Capí tul o 23 Janet E. Schebendach, PhD, RD La nutrición en los trastornos de la conducta alimentaria Pa la b r a s c l ave amenorrea anorexia nerviosa (AN) atracón bulimia nerviosa (BN) distorsión de la imagen corporal hipercarotenemia lanugo Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales IV, TR (DSM-IV-TR) purgativo signo de Russell síndrome de T3 baja terapia cognitiva conductual (TCC) trastorno alimentario compulsivo (TAC) trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TCANE) Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son enfermedades psiquiátricas debilitantes que se caracterizan por una alteración persistente de los hábitos de alimentación o de las conductas del control del peso cuyo resultado es una alteración importante de la salud física y del funcionamiento psicosocial. Hay criterios diagnósticos propuestos por la American Psychiatric Association (APA) para la anorexia nerviosa (AN), la bulimia nerviosa (BN), el trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TCANE) y el trastorno alimentario compulsivo (TAC). Los trastornos alimentarios infantiles y la tríada de la mujer deportista también se caracterizan por alteraciones de la conducta alimentaria y del control del peso (v. capítulos 22 y 24). Anorexia nerviosa Criterios diagnósticos La APA ha definido los criterios diagnósticos de TCA, que se han publicado en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales IV, TR (DSM-IV-TR); no obstante, estos criterios están siendo objeto de revisión en la actualidad. El lector interesado en una actualización del estado de las revisiones propuestas puede consultar la siguiente página web: http://www. dsm5.org. © 2013. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos Una característica clínica esencial de la anorexia nerviosa (AN) es una autoinanición voluntaria que acaba en la emaciación. La prevalencia a lo largo de la vida de la AN es del 0,3% al 3,7% en la mujer, dependiendo de lo estrictos que sean los criterios utilizados para definirla (APA, 2006). En el hombre, recientemente se ha calculado una prevalencia del 0,3% (Treasure et al., 2010). La AN es más frecuente en las sociedades postindustriales occidentalizadas, si bien cabe esperar la globalización de la distribución de los TCA (Becker, 2004), que alcanzaría a los países del Tercer Mundo. Diversos factores genéticos, biológicos y psicosociales intervienen en la patogenia de este trastorno (Treasure et al., 2010). Es típico que la AN se presente por primera vez durante la adolescencia o al principio de la edad adulta, aunque en respuesta a acontecimientos vitales adversos también puede manifestarse de forma más tardía (p. ej., a partir de los 25 años). Los índices de incidencia de la AN en las mujeres de mediana edad (mayores de 50 años) suponen menos del 1% de los casos de AN de nuevo diagnóstico (APA, 2006). En 1972, Feighner et al. fueron los primeros en publicar unos criterios diagnósticos de AN. La primera publicación de los criterios de la APA para el diagnóstico de la AN apareció en 1980, pero no fue hasta 1987 cuando esta asociación reconoció la AN y la BN 489 490 PARTE 4 | Nutrición para la salud y el buen estado físico Cua d ro 2 3 - 1 Criterios diagnósticos de la American Psychiatric Association Anorexia nerviosa A. Rechazo a mantener el peso en o por encima de un peso mínimamente normal para la edad y la talla (p. ej., pérdida de peso que conduce al mantenimiento de un peso inferior al 85% del esperado, o falta de ganancia del peso esperado durante el período de crecimiento, que conduce a un peso inferior al 85% del esperado) B. Intenso temor a ganar peso o a convertirse en gordo, a pesar de que el peso es insuficiente C. Alteración en la forma en que se experimenta el peso y la forma propios, influencia excesiva del peso o la forma en la autoevaluación, o rechazo de la gravedad del bajo peso actual D. Amenorrea en las mujeres que ya han tenido la menarquia (es decir, ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos) 1. Tipo restrictivo: durante el episodio actual de AN, el paciente no se entrega de forma regular a conductas de comida compulsiva ni purgativas. 2. Tipo compulsivo/purgativo: durante el episodio actual de AN, el paciente se entrega de forma regular a conductas de comida compulsivas y purgativas. Bulimia nerviosa A. Episodios recidivantes de comida compulsiva. Un episodio de comida compulsiva tiene las dos características siguientes: 1. Ingestión en un período de tiempo concreto (p. ej., 2 h) de una cantidad de comida claramente mayor de la que la mayor parte de la gente ingeriría en un período de tiempo similar y en las mismas circunstancias 2. Un sentimiento de falta de control sobre la ingestión durante el episodio (p. ej., sensación de no poder parar de comer o controlar la cantidad que se está comiendo) B. Conducta compensatoria inadecuada recidivante para evitar la ganancia de peso, como vómitos provocados, abuso de laxantes, diuréticos, enemas u otros medicamentos; ayuno; ejercicio excesivo C. Tanto la comida compulsiva como la conducta compensatoria inadecuada se repiten por término medio al menos dos veces a la semana durante 3 meses D. La forma y el peso influyen de manera excesiva en la autoevaluación E. La alteración no solo ocurre durante los episodios de AN 1. Tipo purgativo: durante el episodio actual de BN, el paciente se entrega de forma regular a la provocación del vómito o al abuso de laxantes, diuréticos o enemas. 2. Tipo no purgativo: durante el episodio actual de BN, el paciente utiliza otras conductas compensatorias inadecuadas como el ayuno o el ejercicio excesivo, pero no se entrega de forma regular a la provocación del vómito o al abuso de laxantes, diuréticos o enemas. Trastorno de la conducta alimentaria no especificado Esta categoría corresponde a trastornos alimentarios que no cumplen los criterios de ninguno de los trastornos específicos. Por ejemplo: 1. En las mujeres, se cumplen todos los criterios de AN, salvo que la paciente tiene reglas regulares. 2. Se cumplen todos los criterios de AN salvo que, a pesar de un adelgazamiento importante, el peso actual del paciente se encuentra dentro de los límites normales. 3. Se cumplen todos los criterios de BN, excepto que las comidas compulsivas y los mecanismos compensatorios inadecuados ocurren con una frecuencia menor de dos veces a la semana o su duración es inferior a los 3 meses. 4. Uso regular de una conducta compensatoria inadecuada por una persona de peso corporal normal tras la ingesta de pequeñas cantidades de comida. 5. Masticación y escupido repetidos de grandes cantidades de alimentos sin tragarlos. Trastorno alimentario compulsivo A. Episodios regulares de comida compulsiva sin uso regular de las conductas compensatorias inadecuadas características de la BN B. Los episodios de comida compulsiva deben ocurrir al menos 2 días a la semana durante un período de 6 meses Tomado de American Psychiatric Association: Diagnostic and statistical manual of mental disorders, DSM-IV-TR, ed 4, text revision, Washington, DC, 2000, American Psychiatric Association. Se esperan cambios de estos criterios diagnósticos en la 5ª edición del DSM. AN, anorexia nerviosa; BN, bulimia nerviosa; TCANE, trastorno de la conducta alimentaria no especificado. como dos entidades clínicas distintas y separadas. En el cuadro 23-1 se recogen los criterios diagnósticos actuales de AN. El DSM-IV-TR especifica en la AN un «rechazo a mantener un peso corporal en o por encima de un peso mínimamente normal para la edad y la talla (es decir, un peso corporal inferior al 85% del esperado)» (APA, 2000). El déficit de peso puede ser secundario a un adelgazamiento voluntario o debido a una insuficiente ganancia de peso durante el crecimiento lineal en la infancia y la adolescencia. Es probable que se elimine este punto de corte del 85% respecto al déficit de peso en el DSM-5. La determinación del «peso mínimamente normal» es problemática. A menudo se usan los estándares de peso de la Metropolitan Life Insurance Company, pero los pesos recomendados para las distintas tallas son distintos en las tablas de 1959 y 1983. Los especialistas en dietética suelen calcular el peso corporal deseable usando el método Hamwi.* Sin embargo, este método no es recomendable para los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria (TCA) porque los cálculos de peso corporal «normal» son mucho menores que con otros sistemas. La utilización del índice de masa corporal (IMC) disfruta de una aceptación cada vez mayor en los pacientes afectados por AN. A pesar de que en la mayoría de las personas sanas se considera normal un IMC de 19-25 kg/m2, en individuos con *Método de Hamwi en la mujer: 45 kg para los primeros 152 cm de altura y 3 kg por cada 2,5 cm por encima de 152 cm, más un 10% en aquellas de complexión grande y menos un 10% en las de complexión pequeña. En hombres: 48 kg para los primeros 152 cm de altura y 3 kg por cada 2,5 cm por encima de 152 cm, más un 10% en aquellos de complexión grande y menos un 10% en los de complexión pequeña. © Elsevier. Fotocopiar sin autorización es un delito. Capítulo 23 | La nutrición en los trastornos de la conducta alimentaria 491 AN el objetivo es un IMC de 19-20 kg/m2 (Royal College of Psychiatrists, 2005). En niños y adolescentes, deberían obtenerse los datos sobre el crecimiento con el fin de determinar si existen desviaciones del crecimiento lineal respecto a las curvas de altura premórbida. De haberse producido un retraso del crecimiento, el cálculo del déficit de peso se efectuará con relación al percentil de altura premórbida. En los niños y adolescentes de 11 a 17 años, el peso corporal se calculará a partir de las tablas de pesos y tallas del National Center for Health Statistics (NCHS) (v. apéndices 11 y 15). Los valores de referencia del IMC (v. apéndices 12 y 16) dependen de la edad; por consiguiente, la valoración del IMC en niños y adolescentes debería relacionarse con los percentiles del IMC (Royal College of Psychiatrists, 2005). De nuevo, la valoración del IMC se basará en la altura esperada, en lugar de la real, en caso de sospecha de retraso del crecimiento. Se puede aplicar un IMC comprendido entre los percentiles 14 y 39 para definir un objetivo de peso inicial que se modificará con arreglo al peso previo, la fase del desarrollo puberal y el crecimiento previsto (Golden et al., 2008). Los pacientes con AN sufren una distorsión de la imagen corporal que los hace sentirse gordos aunque su estado suele ser caquéctico. Algunas personas se sienten con sobrepeso en todo el cuerpo y otras se preocupan por la gordura de una parte específica del cuerpo, como el abdomen, las nalgas o los muslos. La amenorrea, definida como la falta de, al menos, tres períodos menstruales consecutivos en mujeres posmenárquicas, constituye un criterio diagnóstico problemático, ya que la menstruación se mantiene en algunas pacientes a pesar de tener un peso corporal muy bajo (Attia y Roberto, 2009); es muy probable que este criterio se suprima en el DSM-5 que se publicará en breve. El desarrollo de la AN durante del período prepuberal puede dar lugar a la parada de la maduración sexual con un retraso de la menarquia (amenorrea primaria). Los varones adolescentes jóvenes con AN pueden tener una deficiencia de estrógenos y testosterona con parada del crecimiento y del desarrollo sexual. La AN puede dividirse en dos subtipos diagnósticos: restrictiva y compulsiva/purgativa. El tipo restrictivo se caracteriza por una restricción de los alimentos sin episodios de atracones ni purgas (vómitos provocados o abuso de laxantes, enemas o diuréticos). El tipo compulsivo/purgativo se caracteriza por episodios periódicos de atracones compulsivos o conducta purgativa. La AN puede manifestarse inicialmente de forma restrictiva, pero, a medida que la enfermedad evoluciona en el tiempo, puede convertirse en un subtipo compulsivo/purgativo. Las características psicológicas que acompañan a la AN son el perfeccionismo, la compulsividad, la evitación del daño, el sentimiento de ineficacia, el pensamiento inflexible, la expresión emocional contenida y oculta y una limitación de la espontaneidad