Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Derecho del Trabajo DIRECTOR Esteban Rodríguez Vera SUBDIRECTOR Francisco Javier Andrés González COORDINADORES DE LA SERIE Alfredo Montoya Melgar Carlos Navarro López SECRETARÍA Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Agustín de Bethencourt, 11 28003 Madrid Telf.: 91 363 23 45 Fax: 91 363 23 49 Correo electrónico: [email protected] Internet: http://www.mtas.es La Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales no se responsabiliza de las opiniones expresadas por los autores en la redacción de sus artículos. Se permite la reproducción de los textos siempre que se cite su procedencia. RET: 07-2.211 Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es Edita y distribuye: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones Agustín de Bethencourt, 11. 28003 Madrid NIPO: 201-07-043-3 ISSN: 1137-5868 Depósito legal: M-12.168-1998 Diseño cubierta: CSP Diseño interior: C & G Imprime: Solana e Hijos, A.G., S.A. Telf. 91 610 90 06 Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Derecho del Trabajo PANORAMA ACTUAL DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA SUMARIO EDITORIAL, Alfredo Montoya Melgar, 7 ESTUDIOS Autonomía colectiva y autonomía individual en la regulación de las condiciones de trabajo. Jesús Mª Galiana Moreno, 13 Los convenios colectivos como fuente de la relación laboral: más apuntes para un debate recurrente. Joaquín García Murcia, 25 Representatividad negociadora y ámbito de los convenios colectivos. Antonio V. Sempere Navarro y José Luján Alcaraz, 51 Estructura y concurrencia entre convenios colectivos. Jesús Cruz Villalón, La interpretación del convenio colectivo. Alfredo Montoya Melgar, 77 101 Las Comisiones Paritarias y la solución de los conflictos laborales derivados de la interpretación y aplicación del convenio colectivo. Faustino Cavas Martínez, 115 Negociación colectiva sobre representación de los trabajadores en la empresa. Fermín Rodríguez-Sañudo, 137 La Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos. Tomás Sala Franco, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 171 3 La negociación colectiva «extraestatutaria». Jesús Martínez Girón, 181 El derecho a la negociación colectiva de los funcionarios públicos. Juan Rivero Lamas y Angel Luis de Val Tena, 197 Aporías de la negociación colectiva europea. Francisco Pérez de los Cobos Orihuel, 237 4 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 Editorial Editorial ALFREDO MONTOYA MELGAR* P ocas instituciones, si es que alguna, prestan al Derecho del Trabajo más acusada señal de singularidad que el convenio colectivo de condiciones de trabajo, una figura que, como recordaba Gallart Folch, «no nació del invento afortunado de un jurista o un legislador, sino de la realidad profunda de la evolución industrial». La significación jurídica del convenio colectivo es sobresaliente por más de un motivo: fundamentalmente porque se trata de un pacto con efectos normativos, y además porque constituye un decisivo medio de solventar conflictos laborales. Alonso Olea sintetizó con su precisión inigualada ambos aspectos cuando escribió que «el convenio colectivo es, primordialmente y ante todo, una norma jurídica», y que «el convenio colectivo compone una previa situación de conflicto, en el sentido lato de que a través de él se ajustan intereses». La pujanza de la negociación colectiva española a partir de la Constitución de 1978 y más en concreto, del Estatuto de los Trabajadores, contrasta con la existencia de unos antecedentes escasos, débiles y desprovistos de continuidad, en los que, sucesivamente, la adopción de «bases de trabajo» por organismos paritarios de derecho público Comités paritarios, Jurados mixtos, y la reglamentación de trabajo estatal y unos impropios convenios sindicales publificados, desplazaron durante largos años a la negociación colectiva en sentido propio. Contando ya el Estatuto de los Trabajadores con más de un cuarto de siglo de vigencia, puede decirse que la negociación colectiva española se encuentra en su más dilatada y consolidada etapa, sin perjuicio de que durante ella se hayan producido reformas y ajustes que incorporan la experiencia obtenida en la materia tanto por el poder público como por los agentes sociales. Esa legislación estable, basada en el principio básico que une indisolublemente negociación colectiva y libertad sindical, complementada con importantes acuerdos interconfederales y bajo cuyas normas se viene desarrollando una continua producción de convenios colectivos, viene siendo objeto de atención por la doctrina académica, que ha dedicado muchos de sus esfuerzos a la investigación de los aspectos jurídicos de la negociación colectiva. En esa línea de contribuir al mejor conocimiento de algunas de las cuestiones jurídicas más relevantes que actualmente plantea la negociación colectiva, se sitúa el presente número de la Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, en el que un grupo de profesores de Derecho del Trabajo reflexiona sobre una serie de temas centrales de dicha negociación. * Catedrático de la Universidad Complutense. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 7 EDITORIAL Se inician los estudios que componen este volumen con un trabajo del profesor Galiana Moreno, que aborda las relaciones entre autonomía individual y colectiva y el mutuo respeto que debe presidir su coexistencia. Centrando su reflexión en la doctrina del Tribunal Constitucional sobre los llamados «pactos individuales en masa», el autor pone de relieve cómo esa doctrina ha evolucionado desde un primer momento de amplia aceptación de tales pactos siempre que no menoscabaran la autonomía colectiva, hasta las más recientes posiciones, de las que se puede deducir una tendencia de excesiva reducción del ámbito de la autonomía individual. El clásico tema del convenio colectivo como fuente de la relación laboral es abordado por el profesor García Murcia, que lleva a cabo una indagación sobre la «fuerza vinculante» del convenio y una reinterpretación actualizada del art. 3.1.b ET, de la que concluye que el Estatuto de los Trabajadores considera fuente normativa sólo a los convenios regulados en su título III, mientras que los pactos negociados al margen del ET serían meras fuentes de la relación laboral, esto último en virtud del mecanismo jurídico de la representación voluntaria. El ámbito de aplicación del convenio en relación con la representatividad de los negociadores es objeto de análisis por los profesores Sempere Navarro y Luján Alcaraz, que ponen de relieve la existencia de límites implícitos a la libertad de las partes del convenio para determinar dicho ámbito. Pese a la apariencia en contrario que podría desprenderse de la letra del art. 83.1, para que los representantes de los trabajadores y de los empresarios puedan constituirse en unidad de negociación y concertar el convenio colectivo, es preciso que la selección del referido ámbito cumpla con las exigencias que derivan de los arts. 87 y 88 del ET. En su estudio sobre la estructura y concurrencia entre convenios colectivos, el profesor Cruz Villalón comienza poniendo de relieve la complejidad de la vigente estructura negocial derivada de la configuración de las unidades de negociación, tipología de los convenios, complicada regulación «aluvional» de la materia, pesada incidencia de factores históricos, contradictorias tensiones centralizadoras y descentralizadoras, etc., enumerando diversas circunstancias socioeconómicas, tecnológicas y políticas que, sin ignorar la labor clarificadora llevada a cabo por la jurisprudencia, aconsejan un cambio en dicha estructura y en el régimen de concurrencia de convenios. En nuestro trabajo sobre la interpretación de los convenios colectivos, tras considerar los criterios hermenéuticos aplicables a la ley y al contrato, nos inclinamos por el método interpretativo que combina ambos métodos. Incidiendo también sobre el tema de la interpretación y aplicación del convenio, el profesor Cavas Martínez centra su estudio en la función de las Comisiones Paritarias de los convenios, encargadas de gestionar o administrar la aplicación de éstos. A tal efecto, el autor analiza la naturaleza jurídica de las cláusulas creadoras de dichas Comisiones, su dimensión estructural y sus funciones tanto de aplicación e interpretación del convenio como informativas y asesoras y de solución de conflictos; una función ésta que no se ha visto reducida por el auge de los procedimientos extrajudiciales de solución de conflictos. El profesor Rodríguez-Sañudo se ocupa del estudio de un importante sector temático sobre el que recae la negociación colectiva: el de la representación de los trabajadores en la empresa. El autor vuelve al tema, después de haberlo tratado hace un cuarto de siglo, lo que le permite constatar el gran cambio producido en la materia, desde aquellos tímidos inicios hasta la situación consolidada de hoy. El análisis de todos los convenios publicados en el BOE entre 1 de enero de 2005 hasta 30 de abril de 2006 permite trazar un minucioso panorama del tratamien- 8 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ALFREDO MONTOYA MELGAR to de la representación unitaria y sindical por la negociación colectiva, de sus logros y también de sus aspectos mejorables. El profesor Sala Franco inicia su estudio sobre la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos partiendo de la Disposición adicional 8ª del Estatuto de los Trabajadores, y reflexiona sucesivamente sobre la primera etapa de la CCNCC, a la que corresponde el desarrollo reglamentario de la citada disposición por el RD 2976/1983, y sobre la nueva etapa iniciada con la Declaración para el Diálogo Social de 8 de julio de 2004, que se propuso la revalorización de las competencias de la CCNCC, línea en la que se sitúa la Disp. adic. 7ª del RDL 5/2006, para la mejora del crecimiento y del empleo. La polémica figura del convenio «extraestatutario», aludida también en algún otro artículo de este volumen, constituye el objeto del trabajo del profesor Martínez Girón, que, tras resaltar el carácter «extremadamente litigioso y sumamente necesitado de algún tipo de intervención legislativa» de la institución, sostiene que ésta alberga tres posibles especies de pactos, que distingue en atención al número de elementos esenciales del convenio estatutario que falte en ellas, siendo tales elementos la tramitación legal, la legitimación y la eficacia general. Los profesores Rivero Lamas y de Val Tena comienzan analizando en su colaboración el alcance y el contenido singulares de la libertad sindical de los funcionarios públicos respecto de esa misma libertad referida a los trabajadores por cuenta ajena. Los autores estudian la negociación colectiva como un «derecho de actividad» que forma parte del derecho a la libertad sindical de los funcionarios, y reflexionan sobre un elenco de importantes temas jurídicos: la configuración de esa libertad en la función pública, la negociación de condiciones de trabajo común a trabajadores y a funcionarios y, en fin, la sedimentación institucional de la negociación colectiva en la Administración Pública y su diversificada proyección. El volumen se cierra con un estudio relativo a la negociación colectiva europea, cuyo autor, el profesor Pérez de los Cobos, partiendo de la actual crisis institucional de la Unión Europea, destaca críticamente las carencias y dificultades