Facultad de Economía y Negocios Facultad de Psicología EL PODER Y LOS SISTEMAS DE GESTIÓN DE LA INNOVACIÓN Tesis para optar al grado de Magíster en Gestión de Personas en Organizaciones Por IGNACIO R. AMENÁBAR MORENO Profesor Guía: Fernando Contreras Muñoz, Psicólogo. Santiago, Chile 2013 TABLA DE CONTENIDOS Página RESUMEN 4 INTRODUCCIÓN 5 CAPÍTULO I PODER COMO CATEGORÍA DE ANÁLISIS ORGANIZACIONAL: ¿ES NECESARIO EL CONCEPTO DE PODER? 7 I. 1. El poder 7 I. 2. El poder en las organizaciones 9 I.2.a) Las organizaciones 9 I.2.b) El poder en las organizaciones 11 - Poder formal 12 - Poder informal 18 - Liderazgo 22 - La dificultad del estudio del poder en las organizaciones 22 CAPÍTULO II EL PODER EN LA GESTIÓN DE LA INNOVACIÓN 25 II. 1. ¿Qué es la gestión de la innovación? 25 II. 1.1. Modelo de Everet Roggers 29 II. 1.2. Modelo de Mulgan y Albury 30 II. 1.3. Modelo de Cadena de Valor de la Innovación 35 2 II.2. ¿Por qué estudiar el poder en la gestión de la innovación? 43 II.3. Modelo de análisis político de un modelo de gestión de la innovación 46 II.3.1. Análisis político de la organización (Fase 1). 46 II.3.2. Análisis político del modelo de gestión de la innovación (Fase 2) 49 CAPÍTULO III APLICACIÓN DEL MODELO DE ANÁLISIS A DOS SISTEMAS DE GESTIÓN DE LA INNOVACIÓN 54 III. 1. Análisis del Modelo de Mulgan y Albury 54 III. 2. Análisis del Modelo de Cadena de Valor de la Innovación 62 CAPÍTULO IV. CONCLUSIONES 69 BIBLIOGRAFÍA 73 3 RESUMEN El presente trabajo observa y analiza la influencia del poder en la implementación de innovaciones dentro de una organización, así como la preocupación de los modelos de gestión de la innovación recientes por este tema. En esta investigación se sintetiza, ordena y clasifica las distintas formas como se ejerce el poder en las organizaciones con el fin de crear un modelo de análisis que permita estudiar, por un lado, el poder en las organizaciones y, por otro, evaluar los sistemas de gestión de la innovación desde el prisma del poder. El trabajo busca destacar el nivel de importancia del estudio del poder en una organización antes de implementar cualquier tipo de innovación además de llamar la atención sobre el hecho de que los sistemas actualmente utilizados para la innovación en las organizaciones tienen deficiencias al respecto. Para ello, se creó un modelo de análisis como herramienta teórica que permite estudiar las características de una organización con respecto al poder, previamente a la implementación de una innovación, y, dentro del mismo modelo, se entregan herramientas de análisis para estudiar los modelos de gestión de la innovación en cuanto al poder. El modelo creado permite analizar el poder formal, poder informal y liderazgo en la organización y luego, en una segunda parte, estudiar un modelo de gestión de la innovación, teniendo en cuenta variables como orígenes de proceso, alcance, nuevos grupos de poder, cambios organizacionales y traspaso de poder, entre otras. Mediante la aplicación de esta herramienta a dos modelos de gestión de la innovación que se consideraron representativos, se demostró que en ellos están ausentes la mayoría de los aspectos estudiados del poder en las organizaciones. 4 INTRODUCCIÓN La sociedad humana está constituida por un incalculable número de organizaciones, las de mayor tamaño agrupan a las asociaciones de estados; otros grupos forman las naciones; personas unidas por credos religiosos componen las iglesias y existen otras que han tenido históricamente, como objetivo principal, facilitar el trabajo en común y proporcionar productos y servicios que la sociedad demanda para su desarrollo: las organizaciones. En el mundo actual, de constantes avances científicos, tecnológicos y culturales, donde la velocidad del cambio adquiere cifras de vértigo en todas las áreas del quehacer humano, para las organizaciones es cada vez más cierta la frase “innovar o morir”. Las grandes compañías multinacionales que se duermen en este camino son pisoteadas por sus competidoras; las instituciones culturales que se dejan estar terminan abandonadas por su gente y se convierten sólo en parte de la historia. No importa el rubro de su actividad ni el tipo de organización, lo cierto es que la innovación se ha colado por cada poro de la sociedad presente y, por esta razón, día a día son más necesarias herramientas que permitan gestionar esta necesidad de cambio con orden y eficiencia. En los últimos años han proliferado los sistemas de gestión de la innovación, pero, como es de esperar en toda área del conocimiento y trabajo humanos, aún queda mucho por aprender al respecto. Una de las áreas pendientes donde, según la presente investigación, quedan tareas por hacer, es parte del ADN organizacional y, sin embargo, permanece muchas veces oculta o poco visible: el poder. Estos sistemas fallan en la práctica al no lograr, muchas veces, que las buenas ideas se transformen en nuevas prácticas cuando no se incorpora esta dimensión del poder. Capaz de generar en ocasiones un equilibrio armónico y en otras un total caos, el poder ha sido durante siglos abordado desde diversas perspectivas y disciplinas, como la historia, la filosofía, las ciencias políticas, la psicología, la sociología y el management. Aprovechando este último acercamiento, el presente trabajo estudia el poder en las organizaciones, tomando como base la visión de algunos 5 clásicos del management, para luego concentrarse en el caso particular de los sistemas de gestión de la innovación. El interés de este trabajo consiste en entender la relación entre poder e innovación, ofreciendo una base teórica para futuras investigaciones en el contexto en que toda organización necesita innovar para adaptarse a entornos cada vez más dinámicos. El propósito es sintetizar, ordenar, y clasificar las distintas formas como se ejerce el poder en las organizaciones; realizar un análisis de la organización en su dimensión política, su estructura y procesos, y, finalmente, hacer un análisis político de dos modelos de gestión de la innovación. Con este trabajo se busca, finalmente, entender mejor la dinámica existente entre el poder y los sistemas de gestión de la innovación, con el fin de contribuir a ofrecer herramientas teóricas que favorezcan los procesos de cambio en las organizaciones, con una mejor gestión y potenciando sus ventajas competitivas. Se trata de un estudio teórico, cuyo valor es ampliar el marco conceptual con que se definen la innovación y la gestión de la innovación, aportando los conceptos alrededor del poder. Se busca entender el aspecto político de los modelos de gestión de la innovación, lo que implica entender qué importancia le asignan estos modelos a la gestión del poder, si sus resultados concentran o, por el contrario, redistribuyen el poder, y en definitiva si, en las etapas, roles y formas de operación, los modelos de gestión de la innovación incluyen los aprendizajes de la teoría organizacional acerca del poder. 6 CAPÍTULO I PODER COMO CATEGORÍA DE ANÁLISIS ORGANIZACIONAL: ¿ES NECESARIO EL CONCEPTO DE PODER? El poder es un concepto que ha acompañado a la humanidad en su evolución y construcción social. No puede explicarse nuestra actual concepción del mundo sin el marco que el poder configuró. Por ello, abordar este tema no es fácil. El poder es para muchos un concepto escurridizo, difícil de ubicar y puede tomar muchas caras, por lo que es un desafío develar su dinámica e influencia en las organizaciones. En su complejidad, que atraviesa toda actividad humana, diversas disciplinas han tocado este concepto: filósofos, sociólogos, estrategas militares, psiquiatras y teóricos del management, entre otros, se han hecho cargo de sus formas y modos de influencia en distintos ámbitos. Para efectos de esta investigación, haremos una breve revisión del concepto visto principalmente desde la teoría de la administración, sin dejar de lado algunas definiciones clave para su entendimiento, así como la revisión de algunos conceptos aledaños, como “influencia” y “autoridad”, y otros asociados al tema que nos concierne, como “organizaciones”, “innovación” y “gestión de la innovación”. I. 1. El Poder El diccionario de la RAE tiene más de 30 acepciones y formas de uso de la palabra “poder”, lo que nos da luces sobre su ubicuidad en el quehacer humano. De todas ellas, la que aquí nos concierne es la segunda: “facultad para ejercer el mando, gobierno o dominio sobre estados, provincias o un colectivo cualquiera”. Desde el punto de vista filosófico, el poder se ha considerado como algo propio de la especie humana, que determinados individuos van adquiriendo en la permanente lucha con los otros. Tan vital ha sido el poder en las ciencias sociales que el filósofo británico Bertrand Russell llegó a 7 considerarlo su concepto fundamental, “tal como la energía es el concepto fundamental de la física”. (Forsyth, 209. p. 215). Según el sociólogo alemán de finales del siglo XIX y principios del XX, Max Weber, el poder es la posibilidad de conseguir que otra persona haga lo que uno desea, incluso en contra de su voluntad o frente a las resistencias (Rodriguez, 1995). Esta idea debe considerarse como crucial para estudiar la conducta humana en la organización: se trata de una conducta limitada por el poder de otros. Los psicólogos sociales French y Raven (citados en Rodríguez, 1995) se hicieron conocidos, en 1959, por sus estudios sobre el poder, especialmente porque crearon una clasificación de sus distintas formas de uso, atendiendo a sus “bases”, es decir, de dónde proviene ese poder, como podemos observar en la figura 1. De esta manera, sabemos que conseguir que un actor haga algo según el deseo de otro depende de un conjunto específico de bases del poder. Es necesario entonces incorporar este tema en el análisis de la gestión porque no es suficiente estudiar las conductas racionales y económicas. Las 8 preferencias de los individuos no bastan como principios explicativos y las coerciones que ejercen y que son ejercidas sobre ellos contribuyen a entender mejor lo que efectivamente serán capaces de hacer. I. 2. El poder en las organizaciones I.2. a) Las organizaciones Con el fin de estudiar el poder dentro de las organizaciones, naturalmente necesitamos comenzar definiendo qué entendemos por “organizaciones”, que serán nuestro objeto de estudio. Jeffrey Pfeffer (1997) cita a varios autores a la hora de definir qué es una organización, para demostrar la recurrencia de la idea de que son estructuras sociales creadas para favorecer la persecución colaborativa de objetivos específicos. En su opinión, finalmente, la orientación a metas o visión instrumental de las organizaciones implica que ellas son colecciones de esfuerzos individuales que se coordinan para conseguir cosas que no podrían conseguirse por medio de la acción individual, motivo por el cual se puede concluir que las organizaciones tienen más probabilidades que otros grupos sociales de tener una meta de supervivencia y auto-perpetuación, tienen límites más claramente definidos, demarcados y defendidos, y a menudo (aunque no siempre), tienen alguna relación formal con el estado que reconoce su existencia como entidades sociales, obligadas a pagar impuestos como entidades, capaces de demandar y ser demandadas, etcétera. En este sentido, se debe diferenciar entre la conducta instrumental —habitualmente la finalidad específica de la organización— y la búsqueda de supervivencia y auto perpetuación, entendiendo que la política se encuentra más asociada a lo segundo, en comparación con el razonamiento técnico, que alude a lo primero. Para Morgan (1986), en tanto, las organizaciones son “un fenómeno complejo y paradójico que puede comprenderse de muchas maneras diferentes” (p.3). Por este motivo, para el autor existen distintas miradas, que él explica mediante metáforas. Por ejemplo, la teoría clásica de las organizaciones las ve como máquinas, y esta forma de pensamiento sustenta la organización burocrática. Según él, desde los comienzos en que Adam Smith ideó la división de las funciones, seguido por Eli Whitney, con la 9 producción en serie, pasando por el sociólogo alemán Max Weber, que observó el paralelismo entre la mecanización de la industria y la proliferación de las formas burocráticas de la organización, para terminar con autores como Henry Fayol, F.W. Mooney y Lyndall Urwik, quienes potenciaron con sus estudios una visión del management que favoreció el trabajar “tan exactamente como sea posible, a través de patrones de autoridad” (Morgan,1986, p. 15-16), buscando primordialmente la planificación y el control con principios militares y mecanicistas, los comienzos de la teoría de las organizaciones nos sitúan en la metáfora de la máquina. Más tarde en la historia, según Morgan (1986), comenzó la visión de la organización como un organismo vivo, con necesidad de adaptarse a su entorno (variable y cambiante) y la capacidad de nacer, crecer, desarrollarse, declinar y morir. A esta imagen se suma después la metáfora del cerebro, considerando a la organización como tal, dirigiendo la atención hacia los procesos de información, aprendizaje e inteligencia. Paralelamente existe la visión de las organizaciones como culturas, visión centrada en las creencias, valores y significados compartidos por sus miembros. Luego la visión política, cuyo enfoque observa los conjuntos de intereses, conflictos y juegos de poder que conforman a las organizaciones. También el autor analiza las visiones de la organización como una prisión psíquica donde las personas están atrapadas y como un flujo de cambio y transformación que comprende a la organización dentro de la lógica del cambio que conforma la vida social. Por último, explora la metáfora de que las organizaciones son instrumentos de dominación, que utilizan a sus empleados, así como los bienes nacionales y mundiales para conseguir sus propios fines. Según Lucas y García (2002), en su libro “Sociología de las Organizaciones”, las organizaciones son Grupos o asociaciones de personas relacionadas con las funciones básicas de la sociedad (comunicación, fijación de fines, producción y reparto de bienes y servicios). Aunque pueden alcanzar un gran tamaño, las hay también de muy pocos miembros. Los fines propuestos en las organizaciones están determinados con relativa precisión (…). Esto significa también la primacía conceptual de los objetivos racionalmente propuestos y socialmente aceptados, de la planificación y de la formalización por sobre la espontaneidad. Igualmente, los miembros actúan 10 cumpliendo roles diseñados —al menos, seminalmente— por los que han fundado o dirigen a la organización, y desarrollados en la vida en común de los distintos actores. (p. 3-4). Como agrupaciones humanas, claramente las organizaciones no pueden estar exentas de la influencia del poder dentro de ellas, sin embargo, en la literatura del management organizacional, no siempre se ha considerado un concepto digno de estudio, como veremos más adelante. Para efectos de este trabajo, y teniendo en cuenta los puntos en común de tan diversos autores, definiremos las organizaciones como sistemas sociales creados para el logro de metas a través de la gestión. I.2.b El poder en el análisis organizacional Dentro de las definiciones de poder presentes en el estudio de las organizaciones, cabe destacar la de Kotter, a fines de los años ’70, quien lo define como el potencial de una persona para lograr que otros hagan lo que ella quiere, además de evitar verse forzada por otros (Kotter, 1979). Desde los años ´90 hasta la actualidad, una de las definiciones más recurrentes en el mundo de las organizaciones es la de Robert Dahl, quien afirma que el poder es la habilidad de lograr que otra persona haga algo que de otra manera no habría hecho (Morgan, 1991). Ya en los años ’90, Morgan (1991) plantea que el poder “tiene mucho que ver con los modelos asimétricos de dependencia” (p. 163), perspectiva desde donde lo define como “el medio a través del cual los conflictos de intereses son resueltos en última instancia” (p. 163). Según explica Morgan (1991), el conflicto es la situación en que los intereses chocan, lo que sucede invariablemente en las organizaciones, dado que ellas pueden ser consideradas como amplias redes de gente con intereses divergentes que se reúnen por conveniencia. En este contexto, según el autor, normalmente se considera al conflicto como un estado desafortunado que en circunstancias más favorables debería desaparecer, pero en realidad el conflicto es parte de las organizaciones por su naturaleza misma y, por tanto, deberá ser considerado en cualquier estudio que de ellas se haga, y ese es el aporte del punto de vista de la política. Al respecto, es importante añadir que los modelos asimétricos a los que se refiere el autor, donde suceden los conflictos, no necesariamente se 11 refieren a la asimetría propia de la ubicación jerárquica en una organización, idea que destaca Pffefer (2010), rescatando al filósofo Bertrand Russell: “el poder no es exclusivo de las relaciones entre subordinados y superiores al contemplar relaciones entre iguales también” (p. 138). La definición que ofrece este autor añade la idea de que la influencia ejercida es consciente e intencional. En general, todos los autores mencionados coinciden en la idea de que el poder es una cualidad, capacidad o potencial de una persona para afectar el comportamiento de otros de modo que hagan lo que esa persona desee. Mientras algunos ven el poder como un atributo, esto es, como algo que uno posee, otros lo ven como una relación social caracterizada por algún tipo de dependencia, es decir, como una influencia sobre algo o alguien. A esto se añade la idea de que el poder es lo que termina por resolver los conflictos y se da tanto en relaciones jerárquicas como entre pares. El poder puede ser legítimo o no y se puede ejercer de diversas maneras, según las circunstancias. Por último, podemos ver cómo todas las definiciones y clasificaciones tienen como factor común la idea de que el poder implica una acción o actividad, en contraposición con la idea de pasividad. Por eso, tal como apunta Forsyth (2009): “los individuos poderosos son usualmente las personas más ocupadas en las organizaciones” (p. 236). De este modo, podemos considerar que el poder es uno de los elementos que movilizan a las