ii. experiencias vocacionales particulares en el at

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II. EXPERIENCIAS VOCACIONALES
PARTICULARES EN EL AT
La Biblia no contiene ningún tratado o estudio sistemático sobre la vocación. La vocación
particular se presenta existencialmente, es decir, tal como acontece en personas concretas y es
narrada mediante los relatos vocacionales. Esas experiencias vocacionales particulares
consignadas en la Sagrada Escritura son la realidad bíblica que, releída desde un carisma,
constituyen el fundamento germinal de la vocación particular a la Vida Religiosa (cf., por
ejemplo, CLARET, ANTONIO Mª, Autobiografía, Edi. del bicentenario a cargo de José Mª Viñas y
Jesús Bermejo, Editorial Claretiana Buenos Aires 2008, nn. 113-120).
Nos ocupamos, pues, en este capítulo de las experiencias vocacionales particulares en el
AT , como fundamento bíblico germinal de la vocación a la vida especialmente consagrada. Para
entender en toda su amplitud las vocaciones particulares es necesario acercarnos a ellas abriendo
tres ventanas, como se diría en el lenguaje informático:
• Ventana del contexto, es decir, del plan de Dios (contexto remoto) y de la vocación del
pueblo escogido (contexto inmediato). Esto nos permite conocer el sentido teológico de la
vocación particular, su por qué y para qué.
• Ventana de la estructura fundamental de los relatos en que se ofrecen. Tenemos así
acceso a los elementos de la vocación y a las claves de la misma.
• Ventana de la «lectio divina». Estudiar y hacer objeto de «lectio divina» las vocaciones
particulares del AT consolida la reflexión teológica y será de gran provecho personal.
1. EL CONTEXTO: LA VOCACIÓN-MISIÓN DEL PUEBLO DE DIOS
Como acabamos de decir, el contexto o el marco de referencia de las vocaciones
particulares lo constituye, en última instancia, el plan de Dios que desemboca -en su momentoen la vocación del pueblo escogido. Ahora no nos interesa detenernos en consideraciones sobre el
plan de Dios. Es un contexto muy remoto. Sólo haremos un brevísimo apunte sobre él que nos
ayude a situar la vocación del pueblo de Dios (contexto inmediato de las vocaciones particulares).
En este sentido, ofreceremos algunas reflexiones sobre la vocación de Abraham, origen del
pueblo de Dios, y sobre la vocación propiamente dicha del pueblo.
1.1. Plan de Dios
En los once primeros capítulos del Génesis se presenta el proyecto original de Dios. Su
plan parte de una bendición inicial: su voluntad de que todos los seres humanos participen de la
vida divina siendo hijos en el Hijo y pueblo de hermanos (= Reino).
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II. Experiencias vocacionales en el AT
La bendición inicial se torna maldición a causa del pecado... Sin embargo, para llevar
adelante su designio, Dios decide elegir y fundar un pueblo que visibilice y signifique la
bendición inicial, es decir, la vuelta de la humanidad a Él y tenga esta tarea como vocaciónmisión. Por medio del pueblo se ha de realizar, pues, la bendición de toda la humanidad.
1.2. El pueblo de Dios: su origen y su vocación
El AT presenta, como origen y punto de arranque del pueblo de Dios la figura de
Abraham. En este sentido, el AT nos muestra a Dios llamando a Abraham en relación con el
pueblo escogido. Podemos decir, pues, que es visto como parte significativa del pueblo, como la
primera piedra de Israel. De acuerdo con esto, presentamos ante todo la vocación de Abraham, en
tanto que origen del pueblo que constituirá el punto de arranque de interpretación de las
vocaciones particulares del AT.
La vocación de Abraham es una de las vocaciones más significativas de toda la Biblia.
Abraham, el padre de los creyentes, es un llamado. Un hombre a quien Dios habla y a quien
llama por su nombre. Y Abraham responde. Es el «amigo de Dios» (Is 41, 8). La llamada de Dios
a Abraham la encontramos en Gn 12, 1-8. La respuesta de Abraham, en Hb 11, 8. En la vocación
de Abraham podemos descubrir los elementos de toda verdadera vocación.
1.2.1. La vocación de Abraham, origen del pueblo de Dios. Ofrecemos el relato de la
vocación de Abraham fijándonos en la llamada y en la respuesta. Es el esquema vocacional
fundamental.
a. Dios llama a Abraham. Éste es el relato de la vocación de Abraham:
«Yahweh dijo a Abraham: Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu
padre, a la tierra que yo te mostraré. Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y
haré famoso tu nombre, que será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan,
y maldeciré a los que te maldigan. Por ti serán benditas todas las naciones de la
tierra. Marchó, pues, Abraham, como se lo había dicho Yahweh, y con él marchó
Lot. Tenía Abraham 75 años cuando salió de Jarán.
Tomó Abraham a Saray, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano, con toda la
hacienda que habían logrado, y el personal que habían adquirido en Jarán, y
salieron para dirigirse a Canaán. Llegaron a Canaán, y Abraham atravesó el país
hasta el lugar sagrado de Siquem, hasta la encina de Moré. Por entonces estaban
los cananeos en el país.
Yahveh se apareció a Abraham y le dijo: “A tu descendencia he de dar esta
tierra”. Entonces él edificó allí un altar a Yahveh que se le había aparecido. De
allí pasó a la montaña, al oriente de Betel, y desplegó su tienda, entre Betel al
occidente y Ay al oriente. Allí edificó un altar a Yahveh e invocó su nombre.»
(Gn 12, 1-8).
b. Respuesta de Abraham. La reacción inmediata de Abraham (partió Abraham, como le
había dicho el Señor) es una respuesta de fe que evidencia que el don prometido se está
realizando ya. Como dice la Carta a los Hebreos,
«Abraham, obediente a la llamada divina, salió hacia una tierra que iba a recibir en
posesión, y salió sin saber a dónde iba. Por la fe vivió como extranjero en la tierra
que se le había prometido, habitando en tiendas...» (Hb 11, 8-9a).
