1833 ~ /913 - Biblioteca Nacional de Colombia

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1833
D.
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/913
INDALECIO LIEVANO
PALABRAS DEL DR. JORGE ALVAREZ LLERAS AL SER COLOCADO EL RETRATO
DEL ILUSTRE INGENIERO EN EL OBSERVATORIO ASTRONOMICO NACIONAL
~ Ef\lORAS y señores:
<i)
Nos congrega en este momento, aquí en el Observatorio Astronómico Nacional, la voluntad de honrar la memoria de un varón egregio, que durante la progresista administración del general Mosquera
desempeñó las funciones de Director de este Instituto con lujo de conocimientos e iniciativas de investigación suficientes para colocarlo entre los hombres de ciencia mis sobresalientes de este país. Me re-
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SEN D EROS
fiero al ilustre ingeniero doctor Indalecio Liévano, cuyo nombre está grabado en la meridiana de cohe
que atraviesa este salén, y cuyo retrato colocamos ahora solemnemente en estos muros venerandos, que
conservan tan preciows recuerdos de nuestras mejores glorias en el campo científico.
Para muchos parecerá extraño el que nos congreguemos a tributar este homenaje a un ciudadano que
no fue político, ni guerrero, ni literato, ni actuó jamás sobre la opinión de sus compatriotas, por aquellos sistemas que en las democracias del t rópico consagran para la inmortalidad; pero esto no importa
porque nosotros sabemos de los grandes, sólido& y verdaderos méritos de este ilustre colombiano, y comprendemos de sobra que hombres cemo él son l0s que ha necesitado este país tan digno de mejores
destinos.
Venido a la vida en momentos en que se perfilaban los contornos de nuestra Patria de manera definitiva y empezábamos a formarnos en la organización incipiente de esta joven República, el doctor
Liévano se nutre de sólidos conocimientos y aprovecha la orientación científica que se quiso dar a
nuestra juventud con el concurso de don Lino de Pombo y la ayuda de elementos extraños, ccmo Codazzi y Bergeron, para formarse en las disc iplinas científicas del ingeniero.
De criterio absolutamente analítico, no estuvo éi desprovisto de aquella intuición poderosa que lo
orientó tan admirablemeate cuando años más tarde se ocupó del problema de las vías de comunicación
en el país, y por eso desde un principio se muestra en su obra ese consorcio admirable, tan rara vez
hallado en los hombres de genio, entre el análisis matemático que le inspiran sus textos de Algebra o
de Aritmética, y sus facultades intuitivas que le permiten resolver la cuestión de los caminos de Bogotá al bajo Magdalena, como ninguno lo ha hecho entre nosotros, antes ni después .
Conocedor de los hombres, como grande estadista que fue, el general Mosquera adivinó en Indalecio
Liévano esa admirable capacidad del análisis y de la intuición a que acaco de referirme, y le confió la
dirección del Observatorio de Bogotá, convencido de que con ello le abría el campo a otro Caldas y continuaba inteligentemente la obra de cultura que inició con el Colegio Militar. Desgraciadamente los sucesos políticos que dieron en tierra con el egregio mandatario, necesariamente influyeron en torcer sus
propósitos y así Liévano, desprovisto del estímulo que recibía de las altas esferas oficiales, abandonó
este Ol:-servatorio para consagrarse a tareas menos estériles e ingratas.
Pero si fue breve su paso por el primer t(mplo levantado a Uranía en el Nuevo Continente, al decir
elocuente de Caldas, no por eso dejó de ser im¡::ortante la labor científica que aquí realizó : cálculo de
efemérides astronémicas, observacionss meteorológicas, estudios hipscmétricos, detelminación de la altura de Bogotá sobre el nivel del mar, observaciones astronémicas y concepción del plan científico de sus
libros de texto.
