Untitled - Sistemauno.com

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Comunicación,
información, transmisión
Es muy importante diferenciar transmisión de comunicación.
Con frecuencia se les confunde.
Transmisión es una acción básicamente física, un traslado espacio-temporal
de energías de existencia objetiva.
También me interesa diferenciar comunicación de información. La información
es una emisión potencialmente significativa que solo se vuelve comunicación
en la medida en la que un interlocutor lo hace: los signos percibidos tienen fuerza
evocativa y en efecto llevan al interlocutor a evocar lo que ya está en su acervo.
Una evocación no lineal. Ocurre con medios, circunstancias y contextos
que la potencia y sensibilidad (subjetividad) del interlocutor incorporan
al proceso y sus resultados.
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En los términos de las teorías de la comunicación aún vigentes.
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Digo aún vigentes porque con
la emergencia y vulgarización
de lo digital todo cambia. Aún
es temprano para poder sistematizar
y teorizar sobre sus efectos sociales
y personales. Lo digital, como
ya lo hizo el libro impreso, agrega
a la comunicación su calidad de valor,
de gran referente, por lo que incide
no solo sobre “el canal” (término
arcaico muy discutible) sino sobre
las subjetividades de los interlocutores
y los contextos en los que se realiza
la comunicación. Al cambiar así todos
los conjuntos, cambia su condición
integral y sus efectos. Por ejemplo,
como ocurre con las energías
circundantes, uno no puede a voluntad,
apagarlas. Lo digital progresivamente
se va tornando energía circundante
y, al permearnos indeteniblemente,
será energía constitutiva. Estará
en nosotros como lo está la poesía,
la fe, el amor. Se integrará a nuestra
subjetividad. No seremos sin ello.
Veámoslo así: es ya habitual hablarle
a las máquinas de tal manera
que aprenderemos a controlar
nuestras palabras ante ellas.
Con ellas nunca habrá comunicación,
pero la transmisión será tan intensa
que nos parecerá ser comunicación
y terminaremos por rendirle culto,
por extrañarlas hacia la trascendencia.
Hace tiempo que la ciencia ficción
y las religiones viven de eso.
La sexualidad digital acaba con la
pornografía. Esta ha existido por
el tabú sexual, por los linderos
transgredibles del sexo. Pero el
acceso masivo a lo transgredible
lo elimina. Permanecerá lo sexual
como literatura, poesía del cuerpo
o necesidad de permanencia
de la especie, pero desaparecerá
la seducción de lo prohibido.
Los dioses vecinos y familiares
se despegan de las religiones y pasan
a las poesías cotidianas: bellas y útiles.
Una perspectiva cuántica del ser
humano nos permite verlo como
un tejido susceptible de aceptar
nuevos hilos. Hilos entrelazados
de tal manera que la perturbación
de cualquiera de ellos perturba
a todos. El pensamiento no es cosa
aparte de ese tejido, sin embargo,
la tradición científica que quiere
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encontrarle causas y lugares a todo, ubica el pensar en el cerebro,
lo que los tranquiliza y les da tema asible con sus instrumentos
que terminan por hipertrofiarse proyectando uno tras otro engendro
metodológico y técnico: las neurociencias. Ahora atrapan el vuelo
de la comprensión, escanean el cerebro buscando una variante
del alma. Lo digital se inicia como una nueva manera de codificar
contenidos que tenga mayor potencia que las palabras o los signos
matemáticos o similares. Es decir, como todo cambio importante,
tarda en deslastrarse de lo precedente y durante cierto tiempo resulta
incomprendido. El pasado lo cobija proyectivamente. Estamos aún
en eso con lo digital. Pero como varios
ya lo han dicho, el genio salió
de la botella. Gadget
tras gadget tratan
de apresarlo, pero
tal vez eso ya no
sea posible y lo que
logran, es agigantarlo.
Esa interacción, como todas, ocurre:
- Entre dos o más personas presentes o no
- En un contexto interno (a la persona) o externo
- Con unos recursos o medios (normas, signos convenidos)
Cada una de las dos o más personas son complejidades corpóreas,
es decir “carne que piensa” atravesada indeteniblemente por el mundo.