organizaciones, incluso si no es reconocido en los reglamentos y formalizaciones oficiales de la organización. Poder formal La estructura de una organización es el patrón utilizado para definir la asignación racional de atribuciones a distintas partes de la organización. En términos de poder, es el mapa formal. La estructura supone las partes básicas que constituyen órganos especializados en aspectos de la tarea general, como también mecanismos de coordinación entre esas partes y que en conjunto prescriben, permiten y prohíben conductas a los miembros de la organización. Entre las partes básicas, según Mintzberg (1979), en la base de toda organización se encuentra el núcleo de operaciones u operadores que representan a las personas que realizan el trabajo más básico (núcleo operativo). En el otro extremo del diagrama está el ápice estratégico, que es 12 el lugar desde donde se dirige toda la operación y el sistema. A medida que las organizaciones crecen se instala una línea media que es una jerarquía de autoridad entre el núcleo de operaciones y el ápice estratégico. Al hacerse más compleja aún la organización, requerirá de analistas, quienes también realizan tareas administrativas. A éstos se les denomina tecnoestructura y son quienes planean y controlan de manera formal el trabajo de otros. Cuando a los asesores de la línea se les encarga trabajo administrativo adicional, se habla de staff de apoyo. Finalmente está la ideología, que son las tradiciones y creencias de la organización. Las personas que trabajan en el interior de una organización deben ser consideradas como influenciadoras. Así se puede inducir cierta rivalidad para establecer la distribución del poder (Mintzberg, 1979). Varias personas externas pueden también ejercer su influencia. Estas influencias externas crean un campo de fuerzas alrededor de la organización. Mintzberg grafica la política como una fuerza centrífuga, con flechas que apuntan hacia fuera. El poder legítimo, en cambio, está centralizado y se 13 va cediendo de modo controlado lo que permite describir distintas configuraciones. Para Mintzberg (1979), la realidad se hace más compleja al existir una amplia gama de distintas configuraciones organizacionales, que presentan las siguientes características en términos de sus partes básicas, mecanismos de coordinación, tipo y grado de descentralización y factores de contingencia a los que responden: Estructura simple Es aquella cuyo mecanismo de coordinación principal es la supervisión directa, su parte clave se encuentra en el ápice estratégico sus parámetros principales de diseño son la centralización y la estructura orgánica y los factores de contingencia son los sistemas técnicos simples, jóvenes, pequeños y no sofisticados. La extrema hostilidad o fuerte poder es necesario para la alta gerencia. Burocracia máquina Para estas estructuras, el mecanismo principal de coordinación es la estandarización de los procesos de trabajo, y por tanto la parte fundamental de esta organización es la tecnoestructura, los parámetros fundamentales de diseño son la formalización vertical y horizontal del trabajo especializado, creación de grupos funcionales, unidades operativas grandes, centralización vertical y descentralización horizontal limitada. Se realizan planes de acción. Burocracia profesional Su mecanismo principal de coordinación es la estandarización de las habilidades, la parte clave de la organización es el núcleo operativo, los parámetros principales de diseño son el entrenamiento y la descentralización vertical y horizontal. Respecto a los factores de contingencia, éstos son complejos en un ambiente estable, no regulado y no sofisticado. En la burocracia profesional, la formulación de la estrategia es controlada primariamente por las asociaciones de profesionales fuera de la estructura, secundariamente por los profesionales del núcleo operativo y luego por el componente administrativo. En efecto, el proceso decisional es de arriba hacia abajo y de afuera hacia adentro. 14 Estructura divisional o diversificada El mecanismo principal de coordinación es la estandarización de los outputs, la parte clave de la organización está en la línea media, los parámetros principales de diseño son a base de grupos de mercado, sistemas de control de performance y limitada descentralización vertical; los factores de contingencia son los mercados con alta diversificación y necesidades de poder viejas y grandes de gerentes medios. Adhocracia En esta configuración el mecanismo principal de coordinación es el ajuste mutuo, la parte clave la organización es el personal de soporte, los principales parámetros de diseño son las herramientas para coordinación, descentralización selectiva, especialización del trabajo horizontal, entrenamiento y agrupamiento de mercados; los factores de contingencia son complejos, dinámicos, sofisticados y automatizados. La figura 4 hace un resumen de las configuraciones organizacionales y sus características fundamentales. 15 A pesar de que en estas ilustraciones podemos ver el poder, en ellas queda todavía la impresión de que éste fuera sólo un elemento estático, cuando en realidad, como hemos explicado más arriba, se trata de una dimensión dinámica, donde la estructura va variando en forma permanente, influenciada por variables del entorno y variables internas en muchas ocasiones gatilladas por el mismo poder. El poder emana y fluye desde y hacia todas las partes de la organización, permeando su estructura. Esto es lo que sucede con el poder si lo observamos en el tiempo, dado su natural dinamismo. El grado de centralización es fundamental para entender las configuraciones organizacionales y se refiere a la difusión del poder en la toma de decisiones. Cuando en una organización todo el poder se concentra en un solo punto, se le llama estructura centralizada; cuando el grado de poder se distribuye entre varios individuos, se le conoce como relativamente descentralizada. Entre más dinámico el medio ambiente de una organización, más descentralizada necesita ser su estructura. Por otro lado, no debemos olvidar que, cuanto mayor sea el control externo sobre una organización, más formalizada y centralizada será su estructura (Mintzberg, 1979). Al hacer una descripción de las configuraciones organizacionales, Mintzberg (1979) establece que la adhocracia no encaja en el resto de las configuraciones. Las estructuras burocráticas resultan muy inflexibles y las empresariales muy centralizadas. Las adhocracias se encuentran en los medios ambientes complejos y dinámicos, del tipo que necesita esfuerzos colectivos de diversas clases de expertos. En todas las configuraciones organizacionales los procesos decisionales son de arriba hacia abajo, en su mayoría controlados por el ápice estratégico. En contraste con esto, el control de la planificación estratégica en la adhocracia no está claramente ubicado, ni en el ápice estratégico ni en otro lugar. La estrategia en estas configuraciones no es formulada conscientemente sino se lleva a cabo por las decisiones que se hacen una a la vez (Mintzberg, 1979). Finalmente, es necesario destacar que el estudio de la estructura de una organización nos permite tener un panorama claro del poder formal dentro 16 de ella, lo que nos dará luces sobre el importante concepto de la “autoridad”, definido, según Mintzberg (1992), como un subconjunto del poder formal, es decir, “el poder que se desprende del hecho de ostentar un cargo, la capacidad de conseguir que se hagan determinadas cosas gracias al puesto que se ocupa” (p. 6). Cabe añadir que este poder formal depende, tal como explica Pfeffer (1992), del consentimiento de los que ocupan posiciones inferiores al cargo en cuestión: “el poder inherente a una determinada posición formal es, por tanto, poder investido a esa posición por todos los miembros (o al menos la mayoría) de la organización social en que está ubicada la posición. ‘Consentimiento de los gobernados’ es una frase con sentido no sólo en las democracias, sino en todas las formas de organización”. (p. 130). Ya el sociólogo y filósofo Max Weber hacía esta distinción entre poder y autoridad, considerando a esta última como el poder legitimado, es decir, el poder que es socialmente reconocido como legítimo. Esta legitimación, no obstante, sólo se refiere a la aceptación social de la base que sustenta ese poder, y no necesariamente implica agrado (Rodríguez, 1995). En este mismo sentido, Kotter explica que: Tratar de controlar a otros únicamente sobre la base del poder asociado con la posición que uno ocupa simplemente no resultará —primero, porque los managers siempre dependen de algunas personas sobre las que no tienen autoridad formal y, en segundo lugar, porque casi nadie en las organizaciones modernas aceptará pasivamente y obedecerá completamente un flujo constante de órdenes de alguien sólo porque es el jefe (Kotter, 1947, p. 15). En definitiva, la autoridad, si bien está asociada al cargo que una persona ocupa en la organización, encuentra su legitimación en el grupo, independientemente del tipo de organización en que esta autoridad se ostente. Por todas estas razones, el estudio del poder formal, y, especialmente, de la manera en que funciona la autoridad, es el punto de partida para analizar el poder en una organización. Al comenzar por analizar su estructura y poder formal, nos hacemos un verdadero mapa de cómo la organización espera que opere el poder, cómo ha sido concebido y organizado, lo que nos 17 permitirá, en una segunda instancia, observar cómo y dónde estas concepciones tienen fallas que produzcan el uso de otras bases de poder o funcionan de manera diferente a la oficialmente establecida. Poder informal Para efectos de este estudio, usaremos, tal como hace Mintzberg (1992) el concepto de poder informal asociado directamente al de política. El autor considera a la política como un subconjunto del poder, de tipo informal, y asegura que en ella, a diferencia de lo que sucede con el poder formal, lo importante no es lo que se consigue que los demás hagan, sino a quién se convence. Morgan (1991) explica que la idea de política proviene de la visión aristotélica de que, donde los intereses divergen, la sociedad debería proporcionar un medio de permitir a los individuos arreglar sus diferencias. En esta circunstancia se producen procesos como la negociación, el “regateo” y otros procesos como la construcción de coaliciones y la mutua influencia. La manera en que esto sucede puede variar mucho entre una organización y otra. Morgan (1991) establece que “las organizaciones pueden entenderse como mini-estados donde la relación entre individuo y sociedad es paralela a la relación entre individuo y organización” (p. 176). Como grupos humanos y, a la vez, mini-estados, las organizaciones son, en realidad, auténticos sistemas políticos, por lo que pueden verse influenciadas por el poder hasta en las más mínimas decisiones, tal como plantea Mintzberg (1991b), incluso la estrategia es concebida como un juego de las fuerzas de poder, pese a que los directivos no suelen explicar sus decisiones estratégicas usando la política como justificación. Pero, en opinión del autor, la ubicuidad del poder político en las organizaciones no implica su legitimidad: Una organización se puede describir como una entidad que funciona con base en varios sistemas de influencia: autoridad, ideología, experiencia y política. Los primeros tres pueden considerarse legítimos en cierto sentido: la autoridad se basa en un poder legalmente sancionado, la ideología en creencias 18 aceptadas con amplitud y la experiencia en un poder certificado de manera oficial. En contraste, el sistema político refleja un poder que es técnicamente ilegítimo, debido a los medios de los que se vale, y a veces también en los fines que promueve. En otras palabras, el poder político en la organización carece de autorización formal, no es aceptado en forma amplia, ni se le certifica de manera oficial. El resultado de esto es que la actividad política a menudo es divisoria y conflictiva y suele enfrentar a los individuos y grupos en contra de los más legítimos sistemas de influencia y, cuando esos sistemas son débiles, los enfrenta entre sí (Mintzberg, 1991a, p. 416). Sin embargo, existe un grado de legitimidad dado que “el sistema político es necesario en una organización para corregir determinadas deficiencias en sus otros sistemas legítimos de influencia, sobre todo para dar lugar a determinadas formas de flexibilidad inhibidas por esos otros sistemas” (Mintzberg, 1991a, p. 421). Allison, (en Mintzberg, 1991a) ha descrito los juegos políticos en las organizaciones como “intrincados y sutiles, simultáneos, sobrepuestos”, y no obstante, guiados por reglas: “algunas reglas son explícitas, otras implícitas; unas reglas son muy claras, otras vagas. Algunas son muy estables, otras cambian de continuo” (p. 416). Según Morgan (1991), las organizaciones, como los gobiernos, tienen sistemas de régimen como medio de crear y mantener un orden estable entre sus miembros, más allá de los cambios que la gestión cotidiana necesariamente va a introducir en la organización. El análisis político puede hacer así una valiosa contribución al análisis de la organización, su diagnóstico y la buena toma de decisiones. En cuanto a las formas de régimen político que pueden tener las organizaciones, Morgan (1991) establece las siguientes: a) Autocracia: Gobierno absoluto donde el poder es ejercido por un individuo o grupo pequeño sostenido por el control de recursos críticos, propiedad o derechos de posesión, tradición, carisma u otros derechos de privilegio personal. b) Burocracia: Régimen ejercido a través de textos escritos, que proporcionan labores para un tipo racional-legal de autoridad o “dominio de la ley”. 19 c) Tecnocracia: Dominio ejercido a través del uso del conocimiento, la experiencia del poder, y la capacidad de resolver los problemas relevantes. d) Cogestión: La forma de dominio donde las partes opuestas comparten la dirección conjunta de los intereses mutuos, como un gobierno de coalición o corporativo, cada parte representando a una base específica de poder. e) Democracia representativa: Régimen ejercido a través de elecciones de mandatarios oficiales que actúan en nombre del electorado, y lo ejercen oficialmente por un período de tiempo especificado o mientras mantengan el apoyo del electorado, como en los gobiernos parlamentarios y en las formas de control obrero y de los accionistas de la industria. f) Democracia directa: El sistema donde todos tienen igual derecho a gobernar y esto implica toda la toma de decisiones, como en las organizaciones comunales del estilo de las cooperativas y kibutz. Esta política fomenta el principio de autoorganización como modelo clave de la organización. Es raro encontrar organizaciones que sólo utilicen uno de estos tipos de régimen. En la práctica, según Morgan (1991), Se encuentran más frecuentemente modelos mezclados. Por ejemplo, mientras algunas organizaciones son más autocráticas, más burocráticas o más democráticas que otras, a menudo contienen también elementos de los otros sistemas. Una de las tareas de análisis político es descubrir que principios están demostrados, donde, cuando, por qué y cómo (p. 132). Pero más allá del régimen, para Mintzberg (1991), la política puede cumplir roles distintos en la organización: bien estar presente sin ser dominante sobre la estructura organizacional o bien ser “el sistema dominante de influencia, y los conflictos fuertes, habiendo minado los sistemas legítimos de influencia, o habiendo surgido precisamente de su debilidad” (p.418). Al tipo de organización que presenta esta segunda dinámica, lo llama “organización política”, y lo clasifica en cuatro formas: 20 a) Confrontación: caracterizada por un conflicto que es intenso, confinado y breve (inestable). b) Alianza débil: caracterizada por un conflicto que es moderado, confinado y tal vez duradero (relativamente estable). c) Organización politizada: caracterizada por un conflicto que es moderado, se extiende, y es tal vez duradero (relativamente estable, siempre y cuando se sustente en una posición privilegiada). d) Arena política completa: caracterizada por un conflicto que es intenso, extendido y breve (inestable). Por otro lado, Pfeffer (1997) establece que las organizaciones han aplanado sus jerarquías eliminando niveles de Management y también a niveles intermedios. Esto es, simplemente, menos jerarquía. Cada vez hay más énfasis en el alto compromiso y alto involucramiento en el trabajo en grupos autoadministrados significa que el ejercicio formal y control jerárquico es menos consistente con los valores organizacionales y las formas de organización. Entonces, ¿hacia dónde va la evolución de las organizaciones en la medida en que cambie el contexto? No existe una posición única, sin embargo es interesante considerar que ante una menor formalización del comportamiento mediante la estructura, queda más espacio para la incertidumbre y, por tanto, para que la política se abra paso en este espacio. Según establece Pfeffer (1997), la reducción en el énfasis de la autoridad formal va de la mano con un rápido incremento en la velocidad de los cambios tecnológicos, sociales y de mercado con los correspondientes requerimientos de las organizaciones para reducir el tiempo requerido en la toma de decisiones. El énfasis en la velocidad significa que pocas organizaciones pueden permitirse tomar decisiones y cambiar las estructuras formales de jerarquía y autoridad. Por todas estas razones, a la hora de estudiar el poder en las organizaciones, el análisis de su situación en términos de poder informal, en su dimensión política, se convierte en una necesidad vital, especialmente teniendo en cuenta, tal como mencionábamos más arriba, el hecho de que la política opera aprovechando y corrigiendo las deficiencias de los demás sistemas de influencia, especialmente el poder formal. Allí donde la estructura de la organización deja huecos o carece de la flexibilidad necesaria, la política comienza a operar. Ser capaces de observarla y, especialmente, de analizarla aprovechando las clasificaciones aquí mencionadas, permitirá un estudio más profundo y real del poder dentro de la organización. 