etiqueta
del Cabildo de Santiago (1760), citado en Valenzuela 2014: 325.
187
CON MI VOZ SONORA
De lo repiques efectuados en ocasiones como esta, se puede encontrar testimonio en el libro de cuentas de la Catedral (1790). En este se
detalla el pago realizado a los sacristanes y campanero por su trabajo en
la víspera y fiesta de San Pedro, máximo Patriarca de la Iglesia Católica:
Me pongo en data 4” pagados a los sacristanes y campanero por las vísperas y día de San Pedro20.
Consta que, a lo largo del siglo XIX, las fiestas patriarcales siguieron celebrándose de manera muy solemne. En 1863, La Revista Católica
describe en los siguientes términos la misma celebración:
Actualmente se reza la novena de este gran apóstol, concluida la misa
mayor, i el lunes 29 [de junio], día en que la Iglesia celebra su martirio,
a las diez de la mañana, será la procesión i misa pontifical oficiando el
Ilmo. i Rmo. Señor Arzobispo […] Las vísperas solemnes tendrán lugar el
domingo anterior a las cuatro de la tarde21.
Lo propio se realizaba en 1868 para la fiesta de Santo Domingo,
cuya celebración central era antecedida, al modo colonial, por una novena:
El jueves 6 [de septiembre] se da principio en el templo de santo Domingo a la novena que la V.O. Tercera hace a su santo Patrono. A las ocho i
media de la mañana, misa cantada con la Majestad descubierta. A la oración rosario, plática, novena con la majestad patente […]22.
Finalizando esta con el siguiente programa de festejos:
El día 14 [de septiembre] da principio el jubileo de Santo Domingo Soriano, patrón de la V. O. T. i concluye el 16; el lunes 14 habrá maitines
solemnes i absolución jeneral; el 15 será la comunión de regla a las ocho
de la mañana, a la diez i media la misa de la función; se cantará por primera vez una misa compuesta por el distinguido profesor Don Tulio E.
20
21
22
Cuentas 1790: 180v.
La Revista Católica, “La fiesta del apóstol San Pedro en la Catedral”, 20 de junio de
1863, Nº 779.
La Revista Católica, “Crónica Relijiosa”, 5 de septiembre de 1868, Nº 1023.
188
Clasificación de los toques
Hempel […] a la oración, trasijo, el miércoles diez i seis a las ocho i media
de la mañana, misa cantada i a las cinco i media de la tarde, rosario, absolución, procesión, i terminará la distribución dando la bendición con el
Santísimo Sacramento23.
Los repiques de campana que debieron acompañar tan relevantes
ocasiones fueron regulados especialmente en la ordenanza de 1872. Previa solicitud de los superiores24, se especificó a cada convento y monasterio de la ciudad los días “de gran festividad” en los cuales podía hacerse
uso del toque correspondiente a dicha ocasión, considerando desde luego
estas fechas la conmemoración del patriarca fundador. A modo de ejemplo, en el caso del convento de San Agustín se decretó lo siguiente:
Se declaran días de gran festividad en la Iglesia del Convento de San Agustín de esta ciudad, para los efectos de la Ordenanza de Campanas, los
siguientes: los de las tres Pascuas de Natividad, Resurrección i Pentecostés;
el día de la Purísima Concepción, el de Nuestra Señora del Carmen, el de
San Agustín i el de Corpus25.
De esa forma, es lógico pensar que, a partir de implementarse la
ordenanza, las fiestas “patriarcales” fueran acompañadas por una serie de
toques estipulados en dicho reglamento para las festividades de esta categoría. Estos son: un repique “para la víspera de las grandes festividades”,
que se habría tocado el día previo, a las doce del mediodía y a las oraciones (posiblemente la tercera emisión del Ángelus); un “Repique para las
vísperas o maitines o trasijo del día que precede a las grandes festividades”, también tocado el día previo a la festividad; un “Repique de llamada
a misa en las grandes festividades”; un “Repique de conclusión de la misa
en las grandes festividades”; y dos repiques procesionales, al comienzo y a
la conclusión de la respectiva procesión.
23
24
25
La Revista Católica, “Fiesta en el Templo de Santo Domingo”, 12 de septiembre de 1868,
Nº 1024.
“Los superiores de las iglesias solicitarán que se designe cuáles son los días de gran festividad en que pueden gozar de los privilejios que este reglamento les concede” (Boletín
Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo V:
492-496).
Boletín Eclesiástico, “Iglesia de San Agustín de Santiago”, 26 de agosto de 1873, tomo V:
767-768.
189
CON MI VOZ SONORA
w (Marán) “Repiques por la víspera y fiesta solemne de los Misterios
de Nuestra Religión” (artículo 16 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique en la víspera de grandes Festividades (a las
doce del mediodía y a las oraciones)” (artículo 11 de 1872); “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede a las
grandes festividades” (artículo 11 de 1872); “Repique de llamada a
misa en las grandes festividades” (artículo 13 de 1872); “Repique
de conclusión de la misa en las grandes festividades” (artículo 14 de
1872) “Repiques por la salida y regreso de procesiones que se hacen
en las grandes festividades” (artículo 12 de 1872).
Estos toques constituye un caso de definición más general para lo
dispuesto en el ejemplo anterior.
w (Marán) “Repiques con todas las campanas de la iglesia Catedral
por la procesión del Corpus” (artículo 16 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique por la procesión del Corpus y su octava” (ar-
tículo 13 de 1872).
Como se ha señalado, la fiesta del Corpus Christi constituía el escenario de una de las más aparatosas procesiones que viera la ciudad colonial. En su Histórica Relación del Reyno de Chile, Alonso de Ovalle la
describe de la siguiente manera:
Concurren a ella todas las religiones y cofradías con la solemnidad que
se usa en otras partes, y todos los oficios mecánicos con sus estandartes y
pendones, de manera que viene a coger muy grande trecho. Después de
la procesión de la catedral se siguen las de las religiones y monasterios de
monjas, con que vienen a durar todas más de un mes, procurando cada
cual salga mejor la suya, con mayor ostentación de cera y adorno de andas
y altares, los cuales suelen hacerlos muy ricos y vistosos, de curiosas tramoyas y artificios26.
26
Ovalle (1646), en Colección de historiadores de Chile y de documentos relativos a la historia
nacional (1888), volumen XXIV, libro XII 285, citado en Valenzuela 2013: 250.
190
Clasificación de los toques
Todo parece indicar que dicha festividad continuó celebrándose
de manera igualmente fastuosa a lo largo del siglo XIX. Así lo describió
William Ruschenberg en la década de 183027, y lo propio haría Paul Treutler más de veinte años después; en una crónica que recuerda de cerca el
brillante espectáculo relatado siglos atrás por el jesuita Ovalle:
La Plaza de Armas estaba tan repleta de gente, que literalmente no cabían
más, y las tropas se hallaban colocadas en dos filas alrededor, dejando al
centro un espacio, por el que se movió la procesión hacia los altares [erigidos en las cuatro esquinas de la Plaza]. Pronto salió un coro por la puerta
principal de la catedral, cantando himnos sagrados […] a continuación
venía un grupo de franciscanos que rezaban llevando cirios encendidos rodeando a dieciséis hombres robustos que llevaban en andas una imagen de
tamaño natural de San Francisco, adornada con coronas florales. Seguían
otros coros, piquetes militares y grupos de dominicos agustinos y benedictinos [error del cronista, pues esta orden aún no había llegado a Chile].
Venían luego las cien más bellas jóvenes de Santiago, pertenecientes a las
mejores familias, todas vestidas de blanco, seguidas por otras cien que
movían incensarios de plata encendidos. Cuando en la elevada puerta de
la catedral apareció en majestad y esplendor una estatua […] de la Virgen
María, llevada en andas por treinta hombres, volvieron a disparar los cañones y a repicar las campanas de toda la capital […] Seguía el Arzobispo
[Valdivieso], con el Santísimo Sacramento bajo un palio que llevaban los
miembros del Municipio de la capital y rodeaban los más altos dignatarios
eclesiásticos […] Cerraban la procesión los carruajes más elegantes y bellamente adornados, que formaban una inmensa hilera […] Al acercarse
el Santísimo Sacramento y la Virgen María, las tropas que hacían calle se
arrodillaban y presentaban armas y también caía de hinojos el enorme
gentío que ocupaba la plaza y los miles de personas que aparecían en las
ventanas y balcones desde los cuales se derramaba sobre la procesión una
verdadera lluvia de flores28.
27
28
Véase páginas 146-147.
Treutler 1958: 542-544.
191
CON MI VOZ SONORA
Al igual que en el caso de la Pascua de Resurrección, la enorme
importancia de esta celebración, “fiesta máxima del mundo católico”29,
garantizaba la continuidad de su repique. Uno de los pocos que hasta el
día de hoy se mantiene vigente30.
w (Marán) “Toque en la víspera (Todos los Santos) y conmemoración
de los fieles difuntos” (artículo 25 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de víspera del día de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (Todos los Santos)” (artículo 17 de 1872).
Instaurada en tiempos de Constantino, la conmemoración de Todos los Santos constituye una de las más antiguas fiestas del mundo cristiano, que encontró en ella una forma de tributar veneración a todas las
almas que, aún sin figurar en el canon, “[…] salieron de este mundo en
gracia de Dios, y purificadas en el purgatorio, gozan ya de la visión divina
en el cielo”31. A su vez, esta celebración actuaba como víspera de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (cuyo oficio comenzaba en la tarde
del día de todos los Santos). Esta tenía por principal objeto la indulgencia
de sacar, por medio de las oraciones vertidas ese día, un número privilegiado de almas del purgatorio32. Así, la ordenanza de Marán disponía lo
siguiente para esta fecha:
En la Conmemoracion de los fieles difuntos se doblará generalmente pero
con tres campanas, empezando el doble alas dos de la tarde del dia de
todos Santos, y terminara al toque de la Ave Maria, suspendiendose desde
entonces hasta las seis del dia siguiente, en q[ue]. se bolvera a empezar
hasta acabada la Misa y oficios de aquel dia […] siendo el fin de ellos
recordar la memoria de los fieles para el sufragio 33.
29
30
31
32
33
Treutler 1958: 542.
En efecto, la procesión del Corpus Christi es una de las pocas que continúa celebrándose
hasta el presente. En su última versión (junio de 2017) se inició en San Francisco (donde,
junto a un grupo de estudiantes, realicé el respectivo repique) para luego dirigirse a la calle
Estado y finalmente a la Plaza de Armas, donde tuvo lugar una bendición solemne.
Sánchez Ruiz 1952: 1080.
Según el Misal “Todos los altares son en este día privilegiados; es decir, por cada Misa
celebrada en cualquier altar se saca un alma del purgatorio” (Sánchez Ruiz 1952: 1083).
Marán, artículo 25, foja 155v.
192
Clasificación de los toques
Dicha costumbre continuó vigente en el siglo XIX. En 1843, La
Revista Católica describía del siguiente modo el panorama de Santiago la
tarde del día de Todos los Santos. Evidente vigencia de los preceptos coloniales que en materia de campanas se habían dispuesto para aquel día:
En la tarde del día de todos los Santos, mientras el lúgubre sonido de las
campanas nos recuerda la muerte, advirtiéndonos al mismo tiempo que
oremos por nuestros padres, amigos o deudos que ya no existen […] Las
carretas por lo regular conducen partidas de hombres y mujeres que al
son de harpa y guitarra se encaminan al cementerio jeneral a celebrar la
conmemoración de los difuntos34.
A diferencia de la ordenanza colonial, que había establecido un solo
gran toque para estas festividades tan próximas, la ordenanza de Valdivieso no dispone ninguno específico para la conmemoración de todos los
difuntos propiamente tal, refiriéndose solo al de su víspera. Es probable
que dicho toque se haya omitido por descuido, pues carece de sentido
considerar solo un toque de víspera y no el de la festividad en cuestión.
Toques de muerto
w (Marán) “Toque por la muerte de los prelados de la Catedral” (artículo 20 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante del arzobispado” (artículo 19 de
1872).
w (Marán) “Toque por la muerte del deán” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante del deán” (artículo 19 de 1872).
w (Marán) “Toque por la muerte de arcedianos, chantre, maestre escuela y tesorero” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante de otras dignidades” (artículo
19 de 1872).
w (Marán) “Toque por la muerte de canónigos” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante de otras dignidades” (artículo
19 de 1872).
34
La Revista Católica, “La fiesta de todos Santos”, 15 de octubre de 1843, Nº 14.
193
CON MI VOZ SONORA
w (Marán) “Toque por la muerte de racioneros” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante de los racioneros y medios ra-
cioneros” (artículo 19 de 1872).
w (Marán) “Toque por la muerte de medios racioneros” (artículo 21
de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante de los racioneros y medios racioneros” (artículo 19 de 1872).
Tanto para la ciudad colonial como para la republicana, la muerte
de autoridades eclesiásticas constituía todo un acontecimiento social, en
el que las campanas jugaban un papel comunicativo-solemnizador fundamental. Así ocurrió, a modo de ejemplo, al fallecer el primer arzobispo de
Santiago, Manuel Vicuña (1843). Su deceso fue comunicado al pueblo
por medio de los tradicionales toques fúnebres:
El lúgubre sonido de las campanas y la expresión de tristeza pintada en el
semblante de los moradores de esta capital, anuncia que la Iglesia acaba
de sufrir una pérdida irreparable con la muerte de su digno pastor el señor
don Manuel Vicuña35.
La práctica de anunciar el deceso de autoridades eclesiásticas por
medio de toques jerárquicamente estratificados continuó en el siglo XIX,
plasmándose así en la ordenanza de Valdivieso una serie de toques muy
similares a los del reglamento colonial. Constituye uno de los casos más
evidentes de continuidad entre ambos documentos.
w (Marán) “Toques por entierros y honras de personas particulares”
(artículo 24 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la conducción de un cadáver a la iglesia
35
a) La Revista Católica, “Extraordinaria”, 4 de mayo de 1843 sin número. b) Incluso se
compusieron algunos sonetos, donde se hacía alusión al carácter de los toques fúnebres:
“Pues la campana que un día
Anunciaba nuestro gozo
Remeda nuestro sollozo
Con su monótono son […]”
(La Revista Católica, “Fragmento de otra composición sobre el mismo asunto”, 1 de junio
1843, Nº 5).
194
Clasificación de los toques
o cementerio” (artículo 16 de 1872); “Toque de Misa de difuntos” (artículo 16 de 1872); “Toque por Vigilia o maitines de difuntos” (artículo 16 de 1872); “Toque de Responsos” (artículo 16
de 1872); “Toque por Vísperas de funerales, o cuando se dobla por
fallecidos ausentes” (artículo 16 de 1872).
Además de los reservados para autoridades civiles y eclesiásticas,
el repertorio colonial también consideraba toques fúnebres destinados a
“personas particulares”, menos encumbradas en la rigurosa escala social
de aquel entonces. Ya se ha revisado un testimonio al respecto en el trabajo de Diego Barros Arana El entierro de los muertos en la época colonial36,
ejemplo que se condice con lo establecido al respecto por la ordenanza
del obispo Marán:
En los entierros y honras delas demás personas particulares, se guardara la costumbre de doblar en las horas acostumbradas, pero solo
con tres campanas, y unicamente en la Yglesia donde se hace la
funcion, en la Parroquia al t[iem]po de salir la cruz, y en la Catedral
si pidiesen los dolientes37.
Debido a la escritura, no es posible calcular con exactitud el número de toques contemplados para esta ocasión. Sin embargo, este grupo
de toques coloniales puede corresponderse con un grupo de cinco toques
republicanos, que igualmente acompañaban las exequias de personas civiles, y que bien podrían encontrar su origen en la tradición colonial. Se
trata del “Toque por la conducción de un cadáver a la Iglesia o cementerio”; el “Toque de Misa de difuntos”; el “Toque por Vigilia o maitines de
difuntos”; “Toque de Responsos”; y el “Toque por Vísperas de funerales,
o cuando se dobla por fallecidos ausentes”.
Toques de protección
w (Marán) “Rogativas generales” (artículo 11 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de Plegaria (rogativas)” (artículo 6 de 1872).
36
37
Véase página 132.
Marán, artículo 24, foja 155v.
195
CON MI VOZ SONORA
Al igual que otras formas litúrgicas establecidas en la Colonia, las
rogativas (llamadas también plegarias) continuaron efectuándose a lo largo
del siglo XIX. De ello existe testimonio en las crónicas de María Graham
(1822)38, y en el intento del arzobispado por restablecer su importancia
hacia la década de 1870, como quedara plasmado en el Boletín Eclesiástico39. En julio de 1886 se realizó una para pedir lluvia40, y su formato (con
procesión solemne desde San Isidro a la Catedral) recuerda con bastante
cercanía la descripción que 64 años antes hiciera la viajera inglesa, cuando
las campanas de dicha parroquia la distrajeron de contemplar extasiada
la cordillera los Andes. También consta que se recurrió a ellas durante la
guerra del Pacífico, como una forma de solicitar victorias del ejército, o
bien como petición de cese del conflicto.
Señales litúrgicas
w (Marán) “Toque por sermón en la Catedral” (artículo 13 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique por Misa solemne celebrada con sermón y
concurso del pueblo” (artículo 11 de 1872).
Ambas ordenanzas se refieren a la misma situación. Una señal práctica destinada a convocar al pueblo a oír un sermón particularmente relevante.
Te Deum
w (Marán) “Toque de Te Deum” (artículo 15 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique para los días de regocijo público” (artículo
13 de 1872).
Desde muy antiguo, la Iglesia ha utilizado el himno del Te Deum
como una forma triunfal de agradecimiento por obtención de diversos
beneficios. Se cantaba en ciertas misas solemnes, como forma de agradecer intercesión obtenida en casos de urgencia para la comunidad (término de pestes, llegada de las lluvias, entre otros). También se adoptó
como una fórmula canónica destinada a recalcar eventos de regocijo para
38
39
40
Véase página 142.
Véase página 157.
Boletín Eclesiástico, “Preces para obtener la lluvia”, 2 de julio de 1886, tomo X: 980-982.
196
Clasificación de los toques
la monarquía41. En la América hispana, la jura y aclamación pública del
nuevo soberano era celebrada (entre otros actos) con un Te Deum, al que
eventualmente proseguía una procesión general de acción de gracias42.
Lo mismo se practicaba en las entradas públicas de los virreyes, obispos y
presidentes de la Real Audiencia.
Como pudo verse, dicha costumbre fue adoptada por la República,
que igualmente se valió de dicha forma litúrgica como un medio de gratitud para con la gracia divina, que igualmente parecía favorecer al nuevo
Estado independiente en su lucha emancipadora. El primer aniversario
de la batalla de Chacabuco, hito fundacional del nuevo calendario de
efemérides políticas, fue celebrado con actos en los que la “[…] liturgia
eclesiástica cumplió un papel central en la articulación de la nueva legitimidad… aunque manteniendo fórmulas coloniales”43. Así, se replicó el
esquema de tres días de celebración que tenía lugar en las aclamaciones
reales, el segundo de los cuales contemplaba un Te Deum en la Catedral,
esta vez en agradecimiento por la consolidación de la libertad nacional44.
Lo mismo se practicó en mayo de 1818, un mes después del triunfo definitivo de Maipú45. De esa forma, junto con su dimensión puramente
religiosa, la celebración del Te Deum entraba con honores al nuevo escenario político, convirtiéndose en una tradición arraigada hasta el punto
de mantenerse vigente en la actualidad.
A diferencia de la ordenanza colonial, la ordenanza arzobispal no
contempla ningún toque asignado específicamente al Te Deum. Sin embargo, consta que en dicha ocasión se disponía el uso del repique de primera clase, que se permitía “para los días de regocijo público”. Así ocurrió
en ocasión del Te Deum celebrado para recibir las tropas del norte, tras las
victorias de Chorrillos y Miraflores:
41
42
43
44
45
a) Valenzuela 2013: 176. b) En las entradas reales europeas, el Rey, tras pasar bajo un arco
triunfal, se dirigía a la Catedral, donde se celebraba un solemne Te Deum. Durante todo
ese recorrido, el soberano era cubierto por un palio, signo de su cercanía con la divinidad,
pues solo los dignatarios eclesiásticos y la sagrada hostia, en la procesión del Corpus Christi, podían hacer uso de él (Valenzuela 2013: 281).
Valenzuela 2013: 278.
Valenzuela 2014: 225.
Valenzuela 2014: 225.
Valenzuela 2014: 225.
197
CON MI VOZ SONORA
Durante el Te Deum se tañeran las campanas de las Iglesias de esta capital
con repiques de primera clase, conforme a la ordenanza de cinco de abril
de mil ochocientos setenta i dos, comenzando las de la Metropolitana i
siguiendo las demás46.
Toques no litúrgicos de permanencia (A)
(Permanencia demostrada)
La presente categoría solo contempla el toque “de fuego”, que se mantuvo vigente a lo largo del período estudiado debido a su utilidad pública.
Como se señaló, ello se debe a que, aparte de las campanas, aún no se
contaba con dispositivos sonoros capaces de dar aviso inmediato y simultáneo a la vez de algún acontecimiento de urgente necesidad.
Toques de alarma
w (Marán) “Toque de fuego” (artículo 3 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de fuego” (artículo 23 de 1872).
Como se vio, la Iglesia permitió el uso de campanas con fines no
litúrgicos solo en casos de necesidad pública, como eran los incendios u
otras calamidades que asolaban la ciudad47. Aun así, este toque no carecía
de un fundamento espiritual (como se señaló). La ayuda prestada en estos
casos era entendida como una forma de caridad hacia los desafortunados,
clara simbiosis entre lo práctico y lo sagrado:
Puédese […], decir que cuando se tocan [las campanas] para las
inundaciones, incendios y semejantes casos estraordinarios de necesidad, no se hace de ellas un uso profano; puesto que es un acto
de relijión i de caridad llamar a los fieles en una calamidad pública,
al socorro de los que pueden ser víctimas de ella: es una función
santa la que entonces cumple la campana, mui conforme al fin de
su institución48.
46
47
48
Boletín Eclesiástico, “Acciones de gracia a Dios por los triunfos del Ejército del norte”, 10
de marzo de 1881, tomo VIII: 26-28.
Véanse pp. 24-25.
Donoso 1855, tomo I: 274.
198
Clasificación de los toques
El obispo Marán había considerado este punto en su ordenanza, y
concedió un permiso especial para efectuar este imprescindible toque en
las horas de la noche:
Asi en la Santa Yglesia Catedral, como en todas las Parroquias, conventos,
monasterios, e Iglesias de esta Capital, y Diocesis, se prohive que el que
se pulse campana alguna desde las ocho dela noche[…], a excepcion […]
que concurra algun fuego, o incendio, y sea preciso convocar la gente para
extinguirlo49.
Así ocurriría en 1863 al incendiarse la Compañía, cuyas campanas
anunciaron su propio fuego50. Era el poder comunicativo del bronce, que
para estos efectos aún no conocía rival. Al igual que su predecesor, el arzobispo Valdivieso lo señaló en su ordenanza:
Las campanas de las Iglesias no se tocarán jamás sino por causa de funciones relijiosas, más se permite que para anunciar fuego puedan tocarse en
casos que sea conveniente hacerlo51.
Toques litúrgicos de permanencia (B)
(Permanencia supuesta)
Esta categoría considera aquellos toques que, si bien no fueron señalados
de forma explícita en ambas ordenanzas, cabe suponer su continuidad a
lo largo del período estudiado. Esta situación se debe fundamentalmente
a problemas de escritura, ya que ciertos toques no fueron definidos con
precisión en la ordenanza de Valdivieso, dificultando así su seguimiento
respecto al repertorio colonial. Por otro lado, la importancia de ciertas
festividades que se señalan a continuación hace impensable la supresión
de sus toques, sustentando así la hipótesis de su permanencia al menos
hasta fines del siglo XIX.
49
50
51
Marán, artículo 3, foja 150v.
Serrano 2008: 30.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
199
CON MI VOZ SONORA
Toques diarios
w (Marán) “Toque por pecadores a las nueve de la noche” (artículo 3
de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de las nueve de la noche” (artículo18 de 1872).
Junto con ser escenario de fantasmas y aparecidos, la mentalidad
colonial vio en la noche el ámbito de delincuentes y otros personajes de
“mala conducta” que caían “en pecado mortal”. De esa manera, junto al
toque extraordinario de fuego y otros de tipo fúnebre e informativo, la ordenanza de Marán permitió el uso diario del Toque por pecadores como una
excepción al silencio que debía reinar entre las Ánimas y las Aves Marías.
No es posible determinar con certeza la continuidad de este toque.
Si bien la ordenanza de 1872 señala un toque tradicional que debe darse
a esa hora del día y que “se continuará tocando”, esta no especifica su
función. Como se verá posteriormente, existió otro toque colonial que se
efectuaba también a las nueve de la noche, quedando así la duda sobre a
cuál de los dos toques se refiere el nuevo reglamento52.
Toques de fiesta mayor
w “Repiques y toques que se dan en la noche víspera de Pascua de
Navidad y de Resurrección, para los Maitines y Misa Solemne”
(artículo 4 de 1795).
w “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede
a las grandes festividades” (artículo 11 de 1872).
El festejo de la Nochebuena contemplaba la realización de diversos
toques nocturnos, que reflejaban el ambiente de regocijo en que se encontraba la ciudad; como queda plasmado en el libro de Cuentas de La
Catedral (1789):
Me pongo en data de 2 “pagados a los tres sacristanes menores y campanero a 4 a cada uno por pernoctar la noche de natividad y [¿de esta forma?]
gratifican [¿esta?] inmemorial costumbre53.
52
53
De hecho, incluso es posible (aunque menos probable debido a la hora señalada) que el
toque de las nueve de la noche señalado en 1872 sea en realidad la tercera emisión del
Ángelus.
Cuentas 1789: 154v
200
Clasificación de los toques
Asimismo, tras el repique de gloria, la celebración de la resurrección continuaba con esta serie de toques, que anunciaban la proximidad
de la Pascua, y que al parecer se extendían por toda o gran parte de la
noche. Los libros de cuentas de la Catedral (1789 y 1833) señalan al
respecto lo siguiente54:
Me pongo en data de 2 […] pagados a los tres sacristanes y campanero por
haber pernoctado la víspera de la pascua de resurrección […]55.
Data en el mismo ramo [gastos ordinarios] nueve pesos seis reales entregados a los sacristanes y sirvientes en la forma siguiente: dos pesos cuatro
reales por la velación en la media noche al santísimo sacramento la noche
del jueves santo: cinco pesos por lo que trabajan en la semana santa; y dos
pesos por la trasnochada de la pascua según la costumbre56.
Dada la importancia de estas festividades, con seguridad dichos
toques continuaron efectuándose a lo largo del siglo XIX, sin, empero,
aludirse directamente en la ordenanza de 1872. Podría suponerse su correspondencia con el “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del
día que precede a las grandes festividades”, efectuado la madrugada previa
a una conmemoración importante del calendario litúrgico. De ser así, se
habría reducido drásticamente el número de toques a fin de no importunar el descanso nocturno.
w (Marán) “Repiques por la víspera y fiesta de los Santos Patronos de
la ciudad de Santiago (Santiago y San Francisco Solano)” (artículo
16 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique en la víspera de grandes Festividades (a las
doce del mediodía y a las oraciones)” (artículo 11 de 1872); “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede a las
grandes festividades” (artículo 11 de 1872); “Repique de llamada a
misa en las grandes festividades” (artículo 13 de 1872); “Repique
de conclusión de la misa en las grandes festividades” (artículo 14 de
54
55
56
Por su parte, la ordenanza jesuita señala al respecto lo siguiente: “La mañana de Pascua
repicará a las dos de la mañana un rato y entonces encendidas varias luces en los altares y
en el cuerpo de la iglesia [abre] sus puertas” (Jesuitas ca. 1750).
Cuentas 1789: 152v.
a) Cuentas 1832: 12v. b) Dentro de los “sirvientes” se encontraba el campanero.
201
CON MI VOZ SONORA
1872) “Repiques por la salida y regreso de procesiones que se hacen
en las grandes festividades” (artículo 12 de 1872).
La fiesta del Apóstol Santiago, celebrada el 25 de julio e íntimamente ligada al Cabildo, constituía un evento de extraordinaria importancia para la ciudad colonial. Los festejos comenzaban el día 16 con el
inicio de una novena, que contemplaba paseo del Estandarte Real (los
días 24 y 25), y que finalizaba con una solemne procesión en la cual participaba todo el cuerpo de autoridades civiles y eclesiásticas del reino57.
Como pudo verse, de mano de los gobiernos conservadores esta fiesta cobró nuevo vigor, participando el cabildo (ahora convertido en la municipalidad) muy activamente en dicho renacimiento. Si bien continuaría
su celebración bajo los gobiernos liberales, la festividad comenzó a perder
protagonismo durante la segunda mitad del siglo. En 1863, el esquema
colonial de celebraciones permanecía a grandes rasgos vigente; pero claramente se había reducido el ámbito de la procesión, que además debió
trasladarse al domingo por no ser feriado el día del patrón de la ciudad58:
Ayer [17 de julio] ha empezado en la Iglesia metropolitana la novena de este
glorioso apóstol, la que se reza después de la misa mayor. El sábado 25 a las
cuatro de la tarde habrá vísperas solemnes presididas por el Iltmo. i Rmo.
Señor Arzobispo. La fiesta solemne se traslada al día siguiente, domingo 26
del corriente: pontificará el señor Arzobispo debiendo asistir el clero, las comunidades regulares i la ilustre municipalidad de Santiago […] Antes de la
misa tiene lugar la procesión por el contorno de la Iglesia […] No podemos
dejar de lamentar que el día de nuestro glorioso patrón sea día de trabajo.
En todo país cristiano es día festivo aquel en que se celebra la fiesta de su
protector. Nada será más conforme a los deseos de la santa Iglesia que el que
se solicitara que este día fuese elevado a la categoría de festivo59.
57
58
59
Archivo Nacional, Fondo varios. Volumen 217, fojas 2-35. Tabla de ceremonias y etiqueta
del Cabildo de Santiago (1760), citado en Valenzuela 2014: 327-329.
Durante la Colonia, la Fiesta del Apóstol Santiago era considerada fiesta “de guarda”. La
víspera era día feriado (Archivo Nacional, Fondo varios. Volumen 217, fojas 2-35, Tabla
de ceremonias y etiqueta del Cabildo de Santiago (1760), citado en Valenzuela 2014: 336).
La Revista Católica, “Novena i fiesta del apóstol Santiago, patrón principal de nuestra
ciudad”, 18 de julio de 1863, Nº 779.
202
Clasificación de los toques
Como ocurre en otros casos, la ordenanza de Valdivieso no asignó
un toque especial a esta celebración, que de seguro se acompañó con repiques festivos a lo largo de todo el período estudiado. Es muy posible que
a partir de 1872 se hiciera uso de una serie de toques, que, de acuerdo a
lo dispuesto en la ordenanza para una fiesta de esta condición, serían los
siguientes (como en el caso de las fiestas patriarcales): un “Repique para
la víspera de las grandes festividades”, que se habría tocado el día 24 a las
doce del mediodía y a la oración; un “Repique para las vísperas o maitines
o trasijo del día que precede a las grandes festividades”, tocado también
el día 24; un “Repique de llamada a misa en las grandes festividades”; un
“Repique de conclusión de la misa en las grandes festividades”; y finalmente dos repiques procesionales, efectuados al momento de iniciar y
acabar la procesión (estos cuatro últimos el día 25).
Toques de fiesta menor
w (Marán) “Repique general por la festividad y publicación de la bula
de la Santa Cruzada” (artículo 15 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique de tercera clase” (artículo 5 y artículo 10 de
1872).
Por definición, la bula de la Santa Cruzada60 “es […] un diploma
pontificio, por el que se conceden al rey de España y a sus súbditos, muchos y muy importantes privilegios, indultos y gracias, a condición de dar
cada uno una pequeña limosna, que en principio se destinaba a los gastos
de la guerra contra los infieles [de ahí su nombre], y que ahora se invierte
en los gastos del culto y la beneficencia”61.