social. Con la AN pueden coexistir otros cuadros psiquiátricos entre los que se encuentran la depresión, trastornos por ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), trastornos de la personalidad y consumo de drogas. La depresión acompaña a la enfermedad en algún momento de la vida en el 50-75% de las personas con AN; sin embargo, los síntomas de depresión pueden remitir durante la rehabilitación nutricional y el restablecimiento del peso. Pero el índice de suicidios es mayor en las personas con AN que en la población general, por lo que es esencial una valoración psiquiátrica simultánea. Más del 40% de los pacientes con AN tienen también un TOC. El comienzo del TOC suele preceder a la AN y muchos enfermos siguen teniendo sintomatología aunque se restablezca el peso (APA, 2006). Las tasas brutas de mortalidad comprenden el 0-8% en distintos estudios y la tasa de mortalidad acumulada se sitúa en el 2,8% (Keel, 2010). La malnutrición, la deshidratación y las alteraciones electrolíticas pueden provocar la muerte debido a insuficiencia cardíaca o arritmias mortales (McCallum et al., 2006). En conjunto, alrededor del 50% de las muertes se atribuyen a complicaciones médicas directas de la AN (Steinhausen, 2002). Bulimia nerviosa La bulimia nerviosa (BN) es un trastorno caracterizado por episodios recidivantes de atracones compulsivos seguidos de una o varias conductas compensatorias inadecuadas con las que se trata de evitar la ganancia de peso. Estas conductas son la provocación del vómito, el abuso de laxantes y diuréticos, el ejercicio compulsivo o el ayuno. La prevalencia de la BN a lo largo de la vida en las mujeres adultas jóvenes estadounidenses es del 1 al 3%, mientras que en los varones, su frecuencia es aproximadamente de la décima parte que en las mujeres. A diferencia de los pacientes con AN del subtipo compulsivo/ purgativo, es típico que los que sufren BN tengan un peso normal. Igual que en la AN, estos pacientes le dan gran importancia a la forma y al tamaño del cuerpo, y a menudo están frustrados por su incapacidad para lograr un estado de peso inferior al normal. Suele creerse que el vómito es la principal característica de la BN, pero el factor fundamental para su diagnóstico es la conducta de atracones compulsivos. Un atracón es el consumo de una cantidad anormalmente grande de comida en un período concreto (en general aproximadamente 2 h), en el que se tiene una sensación de pérdida del control. Aunque la cantidad de alimentos y el contenido calórico de un atracón son variables, el número de calorías suele oscilar entre 1.000 y 2.000 (Fairburn y Harrison, 2003). A pesar de que los pacientes con BN suelen consumir cantidades muy grandes de alimentos ricos en energía, como postres y tentempiés salados, los atracones pueden también componerse de alimentos poco calóricos, como fruta y ensaladas. Los pacientes pueden referir un episodio de comida compulsiva cuando la cantidad de alimento que han consumido no es en absoluto excesiva. Aunque estos «atracones subjetivos» pueden no apoyar el diagnóstico de BN, los sentimientos que estas personas tienen con respecto a su conducta alimentaria merecen un estudio más detenido. Los pacientes con BN desarrollan conductas compensatorias con las que intentan contrarrestar las comidas compulsivas. La elección de las conductas compensatorias permite subdividir a la BN en purgativa y no purgativa. Los pacientes con BN de tipo purgativo se entregan de manera periódica a la provocación del vómito o al abuso de laxantes, enemas o diuréticos. Los que sufren una BN de tipo no purgativo no realizan este tipo de conductas, sino que ayunan o hacen un ejercicio excesivo para compensar sus atracones. Para cumplir los criterios del DSM-IVTR de BN, los episodios de comida compulsiva y las conductas compensatorias inadecuadas repetidas deben ocurrir al menos dos veces a la semana por término medio y durante un período de 3 meses; es probable que la frecuencia con la que deben darse estos episodios se reduzca en los criterios revisados del DSM5. Los actuales criterios diagnósticos de la APA para la BN se recogen en el cuadro 23-1. Los pacientes con BN presentan a menudo estados emocionales adversos del tipo del estado de ánimo lábil, frustración, ansiedad e impulsividad y también son habituales comorbilidades psiquiátricas como depresión, trastornos por ansiedad, trastornos de la personalidad, consumo de drogas y conductas autolesivas. 492 PARTE 4 | Nutrición para la salud y el buen estado físico En comparación con los de AN, los pacientes con BN suelen avergonzarse y sufrir por sus síntomas, lo que facilita su compromiso con el tratamiento. Las etiologías que se han propuesto para el desarrollo de la BN son los modelos adictivos, familiares, socioculturales, cognitivoconductuales y psicodinámicos (APA, 2006). El tratamiento y la vigilancia de los pacientes con BN, con o sin enfermedad psiquiátrica acompañante, debe hacerlos un profesional de la salud mental. Las tasas de mortalidad de la BN son más bajas que las observadas en la AN. Las tasas brutas de mortalidad oscilan del 0 al 2% en distintos trabajos, y la tasa de mortalidad acumulada es del 0,4% (Keel y Brown, 2010). Trastorno de la conducta alimentaria no especificado Alrededor de la mitad de los pacientes con trastornos alimentarios entran dentro del grupo diagnóstico del trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TCANE). En esencia, estas personas cumplen la mayoría, pero no todos, de los criterios de la AN o de la BN (p. ej., una mujer que cumple todos los criterios de la AN salvo la amenorrea; una paciente antes obesa que, a pesar de un adelgazamiento extremo, una conducta alimentaria patológica y amenorrea no cumple con el criterio de AN de un peso corporal inferior al 85% de lo esperado; una persona con conductas de comida compulsiva y purgativa, pero con menos frecuencia o durante un período más corto del especificado para la BN, o un paciente que no incurre en episodios de comida compulsiva pero que vomita después de ingerir una comida de tamaño normal o un tentempié). Desde el punto de vista clínico, el paciente con TCANE debe recibir un tratamiento que concuerde con la asistencia razonable y acostumbrada de la AN o la BN. Un tratamiento inadecuado puede hacer que se desarrollen todos los criterios de una AN o una BN. Además, los pacientes que cumplen los criterios de TAC, un grupo diagnóstico creado solo con fines de investigación, deben ser diagnosticados de TCANE. Para los criterios diagnósticos de TCANE de la APA, véase el cuadro 23-1. Es probable que un número mayor de pacientes satisfaga los criterios de AN y BN y un número más bajo cumpla los criterios de TCA subclínicos (p. ej., TCANE) al aplicar las revisiones propuestas de los criterios diagnósticos (DSM-5). Trastorno alimentario compulsivo Los criterios de investigación para el trastorno alimentario compulsivo (TAC) se recogen en el cuadro 23-1. La ingestión compulsiva, similar a la de la BN, es característica del TAC, pero no existen conductas compensatorias inadecuadas después de los atracones. Estos episodios deben tener una frecuencia de al menos dos veces a la semana durante un período de 6 meses. Los pacientes con TAC tienen un sentimiento de impotencia sobre su comida similar al de los enfermos con BN. Tras los atracones hay un sufrimiento emocional importante caracterizado por sentimientos de disgusto, culpa y depresión. El TAC suele iniciarse al final de la adolescencia o a principios del tercer decenio, y es 1,5 veces más frecuente en las mujeres que en los varones. La mayoría de los pacientes con este trastorno tienen sobrepeso, y su prevalencia es del 15% al 50% entre las personas que participan en programas de control del peso. Además, la prevalencia a lo largo de la vida de la depresión mayor, el consumo de drogas y los trastornos de la personalidad puede ser mayor en los pacientes con TAC. Trastornos de la conducta alimentaria en los niños Los trastornos de la conducta alimentaria se manifiestan en la mayoría de los casos durante la adolescencia o al principio de la edad adulta. Cuando se sospecha uno de estos trastornos en un niño o adolescente joven, el uso de los criterios DSM puede ser problemático, ya que la presentación clínica difiere de la que se observa en los adolescentes mayores y los adultos jóvenes. Las quejas de náuseas, dolor abdominal y dificultad para tragar pueden coexistir con la preocupación por el peso, la forma y la gordura corporales. El niño puede evitar los alimentos, provocarse el vómito y hacer demasiado ejercicio, pero es raro que abuse de los laxantes. Todo niño o adolescente que efectúe prácticas no saludables de control del peso o que piense de forma obsesiva en la comida, en la forma o el tamaño de su cuerpo o en el ejercicio corre el riesgo de desarrollar un trastorno alimentario. Además, estos niños pueden mostrar otras conductas obsesivas o depresión. El comienzo precoz de la AN puede dar lugar a un retraso o a una limitación del crecimiento lineal, osteopenia y osteoporosis. La AN se ha descrito en niños de tan solo 7 años de edad. La proporción de varones a mujeres puede ser mayor en este grupo de edad y el trastorno aparece en muchas culturas y grupos étnicos distintos. La BN es rara en los niños (APA, 2006). La relación entre las conductas alimentarias problemáticas de los niños y el desarrollo de trastornos alimentarios en etapas posteriores de la vida es un motivo de preocupación. Un estudio longitudinal realizado en 800 niños demostró que los conflictos alimentarios, las dificultades con las comidas y las comidas desagradables eran factores de riesgo para el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria (Kotler et al., 2001). Los trastornos de la conducta alimentaria en los niños descritos por Bryant-Waugh (2007) engloban la AN y, rara vez, la BN, así como el trastorno emocional con evitación alimenticia, las comidas selectivas, las comidas restrictivas, el rechazo de alimentos, la disfagia funcional y el síndrome de rechazo generalizado (tabla 23-1). Igualmente, se han propuesto y se están formulando diversas modificaciones de los criterios diagnósticos para TCA en la población pediátrica en el DSM-5 (Bryant-Waugh et al., 2010). Ta b la 23-1 Trastornos de la alimentación en niños de 8 a 14 años Trastorno de la alimentación Anorexia nerviosa Bulimia nerviosa Características Pérdida de peso (p. ej., por evitación de alimentos, vómitos provocados, ejercicio excesivo, consumo abusivo de laxantes) Percepción alterada del peso y/o la morfología Preocupación excesiva por el peso y/o la morfología, los alimentos y/o su ingesta Atracones recurrentes seguidos de conductas purgativas y/o restricción de alimentos Sensación de falta de control Percepción alterada del peso y/o la morfología Tomado de Bryant-Waugh R, and Lask, R: Overview of the eating disorders. In Lask B, Bryant-Waugh R, editors: Eating disorders in childhood and adolescence, 3rd Ed., East Sussex, UK, 2007, Routledge. Capítulo 23 | La nutrición en los trastornos de la conducta alimentaria 493 Enfoque terapéutico El tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria requiere un enfoque multidisciplinario con intervenciones psiquiátricas/psicológicas, médicas y nutricionales. El tratamiento, que se lleva a cabo en distintos planos asistenciales dependiendo de la gravedad de la enfermedad, puede consistir en la hospitalización del paciente, el tratamiento en una residencia, una hospitalización de día, un tratamiento ambulatorio intensivo o un tratamiento ambulatorio convencional. El tratamiento hospitalario puede hacerse en una unidad psiquiátrica o médica, y es muy recomendable utilizar un protocolo conductual desarrollado específicamente para los pacientes con ese tipo de trastornos. Los programas residenciales de tratamiento aportan, de igual modo, asistencia durante 24 h, pero no suelen estar preparados para atender a pacientes inestables desde el punto de vista médico o psiquiátrico. Existen, además, programas de tratamiento de día en un centro hospitalario. En ellos, los pacientes reciben inicialmente tratamiento multidisciplinar especializado durante 6 a 8 h