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TEMA 10:
“EL IDEALISMO TRASCENDENTAL DE KANT”
Carlos Díaz
IES Séneca. Departamento de Filosofía
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Índice:
1. CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL DE IMMANUEL KANT.
1.1. La Ilustración.
1.2. La Ilustración Alemana (Aufklärung).
1.3. Vida de Immanuel Kant
PRIMERA PARTE: LA TEORÍA KANTIANA DEL CONOCIMIENTO
2. Kant frente al racionalismo y al empirismo
2.1. Lo que toma del racionalismo
2.2. Lo que toma del empirismo
2.3 El idealismo trascendental
3. El problema de la metafísica como ciencia
3.1. Tipos de juicio
3.2. Los juicios sintéticos a priori
4. La Crítica de la razón pura
4.1 La estética trascendental
4.2 La analítica trascendental
4.3 La dialéctica trascendental
SEGUNDA PARTE: LA RAZÓN PRÁCTICA
5. El formalismo moral kantiano
5.1 Las éticas materiales
5.2 La ética formal kantiana
5.2.1 La buena voluntad
5.2.2 El imperativo categórico
6. Postulados de la razón práctica
6.1 La libertad
6.2 La inmortalidad del alma
6.3 La existencia de Dios
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1. CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL DE IMMANUEL KANT.
1.1. La Ilustración.
La Ilustración es un periodo de la historia cultural de la Humanidad de consecuencias tan
importantes que buena parte de lo que son nuestras sociedad occidentales depende de lo que
fue la Ilustración. Kant contestó a la pregunta ¿qué es la Ilustración? definiéndola como “la salida
de la Humanidad de su autoculpable minoría de edad” y como el “atrévete a pensar” (sapere aude).
La Ilustración fue una época en la que la razón humana comenzó a volar libremente,
desprendiéndose progresivamente de las ataduras religiosas que la esclavizaban. El ser
humano, en sus más esclarecidos pensadores, tomó la decisión de tomar las riendas de su propia
existencia, de su propio pensamiento y de su propia vida. El ser humano comenzó a ser adulto, a
gobernar su mundo y a no tolerar ser gobernado desde fuera.
Sapere
aude, “atrévete a pensar”, es un estímulo para todos los seres humanos. Sólo el
pensamiento libre es la garantía que tenemos de poder alcanzar la verdad. La verdad
requiere del libre ejercicio de la razón. Si la razón no se ejerce libremente sólo obtendremos
pseudoverdades, es decir, verdades que aceptamos dogmáticamente, sin someterlas a crítica.
La Ilustración es un fenómeno que se dio en toda Europa, con particularidades nacionales bastante
acusadas. El pensador inglés Isaiah Berlin sostiene que la estructura de la Ilustración puede dar la
apariencia de contradictoria cuando queremos buscar una serie de características comunes, pero
el verdadero hilo conductor es la aspiración a la libertad del individuo y al conocimiento de la
verdad. A pesar de la opinión expresada por Berlin, vamos a intentar dibujar algunas líneas
maestras para caracterizar a la Ilustración:
a) Sensualismo y racionalismo: el movimiento ilustrado no es equivalente al Racionalismo del siglo
XVII, cuya máxima expresión fue Descartes. El Racionalismo reducía la razón a una conciencia
inmaterial, despreciando los sentidos. Los ilustrados aceptaron la importancia del conocimiento
adquirido a través de los sentidos y la capacidad de la razón para extraer principios universales a
partir de lo concreto.
b) Optimismo: los ilustrados consideraban que los avances del conocimiento humano, de esa razón
que cada día arrojaba nuevos descubrimientos sobre el mundo natural, acabaría por mejorar la vida
de los seres humanos. Cuanto más conocimiento tenga el ser humano, más felices serán los seres
humanos, porque la ignorancia es la causa de los sufrimientos humanos. La idea de que el
mundo avanza hacia el bien es conocida como progreso”.
c) Libertad: el descubrimiento de la fuerza de la razón conlleva el reforzamiento de la libertad. Sólo
la libertad permite el desarrollo de la razón. Para la Ilustración la libertad no sólo tiene una
importancia subsidiaria e instrumental respecto a la razón, sino que también tiene importancia
consigo misma. La libertad es una cualidad humana que pertenece a lo que básicamente es ser un
ser humano. El ser humano nace libre y sólo la ignorancia y la patología social lo convierte en su ser
sin libertad. Sólo seremos verdaderamente humanos cuando seamos verdaderamente libres.
d) Igualdad: otra de las cualidades inherentes a todos los seres humanos es la igualdad. La
Ilustración vence a todas las teorías que mantenían la diferencia esencial entre los seres
humanos, dicho en otras palabras, la Ilustración es el primer movimiento que acepta la obviedad de
la igualdad de todos los seres humanos, contra la idea de que existían seres humanos superiores e
inferiores, cada cual con una finalidad encomendada dentro de la sociedad.
e) Ciencia experimental: la ciencia experimental, singularmente la Física, se convierte en el modelo
de todo conocimiento que tenga pretensiones de cientificidad. Las disciplinas dejan de ser
meramente especulativas y comienzan las grandes recopilaciones de datos de todas las esferas. Las
teorías construidas a partir de datos recopilados sustituyen a las teorías edificadas sobre principios
exclusivamente racionales o heredados de la Antigüedad. No hay ideas innatas en las que descubrir
la verdad absoluta: la razón descubre la verdad en los hechos fácticos.
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f) Religión natural: la Ilustración se encuentra especialmente crítica con las religiones existentes.
Culpa a las religiones del estado de ignorancia de la Humanidad en la época en que vivían. Del
