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Vilas - Populismo un enfoque estructural

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El Populismo Latinoamericano: Un Enfoque Estructural
Article in Desarrollo Económico · October 1988
DOI: 10.2307/3466951 · Source: OAI
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Carlos Vilas
Universidad Nacional de Lanúa, Argentina
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Carlos M. Vilas. El Populismo Latinoamericano: Un Enfoque Estructural.
Desarrollo Económico Vol 28 N°111. 1988.
EL POPULISMO LATINOAMERICANO:
UN ENFOQUE ESTRUCTURAL
CARLOS M. VILAS*
1. Introducción
La expresión populismo aparece rodeada, en una gran parte de la
literatura especializada, de vaguedad a imprecisión. Populista puede
ser un movimiento tanto como un dirigente político; un gobierno no
menos que una ideología; un modo de semantización de las
relaciones políticas. Una enumeración de lo que en algún
momento ha merecido el calificativo de populista sería larguísima.
Parece haber populismo para lo dos los gustos: populismos urbanos y
populismos agrarios; populismos progresistas y populismos
conservadores; populismos de masas y populismos de elites; populismos indigenistas y populismos occidentalizadores; populismos
socialistas y populismos fascistas; populismos "de abajo" y
populismos "de arriba". En fin: le populisme partout. En tales
condiciones, no debería extrañar si en muchos casos la expresión
populismo ha perdido valor conceptual y se ha reducido a una simple
adjetivación, generalmente de connotaciones peyorativas.
A primera vista la vaguedad podría tener que ver con el carácter
derivado del concepto por lo menos cuando se recurre a él en
América Latina. Es sabido que el concepto de populismo ha sido lo
malo de dos situaciones históricamente determinadas: la Rusia
zarista de fines del siglo XIX y el sur y medio oeste norteamericano
de la misma época. En ambos casos, los actores de esas situaciones
se denominaron a sí mismos como populistas. Ambas situaciones
presentarían diferencias tan obvias y profundas con América Latina,
que el mantenimiento de la denominación obligaría a reformular el
concepto.
Sin embargo, reformulación de un concepto no tiene por qué ser
sinónimo inevitable de imprecisión. A nuestro juicio, la imprecisión
*
Centro de Investigaciones y Documentación de la Costa Atlántica (CIDCA),
Managua, Nicaragua.
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Carlos M. Vilas. El Populismo Latinoamericano: Un Enfoque Estructural.
Desarrollo Económico Vol 28 N°111. 1988.
del concepto populismo está ligada más bien al carácter de la
mayoría de los análisis del tema en la región. Salvo contadas
excepciones, éstos se han centrado en los aspectos fenoménicos
institucionales a ideológicos, de prácticas políticas y aparatos de
estado, soslayando el encuadramiento estructural de unos y otros por
lo tanto, sin indagar si acaso el populismo latinoamericano no es algo
más si esos datos políticos, institucionales a ideológicos no tienen tal
vez algo que ver con la estructura material de la sociedad -el nivel y
modalidades de desarrollo de la economía, su articulación al mercado
internacional, la estructura de clases y grupos sociales.
En general lo más hondo que se ha escarbado en la búsqueda de
las bases sustantivas del llamado populismo latinoamericano, ha sido
en lo torno de cuestiones como el proceso de migración rural-urbano,
el desarrollo de la urbanización, el surgimiento de la industrialización
sustitutiva de importaciones. Cada uno a su manera, y en sus
complejas interrelaciones recíprocas, estos factores expresan y
apuran la crisis del orden oligárquico. El populismo latinoamericano
sería la respuesta de ciertas fracciones de la burguesía industrial, de
nuevas fracciones "intermedias" y de amplios sectores de las masas
populares a dicha crisis1.
El objeto de este artículo es poner en evidencia lo que podríamos
llamar "condiciones materiales" del populismo latinoamericano. La
tesis que se desarrolla en las páginas siguientes sugiere que el nivel
de desarrollo alcanzado por la economía en una sociedad y el tipo
dominante de relaciones de producción ofrecen la matriz de
significado que explica la posibilidad y modalidades del populismo.
Desde esta perspectiva, lo que se denomina populismo es una
1
Los estudios básicos sobre el populismo en América Latina son los de T. DI TELLA:
"Populismo y reforma en América Latina", Desarrollo Económico, vol. 4, Nº 16
(1965) 391:425; F. WEFFORT: "Clases populares y desarrollo social", reproducido
en F. WEFFORT y A. QUIJANO: Populismo, marginalidad y dependencia (San José:
EDUCA, 1973); y O. IANNI: A formaçao do estado populista na America Latina (Río
de Janeiro: Civilizaçao Brasileira, 1975). Por su parte, M. CONNIFF (ed.): Latin
American Populism in Comparative Perspective (Albuquerque: University of New
Mexico Press, 1982); M. CANOVAN: Populism (London: Junction Books, 1981); y A.
VAN NIEKERK: Populism and Political Development in Latin America (Rotterdam:
Rotterdam University Press, 1974), ofrecen análisis generales y comparativos; ver
también J. A. MOISES: "Reflexoes sobre os estudos do populismo na América
Latina", en Cadernos (Centro de Estudios Noel Nutels, Niteroi, Río de Janeiro,
setembro 1976). La reducción del populismo a una particular "interpelación
ideológica" corresponde a E. LACLAU: Politics and Ideology in Marxist Theory
(Londres: New Left Books, 1977), aunque algunos antecedentes de este enfoque
pueden encontrarse en G. IONESCU y E. GELLNER (comps.): Populismo. Sus
significados y características nacionales (Buenos Aires: Amorrurtu, 1970).
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específica estrategia de acumulación de capital una estrategia que
hace de la ampliación del consumo personal y eventualmente de
cierta distribución de ingresos- una componente esencial. Es, por lo
tanto, la estrategia de acumulación de una cierta fracción de la
burguesía, en una etapa determinada del proceso de acumulación
capitalista. Esta dimensión material o sustantiva del populismo
genera a su turno los modos de reracionamiento de esa fracción de la
burguesía con las otras fracciones del capital y con el proletariado y
demás clases y fracciones subalternas; asimismo las características
político-ideológicas de la estrategia, y sus alcances y limitaciones.
En otras palabras, se plantea que el populismo, como práctica
político-ideológica, se inscribe primero en la estructura económica de
una sociedad, y a partir de ella puede llegar a proyectarse en las
superestructuras. Al mismo tiempo, la tesis coloca los aspectos
consumistas y distributivos del populismo en un marco distinto al
usual. La distribución de ingresos hacia las clases subalternas, cuando
ella tiene lugar, es interpretada como un momento del proceso de
acumulación, a incluso como una condición de la acumulación, y ello
desde una perspectiva estrictamente económica. Es decir, no sólo en
el sentido de que la ampliación del consumo popular, o la distribución
del ingreso, pueden contribuir a reducir el nivel de las tensiones
sociales y a optimizar el factor seguridad para la acumulación. La
ampliación del consumo popular, la distribución de los ingresos, no
son actos de "justicia social" -aunque muchos participantes de las
experiencias populistas puedan vivirlos como tales- tampoco son
meros instrumentos políticos a los que se recurre para reducir la
intensidad de los conflictos sociales, aunque pueden ser manejados
en ese sentido; tampoco son otras tantas evidencias de la demagogia
populista -repartir lo que aún no se produjo. No se niega que la
demagogia distributivista, la instrumentación reformista anticipatoria,
o las buenas intenciones de las almas nobles, efectivamente existan.
Se afirma que en lo do caso esos elementos no son más que
expresiones de una modalidad de acumulación que pasa,
necesariamente, por la ampliación del consumo personal.
No se pretende elaborar en este artículo una teoría del populismo
que se erija como alternativa a lo que ya se conoce sobre el tema. La
meta es más modesta: se trata de formular y fundamentar algunas
proposiciones generales que ayuden a identificar la matriz estructural
de ciertos procesos político-económicos que, precisamente a causa de
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esa matriz estructural, reciben la denominación de populistas, a
indagar
la
proyección
en
las
instituciones,
prácticas
y
comportamientos políticos de aquellas componentes básicas.
El artículo tiene varias limitaciones. Al centrarse en la dinámica de
una etapa y un estilo determinados de acumulación de capital, presta
más atención a un conjunto de variables estructurales que al modo
en que éstas se traducen en prácticas político-ideológicas. Asimismo
enfatiza más en la racionalidad que preside las acciones y las
orientaciones ideológicas y políticas de ciertas fracciones de la
burguesía, que en el estudio de aspectos muy importantes de la
dinámica político-ideológica de las clases populares. El interés por
enfatizar los elementos de unidad y recurrencia en un espectro de
gran diversidad histórica, ha llevado a dejar de lado el estudio
detenido de algunas situaciones concretas y su inserción en el nivel
de análisis que aquí se ha escogido.
2. Un antecedente necesario: el narodnichestvo ruso
Esta aproximación a nuestro tema plantea como punto de partida
una rápida incursión hacia una de las experiencias "originarias" del
populismo: el narodnichestvo ruso de la segunda mitad del siglo XIX.
El nivel de conciencia teórica alcanzado por sus más destacados
representantes políticos y literarios -por contraste con el
pragmatismo y el empirismo de sus contemporáneos de los Estados
Unidos- y el debate posterior en lo torno de sus proposiciones,
permiten captar con claridad el núcleo de las tesis populistas2.
La idea económica central del narodnichestvo -compartida tanto
por el populismo revolucionario de las décadas de 1860 y 1870 como
2
Bueno es destacar que el narodniehestuo no se reduce a la ideología económica
de los llamados "populistas liberales"; además, esa ideología económica se
encuentra presente también en las corrientes revolucionarias del populismo ruso.
Cf. F. VENTURI: El populismo ruso (Madrid: Revista de Occidente, 1973); V. A.
TVARDOVSKAIA: El populismo ruso (México: Siglo XXI, 1976); I. BERLIN:
Pensadores rusos (México: Fondo de Cultura Económica, 1979); 1. PANTIN: El
pensamiento socialista en Rusia: Paso de ideología a ciencia (Moscú: Progreso,
1979); A. WALICKI: The Controversy over Capitalism. Studies in the Social
Philosophy of the Russian Populists (Oxford, at the Clarendon Press, 1969). Sobre
el intercambio de ideas con Marx, ef. por ejemplo T. SHANIN: Late Marx and the
Russian Road (New York: Monthly Review Press, 1983). La polémica de Lenin con el
populismo de su época se encuentra recopilada por Fernando Claudín en tres
volúmenes: V. 1. LENIN: Escritos económicos (1893-1899) (Madrid: Siglo XXI,
1974); a estos trabajos debe agregarse El desarrollo del capitalismo en Rusia
(Buenos Aires: Ediciones Estudio, 1973).
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por los populistas liberales de las décadas de 1880 y 1890- es que el
desarrollo del capitalismo en Rusia es algo artificial, falto de
viabilidad, o en lo do caso de sentido; un trasplante de Europa
occidental, una creación política del Estado, carente de bases reales
en la estructura del país. La política fiscal llevaba a la destrucción de
la comunidad campesina (obschina) y de la industria doméstica rural
(artel), divorciaba a la masa del pueblo de sus tierras y de sus
medios de vida y la empobrecía, sin crearle nuevos empleos; pero
este empobrecimiento era al mismo tiempo un obstáculo a la
expansión ulterior del capitalismo, porque reducía el poder de compra
de las masas y, por lo
tanto, comprimía el mercado. Ante la
imposibilidad de realizar la producción por falta de mercado interno
quedaría como única alternativa el mercado exterior. Esta alternativa
era frágil; la producción industrial rusa, amparada por una elevada
protección aduanera y por subsidios fiscales, era ineficiente,
demasiado cara en términos comparativos, a inepta por lo tanto para
la competencia internacional. Además, el ingreso tardío de Rusia a la
producción capitalista obstruía adicionalmente la salida al mercado
internacional, controlado por los países más avanzados que cerraban
el Paso a los recién llegados. El capitalismo occidental sería el
llamado a llenar el vacío dejado por el artificial capitalismo local.
