Anatomía del enfado y control emocional

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Anatomía del enfado y control emocional
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Publicado en:
Enrique Sueiro
Profesor asociado de Comunicación
Universidad de Navarra
27 de febrero de 2005
Heraldo de Aragón
Estoy enfadado. Mucho. Esta circunstancia típicamente desaconseja hacer nada
que puede repercutir en otras personas, como escribir un artículo. Sin embargo,
continúo. Apenas he redactado un párrafo y ya me doy cuenta de que no es para
tanto... aunque sigo enfadado. Bastante.
Aristóteles (Ética a Nicómaco) lo bordaba: "Cualquiera puede enfadarse, eso es
algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en
el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso,
ciertamente, no resulta tan sencillo".
Difícil encuadrar todo lo que rodea a un enfado y, una vez más, escribir este
artículo resulta muchísimo más fácil que practicar su contenido. Aun así, existen
principios que pueden ayudar de alguna manera a alguien en algún momento. Lo
mejor que he leído -y contrastado con la realidad- se encuentra en la obra más
conocida de Daniel Goleman (Inteligencia emocional). Con base en las
competencias de la inteligencia emocional referidas por el psicólogo de Harvard
Peter Salovey, Goleman aporta casos reales y explicaciones asequibles de
neurología. El autor glosa y desarrolla este modelo conceptual en 5 pasos.
1. CONOCER LAS PROPIAS EMOCIONES. "El conocimiento de uno mismo, es decir, la
capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece,
constituye la piedra angular de la inteligencia emocional (...). La incapacidad de
percibir nuestros sentimientos nos deja completamente a su merced. Las personas
que tienen una mayor certeza de sus emociones suelen dirigir mejor sus vidas, ya
que tienen un conocimiento seguro de cuáles son sus sentimientos reales, por
ejemplo, a la hora de decidir con quién casarse o qué profesión elegir".
Lógicamente, la habilidad emocional no reduce sus consecuencias a esas
elecciones de repercusión vital. Discernir las propias emociones y el grado en que
nos afectan tiene trascendencia cotidiana.
Nos conviene mucho saber qué personas y qué situaciones nos producen alegría,
tristeza, ansiedad, entusiasmo, etc. En el caso del enfado, puede suceder que
sepamos de antemano que acudir a cierto lugar o encontrarnos con determinada
persona alterarán negativamente nuestro estado anímico. Por tanto, saberlo es el
primer paso... que no siempre damos.
2. CONTROLAR LAS PROPIAS EMOCIONES. "La conciencia de uno mismo es una
habilidad básica que nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al
momento". Sobra decir lo relevante que esta capacidad puede resultar frente a los
enfados. "Las personas que carecen de esta habilidad tienen que batallar
constantemente con las tensiones desagradables, mientras que, por el contrario,
quienes destacan en el ejercicio de esta capacidad se recuperan mucho más
rápidamente de los reveses y contratiempos de la vida".
Cada uno controla y ritualiza sus emociones como puede. Cuatro casos: el que se
santigua antes de entrar en el despacho de su superior, la que silencia el pisar de
sus tacones cuando camina en el círculo auditivo de su jefe, el que cuenta hasta
20 antes de responder a una pregunta envenenada y la que reposa horas o días en
la carpeta de borradores un e-mail antes de enviar un mensaje más eléctrico que
electrónico.
3. AUTOMOTIVARSE. "El control de la vida emocional y su subordinación a un
objetivo resulta esencial para espolear y mantener la atención, la motivación y la
creatividad. El autocontrol emocional -la capacidad de demorar la gratificación y
sofocar la impulsividad- constituye un imponderable que subyace a todo logro
(...). Las personas que tienen esta habilidad suelen ser más productivas y eficaces
en todas las empresas que acometen".
Para automotivarse, equidistancia entre el optimismo ingenuo, que ni recuerda el
pasado ni prevé el futuro, y el pesimismo desesperanzado, que ciega toda posible
mejora.