La comunicación es una interacción humana constitutiva de esa condición.
No es posterior al ser humano ni es posible su existencia sin ella. Uno podría
decir, con muchos, que la condición humana crece con el crecimiento
de la comunicación.
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LA COMUNICACIÓN PEDAGÓGICA
La relación pedagógica es, básicamente, una relación comunicativa,
una interacción. Referirse a la comunicación es también referirse
a la pedagogía en el entendido de que la pedagogía es una acción
comunicativa intencional, dirigida a lograr ciertos efectos convergentes
a una cultura y, con mucha frecuencia, a una ideología, a un conjunto
de ideas lógicamente estructuradas que sirven de referencias
para organizar el conocimiento que se debe comunicar pedagógicamente.
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Las ideologías
Con frecuencia histórica las ideologías se han identificado
con propuestas o movimientos políticos, es decir, con movimientos
sociales dirigidos a tomar y/o preservar el poder de la nación
o el estado, o el poder sobre otras naciones o estados.
LAS IDEAS Y LOS SIGNOS
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Una idea es un pensamiento sobre algo. Existe como idea pensada.
Al querer comunicarla se tiene que recurrir a señales perceptibles
por otros y, además, convencionales. En ese curso aparecen los signos
como signos pensados, etéreos e imprecisos como todo lo pensado.
Al emitir las ideas salen como signos que ya no pertenecen al emisor.
Éste ya no puede controlar el curso de sus emisiones, los efectos
que tendrán en los otros. Los signos evocan significados y se tornan
significativos cuando en el acervo del interlocutor existen esas relaciones
evocativas. Un cierto signo evoca un cierto significado. Pero los significados,
como todo lo que está en el acervo, están embebidos en toda
la subjetividad, tanto del emisor como del receptor. A ello se agregan
los contextos: el estado particular del emisor en un momento dado,
el conjunto de signos que rodea al signo dado, al ambiente en el cual
se produce la emisión, la calidad del medio o portador. Todo esto forma
un conjunto no discernible que se ha llamado acto comunicativo.
LA INTERACCIÓN COMUNICATIVA
Y SU EFICACIA
Los actos comunicativos pueden
ser más o menos eficaces, dependiendo
de todo lo antes dicho. Hay una actividad
del emisor y una necesaria activación
del receptor, que al activarse
ya no se le puede llamar “receptor.”
Para la comunicación pedagógica,
que busca formación y aprendizaje
de competencias, y supone siempre
un aprendiz o estudiante, esa eficacia
es fundamental. En la pedagogía
no se supone que haya “mensajes
al aire.” Son mensajes dirigidos
e intencionales. Debe activarse
al aprendiz para que construya
el aprendizaje. (Construir el uso
en el sentido que propone
el constructivismo social.) “Para
el constructivismo… el conocimiento
es una construcción subjetiva,
en la que la realidad deja de ser una
entidad absoluta, como entidad
independiente o externa a nosotros
mismos. Así, el constructivismo
asume que el conocimiento supone
una perspectiva relativa sobre
la realidad” (Pozo, 1996; Pozo, Pérez
& Mateos, 1997). Ésta no puede
ser conocida en sí misma, sino
a través de los mecanismos
de los que disponen las personas
(Delval, 1994, 1997), de modo
que sus conductas determinan
lo que conocen y cómo lo conocen.
La realidad es siempre un asunto
de interacción, algo que se crea
mediante nuestras acciones. Toda
llamada “realidad es la construcción que
realizan aquellos que la han descrito
(Saunders, 1993)”.
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LA EXISTENCIA OBJETIVA
DEL CONOCIMIENTO
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Con los valores aún dominantes
en la educación y en sus sistemas,
la simple emisión de información
conducía al aprendizaje. Se ha tratado
de informar la verdad para que
ella sea aprendida. Se ha tenido
al conocimiento como una existencia
objetiva que, por lo tanto, podría
ser transmitida por lo que el requisito
más importante es la atención
convergente, que se torna así
en “la disciplina.” Una disciplina
y un conocimiento que implican
además, un conjunto de valores
dominantes en la cultura escolar
(moderna, occidental): Dominio,
poder, jerarquía, postergación,
pasividad receptiva, repetición
industrial, ignorancia de la
subjetividad individual y de la
complementaria y necesaria
solidaridad grupal y social.