del modelo comunitario de negociación colectiva, falto de un verdadero marco regulador, operante en un mercado de trabajo europeo segmentado con ordenamientos dispares, con unos agentes sociales insuficientemente articulados cuya representatividad es de difícil constatación, y con serios problemas de conexión entre el nivel europeo de negociación y los niveles nacionales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 9 Estudios Autonomía colectiva y autonomía individual en la regulación de las condiciones de trabajo JESÚS Mª GALIANA MORENO* 1. UNA ORIGINARIAMENTE CLARA DISTRIBUCIÓN DE FUNCIONES E n una aproximación de carácter general, el tema de la confrontación entre los espacios que la ley reserva a la autonomía colectiva y a la autonomía individual en la regulación de las condiciones de trabajo no debía presentar especiales dificultades si nos atenemos a los postulados clásicos sobre los que se fundamenta la génesis del Derecho laboral. Como se sabe, éste es un producto de la sociedad industrial, que aparece como reacción frente a los abusos derivados de la regulación de condiciones de trabajo a través del molde del arrendamiento civil de servicios, que, como la mayoría de contratos, se encontraba anclado en el principio de autonomía de la voluntad, elevado a categoría de dogma por las corrientes liberales, como fórmula idónea para la puesta en práctica de su política de laissez faire. El error de planteamiento de la libre contratación en el plano jurídico laboral es un tema sobre el que ya no hay que argumentar. ** Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad de Murcia. Hoy es axiomático que el ordenamiento regulador de las relaciones laborales se forja precisamente como respuesta al individualismo jurídico y constituye la superación legislativa de ese «espantoso vacío jurídico» que se produce en la época liberal al que gráficamente alude nuestra temprana doctrina1. Por ello, cuando el Derecho Laboral alumbra el contrato de trabajo, como institución que, en palabras de Montoya, «presta forma jurídica a lo que hasta entonces era simple sustancia social»2, lo hace extrayendo a la vieja locatio conductio operarum del dominio de la autonomía de la voluntad de los contratantes. En el arrendamiento laboral de servicios el vínculo contractual queda consecuentemente reducido a sus funciones constitutivas, es la llave que abre la puerta al establecimiento de una relación laboral, pero no puede regularla. El contrato de trabajo se configura desde sus orígenes como ese «documento en blanco» de que hablaba Kahn-Freund3, en el GASPAR BAYÓN CHACÓN, «La autonomía de la voluntad en el Derecho del Trabajo. Limitaciones a la libertad contractual en el Derecho histórico español», Tecnos, Madrid, 1955, p.260. 2 ALFREDO MONTOYA MELGAR, «Derecho y Trabajo», Cuadernos Civitas, 1997, p. 21. 3 El contrato de trabajo, en las palabras de KahnFreund, «is usually no more than a blank to be filled 1 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 13 ESTUDIOS que los concretos derechos y deberes de las partes se fijan por fuentes externas a los contratantes. Fuentes inicialmente circunscritas a las normas estatales y que, en estadios más avanzados, se extienden a las provenientes de la negociación colectiva. 1.1. Carácter residual de la autonomía de la voluntad en el contrato de trabajo En este esquema suficientemente conocido es claro que la autonomía de la voluntad posee un mero carácter residual entre las fuentes reguladoras de las obligaciones laborales. Carácter residual que fielmente refleja el tantas veces criticado artículo 3.1.c) del Estatuto de los Trabajadores al determinar que los contratantes deben respetar los derechos mínimos que para los trabajadores establecen la legislación y los convenios y que, en consecuencia, sólo pueden acordar en su contrato condiciones de trabajo que no sean «menos favorables o contrarias» a las fijadas en las indicadas fuentes externas. En interpretación unánime, lo que los contratantes pueden modificar en beneficio del trabajador son las reglas que integran el llamado derecho necesario relativo, pues las de derecho necesario absoluto son por su propia naturaleza intangibles. Con alguna opinión divergente4, es este precepto estatutario el que sirve de base a la configuración normativa del llamado principio de condición más beneficiosa que impera en el Derecho del Trabajo. Principio que se completa con el de irrenunciabilidad de derechos, que regula el from outside» («Labour and the Law», 2ª ed., 1977, STEVENS, p. 20). 4 Cfr. MANUEL RAMÓN ALARCÓN CARACUEL, «La aplicación del Derecho del Trabajo», en REDT, Ed. Especial núm. 100 sobre El Estatuto de los Trabajadores. Veinte años después., p. 249. 14 artículo 3.5 del propio Estatuto, que impide la disposición por el trabajador de los derechos reconocidos por normas imperativas de origen estatal o convencional y sólo permite la alteración por acuerdo de las partes de los que poseen un carácter meramente dispositivo, incluidas las condiciones más beneficiosas contractualmente acordadas. 1.2. La autonomía colectiva como alternativa a la regulación heterónoma de condiciones de trabajo Por su parte, la autonomía colectiva accede al plano del Derecho Laboral como alternativa a la regulación heterónoma de las condiciones de trabajo en la recta final de un insistente proceso de reivindicaciones de un activo movimiento obrero, que, tras haber obtenido la cobertura de las normas estatales, exige, en última instancia, una participación en el poder social como vía de introducir un cierto reequilibrio en la posición de subordinación en que el Ordenamiento sitúa a los trabajadores. El reconocimiento de la potestad normativa de los grupos profesionales supone, por tanto, en los ordenamientos continentales una dislocación o ensanchamiento de las fuentes de producción del Derecho5, en la 5 Es sabido que el reconocimiento de la autonomía colectiva a los grupos profesionales no sigue el mismo proceso en los países de common law que en los continentales. En el Reino Unido, el Estado se desentiende históricamente de intervenir en las relaciones laborales, estableciendo lo que se ha llamado un sistema de laissez faire colectivo. En el Continente, por el contrario, el Estado se erige en controlador de la autonomía colectiva a cambio de «tutelarla» o de reconocer, al menos, «eficacia jurídica a alguna de sus actuaciones» (cfr. JAIME MONTALVO CORREA, «Fundamentos de Derecho del Trabajo», Civitas, 1975, p. 276). Consecuentemente, en el Reino Unido se gesta un convenio colectivo desprovisto de efectos normativos, mientras que en la Europa continental el convenio se inserta, como regla, en el sistema de fuentes de producción del ordenamiento jurídico laboral. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS Mª GALIANA MORENO medida en que la participación de los interlocutores sociales en el proceso de creación del mismo da lugar en el ámbito laboral a la génesis de un pluralismo normativo, que se contrapone al monismo estatal que impera como regla en el resto del Ordenamiento. El vehículo normativo que contiene el resultado de la interacción combinada de los representantes de trabajadores y empresarios, el convenio colectivo, se configura en tales ordenamientos como fuente de Derecho y cumple la doble y complementaria función de ser tanto una vía de fijación de condiciones de trabajo, que actúa en sustitución de la cercenada autonomía individual, como la manifestación de un poder de negociación del grupo, del que carece cada uno de sus componentes aisladamente considerados. Las relaciones del convenio colectivo con la ley, siendo clara y lógicamente de subordinación, no se limitan a la mera función de mejora de las condiciones de trabajo que, con carácter de mínimas, hayan establecido las normas legales, sino que, conforme se desarrolla la autonomía colectiva, el convenio asume funciones de mayor coordinación con ellas o, incluso, puede actuar en ocasiones en sustitución de las mismas, estableciéndose en este caso una cierta distribución competencial de materias entre ley y convenio colectivo por expresa atribución del legislador estatal. Pero, en todo caso, tanto la ley como el convenio comparten la finalidad esencial de sustraer al contrato de la libre y falaz autonomía de la voluntad de las partes proclamada por las doctrinas liberales para convertirse en fuentes externas de fijación de las condiciones de trabajo. Aunque con técnicas distintas, ley y convenio son dos modos de acercarse al mismo fenómeno de regulación de las condiciones de trabajo, para las que suponen el tránsito definitivo desde el particularismo que implica el contrato a la generalidad que representa la norma6. 6 Es lo que indica SPIROS SIMITIS cuando afirma «Both law, and collective agreement detach the emplo- Hoy resulta, en todo caso, notorio que la consolidación de los grupos profesionales y de su autonomía colectiva supuso para los trabajadores que la pérdida de una pretendida libertad contractual individualizada se viera ampliamente compensada por ese incremento del poder negociador que la colectivización introdujo en las relaciones laborales. Pero, es asimismo evidente que si la autonomía colectiva representa para el grupo una emancipación frente al exclusivismo jurídico del Estado, al hacerse partícipe de su poder normativo, para el individuo sólo supone un desplazamiento de núcleos de poder que se le imponen; el individuo sigue siendo el destinatario último de las normas, por la propia naturaleza de las cosas, en cuanto es el eje de toda actuación jurídica7. 2. LA POLÉMICA EN LA DELIMITACIÓN DE FRONTERAS ENTRE AUTONOMÍA INDIVIDUAL Y COLECTIVA SUSCITADA POR LOS LLAMADOS «PACTOS INDIVIDUALES EN MASA» 2.1. El punto de partida Las relaciones entre autonomía colectiva y autonomía individual, según tiene declarado el Tribunal Constitucional en su Sentencia 58/1985 (f.j.6), giran en torno a los dos siguientes principios básicos: 1) que la negociación colectiva no puede anular la autonomía individual, en cuanto ésta es garantía de la libertad personal; y yee from the mass of normal contractual parties and invert the characterization of the labour relation that was typical of the Code Civil»[«The rediscovery of the Individual in Labour Law», en RALF ROGOWSKI & TOM WILTHAGEN (eds.), «Reflexive Labour Law», KLUWER 1994, p. 186]. 7 Como dijera ALONSO GARCÍA, «cuando se habla del Derecho forzosamente hay que referirlo a la persona» (MANUEL ALONSO GARCÍA, «La autonomía de la voluntad en el contrato de trabajo», Bosch, Barcelona, 1959, p. 9). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 15 ESTUDIOS 2) que, en general, los convenios tienen una capacidad de incidencia en los derechos individuales, en cuanto en su naturaleza se encuentra implícito el predominio de la voluntad colectiva sobre la individual, por ser instrumento esencial para la ordenación de las relaciones de trabajo. De esa dualidad de principios, no siempre de fácil armonización, se desprende que existe un espacio para que, mediante acuerdo privado o por decisión unilateral del empresario, en ejercicio de sus poderes de organización de la empresa, se regulen materias que sean ajenas al contenido normativo del Derecho estatal o del convenio, o se establezcan condiciones más beneficiosas para el trabajador, en los términos en que lo expresa el indicado art. 3.1.c) ET, siempre que éstas no tengan una finalidad que pueda intrínsecamente considerarse ilícita o discriminatoria, como el propio Tribunal ha declarado (STC 34/1984, f.j. 2). Por otra parte, de esa dualidad de principios se desprende también, que, en caso de confrontación o conflicto entre autonomía colectiva y autonomía individual, debe primar la decisión colectiva, pero sin que ésta pueda anular por completo a la voluntad individual, lo que sería contrario a la Constitución, por atentar contra la libertad personal («el libre desarrollo de la personalidad») que consagra su artículo 10. Esta difícil simbiosis exige, quizás con mayor énfasis que en otros casos, que como ha precisado el propio Tribunal Constitucional la solución de los problemas dudosos que se susciten en el marco de las relaciones entre autonomía individual y autonomía colectiva, deban solucionarse «caso por caso valorando y ponderando la totalidad de circunstancias concurrentes» (STC 58/1985, f.j. 6). Como se sabe, las relaciones entre autonomía individual y colectiva son objeto de fricciones especialmente intensas cuando la fijación de condiciones de trabajo más benefi- 16 ciosas no tiene carácter aislado e individual, sino que adquiere matices plurales, en la medida en que el empresario, mediante pactos individuales sucesivos u ofertas genéricas, las extiende a un colectivo, más o menos amplio, de sus trabajadores. En estos casos es cuando surge la polémica, ya que mediante el recurso a estos llamados «pactos en masa» puede modificarse lo pactado en convenio colectivo, produciéndose así una cierta intromisión de la autonomía individual en los dominios de la autonomía colectiva. 2.2. La oscilante evolución de la doctrina del TC sobre los pactos individuales en masa El problema de los pactos individuales en masa ha sido sucesivamente abordado por el Tribunal Constitucional en diferentes decisiones que discurren desde el primitivo Auto 1074/1988, de 26 de septiembre, hasta su Sentencia 238/2005, asimismo de 26 de septiembre. Sus decisiones, reiteradamente analizadas por la doctrina, vienen condicionadas por los supuestos concretos a que se enfrentan y, por eso, los criterios que de ellas derivan no son fácilmente generalizables. Las decisiones sobre los pactos en masa vienen, además, fuertemente condicionadas por la doctrina constitucional que integra el derecho de negociación colectiva en el contenido esencial de la libertad sindical, como vía indirecta de abrirle el acceso al amparo, del que aquél, por sí mismo, carece8. Por ello, co- 8 En una compleja construcción, que hoy se acepta de modo general, el derecho de negociación colectiva se considera que forma parte integrante del contenido esencial del derecho de libertad sindical y, por ende, su violación (cuando el sujeto negociador es un ente sindical, no un comité de empresa) puede ser enjuiciada por vía de amparo. Aunque la libertad sindical y los derechos conexos de negociación colectiva y huelga constituyen de modo evidente el eje de la autonomía colectiva (su contenido esencial), pensamos que se fuerza la interpretación del texto constitucional cuando, por vías indirectas, se con- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS Mª GALIANA MORENO mo con precisión se ha observado entre nosotros, los principios que rigen los límites entre autonomía colectiva y autonomía individual, que como hemos dicho, enunció la STC 58/1985, no han sido efectivamente desarrollados en la jurisprudencia posterior del Tribunal, porque el tema de su colisión no se ha planteado frontalmente, desde la perspectiva del «recorte potencial de contenidos mutuos, propio de la convivencia entre ambas»9, sino de modo indirecto, al analizar la conexión existente entre actuaciones concretas de la autonomía individual y la alegada violación de la libertad sindical. A los efectos de nuestro estudio, la línea evolutiva de la oscilante doctrina constitucional sobre este tema puede resumirse en los términos siguientes. En el Auto inicial de 1988, que inadmitió un recurso de amparo planteado contra la oferta efectuada por una entidad bancaria de modificación del horario continuado, que fijaba el convenio colectivo estatal del sector, por uno partido, con determinadas compensaciones económicas, el Tribunal afirma inicialmente que la conducta de la empresa no parece que lesione la libertad sindical, pues no anula el convenio para quienes deseen seguir acogidos al mismo. Desde tales premisas, y anudando con su ya citada doctrina que reconoce un espacio a la autonomía individual para mejorar las condiciones de trabajo, el Tribunal concluye coherentemente que la «compatibilidad entre la autonomía individual y la autonomía colectiva» no impide que, respetándose los mínimos del convenio colectivo correspondiente, puedan mejorarse las condiciones laborales, en la medida en vierte la pretendida violación del derecho de negociación colectiva en una violación susceptible de amparo. En todo caso, dicha interpretación es, como se sabe, de aceptación generalizada, aunque no exenta de contradicciones, y encuentra apoyo normativo en la LOLS. 9 Cfr. MARÍA FERNANDA FERNÁNDEZ LÓPEZ, «Negociación colectiva y contrato de trabajo: apuntes sobre sus conexiones», Temas Laborales, núm. 76/2004, p. 172. que la autonomía individual, como ya hemos advertido, «no puede quedar anulada por la negociación colectiva» (f.j. 3). En un segundo momento, constituido por la Sentencia 105/1992, dio un brusco giro de ciento ochenta grados. Es de hacer notar que se enjuiciaba de nuevo una oferta de modificación de horarios, efectuada esta vez por un Grupo Asegurador. Pese a que la misma había obtenido una respuesta masivamente favorable por parte de los trabajadores afectados10, el Tribunal niega facultades a la empresa para hacerla y afirma de modo contundente que la voluntad individual de los trabajadores, «manifestada por la aceptación de una oferta voluntaria de la empresa, no puede modificar respecto de los mismos el contenido de lo pactado con carácter general en el convenio», pues «de prevalecer la autonomía de la voluntad individual de los trabajadores, sobre la autonomía colectiva plasmada en un convenio legalmente pactado entre los sindicatos y la representación empresarial, quebraría el sistema de la negociación colectiva configurado por el legislador, cuya virtualidad viene determinada por la fuerza vinculante de los convenios constitucionalmente prevista en el artículo 37.1 CE» (f.j. 6). Esta afirmación tan rotunda y contraria a la inicialmente sostenida, se completa y se matiza por el propio Tribunal en la Sentencia 208/1993, en el sentido de que tales pactos sólo serían admisibles cuando se concreten sobre materias que sean ajenas al contenido normativo del convenio que resulte aplicable, ya que entonces «operan en un espacio libre de regulación legal o contractual colectiva, y por ello abierto al ejercicio de la libertad de empresa y de la autonomía contractual...» (f.j. 4). En este caso concreto, 10 Según se refleja en la propia Sentencia, en sus Antecedentes la propuesta había sido unánimemente aceptada en 75 oficinas; 4 la rechazaron y en las 30 restantes hubo una aceptación parcial. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 17 ESTUDIOS deniega el amparo solicitado porque las medidas adoptadas por la empresa «no han supuesto modificación, vulneración o alteración de lo previsto en el convenio colectivo aplicable, por ser una materia no regulada por el (mismo)» (f.j.3). El Tribunal vuelve, sin embargo, a endurecer su postura en STC 225/2001, en la que enuncia la tesis de la existencia de vulneraciones objetivas de la libertad sindical11 que ya había apuntado en su anterior Sentencia 107/2000. En el caso enjuiciado, una empresa del sector de automoción, hace una propuesta a sus Mandos Intermedios de introducir determinadas modificaciones que afectaban a la jornada, al horario y al régimen retributivo que establecía el convenio de empresa. El Tribunal constata que ha habido una modificación objetiva del convenio y, aunque no llega a resultados igualmente seguros sobre la intencionalidad empresarial de suplantación de lo negociado, ni sobre si la modificación supuso, o no, una mejora de las condiciones de trabajo, otorga el amparo, afirmando (con base en su Sentencia 11/1998) que en la violación de derechos fundamentales el elemento intencional es «irrelevante», bastando «constatar la presencia de un nexo de causalidad adecuado entre el comportamiento antijurídico y el resultado lesivo prohibido por la norma». Desde este punto de partida, viciado en su enunciación (pues da por sentada la antijuridicidad de la actuación que se enjuicia), el Tribunal añade apodícticamente que el empresario actuando «en concierto con los trabajadores individualmente considerados podrá incidir, por supuesto, en la disciplina de las relaciones laborales, pero no podrá hacerlo frente al derecho a la negociación colectiva del sindicato, lo que incluye el respeto al resultado alcanzado en el correspondiente procedimiento de negociación y a su fuerza vinculante, así como la sujeción a los procedimientos de mo- 11 18 Cfr. el f.j. 4 de la Sentencia. dificación convencional establecidos» (f.j. 4, con apoyo, en las SSTC 105/1992 y 107/2000). Es de hacer notar que en este caso, la propuesta de la empresa había sido aceptada mayoritariamente por los afectados (por 125 de 126 potenciales destinatarios, según se infiere del relato contenido en el antecedente 8 de la Sentencia). En la última de las Sentencias hasta el momento recaídas sobre estos llamados pactos en masa (STC 238/2005) el Tribunal da otra vuelta de tuerca al endurecimiento de sus posiciones doctrinales. Nuevamente nos encontramos ante la oferta de modificación de horarios (pasando del continuado al partido), hecha esta vez por otra entidad financiera, a fin de implantar un servicio comercial de captación de clientes. Oferta realizada de modo individual (ciertamente tras el fracaso de un intento de negociación con los representante de los trabajadores) a determinados comerciales y en la que se otorgaba, en caso de aceptación, una serie de ventajas económicas y un alargamiento de las vacaciones reglamentarias. La oferta fue aceptada por dieciocho trabajadores. Planteada demanda de conflicto colectivo por la correspondiente Asociación de cuadros, fue desestimada en instancia por la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y en casación por el Tribunal Supremo. Ambas sentencias coincidieron en la inadecuación del procedimiento de conflicto colectivo seguido con apoyo en el artículo 41 ET, pues no hubo una modificación peyorativa unilateralmente impuesta por la empresa, sino pactos novatorios más favorables para los trabajadores afectados y libremente aceptados por éstos. Como sostuvo la Sentencia del Tribunal Supremo impugnada en amparo, no cabe desplazar al plano colectivo supuestos como éste, en los que está en juego «una decisión que afecta a trabajadores singulares, y no al conjunto del personal o a grupos de los mismos que rebasen el umbral de la dimensión colectiva». Pese a lo impecable de este aserto, el Tribunal Constitucional objetiva de nuevo la le- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS Mª GALIANA MORENO sión de la libertad sindical denunciada y afirma que, aunque el convenio siga vigente para la mayoría de trabajadores de la empresa, si determinadas partes esenciales del mismo (entre las que incluye las referentes al régimen de la jornada de trabajo, sin precisar que las modificaciones ofertadas no afectaban propiamente a ésta, sino a su distribución horaria) no fueran «de obligado cumplimiento para todos los integrantes del sector» que dicho convenio regula, «quebraría el sistema de negociación colectiva configurado por el legislador, cuya virtualidad viene determinada por la fuerza vinculante de los convenios constitucionalmente prevista en el art. 37.1 CE» (f.j. 4). De donde concluye (con apoyo en doctrina anterior) que la autonomía individual, o la decisión unilateral de la empresa, no pueden proceder a la modificación de las condiciones de trabajo establecidas en convenio «cuando ello, atendiendo a la trascendencia, importancia y significado de las condiciones laborales afectadas, eluda o soslaye la función negociadora de las organizaciones sindicales o vacíe sustancialmente de contenido efectivo al convenio» (ibíd.) 2.3. Autonomía individual y autonomía colectiva: sus diferentes esferas de actuación Es difícil hacer una valoración global de la evolución de la doctrina del Tribunal Constitucional sobre los pactos en masa que, como hemos dicho, viene muy condicionada por los heterogéneos supuestos de hecho enjuiciados en cada momento. Conviene, sin embargo, recordar que, como precisara Alonso Olea en su crítica a la STC 105/1992, «las mejoras voluntarias ofrecidas por los empresarios y aceptadas por los colectivos de trabajadores son el pan nuestro de cada día del sistema español de relaciones de trabajo», conviviendo «sin traba con los convenios colectivos»12. 