diarias entre 5 y 7 días a la semana. La asistencia necesaria disminuye de manera gradual conforme avanza el tratamiento. La modalidad terapéutica menos intensiva es la asistencia ambulatoria; sin embargo, esta forma requiere un esfuerzo coordinado y activo de los médicos, los psicoterapeutas y los especialistas en nutrición. El paciente puede someterse, igualmente, a un tratamiento ambulatorio intensivo en el que recibirá varias horas semanales de asistencia multidisciplinar. Las sesiones pueden programarse después de comer o a comienzos de la tarde, para permitir la asistencia después del colegio o el trabajo. La Practice Guideline for the Treatment of Patients with Eating Disorders (APA, 2006) contiene directrices completas para la formulación e implantación de planes terapéuticos en pacientes con AN, BN, TCANE y TAC. Estas directrices ofrecen recomendaciones terapéuticas específicas (p. ej., rehabilitación nutricional, tratamiento médico, intervenciones psicológicas, tratamiento farmacológico) y distintos grados de intervenciones psicológicas para los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria. Además, la Society for Adolescent Medicine (SAM, 2003), la American Academy of Pediatrics (AAP, 2003), Committee on Adolescence (Rosen et al., 2010) y la American Dietetic Association (ADA, 2006) han publicado declaraciones sobre la política y la posición que se deben adoptar en relación con las directrices para un tratamiento efectivo de este tipo de trastornos. © Elsevier. Fotocopiar sin autorización es un delito. Manifestaciones clínicas y complicaciones médicas Aunque los trastornos de la conducta alimentaria se clasifican como enfermedades psiquiátricas, van acompañados de importantes complicaciones médicas, de morbilidad y de mortalidad. Los hábitos de control del peso de los pacientes con AN y BN provocan numerosos cambios fisiológicos, algunos de los cuales son modificaciones menores secundarias a la reducción de la ingesta energética, pero otros son alteraciones patológicas que pueden tener consecuencias a largo plazo, e incluso algunos son cuadros potencialmente mortales. Anorexia nerviosa Los pacientes con AN tienen un aspecto típico y peculiar (fig. 23-1). Su complexión caquéctica y prepuberal los hace parecer a menudo más jóvenes de lo que son. Las manifestaciones físicas habituales son la presencia de lanugo (un vello blando y suave), pelo seco y Figura 23-1 Signos y síntomas físicos y clínicos de bulimia nerviosa y anorexia nerviosa. ECG, electrocardiograma; RTP, reflejos tendinosos profundos. quebradizo, hipercarotenemia, intolerancia al frío y cianosis de las extremidades. La desnutrición proteico-calórica en la AN, con la consiguiente pérdida de masa corporal magra, se asocia a la reducción de masa ventricular izquierda y disfunción sistólica. Las complicaciones cardiovasculares consisten en bradicardia, hipotensión ortostática y arritmias cardíacas. La desnutrición proteico-calórica y las carencias de tiamina, fósforo, magnesio y selenio se asocian a insuficiencia cardíaca en la AN; no obstante, la función cardíaca puede restablecerse en gran medida merced a la corrección de las carencias nutricionales y la recuperación del peso idóneo (Birmingham y Gritzner, 2007). Las complicaciones gastrointestinales secundarias a la inanición son el vaciado gástrico retardado, la disminución de la motilidad del intestino delgado y el estreñimiento. Las molestias de meteorismo abdominal y de sensación prolongada de plenitud abdominal complican el proceso de realimentación. La osteopenia significativa aparece de manera frecuente y temprana en la evolución del trastorno tanto en el hombre como en la mujer; se ha estimado que el 92% de los afectados presentan una densidad mineral ósea (DMO) concordante con un diagnóstico de osteopenia, y el 40% tienen una DMO concordante con osteoporosis (Mehler y MacKenzie, 2009). Se ha descrito que la hormonoterapia restitutiva y el tratamiento con bisfosfonatos son ineficaces o bien no se han estudiado de forma 494 PARTE 4 | Nutrición para la salud y el buen estado físico adecuada en el ámbito de la AN. Se recomienda la ganancia de peso como primera línea de tratamiento para la mejora de la DMO en chicas adolescentes afectadas por AN (Golden, 2005). Por desgracia, la AN suele seguir una evolución prolongada asociada a frecuentes recidivas que producen adelgazamiento. En estos casos, el restablecimiento de la densidad mineral ósea puede entrañar dificultades y, en algunos estudios, se ha señalado que este parámetro no puede recuperarse por completo (Mehler y MacKenzie, 2009). Los niños y adolescentes con AN desarrollan complicaciones médicas específicas que afectan al crecimiento y desarrollo normales, tales como retraso del crecimiento, reducción de la masa ósea máxima y anomalías estructurales cerebrales (SAM, 2003). Bulimia nerviosa Los signos y síntomas clínicos de la BN son difíciles de detectar porque los pacientes suelen tener un peso normal y mantienen su conducta en secreto. Cuando se provocan vómitos pueden encontrarse datos clínicos como: 1) callosidades en el dorso de la mano que utilizan para estimular el reflejo faríngeo, lo que se conoce como signo de Rusell; 2) aumento del tamaño de las glándulas parótidas, y 3) erosiones del esmalte dental con aumento de las caries debido a la presencia frecuente de ácido gástrico en la boca. Los vómitos crónicos pueden dar lugar a deshidratación, alcalosis e hipopotasemia. Las manifestaciones clínicas habituales son dolor de garganta, esofagitis, hematemesis leve (vómitos con sangre), dolor abdominal y hemorragias subconjuntivales. Complicaciones gastrointestinales más graves son los desgarros esofágicos de Mallory-Weiss, casos raros de rotura esofágica y dilatación gástrica aguda o rotura del estómago. El jarabe de ipecacuana, utilizado a menudo para provocar el vómito, puede provocar una lesión miocárdica irreversible y muerte súbita. El abuso de los laxantes produce deshidratación, elevación de las concentraciones séricas de aldosterona y vasopresina, hemorra­ gias rectales, atonía intestinal y cólicos abdominales. El abuso de diuréticos puede provocar deshidratación e hipopotasemia. Pueden producirse arritmias cardíacas como consecuencia de las alteraciones del equilibrio ácido-base y de los electrólitos secundarias a los vómitos y el abuso de laxantes y diuréticos. Aunque la amenorrea característica de la AN es poco frecuente en la BN, sí pueden encontrarse irregularidades menstruales (v. fig. 23-1). Tratamiento psicológico Los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades psiquiátricas complejas que requieren una valoración psicológica y un tratamiento continuado. La evaluación de la fase de desarrollo cognitivo y psicológico del paciente, los antecedentes familiares, la dinámica familiar y la psicopatología son esenciales para el desarrollo de un programa terapéutico psicosocial completo. Los objetivos a largo plazo de las intervenciones psicosociales en la AN son: 1) ayudar a que el paciente comprenda y coopere en su rehabilitación nutricional y física; 2) ayudarle a que comprenda y cambie las conductas y actitudes disfuncionales relacionadas con sus trastornos alimentarios; 3) mejorar su funcionamiento interpersonal y social, y 4) tratar la psicopatología y los conflictos psicológicos que refuerzan o mantienen sus conductas alimentarias perturbadas. En la fase aguda de la enfermedad, los pacientes con AN y malnutridos son negativistas y obsesivos, lo que dificulta la realización de una psicoterapia formal. En este estadio, la terapia psicológica suele centrarse en el refuerzo conductual positivo de restablecimiento del peso, lo que incluye el elogio de los esfuerzos positivos, el consuelo, el entrenamiento y el estímulo. Los programas de tratamiento hospitalario suelen utilizar refuerzos de la conducta vinculando el logro de privilegios como la actividad física (frente al reposo en cama), los permisos para salir de la unidad, las visitas, con logros en la ganancia de peso y en la mejora de las conductas alimentarias. Una vez corregida la malnutrición e iniciada la recuperación del peso, es más probable que los pacientes con anorexia nerviosa puedan beneficiarse de la psicoterapia. La psicoterapia puede ayudar a que el paciente conozca y cambie sus pensamientos, actitudes, motivos, conflictos y sentimientos disfuncionales relacionados con el trastorno alimentario. Los cuadros pediátricos asociados, entre ellos los trastornos del estado de ánimo o las deficiencias en el control de los impulsos, así como la prevención de las recidivas, deben incluirse en el plan de tratamiento psicoterapéutico. La recuperación puede precisar varios años de psicoterapia activa. La terapia cognitiva conductual (TCC) es una intervención muy eficaz en el tratamiento de los síntomas agudos de la BN (Fairburn, 2008). No obstante, los médicos pueden combinar elementos de varias modalidades de psicoterapia en el transcurso del tratamiento. En algunos casos, la terapia complementaria de la familia y el matrimonio puede ser beneficiosa. Se dispone de varias herramientas y cuestionarios psicológicos para valorar a los pacientes con TCA. Las medidas de autoevaluación pueden utilizarse con fines de cribado, mientras que las entrevistas estructuradas suelen emplearse para confirmar el diagnóstico. Algunas herramientas representativas son el Eating Attitudes Test, el Eating Disorder Inventory, la Eating Disorder Examination, el Eating Disorder Questionnaire y la Yale-BrownCornell Eating Disorder Scale (APA, 2006). Rehabilitación y asesoramiento nutricional La rehabilitación nutricional abarca la evaluación nutricional, el tratamiento nutricional médico (TNM), el asesoramiento nutricional y la educación nutricional. Aunque los distintos trastornos alimentarios son enfermedades separadas, sus consecuencias sobre la nutrición y su tratamiento nutricional presenta similitudes. Valoración de la nutrición La valoración de la nutrición abarca sistemáticamente la anamnesis de la dieta y la valoración de los índices bioquímicos, metabólicos y antropométricos del estado nutritivo. Anamnesis de la dieta Las directrices para la anamnesis deben incluir una evaluación de la ingesta energética, el consumo de macronutrientes y micronutrientes, las actitudes ante la ingesta de alimentos y las conductas alimentarias (v. capítulo 4). Anorexia nerviosa Las personas con AN de subtipo restrictivo suelen consumir menos de 1.000 kcal/día. La evaluación de la ingesta energética típica evita una alimentación excesiva o deficiente al principio de la rehabilitación nutricional y abre un diálogo sobre las necesidades calóricas durante las fases de realimentación y mantenimiento del peso de la rehabilitación nutricional. Una ingesta insuficiente de energía hace que el consumo de hidratos de carbono, proteínas y grasas sea inferior al normal. Históricamente se describía a © Elsevier. Fotocopiar sin autorización es un delito. Capítulo 23 | La nutrición en los trastornos de la conducta alimentaria 495 los pacientes con AN como limitadores de los hidratos de carbono, pero en la actualidad existe una tendencia a evitar los alimentos que contienen grasa. La ingesta de alimentos observada en 30 pacientes reveló que los que tenían AN consumían una cantidad de grasa significativamente menor (del 15% al 20% de las calorías) que los controles sanos. La contribución porcentual de calorías de las proteínas puede estar, por término medio, por encima de lo habitual, pero la adecuación de la ingesta depende del consumo total de calorías. Por ejemplo, el porcentaje de calorías puede seguir siendo el mismo, pero a medida que la ingesta calórica disminuye, la cantidad real de proteínas se reduce en la misma proporción. Las personas afectadas por AN de subtipo atracón-purgación se caracterizan por unos patrones dietéticos más irregulares, por lo que el consumo de energía debe valorarse a lo largo del espectro de ingesta restrictiva y atracones (Burd et al., 2009). Muchos pacientes con AN observan dietas vegetarianas. El especialista en nutrición debe averiguar si la adopción de esta dieta precedió a la aparición de la AN. El vegetarianismo