60
61
“En general se llaman Bulas las letras apostólicas o documentos expedidos para determinados asuntos eclesiásticos de importancia e interés: y a veces se ha dado también este
nombre a todos los actos de los Sumos Pontífices de alguna trascendencia y con cierto
carácter de perpetuidad […]. Toda clase de actos pontificios, ordenanzas, constituciones,
cánones o reglas, decretos de indulgencias o de excomunión, rescriptos para el jubileo,
condenaciones doctrinales, juicios de la Iglesia, concesión de beneficios simples, de beneficios de prima tonsura, de beneficios secularizados, de encomiendas de abadías, de siervos
conventuales, de propiedades de manos muertas, de señoríos eclesiásticos, son susceptibles
de ser dados en forma de Bulas” (Alonso y Pérez 1886, tomo I: 371).
a) Alonso y Pérez 1886, tomo I: 373. b) Entre otros beneficios, esta Bula permitía comer
huevos, lácteos y carne durante la cuaresma (Alonso y Pérez 1886, tomo I: 373).
203
CON MI VOZ SONORA
Como puede suponerse, dada su vinculación hispana, esta festividad y su respectivo repique desaparecieron una vez establecida la República. Así fue, de hecho, hasta el año 1824, fecha en que el vicario apostólico
Juan Muzzi (quien, de acuerdo a lo señalado, visitó Chile por aquel entonces) restituyera su ejercicio, aun estando desligado el país de la Corona
española62. Lo propio haría el Papa Pio IX, quien, mediante una Constitución Apostólica expedida en junio de 1850, concediera los beneficios de la
bula a la República chilena “con corta diferencia, respecto del modo como
se gozaba cuando formábamos parte de la nación española”63.
Pese a su evidente existencia, la ordenanza arzobispal no señaló ningún toque específico a esta fiesta, cuya publicación debía tener lugar en la
primera Domínica de Adviento. Muy posiblemente se acompañó en esta
nueva versión con un repique de tercera clase, el de uso más extendido
dentro de la nueva ordenanza.
w (Marán) “Repiques con tres campanas en las vísperas y días de las
fiestas menos solemnes” (artículo 17 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique de tercera clase” (artículo 5 y Artículo 10 de
1872).
A diferencia de la ordenanza de Valdivieso, el reglamento de Marán
se refirió expresamente a los toques destinados a las fiestas menores. Ello
no implica que dichas celebraciones no se acompañaran con toques de
campanas al momento de publicarse la ordenanza de 1872. Sin embargo,
la designación de toques para estas fechas parece obedecer a un tipo de
toque más general. Dado lo dispuesto para su uso, lo más probable es
que en estas ocasiones se efectuara un repique de tercera clase (como en
el caso precedente), pues “[…] jeneralmente, siempre que haya de repi62
63
Boletín Eclesiástico, “Se publica la concesión del Indulto de la Bula de la Cruzada”, 25 de
noviembre de 1852, tomo I: 515-519.
a) Boletín Eclesiástico, “Se publica la concesión del Indulto de la Bula de la Cruzada”, 25
de noviembre de 1852, tomo I: 515-519. b) En la versión de Muzzi, la Bula consideraba el
pago de limosnas (que debían invertirse a libre arbitrio), pero no la difusión pública de los
beneficios obtenidos mediante este documento, cuyo conocimiento era interino del clero.
La constitución Apostólica de Pio IX mandaba que se compraran “los sumarios respectivos
que se van a imprimir i publicar” como un medio de informar a la población sobre las
gracias que por ese medio podían obtenerse (Boletín Eclesiástico, “Se publica la concesión
del Indulto de la Bula de la Cruzada”, 25 de noviembre de 1852, tomo I: 515-519).
204
Clasificación de los toques
carse, solo podrá usarse el repique de tercera clase, si espresamente no se
dispone aquí lo contrario”64.
Toques de muerto
w (Marán) “Agonías generales” (artículo 6 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de las nueve de la noche” (artículo 18 de
1872).
Este toque, que también se efectuaba a las nueve de la noche, se
habría implementado como una medida paliativa, dada la prohibición de
pulsar campanas entre las Ánimas y las Aves Marías:
Y para que los q[ue]. fallescan en aquellas horas no se priven delas oraciones dela piedad de los fieles, se dara una agonia general […] donde
hubiere campana destinada a este fin, para q[ue]. se les adelanten los sufragios, quedando en su vigor la practica, de tocarse de dia en los casos
ocurrentes65.
Imagen Nº 64. Santiago de Chile, Basílica de la Merced:
Campana “De Agonías” (al centro). Atribuida a Arrau, 1756.
Como se dijo anteriormente, la ordenanza arzobispal señaló un toque de antigua data que debía seguir tocándose a las nueve de la noche,
64
65
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
a) Marán, artículo 6, foja 150v.
205
CON MI VOZ SONORA
sin, empero, dar cuenta de su función. Es posible que se trate de este
toque, o del Toque de pecadores (o incluso de una tercera emisión del
Ángelus).
w (Marán) “Toque por entierros de párvulos” (artículo 24 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la conducción de un cadáver a la Iglesia o
cementerio” (artículo 16 de 1872); “Toque de Misa de difuntos”
(artículo 16 de 1872).
La mención del Toque por entierro de párvulos constituye una de las
más tempranas alusiones a los funerales infantiles efectuados en Chile66,
costumbre que posteriormente se haría célebre en la cultura popular bajo
el nombre de “velorio de angelitos”.
La ordenanza de Valdivieso no hizo distinción de edad dentro de
los toques de muerto destinados al ámbito civil. Es posible que, en caso
de muerte de niños, se hiciera uso de todos o solo algunos de los toques
empleados en los funerales de adultos: al menos el “Toque por la conducción de un cadáver a la Iglesia o cementerio” y el “Toque de misa de
difuntos”.
Toques litúrgicos de cambio (A)
(Presentes solo en la ordenanza de Marán)
La presente categoría considera un grupo de toques señalados solo en la
ordenanza colonial. Como se dijo anteriormente, esta situación se debe
a diversos factores: cambios políticos, como en el caso de los toques de
asociación hispana; cambios en las formas litúrgicas, como en el caso del
toque de viático para los enfermos; o bien omisiones en la ordenanza de
Valdivieso, como parece ser el caso de toque por la muerte del Papa, el toque de maitines de las capuchinas, o el toque por la elección de prelados
y preladas, entre otros.
66
Según Marco Antonio León, las primeras alusiones a este tipo de funerales se remontan
a fines del siglo XVIII (León 2010: 532). Posiblemente el autor se basó en otras fuentes
para dicha afirmación, que se vería confirmada por lo señalado al respecto en la ordenanza
colonial.
206
Clasificación de los toques
Toques eclesiásticos religiosos y sacerdotales
“Toque que dan las religiosas del monasterio de Capuchinas a las doce
de la noche para congregarse en el coro a maitines” (artículo 8 de 1795).
Como se señaló anteriormente, la ordenanza del obispo Marán no
estimó necesario hacer alusión a toques que se encontraban demasiado
arraigados en el “paisaje sonoro” de la ciudad colonial. Salvo el presente
caso, las alusiones a los toques de horas canónicas son de carácter muy
general (Valdivieso, recordémoslo, no las menciona en absoluto), limitándose el documento a señalar al respecto que:
En cuanto a la hora de tocar las campanas para convocar a los oficios divinos y asistencia al coro en N[ues]tra Santa Yglesia Catedral se observara
puntualmente lo dispuesto en el Paragrafo primero desus reglas consuetas,
q[ue]. corren impresas con las sinodales del obispado67.
La extraordinaria referencia a este toque obedecía a una razón puntual: las señales efectuadas durante la noche que podrían importunar a
los vecinos:
Siguiendo el concejo del Apostol de q[ue]. aninguno causemos molestia,
para q[ue]. no sea vituperado n[ues]tro Ministerio, será bien q[ue]. en todas las casas de Religiosos y Religiosas, no solo se toquen las campanas alas
horas regulares y con la mayor moderacion para las funciones festivas y
funerales q[ue]. se hicieren en el resto del dia, sino q[ue]. cese enteramente
su uso especialmente de noche, para combocar a todos los actos interiores
de sus respectivas Comunidades, a q[ue]. no tenga q[ue]. intervenir gente
de afuera, para lo cual se podran valer de las que estan colocadas en los
claustros. Mandamos q[ue]. asi se practique inbiolablemente […]68.
Pese a ello, la secularización de la ciudad era un escenario aún lejano por ese entonces. Acorde con la idea de la ciudad-convento que
subsistía, el obispo consintió hacer una excepción a esta regla de silencio
nocturno en el caso de las capuchinas: “[…] no solo por ser esto propio,
67
68
Marán, artículo 1, foja 149v.
Marán, artículo 8, foja 151v.
207
CON MI VOZ SONORA
y peculiar de su instituto y no poder tener otra campana intra claustra,
como por el buen exemplo q[ue]. recive el Publico con la consideración
de q[ue]. quando todas las gentes esten entregadas al sueño, y al descanso,
estas Siervas del Señor se mantienen en vela para alavarle a pesar de todas
las intemperies del t[iem]po”69.
Si bien dicho toque no es señalado en la ordenanza de 1872, sabemos que continuó efectuándose al menos hasta la década de 1940, fecha
de publicación del trabajo de Arturo Fontecilla Larraín sobre campanas
y toques coloniales: “En Santiago fue muy popular la campana de las
monjas capuchinas, que usaban y usan todavía para llamar a coro a las 12
de la noche a rezar Maitines”70.
w “Repique por la entrada pública de los obispos” (artículo 15 de
1795).
El s[eñ]or Obispo escribe al Cabildo carta que luego llega a Valparaíso,
Aconcagua o Rancagua, avisando el día en que entrará a esta ciudad; a la
que se le contesta su recibo. Nómbranse los s[eñore]s para la diputación;
sale esta una jornada antes de llegar a la ciudad; hácesele su arenga por el
Cabildo al s[eñ]or Obispo; acompáñale hasta la casa de campo [donde se
hospedaba el Obispo en la víspera de su entrada], va a ella inmediatamente el cabildo; incorpórase a el la diputación, y el s[eñ]or corregidor hace
función, a la cual […] se asiste de gala.
El día de la entrada en público, a la hora determinada, se monta a caballo
como el día del s[eñ]or Santiago, en las casas del Cabildo, y de allí, luego
que avisa el s[eñ]or corregidor o el s[eñ]or decano, a las de la Real Audiencia, y de estas a la de campo, en que espera el s[eñ]or Obispo la diputación
de la Real Audiencia. Acompáñale hasta la igl[esi]a catedral y, cantando el
Te Deum, hasta su casa71.
Este complejo ceremonial, señalado para la ocasión en la Tabla de
ceremonias y etiqueta del Cabildo de Santiago (1760), obedecía ante nada
al carácter foráneo de los obispos durante el período colonial. Dicha si69
70
71
Marán, artículo 8, fojas 151v y 152.
Fontecilla Larraín 1945: 41.
Archivo Nacional, Fondo varios. Volumen 217, fojas 2-35. Tabla de ceremonias y etiqueta
del Cabildo de Santiago (1760), citado en Valenzuela 2014: 314-315.
208
Clasificación de los toques
tuación cambiaría a lo largo del siglo XIX con casos como el de Manuel
Vicuña, José Alejo Eyzaguirre o Rafael Valentín Valdivieso, todos prelados de origen y carrera local. De esa forma, una entrada pública según
el modelo colonial perdía ya su sentido, extinguiéndose así su respectivo
toque, que ahora se limitó al momento de elección del obispo.
w “Repique por las elecciones de prelados y preladas” (artículo 16 de
1795).
Junto con los obispos y otros miembros del cabildo eclesiástico,
la casta más elevada del clero local estaba formada por otros prelados
de alta jerarquía, como eran los provinciales y superioras de los diversos
conventos y monasterios de la ciudad colonial. Su elección revestía suma
importancia para estas comunidades, y se realizaban en un ambiente de
gran expectación y aparato ceremonial, que desde luego consideraba entre sus complementos el pertinente repique de campanas. En el caso de
las comunidades femeninas, estas elecciones eran presididas por el obispo. Luego de celebrar una misa, este llamaba a cada una de las religiosas
(en orden de antigüedad) para que emitieran sus votos, de carácter secreto, y que se depositaban en una caja o jarrón metálico. Una vez jurada
obediencia al obispo, la monja electa era recibida por la comunidad, que
entonaba el himno del Te Deum como forma de agradecimiento por su
nueva dirección. Algo similar podía observarse en el caso de las comunidades masculinas, regidas por la figura del provincial. En este caso, su
elección trascendía los muros conventuales para convertirse en un asunto
de incumbencia para el pueblo y las autoridades civiles y eclesiásticas72.
“Las comunidades celebraban la elección con grandes procesiones y festejos. Numerosos parientes y amigos de los religiosos esperaban con ansiedad e interés los resultados, y que algún amigo o familiar suyo accediese a
altos cargos que los honrarían y de los cuales quizá ellos mismos pudiesen
sacar provecho”73.
72
73
La información respecto a estas elecciones ha sido tomada de Millar y Duhart 2011: 131
y 146.
Millar y Duhart 2010: 146.
209
CON MI VOZ SONORA
Sin duda, estas elecciones continuaron realizándose a lo largo del
período estudiado. Pese a ello, la ordenanza arzobispal no dispuso ningún
toque al respecto. Probablemente, o bien este fuera suprimido en el nuevo reglamento (como una forma de reducir los toques en la ciudad), o
bien (y más posiblemente) no fuera señalado oficialmente por considerarse una práctica interna de las congregaciones; similar al toque de las horas
canónicas y demás señales intra-clausura que habitualmente se hacían oír
en los conventos y monasterios de Santiago.
w “Repique cuando los prelados toman posesión de sus prebendas”
(artículo 16 de 1795).
La toma de posesión de prebendas era la ceremonia mediante la
cual ciertos prelados (pero también otros clérigos menores) se hacían
acreedores de una renta (extraída de los bienes de la Iglesia) en gratificación por servicios prestados a la Catedral y otros templos relevantes74. Se
trataba por tanto de un caso bastante específico, que muy posiblemente
se hubiera señalado en la ordenanza arzobispal. Es probable que si bien
esta ceremonia se continuara realizando, o bien se extinguiera su repique
antes de 1872, o bien se suprimiera en esa fecha como una forma de reducir el número de toques dentro de la ciudad. También podría considerarse
una eventual omisión por descuido.
w “Repique que se da a la oración en la víspera del aniversario de nues-
tra consagración y de nuestros sucesores” (artículo 16 de 1795).
El toque estaba destinado a complementar la víspera de la celebración de la consagración del obispo y quienes le sucederían. Según se
desprende, este se habría efectuado a la oración, es decir, a la hora del
Ángelus, que podía emitirse en la mañana, al mediodía, o al atardecer.
Es posible que dicho repique se efectuara en las tres instancias, o bien al
atardecer, en concordancia con el rezo de las vísperas.
La ordenanza arzobispal no hace alusión alguna al respecto. Al
igual que en el caso anterior, probablemente el toque se extinguió antes
de 1872, pues constituía una instancia demasiado específica como para
74
Donoso 1855, tomo I: 282.
210
Clasificación de los toques
no ser señalada en la nueva ordenanza. De no ser así, este pudo ser suprimido u omitido por descuido.
Toques diarios
w “Aves Marías” (artículo 2 de 1795).
Si el Toque de Ánimas marcaba el cierre de la jornada, el toque de
Aves Marías constituía el polo opuesto75. Era la señal que anunciaba la
proximidad del día y el comienzo de las actividades76. Acorde con la percepción sagrada del tiempo de aquel entonces, junto a su función práctica
de “despertador”, dicho toque debía ser acompañado de las siguientes
acciones espirituales, que traerían consigo la obtención de indulgencias
por los pecados cometidos (como ya se señaló):
Haviendo echado d[de] menos en esta Santa Yglesia Catedral el toque de
las Aves Marias al amanecer q[ue]. se acostumbran dar en todas partes
para q[ue]. los fieles ganen la Yndulgencia Plenaria, y remision de pecados, q[ue]. despues del Papa Juan veinte y dos concedio Benedicto decimo
tercio y confirmo el decimo quarto para todos los q[ue]. a esta hora, al medio dia y al entrar la noche rezaren tres Ave Marías con la condicion deque
una vez al mes en cualquier dia, que se dexa al arvitrio de quisieren lograr
la gracia, se confiese y comulgue; fuera delos cien dias de indulgencia, que
se gana por cada vez q[ue]. se reza la expresada oracion77.
El toque no figura en la ordenanza de Valdivieso. Su extinción, posiblemente previa a 1872, parece lógica. Claramente, su hora de emisión
constituiría un serio problema de “ruidos molestos” para la nueva ciudad
secular.
75
76
77
En realidad, este toque constituye la versión matutina del toque del Ángelus, emitido a un
horario excesivamente temprano.
En Sevilla se acostumbraba tocar la campana mayor de la Catedral durante una hora al
momento de la aurora; media hora antes y media hora después de la salida del sol (Llop i
Bayo 2015).
Marán, artículo 2, fojas 149v-150.
211
CON MI VOZ SONORA
Toques de enfermo
w “Toque de viático para los enfermos” (artículo 12 de 1795).
La privatización de esta práctica litúrgica, iniciada (como se vio) ya
en la década de 1830, trajo como consecuencia lógica la extinción de este
toque para la fecha de publicación de la nueva ordenanza.
Toques de fiesta mayor
w “Repiques por la víspera y fiesta de los Santos Patronos de España
(Santiago Apóstol; Inmaculada Concepción; Santa Teresa de Ávila;
San Juan de Ávila; San Fernando; San Hermenegildo; Nuestra Señora del Pilar; Ángel Custodio de España)” (artículo 16 de 1795).
Debido a ciertas coincidencias, algunos de estos toques lograron
subsistir aún dentro de la República, aunque ya no bajo la forma de su
antiguo patronazgo. En el caso del apóstol Santiago, patrón de España
junto a la Inmaculada Concepción, su condición de patrón de la ciudad
garantizó la continuidad de su toque a lo largo del período estudiado
(como se vio). En el caso de la Inmaculada Concepción, la gran relevancia que adquirió su veneración a partir del año 1855 conllevó de seguro
un aparto de toques acorde al rango de dicha festividad78. En el caso de
Santa Teresa, su festividad estuvo especialmente relacionada a los monasterios carmelitas de la ciudad, de los que era patrona y fundadora79.
En cambio, pueden considerarse extintos los repiques por las fiestas del
Ángel custodio de España; San Fernando y San Hermenegildo, patronos
de la monarquía española; San Juan de Ávila, patrono del clero español; y
Nuestra Señora del Pilar, advocación española por excelencia.
Toques de muerto
w “Agonías por los señores presidentes, por el obispo, o por los reyes”
(artículo 6 de 1795).
78
79
Es posible que, a partir de 1872, se empleara en esta fecha la serie de toques de fiesta mayor
estipulados para casos como las fiestas patriarcales o la del Apóstol Santiago.
Al respecto: “Se declaran días de gran festividad en la Iglesia del Carmen de San Rafael,
para los efectos de la ordenanza de campanas, los del Arcánjel San Rafael, Nuestra Señora
del Carmen, Tránsito de la Santísima Virgen y Santa Teresa […]” (Boletín Eclesiástico,
“Monasterio del Carmen de San Rafael”, 29 de abril de 1872, tomo V: 515).
212
Clasificación de los toques
Como excepción al silencio nocturno, la ordenanza del obispo Marán permitió el toque de agonías solo en caso de autoridades locales o españolas (como pudo verse). Otra muestra más de la representación social
de los toques fúnebres:
En la expresada prohivicion de pulsarse campanas desde las ocho de la
noche hasta las Ave Marias se entienden tambien las agonias por los Moribundos, sino es por los Señores Presidentes, o por nos, y nuestros Subcesores80.
Dada su relación con España, este toque debió extinguirse una vez
consolidada la República, no extendiéndose su continuidad ni siquera al
caso de los obispos.
w “Toque por la muerte del Rey, de la Reina y de los Príncipes de
Asturias” (artículo 18 de 1795).
Dada su vinculación hispana, este toque desapareció una vez consolidada la República.
w “Toque por la muerte del Papa” (artículo 19 de 1795).
Respecto a este toque, segundo en la jerarquía social de toques fúnebre coloniales, la ordenanza de Marán señala lo siguiente:
Por Real C[é]dula de veinte y seis de junio de mil setecientos veinte y
quatro mandada ultimamente observar por otra de nueve de Noviembre
demil setecientos y setenta y quatro, esta prevenido por N[ues]tros Religiossimos Soberanos, q[ue]. estos sus Dominios se celebren exequias,
y hagan las demostraciones correspondientes por los Sumos Pontífices
q[ue]. fallecieren, y q[ue]. se pida a Dios conceda asu Yglesia un sucesor
mas digno para su regimen, conservacion y aumento, y para que esto tenga su debido cumplimiento, luego q[ue]. se tenga noticia de la muerte de
Su Santidad, se anunciara al publico con ciento cincuenta campanadas y
80
Marán, artículo 6, foja 150v.
213
CON MI VOZ SONORA
otros tantos clamores, doblando g[ene]ralmente en todas las Yglesias por
espacio de un quarto de hora en todas las de aquel dia en que se tubiere
abiso, y se executara lo mismo desde el dia dela Vispera de las Exequias81.
La ausencia de este toque en la ordenanza de Valdivieso constituye
una de las más extrañas omisiones del documento. En efecto, la figura
del Papa fue adquiriendo progresiva importancia para la Iglesia nacional,
que vio en Roma una posible salida a los conflictos de jurisdicción con el
gobierno local. ¿Cómo explicar entonces que no se señalara un toque en
ocasión de su muerte? Lo más probable es que el toque se omitiera por
descuido. Mal que mal, habían transcurrido 31 años desde la muerte del
último Papa (Gregorio XVI, en 1846) al momento de promulgarse la
nueva ordenanza.
w “Toque de honras y cabo de año (por muerte de obispo)” (artículo
20 de 1795).
w “Toque cuando va a la casa del difunto el responso del cabildo, hasta que se concluya (por muerte de miembros del cabildo eclesiástico)” (artículo 21 de 1795).
w “Toque por las vísperas del entierro y honra (por muerte de miembros del cabildo eclesiástico)” (artículo 21 de 1795).
La simplificación de los rituales fúnebres, iniciada ya a fines del
siglo XVIII (como pudo verse) habría provocado la extinción de estos toques antes de 1872. De haber sobrevivido hasta esa fecha, estos pudieron
ser suprimidos, como parte del plan de orden de toques que planteó entre
sus objetivos la ordenanza de Valdivieso.
w “Toque por la muerte de los Señores Presidentes, Vice Patronos
Reales” (artículo 22 de 1795).
w “Toque en la víspera de honras por la muerte de los Señores Presidentes, Vice Patronos Reales” (artículo 22 de 1795).
w “Toque por la muerte de los Señores Regentes de la Real Audiencia
81
Marán, artículo 19, fojas 154-154v.
214
Clasificación de los toques
que se hallaren en actual ejercicio” (artículo 23 de 1795).
w “Toque por entierros, honras y cabos de año (Regentes de la Real
Audiencia)” (artículo 23 de 1795).
Dada su vinculación hispana, estos toques desaparecieron una vez
consolidada la República.
Toques de protección
w “Plegarias Particulares” (artículo 11 de 1795).
Dentro de los toques coloniales de protección, se puede distinguir
entre aquellos destinados a un bien común, las Rogativas Generales, y
aquellos destinados a la asistencia espiritual de “personas particulares”. Es
en dicha categoría en la que se inscribe el toque de Plegarias Particulares,
propuesto para alcanzar el amparo divino en situaciones difíciles, como
enfermedades u otros males que aquejaban a los fieles de la ciudad. Se trataba entonces de un toque de carácter “privado”, no obstante, su emisión
solo se permitía en un contexto de Rogativas Generales, cuando todo el
pueblo se volcaba a rogar la misericordia divina:
Se prohibe absolutamente el q[ue]. se toquen Plegarias en las Yglesias por
motivos particulares, pues semejante demostracion solo debe practicarse,
quando se hacen rogativas publicas, o por causas generales q[ue]. interesen
al bien comun82.
Sin embargo, al igual que en el caso del toque de agonías (recién
estudiado) se dispensó su emisión en el caso de necesidad de personas de
gran relevancia social, como eran las autoridades civiles y eclesiásticas del
reino:
Pero como no hay regla g[ene]ral. q[ue]. no tenga alguna excepcion, lo
seran de esta las enfermedades de los Señores Presidentes, las de Nos y
nuestros Subcesores las de los S.S [Señores] Regentes de esta R[ea]l
Aud[ienci].a y demas Señores Ministros de ella, y las de nuestros hermanos los individuos del venerable Dean y Cabildo, en las q[ue]. siendo
82
Marán, artículo 11, fojas 152-152v.
215
CON MI VOZ SONORA
graves, y peligrosas podra impetrarse a Dios por ese medio el remedio de
sus dolencias, siendo justo se haga esta distincion con unas personas q[ue].
tienen tanta parte en el gobierno Espiritual y temporal de los Pueblos83.
Muy posiblemente, el carácter privado de este toque contribuyera
en gran medida a su extinción. Paradójicamente, la exigencia de reserva en
el culto, que tan profundo asidero hallaría durante la segunda mitad del
siglo XIX, habría considerado inadecuado el efectuar toques de campana
por motivos personales que escapaban al bien común84. De no haberse
extinguido antes, es probable que el toque fuera suprimido en 1872.
Señales litúrgicas
w “Señal para convocar al pueblo cuando los curas explican la doctrina cristiana en sus parroquias” (artículo 13 de 1795).
Según se deduce de su morfología (que se estudiará en el capítulo
siguiente), este toque asignaba a la Catedral la tarea de convocar los fieles
a las respectivas parroquias de la ciudad, algunas de las cuales se encontraban bastante apartadas del por entonces centro neurálgico de Santiago.
Este contexto “rural” de la ciudad cambiaría bastante a lo largo del siglo
XIX, quedando estos templos ya no en situación de “extramuros”, sino
insertos dentro una trama urbana en constante expansión. Si a ello agregamos el uso del reloj y la publicación de los horarios de misa en la prensa, parece lógica la extinción de esta señal, probablemente varias décadas
previas a la publicación de la ordenanza de Valdivieso.
Viernes
w “Matracas en Viernes Santo” (artículo 7 de 1795).
Como signo de luto, la Iglesia prohibió universalmente el uso de
las campanas desde el canto del Gloria del Jueves Santo hasta el toque de
83
84
Marán, artículo 11, foja 152v.
De hecho, a excepción de los toques de muerto, considerados de interés para toda la comunidad, la costumbre de tocar las campanas con fines “privados” (como en ocasión de
matrimonios, bautizos, u otros motivos concernientes a un grupo reducido de personas)
fue una práctica inusual, incluso dentro de España, donde se remitió solo a algunos pueblos (Llop i Bayo 2015).
216
Clasificación de los toques
Gloria del Sábado Santo85. El brillante sonido del bronce era reemplazado
por el sordo de las matracas, alegoría sonora del ruidoso terremoto que
habría tenido lugar tras la muerte de Cristo86.
En el caso de la Catedral, es sabido que dicho templo contó con
una matraca al menos hasta fines de la década de 1840, según se desprende de una crónica de Semana Santa publicada en La Revista Católica del
25 de abril de 1849: “A las cuatro de la tarde [del Jueves Santo], el bronco
sonido de la matraca anunciaba al pueblo una nueva ceremonia en la
Iglesia Metropolitana”87.
No obstante, las actuales torres (que no han sido intervenidas sino
hasta el año 2015) no muestran vestigio alguno que permita suponer la
presencia de estos dispositivos, claro indicador de que ya a fines del siglo
XIX la costumbre se hallaba perdida, hasta el punto de no implementarse
matracas en la Iglesia Mayor. Esta ausencia cabe extenderse al resto de los
templos de la ciudad. En efecto, las únicas huellas que parecen quedar de
estos instrumentos son pequeñas matracas de mano (de uso interno) y un
badajo de madera (conservado en el Museo de la Merced) que perteneció
a una campana también de madera (algo sumamente extraño). Probablemente, las matracas “de torre” cayeron en desuso antes de promulgarse la
ordenanza arzobispal, subsistiendo solo el uso de la versión reducida, que
no habría sido señalada en dicho documento88.
85
86
87
88
a) Esta disposición habría sido desatendida en el convento de La Merced, refiriéndose
la ordenanza colonial a esta irregularidad: “[…]se prohive la costumbre q[ue]. hay en el
convento grande dela Merced de combocar con campana para la Procesion de la VeraCruz, que sale de aquella Yglesia el Jueves Santo alas doce dela Noche por ser esta practica
contraria ala disciplina de la Yglesia universal” (Marán, artículo 7, foja 151). b) Dicha
costumbre no es común a todas las iglesias cristianas. La Iglesia ortodoxa rusa toca las
campanas todo el año, incluso el Viernes Santo.
Las matracas adoptaron múltiples formas, tanto en España como en América. Un modelo
muy extendido consistía en una caja de resonancia de madera, provista de martillos interiores. Al ser girada mediante un cigüeñal, esta generaba un efecto de “redoble” de gran
estruendo. Todo parece indicar que en Santiago no existieron tales dispositivos. En su
lugar se optó por un método más simple: un “martillo de madera pendiente de una tabla”
(como se señala en la ordenanza de Marán). En ese sentido, puede observarse una evidente
similitud entre las matracas coloniales descritas en la ordenanza y el “sementaron” o “tocca”; tablas de madera colgadas y percutidas con mazos, que algunas Iglesias Ortodoxas
utilizan durante todo el año para sus toques litúrgicos.
La Revista Católica, “Semana Santa”, 25 de abril de 1849, Nº 178.
Aún pueden oírse matracas de mano en algunos templos de Santiago durante el Viernes
Santo (ante nada en monasterios).
217
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 65. Santiago de Chile, Museo de la Merced:
Badajo de la campana de madera (desaparecida).
w “Toque en memoria de la Pasión y Agonía de Nuestro Señor Jesu-
cristo” (artículo 14 de 1795).
Este toque, que se efectuaba cada viernes a las tres de la tarde (supuesta hora de la muerte de Cristo) en la Catedral, tenía por objeto recordar la siguiente disposición del Papa Benedicto XIV:
La Santidad del Sumo Pontifice Benedicto decimo quarto por un breve
Apostolico […] dado en trece de diciembre de mil setecientos cuarenta
concedio cien dias de perdon a todos los Fieles Christianos q[ue]. en el
dia Viernes de cada semana resaren incados de rodillas a las tres de la tarde
cinco padre n[ues]tros. y cinco Ave Marias, en memoria de la Pasion y
Agonia de N[ues]tro Señor Jesuchristo89.
El toque era habitual en muchas ciudades de Latinoamérica y España (de hecho, en la Catedral de México aún se toca). En el caso local,
es probable su extinción antes de 1872. De haberse mantenido vigente,
posiblemente este se habría señalado en el artículo dedicado a los toques
tradicionales que se mantendrían en uso. De no ser así, su omisión puede
deberse a un descuido.
89
Marán, artículo 14, foja 153.
218
Clasificación de los toques
Toques no litúrgicos de cambio (A)
(Presentes solo en la ordenanza de Marán)
Con solo una excepción, la totalidad de toques aquí contenidos son de
asociación hispana. De ahí su evidente extinción tras la consolidación de
la República. En el caso del toque por la elección del Papa, su omisión en
la ordenanza de 1872 probablemente se deba a un descuido.
Toques civiles
w Repique general por las vísperas y días del nombre del Rey” (artículo 15 de 1795).
w “Repique general por el cumpleaños del Rey” (artículo 15 de 1795).
w “Repique general por la entrada pública de los Presidentes y VicePatronos reales” (artículo 15 de 1795).
Dada su vinculación hispana, los tres toques desaparecieron una
vez consolidada la República.
Toques informativos
w “Repique general que debe darse en cualquiera hora del día o de la
noche en que llegue correo de España con noticia de la salud de los
reyes y su real familia” (artículo 5 de 1795).
w “Repique general que se da por motivos extraordinarios, como parto de la Reina, casamiento del Príncipe, publicación de Pares, u
otros semejantes” (artículo 15 de 1795).
w “Repique general que se da cuando se reciba noticia de nueva elección de Sumo Pontífice” (artículo 15 de 1795).
Respecto a los dos primeros toques, estos desaparecieron una vez
consolidada la República.
Respecto al tercero, muy posiblemente las campanas que sonaron
en ocasión de la elección de Pio IX, en 1846, cumplían aún una función
informativa importante. Para 1872, esta noticia ya se conocería en el medio local a través de otras fuentes de información, remitiéndose la función
de las campanas a un ámbito de complemento simbólico. Posiblemente
no fue señalado en la ordenanza de Valdivieso por descuido (como se
señaló). Al igual que en el caso de muerte del Papa, la muy remota fecha
de ese suceso (1846) pudo contribuir a este olvido.