12 Vid. su comentario a la STC 105/1992 («Jurisprudencia Constitucional sobre trabajo y Seguridad Social», Por ello insistía en que tales mejoras, si pluralmente ofrecidas, sólo constituirán una intromisión ilícita en el ámbito reservado a la autonomía colectiva cuando la oferta empresarial tenga por finalidad inutilizar el convenio o impedirlo; es decir, cuando realmente suponga un atentado contra dicha autonomía negocial13. Ésta es, por lo demás, la posición inicialmente sustentada por el Tribunal Constitucional en el Auto 1074/1988, donde no vio obstáculo a que, respetándose los mínimos del convenio colectivo correspondiente, se mejoren las condiciones laborales, en la medida en que de acuerdo con su propia doctrina la autonomía individual «no puede quedar anulada por la negociación colectiva» (f.j. 3). Los posteriores cambios de criterio entroncan con el hecho ya advertido de que en los diferentes supuestos enjuiciados las pretendidas interferencias entre autonomía individual y colectiva no se han planteado desde la perspectiva de la colisión de sus funciones mutuas (mejora general de la regulación heterónoma y fórmula de introducción de condiciones más beneficiosas individualizadas, respectivamente), sino al analizar la confrontación entre autonomía individual y libertad sindical (en su conexión con la negociación colectiva), que actúan necesariamente en planos distintos. Admitiendo que el derecho de negociación sea necesario (como lo es el de huelga) para la consecución de los fines fundamentales del sindicato (defensa de los intereses de los trabajadores mediante el ejercicio de la autonomía colectiva), la vulneración de la libertad sindical por injerencia indebida de la voluntad individual en la esfera colectiva sólo debe aceptarse conceptualmente cuando de la actuación empresarial que se impugne vol. X, p. 389). Cfr. asimismo la crítica a esta sentencia de EFRÉN BORRAJO DACRUZ («Articulación entre la autonomia individual y colectiva y las normas estatales en la regulación del trabajo: balance y nuevas perspectivas», AL núm. 3/1993, p. 54-55). 13 Íd., p. 388. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 19 ESTUDIOS se desprenda, objetiva y claramente, que tiene como finalidad atentar de modo frontal contra la autonomía negocial, es decir, cuando lo que se pretende es: anular el convenio en vigor, privándolo de virtualidad o eficacia; impedir la negociación de uno nuevo, al que la empresa se niega, acudiendo alternativamente a la negociación individualizada; sustituir, en suma, con caracteres de generalidad, el imperio de la voluntad colectiva por la individual14. Pero, fuera de esos casos, que, en expresión acuñada en nuestra doctrina, podemos calificar de «patológicos»15, en los que efectivamente se produce la utilización del pacto individual como auténtico «mecanismo de fuga» de la regulación acordada en el convenio16, no parece razonable entender que la autonomía individual se interfiere ilícitamente en los dominios de la colectiva, cuando cumple con la función que tiene encomendada por la ley (establecimiento, en su caso, de condiciones más beneficiosas que las legal o convencionalmente establecidas). Función residual, como antes hemos dicho, que pertenece, además, al ámbito propio de la libertad individual de las partes, que, según doctrina constitucional, no puede verse vaciada de contenido por la voluntad colectiva. 14 No cabe, ciertamente, «una suma de acuerdos novatorios individuales que permita la modificación colectiva de condiciones de trabajo, burlando los procedimientos establecidos para ello» (cfr. FEDERICO DURÁN LÓPEZ y CARMEN SÁEZ LARA, «Autonomía colectiva y autonomía individual en la fijación y modificación de las condiciones de trabajo», Relaciones Laborales, 1991, Tomo II, p. 392). 15 JUAN ANTONIO SAGARDOY BENGOECHEA, «La libertad sindical y los pactos de la autonomía privada», Documentación Laboral, núm. 24/1988, p. 29. 16 Vid. MARIA EMILIA CASAS BAAMONDE, «La individualización de las relaciones laborales», en RL, 1991, Tomo II, p. 418. 20 Por eso, cuando se trata de decidir si el ofrecimiento de determinadas novaciones contractuales hecho con carácter plural por un empresario colisiona, o no, con el derecho de libertad sindical de los representantes colectivos, hay que separar nítidamente dos esferas. Por un lado, la esfera de la libertad sindical que se pretende violada, cuyo plano, desde la perspectiva que nos ocupa, es necesariamente colectivo. En su conexión con el derecho de negociación colectiva, la libertad sindical (rectius, la autonomía colectiva) se concreta y satisface en la apertura de negociaciones con la contraparte, en la materialización del convenio y en el reconocimiento de su eficacia (efecto automático), que impide a los sujetos individuales actuar en contra de sus disposiciones (inderogabilidad in peius) durante todo el tiempo de su vigencia. Por otro, la esfera de la libertad de los sujetos de un contrato de trabajo, cuyo plano es individual y que legalmente se subordina al ordenamiento estatal y al marco colectivo, en cuanto las partes que negocian las denominadas condiciones más beneficiosas (o el empresario que unilateralmente la otorga) deben necesariamente respetar las normas imperativas que la ley o, en su caso, el propio convenio establezcan. Asegurado este respeto, el acuerdo se sitúa, lícita y necesariamente, supra o praeter convenio17, sin que por ello la autonomía individual suplante a la colectiva, sino que se limita a complementarla en los términos legalmente previstos. Vid. FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ, «Contratación individual masiva, antisindicalidad y eficacia del convenio colectivo: Apuntes de doctrina constitucional sobre una vieja polémica recientemente reavivada en la aplicación de las fuentes de la relación laboral», Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003, p. 375. Como él mismo apunta, «cuando contractualmente se mejoran cuantitativa y/o cualitativamente los mínimos de convenio el propio convenio está siendo cumplido» (ibíd., p. 374). 17 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS Mª GALIANA MORENO Desde este punto de vista, creo que se violenta la independencia de estos planos al afirmar que los acuerdos individuales sólo serían admisibles cuando se concreten sobre materias que sean ajenas al contenido normativo del convenio; o cuando se dice, de forma más precisa, que no cabe pacto individual alguno sobre temas nucleares del convenio (jornada o salarios, por ejemplo). Ello supone olvidar que las condiciones más beneficiosas se concretan por lo común como mejoras de lo colectivamente convenido (son, normalmente, supra convenio) y que las mejoras paradigmáticas se producen precisamente en materia de salarios o, con menor frecuencia, de jornada u horarios. Creo que se violenta igualmente la independencia de planos aludida cuando al enjuiciar determinadas ofertas empresariales, planteadas con carácter voluntario y circunscritas a determinados trabajadores, se afirma que, de prevalecer la autonomía de la voluntad individual sobre la autonomía colectiva plasmada en un convenio, «quebraría el sistema de negociación colectiva configurado por el legislador, cuya virtualidad viene determinada por la fuerza vinculante de los convenios constitucionalmente prevista en el art. 37.1 CE»; o que, «se vendría abajo el sistema de la negociación colectiva que presupone, por esencia, y conceptualmente, la prevalencia de la autonomía colectiva sobre la voluntad individual de los afectados por el convenio». Afirmaciones que, si no se matizan, parecen soslayar que en la fijación de condiciones más beneficiosas es la autonomía de la voluntad individual la que (con los límites antes expresados) debe legalmente prevalecer y que su predominio en el marco que tiene encomendado para nada hace retemblar los cimientos del entero sistema de negociación, que se proyecta sobre un escenario distinto. Es obvio, por lo demás, que la modificación ad personam del contenido del acuerdo colectivo (dentro de los límites del artículo 3.1.c) ET, insistimos), mediante el establecimiento de condiciones más bene- ficiosas, para nada incide en la eficacia vinculante del convenio, como tampoco se ve ésta afectada por determinadas modificaciones introducidas en su ámbito por sujetos, que, aunque colectivos, son distintos de los que negociaron el primitivo acuerdo (descuelgues salariales decididos en el ámbito de la empresa o modificaciones ex artículo 41.2 ET de un convenio sectorial). Se incide, de nuevo, en confusión de planos cuando se afirma que si las disposiciones nucleares de un convenio (en referencia a salarios, jornada y horarios) no fueran «de obligado cumplimiento para todos los integrantes del sector», se resentiría igualmente el sistema de negociación. No parece que la uniformidad o estandardización de condiciones de trabajo que, ciertamente, introduce la negociación colectiva, exijan la intangibilidad absoluta de lo acordado. Exigencia que, por lo demás, sería incompatible con la esfera legal de autonomía individual para el establecimiento de condiciones más beneficiosas. Es, por ello, muy dudoso que los convenios colectivos sean una vía apta para introducir reglas que no sean mejorables por el acuerdo individual18. Duda que afectando a todo tipo de convenios, se hace más patente, si cabe, cuando el convenio no se limita a la empresa, sino que se extiende al sector. Esa confusión de planos a que nos referimos hace pensar que, como en alguna ocasión anterior hemos advertido19, cuando se analizan los límites entre autonomía colectiva y autonomía individual en la fijación de condiciones de trabajo, se olvida en más de una ocasión que la autonomía colectiva (y los convenios en que se materializa), no es algo dotado de vida propia e independiente, sino En sentido contrario, IGNACIO GARCÍA-PERROTE ES«Autonomía individual en masa y antisindicalidad», RL, 1989 Tomo II, p . 