La gran industria capitalista podría desarrollarse intensivamente a
través de incrementos de la productividad y de un aumento en la
intensidad de la explotación de la fuerza de trabajo, pero sin
aumentar el volumen de empleo. En estas condiciones el capitalismo
ruso, tempranamente monopolístico, carente del motor de la
competencia, era en la interpretación populista sólo un mecanismo de
enriquecimiento de una minoría y operaba como un freno para el
desarrollo de la economía. Al introducir nuevas técnicas de
producción, en el marco de un mercado reducido, el capitalismo limita
aún más dicho mercado, a través del empobrecimiento y el
desempleo de las masas. Podrá crear islotes de producción moderna,
suficientes para satisfacer la demanda de las clases superiores, pero
no podrá crear empleo para el pueblo, ni convertirse en el modo de
producción dominante en escala nacional. Mientras en Europa
occidental el capitalismo era históricamente necesario y progresista.
En cuanto a competencia entre capitalistas y como forma de
socialización del trabajo-, en Rusia y demás países atrasados sólo
podría ser una forma de explotación, un usurpador; algo artificial,
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trasplantado y sin futuro. La dinámica misma del capitalismo habría
de conducir a la propia asfixia por falta de mercados. Los exteriores,
por falta de competitividad y porque ya estaban en manos de los
países avanzados. El interno, por el empobrecimiento del pueblo.
Rusia no podía avanzar a más altos niveles de desarrollo por la vía
capitalista.
Era posible en consecuencia plantear el Paso al socialismo
directamente a partir de la obschina, aprovechando los gérmenes de
socialismo que existían en ella. Rusia podía convertir su atraso en una
ventaja; aprender de la experiencia ajena y tratar de sortear los
dolores del capitalismo para avanzar directamente por un patrón no
capitalista de desarrollo. Para ello bastaría con reorientar la acción del
estado, ya que era esa acción la que le servía de soporte único al
capitalismo. El gobierno debería nacionalizar la gran industria y
estimular la transferencia gradual de las pequeñas empresas a los
artels obreros; crear cooperativas de -trabajadores individuales y
artesanos, suministrarles insumos y asegurar la venta dé su
producción. La industrialización no capitalista bajo los auspicios del
Estado es la única manera de superar el atraso y el camino más corto
al desarrollo económico. La industrialización es una necesidad
objetiva del Estado y no puede alcanzarse por la vía capitalista; sólo
el Estado puede invertir capital con miras al bienestar general. Para el
narodnichestvo, la contradicción no se planteaba entre desarrollo
capitalista y desarrollo no capitalista, sino entre desarrollo no
capitalista y estancamiento3.
Aunque varios de los filósofos populistas husos provenían de los
sectores acomodados de la sociedad, en general los políticos
populistas eran principalmente intelectuales urbanos -profesores,
periodistas, estudiantes-, sobre lo do de la pequeña burguesía de las
regiones azotadas por el desarrollo "tardío" del capitalismo; ciudades
pequeñas, de provincia, fuertemente articuladas a la vida rural de su
entorno, y por lo tanto muy golpeadas por los cambios que el
capitalismo venía introduciendo en ese ámbito. Es interesante que
dos experiencias tan distantes como el narodnichestvo ruso y el
3
Conviene destacar que los populistas no negaban viabilidad a todo capitalismo,
sino solamente al capitalismo en las sociedades atrasadas. No trataban de explicar
por qué el capitalismo fue posible en occidente, sino por qué no era posible -o en lo
do caso, no tenía sentido- en un país atrasado. Aquí reside el interés del
narodnichestvo en relación con la acumulación capitalista en las sociedades
periféricas contemporáneas.
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populismo norteamericano, suscitaron las mismas reacciones en
sectores sociales equivalentes4. El lema "ir al pueblo" de algunas
tendencias del populismo ruso debería ser entendido, en este sentido,
tanto como una apelación teórica en busca de la sabiduría inmanente
en las masas -mezclada sin dudas con fantasías románticas urbanas
sobre la pureza de la vida en el campo- como a un intento de crear
un puente simbólico entre el mundo socioeconómico de los
productores y portadores de la ideología, y el mundo de los
destinatarios de la misma. En este sentido lo agrario del populismo
estaba dado más por el referente de sus mensajes que por el ámbito
social de los apóstoles.
Es posible identificar en este escuetísimo resumen varias de las
componentes típicas de la teoría económica del populismo.
Primero, la exaltación de la pequeña propiedad. La crítica al capitalismo tiene como supuesto y como punto de llegada al pequeño
propietario, a la pequeña producción. La pequeña propiedad es el
parámetro material de la ideología populista. Segundo, la reducción
de la realización de la producción y de la cuestión del mercado, al
consumo personal. El crecimiento de la economía depende del
crecimiento del consumo personal, y la retracción de éste es la causa
del estancamiento económico y de las crisis. En su sentido más
estricto, se trata de una teoría del subconsumo. Tercero, el carácter
externo de las contradicciones. Las relaciones antagónicas son, por
esencia, ajenas a la pequeña producción; por lo tanto, el paso de la
economía mercantil simple al capitalismo no puede ocurrir más que
por la acción de un agente externo, extraño a la pequeña propiedad.
De aquí se derivan tres cuestiones: 1) la caracterización del
capitalismo como aberración, como artificialidad fruto del trasplante
de experiencias ajenas a las propias peculiaridades; 2) el surgimiento
frecuente, en la ideología populista, de teorías conspirativas de la
historia, referidas al mundo de las finanzas y los banqueros; 3) el
énfasis en el pueblo como suma de lo da sabiduría; como la fuerza
regeneradora de la sociedad en la medida en que no está
contaminada de los males del capitalismo. Cuarto, el énfasis en el
Estado como agente autónomo del cambio social. La ambigüedad
estructural de la pequeña burguesía, que la lleva a imaginarse por
4 Véase por ejemplo T. SHANIN: La clase incómoda (Madrid: Alianza Editorial, 1984) y Russia as a `Developing Society' (New
Haven and Londres: Yale University Press, 1986); N. POLLACK: The Populist Response lo Industrial America (Cambridge, Mass.:
Harvard University Press, 1976); Th. SALOUTOS (ed.): Populism. Reaction or Reform? (Huntington, NY: Krieger Publishing Co.
1978); R. HOFSTADTER: The Age of Reform (New York: Vintage Books, 1955); también CANOVAN, op. cit.
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encima de los conflictos de clase, proyecta esa misma ilusión al
ámbito del Estado, que es presentado al margen de las
contradicciones de la sociedad, a incluso subordinándolas. Quinto, la
ausencia del concepto de modo de producción capitalista, más allá de
las formas históricas asumidas por el desarrollo capitalista en países
determinados, por consiguiente, la incapacidad para encontrar los
elementos esenciales del capitalismo, en tanto modo de producción,
en el amplio espectro de variabilidad histórica de las formaciones
económico-sociales dominadas por dicho modo, y de los procesos de
consolidación de esa dominación.
3. El populismo en América Latina
a) Las condiciones estructurales
El populismo ruso fue el primer intento sistemático de dar cuenta
de las especificidades del capitalismo tardío. Que el trayecto teórico
sugerido y las respuestas formuladas no hayan sido siempre
correctas, no resta mérito a haber planteado las preguntas y los
temas apropiados.
Parece claro sin embargo que la situación que constituyó el objeto
de sus reflexiones no es exactamente similar a la de América Latina.
Las peculiaridades latinoamericanas se ubican en el plano de las
formaciones económico-sociales de la región, vale decir en la manera
en que el capitalismo penetró en las sociedades locales, en la forma
en que se desenvolvió el proceso de su articulación con las formas de
producción preexistentes y a las que finalmente subordinó -y al modo
en que las subordinó-, a las modalidades de articulación de estas
formaciones periféricas con las formaciones capitalistas desarrolladas.
La exposición que sigue sintetiza los elementos que tienen más
estrecha relación con nuestro tema.
En primer lugar, el tipo de relaciones que se entabla entre la
"acumulación originaria" y la producción capitalista. La llamada
acumulación originaria -es decir, la expropiación del productor
directo, la destrucción de la propiedad privada basada en el trabajo
personal, la disociación entre el productor, los medios de producción
y el fondo de consumo- precede a la acumulación capitalista; es "una
acumulación que no es resultado, sino punto de partida del régimen
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capitalista de producción"5. Ocurre sin embargo que el capitalismo no
se desarrolla de una vez y simultáneamente en lo dos los sectores y
regiones. Su desarrollo es un proceso largo y contradictorio de
expansión en profundidad y en extensión, que consolida sus propias
relaciones de producción al par que las proyecta sobre nuevas regiones y grupos de población. Superados los primeros momentos, la
"acumulación originaria" se convierte en coetánea de la, acumulación
capitalista, aunque en regiones o sectores distintos del mismo país.
En la medida en que este movimiento se apoya en la
diferenciación del campesinado y del artesanado, en la
descomposición de la producción mercantil simple, en la expropiación
del productor directo, es un proceso de "acumulación originaria" en la
medida en que tiene como base una acumulación capitalista previa y
es ese capital previamente acumulado el que penetra las nuevas
regiones y actividades no lo es6.
La superación de la economía primitiva, de las comunidades
indígenas, de la agricultura campesina, fue un proceso mucho más
lento que en los países de desarrollo tardío, y también a diferencia de
estos países, no fue conducido por el capital industrial local. Fueron el
pillaje colonial, el capital comercial, las inversiones extranjeras para
la extracción de recursos naturales, quienes en sucesivas etapas y
oleadas fueron erosionando la economía mercantil simple. El capital
industrial, cuando participó de este proceso, fue básicamente, y hasta
entrado el siglo XX, capital extranjero. El ciclo del capital se
completaba por lo tanto fuera de las economías latinoamericanas. La
división internacional del trabajo impuesta por los países avanzados
frenó, por lo menos hasta principios de este siglo, las tentativas de
industrialización periférica. La destrucción de la producción artesanal
tuvo lugar en beneficio del capital industrial europeo, que implantó
sus mercancías en la región a través del comercio exterior. El proceso
de diferenciación de la economía mercantil simple estuvo a cargo, en
sus primeras etapas, de este tipo de capitales, y sometido por lo
tanto a sus específicas necesidades. Esto explica el ritmo lento de
este movimiento. Cuando la industria local empezó a desarrollarse lo
hizo en los marcos del sistema exportador y reproduciendo los
patrones de concentración espacial definidos por él. La industria se
5
Cf. K. MARX, El capital I, cap. XXIV.
Cf. T. EVERS: El Estado en la periferia capitalista (México: Siglo XXI, 1979), 26 y
ss.; E. MANDEL: "La acumulación originaria y la industrialización del Tercer Mundo",
en Ensayos sobre el neocapitalismo (México: Ediciones ERA, 1971), 153 y ss.
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estableció en las capitales (y a lo sumo en alguna cabecera urbana
del hinterland) donde la economía exportadora había generado una
fuerza de trabajo "libre". Lo hizo, asimismo, bajo la égida del sistema
exportador. La industria local pasó también a beneficiarse del patrón
de articulación definido por ese sistema, entre la economía mercantil
simple y el modo capitalista de producción, retardando
adicionalmente la consolidación del mercado capitalista en escala
nacional y la culminación del proceso de constitución capitalista de las
clases sociales. Que esta compleja articulación se haya traducido en
ganancias extraordinarias para el polo capitalista de la economía
periférica no es incompatible con su efecto limitador de la expansión
social y espacial de las relaciones capitalistas de producción y del
mercado capitalista7.
En segundo lugar, la separación internacional entre la producción
de medios de producción (departamento I) y la producción de medios
de consumo (departamento II). La industria latinoamericana se
desarrolló a partir de la producción de artículos de consumo, y el
departamento I quedó monopolizado prácticamente hasta la década
de 1960 por los países avanzados. El intercambio de mercancías
entre el departamento I y el departamento II asume la forma de un
intercambio internacional regido por las leyes del intercambio
desigual. El carácter exportador de las economías latinoamericanas,
su amplia apertura hacia el mercado internacional controlado directa
o indirectamente por las economías capitalistas avanzadas, determina
que la realización de una proporción amplia de la producción es
externa a las economías periféricas, y se encuentra mediatizada por
un comercio internacional cuyas relaciones de valor éstas no
controlan.