4. RECONOCER LAS EMOCIONES AJENAS. Daniel Goleman recuerda que la empatía capacidad de ponerse en el lugar de los demás- se apoya en la conciencia
emocional de uno mismo y constituye la "habilidad popular" fundamental. "Las
personas empáticas suelen sintonizar con las señales sociales sutiles que indican
qué necesitan o que quieren los demás y esta capacidad las hace más aptas para el
desempeño de vocaciones tales como las profesiones sanitarias, la docencia, las
ventas y la dirección de empresas".
Esta
habilidad
facilita
comprender
-no
necesariamente
justificarcomportamientos, decisiones y modos ajenos que nos contrarían... y provocan
nuestros enfados. Según la función que desempeñemos con respecto a otras
personas en la familia o en el trabajo, la empatía nos brindará un poder notable
para armonizar, conciliar, inspirar confianza y aglutinar voluntades.
5. CONTROLAR LAS RELACIONES. El autor asegura que "el arte de las relaciones se
basa, en buena medida, en la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las
emociones ajenas (...). Éstas son las habilidades que subyacen en la popularidad,
el liderazgo y la eficacia interpersonal. Las personas que sobresalen en este tipo
de habilidades suelen ser auténticas "estrellas" que tienen éxito en todas las
actividades vinculadas a la relación interpersonal".
Leídos los 5 puntos anteriores, sigo enfadado, pero empiezo a plantearme que no
merece la pena. "El enfado es la más seductora de las emociones negativas porque
el monólogo interno que lo alimenta proporciona argumentos convincentes para
justificar el hecho de poder descargarlos sobre alguien. A diferencia de lo que
ocurre en el caso de la melancolía, el enfado resulta energizante e incluso
euforizante", sobre todo, en quienes fluye sangre por las venas en lugar de
horchata.
Por consiguiente, conviene desactivar esa conversación con uno mismo. Un
remedio, "volver a encuadrar la situación en un marco más positivo". De lo
contrario, es fácil que se encadenen sucesiva y exponencialmente enfado, rabia,
ansiedad, estrés, violencia... O sea, de mal en peor. Esto es lo que ocurre cuando
descargamos un enfado previo con alguien ajeno a la situación. Con frecuencia el
entorno familiar sufre los efectos de las crisis laborales y viceversa.
"El primer modo de restar fuerza al enfado consiste en prestar la máxima atención
y darnos cuenta de los pensamientos que desencadenan la primera descarga de
enojo (esta evaluación original confirma y alienta la primera explosión, mientras
que las siguientes sólo sirven para avivar las llamas ya encendidas). El momento
del ciclo del enfado en el que intervengamos resulta sumamente importante
porque, cuanto antes lo hagamos, mejores resultados obtendremos. De hecho, el
enfado puede verse completamente cortocircuitado si, antes de darle expresión,
damos con alguna información que pueda mitigarlo".
Cuenta Antonio Machado (Juan de Mairena) que un alumno presentó a Mairena un
trabajo en cuatro partes: la primera, contra los que aceptan los banquetes en su
honor, por considerarlos fatuos y engreídos; la segunda, contra los que declinan el
honor de los banquetes, por hipócritas y falsamente modestos; la tercera, contra
los que asisten, por parásitos del honor ajeno; y la cuarta, contra los que no
asisten, por envidiosos. El maestro preguntó cómo pensaba titular ese trabajo, a lo
que el estudiante propuso: Contra los banquetes. El profesor sugirió otro más
ajustado al ánimo del joven autor: Contra el género humano, con motivo de los
banquetes.
A veces, parte de la terapia pasa por contar con un buen amigo consejero. Otras,
conviene distanciarse física o, al menos, mentalmente de la persona causante de
nuestro enfado. Varios expertos coinciden en la sencilla receta de un paseo para
enfriar nuestro microclima caldeado.
Hace 18 párrafos estaba muy enfadado. Ahora va a ser que no y, además, con una
sonrisa. A ver si me dura.
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