19 Cfr. JESÚS M. GALIANA MORENO, «La eficacia de los convenios colectivos en el Derecho español del Trabajo», Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003, p. 69. 18 CARTÍN, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 21 ESTUDIOS que es una fórmula de reequilibrar el inexistente poder de negociación de los trabajadores individualmente considerados. Estos son, en todo caso, los destinatarios de las condiciones acordadas y para ellos, como se sabe, toda norma es heterónoma, tanto si emana del Estado como si se ha gestado en la mesa de negociaciones del convenio20. Por eso resulta difícil admitir que, al enjuiciar determinados supuestos de estos llamados pactos en masa, se ponga aparentemente más énfasis en dilucidar si se ha vulnerado en abstracto el derecho de negociación colectiva del sindicato21, que en determinar y precisar si en la oferta hecha por el empresario a una pluralidad de sus trabajadores22 subyace alguno de los aspectos patológicos a que antes hicimos referencia, que la haga incurrir en la pretendida violación del derecho de libertad sindical que se denuncia; o, si por el contrario, es una oferta legítimamente emitida y libremente aceptada por los trabajadores afectados, que, dejan- 20 Como dice ELÍAS DÍAZ, desde el plano del individuo «todo derecho es heterónomo» ( «Sociología y filosofía del Derecho», Taurus, 1977, p. 40). En el mismo sentido, cabe interpretar a Spiros Simitis, cuando afirma: «law and collective bargaining are no bridge to the self-determination of the employee, rather in pursuit of better protection of the employee they institutionalize heteronomy» («The Rediscovery of the Individual in Labour Law», cit., p. 186). 21 Al «enjuiciamiento casi abstracto de la posibilidad de la negociación individual frente a la negociación colectiva» alude críticamente el magistrado Vicente Conde Martín de Hijas en el voto particular que formula a la STC 238/2005 (vid. el apdo. 3 del mismo). El enjuiciamiento en abstracto de la indicada vulneración del derecho de libertad sindical (en conexión con el de negociación colectiva) ante pretendidas injerencias de la autonomía individual parece asimismo desprenderse de las abstractas explicaciones que sobre el alcance de los respectivos fallos contienen tanto la STC 107/2000 (f.j. 10) como la STC 225/2001 (f.j.7). 22 No cabe perder de vista que, como se ha subrayado entre nosotros, «lo plural participa de la naturaleza de lo individual, no de lo colectivo» (cfr. MANUEL RAMÓN ALARCÓN CARACUEL, «La aplicación del Derecho del Trabajo», cit., p. 251). 22 do indemne el convenio para los demás, comporta para ellos una efectiva mejora de sus condiciones de trabajo. Ese cuestionable desplazamiento subjetivo de protección es el que parece planear sobre buena parte de la doctrina del Tribunal Constitucional recaída en el tema que nos ocupa. De la síntesis de la misma que efectúa la Sentencia 225/2001 y confirma la 238/2005, se desprenden una serie de afirmaciones, que, interpretadas sin los necesarios matices y cautelas, pudieran llevar a entender con riesgo de generalización contra el que algun autor ya ha advertido23, que cualquier ofrecimiento de condiciones que ocasione objetivamente (aunque no sea éste el fin perseguido por el empresario) la alteración de «la configuración y los perfiles de la regulación convencional» o que dé lugar a «la sustitución del régimen previsto en la norma colectiva por otro cualitativamente distinto», sería ilícito por contrario al artículo 28.1 de la Constitución, y que en esos casos «ni siquiera la pretendida mejora que pueda tratar de dar validez a tal conducta podrá neutralizar la lesión que se produce con la modificación efectuada al margen de los sujetos que concertaron el convenio suplantado...» (f.j. 5, con apoyo en las SSTC 105/1992 y 107/2000)24. 23 Cfr. el comentario de Francisco Pérez de los Cobos Orihuel a la STC 225/2001 (en MANUEL ALONSO OLEA y ALFREDO MONTOYA MELGAR, «Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social», Tomo XIX, 2001). El autor, que califica de sólida la doctrina del TC sobre los pactos en masa, advierte que la extrapolación inmatizada de la misma por los tribunales ordinarios, podría «menoscabar el lícito juego de la autonomía individual, que el propio Tribunal constitucional ha avalado en otras sentencias»(p. 400). 24 Ese cuestionable desplazamiento subjetivo de protección se confirma en la STC 238/2005 (última de las que, hasta ahora, se han pronunciado sobre el tema). En el caso enjuiciado, la pretensión sindical de anulación de horarios pactados por determinados trabajadores fue instada en procedimiento de conflicto REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS Mª GALIANA MORENO Si no se introducen esos necesarios matices, pienso, por todo lo dicho, que la doctrina que viene acuñando el Tribunal Constitucional sobre los denominados pactos en masa no es fórmula adecuada para plantear las necesarias relaciones de convivencia y colaboración que deben existir entre autonomía colectiva e individual en la regulación de condiciones de trabajo, de conformidad con las funciones que constitucional y legalmente tienen, respectivamente, encomendadas. colectivo, que los Tribunales ordinarios (Tribunal Superior de Justicia de Madrid y Tribunal Supremo) no consideraron adecuado, por ser un tema que afecta a trabajadores singulares, que deben ser oídos. El Tribunal Constitucional, en clara decantación por el interés sindical, otorga (con el voto discrepante del magistrado Vicente Conde Martin de Hijas) amparo, ordenando al Tribunal Superior de Justicia de Madrid dictar nueva sentencia en el procedimiento colectivo en su día incoado, en el que se resuelva la pretensión del sindicato demandante sobre vulneración de su derecho de libertad sindical. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 23 ESTUDIOS RESUMEN 24 En una aproximación de carácter general, el tema de la confrontación entre los espacios que la ley reserva a la autonomía colectiva y a la autonomía individual en la regulación de las condiciones de trabajo no debía presentar especiales dificultades, porque la distribución de funciones entre ellas resulta clara ateniéndose a los postulados básicos sobre los que se fundamenta la génesis del Derecho del Trabajo. La autonomía colectiva surge históricamente como alternativa a la regulación heterónoma de las condiciones laborales y sigue cumpliendo, como función fundamental, aunque no única, la de mejorar los derechos de los trabajadores que, con carácter de mínimos, establecen las normas estatales. La autonomía individual, por su lado, posee un mero carácter residual entre las fuentes reguladoras de las obligaciones laborales, como se desprende del artículo 1.3.c) del Estatuto de los Trabajadores, que sólo permite a las partes acordar en su contrato condiciones de trabajo que no sean «menos favorables o contrarias» a las fijadas en la ley o en los convenios colectivos, esto es, el establecimiento de las denominadas condiciones más beneficiosas. Las relaciones entre autonomía colectiva e individual son objeto, sin embargo, de fricciones especialmente intensas cuando esta fijación de condiciones de trabajo más beneficiosas adquiere matices plurales, en la medida en que el empresario, mediante pactos individuales sucesivos u ofertas genéricas las extiende a un colectivo de trabajadores. Estos denominados «pactos en masa» han sido objeto de tratamiento en sucesivas ocasiones por la Jurisprudencia Constitucional, que se ha pronunciado, al resolver los correspondientes recursos de amparo, sobre si la actuación empresarial enjuiciada constituye, o no, una violación de la libertad sindical, en su conexión con el derecho de negociación colectiva, o, más claramente, si se produce, o no, una injerencia inadmisible de la autonomía individual en los dominios de la autonomía colectiva. La doctrina constitucional sobre este tema parte del reconocimiento inicial de la plena compatibilidad entre autonomía colectiva e individual en la regulación de condiciones de trabajo (ATC 1074/1988) y ha ido oscilando en decisiones posteriores hacia una reducción cada vez mayor del lícito juego de la autonomía individual en la fijación de las mismas. En dicha doctrina se detecta una cierta falta de claridad en la delimitación de las diferentes esferas en que se mueven la libertad sindical que se pretende violada (en su conexión con el derecho de negociación), cuyo plano es, por ello, colectivo y, por otro, la esfera individual en que se mueve la voluntad de los sujetos del contrato de trabajo al concertar (dentro de los límites legales) sus particulares condiciones más beneficiosas. De ahí que en la doctrina del Tribunal Constitucional, cuya síntesis establecen las últimas decisiones recaídas (SSTC 225/2001 y 238/2005), se contengan una serie de afirmaciones, que interpretadas sin los necesarios matices y cautelas, pudieran inducir a pensar, con riesgo de peligrosa generalización contra el que algun autor ya ha advertido, que cualquier ofrecimiento plural de modificación de las condiciones de trabajo colectivamente acordadas, incluso más beneficioso para los correspondientes trabajadores sería ilícito por contrario al artículo 28.1 CE. Sin tales matices, estaríamos, sin lugar a dudas, ante una fórmula inadecuada para plantear las necesarias relaciones de convivencia y colaboración que deben existir entre autonomía colectiva e individual en la regulación de condiciones de trabajo, de conformidad con las funciones que constitucional y legalmente tienen, respectivamente, encomendadas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 Los convenios colectivos como fuente de la relación laboral: más apuntes para un debate recurrente JOAQUÍN GARCÍA MURCIA* PLANTEAMIENTO D esde su redacción original, del año 1980, el artículo 3.1.b) del Estatuto de los Trabajadores dispone que los derechos y obligaciones concernientes a la relación laboral se regulan, entre otras fuentes, «por los convenios colectivos». Es claro que con esta breve referencia se atribuye al convenio colectivo, de manera formal y expresa, la condición de fuente de regulación de la relación laboral, al menos en lo que se refiere a la creación de «derechos y obligaciones» en ese contexto. Pero tal afirmación, a poco que se reflexione, apenas sirve para dar cuenta cabal del alcance real de un pasaje que, como el que se acaba de exponer, está plagado de incógnitas y problemas interpretativos, pese a su aparente sencillez (o precisamente por ello: por su extremada simplicidad). Acierta el precepto, seguramente, en su concisión y contundencia, pero son muchas las cuestiones, dudas o dificultades que con una formulación tan escueta se abren al intérprete a la hora de acotar su significado real o su proyec- ** Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad de Oviedo. ción efectiva, algunas de ellas, por cierto, ligadas al espinoso tema de la eficacia jurídica de las reglas de origen convencional. Ante todo, cabe plantearse si con esa referencia se ha querido «consagrar» en el sistema de fuentes de la relación laboral un determinado tipo de convenio colectivo, o si, por el contrario, no se ha hecho más que una alusión general a la negociación colectiva como fuente de creación de reglas para el contrato de trabajo, con independencia del formato que éstas adopten (convenio colectivo propiamente dicho, convenio informal, acuerdo de empresa, etc.). También