219
CON MI VOZ SONORA
Toques litúrgicos de cambio (B)
(Presentes solo en la ordenanza de Valdivieso)
El presente grupo considera toques señalados solo en la ordenanza de
1872. Pese a ello, es muy posible (si no demostrado) que estos no constituyeran una innovación de Valdivieso, sino la regulación de un repertorio
tradicional, no señalado en la ordenanza colonial debido a su familiaridad
con la población y el clero. Ello refuerza la hipótesis de una continuidad
colonial a lo largo del período estudiado.
Toques eclesiásticos religiosos y sacerdotales
w “Llamada de los prebendados al coro de la iglesia metropolitana”
(artículo 4 de 1872).
w “Llamada de los prebendados al coro de otras iglesias” (artículo 4
de 1872).
w “Repique por las visitas de prelados” (artículo 10 de 1872).
Según consta en la ordenanza de 1872, el “Repique por las visitas
de prelados” correspondería a aquellos toques que se efectuaban “según
rito o antigua costumbre del arzobispado”90, prueba de su antigua data91.
Esto puede extenderse a los demás toques acá señalados. De ello se tiene
evidencia al revisar el sínodo del obispo Carrasco (1688), en el que se
señala la importancia de las campanas para la organización de la vida
religiosa al interior de la Catedral, “por cuanto el orden de tocar las campanas es el principal gobierno de la Iglesia i del coro”92. Se trataba de toques muy tradicionales, que no fueron señalados en la ordenanza colonial
por corresponder a ese grupo de toques “que estuvieren en costumbre”,
exentos de reformarse.
90
91
92
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
Al respecto, la ordenanza jesuita señala lo siguiente: “Los días que viene la procesión a casa
se repica al [entrar] la procesión a nuestra iglesia y después al salir. Lo mismo se hará […]
cuando el señor obispo de esta diócesis entra en nuestra casa, o sale […]” (Jesuitas ca. 1750).
Carrasco (1688), en Dunigan (1858) Sínodos diocesanos del arzobispado de Santiago de Chile celebrados por los ilustrísimos señores doctor don fray Bernardo Carrasco Saavedra [1688]
y doctor don Manuel de Alday y Aspeé [1763]: 78. (Se hace referencia a este documento en
Valenzuela 2013: 356).
220
Clasificación de los toques
Toques de consagración
w “Sanctus al alzar” (artículo 18 de 1872).
Este toque, previo al Toque de alzar, se encuentra incluido en uno
de los artículos dedicados a aquellos tradicionales que deben mantenerse
en uso, evidencia de su antigua data. Pese a ello, la ordenanza colonial no
lo señaló, refiriéndose solo al toque que le sucedía. Es posible que fuera
añadido con posterioridad, pues justamente la ordenanza intentaba reformar el Toque de alzar, resultando así dudosa la omisión de este toque, tan
íntimamente relacionado. De no ser así, este pudo omitirse por descuido.
Toques de fiesta mayor
w “Repique al pasar la procesión del Santísimo Sacramento por una
iglesia” (artículo 10 de 1872).
Según la ordenanza colonial, el repique del Corpus Christi se remitía únicamente a la Catedral, que hacía uso de todas sus campanas para
este gran toque festivo. No obstante, es lógico suponer que el paso de “La
Sagrada Forma” frente a los diversos templos de la ciudad fuese recibido,
desde luego, con un repique de campanas93. Estos, simplemente no habrían sido contemplados en la ordenanza de Marán, que se preocupó solo
de regular el caso de la Catedral, y que posiblemente los asumió como
algo inherente a dicha solemnidad. De hecho, la ordenanza de 1872 se
refirió a este toque dentro de aquellos casos en que acostumbraba repicar
“según rito o uso antiguo del arzobispado”94.
Señales litúrgicas
w “Llamada a misas privadas en días festivos” (artículo 8 de 1872).
w “Llamada a misas privadas en días no festivos” (artículo 8 de 1872).
93
94
Al respecto, la ordenanza jesuita señala lo siguiente: “Los días que viene la procesión a
casa se repica al [entrar] la procesión a nuestra iglesia y después al salir. Lo mismo se hará
cuando pasa el Santísimo Sacramento o alguna procesión por nuestra calle, aunque no
entre en casa […]” (Jesuitas ca. 1750).
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496
221
CON MI VOZ SONORA
w “Llamada a misas privadas en días no festivos acompañadas de now
w
w
w
w
w
vena o devocionario semejante a novena” (artículo 8 de 1872).
“Llamada para distribuciones ordinarias” (artículo 9 de 1872).
“Llamada a novenarios con predicación i exposición” (artículo 9 de
1872).
“Llamada a reuniones extraordinarias de los fieles” (artículo 9 de
1872).
“Repique para los oficios divinos celebrados con canto” (artículo
10 de 1872).
“Repique para la misa conventual o mayor en las Iglesias principales parroquiales o conventuales” (artículo 10 de 1872).
“Toque por exposición del Santísimo Sacramento” (artículo 10 de
1872).
Junto con los toques diarios, las señales litúrgicas constituían ese
conjunto de toques ordinarios que regularmente marcaban el curso
de la vida religiosa en toda ciudad cristiana. Si bien pudieron existir
diferencias entre aquellos utilizados en tiempos coloniales y aquellos
dispuestos en 1872, claramente su origen antecedía con gran espacio
de tiempo a la promulgación de la ordenanza arzobispal, que probablemente se limitó a regular su morfología bajo un código común a toda
la diócesis. A modo de ejemplo, el Boletín de devoción de La Revista Católica (verdadero muestrario de la actividad religiosa de la ciudad) señalaba en enero de 1847 que “En la Catedral, San Francisco, San Agustín
y Merced [se celebraba] misa cantada todos los días”95. Asimismo, se
celebraban devocionarios96, novenarios, setenarios97, exposiciones del
Santísimo, misas privadas y una vasta serie de liturgias instituidas ya
en tiempos coloniales. Lo más probable es que la ordenanza de Marán
95
96
97
La Revista Católica, “Boletín de devoción”, 1 de enero de 1847 (Nº 111).
“Miércoles 6 [de enero] –La adoración de los Santos Reyes. Por la mañana–. En la Catedral,
Estampa, San Lázaro, Santa Ana, San Agustín, Santo Domingo, Recoleta Dominica, Merced, Carmen Alto y Bajo, Agustinas, Capuchinas, Victoria, Compañía y San Pablo los
miércoles devocionario de nuestra señora del Carmen” (La Revista Católica, “Boletín de
devoción”, 1 de enero de 1847, Nº 111).
“En San Isidro, San Francisco, Santo Domingo, San Agustín, Claras, Carmen Alto, Carmen Bajo, Victoria, Rosas y San Diego concluye el setenario de San José” (La Revista
Católica, “Boletín de devoción”, 12 de marzo de 1847, Nº 118).
222
Clasificación de los toques
considerara dichos toques como demasiado arraigados y simples como
para someterlos a una reforma, omitiéndose así su existencia en el reglamento colonial.
Toques no litúrgicos de cambio (B)
(Presentes solo en la ordenanza de Valdivieso)
A esta categoría solo se adscribe un toque, señaladamente republicano,
como es el “Repique para solemnizar las elecciones del presidente de la
República”. Se trata de la única verdadera innovación del siglo XIX en el
repertorio aquí estudiado.
Toques civiles
w “Repique para solemnizar las elecciones del presidente de la República” (artículo 13 de 1872).
Lógicamente, la asociación republicana de este toque lo desvincula
enteramente del repertorio colonial. Como se dijo anteriormente, su relación con el pasado es más bien simbólica, y debe entenderse como parte
de los elementos litúrgicos utilizados como complementos sacralizadores del nuevo gobierno, que pretendió validarse ante el pueblo mediante
su adhesión a la fe católica. Por otro lado, para la fecha de publicación
de la ordenanza, el gesto de inclusión de este toque presidencial puede
entenderse —además de perpetuación de una tradición iniciada en la
República temprana— como un intento de la Iglesia por mantener ciertos elementos simbólico-religiosos de un “Gobierno católico”, ante un
escenario de creciente secularización.
223
Ca p í tulo VIII
Morfología de los toques
Consideraciones previas
Abordar la morfología de los toques exige ciertas aclaraciones previas, sin
las cuales resultaría muy complejo formarse una idea más o menos acabada de las características constitutivas de cada uno de ellos. De ese modo,
junto con la clasificación funcional antes expuesta, se debe considerar
también una clasificación morfológica, referida a las formas de pulsar las
campanas contenidas en ambas ordenanzas. Estas pueden agruparse bajo
las siguientes familias:
w
w
w
w
w
Dobles o clamores
Repiques
Señales para las misas
Llamadas a los fieles para funciones o distribuciones piadosas
Toques diversos, que escapan a estas familias y se asocian al concepto más general de “toque” (en un sentido amplio), “campanadas”,
“señal”, o a casos más específicos denominados por la liturgia u
ocasión que motiva el uso de las campanas (toque de Agonías, de
Ángelus o de Fuego, entre otros).
225
CON MI VOZ SONORA
A su vez, dentro de este conjunto general de familias de toques, se
pueden distinguir dos grupos: aquellos contenidos en ambas ordenanzas
y aquellos presentes solo en la ordenanza de Valdivieso.
Formas de toque contenida en ambas ordenanzas
w Dobles o clamores
w Repiques
w Toques diversos (llamados Tañidos especiales en la ordenanza de Valdivieso)
Formas de toque contenidas solo en la ordenanza de Valdivieso
w Señales para las misas
w Llamadas a los fieles para funciones o distribuciones piadosas
Definición morfológica
(Formas de toque contenidas en ambas ordenanzas)
Dobles o clamores1
Se entiende por dobles o clamores aquellos toques de muerto efectuados con una doble finalidad (como se expuso anteriormente): notificar
la identidad del fallecido, que se asociaba a un número determinado de
estos toques; y representar su jerarquía social, pues este aspecto definía el
número, mayor o menor, de dobles. Morfológicamente hablando, se trata
del toque pausado y simultáneo de dos campanas, de ahí su nombre. No
obstante, esta definición básica debe considerar cierta revisión, pues no
siempre esta forma de toque involucraba el mismo número de instrumentos. Así, en la ordenanza del obispo Marán encontramos las siguientes
variaciones del término:
1
El término clamores solo se encuentra presente en la ordenanza colonial, que no establece
diferencia entre estos y los dobles, al punto de referirse a ellos como sinónimos. Así ocurre, a modo de ejemplo, en el caso del toque señalado para la conmemoración de los Fieles
Difuntos: “[…] con advertencia que los dobles o clamores se han de dar con mucha pausa
[…]” (Marán, artículo 25, foja 155v).
226
Morfología de los toques
w Dobles con tres campanas, es decir, con tres campanas a la vez.
w Dobles con todas las campanas de la Catedral, es decir, las seis o
más campanas del templo sonando a la vez.
w Dobles generales, es decir, un gran “acorde de acordes” efectuado
con todas las campanas de la ciudad, regidas por las de la Catedral.
w Dobles generales con tres campanas, es decir, dobles con tres campanas en todas las iglesias de la ciudad.
A ello se debe sumar la indicación (señalada para el caso de la conmemoración de los Fieles Difuntos), de que los dobles “[…] se han de dar
con mucha pausa y con intermisión de cuatro minutos […]”2. Es decir,
no se trataba de un solo toque, sino de una serie de varias percusiones
pausadas, separadas por intervalos de silencio de cuatro minutos3.
En la ordenanza de Valdivieso, en tanto, encontramos la siguiente
indicación respecto a esta familia de toques:
Los dobles pueden ser más o menos solemnes, pero cuando se les añade
esquilón o repique, estos no deben exceder de un tercio de minuto en cada
doble. El doble puede ser sencillo, duplicado o triplicado, pero jamás se
duplica ni triplica el esquilón o repique en cada doble4.
Resulta complejo dar un significado preciso a esta compleja indicación, que describe oralmente un tipo de toque de características bien
sofisticadas. Una posible definición podría ser la siguiente: al igual que
para Marán, para Valdivieso los dobles consistían no en un solo golpe,
sino en una serie de golpes intercalados por silencios, que variarían en
proporciones (más o menos solemnes) de acuerdo al rango del fallecido,
o la eventual festividad que acompañaban. Además de ello, el doble
podría ser acompañado del esquilón (o campana menor) o bien por
2
3
4
Marán, artículo 25, foja 155v.
En ese sentido los dobles o clamores coloniales podrían asemejarse a sus homólogos de
ciertas regiones de España. En el caso valenciano, los Clamores consistían en el toque rápido, descompasado y sostenido de varias campanas, produciéndose así una suerte de pedal
rítmico que actuaba como complemento emotivo a la función informativa de los Dobles
(Llop i Bayo 2015).
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
227
CON MI VOZ SONORA
un repique, que no debía(n) exceder un tercio de minuto de la incierta
duración total del doble (¿duraban un minuto?). Por dobles sencillos
duplicados o triplicados podemos entender el número de repeticiones
de cada una de la serie de golpes, que podría ser sencillo (un golpe)
duplicado (dos golpes) o triplicado (tres golpes); no obstante, es difícil
saber a qué se refiere la prohibición de duplicar o triplicar el esquilón
o repique. Posiblemente se relacione a la imposibilidad de repetir los
toques de la campana menor, o del conjunto de campanas al tiempo
que acompañaban los dobles.
Repiques:
Sin duda, el repique es una de las formas de toque que se presta para mayores confusiones, pues no existe consenso general en su morfología, que
varía según países, ciudades y las propias costumbres de los campaneros.
Una definición muy general, según Francesc Llop, podría establecer que
el repique “es cuando dos o más campanas tocan de manera alternada
y rítmica”5 en un contexto festivo. Si bien esta afirmación establece un
principio general, común a todo tipo de repiques, resulta aún demasiado
amplia como para aplicarla sin más al caso de la Catedral y otros templos
de Santiago, que debieron contar con un lenguaje propio en esta familia
de toques, determinado por la tradición local, y por la forma de tocar de
los campaneros. En efecto, la imaginación de ellos jugaba un papel fundamental en la morfología de estos, pues “el campanero debe tocar sin
aburrir ni aburrirse” (como se lo señaló el de Cariñena a Francesc Llop)6.
Es decir, debe respetar un esquema tradicional, pero debe también añadir elementos personales en cuanto a intensidad y pequeñas variaciones
rítmicas, sello de un ejecutante experimentado7. Paradójicamente, es esa
5
6
7
Llop i Bayo 2015.
Llop i Bayo 2015.
Una de las consecuencias de la crisis que enfrentaron las campanas a lo largo del siglo XX
fue la simplificación progresiva de los toques. Al respecto, Francesc Llop señala lo siguiente: “Cuando documentaba campaneros en Aragón para mi tesis doctoral, allá por 1984,
encontramos el mejor ejemplo de este dilema de todo campanero. El primer informante,
el más joven, solamente repetía, sin la menor gracia, el esquema rítmico del toque de
difuntos que había aprendido de su tío, que entonces tenía unos 25 años más que él. Curiosamente, el tío interpreta el toque con mucha más libertad de ritmo, variando compás
e intensidad, sin dejar de atenerse al mismo esquema rítmico de su sobrino. Era el tío, que
228
Morfología de los toques
misma experiencia la que pone límites al afán creativo, pues un exceso
de improvisación desvirtuaría la naturaleza del toque, distorsionando así
su mensaje esencial. En otras palabras, “debe improvisar para no aburrir,
pero sin dejar de comunicar”8.
¿Cómo sonaba un repique en Santiago? En principio parece imposible responder esa pregunta de modo exacto (por razones ya planteadas anteriormente), no obstante, se cuenta con ciertas pistas que
permiten proponer una hipótesis al respecto. En ese sentido resulta
muy valioso el testimonio de Peter Schmidtmeyer, otro de los viajeros
que visitaron Chile en la primera mitad del siglo XIX (entre 1820 y
1821). Su descripción de los repiques efectuados por los frailes proporciona un dato desconcertante de cómo se tocaban las campanas en los
días de fiesta:
Las campanas de las Iglesias no se tocan con badajos y cuerdas, sino que
los frailes las golpean en su borde exterior por medio de trozos de metal.
Los sonidos así obtenidos no pueden entrar en competencia de habilidad
musical con los cambios del tañido atiplado o agudo de una Iglesia Bow,
ni se adaptan mucho para llamar a la gente al servicio divino, pero para las
fiestas y regocijos producen un redoble mucho más alegre y espiritual que
las famosas de aquellas. Los frailes de Santiago parecen muy afectos a ese
juego y se les puede ver en sus torres martillando durante horas y horas,
con apenas una interrupción9.
8
9
había sido sacristán, cantor, maestro de latín y de solfeo, el que me dijo aquello que había
que tocar sin aburrir ni aburrirse” (Llop i Bayo 2015).
Llop i Bayo 2015.
a) Schmidtmeyer 1947: 313 (se hace referencia a ese texto en León 2010: 287). En su
comparación, el autor se refiere al toque inglés del Change Ringing, consistente en diversas
escalas descendentes que varían la sucesión de sus grados. b) Según Francesc Llop, esta
modalidad de toque se habría implementado en ciertos templos donde solo se contaba con
una campana. Al percutirla en diferentes zonas de su perfil, se daría la sensación auditiva
de que se trataba de más de un instrumento sonando (Llop i Bayo 2015).
229
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 66. Santiago de Chile, San Francisco:
Posibles marcas de percusión exterior en la campana de 1846.
Imagen Nº 67. Santiago de Chile, San Francisco: Posibles marcas de percusión exterior
en la campana “Nuestra Señora de Purísima y Nuestro Padre San Francisco”.
¿Así se repicaba?, ¿sin cuerdas ni badajos? Pese a su interés, el testimonio no deja de ser problemático, pues muchas preguntas quedan
sin respuesta. ¿Era una tradición o solo una invención reciente? ¿Hasta
cuándo se mantuvo vigente? ¿Era común a todos los templos de la ciudad, incluida la Catedral? Como sea, y pese a lo extravagante que pueda
parecer esa forma de pulsar las campanas, en el fondo no se trata más que
de un medio técnico para efectuar un toque rápido de forma sencilla, que
bien podría sustituirse acercando el badajo a la pared de la campana, de
manera tal que el impacto sea más cercano, y por ende más veloz (solución a la que yo mismo he recurrido con muy buenos resultados). Así,
más allá de cómo se efectuaban estos toques festivos —según el testimonio
de Schmidtmeyer—, importa más constatar la rapidez que se buscaba en
230
Morfología de los toques
su realización, rasgo común a los repiques extendidos por el mundo hispanoamericano. Y es que el repique era un toque alegre, un derrame de
resonantes percusiones que iba a la par con el ambiente de regocijo de los
días de fiesta. No es de extrañar entonces que esta forma de toque fuera
objeto de alegres tonadas populares. En su visita a Santiago (1822), María
Graham pudo oír a “un tal don Lucas”, que cantó y bailó “con mucha
animación y gracia” la campana, cuya letra dice lo siguiente:
Al mar me arrojara por una rosa,
Pero le temo al agua que es peligrosa.
Repiquen las campanas con el esquilón,
Que si no hay badajo con el corazón.
Pescado salado desecho yo a un lado,
Repiquen las campanas de la catedral.
Por ver si te veo hermosa deidad,
Un clavel que me diste por la ventana.
En una jarra de oro lo tengo en agua.
Repiquen las campanas de la catedral10.
Al menos para el caso de la Catedral, existe un dato curioso que
puede dar luces respecto a cómo debieron repicarse las campanas de ese
templo en gran parte del período bajo consideración: las viejas marcas de
desgaste producidas por el bajado al momento de tocar. En el caso de la
antigua campana mayor, “San Pedro”, estas pueden verse a ambos extremos de la cavidad. De esa forma, es posible suponer que el campanero se
ubicaba bajo esa gran campana, y que con la cuerda (o más posiblemente
con sogas de cuero) daba al badajo un movimiento oscilante, de manera
tal que este chocara en dos puntos opuestos11. Así, mientras el resto de
10
11
Graham 1953: 153.
Las alusiones a la reposición de badajos y sogas de cuero (o látigos) son muy recurrentes en
los “Libros de Cuentas” de la Catedral. De ello puede inferirse el intenso uso de las campanas en el templo: “Me pongo en data 2” 6 nn. Importe de […] un cuero de novillo para
los látigos de las campanas […]” (Cuentas 1792: 225); “Me pongo en data 2” importe de
dos cueros de vaca para los látigos de las campanas […]” (Cuentas 1798: 392v); “Data en
extraordinario veinte y siete pesos que ha importado el badajo de la campana grande que
por estar muy maltratado y en estado casi inservible fue preciso mandarlo hacer de nuevo
[…]” (Cuentas 1833: 12v); “Data en el mismo ramo [gastos extraordinarios] dos pesos
cuatro reales por la compostura de dos badajos chicos de las campanas menores según el
231
CON MI VOZ SONORA
las campanas realizaba diversos patrones rítmicos más o menos rápidos
y variados (ya sea por martillos exteriores, pero más probablemente por
badajos), la campana mayor iría efectuando un contrapunto de valores
más largos, producto de la mayor distancia que debía recorrer el badajo,
y temporalmente regulares, en tanto esta campana debía dar un pie de
estabilidad rítmica al juego sonoro de las medianas y menores12. A grandes rasgos, y con múltiples variaciones, esa debió ser la morfología de los
repiques de la Catedral (y posiblemente de otros templos de Santiago) a
lo largo del período estudiado.
Imagen Nº 68. Santiago de Chile, Catedral:
Antiguas marcas de desgaste en la campana “San Pedro”.
Al igual que en el caso de los dobles, la ordenanza colonial presenta
diversos tipos de repiques, determinados ante nada por el número de
campanas involucradas:
12
recibo Nº 67” (Cuentas 1833: 69v); “Data en ordinarios tres pesos al campanero Bruno
[…] Por tres látigos para las campanas que por hallarse los que tenían inservibles” (Cuentas
1839: 196v); “Data en ordinarios tres pesos al campanero para que compre látigos para
las campanas, por el mal estado de los actuales” (Cuentas 1840: 232); “Data en ordinarios
(2.5) pesos cinco reales por dos látigos para las campanas por hallarse en mal estado los que
actualmente tienen según ha instruido el campanero” (Cuentas 1841: 240v).
Para otros toques de esta campana, parece ser que se empleaba una roldana, que posiblemente permitía tocarla desde el nivel del suelo: “Data en extraordinarios setenta y un pesos
pagados al maestro carpintero Fonseca que ha importado las obras de una puerta nueva
para la torre, una hasta de bandera y una rondana para la campana grande […]” (Cuentas
1833: 15).
232
Morfología de los toques
w Repiques generales, es decir, con todas las campanas de todas las
iglesias.
w Repiques con todas las campanas de las iglesias donde se hace la
función, sin extenderse a las demás de la ciudad.
w Repique con todas las campanas de la Catedral.
La ordenanza de Valdivieso definió también tres clases de repiques,
determinados no por el número de campanas, sino por la duración del
toque, que variaba según el contexto en que tenía lugar:
w Repique de primera clase, es decir, de ocho minutos de duración
y que pueden repetirse tres veces “mediando un intervalo que no
bajará de seis minutos entre la primera i segunda vez”13.
w Repique de segunda clase, es decir, de diez minutos de duración sin
repeticiones.
w Repique de tercera clase, es decir, de cuatro minutos de duración.
Definición morfológica
(Formas de toque contenidas solo en la ordenanza de Valdivieso)
Señales para las misas
Según Valdivieso, “Las señales que se hacen para anunciar a los fieles la
celebración de la misa pueden ser de tres clases. Las de primera clase constarán de doce toques de campana continuados, repetidos por tres veces,
mediando entre uno i otro el espacio de algunos minutos, i concluyendo
el primero con un toque aislado; el segundo con dos i el tercero con tres
para que los fieles conozcan la proximidad de la misa. Los de segunda
clase constan de quince toques de campana continuados que terminan
con tres toques pausados. Los de tercera clase consisten en seis toques
continuados de campana”14
13
14
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
233
CON MI VOZ SONORA
Llamadas a los fieles para distribuciones piadosas
Según Valdivieso, “Las llamadas a los fieles pueden consistir en tañidos
dobles o triples de la campana, interrumpidos por un intervalo de silencio que no bajará de tres minutos. Se dividen en dos clases; los de primera
no pueden exceder de tres cuartos de hora i terminarán con quince toques
continuados; los de segunda clase jamás se prolongarán más de media
hora i terminarán con diez toques continuados”15.
Algunas palabras sobre el oficio del campanero
El estudio morfológico de los toques constituye la instancia adecuada
para detenerse a examinar brevemente la figura del campanero, que constituía una figura singular y paradójica dentro del así llamado “sonido de
la Catedral”; es decir, el conjunto de sonidos asociados a la liturgia en sus
múltiples formas16. En efecto, el gran impacto social de su trabajo (como
pudo ya examinarse) contrastaba agudamente con su posición dentro del
conjunto de trabajadores de la Catedral (y, muy posiblemente, de otros
templos de la ciudad). Al igual que los integrantes de la capilla musical,
el campanero era considerado un sirviente de la Iglesia, pero a diferencia
de ellos, no era considerado —ni por sí mismo ni por las autoridades—
un músico, pese a la evidente asociación de su oficio con el “sonido de
la Catedral”17. En cambio, se vinculaba su trabajo al de los “sirvientes
de la sacristía”, entre los cuales se contaban los sacristanes menores. Las
anotaciones que al respecto hacen los “Libros de cuentas” de la Catedral
constituyen evidencias de aquello18:
15
16
17
18
a) Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872,
tomo V: 492-496. b) El término “tañido dobles o triples de la campana” debe ser entendido como la repetición, dos o tres veces, del toque de la campana.
Véanse pp. 158-159.
En ese sentido, es muy significativo el caso del campanero de Cariñena, entrevistado por
Francesc Llop en la década de 1980. Si bien este manejaba la lectura musical, insistía en
afirmar que “[…] el solfeo se queda debajo de la torre. Yo ahí subo a tocar campanas” (Llop
i Bayo 2015).
En ciertos templos que no contaban con campanero, la tarea de tocar las campanas caía en
los sacristanes. Al respecto, el libro de las Constituciones Sinodales del Obispado de Venezuela y Santiago de León Caracas describe lo siguiente: “En donde no hubiere Campanero,
Las Campanas se han de tocar por los Sacristanes Mayores, o Menores, a los Oficios Divinos
de tercia, Misa Mayor, y Vísperas a las horas, y tiempos que señalamos […]” (Constituciones
Sinodales del Obispo de Venezuela y Santiago de León de Caracas hechas en la Santa Iglesia
234
Morfología de los toques
Me pongo en data 290” P pagados a los 3 sacristanes menores y campanero por sus asignaciones anuales, por mano del sacristán mayor […]19.
[…] 390” P[esos] pagados a los sacristanes menores y campaneros, por la
asignación de sus salarios en esta forma 150” y […] 60” al campanero cuyas
partidas componen lo expresado 390” y respectivos del año de esta cuenta20.
Data en fiestas cuatro pesos distribuidos entre los sacristanes y sirvientes
de la iglesia por gratificación de sus servicios en la función del octavario
de la purísima, que se costea por la vacante de la mitra cuyo gasto es de
costumbre21.
El problema del campanero como músico (y, por ende, el del sonido
de las campanas como música) plantea una compleja discusión sobre definiciones conceptuales que ameritaría un estudio exclusivo. Para efectos
del presente planteamiento, baste reconocer que, desde la perspectiva de
su contemporaneidad, el oficio del campanero ocupaba una posición no
compartida (ambigua si se quiere) dentro del “sonido de la Catedral”: era
un agente de este mundo sonoro, pero no era reconocido como tal, sino
como una suerte de “peón”22 de escasas capacidades… uno de los peor pagados y peor considerados en la “escala social” de sirvientes del templo23.
19
20
21
22
23
Cathedral de dicha Ciudad de Caracas. Aprobadas por la Majestad del Señor Rey Don Carlos
Segundo Año de 1678. Manuscrito Nº 90, volumen I, citado en Martínez 2015: 171).
Cuentas 1793: 279.
Cuentas 1799: 339v.
a) Cuentas 1840: 234. b) Entre estos sirvientes se encontraba el campanero, que debió
efectuar toques en ocasión de dicha festividad.
Al respecto es muy ejemplificador el siguiente dato: “Data en el mismo ramo [gastos ordinarios] cuatro [pesos] a dos peones que subieron a la torre a poner la bandera [por] necesitarse para su colocación de algunas fuerzas para botar afuera el hasta para cuya operación
se escusó el campanero” (Cuentas 1837: 145). Llama la atención las escasísimas veces en
que se menciona el nombre del campanero en la documentación disponible.
a) Llop i Bayo 2015. b) A modo de ejemplo, contrástense los 2 pesos pagados a los sacristanes y campanero por tocar en la Pascua de Resurrección de 1789 (cuentas 1789: 152v)
con los “12 [pesos] pagados a los tres señores saserdotes qe cantaron la passion […]” en la
Semana Santa de 1791 (cuentas 1791: 203), o con los “[…] 8 [pesos] pagados al sochantre
Dn Antonio María […] pr aver cantado la anjélica el savado Sto […]” de 1792 (cuentas
1792: 217). Incluso el cohetero parece haber sido mejor pagado. En 1834 se pagaron “[…]
cinco pesos […] al cohetero Pedro Gonzales por el disparo que se tiró en la procesión del
Sr. Santiago […]” (cuentas 1834: 76v), versus los 4 pesos pagados (en 1840) al campanero
y los sacristanes por haber tocado en el “Octavario de la Purísima” (cuentas 1840: 234).
235
CON MI VOZ SONORA
En ese sentido, resulta muy decidora la afirmación que en 1729 hiciera
Bartolomé Cases respecto al oficio de tocar las campanas; posiblemente,
una opinión compartida por las autoridades eclesiásticas y los “reconocidos” músicos de la Iglesia:
Valese la iglesia de ellas, por no aver hallado más acomodados instrumentos para llamar el pueblo a lo sagrado; pues no pidiendo el tocarlas mucho
arte o industria, es su ribombo sonido el que más se esparce, y dilata,
venciendo los avisos de su lengua, los estorvos de la distancia24.
Pero la realidad era muy distinta. Aparte las destrezas técnico-interpretativas requeridas para la pulsación de las campanas (recientemente
expuestas), el campanero estaba sujeto a un rígido e intenso programa de
obligaciones, que en ciertos templos incluso le exigían vivir en el propio
campanario. Se le hacía responsable de efectuar puntualmente los toques
y cuidar de las campanas, llegando a cobrársele multas por cualquier irregularidad al respecto. Así puede comprobarse en una consueta del siglo
XVIII, en la que se establecen las obligaciones del campanero de la Catedral de Málaga25:
En el Cabildo celebrado el dia II de Enero de 1786 se mandó, con arreglo
al espíritu de la ereccion, estatutos, y costumbre antigua de esta Sta. Iglesia,
que el Campanero viva, y pernocte precisamente en la habitación que tiene
dentro de la misma Torre, sin escusa, ni pretexto alguno, asistiendo á los
repiques, y demás que ocurra, cuidando con el mayor esmero, y vigilancia
de la conservación de las campanas, y evitando en quanto sea posible el que
se casquen, ó quiebren, como se ha visto, con bastante dolor, y freqüencia
en estos últimos tiempos: con la prevencion de que verificándose haberse
quebrado alguna campana por descuido, ó negligencia suya, el Cabildo
tomará las más serias, y oportunas providencias26.
24
25
26
Cases (1729) Campanas sin vida, campanas con alma: 13, citado en Llop i Bayo 1986.
En el caso de la Catedral de Toledo, el campanero “[…] diariamente tenía que presentarse
dos veces (mañana y tarde) al socapiscol [o sochantre] semanero para que este le indicara
los actos litúrgicos para los que debía tocar ese día y el momento que debía hacerlo” (Alonso 2009: 209).
Adiciones al libro que esta Santa Iglesia Catedral de Málaga tiene para el gobierno de su torre
y campanas, y de las obligaciones del campanero (1786).
236
Morfología de los toques
En el caso santiaguino, todo parece indicar que, al menos durante
el período estudiado, el campanero no residía en la torre de la Catedral.
En efecto, existe evidencia que ocasionalmente se le solicitaba “pernoctar”
en el templo, para así efectuar los toques nocturnos que exigían ciertas
festividades, como Pascua de Resurrección y Navidad (como pudo verse):
Me pongo en data de 2” P[esos] pagados a los tres sacristanes y campanero
por haber pernoctado la víspera de la pascua de resurrección […]27.