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c. En conclusión, Dios llama a Abraham y le manda que salga de su tierra para realizar en
él y por medio de él la bendición a todas las naciones de la tierra. ¿Cuál es el significado de la
bendición? Para entender en qué consiste la bendición que Dios promete a Abraham hay que
ponerla en relación con el significado de su partida. La partida significa:
• Por un lado, dejar una forma de vida. El gesto es simbolizado en la salida y el desarraigo
de su tierra, como consecuencia de su asentimiento a la llamada de Dios. Parte con sus
posesiones y con su familia, pero deja su tierra. De hecho queda a la intemperie. A causa
de su partida, Abraham se convierte en Ger (un extranjero): vive en un país que no es el
suyo, no tiene derechos, no posee ninguna tierra y lo único que tiene es una promesa de
Dios. Abraham es bendecido y convertido en bendición porque parte, porque se pone en
camino, porque sale de su tierra.
• Por otro lado, emprender una nueva forma de vida en fe y obediencia (ob-audire) o en la
obediencia de la fe. Un fiarse plenamente de Dios y un apoyarse sólo en él. Lo único que
tiene es una promesa de Dios. Así, pues, la partida significa comenzar una existencia
renovada en alianza, obediencia y comunión con la voluntad de Dios. Abraham es el
padre de los creyentes porque vive por la fe. Su manera de proceder al ponerse en camino
es un fiarse de Dios más allá de las apariencias, empeñándose en ver como una bendición
lo que aparece simplemente como una maldición. Abraham ha recibido una llamada de lo
alto y se fía totalmente, esperando que se cumpla lo que se le promete.
La nueva vida en fe y en adoración a Dios se pone de manifiesto a su llegada a la tierra
prometida. ¿Qué hace Abraham al llegar a ella? Como consecuencia de su alianza,
Abraham levantó allí un altar al Señor, que se le había aparecido. Abraham, fiel siempre
al Señor, creyendo en la promesa a pesar de todo, será causa de bendición porque en la
circunstancia de maldición se adhirió a Dios por la fe y lo adoró levantando un altar en su
honor.
Así, pues, con la creación Dios había comenzado su proyecto de bien, su bendición para la
humanidad. Pero el pecado del hombre trastornó todo. Con la llamada a Abraham y con su
respuesta fiel, las cosas volvieron a enderezarse y comienza a recuperarse lo que parecía
irrecuperable. De nuevo, la bendición de Dios se hacía posible para todos los hombres. Se pone la
«primera piedra» de una humanidad vuelta a Dios y en comunión con él. Con el pueblo que
surgirá de las promesas hechas a Abraham se sacramentalizará de forma no definitiva esa
humanidad. La Iglesia, el nuevo Israel escatológico, será el sacramento definitivo de salvación
(bendición).
1.2.2. La vocación de Israel. El «gran pueblo» que promete Dios a Abraham sufre
diversas vicisitudes en su andadura durante la época de los Patriarcas hasta la deportación de los
israelitas a Egipto. Dios los libera y establece con las diversas tribus la alianza que lo constituye
como pueblo y lo llama precisamente como pueblo, como comunidad, de modo que todos los
miembros de dicho pueblo, aunque de manera desigual, quedaron asociados a una
responsabilidad y a un servicio bajo las órdenes directas de su Dios.
a. El hecho de la vocación de Israel. Llamada y respuesta. El hecho histórico de la
vocación de Israel ocurrió tras la salida de Egipto de las diversas tribus israelitas. Efectivamente,
la alianza del Sinaí aparece como una llamada de Dios, como una palabra dirigida a todo el
pueblo: «Moisés subió hacia Dios. Yahweh le llamó desde el monte y le dijo: Así dirás a la casa
de Jacob y esto comunicarás a los hijos de Israel: Ya habéis visto lo que he hecho con los
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egipcios y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído hacia mí. Ahora,
pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal
entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y
una nación santa. Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel» (Ex 19,3-6).
El pueblo aceptó libremente la llamada de Dios con sus consecuencias: «Todo el pueblo a
una respondió diciendo: Haremos todo cuanto ha dicho Yahweh. Y Moisés llevó a Yahweh la
respuesta del pueblo» (v. 8). Ahora bien: éstos son precisamente los rasgos esenciales de la
vocación divina según la Biblia. Se da llamada-misión y respuesta, que son los elementos de una
genuina vocación. Por tanto, hablar de la «vocación del pueblo de Israel» es algo correcto.
b. Sentido de la llamada. Cuando se comienza a estudiar de cerca la vocación divina del
antiguo Israel, se advierte, como algo importante, que la iniciativa viene siempre de Dios. Esta
actitud la conservará en todo momento. Fue él quien planeó esas relaciones, quien tomó la
decisión, quien inició esas relaciones del todo particulares con Israel. El pueblo aparece más bien
en una actitud pasiva, de recepción, de acogida, por más que sea libre y responsable. La llamada
aparece como:
• Elección: «Yahweh, tu Dios, te ha elegido para pueblo suyo entre todos los pueblos que
hay sobre la faz de la tierra» (Dt 7,6). Consiguientemente, el origen de la vocación de
Israel radicaba en un acto electivo de Dios para convertirlo, de este modo, en «el pueblo
de Yahweh» y encomendarle un destino particular (misión). De ahí que la elección divina
de Israel equivalga, en este contexto, a su vocación por parte de Dios. Para los autores del
AT, los dos términos son sinónimos, pero ellos hablan preferentemente de «elección de
Israel» contrariamente a cuanto hacen respecto a la llamada divina de individuos
particulares, cosa que resulta lógica cuando se tiene en cuenta que la elección divina se
dirigía primordialmente al pueblo, y sólo más tarde, dentro del ámbito de éste, a algunas
personalidades de modo particular. La elección del pueblo de Israel era concebida:
— Como un favor, una gracia o un don de Dios. Como un amor gratuito. La elección
de Israel se debió a una predilección por parte de Dios. ¿Por qué Israel?