21 Liderazgo Otro de los principales conceptos asociados al de poder en las organizaciones es el de liderazgo, de alta presencia en la literatura más reciente. Quién o quiénes ostentan el poder, cómo lo hacen y cuál es la verdadera importancia que tienen son algunas de las cuestiones de primordial interés, además de la consabida pregunta sobre si el líder nace o se hace. Partiendo por lo más simple, podemos decir, con la Real Academia Española de la Lengua, que el líder es “la persona que dirige, en especial un partido político o una asociación”. Para Pfeffer (1997), en tanto, el liderazgo es la influencia interpersonal individual en la que aquéllos que ostentan roles de autoridad motivan y dirigen a otros a actuar como ellos quisieran. Por último, Weber, con un enfoque diferente, define el liderazgo como “aquella forma de autoridad legitimada por el carisma, es decir, por una característica personal que hace al líder ser una persona extraordinariamente atractiva para el grupo” (Rodríguez, 1995, p. 124). Si bien se personaliza en ocupantes de ciertos roles o cargos, el liderazgo es un concepto más aceptado que el de política y su existencia en modelos de gestión da cuenta de este aspecto de la realidad. La dificultad del estudio del poder en las organizaciones En los últimos años, los teóricos de la organización y la dirección se han dado cada vez más cuenta de la necesidad de reconocer la importancia del poder para explicar los asuntos de la organización. Según Pfeffer y Kotter, entre otros autores, el poder no ha estado siempre presente en la literatura referida al Management, pero no necesariamente porque no se conozca, sino más bien por su connotación negativa. Para Pfeffer (2010), “el concepto de poder tiene una muy mala reputación que mucha gente evade” (p. 137) sólo en los años 70´s del siglo XX las escuelas de administración se hicieron, en parte, partícipes de la investigación de este concepto, aunque todavía existen relativamente pocas instituciones que lo abordan y por esta razón, el poder, según Kotter (1979) es un aspecto rechazado en el Management y una 22 cantidad muy reducida de investigadores se han hecho cargo de él. El autor deja claramente establecido el alejamiento de los estudiosos del Management del concepto de poder, al referirse a la nula existencia de este concepto en un texto de más de 800 páginas escrito por Peter Drucker. También Kotter (1979) destaca este fenómeno dentro de la literatura sobre las organizaciones: “poder es una palabra fea. Connota dominancia y sumisión, control y consentimiento. (…) es la habilidad de controlar e influenciar a otros que provee la base para la dirección de las organizaciones y para la consecución de objetivos sociales” (p. 1). Mintzberg (1992), destaca que, en un comienzo, este tema era desechado o no deseado dentro de la literatura de Management, pero actualmente esta situación ha cambiado y pareciera que todo el mundo estuviese investigando cuestiones relacionadas con el poder en el seno de las organizaciones y su entorno. Sin embargo, en su opinión, aún se mantiene una cierta distancia entre los investigadores y las organizaciones investigadas. Según el autor, una gran parte de la literatura “se ocupa más de abstracciones acerca de lo que es el poder, que no de cómo se utiliza éste en la realidad” (p. 2). Asimismo, asegura que la mayor parte de la literatura sobre Management trata del poder desde el punto de vista del individuo: qué tipo de persona busca el poder y cómo lo consigue, y no considera cómo afecta esta búsqueda de poder a la organización. El autor asegura que, aunque existan otras fuerzas más tangibles que afectan el comportamiento de las organizaciones —como pueden ser los hábitos de consumo de sus clientes, la invención de una nueva máquina, una mejora de la situación económica—, el poder es un factor de gran importancia, que no puede ser ignorado por nadie que quiera comprender como funcionan las organizaciones y por qué actúan de la forma en que lo hacen. Dada la amplia variedad de realidades, con distintas necesidades y formas de proceder, no podría afirmarse que exista una forma correcta y otra incorrecta a la hora de diseñar los patrones esperados para el manejo del poder dentro de la organización. Es más: la pregunta sería más bien si la configuración del poder en la empresa realmente puede crearse de manera planificada, tal como se espera de la estructura organizacional, o bien se va formando como resultado de las influencias políticas y ambientales en que se desarrolla la actividad de la organización. La teoría del Management establece que el enfoque no puede ser absoluto, sino relativo a las distintas contingencias. La estructura deberá adaptarse a múltiples factores como su 23 edad, tamaño, medio ambiente donde está inserta, sus sistemas productivos y su grado de complejidad por nombrar algunos factores (Mintzberg, 1979). Al analizar los procesos de toma de decisiones en una organización y la ubicación del poder, Mintzberg (1991) establece que Puede considerarse desde tres perspectivas distintas: un modelo de «actuar racional», un modelo de «proceso organizacional», y un modelo de «políticas burocráticas». En el primer modelo, el poder está ubicado en un centro de acción en cierta medida racional y calculador. En el segundo, el poder está repartido en varios departamentos organizacionales, cada uno de los cuales lo emplea para lograr sus propósitos particulares. En el tercer modelo, la «política» se ejerce con amplitud, pues individuos y grupos ejercen sus influencias para determinar resultados que les generen beneficios. (p. 414). Así el autor nos indica las coordenadas de la ubicación del poder, sin embargo, pareciera ser que estas tres definiciones equivalen a tipos abstractos, pues nada en la definición impide la existencia de modelos mixtos en la distribución del poder y, por lo tanto, en el proceso de toma de decisiones. A modo de ejemplo, existen empresas que se subdividen en unidades de negocios, que podrían coincidir con el concepto de “proceso organizacional”, pero a veces las circunstancias de los mercados hacen que el poder se establezca desde la unidad de negocio que más está generando rentabilidad a la organización, con lo cual aparece un poco de “actuación racional” que domina el escenario. Evidentemente, no hay nada que pueda plantearse como una fotografía, todo es un video con un alto dinamismo, lo que puede hacer ver quizás con menor nitidez el cuadro organizacional o más bien la película organizacional. Un buen diagnóstico organizacional, por tanto, requeriría de una observación en el tiempo y no sólo un diagnóstico estático. Debe considerarse a las organizaciones, con respecto al poder, como entes dinámicos. No hay que olvidar, además, lo que mencionábamos más arriba, respecto de que el poder mismo implica acción y actividad y son las personas más poderosas las más ocupadas. 24 CAPÍTULO II EL PODER EN LA GESTIÓN DE LA INNOVACIÓN Luego de definir los conceptos fundamentales del análisis político, se revisará el objeto de estudio de esta tesis: los modelos de gestión de la innovación. Una de las situaciones más críticas en cuanto a la distribución y dinámica del poder dentro de las organizaciones es el momento de introducir cambios, especialmente relativos a innovación. Los cimientos políticos de cualquier organización pueden verse tambaleantes en tales circunstancias y es entonces cuando un análisis político adecuado puede significar una gran diferencia entre las intenciones de innovar y sus resultados. Por este motivo, nos parece relevante analizar algunos modelos de gestión de la innovación desde el punto de vista del poder, como ejemplo de la relevancia que podría llegar a tener este ejercicio a la hora de innovar, sea cual fuere el modelo elegido. II. 1. ¿Qué es la gestión de la innovación? El concepto “innovación” proviene del latín innovare e implica el acto de introducir algo nuevo o renovarse. El diccionario de la Real Academia Española establece que representa “mudar o alterar las cosas introduciendo novedades”. Según Drucker (1985), en las organizaciones privadas la innovación es la herramienta específica de los empresarios innovadores; el medio por el cual explotar el cambio como una oportunidad para un negocio diferente. Es la acción de dotar a los recursos con una nueva capacidad de producir riqueza. La innovación crea un ‘recurso’ que no existe hasta que el hombre encuentra la aplicación de algo natural y entonces lo dota de valor económico. Existe innovación también en el ámbito público, donde se llama “innovación social”. Mulgan y Aubury, (en Quintero, A., Cruz, J.L. y Gerardo, J., 2011), definen la innovación social como “las actividades y servicios innovadores que son motivados por la meta de satisfacer una necesidad 25 social y que son predominantemente desarrollados y difundidos a través de organizaciones cuyos principales propósitos son de tipo social” (p. 205). Si bien no hay una finalidad de capturar ganancias, la innovación social comparte la característica de la innovación empresarial de dotar a una necesidad actual o potencial de una satisfacción que antes no existía. Descriptivamente, las innovaciones varían en diversas dimensiones: • • • • • Tipo de innovación, que distingue innovación de productos, procesos o servicios; grado de novedad de la innovación, donde se puede distinguir entre innovación incremental, radical y sistemática; tipo de organización, donde se distinguen públicas y privadas; tamaño de la organización, donde se consideran pequeñas, medianas y grandes empresas y, por último, el nivel de estabilidad del ambiente donde se desarrolla la innovación (Eveleens, 2010). A estos aspectos, Tidd y Bessant, (Lars, 2009) agregan: • • la innovación de posición, cambios en el contexto en que los productos o servicios se introducen y también la innovación de paradigma, cambios en los modelos mentales subyacentes que enmarcan lo que la organización hace. Dentro de las organizaciones, la innovación sucede en forma de proceso, definido como el desarrollo y selección de ideas para la innovación y luego la transformación de estas ideas en la innovación (Eveleens, 2010). ¿Qué es lo que lleva a una organización a innovar? La innovación es un proceso clave para las organizaciones, ya que permite que estas puedan sufrir adaptaciones al medio ambiente donde están insertas. Es tan imperativa, que algunos autores plantean que una organización debe “innovar o morir” (Cooper, 2005, p.4), en el entendido de que las industrias son extremadamente dinámicas y los ciclos de vida de productos, servicios y procesos, cada vez más cortos, por lo que la capacidad de adaptación e ir un paso más allá que la competencia son de fundamental importancia. Tal como explica Chris Eveleens (2010), la principal razón por la que existe un interés cada vez mayor en la literatura sobre las organizaciones respecto de la 26 innovación y su gestión está en que “la innovación es de vital importancia para la sobrevivencia de una organización. No importa si se trata de empresas que necesitan competir en el mercado o de organizaciones públicas que necesitan mejorar sus servicios. La necesidad de innovación es imprescindible.” (p. 6). Según explica Freeman (en Fornichella, 2005), “Una empresa que no se decide a innovar, que no introduce nuevos productos y/o procesos, está condenada a morir. Porque sus competidores le ganan mercado, por medio de innovaciones de productos o fabricando más barato por innovaciones de procesos. Por eso, si quieren sobrevivir, deben afrontar la innovación, más allá de las incertidumbres que ésta trae aparejada” (p.33). Desde este punto de vista, es un desafío adaptativo el que la organización asume al decidirse a innovar. Por contrapartida, otra definición de innovación plantea que ella surge “en un mundo de cambio proactivo, que se origina en una decisión interna y deliberada de buscar aquello que la empresa podría realizar para crear valor —que llamamos sus potencialidades— y luego aprovecharlo.” (Del Valle. Abarzúa y Contreras, 2010, p. 21). La innovación no sería un desafío meramente adaptativo, sino que puede expresar un propósito alojado en el interior de la organización, incluso si no hay perturbaciones externas que la estimulen. En este contexto, sin embargo, se produce una contradicción consistente en que a pesar de que las empresas tienen muchas veces la intención de poner en marcha proyectos de innovación, pocos logran hacerlo en la práctica, porque “la vida real” de la empresa lo impide: hay que ocuparse de las tareas “normales”, que son las que producen dinero hoy. En sus palabras, “dos factores subyacen a esta contradicción: las estructuras orgánicas que no contemplan áreas de responsabilidad por la innovación, y las “culturas de adaptación” (Del Valle et al, 2010, p. 42). Sin perjuicio de su origen dentro o fuera de la organización, es la dificultad de llevar a la práctica las nuevas ideas lo que hace necesario que la innovación se produzca de manera sistemática, ordenada, orquestada y planificada, pues sólo una adecuada gestión de ella permitirá realmente llegar a los resultados deseados, que incluyen la continuidad de esa innovación en la vida de la organización. Así es como nace la gestión de la innovación. Tal como explican Del Valle et al (2010), la gestión de la innovación es un conjunto de dispositivos que podrían estimular y gestionar la innovación continua de la empresa. Según los autores, “la innovación en la empresa se prueba por criterios de valor económico, pero también es relevante enriquecer 27 dichos indicadores con aspectos ligados al valor social, clima organizacional, implicación de los integrantes, etc.” (p. 144) como una manera de dar cuenta respecto de las condiciones internas que hacen posible la emergencia de las innovaciones. A nivel de la organización se requiere de un diseño estructural que sostenga a la innovación, incluyendo un espacio operacional, para la generación de ideas y su operacionalización en proyectos de innovación, además de un espacio gerencial, que hace referencia al gobierno del sistema expresado en decisiones respecto a sistemas de medición y control de gestión, asignación de recursos e incentivos (Del Valle et al, 2010). Una vez establecida la importancia de administrar un proceso que de modo espontáneo encontrará tantas dificultades y oposiciones, se puede señalar que existen distintos modelos de gestión de la innovación tanto en el ámbito público como en el privado, de los cuales, con el fin de ofrecer una mirada amplia a los diversos modelos existentes, para el presente trabajo se han seleccionado tres que, en conjunto, representan la mayoría de los temas presentes en las organizaciones hoy. El primer modelo da una visión histórica sobre los comienzos del tema de la gestión de la innovación, mientras que los otros dos, al ser de fechas recientes y referirse a los ámbitos público y privado, permiten observar situaciones también presentes en organizaciones más pequeñas y, a la vez, abarcan a las más grandes, donde existen problemas que en las pequeñas no se ven. Cabe destacar, además, que dentro de la literatura disponible sobre modelos de gestión de la innovación, estos dos modelos están entre los más completos y detallados. El primer modelo, creado por Rogers del año 1962, es uno de los más antiguos existentes. Fue planteado como un modelo amplio sin definir contextos (Eveleens, 2011); el modelo de Mulgan y Aubury del año 2003, fue creado para empresas públicas de tamaño grande insertas en ambientes turbulentos con innovaciones incrementales y radicales en organizaciones enfocadas a los servicios y, por último, el de Hansen y Birkinshaw, fue creado en 2007 para grandes multinacionales privadas, insertas en ambientes tanto turbulentos como estables, con innovaciones radicales y oferentes de productos, procesos y servicios. A continuación se revisan con mayor detalle. 28 II. 1. 1. Modelo de Everett Rogers (Eveleens, 2010). Este modelo, que sólo mencionaremos brevemente como base histórica para los más recientes, plantea a la innovación como un proceso de difusión que requiere de 4 elementos: a) La innovación: una idea, prácticas u objetos que son percibidos como nuevos por individuos o grupos que los adoptan. b) Canales de comunicación: las formas como las innovaciones se mueven de individuo a individuo o de grupo a grupo. c) Tiempo: el intervalo no espacial a través del cual ocurre la difusión del evento. Estos eventos incluyen el proceso de decisión de la innovación y el tiempo relativo en que un individuo o grupo adopta la innovación y la tasa de adopción en el sistema. d) Un sistema social: un conjunto de unidades interrelacionadas que están unidas articulando actividades solucionadoras de problemas. Para Rogers, las características que debe tener un proceso de innovación son: • ventaja relativa, es decir, que exista una visión que el proceso nuevo es mejor que la idea anterior; • compatibilidad, es decir que la innovación debe ser compatible con los valores existentes, experiencias pasadas y necesidades de los potenciales adoptadores; • complejidad, o el grado en que la innovación es percibida como de difícil entendimiento y uso y, por último, • prueba, o sea, que la innovación pueda ser testeada, observable, de modo que sea viable para otros. El modelo establece la importancia de la aceptación de una idea, producto o comportamiento nuevo en un sistema social como un elemento decisivo para que la novedad pueda ser considerada innovación. En ese sentido, el proceso guarda semejanzas fundamentales con las ideas respecto al cambio organizacional, en el que se observan fuerzas favorables y contrarias a una determinada modificación: el modo en que prevalezcan unas fuerzas u otras explicará que los cambios lleguen o no a instalarse como parte del funcionamiento de la organización. Pese a la importancia de la aceptación, este aspecto no parece desarrollarse en su característica política. 29 Uno de los principales aportes de este modelo es la asimilación de la innovación desde el punto de vista de la difusión y comunicación. Considerada como algo que requiere asimilación en un grupo social como es una organización, la innovación requiere de una difusión adecuada que favorezca su aceptación, de ahí la importancia de los canales de comunicación, así como un tiempo que permita al grupo adoptarla. Al ser uno de los modelos más antiguos, sin embargo, le falta mayor detalle y especificación respecto de las etapas que el proceso requiere, así como de las distintas partes de la estructura organizacional involucradas. Se trata más de un acercamiento conceptual al problema de gestionar la innovación, antes que de un modelo de operación aplicable en el mundo organizacional actual. II. 1. 