cabe cuestionarse si estamos ante una mera cláusula de estilo o si se trata más bien de una declaración capaz de condicionar o cuando menos anunciar la naturaleza jurídica del convenio colectivo, particularmente en lo que se refiere a su eficacia, a su manera de obligar o, en fin, a la manera de ejercer su «fuerza vinculante», si se quiere ver desde esta otra perspectiva. Cabe preguntarse, en fin, si tan sólo supone ese precepto una pura y simple toma de conciencia acerca del fenómeno de la negociación colectiva y de su importancia para la regulación de las relaciones de trabajo, o si, en cambio, nos puede servir asimismo para per- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 25 ESTUDIOS filar la posición jurídica del convenio en nuestro sistema de fuentes, no ya en su eventual contraste con normas legales o reglamentarias, sino también, y sobre todo, en su inevitable relación con el propio contrato de trabajo. Lógicamente, para afrontar ese tipo de cuestiones no es posible limitar las reflexiones a lo que formalmente se desprende del citado pasaje legal. Por lo pronto, han de tenerse en cuenta también las restantes menciones que el propio artículo 3 ET hace a los convenios colectivos, menciones que son de distinto alcance y tenor literal, pero que se dirigen sobre todo a esa última cuestión, esto es, a precisar el rango jerárquico del convenio colectivo en el sistema de fuentes de la relación laboral, y a proporcionar criterios para la solución de eventuales problemas de conflicto o concurrencia con otras fuentes laborales. Son, en concreto, las siguientes: la atribución a las condiciones de trabajo establecidas en «convenio colectivo» de carácter mínimo e imperativo respecto de la autonomía de la voluntad expresada en el contrato de trabajo (párrafo 1, letra c); la inclusión de las «normas laborales pactadas» entre las que se ven afectadas por el principio de jerarquía y el ámbito de aplicación de los principios de norma mínima y de norma más favorable (párrafo 3); la atribución a los usos y costumbres de carácter subsidiario y supletorio respecto de las «disposiciones convencionales» (párrafo 4), y la extensión del principio de irrenunciabilidad a «los derechos reconocidos como indisponibles por convenio colectivo» (párrafo 5). Han de barajarse, asimismo, todas aquellas alusiones al convenio colectivo que se encuentran a lo largo de nuestra legislación laboral, que presentan a su vez diversa fisonomía y sentido muy variado. Por supuesto, la parte más gruesa de este otro acervo de regulación legal sobre el convenio colectivo se encuentra dentro del Título III del ET, en el que se dan indicaciones muy precisas sobre la elaboración, el contenido y, sobre todo, 26 la eficacia jurídica y personal del convenio «estatutario». Otro grupo interesante de previsiones se encuentra disperso a lo largo del propio ET, unas veces para atribuir al convenio colectivo funciones específicas o concretas posibilidades de acción, otras para preservarlo frente a determinados actos o incidentes de carácter laboral o empresarial, y otras, en fin, para tomar nota de la existencia de convenios o acuerdos de carácter particular, distintos del convenio colectivo típico u ordinario. Finalmente, otras muchas menciones al convenio colectivo pueden consultarse en los restantes segmentos de la legislación laboral, desde la ley de libertad sindical a la regulación legal de la huelga, desde la ley de infracciones y sanciones a la ley de procedimiento laboral, desde las normas de empleo a la ley de prevención de riesgos laborales, normalmente para encomendarle algunas tareas, abrirle mayores espacios de juego o garantizar su virtualidad y eficacia. Muy particular es, en todo caso, la referencia al convenio colectivo del art. 1 de esa última disposición legal la Ley 31/1995, que reitera su condición de fuente de regulación en esa materia y que llega a calificarlo, directamente, de e «norma convencional». Tampoco puede faltar en este contexto, desde luego, alguna consideración específica acerca del artículo 37.1 de la Constitución, que, como es sabido, encarga al legislador la tarea de garantizar tanto el derecho «a la negociación colectiva» como la «fuerza vinculante de los convenios», y que, según el parecer general de la doctrina, supone la aceptación formal por parte del Estado de una fuente de regulación que por definición actúa extramuros de sus poderes o instancias normativas1. 1 Vid., aun cuando se trate de perspectivas diversas, pertenecientes asimismo a momentos históricos muy diferentes, F. VALDÉS DAL-RÉ, «La negociación colectiva en la Constitución», RPS, núm.121 (1979), pp.469 ss., y M.R. ALARCÓN CARACUEL, «La autonomía colectiva: concepto, legitimación para negociar y eficacia de los acuerdos», AAVV, La reforma de la negociación colectiva REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA El artículo 37.1 CE no resuelve por sí mismo ninguna de aquellas cuestiones, pero es el que otorga, a la postre, el respaldo definitivo a la autonomía colectiva, que no es sólo poder de autoorganización de quienes son parte en el sistema de relaciones laborales (faceta ésta que se corresponde más bien con la libertad sindical), sino también poder de autorregulación conforme a los intereses propios de los correspondientes grupos profesionales. En esta segunda faceta, esto es, en su dimensión normativa o reguladora, qué duda cabe de que la autonomía colectiva presenta respecto a los poderes del Estado peculiaridades muy apreciables, que trascienden a la configuración y a la naturaleza del convenio y que, por ello mismo, también deberán ser aquí objeto de alguna reflexión especial. Para este tipo de balance puede resultar de interés, finalmente, acercarse a las posibles raíces de la norma vigente dentro de nuestra legislación laboral histórica. Carente el Código de Trabajo de 1926 de una descripción propiamente dicha de las fuentes, los primeros antecedentes de aquella cláusula estatutaria hay que buscarlos, naturalmente, en la Ley de Contrato de Trabajo de 1931, pese a su notable distancia formal, temporal y de fondo respecto de la legislación actual. Es esta disposición legal, en cualquier caso, la que por primera vez en nuestro país ofrecía un cuadro pretendidamente completo de las fuentes de regulación del contrato de trabajo (arts. 9 a 12, a los que habían de agregarse, seguramente, las referencias de los arts. 59 a 62 a los contratos de grupo), y, sobre todo, la que en primer término trataba de precisar con carácter general el papel de las reglas convencionales dentro de dicho sistema, haciéndose cargo de sus variedades o manifestaciones (bases de trabajo, acuerdos y pactos colectivos, acuerdos de grupo), del campo de juego reservado a cada (dir. ALARCÓN/DEL REY), Marcial Pons, Madrid, 1995, pp.51 y ss. una de ellas, de sus relaciones internas y de su respectiva posición en la correspondiente escala jerárquica, junto a las disposiciones legales y reglamentarias2. Un valor más relativo hay que atribuir, desde este punto de vista, a la Ley de Contrato de Trabajo de 1944, que en algunos de sus pasajes (dentro de su art. 9, concretamente) presentaba ya un semblante muy similar al que hoy en día nos ofrece el artículo 3 ET, pero que venía lastrado en el fondo por la falta de referencias al pacto o convenio colectivo, que tan sólo empieza a aflorar, como es suficientemente sabido, a partir de los años cincuenta del siglo pasado y que no llega a conseguir una mención expresa en el cuadro de fuentes hasta la reforma introducida por la Ley de Relaciones Laborales de 1976 (que en su art. 5 aludía ya a las normas «pactadas»)3. ¿NEGOCIACIÓN COLECTIVA O CONVENIO COLECTIVO? Tal vez la primera cuestión que deba plantearse a propósito del artículo 3.1.b) ET sea, como hemos dicho, la relativa a si se refiere ese precepto a un determinado tipo de convenio colectivo o si, por el contrario, entraña una alusión general al resultado típico de la negociación colectiva, en cualquiera de sus modalidades posibles. Cabe plantearse, 2 Vid. A. GALLART FOLCH, Las convenciones colectivas de condiciones de trabajo, Comares, Granada, 2000 (reimpresión e introducción a cargo de J.L. MONEREO PÉREZ), pp. 229 ss., y A. MARTÍN VALVERDE, «La formación del Derecho del Trabajo en España», AA.VV., La legislación social en la historia de España (de la Revolución liberal a 1936), Congreso de los Diputados, Madrid, 1987, pp. LXXVIII ss. 3 Por medio se sitúa, como también se sabe, la posible virtualidad del contrato de grupo para la regulación colectiva de condiciones de trabajo (M. ALONSO OLEA, Pactos colectivos y contratos de grupo, que hoy en día se puede consultar en la reimpresión de Comares, Granada, año 2000), y la incesante afloración de pactos o convenios impropios (J. MARTÍNEZ GIRÓN, Los pactos de procedimiento en la negociación colectiva, IELSS, Madrid, 1985). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 27 ESTUDIOS visto el problema desde otra perspectiva, si el artículo 3.1.b) ET se refiere al convenio colectivo como figura específica y deslindable de otros posibles acuerdos o pactos de alcance colectivo, o si quiere hacer referencia más bien a la negociación colectiva en su condición de fuente de producción de reglas para el contrato de trabajo; en el primer caso, la referencia legal no podría estar dirigida más que al convenio colectivo regulado por el propio Estatuto, mientras que en el segundo podría valer para cualquier regla de origen convencional. Obviamente, no hay una respuesta segura, dentro del ordenamiento vigente, para este primer dilema interpretativo, o, por decirlo mejor: caben perfectamente distintas opciones interpretativas en el entramado de esa enigmática cláusula legal, máxime cuando de ningún otro pasaje de su mismo rango y condición pueden extraerse pistas claras o determinantes para perfilar su alcance o contenido. Con todo, hay datos de cierto relieve como para pensar que el artículo 3.1.b) ET tiene desde este punto de vista un alcance general u omnicomprensivo. Hay datos para pensar, para decirlo de manera más clara, que en aquel precepto legal se ha querido consagrar, mediante una fórmula escueta y concentrada, el pluralismo social (en este caso profesional) como fuente de producción de reglas laborales, en sus distintas vertientes o posibilidades, aun cuando carezcan de mención expresa4. Por lo pronto, y dejando al margen ahora el problema particular de las fuentes de carácter internacional (que, dicho sea de paso, constituyen una de las grandes ausencias en ese precepto legal, explicable pero tal vez no muy justificada a la altura de nuestro tiempo), el artículo 3.1 ET parece estar describiendo, más que tipos concretos de regulación, las cuatro grandes fuentes de producción de reglas laborales: la fuente estatal (disposiciones legales y 4 Vid. J.L. MONEREO PÉREZ y N. MORENO VIDA, en AAVV, Comentario al Estatuto de los Trabajadores, Comares, Granada, 1998, p. 102. 