ANTÓN PÁVLOVICH CHÉJOV (АНТОН ПАВЛОВИЧ ЧЕХОВ- ANTÓN PÁVLOVIČ ČÉHOV) 17(29).01.1860-2(15).07.1904 por Roberto Monforte Dupret Biografía Chéjov nació el 17 de enero de 1860 en Taganrog en el seno de una familia de pequeños comerciantes. Era hijo de un pequeño tendero y nieto de un siervo que consiguió comprar su manumisión, la de su mujer y la de sus tres hijos. Antón era el tercero de seis hijos (cinco varones y una mujer). El padre de Chéjov era dueño de una precaria tienda de comestibles. Su falta de tesón y voluntad, así como su extravagancia obsesiva de crear un coro litúrgico que le quitaban mucho tiempo y dedicación, llevaron a su negocio a la ruina. Los hijos de los Chéjov muy pronto se hicieron autosuficientes y desde temprana edad comenzaron a ayudar muy activamente en la regencia del gravoso negocio familiar. En 1874 el padre de Chéjov consiguió comprar una casa a costa de grandes sacrificios debido a su difícil situación financiera. La casa era pequeña para los Chejov, pero aún así, decidieron aceptar a un huésped para ayudarse económicamente. En 1876, viendo que no podía pagar las letras, el padre de Chéjov tuvo que huir a Moscú para evitar la cárcel por deudas y tras él fueron su mujer y sus hijos pequeños. Los hijos mayores, antes incluso de que sus padres se trasladaran a la capital, ya se habían marchado a Moscú para continuar con sus estudios. El joven Antón, que por entonces contaba con 16 años, se quedó solo en Taganrog para terminar la educación secundaria. La casa de los Chéjov fue adquirida por el huésped y éste le ofreció a Antón comida y un rincón para dormir a cambio de que diera clase a un sobrino suyo. De este modo, casi en la miseria, tuvo que vivir Chéjov hasta que concluyó el liceo de secundaria. Una vez terminado la educación secundaria, Chéjov ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Moscú gracias a una beca que consiguió por sus formidables calificaciones. En 1884 recibió el título de médico a pesar de que su experiencia práctica era casi nula. Siendo todavía estudiante comenzó a publicar (desde 1879) bajo el pseudónimo de Chejonte pequeños bosquejos en editoriales humorísticas de dudosa calidad literaria como: La libélula, El despertador, Cascotes, etc., convirtiéndose estas pequeñas colaboraciones literarias en el verdadero medio de subsistencia de la familia. Más tarde comenzó a publicar en la Gazeta de Petersburgo y Nuevo Tiempo, rotativos más serios y notables. En 1884 sale su primera recopilación de relatos Cuentos de Melpomena, a continuación Relatos abigarrados, y en 1887 apareció su libro En penumbra, con los que Chéjov adquirió gran fama y demostró a la crítica literaria rusa todo su talento reflexivo y su sutil maestría en el cuento y en el relato. Bajo la influenza de su enorme éxito de público y crítica Chéjov abandonó por completo sus pequeños relatos periodísticos y comenzó a trabajar primordialmente como colaborador de las revistas mensuales El correo del norte, Pensamiento ruso y más tarde Vida. El éxito de Chéjov continuaba creciendo: especial atención despertaron los relatos La estepa, Una historia aburrida, El duelo, La sala nº 6, El relato de un hombre desconocido, Los mujiks, El hombre enfundado, En el barranco; de sus piezas teatrales Ivanov-que pasó sin pena ni gloria, La Gaviota, El tío Vania y Las tres hermanas. La enorme popularidad de Chéjov quedaba demostrada, entre otras cosas, por el número de reediciones de sus obras: En penumbra-13 veces, Cuentos abigarrados-14; Gente sombría-10; La sala nº 6-7 ; La castaña-7, Relatos-13. En 1890 Chéjov se marchó a la isla de Sajalín, en el extremo oriental de Rusia. Sus familiares intentaron convencerlo para que no hiciera tan largo, fatigoso y peligroso viaje, pero fue en balde. Chéjov llegó a la isla de Sajalín tras dos meses y veinte días durante los cuales atravesó Siberia por carreteras impracticables. Una vez en Sajalín, Chéjov pudo ver con sus propios ojos el dolor y el sufrimiento de las gentes que allí vivían y cada día de su estancia era un cúmulo de dolorosas impresiones (niños hambrientos, prostitución infantil, confinados políticos, violencia…). De regreso a Moscú, y sin abandonar otros trabajos, empezó a escribir el libro que titularía La isla de Sajalín. Lo publicó por capítulos entre 1893-94, la revista El pensamiento ruso. Produjo una tremenda impresión en los círculos científicos y entre el gran público. La resonancia del libro fue tan grande que el gobierno tuvo que nombrar