2. Modelo de Mulgan y Albury (2003) Este segundo modelo nos muestra una visión más actualizada y especializada, referente al sector público. Sus autores explican que la innovación, a pesar de ser vital en este sector, se suele encontrar con grandes dificultades a la hora de su implementación, especialmente por la reticencia de los involucrados a adoptar nuevas prácticas. Mulgan y Albury (2003) explican que “los servicios públicos dependen de la innovación exitosa para desarrollar mejores maneras de responder a las necesidades, solucionar problemas y usar recursos y tecnologías” (p. 5). Sin embargo, añaden que “la innovación es a veces vista como un lujo opcional o una carga extra. Debería ser vista como una actividad central para aumentar la capacidad de respuesta de los servicios a las necesidades locales e individuales y para mantenerse al día con las necesidades y expectativas del público” (p.5). Los autores explican que sin innovación, los servicios públicos tienden a subir sus costos más rápidamente que el resto de la economía, lo que lleva a presiones que obligan a una mayor exigencia para los empleados del sector. Por otro lado, el sector público ha sido considerado tradicionalmente como poco innovador en comparación con el sector privado, teniendo en cuenta la falta de competencia e incentivos, además de la aversión al riesgo y la tendencia a la burocratización. Además, la motivación para el sector público es muy distinta de la del sector privado, puesto que en el sector público se da valor a cosas menos cuantificables que los beneficios económicos, como la reducción del crimen, la pobreza o la violencia, la calidad del servicio, la confianza de los usuarios, etc. 30 Por todas estas razones, un modelo de gestión de la innovación para el sector público debe ser sensible a estas diferencias, teniendo en cuenta aspectos de la cultura de las organizaciones del sector público, como la aversión al riesgo y el hecho de que la motivación proviene más del reconocimiento público que de la recompensa económica. Por otro lado, tal como apuntan Quintero et al. (2011), “A diferencia de las empresas, los organismos públicos se enfrentan a menudo a un intenso escrutinio político y de los medios sobre las propuestas antes de que las ideas se desarrollen plenamente, aumentando la falta de incentivos para la innovación” (p. 209). Ya es posible rastrear la incidencia de la variable política a partir de este punto. El modelo de Mulgan y Albury (2003) presenta las siguientes fases: a) Generación de posibilidades: esta fase del proceso se refiere a cómo se pueden estimular y apoyar las ideas de innovación dentro del contexto organizacional. Esta fase está constituida por los siguientes componentes: i) Atención intensiva de las opiniones de los usuarios, personal de primera línea y gerentes de nivel medio: los autores destacan la importancia de escuchar quejas de los usuarios y también de los trabajadores más jóvenes o nuevos sobre la forma de trabajar y posibles mejoras. A pesar de que muchos serán, por las razones ya mencionadas, reacios al cambio, incentivarlos permitirá, con el tiempo, obtener un stock de nuevas ideas. ii) Garantizar una fuerte diversidad del personal y de la explotación de las diferencias: según los autores, la innovación depende de la posibilidad de ver las cosas de manera diferente, por eso que tener un equipo formado por personas de diversas maneras de pensar y diversos orígenes tiene más probabilidades de ser innovador. Incluso un conflicto proveniente de las diferencias puede ser constructivo en términos de innovación. iii) Escaneo constante de los horizontes y de los márgenes: aprender de los demás. La comparación con otros países, ciudades o incluso etnias, entre otros ejemplos, puede generar innovaciones. iv) Desarrollar la capacidad para el pensamiento creativo: actualmente existen diversos métodos para lograr este cometido, incluyendo el uso de la ficción, juegos de roles, etcétera. Son más comunes en el sector privado, pero en el último tiempo se han desarrollado en algunos países dentro de los sectores públicos con muy buenos resultados. 31 v) Trabajar hacia atrás a partir de los objetivos de los resultados: es más fácil encontrar nuevas ideas a partir de las prácticas existentes que partir de cero a la hora de generar innovaciones. Tal como explican los autores, por ejemplo, lo más probable es que para encontrar nuevas formas de reducir el crimen se llegue a muy distintas conclusiones cuando se parte de una hoja en blanco que cuando se comienza con las instituciones existentes y sus prácticas. vi) Creación de espacios: la presión del día a día a menudo ocupa todo el tiempo y el espacio para pensar, de modo que la innovación requiere de la apertura de espacios tanto de tiempo como físicos para producir momentos de discusión informal, formación de equipos y la comunicación de ideas entre grupos. Los autores incluso recomiendan el desarrollo arquitectónico de estos espacios. vii) Rompimiento de reglas: a veces generar espacios o momentos en que se permite romper las reglas permite experimentar. La innovación muchas veces depende de esta ruptura de reglas y también de la lógica reinante, sin embargo, este punto es un desafío para cualquier administración y debe tomarse con precaución. viii) Competencia: producir la competencia entre equipos también potencia la generación de posibilidades. b) Incubación, creación de prototipos y manejo de riesgos: en esta etapa se establece qué mecanismos existen para el desarrollo de ideas prometedoras y para la gestión de riesgos que la acompañan. Ésta es una fase distintiva del modelo respecto de otros sistemas de gestión de la innovación, puesto que hace hincapié en la gestión del riesgo. En primer lugar, se establecen las reglas que permitirán decidir cuáles entre todas las ideas merecen ser desarrolladas. Según los autores, lo más probable es que sólo una idea de cada diez o, incluso, una de cada cien valga la pena ser llevada a cabo y, por esta razón, es necesario tener en cuenta criterios como los siguientes: • • • si la innovación tiene probabilidades de tener éxito (¿está bien formulado el problema para el que fue pensada la innovación?; ¿se han probado innovaciones semejantes en otros lugares?, etc.); si existe un plan claro de cómo se puede desarrollar la idea y si los potenciales beneficios se condicen con los costos de llevarla a cabo. 32 Mulgan y Albury explican que, por lo general, cuanto más radical es la innovación, mayor riesgo conlleva y también a mayor riesgo, mayores probables beneficios. El problema con los riesgos en el sector público radica en que, mientras la innovación en el sector privado implica principalmente internalizar riesgos de tipo económico, aquí los riesgos que se corren son potencialmente mayores. Por ejemplo, si se trata de educación, los efectos impactarán vidas en el largo plazo; si hablamos de hospitales, la salud de las personas está en juego, etcétera. Además de esto, a diferencia de las organizaciones privadas, las públicas generalmente están sometidas al escrutinio político y de los medios, lo que muchas veces lleva a que ideas que aún no están completamente desarrolladas puedan recibir críticas o ser desincentivadas en su desarrollo. En otras palabras, el proceso político democrático irrumpe en el proceso creativo. Por estas razones, tal como apuntan los autores del modelo, la innovación en el sector público requiere de un manejo del riesgo altamente cualificado y espacios seguros para probar y desarrollar ideas. De ahí la importancia de crear espacios seguros, incubadoras y prototipos, entre otras iniciativas, que puedan ser testeados antes de implementar las ideas de manera definitiva, de modo de permitir la experimentación previa para manejar los riesgos. c) Reproducción y ampliación: esta fase promueve la rápida y eficaz difusión de la innovación con éxito. Si el piloto o prototipo funciona, el desafío es, entonces, poner en marcha la innovación a gran escala. Sólo algunos pilotos o prototipos merecen ser replicados a gran escala. Para hacer la selección adecuadamente es necesario analizar la capacidad de la organización, evaluaciones formales y la viabilidad política, entre otros aspectos. Según los autores, en el sector público lo más difícil no es desarrollar y probar nuevas ideas, sino encontrar maneras de replicarlas a gran escala de manera exitosa. Existen dos formas de hacerlo, normalmente: con una orden dictada por la autoridad central o la diseminación de información sobre cómo se hizo en el piloto. En el primer caso, funciona mejor cuando hay evidencia de que la innovación mejorará el funcionamiento de la organización independientemente del contexto y la ubicación, mientras que el segundo sistema es mejor en los casos en que existe una alta demanda de parte de las organizaciones a las que va dedicada la innovación. 33 d) Análisis y aprendizaje: en esta etapa se evalúa qué funciona y qué no, para promover el aprendizaje y la mejora continua. Los autores enfatizan el problema existente en la actualidad, que consiste en que el análisis posterior a la innovación en el sector público suele concentrarse más en observar si la innovación produjo los resultados esperados o no, sin atender a las circunstancias en que ello sucedió y los porqués, además de la relación costo-beneficio. Los autores proponen, entonces, preocuparse de contar con mediciones claras y sistemas de medición transparentes para evaluar los éxitos. Muchas evaluaciones, especialmente las relacionadas con las nuevas políticas o innovaciones de resultados a mediano y largo plazo, producen resultados en un plazo que no corresponde a la entrega inmediata o presiones políticas. Esto ha llevado al desarrollo de métodos de aprendizaje más en tiempo real, incluidos los formativos. Esto permite aprovechar que en la actualidad hay disponibilidad de datos sobre lo que está ocurriendo en tiempo real y crear marcadores provisionales de probabilidad de éxito frente a los que se puede evaluar el progreso. Además, se puede involucrar a los usuarios con el uso de las redes sociales y encuestas o focus groups on-line. Por último, es importante tener en cuenta el fracaso en innovación, no sólo los éxitos, para el buen desarrollo de las organizaciones. Por eso que es vital mantener registro de las “lecciones aprendidas” a partir de las evaluaciones realizadas a los procesos de innovación. A modo de síntesis, podría decirse que el modelo de Mulgan y Albury ofrece una guía para el proceso de innovación en las organizaciones públicas, teniendo en cuenta sus particularidades como, por ejemplo, la dificultad para tomar riesgos, dada la trascendencia de sus funciones en las vidas de las personas, además de la dependencia del escrutinio público y la política. Sin embargo, no muestra gran preocupación por el tema del poder, que es realmente vital en estas organizaciones, especialmente teniendo en cuenta, tal como los autores señalan, que los intereses económicos difícilmente pueden ser una motivación para las personas que se desempeñan en este tipo de organizaciones, y en cambio sí lo son las influencias y el reconocimiento público. Los autores proponen medidas para la generación de 34 ideas, como tener diversidad en el equipo, escuchar a los usuarios y los empleados más jóvenes, crear espacios seguros y tiempos para romper las reglas, todas ellas iniciativas que pueden chocar de bruces contra las redes de poder instaladas en las organizaciones, como veremos más adelante en el análisis. Así la relación entre innovación y política consiste en dos movimientos: por una parte, la protección de la innovación respecto de las fuerzas políticas que operan en el sector público, y por otra la innovación. En las fases siguientes, el modelo se ocupa principalmente del manejo de los riesgos, un cuidado propio del tipo de organización con que se está trabajando, donde no hay gran interés por el manejo del poder, mientras que en las siguiente fase, de reproducción y ampliación, sí se hace alusión a la “viabilidad política” de reproducir innovaciones exitosas en escalas mayores, aunque, no hay claridad de cómo evaluar esta viabilidad y qué posibles dificultades encontrará la innovación respecto de la política, mucho menos vemos indicaciones para sortear estos obstáculos; otro tanto sucede con la fase final, de análisis, donde se recomiendan formas de ofrecer resultados rápidos frente a las presiones políticas y mediáticas, pero no se invita a analizar qué sucedió internamente con la política en la organización a partir de la innovación, todos ellos temas que se analizarán más adelante en el análisis del modelo. II. 1. 3. Modelo de Cadena de Valor de la Innovación Según Hansen y Birkinshaw, el modelo de la cadena de valor de la innovación es derivado de hallazgos de diversos proyectos de investigación en innovación. Los autores entrevistaron a más de 130 ejecutivos de más de 30 compañías multinacionales en Norteamérica y Europa y a más de 4000 empleados, además de analizar la efectividad de la innovación en 120 proyectos de desarrollo de nuevos productos y 100 unidades de emprendimiento en la búsqueda de las mejores prácticas para innovar, especialmente evitando la importación de prácticas desde otras organizaciones (Hansen y Birkinshaw, 2007). Los autores explican que una simple copia de una historia de éxito en otra organización puede resultar en un total desastre. Por esta razón, es imperativo tener un método, un modelo para gestionar la innovación propia, en lugar de copiar modelos aplicados en otros. Las organizaciones no pueden sólo importar las últimas novedades en innovación para sanar lo que las aflige. En lugar de eso, necesitan considerar 35 su proceso actual para crear innovaciones, precisar sus desafíos particulares y desarrollar maneras de abordarlos. La propuesta de estos autores es considerar la innovación como un proceso secuencial de tres fases que involucra la generación de ideas, el desarrollo de ideas y su difusión, considerando tal proceso como una cadena de valor, de acuerdo con el concepto de Porter. Según esto, entonces, Hansen y Birkinshaw proponen considerar a la innovación como un flujo integrado a partir de convertir las ideas en outputs comerciales, tal como la cadena de Porter convierte materias primas en bienes acabados. Esta cadena de valor de la innovación consistente en tres fases: a) Generación de ideas: esta fase puede ocurrir dentro de una unidad, a través de las unidades o fuera de la empresa. b) Desarrollo de ideas: seleccionarlas y desarrollarlas para llevarlas a productos o servicios. c) Difusión de ideas: difundir los nuevos productos, servicios o prácticas. 36 Antes que nada, se deben identificar las debilidades en cada etapa de la cadena de valor de la innovación. Para desarrollar la innovación, los ejecutivos necesitan ver los procesos de transformación de ideas en outputs comerciales como un flujo integrado. Veamos las fases más detenidamente: Generación de ideas Los ejecutivos entienden que la innovación comienza con buenas ideas. Los gerentes naturalmente miran primero dentro de sus grupos funcionales o unidades de negocio, siempre sienten que hay buenas ideas en lo que tienen a mano, lo que puede ser cierto, sin embargo, es muy común que suceda que las ideas más innovadoras provengan de fuera de su unidad o incluso de fuera de la organización. En las grandes compañías multinacionales (el tipo de organización estudiado por los autores), suele suceder que la colaboración entre unidades se hace difícil. Las estructuras organizacionales descentralizadas y geográficamente dispersas hacen difícil que las personas puedan trabajar 37 entre unidades. Por eso los ejecutivos deben preocuparse de facilitar esta comunicación a la hora de generar nuevas ideas. Otro tanto sucede con la recepción de idas desde fuera de la organización. Los autores enfatizan la necesidad de preocuparse por cuántas ideas se reciben de fuera de la empresa e, incluso, desde otras industrias. Para ello es necesario estar abiertos a escuchar las percepciones y conocimientos de los clientes, los usuarios, la competencia, las universidades, emprendedores independientes, inversionistas, científicos y proveedores. Muchas compañías no hacen esto, lo que redunda en oportunidades perdidas y menor productividad en la innovación. Desarrollo de ideas Muchos conceptos no prosperarán sin un buen seguimiento y mecanismos de financiamiento, en lugar de ello, van a crear cuellos de botella y grandes dolores de cabeza en las organizaciones. Aunque se logren generar muchas y buenas ideas, ellas no prosperarán sin una adecuada selección y financiamiento. En lugar de salir adelante, sólo crearán problemas. Los presupuestos ajustados, el pensamiento convencional y criterios estrictos de financiamiento se combinan para frustrar la mayoría de las nuevas ideas. Los empleados pronto se dan cuenta de esto y el flujo de ideas se seca completamente. Cuando los ejecutivos a cargo no hacen una selección lo suficientemente estricta, la organización se llena de nuevos proyectos de diversa calidad (normalmente con menor financiamiento del necesario y sin la cantidad adecuada de personal) y sin un sentido claro de cómo estas iniciativas cuajan en la estrategia corporativa. Incluso cuando las nuevas ideas se encuentran bien seleccionadas y financiadas, es importante que se conviertan en productos, servicios y procesos. Sucede a menudo que las ideas seleccionadas, a pesar de tener financiamiento, no llegan a ninguna parte porque languidecen en algún sector de la organización que está demasiado ocupado haciendo otras cosas. 