28 reglamentarias del Estado), las fuentes convencionales (los convenios colectivos), la fuente contractual (la «voluntad de las partes», que lógicamente ha de expresarse en el contrato de trabajo), y la fuente consuetudinaria (los usos y costumbres locales y profesionales). No se puede asegurar, naturalmente, que haya sido ésa la opción del legislador, y no hay razones definitivas para llegar a una conclusión tan abierta en la interpretación del precepto, pero no deja de sorprender esa curiosa mezcla de planos y perspectivas a la hora de trazar sus componentes (en unos casos, fuentes de producción; en otros, fuentes de regulación), que sin duda avala una interpretación de contornos abiertos y generales. Por otra parte, resulta extremadamente difícil en la actualidad atribuir al tenor literal del artículo 3.1.b) ET un alcance limitado o reductivo, siendo así que la categoría «convenio colectivo» cada vez está más lejos de identificarse con un concreto producto de la negociación colectiva. Lo que en otros tiempos bastante remotos, en todo caso pudo ser una figura única o con un semblante muy uniforme, con el paso de los años se ha convertido más bien en un género capaz de albergar muy distintas especies, desde la que trata de actuar como compendio de reglas para un determinado sector o ámbito profesional (el convenio por antonomasia), más o menos flexible, hasta el mero acuerdo de empresa de carácter ocasional y con fines limitados, pasando por un sinfín de figuras intermedias o singulares. Mucho más cuando el legislador, tratando de crear cauces selectos o privilegiados de negociación, y tal vez de manera imprevista o en un clamoroso error de cálculo, no ha hecho más que generar espacios a favor de la «negociación alternativa», que ya son prácticamente irrecuperables para la negociación ordinaria, sin perjuicio de que ésta siga ejerciendo a la postre una especie de control sobre el conjunto del sistema. Espacios que, por lo demás, parecen deberse también a la preocupación que mues- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA tra el texto constitucional por la actividad con fines de autorregulación (derecho a «la negociación colectiva») y no tanto por el resultado de la misma (el convenio, aunque para éste se exija en particular la pertinente «fuerza vinculante»). Hay que decir, incluso, que todas estas variedades de negociación, o buena parte de ellas al menos, han ido pasando progresivamente a los correspondientes registros legales, que no sólo se vienen haciendo cargo del convenio colectivo tipo u ordinario (el que proporciona aquella regulación pretendidamente completa de las correspondientes relaciones de trabajo), sino también de otras muchas clases de acuerdo o pacto colectivo que desde hace ya bastante tiempo no han dejado de acompañarle. Bastante tradición tiene entre nosotros la mención a los acuerdos de paz o a los acuerdos de adhesión a un convenio en vigor, por no hablar ya de las vetas ininterrumpidas de negociación atípica o informal. Más reciente es, aunque en todo caso ya plenamente asentada, la acogida de otras figuras aparentemente más novedosas, como el convenio extraestatutario o el acuerdo de empresa, que cuentan ya con suficiente presencia (¿«tipificación»?) dentro de nuestro ordenamiento laboral, aunque sea de manera dispersa o asistemática, y tal vez aún con cierta timidez o contención por parte del legislador. ¿Forman parte todos ellos, por consiguiente, del espacio aludido por el artículo 3.1.b) ET, o, por el contrario, tiene algún sentido distinguir entre unas formas y otras de negociación colectiva a estos efectos? El hecho de que el artículo 3.1.b) ET, pese a las frecuentes ocasiones de reforma de que se ha dispuesto en los últimos tiempos, siga sin proporcionar pistas claras al respecto, ¿es una opción deliberada o un simple descuido del legislador? Situados a la altura de 1980, ningún inconveniente habría, seguramente, para sostener que la referencia del artículo 3.1.b) ET iba dirigida en concreto al convenio colectivo más típico de nuestro sistema, esto es, al convenio que hemos dado en llamar, quizá de forma simplista, convenio «estatutario». En buena medida, porque ése es el tipo de convenio colectivo que desde el primer momento fue objeto de atención por parte del propio legislador, que, queriendo dar cumplimiento al correspondiente mandato constitucional, le dedicó como sabemos un título completo dentro del mismo Estatuto de los Trabajadores; una vez desarrollado legalmente el derecho constitucional a la negociación colectiva (art.37.1 CE), nada hacía pensar, desde luego, que pudieran existir otros convenios colectivos al margen de ese sistema formal, ni menos aún que pudieran actuar como fuente en relación de paridad con los convenios estatutarios. Ésa fue, en efecto, la tesis mayoritaria en la doctrina del momento, que entendió por lo general que la referencia del artículo 3.1.b) ET a los «convenios colectivos» (como también, por cierto, la que después hace el art.3.3 ET a las «normas laborales pactadas») debía reconducirse a los convenios colectivos previstos y regulados por el ET, por constituir el cauce de negociación «tipo» y más característico dentro de nuestro sistema (e incluso, al decir de algunos, el único cauce viable)5; eran, por lo demás, los únicos convenios dotados de forma expresa de naturaleza o fuerza normativa, y, por consiguiente, del carácter de fuente del Derecho en sentido estricto (o valor «cuasi legal», como a veces se dijera)6. 5 Para hacerse cargo de las diferencias interpretativas surgidas en nuestra doctrina desde los primeros momentos pueden consultarse las aportaciones de T. SALA FRANCO, Los convenios colectivos extraestatutarios, IES, Madrid, 1981, y A. MONTOYA MELGAR, «¿Convenios colectivos al margen del Estatuto de los Trabajadores?», Aedipe, septiembre, 1982. Un balance más cercano a nuestros días en J.J. FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, «Los convenios colectivos extraestatutarios», AAVV, La eficacia de los convenios colectivos (XIII Congreso nacional de Derecho del Trabajo y Seguridad Social), MTAS, Madrid, 2003, pp. 737 ss. 6 Vid. M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, 1982, pp. 121-123. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 29 ESTUDIOS Hoy en día, sin embargo, esa manera de ver las cosas debe ser al menos repensada. Por lo pronto, ninguna línea de conexión cerrada o exclusiva cabe apreciar entre el pasaje del artículo 3.1.b) ET y los artículos 82 y siguientes del propio ET, pues son preceptos que pertenecen a Títulos distintos aun dentro de una misma disposición legal y que cumplen cometidos bien diferenciados; tampoco la hay, a decir verdad, entre el artículo 37.1 CE y la concreta regulación del Título III del ET, que puede ser, como sin duda lo es, desarrollo de aquel derecho constitucional, pero que no agota las posibilidades de la autonomía colectiva, como la experiencia ha venido poniendo de relieve (y como la propia jurisprudencia constitucional ha llegado a aceptar). Por otra parte, el artículo 3.1.b) ET, frente a lo que en ocasiones se ha sobreentendido, no prejuzga la naturaleza o eficacia del convenio colectivo, pues tan sólo lo contempla en su dimensión de fuente de regulación, algo que es propio tanto del convenio que mediante el apoyo legal pertinente alcance fuerza normativa, como del que, a falta de ese sostén, se limite a jugar como simple fuente de derechos y obligaciones para el contrato de trabajo. Cabe decir, incluso, que poco importa que el convenio o acuerdo colectivo se proyecte o no de manera directa (de «manera normativa», si cabe la expresión) sobre los correspondientes contratos de trabajo, pues aunque sólo tuviera carácter contractual, no dejaría de operar como instrumento regulador de las relaciones de trabajo, o, si se prefiere así, como instrumento del que en mayor o menor medida tendrían que depender los derechos y obligaciones «concernientes a la relación laboral», por utilizar los términos exactos del artículo 3.1.b) ET. ¿Tiene sentido hoy en día negar esa función a pactos colectivos que según el mismo legislador están llamados a ocuparse de determinados aspectos de la relación de trabajo, como tantas veces ocurre ya con los acuerdos de empresa? ¿Tiene sentido excluir del sistema de fuentes de la relación laboral con- 30 venios que están produciendo efectos reales en el correspondiente ámbito profesional, como viene sucediendo desde hace más de veinte años con los convenios extraestatutarios, acogidos ya por el propio legislador a determinados efectos? ¿Tiene sentido, para decirlo de una forma más general, dar la espalda a la variedad y pluralidad que cada vez con más fuerza van mostrando las reglas que nacen del proceso de negociación colectiva, aunque muchas veces no sean más que apoyos o complementos de un convenio estatutario? Si bien se mira, no vale la pena, en los momentos actuales, imputar tales deficiencias al artículo 3.1.b) ET, aun a sabiendas, como hemos dicho, de que su caldo de cultivo (que era sin duda el de los convenios «normativos», a la vista de nuestra tradición legal) presentaba caracteres muy distintos al actual sistema de relaciones laborales, y de que su natural e inicial inclinación tenía mucho que ver, con toda seguridad, con aquel convenio tipo de fuerza normativa y eficacia general7. Lo único, tal vez, que cabe reprochar ahora a ese precepto legal es su excesiva simpleza para un momento histórico en que la realidad de las relaciones laborales (la «realidad social» de nuestro tiempo), mucho más compleja y abierta de lo que en los años de su concepción podía imaginarse, parece demandar más energía y, al mismo tiempo, mayor flexibilidad8. Este defecto, en todo caso, es fácilmente subsanable mediante una reinterpretación del precepto a la luz del nuevo contexto laboral y social, para reparar en lo posible su falta de adaptación formal a unos 7 El influjo procede, cuando menos, de la Ley de Convenios Colectivos de 1958, rotundamente inclinada hacia el convenio colectivo de dimensión normativa y eficacia general. Vid. M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, 1982, p. 122. 8 Vid. M.R. ALARCÓN CARACUEL, «La aplicación del Derecho del Trabajo (en torno al artículo 3)», AAVV (dir. M. ALONSO OLEA), El Estatuto de los Trabajadores veinte años después, Tomo I, Cvitas, Madrid, 2000, pp. 232233. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA cambios que también han afectado, aun de modo implícito, prácticamente al conjunto del sistema de fuentes9. La operación, por lo demás, no resulta especialmente complicada: el hecho de que el precepto optara en su momento por aquella referencia general al «convenio colectivo» y no por tipos concretos de convención colectiva, a diferencia de lo que hacía, por ejemplo, el art. 9 de la LCT de 1931 puede ser también una notable ventaja desde este punto de vista, pues facilita sin duda esa interpretación extensiva y más actualizada. Volviendo a nuestras palabras iniciales, y sin perjuicio de las precisiones o matices que se hagan con posterioridad, lo que parece estar escondido en esa escueta reseña legal es el poder de regulación característico de la autonomía colectiva (que es la verdadera fuente de creación de las reglas convencionales o pactadas) y no tanto un determinado tipo de convenio colectivo. LA NATURALEZA ESQUIVA Y LA PECULIAR MANERA DE REGIR DEL CONVENIO COLECTIVO De cualquier modo, la reflexión sobre el tipo de convenio colectivo que actúa o puede actuar como fuente de la relación laboral inevitablemente se da de bruces con un problema añadido, que no es otro que el relativo a la naturaleza jurídica y a la manera de regir de la convención colectiva. Nada se descubre, ni en el terreno de los hechos ni en el de las declaraciones dogmáticas, si se toma como obligado punto de partida, incluso como si fuera un axioma, la doble dimensión del acuerdo o convenio colectivo, que nace necesariamente de un proceso de negociación o contratación entre las partes contendientes (no cabe hablar de convenio colectivo cuando Vid. J. RIVERO LAMAS, «Poderes, libertades y derechos en el contrato de trabajo», REDT, núm. 80 (1997), p. 970. 