La voz entre el amor y la muerte La tragedia de Chernóbil impactó al mundo de una forma que no se había visto hasta la fecha, es un caso que se sigue explorando hasta hoy debido a lo controversial y enigmático que es. De esta tragedia surgen muchas historias, la mayoría de tragedia, dolor, decepción, de muerte. Pero esta historia de Liudmila Ignatenko nos transmite algo diferente, nos habla de un amor que en estos tiempos ya no se ve, para bien o para mal, este amor es del más incondicional que se puede ver, pero va de acorde a la época, aquellos tiempos donde las esposas se sentían validadas por sus maridos, donde ellos lo eran todo y que de ellos dependían su felicidad. Liudmila y Vasia fue una pareja que ella misma relata, no tuvieron tiempo de cansarse uno del otro, estaban en la plenitud de su vida como pareja y la tragedia les arrebató todo. El accidente en cuestión siempre se trato de ocultar, para evitar la magnificencia que termino recibiendo, primero tratándola de un simple incendio normal, hasta posteriormente ocultar los fallecidos por la radiación en un cementerio exclusivo para ellos, por ende, para Liudmila fue muy difícil el acercarse a su marido, pero su amor podía más, muchos la tildaban de loca y desquiciada, probablemente en la coyuntura de hoy sería eso y más, pero debemos entender que es aquella época la meta común era el formar una familia y establecerse como pareja, ella se sentía completa con él, podía apreciar cada detalle que los demás vieran como repulsivo, mientras unos vomitaban al ver su piel caerse, ella hacia bromas de como el pelo se le caía, alejándolo del pensamiento de la inevitable muerte. Ella vivió para él lo que muchas personas hoy no estarían dispuesta a hacer por alguien que dicen amar, la sociedad ha cambiado en ese sentido, se llega a ver ese tipo de fidelidad como ridícula y hasta opresora, pero ella se sentía bien, no le podías arrebatar la felicidad que le daba el estar con él, a pesar de que estaba embarazada, a pesar de que se estaba infectando, a pesar de todo, ella solo veía a su esposo en apuros y que debía estar a su lado hasta el final, irónicamente, no pudo estar en partida. Dentro de Moscú, no se le permitió tener el duelo que ella sentía que merecía, para Liudmila, era tratado como un objeto, algo desechable y olvidable, pero ella solo veía la mitad de su vida (y cordura) irse en esos plásticos de zinc. Además de ello, su propio raciocinio estaba cuestionado, sus constantes alucinaciones escuchándolo y sueños muy específicos sobre hijos e hijas que no tuvieron la aturdían más, fue aun mayor el dolor cuando su hija nacida, solo estuvo viva por cuatro horas. El culmino de una vida amorosa y pura, era la muerte. Esa niña amortiguo toda la radiación que Liudmila padeció en esas semanas junto a Vasia, su hija sin nacer le dio el regalo más grande, ser parte de los últimos momentos de su marido, para luego partir junto con él y dejándola a ella con un mar de dudas sobre su futuro, solo tenía veinticinco años cuando empieza a superar todo esto, finalmente logra convertirse en madre nuevamente, a pesar de los riesgos que esto implicaba, ella necesitaba esa compañía de vuelta. Ese niño padece muchos problemas como la madre, puede que los dos solo estén posponiendo lo que es una inevitable y dolorosa muerte, pero prefieren ignorarlo, prefieren vivir y disfrutar de la mutua compañía, prefieren hablar del amor y apaciguar a la muerte, ya que esta nunca los abandonará, pero puede ser parte de sus vidas como lo han sido Vasia y Natasha, una familia entre el amor y la muerte.