38 Difusión de ideas Los nuevos conceptos no sólo deben ser asimilados por los clientes sino también por todas las personas que conforman la organización. Esto adquiere especial dificultad en las grandes compañías con numerosas divisiones o filiales, más aún si son trasnacionales. Puede suceder, por ejemplo, que grandes innovaciones ya instaladas en una unidad pasen años sin aplicarse en otras áreas geográficas en las grandes multinacionales, sólo por la falta de información y comprensión sobre la relevancia de estas novedades. Concentrarse en los eslabones correctos Hansen y Birkinshaw explican que, en su experiencia con las multinacionales, suele suceder que los altos ejecutivos consideran que su organización tiene importantes fortalezas que favorecen la innovación, pero habitualmente no se dan cuenta de que estas supuestas fortalezas para innovar pueden en realidad convertirse en debilidades si no se complementan con fortalezas equivalentes en otras áreas. Por ejemplo, una compañía puede ser fuerte en la generación de ideas (eslabón fuerte de la cadena), pero débil en la selección de estas ideas, con lo que, a la hora de innovar, si se concentra en la generación de ideas, hará que sus empleados trabajen en crear montones de ideas que luego no podrán llevarse a cabo por ser demasiadas, mientras que si se concentraran en mejorar el sistema mediante el cual seleccionan las ideas para convertirlas en realidad, la innovación se haría efectiva. Igual que en la cadena de valor de Porter, cualquier mal funcionamiento en este engranaje puede destruir los esfuerzos por innovar, por lo tanto las empresas deben enfocarse en diagnosticar dónde están las deficiencias y concentrarse en ellas, para fortalecer los eslabones débiles de la cadena de valor de la innovación. Los autores clasifican a las organizaciones en tres tipos, según dónde se encuentre su “eslabón débil”: 1. La organización pobre en ideas 2. La organización pobre en conversión de ideas 3. La organización pobre en difusión de ideas. 39 Cada uno de los tres tipos de organización tiene problemas para innovar por causa de una debilidad que sus altos ejecutivos ignoran. Más aún, los autores cuentan que en su experiencia con numerosas empresas multinacionales, lo típico es que más bien se sientan orgullosos de las capacidades que tienen para innovar, como un flujo grande de ideas o un alto presupuesto para innovación, por tanto les cuesta comprender por qué están quedando atrás. Es necesario, entonces, buscar este eslabón débil primero, y luego reforzarlo, para recién comenzar el proceso de innovación. A continuación, se muestra la descripción de cada tipo de organización según dónde se encuentra el eslabón más débil, las causas y las soluciones propuestas por este modelo (Hansen y Birkinshaw, 2007): 1. La organización pobre en ideas: pierde mucho tiempo y dinero en desarrollar y difundir ideas mediocres que resultan en productos mediocres y pobre retorno de la inversión. Esto se debe, en gran medida, a la falta de adecuadas redes. Los altos ejecutivos fallan a la hora de forjar lazos de calidad con otros fuera de la compañía o la gente prefiere hablar con sus colegas inmediatos antes que buscar contrapartes en otras divisiones o departamentos. Estas organizaciones necesitan crear redes externas y también internas que crucen las distintas unidades o divisiones para generar ideas a partir de las nuevas conexiones. Con respecto a las redes externas, existen dos formas diferentes de crearlas, que responden a distintas necesidades. El primer modo es una red de soluciones, organizada con el fin de encontrar respuestas para problemas específicos; el segundo modo es armar una red de descubrimientos, organizada para encontrar nuevas ideas en tecnologías o productos. Esto puede hacerse, por ejemplo, teniendo un equipo de personas encargado de generar relaciones con científicos, estudiantes, capitalistas emprendedores, centros de investigación, etc., donde lo importante es la diversidad de contactos, más que el número. En cuanto a las redes internas, los autores aseguran que es difícil que personas de distintas unidades, que no se conocen, trabajen bien juntos en la búsqueda de nuevas ideas. Es necesario un diálogo continuo y compartir conocimientos entre las personas de las distintas divisiones de manera regular. Para ello se pueden crear instancias como reuniones periódicas con fines concretos o medios de comunicación compartidos, entre otras. 40 La organización pobre en conversión de ideas: tiene muchas buenas ideas, pero la mayoría de ellas no llegan a ejecutarse. En numerosas ocasiones, los ejecutivos no son capaces de seleccionar y desarrollar correctamente las mejores, de modo que las ideas mueren en procesos de financiamiento que enfatizan el aumento de lo que ya existe o lo más seguro en lugar de lo nuevo. También puede suceder que se opte por dejar que todas las ideas florezcan sin seleccionarlas, con lo que el problema no está en la generación de ideas, sino en su falta de jerarquía. A menudo lo que sucede es que todas las ideas se quedan en el proceso burocrático que exigen los sistemas formales de la organización. La cantidad y diversidad de personas involucradas puede significar un proceso tan largo y complejo para que una idea se termine por llevar a cabo, que finalmente queda estancada en el camino. Para evitar estos problemas, los autores proponen dos caminos: Financiamiento de canales múltiples: En estas organizaciones, la innovación se estanca cuando, por ejemplo, al jefe no le gusta una idea o no la considera suficientemente buena para cambiarla por lo que actualmente está en el presupuesto. Un modelo de financiamiento proveniente de otras fuentes como, por ejemplo, un fondo anual para la innovación, ofrece oportunidades fuera de la jurisdicción de este jefe o, lo que es equivalente, el sistema de prioridades presupuestarias que estructura las decisiones operacionales de la organización. Cápsulas protegidas (safe havens): Es recomendable crear espacios protegidos para los nuevos negocios de modo que no sean arrasados por el pensamiento de corto plazo y las limitaciones de presupuesto que dominan en el resto de la organización. De este modo se pueden desarrollar nuevos negocios aparte de los ya existentes, con ciertas ventajas que les permitan salir adelante a pesar de las dificultades que implican los comienzos, especialmente la lucha por presupuesto y la presión por un rápido retorno de la inversión, fijando reglas del juego apropiadas. La organización pobre en la difusión: tiene problemas para convertir las ideas en dinero. Las decisiones sobre qué llevar al mercado se hacen localmente, por tanto el prejuicio contra lo no creado en el lugar suele dominar. Como resultado, los nuevos productos y servicios no se difunden correctamente a lo largo de las distintas ubicaciones geográficas, los canales de distribución o los distintos clientes. En estas organizaciones el problema es 41 realmente llevar a cabo las ideas ya desarrolladas, más que buscar ideas nuevas. En las organizaciones descentralizadas los gerentes de las distintas divisiones tienen garantizada la autonomía, incluida la libertad de decir que no a las nuevas ideas. Incluso pueden sabotear proyectos en los que no creen. Por eso, para poder poner en práctica los cambios, la empresa obligadamente deberá realizar nuevas medidas y crear nuevas posiciones como, por ejemplo, los “evangelistas de ideas”, personas ya convencidas que se dedican a convencer a los demás usando sus redes de contacto dentro de la organización, con llamadas, correos, reuniones, etcétera. Muchas veces esto significa que ciertos ejecutivos adquieran nuevos roles paralelos a los que ya tienen. Nuevas medidas, nuevos roles En definitiva, según los autores, en la medida en que los ejecutivos trabajen en soluciones para los verdaderos problemas que tienen en la gestión de la innovación, con el tiempo los eslabones débiles se convertirán en fuertes, y entonces otra parte de la cadena podría necesitar atención. Por eso es importante mantener la perspectiva de cadena de valor de manera constante y estarla revisando continuamente. Para ello deberán establecer indicadores de desempeño enfocados en las variables de cada eslabón de la cadena; además deberán cultivar nuevos roles en sus empleados, que no siempre son de tiempo completo, sino que pueden considerarse parte de sus obligaciones cotidianas. Además se debe tener en mente la cadena de valor de la innovación a la hora de evaluar las capacidades de las posibles nuevas contrataciones. A modo de síntesis, se puede decir que este modelo, principalmente dirigido a grandes multinacionales, concentra su interés en la solución de problemas derivados de debilidades en la que llama “cadena de valor de la innovación”, proponiendo así un sistema que busca las falencias en el proceso de innovación atendiendo a sus tres etapas: generación de ideas, conversión de ideas y difusión. El modelo ofrece soluciones para los distintos escenarios posibles, teniendo en cuenta algunos problemas políticos como el poder de las jefaturas locales o la necesidad de un cambio de roles a partir de la innovación, sin embargo, ello sólo se menciona tangencialmente, sin ahondar en las consecuencias de tales cambios, como veremos más adelante, al analizar políticamente el modelo. 42 II. 2. ¿Por qué estudiar el poder en la gestión de la innovación? Teniendo en cuenta, como hemos visto hasta ahora, que los modelos de gestión de la innovación aquí presentados mencionan sólo tangencialmente o incluso omiten el tema de la política organizacional a la hora de innovar, cabe preguntarse si realmente será tan necesario investigar esta dimensión en las organizaciones antes de implementar un modelo de gestión de la innovación. Por esta razón, incluimos en esta sección algunas reflexiones que facilitan la comprensión de la importancia que tiene el poder en la gestión de la innovación. A la hora de innovar en las organizaciones, tal como explican del Valle et al (2010), “mientras más compromiso de la alta gerencia exista y más sostenido sea, se podrán anticipar mejores resultados” (p. 134). Además, cuanto mayor sea el grado de participación, mayores serán los avances en el logro de una cultura de la innovación. Esto señala un aspecto implícito en los modelos de innovación revisados más arriba: se requiere que actores clave de la organización manifiesten sus voluntades tanto para dirigir el proceso como para estabilizarlo y hacerlo durable. La combinación de dirección por parte del área directiva y participación de los niveles básicos de la organización constituye, en lo central, la dimensión política de los modelos de innovación. Según los autores, es factible caracterizar la dinámica política dominante de cada organización en su esfuerzo de innovación. A pesar de que existen organizaciones donde se puede constatar un alto involucramiento tanto gerencial como de los estamentos más bajos, donde la dinámica política se convierte en un factor a favor de la innovación, pueden encontrarse 43 dinámicas diversas: por un lado, van a existir organizaciones que se caracterizan por un alto nivel de participación de diferentes estamentos de trabajadores, pero con bajo involucramiento de gerentes. En este caso es válida la hipótesis del activismo, vale decir, una gran activación pero desalineada del proyecto de la empresa donde se puede anticipar una probable frustración posterior entre quienes se hayan involucrado. Son numerosos los casos donde vemos un alto compromiso gerencial, pero con una participación acotada del resto de la organización, donde lo más probable es que no se instale de manera permanente la innovación como una práctica. Es un caso en que el déficit de movilización puede coartar seriamente la implementación de ideas bien elaboradas y con perspectivas de efectividad robustas. Finalmente, existen casos donde hay un compromiso parcial de la gerencia y también una participación limitada de sus integrantes (del Valle et al, 2010). En su experiencia, explican que “un liderazgo sin participación no activará el potencial; un alto nivel de participación sin compromiso del líder puede generar decepción por las expectativas generadas que acaben no cumpliéndose” (p. 135). Es importante considerar, tal como plantean del Valle et al (2010), que las presiones operativas impiden dedicar tiempo a la innovación. En efecto, la orientación temporal es uno de los primeros aspectos que marca una diferencia. La operación tiene temporalidades de corto plazo, mientras que la verificación de los resultados de la innovación no siempre será inmediata y nunca alcanzará los tiempos presupuestarios y de impacto que miden la operación” (p. 139). Estos temas son un desafío para los proyectos de innovación ya que se generan tensiones, pues si bien es cierto, se trata de un proceso emergente, la necesidad de resultados y la posibilidad de liberar recursos para las fases iniciales de la innovación, está cruzada por las dinámicas y particularidades organizacionales (del Valle et al, 2010). Esta discrepancia temporal merece análisis desde el punto de vista político, porque las distintas áreas de la organización respaldarán o no la innovación también teniendo en cuenta su disponibilidad para realizar las tareas que la innovación exija: la participación estará supeditada a una planificación integrada, que incluya sistemas para controlar el cumplimiento de metas y asignar incentivos. Es factible que la operación y quienes la sustentan se opongan a innovaciones que apunten a cambiar la correlación de fuerzas asignando nuevas tareas y responsabilidades a determinadas personas o 44 unidades. También es posible que actores secundarios —por ejemplo áreas subordinadas, funciones de apoyo— que quieran ganar mayor protagonismo impulsen con más entusiasmo proyectos innovativos que signifiquen ampliar sus tareas, recursos, decisiones, dotaciones, etc. Sin duda, uno de los mayores requisitos para la innovación será, entonces, conciliar la participación de todos los involucrados con interés y compromiso. Esto se consigue sólo si se logra penetrar en profundidad la configuración del poder. De lo contrario, el trabajo puede tener nulos o muy bajos efectos. También es importante recalcar lo que establecen los autores con respecto a que se requiere de un diseño estructural que sostenga y administre la innovación a nivel de la organización. Aquí aparecen un espacio operacional, que incluye la generación de ideas y su operacionalización en proyectos de innovación, y un espacio gerencial que hace referencia al gobierno del sistema expresado en decisiones respecto a sistemas de medición y control de gestión, asignación de recursos e incentivos (del Valle et al, 2010). Por tanto, se debe partir analizando la estructura formal que distribuye el poder en el sistema de gestión de innovaciones, de modo de adaptar el trabajo a la realidad de cada organización. Por otro lado, la gestión de la innovación producirá cambios en la homeostasis de la organización, de modo que puede ser necesario crear nuevos grupos de trabajo, nuevos liderazgos o incluso cambiar ciertas cuotas de poder que los liderazgos existentes ostentan. Además, tal como apuntan Hansen y Birkinshaw (2007), también sucede a menudo que en las organizaciones descentralizadas, los gerentes de las distintas divisiones tienen el poder para negarse a adoptar las innovaciones ya aprobadas por otras instancias de la organización. Por todas estas razones, para que una idea pueda llegar a convertirse en una innovación real, es necesario, entre otras muchas evaluaciones, realizar un juicio previo sobre su viabilidad política. En esto, precisamente, consiste el aporte de un modelo de análisis político para los sistemas de gestión de la innovación. A partir del análisis de viabilidad, emergen también orientaciones específicas respecto de las acciones que permitirán llevar una innovación desde el ámbito de las proposiciones al de las aplicaciones reales. 45 II. 3. Modelo de análisis político de un sistema de gestión de la innovación De acuerdo con todo lo que se ha visto hasta ahora, queda claro que la implementación de un modelo de innovación no puede hacerse como la de un puente sobre un río, con un grupo de ingenieros que planifican, instalan, terminan su trabajo y se van. Cuando se trabaja con personas, en un entorno más o menos politizado, el proceso es más complejo y puede requerir varios ajustes durante su implementación. Los encargados de producir una innovación deben tener esto en cuenta tanto durante la planificación y creación del modelo como en todo momento mientras se van cumpliendo las distintas etapas de su aplicación. Por ello, una vez elegido el modelo de gestión de la innovación que se usará, es necesario pasarlo por el filtro de las variables políticas que incidirán en su aplicación. El proceso creativo de la innovación debe estar contenido en un diseño organizacional que lo haga posible, pero éste se hace insuficiente si sólo considera instrumentos de administración orientados al comportamiento racional individual, como las metas de desempeño, los controles y los incentivos. La conducta política, caracterizada por su colectividad y su carácter emergente, también debe tomarse en consideración. II.3.1. Análisis político de la organización (Fase 1) En primera instancia, se necesita conocer la situación del poder y su distribución en la organización que se desea intervenir. Por esta razón, proponemos el estudio de su poder formal, poder informal y las personas claves o líderes que influirán en el proceso. Poder formal El estudio del poder formal, como asignación racional de las atribuciones que tienen las distintas personas y partes de la organización, nos permitirá establecer cómo fue concebido y organizado el poder, independientemente de cómo sea su flujo y funcionamiento real. Para ello necesitamos estudiar las distintas partes de la organización (ápice estratégico, línea media si la hay, núcleo operativo, staff de apoyo y tecno estructura si los hay, etc.) y la distribución del poder en ellas. 