SUBJETIVIDAD
Llamaré, con otros, subjetividad a las calidades particulares de esa complejidad
corpórea, calidades acumuladas como su historia, y que recibe nombres
diversos, no siempre ajustados: carácter, personalidad, pero, en todo
caso para mis proposiciones me interesa establecer que me refiero a la
persona como una integralidad corpórea en la que juegan continuamente
flujos, energías, (ondas, partículas) que tienen la facultad (humana) de
formar pensamiento. Que el pensamiento no es generado por la
materia, sino que es otra calidad, exclusiva de los seres humanos. No
es una secreción o circunstancia de una conjunción neuronal.
El pensar es una función de todo el cuerpo aún cuando se detecte,
gracias a cierto instrumental (nada neutro o inocente, como todos)
por pulsos eléctricos en las sinapsis. Sinapsis y flujos que están
embebidos en el cuerpo y que por lo tanto reciben sus estados (agruras,
angustias, padeceres...) cuerpo que, como ya he dicho, es transitado
por el mundo.
Así que no hay “pensamiento puro”, y como el razonar es pensar,
tampoco lo hay puro. (Puro como “no contaminado” por los afectos
o circunstancias, contextos).
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LA PALABRA PENSADA
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Tampoco es el pensar lo que
se verifica en las palabras,
en los lenguajes. El cuerpo,
la persona, pastorea su pensar
hacia los otros en un curso
en el que comienzan a aparecer
palabras (u otras señales
más o menos convencionales)
pensadas (que no son
aún palabras emitidas).
Las palabras o señales
pensadas son necesarias
para esa instancia del pensar
que llamamos razonar.
Se obra entonces con pensares
relativamente continentados:
palabras, signos, símbolos.
Esto se ha confundido
mucho con la totalidad
del pensar. Lo pensado queda
en el cuerpo como quedan
todos sus otros ejercicios.
Es su historia. Historia
que, como todas ellas, puede
o no militar en la conciencia
(saberse de ella), pero
en toda forma, milite
o no en la conciencia,
hace su trabajo: constituye
la subjetividad.
LA PALABRA EMITIDA
Para que la palabra (o signo) sea tal, sea palabra, debe cumplir
con exigencias sociales. Para que sea significativa debe ser convenida,
ser convencional. Ese requisito es muy poderoso y exigente. Obliga
a la persona a aparecer convencional, a aparecer – quiéralo o no – social.
El quiéralo o no lo menciono porque en momentos o cursos de vida
la persona disminuye su vínculo social. La sociedad lo percibe
y le pone nombres peculiares a esas desconexiones: neurosis, psicosis,
estupidez, originalidad, desadaptación... En ciertas culturas (algo
conozco de Occidente) la palabra emitida no solo convencionalmente
(significativamente) sino de acuerdo a un cierto orden también
convenido, se le llamó razonamiento y se le asoció a la manera de expresar
– y buscar – la verdad. Algunos filósofos y pensadores se preocuparon
por eso y trataron de diferenciar certidumbre o corrección discursiva
de razonamiento general. No obstante, Occidente creció en el culto,
valor, de la razón como fuente y referencia de la verdad, al punto
de atribuirle la calidad de existencia objetiva. Calidad en la que entonces,
podría ser transmitida, transferida de uno a otro. Trascendió y aún rige,
la búsqueda y comunicación de la verdad como ciencia, ciencia
moderna. Ese culto, esa fe, ese valor está también en la base de la educación
formal. Pero su poder no se limita a la Escuela. Trasciende a todas
las maneras de organizar las relaciones sociales, la producción,
el cambio y comercio, la distribución, el consumo el concepto de Estado
y las guerras modernas.