La industria de América Latina apareció estrechamente ligada al
consumo personal. Desde el principio ese consumo constituyó el
mercado del capitalismo industrial de la región. Tras la crisis de
7
El capitalismo avanzado subordina a estas formas atrasadas, incluso
precapitalistas, pero reproduciéndolas. La relación imperialismo/capitalismo local
está en el centro de la polémica sostenida en Perú en la década de 1920 entre
Víctor Haya de la Torre y José Mariátegui. La posición asumida por Haya de la Torre
Perú el imperialismo precedía al desarrollo de relaciones capitalistas de
producción-, frente a Mariátegui que sostenía la posición leninista del imperialismo
como "fase superior" del capitalismo, se aproxima de alguna manera a la tesis de
Warren sobre el imperialismo como "pionero del capitalismo" en la periferia. Cf. C.
GERMANA: "La polémica Haya de la TorreMariátegui: Reforma o revolución en el
Perú", Análisis (Lima) 2-3 (abril 1977) 143:181; B. WARREN: Imperialism: Pioneer
of Capitalism (Londres: Verso, 1980).
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1929-30 la producción industrial local tuvo como posibilidad, además,
abastecer consumos que previamente eran satisfechos por la oferta
de mercancías importadas. En consecuencia, la expansión del capital
industrial se desenvolvió atada al problema del mercado interno, ya
no entendido como, sino constituido por el consumo personal. Es
claro que esta dependencia de la producción respecto del poder de
compra de la población abarca solamente, desde el punto de vista
teórico, a una fracción del capital industrial y a una etapa del desarrollo de las fuerzas productivas, pero en las condiciones de América
Latina, y en esa etapa de desarrollo, esa fracción del capital industrial
era claramente la principal, y en algunos países prácticamente la
única.
La salida hacia mercados externos no era más sencilla que en el
capitalismo tardío. El desbarajuste del mercado internacional por la
crisis, los altos costos internos, el carácter incipiente de la producción
industrial, etcétera, definían otros tantos obstáculos. La exportación
de productos industriales que tenía lugar era la de las manufacturas
"tradicionales" en el ámbito de las inversiones extranjeras -ingenios
de azúcar, frigoríficos, fabricación de aceites vegetales, y otros-. Sólo
con la Segunda Guerra Mundial algunos países de la región pudieron
empezar a exportar algunos productos de las "nuevas" industrias,
especialmente a países vecinos con niveles de ingreso por habitante
similares. Pero tan pronto como la guerra terminó, esa posibilidad
desapareció o se redujo sensiblemente, y el mercado interno de
consumo volvió a ser la meta forzosa de la producción industrial. La
contradicción entre acumulación y consumo tuvo pues modalidades
de expresión particulares en América Latina: producir para el
consumo significaba, en los hechos, para una gran fracción del
capital, producir para la acumulación.
En tercer lugar, la cuestión de la pequeña empresa. En el
capitalismo tardío la producción industrial evolucionó rápidamente
hacia el gran establecimiento fabril, operando con tecnología
moderna. En América Latina existió, en cambio, un peso
considerablemente mayor de los pequeños establecimientos, no sólo
en importancia numérica, sino también por su participación en el
producto industrial global; algo parecido ocurrió en otras regiones de
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la periferia capitalista8. Esto no quiere decir que no haya existido,
también aquí, un desarrollo relativamente temprano de grandes
plantas industriales. Ese desarrollo existió, principalmente en la
elaboración industrial de bienes primarios exportables azúcar, carnes,
aceites, etcétera-. Asimismo, en las ramas que empezaron a
desarrollarse a fines del siglo pasado -alimentos y bebidas sobre
todo- se presenció la constitución de algunas grandes plantas que no
tardaron en dar cuenta de altas proporciones de la producción y del
empleo respectivos. Pero las circunstancias del mercado internacional
(la guerra de 1914-18, la crisis de 1929-30, la segunda guerra) y las
políticas adaptativas definidas por los estados latinoamericanos
favorecieron -de manera específica en cada país- el surgimiento de
sucesivas oleadas de pequeños establecimientos industriales que con
relativa facilidad y rapidez consiguieron encontrar un lugar en el
mercado.
Es importante destacar que esta pequeña producción no puede ser
asimilada sin más a la producción pequeño burguesa. Las altas tasas
de ganancia que podían obtener en el sector industrial atrajeron a
capitales de otros sectores, particularmente del comercio, a incluso
también de los sectores agropecuario y financiero. La posibilidad de
explotar mercados altamente protegidos fue aprovechada también
por el capital extranjero, sobre lo do norteamericano. No hay dudas
de que el sector de talleres artesanales que compone uno de los
elementos de la transición urbana a un capitalismo industrial
consolidado, contribuyó a la formación de la pequeña propiedad
industrial. Pero en buena medida ese aporte tuvo lugar merced a una
transformación de ese sector en establecimientos industriales con
empleo permanente de fuerza de trabajo extra familiar y asalariada.
No eran ya pequeño-burgueses, aunque eran sin duda burgueses
pequeños. De tal manera que en América Latina la expansión del
capitalismo industrial combinó, en sus primeras etapas, la destrucción
de la pequeña propiedad rural, precapitalista manteniendo las
precisiones formuladas más arriba con el desarrollo de la pequeña
propiedad industrial urbana, capitalista, explotadora de fuerza de
trabajo asalariada, y grandes concentraciones fabriles de capital y
fuerza de trabajo.
8
Cf. por ejemplo B. F. HOSELITZ: "Small Industry in Underdeveloped Countries",
en I. LIVINGSTONE (ed.): Economic Policy for Development (Hammonsworth:
Penguin, 1971), 256:277.
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12
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Desarrollo Económico Vol 28 N°111. 1988.
Esta es, de manera muy resumida, la dimensión estructural del
populismo en América Latina: el predominio de la producción para el
consumo personal, la gravitación de la pequeña propiedad -es decir,
la misma que la de su precedente ruso-. Los rasgos diferenciales de
la expansión del capitalismo industrial en el desarrollo tardío y en
América Latina explican que los elementos comunes hayan podido
manifestarse con efectos opuestos en uno y otro caso: en Rusia como
también en los Estados Unidos
para nutrir ideológicamente los
ataques a la expansión del capitalismo industrial en América Latina,
para impulsar su desarrollo9.
El populismo, así caracterizado, parece encontrarse entonces en
esta etapa del desarrollo latinoamericano, en la naturaleza misma de
las cosas. Pero que la industria tuviera como mercado el consumo
interno no es sinónimo, todavía, de incorporación de las clases
populares a ese mercado. Las preocupaciones de los industriales
latinoamericanos, sobre lo do en los primeros momentos del
desarrollo de la industria, estuvieron referidos a cuestiones como el
nivel de protección con que podrían contar frente a las importaciones
competitivas a la posibilidad de conseguir exenciones de derechos de
importación de maquinarias, herramientas y en general bienes de
inversión, a la disponibilidad de crédito suficiente y adecuado a las
modalidades operativas de la industria, a conseguir un tratamiento
impositivo favorable, y cuestiones similares10. No se encuentra en las
reclamaciones de los industriales de la época, ni en los debates
parlamentarios, referencias a la necesidad de ampliar el consumo de
las masas para acelerar el crecimiento de la industria. Y cuando las
hubo, se trató de manifestaciones esporádicas, ajenas al ámbito
empresario, y que por lo demás cayeron en saco roto11.
9
Lo mismo ocurre con el nacionalismo como ideología. En el capitalismo avanzado
fue una de as componentes de la ideología fascista; en el Tercer Mundo, es un
ingrediente de las luchas antiimperialistas y anticolonialistas.
10
Respecto de los industriales argentinos, cf. por ejemplo D. CUNEO:
Comportamiento y Crisis de la clase empresaria (Buenos Aires: Pleamar, 1967) 73
y ss.; sobre Brash, N. VILELA LUZ: 4 luta pela industrializaçao do Brasil (San Pablo:
Editora Alfa-Omega, 1975), Cáp. IV.
11
En México, por ejemplo, el programa del Partido Liberal (l0 de julio 1906)
planteaba cuando el pueblo es demasiado pobre, cuando sus recursos apenas le
alcanzan para mal comer, consumo sólo artículos de primera necesidad, y aún
éstos en pequeña escala (...). Pero si estos hambrientos dejan de serio; sí llegan a
estar en condiciones de satisfacer sus necesidades normales; en una palabra, sí su
trabajo les es bien o siquiera regularmente pagado, consumirán infinidad de
artículos de que hoy están privados, y harán necesaria una gran producción de esos
artículos. Cuando los millones de parias que hoy vegetan en el hambre y en la
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13
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Desarrollo Económico Vol 28 N°111. 1988.
La crisis mundial de 1929 permitió que la industria de América
Latina diera el gran salto pero sobre lo do en aquellos países de la
región que ya contaban con una cierta plataforma industrial.
La oferta industrial local se expandió, a partir de la crisis, sobre el
espacio de consumo dejado vacante por la retracción del comercio
exterior y por las políticas cambiarias, arancelarias y otras,
implementadas en la región desde entonces. El crecimiento del capital
industrial tuvo lugar orientado hacia una demanda preexistente que
no era, en lo fundamental, la de las clases populares, por más que
fuera demanda de bienes de consumo y de use final. Esto vale tanto
para los países que contaron con cierto crecimiento industrial desde
fines del siglo XIX12, cuanto para los que directamente comenzaron
ese crecimiento después del desencadenamiento de la crisis
internacional. No obstante, lo que se acaba de señalar no significa
suscribir la tesis del carácter suntuario de las mercancías generadas
por el sector13. No sólo por la composición predominante de la oferta
alimentos, bebidas, cigarros y cigarrillos, calzado, vestido, y
similares, constituyen en esta época, según los países, entre la mitad
y tres cuartas partes del producto industrial, sino porque el carácter
desnudez coman menos mal, usen ropa y calzado y dejen de tener petate -por todo
ajuar, la demanda de mil géneros y objetos que hoy es insignificante aumentará en
proporciones colosales, y la industria, la agricultura, el comercio, todo será
materialmente empujado a desarrollarse en una escala que jamás alcanzaría
mientras subsistieran las actuales condiciones de miseria general". En A.
CORDOVA: La ideología de la Revolución Mexicana (México: ERA, 1979) 123.
12
En 1929 la participación de la producción industrial en el PBI de la Argentina
alcanzaba a 22,8 %; en México a 14,2 %; en Uruguay a 12 %; en Brasil a 11,7 %.
Aunque W. BAER ("Import Substitución and Industrialización in Latín America:
Experiences an Interpretations", Latin American Research Review, VII, 1
1972:95-122) afirma que no puede hablarse propiamente de industrialización en
América Latina antes de 1930, el hecho es que hacia 1914 la industria argentina
abastecía el 91 % del consumo de alimentos el 88 % del consumo de indumentaria
y artículos de tocador, el 80 % de la demanda de materiales de construcción, casi
el 40 % del consumo de productos químicos, etcétera. Cf. E. GALLO: "Agrarian
expansion and Industrial Development in Argentina, 1880-1930", en R. CARR (ed.):
Latin American Affairs (Oxford University Press 1970), St. Anthony's Papers No 22.
Según estimaciones, en 1933 la industria brasileña abastecía el 82 % del consumo
de tejidos, el 97 % del de calzado, el 68 % de bebidas, casi el 43 % de productos
farmacéuticos, más del 50 % de muebles, fósforos, corbatas, la casi totalidad de los
artículos enlatados, etcétera. Cf. W. DEAN: "A industrializaçao durante a Republica
Velha", en Historia Geral da Civilizaçao Brasileira. III: 0 Brasil Republicano. 1.
Estrutura de Poder e Economía (1889-1930) (San Pablo: Difusao Editorial, 1977),
cap. II.