* No por ser una raza superior. Para la mentalidad del AT, todos los pueblos de
la tierra son fundamentalmente iguales, sin diferencias esenciales. No existen
razas superiores e inferiores por naturaleza, ya que nada aparece, en las páginas
veterotestamentirias, que haga pensar en las conocidas distinciones entre «griegos
y bárbaros» o entre «razas de señores y razas de esclavos». Ante Dios, Israel era
un pueblo cualquiera, como afirmaba el mismo Dios por boca del profeta Amós:
«¿Acaso no sois vosotros para mí igual que los cusitas, oh hijos de Israel?» (9,7).
* No porque fuera un pueblo numeroso o dócil. No es mérito personal de este
pueblo poco numeroso y de dura cerviz (Dt 7,7; 9,6).
* Sólo, en un primer momento, por amor gratuito y, en un segundo momento, en
cumplimiento de las promesas hechas a los patriarcas (Dt. 4,37; 7,8).
— Como una responsabilidad. De acuerdo con la mentalidad bíblica, ser elegido o
llamado por Dios no significa simplemente “ser amado” -en sentido pasivo-, sino que
supone también que ha sido escogido para realizar una misión, con lo que esto
entraña de responsabilidad. Por eso, cuando el AT habla de la elección-vocación de
Israel, no debemos olvidar que ello suponía, además de un honor, la responsabilidad y
el juicio, como claramente lo decía el mismo Dios a través del profeta Amos: “Sólo a
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II. Experiencias vocacionales en el AT
vosotros conocí (= amé, elegí) de entre todas las familias de la tierra; por eso, yo os
visitaré (= juzgaré) por todas vuestras culpas” (3,2). La respuesta, pues, a una posible
arbitrariedad divina está en la misión asignada a Israel. Ahora bien, nadie podrá
discutirle a Dios la libertad para escoger a quienes desea confiar una misión.
— Un favor no exclusivo. Israel tenía conciencia de ser el pueblo elegido. Esta
conciencia se remonta a las expresiones más antiguas de la fe de Israel (Dt 26, 1-11).
En sus momentos más lúcidos, Israel entendió que su elección no era exclusiva, sino
un paso previo para la elección de todos los pueblos por Yahweh. Por eso, los
profetas alertaron a Israel en contra de falsas seguridades a causa de la elección.
— Toda la Historia de la Salvación se actúa usando la elección: cf. G. URÍBARRI,
Portar las marcas de Jesús. Teología y espiritualidad de la vida consagrada,
Comillas, Madrid 2001, 60-61).
• Consagración. Algunos textos bíblicos hablan con claridad de esa consagración: «Tú
eres un pueblo consagrado a Yahweh, tu Dios; él te ha elegido para que seas el pueblo de
su propiedad personal entre todos los pueblos» (Dt 7,6). La consagración significa la
pertenencia exclusiva a Yahweh. Otros textos, expresan esta idea diciendo que es un
pueblo santo. Este calificativo debe ser entendido no en el sentido de una cualidad moral
objetiva, sino en su significado original y bíblico de algo puesto aparte, algo separado del
uso profano y reservado para Dios (Josué 6,17-19). Hecho su propiedad. La elección
divina fue lo que puso a Israel aparte de los demás pueblos (cf. Ex 19,5; Núm 23,9).
• Misión. El libro de la Consolación de Israel presenta la vocación divina del Siervo de
Yahweh de este modo: «Yo, Yahweh, te he llamado en justicia, te tomé de la mano, te
formé y te he destinado para ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos
ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas» (Is 42,67). Por consiguiente, ¿cuál era, ya en concreto, la tarea que Dios asignó al pueblo de
Israel? La elección-vocación de Israel estaba ordenada al establecimiento del reino de
Dios en la tierra, es decir, del reconocimiento del señorío de Dios sobre el mundo y sobre
los hombres de modo práctico: ser instrumento para hacer realidad el plan divino de
salvación de los hombres y para establecer una comunidad espiritual con ellos. Por tanto,
la elección-vocación divina de Israel miraba, en realidad, a la humanidad entera, por más
que ésta apareciera de momento como preterida; además, esto ya aparecía indicado en la
llamada que Dios hizo al predecesor de Israel, Abraham: «Por ti se bendecirán todos los
pueblos de la tierra» (Gén 12,3), mientras que, en el segundo canto del Siervo de Yahweh,
decía el Señor: «Te voy a poner por luz de las gentes para que mi salvación alcance hasta
los confines de la tierra» (Is 49,6).
• Exigencias de comportamiento de acuerdo con la consagración-misión. Israel no podía
vivir en el ámbito religioso y moral como otro pueblo cualquiera, sino de acuerdo con la
voluntad de Dios, expresada en sus mandamientos y disposiciones; es más, el pueblo ya
no se pertenecía a sí mismo, no podía disponer libremente de su suerte, sino que debía
recorrer los caminos y ajustarse a los planes marcados por Dios. Esta conciencia y este
compromiso debían adquirirlos explícitamente cada generación israelita, como decisión
libre y consciente, por lo que se ordenaba expresamente a los padres enseñar todas estas
cosas a sus hijos y la alianza con Yahweh fue renovada, por lo menos, en ciertas
ocasiones históricas especialmente importantes en la vida del pueblo.