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LA FUERZA COMUNICATIVA
DE LA PALABRA
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Decimos que la palabra emitida, para que sea tal, tiene que ser convencional,
tiene que haber sido lograda por un juego social que va estableciendo
esas convenciones, pero no basta que cumpla con esas convenciones
sino que esté referida a la propia condición del emisor, su subjetividad,
al contexto lingüístico, metalingüístico, en el espacio en el cual se emite
(aula, auditorio, radio, tv,) y el medio por el cual se hace y que ahora
toma condiciones poderosas con lo digital (lo digital es mucho
más que un “medio”, la intensidad y la profundidad que le dota
a la comunicación cambia su propia calidad. No sé si se pueda seguir
hablando de comunicación: la propia subjetividad y sus linderos,
la intimidad, la identidad, la reserva, la conciencia de los “receptores”,
los contextos… los factores o componentes de la acción comunicativa,
y mencionados al principio, cambian de tal manera que al entrar
en lo digital, hay que reelaborar todas las teorías y explicaciones,
tal como ocurrió con el uso social del libro con el Renacimiento).
La fuerza comunicativa de la palabra tiene que ver con todos
los componentes que se le integran. Muchos de ellos se le han atribuido
a sus modos convencionales que van desde la poesía y la literatura
hasta el espectáculo. Pero el drama es un aliado irremplazable
de la fuerza comunicativa. El drama, nudo o problema incide sobre eso
que nos preocupa para la pedagogía. Sobre la intimidad, sobre
el acervo sensible de cada quien. Atiende a esto lo que llamo pertinencia.
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LA PERTINENCIA
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En un sentido habitual pertinencia
expresa la existencia de una relación
adecuada, un tener que ver con.
Yo lo uso, con muchos otros, como
pertinencia social cuando el aprendizaje
propuesto es adecuado a las exigencias
de la comunidad o la nación. En este
escrito lo uso para referirme a la fuerza
comunicativa y, más especialmente,
a la fuerza o capacidad comunicativa
de una proposición pedagógica,
de un problema o pregunta, para
propiciar la activación y participación
del estudiante en su proceso
de formación y en la construcción
de sus aprendizajes. De qué manera
esa proposición angustia, activa
y despierta su acervo. Así entendida,
la pertinencia es el componente
fundamental de la acción comunicativa
y pedagógica. Es un componente
básico del proceso gnoseológico,
epistemológico. Lo pertinente activa
a la persona, pero de esa activación
no se sabe y sus productos
no se reafirman si no tienen de alguna
manera un eco social, un llegar
a los otros. De manera que forma
parte de la pertinencia el efecto
que ello tiene en el perceptor,
en su pensar y en las emisiones
correspondientes a ese pensar,
es decir, en actos comunicativos
subsiguientes, que tendrán
las mismas exigencias de pertinencia
de todos ellos.
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El GRUPO
El grupo, en los ambientes educativos es el ambiente inmediato y práctico
para que esos actos comunicativos, esos pensamientos emitidos tengan
espacio. Esas emisiones pueden ser con cualquier recurso sígnico,
pero, para los efectos educativos, el lenguaje natural y las abstracciones
geométricas y matemáticas reclaman los acentos. Así que el momento
individual cuando el estudiante recibe el enunciado del problema,
lo procesa como pensar y lo pastorea hacia los signos, debe ser seguido
por un momento grupal que presta la compañía, el espacio y el tiempo
que complementarán, discutirán, enriquecerán y evaluarán las emisiones
de cada integrante del grupo.
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EL MULTIMEDIA DIGITAL
Las opciones de ser pertinente se multiplican con lo digital, al punto
de que podríamos cuestionarnos sobre lo adecuado de llamar
a lo que emerge como multi–media en cuanto que las posibilidades
de expresar trascienden los habituales linderos de un medio a otro en
cuanto a la linealidad y amplitud narrativa. La hipertextualidad como
posibilidad para el intérprete de saltar a voluntad de un texto a otro,
armando un nuevo texto que puede diferir totalmente de los abordados
o de su sumatoria simple, gracias a una creciente y bien dotada
alimentación para su hermeneusis. La amplitud expandida permite
reducir y hasta eliminar los linderos “laterales”. Una fotografía o video
se puede fundir a voluntad con otra, próxima o distante.
La animación se despega progresivamente de lo antes representado
y genera multidimensionalidad que explota la anterior pretensión
del teatro y luego del cine de proponer sus propios espacios y tiempos.
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Los cursos de sucesivas abstracciones demandaron espectadores
cada vez menos expectantes y más participantes y constructores.