Evidentemente, con las capacidades técnicas que así demostró, Liévano hubiera podido alcanzar un
alto puesto entre los hombres de ciencia de Hispano América y aún, cemparándose con ventaja con físicos y matemáticos peninsulares, seguir la tradición gloriofa de Caldas para formar la escuela a que
Garavito dio tanto brillo en érocas posteriores . Pero como parece que un sino fatal ha perseguido a
nuestros grandes hombres arrebatándolos a sus labores inoportunamente para que su obra se muestre
así desmedrada y trunca, Liévano se vio colocado en otro ambiente al dejar el Observatorio, y nunca
más tornó a este medio tan propicio para la investigación y que puede decirse formó a Garavito en veintiocho años de labores pasados al frente de este Instituto.
Para juzgar la obra científica de Liévano ninguno tan capaz como mi ilustre antecesor, el sabio astrónomo doctor Julio Garavito Almero. Oigamos algunas de sus apreciaciones tomadas de la reseña
biográfica que publicó en la Revista cAnales de Ingeniería»:
cEn la primera edición de la Aritmética de Liévano (1856) apareció por primera vez una teoría sobre los números inconmensurables. Esta es, rues, anterior a las de Dedekind y Kroneker.
«El objeto de esta teoría es la fOlmación de una escala numérica continua con el sólo auxilio de los
números enteros.
cLiévano dEmuestra que dado un número inconmmsU/able se pt.:ede hallar otro conmensurable cuya
diferencia con el pr'mero puede ser rrenor que cualquiera magnitud dada de antemano. De esta proposicié'n deduce que las propiedades de asociatividad, conmutabilidad, etc., de sumas y productos, así como
también la independencia de los resultados m ,méricos respecto de la unidad a c;ue se refieren las cantidades, son aplicables a los números inconmensurables, Generaliza también a los números inconmensurables las leyes de proporcionalidad, referentes a los conmensurables ; el teorema en donde hace esta generalización data iambién de la primera edición de su Aritmética .
«En su Tratado de Algebra, Liévano adoptó la definición de cantidad negativa propuesta por Cauchy,
lo cual se atrajo violentas críticas de parte de algunos profesores de ese ramo ,
«La frase aislada: cantidad negativa es el resultado de una sustracción imposible, se rresta en realidad a la crítica, pues una 0¡ceraci6n imposible no puede dar resultado alguno, o si da resultado es ¡corque la operación ha sido posible, Pero la crítica es gramatical y no matemática: se refiere a la exttnsión que se confiere a la palabra imposible , La frase es absurda si se da a la palabra imposible un sentido completamente absoluto ; pero deja de serlo, ~ i esta palabra encierra implícitamente cerno es el
caso, una restricción relativa al empleo de los solos símbolos de la Aritmética ,
«La frase arriba copiada, en el lugar en donde está colocada, equivale a la siguiente:
cCantidad negativa es el resultado de una sustracción imposible con el solo auxtito de los símbolos
de la Aritmética ; rero realmente po~ible, lo cual demuestra la necesidad de un símbolo nuevo que complemente la insuficiencia de la Aritmética.
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cEl tratado de Algebra de Liévano resume en 277 pagmas los principIOs más importantes del extenso ramo y constituye una obra didáctica y rigurosa a la vez, condiciones casi siempre opuestas .
cGeneralizó la fórmula del inte rés compuesto al caso de tiempo fraccionario e inconmensurable. E sta
generalizac ión el ata del año d e 1856 y fue publicada en 1862 en e! Almanaque de Liévano, para 1863.
cEl rigor m 3temático del doctor Liévano no se conformaba bien con 103 postulados de la Geometría y
hubiera querido reducirlos a simples juicio-- a priori como los de la Aritmética. Esto no era posible;
con todo, la labor de Liévano ha sido evidentt:mente importante; pero para ponerla de manifiesto necesitamos de algunas explicaciones previas.
cEI ilustre profesor H . Poincaré, creador de la moderna filosofía científica, ha sostenido con fundada
razón, que los axiomas de la Geometría no son j uicios sintéticos - a priori , - ni hechos experimentales,
sino convenciones. Pero est:1 pa l ab r~ convención tiene sus reservas: convenciones si, arbitrarias no.