• Aceptación de muchas dificultades. No resulta fácil ser «el pueblo de Dios», pues ello
exige mucho como contrapartida. A través de todo el AT, la vida de Israel aparece en una
continua tensión entre sus naturales inclinaciones de toda índole (ante las cuales
sucumbirá repetidamente) y las exigencias de Dios, recordadas particularmente por sus
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II. Experiencias vocacionales en el AT
representantes, que requerían de él vida digna y correspondencia. Incluso su historia
sociopolítica fue tremendamente dura y estuvo salpicada de crisis, tragedias y cosas
extrañas, tantas y tales como quizá no presente la historia de ningún otro pueblo. Pero la
conciencia de la vocación divina constituyó la fuerza espiritual que le facilitó las energías
para resistir todos los golpes y sobrevivir a todas las crisis, así como para ejercer sobre el
mundo el influjo espiritual que ha tenido y tiene; mientras que, por el contrario, los demás
pueblos de aquella época han desaparecido, dejando tras de sí a veces apenas su nombre.
1.3. La vocación de Israel, contexto de las vocaciones particulares
Dentro del antiguo Israel, Dios escogió a algunos individuos para asignarles un papel
particular, con el fin de ayudar al pueblo a realizar su vocación y, de esta manera, los designios de
Dios. La elección y la vocación de personas ha sido la forma normal de llevar adelante la Historia
de la Salvación. Es más, hasta se sirvió para ello de hombres extraños a Israel: Nabucodonosor,
rey de Babilonia (Jer 25, 8-11); Ciro, rey de los persas (Is 45, 1-7) o Gog, rey de Magog (Ez 38).
Según el pensamiento bíblico del AT, todos los hombres son fundamentalmente iguales,
como son iguales todos los pueblos. Todos fueron hechos por Dios a partir de una misma
sustancia. Con todo, este principio general básico no quiere decir que la vida de todos ellos
transcurra de idéntica amanera, ni tampoco que Dios trate a todos por igual de cara a la
realización de sus planes divinos. El autor del Eclesiástico expresó a la perfección este
pensamiento: «Todos los hombres provienen del suelo, de la tierra fue formado el hombre. Pero
el Señor los diferenció con su gran sabiduría e hizo distintos sus caminos [...]. Como la arcilla del
alfarero está en su mano y la modela según su voluntad, así los hombres están en la mano de su
Hacedor, quien da a cada uno de acuerdo con su criterio» (Eclo 33, 10-13; cf 1Co 12, 28-30).
La comprensión válida del fenómeno religioso de la vocación individual y particular en el
AT guarda una importante relación con la vocación colectiva del pueblo de Israel, ya que esta
vocación constituye, en último análisis, el trasfondo ideológico, el fundamento y la clave de todas
las vocaciones particulares que encontrarnos en el antiguo Israel:
• Las vocaciones particulares brotan de ese contexto más amplio que es la vocación del
pueblo; ahí encuentran su por qué y para qué, su justificación y razón de ser. Las
vocaciones divinas personales aparecen, en el AT, como actos vocacionales concretos y
siempre en relación con la vocación general del pueblo.
• Las vocaciones particulares, por otra parte, reciben su sentido y su comprensión
teológica a partir de la vocación de Israel; al margen de ésta, aquéllas no serían otra cosa
que fenómenos psicológicos, determinados por las circunstancias históricas, pero carentes
de un verdadero sentido teológico. Como la vocación de Israel, las particulares suponen
elección, consagración, misión, exigencias de comportamiento, responsabilidad y fuerza
para superar muchas dificultades.
• Finalmente, las vocaciones personales están todas supeditadas y ordenadas al bien del
pueblo de Israel. Son un don dado a Israel, dedicándole una persona. Por tanto, la
vocación personal era vocación para la comunidad, puesto que, en el fondo, era éste el
último objetivo de cualquier llamada divina de individuos.
2. LA ESTRUCTURA DE LOS RELATOS PERSONALES DE VOCACIÓN
Antes de abordar el estudio y la oración (lectio) de las experiencias particulares de
vocación en el AT, es necesario precisar todavía algunos puntos sobre la estructura de los relatos
que las proponen a nuestra consideración.
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II. Experiencias vocacionales en el AT
Digamos, ante todo, que las llamadas divinas particulares que tuvieron lugar durante el
AT fueron hechas a muchos tipos de personas y de forma pluriforme:
• Tipos de personas. El AT registra llamadas divinas a personas pertenecientes a los
ambientes sociales más dispares y a las más variadas condiciones de edad, cultura y vida.
Dios no se acomodaba en esto a un esquema razonable para nosotros, sino que actuaba de
manera totalmente imprevisible para el hombre.
• Modalidades. Dios llamó a algunos de forma personal y directa, a otros, indirectamente
a través de personas; llamó desde el seno materno u desde el nacimiento. También puede
verse su llamada en el relato de una unción como líder...
Estas llamadas divinas particulares del AT ordinariamente vienen propuestas mediante los
relatos de vocación. Estos relatos también difieren profundamente entre sí respecto a su forma
literaria y a su contenido teológico: a veces se trata del relato entero de la llamada divina a una
determinada persona; otras veces tenemos sólo relatos parciales o simples alusiones; en ocasiones
se afirma la llamada, pero no existe relato... Con todo, los exégetas han descubierto algunas
características comunes en dichos relatos (cf. Del Olmo Lete en la bibliografía de este capítulo):
1ª Introducción: los relatos comienzan describiendo la situación histórica: fecha, lugar,
personajes y condiciones históricas del episodio vocacional. Por ejemplo, se describe la
situación de Moisés y la opresión de sus hermanos; de Jeremías y la amenaza de invasión;
de Amós y las injusticias sociales, etc. Situación de la llamada en el tiempo.