46 Debemos observar también si hay y qué tan importantes son las influencias externas (recordemos que cuanto mayor sea el control externo, mayor será la centralización y burocratización de la organización). Luego se deberá establecer cuál es la configuración organizacional o, al menos, a cuál se acerca más (estructura simple, burocracia máquina, burocracia profesional, estructura divisional o diversificada, adhocracia). Esto nos permitirá saber dónde está la parte clave de la organización, que debería ostentar el poder desde un punto de vista formal, además del tipo de descentralización existente, con lo que veremos de qué manera fluye este poder hacia y desde las distintas partes de su estructura. Una vez realizado este análisis, es necesario observar qué tan legitimada está la autoridad de los distintos cargos, es decir, ver en qué medida este poder formal se ejerce y funciona como fue concebido, enumerando además sus deficiencias o vacíos. Poder informal Después de establecer cómo es el poder formal, debemos concentrarnos en el poder que carece de autorización formal, el que no se ha certificado de manera oficial, pero tiene eficacia causal sobre el comportamiento de la organización. Es necesario observar de qué manera el poder informal o la política corrige las deficiencias o vacíos que encontramos en el estudio del poder formal, así como analizar en qué medida flexibiliza las estructuras que pueden ser demasiado rígidas en el quehacer diario de la organización. Primero debemos establecer cuál es el régimen político predominante en la organización en general y de sus partes (puede ser diferente en distintos departamentos o divisiones). Estableceremos si se trata de una autocracia, burocracia, tecnocracia, cogestión, democracia representativa o democracia directa. Por último, debemos establecer si en la organización estudiada -o en la división o parte que nos interesa-, la política está sólo presente, sin ser dominante, o bien si se trata del sistema de influencia dominante, rompiendo los sistemas formales establecidos o surgiendo de sus debilidades y deficiencias. 47 En el caso en que la política sea el sistema dominante, consideraremos, entonces, que estamos frente a una organización política, en términos de Mintzberg, a la que deberemos caracterizar según su forma de organización política: estableceremos si funciona como confrontación, alianza débil, organización politizada o arena política completa. Líderes Por último, en el análisis político de la organización, debemos reconocer cuáles son los líderes, que constituirán personas clave a la hora de intervenir. Son personas que necesitaremos convencer e involucrar en el cambio, pues con ellas podremos “arrastrar” al resto. Debemos, entonces, determinar quiénes son y sobre quiénes ejercen su liderazgo, es decir, cuál es su área de influencia. 48 II.3.2. Análisis político del modelo de gestión de la Innovación Una vez realizada esta primera fase, se debe proceder con el análisis político del modelo de gestión de la innovación que desea implementarse. Para ello, se deben tener en cuenta las siguientes variables: 1. Origen del proceso de innovación ¿Quién determina el inicio de un proceso de innovación en cada modelo de gestión de la innovación? Al estudiar la configuración del poder en la organización, hemos podido aclarar su nivel de centralización, de formalización, su ideología y la parte clave de la organización, es decir, el grupo desde donde emana con mayor fuerza el poder, de modo que tendremos más clara la disponibilidad de las personas a aceptar nuevas influencias según de dónde provengan. Por eso, debemos atender al origen de la innovación, es decir, observar si las ideas propuestas vienen de afuera de la organización o de adentro; si vienen de un departamento o división; si provienen de las autoridades o de los niveles operativos, etc. Esta iniciativa determinará el estilo político que mejor describa el proceso de la innovación: top-down, salido de los ejecutivos, basada en la jerarquía establecida en la estructura; bottom-up, es decir, salido de las bases, basado en el contacto con el trabajo y por tanto con reglas propias potencialmente diferentes a las que establece la estructura; salido de los técnicos o expertos, respaldado en un saber teórico, o bien de los operativos respaldado en un saber práctico. 2. Alcance del proceso de innovación Definido como las partes de la organización que serán objeto de la innovación. No siempre una innovación está pensada para toda la organización, en todos sus niveles. Es posible que sólo un departamento o división de la organización sea objeto de la innovación o bien que sólo un grupo o incluso un nivel del organigrama sea involucrado. Puede ser que la innovación afecte de manera transversal a las áreas funcionales o especialidades de la organización (y por tanto requiera más apoyo y colaboración) o, por el contrario, que se limite al marco reducido de los especialistas (innovaciones más privadas). A pesar de que puede decirse que las organizaciones se benefician en conjunto de los efectos positivos de la innovación, el efecto político será muy diferente en los casos en que se involucra a todos y los que sólo abordan una parte. También debe considerarse que ciertas innovaciones respectan a procedimientos o 49 formas de trabajo del nivel operativo, mientras otras pueden significar que niveles directivos deben ceder autonomía. En estos casos, será necesario considerar las siguientes preguntas: ¿qué parte de la organización que se verá mayormente involucrada? ¿Cuál es la situación política existente en ella (de acuerdo con el análisis previo que se realizó)? Las respuestas a estas preguntas permitirán determinar las repercusiones del proceso de innovación según hasta dónde esté planteado su alcance. 3. Nivel de especialización técnica de la innovación Complementario con lo anterior, la propuesta de innovación que se busca realizar muchas veces no afecta realmente a toda la organización ni a todos los participantes de una unidad, por razones vinculadas a la naturaleza técnica de la innovación propuesta. En estos casos, se debe tener en cuenta que, al ser necesario un nivel de conocimiento especializado previo para tomar parte en la innovación, el conocimiento se convierte en una base de poder. Por este motivo, es importante establecer quiénes serán los más afectados y las partes básicas de la organización más necesarias dentro del proceso de innovación, también desde el punto de vista de su nivel de especialización. Las preguntas pertinentes son: ¿En la innovación participarán sólo personas con determinado nivel de especialización técnica? Y, en caso afirmativo, ¿qué nivel de especialización tienen las personas más afectadas y/o necesarias para la implementación de la innovación? 4. Nuevos grupos de poder Es posible que, a raíz de la innovación, se establezcan nuevos grupos de poder o grupos existentes adquieran mayor poder del que tenían, generando un flujo de redistribución del poder. Esto también debe preverse, teniendo un conocimiento acabado de la estructura de poder tanto formal como informal de la organización. En el caso de que la organización tenga predominancia de la actividad política, es decir, cuando se trata de una “organización política”, es de vital importancia tener clara la forma de organización política predominante, lo que permitirá observar el funcionamiento de los grupos de poder, dado que ellos no están oficialmente establecidos y se necesitará un análisis más profundo. La posibilidad de que, a raíz de la innovación, surjan nuevos grupos con poder o se empodere a grupos y personas previamente no empoderadas, complejiza la situación frente a los antiguos portadores de la mayor influencia. La situación deberá preverse de modo de poder facilitar el proceso con un plan de acción previo. El modelo de gestión de innovación deberá plantear las siguientes preguntas: ¿van a formarse equipos de proyecto, fuerzas de tarea, comités directivos, etc.? Si es así, ¿qué incentivos de orden político se les han 50 asignado (tomar decisiones, conformar presupuestos, seleccionar proyectos, etc.? ¿Serán transitorios o permanentes? La respuesta a estas preguntas permitirá planear estrategias para prevenir situaciones complicadas provenientes del empoderamiento de estos nuevos grupos y de las eventuales cesiones y negociaciones que se puedan necesitar para hacer viables las innovaciones. 5. Cambios organizacionales En esta categoría de análisis se incluyen cambios en la organización del trabajo que potencialmente afectarán al régimen político requerido en la empresa, incluyendo aquellos cambios que eventualmente se espera lograr en este aspecto. Algunos cambios organizacionales pueden ser más bien sencillos, en la medida en que se pueden verificar sin modificar el régimen (democrático, autocrático, etc.), mientras otros pueden significar que se deberá operar con regímenes políticos diferentes de los establecidos en ciertos momentos o bien cambiar definitivamente el régimen existente. Por ejemplo, si se integran profesionales en la actividad de una organización que anteriormente no estaba profesionalizada, ello conllevaría de seguro una descentralización vertical y horizontal, dando más poder al núcleo operativo. Todos estos cambios, requieren un esfuerzo enorme y muy delicado desde el punto de vista político. Antes de implementar la innovación, será necesario tener en consideración la siguiente pregunta: ¿se contemplan cambios en la distribución de incentivos, ascensos a personas o cambios de la estructura organizacional? De este modo podrán anticiparse a los cambios en que se verán involucrados los trabajadores y prepararlos para la nueva situación, facilitando así su involucramiento y colaboración. 6. Traspaso de poder Es necesario establecer si determinadas autoridades o cargos deberán traspasar poder formal con motivo de la introducción de innovaciones. Es muy probable que ciertas personas adquieran un poder que antes no tenían o bien que aparezcan nuevos cargos que deberán instalarse en la configuración de poder existente. Es vital, en este proceso, tener en cuenta la forma de organización política real existente en la organización, además de la estructura formal, puesto que muchas veces, especialmente en las organizaciones que Mintzberg considera “organizaciones políticas”, una autoridad formal no necesariamente es la que sustenta el mayor poder, dada la enorme variedad de juegos políticos que subyacen. Es necesario anticiparse a la manera en que el 51 conflicto será recibido por los grupos que efectivamente ostentan poder, en relación con la manera en que usualmente se enfrentan los conflictos en la organización estudiada. En este sentido, el sistema de gestión de innovación debe contemplar las reglas que tiene que seguir y los controles que tendrán que operar ante cualquier tentativa de cambio organizacional que signifique modificar atribuciones. Las preguntas que debe incluir el modelo de gestión de la innovación son: ¿Hay algún gerente o grupo de gerentes a cargo de pedir cuentas y aprobar las proposiciones del sistema? ¿Hay una persona a quien se acude cuando existe un conflicto? ¿Existe una persona o grupo de personas que anteriormente hayan impedido que se realicen cambios de algún tipo? En caso afirmativo, estos grupos o personas individuales deberán ser involucrados (y convencidos) de manera previa en la planificación de la innovación, de modo de contarlos entre los apoyos y no entre los obstáculos para el proceso. 7. Incentivos y beneficios políticos Es vital aclarar cuáles serán los beneficios que obtendrá cada uno al participar de e involucrarse en gestión de la innovación, entendidos como acceso y control de bases de poder. En esta categoría se representan las ganancias de un actor en términos de influencia y poder sobre un tema, un área de la organización, una relación con clientes, proveedores, reguladores o instituciones del entorno que provean recursos. Se descartan los incentivos económicos porque suelen ser los más evidentes en los modelos. En este apartado, deben considerarse las siguientes preguntas con respecto a cada grupo, cargo o persona que se considere clave en el proceso: ¿Esta persona/grupo adquiere influencia sobre otros que antes no tenía? ¿Cambiará de manera positiva su relación con sus pares, los clientes, proveedores, instituciones externas o con otras áreas de la empresa? En caso afirmativo, debe tomarse en consideración a la hora de preparar a las personas para la innovación, comunicándoles estos beneficios políticos esperados a modo de incentivo. 52 53 CAPÍTULO III APLICACIÓN DEL MODELO DE ANÁLISIS POLÍTICO A DOS SISTEMAS DE GESTIÓN DE LA INNOVACIÓN Como se mencionaba más arriba, para el presente análisis se ha seleccionado a los modelos de Mulgan y Albury y de cadena de valor de la innovación por el hecho de que ambos son bastante completos en comparación con la mayoría de los modelos encontrados en la literatura disponible, además de ser los dos recientes y aplicables a la mayoría de las organizaciones, abarcando con ambos el sector público y privado. III. 1. Análisis del modelo de Mulgan y Albury Como se mencionaba anteriormente, este modelo fue creado para organizaciones públicas. Planteado en cuatro etapas: generación de posibilidades, incubación y creación de prototipos, reproducción y ampliación y, por último, análisis y aprendizaje. Fase 1. Análisis político de la organización Poder formal En una organización pública, por lo general, el poder formal está muy jerarquizado y el ápice estratégico tiene una alta dependencia de influencias externas (autoridades de gobierno, organizaciones internacionales, etc.). Los trabajadores que se encuentran en el núcleo operativo, especialmente en el caso de una organización pública que preste servicios, tienen relación directa con el público y/o los clientes, mientras que a los de la línea media se accede con mayor dificultad, por medio de trámites burocráticos o intermediarios. El ápice estratégico tiene aún más distancia con el público. El poder suele estar altamente centralizado, con una configuración organizacional cercana a la estructura simple, sin embargo, la dinámica del poder no fluye sólo de manera vertical hacia abajo, sino también desde los usuarios o clientes hacia el ápice estratégico, pues ellos tienen la capacidad de influencia cada cierto tiempo por medio de los votos y también en el día a día por presiones frente a los medios de comunicación y la opinión pública, que ejercen importante influencia en la toma de decisiones de las autoridades. 54 La legitimidad de los cargos emana de distintas fuentes que pueden llegar a ser conflictivas entre sí: por un lado, la designación por parte de las autoridades más altas (cargos de confianza del Presidente de la República, por ejemplo), por otro lado, la votación popular (cargos elegidos de este modo) y, en tercer lugar, la capacidad técnica (cargos que se obtienen por concurso público). En unos casos la legitimidad provendrá de las capacidades técnicas y en otros de las capacidades políticas o de relación con las autoridades superiores. Sin embargo, en todos los casos se requiere, además, de la legitimación por parte del equipo de trabajo. Puede suceder, por ejemplo, que una autoridad sea “la cara” de la organización frente a los medios de comunicación, pero que realmente en el equipo quien ejerza las influencias sea una persona con un cargo inferior. Con respecto a las deficiencias y vacíos posibles de encontrar en las organizaciones públicas, cabe destacar que los procedimientos altamente burocráticos y formalizados, propios de instituciones con fuerte influencia externa, suelen significar que en la práctica una gran lentitud y a veces ineficiencia en la comunicación que fluye desde el núcleo operativo hacia las instancias superiores y en general de abajo hacia arriba en cualquier parte de la organización. Poder informal Las deficiencias del poder formal en las organizaciones públicas suelen tener que ver, entonces, con la lentitud y excesiva burocracia de los canales formales de comunicación, de modo que las vías informales se vuelven muy importantes en todos los niveles. Por ejemplo, en el núcleo operativo, un empleado que se encariña o siente compasión por un determinado usuario, puede tomar su formulario y ponerlo encima de la pila de todos los otros formularios, de modo que obtenga respuesta antes que los demás; igualmente un miembro del staff puede buscar por los pasillos a la máxima autoridad para conversar sobre el problema técnico que lleva meses archivado y lograr de ese modo que se agilice el proceso, saltándose a todas las autoridades intermedias. Una tercera vía muy común es dirigirse a los medios de comunicación, por ejemplo, en el caso de que los altos mandos de gobierno no estén prestando atención a la organización por atender a otros asuntos que van primero en la agenda establecida. En las burocracias se da que al estar muy definidos los ámbitos de competencia de cada subsistema, ciertos problemas o necesidades ambiguos, transversales o novedosos no encuentran sede de manera espontánea, dando espacio a la actividad política destinada a ganar influencia sobre esa área de incertidumbre. 55 En cuanto a su régimen político interno, la mayoría de las organizaciones públicas son una mezcla de burocracia y tecnocracia donde la política está presente sin ser dominante. Sin embargo, en algunos casos puede suceder que haya personas con cargos obtenidos por concurso público o inamovibles designados por administraciones anteriores que tengan opiniones políticas encontradas con otros que ostentan cargos de confianza de las autoridades de gobierno. En estos casos puede producirse una cogestión o bien puede suceder que la política tome más importancia y entonces se llegue a situaciones de confrontación. De todos modos, dada la dependencia de leyes y procesos burocráticos, es difícil que dentro de las organizaciones públicas llegue a haber estados de alta politización interna, como el de arena política completa. Líderes Los liderazgos provienen, en gran medida, de la autoridad de los cargos, aunque es esperable que se produzcan otros dentro de los equipos de trabajo, especialmente dadas las deficiencias formales mencionadas. Las personas con más capacidad para acercarse a las autoridades y generar cambios pueden ejercer liderazgos de tipo informal, al igual que los técnicos que están por debajo de los cargos más políticos cuando estos últimos están en manos de personas con menor experiencia y conocimientos en el área. Fase 2. Análisis político del modelo de gestión de la innovación. 