28 U Gaceta • 17 de septiembre de 2001 n i v e r s i t a r i a LA TIRA.......................................................... Futuro incierto Fabián Huitrado Aréchiga* E Terror en martes negro Erick Ramírez Oliveros* 11 de septiembre. ¡Increíble!, las torres Gemelas de Nueva York fueron derribadas en un ataque kamikaze. Los medios de información se encargaron de consternar al mundo entero al dar a conocer la tragedia. Es una tragedia la muerte de esos miles de civiles que solo se encontraban en un día más de labores o habían tomado inocentemente alguno de los aviones secuestrados, y aquellos que perecieron enterrados bajo toneladas de escombros. Es una tragedia el sufrimiento inimaginable de los que no murieron de inmediato, sino horas después, sin poder escapar. Sin duda fue un acto abominable. Sin embargo, no hay que olvidar que este no es un acto gratuito y aislado, sino una respuesta. ¿De quién? Hay una larga lista. Estados Unidos está lejos de ser una blanca paloma de la paz. Tiene muchos enemigos. Hasta ahora este país hizo lo que quería sin que nadie le reclamase nada. Eso cambió. Curiosamente pasó de victimario a víctima. Estados Unidos ha interferido conforme a sus intereses en muchos países, como Irak, Afganistán, Cuba, Panamá, Europa Oriental (la guerra kosovar), a miles de kilómetros de su territorio. Su pretexto ha sido “salvaguardar los derechos humanos de la población en conflicto”. ¡Si cómo no! La realidad fue sin duda otra: salvaguardar los intereses económicos de Estados Unidos en esa zona. Si no fuera así, entonces ¿por qué no ha intervenido en otros conflictos similares? Además, recordemos los ataques que realizan en Oriente Medio. Aunque no están en guerra, siguen bombardeando Irak, país con el que estuvieron en guerra oficialmente por la invasión a Irán y otros motivos (el petróleo). ¿Acaso creen que no mueren civiles? Esos actos y muchos, muchos otros, también son tragedias. La diferencia es que ocurren en países que pareciera no tienen importancia y que “son” los malos en esta historia. Al menos eso dice nuestro jefe el tío Sam. Estos terroristas llegaron al suicidio porque en verdad sentían un odio grande hacia esta nación. Ante la amplia gama de enemigos que pudieron haber perpetrado el suceso, deberían tomar conciencia del porqué de ese odio. ¿No será acaso que ellos les cometieron algún mal antes? Este hecho también deja ver qué tan conveniente es la globalización. El martes no solo se desplomaron esos aviones, sino que arrastraron consigo otras cosas: la economía cae de México a Argentina, de Europa a Japón. El peso se devalúa frente al dólar y el dólar frente al euro, el petróleo sube, el oro también, bajo el efecto dominó. Dicha tragedia afecta al mundo, pero ocurrió en un solo país: ¿será realmente algo bueno la tal globalización? Este hecho hace tocar fondo a la “supremacía” de Estados Unidos, el país invulnerable. ¿Qué le habrá dolido más a George W. Bush y al Congreso: la muerte de esas personas o haber sido franqueados con terroristas que armados con tan solo unos cuchillos destruyeron los símbolos económicos más importantes de Estados Unidos, la superpotencia nuclear y hasta su celebérrimo cerebro militar, el Pentágono? Sin duda la pregunta más importante ahora es: ¿cuántas muertes más costará su venganza? ❖ * Estudiante del CUCEI. n los sexenios anteriores, el futuro de la sociedad mexicana se había perdido, de la misma manera en que se fue perdiendo la fe en los dirigentes políticos, motivo por el cual se demostró que la sociedad no solo concibe la democracia como un concepto abstracto. Los partidos de oposición instaron la participación de la gente para lograrlo, y ahora ésta pide ser escuchada. Existen problemas sociales graves: la desaceleración económica y la gran cantidad de jóvenes rechazados de la Universidad y de las escuelas normales, lo que tendrá una combinación nefasta, tendiente a producir efectos prolongados en la sociedad, demasiado difíciles de resarcir. El proyecto de una gober nabilidad eficiente no ha podido ponerse en práctica, ya que los programas económicos y sociales hasta ahora no han funcionado de la mejor manera, porque parecen contravenir todo el sueño forjado en el proselitismo. El desempleo se incrementa y con ello la pobreza, un mal que afecta a todo el mundo y poco parece interesar a los gobernantes de cada país. Cada vez hay más niños que sufren hambre y enfermedades que los matan, pues no cuentan con servicios de salud; se tiene menos oportunidad de estudiar, e incrementa la ignorancia y con ella la delincuencia, problema que abate a la sociedad. O ¿es que todas las promesas hechas en campaña fueron solo un ardid para conseguir el voto de los ciudadanos? Se debe entender que si un programa económico es deficiente, los sociales serán en consecuencia de la misma forma. Los programas gubernamentales parecen ser antagónicos a las necesidades apremiantes de una sociedad mexicana que tiene sed de cambio, de bienestar, de justicia, etcétera, y que en estos momentos se siente traicionada. El afán de una reforma fiscal que grave todo y afecte mayormente a las sociedades más marginadas, la promulgación de leyes indígenas cuyos destinatarios disienten de ellas y la incursión a una globalización que acentúa las diferencias sociales, asesinan a quienes quizá ya están muertos. Todo esto genera un clima de desconfianza; los efectos democráticos del 2 de julio del año 2000 se desvanecen por propia mano. Aquellos que le dieron su apoyo, ahora le dan la espalda, porque su actuación se cree pérfida. En su interior se encuentra una duda lacerante y una incógnita: ¿se habrá elegido bien? Se debe recordar que los proyectos de una democracia fueron efectivos gracias al esfuerzo de los ciudadanos, porque su interés por las cuestiones políticas y sociales va en aumento. Hacer uso de su derecho consagrado en la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, como es el de elegir a sus gobernantes, les da la legitimidad que necesitan para el libre ejercicio de su cargo. Así como esas facultades que nos confiere el pueblo por medio de su voto, de la misma manera nos las puede quitar. Por eso es tiempo de vindicarnos, porque gracias al pueblo nosotros existimos como tales. Causa vergüenza la opinión que los individuos tienen de un político, un abogado o un policía; debemos recuperar la confianza de quienes nos hacen ser: ¿cómo podemos hacerlo? Hay una forma: tener el bienestar común como objetivo. Se debe pensar en el prójimo como en sí mismo, actuar de manera correcta, con suma probidad, de acuerdo con las necesidades del pueblo, así como de los preceptos que rigen nuestra conducta. ¡Señores gobernantes, tienen en sus manos una bomba de tiempo! Hay que manejarnos con cuidado para no hacerla estallar. ¡Conciencia señores, conciencia!v *Estudiante de la División de Estudios Jurídicos, del CUCSH. Si eres estudiante y quieres participar en esta página, manda tus colaboraciones y toma en cuenta lo siguiente: La redacción de los artículos deberá ser clara y concisa, con una extensión de una cuartilla. Luego de la publicación podrás recuperarlos. También puedes participar en la sección La tira, con una caricatura dibujada con tinta negra o marcador oscuro sobre una hoja de papel blanco. Envía tus colaboraciones a los correos electrónicos de la coordinación de Gaceta Universitaria: [email protected] ó [email protected]. 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