Se entendió, y usó crecientemente, que con simples señas parciales
se podría evocar un todo (gestalts) y se entendió así que con el arte
ya no se trataba de representar una realidad, sino de crear otra.
Ese es el campo mayor de lo digital: otra realidad. Pero como ocurre
con aquellas realidades estéticas, el supuesto ante ellas es la de interpretarlas.
Pero la interpretación, la hermeneusis no es otra cosa que la activación
de la subjetividad para proyectar nuestra propia historia sobre
esas señas. Pero a esa posibilidad exquisita del artista de crear
realidades se agrega su vulgarización. Lo digital y la cultura
de la participación que estimula y permite, también implican
el uso masivo de instrumentos muy complicados al alcance
de muchos. No es necesario comprender su funcionamiento,
como ocurrió al principio cuando para obtener
productos había que saber programar. Hoy se usan
los programas ya hechos e incluso programas
que programan. Para usar el papel no hace falta
saber fabricarlo.
Estas intenciones educativas aún están
organizadas en los currículos y programas
de estudio aún ceñidos a organizaciones
disciplinares del conocimiento.
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Organizaciones que cada vez coinciden menos con las exigencias
sociales, laborales, productivas y personales del estudiante. Pero
además de esas exigencias oficiales, hay exigencias propiamente
pedagógicas que obligan a organizar lo que se proponga como
formación o aprendizaje necesario.
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Valores que converjan a su formación: dignidad, participación, solidaridad,
cohesión social, continuidad con la Naturaleza.
Adquisición de lenguajes y recursos comunicativos, para el razonamiento
verbal y matemático y destreza en el manejo de instrumentos físicos
y digitales que nos faciliten todo lo anterior.
Un listado como el anterior, que bien podría resumir ligeramente
un proyecto educativo, tendría que estar en el curso buscado e inducido
por los problemas pertinentes. Así como la subjetividad de cada quien
es dinámica, diría que crece y se amplía con el propio vivir, así varía lo que resulta
pertinente. Unas variaciones que se dan en amplitud y profundidad.
Nos toca cada vez más lo que está distante y lo que está más adentro
de las superficies ya visitadas. Es una de las grandes maravillas de los seres
humanos. Y como si ello no fuera suficiente, creamos nuevas realidades
que se agregan a nuestro acervo. Los cosmos micro y macro se abren
de tal manera que solo pueden ser visitados por la poesía. En la misma
gente vecina, día tras día descubrimos riquezas y conflictos. La casa, el barrio,
la ciudad, la escuela, el sitio de trabajo cambian en cuanto se tornan
limitados y repetitivos o confusos e incomprensibles. Esto hace
que lo pedagógicamente pertinente sea difícil de lograr en cuanto
a los temas que se deban tomar. Pero allí no acaban las dificultades.
La manera de plantear los problemas
tiene que ver con su adecuación,
su capacidad para tocar las cuerdas
sensibles de la subjetividad.
La psicología y las artes, sobre todo
las artes dramáticas nos dicen cosas.
La psicología nos habla de los campos
de angustia realista y desestabilidad
(Freud, Jung, Adler (1), y desestabilidad.
El uso común del término angustia
tiene un sentido negativo. Refiere
a malestar, vecindad del dolor, miedo,
enfermedad. Pero al aproximarnos
a sus significados encontramos
mucha mayor riqueza. Una bella obra
de arte provoca angustia, nos perturba, nos
complica en su encanto. Encontramos
a la angustia como un estado afectivo
que convoca al cuerpo a una respuesta
ante algo nuevo, de origen propio
o ajeno, que debe ser comprendido,
incorporado al propio acervo
y, de esa manera, tranquilizarse,
recuperar el equilibrio.
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Como toda afección la angustia puede ir más allá de esa condición
“realista” y patologizarse (en el sentido de ir mucho más allá de la media
considerada culturalmente como normal) apropiándose de la persona,
haciéndola huir o inhibiéndose, entregándose. Así, aprender a vivir
con la angustia no está separado de aprender a vivir con la novedad
o la creación.