2ª Teofanía (reacción de temor-palabras de confianza): aparición o manifestación de
Dios, que llama al hombre. Los relatos bíblicos incluyen dos elementos esenciales: la
visión y la audición. Dios se revela, sobre todo, a través de su palabra. Sale al encuentro
del hombre y entabla con él un diálogo.
La reacción del hombre ante la interpelación divina incluye un cierto temor o miedo
sacro. Por ejemplo, Moisés (cf. Ex 3, 6), Isaías (cf. 6,5) Jeremías (cf. Jr 1,6), Jonás, que
quiere fugarse (Jo 1, 3). Por eso, Dios insta a quien llama a la confianza, con una
expresión típica: «No temas» (cf. Jr 1,8).
3ª Misión (objeción-confirmación de asistencia): El llamado deberá hacer o decir alguna
cosa, por encargo del Señor. La reacción corriente o más frecuente es la de la objeción.
Pero Dios insiste y promete su asistencia al llamado: Yo estaré contigo. Ahora bien, eso
no significa que la realización de la misión vaya a ser fácil. No es infrecuente que se
experimente, de hecho, como fracaso desde un punto de vista externo. Así, Moisés muere
en el monte Nebo antes de entrar en la tierra prometida; podemos citar también el caso de
Saúl y el fracaso del monte Gelboé; o el de Jeremías y la destrucción de Jerusalén; o el de
Jesús y el Calvario. Pero Dios, a la larga, triunfa siempre.
4ª Signo (apologético-sacramental): Íntimamente ligado a la confirmación de la misión,
aparece un signo como garantía para el elegido de que es Dios quien le habla y le envía:
investidura solemne o consagración que lo capacita para el cumplimiento de la misión.
Acontece a Gedeón (cf. Jc 6,36-38.40), a Saúl (cf. 1S 10,1-9), a Moisés en el Elohista (cf.
Ex 3,12; 4,1). Pero el signo no es, por lo general, una confirmación inmediata; puede ser
sólo una promesa para un futuro indeterminado.
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II. Experiencias vocacionales en el AT
5ª Conclusión (resumen-confirmación): Los relatos suelen terminar resumiendo algún
tema básico, confirmando la misión y concluyendo, así, el relato como unidad literaria.
3. EXPERIENCIAS VOCACIONALES PARTICULARES
Equipados de conocimientos, podemos abordar ya las narraciones bíblicas de las
vocaciones particulares. Presentamos algunos testigos. Como hemos dicho, este es el modo de
presentar la vocación la Sagrada Escritura y no con estudios teóricos sobre ella.
3.1. La vocación de Moisés, vocación de líder
Dios lo llama a Moisés por su nombre y le confía una misión especial (cf. Ex 3, 4 ss).
3.1.1. El relato de la vocación de Moisés. En el libro del Éxodo encontramos relatada la
vocación de este personaje singular y la de su propio pueblo, al que es llamado a conducir como
caudillo en un momento crucial y especialmente determinante de su historia.
1º Los textos vocacionales.
• La narración más completa ha sido recogida en Ex. 3: ahí se consignan la llamada (v.
10); la objeción (v.11), los signos y la promesa de protección (v. 12).
• Como un complemento a Ex 3, aparece Ex 4, 1-7. Ahí se traza la vocación según un
modelo en que se combinan dos imágenes diferentes, pero complementarias, de Moisés:
la de taumaturgo y la de profeta, con dos objeciones y dos signos.
• Finalmente hay una presentación —menos dramática, pero más teológica— de la
vocación en Ex 6, 10-12, incluida en un esquema concéntrico: vocación, misión, objeción
(que se repite en vv. 28-30).
2º Análisis de la vocación de Moisés:
• Es Dios quien habla a Moisés: Moisés, perdido en la soledad del desierto, recordando y
lamentando la situación de sus hermanos, oye un día la llamada de Dios, que quiere
encomendarle una misión liberadora. Dios se revela a Moisés con el propósito de
confiarle la promesa de salvación para su pueblo (cf. Ex 3, 6-10; 6, 2-8). Es Dios quien
toma la iniciativa, no Moisés. Es Dios quien llama.
• La reacción de Moisés: teme y se siente indigno. Se quita las sandalias (cf. Is 6,5; Lc
5,8). La actitud inicial de Moisés es ambivalente: se asombra ante lo misterioso, pero
también se llena de temor porque es consciente de su propia e indignidad. Moisés
experimenta una simple curiosidad, primero, y, luego, se cubre el rostro y teme mirar a
Dios. Cuando Isaías vio al Santo de Israel y oyó el canto le ocurrió algo parecido: se llenó
de temor (cf. Is 6,5).
• La misión. Dios le llama para una difícil tarea a favor de su pueblo, una empresa que
entrañará serias dificultades: liberar a su pueblo del Faraón, acaudillarlo a través del
desierto, forjarlo como nación a pesar de las rebeldías. Esta es la misión encomendada a
Moisés. Moisés tiene miedo y se siente abrumado, débil, indigno, incapaz.
• Objeciones por el sentimiento de indignidad e incapacidad: a Moisés le falta el don de la
palabra, desconoce a Dios, teme la incredulidad de los israelitas por su vinculación
anterior al palacio del Faraón, etc. Dios insiste y promete su asistencia eficaz y dinámica.
Pero no hay confirmación palpable de que la vocación viene de Dios. A Moisés no se le
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II. Experiencias vocacionales en el AT
resuelven todas sus dudas.
• Se le da un signo de que la vocación es genuina; pero no se trata de un signo palpable
que garantice la presencia de Dios. La vara para obrar milagros, sólo se le dará después
(cf. Ex 4, 1-5). El único signo o señal a que se alude (cf. Ex 3,10) se refiere a
acontecimientos futuros, que no se han realizado todavía.