puede ser una vía encubierta de restricción de la ingesta, lo que representaría un hallazgo psicopatológico del trastorno (Royal College of Psychiatrists, 2005). Muchos programas no permiten las dietas vegetarianas durante la fase de recuperación del peso del tratamiento, mientras que otros sí las aceptan. Es preciso conocer la relación existente entre las influencias sociales, culturales y familiares, así como las creencias religiosas vinculadas con el vegetarianismo del paciente. De permitirse que la persona con AN observe una dieta vegana o vegetariana a lo largo de esta fase, se tratará de garantizar una ingesta adecuada de fosfato para evitar la hipofosfatemia, en especial en el transcurso de la fase inicial de la realimentación (Royal College of Psychiatrists, 2005). La ingesta calórica inadecuada, la variedad limitada en la dieta y una mala representación de los distintos grupos de alimentos hacen que el consumo de vitaminas y minerales en los pacientes con AN sea inadecuado. En general, la ingesta de micronutrientes es proporcional a la de macronutrientes; por tanto, los pacientes con AN que limitan de forma continua la ingesta de grasas son los que tienen mayor riesgo de que la de vitaminas liposolubles y de ácidos grasos esenciales sea insuficiente. Sobre la base de la historia dietética de 30 días, Hadigan et al. (2000) encontraron que más del 50% de 30 pacientes con AN no cumplían con las necesidades recomendadas de vitamina D, calcio, folato, vitamina B12, magnesio, cobre y cinc. Al hacer la anamnesis dietética, también hay que determinar la ingestión típica de líquidos, ya que las alteraciones del equilibrio hídrico son frecuentes en esta población. Algunos pacientes limitan fuertemente su ingestión, ya que no toleran la sensación de plenitud tras la ingestión de líquido, mientras que otros beben cantidades excesivas intentando evitar el hambre. La restricción o el consumo extremos de líquidos pueden requerir la vigilancia de la densidad de la orina y de los electrólitos séricos. Muchas personas con AN consumen cantidades excesivas de edulcorantes artificiales y bebidas endulzadas (Marino et al., 2009). Se debe abordar el uso de estos productos durante el período de rehabilitación nutricional. Bulimia nerviosa La alimentación caótica, la cual comprende desde la alimentación restrictiva a los atracones, pasando por la alimentación normal, es una característica distintiva de la bulimia nerviosa. La ingesta energética puede ser imprevisible en la BN. El contenido calórico de un atracón, el grado de absorción de calorías después del mismo, y el nivel de restricción calórica entre los atracones sucesivos hacen que la determinación de la ingesta energética total resulte un desafío. Las personas con bulimia suponen que los vómitos son un mecanismo eficaz de eliminación de las calorías consumidas durante los episodios de atracón, pero se trata de una idea errónea. En un estudio sobre el contenido calórico de los alimentos ingeridos y purgados efectuado en un laboratorio de alimentación, se observó que, como grupo, los pacientes con BN consumían una media de 2.131 kcal durante un atracón y solamente vomitaban 979 posteriormente (Kaye et al., 1993). Como regla general, se debe recordar a los pacientes que se retiene alrededor del 50% de las calorías consumidas durante un atracón. El recordatorio de 24 h no constituye una herramienta de gran utilidad, debido a la variabilidad de un día respecto a otro. Para valorar la ingesta energética, resulta de utilidad el registro del consumo diario de alimentos a lo largo de 1 semana. En primer lugar, se determinará el número de días exentos de atracones (que puede incluir los días con ingesta restrictiva y normal) y se calculará su valor calórico; a continuación, se definirá el número de días de atracones y el contenido calórico aproximado, y se deducirá un 50% del contenido calórico de los atracones que se hayan seguido de episodios de vómitos; por último, se estimará el promedio de la ingesta calórica a lo largo del período de 7 días. La ingesta calórica media, además del intervalo de valores, tiene interés en el proceso de asesoramiento. La ingesta nutricional en personas con BN depende del ciclo de atracones y alimentación restrictiva; la calidad global de la dieta y la ingesta de micronutrientes podrían ser inadecuadas. Un estudio sobre la ingesta dietética durante 14 días en 50 individuos con BN puso de manifiesto que, al menos, el 50% de los participantes consumían menos de dos terceras partes de las cantidades diarias recomendadas (CDR) de calcio, hierro y cinc durante los días exentos de atracones. Por otra parte, las ingestas de cinc y hierro continuaban siendo insuficientes en el 25% de las personas estudiadas al considerar la ingesta global (es decir, días de atracón y días exentos de ellos) (Gendall, 1997). Es preciso señalar que los vómitos provocan la pérdida de nutrientes incluso en personas que observan una dieta aparentemente adecuada, lo que dificulta la valoración de la idoneidad de la ingesta nutricional. Se debería determinar si el paciente consume vitaminas y complementos minerales teniendo en cuenta la retención de estos nutrientes después de vomitar. Conducta alimentaria Las actitudes, las conductas y los hábitos alimenticios característicos de la AN y la BN se recogen en el cuadro 23-2. Las aversiones alimenticias, frecuentes en esta población, incluyen la carne roja, los alimentos preparados al horno, los postres, los productos lácteos ricos en grasas, las grasas añadidas, los alimentos fritos y las bebidas calóricas. Los enfermos con trastornos de la conducta alimentaria suelen considerar que determinados alimentos o grupos de alimentos son absolutamente «buenos» o absolutamente «malos». Hay que identificar las creencias irracionales y el pensamiento dicotómico sobre las elecciones alimenticias y combatirlas durante todo el proceso del tratamiento. En la evaluación, es importante determinar las conductas no habituales o ritualistas, como son la ingestión de los alimentos de una forma atípica o con utensilios no tradicionales, combinaciones raras de alimentos o uso excesivo de especias, vinagre, zumo de limón y edulcorantes artificiales. Los espacios entre las comidas y el tiempo que se dedica a ellas son otros elementos que se deben identificar. Muchos pacientes guardan la ración de 496 PARTE 4 | Nutrición para la salud y el buen estado físico C u a d ro 23-2 Evaluación de las actitudes, conductas y hábitos alimentarios 1. Actitudes alimentarias A. Aversión a los alimentos B. Alimentos seguros, peligrosos, prohibidos C. Pensamiento mágico D. Alimentos desencadenantes de comidas compulsivas E. Ideas sobre las cantidades adecuadas de alimentos 2. Conductas alimentarias A. Conductas ritualistas B. Combinaciones extrañas de alimentos C. Estacionalidad atípica de los alimentos D. Uso excesivo y atípico de edulcorantes sin calorías E. Uso atípico de los cubiertos de mesa 3. Hábitos alimentarios A. Patrón de ingestión (1) Número de comidas y tentempiés (2) Horas del día (3) Duración de las comidas y los tentempiés (4) Ambiente de las comidas: dónde y con quién (5) Forma de consumirlas: sentado o de pie B. Evitación de ciertos grupos de alimentos, en especial aquellos con elevado contenido energético C. Variedad de alimentos consumidos D. Ingesta de líquidos: restrictiva o excesiva Adaptado de Schebendach J, Nussbaum M: Nutrition management in adolescents with eating disorders, Adolesc Med: State of the Art Rev 3(3):545, 1992. alimentos que se permiten hasta las últimas horas del día, mientras que otros temen comer después de una determinada hora. Muchos pacientes con AN comen muy lentamente, a menudo jugando con los alimentos y cortándolos en trozos muy pequeños, lo que a veces es una táctica para evitar su ingestión, pero que también puede ser un efecto de la inanición (Keys et al., 1950). De manera frecuente, los planes de tratamiento conductual incorporan límites temporales para el consumo de comidas y tentempiés. Muchos pacientes con BN comen con rapidez, reflejando sus dificultades con las señales de saciedad. Además, pueden identificar los alimentos que temen que puedan desencadenarles un episodio de comida compulsiva. El paciente puede tener una actitud de «todo o nada» ante estos alimentos «desencadenantes». Aunque es posible que prefiera evitarlos, resulta útil ayudarle a que los reintroduzca en cantidades controladas y a intervalos regulares. Valoración bioquímica La importante caquexia de la AN induce a esperar que los índices bioquímicos correspondan a los de la malnutrición (v. capítulo 8), pero rara vez es así. Los mecanismos de compensación son notables, y es posible que las alteraciones analíticas no aparezcan hasta que la enfermedad está muy avanzada. Las anomalías importantes del estado de las proteínas viscerales son poco frecuentes en la AN. En realidad, los fenómenos adaptativos que tienen lugar durante la inanición crónica tienen por objeto mantener el metabolismo proteico visceral a expensas del compartimiento somático. Las concentraciones séricas de albúmina suelen encontrarse dentro de los límites normales, aunque al principio del tratamiento pueden estar enmascaradas por la deshidratación (Swenne, 2004). A pesar de consumir una dieta que suele ser baja en grasas y colesterol, los sujetos con AN y malnutrición presentan, generalmente, una concentración total de colesterol elevada (Rigaud et al., 2009). La rehabilitación nutricional no requiere la instauración de una dieta limitada pobre en grasas y colesterol a pesar de la hiperlipidemia. Si la hiperlipidemia es anterior al desarrollo de la AN, o si se identifican importantes antecedentes familiares de hiperlipidemia, hay que reevaluar al paciente una vez restablecido el peso y pasado un período de estabilización. Las concentraciones de los lípidos también están alteradas en los pacientes con BN. Estos enfermos tienden a comer alimentos pobres en grasa y energía durante las fases de restricción, y alimentos ricos en grasa y en azúcar en los episodios de comida compulsiva. La prescripción prematura de una dieta pobre en grasa y colesterol es posible que solo refuerce este enfoque dicotómico de la ingesta alimenticia. Hay que tener cuidado para equilibrar los extremos en los tipos y las cantidades de alimentos que se consumen. Un perfil lipídico adecuado solo puede obtenerse tras un período de estabilización dietética. Los pacientes con BN pueden tener también dificultades para consumir la grasa necesaria para que su perfil lipídico sea normal. La glucemia baja se debe a la deficiencia de los precursores necesarios para la gluconeogenia y la producción de glucosa. La producción de hormona tiroidea tiende a ser normal, pero la desyodación periférica de la tiroxina favorece la formación de triyodotironina inversa (rT3) menos activa metabólicamente que la triyodotironina (T3), lo que resulta en un síndrome de T3 baja (v. fig. 32-2). Este estado metabólico es característico de la AN y es típico que desaparezca con el restablecimiento del peso. No se recomienda el aporte sustitutivo de tiroxina (APA, 2006). Deficiencias de vitaminas y minerales La hipercarotenemia es una manifestación frecuente de la AN que se atribuye a la movilización de los depósitos lipídicos, a las modificaciones catabólicas secundarias, a la pérdida de peso y al estrés metabólico. Una ingesta dietética excesiva de carotenoides es menos habitual. Durante la rehabilitación nutricional los carotenos séricos vuelven a la normalidad. A pesar de las dietas claramente deficitarias, los informes sobre alteraciones clínicas y bioquímicas de verdaderas enfermedades por deficiencia son raros. La menor necesidad de micronutrientes en el estado catabólico, el uso de suplementos de vitaminas y la selección de alimentos ricos en micronutrientes pueden proteger de estas deficiencias. No obstante, se han descrito casos de deficiencias de riboflavina, vitamina B6, tiamina, niacina, folato y vitamina E por la AN en los pacientes más crónicos y de menor peso (Altinyazar et al., 2009; Castro, 2004; Jagielska et al., 2007; Prousky, 2003). Los pacientes que eluden los alimentos de origen