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El conflicto entre la preservación
y el cambio es un habitante permanente
de los individuos y los grupos humanos
y el manejo del cambio para hacerlo
que fructifique rivaliza en dificultad
con el manejo de la homeostasis,
del miedo al cambio en sus muchas,
y a veces sutiles, manifestaciones
y disfraces. Puedo decir que lo que precede
a un conocimiento o a una creación
es una angustia conveniente y necesaria.
Una información no pertinente,
no despierta la necesidad de apropiarse
de ella, de transformar esa información
en conocimiento o aprendizaje.
La angustia en su calidad afectiva,
es una convocatoria no necesariamente
consciente para todo el cuerpo
y, seguramente, a mayor pertinencia,
mientras más tenga que ver con uno
la información, más fuerza tendrá
esa convocatoria. Se puede hablar
de una cultura de la angustia
que deviene de una costumbre
y más que de una costumbre
de una necesidad de la creación.
(El ser creador tiene que ver con
la necesidad del reconocimiento:
el creador logra la atención tanto
por la calidad de lo creado como
por la actitud que el creador toma
ante los demás). En la filosofía,
las religiones y en la psicología
el tema ha sido bastante estudiado
hasta el punto de ser colocada
la angustia como la condición
más importante del ser humano (Sartre).
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LOS REQUISITOS PARA HACER QUE
EL PLANTEAMIENTO DE UN
PROBLEMA RESULTE PERTINENTE
Las artes nos hablan de intriga, misterio, seducción.
La angustia es usada habitualmente en las artes como recurso
y como propósito.
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Como recurso para convocar la atención hacia la obra misma. Como propósito
porque la angustia que la obra desata está en el propio y final programa
del artista. Es difícil desvincular una cosa de la otra.
La sexualidad es usada comúnmente en la propaganda para llamar
la atención hacia la información, hacia el cartel o la cuña comercial.
Se sabe de la potencia angustiante del sexo por las tradiciones culturales
y por sus implicaciones biológicas. Pero el mismo sexo – y entonces
se le tiende a llamar eufemísticamente erotismo – puede ser el propósito
de la obra: exaltar el amor, la cópula, el éxtasis. El psicoanálisis,
particularmente en Freud y Jung (2), amplió la concepción del sexo
hasta el libido proponiéndolo como motor fundamental del Yo,
del ser humano y sus relaciones sociales.
La intriga (en propaganda el TEASER) y el misterio generan angustia,
la que puede incrementarse y, por lo tanto, ser muy pertinente cuando
va dirigida a cierto tipo de audiencia o espectador.
Intrigar puede entenderse como una manera de armar las cosas para
provocar angustia o desestabilizar.
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Entramos en otra pedagogía cuando entendemos
que la dignidad y la participación son componentes
fundamentales tanto para la formación como para
el desarrollo de competencias.
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Nos importa incorporar al aprendiz
al proceso de su propia formación
y al logro de competencias adecuadas.
La per tinencia tiene que ver
con lo propuesto y con las maneras
de proponerlas: ambas cosas resultan
así, aprendizajes.
Proponemos la participación como
un valor que debe establecerse
y la manera de lograrlo es participando,
no simplemente predicando
la participación.
Proponemos la dignidad como un valor
y lo ponemos en ejercicio cuando
invitamos o concitamos al estudiante
a expresar sus ideas u opiniones
sobre el problema planteado.
Pero no basta plantear el problema,
hay que hacerlo de manera pertinente,
y esto es hacerlo de tal manera
que toque la subjetividad del estudiante,
lo angustie y perturbe y lo presione
así a expresarse, a opinar, a participar.
No es entonces una opción, es una
compulsión y un deber generado
por el problema en sí mismo
y la manera de presentarlo para
descubrir su pertinencia.
Los temas del problema y las maneras
de presentarlo deben ser un conjunto
que se complementa y unifica.
Las calidades estéticas: belleza, intriga,
misterio, picardía, sensualidad, humor,
ambigüedad, sugestividad deben
combinarse con lo ya existente
en el acervo del aprendiz para hacer
del problema algo necesario
y abordable por éste.