3.1.2. Rasgos característicos de la vocación y misión de Moisés. La vocación de Moisés,
vista desde la perspectiva de Dios, significa el comienzo de la liberación de un pueblo -Israeloprimido en tierra extraña. Es el plan de Dios que se lleva adelante por medio de una persona, a la
que Dios se revela y hace depositaria de la promesa hecha anteriormente a los patriarcas,
asegurando su asistencia y, a pesar de las reiteradas resistencias del pueblo, llegando a pactar con
él una alianza.
La vocación de Moisés y la realización de la misión a favor del pueblo manifiestan una
serie de rasgos, coincidentes con los de otras vocaciones suscitadas también por Dios para salvar
a su pueblo. Pero, en el caso de Moisés, pueden observarse las siguientes peculiaridades:
• Con relación a Dios, Moisés afronta una misión que lleva el sello del dolor y del
cansancio. La acción de Dios se muestra, con frecuencia, como si estuviera en
contradicción con la misión que él mismo le ha confiado. Así lo vive el enviado. El relato
bíblico presenta con gran realismo esta situación. Moisés es el profeta de las dudas.
• Por otra parte, en relación con el pueblo, Moisés es el profeta del rechazo y de la
rebelión. Su papel de mediador se realiza en medio del conflicto, de la lucha concreta, de
la incomprensión. Su pueblo no le entiende. Moisés vive bajo la presión constante de la
crítica. Ya antes de liberar al pueblo ha de soportar la crítica y la incomprensión (cf. Ex
5,20-21) y después de la liberación, a los tres días de caminar por el desierto, empiezan a
murmurar. Las aguas de Mara son amargas (cf. Ex 15,24; 16,2 ss; 17,3).
• Es una misión que obliga al enviado a optar radicalmente por el proyecto de Dios, a
fiarse. A partir precisamente de esta situación difícil en que se encuentra, puede valorarse
qué grado de confianza tiene en Dios, puesto que no puede apoyarse más que en esa
palabra que Dios mismo le ha dado: «Yo estaré contigo».
• Es una misión que marca un cambio en su actitud personal (cf. Ex 3, 13 ss). A partir de
la experiencia de Dios que tiene Moisés, su táctica para liberar al pueblo cambia
radicalmente. Su manera de actuar cuando estaba todavía en Egipto se basaba
fundamentalmente en su propio esfuerzo para liberarlo, confiando en sus habilidades, en
su sabiduría y en su influencia. Ahora, sintiéndose totalmente incapacitado para realizar la
misión que se le señala, debe confiar sólo en Dios.
• Moisés no aparece ya como un líder político y un guerrillero. Tomando las palabras que
después usará David, dice: «Yo voy en nombre del Dios de los ejércitos» (1S 17, 45).
Ahora ya no cuenta con sus propias fuerzas, ni mira hacia sí mismo, sino que mira en otra
dirección: busca únicamente el bien del pueblo y deja que sea Dios quien actúe.
3.2. La vocación de Jeremías, vocación profética en tiempos de crisis
Es también un elegido, un llamado por Dios para ser profeta. Jeremías se entregó durante
más de cuarenta años al cumplimiento de su misión profética desarrollando una incansable
actividad a favor de Israel. Su vocación se presenta en dos partes:
Teología de la vocación
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II. Experiencias vocacionales en el AT
3.2.1. Parte primera (Jr 1, 4-10): relato de la vocación del profeta.
1º El texto. La Biblia presenta la vocación de Jeremías en forma de diálogo entre Dios y el
profeta:
«Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, de los sacerdotes de Anatot, en la tierra de
Benjamín, a quien fue dirigida la palabra de Yahveh en tiempo de Josías, hijo de Amón,
rey de Judá, en el año trece de su reinado, y después en tiempo de Yoyaquim, hijo de
Josías, rey de Judá, hasta cumplirse el año undécimo de Sedecías, hijo de Josías, rey de
Judá, o sea, hasta la deportación de Jerusalén en el mes quinto. Entonces me fue dirigida
la palabra de Yahweh en estos términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno,
te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: te constituí profeta de las naciones.
Yo dije: ¡Ah, Señor Yahweh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho. Y me
dijo Yahweh: no digas: “Soy un muchacho”, pues adondequiera que yo te envíe irás, y
todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte —
oráculo de Yahweh—. Entonces alargó Yahweh su mano y tocó mi boca. Y me dijo
Yahweh: mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo te doy autoridad
sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para
reconstruir y plantar» (Jr 1, 4-10).
2º Análisis del texto: Jeremías se salva de la deportación, mientras que el pueblo es
destinado al exilio. En un contexto de desolación y de aparente muerte, Jeremías se convierte en
signo y promesa de salvación para el pueblo. Analicemos el episodio de su vocación.
• Introducción: cf. Jr 1, 1ss.
• Te tenía consagrado (predestinación de Jeremías): la expresión dicha por Dios a
Jeremías es indicadora de una predestinación. Dios quiso reservarse a Jeremías para
convertirlo en profeta.
• Antes de formarte en el seno materno: el plan de Dios sobre el profeta precede a su
concepción humana. Esto está indicando que la vocación y la misión no le sobrevienen
como algo añadido a su ser. Hay plena coincidencia entre su propio ser y la vocación
profética que recibe de Dios.
• Se le llama profeta de las naciones: es decir, se le confía el don o carisma de la profecía
para la salvación de todos, no para su beneficio individual.
• Los reparos del profeta: ante la llamada, Jeremías dice: no sé hablar, porque soy un
muchacho. Es una objeción que tiene mucho de racionalidad y de lógica humana: el
profeta debe hablar, mientras que Jeremías es consciente de que todavía es demasiado
joven e inexperto para hacerlo con autoridad. La objeción es razonable. Y lo es no sólo
porque Jeremías sea, efectivamente, demasiado joven sino también porque en realidad
nadie está suficientemente a la altura del don extraordinario de la vocación profética.