1. Origen del proceso de innovación Mulgan y Albury proponen como primera etapa la generación de posibilidades, haciendo hincapié en el hecho de que los organismos públicos están sometidos a un escrutinio político y mediático constante que dificulta tomar riesgos a la hora de innovar. En esta etapa recomiendan poner atención intensiva a las opiniones de los usuarios, personal de primera línea y gerentes de nivel medio, lo que nos indica que las ideas pueden venir tanto del exterior como del interior de la organización, priorizando en este último caso los estamentos más bajos del organigrama. En este sentido, se trata de un modelo bottom-up en la búsqueda de ideas. En esta situación, estar más cerca del público se convierte en un factor de empoderamiento para las bases de la estructura organizacional, aunque esto puede encontrar dificultades para 56 que los altos cargos estén abiertos a escuchar ideas provenientes de más abajo en la organización. Los autores proponen, para producir buenas ideas, entre otras iniciativas, garantizar una fuerte diversidad del personal para explotar las diferencias, entendiendo que incluso el conflicto que puedan provocar estas diferencias favorece la creatividad, pero no está exento de dificultades políticas, como la probable confrontación entre personas con ideas demasiado diversas y capacidades de controlar bases de poder. El modelo muestra poca preocupación por el conflicto político interno, como puede verse también en otras iniciativas propuestas, como el rompimiento de reglas y la promoción de competencia entre equipos, ambas capaces de provocar cambios de tipo político también. De este modo, la primera etapa planteada por Mulgan y Albury puede tener grandes efectos políticos ya desde el comienzo, por el sólo hecho de empoderar a las bases y romper las reglas cotidianas, promoviendo que se originen ideas en espacios donde antes ello no sucedía. Es importante preguntarse, entonces, hasta dónde las autoridades y quienes ostentan el poder en la organización serán capaces de tolerar estos espacios diferentes, que les roban el protagonismo. 2. Alcance del proceso de innovación En el modelo se habla de comenzar con pilotos o prototipos para luego ampliar los que resulten exitosos a gran escala. Se entiende, entonces, que apunta a innovaciones que afectarán a toda la organización en términos geográficos, aunque no necesariamente involucre a todas las partes de su organigrama. La gradualidad con que se aborda esta meta es un factor que favorece su viabilidad. 3. Nivel de especialización técnica El modelo de Mulgan y Albury no se hace cargo, realmente, de este tema, pues sólo menciona la importancia de la repercusión de la innovación en los usuarios del servicio que proporciona la organización (salud, educación, etc.), sin atender a los que trabajan en ella. Por ejemplo, sería importante saber quiénes serán los encargados de seleccionar las ideas, pues es muy probable que se trate de personas con determinado nivel de especialización técnica y cuyo poder se incremente al estar a cargo de la toma de decisiones con respecto a qué innovaciones se tendrán en cuenta y, por tanto, qué 57 cambios podrá llegar a sufrir la organización en el futuro. El modelo de Mulgan y Albury no especifica este punto de vital importancia a lo largo de todo el proceso de innovación. ¿Serán las autoridades externas a la organización? ¿Los altos ejecutivos? ¿Los técnicos del staff? ¿Asesores externos contratados para esta función? Y, en tales casos, ¿cuál será el grado de legitimidad que tendrá esta selección? Por ejemplo, si personas externas a la organización son las encargadas de seleccionar las ideas, podría ser que tengan menor legitimidad entre los trabajadores a la hora de ponerlas en práctica; o bien si se trata de autoridades y altos ejecutivos, quizá podría producirse la duda sobre la selección, en cuanto a si se realizó priorizando beneficios políticos antes que las reales necesidades del público. Desde este punto de vista, sería más recomendable una selección realizada por un grupo que balancee lo político y lo técnico, con carácter multidisciplinario donde se incluyera a personas externas e internas a la organización, con las competencias técnicas adecuadas al tipo de innovación que se quiere realizar y el conocimiento suficiente respecto de la organización. 4. Nuevos grupos de poder Desde el momento en que se plantea el empoderamiento de las bases de la jerarquía, es decir, las personas que tienen acceso al público, se habla de un grupo que adquiere nuevo poder. Esto se refiere a que el flujo de ideas que proviene de estas bases, en la medida en que logra pasar las diferentes etapas hasta hacerse una realidad llegará a convencer a las personas de la organización de que lo que tenga que decir el núcleo operativo puede significar grandes cambios en la organización completa, luego es probable que las relaciones de poder cambien, especialmente en la forma en que los cargos de la línea media acojan iniciativas propuestas por ellos. De este modo, se produce una contribución clara a cambiar el flujo original del poder, de arriba hacia abajo, como se vio en el estudio inicial del poder formal. El modelo de gestión de la innovación, al establecer estos “espacios seguros”, así como el rompimiento de reglas y otras instancias estará provocando un flujo nuevo de poder desde abajo hacia arriba. Nuevos grupos tendrán poder que puede llegar a ser permanente, si se plantea un futuro de continua innovación, como recomiendan lo autores. 5. Cambios organizacionales El modelo se ocupa del cambio organizacional en general, promoviendo cambios en todo nivel, que puedan afectar a toda la organización. Para ello hace hincapié en cuidar la seguridad, de modo que estos cambios puedan 58 implementarse sólo una vez que están probados y aprobados. Los autores hacen mucho énfasis en el hecho de que las personas que trabajan en el sector público suelen ser bastante reacias al cambio, en un medio que tiene altas exigencias políticas del exterior y presiones externas referentes a resultados que afectan las vidas de las personas. Por eso que es vital prepararlas para cambios organizacionales profundos, estudiando los flujos del poder en la organización, lo que facilitará legitimar estos cambios, especialmente si se convence primero a las personas clave. El sólo hecho de proponer la necesidad de crear espacios seguros y prototipos que no pasen por el filtro de determinados cargos está dando por sentado que el cambio podría ser saboteado por ellos. Esto deja pendiente la preocupación por lo que ocurrirá con estas autoridades una vez que esos pilotos se aprueban y deben implementarse a todo nivel en la organización. Mulgan y Albury proponen dos maneras de instalar las innovaciones, una de las cuales es una orden dictada por la autoridad central, en los casos en que está probada la efectividad del piloto. En estos casos, ¿qué sucederá con quienes acatan esta orden? Los autores no aclaran este punto. Es recomendable anticiparse a los hechos y, por ejemplo, invitar a las personas claves (los líderes ya estudiados) a conocer el piloto y convencerlos a ellos primero, de modo que sean los guías a la hora de legitimar el proceso de manera previa a su instalación, con el fin de que la innovación no se sienta como una simple orden que hay que acatar, sino como algo positivo y beneficioso para todos, en que se contó con la participación de las personas de la organización. La segunda proposición es la diseminación de información sobre cómo se hizo el piloto, recomendada para los casos en que son los propios afectados los que están pidiendo la innovación. En estos casos no debería haber problemas políticos, sino más bien un deseo de los trabajadores por recibir la innovación que ellos mismos están solicitando. 6. Traspaso de poder Los autores no hacen referencia a este punto, que no es ajeno a las organizaciones públicas en su actuar cotidiano, teniendo en cuenta que muchas veces sus altos cargos están sujetos a votaciones y por tanto cada cierto tiempo debe traspasarse el poder. Sin embargo no vemos en el modelo de Mulgan y Albury ninguna alusión a lo que sucede cuando es la innovación la que provoca traspasos de poder, a pesar de la gran importancia que dan a la etapa de “reproducción y ampliación”. Los autores enfatizan la necesidad de 59 que se haga todo lo posible por facilitar el proceso en que los pilotos son reproducidos a gran escala, pero no anticipan que es muy distinto lograr que funcione un piloto en un espacio seguro y protegido de las presiones cotidianas de la organización, respecto de lo que ocurrirá cuando, personas que ya están acostumbradas a funcionar de una manera, deban atenerse a cambios impuestos desde arriba. Especialmente en los tiempos que corren, cuando las organizaciones públicas se modernizan y acogen nuevas situaciones de la sociedad como, por ejemplo, la creación de un ministerio de la mujer, ante la alta demanda de atención a problemas relacionados con el género, donde se tratan casos que antiguamente estaban a cargo del ministerio del trabajo, el de salud y el de justicia. ¿Qué pasa con los antiguos líderes que tomaban decisiones que ahora deberán tomar otras personas en este nuevo ministerio? Es de esperar que pierdan una buena cuota de influencia, lo que podría no ser bien recibido y producir roces con las nuevas autoridades, dificultando el trabajo en conjunto. Nuevamente es recomendable primero convencer sobre la innovación a los líderes, las personas claves de la organización, para que ellos ejerzan influencia sobre los demás en pro de un buen funcionamiento de la innovación. El modelo de Mulgan y Albury es deficiente en cuanto a la necesidad de anticiparse a los conflictos internos relacionados con el poder. 7. Incentivos y beneficios políticos Podría decirse que es, precisamente, en las organizaciones públicas donde los incentivos y beneficios políticos podrían tener mayor importancia, especialmente teniendo en cuenta que muchas veces en el mundo político la experiencia y la preparación técnica no tienen especial preponderancia a la hora de adquirir influencia, en comparación con la ideología o la cercanía a las personas claves que ostentan el poder. Estos beneficios políticos pueden ser interesantes argumentos a la hora de convencer a la gente para participar en la innovación. De ahí que esta parte del análisis político es vital a la hora de implementar el modelo de gestión de la innovación de Mulgan y Albury, quienes no hacen alusión directa a este tema en su planteamiento. Lo que sí dejan claro es que, en la última etapa del modelo, llamada de “análisis y aprendizaje”, las presiones políticas pueden complicar la evaluación de las innovaciones, dado que los resultados con metas a largo y mediano plazo no satisfacen la necesidad de entrega inmediata que suele exigir el medio. De ahí que se hayan desarrollado las llamadas evaluaciones sumativas y los métodos de aprendizaje en tiempo real. Si bien no está planteado de forma directa en el modelo, se podría inferir que tales evaluaciones pueden llegar a 60 generar beneficios e incentivos políticos que de otro modo se verían truncados por la falta de inmediatez. Esto puede corresponder bien en relación a personeros con motivaciones políticas de mayor alcance, en tanto la promoción de una innovación, por local que resulte, pueda constituir un logro que favorezca la proyección. Conclusiones En definitiva, podemos decir que el modelo de Mulgan y Albury sí se hace cargo de la importancia del poder en la organización a la hora de innovar, aunque no se refiere a ello en extenso y tampoco plantea maneras de abordarlo que sean claras ni metodológicas. Simplemente menciona esta necesidad. Los autores hacen referencia al hecho de que los organismos públicos están sometidos a un escrutinio político y mediático constante que dificulta tomar riesgos asociados a innovar, además de la presión que significa el hecho de que las innovaciones realizadas pueden tener efectos mucho más graves en las personas (en contraposición con los efectos principalmente económicos que tienen las innovaciones de las empresas). Pero se omite que la visibilidad pública es también fuente de incentivos para ciertos actores, quienes de otro modo no encontrarían buenas razones para promover ciertas innovaciones. También en la etapa de “reproducción y ampliación” mencionan la “viabilidad política”, como una de las instancias que deben primar a la hora de seleccionar qué ideas y prototipos pueden ser convertidos en innovaciones y cuáles no. Pero se refieren a esta viabilidad política de las innovaciones de manera muy generalizada, sin tomar en cuenta la importancia de ver cada una de estas instancias por separado para el análisis de tal viabilidad. ¿Cómo sabremos si la innovación es viable desde el punto de vista político? ¿Qué hacer para lograr que lo sea? El modelo de Mulgan y Albury no da respuesta a estas preguntas, con lo que reduce las posibilidades de anticiparse a los conflictos internos. Las respuestas que se proponen en este análisis serían el estudio del poder formal e informal en la organización, así como el de quiénes son los líderes y cuáles son sus áreas de influencia, luego abordar a estos líderes para convencerlos en primera instancia, de modo de aplanar el camino político para la innovación. Otro aspecto en que el modelo se hace cargo tangencialmente del estudio político de la organización es la manera en que se evalúan las innovaciones implementadas, en la etapa final de “análisis y aprendizaje”, de manera que invita a realizar estas evaluaciones pensando en que la 61 innovación no puede responder a las presiones políticas ni a la entrega inmediata, por lo que requiere una manera de funcionar en el largo plazo sin perder de vista estas presiones. Esto puede contribuir a producir incentivos y beneficios políticos que de otra manera se verían frustrados por el no cumplimiento de metas demostrables en el corto plazo. Por estas razones, podemos decir que este modelo sí tiene en cuenta la política desde los comienzos, aunque sólo de manera muy generalizada y sin proponer maneras prácticas de abordarla a la hora de innovar en el sector público. III. 2. Análisis del modelo de Cadena de Valor de la Innovación El modelo creado por Hansen y Birkinshaw, dirigido principalmente a grandes trasnacionales, permite concentrarse en los puntos más débiles de la organización a la hora de innovar. Con esto facilita el trabajo con el poder, aunque no necesariamente se hace cargo de todos los puntos importantes. Fase 1. Análisis político de la organización. Poder formal Las grandes compañías trasnacionales tienen en su configuración organizacional, como base, la estructura divisional, donde la parte clave de la organización es la línea media, que sustenta amplio poder dada la descentralización vertical que favorece la independencia relativa de cada una de las divisiones. Es por esta razón que una de las principales dificultades que los autores mencionan con respecto al juego político en la innovación es, precisamente, la libertad que tienen los jefes de cada división para decidir si aceptar o no las innovaciones propuestas, aun cuando el ápice estratégico las haya aprobado. La propuesta del modelo es saltarse esta línea media de ejecutivos y permitir que la innovación se desarrolle en cápsulas protegidas no sujetas a la misma evaluación que el resto de la organización en términos de resultados. Lo que no plantean los autores es qué hacer una vez que la innovación es aprobada y debe instalarse en toda la organización, de manera semejante a lo que veíamos en Mulgan y Albury en la reproducción a gran escala. 62 La principal influencia externa de las compañías trasnacionales viene de la competencia y el mercado. Se trata de un ambiente de rápidos cambios que exige la respuesta de las organizaciones en tiempos cortos. Con respecto a la legitimidad del poder formal en estas compañías, obviamente hay diferencias según cada caso. Algunas priorizan la antigüedad, otras las competencias técnicas, etcétera. Depende del rubro y la cultura de cada organización, sin embargo, podría generalizarse respecto de algo: la diversidad de áreas geográficas que abordan estas empresas involucra diferencias entre las divisiones en la cultura organizacional, lo que puede contribuir a la legitimación del poder de las personas que sustentan cargos ejecutivos cuando ellos pertenecen al área geográfica correspondiente o la conocen lo suficientemente bien como para comprender sus costumbres y formas de trabajar. El liderazgo tendrá que ver, entonces, en gran medida con la capacidad de convertirse en una especie de mediador entre las personas que trabajan en cada división y los lineamientos generales de la organización entera. De ahí proviene la importancia de la línea media. Los vacíos y deficiencias pueden surgir también de esta configuración organizacional, especialmente cuando el ápice estratégico da órdenes contradictorias con las de la línea media. ¿De qué manera se resuelven los conflictos entre estas dos partes? Cada organización tiene su respuesta a esta pregunta, pero es esperable que se produzcan pugnas de poder importantes al respecto. Poder informal El régimen político predominante en las grandes trasnacionales tiene parte de tecnocracia, donde el poder se ejerce a partir del uso del conocimiento, la experiencia y la capacidad de resolver problemas relevantes, pero puede suceder que en las distintas divisiones se encuentren distintas formas de operar, con regímenes más cercanos a la burocracia o la autocracia, según las funciones de cada departamento y sus necesidades particulares. En cuanto al nivel de presencia del poder informal en estas organizaciones, sólo cabe decir que depende mucho de cada organización, no se puede generalizar, aunque sí es posible mencionar que las organizaciones 63 que se han formado a partir de la fusión de muchas compañías más pequeñas pueden presentar mayores diferencias entre divisiones respecto a su conducta política, en comparación con las grandes trasnacionales que se han formado añadiendo nuevas divisiones de la misma compañía. En el caso de las organizaciones formadas por la fusión y adquisición de otras empresas más pequeñas los restos de la forma de actuar de cada una de las organizaciones adquiridas quedan presentes en las distintas divisiones de manera que, al producir conflictos entre unas y otras, la política adquiere mayor preponderancia, convirtiéndolas en organizaciones politizadas o, incluso, llegando a veces a niveles muy altos de politización, que podríamos considerar de “arena política completa”, según la nomenclatura de Mintzberg. Liderazgo Los liderazgos adquieren vital importancia en estas organizaciones, dado que, en cierta medida, los altos ejecutivos de cada división se convierten en verdaderos señores feudales a cargo de defender y proteger sus feudos, además de hacerlos competir con los demás. Es un desafío para el ápice estratégico, entonces, mantener relaciones estables y permanentes entre ejecutivos y limitar el grado de poder de estos liderazgos, en pro del funcionamiento más homogéneo de la compañía. Los gerentes regionales, por ejemplo, pueden tener una importante función a este respecto, logrando influencia sobre los jefes locales. Vale la pena mencionar la necesidad de darle a un nivel directivo a cargo de la innovación un perfil comparable a la línea media de tal modo que facilite la protección de las iniciativas que se quieren diseminar a mayor escala. Es probable, en todo caso, que la vía jerárquica sea poco relevante para estos efectos y se apueste por la imitación y traspaso horizontal de aprendizajes. Fase 2. Análisis político del modelo de gestión de la innovación 1. Origen del proceso de innovación Una de las principales preocupaciones de Hansen y Birkinshaw (2007) es, precisamente, el origen de la propuesta que quiere implementarse como innovación en una organización. En este sentido, la primera etapa del sistema, 64 llamada de “generación de ideas”, destaca la necesidad de buscar estas ideas tanto dentro como fuera de la organización, incluso fuera de la industria. El origen es importante en este sistema, pero por lo mismo se toma con precaución la manera de implementar estas ideas, teniendo en cuenta la receptividad de los individuos hacia todo lo proveniente de otros lugares o bien de diferentes sectores de la organización. El modelo invita a generar colaboración dentro de las distintas unidades, entre unidades y con grupos de fuera de la organización para esta etapa. Los autores proponen crear canales externos y entre unidades para facilitar la comunicación de ideas, problemas y posibles soluciones, pero no analiza el problema desde un punto de vista político. En este sentido, podemos decir que, al buscar la colaboración entre unidades, este modelo promueve la descentralización de la generación de ideas, que puede involucrar un cambio en la relación entre las distintas divisiones, considerando la necesidad de roce, discusión y participación entre personas que habitualmente no trabajan juntas. Este proceso debe tratarse con delicadeza, para que no produzca, en cambio, mayor competencia de la ya existente entre las divisiones. 