una comisión para el estudio de la situación en Sajalín, aunque sin ningún resultado práctico, naturalmente. En 1892 Chéjov compró la pequeña finca de Melíjovo, a unos setenta kilómetros de Moscú, la cual se convirtió en su refugio y remanso de paz, de hecho los años que vivió allí, de 1892 a 1898, fueron los más fructíferos literariamente. Posteriormente, Chéjov viajó mucho por Europa. Durante los últimos años de su vida, y con el objetivo de aliviar su precario estado de salud muy mermado por la tuberculosis, vivió con regularidad en su hacienda de Yalta y muy raramente iba a Moscú donde su mujer, la actriz Olga Knipper con la que se casó en 1901, desempeñaba su trabajo como una de las principales y más brillantes artistas de la compañía teatral del Círculo artístico-literario de Moscú (Stanislavski). En 1900, la sección de Letras de la Academia de Ciencias eligió a varios académicos honorarios entre ellos a Tolstói, Korolenko y Chéjov, puesto al que renunció dos años después, cuando la Academia expulsó a Gorki por sus actividades políticas. En 1901-1902, A.F. Maks publicó las obras escogidas de Chéjov en 10 tomos. En 1903, esta misma colección, aumentada con sus publicaciones más recientes, iba entregando como anejo a la revista Niva, gracias a lo cual la publicación aumento su número de suscripciones de forma muy significativa. Chéjov murió el 2 de julio de 1904 en Badenweiler, al sur de Alemania, y fue sepultado en el cementerio Novodevichi de Moscú. Obra Chéjov escribió, en total, 247 cuentos y novelas, pero además fue un magnífico dramaturgo, no en vano sus piezas de teatro están consideradas unánimemente como unas de las mejores de la literatura rusa de todos los tiempos. PROSA En sus relatos Chéjov refleja las contradicciones y lacras de la vida social de su país en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX. Describe de forma irónica y despiadada la degradación paulatina, tanto económica como cultural, de la nobleza rusa, de la pequeña burguesía y del ciudadano común. Los componentes de esa sociedad son personas descontentas con su banal, aburrida y tediosa existencia, o resignados con la trivialidad de la vida, convertida en un peso absurdo y sin sentido en una atmósfera asfixiante y degradante. El realismo crítico de Chejov revela que la indiferencia y la banalidad, la falta de ideología y la pasividad, el manso inconformismo y la egoísta estrechez de miras son males tan perniciosos como los crímenes, la injusticia y la ruindad, y todavía más dañinos para la sociedad ya que están diseminados en dosis microscópicas y el hábito los hace parecer insignificantes e inocuos. El escritor ruso arremete con su sátira contra las grandes lacras de la sociedad de entonces: la arbitrariedad, la grosería, la ignorancia, el engreimiento, la mediocridad, el burocratismo, así como contra los defectos que esos rasgos engendran a su vez en las personas educadas en una psicología de esclavos: adulación, incultura, atraso, cerrilidad, sometimiento. Sin embargo, Chéjov no se vale de una crítica atroz, pesimista y acre, sino que recurre al humor y a una ironía que cierto modo aplaca la dolorosa tragedia y hace esbozar en nuestro rostro una sonrisa entre lágrimas. Con esta técnica literaria Chéjov persigue evidenciar lacras sociales y al mismo tiempo exculpar benignamente a los agentes de las mismas, pues por muy huraños, oportunistas, hipócritas, ignorantes crueles o fanfarrones que sean los tipos de sus relatos, nos resulta casi imposible responsabilizarlos, única y exclusivamente a ellos, por sus ínfimos sentimientos, su mediocridad y su execrable comportamiento. Aunque situados en el neorrealismo, los cuentos de Chéjov absorben muchos recursos del simbolismo y de la narración poética, alcanzando una prodigiosa perfección en el empleo del estilo impresionista. Sus paisajes y sus retratos son escuetos y precisos. Los diálogos de sus personajes, lacónicos y naturales, provocan una risa incontenible por su originalidad o fascinan por su encanto musical, poeticidad, sensibilidad y melancolía. Lo notable de la sátira de Chéjov es que no hay en ella distorsiones ni exageraciones, todo encaja perfectamente en el marco de la vida real de la época y aunque la obra de Chéjov no contiene razonamientos filosóficos directos, sí que está saturada de espíritu filosófico. Los personajes de Chéjov no suelen mantener conversaciones sublimes sobre problemas filosóficos o políticos, sino que estos problemas o bien