• La insistencia de Dios: «Y me dijo Yahweh: no digas: “Soy un muchacho”, pues
adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás» (Jr 1, 7). Dios no
desmantela el argumento del profeta, no dice: ¡qué va, tú sí que puedes!, etc. Dios acepta
lo que el profeta le ha dicho: soy un muchacho; pero añade: ve. Esto es lo que permite al
llamado saber que lo que va a hacer no es cosa suya, sino de Dios. Toma conciencia del
origen divino de su vocación. Desde esta convicción, aceptará la misión que se le confía.
• La promesa divina de que estará con el profeta: «No les tengas miedo, que contigo estoy
yo para salvarte —oráculo de Yahweh—» (Jr 1, 8). Dios promete al profeta una
protección que no va a consistir en ahorrarle sin más todos los peligros. Consistirá en que
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II. Experiencias vocacionales en el AT
el profeta experimentará la cercanía de Dios, a pesar de atravesar duros momentos,
saliendo indemne de las pruebas. La presencia de Dios, prometida al profeta, será su
fuerza.
• Se trata de una encomienda difícil: «Entonces alargó Yahweh su mano y tocó mi boca.
Y me dijo Yahweh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo te doy
autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y
derrocar, para reconstruir y plantar» (Jr 1, 9-10).
• El gesto de Dios (tocar la boca) viene a transformar al profeta en su misma corporalidad:
la boca de Jeremías pronunciará divinas palabras. Y, a continuación, es investido de la
autoridad necesaria para realizar su encargo, que va a consistir en concreto en: extirpar,
destruir, perder, derrocar, reconstruir y plantar. Se trata de una tarea bastante difícil.
• La experiencia del sufrimiento: tanto para el profeta como para el pueblo, la salvación
tiene que ir precedida o acompañada de la experiencia del dolor y de la contrariedad. Para
poder anunciar que Dios viene a salvar, el profeta se ve precisado a llevar al pueblo a
probar la experiencia de la muerte: sólo así, ante la experiencia de su destrucción
definitiva, podrá sentir el pueblo la necesidad de su salvación. Sólo cuando Israel
experimente su condena comprenderá y podrá mostrarse receptivo a la experiencia de la
salvación.
3.2.2. Parte segunda (Jr 1, 17-19): relato de la vocación del profeta.
1º El texto:
«Pero tú, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te mande. No les tengas
miedo, no sea que yo te haga temblar ante ellos. Yo te constituyo hoy en plaza fuerte,
en columna de hierro y muralla de bronce frente a todo el país: frente a los reyes de
Judá y sus jefes, frente a los sacerdotes y los poderosos. Ellos lucharán contra ti, pero
no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte. Oráculo del Señor» (Jr 1, 17-19).
2º Análisis del texto:
• Cíñete la cintura: imagen alusiva a la disposición para realizar con agilidad y presteza
alguna tarea, en el caso presente la misión profética. La expresión ceñirse la cintura se
refiere directamente a la costumbre que existía entre los hombres de prepararse para
realizar ciertas labores, atándose las vestiduras con un cíngulo para conseguir así mayor
libertad de acción o movimiento. Pero también es una metáfora alusiva a la actitud
obediente, a la disposición para reaccionar con prontitud ante lo que se requiere u ordena.
• Levántate: es igual a disposición, coraje, ánimo, valor.
• No les tengas miedo, no sea que yo te haga temblar ante ellos: se le apremia al profeta a
no dejarse llevar por el miedo que, lógicamente, pueda sentir y a poner su confianza en
Dios. Él transformará su debilidad en fortaleza. El profeta se transformará en otra
persona. ¿En qué puede quedar transformado el profeta? En un ser tan fuerte como una
ciudad fortificada, como una columna o como una muralla: «Yo te constituyo hoy en
plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce frente a todo el país». Reparemos
en estas imágenes:
- Columna: esta palabra quiere indicar algo que está bien asentado y que resulta
difícilmente abatible. Si aquí se dice que la columna es de hierro esto significa que es
indestructible.
- Muralla: en ambientes egipcios, la expresión muralla de bronce es una metáfora
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que se aplica al Faraón. Decir que Jeremías es muralla de bronce para Israel equivale
a decir que el profeta es para el pueblo de Israel lo que el Faraón es para Egipto, esto
es, alguien que circunda al pueblo y lo protege.
- Ciudad o plaza fuerte: Jeremías es fuerte como una ciudad inexpugnable. A
Jeremías se le ordena que anuncie al pueblo que va a ser destruido, desolado; y él, sin
embargo, se presenta como una ciudad fortificada a la que nadie puede destruir.
Pronuncia palabras de desventura para el pueblo y es portador, a la vez, de un plan de
salvación. En medio de la hecatombe, Jeremías significa que quien escucha la
Palabra no puede morir, no morirá para siempre, aunque pase por la experiencia de la
muerte. La figura del profeta viene a decir que la única posibilidad de salvación
estriba en escuchar a Dios, pues aunque todo sea destruido, aunque vengan los
babilonios, no podrán destruir la ciudad fortificada, la columna de hierro, el muro de
bronce que Dios ha construido en medio de su pueblo como refugio indestructible
que asegura la salvación. La muerte no tiene la palabra definitiva, porque el plan de
Dios, trazado incluso antes de que apareciera la vida sobre la tierra, se va a realizar, a
pesar de la destrucción de Jerusalén y de la caída del templo en manos de paganos.
Pero Jeremías, a la postre, conocerá igualmente en su persona el trance de la pasión. Será
condenado a muerte y el profeta se transformará así también en signo de vida para todos.