Me pongo en data 2” P[esos] pagados a tres sacristanes y campanero […]
por pernoctar la víspera de natividad, y su asistencia a la iglesia28.
Data en el mismo ramo [gastos ordinarios] nueve pesos seis reales entregados a los sacristanes y sirvientes en la forma siguiente: dos pesos cuatro
reales por la velación en la media noche al santísimo sacramento la noche
del jueves santo: cinco pesos por lo que trabajan en la semana santa; y dos
pesos por la trasnochada de la pascua según la costumbre29.
Imagen Nº 69. València, Catedral: Bóveda en la casa del campanero,
con un agujero que permite pasar las cuerdas para tocar desde abajo.
27
28
29
Cuentas 1789: 152v.
Cuentas 1790: 183.
Cuentas 1832: 12v.
237
CON MI VOZ SONORA
Sin embargo, del mismo modo que en el caso malagueño, se exigía30
al campanero el cuidado de las campanas y sus instalaciones, e igualmente
corría el riesgo de ser multado por eventuales desaciertos en su trabajo:
Y para q[ue]. esto asi particularmente se execute [tocar las campanas en
la fiesta de Todos Los Santos], mandamos al Sacristan mayor de esta Santa
Yglesia Catedral tenga el mayor cuydado en q[ue]. asi en este dia, como
en los demas en q[ue]. se hace uso delas campanas, no se permita ni fie
la pulsacion de ellas a muchachos q[ue]. toman este entretenimiento
por juego y dibersion, sino que precisam[en].te lo execute el campanero
pagado por la Santa Yglesia, en la inteligencia q[ue]. se le hara cargo de
los defectos, que por su omision y falta de cuydado se notaren en este
punto. Lo mismo mandamos a todos los Parrocos, Capellanes y Preladas
de los Monasterios, y encargamos alos RR [Reverendos]. PP [Padres].
Prelados, Regulares, siendo indubitable que la causa del perjudicial desarreglo q[ue]. se nota a cerca de esto, en el total abandono en q[ue]. se
hallan las torres y campanarios de las Yglesias, que no deben fiarse sin
distinción, a qualesquier persona, sino nombrarse una de juicio, q[ue].
con el titulo de campanero corra con las torres, cuide de q[ue]. las campanas estén siempre corrientes, y que los muchachos no entren a jugar y
descomponerlas, y por conciguiente, q[ue]. sea responsable a sus operaciones, dandole de antemano las instrucciones oportunas para el mejor
cumplimiento de su oficio31.
El hecho que “no se permita ni fie la pulsación de [las campanas]
a muchachos que toman este entretenimiento por juego y diversión,
sino que precisamente lo ejecute el campanero pagado por la Santa
Iglesia” saca a la luz un aspecto relevante: pese a la baja consideración
del oficio, se tenía conciencia de que el toque de las campanas no podía
ser confiado a cualquier persona, sino a alguien familiarizado con estos
instrumentos.
En ese sentido, es necesario referirse a la formación de los campaneros. Según Francesc Llop, es posible distinguir dos tipos de campaneros:
rurales y urbanos. En el caso de los primeros, usualmente se trata del
30
31
En el Reglamento sobre el uso y toques de campana del obispo Marán.
Marán, artículo 25, foja 156.
238
Morfología de los toques
“[…] sacristán de la iglesia, que también toca las campanas. No suele
cobrar y a menudo aprendió de su padre. También sabe cantar la misa
en latín […] Es un hombre soltero, y trabaja generalmente la tierra de
su propiedad”32. En cambio, el campanero urbano “[…] es un hombre
casado, dedicado exclusivamente a tocar las campanas dentro de la iglesia,
trabajo por el que cobra unas cantidades previamente estipuladas. […] no
aprendió el oficio de su padre, sino por una especial vocación, y sus hijos
no le ayudan en sus toques. Tiene algún pequeño taller o trabaja en la
administración como ordenanza”33.
Si bien estas consideraciones se adscriben al caso español, es muy
posible que el ejemplo local presentara características similares, pues
no son escasas las coincidencias entre ambas realidades del oficio. De
hecho, llama la atención que en ambos casos se hable recurrentemente
de un solo campanero y no de un grupo, pese a la evidente necesidad de
contar con varias personas para efectuar ciertos toques. Efectivamente,
si bien existía un campanero titular, tanto en España como en Santiago
este era asistido frecuentemente por un grupo de ayudantes34. Estos
debían seguir las instrucciones sobre el modo de tocar, transmitidas
oralmente por el campanero oficial, y, al igual que este, se exponían a
multas por faltas en su trabajo (como se expresa en la citada consueta
malagueña)35:
32
33
34
35
Llop i Bayo 1986.
Llop i Bayo 1986.
Según se desprende de los “Libros de cuentas” de la Catedral, pues no se ha encontrado
ninguna alusión directa al respecto, en el caso local, estos ayudantes eran posiblemente los
sacristanes menores.
a) Este esquema, de campanero titular asistido por ayudantes, no fue exclusivo del mundo
hispanoamericano. En la Catedral de Chartres (Francia) pueden observarse grafitos en
el campanario norte, donde se da cuenta del nombre del “maître sonneur”, director del
grupo. En el caso de México, en la Catedral de Guadalajara se disponía que el campanero
titular transmitiera su conocimiento a los indigenas, quienes debían ser capaces de componer el reloj además de tocar campanas: “Se propuso por el O[bis]po S.[eño]or canónigo
Truxillo que se adreçasse el relox de la iglesia mediante la falta grande que haze pa[ra] El
buen orden y concierto de las oras canónigas […] y mediante el […] canónigo truxillo le
concertó el adereço del relox por […] en cuarenta p[eso]= y asi mismo por el trabajo quea
de tener enello y enseñar a los Yndios campaneros los puntos y en la forma al cómo se an
de tratar” (Acta de Cabildo. Canónigos Catedral desde 1635 hasta 1651, foja 5, citada en
Martínez 2015: 183).
239
CON MI VOZ SONORA
Que para los repiques á vuelo, y dobles se nombren quatro Ayudantes
[…] que tengan algun oficio con que mantenerse, ademas de que hayan
de ser hombres de juicio, y buena conducta: y las demás personas que sean
necesarias para dichos repiques, y dobles las haya de llevar de su quenta,
y riesgo el Campanero, sin permitir que suban muchachos á la Torre […]
Que mientras estén los quatro Ayudantes dentro de la Torre cumpliendo
con su oficio, observen quanto se les mande por el Campanero, quien les
ordenará quanto conduzca á que se haga el repique, ó doble con la mayor
solemnidad.
Que para los repiques á vuelo estén prontos en la Torre media hora antes,
y para que no puedan alegar ignorancia, se pondrá al fin una lista de las
festividades que tienen estos repiques. Y para los dobles tendrán cuidado
con la señal que debe hacer la campana de los Stos. Patronos; la que oída,
al instante acudirán á la Torre, con la diferencia que deberán ir los quatro
cuando oigan doce, ú ocho campanadas, pero quando solo sea de quatro
campanas, para lo qual se llama con quatro golpes, únicamente acudirán
dos Ayudantes, según que por semanas, ó meses se convinieren entre sí
los quatro.
Finalmente se advierte, para evitar equivocaciones en lo sucesivo, que la
nueva creación interina de estos Ayudantes no quita, ni disminuye en
manera alguna la obligación primitiva, é inseparable del Oficio titular
de Campanero, y las cargas á que está sujeto por la Ereccion; y por consiguiente no podrá omitir, ó retardar los repiques, ó dobles que se deban
dar á las horas precisas, si por alguna casualidad no concurriesen á la Torre ó todos, ó alguno de ellos: y solo en tal caso deberá dar cuenta al Sr.
Dean, para que les imponga la multa que vá insinuada, ó la que tenga por
conveniente36.
36
Adiciones al libro que esta Santa Iglesia Catedral de Málaga tiene para el gobierno de su torre
y campanas, y de las obligaciones del campanero (1786).
240
Morfología de los toques
Imagen Nº 70. Chartres, Catedral: Grafito en la torre norte con el nombre del campanero titular “PIERRE: VALOIS MAITRE: SONneur EN 1765”.
Imagen Nº 71. València, Catedral: Grafito en la torre del Micalet con el nombre del
campanero titular “R [Rafael] AGUADO 1891”.
Como puede verse, el trabajo del campanero distaba bastante de ser
una ocupación mecánica carente de “arte o industria”. Por el contrario,
debía manejar una serie de destrezas, que le permitían llevar con dignidad
el título de campanero: un conocimiento cabal de las disposiciones eclesiásticas en materia de campanas, so pena de ser multado; una relación físicamente armónica con las campanas, que (fruto de una larga experiencia) le
241
CON MI VOZ SONORA
permitiría controlar las cuerdas y el peso del badajo a voluntad, sin que el
esfuerzo le agarrotara los miembros durante los extensos repiques. Sobre
todo, una “intuición” creativa, surgida de una tradición oral, que lo hacía
consciente de las posibilidades expresivas del ritmo y la dinámica (como ya
se expuso), y que lo habilitaba para dar “cada golpe distinto del anterior”37.
Registro morfológico de los toques según clasificación de permanencia
y cambio
Basados en la clasificación de “toques de permanencia” y “toques de cambio” anteriormente expuesta, se procederá ahora a definir las características morfológicas de cada uno de los toques ahí agrupados. De esa forma, junto con obtener un registro morfológico del repertorio, se podrán
evidenciar, tanto en el caso de los toques de permanencia, como en el de
un número de los toques de cambio, los rasgos de continuidad o modificación morfológica que experimentaron los toques a lo largo del período
estudiado38.
Toques litúrgicos de permanencia (A)
(Permanencia demostrada)
La morfología de los toques conservó rasgos esenciales a lo largo del período estudiado. Ambas ordenanzas disponen repiques para el caso de
los toques festivos, y campanadas seguidas de dobles o clamores para el
caso de los toques fúnebres. Existen ciertos casos en qe la morfología del
toque no fue señalada en Marán, pero sí en Valdivieso (como en el caso
del toque de Ánimas y en el de Plegarias). No obstante, es posible suponer
que el arzobispo, lejos de innovar, seguía modelos tradicionales respecto
al modo de tocar, establecidos en tiempos coloniales. Al igual que en la
clasificación funcional, es evidente la permanencia del influjo colonial
en la morfología de los toques hasta fines del siglo XIX. Los factores de
37
38
Esta frase fue utilizada por un campanero entrevistado por Francesc Llop, quien definió de
esa manera la correcta forma de repicar (Llop i Bayo 2015).
Cuando sea posible, se detallará la morfología según la fuente original.
242
Morfología de los toques
cambio dicen relación fundamentalmente con la duración de los toques,
que se hicieron más cortos en 1872, y con el número de templos involucrados, que se vio aumentado a lo largo del siglo XIX.
Toques eclesiásticos religiosos y sacerdotales
w (Marán) “Repique cuando se tenga noticia de la elección de obispo” (artículo 15 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique para solemnizar la elección del arzobispo u
otros prelados mayores” (artículo 13 de 1872).
Morfología (Marán)
Repique general (con todas las campanas de todas las iglesias de la ciudad).
El repique general permitía la superposición de múltiples variantes
de esta forma de toque, propias de cada uno de los templos de la ciudad.
En el resultado total se generaba un efecto rítmico sumamente complejo,
que posiblemente se extendía por un prolongado espacio de tiempo. Estos rasgos pueden aplicarse al resto de los repiques generales contenidos
en la ordenanza colonial.
Morfología (Valdivieso)
Repique de primera clase (ocho minutos de duración que pueden repetirse tres veces), sin especificar el número de campanas o templos involucrados.
Según se desprende de las crónicas sobre la elección de los arzobispos Eyzaguirre y Valdivieso, la disposición colonial de efectuar un repique
con todas las campanas de la ciudad habría continuado vigente en la década de 184039. Como consecuencia de la reforma de Valdivieso, a partir
de 1872 el repique varió en su duración, haciéndose posiblemente más
corto respecto a las pautas tradicionales. Sin embargo, en caso de involucrar a todos los templos de la ciudad, este habría aumentado su potencia,
dada la mayor cantidad de iglesias existentes en Santiago hacia fines del
siglo XIX. Este último rasgo de cambio cabe aplicarse a todos los repiques
generales de la ordenanza arzobispal.
39
Véanse pp. 176-177.
243
CON MI VOZ SONORA
Toques de consagración
w (Marán) “Señal al alzar las Sagradas Especies” (artículo 9 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de alzar” (artículo 18 de 1872).
Morfología (Marán)
[…] vastaria [en lugar del antiguo toque de Plegaria antes citado] q[ue]. al
mismo t[iem]po que se pulsan las campanillas en el coro, y Altar Mayor,
quando se elevan las Especies Sagradas, se toquen tres campanadas con la
campana mayor con intermisiones proporcionadas40.
Pese a su sencillez, este toque presenta originalidades que lo hacen
único. Por un lado, combinaba las agudas campanillas con la grave y resonante campana mayor, produciendo así un atractivo efecto acústico en el
que se mezclaban los sonidos interiores y exteriores del templo. Por otro
lado, es interesante suponer cómo se habría coordinado su realización.
Ello debido a que el antiguo campanario de Toesca se encontraba independiente de la Catedral, y no existía un puente visual que permitiera al
campanero tener noción de lo que ocurría al interior del templo. Este
era un problema recurrente en las iglesias (yo mismo me he enfrentado
a él en varias circunstancias), y se apeló a diversas medidas prácticas para
solucionarlo. En ciertas ocasiones se instalaba una pequeña campana en
la cubierta del templo, que se pulsaba desde el interior para indicar a los
campaneros el momento del toque. No subsisten indicios de ello, pero es
posible que la Catedral de Santiago haya contado con una de esas campanas “de señales”. También es posible que se recurriera al sacristán u a otro
40
a) Marán, artículo 9, foja 152. b) La costumbre de señalar la elevación de las especies con
tres campanadas en la Iglesia Catedral era conocida también en España. Las “Constitvciones Synodales” del obispado de Málaga (1671) señalan al respecto lo siguiente: “Cuando
se alça en la Missa mayor fe haga señal con tres golpes de la campana mayor, segvn se vfa
en la Cathedral, y defde que fe canta el Sanctus no aya otro género de señal con Campana
mayor, ni menor […]” (Constituciones Synodales del Obispado de Málaga. Sin Nº de pág:
1671).
Algo similar podía observarse en la Catedral de València, según lo dispuesto por el campanero Rafael Aguado Romaguera en 1912: “Llegado el momento solemne en que el
sacerdote después de haberla consagrado toma la Sagrada Hostia para elevarla, comienza a
dar vueltas el Cimbalillo [o cimboret] y se toca una campanada con la María después de la
primera vuelta, otra después de la segunda, y otra después de la tercer. Lo mismo se tocará
mientras la elevación del Cáliz” (Aguado 1912).
244
Morfología de los toques
sirviente para dar aviso al campanero y así coordinar el toque simultáneo
de las campanillas y la campana mayor41.
Imagen Nº 72. València, Catedral: El “Cimboret” o campana de señales para coordinar
los toques. Cristóbal García, 1805.
Morfología (Valdivieso)
Tres campanadas con la mayor “al tiempo de alzar”.
Salvo por la presencia de las campanillas, no mencionadas, pero
seguramente usadas en la época de Valdivieso (aún hoy en la Catedral y
otros templos), la morfología de este toque no varió en absoluto respecto
al modelo colonial, prescribiéndose igualmente tres campanadas con la
campana mayor al momento de elevar las Sagradas Especies. La continuidad sonora es aún mayor si se piensa que para la época de Valdivieso,
la campana “San Pedro” continuaba siendo la campana más importante
de la Catedral. En ese sentido, el cambio más significativo que experimentó este toque (según se señalara, de larga existencia en el templo) fue
41
Respecto a las campanillas, el libro de cuentas de 1848 señala lo siguiente: “Data en ordinarios […] doce p a D Pedro Cádiz por doce campanillas para el uso de la Iglesia” (Archivo
de la Catedral de Santiago. Libro manual de las cuentas de esta Santa Iglesia Metropolitana
durante el año de 1848: 17).
245
CON MI VOZ SONORA
el cambio de esta campana colonial por la nueva campana mayor de la
fundición Yungai, a la cual se asignó la tarea de tocar al alzar desde 1899.
Morfológicamente hablando, constituye acaso el más evidente ejemplo
de continuidad entre ambos reglamentos.
Toques diarios
w (Marán) “Toque de Ánimas”, a las ocho de la noche (artículo 3 de
1795).
w (Valdivieso) “Toque de las ocho de la noche” (artículo 18 de 1872).
Morfología (Marán)
La ordenanza colonial es muy poco clara a la hora de definir este toque,
mencionado solo como “[…] la señal, q[ue]. se hace a esa hora por las
animas”42. Dado su carácter “sombrío”, es probable que se tratara de un
toque pausado, con pocas campanas que se habrían tocado de manera
alternada.
Morfología (Valdivieso)
[…] el toque de las ocho debe consistir en solo ocho toques alternados
con las dos campanas, i tres plañidos finales43.
Esta última definición morfológica parece confirmar la hipótesis
anteriormente expuesta. Según se señalara, el Toque de Ánimas fue mencionado entre aquellos de antigua data que debían mantenerse en uso,
posiblemente conservando rasgos de su composición tradicional.
w “Toque de oración (Ángelus)” (artículos 13 y 16 de 1795).
w “Toque de doce del mediodía (Ángelus)” (artículo 18 de 1872).
Morfología (Marán)
La vaguedad del reglamento colonial respecto a dicho toque implica lo
concerniente a su morfología. Es posible que se tratara de una pulsación
42
43
Marán, artículo 3, foja 150.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
246
Morfología de los toques
sencilla, con una o dos campanas en juego que se tocarían de manera
alternada.
Morfología (Valdivieso)
[…] cinco golpes seguidos con la campana menor, tres pausados con la
mayor i otros
Cinco, como los primeros, con la menor44.
Posiblemente destinado a todos los templos de la ciudad. Dado su
carácter tradicional, probablemente el toque conservó una morfología
establecida en tiempos coloniales.
Toques de fiesta mayor
w (Marán) “Repique del Aleluya, el Sábado Santo” (artículo 7 de
1795)”.
w (Valdivieso) “Repique de Sábado Santo” (artículo 14 de 1872).
Morfología (Marán)
Repique general (con todas las campanas de todas las iglesias de la ciudad).
Según la disposición del obispo Marán, una vez comenzado el toque en la Catedral, este habría sido replicado en las demás iglesias de la
ciudad, creando así el consiguiente repique general45.
Morfología (Valdivieso)
Repique de segunda clase (diez minutos de duración), sin especificar el
número de templos involucrados.
De conservarse la costumbre colonial, que otorgaba a la Catedral
el privilegio de anunciar la Resurrección a la ciudad, este se habría extendido desde dicho templo hacia las demás iglesias de Santiago, tal como
44
45
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
Al respecto, la ordenanza jesuita señala lo siguiente: “Tocase el Sábado santo a las 8 la
matraca largo y a la media otra vez a coro y a la Gloria se repicaran las campanas un rato
[…]” (Jesuitas ca. 1750).
247
CON MI VOZ SONORA
ocurriera en el siglo XVIII. Sin embargo, también es posible que dicha
práctica se hubiere extinguido en (o antes de) 1872, y que en su lugar se
acordara una hora específica para realizar el toque, sin hacer distinción
jerárquica entre los templos de la ciudad.
w (Marán) “Repiques por la víspera y fiesta de los Santos Patriarcas y
fundadores de las respectivas religiones” (artículo 16 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique en la víspera de grandes Festividades (a las
doce del mediodía y a las oraciones)” (artículo 11 de 1872); “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede a las
grandes festividades” (artículo 11 de 1872); “Repique de llamada a
misa en las grandes festividades” (artículo 13 de 1872); “Repique
de conclusión de la misa en las grandes festividades” (artículo 14
de 1872); “Repiques por la salida y regreso de procesiones que se
hacen en las grandes festividades” (artículo 12 de 1872).
Morfología (Marán)
Repiques con todas las campanas q[ue]. duren el mismo espacio de t[iem]po.
en las Yglesias en que se hacen las funciones, sin estenderse e otras distintas46.
La alusión a los “repiques” hace suponer que se trataba de un grupo
de toques efectuados en diversos momentos de la festividad, no señalados
con exactitud debido a la costumbre oral que regía su emisión. Tampoco
queda señalada por escrito la duración de los toques, hablándose de “un
espacio de tiempo” de incierta definición. Probablemente, ese espacio de
tiempo era bastante prolongado, como puede desprenderse del testimonio de Schmidtmeyer antes citado47.
Morfología (Valdivieso)
Al igual que la ordenanza colonial, el reglamento de Valdivieso contempla no uno, sino un grupo de varios toques destinados a las fiestas mayores, como eran las patriarcales. Las características morfológicas de cada
uno de ellos serían las siguientes:
46
47
Marán, artículo 16, foja 153v.
Véase página 229.
248
Morfología de los toques
w “Repique en la víspera de grandes Festividades” (a las doce del me-
w
w
w
w
diodía y a las oraciones): Repique de segunda clase (diez minutos
de duración), posiblemente con todas las campanas del templo
donde se celebraba la festividad.
“Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede
a las grandes festividades”: Repique de segunda clase para cada una
de estas funciones, posiblemente con todas las campanas del templo donde se celebraba la festividad.
“Repique de llamada a misa en las grandes festividades”: Repique
de primera clase (ocho minutos de duración que pueden repetirse
tres veces), posiblemente con todas las campanas del templo donde
se celebraba la festividad.
“Repique de conclusión de la misa en las grandes festividades”: Repique de tercera clase (cuatro minutos de duración), posiblemente
con todas las campanas del templo donde se celebraba la festividad.
“Repiques por la salida y regreso de procesiones que se hacen en
las grandes festividades”: Repique de segunda clase a la salida de la
procesión, posiblemente con todas las campanas del templo donde
se celebraba la festividad; Repique de tercera clase a su regreso, posiblemente con todas las campanas del templo donde se celebraba
la festividad.
La vaguedad del reglamento colonial al respecto no permite calcular exactamente el grado de similitud existente entre ambas versiones de
los repiques “patriarcales”. Posiblemente, las mayores diferencias residían
en la duración y momento de emisión de estos toques.
w (Marán) “Repiques por la víspera y fiesta solemne de los Misterios
de Nuestra Religión” (artículo 16 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique en la víspera de grandes Festividades (a las
doce del mediodía y a las oraciones” (artículo 11 de 1872); “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede a las
grandes festividades” (artículo 11 de 1872); “Repique de llamada a
misa en las grandes festividades” (artículo 13 de 1872); “Repique
de conclusión de la misa en las grandes festividades” (artículo 14 de
1872) “Repiques por la salida y regreso de procesiones que se hacen
en las grandes festividades” (artículo 12 de 1872).
249
CON MI VOZ SONORA
En este caso cabe aplicarse lo mismo que para el ejemplo anterior.
w (Marán) “Repiques con todas las campanas de la Iglesia Catedral
por la procesión del Corpus” (Artículo 16 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique por la procesión del Corpus y su octava” (artículo 13 de 1872).
Morfología (Marán)
Repique con todas las campanas de la Catedral “[…] todo el t[iem]po
q[ue]. el Divino y Augusto Sacramento, gane y ocupe desde la salida de
la Yglesia hasta su regreso tambien”48.
De ser así, el toque debió ser bastante extenso, pues continuaba sonando durante la totalidad de la procesión del Corpus, que lentamente se
desplazaba a lo largo de la ciudad de Dios. Seguramente (como se indicó
anteriormente), el repique “sostenido” de la Catedral iba acoplándose a
otros repiques de menor duración provenientes de los diversos templos
de la ciudad, efectuados como una forma de regocijo ante el paso del
Santísimo Sacramento.
Morfología (Valdivieso)
Repique de primera clase (ocho minutos de duración que pueden repetirse tres veces), sin especificar el número de templos involucrados.
La morfología de este toque debió variar repetidamente a lo largo
del siglo XIX. Según Paul Treutler, quien (como se vio) presenció la fiesta
en la década del cincuenta, “[…] cuando en la elevada puerta de la catedral apareció en majestad y esplendor una estatua […] de la Virgen María
[…] volvieron a disparar los cañones y a repicar las campanas de toda la
capital […]”49, evidencia de que ya por ese entonces se empleaba una
versión diferente a la establecida por Marán, alrededor de sesenta años
antes. Es posible que a partir de 1872, o bien se programara una hora de
emisión para el toque (tal como pudo ocurrir en el caso del Repique del
Aleluya), o bien se esperara el inicio del toque en la Catedral, al cual se
unirían los demás templos de la ciudad, que sonarían simultáneamente
durante los lapsos de tiempo estipulados para el repique de primera clase.
48
49
Marán, artículo 16, foja 154.
Treutler 1958: 542.
250
Morfología de los toques
w (Marán) “Toque en la víspera (Todos los Santos) y conmemoración
de los fieles difuntos” (artículo 25 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de víspera del día de la conmemoración de
todos los fieles difuntos (Todos los Santos)” (artículo 17 de 1872).
Morfología (Marán)
En la Conmemoracion de los fieles difuntos se doblara generalmente pero
con tres campanas, empezando el doble alas dos de la tarde del dia de
todos Santos, y terminara al toque de la Ave Maria, suspendiendose desde
entonces hasta las seis del dia siguiente, en q[ue]. se bolvera a empezar
hasta acabada la Misa y oficios de aquel dia, con advertencia q[ue]. los
Dobles o Clamores se han de dar con mucha pausa y con intermision de
cuatro minutos […]50.
Morfología (Valdivieso)
La víspera del día de la conmemoración de todos los fieles difuntos, puede
tocarse diez dobles, a más de los que correspondan al oficio de difuntos,
en donde se hacen oficios solemnes.
No se especifica el número de templos involucrados, pero posiblemente se trate de todas las iglesias de la ciudad.
Como puede verse, el rasgo de continuidad morfológica más evidente entre ambas versiones son los dobles, en concordancia con el carácter
“mortuorio” de esta solemnidad. Desde luego, el toque colonial era bastante más extenso, prolongándose los “dobles o clamores” prácticamente
por espacio de dos días, con breves interrupciones de cuatro minutos. La
versión republicana es en cambio bastante más breve, consecuencia del plan
de simplificación a que sometió los toques el arzobispo Valdivieso.
Toques de muerto
w (Marán) “Toque por la muerte de los prelados de la Catedral” (artículo 20 de 1795).
50
Marán, artículo 25, foja 155v.
251
CON MI VOZ SONORA
w (Valdivieso) “Toque por la vacante del arzobispado” (artículo 19 de
1872).
Morfología (Marán)
Por lo q[ue]. hace a los prelados de esta Santa Yglesia en la hora que se
verifique su fallecimiento, se empesaran a dar en la Santa Yglesia Catedral,
ciento cinc[uen].ta toques de campana con la mayor, luego se seguirán
otros tantos clamores, y continuaran los dobles g[ene]rales en todas la
Yglesias por un quarto de hora en cada una de las del dia, hasta q[ue].
termine el funeral51.
Al igual que en la Señal al Alzar las Sagradas Especies, este caso
ofrece preguntas sobre la coordinación que debió implementarse entre
los templos de Santiago para la realización de los dobles generales. Posiblemente, los campaneros de las demás iglesias aguardarán en silencio
los dobles de la Catedral. De esa forma, al momento de oírlos desde la
distancia, habrían procedido a hacer lo suyo en sus respectivos campanarios, formando así el gran “acorde de acordes” que se esperaba oír en
estas circunstancias. De ser así, el acorde no se habría dado de manera
simultánea, sino más bien desfasada por algunas milésimas de segundo.
También es posible que en realidad no existiera una coordinación entre
los templos, y que los dobles se emitieran indistintamente en cada una
de las iglesias de la ciudad, generando así un continuo flujo de acordes,
provenientes de diversos puntos. Ambas posibilidades caben de aplicarse
a todos los dobles generales contenidos en el documento.
Morfología (Valdivieso)
Cuarenta campanadas con la campana mayor [de la Catedral], mediando
entre ellas treinta segundos, seguidos de treinta dobles con repique por el
fallecimiento del Arzobispo52.
51
52
Marán, artículo 20, foja 154v.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
252
Morfología de los toques
La costumbre de acompañar la muerte del arzobispo con dobles
generales, reflejo de su rango social, subsistía para el fallecimiento de Manuel Vicuña (mayo de 1843), como puede constatarse en un artículo de
La Revista Católica dedicado al respecto53:
El día 12 del presente mes se celebraron las exequias del Ilmo. Señor Arzobispo en la Iglesia metropolitana. Desde el día anterior el doble jeneral de
las campanas y el suntuoso adorno de las puertas del templo anunciaron
la proximidad del homenaje religioso que se iba a tributar a tan querido
pastor54.
Según se desprende de la definición morfológica de Valdivieso, la
composición de este toque habría variado a partir de 1872. Como rasgo
común puede notarse el uso de campanadas con la campana mayor, seguidas de un número de dobles, posiblemente generales, en concordancia
con la tradición y la importancia social del fallecido. Sin embargo, la
presencia de un repique (tal vez general) en la versión de Valdivieso señala
una clara diferencia respecto al modelo colonial. Si bien los repiques eran
ante nada toques festivos, también se les usó en ciertas ocasiones como
parte de un toque fúnebre. Así, la función informativa y solemnizadora
de las campanadas y dobles se vería complementada con la emotiva del
repique, especie de despedida sonora al alma del prelado, que ya gozaba
en el cielo del premio eterno por su labor apostólica. Por otro lado, es
muy notoria la disminución del número de campanadas y dobles, consecuencia del plan de simplificación de los toques de la ordenanza arzobispal. Este último rasgo es aplicable a la totalidad de toques fúnebres de
permanencia aquí estudiados.
w (Marán) “Toque por la muerte del deán” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante del deán” (artículo 19 de 1872).
53
54
En efecto, la ordenanza de Marán destinaba este tipo de dobles solo para acompañar la
muerte de las máximas autoridades del gobierno civil y eclesiástico: “Y a excepción de esos
casos y demas comprendidos en los articulos precedentes, quedan prohibidos los dobles
grales con todas las campanas, y en todas las Yglesias” (Marán, artículo 23, foja 155v.).
La Revista Católica, “Exequias del Ilmo. Sr. Arzobispo”, 15 de junio de 1843, Nº6.
253
CON MI VOZ SONORA
Morfología (Marán)
Ochenta campanadas [con la Campana mayor de la Catedral] y otros
tantos clamores55.
Posiblemente solo con las campanas de la Catedral.
Morfología (Valdivieso)
Treinta campanadas (con la campana mayor de la Catedral) seguidas de
quince dobles. Posiblemente solo con las campanas de la Catedral.
w (Marán) “Toque por la muerte de arcedianos, chantre, maestre es-
cuela y tesorero” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante de otras dignidades” (artículo
19 de 1872).
Morfología (Marán)
Ochenta campanadas [con la campana mayor de la Catedral] y otros tantos clamores56.
Posiblemente solo con las campanas de la Catedral.
Morfología (Valdivieso)
Veinticinco campanadas (con la campana mayor de la Catedral), seguidas
de diez dobles. Posiblemente solo con campanas de la Catedral.
w (Marán) “Toque por la muerte de canónigos” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante de otras dignidades” (artículo
19 de 1872).
Morfología (Marán)
Sesenta campanadas (con la campana mayor de la Catedral) y otros tantos clamores. Posiblemente solo con campanas de la Catedral.
Morfología (Valdivieso)
Veinticinco campanadas (con la campana mayor de la Catedral) seguidas
de diez dobles. Posiblemente solo con campanas de la Catedral.
55
56
Marán, artículo 20, foja 155.
Marán, artículo 21, foja 155.
254
Morfología de los toques
w (Marán) “Toque por la muerte de racioneros” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante de los racioneros y medios ra-
cioneros” (artículo 19 de 1872).
Morfología (Marán)
Cincuenta campanadas (con la campana mayor de la Catedral) y otros
tantos clamores o dobles. Posiblemente solo con campanas de la Catedral.
Morfología (Valdivieso)
Diez campanadas (con la campana mayor de la Catedral), seguidas de
ocho dobles. Posiblemente solo con campanas de la Catedral.
w (Marán) “Toque por la muerte de racioneros” (artículo 21 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la vacante de los racioneros y medios ra-
cioneros” (artículo 19 de 1872).
Morfología (Marán)
Cuarenta campanadas (con la campana mayor de la Catedral) y otros
tantos clamores o dobles.