cDesde el pu n to de vista del análi ~ is ma temá tico, los postulados de la geometría y de la mecánica son
convencione~, pero esta,> convenciones no ~on arbitrarias ; corresponden a juicios intuitivos, los que, si
bien no tienen la claridad de los juicios analíticos y sintéticos a priori, no por eiJo son meno,> dIgnos
de confianza . Poseemos una intuición directa del espacio euclídeo de la cual no es posible desembarazarnos . La causa de esta intu ición proviene, sin duda, de que nosotros y todos nuestros ascendientes,
hem03 estado pers istentemente bajo la influencia del medio externo, influenc ia bajo la cual se ha modelado y desarrollado e! cerebro a través de los siglos . Los que lIa:mamos juicios a priori, ¿110 tendrán
también un origen semejante? Con todo, la claridad de los postulados de la geometría euclídea es tal
que nos dispema de toda verificación experimental. Desde e~te punto de vista no es posible considerarlos como juicios a priori, reconociendo, no obstante, su origen experimental.
«Desde la aparición de las geometrías euclídeas se comiJeró con razón, como imposible toda demostración del postulado de Euclides, pues si, omitiendo dicho postulado es posible crear una Geometría en
la cual no se llega a contradicción alguna, esto demuestra que dicho postulado no es consecuencia de
ninguno de los otros y por tanto no podrá tampoco ser deducido de ellos. Pero si bien es cierto que el
postulado de Euclides no es consecuencia de los otros axiomas geométricos, hay sin embargo en las consecuencias de este, proposiciones que son más evidentes que las que se han tomado como fundamentales.
ePues bien, la labor del doctor Liévano fue la de sustituir e! postulado euclídeo por el axioma de la
similitud, labor meritoria y de importancia didáctica indiscutible. Este trabajo no tuvo la buena acogida que mereCÍa a causa de una mala inteligencia respecto del propósito perseguido, pues se creyó que
se intentaba reducir a menor número las propiedades intrínsecas del espacio euclídeo, lo cual no era posible.
eEl doctor Liévano fue un verdadero libre pensador en el sentido propio de la palabra, pues no admitió criterio de autoridad en ciencias ni en filosofía, ni se doblegó a la moda de las ideas reinantes .
eAdmitió con Newton la existencia del espacio y del tiempo, independientemente de los medios que
nos han servido para concebirlas. Estas ideas las tenía, no por la sola instuición espontánea, sino despu{'s de un reflexivo análisis de los hechos.
«El rasgo más saliente de su independencia de espíritu se manifestó en el ardor y la convicción con
que defendió las ideas de Newton respecto del espacio y de! tiempo, contra los leaders del sensualismo
y del espiritualismo.
cEn una ocasión se nos acercó el doctor Liévano y con gran entusiasmo nos manifestó que había
hallado una demo~tración irrefutable a favor del espacio absoluto. Se refería a cierta manera de presentar el argumento de Newton.
eNewton hizo notar que si la tierra hubiera estado cubIerta de nubes, se podría no obstante descubrir su rotación , fijar el sentido de ésta y su duración en oscilaciones de un péndu;o de longitud definida . La conclu~ión de Newton es correcta, tod" el que tenga cierta ilustración matemática no puede
ponerla en duda, y el argumento no ha tenido contestación plausible; pero sus adverc;arios lo han esquivado arguyendo que en ese caso (la tierra cubierta de nubes) la afirmación de que gira no tendría
sentido.
eCiertamente para los que no admiten el e'>pacio absoluto, la frase citada no tendría sentido: si no
hay espacio absoluto se puede girar sin girar con relación a algo?
cPero para Newton y para sus partidarios el espacio absoluto existe y la anrmación tiene un sentido
preciso.
«Ahora bien: el doctor Liévano hacía un supuesto que nada tiene de contradictorio, y era el siguiente : Si después de asegurar Newton y sus partidarios por la observación de fenómenos puramente m ecánicos, que la tierra gira y de fij ar la duración y sentido de esa rotación se descubriese el velo que
ocultaba las estrellas, no se tendría una verificación espiénd ida de tal previsión? Sobre ideas erróneas
se pueden hacer previsiones exacta~ en cualidad y cantidad? Es claro que no. Luego el espacio absoluto existe.