3.3. La vocación de Isaías, vocación de santidad y de juicio de Dios
En el capítulo 6 de Isaías nos encontramos con la descripción de la vocación del profeta.
Podemos dividir el análisis de este capítulo 6 en tres partes: 11. La visión (Is 6, 1-4); 21. La
purificación (Is 6, 5-7); y 31. La misión (Is 6, 8-13).
3.3.1. La visión (Vi al Señor...). La visión de Dios —en la que está ambientada la
vocación de Isaías— pone de relieve la majestad y la soberanía divinas, creando un clima especial
en el conjunto del relato. Los elementos literarios que utiliza el autor en esta primera parte son los
típicos de las teofanías (temblor, voz, humo) para expresar el alcance trascendente que reviste
para su vida este encuentro con Dios.
3.3.2. La purificación (Uno de los serafines voló hacia mí...). Soy un hombre de labios
impuros, dice el profeta. Saliendo al paso de esta objeción que alega Isaías, un serafín purifica sus
labios. Se trata de una acción simbólica alusiva a la purificación de toda su persona. Así, el
profeta ya no sólo tiene los labios puros, sino que incluso ha desaparecido su culpa y está
perdonado su pecado. Isaías ya no puede escudarse en ningún pretexto para no aceptar la misión
que Dios quiere poner en sus manos.
Por otra parte —de manera semejante—, al pueblo le sucede algo parecido, y eso es lo que
le preocupa al profeta: no le inquietan tanto los pecados e impurezas de su pueblo..., cuanto su
dureza de corazón, su actitud de rechazo de Dios, su incapacidad para comprender el proyecto de
Yahweh. El pueblo quiere continuar viviendo a su aire, sin acatar a Dios como a su verdadero
Rey. En eso consiste el pecado radical de «ese pueblo» (Is 6, 9; 8, 12), y eso es lo que Isaías
denuncia. Su principal objeto era echar en cara a los habitantes de Jerusalén y demás hebreos sus
infidelidades, anunciarles el castigo de Dios, que les vendría de los asirios y de los caldeos, como
así sucedió.
Por eso, ante la pregunta que se formula el mismo Yahweh —a modo de lamento— (¿A
quién enviaré?), Isaías no sólo ya no se excusa sino que se da por aludido y se ofrece como
voluntario: «Aquí estoy yo, envíame» (Is 6, 8). Dios vuelca su corazón a la vista de tanta
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generosidad por parte del profeta y le expone la situación con toda crudeza, una situación que el
profeta acababa de experimentar ya en su propia carne.
3.3.3. La misión (Vete a decir a ese pueblo...). Isaías escucha la llamada y acepta la
misión. Se ofrece sin saber en realidad a qué se ofrece ni a dónde va a ser enviado. Es la
disponibilidad absoluta al servicio de Dios. Pero es interesante que Isaías sienta la necesidad de
ser enviado. Su respuesta no es voy, sino envíame. Dios acepta de inmediato el ofrecimiento y le
indica cuál será su misión, una misión muy extraña, por cierto. Debe proclamar una orden
perentoria y realizar una serie de acciones que provoquen -paradójicamente- el endurecimiento
del pueblo, para que no se convierta y sea salvo.
El profeta Isaías lleva a cabo su misión de cegar al pueblo y de anunciar castigo y promesa
con su palabra, con su testimonio, con su silencio. Y todo su proceder es considerado como obra
salvífica de Yahweh.
Judá va camino de encontrar lo que busca: su propia destrucción. Toda la frondosidad del
reino será talada. Sólo cuando parezca que todo se ha acabado, cuando quede ya solamente el
tocón, la santidad de Yahweh volverá a aparecer en carne humana: del tronco nacerá un brote
santo. Ello posiblemente se realizó al pie de la letra con el Emmanuel; en Is 9,5, tiene el tono del
nacimiento y entronización del primogénito.
Esta fe inquebrantable en la salvación de Dios, histórica y trascendente, no sólo alentará a
Isaías en su vocación profética y en la realización de su casi absurda misión, sino que dará
inspiración a su pluma para dejarnos unas imágenes tan vivas de ella que nunca ya cesarán de
resonar en el corazón del pueblo.
❀ Para profundizar el tema:
➠ DEL OLMO LETE, GREGORIO: La vocación personal en el AT. Los relatos y su teología,
en Claretianum 11 (1971) 9-97; cf. también Morfología de los relatos bíblicos de vocación, en
Claretianum 12 (1972) 177-224: La vocación del líder en el antiguo Israel, UPSA, 1973.
➠ MARTINI, CARLO M.- VANHOYE, ALBERT, La llamada en la Biblia, Sociedad de
Educación Atenas, Madrid 1983.
➠ PIKAZA, XABIER: Llamados por su nombre. La vocación, estudio bíblico, PCl, Madrid
1998. (ofrece bibliografía, textos y cuestionarios sobre la vocación de cada personaje).
➠ GONZÁLEZ QUEVEDO, J: Vocación. La vocación en la Biblia, DTVC, PCl, Madrid 20003,
1826-1836.
* Citas para la reflexión y la oración personales:
1º. Vocaciones de líderes y jefes:
• Moisés: Ex 2,23-4,18; 6,2-12; 7,1-7.
• Josué: Jos 1,1-18.
• Gedeón: Jc 6,11,24.
2º. Vocaciones proféticas:
• Samuel: 1 S 3,1-4,1.
• Elías: 1 R 19,1-21.
• Eliseo: 2 R 2,1-18.
• Amós: Am 7,10-17; 9,1-4.
• Oseas: Os 1,1-9; 3,1-5.
• Isaías: Is. 6,1-13 (típica); 40,1-11 (poética); Siervo de Yahvé: 42,1-7; 49,1-9; 61,1-6.
•Jeremías: Jr 1,1-19.
• Ezequiel: Ez 1,1-3.15.
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