estudio de las diversas religiones del mundo (religiones positivas), los pensadores ilustrados sacan
una estructura general a todas las religiones, lo que llamaron “religión natural”. La religión
natural fue considerada superior a las religiones positivas y por tanto era el criterio de
enjuiciamiento de éstas. En la Ilustración tomaron fuerza las ideas deístas y teístas. La
principal consecuencia fue el inicio de la separación entre el Estado y las religiones.
g) Reorganización social: aunque hacía tiempo que la Edad Media había terminado, para la mayoría
de la población el “Antiguo Régimen” no era más que una continuación de la estructura
social medieval. Si los seres humanos nacen iguales y libres, la sociedad debe mantenerlos
libres e iguales. En este punto comienza la vertiente más radical de la Ilustración, aquélla que llevó
a los procesos revolucionarios y a la caída del absolutismo. La sociedad debe buscar la felicidad de
las personas que la componen. Las personas dejan de ser súbditos para convertirse en ciudadanos y
aparecen las primeras democracias modernas.
h) Educación: los ilustrados otorgaron a la sociedad, expresada en el Estado, la obligación de sacar
a las personas de las cortinas oscuras de la ignorancia. El medio para remediar la ignorancia
generalizada era la educación. La consecuencia de ello fue el inicio del servicio público de
educación, creándose escuelas en todo el territorio y nacionalizando la enseñanza universitaria.
i) Individualismo: el pensamiento ilustrado es un pensamiento eminentemente individual. El ser
humano es considerado como individuo, perdiendo fuerza la consideración del individuo en
cuanto componente de colectivos, a los que el pensamiento anterior daba una importancia
superior a la del individuo. Entre el individuo y el Estado no hay nada: entran en relación
directa.
1.2. La Ilustración Alemana (Aufklärung).
El inicio de la Ilustración alemana se realizó mediante la imitación de los modelos franceses
por parte de la multitud de príncipes y pequeños soberanos que poblaban el fragmentado
mapa político alemán de la época. En aquellos tiempos Alemania era una región más que un
Estado, una de las más pobres de Europa y totalmente intrascendente en la esfera política y
militar. Francia era la referencia en todos los aspectos.
Desde la Reforma del siglo XVI, los pensadores alemanes habían adoptado la libertad
intelectual como criterio de comportamiento, como adaptación de la libre interpretación de las
Escrituras propugnada por Martín Lutero. Paradójicamente el estudio histórico-crítico de los
textos religiosos nació en Francia, con Bayle, pero halló terreno abonado en las numerosas
escuelas filológicas que nacieron en Alemania. Esto, junto con la ausencia de una autoridad
centralizada del control en materia de dogma religioso, propició que Alemania tomara el
testigo de los Países Bajos como sede de la libertad de pensamiento. La consecuencia no se
hizo esperar: los científicos y pensadores alemanes pudieron avanzar más rápidamente que los de
otros países ya que no tenían que temer consecuencias jurídicas y sociales de sus progresos en
Ciencia y Filosofía.
Otra de las características de la Aufklärung fue la revitalización de la vida universitaria. Bien es
verdad que autores como Leibniz veían en la Universidad un residuo de las supersticiones
medievales, por lo que propugnaron la creación de nuevas instituciones superiores, las Academias,
pero también es cierto que buena parte de los pensadores alemanes del siglo XVIII y la inmensa de
mayoría de la de los posteriores estaría vinculada vitalmente a la Universidad. Las universidades
alemanes dejaron de ser el refugio de las filosofías más conservadoras y de la ciencia medieval,
para incorporar a su nómina de profesores a los investigadores más avanzados en todas las
disciplinas. La Universidad se constituyó en el centro intelectual de Alemania, a diferencia de lo
que sucedió en otros países, en los que la Ciencia y la Filosofía ilustradas hubieron de desarrollarse
en instituciones paralelas al sistema universitario.
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El célebre lema del despotismo ilustrado de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo” tuvo
como autor al rey prusiano Federico Guillermo II. Prusia era un Estado alemán situado en el
extremo oriental del espacio germánico, puente entre Europa Occidental y Europa Oriental,
especialmente con Rusia. Federico II “El Grande” centralizó el poder en sus manos, reorganizó
buena parte de la administración pública e introdujo a Prusia en el escenario de las grandes
potencias europeas, gracias a la creación de un ejército que se convertiría en el modelo de
maquinaria militar perfecta y se colonizó la frontera oriental del territorio prusiano.
En definitiva, hasta la Ilustración las aportaciones de Alemania al pensamiento filosófico y científico
habían sido importantes pero equivalentes a la de muchas otras regiones europeas. Desde la
Ilustración, Alemania se convierte en el centro de la Filosofía y de la Ciencia europea hasta nuestros
días. Aparecen figuras filosóficas de primer orden como Leibniz, Wolff y Kant, que, terminada la
Aufklärung, encontrarían su sucesión intelectual en Herder, Fichte, Schelling, Hegel, Marx,
Nietzsche, , y ya en el siglo XX , Husserl ,Heidegger y Habermas, entre otros.
1.3. Vida de Immanuel Kant
Kant nace en 1724 en Königsberg, ciudad de Prusia oriental, en el seno de una familia modesta. A los
13 años, perdió a su madre; y a los 25, a su padre. El ambiente familiar en que crece es