13
Tesis sustentada entre otros por R. MAURO MARINI: La dialéctica de la
dependencia (Santiago: CESO, 1972), y S. AMIN: "Self-Reliance and the New
International Economic Order", Monthly Review, vol. 29, Nº 3, (julio-agosto 1977)
1:21.
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de clase del consumo viene dado menos por el tipo de mercancías
que se ofertan si se quiere, por su valor de uso que por el perfil de la
distribución del ingreso y, por lo tanto, por el tipo dominante de
relaciones de producción, de las que la distribución del ingreso suele
ser una especie de contracara.
En algunos países de la región hubo una cierta expansión del
consumo popular urbano, pero fue, de cualquier manera, reducida. La
producción industrial buscó captar, fundamentalmente, la demanda
de los grupos de ingresos medios. La integración física del territorio
nacional, a través de la ampliación y el mejoramiento de la red vial y
ferroviaria, del sistema de comunicaciones, etcétera, jugó en este
sentido un papel principal, al abrir el mercado de consumo de las
burguesías
y
fracciones
medial
del
interior
provinciales,
departamentales y similares a la producción industrial.
La extensión del mercado a través de la incorporación de las
masas al consumo industrial, cuando la hubo tuvo lugar básicamente
como una derivada del aumento del empleo urbano: El crecimiento de
la ocupación en lo que genéricamente se denomina sector terciario
fue de magnitudes amplias y conocidas. Pero también creció el
empleo industrial aunque con cifras menos espectaculares14. El estilo
tecnológico prevaleciente en las principales ramas de la industria
parece haber desempeñado un papel importante en este sentido, por
su carácter intensivo en fuerza de trabajo, y por la relativa
homogeneidad tecnológica predominante. Lo primero, porque el
incremento de la producción se apoyaba más en el aumento del
volumen del empleo que en la intensificación de la explotación de la
fuerza de trabajo que ya estaba ocupada. Lo segundo, porque las
diferencias en el tamaño de la planta no se reproducían en
proporciones similares en la productividad de la mano de obra
respectiva. Esta situación benefició particularmente a los
establecimientos pequeños, que en esa etapa generaban, según ya se
indicó, una proporción importante de la oferta industrial. Ello por
varias razones: 1) la planta de dimensiones más reducidas y de
volumen físico de producción menor no significaba necesariamente ni
automáticamente niveles similarmente menores de productividad y
de eficiencia operativa; 2) los costos de entrada al mercado eran
relativamente bajos y de acceso más o menos posible para los
14
Cf. NACIONES UNIDAS, El proceso de industrialización en América Latina (Nueva
York: ONU, 1965), 43-44.
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pequeños capitales a incluso para algunos talleres familiares 3) las
cuestiones de economía de escala no eran particularmente
importantes15.
Este tipo de crecimiento industrial a través del aumento del empleo
de fuerza de trabajo asalariada se favoreció del excedente de mano
de obra creado por la economía exportadora a incrementado por la
crisis internacional. No se tradujo, por lo tanto, en aumentos
salariales. Al contrario: dadas las características orgánicas y
tecnológicas apuntadas, al constituir el valor de la fuerza de trabajo
una componente muy alta del precio de producción de las mercancías
industriales, la sobreoferta de fuerza de trabajo creó las condiciones
para que el capital industrial pudiera presionar sobre ese excedente y
forzara los salarios a la baja. Esta es, posiblemente, la principal
explicación de la considerable elevación de la tasa de ganancia
industrial en la mayoría de los países de la región que transitaron
esta etapa por lo tanto, la orientación del capital industrial hacia el
consumo interno, su soporte parcial en la pequeña empresa, poco o
nada tuvieron que ver, en este período, con la distribución del ingreso
hacia los asalariados, o con una supuesta "democratización" de las
relaciones de la producción. En los casos en que algo de esto existió
el desplazamiento de la curva de distribución del ingreso tuvo lugar
mucho más por el aumento de la masa de asalariados que por el
crecimiento del salario por hombre ocupado16. Pero incluso ello
estuvo más ligado a las proyecciones políticas a institucionales de
15
“La mayor productividad de una industria (...) no ha aumentado con el
crecimiento del tamaño de las fábricas", señalaba a principios de la década de 1940
uno de los más dinámicos industriales argentinos. "Parecería que la tendencia
actual para lograr una mayor expansión de una determinada rama de la industria
-en conjunto- consiste en reducir el tamaño de las fábricas. El futuro industrial nos
llevaría más bien a una cierta interdependencia de las fábricas integrantes de una
rama de industria, con tamaños individuales menores y más especializados". Cf.
Torcuato DI TELLA, Problemas de la posguerra (Buenos Aires: Librería Hachette,
1943), pág. 49.
16
Sin embargo en la Argentina la expansión del empleo industrial no impidió que
durante la década de 1930 y principios de la de 1940 la curva de distribución del
ingreso se moviera en sentido regresivo; la participación de sueldos y salarios en el
ingreso interno retrocedió. Cf. G. DI TELLA y M. ZYLMELMAN: Las etapas del
desarrollo económico argentino (Buenos Aires: EUDEBA, 1967), 478; CEPAL: El
desarrollo económico y la distribución del ingreso en la Argentina (Nueva York:
Naciones Unidas, 1968), cuadro 39. R. ISCARO: Origen y desarrollo del movimiento
argentino (Buenos Aires: Anteo, 1958) narra varios casos de reducción absoluta del
nivel de los salarios. Sobre Brasil, cf. F. WEFFORT, op. cit. en la nota I.
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este esquema de crecimiento, que a las tendencias de base del
mismo.
b) La dimensión político-ideológica
Las consideraciones anteriores permiten conceptualizar al
populismo como una modalidad de acumulación de capital que emana
de una configuración determinada de la estructura productiva de la
sociedad. Ahora bien: no existe una automática conversión de esta
dimensión estructural en una estrategia de acumulación, ni esa
dimensión implica, mecánicamente, la concertación de una alianza
"vertical" de clases entre la burguesía industrial y la clase obrera
respectiva. El paso de una situación de acumulación a una estrategia
de acumulación y a un sistema de alianzas, ocurre como un proceso
político-ideológico, que tiene sus raíces en esa estructura, pero que
posee una autonomía relativa y una especificidad propia. La
conversión de la situación en estrategia remite al campo
político-ideológico en la medida en que una estrategia de
acumulación es, en último análisis, un proyecto político de conducción
de la sociedad a través del Estado. La posibilidad objetiva de una
estrategia de acumulación es así producto de condiciones sustantivas
que son definidas en el ámbito de los hechos económicos, pero su
cristalización en un proyecto hegemónico, y su efectiva
implementación se determinan en el campo de la lucha política y, por
último, en su articulación en el Estado ámbito en el cual la estrategia
de acumulación deviene política económica. Que una alianza de
clases, y un proyecto de acumulación, surjan como posibles en la
esfera de la economía, no significa su concreción necesaria, en la
medida en que ésta depende asimismo de condiciones y de
elementos que se definen y se emplazan en un ámbito distinto, por
más que derivado estructuralmente de aquélla17.
El impulso a la estrategia populista de acumulación exigía una
reorientación del funcionamiento de la estructura productiva, y por lo
tanto la introducción de alteraciones en la composición del bloque de
fuerzas dominantes. La industria se había desarrollado hasta
entonces en el espacio admitido para ella por el sector exportador, y
17
Este artículo tiene por objeto discutir los factores que intervinieron en la
constitución del populismo latinoamericano; deja de lado por lo tanto la indagación
de por qué la estrategia populista no cuajó en otras situaciones en que los factores
objetivos se encontraron presentes.
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bajo su tutela. Para superar tales limitaciones era imprescindible
eliminar esa dependencia. La política crediticia, el tipo de cambio, el
sistema de precios relativos, la protección efectiva a la industria, el
costo de reproducción de la fuerza de trabajo, la, orientación del
comercio exterior, generaban otras tantas instancias de contradicción
con las fracciones de la "oligarquía" y las políticas del Estado: En
algunos países fue esa misma oligarquía la que impulsó políticas que
favorecieron el avance industrial, pero con limitaciones que se
hicieron sentir rápidamente por otra parte, la capacidad de importar
maquinaria y equipo para la industria seguía dependiendo de las
exportaciones generadas por el capital oligárquico -terratenientes
sobre todo-. En lo que respecta al capital extranjero, el diseño de la
infraestructura a través del sistema de transporte y comunicaciones
subordinado a las necesidades del esquema exportador en algunos
países, su modalidad de enclave en otros, constituían otros tantos
impedimentos para la integración y la expansión del mercado
nacional.
Dadas las características que asumía el crecimiento de la industria
y el modo en que se articulaba al resto de la economía, el aumento
del consumo popular no aparecía ante los ojos de la burguesía
industrial como la solución para sus tribulaciones; en lo do caso, tal
aumento habría de ser el resultado del crecimiento del empleo
-dejando de lado las limitaciones ya señaladas, que emanaban del
bajo nivel de los salarios-. En estas condiciones de producción, con el
estilo tecnológico predominante, el obrero aparecía en la perspectiva
del empresario industrial menos como un consumidor potencial
actualizable a través del aumento del salario, que como uno de los
componentes principales de la estructura de costos -en general tanto
más importante cuanto más reducidos eran el tamaño de la planta y
el volumen de producción del establecimiento- y como uno de los
factores más estratégicos en la determinación de su tasa de
ganancia. Un aumento de salario implicaba un aumento de los costos
de producción que repercutiría en la tasa de ganancia.
Se definía así, para esta fracción del capital, una contradicción
entre el tipo de oferta industrial y la baja elasticidad de su demanda,
por un lado, y el perfil de la distribución del ingreso por el otro. En
general esta contradicción no fue identificada por los industriales. Su
debilidad económica, su aislamiento social, su dependencia
económica, político-institucional a ideológica respecto del sistema
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exportador, tuvieron mucho que ver con esta "falta de conciencia" de
la fracción industrial de la burguesía. Pero fundamentalmente habría
sido el tipo de relaciones de producción sobre las que dicha fracción
se asentaba, el que habría obstaculizado la percepción de la posibilidad de orientar de manera consciente, el desenvolvimiento de las
fuerzas productivas. En este aspecto, la "falta de conciencia" de la
burguesía industrial fue, meramente, falta de una conciencia
populista.
Algo semejante ocurría con la posibilidad de establecer alguna
forma de alianza de esta fracción del capital con sectores del
asalariado urbano. Desde la posición del empresariado industrial, el
obrero era un elemento díscolo, indisciplinado y perturbador, cuya
efectividad reivindicativa atentaba contra la marcha normal de la
producción, que participaba en huelgas y que pretendía organizarse y
de hecho se organizaba- en sindicatos, que desafiaba el principio de
autoridad dentro de la fábrica y fuera de ella. La frase del político
brasileño Washington Luis -"La cuestión social es una cuestión de
policía"- podría haber sido refrendada sin demasiada hesitación por
el industrial latinoamericano. Si alguna alianza preocupaba al capital
industrial de estos países en esta etapa, ésta era más bien con las
demás fracciones del capital.
La posibilidad de reorientar la estructura y el funcionamiento del
sistema productivo en un sentido más favorable a los intereses de los
industriales vale decir, de ampliar el espacio de su propio proceso de
acumulación- dependía pues de la posibilidad de convertir esos
intereses en políticas, y por consiguiente de la medida y manera en
que tales intereses pudieran alcanzar articulación en los aparatos del
Estado. Dependía también, por
lo
tanto, de la capacidad de
reorientar el funcionamiento del Estado, que hasta entonces
expresaba de manera inequívoca la dominación oligárquica. Para
terminar con su subordinación al sistema exportador, la burguesía
industrial debía encontrar esa expresión política en el Estado, pero
era difícil que la hallara mientras mantuviera su subordinación al
sistema exportador.