Así, un problema pertinente debe
llevar en su forma esas calidades que
deben ser cómplices del enunciado
verbal del problema. Al diseñarlo
digitalmente esas calidades
se potencian pero también se hacen
más exigentes. Lo digital hace de tal
manera abundante las imágenes,
los enunciados, las informaciones
que no es fácil ser distinto u original.
(Pero lo distinto u original, es cosa de circunstancias, si aceptamos que
los significados siempre son contextos dependientes (Wittgenstein).
No existe la originalidad o la distinción absolutas, eternas o universales.
Dependerá de para quién, cuándo y dónde se dice la cosa.
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LA BELLEZA
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La belleza no es necesariamente bella. Se la puede sentir y presentir.
La belleza, como las otras calidades estéticas, ya se encuentra en nuestro
acervo, ya queríamos encontrarla. Así que su aparición inmediata,
en las maneras logradas por el artista, es un encuentro. No es la belleza,
entonces, cosa de armonía o de métricas y proporciones, aunque estas
podría tenerlas con el consiguiente peligro de aburrimiento que estas
portan. Lo que llaman grotesco, o bruto bien puede llevarnos a una
intriga, a un rebote. A un buscar más allá para encontrar su paradoja.
El desequilibrio puede reclamar nuestro aporte. El contraste inusitado,
escandaloso puede revolver nuestras inconformidades. Por estas
y muchas cosas la belleza reclama el diálogo mucho más que la
contemplación extasiada. Pero en todo caso una buena proposición
problematizadora no debe permitir que el interlocutor se escape
por el detalle de lo no bello (que no es lo feo). Que al descubrirlo
de entrada renuncie a continuar tras de una mala factura que denuncia
pobreza.
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LA INTRIGA ES UNA MANERA
DE ORGANIZAR LAS COSAS
Se las organiza unas con otras o con lo que las rodea, con el contexto.
Una organización que deja ver algo fuera de sitio, que rompe lo esperado
o acostumbrado. Algo que podemos llamar ilógico. Dependiendo
de la esperada mayor o menor sensibilidad, esa organización puede
ser más o menos sutil, y lleva al perceptor a preguntarse (sin tener
que hacerlo consciente), ¿Qué falta - o sobra - aquí? Eso es una
problematización, en sí, pero podemos usarla como un atractor
para el problema mayor. De manera que desvaloriza el mensaje,
lo abre a la duda, muestra fisuras que invitan a cuestionar al todo.
Puede ser una suerte de desliz intencional. Como ver en un desfile
militar a un soldado cojo, que nos pone a dudar sobre la calidad de todo
el ejército y lo hace, por tanto, criticable. Descubrir esto, de alguna manera
nos autoriza, nos da poder. Lo sucesivo, lo necesario es usar ese poder
expresando nuestra posición. Y justamente de eso se trata al problematizar:
darle poder dignificador al aprendiz. Hacerlo partícipe de algo que
se construye, que no está listo y construido, que aún no existe.
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El misterio es pariente de la intriga,
pero estamos habituados a asociarlo a lo que viene de otra
dimensión diferente a la ordinaria. No es simplemente
algo faltante o fuera de lugar. Es algo que asociamos
con una maldad o bondad extraordinaria, un malhechor
o un ángel. Solamente no se dice todo, sino que en lo que
se dice se anuncian ambiguamente esas condiciones.
Por supuesto, como con la intriga, esos vacíos demandan
y autorizan posible participación, que se da cuando esta
se va estableciendo como valor, se ha establecido como
un supuesto comunicativo.
Humor. A algunos humoristas les gusta decir, con su mano izquierda,
que son profundos al humanizar con sus ambigüedades las cosas serias,
sobre todo las más serias como las políticas.
Hay quienes teorizan diciendo que al humor lo suscita una ruptura
no usual de un curso de acontecimientos, una sorpresa, un imprevisto,
pero en el que nadie sale dañado. Con frecuencia el humor asoma
una parte menos noble del cuerpo o los comportamientos.
En el teatro el cómico aligera la pieza sirviendo, a la vez, para subrayar
lo trágico. Algo parecido hace el retórico cuando teme que se le duerma
la audiencia.