extremadamente religioso; sus padres son adeptos al pietismo, una rama del luteranismo,
particularmente estricta, que predicaba la regeneración interior a través de la meditación personal de
las Escrituras. A los 16 años, ingresa en la Universidad, donde imparte clase el pietista Martin Knutzen,
discípulo de Wolff, quien inculca a Kant el interés por la ciencia.
Su vida era tan ordenada y rutinaria que sus conciudadanos ponían el reloj en hora cuando lo veían
pasear. Todo a su alrededor estaba sometido a rituales que cumplía meticulosamente. No hubo en su
vida ningún acontecimiento llamativo y permaneció siempre soltero. Es también expresivo de su
carácter la negativa a abandonar su ciudad natal, lo que le supuso rechazar interesantes ofertas de
universidades alemanas durante los años en que permaneció como docente en la mediocre
Universidad de Königsberg.
La primera parte de la obra teórica de Kant está marcada
por el racionalismo de Leibniz y de Wolff. Pero,
alrededor de 1770, cae en sus manos una obra de Hume
que le causó una profunda impresión, despertándolo de
su "sueño dogmático". También en 1770, con 46 años,
Kant consigue la cátedra de Lógica y Metafísica, lo que
abre un período de 11 años sin publicar nada, en el que
se dedica exclusivamente a meditar a fondo su sistema
filosófico. El resultado es la Crítica de la razón pura, una
de las obras más importantes de la historia de la
filosofía. Desde entonces hasta la casi el final de sus días
no deja de publicar libros innovadores y profundos.
Fallece en 1804, dos meses antes de cumplir 80 años.
A pesar de su existencia provinciana, estuvo al día de todos los acontecimientos políticos y culturales
relevantes del mundo. Y fueron muchos los personajes destacados que se acercaron hasta su ciudad
para conocerlo en persona.
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PRIMERA PARTE: LA TEORÍA KANTIANA DEL CONOCIMIENTO
2 Kant frente al racionalismo y al empirismo
Kant se enfrenta a las dos grandes corrientes de la filosofía moderna: el racionalismo y el empirismo,
sintetizándolas y, al mismo tiempo, superándolas.
2.1 Lo que toma del racionalismo
Coincide con el racionalismo en que el entendimiento es activo y puede producir espontáneamente
conceptos sin derivarlos de la experiencia. No comparte, pues, la idea empirista de que nada hay en el
entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos. No todos los elementos que intervienen en
el conocimiento tienen su origen en la experiencia. A tales elementos los denomina elementos a priori
y son puestos por el sujeto.
También mantiene del racionalismo la creencia en la posibilidad de un conocimiento estricto; es decir,
un conocimiento universal y necesario sobre la realidad -aunque, como veremos, reducido al ámbito
de lo fenoménico.
2.2 Lo que toma del empirismo
Influido por Hume, Kant llega a la conclusión de que estos conceptos sólo son fuente de conocimiento
cuando se aplican a la experiencia sensible. Ésta es el límite infranqueable del conocimiento humano,
por lo que no se puede conocer nada más allá de ella.
Al mismo tiempo, de la experiencia sólo pueden obtenerse conocimientos particulares y contingentes.
Según Kant, sólo podemos conocer fenómenos. Lo que existe más allá del ámbito fenoménico, esto
es, del ámbito del que podemos tener experiencia, queda fuera de nuestro alcance. A ese ámbito, que
quedaría más allá de nuestra experiencia, Kant lo denomina “noúmeno”.
2.3 El idealismo trascendental (o criticismo) como síntesis
superadora de racionalismo y empirismo
A la hora de explicar el fenómeno del conocimiento, según Kant, es necesario tener en cuenta dos
factores: la experiencia y los elementos a priori que proceden del propio sujeto de conocimiento.
Aunque todo conocimiento empieza con la experiencia, no todo conocimiento procede de la
experiencia; de lo contrario, no obtendríamos nunca conocimientos seguros y universales. Es
necesaria la presencia de los elementos a priori de la razón, para garantizar un conocimiento
necesario y firme.
Para determinar cuáles son estos elementos a priori, hay que llevar a cabo un examen crítico de la
capacidad y de los límites de la razón humana. Esto es lo que se propone Kant con su filosofía.
3 El problema de la Metafísica como ciencia
En su Crítica de la razón pura Kant se propone averiguar si es posible la Metafísica como ciencia; es
decir, si podemos obtener un conocimiento riguroso sobre realidades tales como Dios, la inmortalidad
del alma o la libertad.
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A Kant le llama la atención que la ciencia progresa, mientras que en la Metafísica se siguen
debatiendo las mismas cuestiones desde el inicio de la filosofía. Además, los científicos alcanzan
acuerdos, mientras que la disputa suele gobernar entre los filósofos.
Antes de abordar la cuestión de si es posible la Metafísica como ciencia, parece sensato determinar
las condiciones que hacen posible la ciencia, para, después, valorar si pueden o no aplicarse estas
condiciones a la Metafísica.
Toda ciencia está compuesta de un conjunto de juicios. Un juicio es una proposición; es decir, un
enunciado que puede ser declarado verdadero o falso. Kant comienza distinguiendo los diversos tipos
de juicio que podemos encontrar en nuestro pensamiento. El problema del que hablábamos antes
puede reformularse, por tanto, como la indagación de las condiciones que hacen posibles los juicios
que utiliza la ciencia.
3.1 Tipos de juicios
Kant distingue distintos tipos de juicios, según dos criterios:


Según la relación entre el sujeto y el predicado, los juicios pueden ser analíticos o sintéticos:

Juicios analíticos: en ellos, el predicado está incluido en el sujeto; por tanto,
basta analizar el sujeto para comprender que el predicado le conviene
necesariamente. Por ejemplo, en el enunciado: "Todos los triángulos tienen
tres ángulos", basta con comprender el concepto mismo de triángulo para
saber que el predicado le corresponde necesariamente. Por esa razón, estos
juicios no amplían nuestro conocimiento.

Juicios sintéticos: en ellos, el predicado no está incluido en el sujeto, por lo que
sí amplían nuestro conocimiento, aportando información nueva. Por ejemplo:
"Los japoneses tienen una dieta basada fundamentalmente en el consumo de
pescado". Estos juicios sí aportan información nueva.
Según el modo en que se conoce su verdad, los juicios pueden ser a priori o a posteriori:

Juicio a priori: es aquel en el que su verdad se conoce con independencia de la
experiencia. Por ejemplo, para comprobar la verdad del juicio: "La raíz
cuadrada de nueve es tres", no es necesario acudir a la experiencia, pues no se
fundamenta en ésta.
Juicio a posteriori: es aquel cuya verdad es conocida a partir de la experiencia.
La afirmación: "El pueblo donde más llueve en España es Grazalema", tiene su
fundamento en la experiencia; por tanto, tenemos que recurrir a ésta para
comprobar su verdad.
Los juicios a priori son universales y necesarios; es decir, no admiten
excepción. Por el contrario, los juicios a posteriori no son universales y
necesarios. Por ejemplo, siguiendo con el ejemplo propuesto de juicio a
posteriori, no se puede descartar la posibilidad de que un año en algún pueblo
de España llueva más que en Grazalema; o incluso que, debido a un cambio
climático, Grazalema pasara en el futuro a ser un pueblo con muy pocas
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precipitaciones. Kant está de acuerdo con Hume en que la experiencia no
muestra una conexión necesaria; únicamente nos informa de que, hasta ahora,
las cosas han sucedido de una determinada manera, pero no que vayan a
seguir comportándose de la misma manera en el futuro.
3.2 Los juicios sintéticos a priori
Hasta aquí, los ejemplos propuestos de juicios analíticos coinciden con juicios a priori; y lo mismo pasa
con los ejemplos de juicios sintéticos, los cuales coinciden con los juicios a posteriori. Tendríamos, así,
por un lado, los juicios analíticos a priori -universales y necesarios, pero que no amplían nuestro
conocimiento- y los juicios sintéticos a posteriori -que sí amplían nuestro conocimiento, pero en los
que no podemos fundamentar ninguna seguridad.
Esto es lo que había dicho Hume, cuando distinguía entre conocimiento de relaciones de ideas -juicios
analíticos a priori- y conocimiento de hechos -juicios sintéticos a posteriori. La conclusión inevitable
del planteamiento humeano es el escepticismo: sólo podemos estar seguros de aquellas verdades -las
verdades de la lógica y las matemáticas- que no aumentan nuestro conocimiento; por tanto, la ciencia
sería imposible.
Sin embargo, Kant afirma que existe un tercer tipo de juicio, el cual, al mismo tiempo que está
fundamentado en la experiencia y, por tanto, amplía nuestro conocimiento del mundo, es
universalmente válido y no admite excepción alguna. Son los juicios sintéticos a priori.
Un ejemplo de juicio sintético a priori sería éste: "La recta es la distancia más corta entre dos puntos".
No se trata de un juicio analítico, pues el predicado ("la distancia más corta entre dos puntos") no está
incluido en el sujeto ("la recta"). Se trata de un juicio sintético, que amplía nuestro conocimiento. Sin
embargo, su verdad no depende de la experiencia, pues no necesitamos ir midiendo distancias entre
dos puntos para saber que es verdadero. Por tanto, es un juicio universal y necesario, que carece de
posibles excepciones. Otro ejemplo de juicio sintético a priori podía ser éste: "Todo lo que comienza a
existir tiene una causa". Se trata de un juicio sintético, ya que el predicado no está incluido en el
sujeto, y a priori, ya que no admite excepción: no puede existir algo que sea incausado.
Según Kant, los juicios sintéticos a priori son los juicios propios de la ciencia. Todas las disciplinas
científicas se han constituido como tales precisamente porque disponen de este tipo de juicios. Para
Kant, la cuestión clave es si en la Metafísica son posibles juicios de este tipo, y si, en consecuencia,
esta rama de la filosofía podrá convertirse alguna vez en una ciencia.
4 La Crítica de la razón pura
Esta es la cuestión que este filósofo se plantea en su obra Crítica de la razón pura, donde se propone
dos grandes objetivos:

Determinar los límites del conocimiento humano.