El paso de la situación populista a la estrategia populista fue dado
desde afuera de la burguesía industrial. Provino de la instancia
política, y básicamente de los aparatos del Estado. Hubo sin dudas
dentro de la burguesía algunos sectores que vieron con claridad el
problema. Pero en general se trató de voces aisladas, o bien emitidas
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después que el Estado había avanzado ya en su tarea de imponer a la
sociedad la dinámica de la acumulación populista18. La oligarquía
tenía sus partidos políticos, y también los tenía, de alguna manera, el
proletariado urbano. Los industriales, especialmente los que se
desarrollaron a partir de la crisis de 1929, carecían en cambio de un
partido que articulara sus intereses. El Estado, orientado por el
régimen populista, fue un intento de llenar ese vacío.
Una indagación del modo en que estas contradicciones fueron
superadas, o por lo menos reguladas, por el Estado, y de los
factores que condujeron a ciertos aparatos del Estado a una
identificación con el desarrollo de la
industria doméstica y la
consolidación del mercado interno por la vía de la demanda
asalariada, va más allá de los límites fijados para este trabajo. El
avance de la industrialización más allá de las fronteras que le imponía
el esquema exportador y, en definitiva, la división internacional del
trabajo, y el ascenso político de los industriales dentro del bloque de
fuerzas dominantes, se apoyaron, a través del Estado, en la
movilización de las masas urbanas. La estrategia populista de
acumulación, convertida ahora en política económica a impulsada
desde el Estado, no fue ya solamente una forma de afianzar a la
industria en la estructura de la producción, sino también de alimentar
la movilización de las masas y de consolidar políticamente al capital
industrial tanto en sus contradicciones con el sistema exportador,
cuanto frente a las propias masas.
Parece excesivo, sin embargo, hablar en general de una alianza de
clases entre esta fracción del capital y las masas populares urbanas,
como sustento de los regímenes populistas. La expresión alianza de
clases se ha convertido en moneda corriente en la literatura sobre el
tema, pero en general se da un significado impreciso al término, que
parecería no tener otra jerarquía que la de una categoría empírica
18
Por ejemplo, algunos predecesores de la Confederación General Económica (CGE)
en la Argentina, como la Federación Argentina de Entidades Defensoras del
comercio y la Industria, en la década de 1930. Cf. J. LINDENBOIM: "El empresario
industrial argentino y sus organizaciones gremiales entre 1930 y 1946", Desarrollo
Económico, vol. 16, Nº 62 (Julio-setiembre 1976), 163: 201. En México es conocido
el papel desempeñado por CANACINTRA (Cámara Nacional de Industrias de
Transformación); cf. S. MOSK: Industrial Revolution in México (Los Angeles:
University of California Press, 1954). La Carta da Paz Social elaborada en la
Conferencia de Teresópolis de la Asociación Comercial de Río de Janeiro (mayo
1945) estipulaba en su artículo 3: "No sólo por motivos de solidaridad social, sino
de conveniencia económica, debe aumentarse lo más rápidamente posible el poder
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-incluso en trabajos que centran en la cuestión de las alianzas todo
su esquema de análisis19.
Una alianza de clases supone necesariamente una cierta
equiparación entre las fuerzas confluyentes, y por lo tanto su
autonomía organizativa recíproca; supone un programa conjunto -por
lo menos implícito- yen consecuencia una conciencia en lo das las
fuerzas participantes, de la dirección del trayecto a recorrer en
común, del modo como habrá de recorrerse y de su duración. Cuando
se habla de "una cierta equiparación de fuerzas", no se plantea un
empate político entre las fuerzas involucradas, sino la concertación de
acuerdos dentro de un ámbito determinado, ámbito en el cual las
contradicciones existentes entre las fuerzas implicadas no
desaparecen, pero se subordinan a otras contradicciones
-generalmente respecto de terceras fuerzas- que aparecen como más
urgentes, o más significativas. Si se acepta esta muy escueta
caracterización, parece evidente que no tiene sentido afirmar en
general la existencia de una alianza de clases entre los industriales y
el proletariado urbano en la base del régimen populista. Más bien
parece haber existido, en esta etapa, un conjunto fluido de
coincidencias y acuerdos coyunturales, no sólo con el proletariado,
sino también, y a veces sobre lo do, con clases y fracciones del
sistema exportador, a incluso con fracciones del capital extranjero, a
través de los cuales la burguesía industrial, cobijada o sustituida por
el Estado, trató de impulsar la expansión de su capital20.
Pero no sólo en este sentido debería ser repensada la cuestión de
las alianzas verticales. La falta de una "conciencia populista" y, más
aún, de un proyecto político autónomo en la burguesía industrial
doméstica; su incapacidad para asumir el costo económico y político
adquisitivo de la población, principalmente rural, dirigido a incrementar la
prosperidad del país y a fortalecer el mercado consumidor interno".
19
Por ejemplo M. PERALTA RAMOS: Etapas de acumulación y alianzas de clases en
la Argentina (1930-1970) (Buenos Aires: Siglo XXI, 1972), y G. O'DONNELL:
"Estado y alianzas en la Argentina, 1956-1976", Desarrollo Económico, vol. 16, Nº
64 (enero-marzo 1977), 523:543.
20
Refiriéndose al primer período peronista, Cardoso señala con acierto que "no se
trata propiamente de la constitución de un sistema expreso de alianzas sino de una
‘coyuntura de poder’ que tiene al Estado como condestable". F. H. CARDOSO:
Ideologías de la burguesía industrial en sociedades dependientes (México: Siglo
XXI, 1973), 106. En un análisis del sindicalismo populista brasileño, Weffort habla
de "alianzas y compromisos de circunstancia entre los grupos dominantes que
sobrevivieron a la revolución del '30 y los que se formaron después de ella". Cf.
"Los sindicatos en la política (Brasil: 1955-1964)", en F. WEFFORT, C. VILAS et al.:
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de un acuerdo con las masas; la progresiva reducción del espacio
estructural para la implementación de una política de desarrollo
capitalista nacional; la debilidad organizativa a incluso la heteronomía
del componente de masas, o bien, en otras situaciones, sus intentos
de avanzar por encima de los márgenes de participación reconocida
como legítima por la fórmula populista, dan la imagen, más que de
una alianza, de un sistema de equilibrios inestables de compromiso,
impuestos "desde afuera" de las clases, y fracciones involucradas, por
el Estado.
Pero alianza o sistema de coincidencias coyunturales, no fue un
relacionamiento directo de clase a clase. Las características objetivas
y subjetivas de las clases y fracciones involucradas determinaron el
desarrollo de una matriz de relaciones entre la burguesía industrial y
el movimiento obrero y de masas mediada por el Estado, donde éste
sustituye la carencia en los industriales de un proyecto propio de
hegemonía. El Estado es el encargado de garantizar la vigencia de
estas relaciones y de asegurar su reproducción, creándose así la
imagen de un Estado "separado", "al margen", "encima" del bloque
de fuerzas en el poder y de las contradicciones que nutren la
dinámica de la sociedad, cuando en realidad es su más auténtico
producto. La posibilidad de emergencia del dirigente populista, con su
amplio margen de acción personal, entronca también en este
ensanchamiento de la autonomía relativa del Estado capitalista
periférico en tren de modernización, y en definitiva en las fuerzas
estructurales que constituyen la condición de su existencia.
El Estado fue así la conciencia de la burguesía populista. La
intervención económica del Estado en la fijación de precios, en la
reglamentación de las condiciones de empleo, en la distribución del
excedente, a través del gasto público, tuvo como objetivo la creación
de bases sólidas para que la acumulación capitalista industrial, en el
nivel de las empresas, pudiera reproducirse. Francisco de Oliveira, en
un trabajo siempre actual, lo señaló con claridad: en esta etapa el
Estado intervino "para destruir el modo de acumulación para el cual
la economía se inclinaba naturalmente, creando y recreando las
condiciones del nuevo modo de acumulación. En este sentido se
sustituían los precios del ‘mercado viejo’ por ‘precios sociales’, cuya
función es permitir la consolidación del ‘nuevo mercado’, esto es,
Movimiento obrero, sindicatos y poder político en América Latina (Buenos Aires:
Editorial El Coloquio, 1974).
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hasta que el proceso de acumulación se oriente, con cierto grado de
automaticidad, por los nuevos parámetros, que serán el nuevo lecho
del río"21.
Pero el crecimiento de la actividad económica del Estado y la reformulación de su contenido fueron en general menos el resultado de las
presiones de la burguesía industrial, o de las masas populares, que la
iniciativa de la burocracia civil y militar. La asociación entre el
crecimiento económico nacional y el desarrollo industrial provino
antes del Estado que de la sociedad, y se manifestó en una mezcla de
argumentos
económicos,
planes
de
estrategia
militar
y
planteamientos emocionales.
Por otra parte, la política de industrialización, y en general de
gasto público, tal como fue impulsada por el "Estado Novo" de Vargas
desde comienzos de la década de 1940, o por el gobierno militar
argentino surgido del golpe del 4 de junio de 1943 y posteriormente
por el gobierno peronista, tuvo precedentes conocidos en el "New
Deal" de Franklin D. Roosevelt y en las recomendaciones anticíclicas
de lord Keynes. Durante las décadas de 1930 y 1940 la activa
intervención del Estado en los hechos económicos era algo admitido
sin ambages por la teoría y la práctica de la política económica
occidental.
A través de las nacionalizaciones, las expropiaciones y la inversión
en infraestructura, energía y combustibles, acero, cemento y
similares, el Estado creó las condiciones para una más acelerada y
amplia formación de capital en el sector privado. Con la extensión y
el mejoramiento de los sistemas de salud, seguridad social,
educación, se hizo cargo lo tal o parcialmente de la reproducción
ampliada de la fuerza de trabajo, tanto en el plano material como en
el ideológico. El experimento mexicano de "educación socialista" da
buen testimonio de esto. Junto a la tremenda movilización política
que motivó, a la terminología, y frecuentemente también el deseo
socialista que la rodeó, a los conflictos sociales y políticos que aceleró
y que conducirían del radicalismo inicial a una posterior moderación y
finalmente a su terminación oficial en 1946, el proyecto obedecía
asimismo a la necesidad le vincular la educación escolar a las
necesidades de mejoramiento e incremento de la producción, en
momentos en que el crecimiento de la productividad del trabajo se
21
Cf. F. DE OLIVEIRA: "A economía brasileira: Critica á razao dualista", Estudos
CEBRAP, 2 (octubre 1972), 3:82.
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23
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prefiguraba como la fuente principal de la explotación aboral. Como
declaró Cárdenas: la nueva educación "capacita mejor al campesino
pare cultivar la tierra, al obrero para aumentar los rendimientos de la
industria, al profesionista para vincularse con las necesidades del
pueblo"22.
El aumento de salarios, la nueva legislación laboral, la política
social, fueron otros tantos mecanismos que, al par que recogían
demandas levantadas desde mucho antes por las masas, permitieron
fortalecer las bases de acumulación de la fracción industrial de la
burguesía a integrar a las masas al sistema de dominación política. La
extensión de la sindicalización hacia las masas recientemente
urbanizadas, y la institucionalización de las organizaciones sindicales
como aparatos del Estado, conjugó reclamos populares con la
necesidad de acotar el potencial disruptivo de las mesas, introducir
diferenciaciones en el seno de las clases populares, derivar hacia
frentes no antagónicos sus demandas y reivindicaciones, y disponer
de una fuerza a la que el régimen populista pudiera recurrir para
arbitrar en los conflictos entre las fracciones dominantes, y para
preservar su propia autonomía.
El populismo combina así, respecto de las mesas, movilización y
manipulación, organización y represión -esta última cada vez que la
manipulación es insuficiente para mantener la movilización dentro de
los márgenes legitimados por el Estado, a impedir la autonomización
de las organizaciones y las prácticas populares-. El elemento
corporativo que se reconoce en el Estado populista -la integración
como aparatos del Estado, de las organizaciones oficialmente
representativas de los intereses categoriales de los trabajadores y de
los empresarios-, parece haber tenido como finalidad principal la
reducción, o el acatamiento, de las diferencias y contradicciones en el
seno de una y otra clase. Con el recurso a los "cuerpos intermedios"
se buscó asimismo disminuir y despolitizar el nivel de los conflictos
sociales generados por la transición hacia el nuevo patrón de
acumulación. El régimen populista pudo así delegar en los aparatos
burocráticos de esos cuerpos -aparatos generalmente digitados en
última instancia por el Estado- la regulación de las contradicciones
internas, sectoriales, corporativas, reforzando la imagen de las
contradicciones como algo externo, y eventualmente convirtiendo en
22
Partido de la Revolución Mexicana: ¡ Cárdenas habla!, (México: La Impresora,
1940) 261.