surgen de pasada, fortuitamente, escondidos en la casualidad y en la cotidianeidad, o bien nacen de reflexiones líricas, de un estado de ánimo determinado. TEATRO Sin lugar a dudas la popularidad de que gozó Chéjov en Occidente se debe, principalmente, a sus obras de teatro, pieza clave si queremos entender la agónica y decadente sociedad rusa de fin de siglo. Sus mejores piezas teatrales son: Ivánov, La gaviota, El tío Vania, El jardín de los cerezos y Las tres hermanas. Estas piezas teatrales (puestas en escena por Stanislavski en el Teatro del Arte de Moscú) marcaron un importante hito tanto en la historia del teatro mundial, pues acarrearon un cambio radical en la composición de obras teatrales, como del teatro ruso, ya que con la interpretación de las obras de Chéjov, el Teatro del Arte de Moscú no sólo alcanzó el éxito, sino que encontró un nuevo medio de expresión artística. Introdujo un cambio radical en las formas de la dramaturgia y su mayor mérito es, quizás, haber proscrito de sus obras todo lo teatral, todo lo espectacular, todo lo efectista. De ahí que sus obras carezcan de una acción en el sentido clásico de la palabra y la fábula no se desarrolle según los cánones habituales, lo que hacía que sus obras se asemejaran más a unos relatos que a una pieza teatral. Chéjov imprimió a la acción dramática una estructura y amplitud nuevas capaces de abarcar cualquier manifestación de la vida y a través de una sucesión de cuadros cotidianos, logró transmitirnos unas impresiones generales y a la vez muy intensas. Sus obras de teatro maduras se caracterizan por su carácter estático, pues en ellas apenas observamos que tenga lugar un desarrollo muy significativo de la acción, ya que o bien está implícita o bien se habla de ella en lugar de presentarla. En los dramas de Chéjov, la acción y la intriga se nos antojan bastante apagadas. Los sucesos extraordinarios se trocan por acontecimientos de lo más banales y cotidianos, y los elementos dramatúrgicos como el clímax o el desenlace se tornan poco destacados, como diluidos y desfigurados, débiles en su conjunto. En cambio adquieren cierta importancia y peso, la exposición, la sucesión de cuadros cotidianos y los sentimientos que se esconden debajo de la acción, en el subtexto de la obra y que se revelan en los detalles, en lo sutil de las acciones y palabras, en las réplicas fuera de lugar, en el contenido de lo no dicho pero sí sugerido. Para la decodificación de todo este material “encriptado”, que Stanislavski denominó corriente submarina, nos sirven en muchas ocasiones las frecuentes pausas que utiliza Chéjov en sus obras. Otro rasgo a destacar son sus diálogos. Al leer los dramas de Chéjov tenemos la impresión de que los personajes hablan sin escucharse, que no se entienden ni se prestan atención, sin embargo es precisamente en lo que se desprende de sus banales e insustanciales conversaciones, a las que más bien habría que definir como monólogos, donde realmente encontramos la esencia de la obra. Con este recurso Chéjov, probablemente, quiso resaltar la pérdida de identidad, la carencia de comunicación entre las personas y la falsa e hipócrita autenticidad de las relaciones humanas que dominaban la sociedad rusa de finales del XIX. Y es que el teatro de Chéjov también está determinado por su original visión del comportamiento humano, factor decisivo para la obtención de su fama internacional, y motivo por el que muchas de sus dramas se tildaran, siguiendo el ejemplo de Balzac, de comedias humanas, pues el dramaturgo bautizó a muchos de sus dramas como comedia, una comedia repleta de elementos de vodevil y de farsa. Los personajes de los dramas de Chéjov, están en conflicto los unos con los otros lo que complicaba su convivencia diaria de una forma extraordinaria. Además los personajes presienten la enemistad, el rencor y el resentimiento hacia ellos en los aspectos más fútiles y triviales de la vida habitual, de ahí que el componente de la cotidianeidad tan propio de las piezas se convierta en un elemento formal imprescindible. Aunque situados dentro de la corriente neorromántica de fin de siglo, los dramas de Chéjov se caracterizan por su simbolismo (muchas de sus obras se basan en detalles simbólicos cuidadosamente escogidos: una gaviota, Moscú, un jardín de cerezo), su lirismo y su poeticidad, no en vano se denominaron dramas líricos. En sus piezas, lo gracioso y triste, lo dramático y lo cómico se entretejen y se intercambian a cada momento.