animal pueden presentar un riesgo de carencia de vitamina B12 (Royal College of Psychiatrists, 2005). Las necesidades de hierro disminuyen debido a la amenorrea y el estado catabólico general. Al comienzo del tratamiento, la concentración de hemoglobina puede mostrar una elevación falsa como consecuencia de la hemoconcentración secundaria a la deshidratación. Asimismo, en los individuos desnutridos puede observarse retención de líquidos y la hemodilución asociada puede provocar una aparente disminución de la concentración de hemoglobina. En los pacientes con AN y desnutrición grave, la utilización del hierro puede encontrarse inhibida. La pérdida de tejido magro origina una reducción de la masa de eritrocitos. El hierro liberado a partir de dicha masa se une a la ferritina para su almacenamiento. La saturación de las reservas de ferritina ligada Capítulo 23 | La nutrición en los trastornos de la conducta alimentaria 497 al hierro potencia el riesgo de aumento del hierro libre, lo que podría ocasionar daños celulares, por lo que es necesario evitar los complementos de este elemento en esta fase del tratamiento (Royal College of Psychiatrists, 2005). El hierro asociado a la ferritina se libera de los depósitos a lo largo de la rehabilitación nutricional y el restablecimiento del peso; este fenómeno suele bastar para satisfacer las necesidades impuestas por la reparación celular y la recuperación de la masa de eritrocitos. No obstante, se debería repetir periódicamente la valoración de los pacientes respecto al agotamiento de las reservas de hierro y la posible conveniencia de los complementos de hierro en una fase ulterior del tratamiento. Hutter et al. (2009) han presentado una revisión completa de las alteraciones hematológicas asociadas a la AN. Puede producirse una carencia de cinc secundaria a la ingesta energética insuficiente, la evitación de la carne roja y la adopción de una dieta vegetariana. Aunque la carencia de este mineral puede asociarse a una alteración del sentido del gusto y a adelgazamiento, no se han publicado datos que indiquen que esta carencia provoque ni perpetúe la AN. Se ha recomendado la utilización de complementos de cinc para potenciar la ingesta de alimentos y el aumento del peso corporal en estos pacientes, si bien los indicios a favor de esta medida son escasos (Lock y Fitzpatrick, 2009). A pesar de que la elevada prevalencia de osteopenia y osteoporosis en la AN se debe, en gran medida, a desequilibrios endocrinos y al adelgazamiento, es probable que las carencias simultáneas de calcio, magnesio y vitamina D contribuyan en su patogenia. Se recomienda realizar una absorciometría dual de rayos X para definir el grado de afectación de la mineralización ósea (v. capítulo 25). © Elsevier. Fotocopiar sin autorización es un delito. Equilibrio hidroelectrolítico Los vómitos y el uso de laxantes y diuréticos pueden provocar importantes desequilibrios hidroelectrolíticos en los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria. El consumo de laxantes puede producir hipopotasemia, y el de diuréticos, hipopotasemia y deshidratación. Los vómitos inducen deshidratación, hipopotasemia y alcalosis con hipocloremia. La hiponatremia es otra grave complicación, aunque menos frecuente. La concentración de la orina disminuye y la diuresis aumenta en la semiinanición. El edema es consecuencia de la malnutrición y la realimentación. La depleción de glucógeno y de tejido magro va acompañada de pérdida obligada de agua que refleja unos cocientes de hidratación característicos. Por ejemplo, la pérdida obligada de agua asociada a la depleción de glucógeno puede alcanzar de 600 a 800 ml. Grados variables de ingestión de líquidos, que oscilan entre la restricción y el exceso, pueden influir en los valores de los electrólitos de los pacientes con AN (v. capítulo 7). Gasto de energía El gasto energético en reposo (GER), o metabolismo basal, es bajo en los pacientes con AN desnutridos (de Zwann et al., 2002) y en este estado hipometabólico se ha implicado al adelgazamiento, la disminución de la masa corporal magra, la restricción energética y la disminución de las concentraciones de leptina. La realimentación incrementa y normaliza el GER en las personas con AN. Otra alteración que se ha descrito en la AN durante la realimentación es una exagerada termogenia inducida por la dieta (TID) (de Zwann et al., 2002), que también contribuye a la resistencia metabólica a la ganancia de peso durante las primeras fases de la rehabilitación nutricional (v. capítulo 2). Los índices metabólicos de los pacientes con BN pueden ser imprevisibles. La restricción dietética entre los episodios de comidas compulsivas pueden colocar a los enfermos en un estado de semiinanición que se traduce en un estado hipometabólico. Sin embargo, los atracones seguidos de fenómenos purgativos pueden elevar el índice metabólico por una liberación preabsortiva de insulina que activa el sistema nervioso simpático (de Zwann et al., 2002). La valoración inicial y de seguimiento del GER puede resultar de utilidad desde el punto de vista clínico en la rehabilitación nutricional (Dragani et al., 2006; Schebendach, 2003); no obstante, generalmente la calorimetría indirecta estándar tan solo está disponible en el ámbito de la investigación. Aunque los dispositivos portátiles, como MedGem, disfrutan de una popularidad cada vez mayor en la población general, en un estudio reciente de pacientes con AN se observó una baja concordancia entre las determinaciones mediante esta técnica y las obtenidas merced a la calorimetría indirecta estándar de GER (Hlynsky et al., 2005). Valoración antropométrica Los pacientes con AN tienen una desnutrición proteico-calórica caracterizada por una depleción importante de tejido adiposo y de los depósitos somáticos de proteínas, aunque con conservación relativamente intacta del compartimiento proteico visceral. Estos pacientes cumplen con los criterios para el diagnóstico de la desnutrición proteico-calórica grave. Un objetivo de la rehabilitación nutricional es el restablecimiento de la masa grasa y de la masa libre de grasa del cuerpo. Aunque estos compartimientos se regeneran, la velocidad a la que lo hacen es variable. El porcentaje de grasa corporal puede calcularse a partir de la suma de cuatro mediciones de pliegues cutáneos (tríceps, bíceps, subescapular y suprailíaco) (v. figs. 6-4, 6-5 y 6-6) usando el método de Durnin et al. (Durnin y Rahaman, 1967; Durnin y Womersley, 1974) (v. apéndice 24). Este método se ha validado, comparándolo con el peso bajo el agua, para la evaluación del porcentaje de grasa corporal en las niñas adolescentes con AN (Probst, 2001). El peso bajo el agua y la absorciometría fotónica dual (DEXA) (v. fig. 6-10), equipada con programas informáticos adecuados para el análisis de la composición del cuerpo, proporcionan mediciones más exactas, pero casi nunca se encuentran disponibles en una consulta (v. «Valoración física» en capítulo 6). El análisis de la impedancia bioeléctrica (AIB) es más accesible, pero los desvíos en los compartimientos intracelular y extracelular de los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria graves pueden afectar a la exactitud de las mediciones de la grasa corporal. Para mejorar la validez de las mediciones del AIB (v. fig. 6-9) en los pacientes con AN, las mediciones deben hacerse por la mañana, antes de la ingestión de cualquier alimento o líquido y usando una silla reclinable que se mantiene siempre reclinada en la misma posición para evitar acumulaciones diferenciales de los líquidos (Sunday y Halmi, 2003). Se ha publicado una comparación de las determinaciones de la composición corporal mediante distintos métodos de medida de la impedancia, como DEXA, en personas con AN y controles sanos (Moreno et al., 2008). En la práctica, la circunferencia muscular en la parte media del brazo, deducida a partir de las mediciones de la circunferencia de la parte media del brazo y del pliegue del tríceps (v. fig. 6-7), es fácil de calcular y puede compararse con las normas para la población de la misma edad y sexo (v. apéndices 25 y 26). Pueden hacerse mediciones antes y durante la fase de rehabilitación nutricional. 498 PARTE 4 | Nutrición para la salud y el buen estado físico El peso corporal se valora y se vigila de manera sistemática en los pacientes con trastornos alimentarios. En la AN es necesario ganar peso, mientras que en el BN el objetivo final debe ser mantenerlo. Aunque puede estar justificada una pérdida de peso, no puede intentarse hasta que no se hayan estabilizado los caóticos patrones de alimentación. El estado de hidratación, los depósitos de glucógeno, los factores metabólicos y los cambios en la composición del cuerpo pueden influir en la velocidad de la ganancia de peso en la AN (cuadro 23-3). La rehidratación y la reposición de los depósitos de glucógeno contribuyen a la ganancia de peso durante los primeros días de realimentación, tras los cuales la ganancia se debe al incremento de los depósitos de tejidos adiposo y magro. En general, se admite que es necesario incrementar o disminuir la ingesta calórica en 3.500 kcal para modificar 0,5 kg el peso corporal, pero el verdadero coste energético depende del tipo de tejido que se gane. Para ganar grasa se necesita más energía que para ganar tejido magro, pero la ganancia de peso puede ser una mezcla de ambos tipos de tejido. En las mujeres adultas afectadas por AN, el restablecimiento del peso corporal a corto plazo se ha vinculado a un aumento significativo de la grasa en el tronco y adiposidad central (Grinspoon, 2001; Mayer, 2005; Mayer et al., 2009); sin embargo, esta distribución anómala parece normalizarse a lo largo del año siguiente a la estabilización del peso corporal (Mayer et al., 2009). En las adolescentes, la recuperación del peso a corto plazo se asoció a una normalización de la grasa corporal en ausencia de un aumento concomitante de la adiposidad central (de Alvaro et al., 2007; Misra, 2003). El estado antropométrico de los pacientes con trastornos alimentarios se debe evaluar y controlar regularmente (v. capítulo 6). El objetivo de peso para el paciente se determina con varios métodos, pero ninguno es perfecto. Para valorar a los varones y a las mujeres de hasta 20 años se usan las tablas de talla, peso e IMC del National Center for Health Statistics (NCHS) (v. apéndices C u a d ro 23-3 Factores que influyen en la velocidad de ganancia de peso en la anorexia nerviosa 1. Equilibrio hídrico A. Poliuria de la semiinanición B. Edema (1) Inanición (2) Realimentación C. Proporciones de hidratación en los tejidos (1) Glucógeno: 3-4:1 (2) Proteínas: 3-4:1 2. Índice metabólico A. Gasto energético en reposo (metabolismo basal) B. Gasto energético posprandial C. Cociente respiratorio 3. Coste energético del tejido ganado A. Tejido adiposo B. Masa corporal magra 4. Obesidad previa 5. Actividad física Adaptado de Schebendach J, Nussbaum M: Nutrition management in adolescents with eating disorders, Adolesc Med: State of the Art Rev 3(3):545, 1992. 