Indagar la posibilidad de que la Metafísica se pueda convertir en ciencia.
El segundo objetivo es, en realidad, una consecuencia del primero: una vez definidos los límites del
conocimiento humano, podremos valorar si es posible o no un conocimiento metafísico.
Kant divide la crítica en tres partes: "Estética trascendental", "Analítica trascendental" y "Dialéctica
trascendental". En cada una de ellas estudia una de las tres facultades de conocimiento que distingue
en el ser humano: sensibilidad, entendimiento y razón.
Cuando Kant habla de "trascendental", se refiere a aquellos elementos a priori pero aplicables a los
objetos de los que tenemos experiencia; es decir, se refiere a aquellas condiciones propias del sujeto
que hacen posible el conocimiento. Sin esos elementos a priori, el conocimiento humano no sería
posible.
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Esta forma de plantear el problema del conocimiento, como una síntesis entre lo que aporta el sujeto
y los datos provenientes del exterior, supone un cambio tan radical respecto a las formulaciones
anteriores que el propio Kant habla de "revolución copernicana".
4.1 La Estética trascendental
En esta parte de la Crítica Kant identifica los elementos a priori de la sensibilidad, entendida como la
facultad que nos permite tener sensaciones.
Las formas a priori de la sensibilidad son el espacio y el tiempo, porque todas nuestras
representaciones sensibles están sujetas al espacio y al tiempo; es decir, se producen en un marco
espaciotemporal. Es imposible tener ninguna sensación, si no es espaciotemporalmente.
El espacio y el tiempo no son impresiones sensibles concretas, sensaciones, sino el modo como
percibimos todas las sensaciones: las percibimos en el espacio y en el tiempo. El espacio y el tiempo,
por tanto, no provienen de la experiencia, sino que son estructuras que, de alguna manera, pone el
sujeto humano, pero que no existen más allá de él. Es decir, espacio y tiempo no son ya entidades
objetivas e independientes del sujeto, sino modos y funciones propias de éste.
4.2 La Analítica trascendental
Si a través de la sensibilidad nos son dados los objetos, gracias al entendimiento podemos pensarlos,
entenderlos. El hecho de sentir una multiplicidad de fenómenos -colores, formas, sonidos, etc.- no
supone, sin más, comprenderlos.
La función del entendimiento es pensar los objetos dados por la sensibilidad. El entendimiento
unifica, ordena y comprende lo sensible; y esto lo hace a través de conceptos. Vamos organizando los
fenómenos, utilizando conceptos o categorías: "Esto es causa de esto otro", "Esto es sustancia de
tales propiedades", "Esto es necesario", etcétera.
Si estuviéramos ante cualquier realidad y no unificáramos todas las sensaciones bajo un mismo
concepto, esa realidad sería algo ininteligible para nosotros; algo así como si percibiésemos el color,
olor, tacto y forma de una rosa, pero como sensaciones independientes entre sí, inconexas y
desarticuladas.
El entendimiento realiza su labor de comprensión, refiriendo los fenómenos a conceptos. Esta
actividad de referir los fenómenos a conceptos la realiza siempre a través de juicios. Así, por ejemplo,
cuando afirmamos: "Este conjunto de sensaciones es una rosa". Por tanto, el entendimiento es la
facultad que nos permite hacer juicios, realizar afirmaciones acerca de la realidad. Y estos juicios,
como decimos, suponen la aplicación de conceptos.
Existen dos tipos de conceptos:

conceptos empíricos: proceden de la experiencia, por lo que son a posteriori. Por ejemplo, a
partir de la observación de semejanzas en un conjunto de seres, elaboro el concepto de
"árbol", "casa", etc.