Posiblemente solo con campanas de la Catedral.
Morfología (Valdivieso)
Diez campanadas (con la campana mayor de la Catedral) seguidas de
ocho dobles. Posiblemente solo con campanas de la Catedral.
w (Marán) “Toque por entierros y honras de personas particulares”
(artículo 24 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la conducción de un cadáver a la Iglesia
o cementerio” (artículo 16 de 1872); “Toque por Vigilia o maitines de difuntos” (artículo 16 de 1872); “Toque de Misa de difuntos” (artículo 16 de 1872); “Toque de Responsos” (artículo 16 de
1872); “Toque por Vísperas de funerales, o cuando se dobla por
fallecidos ausentes” (artículo 16 de 1872).
255
CON MI VOZ SONORA
Morfología (Marán)
En los entierros y honras delas demás personas particulares, se guardara la
costumbre de doblar en las horas acostumbradas, pero solo con tres campanas, y unicamente en la Yglesia donde se hace la funcion, en la Parroquia al t[iem]po de salir la cruz, y en la Catedral si pidiesen los dolientes,
segun lo que se halla determinado a cerca de este particular57.
Llama la atención el uso de dobles con tres campanas, la misma
formación que, amplificada, se implementará en los Dobles generales con
tres campanas que se hacían oír la Víspera y Conmemoración de los Fieles
Difuntos. Es posible que este tipo de doble, asociado a las personas particulares, fuese “magnificado” en dicha ocasión, como una alegoría de las
múltiples almas que se veneraban aquel día.
Morfología (Valdivieso)
w Toque por la conducción de un cadáver a la iglesia o cementerio:
cinco dobles.
w Toque por Vigilia o maitines de difuntos: ocho dobles.
w Toque de Misa de difuntos: cinco dobles.
w Toque de Responsos: alrededor de cinco dobles.
w Toque por Vísperas de funerales, o cuando se dobla por fallecidos
ausentes: ocho dobles.
Como rasgo común se conservan los dobles. De seguro, estos se
volvieron más acotados a partir de 1872, en concordancia con la simplificación y orden en los toques que se buscó.
Toques de protección
w (Marán) “Rogativas generales” (artículo 11 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de Plegaria (rogativas)” (artículos 6 y 15 de 1872).
57
Marán, artículo 24, foja 155v.
256
Morfología de los toques
Morfología (Marán)
La ordenanza colonial no ofrece pista alguna respecto a la morfología de este toque, que debió considerarse demasiado conocida como
para señalarse oficialmente58. En el caso de España, el toque de rogativas
consistía en la oscilación continua de una sola campana, que se mantenía
sonando a lo largo de toda la respectiva procesión penitencial59. Era un
toque austero, acorde con el carácter grave de esta forma litúrgica. Posiblemente, el toque conservó rasgos morfológicos heredados de la tradición hispana. También es probable que el toque se hiciera oír en diversas
instancias de la rogativa: en la procesión inicial, a lo largo de la respectiva
novena y en la solmene misa y procesión que la culminaba.
Morfología (Valdivieso)
La ordenanza arzobispal se refiere en dos artículos a este toque, señalando
primero su morfología:
La plegaria consiste en un tañido continuado con pausa, alternando cada
dos toques de esquilón o campana menor con el de la mayor60.
Y luego la duración y momento de su toque:
El toque de plegaria solo puede durar el tiempo de la misa i preces
que la motivan; i si hai procesión, cuatro minutos al salir i cuatro al entrar dicha procesión. En los casos estraordinarios, cuando no hai misa ni
procesión, el tañido no debe prolongarse más de diez minutos61.
Como en el caso del Toque de Ánimas, muy posiblemente la versión
de 1872 fue la continuación de una tradición colonial, caracterizada por
la sencillez y el poco número de campanas involucradas. Probablemente,
los signos de cambio tuvieron relación con la duración y el momento de
emisión del toque, consecuencia de la transformación ritual que a lo largo
del siglo experimentaron las rogativas.
58
59
60
61
Su mención se desprende de la prohibición de tocar plegarias particulares fuera de las
rogativas generales (Marán, artículo 11, fojas 152-152v).
Llop i Bayo 2015.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
257
CON MI VOZ SONORA
Señales litúrgicas
w (Marán) “Toque por sermón en la Catedral” (artículo 13 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique por Misa solemne celebrada con sermón y
concurso del pueblo” (artículo 11 de 1872).
Morfología (Marán)
Treinta campanadas, posiblemente con la campana mayor de la Catedral.
Morfología (Valdivieso)
Repique, posiblemente con todas las campanas de la Catedral o iglesia
en cuestión.
Contrario a lo usual, en este caso la ordenanza de 1872 presenta un
toque más complejo que su homóloga colonial62.
Te Deum
w (Marán) “Toque de Te Deum” (artículo 15 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique para los días de regocijo público” (artículo
13 de 1872).
62
Al respecto, la ordenanza jesuita señala lo siguiente: “Los sermones de cuaresma se hacen
por las mañanas y tocan […] antes luego que se acabe el ejemplo y la disciplina con solo
una campana la mayor, y si no hubiere ejemplo a las siete y media se da las […] que dure
siempre media hora el toque de la noche y al fin se tocará a las […] Después el mismo
día del sermón por espacio de un cuarto de hora y [ultima] […] a las nueve de la mañana
toca otra media hora, luego sale la Misa del sermón con todos los acólitos y se encienden
dos velas más en el altar y el sermón se empieza a las diez en punto para el cual se toca la
campana de Comunidad antes que llegue la misa al consumir. A los sermones de cuaresma
que se predican por las tardes se toca con una campana grande a las doce del día después
de las Avemaría por espacio de media hora y luego a las cuatro de la tarde otra media hora;
luego se toca la campanilla de la comunidad y sale [se da] el sermón […] Los viernes de
cuaresma que acaeciere ser día de fiesta, la misa del sermón será cantada y las demás rezadas
&. Las demás misas del año que hay sermón, es con misa cantada solemne y así se repica la
noche antes primero a las Ave Marías un cuarto de hora, después si es invierno de las siete
a las ocho. Con esta forma: dase primeramente un repique largo, luego se toca la campana
grande, pausado a sermón. Después se da otro repique hasta las ocho en que a las Ánimas
en verano el repique de la noche, a las 8 hasta las 9. El día siguiente se repica el alba un
poco, luego se toca con la campana a sermón, al fin se da otro repique de suerte que todo
dure un cuarto de hora solamente. Luego a las nueve de la mañana se repica media hora,
después se deja, y se toca a coro con la campanilla de la Comunidad y sale la misa en cantado la epístola se toca la campanilla de la comunidad; a sermón de verano se comienza
media hora antes” (Jesuitas ca. 1750).
258
Morfología de los toques
Morfología (Marán)
[…] empesara el repique al t[iem]po. de entonarse [el Te Deum] y durara
todo el que tardare en concluirse esta seremonia, practicamente lo mismo
en todas las Yglesias de la ciudad, luego q[ue]. oygan pulsar las campanas
de la Catedral63.
Morfología (Valdivieso)
[…] repiques de primera clase […] comenzando las [campanas] de la Metropolitana i siguiendo las demás64.
Las similitudes morfológicas entre ambas versiones son evidentes.
Ambos documentos señalan el uso del repique, que se extendería desde
la Catedral a los demás templos de la ciudad, creando así el consiguiente
repique general. Posiblemente, las principales diferencias se limitaron a
la duración (un toque continuo en Marán versus un toque de tres partes
en Valdivieso) y a la intensidad sonora, dada por el mayor número de
templos de la ciudad hacia fines del siglo XIX.
Toques no litúrgicos de permanencia (A)
(Permanencia demostrada)
Dada su particular función, es muy posible que la morfología del toque
aquí contenido no experimentara cambios sensibles a lo largo del período
estudiado.
Toques de alarma
w (Marán) “Toque de fuego” (artículo 3 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de fuego” (artículo 23 de 1872).
63
64
Marán, artículo 15, foja 153v.
Esta descripción corresponde a la del repique efectuado en ocasión del retorno de las tropas del norte, antes citado. Posiblemente, este formato se extendió a las demás fiestas de
regocijo público donde se entonaba el Te Deum. (Boletín Eclesiástico, “Acciones de gracia a
Dios por los triunfos del Ejército del norte”, 10 de marzo de 1862, tomo VIII: 26-28).
259
CON MI VOZ SONORA
Morfología (Marán)
La morfología de este toque, de la cual no da indicio alguno la ordenanza colonial, debió ser bastante particular. Tenía que diferenciarse de los
toques habituales para así comunicar el desarrollo de un acontecimiento
extraordinario, grave y urgente. Posiblemente se trataba de un toque continuo (golpes repetidos), efectuado con una sola campana (tal vez dos o
incluso tres, pero difícilmente con todas las campanas de la iglesia), pero
sobre todo muy rápido, a fin de transmitir esa sensación de alarma que se
buscaba difundir65.
Morfología (Valdivieso)
La ordenanza de 1872 tampoco se refiere a la morfología de este toque.
Muy posiblemente, esta no experimentó cambios significativos a lo largo
del período estudiado.
Toques litúrgicos de permanencia (B)
(Permanencia supuesta)
Respecto a la continuidad de los rasgos morfológicos, en el presente grupo cabe observarse algo similar a lo señalado para el caso de los toques
litúrgicos de permanencia demostrada. Esto es, repiques para el caso de
las fiestas y otros toques cuya morfología, de origen colonial, continúa
durante la República. La excepción está dada por el toque de entierro de
niños. En su versión colonial, este presenta la particularidad de sustituir
los tradicionales dobles por un repique.
Toques diarios
w (Marán) “Toque por pecadores a las nueve de la noche” (artículo 3
de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de las nueve de la noche” (artículo 18 de 1872).
Morfología (Marán)
Nueve campanadas a las nueve de la noche.
65
En algunas ciudades de España, el toque de fuego también indicaba, por medio de un
número de campanadas, el barrio donde tenía lugar el incendio (Llop i Bayo 2015).
260
Morfología de los toques
Morfología (Valdivieso)
Como se dijo anteriormente, existen dudas respecto a la alusión a este
toque en la ordenanza arzobispal, no pudiendo determinarse si se refiere
al presente caso o al toque de agonías generales (o a una tercera emisión
del Ángelus). Tampoco se definió su morfología, limitándose solo a señalar la permanencia de su uso. En caso de referirse a este toque, es posible
que conservara rasgos morfológicos devenidos de la tradición colonial. Es
decir, una serie de campanadas pausadas.
Toques de fiesta Mayor
w “Repiques y toques que se dan en la noche víspera de Pascua de
Navidad y de Resurrección, para los Maitines y Misa Solemne”
(artículo 4 de 1795).
w “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede
a las grandes festividades” (artículo 11 de 1872).
Morfología (Marán)
Como ocurre en otros casos, la ordenanza colonial es muy vaga respecto a
esta serie de toques, omitiendo su morfología y el momento exacto de su
emisión, que debieron transmitirse oralmente. A juzgar por la escritura,
es posible suponer que se trataba de dos tipos de pulsación: los consabidos repiques, complemento indispensable de cualquier festividad, y otro
conjunto de “toques”, de incierta definición.
Morfología (Valdivieso)
w Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede a
las grandes festividades: Repique de segunda clase (diez minutos de
duración), posiblemente con todas las campanas de la ciudad.
De usarse estos toques en dicha circunstancia, claramente se simplificó el modelo colonial. Posiblemente, la versión del siglo XVIII contaba con toques más numerosos y extensos, que (como pudo verse) se
extendían por toda o gran parte de la noche66.
66
Véanse páginas 200-201 y 237.
261
CON MI VOZ SONORA
w (Marán) “Repiques por la víspera y fiesta de los Santos Patronos de
la ciudad de Santiago” (Santiago y San Francisco Solano)” (artículo
16 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique en la víspera de grandes Festividades (a las
doce del mediodía y a las oraciones)” (artículo 11 de 1872); “Repique para las vísperas o maitines o trasijo del día que precede a las
grandes festividades” (artículo 11 de 1872); “Repique de llamada a
misa en las grandes festividades” (artículo 13 de 1872); “Repique
de conclusión de la misa en las grandes festividades” (artículo 14
de 1872); “Repiques por la salida y regreso de procesiones que se
hacen en las grandes festividades” (artículo 12 de 1872).
En este caso, cabe observarse lo mismo que lo dispuesto para las
fiestas patriarcales y otras fiestas solemnes del calendario litúrgico.
Toques de fiesta menor
w (Marán) “Repique general por la festividad y publicación de la bula
de la Santa Cruzada” (artículo 15 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique de tercera clase” (artículo 5 y artículo 10 de
1872).
Morfología (Marán)
Repique general.
Morfología (Valdivieso)
Repique de tercera clase (cuatro minutos de duración).
Como rasgo común se observa el repique, que pudo variar de un
repique general a uno más simple.
w (Marán) “Repiques con tres campanas en las vísperas y días de las
fiestas menos solemnes” (artículo 17 de 1795).
w (Valdivieso) “Repique de tercera clase” (artículo 5 y artículo 10 de
1872).
262
Morfología de los toques
Morfología (Marán)
Repiques con tres campanas se daran en las visperas y dias de las fiestas
menos solemnes, y en los demas casos, y funciones en q[ue]. se ha acostumbrado a hacerlo; pero con tal q[ue]. esto solo sea de dia, y de que esta
clase de repique no pase de cinco minutos67.
No se especifica el número de templos involucrados, pero posiblemente el repique se limitaba solo a la iglesia donde se realizaba la función.
Probablemente se hacía uso de todas las campanas del templo.
Morfología (Valdivieso)
Repique de tercera clase (cuatro minutos de duración), posiblemente con
todas las campanas de la iglesia donde se celebre la función.
De utilizarse el repique de tercera clase en estos casos, la mayor
diferencia entre ambas versiones del toque (aparte de los aspectos rítmicos y número de campanas o templos involucrados) estaría dada por la
repetición, que establece el reglamento colonial al hablar de “repiques”, y
no de un solo toque, como sería el caso de Valdivieso.
Toques de muerto
w (Marán) “Agonías generales” (artículo 6 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque de las nueve de la noche” (artículo18 de 1872).
Morfología (Marán)
Y para que los que fallescan en aquellas horas [entre las 20:00 pm y las 4:30
o 5:30 am] no se priven delas oraciones dela piedad de los fieles, se dara
una agonia general q[ue]. no pasara de diez pulsaciones a las Nueve de la
noche en todas las Iglesias donde hubiere campana destinada a este fin68.
67
68
Marán, artículo 17, foja 154.
Marán, artículo 6, fojas 150v-151.
263
CON MI VOZ SONORA
Morfología (Valdivieso)
En este caso, cabe observarse lo mismo que lo señalado para el Toque de
pecadores. Al menos en sus rasgos morfológicos esenciales (una campana
tocada pausadamente), el toque habría conservado lo establecido por el
reglamento colonial.
w (Marán) “Toque por entierros de párvulos” (artículo 24 de 1795).
w (Valdivieso) “Toque por la conducción de un cadáver a la Iglesia o
cementerio” (artículo 16 de 1872); “Toque de Misa de difuntos”
(artículo 16 de 1872).
Morfología (Marán)
[…] repiques en los entierros de los Parbulos […] solo se darán en la
Parroquia al t[iem]po de salir la cruz, y en la Yglesia en que se sepultare
el cuerpo, guardando en este punto lo prevenido en el Ritual Romano69.
Resulta interesante el uso de repiques en lugar de los tradicionales
dobles. Aquello pudo obedecer, al igual que en el caso de los prelados, al
carácter de celebración que se dio a ciertos funerales. Si el obispo era una
persona santa, que iba directamente al cielo, lo mismo cabría de aplicarse
al caso de los niños bautizados, cuya inocencia y falta de pecados garantizaba el premio de la salvación una vez fallecidos.
Morfología (Valdivieso)
Toque por la conducción de un cadáver a la Iglesia o cementerio: cinco
dobles.
Toque de Misa de difunto: cinco dobles.
De emplearse los toques precedentes en estos casos, se cambió el
sentido festivo del repique por el fúnebre de los dobles. También se trataría de una versión más simple, limitada a un número específico de dobles
en lugar de la serie de repiques coloniales.
.
69
Marán, artículo 24, foja 155v.
264
Morfología de los toques
Toques litúrgicos de cambio (A)
(Presentes solo en la ordenanza de Marán)
Dentro del presente conjunto, podemos distinguir tres tipos de toques:
repiques, asociados a las festividades; campanadas, y dobles (o clamores),
asociados a las ceremonias fúnebres; y otro grupo de señales diversas, cuya
morfología se asociaba a un rito en particular. Como se dijo anteriormente, estas pautas morfológicas habrían encontrado continuidad a lo largo
del período estudiado.
Toques eclesiásticos religiosos y sacerdotales
“Toque que dan las religiosas del monasterio de capuchinas a las doce
de la noche para congregarse en el coro a maitines” (artículo 8 de 1795).
Morfología
Como pudo verse, la ordenanza colonial permitió el toque de capuchinas como una excepción al silencio nocturno, justificada ante nada por
el ejemplo edificante que este irradiaba a la ciudad. No obstante, se les
previno “que el tañido de su campana no pase de cuatro minutos para que
no reciba molestia el vecindario”70. Posiblemente, se trataba de un toque
muy sencillo, efectuado con una sola campana, que se habría pulsado con
golpes continuos, o con golpes continuos alternados por silencios71.
70
71
Marán, artículo 8, foja 152.
Hasta el día de hoy, este monasterio cuenta solo con una campana en su torre (de muy
peligroso acceso). A esta se añaden otras dos campanas de señales ubicadas al interior del
claustro, una de las cuales se denomina “cencerro” debido a su pequeño tamaño. Aunque
ya no efectúan el mencionado toque de maitines, existe una serie de señales internas de la
comunidad, que se realizan con las dos campanas del claustro. Ahí puede verse un letrero
con la explicación de cada una de ellas, que es la siguiente:
Madre. María Pía: 1 campana. 2 tan tan.
Hermana María Bernar da: 1 tan tan.
Hermana María Julieta: 1 repiquete. 1 campana.
Hermana María de los Ángeles: 3 tan tan. 1 campana.
Hermana María Oriana: 1 campana. 3 tan tan.
Hermana María Olga: 2 campanas. 2 tan tan.
Hermana María Francisca: 1 tan.
Hermana María Carmen: 1 tan tan. 1 campana.
Además, el monasterio posee una especie de matraca metálica (con forma de teja romana),
que se hace sonar en casos de emergencia.
265
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 73. Santiago de Chile, Monasterio de las Capuchinas:
Aspecto de la torre, con el cordel para efectuar toques con la única campana.
“Repique por la entrada pública de los obispos” (artículo 15 de 1795).
Morfología
Repique general72.
“Repique por las elecciones de prelados y preladas” (artículo 16 de 1795).
Morfología
Repiques con todas las campanas q[ue]. duren el mismo espacio de
t[iem]po. en las Yglesias en que se hacen las funciones, sin estenderse e otras distintas73.
“Repique cuando los prelados toman posesión de sus prebendas”
(artículo 16 de 1795).
Morfología
Repique con todas las campanas de la Catedral.
72
73
Véase página 208.
Marán, artículo 16, foja 153v.
266
Morfología de los toques
No se especifica la duración del toque, pero posiblemente se extendiera durante toda la ceremonia en cuestión.
“Repique que se da a la oración en la víspera del aniversario de nuestra
consagración y de nuestros sucesores” (artículo 16 de 1795).
Morfología
Repique con todas las campanas de la Catedral (o posiblemente repique
general), tras la emisión del Ángelus.
Toques diarios
“Aves Marías” (artículo 2 de 1795).
Morfología
Tres campanadas pausadas con la campana mayor de la Catedral, seguidas
de quince campanadas corridas (a las cuatro y media de la mañana en
verano, a las cinco y media de la mañana en invierno). No se especifica
qué campana debe efectuar las quince campanadas corridas. Posiblemente se trataba del esquilón, o de una campana de mediano tamaño, como
“Nuestra Señora de los Dolores”.
Toques de enfermo
“Toque de viático para los enfermos” (artículo 12 de 1795).
Morfología
[…] mandamos q[ue]. quando se pida el viatico para los enfermos, asi en
nuestra Santa Yglesia Catedral, como en todas las demas Parroquias dela
Ciudad y Diocesis se haga seña con tres campanadas, como esta prevenido
en las sinodales del obispado, para que lo entiendan los fieles, y concurran
a acompañar a S M [Su Majestad], y q[ue]. tanto al salir de la Yglesia,
como al t[iem]po de recogerse se de un repique corto q[ue]. no pase de
dos o tres minutos sucediendo esto de día74.
74
Marán, artículo 12, fojas 152v-153.
267
CON MI VOZ SONORA
A ello debemos sumar el toque de la campanilla, que acompañaba
todo el trayecto de la pequeña procesión, como una forma de dar aviso a
la ciudad del paso del Santísimo Sacramento75.
Toques de fiesta mayor
“Repiques por la víspera y fiesta de los Santos Patronos de España” (artículo 16 de 1795).
Morfología
Repiques con todas las campanas q[ue]. duren el mismo espacio de t[iem]
po. en las Yglesias en que se hacen las funciones, sin estenderse e otras
distintas76.
Toques de muerto
“Agonías por los Señores Presidentes, por el obispo, o por los reyes” (artículo 6 de 1795).
Morfología
La ordenanza no hace referencia alguna a las características morfológicas
de este toque. Es posible que se tratara de un toque sencillo, efectuado
con una sola campana —justamente la campana “de agonías”— que era
pulsada a intervalos distanciados de tiempo. Es probable que dichos intervalos fueran medidos por medio de oraciones, como el Padre Nuestro o
el Avemaría, tal como ocurría en algunas zonas de España.
“Toque por la muerte del Rey, de la Reina y de los Príncipes de Asturias”
(artículo 18 de 1795).
Morfología
Quando llegue el caso doloroso, de que se comunique noticia de haver
fallecido N[ues]tros Augustos Soberanos, se anunciará inmediatamente al
75
76
Véanse páginas 142-143.
Marán, artículo 16, foja 153v.
268
Morfología de los toques
Publico este triste subceso con doscientas campanadas en la Santa Yglesia Catedral a que seguiran otros tantos clamores con todas las campanas; y de la misma suerte se continuara doblando por espacio de veinte y
quatro horas, un quarto en cada hora, y lo propio se practicara desde las
quatro de la tarde, la vispera del dia señalado para las R[ale].s Exequias,
hasta q[ue]. estas se concluyan, menos en las horas de la noche, en la
inteligencia que estos dobles han de ser g[ene]rales, esto es con todas las
campanas, y en todas las Yglesias de la ciudad, q[ue]. deberan hacerlo al
mismo tiempo q[ue]. la Catedral. Y esto mismo se practicara en los casos
de muerte de las Reynas Ntras Señoras y de los Serenissimos Principes
de Asturias77.
“Toque por la muerte del Papa” (artículo 19 de 1795).
Morfología
[…] luego q[ue]. se tenga noticia de la muerte de Su Santidad, se anunciará al publico con ciento cincuenta campanadas y otros tantos clamores,
doblando gralmente en todas las Yglesias por espacio de un quarto de hora
en todas las de aquel dia en que se tubiere abiso, y se executara lo mismo
desde el dia dela Vispera de las Exequias, como queda prevenido en el
Articulo antecedente[dedicado al caso de muerte del Rey o miembros de
la familia real]78.
“Toque de honras y cabo de año (por muerte de obispo)” (artículo
20 de 1795).
Morfología
En este caso se hacía uso del mismo conjunto de toques estipulados para
el caso de muerte del obispo (mostrado anteriormente), aunque omitiendo las campanadas con la campana mayor:
En las honras y cabo de año se hará lo mismo, dando principio [a los
dobles] alas cinco de la tarde del dia anterior, y entre los q[ue]. median
desde el Entierro, hasta el de las honras se doblara en todos en la Catedral
77
78
Marán, artículo 18, foja 154.
Marán, artículo 19, foja 154v.
269
CON MI VOZ SONORA
inmediatam[en].te despues de la oracion, por espacio de un cuarto de
hora79.
“Toque cuando va a la casa del difunto el responso del cabildo,
hasta que se concluya (por muerte de miembros del cabildo eclesiástico)”
(artículo 21 de 1795).
Morfología
[…] se doblara con todas las campanas quando ba a la casa del Difunto el
Responso de Cabildo hasta q[ue]. se concluya80.
No se especifica la alusión al doble “con todas las campanas”, pero
posiblemente se refiera a las de la Catedral.
“Toque por las vísperas del entierro y honra (por muerte de miembros del cabildo eclesiástico)” (artículo 21 de 1795).
Morfología
[…] en las visperas del Entierro y honras se practicara lo mismo [doble
con todas las campanas de la Catedral] como se acostumbra81.
“Toque por la muerte de los Señores Presidentes, Vice Patronos
Reales” (artículo 22 de 1795).
Morfología
[…]se empesaran a dar en la Santa Yglesia Catedral ciento y cincuenta
campanadas [con la campana mayor], y otros tantos clamores, y asi en la
Santa Yglesia [Catedral], como en las demás de la Capital se continuará
doblando [generalmente] por espacio de un cuarto de hora en todas las
del dia, hasta que se concluyan las funciones funebres82.
79
80
81
82
Marán, artículo 20, foja 154v
Marán, artículo 21, foja 155.
Marán, artículo 21, foja 155.
Marán, artículo 22, foja 155.
270
Morfología de los toques
“Toque en la víspera de honras por la muerte de los Señores Presidentes, Vice Patronos Reales” (artículo 22 de 1795).
Morfología
[…] en la vispera del día de las honras se practicara lo mismo [que lo señalado para el caso anterior], dando principio alos dobles desde las cinco
de la tarde83.
“Toque por la muerte de los Señores Regentes de la Real Audiencia
que se hallaren en actual ejercicio” (artículo 23 de 1795).
Morfología
Se doblará en la Santa Yglesia Catedral con todas las campanas por espacio
de una hora, luego q[ue]. se verifique su fallecimiento84.
“Toque por entierros, honras y cabos de año (Regentes de la Real
Audiencia)” (artículo 23 de 1795).
Morfología
[…] y asi en sus Entierros, honras, y cabos de año, como en iguales funciones por los demás SS. Ministros de esta R[eal]. Aud[ienci].a se doblara
en la misma Santa Yglesia Catedral con todas las campanas en las horas acostumbradas, y podra hacerse la misma demostración en las demas
Yglesias de la capital85.
No se especifican las “horas acostumbradas”.
Toques de protección
“Plegarias particulares” (artículo 11 de 1795).
83
84
85
Marán, artículo 22, foja 155.
Marán, artículo 23, foja 155.
Marán, artículo 23, foja 155.
271
CON MI VOZ SONORA
Morfología
La ordenanza de Marán no da rastro alguno sobre la morfología de este
toque. A juzgar por lo establecido para el toque de rogativas, versión “amplificada” de este toque particular, es posible que fuese más bien sencillo,
de corta duración y con una o pocas campanas en juego, que se habría(n)
tocado de manera pausada, similar a un toque de muertos.
Señales litúrgicas
“Señal para convocar al pueblo cuando los curas explican la doctrina cristiana en sus parroquias” (artículo 13 de 1795).
Morfología
[…] cuando los curas explican la Doctrina Christiana en sus parroquias se
hara seña por espacio de una hora con la campana mayor de las Yglesias
matrices86.
No queda claro a qué se refiere el término “señal”, de interpretación muy amplia. Es posible que se refiera a una serie de pulsaciones
continuas, o bien separadas por un intervalo de tiempo que pudo medirse
por alguna oración, como el Padrenuestro o el Ave María. Muy probablemente, la larga duración del toque tenía como objetivo dar tiempo a los
feligreses para dirigirse a sus respectivas parroquias, algunas de las cuales
(como se dijo) distaban bastante del centro de la ciudad.
Viernes
“Matracas en Viernes Santo” (artículo 7 de 1795).
Morfología
[…] por q[ue]. es muy justo q[ue]. en aquel t[iem]po en q[ue]. Christo
N[ues]tro bien fue entregado en manos delos Judios, se ponga silencio alas
lenguas dela Iglesia, y con un martillo de madera pendiente de una tabla
86
a) Marán, artículo 13, foja 153. b) El término “las Iglesias matrices” o “las catedrales”
seguramente deviene del reglamento en su versión primigenia, destinado a la totalidad del
territorio indiano.
272
Morfología de los toques
se comboquen los fieles alos Divinos Oficios, y se represente a Christo
pendiente del madero de la cruz, dando termino ala verdad con voz humilde y solitaria87.
Posiblemente, dicha tabla se habría colgado con cuerdas o sogas de
cuero, a fin de producir un mínimo efecto de resonancia.
Toque en memoria de la Pasión y Agonía de Nuestro Señor Jesucristo” (artículo 14 de 1795).
Morfología
[…] y para que un exercicio tan piadoso [rezar hincados de rodillas cinco
Padrenuestros y cinco Avemarías el viernes a las tres de la tarde] no se
omita por falta de recuerdo, mandamos q[ue]. en Ntra. Catedral, en las
Yglesias Parroquiales y Monasterios de esta ciudad ala expresada hora delas tres de la tarde se haga seña, tocando cinco campanadas pausadas con
la mayor, y rogamos y exhortamos a los R.R. [Reverendos] P.P. [Padres]
Prelados delas Sagradas Religiones, lo manden igualmente hacer en sus
Yglesias, para q[ue]. con esta advertencia los fieles puedan practicar la
diligencia referida, y ganar los cien dias de perdon concedidos por Su Santidad, y cuarenta dias de indulgencia q[ue]. usando N[ues]tra. facultad les
concedemos88.
Probablemente, el uso de cinco campanadas en lugar de tres (de
acuerdo a la hora de su emisión), tenía por objeto diferenciar este toque
del Toque de alzar.
87
88
Marán, artículo 7, foja 151.
Marán, artículo 14, foja 153.
273
CON MI VOZ SONORA
Toques no litúrgicos de cambio (A)
(Presentes solo en la ordenanza de Marán)
El presente conjunto tiene como rasgo común los repiques generales, el
máximo despliegue sonoro posible de ofrecer con las campanas de la ciudad. Una exaltación de la monarquía a través del sonido litúrgico.
Toques civiles
w “Repique general por las vísperas y días del nombre del Rey”
(artículo 15 de 1795).
w “Repique general por el cumpleaños del rey” (artículo 15 de 1795).
w “Repique general por la entrada pública de los presidentes y VicePatronos reales” (artículo 15 de 1795).
Morfología de los tres toques precedentes
Repique general.
Toques informativos
w “Repique general que debe darse en cualquiera hora del día o de la
noche en que llegue correo de España con noticia de la salud de los
reyes y su real familia” (artículo 5 de 1795).
w “Repique general que se da por motivos extraordinarios, como parto de la Reina, casamiento del Príncipe, publicación de Pares, u
otros semejantes” (artículo 15 de 1795).
w “Repique general que se da cuando de reciba noticia de nueva elección de Sumo Pontífice” (artículo 15 de 1795).
Morfología de los tres toques precedentes
Al igual como ocurre en el caso de los Toques civiles, el común denominador morfológico de estos tres Toques informativos son los repiques generales89. Posiblemente se asoció el carácter festivo del repique a estas buenas
noticias como una forma de celebrar su conocimiento.
89
En el caso del “[…] repique g[ene]ral q[ue]. debe darse en qualquiera hora del dia, o de la
noche, en que llegue correo de España con la gustosa, e importante noticia de la salud de
N[ues]tros Augustos Soberanos, y su R[ea]l familia[…]”, se especifica que debe durar un
cuarto de hora (Maran, artículo 5, foja 150v).
274
Morfología de los toques
Toques litúrgicos de cambio (B)
(Presentes solo en la ordenanza de Valdivieso)
Como se señaló, muy posiblemente la morfología de estos toques no fue
del todo creada mediante la ordenanza de Valdivieso. Probablemente se
trataba de ajustes de fórmulas anteriormente establecidas, las que no fueron señaladas en la ordenanza colonial debido al arraigo de su audición.
Toques eclesiásticos religiosos y sacerdotales
“Llamada de los prebendados al coro de la Iglesia metropolitana” (artículo 4 de 1872).
Morfología
La llamada de los prebendados al coro de la Iglesia metropolitana, se hará
con quince toques de la campana mayor i otros tantos del esquilón, mediando entre uno i otro toque dos minutos90.
“Llamada de los prebendados al coro de otras Iglesias” (artículo 4 de
1872).