11, 15 y 16). En los adolescentes con talla baja puede recurrirse a la edad ósea para determinar el potencial de recuperación del crecimiento. Los pacientes hospitalizados deben pesarse a diario a primera hora de la mañana antes de que coman nada. En los ambulantes debe obtenerse el peso con el paciente vestido con una bata, siempre en la misma báscula, aproximadamente a la misma hora y al menos una vez a la semana al principio del tratamiento. Antes de pesarse, el paciente debe orinar y hay que medir la densidad de la orina para detectar una deshidratación o una sobrecarga de líquido. Si el paciente dice que no puede orinar, el médico debe explorarlo para comprobar si la vejiga está llena. Los pacientes pueden recurrir a tácticas engañosas (beber mucha agua, ocultar objetos pesados en su persona o aguantar la micción y la defecación) para lograr el objetivo de peso marcado. TRATAMIENTO NUTRICIONAL MÉDICO y asesoramiento El tratamiento de un TCA puede comenzar en uno de cuatro niveles asistenciales: ambulatorio, ambulatorio intensivo, tratamiento de día e ingreso hospitalario. El especialista en dietética (ED) constituye un miembro clave del equipo terapéutico en todos estos niveles. En la AN, el nivel asistencial depende de la gravedad de la malnutrición, el grado de inestabilidad médica y psiquiátrica, la duración de la enfermedad y el retraso del crecimiento. En algunos casos, el tratamiento comienza en una unidad hospitalaria y desciende paulatinamente a niveles menos intensivos conforme avanza el programa de restablecimiento del peso. En otros pacientes, se inicia de forma ambulatoria; cuando la velocidad de aumento de peso no es satisfactoria, la asistencia pasa a un nivel más intensivo. En la terapia de la BN es típico que el tratamiento se inicie y continúe de forma ambulatoria. A veces, un paciente con BN puede entrar directamente en un programa ambulatorio intensivo o de hospitalización de día. Sin embargo, la hospitalización convencional es relativamente rara, en general de corta duración y con el objetivo de estabilizar los líquidos y los electrólitos. Anorexia nerviosa Las directrices de TNM se resumen en el cuadro 23-4. Los objetivos de la rehabilitación nutricional engloban el restablecimiento del peso corporal y la normalización de los patrones y las conductas alimentarias. Aunque el TNM es un elemento clave del tratamiento, las directrices se sustentan principalmente en la experiencia clínica en mayor medida que en los indicios científicos. El restablecimiento del peso es esencial para la recuperación del paciente con AN. Habitualmente, los individuos inestables desde el punto de vista médico, con desnutrición grave o retraso del crecimiento, suelen precisar un programa de aumento del peso bajo supervisión médica en una unidad hospitalaria o residencia para el tratamiento de este TCA. En estos casos, el médico o el equipo de tratamiento suelen definir la prescripción calórica y la velocidad deseada de aumento del peso. A menudo, el proceso de restablecimiento del peso en los programas terapéuticos consta de tres fases: estabilización del peso y prevención de pérdidas futuras, aumento del peso y mantenimiento del mismo. La duración de cada una de estas fases es variable, si bien el proceso de restablecimiento del peso suele ser más prolongado y depende, obviamente, del estado de desnutrición del afectado. Capítulo 23 | La nutrición en los trastornos de la conducta alimentaria 499 C u a d ro 23-4 © Elsevier. Fotocopiar sin autorización es un delito. Directrices para el tratamiento nutricional médico de la anorexia nerviosa 1. Prescripción calórica: A. Ganancia de peso inicial (1) Comienzo con 30 a 40 kcal/kg/día (alrededor de 1.000 a 1.600 kcal/día) (2) Valoración del riesgo de síndrome de ­realimentación B. Fase de ganancia de peso controlada (1) Incrementos pequeños y progresivos en la prescripción (p. ej., 100 kcal) para facilitar la velocidad esperada de ganancia controlada del peso (p. ej., 1-1,5 kg/semana en los pacientes ingresados 250-500 g/semana en los ambulatorios) (2) Tratamiento tardío: de 70 a 100 kcal/kg/día Mujeres: de 3.000 a 4.000 kcal/día Varones: de 4.000 a 4.500 kcal/día (3) Si el paciente necesita más kcal, se evalúa si vomita, elimina alimentos o ha aumentado el ejercicio, el gasto energético en reposo y/o la termogenia inducida C. Fase de mantenimiento del peso (1) Adultos: 40 a 60 kcal/kg/día (2) Niños y adolescentes en período de crecimiento y desarrollo: 40-60 kcal/día 2. Macronutrientes A. Proteínas (1) Ingesta mínima = CDR en g/kg de peso corporal ideal (2) Del 15% al 20% de las kcal (3) Fuentes de alto valor biológico B. Hidratos de carbono (1) Del 50% al 55% de las kcal (2) Estimulación de la ingesta de fibras insolubles para tratar el estreñimiento C. Grasas (1) 30% de las kcal, incluyendo fuentes de ácidos grasos esenciales (2) Estimulación de pequeños incrementos en la ingesta de grasas hasta que se alcancen los objetivos 3. Micronutrientes A. Complemento multivitamínico con minerales, exceptuando el hierro, que aporte un 100% de las CDR B. Evitación de complementos de hierro durante la fase inicial del restablecimiento del peso; nueva valoración de las necesidades en una fase avanzada del tratamiento C. Determinación de la necesidad de utilizar complementos de tiamina durante el restablecimiento del peso Adaptado de Luder E, Schebendach J: Nutrition management of eating disorders, Top Clin Nutr 8:48, 1993. CDR, cantidades diarias recomendadas. Los planes terapéuticos suelen incluir una velocidad definida de ganancia esperada de peso. Los aumentos de 500 a 700 g por semana son objetivos razonables y factibles para los pacientes hospitalizados, mientras que los incrementos de 250 a 500 g se consideran adecuados en los pacientes ambulatorios. A pesar de que la prescripción calórica puede encontrarse entre 1.000 y 1.600 kcal/día (30 a 40 kcal/kg de peso corporal al día), se recomienda efectuar incrementos graduales de la ingesta energética para propiciar una velocidad uniforme y definida de aumento del peso. Para ello, la prescripción calórica ha de incrementarse entre 100 y 200 kcal cada 2 o 3 días. No obstante, los aumentos son mayores (p. ej., de 500 kcal) en algunos programas terapéuticos (Yager y Andersen, 2005). Una realimentación agresiva de los pacientes con AN y desnutrición grave (es decir, los que pesan menos del 70% del peso corporal estándar) puede desencadenar las complicaciones potencialmente mortales de un síndrome de realimentación durante la primera semana de alimentación oral, nasogástrica o intravenosa. Este síndrome se manifiesta con desequilibrios hidroelectrolíticos, complicaciones cardíacas, neurológicas y hematológicas, y muerte súbita. Los pacientes de alto riesgo tienen que permanecer cuidadosamente vigilados con mediciones diarias del fósforo, el magnesio, el potasio y el calcio séricos durante los 5 primeros días de realimentación y cada 2 días a partir de entonces. Puede ser necesario administrar suplementos de fósforo, magnesio y potasio por vía oral o intravenosa. Los niños y los adolescentes afectados por AN pueden presentar un riesgo mayor de síndrome de realimentación, por lo que es preciso evitar una prescripción calórica excesiva en estos grupos de edades (O’Connor y Goldin, 2010) (v. capítulo 14). En una fase avanzada del restablecimiento del peso corporal pueden ser necesarias unas prescripciones calóricas comprendidas entre 3.000 y 4.000 kcal/día (70 a 100 kcal/kg de peso corporal al día), con unos valores incluso más altos en los hombres: 4.000 a 4.500 kcal/día (APA, 2006). Han de tenerse en cuenta las variaciones del GER, la TID y el tipo de tejido ganado. Por otra parte, se debe considerar el gasto energético debido a la actividad física, ya que muchos pacientes con AN gastan unas cantidades relevantes de energía en la actividad física o conductas de movimiento nervioso (de Zwann et al., 2002). A los pacientes que necesitan ingestas de energía extraordinariamente altas hay que preguntarles o vigilarlos para descartar que tiren alimentos, vomiten o hagan ejercicio o una actividad física excesiva, incluida la agitación nerviosa. Una vez logrado el objetivo en cuanto al peso, la prescripción calórica puede reducirse lentamente para fomentar su mantenimiento. Sin embargo, en los adolescentes con potencial de crecimiento y desarrollo, las prescripciones de calorías pueden ser más altas. Los enfermos con AN tratados en escenarios asistenciales menos estructurados, como programas de tratamiento ambulatorio, pueden resistirse a seguir los planes de comidas formales. Un enfoque típico puede consistir en añadir de 200 a 300 cal al día a la ingesta energética basal del paciente. Sin embargo, el especialista en nutrición debe preguntar sobre la ingesta y valorar la respuesta con gran cuidado, porque estos enfermos suelen sobrevalorar su consumo de alimentos y energía. Una vez calculada la prescripción calórica, se establece una distribución razonable de los macronutrientes. Los pacientes pueden expresar múltiples aversiones alimenticias. Es habitual que eviten en extremo la grasa de la dieta, pero su omisión continua dificulta el que se les pueda proporcionar las fuentes de energía concentrada que necesitan para recuperar el peso. Se recomienda que la ingesta de grasa de la dieta sea aproximadamente del 30% de las calorías, lo que puede lograrse con facilidad cuando se trata a los pacientes con AN en unidades ambulatorias o en programas de hospitalización de día. Sin embargo, en los tratamientos ambulatorios un aumento pequeño y progresivo de la ingesta de grasa dietética puede encontrar menos resistencia que el establecimiento de una cantidad óptima de primera intención. Aunque algunos pacientes aceptan pequeñas cantidades de grasa añadida (p. ej., el aderezo de las ensaladas, mayonesa o mantequilla), muchos la toleran 500 PARTE 4 | Nutrición para la salud y el buen estado físico mejor cuando el contenido graso es menos evidente (como en el queso, la manteca de cacahuete, la granola [alimento para el desayuno a base de avena en cuya confección entra el aceite] y los tentempiés). Otros enfermos aceptan que se les estimule para que cambien de forma gradual desde los productos sin grasa (leche desnatada) a productos con poca grasa (leche semidesnatada) y finalmente a alimentos con su contenido normal en grasa (leche entera). Se recomienda que la ingesta proteica sea del 15% al 20%. Para garantizar la adecuación al mínimo, la prescripción de proteínas debe ser igual a las CDR para la edad y el sexo en gramos por kilogramo de peso corporal ideal (v. la parte interior de la cubierta). A menudo el paciente pide una dieta vegetariana, pero no debe permitirse durante la rehabilitación nutricional. Una ingesta de hidratos de carbono del orden del 50% al 55% de las calorías se tolera bien. Hay que incluir fuentes de fibras insolubles para mantener una salud óptima y para evitar el estreñimiento tan frecuente en esta población. A pesar de que no siempre se prescriben complementos de vitaminas y minerales, es posible que en las últimas etapas del aumento del peso se incrementen las necesidades de estos nutrientes. Puede ser conveniente la prescripción profiláctica de complementos que aporten el 100% de la CDR, aunque la administración de hierro está contraindicada en la fase inicial del tratamiento. La complementación profiláctica con tiamina, en una dosis de 25 mg/día, puede ser igualmente necesaria durante el restablecimiento del peso; esta cantidad habrá de incrementarse en caso de obtenerse una confirmación bioquímica de la carencia de dicho nutriente (Royal College of Psychiatrists, 2005). Se debe recomendar la ingesta de alimentos ricos en calcio y vitamina D debido al riesgo elevado de una DMO baja. Sin embargo, no existe un consenso claro acerca de la utilización de complementos de calcio y vitamina D en esta población; se debería determinar el estado de esta vitamina (v. capítulo 8). El vaciado gástrico retardado con molestias de distensión abdominal y malestar tras las comidas es habitual en la AN. Al principio del tratamiento la ingesta suele ser baja y puede tolerarse repartida en tres comidas al día. Sin embargo, a medida que crece la prescripción calórica, la alimentación entre las comidas se convierte en esencial. La adición de una merienda o de un tentempié por la noche puede aliviar el malestar físico asociado a las grandes comidas, pero algunos pacientes muestran sentimientos de culpa por las «condescendencias» entre las comidas. A menudo se prescriben suplementos líquidos comercializados que contienen de 30 a 45 kcal por cada 35 ml, que se toman una o dos veces al día. Los pacientes temen acostumbrarse a la gran cantidad de alimento necesaria para cubrir el aumento de sus necesidades calóricas; por ello el uso de suplementos líquidos resulta atractivo, ya que puede interrumpirse con facilidad una vez alcanzado el objetivo del peso. Los protocolos de planificación de los menús difieren en cada centro. En algunos de ellos, el plan de las comidas y las elecciones de los alimentos son fijos en la fase inicial y no tienen en cuenta la opinión del paciente. Conforme avanza el tratamiento y se recupera el peso corporal, el paciente suele implicarse en mayor medida en la planificación de sus