«La orientación del universo en el espacio y la uniformidad absoluta del tiempo, son, en cierto modo,
el resultado de la eliminación de las entidades que con ellas se relacionan en el juego incesante de las
percepciones del medio externo . Es a la ley de inercia a la que debemos esos conceptos ; y esta ley no
es, por otra parte, otra coc;a que la conservación del movimiento.
cEl doctor Liévano admitía la existencia del espacio y del tiempo como entidades de existencid independiente de los medios por los cuales ellas han sido reveladas al hombre. ReconoCÍa que sin los cuerpos - y sin los acontecimientos -, no tendríamos idea ni del espacio ni del tiempo, pero esto al m ismo
título y por el mismo que no tendríamos idea de los asteroides sin el auxilio del telescopio.
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«Hay verdadero valor en aquellos que, como el doctor Liévano, se han atrevido a sostener ideas que
están en contradicción con la moda reinante, por amor a la verdad.~
Juzgada tan admirablemente la lacor científica de Liévano por quien fue autoridad suficiente para
ello, y antes de pasar a sus actividades en el campo de la ingeniería práctica, quiero enumerar en resumen, sus escritos para que se tome nota de la variedad de sus capacidades. En 1856 escribió su tratado de Aritmética, suficientemente conocido en el país. En 1871 publicó su folleto «Investigaciones
Científicas>, tan bien analizado por Garnvito, y en 1875 su tratado de Algebra, seguido de un apéndice de las ivestigaciones. Además de esto escribió una instrucción popular sobre meteorología agrícola, su
famoso folleto «Carreteras y ferrocarriles de Bogotá al río Magdalena>, e infinidad de artículos sobre
tópicos científicos, económicos y de carácter práctico, que andan dispersos por la prensa periódica de ese
entonces.
Toda esta variada labor tiene su importancia; pero sobre esos escritos yo coloco en primera línea el
folleto mencionado .Carreteras y ferrocarriles de Bogotá al río Magdalena», porque allí puso Liévano
su poderosa intuición al servicio directo del país, y porque en las páginas de ese opúsculo pueden los
ingenieros colombianos, aun hoy, buscar sólidas enseñanzas enteramente adaptadas a las necesidades peculiares de estos países andinos.
y esa afirmación cobra relieve cuando se piensa que en 1885, fecha de publicación del folleto, apenas
se tenía idea de los ferrocarriles entre nosotros, y nadie podía prever lo que la dura experiencia ha comprobado tan dolorosamente en los tiempos de ahora. Así creo que lo demostré en un memorial document ado que elevé al Ministerio de Obras Públicas en enero de 1921, hablando en nombre y representación de un numerow grupo de ingenieros nacionales. Entonces dije, entre otras cosas, lo siguiente:
.. Este punto preciso se relaciona en Colombia con una larga historia de desaciertos - para emplear un
blando término - políticos, económicos y financieros , sumamente desfavorable para los intereses del país
y pata el brillo de sus gobiernos, pero llena de saludables enseñanzas que debemos aprovechar. En obsequio de la opinirn ilustrada y en la seguridad ce que S . S . encontrará puestas en razón estas ideas,
aludiré brevemente a algunos hechos bien conocidos .
«Entre éstos ningún ejemplo más oportuno para ilustrar este vasto capítulo de los desaciertos a que
acabo de referirme, como el que constituye la odisea de los esfuerzos poco felices hechos por varias administraciones para unir la capital de la República con un puerto sobre el río Magdalena.