Morfología
En las otras Iglesias, la llamada al coro no excederá de quince toques distribuidos como mejor convenga91.
“Repique por las visitas de prelados” (artículo 10 de 1872).
Morfología
Repique de tercera clase (cuatro minutos de duración), posiblemente con
todas las campanas de la iglesia donde se realiza la función.
90
91
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
275
CON MI VOZ SONORA
Toques de consagración
“Sanctus al alzar” (artículo 18 de 1872).
Morfología
[…] desde el Sanctus hasta el alzar se tocarán cinco campanadas con la
campana menor [el esquilón de la Catedral]92.
Toques de fiesta mayor
“Repique al pasar la procesión del Santísimo Sacramento por una Iglesia”
(artículo 10 de 1872).
Morfología
Repique de tercera clase (cuatro minutos de duración), con todas las campanas de la iglesia en cuestión.
Señales litúrgicas
“Llamada a misas privadas en días festivos” (artículo 8 de 1872).
Morfología
Señal para la misa “de tercera clase” (seis toques continuos), solo con una
campana.
“Llamada a misas privadas en días no festivos” (artículo 8 de 1872).
Morfología
Señal para la misa “de primera o segunda clase”: “la de primera clase
constará de doce toques de campana continuados, repetidos por tres veces, mediando entre uno i otro el espacio de algunos minutos, i concluyendo el primero con un toque aislado; el segundo con dos i el tercero
con tres, para que los fieles conozcan la proximidad de la misa. Los de
92
En este punto también puede observarse una coincidencia respecto a modelos españoles,
que disponían lo siguiente en estos casos: “Para alzar a Dios así que se acaba el Prefacio comienzan las señales del Cimbalillo [campana de señales instalada en la cubierta del templo]
que regularmente son cinco o seis” (Aguado 1912).
276
Morfología de los toques
segunda clase, constan de quince toques de campana continuados que
terminen con tres toques pausados”93, solo con una campana.
“Llamada a misas privadas en días no festivos acompañadas de novena o
devocionario semejante a novena” (artículo 8 de 1872).
Morfología
Señal para la misa “de segunda clase” (quince toques de campana continuados que terminen con tres toques pausados), solo con una campana.
“Llamada para distribuciones ordinarias” (artículo 9 de 1872).
Morfología
Llamada a los fieles “de segunda clase”: “tañidos dobles o triples de la
campana, interrumpidos por un intervalo de silencio que no bajará de
tres minutos […] los de segunda clase jamás se prolongarán más de
media hora i terminarán con diez toques continuados”94, solo con una
campana.
“Llamada a novenarios con predicación i exposición” (artículo 9 de 1872).
Morfología
Llamada a los fieles “de primera clase”: “tañidos dobles o triples de la
campana, interrumpidos por un intervalo de silencio que no bajará de
tres minutos […] los de primera no pueden exceder de tres cuartos
de hora i terminarán con quince toques continuados”95, solo con una
campana.
“Llamada a reuniones extraordinarias de los fieles” (artículo 9 de 1872).
93
94
95
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492 -496.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
277
CON MI VOZ SONORA
Morfología
Llamada a los fieles “de primera clase”: “tañidos dobles o triples de la
campana, interrumpidos por un intervalo de silencio que no bajará
de tres minutos […] los de primera no pueden exceder de tres cuartos
de hora i terminarán con quince toques continuados”96, solo con una
campana.
“Repique para a los oficios divinos celebrados con canto” (artículo 10 de
1872).
Morfología
Repique de tercera clase (cuatro minutos de duración), con todas o casi
todas las campanas de la iglesia donde se celebra la función.
“Repique para la misa conventual o mayor en las iglesias principales parroquiales o conventuales” (artículo 10 de 1872).
Morfología
Repique de tercera clase (cuatro minutos de duración), con todas o casi
todas las campanas de la iglesia donde se celebra la función.
“Toque por exposición del Santísimo Sacramento” (artículo 10 de 1872).
Morfología
Repique de tercera clase (cuatro minutos de duración), con todas o casi
todas las campanas de la iglesia donde se celebra la función.
Toques no litúrgicos de cambio (B)
(Presentes solo en la ordenanza de Valdivieso)
En este caso, el toque se acompaña de un repique. Pese a tratarse de un
toque evidentemente republicano, es clara la utilización de fórmulas coloniales adaptadas al nuevo escenario político.
96
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872, tomo
V: 492-496.
278
Morfología de los toques
Toques civiles
“Repique para solemnizar las elecciones del presidente de la República”
(Artículo 13 de 1872).
Morfología
Repique de primera clase (ocho minutos de duración que pueden repetirse tres veces), posiblemente con todas las campanas de todas las iglesias
de la ciudad.
279
Consi d e rac ion e s fin ale s
Desde una perspectiva general, la presente investigación examinó, por
medio del mundo campanario, sus instrumentos y su uso, aspectos de
transformación cultural en la sociedad chilena entre fines del período
colonial y fines del siglo XIX.
El problema que se estudió se vincula estrechamente a dos grandes
focos. Por un lado, la evolución de la manufactura local, marcada por el
paso del artesanado a la industria, que decidirá la transformación morfológica de las campanas a lo largo del período estudiado (1789-1899).
Por el otro, el proceso de transformación social de la Iglesia local, determinado por el cambio de escenario político y cultural que tuvo lugar a lo
largo del siglo XIX.
A diferencia del período colonial, el siglo XIX constituyó un escenario problemático para la Iglesia chilena, marcado por constantes
tensiones con el gobierno de turno. El mayor foco de dichas tensiones,
desprendido del proceso independentista, fue el ejercicio del patronato,
origen de conflictos como “la cuestión del sacristán” (1856) y la sucesión del arzobispo Valdivieso (1878), que desembocarían en la promulgación de las “Leyes Laicas” (1883-1885) las que minaban el antiguo
poder civil de la Iglesia respecto a situaciones como los matrimonios o
los entierros.
281
CON MI VOZ SONORA
A estos problemas se debe agregar el incendio de la Compañía
(1863), a raíz del cual comenzó a cuestionarse el grado de influencia de
la Iglesia dentro de la sociedad local. La antigua hegemonía eclesiástica
se examinó con ojos críticos por el pensamiento liberal, que intentó establecer una división cada vez más marcada entre los ámbitos público y
privado de la sociedad. Fue precisamente este último ámbito el que se
empezó a considerar como el que le correspondía a la Iglesia Católica.
Por otro lado, en 1865 se acepta oficialmente la existencia de otros cultos
cristianos no católicos, como resultado de la apertura económica del país
hacia el mundo y como una forma paradigmática de inclusión cultural,
acorde con el estado moderno que se pretendía forjar. Dada la naturaleza
de la modificación correspondiente del código legislativo, Chile pasó de
ser una República católica a ser un Estado católico.
La secularización de la sociedad también guardó relación con la publicidad del culto, que comenzó a ser discutida por personalidades tales
como el intendente de Santiago, José Miguel de La Barra, entre muchos
otros. La antigua ciudad de Dios colonial, que se abría como un espacio
sacral a las procesiones y rogativas, y que había continuado más o menos
intacta a lo largo de los primeros gobiernos conservadores, dio paso a una
ciudad más laica y abierta a grupos sociales heterogéneos. En ese contexto,
se empezó a considerar los templos no como una extensión de las calles y
las plazas, sino como lugares privados de uso público. Este nuevo escenario
urbano afectó directamente la publicidad sonora del culto, personificada
en el toque de las campanas. Paulatinamente comenzó a censurarse su uso,
que fue considerado por algunos como un elemento propio de la liturgia
católica, cuyo ejercicio no debía afectar la calidad de vida de los habitantes
de Santiago. Por otro lado, la masificación del reloj y el advenimiento de la
prensa escrita contribuyeron a socavar la utilidad práctica de las campanas,
que en buena parte cimentó la gran importancia de estos instrumentos en
el período colonial, relegados ahora a un ámbito de complemento simbólico. De esa forma, factores ideológicos y factores prácticos contribuyeron a
generar un escenario desfavorable a los toques que el arzobispo Valdivieso
intentó enfrentar mediante su respectiva ordenanza.
Pese a este gran cambio cultural, ciertos remanentes del período
colonial siguieron vigentes, aunque transformados, tanto en el repertorio de los toques del siglo XIX, como en los rasgos morfológicos de las
campanas industriales, que comenzaron a fabricarse en la ciudad hacia
282
Consideraciones finales
la década de 1870. De este modo se confirma la hipótesis propuesta al
inicio de esta investigación, cuyo argumento sostiene que entre fines del
siglo XVIII y fines del siglo XIX, tanto la fabricación de las campanas en
Santiago como sus toques experimentaron un proceso de cambio, el cual,
si bien aportó novedades de corte modernizador, no dejó de lado aspectos
propios de la tradición colonial.
Respecto a los toques, del estudio comparativo de ambas ordenanzas se desprende que, en términos generales, predominó la continuidad
del repertorio colonial. La gran excepción a ello está dada por el cese de
los toques asociados a la Corona española, que perdieron su sentido y
funcionalidad tras la consolidación de la independencia. Esta continuidad (tan distintiva de la Iglesia), orientada a preservar aspectos intrínsecos de sus rituales, estuvo basada principalmente en el arraigo de ciertos
toques en el “paisaje sonoro” de la ciudad, pero también en la importancia pública de la forma litúrgica a la cual se asociaban (como ocurre,
a modo de ejemplo, con los grandes toques festivos de Semana Santa y
Corpus Christi, entre muchos otros casos).
Respecto a la morfología de los toques, esta también tendió a conservar rasgos derivados de la tradición colonial. La gran mayoría de ellos
varió de una u otra forma su morfología debido al nuevo escenario urbano
de Santiago y a los cambios litúrgicos acaecidos con el correr del siglo XIX,
plasmados en la ordenanza del arzobispo Valdivieso. No obstante, ciertos
caracteres tradicionales se mantuvieron vigentes por lo menos hasta 1872.
Continuó la asociación de la función del toque a la forma de pulsar las
campanas que se había establecido en tiempos coloniales (repiques asociados a fiestas, dobles asociados a toques de muerto, entre otros casos).
Esta continuidad colonial también cabe aplicarse a las campanas
como instrumento. En el caso de las campanas coloniales, aspectos relativos a la forma de toque, la morfología, el tamaño, la epigrafía y la sonoridad contribuyeron en conjunto a generar una especie de campana única
en su tipo, influenciada por la campana española, pero también diferente
de ella. Este modelo tradicional de instrumento tendría su ocaso hacia
la segunda mitad del siglo XIX debido a dos factores: un cambio en los
gustos del clero, motivado por corrientes europeas de fabricación de objetos litúrgicos, y el advenimiento de las nuevas fundiciones “industriales”.
Estas popularizaron una nueva especie de campana, de corte europeo,
fabricación en serie y con un menor costo de adquisición. Pese a ello, las
283
CON MI VOZ SONORA
nuevas campanas republicanas mantuvieron rasgos esenciales derivados
de la tradición colonial, los que se hicieron particularmente evidentes en
aspectos como la forma de toque y la epigrafía. De ese modo, las campanas industriales continuaron en el fondo como campanas coloniales,
“puestas al día” por las nacientes fundiciones industriales.
Desde la perspectiva del presente, el período estudiado puede definirse como el inicio de una fase de decadencia en el uso de las campanas,
que se haría crítica en el siglo XX, y aún más crítica en el siglo XXI1. Este
proceso se inicia tempranamente en la ordenanza del obispo Marán, se
agudiza a lo largo del siglo XIX debido a los factores anteriormente expuestos y se verá plasmado en el objetivo esencial de la ordenanza de 1872:
simplificación y orden de los toques en la ciudad de Santiago. Estas condiciones no favorecieron a los toques, y se hicieron más marcadas a lo largo del
siglo XX. No solo la ciudad secular, sino también la misma Iglesia desconoció
el sentido espiritual de las campanas, quedando estas relegadas a un nicho
de “reliquia”, inútil y obsoleta. Así, los toques desparecerían progresivamente a lo largo del siglo pasado, sobreviviendo solo los más básicos en
algunas iglesias, como la Basílica del Perpetuo Socorro o la Basílica del
Corazón de María2, o bien extinguiéndose del todo, como fue en el caso
de la Catedral y la gran mayoría de los templos examinados en esta tesis
(dentro del marco de las observaciones y consultas efectuadas a instancias
de la realización del “Inventario de campanas históricas”). De los veintitrés campanarios estudiados, alrededor de siete mantienen sus campanas
en uso3. Como consecuencia de ello, la fabricación de las campanas de
1
2
3
“Los toques irían desapareciendo por etapas a lo largo de este siglo [XX], y si llegamos a
encontrar algún campanero (lo cual no es fácil pues casi todos han sido sustituidos por
motores), sus toques tradicionales solo representarán una mínima parte de los numerosos
repiques y volteos que su padre y su abuelo sabían interpretar” (Llop i Bayo, 1987).
Tal vez el único toque que aún se mantiene vigente (con ciertas modificaciones) en algunos
templos es la “señal para la misa de primera clase”, señalado en el artículo Nº 3 de la ordenanza de Valdivieso: “[…] doce toques de campana continuados, repetidos por tres veces,
mediando entre uno i otro el espacio de algunos minutos, i concluyendo el primero con
un toque aislado; el segundo con dos i el tercero con tres, para que los fieles conozcan la
proximidad de la misa” (Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”,
5 de abril de 1872, tomo V: 492-496).
Desde el año 2012, el autor ha organizado un grupo de campaneros dedicado a realizar
toques tradicionales en diversas fechas del calendario litúrgico. Dichos toques se han efectuado principalmente en los templos de San Francisco, Santo Domingo y San Ignacio
(entre otros). Asimismo, en septiembre del año 2010 se realizó un concierto de campanas
284
Consideraciones finales
gran envergadura también se vio sensiblemente afectada. Desaparecidas
las fundiciones industriales aquí mencionadas4, su factura quedó remitida
a un ámbito marginal, de pequeño formato y baja calidad.
Desde un punto de vista comparativo, el proceso estudiado constituye un ejemplo más de los cambios graduales que experimentaron ciertas manifestaciones sonoras a lo largo del siglo XIX, como fue el caso
de la capilla musical de la Catedral de Santiago o la persistencia del arte
quiteño hacia la segunda mitad del siglo XIX. A su vez, este proceso se enmarca dentro de un gran proceso “modernizador” de la sociedad, el que,
según Néstor García Canclini, se vería reflejado (para el caso del presente
trabajo) en un proyecto emancipador relacionado con “la secularización
de los campos culturales, la producción autoexpresiva y autorregulada de
las prácticas simbólicas, su desenvolvimiento en mercados autónomos”,
además de un proyecto expansivo, referido a “la tendencia de la modernidad que busca extender el conocimiento y la posesión de la naturaleza, la
producción, la circulación y el consumo de los bienes”5.
4
5
con motivo de la devolución de tres campanas de la antigua iglesia de Compañía, por
parte del Gobierno Británico. El evento (organizado por el compositor Nicolás Carrasco
y el ingeniero Luis Barrie) contó con la participación de los templos de La Merced, Santo
Domingo, San Francisco, San Agustín y del campanero chilote Aurelio Neún Calbuyahue
(quien tocó con piedras las campanas devueltas, frente al Palacio de la Moneda).
La fundición Las Rosas aún existe, sin embargo, ya no cuenta las campanas entre sus
productos.
Canclini (1990) Culturas hibridas: 31-32, citado en Merino, Torres, Guerra y Marchant
2013: 12.
285
ANEXOS
A n exos
Ane xo N º 1
“Reglamento sobre el uso y toques de campana”1
(1795)
Nos, el D.D. Fran.co Jose de Maran, por la gracia de Dios y de la Santa
Sede Apostólica Obispo de Santiago de Chile, del concejo de S. M [Su
Majestad] Al venerable Dean y Cabildo de esta Santa Yglesia Catedral
alos Curas Vicarios, Sacristanes mayores de esta Capital y Diócesis a los
R. R. [Reverendos] P.P. [Padres] Prelados, y Preladas delas comunidades
regulares, y atodas las demas personas de este n[ues]tro obispado a quienes lo tocare o tocar pueda salud en Nuestro Señor Jesuchristo = Lavicitud humana q[ue]. por si misma trastorna insenciblemente las cosas
que parecen mas seguras, haciendolas declinar a un extremo, o baciando
Substancialmente los medios y modos de su instituz[cio]n con agravio y
ofensa del fin para q[ue]. se establecieran, causan tambien sus alteraciones, en las q[ue]. pertenecen al culto y ala Religion, introduciendo en
ellas abusos y desordenes, q[ue]. se oponen a la simplicidad del Evangelio,
y a la pureza de la fee q[ue]. profesamos, y con q[ue]. debemos adorar a
Dios, y benerar asus Santos en Espiritu y Verdad. Tales son entre otros los
1
Archivo Nacional, fondo Capitanía General. vol. 708, fjs. 147-156. Reglamento sobre el uso
y toques de campana (transcripción propia).
289
CON MI VOZ SONORA
q[ue]. se han notado en el uso y toque de las Campanas, y en la excesiva
pompa q[ue]. se ha introducido en los Entierros y Funerales: uno y otro
contra el Espiritu de la Yglesia, y su antigua y venerable Disciplina; cuya
infraccion en ambos puntos ha penetrado h[as]ta el religioso Trono de
N[ues]tro Augusto Soberano, y excitado su incomparable justificacion,
dedicada siempre con el mas heroyco celo a desterrar de sus Catolicos
Dominios aquellas practicas supersticiosas, y vanas impresiones, q[ue].
son poco conformes a la verdadera piedad, y desdisen de una sincera deboción para q[ue]. mandar se probea de oportuno remedio; y esto en los
términos más estrechos, y con las más vivas expresiones que comprende
su R[ea]l. Cedula expedida en esta rason en Aranjuez el día primero de
Marzo del año pasado demil setecientos noventa y cuatro cuyo tenor es
el siguiente:
El REY: Virreyes Presidentes de mis Reales Audiencias, y Gobernadores
Vice-Patronos Reales muy Reverendos Arzobispos, y Reverendos obispos
de mis Dominios de las Yndias, e Yslas Filipinas. Con carta de dos de
marzo del año de mil setecientos noventa y dos remitió el Reverendo
obispo dela diocesis dela Havana, Don Felipe José de Trespalacios un
exemplar impreso del Edicto q[ue]. havia hecho publicar a cerca del abuso intolerable, que encontro asu arribo en aquella Ciudad de repicar las
campanas en todas las Yglesias y Conventos, sin excepcion de horas con
cualquier motivo leve; y tambien de la reforma delos funerales en q[ue].
era igual el desorden, mandando q[ue]. en lo sucesivo se arreglaren ala
Ley de Castilla, con cuyo motivo tube abien prevenir a mi concejo delas
Yndias en R[ea]l. orden de dies de Mayo del mismo año que havia merecido mi R[ea]l. aprobacion el celo de este Prelado, y que con la propia
[…] havian expedido las ordenes auxiliatorias para la observancia de su
reglamento en ambos puntos de Repique de campanas y funerales, pero
q[ue]. siendo pocible prevalecieren iguales abusos en otras partes de estos mis Dominios me propuse su Dictamen de si convendria extender
su observancia a ellos, y haviendolo executado con presencia delo q[ue].
expusieron mis Fiscales en consulta de veinte y seis de septiembre del año
PP[pasado]; he resuelto instruiros de las disposiciones aprobadas para la
expresada Diocesis dela Havana por medio del adjunto exemplar impreso, y preveniros cuideis dela observancia delo q[ue]. por cedulas y ordenes estuviere mandado sbre el asunto, examinando los expresados muy
290
Anexos
Reverendos Arzobispos y Obispos, si segun las circunstancias locales, y
estilos se necesita reducir alg[una]. cosa mas el numero, y duracion delos
toques, repiques, y campanas q[ue]. designa el Edicto, sin permitir, se introduscan de nuevo con esta ocasion los q[ue]. no estuvieren en costumbre, y si conbendria reformar con mas especificaz[io]n algunos abusos
particulares de ellas en este punto, y en el delos funerales, prohibiendo
en donde estubieren en uno las funciones nombradas Laudates con los
adornos exteriores de pompa y gastos, u otras semejantes con cualquier
pretexto sin permitirlas enadelante para obviar los graves inconvenientes
a q[ue]. puedan dar margen, haciendo guardar exactamente en orden alos
entierros de los Parbulos el ritual, y lo q[ue]. estubiere dispuesto en las
constituciones Sinodales, y cuidando en las visitas más particular[men].
te de como se cumple. Que los Virreyes y Gobernadores no solo auxilien
su execucion en lo q[ue]. convenga conforme a las Leyes, sino tambien
q[ue]. cuiden por si, que todo se guarde, cumpla y execute, Segun corresponde en virtud de la obligaz[io].n q[ue]. en mi R[ea]l Nombre les
incumbe, como Gefes Politicos principales y Vice-Patronos de q[ue]. en
todo se observase la disciplina mas adequada ala Santa Doctrina de la
Yglesia y leyes del Reyno tomando unos y otros de comun acuerdo las
demas Providencias oportunas, y q[ue]. no ofrescan inconveniente, dando cuenta de las […]2 con la pocible vrevedad; a cuya consecuencia he
mandado expedir esta mi R[ea]l Cédula, para q[ue]. cumplais, y hagais
cumplir puntualm.te la expresada mi R[ea]l determinación en la parte
q. acada uno corresponda por ser asi mi voluntad. Fecha en Aranjuez, a
primero de marzo de mil setecientos noventa y cuatro = Yo EL REY= Por
mandado del Rey Ntro Señor
Silvestre Collar = En cumplim[ien].to delo que se previene en este Soberano R[ea]l Rescripto, y dela estrecha obligacion en que nos constituie
n[ues]tro. Pastoral Ministerio, no solo de extinguir y dicipar los abusos
y errores introducidos en la practica delos Ritos Eclesiásticos y Sagradas
Seremonias de la Yglesia, sino tambien de promover y celar su puntual y
exacta observancia, p[ar].a que asi resplandesca la uniformidad del culto y
su exterior disciplina tan recomendada en las Divinas Letras, y en los Sagrados Concilios despues de haver tratado y acordado lo conveniente con
2
[…] corresponde a palabra ilegible.
291
CON MI VOZ SONORA
el Exmo. Señor Presidente Vice-Patrono R[ea]l. ordenamos y mandamos
se obedescan cumplan, guarden y executen las prevenciones y ordenanzas
comprendidas en los artículos siguientes:
Art.° 1) En cuanto a la hora de tocar las campanas para convocar a los
oficios divinos y asistencia al coro en N[ues]tra Santa Yglesia Catedral se
observara puntualmente lo dispuesto en el Paragrafo primero desus reglas
consuetas, q[ue]. corren impresas con las sinodales del obispado.
Art.° 2) Haviendo echado d[de] menos en esta Santa Yglesia Catedral el
toque de las Aves Marias al amanecer q[ue]. se acostumbran dar en todas
partes para q[ue]. los fieles ganen la Yndulgencia Plenaria, y remision de
pecados, q. despues del Papa Juan veinte y dos concedio Benedicto decimo tercio y confirmo el decimo quarto para todos los q[ue]. a esta hora,
al medio dia y al entrar la noche rezaren tres Ave Marías con la condicion
deque una vez al mes en cualquier dia, que se dexa al arvitrio de quisieren
lograr la gracia, se confiese y comulgue; fuera delos cien dias de indulgencia, que se gana por cada vez q[ue]. se reza la expresada oracion a Estas
horas, mandamos q[ue]. alas cuatro y media de la mañana entiempo de
Verano y a las cinco y media en el Ynvierno se toquen con la campana
mayor tres campanadas a pausa, y luego quince corridas.
Art.° 3) Asi en la Santa Yglesia Catedral, como en todas las Parroquias,
conventos, monasterios, e Iglesias de esta Capital, y Diocesis, se prohive
que el que se pulse campana alguna desde las ocho dela noche, despues de
la señal, q[ue]. se hace a esa hora por las animas hasta q[ue]. en la Catedral o Matris no se haya dado el toque de las Aves Marias, a excepcion delas nueve campanad.s q[ue]. se dan a esta hora de la noche por los q[ue].
entran en pecado mortal, o en el caso, en q[ue]. concurra algun fuego, o
incendio, y sea preciso convocar la gente para extinguirlo.
Art.° 4) No se comprenden en esta prohibición los repiques y toques
q[ue] se dan en la noche vispera de Pascua de Navidad, para los Maytines
y Missa Solemne, como igualmente en la madrugada del dia Primero de
Pascua de Resurrección en q[ue]. se da lugar al regocijo comun por tan
gran misterio.
292
Anexos
Art.° 5) Tampoco se contienen en esta prohivicion el repique g[ene]ral
que debe darse en qualquiera hora del dia, o de la noche, en q[ue]. llegue correo de España con la gustosa, e importante noticia de la salud de
N[ues]tros Augustos Soberanos, y su R[ea]l familia, para que no se retrarde este consuelo a su fiel, y amante Pueblo, debiendo esperar las demas
Yglesias aque la Catedral de principio a dicho repique, que debe ser con
todas las campanas y durar un cuarto de hora.
Art.° 6) En la expresada prohivicion de pulsarse campanas desde las ocho
dela noche hasta las Ave Marias se entienden tambien las agonias por los
Moribundos, sino es por los Señores Presidentes, o por nos, y nuestros
Subcesores. Y para que los que fallescan en aquellas horas no se priven
delas oraciones dela piedad de los fieles, se dara una agonia general q[ue].
no pasara de diez pulsaciones a las Nueve de la noche en todas las Iglesias
donde hubiere campana destinada a este fin, para q[ue]. se les adelanten
los sufragios, quedando en su vigor la practica, de tocarse de dia en los
casos ocurrentes.
Art.° 7) Ygualmente se prohive la costumbre q[ue]. hay en el convento
grande dela Merced de combocar con campana para la Procesion de la
Vera-Cruz, q[ue]. sale de aquella Yglesia el Jueves Santo alas doce dela
Noche por ser esta practica contraria ala disciplina de la Yglesia universal,
q[ue]. dispone el q[ue]. desde q[ue]. se tocan las campanas al t[iem]po
de la Gloria de la Missa conventual del Jueves Santo no se oyga ya alguna, ni pequeña, ni grande, desde aquel punto hasta la gloria de la misa
del sabado, por q[ue]. es muy justo q[ue]. en aquel t[iem]po en q[ue].
Christo N[ues]tro bien fue entregado en manos delos Judios, se ponga
silencio alas lenguas dela Iglesia, y con un martillo de madera pendiente
de una tabla se comboquen los fieles alos Divinos Oficios, y se represente
a Christo pendiente del madero de la cruz, dando termino ala verdad con
voz humilde y solitaria. Y por la misma razón prohivimos el abuso introducido en algunas Yglesias de tocar agonias el Viernes Santo al t[iem]po
de las tres horas; y hasta q[ue]. en la Catedral no haya comensado en el
Sabado Santo el repique de la Aleluya, no poda adelantarse otra a hacer
uso de sus campanas, como esta mandado por el Papa Leon Decimo, y
del mismo modo se observara puntualmente lo dispuesto por diferentes
decretos de la Sagrada Congregacion, para q[ue]. ninguna Iglesia se anticipe ala Matris en tocar ala Salutación Angélica.
293
CON MI VOZ SONORA
Art.° 8) Siguiendo el concejo del Apostol de q[ue]. aninguno causemos
molestia, para q[ue]. no sea vituperado n[ues]tro Ministerio, será bien
q[ue]. en todas las casas de Religiosos y Religiosas, no solo se toquen
las campanas alas horas regulares y con la mayor moderacion para las
funciones festivas y funerales q[ue]. se hicieren en el resto del dia, sino
que cese enteramente su uso especialmente de noche, para combocar a
todos los actos interiores de sus respectivas Comunidades, a q[ue]. no
tenga q[ue]. intervenir gente de afuera, para lo cual se podran valer de las
que estan colocadas en los claustros. Mandamos q[ue]. asi se practique
inbiolablemente y solo exepcionamos el toque q[ue]. dan las religiosas
del Monasterio de Capuchinas, alas dose dela noche para congregarse en
el coro a maitines, no solo por ser esto propio, y peculiar de su instituto
y no poder tener otra campana intra claustra, como por el buen exemplo
q[ue]. recive el Publico con la consideración de q[ue]. quando todas las
gentes esten entregadas al sueño, y al descanso, estas Siervas del Señor se
mantienen en vela para alavarle a pesar de todas las intemperies del t[iem]
po; pero se les prevendra q[ue]. el tañido de su campana no pase de cuatro minutos para q[ue]. no reciva molestia el vecindario.
Art.° 9) Por ese mismo motivo prohivimos y mandamos cese de aqui
en adelante aquella Plegaria q[ue]. por un largo espacio de tpo se da en
nuestra Santa Yglesia Catedral antes de alzar; pues vastaria q[ue]. al mismo tpo que se pulsan las campanillas en el coro, y Altar Mayor, quando
se elevan las Especies Sagradas, se toquen tres campanadas con la campana mayor con intermisiones proporcionadas, hasta q[ue]. el celebrante
repuesto en el […], y adorando el Sagrado Calliz q[ue]. lebanto para la
vista del Pueblo.
Art.° 10) En la Metrópoli de Lima, y en otros obispados, esta mandado
q[ue]. solo en las Santas Yglesias Catedrales se haga señal al alsar la sagrada Hostia; y conformandonos con el estilo y costumbre, prohivimos
y mandamos de q[ue]. no se practique en las Yglesias de las Parroquias,
Conventos y Monasterios de esta Capital para q[ue]. se eviten los inconvenientes q[ue]. de ello resultan.
Art.° 11) Se prohibe absolutamente el q[ue]. se toquen Plegarias en las
Yglesias por motivos particulares, pues semejante demostracion solo debe
practicarse, quando se hacen rogativas publicas, o por causas generales
294
Anexos
q[ue]. interesen al bien comun, como Terremoto, o alguna otra calamidad en que sea necesario despertar la memoria delos fieles, para que pidan
y alcancen de Dios el remedio. Pero como no hay regla g[ene]ral. q[ue].
no tenga alguna excepcion, lo seran de esta las enfermedades de los Señores Presidentes, las de Nos y nuestros Subcesores las de los S.S [Señores]
Regentes de esta R[ea].l Aud[ienci].a y demas Señores Ministros de ella,
y las de nuestros hermanos los individuos del venerable Dean y Cabildo,
en las q[ue]. siendo graves, y peligrosas podra impetrarse a Dios por ese
medio el remedio de sus dolencias, siendo justo se haga esta distincion
con unas personas q[ue]. tienen tanta parte en el gobierno Espiritual y
temporal de los Pueblos.
Art.° 12) Y por que en la Real Cedula = de primero de Marzo q[ue]. ha
motivado este Edicto, no solo se previene se reforme el abuso q[ue]. huviere en cuanto al exeso de tocar las campanas, sino tambien se remedie
la omisión de pulsarlas con oportunidad, mandamos q[ue]. quando se
pida el viatico para los enfermos, asi en nuestra Santa Yglesia Catedral,
como en todas las demas Parroquias dela Ciudad y Diocesis se haga seña
con tres campanadas, como esta prevenido en las sinodales del obispado,
para que lo entiendan los fieles, y concurran a acompañar a S M [Su Majestad], y q[ue]. tanto al salir de la Yglesia, como al t[iem]po de recogerse
se de un repique corto q[ue]. no pase de dos o tres minutos sucediendo
esto de día.
Art.° 13) Cuando en n[ues]tra Santa Yglesia Catedral hubiere sermon se
dara aviso al Pueblo, tocando la vispera inmediatamente despuas de las
oraciones treinta campanadas, como se hace en tiempo de quaresma, y
se observa en otras partes; y para combocar al Pueblo cuando los curas
explican la Doctrina Christiana en sus parroquias se hara seña por espacio
de una hora con la campana mayor de las Yglesias matrices.
Art.° 14) La Santidad del Sumo Pontifice Benedicto decimo quarto por
un breve Apostólico que empieza ad pasionis dado en trece de diciembre
de mil setecientos cuarenta concedio cien dias de perdon a todos los Fieles Christianos que en el dia Viernes de cada semana resaren incados de
rodillas a las tres de la tarde cinco padre n[ues]tros. y cinco Ave Marias,
en memoria de la Pasion y Agonia de Ntro Señor Jesuchristo; y para que
295
CON MI VOZ SONORA
un exercicio tan piadoso no se omita por falta de recuerdo, mandamos
q[ue]. en Ntra. Catedral, en las Yglesias Parroquiales y Monasterios de
esta ciudad ala expresada hora delas tres de la tarde se haga seña, tocando cinco campanadas pausadas con la mayor, y rogamos y exhortamos a
los R.R. [Reverendos] P.P. [Padres] Prelados delas Sagradas Religiones, lo
manden igualmente hacer en sus Yglesias, para q[ue]. con esta advertencia los fieles puedan practicar la diligencia referida, y ganar los cien dias
de perdon concedidos por Su Santidad, y cuarenta dias de indulgencia
q[ue]. usando N[ues]tra. facultad les concedemos.