menús. En otros programas institucionales, el afectado interviene en la planificación del menú desde el inicio del tratamiento. Algunos centros cuentan con normas definidas que el paciente ha de observar para conservar el «privilegio» de planificar el menú. Las normas pueden exigir el consumo de un determinado tipo de leche (p. ej., entera en lugar de desnatada) y la inclusión de determinados tipos de alimentos, como grasas añadidas, proteínas de origen animal, postres y tentempiés. En los distintos niveles de calorías puede definirse un número dado de porciones de los grupos de alimentos. Asimismo, los sistemas de planificación de comidas también varían en los diferentes programas terapéuticos. Algunos diseñan los suyos propios, mientras que otros permiten los intercambios de grupos de alimentos o el sistema MyPlate, o bien diseñan un plan de comidas individualizado para cada paciente. No se han realizado estudios que indiquen la superioridad de ningún método de planificación de comidas respecto a los demás y cada programa terapéutico tiende a adoptar una filosofía propia sobre la planificación del menú. A pesar de las diferencias existentes en los protocolos, los individuos afectados por AN suelen tener dificultades para seleccionar los alimentos. El ED puede resultar de gran ayuda, al proporcionar un plan estructurado de comidas y orientación acerca de la selección de comidas idóneas desde el punto de vista nutricional. En un estudio sobre pacientes con AN ingresados que recientemente habían restablecido su peso, los individuos que seleccionaban alimentos más ricos en energía y una dieta más variada obtuvieron unos desenlaces terapéuticos superiores durante el período de 1 año siguiente al alta hospitalaria, y este efecto fue independiente de la ingesta calórica total (Schebendach et al., 2008). En el tratamiento ambulatorio, el equipo responsable del mismo controla en menor medida la selección de alimentos, la ingesta calórica y la distribución de la energía. En estas circunstancias, el ED debe utilizar sus habilidades de asesoramiento para iniciar el proceso de desarrollo de un plan de rehabilitación nutricional. Generalmente, los individuos con AN muestran una actitud precontemplativa y, en el mejor de los casos, ambivalente acerca de la introducción de modificaciones en su conducta alimentaria, su dieta y su peso corporal; algunos adoptan una actitud desafiante y hostil durante la entrevista inicial. En este momento, la aplicación de técnicas de entrevista motivacional por parte del especialista en nutrición puede ayudar al paciente a resolver sus sentimientos ambivalentes hacia la idea de cambio y superar la etapa precontemplativa (v. fig. 15-3). La terapia cognitiva conductual puede tener interés en el asesoramiento nutricional de los pacientes con AN (ADA; 2006); el lector interesado en una revisión exhaustiva de estas técnicas puede consultar la obra de Fairburn (2008). La rehabilitación nutricional y el asesoramiento efectivos han de lograr un aumento del peso y una mejora de las actitudes y los hábitos alimentarios. En el capítulo 15 y en las obras de Herrin (2003) y Stellefson Myers (2006) se encuentran revisiones completas de las técnicas de asesoramiento nutricional. Bulimia nerviosa El cuadro 23-5 recoge las directrices de TMN en la BN. La bulimia nerviosa se describe como un estado de caos dietético caracterizado por períodos de comidas incontroladas y mal estructuradas a las que a menudo siguen períodos de restricción de la ingesta alimenticia. La misión del experto en nutrición es ayudar a desarrollar un plan razonable de comidas controladas y al mismo tiempo valorar la tolerancia del paciente a esta estructura. Como no es frecuente que los enfermos con BN tengan que ser hospitalizados, lo más probable es que el asesoramiento nutricional comience en forma de tratamiento ambulatorio. En la BN gran parte de la conducta alimentaria y purgativa del paciente es para perder peso. Aunque el adelgazamiento puede ser un objetivo a largo plazo, los objetivos inmediatos deben ser la interrupción del ciclo de atracones y purgas, el restablecimiento de una conducta alimentaria normal y la estabilización del peso Capítulo 23 | La nutrición en los trastornos de la conducta alimentaria 501 C u a d ro 23-5 Directrices para el tratamiento nutricional médico de la bulimia nerviosa 1. Prescripción calórica para el mantenimiento del peso A. De existir indicios de estado hipometabólico, suminístrese una dieta con 1.500 a 1.600 kcal/día B. Si el estado metabólico fuera aparentemente normal, suminístrese la CDR de energía en presencia de una tasa metabólica normal C. Control del peso corporal para ajustar la prescripción calórica al mantenimiento del peso D. Evitar las dietas de adelgazamiento hasta que se hayan estabilizado los patrones alimentarios y el peso corporal 2. Macronutrientes A. Proteínas (1) Ingesta mínima: CDR en g/kg de peso corporal ideal (2) Del 15% al 20% de las kcal (3) Fuentes de alto valor biológico B. Hidratos de carbono (1) Del 50% al 55% de las kcal (2) Estimulación de la ingesta de fibras insolubles para tratar el estreñimiento C. Grasas (1) Aproximadamente el 30% de las kcal (2) Aporte de una fuente de ácidos grasas esenciales 3. Micronutrientes A. 100% de las CDR en suplementos multivitamínicos y minerales B. Los preparados con hierro pueden agravar el estreñimiento Adaptado de Luder E, Schebendach J: Nutrition management of eating disorders, Top Clin Nutr 8:48, 1993. © Elsevier. Fotocopiar sin autorización es un delito. CDR, cantidades diarias recomendadas; IDR, ingesta dietética de referencia. corporal. Los intentos de restricción dietética para perder peso exacerban la conducta de atracones/purgas en estos pacientes. La eficiencia metabólica de los pacientes con BN es variable, lo que debe tenerse en cuenta al prescribir la dieta básica. La valoración del BM, junto con los signos clínicos de un estado hipometabólico como una concentración baja de T3 e intolerancia al frío, ayuda a determinar la prescripción calórica. Si se sospecha que el metabolismo es bajo, una prescripción calórica de 1.500 a 1.600 kcal diarias es un punto de partida razonable. Otra técnica útil para establecer la prescripción calórica inicial es tomar como base la ingesta del paciente en ese momento y usar el método siguiente: 1. Se pide al paciente que calcule el número de días de atracones/purgas, el número de días sin atracones/ purgas, los días con ingestas moderadas y los días con ingestas restringidas durante 1 semana típica. 2. Se le pide que describa una ingesta alimenticia típica de 1 día de atracones/purgas, de 1 día sin atracones/purgas, de 1 día de ingesta moderada y de uno de ingesta restringida. 3. Se calcula el 50% de la calorías de los días de atracones/ purgas y el 100% de los días sin atracones/purgas, los días de ingesta moderada y los días de ingesta restringida. 4. Se calcula la ingesta calórica total del período de 7 días. 5. Se calcula la ingesta diaria media. El especialista en dietética formula a continuación un plan inicial de alimentación y comidas sobre la base de este cálculo de la ingesta diaria. Hay que controlar el peso corporal con el objetivo de mantenerlo. Si el peso del paciente se estabiliza en una ingesta inferior a la normal, deben prescribirse aumentos pequeños pero constantes cada 1 a 2 semanas, con lo que se inducen aumentos progresivos del índice metabólico (Schebendach, 2003). Los pacientes con BN necesitan un gran estímulo para seguir las dietas de mantenimiento del peso en lugar de las de adelgazamiento. Tienen que recordar que los intentos para limitar su ingesta calórica solo aumentan el riesgo de comidas compulsivas y que su patrón de ingesta restringida seguido de comidas compulsivas no ha logrado que adelgacen en el pasado. Para lograr un patrón regular de comidas es esencial que la ingesta de macronutrientes sea equilibrada. Para ello se tiene que incluir hidratos de carbono suficientes para evitar el deseo imperioso de ellos, y proteínas y grasas adecuadas para conseguir la sensación de saciedad. En general, una dieta equilibrada con el 50% al 55% de calorías procedentes de los hidratos de carbono, del 15% al 20% procedentes de las proteínas y del 25% al 30% procedentes de las grasas es una distribución razonable. Hay que estimular la ingestión de pequeñas cantidades de grasas con cada comida. Como en la AN, estas se toleran mejor si se aportan de una forma menos evidente (p. ej., como manteca de cacahuete, queso o leche entera). Hay que valorar si la ingesta de micronutrientes es adecuada en relación con la prescripción calórica. Para garantizar esta adecuación puede prescribirse un preparado multivitamínico y mineral, sobre todo en la primera fase del tratamiento. Los atracones, las purgas y la restricción alimentaria suelen alterar el reconocimiento de las señales de hambre y saciedad. La interrupción de la conducta purgativa, junto con una distribución diaria razonable de las calorías en las tres comidas y los tentempiés prescritos, puede ser una forma de reforzar estas señales biológicas. Muchos pacientes con BN temen comer al principio del día, ya que estas calorías contribuirán al exceso calórico si después comen de manera compulsiva. También pueden apartarse de su plan de comidas tras un atracón en un intento de limitar la ingesta para compensar las calorías de la comida compulsiva. En este proceso son esenciales la paciencia y el apoyo para que el paciente haga cambios positivos en sus hábitos alimentarios. La terapia cognitiva conductual (TCC), un método psicoterapéutico muy estructurado usado para alterar las actitudes y los problemas de conducta identificando y sustituyendo los pensamientos negativos e inexactos y cambiando las recompensas de la conducta, es el método para el tratamiento de la BN (APA, 2006). Cuando se aplica a un trastorno de la conducta alimentaria, la TCC consta de 20 intervenciones distribuidas en tres fases distintas y sistemáticas de tratamiento: 1) establecimiento de un patrón de alimentación regular; 2) evaluación y cambio de las creencias sobre la forma y el peso, y 3) prevención de las recidivas. Mientras que el paciente con BN recibe la TCC, el especialista en dietética puede ser muy útil ayudando a que establezca un patrón regular de comidas (fase 1). Sin embargo, el dietista y el psicoterapeuta deben mantener una comunicación activa para evitar superposiciones en las sesiones de asesoramiento. Si el paciente se compromete en un tipo de psicoterapia distinta de 502 PARTE 4 | Nutrición para la salud y el buen estado físico la TCC, el especialista en dietética debe incorporar más habilidades de esta última en las sesiones de asesoramiento nutricional (Herrin, 2003). En la obra de Fairburn (2008) se describen las técnicas de TCC. Es típico que los pacientes con BN sean más receptivos al asesoramiento nutricional que los que sufren AN y es menos probable que se encuentren en la fase precontemplativa del cambio. Las estrategias recomendadas para el asesoramiento nutricional en las fases de precontemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento se recogen en la tabla 23-2 (v. capítulo 15). de comida compulsiva, las recidivas son frecuentes. Otros programas de tratamiento insisten sobre todo en la reducción de los episodios de comidas compulsivas más que en el adelgazamiento. La autoaceptación, la mejora de la imagen corporal, el aumento de la actividad física y una mejor nutrición global son otros objetivos del tratamiento del TAC. Se han publicado varios manuales de autoayuda para el tratamiento del TAC (Sysko y Walsh, 2008), los cuales pueden ampliarse merced a la orientación facilitada por los psicoterapeutas y los especialistas en nutrición. Trastorno alimentario compulsivo En el cuadro 23-6 se muestran las normas de vigilancia de la rehabilitación nutricional. El profesional de la salud, el paciente y la familia tienen que ser realistas en cuanto al tratamiento, que a menudo es un proceso a largo plazo. Aunque los resultados pueden ser favorables, el curso del tratamiento rara vez es fácil y los clínicos tienen que estar preparados para controlar los progresos con