2. Alcance del proceso de innovación El modelo en general considera que la innovación afectará, tarde o temprano, a toda la organización, independientemente del grado de amplitud de la tarea concreta de la que se trate. De todos modos, hacen alusión constantemente a la creación de nuevos productos, por lo que se entiende que estas innovaciones afectan principalmente a las áreas de investigación, producción, ventas y marketing, es decir, a todas las áreas exceptuando el staff de apoyo y el ápice estratégico. Otro problema relacionado con el alcance se encuentra en las situaciones en que la descentralización de la organización permite a determinados jefes o gerentes negarse a adoptar innovaciones que no los convencen. En estas situaciones, el modelo propone, como se menciona más arriba, formas de “saltarse” a estas autoridades. Las repercusiones de esto pueden venir después, en la implementación de la innovación una vez que se haya aprobado para toda la organización. 3. Nivel de especialización técnica 65 Al tratarse de nuevos productos o servicios, debería abarcar todos los niveles de especialización técnica, desde los que diseñan los nuevos productos hasta los que participan en su fabricación con las manos o quienes entregan al cliente final los servicios. Eventualmente, la relevancia que se da a las redes hace impreciso el perfil técnico de las voces más autorizadas en el proceso de innovación. Los autores destacan la importancia que la innovación tendrá para quienes serán incorporados a la organización después, es decir, que las nuevas contrataciones deberán incluir nuevos talentos o habilidades aptos para la nueva situación organizacional. Esto llevará también a un diferente acercamiento político de los “antiguos” trabajadores hacia estos nuevos contratados. 4. Nuevos grupos de poder El modelo de cadena de valor no menciona directamente la aparición de nuevos grupos de poder, pero sí invita a crear grupos en el proceso de generación de nuevas ideas, grupos de pares que provengan de distintas divisiones, principalmente. Estos grupos podrían adquirir poder si se mantienen en el tiempo, al influir con sus ideas en el funcionamiento de la empresa. En este sentido es un modelo descentralizador e inclusivo, que promueve la participación. También las personas con acceso a las redes de información se convierten en nuevos empoderados. Los autores invitan a tener personas dedicadas a mantener relaciones con diversas fuentes de ideas para generar una red diversa, incluyendo clientes, usuarios, universidades, científicos, emprendedores, la competencia, proveedores, etcétera. En el caso de trabajar juntos, intercambiando conocimientos para la generación de ideas, este grupo de personas puede constituirse también en un grupo de poder dentro de la organización y requerirá por tanto el apoyo de los líderes de la organización formal tanto para darles orientación como para garantizar que no se convierta en un proceso disruptivo. 5. Cambios organizacionales: El sistema de Cadena de Valor de la Innovación es un modelo muy exigente con el cambio organizacional, dado que propone cambios en las formas de hacer, como la creación de redes, grupos inter-divisionales, espacios seguros frente a determinadas autoridades, entre otras. Todas estas 66 situaciones provocan cambios políticos que, sin embargo, sólo se abordan de manera generalizada en el modelo. Sí se ocupa del poder en cuanto al cambio de roles que la innovación puede generar. Es el caso de los “evangelistas de ideas”, quienes serán los encargados de convencer a otras personas clave para difundir la innovación a lo largo y ancho de la organización. Este rol no debería considerarse meramente técnico o especializado, sino un operador político capaz de buscar colaboración y promover una agenda de innovaciones que tenga asidero en la agenda estratégica de la compañía al más alto nivel. 6. Traspaso de poder Uno de los principales aportes del modelo a este respecto, como ya se ha visto, es la atención al problema que se genera en las organizaciones descentralizadas, cuando los jefes de cada división o área geográfica tienen el poder para negarse a financiar o establecer innovaciones en las que no creen. El modelo ofrece dos tipos de soluciones para esta situación: por un lado, diversificar los canales de donde proviene el financiamiento para la innovación; por otro lado, crear “safe havens”, o “cápsulas protegidas”, que defienden estos nuevos negocios o iniciativas del pensamiento de corto plazo y las limitaciones de presupuesto que se apliquen al resto de la organización, sin necesidad de aislarlas. En esta situación, se traspasa una cuota del poder de esta línea media de vuelta hacia arriba, al ápice estratégico, con lo que se tiende a centralizar las decisiones respecto de la innovación. Se requerirá alguna forma de incentivo y/o control por parte del ápice respecto de la conducta de los gerentes intermedios. 7. Incentivos y beneficios políticos El modelo no menciona beneficios ni incentivos políticos, aunque tiene un leve acercamiento al tema al mencionar algunos ejemplos en que gerentes que han actuado como “evangelistas de ideas” han adquirido cierta preponderancia o han tenido logros que valoran de forma personal. Sin embargo aún en estos casos no se puede considerar que los autores estén hablando exactamente de beneficios políticos, sino más bien situaciones gratificantes que no necesariamente aumentan el poder de la persona involucrada. Las personas que probablemente recibirán mayor beneficio en este aspecto son los encargados de las redes y los que formen grupos de distintas 67 divisiones con el fin de generar ideas. Puede decirse que la generación de ideas es el área donde mayores cuotas de poder se adquieren en este modelo, mientras que, por el contrario, en el desarrollo de esas ideas se reduce a veces el poder de ciertos cargos. Conclusiones En general, el sistema de cadena de valor tiene como principal interés fortalecer los llamados “eslabones débiles” de la cadena, por tanto se hace cargo en detalle de los posibles problemas que se encuentran en cada fase, incluyendo las principales dificultades políticas, aunque deja varios temas pendientes respecto del poder, como especificar los beneficios políticos para las personas involucradas en el proceso, plantear la situación política que se vivirá una vez implementadas las innovaciones que han sido protegidas en los “safe havens” y, en general, explicar las repercusiones políticas de cada etapa. Por otro lado, carece de un estudio acabado sobre quiénes son las personas clave que deberán convencerse antes de la implementación de innovaciones, como, por ejemplo, los altos cargos regionales o los directivos del ápice estratégico, quienes deberán involucrarse en el proceso para apoyar su desarrollo, recuperando poder antes otorgado a ejecutivos de más bajo rango en el organigrama. 68 CAPÍTULO IV CONCLUSIONES En el contexto acelerado del mundo actual, donde se exige “innovar o morir”, proliferan los sistemas de gestión de la innovación. Cada vez más completos y detallados, dirigidos a tipos específicos de organizaciones, estos sistemas o modelos tratan de abordar todas las áreas posibles, pero hay una de estas áreas del conocimiento en el mundo organizacional que queda pendiente hasta el momento: el poder. El presente trabajo se hizo con el objetivo de entender mejor la influencia del poder sobre los modelos de gestión de la innovación y ofrecer un modelo de análisis como herramienta teórica para estudiar de manera más completa y adecuada tanto las características de la organización que recibe la implantación de un sistema de gestión de la innovación con respecto al poder político, como el modelo empleado para lograr que la innovación sea adoptada de manera más efectiva, a partir del conocimiento del comportamiento político en organizaciones. Es necesario que las personas encargadas de estudiar la gestión de la innovación tengan en cuenta que las organizaciones son sistemas políticos, donde juegan un rol en conjunto el poder formal y el informal, éste último con un grado de legitimidad no menor, dada su capacidad de flexibilizar estructuras demasiado rígidas y llenar vacíos de la estructura del poder formal. El conocimiento sobre el poder dentro de una organización puede significar una verdadera diferencia en el logro de los cambios que se desean implementar. Un mal manejo de la gestión de la innovación con respecto al poder puede encontrarse con la sorpresa de la inviabilidad política. La innovación como un acto puede considerarse una conducta libre, pero como proceso organizacional debe ser entendida como un fenómeno social, donde la confianza y la influencia permiten la difusión de novedades. En la búsqueda de producir un aporte teórico a la gestión de la innovación y también al estudio de las organizaciones, este trabajo se ocupó de sintetizar, ordenar, y clasificar las distintas formas como se ejerce el poder en ellas, priorizar los temas más relevantes de estudio al respecto y aplicarlos 69 al análisis de los sistemas de gestión de la innovación. Con esto se aislaron variables suficientes para crear un modelo de análisis que permite estudiar, por un lado, el poder en las organizaciones y, por otro, evaluar los sistemas de gestión de la innovación desde el prisma del poder. El modelo puede usarse para señalar mejoras a estos sistemas, pero también puede servir como orientación a los responsables de gestión de la innovación en sus necesidades prácticas. En cuanto a las organizaciones, el modelo propuesto exige analizar su poder formal, poder informal y liderazgo. Dentro del poder formal se deben estudiar las partes de la organización, la influencia externa, la configuración organizacional, la legitimidad de los cargos de poder y, por último, las deficiencias y vacíos que quedan; dentro del poder informal, se deben analizar el régimen político existente, el nivel de dominancia de la política (es decir, si está sólo presente o es el sistema dominante) y, en los casos en que se trate del sistema dominante, la forma de organización política que se constituye; por último, en cuanto al liderazgo, se debe detectar quiénes son los líderes y sobre quiénes tiene influencia cada uno de ellos. En cuanto al sistema de gestión de la innovación, las variables para tener en cuenta son: orígenes del proceso (dentro o fuera de la organización, en qué parte de ella, etc.), alcance de la innovación dentro de la organización (a quiénes afecta), nivel de especialización técnica involucrado, nuevos grupos de poder si los hay, cambios organizacionales necesarios para la innovación, traspaso de poder requerido para la innovación y, por último, incentivos y beneficios políticos para las personas involucradas, si los hay. A partir de la aplicación de este modelo descubrimos que los sistemas de gestión de la innovación estudiados no incluyen la mayoría de las variables, lo que indica que no hay un interés profundo por el estudio del poder en ellos. Es decir, que en los modelos estudiados, hay una deficiencia en el análisis de un factor tan importante para la innovación como es el poder, que podrá significar la diferencia entre lograr o no el cambio deseado en el largo plazo. En las pocas apariciones del concepto de poder o el de política observadas, se ve que ambos modelos consideran los juegos políticos como un obstáculo para la innovación, incluso como una disfunción que debe ser corregida. Ello se contradice con la realidad de que la política puede —y debe— ser considerada como un aspecto factible de incluir entre los que favorecen la innovación, si se la utiliza de manera inteligente. Hacer una evaluación respecto al éxito de estos modelos requeriría levantar información y ponerla en contacto con el esfuerzo de conceptualización aquí realizado. 70 Una de las preocupaciones más presentes en los dos modelos estudiados es la probabilidad de que determinadas personas que gozan de cierto rango, puedan ser un impedimento para la innovación. En el modelo de Mulgan y Albury se menciona la necesidad de dar la orden desde la autoridad central, por ejemplo, mientras que el modelo de Cadena de Valor recomienda la creación de espacios libres de la autoridad de esos jefes o personas con cierto cargo de poder. Sin embargo, en ambos modelos el impedimento esperado tiene que ver con que las autoridades no crean en el proyecto de innovación, lo que no se menciona es la posibilidad de que las autoridades sean reacias a cambios que puedan reducir su poder. Del mismo modo, en ambos modelos se puede observar una gran preocupación por lo que sucede antes de lograr la innovación, pero poca preparación para lo que sucede después, es decir, que hace falta una proyección de qué sucederá con determinados cargos, puestos de trabajo que quedarán a cargo de nuevos jefes o, incluso, el aumento o disminución de influencia de divisiones completas en una organización. Se debe preparar a las personas para saber qué esperar y facilitar la cooperación con las nuevas circunstancias desde el punto de vista del poder. Si bien por motivos de la extensión y el tiempo disponibles para este trabajo fue necesario acotar la cantidad de modelos de gestión estudiados, durante la selección se encontraron muchos otros modelos, ninguno de los cuales destacaba por la presencia del poder entre sus planteamientos. Los dos modelos aquí presentados son recientes y abordan dos áreas del mundo organizacional (organizaciones públicas y grandes transnacionales) que en conjunto representan un amplio espectro de organizaciones en el mundo. Por este motivo, consideramos que son lo suficientemente representativos para decir con propiedad que todavía la gestión de la innovación está en deuda con el estudio del poder. De todos modos, el modelo aquí propuesto queda abierto para el análisis de otros sistemas de gestión de la innovación, esperando que pueda ampliarse y complementarse lo aquí estudiado en el futuro. Queda pendiente crear instrumentos para el estudio del poder en las organizaciones, que permitan dar valores a las variables y medir cualitativa y cuantitativamente los parámetros aquí propuestos. Estos instrumentos requieren para su creación de un grupo interdisciplinario que incluya expertos en psicología, gestión de empresas, comunicaciones y estadística, entre otros. 71 Teniendo estos instrumentos disponibles, será posible, antes de iniciar un proceso de gestión de la innovación, estudiar el poder en la organización, buscar las carencias del modelo elegido e incluir la dinámica del poder, con lo que el trabajo será más completo y eficiente para el logro del objetivo planteado. El análisis organizacional no cuenta con modelos de diagnóstico político muy populares, y eso podría cambiar a partir de esfuerzos como el desplegado en el presente trabajo. Por último, cabe mencionar la esperanza de que el modelo ofrecido resulte cómodo y útil también para otras áreas del estudio de las organizaciones, como conducta organizacional, ética y comunicaciones, entre otros muchos. 72 VI. BIBLIOGRAFÍA 1. COOPER, R.G (2005). Product Leadership USA: Basic books. 2. DEL VALLE, A., ABARZÚA, E., CONTRERAS, F. (2010). Innovar contra la corriente. Santiago, Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado. 3. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA DE LA LENGUA. Diccionario de la lengua española. Recuperado de www.rae.es 4. DRUCKER, P. (1985). La Innovación y el empresario innovador. Barcelona, España: Ed. Edhasa. 5. EVELEENS, C. (2011) Innovation management; a literature review of innovation process models and their implications. 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