Art.o 15) Repiques generales con todas las campanas y en todas las Yglesias, solo se daran en los casos siguientes: Cuando llegue aviso de España
con la agradable noticia dela buena salud de N[ues]tros Augustos Soberanos, como queda prevenido en el articulo quinto: en las visperas, y dias
de sus R[eale].s Nombres, y en los q[ue]. cumplen años sus Magestades:
cuando en las misas de accion de gracias se canta el tedeum en la Catedral, en la q[ue]. empesara el repique al t[iem]po. de entonarse y durara
todo el que tardare en concluirse esta seremonia, practicamente lo mismo
en todas las Yglesias de la ciudad, luego q[ue]. oygan pulsar las campanas
de la Catedral: en la festividad y publicaz[ion].n de la Bula de la Santa
Cruzada como se acostumbra: quando se resiva noticia de nueva eleccion de Sumo Pontifice; quando se tenga la de nombramiento de Prelado
para esta Santa Yglesia y en sus entradas publicas; como igualmente en
las que hicieren los S.S [Señores] Presidentes, Vice-Patronos Reales; y
ultima[men].te siempre q[ue]. se viniere alg[un].n motivo extraordinario,
como parto de la Reyna Nuestra Señora, casamiento del Principe Nuestro
Señor, publicacion de Pares, u otros semejantes que interesen a la felicidad publica lo q[ue]. se ordenara en su caso.
Art.° 16) Repiques con todas las campanas q[ue]. duren el mismo espacio
de t[iem]po. en las Yglesias en que se hacen las funciones, sin estenderse e
otras distintas, se daran en las visperas, y fiestas mas solemnes, como son
las de todos los misterios de N[ues]tra Santa Religion, Santos Patronos de
España y de esta ciudad, en las de los Santos Patriarcas y fundadores de
las respectivas religiones, en las elecciones de Prelados y Preladas, y en esta
Santa Yglesia Catedral, cuando los Prebendados toman posesion de sus
Prebendas. En las procesiones del Corpus, se repicara en la misma S[an].
296
Anexos
ta Yglesia Catedral con todas las campanas todo el t[iem]po q[ue]. el
Divino y Augusto Sacramento, gane y ocupe desde la salida de la Yglesia
hasta su regreso tambien. Tambien se dara a la oracion en las visperas del
aniversario de nuestra consagración y de nuestros subcesores.
Art.° 17) Repiques con tres campanas se daran en las visperas y dias de las
fiestas menos solemnes, y en los demas casos, y funciones en q[ue]. se ha
acostumbrado a hacerlo; pero con tal q[ue]. esto solo sea de dia, y de que
esta clase de repique no pase de cinco minutos.
Art.° 18) Quando llegue el caso doloroso, de que se comunique noticia
de haver fallecido N[ues]tros Augustos Soberanos, se anunciará inmediatamente al Publico este triste subceso con doscientas campanadas en la
Santa Yglesia Catedral a q[ue]. seguiran otros tantos clamores con todas
las campanas; y de la misma suerte se continuara doblando por espacio
de veinte y quatro horas, un quarto en cada hora, y lo propio se practicara
desde las quatro de la tarde, la vispera del dia señalado para las R[ale].s
Exequias, hasta q[ue]. estas se concluyan, menos en las horas de la noche,
en la inteligencia q[ue]. estos dobles han de ser g[ene]rales, esto es con
todas las campanas, y en todas las Yglesias de la ciudad, q[ue]. deberan
hacerlo al mismo tiempo q[ue]. la Catedral. Y esto mismo se practicara
en los casos de muerte de las Reynas Ntras Señoras y de los Serenissimos
Principes de Asturias.
Art.° 19) Por Real C[é]dula de veinte y seis de junio de mil setecientos
veinte y quatro mandada ultimamente observar por otra de nueve de Noviembre demil setecientos y setenta y quatro, esta prevenido por N[ues]
tros Religiossimos Soberanos, q[ue]. estos sus Dominios se celebren exequias, y hagan las demostraciones correspondientes por los Sumos Pontífices q[ue]. fallecieren, y q[ue]. se pida a Dios conceda asu Yglesia un
sucesor mas digno para su regimen, conservacion y aumento, y para que
esto tenga su debido cumplimiento, luego q[ue]. se tenga noticia de la
muerte de Su Santidad, se anunciará al publico con ciento cincuenta
campanadas y otros tantos clamores, doblando gralmente en todas las
Yglesias por espacio de un quarto de hora en todas las de aquel dia en que
se tubiere abiso, y se executara lo mismo desde el dia dela Vispera de las
Exequias, como queda prevenido en el Articulo antecedente.
297
CON MI VOZ SONORA
Art.° 20) Por lo q[ue]. hace a los prelados de esta Santa Yglesia en la hora
q[ue]. se verifique su fallecimiento, se empesaran a dar en la Santa Yglesia
Catedral, ciento cinc[uen].ta toques de campana con la mayor, luego se
seguirán otros tantos clamores, y continuaran los dobles g[ene]rales en
todas la Yglesias por un quarto de hora en cada una de las del dia, hasta
q[ue]. termine el funeral: En las honras y cabo de año se hará lo mismo,
dando principio alas cinco de la tarde del dia anterior, y entre los q[ue].
median desde el Entierro, hasta el de las honras se doblara en todos en
la Catedral inmediatam[en].te despues de la oracion, por espacio de un
cuarto de hora.
Art.° 21) En la muerte de Ntros hermanos, los SS. [Señores] del venerable Dean, y Cabildo se observara lo siguiente. Luego q[ue]. suceda la
del señor Dean, se daran ochenta campanadas, y en seguida otros tantos
clamores. Por la de los SS. Arcedianos, Chantre, Maestre Escuela, y Tesorero, ochenta en la misma forma. En la de los canónigos sesenta. En la de
los Racioneros cincuenta y cuarenta en la de los medios, cuando los haya,
y se doblara con todas las campanas quando ba a la casa del Difunto el
Responso de Cabildo hasta q[ue]. se concluya; y en las visperas del Entierro y honras se practicará lo mismo como se acostumbra.
Art.° 22) Por los señores Presidentes Vice-Patronos Reales q[ue]. fallecieron siendolo de este Reyno, en la hora, q[ue]. esto suceda, se empesaran
a dar en la Santa Yglesia Catedral ciento y cincuenta campanadas, y otros
tantos clamores, y asi en la Santa Yglesia, como en las demás de la Capital
se continuara doblando por espacio de un cuarto de hora en todas las del
dia, hasta que se concluyan las funciones funebres. Y en la vispera del dia
de las honras se practicara lo mismo, dando principio alos dobles desde
las cinco de la tarde.
Art.° 23) Por los Señores Regentes de esta R[ea]l. Audiencia q[ue]. se
hallaren en actual exercicio se doblara en la Santa Yglesia Catedral con
todas las campanas por espacio de una hora, luego q[ue]. se verifique su
fallecim[ien].to; y asi en sus Entierros, honras, y cabos de año, como en
iguales funciones por los demás SS[Señores]. Ministros de esta R[eal].
Aud[ienci].a se doblara en la misma Santa Yglesia Catedral con todas las
campanas en las horas acostumbradas, y podra hacerse la misma demos298
Anexos
tración en las demas Yglesias de la capital. Y a excepción de esos casos y
demas comprendidos en los articulos precedentes, quedan prohibidos los
dobles g[ene]rales con todas las campanas, y en todas las Yglesias.
Art.° 24) En los entierros y honras delas demas personas particulares, se
guardara la costumbre de doblar en las horas acostumbradas, pero solo
con tres campanas, y unicamente en la Yglesia donde se hace la funcion,
en la Parroquia al t[iem]po de salir la cruz, y en la Catedral si pidiesen
los dolientes, segun lo que se halla determinado a cerca de este particular;
y lo mismo se observara en cuanto alos repiques en los entierros de los
Parbulos, q[ue]. solo se daran en la Parroquia al tpo de salir la cruz, y en
la Yglesia en q[ue]. se sepultare el cuerpo, guardando en este punto lo
prevenido en el Ritual Romano.
Art.° 25) En la Conmemoracion de los fieles difuntos se doblara generalmente pero con tres campanas, empezando el doble alas dos de la tarde
del dia de todos Santos, y terminara al toque de la Ave Maria, suspendiendose desde entonces hasta las seis del dia siguiente, en q[ue]. se bolvera a empezar hasta acabada la Misa y oficios de aquel dia, con advertencia q[ue]. los Dobles o Clamores se han de dar con mucha pausa y con
intermision de cuatro minutos para q[ue]. no molesten la ciudad, siendo
el fin de ellos recordar la memoria de los fieles para el sufragio. Y para
q[ue]. esto asi particularmente se execute, mandamos al Sacristan mayor
de esta Santa Yglesia Catedral tenga el mayor cuydado en q[ue]. asi en
este dia, como en los demas en q[ue]. se hace uso delas campanas, no se
permita ni fie la pulsacion de ellas a muchachos q[ue]. toman este entretenimiento por juego y dibersion, sino q[ue]. precisam[en].te lo execute
el campanero pagado por la Santa Yglesia, en la inteligencia q[ue]. se le
hara cargo de los defectos, que por su omision y falta de cuydado se notaren en este punto. Lo mismo mandamos a todos los Parrocos, Capellanes
y Preladas de los Monasterios, y encargamos alos RR [Reverendos]. PP
[Padres]. Prelados, Regulares, siendo indubitable que la causa del perjudicial desarreglo q[ue]. se nota a cerca de esto, en el total abandono en
q[ue]. se hallan las torres y campanarios de las Yglesias, q[ue] no deben
fiarse sin distincion, a qualesquier persona, sino nombrarse una de juicio,
q[ue]. con el titulo de campanero corra con las torres, cuide de q[ue]. las
campanas esten siempre corrientes, y q[ue]. los muchachos no entren a
299
CON MI VOZ SONORA
jugar y descomponerlas, y por conciguiente, q[ue]. sea responsable a sus
operaciones, dandole de antemano las instrucciones oportunas para el
mejor cumplimiento de su oficio.
Art.° 26) Corregir el exceso en lutos, entierros, exequias, y funerales es el
otro punto q[ue]. encarga SM [Su Majestad]. En su citada R[ea]l Cedula
de primero de Marzo de noventa y quatro, pero como en los diez y ocho
capitulos q[ue]. comprende el Bando, q[ue]. mando publicar en veinte y
tres de noviembre del año pasado de noventa y tres el Exmo Señor Baron
de Ballinary Presidente Gobernador y Capitán gral de este Reyno se halla
prevenido con la mayor especificacion todo lo concerniente a remediar
los abusos q[ue]. la relajacion, y vanidad han introducido en esta materia, nos reducimos en el siguiente Edicto a mandar por lo que hace a
N[ues]tra Jurisdiccion ordinaria, que asi en la Santa Yglesia Catedral,
como en todas las Parroquias, Conventos y Monasterios, Hospitales, Capillas e Yglesias de las diocesis, se guarde y observe puntualm[en].te todo
lo contenido en lo referidos diez y ocho capitulos del mencionado, justo,
y arreglado bando expedido en esta razón. Esperando como esperamos
que asi los superiores Seculares, como los Regulares se dedicaran, con el
mayor esmero y cuidado, a que todo lo que ba expresado tenga su puntual y debido efecto: a cuyo fin mandamos q[ue]. este N[ues]tro Edicto
se […], y haga saber al Sacristan Mayor de esta Santa Yglesia Catedral a
todos los Curas, y Prelados delos conventos de ambos sexos, dejandoles
para su inteligencia y observancia un testimonio autorizado, y q[ue]. se
pase otro al promotor fiscal del obispado, para q[ue] en cumplimiento de
su ministerio cele, y este a la mira si se falta en alguno de los puntos q[ue].
en el se mencionan, y nos lo denuncie oportunamente para q[ue]. proveamos de remedio, y procedamos contra los contraventores aplicandoles
las penas prevenidas en las R[eale].s Sanciones, y que están dispuestas
por […] contra los inobedientes, y contumases; aun q[ue]. estamos en
firme concepto de q[ue]. no negara este caso por la acreditada constante
obediencia, y docilidad de N[ues]tros amados Diocesanos alos mandatos
superiores, y mucho mas alos que como el presente se hallan autorizados
con el R[ea]l Orden, y soberana voluntad del Rey Ntro Señor. Y antes de
publicar este edicto se pasara con el correspondiente oficio al Muy Ylustre
señor Regente de esta R[ea]l Audiencia encargado de las funciones del
Superior.
300
Ane xo N º 2
“Ordenanza para el tañido de las campanas”1
(1872)
Nos Rafael Valentín Valdivieso, por la gracia de Dios i de la Santa Sede,
Arzobispo de Santiago de Chile. Considerando: que habiéndose multiplicado las Iglesias en esta ciudad de Santiago, el arbitrario tañido de las
campanas, lejos de aprovechar a los fieles para atraerlos a las distribuciones piadosas, los perturba sin saberse muchas veces el objeto que motiva
el tañido; i además con el inmoderado uso de las campanas, se molesta
y perjudica en algunas ocasiones a los que padecen dolencias, teniendo
presente que el buen orden i sistema en el uso de las campanas contribuye
a la mejor solemnización de nuestras festividades, habiendo examinado el
reglamento que nos ha presentado el colejio de párrocos, venimos a decretar la siguiente ordenanza sobre el uso de las campanas en esta ciudad:
Artículo 1) Según las diferentes necesidades del culto se acostumbran
diversos toques de campana, los cuales pueden reducirse: 1 A señales para
las misas; 2 Llamados a los fieles para funciones o distribuciones piadosas;
3 Repiques; 4 Plegarias; 5 Dobles; 6 Tañidos especiales.
1
Boletín Eclesiástico, “Ordenanza para el tañido de las campanas”, 5 de abril de 1872: 492-496.
301
CON MI VOZ SONORA
Artículo 2) Las señales que se hacen para anunciar a los fieles la celebración de la misa, pueden ser de tres clases. La de primera clase constarán de
doce toques de campana continuados, repetidos por tres veces, mediando
entre uno i otro el espacio de algunos minutos, i concluyendo el primero
con un toque aislado; el segundo con dos i el tercero con tres, para que los
fieles conozcan la proximidad de la misa. Los de segunda clase, constan
de quince toques de campana continuados que terminen con tres toques
pausados. Los de tercera clase consisten en seis toques continuados de
campana.
Artículo 3) Las llamadas a los fieles pueden consistir en tañidos dobles
o triples de la campana, interrumpidos por un intervalo de silencio que
no bajará de tres minutos. Se dividen en dos clases; los de primera no
pueden exceder de tres cuartos de hora i terminarán con quince toques
continuados: los de segunda clase jamás se prolongarán más de media
hora i terminarán con diez toques continuados.
Artículo 4) La llamada de los prebendados al coro de la Iglesia metropolitana, se hará con quince toques de la campana mayor i otros tantos del
esquilón, mediando entre uno i otro toque dos minutos. En las otras Iglesias, la llamada al coro no excederá de quince toques distribuidos como
mejor convenga.
Artículo 5) Los repiques son de tres clases. Los de primera durarán ocho
minutos que pueden repetirse tres veces, mediando un intervalo que no
bajará de seis minutos entre la primera i segunda vez. Los de segunda
clase durarán diez minutos, pero no se pueden repetir. Los de tercera clase
durarán solo cuatro minutos.
Artículo 6) La plegaria consiste en un tañido continuado con pausa, alternando cada dos toques de esquilón o campana menor con el de la mayor.
Artículo7) Los dobles puede ser más o menos solemnes, pero cuando se
les añade esquilón o repique, estos no deben exceder de un tercio de minuto en cada doble. El doble puede ser sencillo, duplicado o triplicado,
pero jamás se duplica ni triplica el esquilón o repique en cada doble.
302
Anexos
Artículo 8) Para llamar a misas privadas en días no festivos solo puede hacerse uso de la seña de tercera clase, reservándose para los festivos las señas
de primera o segunda clase; excepto cuando a la misa privada acompaña
novena, o devocionario semejante a novena, en que puede hacerse seña
de segunda clase aun cuando no sea día festivo.
Artículo 9) En las distribuciones ordinarias a que se acostumbra llamar al
pueblo, solo puede usarse de la llamada de segunda clase, reservándose la
de primera para los novenarios, con predicación i esposición, i las reuniones estraordinarias de los fieles.
Artículo 10) En los casos en que según rito o uso antiguo del arzobispado
se acostumbra repicar, como al pasar por la Iglesia la procesión del Santísimo Sacramento, visitas de prelados, o convocación a los oficios divinos
celebrados con canto, solo podrá usarse del repique de tercera clase. También a la misa conventual o mayor en las Iglesias principales parroquiales
o conventuales, i al tiempo de hacerse la esposición del Santísimo Sacramento en los casos que fuere costumbre. Jeneralmente, siempre que haya
de repicarse, solo podrá usarse el repique de tercera clase, si espresamente
no se dispone aquí lo contrario.
Artículo 11) En el día que precede a las grandes festividades, a las doce del
mediodía y al toque de oraciones podrá hacerse un repique de segunda
clase; i si hai vísperas o maitines o trasijo cantado en dichas grandes festividades con solemnidad i concurso del pueblo, también se podrá hacerse
para cada función de estas un repique de segunda clase. Jeneralmente a
toda misa solemne celebrada con sermón i concurso del pueblo puede
preceder un repique de segunda clase.
Artículo 12) Para la salida de las procesiones, ya sean del Santísimo Sacramento o bien las solemnes de la Virjen u otros santos, que se hacen en
las grandes festividades, o las que tengan lugar por causas estraordinarias,
puede preceder un repique de segunda clase i terminar la procesión con
uno de tercera clase.
Artículo 13) El repique de primera clase es reservado: 1 para llamar a
las misas en los días de las grandes festividades; 2 para la procesión del
303
CON MI VOZ SONORA
Corpus y su octava; 3 para solemnizar las elecciones del presidente de
la República, del Arzobispo u otros prelados mayores, i para los días de
regocijo público. Fuera de estos casos, se necesita licencia especial, dada
por escrito, para que se pueda hacer un repique de primera clase.
Artículo 14) Siempre que por el rito de la Iglesia se exija repique, solo se
usará del de tercera clase, excepto el sábado santo en que se hará uso del
de segunda. Se permite, a la conclusión de la misa, en las grandes festividades, usar un repique de tercera clase.
Artículo 15) El toque de plegaria solo puede durar el tiempo de la misa i
preces que la motivan; i si hai procesión, cuatro minutos al salir i cuatro al
entrar dicha procesión. En los casos estraordinarios, cuando no hai misa
ni procesión, el tañido no debe prolongarse más de diez minutos.
Artículo 16) Durante la conducción de un cadáver a la Iglesia o cementerio, solo pueden tocarse cinco dobles. En la vigilia o maitines de difuntos,
ocho. En la misa, cinco, i otros tantos durante los responsos. En las vísperas de funerales, o cuando se dobla por fallecidos ausentes, ocho.
Artículo 17) La víspera del día de la conmemoración de todos los fieles
difuntos, puede tocarse diez dobles, a mas de los que correspondan al
oficio de difuntos, en donde se hacen oficios solemnes. En casos estraordinarios se determinarán los dobles que deben tocarse según la naturaleza
del acontecimiento que los motiva.
Artículo 18) Se continuarán tocando: 1 Las doce del mediodía, i las ocho
i nueve de la noche; bien entendido que el toque de las ocho debe consistir en solo ocho toques alternados con las dos campanas, i tres plañidos finales; 2 Las oraciones, con cinco golpes seguidos con la campana menor,
tres pausados con la mayor i otros cinco, como los primeros, en la menor;
3 En la misa mayor de la Iglesia metropolitana, desde el Sanctus hasta el
alzar se tocarán cinco campanadas con la campana menor i al tiempo de
alzar tres con la mayor.
Artículo 19) Para anunciar la vacante del arzobispado se tocarán cuarenta campanadas con la campana mayor, mediando entre ellas treinta
304
Anexos
segundos. Para la del deán, treinta. Para las otras dignidades, veinticinco.
Para la de canónigos, veinte. Para los racioneros, diez. Después del tañido
pausado de la campana mayor, se tocarán treinta dobles con repique por
el fallecimiento del Arzobispo, quince por el del deán; diez por dignidad
i canónigos i ocho por racioneros i medio racioneros.
Artículo 20) Cuando por causa de grave enfermedad de algún vecino al
campanario, pudiera dañarle el tañido de las campanas se avisará al superior de la Iglesia para que modere dicho tañido.
Artículo 21) Los superiores de las Iglesias solicitarán que se designe cuáles
son los días de gran festividad en que pueden gozar de los privilejios que
este reglamento les concede.
Artículo 22) El rector de la Iglesia en cuyo campanario se haya infrinjido
este reglamento, excediéndose en el tañido de las campanas, pagará la
multa de tres pesos por cada vez que lo infrinja, i una cantidad mayor,
que no exceda de diez pesos, por cada reincidencia durante el espacio de
seis meses. Dicha multa será aplicada a la casa de caridad que haya más
inmediata al campanario en que se cometió la infracción.
Artículo 23) Las campanas de las Iglesias no se tocarán jamás sino por
causa de funciones relijiosas, más se permite que para anunciar fuego
puedan tocarse en casos que sea conveniente hacerlo.
Artículo 24) A más de los prelados ordinarios, se constituyen jueces ejecutores para la observancia de esta ordenanza a los maestros de ceremonias i promotor fiscal del arzobispado; los cuales procederán de plano i
sin forma de juicio.
Artículo 25) Esta ordenanza comenzará a regir desde el 1 de mayo próximo i se conservará un ejemplar de ella en un lugar visible de todas las
sacristías de las Iglesias que tienen campanario. Dado en Santiago a cinco
de abril de mil ochocientos setenta i dos. Rafael Valentín Valdivieso, Arzobispo de Santiago. Por mandado de su señoría ilustrísima i reverendísima, José Manuel Almarza, secretario.
305
Ane xo N º 3
Inventario de campanas de la Catedral de Santiago
Las torres de la Catedral (breve reseña):
Junto con señalar la presencia de las iglesias, y junto con realzar la condición divina del sonido de las campanas, las torres conforman un elemento acústico de enorme importancia, hasta el punto de constituir
parte integral de la campana como instrumento sonoro. Efectivamente,
la construcción de los campanarios históricos estuvo fuertemente condicionada por su función acústica. Además de contribuir a la difusión
del sonido por medio de la altura, la torre actúa como caja de resonancia, requiriendo para este efecto consideraciones relativas a la postura
de las campanas y a las características morfológicas de la bóveda y de
los vanos:
[…] las campanas agudas, más pequeñas, deben estar más altas, puesto
que su sonido se expande, por así decirlo, en línea recta. Las mayores no
se instalan más bajas por cuestión de comodidad o de peso, sino porque su
sonido, más grave, se expande en todas las direcciones […] Esta “falsa bóveda”, como dicen los arquitectos, era natural y necesaria en las antiguas
torres medievales, pero en las barrocas se siguió haciendo para evacuar el
306
Anexos
sonido de las campanas hacia el exterior, evitando los ángulos en la parte
superior de la sala. No tiene funciones constructivas ni causas estéticas
sino que sirve para que las campanas suenen mejor […]. Lo mismo ocurre
con los muros que ciegan la parte baja de las ventanas […], estos muros
con barandillas […] fueron añadidos con posterioridad a la fábrica de la
torre, pero no se pusieron para proteger a los campaneros ni para “desfigurar la imagen del campanario”, como aseguran algunos puristas: se
hicieron para alargar la resonancia de los armónicos inferiores en la sala,
de manera que las campanas graves, las más bajas, retumbasen durante
más tiempo, realimentadas por su propio eco […]1.
Las torres tendieron a ser un elemento problemático en la construcción
de las iglesias, en particular de las catedrales, cuya finalización solía tardar
siglos. En el caso de algunos célebres templos, como Notre Dame de
París, Reims, Chartres, Bourges, y muchas otras, las torres nunca fueron
acabadas, y finalmente se decidió por suspender la construcción, o bien
por añadir torres con posterioridad, distintas a las del proyecto original.
En el caso chileno, se debe considerar también el fenómeno de los terremotos, que contaban a las torres entre sus presas más fáciles, complicando
así aún más una realización definitiva.
La actual Catedral de Santiago no contó con una torre de relativa importancia sino hasta el año 1789, 41 años después de iniciada la construcción
del templo (1748). Esta, obra de Joaquín Toesca y Antonio Ipinza, surgió
como necesidad de reemplazar una estructura de madera, ya muy deteriorada por aquellos años, que servía de campanario provisorio para la
Iglesia Mayor; tal como se detalla en el “Libro de Acuerdos” del Cabildo
Eclesiástico del año 1788:
[…] que respecto a estar la torre provisional que hoy tiene esta santa iglesia, sumamente ruinosa y amenazando avería por haberse corrompido los
puntales de madera en que estaría, sin embargo de los puntales de otras
vigas que para reparar este daño se le han puesto, viesen los demás señores
del cuerpo si les parecía se levantase otra de más firmeza y solidez con
cimiento de piedras y murallas de adobes, y de elevación suficiente para
a que no se ahogue la voz de las campanas con los edificios inmediatos y
1
Llop i Bayo 1997.
307
CON MI VOZ SONORA
fábrica de dicha iglesia, que la han de circundar, la cual sirva hasta que se
concluyan las que deben acompañar a las torres de la obra […]2.
En efecto, esta nueva torre también sería pensada como una construcción provisoria, en tanto se realizaba el proyecto definitivo de Toesca
(hoy perdido), que contemplaba la erección de dos torres gemelas sobre el
frontis del templo (solución que no se vería realizada sino hasta fines del
siglo XIX). No obstante, durante 86 años funcionó como el campanario
oficial de la Catedral de Santiago.
Esta antigua torre se ubicó en el actual Patio de los Naranjos, y se
concibió como un campanario exento al edificio de la iglesia, similar a
ciertos campaniles italianos (Florencia, Venecia, Parma, entre otros) o a
ciertos campanarios de iglesias del norte de Chile (Tarapacá, Parinacota,
Isluga, entre otros), que presentan una solución similar. Se componía
de cuatro niveles, el último de los cuales estaba destinado a albergar las
campanas, que se encontraban dispuestas del siguiente modo: la campana
mayor colgada al centro de la sala, y las menores (acorde con la tradición
española) colgadas de los vanos abiertos (4 en este caso), para así facilitar
la difusión del sonido. Además, la torre contaba con una pequeña linterna superior donde se ubicaba otra campana, posiblemente el esquilón o
campana menor, o tal vez la campana de 17643.
2
3
Libro de acuerdos del Cabildo Eclesiástico, Acta de Reunión del Cabildo (10 de septiembre de 1788), volumen III, citado en Ducci 1998: 166.
En primera instancia parece bastante complejo formarse una idea acabada de las torres
coloniales de Santiago. Como se dijo anteriormente, estas han prácticamente desaparecido
del escenario local, producto de los terremotos, o bien de las severas transformaciones que
sufrieron los edificios coloniales a lo largo del siglo XIX. La gran excepción está dada por
las de Santo Domingo (construidas en 1808) y las de San Vicente Ferrer (ca. 1820), las
únicas del período hasta ahora conservadas. A juzgar por estas, y por las antiguas fotografías y vistas de Santiago donde pueden observarse campanarios hoy inexistentes (como el
del colegio de San Diego y las antiguas torres de la Merced y de la Catedral), parece ser
que el campanario colonial fue una torre más bien baja, con solo una sala de campanas
rematada por un chapitel, o por una suerte de cúpula que adoptó diversas formas (de
media naranja, o bulbosa, como en el caso de San Vicente Ferrer). Todo parece indicar
que los vanos se encontraban abiertos, y de esa forma las campanas se hacían visibles desde
el exterior, ya sea porque se colgaban de vigas empotradas en estas aberturas, o porque
desde la calle podía observase su instalación al interior de la sala de campanas. Las cruces
con pedestal, presentes en algunas de las campanas coloniales examinadas anteriormente,
tenían justamente la función, a la par que simbólica, de ser vistas desde el exterior, estableciendo así un puente con la ciudadanía que no solo era auditivo, sino también visual.
308
Anexos
El sistema de toque de las campanas estuvo fuertemente condicionado por esta disposición, que, a excepción de la campana de la linterna,
permitía un contacto cercano de los campaneros con sus instrumentos.
Ello facilitaba enormemente los toques rápidos que exigían los repiques,
pues el campanero podía controlar desde muy corta distancia las sogas de
cuero, para así mover el badajo, ya sea de manera oscilante, o bien realizando una veloz serie de golpes, de variada intensidad y ritmo4.
Imagen Nº 74. La antigua torre de Joaquín Toesca.
Para 1863, la torre colonial se encontraba en mal estado de conservación, generándose así la discusión sobre su eventual reemplazo por una
nueva construcción5. Sin embargo, no será sino hasta octubre de 1874
4
5
Aquello constituye una diferencia fundamental con las torres de la segunda mitad del siglo
XIX, que tendieron a instalar celosías en los vanos, quedando así las campanas invisibles
para el común de las personas. Aún en un detalle tan pueril como puede parecer este, se
manifestaba el progresivo distanciamiento que se abría entre la ciudad y sus campanas.
La pulsación “a distancia” puede funcionar para ciertos toques simples, como el Toque de
alzar o el de Aves Marías. En el caso de los repiques, es prácticamente imposible controlar
las campanas sin encontrarse muy cerca de ellas.
Como medida paliativa, en 1864 se acepta una propuesta de restauración a cargo de Fermín Vivaceta (Ducci 1998: 30).
309
CON MI VOZ SONORA
cuando se emprendieran las obras de una nueva torre, a cargo del arquitecto Eusebio Chelli y del constructor Juan Murphy. Las obras se desarrollan con rapidez, y en junio de 1875 El Ferrocarril anuncia la postura
de una cruz sobre el edificio ya prácticamente terminado6. Por espacio de
seis meses coexiste esta nueva torre con el ruinoso campanario colonial,
que será demolido en diciembre del mismo año.
Imagen Nº 75. La torre de Eusebio Chelli y Juan Murphy.
Gracias a esta obra, la Catedral contaba por primera vez con un
elemento vertical de importancia, que señalaba su presencia dentro de la
Plaza de Armas y dentro de la ciudad. No obstante, este nuevo campanario tendría una corta existencia. En 1897 aparecen los primeros informes
que denuncian problemas estructurales en su base, a los cuales se suma
el deseo de Cremonesi por demoler la construcción, tanto por seguridad como por la intención de edificar las actuales torres. Por su parte,
la municipalidad decreta un ultimátum de demolición fijado para el 15
de febrero de 1898. El 14 de febrero comienzan las obras de desmantelamiento7.
6
7
El Ferrocarril, 4 de junio de 1875, citado en Ducci 1998: 10.
La información respecto al proceso de demolición de esta torre ha sido tomada de Ducci
1998: 10.
310
Anexos
Como ya se conoce, las actuales torres forman parte del plan de
reformas generales a que fue sometida la Catedral entre los años 1898
y 1905. Ello encontró su justificación en revertir el peligroso estado de
deterioro que para esa fecha presentaba el edificio colonial (motivo de
amonestaciones por parte de la municipalidad), pero sobre todo en un
deseo del arzobispo Casanova por dignificar “al [templo] que por su importancia es el primero de la República; al templo oficial de la autoridad
diocesana y en el que el Gobierno de la Nación practica los actos públicos del culto a la divinidad que convienen a su condición de gobierno
católico”8. Por su parte, la demolición de la torre de Eusebio Chelli hacía
necesaria la realización de nuevos campanarios, que vendrían a materializar conceptualmente el antiguo proyecto de Toesca:
Es, pues, urgente construir otro campanario, parte indispensable de los
templos católicos, donde resuena la voz de la Iglesia errante y peregrina en
este destierro […] todo parece indicar que en el plano primitivo, hoy perdido, eran dos las [torres] que se proyectaban para el frontis del templo. Es
de suponer, por lo tanto, que los respectivos cimientos consulten la solidez
necesaria para sostenerlas9.