cuidado. Las estrategias para el tratamiento del TAC son el asesoramiento nutricional y el tratamiento dietético, la psicoterapia individual y de grupo y la medicación. Algunos programas de tratamiento se centran, sobre todo, en el asesoramiento nutricional y en el adelgazamiento. Aunque puede lograrse una pérdida de peso satisfactoria y una disminución de la frecuencia de los episodios Tabl a Vigilancia de la rehabilitación nutricional 23-2 Estrategias de asesoramiento usando el modelo de las fases de cambio en los trastornos de la conducta alimentaria Fase del cambio Estrategias de asesoramiento Precontemplación • Establecimiento de la relación • Evaluación de los conocimientos, creencias y actitudes sobre la nutrición • Conducción a través de la revisión de las preferencias/aversiones alimenticias, alimentos seguros/ peligrosos, alimentos prohibidos (valorando la razón), alimentos de los atracones/purgas • Evaluación del estado físico, antropométrico y metabólico • Evaluación del grado de motivación • Uso de las técnicas de entrevista motivacional • Equilibrio sobre la decisión: costes y beneficios para el peso del mantenimiento del estado actual frente a costes y beneficios del cambio • Identificación de las conductas para el cambio; priorización • Identificación de las barreras para el cambio • Identificación de los mecanismos de afrontamiento • Identificación de los sistemas de apoyo • Discusión de los instrumentos de autocontrol: registros de alimentos y conductas alimentarias • Continuación con la técnica de la entrevista motivacional • Implantación: TCC centrada en la nutrición • Implantación de instrumentos de autocontrol: registros de alimentos y conductas alimentarias • Determinación de una lista de conductas alternativas a la de comidas compulsivas y a la purgación • Desarrollo de un plan de alimentación sana • Refuerzo de las decisiones positivas, la autoconfianza y la autoeficacia • Fomento de las conductas positivas autorrecompensadoras • Desarrollo de estrategias para enfrentarse a las conductas impulsivas, las situaciones de alto riesgo y los «resbalones» • Continuación de la TCC • Continuación del autocontrol • Identificación de estrategias; tratamiento de las situaciones de alto riesgo • Continuación con las conductas positivas autorrecompensadoras • Refuerzo de las habilidades de afrontamiento y de las técnicas de control de los impulsos • Refuerzo de las estrategias de prevención de las recidivas • Determinación del programa de sesiones de seguimiento necesarias para el mantenimiento y refuerzo de los cambios positivos en las conductas alimentarias y en el estado nutricional Contemplación Preparación Acción Mantenimiento/ recidiva Modificado de Stellefson Myers E: Winning the war within: nutrition therapy for clients with anorexia or bulimia nervosa, Dallas, TX, 1999, Helm Publishing. TCC, terapia cognitiva conductual. Capítulo 23 | La nutrición en los trastornos de la conducta alimentaria 503 C ua d ro 2 3 - 6 Vigilancia del paciente 1. Peso corporal A. Establecimiento del peso deseado B. Determinación de (1) La velocidad aceptable de ganancia de peso en la AN (2) Intervalo del mantenimiento del peso en la BN C. Control del peso (1) Paciente ingresado a. A diario o en días alternos b. Vestido con bata c. Preprandial d. Tras la evacuación e. Determinación de la densidad de la orina f. Si se sospecha sobrecarga de líquidos, pesajes aleatorios adicionales, por la tarde o por la noche (2) En hospital de día a. Puede variar dependiendo del diagnóstico, la edad del paciente y el tipo de tratamiento (p. ej., a diario, varias veces a la semana, una vez a la semana) b. Vestido con bata c. Tras la evacuación d. Siempre a la misma hora e. En el mismo peso f. Determinación de la densidad de la orina (3) Ambulatorio a. Una vez cada 1-2 semanas al principio del ­tratamiento, con menos frecuencia a la mitad o al final del tratamiento b. Vestido con bata c. Tras la evacuación d. Siempre a la misma hora e. En el mismo peso f. Determinación de la densidad de la orina 2. Talla A. Medición basal (percentil NCHS en niños y adolescentes) B. Control: cada 1-2 meses en los pacientes con potencial de crecimiento 3. Mediciones antropométricas (opcionales) A. Mediciones basales (1) Pliegues cutáneos: tríceps, bíceps, subescapular, suprailíaco (2) Circunferencia de la mitad del brazo (3) Circunferencia muscular de la mitad del brazo B. Control (1) Hospitalizado: según la indicación médica (2) Ambulatorio: según la indicación médica 4. Gasto energético en reposo (metabolismo basal) y posprandial (opcional) A. Medición basal B. Control (1) Hospitalizado: según la indicación médica (2) Ambulatorio: según la indicación médica 5. Control de la dieta ambulatoria A. Anorexia nerviosa Registro diario de la alimentación, que incluye: (1) Alimentos (2) Líquidos: calóricos y no calóricos, alcohol (3) Edulcorantes artificiales (4) Conducta alimentaria: horario, lugar, cómo y con quién se come (5) Ejercicio B. Bulimia nerviosa Registro diario de la alimentación, que incluye: (1) Alimentos (2) Líquidos: calóricos y no calóricos, alcohol (3) Edulcorantes artificiales (4) Conducta alimentaria: horario, lugar, cómo y con quién se come (5) Emociones/sentimientos durante la comida (6) Alimentos que se ingieren en las comidas compulsivas (7) Momento y método de purgación (8) Ejercicio Adaptado de Luder E, Schebendach J: Nutrition management of eating disorders, Top Clin Nutr 8:48, 1993. AN, anorexia nerviosa; BN, bulimia nerviosa; NCHS, National Center for Health Statistics. © Elsevier. Fotocopiar sin autorización es un delito. Educación nutricional Los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria pueden tener aparentemente grandes conocimientos de los alimentos y la nutrición. Sin embargo, a pesar de ello, la educación nutricional es un componente esencial del plan de tratamiento. En realidad, algunos pacientes dedican grandes cantidades de tiempo a leer informaciones sobre la nutrición, pero sus fuentes pueden no ser fiables, y su enfermedad puede distorsionar su interpretación. La malnutrición puede alterar la capacidad del paciente para asimilar y procesar información nueva. El desarrollo de las etapas inicial y media de la adolescencia se caracteriza por la transición desde operaciones concretas a abstractas en la resolución de los problemas y por el pensamiento dirigido, y cuando se informa a los adolescentes sobre los trastornos alimentarios hay que tener en cuenta todos los aspectos del desarrollo normal (v. capítulo 19). Los materiales para la educación nutricional deben valorarse con cuidado para determinar si el lenguaje y las materias están libres de sesgos y son adecuados para los pacientes con AN y BN. Por ejemplo, la bibliografía proporcionada por muchas organizaciones sanitarias fomenta las dietas pobres en grasa y un estilo de vida con bajas calorías para la prevención y el tratamiento de las enfermedades crónicas. Este material choca frontalmente con un plan de tratamiento que estimula un mayor consumo de calorías y grasas y con los objetivos de rehabilitación nutricional y restablecimiento del peso. Aunque los procesos interactivos del establecimiento de un grupo pueden tener ventajas, estos temas también pueden tratarse de manera eficaz en las sesiones individuales de asesoramiento. En el cuadro 23-7 se proponen algunos temas para la educación nutricional. 504 PARTE 4 | Nutrición para la salud y el buen estado físico Cua d ro 2 3 - 7 Temas de educación nutricional 1. Directrices de alimentación sana: energía, macronutrientes, vitaminas, minerales, líquidos y electrólitos 2. Influencia de la malnutrición en el crecimiento y el desarrollo de los adolescentes 3. Influencia de la malnutrición en la conducta 4. Teoría del punto de ajuste y determinación de un objetivo saludable de peso corporal 5. Repercusión de las dietas en el metabolismo 6. Alimentación limitada y desinhibición 7. Causas de las conductas de atracón y purgación y técnicas para romper el ciclo 8. Cambios de la composición corporal que tienen lugar durante el restablecimiento del peso 9. Ejercicio y equilibrio energético 10. Falta de efectividad de los vómitos, los laxantes y los diuréticos en el control del peso a largo plazo 11. Control de las porciones 12. Comidas sociales y festivas 13. Señales de hambre y saciedad 14. Interpretación del etiquetado de los alimentos Adaptado de Schebendach J, Nussbaum MP: Nutrition management in adolescents with eating disorders, Adolesc Med State Art Rev 3(3):545, 1992. Pronóstico Los porcentajes de recidivas de la AN tras el restablecimiento del peso son elevados, e incluso el 50% de los pacientes necesita nuevos ingresos en el año siguiente a un tratamiento hospitalario (Walsh et al., 2006). Los estudios de seguimiento indican que dos tercios de los pacientes con AN conservan una preocupación patológica sobre los alimentos y el peso (APA, 2006). En general, los resultados son mejores en los adolescentes que en los adultos y en los adolescentes más jóvenes que en los mayores. Los estudios de pacientes con BN tratados indican que el porcentaje de buenos resultados a corto plazo es del 50 al 70%; sin embargo, también ha habido índices de recidivas del orden del 30 al 85% (APA, 2006). Páginas útiles en Internet Academy for Eating Disorders: For Professionals Working in the Area of Eating Disorders http://www.aedweb.org National Association of Anorexia Nervosa and Associated Disorders http://www.anad.org National Eating Disorders Association http://www.nationaleatingdisorders.org American Psychiatric Association Proposed revisions to eating disorders diagnostic criteria: http://www.dsm5.org/ProposedRevisions Caso cl í n i c o J ennifer es una mujer de 19 años. Mide 165 cm y pesa 62,6 kg. Datos analíticos: glucosa, 82 mg/dl; albúmina, 4,2 g/dl; colesterol, 180 mg/dl; potasio, 2,7 mmol/l; CO2 sérico, 31 mmol/l. Estado antropométrico: pliegues cutáneos: tríceps, 20 mm; bíceps, 7 mm; subescapular, 10 mm; suprailíaco, 13 mm; circunferencia de la parte media del brazo, 26,7 cm; circunferencia muscular de la parte media del brazo, 20,4 cm. Jennifer siempre se ha sentido disgustada con su peso. Hizo toda clase de dietas en el instituto con las que adelgazaba algo, pero siempre recuperaba el peso. Hace aproximadamente 1 año que comenzó a comer de manera compulsiva. En la actualidad, los atracones suceden tres o cuatro veces a la semana. Durante estos episodios, Jennifer consume alrededor de 1.500 a 2.000 kcal en un período de 2 h. En estos episodios consume, entre otros alimentos, helados, galletas y patatas fritas. Jennifer los describe como «engordantes e insanos». Tras una comida compulsiva se siente extremadamente culpable y se provoca el vómito de inmediato. Al día siguiente trata de comer lo memos posible y a veces solo consume 700 u 800 kcal. Hace 3 meses Jennifer comenzó a tomar dosis excesivas de laxantes alrededor de tres veces por semana. En ocasiones toma comprimidos de dieta pero nunca le han funcionado. Jennifer siente gordos su abdomen, nalgas y muslos. Su actividad física consiste en 100 flexiones de piernas y 100 levantamientos de piernas tres o cuatro veces a la semana. Datos de diagnóstico nutricional Patrón alimentario alterado en relación con comidas compulsivas y episodios purgativos, como lo demuestran los vómitos provocados tras los episodios de comida compulsiva acompañados de culpa y restricción alimentaria Preguntas sobre asistencia nutricional 1. ¿Cuáles son las posibles complicaciones médicas que puede desarrollar Jennifer a consecuencia de las comidas compulsivas y las conductas compensatorias? 2. Comente los valores analíticos y lo que usted esperaría que le sucediera durante la rehabilitación. 3. Determine el peso corporal ideal de Jennifer y el objetivo para el peso a corto y a largo plazo. 4. Calcule la prescripción calórica inicial para Jennifer y exponga cómo lo ha hecho. 5. Planifique un menú tipo. 6. Exponga cuál sería su actitud con los alimentos que Jennifer considera que le «desencadenan» los atracones. 7. ¿Qué le sugeriría usted a Jennifer para ayudarla a controlar sus episodios de vómitos y el uso de laxantes y de comprimidos para dietas?