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La picardía, tono favorito de los niños, no es una calidad estética
permanente, pero muy deseable. Hubo un tiempo en el que la
grandilocuencia era componente necesaria del arte. Se hablaba desde
los dioses o los reyes. La picardía vivía en las artes menores, sobre todo
en los ámbitos del chisme y el corrillo. Inseparable de los pecados
cotidianos. Hoy es herramienta común y legítima: un atractor que nos
recuerda siempre nuestras pobrezas u ordinarieces.
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Se la puede colocar en el mismo gran saco del humor, pero tiene el aura
de la prohibición menor. Se peca pero no tanto, en el nivel de lo venial.
Pero tiene la gran propiedad de darle legitimidad a la travesura,
a la irreverencia, a la mala palabra, a la parte prohibida de mencionar
del cuerpo. En esa condición, también no sólo hace dudar de la plenitud
de verdad de lo enunciado, sino que lo coloca en el nivel de lo travieso
y, por lo tanto, allí, autoriza.
La sensualidad convoca a los sentidos,
dice la palabra, pero en el uso corriente, a unos
sentidos más que a otros. Pareciera como
cercana al tacto y a la piel y con poco esfuerzo
le ponemos la x en lugar de la segunda s. Como
si se confesara que el placer sexual es más
que nada cosa de la piel. Pero para un Problema
Pertinente dirigida a un ambiente escolar, irnos
por estos caminos nos colocaría en malas lenguas.
Es mejor tomar el de los sentidos. Esto quiere
decir que el problematizador debe emplear
todos los recursos perceptibles: colores, sonidos,
movimientos, dimensiones, volúmenes, líneas
y, en cuanto estén disponibles, olores y sabores.
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La ambigüedad. No es muy
reverente proponerla como calidad
estética, pero en cuanto que nos separamos
de las proposiciones académicas y sus
pretensiones, lo ambiguo, que siempre
en la obra de arte contribuye con la intriga
reclamando la interpretación, con o sin
intención, atrapa, si no pregúntenle
a Leonardo.
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Bien podría querer decir algo, pero
también podría ser otra cosa o cualquiera.
Es un curso de por sí irrespetuoso.
Es una proposición con lógica flaca,
que se contradice o no se termina
de llenar. Es corriente denunciarla
en el discurso verbal, pero se le percibe,
y a veces sin poder decir por qué,
en los discursos ilustrados y multimedia.
El expositor va por un lado y las imágenes
o sonidos van por otro.
Al alejarse de las pretensiones magistrales
de decir siempre la verdad, la proposición
problematizadora, intencionalmente
ambigua, como con otros recursos
ya mencionados, autoriza la duda,
la discrepancia o la crítica. Deja lugar
y justifica la proposición divergente.
Sugestividad, no sé si puedo decirlo así, pero quiero decir sugerente,
que sugiere. Va un poco más allá de la intriga. Asoma algo de información,
pero no llega a ser una de esas detestables figuras para colorear. Lo informado
limita lo ambiguo y adelanta algo de lo verdadero o correcto. Ofrece
una parte del camino, pero en cierto momento se corta obligando
al aprendiz a seguir su propio curso.
Insisto en que estas calidades formales, son a la vez exigencias pedagógicas
que deben tenerse en cuenta en el momento de diseñar y producir un PP,
para que logre ser pertinente. El criterio mayor es el de hacer participar
desde sí mismo al estudiante, desde su propio acervo y subjetividad.
Este es un curso de reconocimiento y respeto a esa persona, un curso
de dignidad que supera la violencia que sufre el niño al ser obligado
al silencio, a la pasividad a la no participación. Violencia que implanta
el valor de la pasividad o la resignación cuando no estimula a largo plazo
la desadaptación social y la revancha contra esa misma sociedad
que lo ha negado.
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Pero, repito, no solo se atiende a esas necesidades formativas. Se presta
arranque a procesos de discusión o a proyectos que profundizan
y/o amplían los temas tocados que se vuelven así significativos
y propiciadores de competencias.
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REFERENCIAS
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www.aeste.blogspot.com
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conocimiento en la escuela. Colección Cuadernos de Pedagogía, n°. 11,
Editorial Laia, Barcelona, España, 1983, 384 págs.
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vol. 23. Fundación para el Avance de la Psicología, Bogotá, Colombia,
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