Las actuales torres se componen ambas del siguiente modo: una
sala de campanas inferior, de planta cuadrada con esquinas ochavadas;
una sala superior, de planta octogonal; y finalmente una linterna, que sirve de remate al conjunto. En esos espacios, las campanas se distribuyeron
de la siguiente forma: La nueva campana mayor, “Santiago”, en la sala
inferior de la torre norte; las campanas “Nuestra Señora de los Dolores”
y “San Pedro”, en la sala inferior de la torre sur; las campanas de Miguel
de Sierra, en la sala superior de la torre sur; y la campana de 1764, en la
linterna de la torre sur.
Si bien estas torres (bastante decoradas) otorgaron un realce inédito
al templo, desde el punto de vista campanario resultaron en varios sentidos insatisfactorias; siendo en realidad elementos simbólico-decorativos
8
9
Boletín Eclesiástico, “Pastoral sobre la reparación de la Catedral”, 9 de marzo de 1898,
tomo XIV: 24-27.
a) Boletín Eclesiástico, “Pastoral sobre la reparación de la Catedral”, 9 de marzo de 1898,
tomo XIV: 24-27. b) Efectivamente, los arcos destinados a soportar las torres son bastante
más gruesos que los del resto de la nave.
311
CON MI VOZ SONORA
antes que campanarios en un sentido acústico y musical. Por un lado,
todos los vanos fueron cerrados con ventanas de vidrio, que, aunque
provistas de pequeñas aberturas, “encerraron” el sonido de las campanas,
entorpeciendo seriamente la difusión de sus voces. Por otro lado, se separó el conjunto de campanas de acuerdo a las torres, obteniendo así un
efecto “estéreo” antes imposible, pero también dificultando la coordinación de los campaneros10. Incluso la técnica de los toques debió cambiar.
A diferencia del campanario colonial, que (como se señaló) permitía un
contacto cercano de los campaneros con sus instrumentos11, las nuevas
edificaciones instalaron las campanas a gran altura, y los campaneros
terminaron por tocarlas mediante largos cordeles que descendían hasta
tribunas ubicadas a ambos lados del órgano (sin posibilidad siquiera de
contacto visual con los bronces)12. De esa forma, podemos suponer que,
desde 1899 hasta la fecha incierta en que cesó completamente el uso de
las campanas en el templo, los toques tendieron a volverse más lentos,
menos controlados y sonoramente menos potentes13.
10
11
12
13
Esta disposición: las campanas menores en una torre y la mayor en otra, no es desconocida
en otros templos de la ciudad (San Agustín, Perpetuo Socorro) y del mundo (Notre Dame
de París, hasta el año 2014, entre otros). En otros casos, se destinó una de las torres a las
campanas del reloj y otra a las campanas litúrgicas (San Ignacio y La Merced en el caso
santiaguino).
A juzgar por las fotografías disponibles, esto también debió ser posible en el campanario
de Eusebio Chelli.
Este sistema de toque se mantuvo hasta las reformas de 2015, cuando fue desmontado. Al
parecer se trataba de una disposición empleada después de la década de 1960. Esto, a juzgar
por una fotografía del interior de la torre sur, tomada por Domingo Ulloa el año 1960 (actualmente conservada en la Biblioteca Nacional), donde pueden verse las campanas provistas
de cordeles para tocar desde la propia sala de campanas (las campanas de 1832 aparecen
dotadas de un solo cordel, de manera tal que podían tocarse ambas simultáneamente).
Esta forma de instalación no fue exclusiva de la Catedral. En otros templos de Santiago
(Santa Ana, El Niño Jesús de Praga, el Buen Pastor y San Ignacio, a modo de ejemplo), las
campanas también comenzaron a pulsarse desde el nivel del suelo, a gran distancia de las
torres (algo que en la colonia solo se resrvaba a ciertos toques mas simples, que no requerían la presencia de los campaneros en la sala de campanas). Posiblemente, el gran badajo
de las campanas industriales fue pensado no solo como generador de potencia sonora, sino
también como un impedimento físico para evitar que el peso del cordel lo “pegara” a la
pared de la campana.
312
Anexos
Imagen Nº 76. Las torres actuales (restauradas en 2015).
Imagen Nº 77. Vanos en la sala superior de la torre sur
(antes de las remodelaciones de 2015).
313
CON MI VOZ SONORA
Imagen Nº 78. Sistema de toque de las campanas de la torre norte
(desmontado tras las remodelaciones de 2015).
Las campanas
Como ya ha sido señalado, el conjunto de campanas de la Catedral se
compone de seis campanas litúrgicas, fundidas entre 1764 y 1899. A
estas se deben sumar dos campanas interiores, que se utilizan como complemento de misas y otras celebraciones. Acorde con su rango, estas seis
campanas litúrgicas constituyen el mayor y más pesado conjunto de la
ciudad, formado por dos campanas “grandes”: “Santiago” y “San Pedro”;
una mediana: “Nuestra Señora de los Dolores”, y tres pequeñas: las campanas de Miguel de Sierra y la campana de 1764.
Consta que la Catedral contó con más campanas, perdidas a lo largo del período bajo consideración. Ejemplo de ello es la actual campana
del Cementerio General (como pudo verse, y como se verá a continuación), instalada originalmente en la Catedral y trasladada en fecha incierta hasta dicho recinto, o la gran campana “Assumpta”, mencionada por
Pereira Salas a raíz de la construcción del campanario de 1789:
El maestro Antonio Ipinza puso manos a la obra, y en el mes de octubre pudieron instalarse allí la campana grande llamada Assumpta, y dos
más pequeñas, fundidas por Silvestre Morales, Custodio de San Roque y
otros, con buena aleación de estaño y cobre campanil14.
14 a) Pereira Salas 1965: 193. b) La cita plantea dudas, pues se habla de dos campanas y de
más de dos fundidores. Por otro lado, hasta donde se tiene noticia, Custodio de San Roque
no era fundidor, sino proveedor de metales. Posiblemente, las dos campanas mencionadas
acá sean “San Pedro” y la campana de 1764.
314
Anexos
De ser así, es dable suponer que, por un número indeterminado de
años, la Catedral contó con una campana mayor a “San Pedro”, posiblemente desmontada debido a una eventual rotura15.
Imagen Nº 80. Aspecto de la torre sur tras las remodelaciones de 2015.
15
Durante el año 2015, las torres de la Catedral fueron sometidas a un completo proceso
de restauración. Esta consideró la limpieza de las torres, reposición de elementos arquitectónicos dañados por los terremotos, sustitución de pisos, y limpieza y recolocación de
las campanas caídas durante el terremoto de 2010. El proyecto está pensado para abrir las
torres al público, no obstante, aún no ha sido posible implementar visitas guiadas.
315
ANEXOS
Fichas de las
campanas
TINTINABULUM1 (A)
Localización: Presbiterio.
Diámetro: 15 cm.
Alto: 12 cm.
Peso aproximado: 1 kg.
Año de fundición: desconocido.
Fundidor: desconocido.
Epigrafía: la campana posee una epigrafía consistente en cordones decorativos.
Epigrafía tercio: cordón.
Epigrafía medio pie: 2 cordones/ cordón.
Toques tradicionales: diversos toques procesionales; la campana debió ser levantada
por un monaguillo (de modo similar a una bandera), mientras otro monaguillo se
encargaba de tocarla.
Toques actuales: actualmente la campana se utiliza en ocasión del “Toque de alzar”, en
sustitución de las antiguas campanillas de mano.
Mecanismos para tocar: cuerda al badajo. La instalación hace suponer que esta
campana fue pensada originalmente para oscilar.
Instalación: instalada en un soporte de madera tallada mediante un perno que cruza
el asa.
Estado de conservación: bueno.
1
Se trata de una campana que da a conocer el rango de la Catedral como Basílica menor. Originalmente debía estar acompañada de un paraguas de color rojo y amarillo llamado “Umbrela” (hoy
perdido). La iglesia a cargo tenía la obligación de exhibirlos durante las procesiones públicas.
319
CAMPANA DE SALIDA DE MISA (B)
Localización: puerta de la sacristía.
Diámetro: 18 cm.
Alto: 9 cm.
Peso aproximado: 3 kg (medidas y peso aproximado, inaccesible sin medios
extraordinarios).
Año de fundición: ca. 1899.
Fundidor: la característica forma del badajo hace suponer que esta campana fue
fundida por la fundición Yungai, probablemente durante la reforma de Cremonesi.
Epigrafía: la altura de la campana impide realizar una acabada toma de datos. No
obstante, es evidente que la campana fue dorada, en concordancia con ciertos elementos
decorativos del templo.
Toques tradicionales: anuncio del comienzo de la misa al interior del templo.
Toques actuales: anuncio del comienzo de la misa al interior del templo.
Mecanismos para tocar: cadena atada al badajo.
Instalación: colgada con un gancho de hierro del dintel de la puerta de la sacristía.
Estado de conservación: bueno.
320
ESQUILÓN (1)
Localización: sala superior de campanas de la torre sur.
Diámetro: 52 cm.
Alto: 37 cm.
Peso aproximado: 81 kg.
Año de fundición: 1832.
Fundidor: atribuida a Miguel de Sierra.
Epigrafía: la campana posee una epigrafía consistente en cordones decorativos, sin
llegar a presentar información respecto al año de fundición, fundidor, dedicaciones u
otros datos relevantes. Pese a ello, es dable suponer su fabricación a Miguel de Sierra,
pues el libro de cuentas de 1833 señala la existencia de dos nuevas campanas para la
torre de la iglesia2. Muy posiblemente se trate de esta y la campana que se examinará a
continuación, ambas obras del mencionado fundidor.
Epigrafía hombro: 2 cordones incisos.
Epigrafía tercio: 2 cordones.
Epigrafía medio pie: 3 cordones.
Toques tradicionales: diversos toques litúrgicos.
Toques actuales: no se toca.
Mecanismos para tocar: la campana estaba dotada de un cable de hierro para efectuar
toques manuales. Con posterioridad se le añadió un electromazo. Ambos sistemas desaparecieron con el terremoto de 2010.
Instalación: colgada con cuerdas metálicas de una viga de hierro (caída durante el
terremoto de 2010 y recolocada en 2015).
Estado de conservación: presenta una pequeña fisura que no afecta sustancialmente la
sonoridad. Al parecer, esta sería más bien un defecto de fundición y no un daño provocado por el uso o por la caída sufrida a raíz del terremoto de 2010. La campana ha sido
recientemente limpiada y barnizada, como errada medida de protección del bronce.
2
Véase página 52.
321
CAMPANA 2:
Localización: sala superior de campanas de la torre sur.
Diámetro: 62 cm.
Alto: 42 cm.
Peso aproximado: 137 kg.
Año de fundición: 1832.
Fundidor: Miguel de Sierra.
Epigrafía: la campana presenta una epigrafía consistente en cordones decorativos y
datos acerca del fundidor y del año de fundición. De ese modo, coloca en el medio pie
“DE MANO DEMYGVEL SYERRA AÑODE 1832”, fórmula usada por el fundidor
a modo de marca de fábrica, también visible en otra campana realizada para la Iglesia
de San Francisco el año 1846.
Epigrafía hombro: 2 cordones incisos.
Epigrafía tercio: 2 cordones.
Epigrafía medio pie: cordón/ DE MANO DEMIGVEL DE SYERRA AÑO DE
1832/ 3 cordones.
Epigrafía pie: cordón.
Toques tradicionales: diversos toques litúrgicos.
Toques actuales: no se toca.
Mecanismos para tocar: la campana estaba dotada de un cable de hierro para efectuar
toques manuales. Con posterioridad se le añadió un electromazo. Ambos sistemas desaparecieron con el terremoto de 2010.
Instalación: colgada con ganchos y cuerda metálica de una viga de hierro (caída durante el terremoto de 2010 y recolocada en 2015).
322
Estado de conservación: producto de la caída sufrida a causa del terremoto de 2010,
la campana sufrió diversas abolladuras sin que llegara a romperse. No obstante, presenta una grieta anterior al accidente que afecta gravemente su sonoridad. La campana
ha sido recientemente limpiada y barnizada, como errada medida de protección del
bronce.
Actualmente la campana ha perdido casi toda resonancia. Es muy posible que ello se
deba no tanto a la fisura, como a la capa de barniz que se aplicó durante la restauración.
Probablemente, el producto se “filtró” en la rotura, anulando así la resonancia que
pudo conservar la campana.
323
CAMPANA 3:
Localización: linterna de la torre sur. Tradicionalmente las campanas menores debieran estar ubicadas en la parte más alta de las torres, para así facilitar la difusión de su
sonido, más débil que el de las mayores. Desde ese punto de vista, esta campana debiera
estar ubicada en la sala superior de campanas de la torre sur, y no en la linterna, que
debiera estar ocupada por el esquilón o campana menor (es posible que esta inusual
ubicación tuviera por objeto distinguir esta campana de las demás, dando pie a la hipótesis de que en realidad esta fuera el esquilón, y no la campana más pequeña).
Diámetro: 84 cm.
Alto: 71 cm.
Peso aproximado: 343 kg.
Año de fundición: 1764.
Fundidor: atribuida a Pablo Padilla.
Epigrafía: la campana (la más antigua del conjunto) presenta una epigrafía consistente
en cordones decorativos, una cruz con pedestal, un anagrama de Jesús, y datos acerca
del donante y el año de fundición. De ese modo coloca en tercio “ESTA CA(N) PANA
MANDO HA (Z) ER EL YLUST MO S Dr Dn MANUEL DEALDAY ANNO DE
1764”, es decir, “ESTA CAMPANA LA MANDO HACER EL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DOCTOR DON MANUEL DE ALDAY AÑO DE 1764”. Manuel de Alday
fue Obispo de Santiago entre los años 1755 y 1788. La cruz con pedestal hace suponer
que esta campana fue pensada para ser colocada en un vano, mirando hacia el exterior.
Esta disposición era posible en la torre de Toesca (1789) y en la de Eusebio Chelli
(1875), pero no en la de Cremonesi (1899), que instaló las campanas al interior, cerrado por ventanas.
Epigrafía hombro: 2 cordones incisos.
Epigrafía tercio: cordón/ ESTA (rombo decorado) CANPANA (rombo decorado) MANDO (rombo decorado) HAZER (rombo decorado) EL (rombo decorado)
ILUST (rombo decorado) MO S (rombo decorado) Dr (rombo decorado bajo la r)
Dn (rombo decorado bajo la n) MANUEL (rombo decorado) DEALDAY (rombo
decorado) ANNO (rombo decorado) DE (rombo decorado) 1764.
324
Epigrafía medio: (00) cruz con pedestal (formada de rombos decorados) (06) IHS
(anagrama de Jesús con tres clavos en la parte inferior).
Epigrafía medio pie: 5 cordones (el central más grueso).
Toques tradicionales: diversos toques litúrgicos.
Toques actuales: no se toca.
Mecanismos para tocar: la campana estaba dotada de un cable de hierro para efectuar
toques manuales, retirado tras la restauración del año 2015. Con posterioridad se le
añadió un electromazo.
Instalación: colgada con abrazaderas de dos vigas de hierro en forma de cruz.
Estado de conservación: el asa badajera ha sido taladrada, dotando a la campana de
un badajo de bronce distinto al original. La campana ha sido recientemente limpiada y
barnizada, como errada medida de protección del bronce.
325
CAMPANA (4)
Localización: Campanario de la capilla del Cementerio General.
Como se señaló anteriormente, muy posiblemente esta fue una de las 3 campanas
comisionadas a Silvestre Morales en 1790 para la nueva torre de la Catedral3. No se
conocen datos al respecto, pero la campana debió ser trasladada a la antigua torre del
Cementerio General a inicios del siglo XIX. Probablemente, esta decisión estuvo en
parte motivada por la similitud de esta campana con la campana “Nuestra Señora de
Los Dolores”, de dimensiones prácticamente iguales.
Diámetro: 108 cm.
Alto: 92 cm.
Peso aproximado: 729 kg.
Año de fundición: 1790.
Fundidor: Silvestre Morales.
Epigrafía: la campana presenta una epigrafía consistente en cordones decorativos, una cruz con pedestal, y datos acerca del fundidor, año de fundición y donantes. De ese modo pone en el tercio: “SV AVTOR DON SILVESERE MORALES”.
A esta información añade en el medio pie (sin separación entre la mayoría de las palabras): “ESTACAMPANASEMANDOFVNDIRPORDONROP (P invertida a modo
de Q) E HVISI IDONBISENTEOBALLE TODASOICARIDADANO90”, es decir,
“ESTA CAMPANA SE MANDO FUNDIR POR DON ROQUE HUISI Y DON
VICENTE OVALLE TODA SOI CARIDAD AÑO 90”. La frase “TODASOICARIDAD” da a entender que la campana fue donada íntegramente por estos dos personajes
mencionados4. Al igual que en el caso de la campana de 1764, la presencia de una cruz
con pedestal hace suponer que esta campana fue pensada para ser colocada en un vano,
mirando hacia el exterior.
3
4
Véase página 51.
Roque Jacinto de Huici. Nacido en San Sebastián hacia 1740, posteriormente avecindado en
Santiago. Se desempeñó como administrador del Hospital Real; casado en 1774 con María de
Turcíos y Salas, muere el 27 de febrero de 1797 en Santiago (Fernández-Pradel 1930: 292).
326
Epigrafía tercio: cordón/ SV AVTOR DON SILVESERE MORALES/ cordón.
Epigrafía medio: (00) cruz con pedestal (formada de rombos decorados) / 3 cordones.
Epigrafía medio pie: cordón/ESTACAMPANASEMANDOFVNDIRPORDONROPE HVISI IDONBISENTEOBALLE TODASOICARIDADANO90/ cordón.
Toques tradicionales: diversos toques litúrgicos.
Toques actuales: la campana se toca en ocasión de funerales de personajes públicos y
de funcionarios del cementerio.
Mecanismos para tocar: cuerda al badajo para efectuar toques manuales.
Instalación: colgada con cadenas de vigas de hierro.
Estado de conservación: la campana ha sido barnizada, como errada medida de protección del bronce. La campana está mal instalada, con cadenas excesivamente largas,
que permiten un peligroso movimiento del instrumento.
327
NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES5 (5)
Localización: sala baja de campanas, torre sur.
Diámetro: 110 cm.
Alto: 89 cm.
Peso aproximado: 770 kg.
Año de fundición: 1790.
Fundidor: Silvestre Morales.
Epigrafía: la campana presenta una epigrafía consistente en cordones decorativos, una
cruz con pedestal, y datos acerca del año de fundición, fundidor, nombre de la campana y estado de sede vacante del obispado de Santiago. De ese modo pone en el
tercio “ANO DE 1790 SVAVTOR MORALES”, es decir, “AÑO DE 1790 SU AUTOR MORALES”, y en el medio tercio, “SE FVNDIO ESTA CAMPANA CON EL
NOMBRE DE NVESTRA SENORA DE LOS DOLORES SEDE VAC TE”, en alusión al período de sede vacante que medió entre los obispos Manuel de Alday (muerto
en 1788) y Blas Sobrino y Minayo (quien asumiera como obispo de Santiago en 1791).
Igual que en los casos anteriores, la cruz con pedestal hace suponer que esta campana
fue pensada para ser colocada en un vano, mirando hacia el exterior.
Epigrafía hombro: 2 cordones incisos.
Epigrafía tercio: 2 cordones/ ANO DE 1790 SVAVTOR MORALES (decoración
triangular) / 2 cordones.
Epigrafía medio: (00) cruz con pedestal (compuesta de rombos decorados). Cuatro
cordones.
5
Para revisión de aspectos relativos al proceso de fabricación de esta campana, véase página 51.
328
Epigrafía medio pie: cordón/ SE FVNDIO ESTA CAMPANA CON EL NOMBRE
DE NVESTRA SENORA DE LOS DOLORES EN SEDE VAC (rombo decorado)
TE/ cordón/ 2 cordones.
Toques tradicionales: diversos toques litúrgicos.
Toques actuales: no se toca.
Mecanismos para tocar: la campana está dotada de un cable de hierro para efectuar
toques manuales. Con posterioridad se le añadió un electromazo.
Instalación: colgada con ganchos y cuerda metálica de una viga de hierro.
Estado de conservación: la campana ha sido recientemente limpiada y barnizada,
como errada medida de protección del bronce.
329
SAN PEDRO6 (6)
Localización: Sala baja de campanas, torre sur.
Diámetro: 160 cm.
Alto: 116 cm.
Peso aproximado: 2371 kg.
En su epigrafía, la campana da cuenta de su peso “XX quintales”. Esto le asignaría un
peso de alrededor de 1150 kg. Cifra mucho menor que la obtenida mediante la conocida fórmula de cálculo de peso de campanas (diámetro al cubo por la constante 579),
que en relación con su diámetro le asignaría un peso de 2.371 kg. Se considera que
ambas cifras son aproximadas y un tanto especulativas sobre el peso real de la campana;
esto debido a que la fórmula de cálculo está pensada para campanas que guardan una
relación más cercana entre diámetro y altura. La baja altura de este ejemplar consideraría una menor cantidad de metal que la que supondría el diámetro, alterando así el
resultado de la fórmula.
Por otro lado, las inscripciones que dan cuenta del peso de la campana suelen ser
inexactas, existiendo grandes diferencias entre el peso atribuido por el fundidor y el
peso real del bronce.
Año de fundición: 1789.
Fundidor: Silvestre Morales.
Epigrafía: la campana presenta una epigrafía similar a su compañera de fábrica, consistente en cordones decorativos, una cruz con pedestal, y datos acerca del fundidor, nombre
de la campana, estado de sede vacante del obispado de Santiago, peso de la campana (algo
poco usual), y año de fundición. De ese modo pone en el tercio “SV AVTOR SILV MORALES”, es decir, “SU AUTOR SILVESTRE MORALES”, y en el medio tercio, “ESTA
CAMPANA CON EL NOMBE DESN PEDO SE MANDO FVNDIR EN SEDE
VACTE CON PESO DE XX QVYNTS ANO DE 1789”, es decir, “ESTA CAMPANA
CON EL NOMBRE DE SAN PEDRO SE MANDO FUNDIR EN SEDE VACANTE CON PESO DE XX QUINTALES AÑO DE 1789” en alusión al período de sede
vacante que medió entre los obispos Manuel de Alday (muerto en 1788) y Blas Sobrino
y Minayo (quien asumiera como obispo de Santiago en 1791).
6
Para revisión de aspectos relativos al proceso de fabricación de esta campana, véanse páginas
50-51.
330
Epigrafía tercio: cordón/ (decoración triangular) SV (rombo) AVT OR (rombo) SILV
(rombo) MORALES/ cordón.
Epigrafía medio: (00) cruz con pedestal (compuesta de rombos decorados) / tres cordones.
Epigrafía medio pie: cordón/ (rombo decorado) ESTA CAMPANA (rombo decorado) CON (rombo decorado) EL NOMBE (la E sobre el cordón) (rombo decorado)
DE SN (la N sobre el cordón) (rombo decorado) PEDO (la O sobre el cordón) (rombo
decorado) SEMANDO (rombo decorado) FVNDR (la R sobre el cordón) (rombo
decorado) EN SEDE (rombo decorado) VACTE (TE sobre el cordón) (rombo decorado) CON PESO (rombo decorado) DE (rombo decorado) XX (rombo decorado)
QVINTS (la S sobre el cordón) (rombo decorado) ANO (rombo decorado) DE 1789
(decoración de rombos decorados)/ cordón/ cordón.
Epigrafía pie: cordón.
Toques tradicionales: diversos toques litúrgicos, civiles y de muerto.
Toques actuales: no se toca.
Mecanismos para tocar: la campana estaba dotada de un cable de hierro para efectuar
toques manuales, retirado tras la restauración del año 2015. Con posterioridad se le
añadió un electromazo.
Instalación: colgada con ganchos y cuerda metálica de una viga de hierro.
Estado de conservación: el asa badajera ha sido taladrada (pese a que el asa badajera
original se conserva en buen estado), dotando a la campana de un badajo distinto al
original (de la misma procedencia que el nuevo badajo de la campana Nº 3). Este nuevo badajo pega demasiado bajo, poniendo en peligro la conservación del instrumento.
No debe utilizarse bajo ningún concepto. La campana ha sido recientemente limpiada
y barnizada, como errada medida de protección del bronce.
331
SANTIAGO (7):
Localización: sala baja de campanas, torre norte.
Diámetro: 183 cm.
Alto: 143 cm.
Peso aproximado: 3.548 kg.
Año de fundición: 1899.
Fundidor: Corbeaux y Cía. Fundición Yungai de Santiago.
Epigrafía: la campana (la única de fabricación industrial del conjunto), además de
cordones decorativos y datos respecto al fundidor y año de fundición, presenta una
extensa inscripción latina que da cuenta de su dedicación (al apóstol Santiago) y de su
función protectora de la arquidiócesis y ahuyentadora de malos espíritus. De ese modo
pone lo siguiente:
SVE PROTECTIONE CONTRIVI SANCTI IACOBE APOSTOL ET FILI CVIVS NOMINE LAETOR CIVIQUE HAECCINE EXSTAT VRBS ET
ARCHIDIOSESIS TINNIAM DEO MOLIMNA PROSTERNAM
ADVERSANTIVM ET CHRISTI FIDELES AD SINVM MATRIS ECLESIAE
TESTINANTER VOCABO OPERA D. COBEAUX. ET. SOC MDCCCXCIX
FUNDICION DE YUNGAI D. CORBEAUX Y CIA SANTIAGO 18997
Epigrafía hombro: cordón inciso.
7
Es decir: “BAJO SU PROTECCIÓN, LA DEDIQUÉ A SANTIAGO APOSTOL Y AL HIJO
CUYO NOMBRE ALABO. Y ASI, EN ESTA CIUDAD Y ARQUIDIÓCESIS EMITIRÉ
LOS TAÑIDOS EN HONOR DE DIOS, HARE PROSTERNAR A LOS ADVERSARIOS,
LLAMARÉ A LOS FIELES DE CRISTO A ACUDIR CON PRESTEZA AL SENO DE LA
MADRE IGLESIA” (traducción de Antonio Bentué).
332
Epigrafía tercio: 3 cordones/ 2 cordones.
Epigrafía medio:
SVE PROTECTIONE CONTRIVI SANCTI IACOBE APOSTOL ET FILI CVIVS
NOMINE LAETOR CIVIQUE HAECCINE EXSTAT VRBS ET ARCHIDIOSESIS
TINNIAM DEO MOLIMNA PROSTERNAM ADVERSANTIVM ET CHRISTI
FIDELES AD SINVM MATRIS ECLESIAE TESTINANTER VOCABO
Epigrafía medio pie: 2 cordones/ OPERA D. COBEAUX. ET. SOC MDCCCXCIX FUNDICION DE YUNGAI D. CORBEAUX Y CIA SANTIAGO 1899/ (3 cordones)
/ (3 cordones).
Toques tradicionales: diversos toques litúrgicos. En su condición de campana mayor,
a partir de su instalación esta debió heredar las funciones asignadas a la campana San
Pedro.
Toques actuales: no se toca.
Mecanismos para tocar: la campana está dotada de un cable de hierro para efectuar
toques manuales. Con posterioridad se le añadió un electromazo.
Instalación: colgada con ganchos, cadenas y cuerda metálica de dos vigas de
hierro.
Estado de conservación: la campana ha sido recientemente limpiada y barnizada,
como errada medida de protección del bronce.
333
CON MI VOZ SONORA
BIBLIOGRAFÍA
Fuentes manuscritas
~ Aguado, Rafael. 1912 Cuaderno de todos los toques de campanas así ordinarios como extraordinarios que se tocan en esta Santa Iglesia Metropolitana de València escrito por el campanero Rafael Aguado Romaguera en el año 1912. Disponible en http://campaners.com/php/textos.
php?text=1300 (visita web en junio de 2017).
Adiciones al libro que esta Santa Iglesia Catedral de Málaga tiene para el
gobierno de su torre y campanas, y de las obligaciones del campanero (1786).
Disponible en http://campaners.com/php/textos.php?text=818 (visita
web en junio de 2017).
~ Archivo de la Catedral de Santiago. Libro General de cuentas de cargo, y
data perteneciente a lo ordinario d esta Sta Ygla Cath. Q comienza Defde
el 18 de mayo de 1779 fiendo Mayord. D Pedro Jph Ayefta.
~ Archivo de la Catedral de Santiago. Libro I Copiador de las cuentas del
Libro manual rendidas por el Mayordomo Ecónomo de esta santa Yglesia
Cathedral de Santiago de Chile D” Manuel Reyes que se han mandado
copiar por el ven e Deán y Cabildo para gobierno en lo sucesivo en acuerdo
de 10 de Junio de 1834, y son las presentadas y pertenecientes al año de
1831 y a las de los años siguientes=hasta el de 1841.
~ Archivo de la Catedral de Santiago. Libro manual de las cuentas de esta
Santa Iglesia Metropolitana durante el año de 1848.
~ Archivo General de la Nación, Buenos Aires. Compañía de Jesús. Volumen 7, fojas 1 y 2. La orden de cuándo y cómo se han de tocar las
campanas ca. 1750 (Víctor Rondón, transcriptor).
~ Archivo Nacional, Fondo Escribanos de Santiago. Volumen 8, foja 9.
abril de 1592.
~ Archivo Nacional, Fondo Ministerio del Interior. Volumen 105, foja
232. Beneficencia, 15 de noviembre de 1832.
~ Archivo Nacional, Fondo Capitanía General. Volumen 708, fojas 147156. Reglamento sobre el uso y toques de campana.
~ Archivo Redentorista. Crónicas de la comunidad redentorista.
~ Constitvciones Synodales del obispado de Málaga hechas y ordenadas por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor D Fr. Alonso de Santo Thomas, Obifpo de Málaga, del Confejo de fu Mageftad, &c EN
334
Bibliografía
LA SYNODO QUE CELEBRO en fu Iglefia Cathedral, el día 21
de noviembre de 1671. Sevilla, 1674. Disponible en https://books.
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0&dq=Constituciones+Sinodales+del+Obispafdo+de+M%C3%A1
laga&source=bl&ots=VxQ8ldmZ_E&sig=Crv1QMF_qDsXI05f_
jolmzvR9oA&hl=es-419&sa=X&ei=QlecVaPCJsOcgwTM25rQBw
&ved=0CCEQ6AEwAQ#v=onepage&q=Constituciones%20Sinodales%20del%20Obispado%20de%20M%C3%A1laga&f=false (visita
web en junio de 2017).
~ 1590 Libro de las cosas de la Yglesia de la Casa Profesa de la Compañía
de Jesús de Valencia, 1590 Martín Noguera, Francesc Xavier y Sergio
Urzainqui Sánchez (Transcriptores) Disponible en http://campaners.
com/php/textos.php?text=3096 (visita web en junio de 2017).
Periódicos y revistas
~ Boletín Eclesiástico (Santiago de Chile) 1838, 1852, 1854, 1862, 1872,
1873, 1874, 1875, 1877, 1881, 1886, 1898, 1904, 1906.
~ El Ferrocarril (Santiago de Chile) 1857, 1872, 1875.
~ El Mercurio de Valparaíso (Valparaíso) 1842, 1844.
~ La Revista Católica (Santiago de Chile) 1843, 1844, 1845, 1847, 1849,
1855, 1856, 1863, 1868.
Generales
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Catedral de Toledo”. Toletum 56: 209-219.
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Benavente, María Antonia (2005). “La Concepción de la Muerte y el
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Bladh, Carlos Eduardo (1951). La República de Chile 1821-1828. Santiago de Chile: Imprenta Universitaria.
Bodman, Charles (2001). “Bells”, The New Grove Dictionary of Music and
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CON MI VOZ SONORA
Browne, María Loreto (1996). Semana Santa Corpus Christi y Navidad.
Transformaciones de las fiestas religiosas en Chile durante el siglo XIX. Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia (Profesor guía: René
Millar Carvacho). Santiago de Chile: Facultad de Historia, Geografía y
Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Cárcamo, Ulises (2010). “La Iglesia y el proceso de emancipación”, Historia
de la Iglesia en Chile. Tomo II: “La Iglesia en tiempos de la independencia”.
Dirección de Marcial Sánchez Gaete. Santiago de Chile: Editorial Universitaria: 27-67.
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Imagen Nº 6: Eduardo Sato.
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Imagen Nº 18: Eduardo Sato.
Imagen Nº 19: Francesc Llop i Bayo.
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Imagen nº 63: Miguel Carrasco.
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Imagen Nº 65: Eduardo Sato (gentileza de Emilo Vargas).
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Imagen Nº 80: Eduardo Sato.
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