conceptos puros (o categorías): no provienen de la experiencia, por lo que son a priori. No
son ideas innatas, pues no tienen contenido alguno, sino formas o estructuras lógicas cuya
función es ordenar, dar sentido y comprender la información que nos llega a través de los
sentidos.
Puesto que la función fundamental del entendimiento es elaborar juicios, unificar los datos de la
experiencia sensible por medio de juicios, Kant pensaba que habría tantas maneras de unificar los
datos de la experiencia, es decir, tantas categorías o conceptos puros del entendimiento, como tipos
de juicio. A esto lo denominó "deducción trascendental de las categorías". Así, deben ser doce las
categorías, puesto que doce son los tipos de juicio establecidos por la lógica aristotélica.
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Las categorías son condiciones trascendentales, necesarias, de nuestro conocimiento de los
fenómenos. Las categorías son las formas a priori del entendimiento. Nada puede ser entendido, si no
es a partir de ellas. Sin la aplicación de las categorías, sólo tendríamos un conjunto de impresiones
sensibles inconexas. Si la mente fuera, como decían los empiristas, una página en blanco, sería
imposible conocer nada.
Así, cuando realizamos una afirmación del tipo: "Todas las casas de Pozoblanco son blancas", estamos
formulando un juicio universal, afirmativo, categórico y asertórico. Para formular este juicio, nuestro
entendimiento ha unificado las impresiones sensibles a través de la aplicación de las categorías de
"totalidad" -afecta a todas las casas-, "realidad" -les pertenece una determinada cualidad-,
"sustancia" -cada casa es una sustancia; el color blanco, un accidente- y "existencia" -las casas están
en la existencia.
Más que captar objetos, el entendimiento construye sus propios objetos. En esto consiste el "giro
copernicano" aplicado al entendimiento: no es el sujeto quien se adecúa a las cosas, sino que son
las cosas las que se adecúan a nuestros conceptos.
Las categorías están vacías. No poseen contenido alguno; por tanto, el límite del conocimiento
humano se encuentra en el fenómeno, pues sólo tenemos conocimiento de aquellos objetos que han
sido ordenados por medio de las categorías, y las categorías sólo pueden aplicarse a lo que ha sido
captado espaciotemporalmente. El límite del conocimiento se encuentra, pues, en la experiencia.
De la misma manera que el espacio y el tiempo deben "llenarse" con los datos del exterior, las
categorías han de "llenarse" con los datos procedentes del conocimiento sensible. Y pretender aplicar
las categorías más allá de la experiencia es algo totalmente ilegítimo, pues las categorías no tienen
aplicación válida a lo que trascienda al ámbito fenoménico -como Dios, la inmortalidad del alma o la
libertad.
Ahora bien, eso no significa que el concepto de realidad se agote en el fenómeno. Hay una zona de la
realidad que está más allá de lo fenoménico y que resulta, por tanto, incognoscible, por estar más allá
de la experiencia humana. Kant llama “noúmeno” a esa realidad que escapa al conocimiento humano
y que jamás podrá ser conocida. En este punto, Kant se opone a la pretensión del racionalismo de
conocer la realidad entera a través de la razón humana.
Como veremos en la segunda parte del tema, la única forma de acceder al noúmeno es a través de la
razón práctica.
4.3 La Dialéctica trascendental
En esta parte de la Crítica Kant estudia la razón. Se propone mostrar cómo la razón realiza
argumentos aparentemente correctos, pero ilegítimos.
El entendimiento, decíamos, es la facultad que nos permite elaborar juicios; la razón, por su parte, es
la facultad de conocimiento que nos permite hacer deducciones, extraer conclusiones a partir de
premisas, encontrar juicios cada vez más generales, leyes e hipótesis más generales que abarquen y
expliquen un mayor número de fenómenos.
Mientras esta búsqueda se mantenga dentro de los límites de la experiencia, esta tendencia hacia una
mayor generalización es eficaz y amplía nuestro conocimiento. El problema surge porque esta
tendencia hacia lo incondicionado nos lleva inevitablemente a traspasar las barreras de la experiencia.
Así, todos los fenómenos físicos pretenden ser explicados por medio de teorías metafísicas acerca del
mundo; todos los fenómenos psíquicos pretenden ser explicados por medio de teorías metafísicas
acerca del alma; y, finalmente, tanto los fenómenos físicos como los fenómenos psíquicos se intentan
explicar y unificar por medio de teorías metafísicas acerca de una causa suprema: Dios.
"Dios", "alma" y "mundo" son tres "ideas de la razón". Se trata de ideas que no tienen una
referencia objetiva, pero que sí poseen un uso regulativo, ya que dirigen el uso de la razón hacia la
aspiración de explicar de manera cada vez más profunda la realidad. De esta manera, Newton
consiguió sintetizar en una sola fórmula las leyes de la mecánica terrestre de Galileo con las leyes de
la mecánica celeste de Kepler.
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Nuestro conocimiento no puede ir más allá de la experiencia. Cuando la razón intenta avanzar más
allá, incurre necesariamente en el error. Por tanto, la Metafísica jamás podrá convertirse en ciencia,
pues pretende algo imposible: desvelar la realidad a través de puros conceptos, sin recurrir a la
experiencia.
SEGUNDA PARTE: LA RAZÓN PRÁCTICA
5 El formalismo moral kantiano
5.1 Las éticas materiales
Si Kant describe su teoría del conocimiento como un giro copernicano, lo mismo cabe decir respecto a
su teoría moral. Todas las éticas anteriores a él eran materiales. Pero, según Kant, a partir de ellas no
se puede fundar la universalidad inherente a la ética. De ahí, que proponga una ética formal, vacía de
contenido, la única que puede superar las deficiencias de las éticas materiales.
Una ética material es una ética con contenido (= materia). Esto significa que:

Establece un bien supremo válido para todos los hombres.

Establece las normas concretas para alcanzar dicho bien supremo.
Así, la ética aristotélica establece como bien supremo la felicidad y determina los medios para
alcanzarla: la virtud como término medio. La ética epicúrea identifica el bien con el placer, y concreta
las reglas que lo garantizan: "nada en exceso", "aléjate de la política", etc. Por su parte, para la ética
cristiana, el bien supremo es la felicidad consistente en la contemplación del ser divino en la otra vida,
y los medios son cumplir los mandamientos y preceptos de la ley de Dios.
Kant critica estos tres aspectos de las éticas materiales:

Las éticas materiales son empíricas; es decir, su contenido se ha extraído de la experiencia y
es, por tanto, a posteriori. ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que es bueno, en la ética de
Epicuro, no abusar de los placeres? Porque la experiencia nos ha demostrado las
consecuencias negativas que se siguen de un abuso de los placeres.
Para Kant, Este es un asunto importante, pues de la experiencia no se puede extraer ningún
principio universal, y todo proyecto ético ha de aspirar a la universalidad; es decir, ha de
aspirar a proponer normas válidas para todos los seres humanos.