«El gobierno estuvo bien orientado cuando estimuló los estudios preliminares de Poncet y otorgó la
concesión Liévano, que se encaminaba a darle a Cundinamarca una salida lógica por la hoya del río Negro. El trazado Brown, del cual se construyeron apenas siete u ocho kilómetros, los que se perdieron
totalmente, encerraba también una idea plausible, como quiera que por esta vía se comunicaba la altiplanicie con un punto más abajo del Salto de Honda. Se optó, empero, por la carretera de Cambao,
lo que fue un verdadero desacierto como se demuestra por el abandono en que ahora yace, después de
haber invertido la Naci0n en ella inmensas sumas ele dinero. El no haber resuelto el paso del Salto de
Honda pudo considerarse como error suficiente para dejar perder esta vía que no ha servido a la postre
ni para el tráfico local, pues está interrumpida en varios puntos.
«Pero no fue ese, sin embargo, el más considerable de los desaciertos.
«En el ferrocarril de Girardot culmina la acción admirable de la política y de los intereses particulares en cuanto se refiere a la concepción y a la construcción de los ferrocarriles, junto con esa economía
patriótica, de que ahora muchos h¡;cen gala, en el estudio serio, científico, prudente, y, sobre todo, anticipado de las vías férreas, estudio indispensable ames de comprometer el entusiasmo de los colombianos y las fuerzas financieras del país en una obra econémicamente absurda, costosa, tal vez problemática, o que constituya a la larga una cadena que oprima las energías de la Nación, tal como sucede
con el ferrocarril de la Dorada.
«Elegido por el señor Cisneros el puerto de Girardot, se inició la construcción del ferrocarril sin un plan
uniforme, constantemente vacilando entre las hoyas del Apulo y del río Bogotá, optando por soluciones
transitorias como las del empalme de La Esperanza, subiendo para volver a bajar e imponiendo un desarrollo inútil, que según cálculos poster'ores puede avaluarse en más de treinta kilómetros.
«¿Sería justo, ahora, hacer a alguien culpable de tamaños desaciertos? De ninguna manera: todos los ingenieros que allí trazaron hicieron prodigios de equilibrio y de técnica para seguir la idea de los indiscutibles o acogerse al gusto de los interesados de la política, quienes dirigieron a su amaño el trazado
técnico, impusieron condiciones absurdas, antepusieron en toda ocasión sus intereses a los del país, y en
fin, no omitieron esfuerzo en el sentido de fabricar una obra tan costosa como se pudo y tan gravosa
para la República que, aun ahora, se trata de sustitu irla en parte por la prolongación del ferrocarril de
la Sabana .
«Fácilmente se podría avaluar el costo adicicional que le impuso a la construcción de la obra el mayor desarrollo injustificado proveniente de la falta de un trazado previo, es decir, de un estudio anticipado y completo del problema; pero Jo que no es fácil avaluar es el recargo diario, in~esante, indefinido
que la mayor extensión impone a aquella vra .
«Y ese recargo asume proporciones pavorosas, fantásticas, si ponemos teóricamente en competencia el
ferrocarril de Girardot con cualquiera otra línea más lógica encaminada a relacionar la capital con la
arteria del Magdalena, por ejemplo, el ferrocarril a Puerto Niño. No resisto a la tentación de aducir
algunas cifras para ilustrar mejor estas cuestiones en que el país principia a intere~arse con el beneplácito de los que nos preocupamos por su progreso.
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cEI cálculo es muy sencillo. El flete de importación, al presente, según datos pu blicados por la Comisi6n encargada de estudiar el problema de los transportes, es por tonelada de carga entre Bogotá y
Puerto Niño, y siguiendo los ferrocarriles de Girardot y la Dorada y el río Magdalena, de $ 124.12 ; Y
para la carga de exportación de $ 35.44. Ahora bien' un ferrocarril directo a Puerto Niño mediría
aproximadamente una longitud de 260 kilómetros . Computando el precio de la tonelada kilómetro en
$ 0.07, el flete de la carga por ese ferro:::arril sería de $ 18.20 por tonelada en todo el trayecto. De suerte
que por cada tonelada como están las cosas hoy día, economizaría el comercio de importación $ 106.52
y el de exportación $ 17.24. Como el primero no puede estimarse en menos de veinte mil toneladas anuales y el segundo en menos de treinta mil, la economía anual que efectuaría el comercio, tanto de importación como de exportación, puede alca!1zar a la suma de $ 2.347.000 OO .
