Subido por Roberto Andrés Benavides Segura

La voz entre el amor y la muerte

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La voz entre el amor y la muerte
La tragedia de Chernóbil impactó al mundo de una forma que no se había visto hasta
la fecha, es un caso que se sigue explorando hasta hoy debido a lo controversial y
enigmático que es. De esta tragedia surgen muchas historias, la mayoría de tragedia,
dolor, decepción, de muerte. Pero esta historia de Liudmila Ignatenko nos transmite
algo diferente, nos habla de un amor que en estos tiempos ya no se ve, para bien o
para mal, este amor es del más incondicional que se puede ver, pero va de acorde
a la época, aquellos tiempos donde las esposas se sentían validadas por sus
maridos, donde ellos lo eran todo y que de ellos dependían su felicidad. Liudmila y
Vasia fue una pareja que ella misma relata, no tuvieron tiempo de cansarse uno del
otro, estaban en la plenitud de su vida como pareja y la tragedia les arrebató todo.
El accidente en cuestión siempre se trato de ocultar, para evitar la magnificencia que
termino recibiendo, primero tratándola de un simple incendio normal, hasta
posteriormente ocultar los fallecidos por la radiación en un cementerio exclusivo para
ellos, por ende, para Liudmila fue muy difícil el acercarse a su marido, pero su amor
podía más, muchos la tildaban de loca y desquiciada, probablemente en la coyuntura
de hoy sería eso y más, pero debemos entender que es aquella época la meta común
era el formar una familia y establecerse como pareja, ella se sentía completa con él,
podía apreciar cada detalle que los demás vieran como repulsivo, mientras unos
vomitaban al ver su piel caerse, ella hacia bromas de como el pelo se le caía,
alejándolo del pensamiento de la inevitable muerte. Ella vivió para él lo que muchas
personas hoy no estarían dispuesta a hacer por alguien que dicen amar, la sociedad
ha cambiado en ese sentido, se llega a ver ese tipo de fidelidad como ridícula y hasta
opresora, pero ella se sentía bien, no le podías arrebatar la felicidad que le daba el
estar con él, a pesar de que estaba embarazada, a pesar de que se estaba
infectando, a pesar de todo, ella solo veía a su esposo en apuros y que debía estar
a su lado hasta el final, irónicamente, no pudo estar en partida.
Dentro de Moscú, no se le permitió tener el duelo que ella sentía que merecía, para
Liudmila, era tratado como un objeto, algo desechable y olvidable, pero ella solo veía
la mitad de su vida (y cordura) irse en esos plásticos de zinc. Además de ello, su
propio raciocinio estaba cuestionado, sus constantes alucinaciones escuchándolo y
sueños muy específicos sobre hijos e hijas que no tuvieron la aturdían más, fue aun
mayor el dolor cuando su hija nacida, solo estuvo viva por cuatro horas. El culmino
de una vida amorosa y pura, era la muerte. Esa niña amortiguo toda la radiación que
Liudmila padeció en esas semanas junto a Vasia, su hija sin nacer le dio el regalo
más grande, ser parte de los últimos momentos de su marido, para luego partir junto
con él y dejándola a ella con un mar de dudas sobre su futuro, solo tenía veinticinco
años cuando empieza a superar todo esto, finalmente logra convertirse en madre
nuevamente, a pesar de los riesgos que esto implicaba, ella necesitaba esa
compañía de vuelta. Ese niño padece muchos problemas como la madre, puede que
los dos solo estén posponiendo lo que es una inevitable y dolorosa muerte, pero
prefieren ignorarlo, prefieren vivir y disfrutar de la mutua compañía, prefieren hablar
del amor y apaciguar a la muerte, ya que esta nunca los abandonará, pero puede
ser parte de sus vidas como lo han sido Vasia y Natasha, una familia entre el amor
y la muerte.
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