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problemas de reglamentación administrativa los enfrentamientos
políticos que pudieran suscitarse.
La ideología de la armonía y la conciliación social es así parte
esencial del proyecto político y económico del populismo. Pero lo
novedoso del populismo no es la ideología de la armonía social en sí
misma; dicha ideología se encuentra formulada ya en el liberalismo
de Fréderic Bastiat. La innovación del populismo radica en que la
armonía
social
que
se
postula
no
tiene
lugar
entre
individuos/ciudadanos, sino básicamente entre clases sociales que
hasta el advenimiento del régimen populista estuvieron enfrentadas
por antagonismos que amenazaban con la destrucción del todo social,
y en que esa armonía se alcanza mediante la ampliación de la
participación política y social de las mesas populares.
La coexistencia armónica de las clases se presenta en el discurso
populista como la única alternativa a enfrentamientos catastróficos.
Cuando el interlocutor es el movimiento obrero, la alternativa a la
concertación es el capitalismo agresivo y voraz; si el interlocutor es el
empresariado, la alternativa a la concertación es, naturalmente, la
revolución social y el caos. En uno y otro caso la idea de armonía
social expresa la realidad de los compromisos entre clases y
fracciones de la que emerge el régimen populista. Es un régimen de
compromisos, pero de compromisos pare impulsar la transición
estructural de una economía agraria a una economía industrial y
urbana. Este doble carácter de compromiso y de transición al mismo
tiempo se verifica en cada ámbito de la actividad estatal.
En los párrafos anteriores se mencionaron algunos aspectos de
esto; algo similar puede señalarse, por ejemplo, con relación al
nacionalismo populista. El antiimperialismo de los regímenes
populistas tuvo como finalidad la reformulación de las modalidades de
articulación del sector extranjero al mercado interno. No la
eliminación de la presencia del capital extranjero, sino su
modernización; vale decir, su desplazamiento hacia ámbitos estratégicos para el nuevo patrón de acumulación, y por lo tanto menos
irritativos, o nada irritativos, desde el punto de vista de los intereses
y de la ideología. Las contradicciones entre este nuevo patrón de
acumulación y el capital extranjero se referían básicamente al tipo de
inversión que constituyó el enmarcamiento del sistema agro
exportador: servicios públicos, extracción de minerales, combustibles
y energía, y similares. En consecuencia, al mismo tiempo que el
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Carlos M. Vilas. El Populismo Latinoamericano: Un Enfoque Estructural.
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Estado proyectó su presencia sobre el sector extranjero "viejo" -con
medidas que fueron desde la simple reglamentación y un control más
escrupuloso sobre la actividad de las firmas extranjeras, hasta
nacionalizaciones más o menos amplias-, se definieron políticas
orientadas a atraer, y garantizar, la actividad extranjera en las
nuevas áreas de prioridad del capital industrial, en las que se trató de
diseñar instancias de complementación entre el capital industrial
nacional privado y estatal, y el capital extranjero: acuerdos de
actividades conjuntas, suministro de tecnología moderna, etcétera. El
reducido éxito alcanzado en general por estos intentos en el marco de
la vigencia del proyecto populista es conocido; es importante
advertir, sin embargo, cómo se van anunciando, en el seno mismo de
ese proyecto, algunos de los elementos centrales de la estrategia de
acumulación que habrá de poner fin al esquema populista23.
En la literatura sobre el tema es frecuente encontrar, casi como
cuestión auto evidente, la ecuación populismo = distribución, a
incluso distributivismo -connotándose así niveles excesivos de
distribución de los ingresos hacia los asalariados, dados los niveles y
ritmos prevalecientes de acumulación de capital-. Tal identificación
peca de demasiada generalidad. La exposición precedente sugiere
que el elemento distributivo, cuando afectivamente existió, fue
fundamentalmente un capítulo de la estrategia de acumulación. En
este sentido el populismo podría ser caracterizado como una
estrategia de acumulación que "pasa" por la distribución: Pero aún
así, con esta explicitación del tipo específico de relación entre
acumulación y distribución que es propio del populismo, la
caracterización sigue siendo excesiva. La distribución de ingresos, en
términos reales, hacia las masas, no es una constante del populismo.
Es innegable que algunas políticas populistas tuvieron como meta
mejorar la participación de los asalariados en el ingreso nacional,
pero también es indudable que al mismo tiempo que el régimen
populista intentaba distribuir, la sociedad lograba concentrar -a
través de la inflación y el crecimiento de la diferencia entre el
aumento de la productividad del trabajo y el aumento de las
remuneraciones, entre otros canales-. Hubo así experiencias de
23
Cf. Th SKIDMORE: Brash: De Getulio a Castelo (Río de Janeiro: Paz e Terra,
1976), 297 y ss.; A. ANGUIANO: El Estado y la política obrera del cardenismo
(México: ERA, 1975), 100 y ss.; J. C. ESTEBAN: Imperialismo y desarrollo
económico (Buenos Aires: Palestra, 1960); F. PORTOCARRERO: El gobierno militar
y el capital imperialista (Lima: Cuadernos de Sociedad y Política, 1976).
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regímenes populistas que mejoraron efectivamente, en términos
reales, la posición de ingresos de los asalariados: el peronismo en la
Argentina y el batllismo en Uruguay son posiblemente los casos
menos controvertibles. El largo período de Vargas parece ser, en
cambio, una situación opuesta, en la que los incrementos nominales
de salarios no alcanzaron a compensar la caída de los niveles reales.
El sexenio de Cárdenas en México, la accidentada presidencia de
Goulart en Brasil, la experiencia militar peruana entre 1968 y 1975,
ofrecen panoramas más matizados24.
Por otra parte, es sabido que en general el populismo dejó de lado,
en sus vertientes distributivas, a las masas rurales. Brasil es
posiblemente el caso más claro; el proyecto populista fue financiado
en última instancia por las masas del campo. Cuando el gobierno
Goulart trató de llevar al campo sus reformas sociales, el intento
aceleró la descomposición política del régimen populista y la reacción
del conjunto de las clases propietarias. Las excepciones más notorias
al confinamiento urbano de las políticas distributivas son el
cardenismo mexicano y la etapa del gobierno militar peruano que
concluyó en 1975. En ambos casos el populismo se apoyó en gran
medida en el impulso prestado a sendos procesos de reforma agraria;
ello permitió la apertura del campo a la producción industrial, la,
aceleración del proceso de diferenciación clasista en el campo, la
reducción del precio de la fuerza de trabajo urbana, y la
modernización capitalista de la agricultura. El reparto agrario
mexicano significó además la consolidación de la pequeña propiedad
agraria de conformidad a las demandas de las masas campesinas y a
las orientaciones más caras del populismo agrario mexicano25. La
Argentina y Uruguay, donde el concepto de "masas rurales" debe ser
adecuado a las condiciones específicas de sus economías agrarias,
presentan casos más complejos. No hubo en estos países procesos de
redistribución de la propiedad de la tierra, pero se experimentó cierta
modernización de la organización de la producción y en las relaciones
24
Además de las obras ya citadas de Weffort, Oliveira y Anguiano, cf. entre otros
O. IANNI:
El colapso del populismo en Brasil (México: UNAM, 1974) y B. SILVERMAN: "Labor
Ideology and Economic Development in the Peronist Epoch", Studies in
Comparative International Development, I1 (1968-1969), 243:258.
25
Sin embargo, Cárdenas se opuso férreamente a que los campesinos se
incorporaran junto a los obreros en la Confederación de Trabajadores de México
(CTM) creada en 1936. Cf. I. ZAVALA ECHAVARRIA: "El Estado y el movimiento
obrero durante el cardenismo", Estudios políticos, 9 (enero-marzo 1977), 5:26.
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entre las clases del mundo rural; tuvieron lugar asimismo algunos
intentos de transferencia parcial de la renta de la tierra a las clases
rurales no propietarias, por supuesto, hacia la burguesía y los
asalariados de las ciudades.
El discurso político populista expresa con claridad la presencia y
articulación de los distintos componentes del proyecto populista y sus
ingredientes ideológicos: la subordinación aparente de la producción
al consumo; la exaltación de la pequeña propiedad; la acumulación a
través de la expansión del consumo; la caracterización de la
explotación capitalista como deformación y abuso; la ampliación del
consumo popular y el fortalecimiento de las organizaciones sindicales
para consolidar la heteronomía política de las masas, dotar de apoyo
al Estado y prevenir "desbordes" y "excesos" de las masas; el papel
autónomo del Estado como gestor supremo de la armonía social y de
la
cooperación política entre las clases; el caos como única
alternativa:
Creemos por tanto que se puede intentar la industrialización de
México (...) evitando aquellos males del industrialismo que son
evitables, tales como la aglomeración urbana, la explotación del
hombre por el hombre, la producción para la venta en vez de para el
consumo, la inseguridad económica, el desperdicio, la producción de
objetos mediocres y la mecanización de los trabajadores. (...) Los
errores del sistema industrial no son inevitables, o por lo menos así
lo creemos quienes hemos soñado con un México de ejidos y de
pequeñas comunidades industriales dotadas con los adelantos de la
electricidad y de buenos sistemas sanitarios, comunidades en donde
la producción tenga como fin la satisfacción de las necesidades
humanas, en donde la maquinaria se emplee para liberar al hombre
del trabajo rudo y en donde, no siendo la producción un fin en sí
mismo, jamás puede ser "excesiva"26.
El consumo no debe estar subordinado a la producción; es decir
que subordine el capital y sus conveniencias al consumo y a las
necesidades. Esta es la teoría justicialista. (...) Cuando aumentamos
el standard de vida y forzamos el consumo, subordinamos el capital a
la economía y la producción al consumo. No preguntamos a los
industriales si van a producir más cuando aumentamos cinco veces el
26
Cf. R. BETETA: Pensamiento y dinámica de la Revolución Mexicana (México:
Editorial Nuevo México, 1951), pág. 213. La cita pertenece a un discurso
pronunciado por el autor -alto funcionario del gobierno mexicano- el 4 de julio 1935
en la Universidad de Virginia, Estados Unidos.
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28
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Desarrollo Económico Vol 28 N°111. 1988.
salario y aumenta cinco veces el consumo. No les preguntamos si se
salen del punto óptimo. No nos importa. Ahora están produciendo
más. (...) Cada uno come más, viste mejor, vive más feliz y los
capitalistas ganan más ahora que antes27.
Las clases productoras, que realmente contribuyen a la grandeza y
a la prosperidad nacional, el comerciante honesto, el industrial
trabajador y equitativo, el agricultor que fecunde la tierra, no tienen
razón para abrigar temores (...). Jamás deben recelar de la fuerza del
pueblo los que trabajan con el pueblo y para el pueblo. Lo que la ley
no protege ni tolera es el abuso, la especulación desenfrenada, la
usura, el crimen, la iniquidad, la ganancia de lo das las castas de
favoritos y de lo dos los tipos de traficantes, que lucran sobre la
miseria ajena, comercian con el hambre de sus semejantes y dan
hasta el alma al diablo para acumular riquezas a costa del sudor, de
la angustia y del sacrificio de la mayoría de la población28.
Ahora ya sabemos que los esfuerzos realizados en beneficio de los
obreros, no sólo no perjudican al industrial progresista y bien
intencionado, sino que mejoran las condiciones generales de
producción y desarrollo industrial del país, y el progreso intelectual y
económico de los laborantes y de los gremios obreros29.
Las mesas obreras que no han sido organizadas presentan un
panorama peligroso, porque la masa más peligrosa, sin duda, es la
inorgánica. La experiencia moderna demuestra que las masas obreras
mejor organizadas son, sin duda, las que pueden ser dirigidas y
mejor conducidas en lo dos los órdenes30.