H e puesto en $ 0.07 el flete por tonelada kilómetro de este ferro:::arril hipotético, cosa perfectamente
posible, tratándose de una empresa nacional y no extranjera y antinacional, como lo son la más de transportes que nos hacen el honor de explotarnos; pero aun 3up:miendo que el flete unitario no fuera de
$ O07 sino de $ O 10 por ejemplo, todavía llegaríamos a la enorme cifra anual de $ 2.257.300 .00, que
es la suma que paga de más actualmente nuestro comercio, por haber'5e construído el ferrocarril de GiTardot por donde va hoy; por haber n~cesitado del ferrocarril de la Dorada y por tener que emplear el
no Magdalena, precisamente en el trayecto más impropio para la navegación . ¿No es esto un absurdo
perfectamente mexcusable?
<Poniendo cifras más modestas que las precedentes para colocarnos en los precios anteriores al año pasado, se puede afirmar que en veinte años la Nación ha perdido la suma de $ 16.000 .000 .00, suma con
la cual se habría comtruído el ferrocarril al bajo M agdalena, se habría complementado el ferrocarril de
Girardot hasta lbagué y nos habríamos librado del dogal del ferrocarril de la Dorada. nudo gordiano
de ese pavoroso 'problema de los transportes', que hoy contemplamos como fruto de nuestra imprevisión y de nuestra estulticia.)
Mucho más podríamos agregar hoy a lo dicho hace doce años ; pero el hecho concreto de que ya va
a ser una realidad el ferrocarril al bajo Magdalena , tal como lo ideó el doctor Liévano, me releva de
ello. por cuanto han sido las mismas necesidades del progreso las que han impuesto una solución tan
acertada y científica, y de la cual t~vo él la intuición oportuna.
¿No es verdad, señores, que a haberse impuesto el criterio razonado y técnico de Liévano, tal como
aparece en su folleto sobre carreteras y fe,rocarriles al bajo Magdale'1a, cuando aun no se habían cer'
metido los errores que he analizado, otra fuera la suerte de esta altiplanicie sobre la cual se asienta la
capital de la República?
Económi:::amente, pues. la falta de predominio de hombres com') Liévano en la dirección de la cosa
pública se hace sentir de modo indiscutible por las cClnsecuencias funestísim:ls que han traído los errer
res cometidos por quienes, gel1eralmente de buena fe , creyeron que impul5aban al país por caminos rectos de progreso y bienestar cuando propiamente hablando fueron causa de su ruina.
Con lo que he expuesto brevemente creo haber hecho el elogio de Liévano, en lo que atañe a sus actividades como técnico y como ingeniero, dejando a voces más capaces y autorizadas que la mía, la tarea
de enaltecer su memoria al exponer sus virtude3 privadas y las múltiples capacidades que manifestó en
sus tare-as de ciudadano y hombre de negocios.
Cuando, en término muy breve, la locom:>tora pueda ir directamente de esta capital hasta el río Magdalena, para trasbordar allí, de una sola vez al barco que navega hasta Barranquilla llevando consigo
la esperanza de nuestro comercio y la promesa de nue, tra redención económica, la estatua de Liévano
a orillas del gran río se impondrá comCl ju",to homenaje de reconocimiento público. Por ahora en este
Observatorio Astronómico m o~L:stam en : e ofrendam:>s el tributo de nuestra admiración al hombre de ciencia que inició aquí sus labores y dejó su nombre grabado perdurablemente en la cinta meridiana que
atraviesa este salón, y regis rra::!o con caracteres indelebles en la historia científica del país entre los
nombres de Mutis y de Caldas, de Joaquín Aco3ta, de Ezeq:;iel Uricoechea, de Lino de Pombo, de Codazzi, de Nieto París y de Garavito.
JORGE ALVAREZ LLERAS
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