Los preceptos de las éticas materiales son hipotéticos y, por tanto, sólo tienen un valor
condicional. La ética cristiana, por ejemplo, prescribe la necesidad de no robar o de no
matar, pero tales preceptos sólo valen si se acepta esta condición: la de querer ganar la
beatífica vida eterna. ¿Qué ocurre si uno no aspira a una vida eterna en el cielo; si prefiere
las llamas del infierno o desaparecer totalmente? ¿Qué ocurre si uno no cree que exista otra
vida? La consecuencia inevitable es que todos los preceptos cristianos se vienen abajo para
él.
Lo mismo podemos decir respecto a la ética de Epicuro. Según ésta, si quieres una vida larga
y moderadamente placentera, debes abstenerte de los excesos. Pero, ¿qué ocurre si uno no
aspira en absoluto a una vida larga y moderadamente placentera; es decir, si prefiere cumplir
ese viejo axioma roquero que dice: "vive rápido, muere joven y tendrás un bonito cadáver"?
Para él, la norma epicúrea carecerá de valor.
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Todas las éticas materiales presentan la misma condicionalidad. Por ello, a partir de ellas no
puede fundarse una ética universalmente válida.

Las éticas materiales son heterónomas. Mientras que la autonomía implica que el sujeto se
dé a sí mismo la ley, la heteronomía supone que la ley le viene al sujeto desde fuera de la
propia razón.
Esta característica aparece muy claramente en la ética cristiana; por ejemplo, cuando Dios
pide a Abraham que sacrifique a su hijo Isaac. Pero lo mismo ocurre con la ética aristotélica o
la ética epicúrea. ¿Por qué, de acuerdo con esta última, hemos de cultivar la amistad,
renunciar a ciertos placeres o alejarnos de la política? Porque nuestra naturaleza está
constituida de tal manera que plantea esas exigencias. Es decir, mi voluntad queda
determinada por algo ajeno a ella: el deseo o la inclinación natural al placer. Pero, en ese
sentido, mi voluntad no es autónoma, sino heterónoma.
5.2 La ética formal kantiana
Frente a las éticas materiales, que considera deficientes por las tres razones que acabamos de
exponer, Kant propone una ética formal, vacía de contenido. Esto significa que:

No establece un bien supremo que deba ser perseguido.

No establece reglas concretas para alcanzar tal bien supremo.
La ética formal de Kant se ocupa únicamente de cómo debemos actuar, de la estructura que han de
tener nuestras acciones morales, con independencia del contenido que éstas posean; es decir,
independientemente de en qué consistan concretamente nuestras acciones. Según Kant, únicamente
de esta forma puede fundarse una ética a priori, cuyos preceptos valgan categóricamente -que no
estén condicionados- y que garantice la autonomía del individuo.
5.2.1 La buena voluntad
Kant afirma que "ni en el mundo ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que
pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad". La buena
voluntad, la buena intención, no puede ser mala bajo ninguna circunstancia.
Esa buena voluntad no es buena por lo que realice o por su adecuación para alcanzar algún fin que
nos hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma.
El ser humano actúa moralmente cuando actúa por deber, cuando el móvil que le lleva a realizar
determinada acción es el deber. Kant define el deber como "la necesidad de una acción por respeto a
la ley”; es decir, por ninguna motivación o interés distinto al respeto mismo.
Expone tres tipos de acciones:

Acciones contrarias al deber: por ejemplo, asesinar, robar, etc.

Acciones conformes al deber: son acciones con efectos positivos, pero cuya motivación no es
el respeto mismo al deber.

Acciones por deber: sólo acciones cuya única motivación es el respeto al deber.
Según Kant, sólo las acciones realizadas por puro respeto al deber serían propiamente acciones
morales.
Para explicar esto, propone el ejemplo de un comerciante que no cobra precios abusivos por sus
productos. Lo que determina si la acción es moral es el móvil que la inspira. Si lo hace para garantizar
la clientela y así ganar más dinero, se trata de una acción conforme al deber, pero sin calidad moral
alguna. La acción de no cobrar precios abusivos se convierte en un medio para conseguir un fin: el
propio interés económico del comerciante. Por el contrario, si actúa únicamente por deber, no
cobrando precios abusivos porque eso es lo justo, entonces la acción es un fin en sí misma y no
meramente un medio; y, en consecuencia, se trata de una acción moral.
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5.2.2 El imperativo categórico
La exigencia de obrar moralmente se concreta en un imperativo categórico. Kant propone varias
formulaciones para este imperativo. Nosotros vamos a detenernos sólo en las dos formulaciones más
representativas:

Primera formulación: "Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo
que se torne en ley universal".
Una máxima es el principio subjetivo de la acción. Por ejemplo, puedo decir: "Mi máxima es
no tirar basura al suelo", "Dejar el asiento libre a personas de avanzada edad en el autobús",
"Esperar mi turno en una cola" o "No pagar impuestos".
Lo que está proponiendo Kant, con su imperativo categórico, es que aquello que me lleve a
obrar -mi máxima subjetiva- me gustaría que fuera lo mismo que inspirara a todos los seres
humanos -ley universal. Una persona que se guía por la máxima de no esperar su turno en
una cola no querrá que su máxima se universalice, pues, entonces, no habrá cola, sino un
tumulto de personas. Lo mismo puede decirse respecto al pago de impuestos. También en
este caso quien paga sus impuestos querría que todos los demás hicieran lo mismo que él.
Como vemos, se trata de un imperativo formal, pues no establece qué contenido concreto ha
de tener mi acción, sino que se limita a señalar la estructura que ha de poseer cualquier
acción moral: si quieres que tu acción sea correcta moralmente, no tienes más que
preguntarte si el deseo o la norma que la anima te gustaría que fuera el mismo que inspirara
a todos los seres humanos. También queda claro el carácter autónomo, categórico y a priori
de esta formulación.

Segunda formulación: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como
en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca meramente
como un medio". Igualmente esta formulación demuestra su índole formal, autónoma y a
priori, además de categórica.
6. Postulados de la razón práctica
En su Crítica de la razón pura Kant había llegado a la conclusión de que es imposible que la Metafísica
sea una ciencia, pues realidades como la inmortalidad del alma o la existencia de Dios no son
fenómenos que se den en la experiencia, y, por tanto, escapan al conocimiento humano. Ahora bien,
con ello Kant no pretende liquidar la Metafísica, sino reubicarla en un lugar más adecuado: en la razón
práctica.
La Crítica de la razón práctica tiene como meta el bien supremo. Este bien supremo reúne las dos
aspiraciones humanas fundamentales: la de la virtud y la de la felicidad. La síntesis de ambas
aspiraciones, es decir, el que las personas virtuosas sean felices, tiene que realizarse de alguna
manera, para que tenga sentido la propia experiencia moral.
Para alcanzar este bien supremo, la razón ha de suponer -postular- tres principios que lo hagan
posible: la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
6.1. La libertad
La libertad es un postulado de la razón práctica, pues es necesario suponer su existencia para que
tenga sentido: si no somos libres, no podemos ser buenos o malos. Cualquier juicio moral presupone
la posibilidad de haber realizado una acción diferente, y, por tanto, presupone la libertad.
La libertad es considerada por Kant "como una especie de causalidad, que no está, empero, sometida
a fundamentos de determinación empíricos". Que el ser humano sea libre significa que posee
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voluntad; esto es, una facultad, diferente de la mera facultad de desear, que le permite determinarse
a obrar según las leyes de la razón, independientemente de los instintos naturales.
No cabe, pues, concebir ni conocer la libertad; se trata, más bien, de un postulado que hay que
suponer necesariamente para que tenga sentido la moralidad.
6.2. La inmortalidad del alma
Para Kant, alcanzar el bien supremo exige llegar a la santidad; es decir, a la concordancia perfecta y
total de nuestra voluntad -lo que quiero- con la ley moral -lo que debo querer. Pero esta perfección
no es alcanzable en una vida finita; por tanto, la virtud necesita de un tiempo infinito para realizarse
plenamente. El bien supremo sólo es posible bajo el supuesto de la inmortalidad del alma; de ahí, que
haya que suponer o postular también esta inmortalidad del alma.
El sumo bien no se realiza en este mundo, pero es preciso que se realice; luego nuestra alma tiene
que ser inmortal, para que en otro mundo pueda obtener la recompensa que merece. De lo contrario,
triunfaría el "escándalo moral" de que los menos virtuosos fueran los más felices, mientras que los
más virtuosos fueran los menos felices.
6.3. La existencia de Dios
La disconformidad que encontramos en el mundo entre el ser y el deber-ser exige la existencia de
Dios, como realidad en la que el ser y el deber-ser se identifican y en la que se da una unión perfecta
de virtud y felicidad.
Dios es el garante del bien supremo; es decir, de la concordancia entre felicidad y moralidad. En la ley
moral no hay el menor fundamento para una conexión necesaria entre la moralidad y la felicidad a
ella proporcionada. Sólo una entidad absoluta puede hacer que coincidan las leyes que rigen la
realización de la felicidad con las leyes que rigen la conducta moral.
De la posibilidad del sumo bien no cabe un conocimiento estricto, sino una "fe racional": "fe", porque
de la verdad de estos postulados sólo cabe un convencimiento subjetivo; pero " racional", porque no
vienen dados por exigencias de la revelación, sino de la propia razón.
Es importante que no nos confundamos, creyendo que Kant, al plantear esta cuestión, está
introduciendo algún elemento de ética material. No es así: aunque nos quepa esperar la felicidad
futura y la inmortalidad, la realización de la felicidad o la promesa de una vida eterna nunca debe ser
lo que nos mueva a obrar. Y es que no se trata tanto de ser felices, afirma Kant, como de hacernos
dignos de la felicidad.
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