Es preciso, pues, que el pueblo se organice, no sólo para defender
sus propios intereses, sino también para dar al gobierno el punto de
apoyo indispensable para la realización de sus propósitos31.
El sistema que nace (...) debe tener sentido social, privando sobre
una burguesía que debe respetar hoy a las masas si quiere conservar
sus negocios32.
27
J. D. PERON: Conducción política (Buenos Aires: Editorial Mundo Peronista,
1952), 74 y 75.
28
G. Vargas, discurso del 1o de mayo 1951 en el Estadio Vasco da Gama. Cf.
Getulio Vargas (Río de Janeiro: Ensaios de Opiniao, 1975), 20:23.
29
E. Portes Gil, presidente de México, en ANGUIANO, op. cit., 42.
30
J. D. Perón, discurso en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, el 25 agosto
1944; cf. J. D. PERON: El pueblo quiere saber de qué se trata (Buenos Aires, sin
indicación de Editor, 1946), 177-78.
31
G. VARGAS, loc. cit.
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29
Carlos M. Vilas. El Populismo Latinoamericano: Un Enfoque Estructural.
Desarrollo Económico Vol 28 N°111. 1988.
(...) o remediamos con serenidad y justo sentido de las
circunstancias los males que afligen al pueblo, o éste perderá la
confianza y también se perjudicará, cayendo en excesos condenables.
Si pretendemos verdaderamente vivir como seres civilizados, como
condición para prosperar no tenemos que admitir el predominio
brutalizante de la ley de la selección animal, la explotación del
hombre por el hombre33.
Somos, en una sociedad carcomida por las luchas sociales, el
ejemplo de la cooperación social (...). (Frente a) la infamia y la
vergüenza de la explotación del hombre por el hombre, (somos) el
ejemplo de un mundo de perfección que es el justicialismo, basado en
la dignificación del trabajo, en la elevación de la cultura social y en la
humanización del capital34.
(...) el sindicalismo tiene objetivos absolutamente comunes con el
empresariado nacional. Es decir, el dirigente sindical debe defender
su fuente de trabajo y el empresario debe defender su empresa35.
Procedemos a poner de acuerdo al capital y al trabajo, tutelados
ambos por la acción directiva del Estado, (...) porque es indudable
que no hay que olvidar que el Estado, que representa a todos los
demás habitantes, tiene también allí su parte que defender: el bien
común, sin perjudicar ni a un bando ni a otro36.
4. Alcances y limitaciones de la experiencia populista
El populismo es presentado generalmente como algo pasajero,
breve, inestable. Así planteada, la cuestión es ambigua: ¿qué es
"corto" y qué es "largo"? No puede pensarse un populismo sine die,
del mismo modo que cuesta mucho imaginarse una dominación
oligárquica eterna, o un fascismo inacabable. La dialéctica de la
sociedad, que hace posible y a veces también necesaria la etapa
populista como régimen político, determina asimismo las condiciones
32
J. D. Perón, -discurso en el plenario de secretarios generales de las 62
Organizaciones Peronistas en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica. La Nación
(Buenos Aires), 13 de diciembre 1972.
33
G. Vargas, discurso del lº de mayo 1944, en G. VARGAS: Discursos (Río de
Janeiro: Coleçao Brasil, 1944) 37.
34
Eva Perón, discurso en Plaza de Mayo, el 17 de octubre 1950. En R. BORTNIK:
Breve historia de las luchas sociales en Argentina (Buenos Aires: Corregidor, 1974),
124.
35
J. M. CAMUS, secretario general del Partido Justicialista (peronista), en Clarín
(Buenos Aires), 5 de marzo 1979.
36
J. D. PERON: El pueblo quiere saber de qué se trata, loc. cit.
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30
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de su superación -o al menos de su sustitución-, las alternativas de
su vigencia, sus "caídas" y resurgimientos. En este apartado se resumirán, muy rápidamente, algunos de los factores que determinan su
inestabilidad.
En primer lugar, los de tipo estructural. El populismo es un
producto de un determinado nivel de desarrollo del capitalismo
periférico: las primeras etapas del crecimiento de la industria nacional
y la expansión y consolidación del mercado interno. La estrategia
populista de acumulación aparece como posible, a incluso como
necesaria, para la fracción del capital industrial que produce
mercancías de consumo personal, y rubros conexos. En esta etapa
esta fracción es claramente la principal, pero la dinámica del proceso
de acumulación industrial se encarga de reducir progresivamente las
bases materiales del populismo. Se llega a un momento en que el
sustento estructural del populismo se desvanece, o casi, y se llega a
él por impulso de las tendencias internas del proceso de acumulación
industrial. En este sentido el agotamiento de la etapa pone de relieve
menos el fracaso que el éxito del populismo en asumir y llevar a cabo
sus propias tareas.
La etapa del capitalismo nacional, con una cierta distribución
nominal por lo
menos de ingresos, deja paso a la etapa del
capitalismo trasnacional, con concentración real de los ingresos. El
mercado que interesa en esta etapa es, en primer lugar, el de las
propias empresas capitalistas el "consumo productivo", y en segundo
lugar, el de los grupos de niveles de ingresos más altos, cuyo elevado
poder de compra compensa su peso demográfico exiguo; en lo do
caso hay posibilidades de equilibrar el tamaño reducido del mercado
local de altos ingresos, con los mercados de los países vecinos, a
través de la exportación industrial y de los esquemas de integración
regional. En términos de valores de uso, estas modificaciones en el
producto industrial se expresan en el aumento de la importancia de
las ramas productoras de bienes intermedios y de capital, en el
retroceso relativo de la producción de bienes de uso y consumo en
general, y el aumento, dentro de éstos, de la producción de bienes de
consumo durable, de alto precio unitario y relativa sofisticación37.
37
Cf. por ejemplo P. VUSKOVIC: "Distribución-del ingreso y opciones de
desarrollo", Cuadernos de la Realidad Nacional, 5 (setiembre 1970), 41:60; A.
PINTO: "Concentración del progreso técnico y de sus frutos en el desarrollo
latinoamericano", El Trimestre Económico, 125 (enero-marzo 1965), 3:69; M. C,
TAVARES: "El proceso de sustitución de importaciones como modelo de desarrollo
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El ingrediente de burguesía de la estrategia populista no
desaparece, pero experimenta también profundas modificaciones,
especialmente en el sentido de su reducción numérica, de las
transformaciones en la composición orgánica de su capital -por la
incorporación de tecnología moderna intensiva en capital-, a incluso
por sus formas de relacionamiento y subordinación creciente al
capital trasnacional. Así, no sólo la producción para el consumo
personal retrocede respecto de la producción lo tal, y cambia de
contenido; también pierde relevancia el establecimiento pequeño,
desplazado hacia posiciones marginales o subordinadas por las
exigencias de las economías de escala38. La producción nacional
busca cada vez más acuerdos con el capital extranjero -capital que,
además, amplía su presencia directa a indirecta en el mercado
doméstico-. Anteriormente se indicó que estas transformaciones no
son externas al proyecto populista, sino que, al contrario, sus
primeros pasos se esbozan en el seno de dicho proyecto.
Quedan siempre, sin embargo, grupos y fracciones más o menos
marginados de esta modernización capitalista y progresivamente
desplazados hacia posiciones secundarias en el mercado local. Esto
hace posible que en algunas coyunturas, aunque la situación
populista de acumulación ya esté superada por la evolución de la
estructura, dicha situación pueda perdurar como ideología en algunos
de estos sectores de la burguesía industrial, del movimiento sindical y
de algunas organizaciones políticas, que intentarán la reconstitución
de la estrategia y, ahora sí de manera explícita, la concertación de
alianzas políticas. Sin embargo la fragilidad de la inserción en la
estructura, la mayor capacidad de negociación y de autonomía de las
componentes populares, la articulación de algunas fracciones del
asalariado en el polo trasnacionalizado de la economía, el surgimiento
de demandas obreras para las que ni el Estado ni el sindicalismo
populista tienen respuestas satisfactorias -democratización de las
organizaciones sindicales e independencia tanto de la burguesía
cuanto del Estado; democratización y control obrero de los procesos
de trabajo, etcétera-, el desarrollo de organizaciones políticas
reciente en América Latina", en A. BIANCHI (comp.): América Latina: Ensayos de
interpretación económica (Santiago: Editorial Universitaria, 1969) 150:179.
38
La pequeña planta de producción no desaparece, pero su naturaleza cambia,
como también su articulación en el mercado. Se trata de plantas con alta dotación
de capital invertido por trabajador, integradas a cadenas de producción para las
que elaboran partes determinadas, sometidas a rígidos controles de calidad, ritmos
de producción, presentación del producto, etcétera.
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revolucionarias con inserción en las masas, la difícil rearticulación de
las políticas de desarrollo nacional, aceleran, cada uno a su manera y
en conjunto, el agotamiento de estos populismos "tardíos"
espectrales. Lo que antes fue práctica sin conciencia, ahora es
conciencia sin práctica.
Pero las contradicciones están inscriptas en el núcleo de la
estrategia populista de acumulación, aún mientras existe su base
estructural. Veamos primero algunas de ellas en el ámbito de la
burguesía industrial. Si la producción industrial se contenta con
orientarse hacia la demanda de los grupos de ingresos medios, como
ocurría antes de la articulación política del proyecto populista, su
alcance es bien reducido. Apoyarse en cambio en la ampliación del
consumo de masas, implica aceptar una regulación extraeconómica
de la tasa de ganancia, y eventualmente una cierta reducción de ella.
Es cierto que la experiencia populista concibe una contrapartida a
esto: el crecimiento del mercado interno implicaría, en principio, la
generación de una masa de ganancia mayor, que vendría a
compensar la reducción de la tasa de ganancia39.
Es evidente sin embargo que esta posibilidad, cuando existe, está
únicamente al alcance de la fracción de la burguesía que produce
mercancías de consumo generalizado, y por lo tanto no ofrece
respuestas a las otras fracciones del capital industrial, y
generalmente acelera su enfrentamiento al proyecto. Para preservar
sus márgenes de ganancia estas fracciones tendrán que evadir, más
temprano que tarde, el sistema de controles, y el efecto habrá de
hacerse sentir, antes o después, dentro de la fracción que produce
para el consumo personal, a causa de las relaciones intersectoriales e
interindustriales por otra parte, la existencia misma de los controles
actúa negativamente sobre las expectativas de futuro de las
empresas -incluidas las empresas de la burguesía populista- y tiende
a desalentar la inversión. El motor de la economía capitalista es la
tasa de ganancia empresarial, cuanto más alta mejor, mientras que el
proyecto populista se empeña en ponerle un techo.
La modernización tecnológica, la elevación de la composición orgánica del capital, permite en principio que la burguesía acumule sobre
la base de los incrementos diferenciales de productividad y de
salarios, pero esto es posible cuando las organizaciones sindicales son
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débiles o están subordinadas al Estado. Se ha visto sin embargo que
uno de los soportes de los regímenes populistas -y de hecho el
soporte principal es la movilización popular en torno de las conquistas
categoriales y de la participación social. De otra parte, el cambio
progresivo en las líneas de dinamismo del crecimiento industrial, de
las ramas con alta absorción de empleo laboral, productoras de
bienes de consume generalizado y orientadas hacia el mercado
interno, hacia ramas de elevada composición orgánica del capital,
generadoras de bienes intermedios, de capital y de consumo para
capas de altos niveles de ingreso, y crecientemente orientadas hacia
las exportaciones, redujo el papel de los salarios como fuente
generadora de demanda y de reciclaje hacia las empresas del
impacto de los aumentos en las remuneraciones a la fuerza de
trabajo, y en cambio acentuó su gravitación en la estructura de
costos de las firmas, reduciendo el atractivo que un buen trato can
los sindicatos podía tener ante los ojos de los capitalistas, y acotando
concomitantemente el margen legítimo de maniobras del
sindicalismo populista.
Sea como fuere, el mercado negro, el desabastecimiento, la
depresión combinada con inflación, los estrangulamientos externos,
no tardan en aparecer en el horizonte del proyecto populista,
minando y fracturando sus bases sociales40.
Están, en segundo lugar, las contradicciones con la burguesía
terrateniente y con algunos sectores del capital extranjero, que
nutren el carácter antioligárquico y nacionalista del populismo. Ya se
ha señalado que desde la perspectiva de la burguesía industrial estas
contradicciones no son contradicciones antagónicas, pero ello no
significa que se trate de meras diferencias circunstanciales entre
buenos camaradas. No sólo porque la presencia de las masas en la
escena política amenaza con profundizar tales contradicciones y
llevarlas más allá de los límites demarcados por los intereses de la
burguesía industrial asumidos por el Estado, sino por el nivel de
conflicto que su estallido involucra, desde que la consolidación de los
industriales como fracción hegemónica -consolidación que muchas
veces parece tener lugar malgré soi- plantea como una de sus
39
Cf. por ejemplo D. S. YAFFE: "The Marxian theory of crisis, capital and the state",
Economy and Society, 2, Nº 2 (mayo 1973) 186:232, sobre la cuestión de la
relación entre tasa y masa de ganancia en la acumulación de capital.
40
Cf. por ejemplo A. FERRER: "La economía política del peronismo", El Trimestre
Económico, 173 (enero-marzo 1977), 73:115.
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condiciones cierta reorientación de la estructura productiva a costa de
posiciones a intereses de algunos inversionistas extranjeros y de
algunas fracciones de la gran propiedad rural.
Estas tensiones y contradicciones son en definitiva una forma de
expresión de la contradicción fundamental y de la fuente generadora
de la inestabilidad esencial del populismo, derivada de su carácter de
proyecto que se apoya sobre tentativas de amortiguación y
armonización de las perspectivas de las masas populares y obreras
por un lado, y del conjunto de las clases dominantes por el otro.
Nacido de la estructura, este conjunto de contradicciones se
proyecta hacia la dimensión político-ideológica de la experiencia
populista, y se combina y potencia con las contradicciones propias de
este nivel. El populismo practica una reorientación de las presiones
populares, pero para ello debe canalizar, antes que simplemente
reprimir o eliminar, tales presiones. Limita la autonomía de las
masas, pero debe aceptarla hasta que los límites son alcanzados;
practica un nacionalismo selectivo, pero no puede proscribir el
antiimperialismo; no es antiburgués sino, a lo sumo, antioligárquico,
pero no está en condiciones de rechazar un principio de
cuestionamiento a la propiedad y a la empresa capitalista; apunta a
impulsar la acumulación de capital pero se presenta fomentando la
movilización y la organización del proletariado. En síntesis, erige la
imagen soberana de la conciliación y la armonía de clases, pero para
ello debe legitimar la idea de cambio, movimiento, contradicción.
Esta naturaleza contradictoria del populismo; más precisamente, la
especificidad de las contradicciones que les son propias, desorienta a
menudo a los observadores y los lleva a hablar de un populismo "de
masas" diferente de un populismo "de elites", de un populismo
burgués en contraposición a un populismo socialista. Es un enfoque
inexacto. El populismo siempre combina, por su propia naturaleza,
elementos conservadores y elementos de progreso: asume un
proyecto burgués, pero lo asienta en la activación de las masas y la
clase obrera. El populismo tiene una realidad unitaria, por más que
sea unidad de opuestos, unidad contradictoria. Esta contradicción se
mantiene hasta el final, a incluso es en el final que adquiere su
máxima, y muchas veces más desorientadora, expresión: siendo una
estrategia capitalista, cae golpeada por la burguesía.
En la promoción de la estrategia de acumulación de capital el
régimen populista plantea una movilización popular que siempre
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Desarrollo Económico Vol 28 N°111. 1988.
resulta excesiva para la burguesía latinoamericana, aunque sea
necesaria para impulsar sus intereses de clase. El reformismo
anticipatorio del populismo es demasiado sofisticado, y generalmente
también demasiado caro, para una clase entrenada en la beneficencia
y la represión. Al mismo tiempo, el éxito en las tareas del populismo la consolidación del mercado interno, la modernización capitalista, el
impulso al crecimiento industrial- agota progresivamente su base
económica y reduce adicionalmente su espacio político.
5. ¿El populismo en un nuevo contexto?
El auge del movimiento de descolonización en las décadas de 1950
y 1960, el desarrollo de procesos revolucionarios de liberación
nacional y transformaciones sociales en numerosos países del
denominado Tercer Mundo, la constitución de varias organizaciones y
asociaciones internacionales de estos países, han devuelto actualidad
a muchos de los temas planteados por el populismo. El peso fuerte de
las fracciones y clases "intermedias" en la estructura social, resultado
del ya mencionado modo en que el capitalismo se articula con formas
previas de producción y distribución, y las reproduce, coloca en el
centro del debate revolucionario la problemática y las perspectivas de
estos sectores sociológicamente mayoritarios. Los movimientos
revolucionarios reclutan sus bases y sus dirigencias, primordialmente,
de esos mismos sectores.
La promoción de estrategias de desarrollo orientadas a la
satisfacción de las necesidades básicas de la población; el debate en
torno de las escalas de producción y de la viabilidad de la pequeña
producción (campesina, indígena, artesanal) como uno de los
soportes de una estrategia viable de desarrollo nacional; el estímulo a
experiencias y proyectos de auto educación popular; el énfasis en el
Estado como motor institucional de la transformación y el desarrollo;
la posibilidad de transitar hacia alguna modalidad de socialismo a
partir del capitalismo periférico; la promoción de estrategias de
unidad nacional para enfrentar la dominación externa, constituyen
puntos centrales en la agenda del pensamiento y la acción política en
muchas de las sociedades periféricas. No debe sorprender, por lo
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Desarrollo Económico Vol 28 N°111. 1988.
tanto, que algunas experiencias de transformación revolucionaria
contemporáneas hayan sido interpretadas como "neopopulistas"41.
Es evidente sin embargo que no basta la presencia de ciertos
temas en la agenda de transformación social y política para
caracterizar al proceso que se desenvuelve de acuerdo con ella. Y
aunque una discusión de estos procesos cae claramente fuera de los
alcances de este artículo, queremos anotar muy rápidamente como
un tema para ser desarrollado ulteriormente, más que como una
conclusión- la cuestión del Estado en uno y otro tipo de experiencias.
A pesar de que es frecuente en la literatura sobre el tema
encontrarse con la expresión "Estado populista"42, nos parece, en
función de lo dicho en este artículo, que se trata de una expresión
inadecuada. El Estado en cuyo marco el proyecto populista se articuló
nunca fue populista. Hubo regímenes políticos populistas en el marco
de Estados capitalistas periféricos, atrasados, subdesarrollados o
como quiera adjetivárselos, pero capitalistas. De ahí que en lo do
momento la estrategia populista estuviera subordinada a un
enmarcamiento estatal que en ciertas condiciones le dio nacimiento y
apoyó su desarrollo; en otras condiciones impidió que el proyecto
populista cuajara; en otras más dio por tierra con el régimen populista. Los regímenes populistas nunca pretendieron, o pudieron,
alterar la naturaleza del Estado, sino modificar sus aparatos, cambiar
sus modos de intervención política, modificar los grupos sociales en
que las instituciones encarnan. Tal vez el único caso en que tuvo
lugar una transformación del Estado haya sido el de la revolución
mexicana; pero aquí la transformación del Estado fue anterior a la
etapa populista de la revolución, y sería excesivo calificar a esa
revolución, en bloque, como populista.
Los procesos revolucionarios contemporáneos en la periferia del
capitalismo implican la destrucción del Estado preexistente,
comenzando por sus aparatos de coacción. Independientemente de la
mayor o menor profundidad y consolidación de las transformaciones
socioeconómicas, lo das estas experiencias parten de la creación de
un nuevo Estado, del extrañamiento político y económico de las
viejas fuerzas gobernantes, y de la transferencia de su poder de
41
Cf. con relación a China y Tanzania G. KITCHING: Development and
Underdevelopment in Historical Perspective (Londres: Metheun, 1982); más en
general, J. T. BYRES: "Of Neo-populist pipe-dreams: Daedalus in the Third World
and the Myth of Urban Bias", Journal of Peasant Studies, 9 (1979), 210:244.
42
Cf. por ejemplo las obras citadas de IANNI
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fuego hacia nuevos sectores sociales. Tal vez esto no parezca mucho,
pero obviamente no es poco. Significa que la promoción de estrategias de necesidades básicas, tecnologías apropiadas, pequeñas
economías locales, etcétera, tiene lugar en el marco de relaciones de
poder de distinto tipo. Ya no se trata de una concertación, mediada
por el Estado, entre fracciones democráticas y progresistas de la
burguesía y el movimiento popular, para dotar a aquéllas de la
necesaria fuerza de negociación con el resto de las clases dominantes
y mejorar la rentabilidad de sus capitales. Se trata de una fórmula
diferente que parte de la derrota política de las antiguas clases
dominantes -incluidos sus elementos subordinados- y, en ciertos
casos, de su eliminación de la escena política. Esto no excluye que el
desarrollo de estos procesos revolucionarios cree condiciones para la
generación, a partir de los aparatos del Estado revolucionario, de
nuevas o viejas formas de diferenciación social y económica, pero
ésta es harina de otro costal.
En las experiencias a que este artículo se refiere, el régimen
populista nunca devino poder armado; al contrario, algunas
tentativas en este sentido aceleraron la reacción antipopulista y la
caída del régimen43. En cambio, lo das las experiencias
revolucionarias del Tercer Mundo tienen como punto de partida la
creación de un nuevo Estado empezando por su núcleo: el monopolio
de la coacción en función de un nuevo bloque de fuerzas que son, así,
dominantes. Quizás sea por esto, en definitiva, que lo dos estamos de
acuerdo en que son revoluciones.
RESUMEN
El objeto de este artículo es poner en evidencia lo que el autor
denomina "condiciones materiales" del populismo latinoamericano. La
tesis que se formula sugiere que el nivel de desarrollo alcanzado por
la economía en una sociedad y el tipo dominante de relaciones de
producción ofrecen la matriz de significado que explica la posibilidad y
modalidades del populismo. Desde esta perspectiva, lo que se
denomina populismo es una específica estrategia de acumulación de
43
Tales, por ejemplo, los frustrados intentos de creación de milicias populares en
los que habrían de ser momentos finales de los gobiernos de Perón (1955) y
Goulart (1964). La cuestión del resquebrajamiento de la disciplina militar y de la
insubordinación de los suboficiales también parece haber acelerado el
derrocamiento del régimen de la Unidad Popular en Chile (1973).
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capital: una estrategia que hace de la ampliación del consumo personal -y eventualmente de cierta distribución de ingresos un
componente esencial. Es, por lo tanto, la estrategia de acumulación
de una cierta fracción de la burguesía, en una etapa determinada del
proceso de acumulación capitalista: Esta dimensión material o
sustantiva del populismo genera a su turno los modos de
relacionamiento de esa fracción de la burguesía con las otras
fracciones del capital y con el proletariado y demás clases y
fracciones
subalternas;
asimismo,
las
características
político-ideológicas de la estrategia, y sus alcances y limitaciones.
SUMMARY
The purpose of this paper is to make apparent what the author
calls the "material conditions" of Latin American populism. It la
suggested here that the achieved degree of economic development of
a society and the prevailing type of production relationships provide a
matrix of significance which explains the possibility and the varieties
of populism. From this point of view, what is known as populism la a
specific strategy of accumulation of capital: a strategy in which
broadened personal consumption -and, eventually, a certain income
distributionis essential. It is, therefore, the accumulation strategy of a
certain group of the bourgeoisie, at a certain stage in the process of
capitalist accumulation. This material or substantive dimension of
populism generates, in turn, the forms of relationship of this
bourgeoisie group with other capital groups and with labour and other
classes and subordinate groups as well as the political and ideological
features of the strategy, its scope and limitations.
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