9 nace de una estructura pública o corporativa, al menos en puridad de términos), y que busca, por definición, proyectar sus efectos sobre las relaciones de trabajo comprendidas en su ámbito de aplicación, más allá, por lo tanto, de la estricta relación entre los sujetos firmantes10. Aunque el convenio pueda servir también para ordenar esa otra relación de «superestructura» (por ejemplo, a través de las llamadas cláusulas obligacionales), no cabe duda de que perdería toda su razón de ser, y hasta su misma esencia, si no estuviera encaminado, a fin de cuentas, a proporcionar reglas para los contratos de trabajo existentes en su ámbito11 (al margen ahora de las dificultades que entraña conseguir tal objetivo, como enseguida vamos a ver). Por mucho que la frase se haya gastado por el paso del tiempo, sigue siendo absolutamente cierto aquello de que el convenio tiene cuerpo de contrato y alma de ley12; dimensión contractual y dimensión reguladora (¿normativa?) son, en efecto, dos caras consustanciales al convenio colectivo13. El problema, por ello mismo, tal vez no radique tanto en su naturaleza (en tanto que pieza jurídica) como en su eficacia (esto es, en su manera de producir efectos), aunque ambas cualidades caminen de la mano como 10 Vid. A. JACOBS, «La autonomía colectiva», B. HEP(comp.), La formación del derecho del trabajo en Europa (traducción de J. RODRÍGUEZ DE LA BORBOLLA), Ministerio de Trabajo, Madrid, 1994, pp. 285 ss.; F. DURÁN LÓPEZ, «Negociación colectiva y sistema de relaciones laborales», Revista de Economía y Sociología del trabajo, núm. 18 (1992), pp. 8 ss., y M. ALONSO OLEA y M.E. CASAS BAAMONDE, Derecho del Trabajo, Universidad Complutense, 2005, p. 877. 11 Vid. M.F. FERNÁNDEZ LÓPEZ, «El convenio colectivo como fuente del Derecho tras la reforma de la legislación laboral», Actualidad Laboral, núm. 7 (1995), p. 110. 12 CARNELUTTI, Teoria del regolamento collettivo dei rapporti di lavoro (Cedam, Padova, 1927). 13 Vid. M. ALONSO OLEA, «Introducción: origen, desenvolvimiento y significado actual del convenio colectivo», Quince lecciones sobre convenios colectivos, Universidad de Madrid, 1976, pp. 16 ss. PLE REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 31 ESTUDIOS regla general. En verdad, es difícil negar aquella doble dimensión del convenio colectivo, en la que a fin de cuentas se resume su naturaleza jurídica, que no puede ni debe reducirse ni a su formato contractual ni a su sempiterna vocación normativa14; bien mirado, tampoco es una cuestión que requiera ahora mayores disquisiciones, por su claridad y evidencia. Más complicado resulta, sin embargo, construir una buena senda de tipo jurídico para lograr que ese doble destino del convenio (la relación entre los sujetos firmantes por un lado, la relación individual de trabajo por otro) se alcance de modo real y efectivo, y sobre todo que el segundo de esos planos (el de los contratos de trabajo, para ser más claros) pueda recibir las reglas pertinentes. En el primero de ellos, al convenio le basta para llegar a buen puerto con el conocido instrumental del mundo de las obligaciones y contratos (en el que se contienen, como es sabido, desde las acciones por incumplimiento hasta las pertinentes cláusulas penales, por citar tan sólo parte de esa maquinaria), al que habría que sumar, en este terreno más concreto, los mecanismos de presión y exigencia propios del sistema de relaciones laborales (acciones de huelga o conflicto, implantación de medios autónomos para la solución de eventuales problemas, etc.). En el segundo, en cambio, las cosas son bien distintas, pues se trata, ni más ni menos, que de llevar una serie de compromisos alcanzados en el plano de una relación colectiva al ámbito, en principio distante o cuando menos separable, de los contratos individuales de trabajo15. Conseguir ese objetivo no es nada sencillo, en efecto. Condición esencial para alcanzar Vid. S. DEL REY GUANTER, Negociación colectiva y paz laboral, IELSS, Madrid, 1984, pp. 39 ss., y J. GARCÍA MURCIA, «Contenido normativo y obligacional de los convenios colectivos laborales», AL, núms. 23 y 24 (1988). 15 Vid. O. KAHN-FREUND, Trabajo y Derecho (traducción de J.M. GALIANA MORENO), MTSS, Madrid, 1988, pp. 219 ss. ese resultado es que las cláusulas del convenio colectivo estén acompañadas de algún instrumento que asegure su respeto o seguimiento en el seno de los correspondientes contratos de trabajo, lo cual supone que el convenio debe disponer no sólo de la fuerza vinculante propia de los negocios bilaterales (que normalmente queda ceñida a las partes firmantes, como es natural), sino también de una fuerza adicional que le permita extender sus efectos a la «población» comprendida en su ámbito funcional y territorial de aplicación (como «ley de la profesión», por utilizar la conocida metáfora, o, simplemente, como regulación de obligada referencia). Los caminos para llegar hasta ese punto, que nunca han sido fáciles ni han estado del todo expeditos, han variado a lo largo de la historia, condicionados casi siempre por la tradición y por las pautas legales de cada país16. Dejando al margen ahora la posibilidad, siempre abierta, de que el convenio sea incorporado formalmente al contenido del contrato (esto es, asumido expresamente por el trabajador y el empresario afectados), cabe hablar en síntesis de dos grandes procedimientos a ese respecto: por un lado, el uso de técnicas de derecho común (como el mandato, la representación voluntaria o la estipulación a favor de tercero), que habrán de sostenerse a la postre sobre el vínculo de adhesión o afiliación del individuo a la organización o representación profesional participante en la mesa de negociaciones; por otro, la intervención directa de la ley, que puede actuar a su vez de muy diversas maneras y en fases muy distintas del proceso negociador, pero que al fin y al cabo habrá de contener, para cumplir esa tarea, alguna previsión de la que se desprenda sin ningún género de dudas la impe- 14 32 16 Vid. O. KAHN-FREUND, Trabajo y Derecho (traducción de J.M. GALIANA), MT, Madrid, 1987, pp. 219 ss. Reflexiones sobre posibles opciones legales y tendencias normativas también pueden encontrarse en M. CORREA CARRASCO, La negociación colectiva como fuente del Derecho del Trabajo, Universidad Carlos III/BOE, Madrid, 1997, pp. 149 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA ratividad o vinculabilidad del convenio respecto de los contratos de trabajo17. Como es fácil de comprender, este último cauce es el más recomendable por razones de seguridad jurídica, al menos en los sistemas acostumbrados al Derecho positivo o de formato legal, que, en efecto, ya iniciaron ese camino en las primeras décadas del siglo XX (como es fácil de comprobar en Alemania, Francia o España18). Puestos en ese plano, a la ley corresponden, básicamente, dos grandes tareas: de un lado, la plasmación más o menos directa de ese carácter imperativo e inderogable del convenio (el reconocimiento, a la postre, de su «fuerza vinculante» en el 17 La principal obra de referencia para encontrar la raíz de estas distintas construcciones doctrinales sigue siendo la de H. SINZHEIMER, Der Korporative Arbeitsnormenvertrag. Eine Privatrechtliche Untersuchung, Duncker und Humblot, Berlin, 1977 (reimpresión). Una exposición de esta interesante historia doctrinal puede rastrearse en A. GALLART FOLCH, Las convenciones colectivas de trabajo, Comares, Granada, 2000 (reimprsión de la obra original de 1932, con introducción de MONEREO PÉREZ), p. 63 ss., y en G. VARDARO, Contrattazione collettiva e sistema giuridico, Jovene Editore, Napoli, 1984, pp. 21 ss. Entre nosostros, F. VALDÉS DAL-RÉ, Configuración y eficacia de los convenios colectivos extraestatutarios, Acarl, Madrid, 1988, pp. 56 ss., y M. CORREA CARRASCO, La negociación colectiva como fuente del Derecho del Trabajo, Universidad Carlos III/BOE, Madrid, 1997, pp. 87 ss. 18 Una ya histórica investigación y descripción de esas variadas experiencias puede consultarse en A. GALLART FOLCH, Las convenciones colectivas de condiciones de trabajo, cit., pp. 37 ss. Anotaciones más recientes pueden encontrarse en F. VALDÉS DAL-RÉ, Eficacia jurídica del convenio colectivo: un intento de reconstrucción histórico-sistemática y comparada, RL, núms. 21 y 22 (2004). Para el sistema británico, muy diferente del nuestro como es sabido, J.R. CARBY-HALL, «The concept of direct incorporation in Great Britain», Estudios de Historia del derecho Europeo (homenaje al P.G. Martínez Díez), Universidad Complutense, Madrid, 1994. Para otros ejemplos de sistemas comparados, S. DEL REY GUANTER, Naturaleza jurídica del convenio colectivo, derecho de huelga y paz laboral en el ordenamiento jurídico italiano, IELSS, Madrid, 1984, y Ordenamiento jurídico, negociación colectiva y arbitraje en los Estados Unidos, IELSS, Madrid, 1985. correspondiente ámbito profesional); de otro, la dotación a los interesados de mecanismos suficientes para reaccionar ante posibles actos de incumplimiento, siempre con el respaldo último del arsenal coercitivo del Estado. De lo que se trata, en definitiva, es de garantizar que el convenio colectivo tenga auténtica eficacia en el correspondiente ámbito funcional y territorial de aplicación, que no otra cosa significa que llevar su fuerza vinculante más allá de la estricta relación entre las partes firmantes, para que pueda extender sus efectos, en consecuencia, sobre las relaciones individuales de trabajo19. De esta forma, y con uno u otro procedimiento, se intenta dotar al convenio colectivo de unos efectos similares a los que son propios de las normas estatales, que no dejan de ser el punto de referencia a este respecto, por su carácter automático, imperativo e indisponible para sus destinatarios. Actuar en ese sentido no es nada extraño al ordenamiento español, que desde muy pronto optó por favorecer la eficacia del convenio colectivo en el correspondiente ámbito profesional. Al menos desde la época de la segunda república20, y con el paréntesis que supuso la primera parte del régimen franquista, la fuerza imperativa e inderogable del convenio colectivo ha sido una constante entre nosotros, aun con fórmulas no del todo coincidentes. El problema estriba en que, en los momentos actuales (no así en otros momentos, como los años de vigencia de la LCT de 1931, dicho sea de paso), tales efectos se han predicado sin ningún asomo de duda del convenio colectivo tipo o preferente, esto es, del convenio colectivo que hoy en día llama- 19 Vid. G. PROSPERETTI, Lefficacia dei contratti collettivi nel pluralismo sindacale, FRANCO ANGELI, Milano, 1989, pp. 21 ss. En la doctrina española, F. VALDÉS DALRÉ, Configuración y eficacia de los convenios colectivos extraestatutarios, Acarl, Madrid, 1988, pp. 56 ss. 20 Vid. A. MARTÍN VALVERDE, «La formación del Derecho del Trabajo en España», AA.VV., Legislación social en la historia de España. De la revolución liberal a 1936, Congreso de los Diputados, Madrid, 1987, pp. LXXXI ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 33 ESTUDIOS mos convenio estatutario, dejando de lado otras posibles modalidades de convención colectiva. Para esa clase «privilegiada» de convenio, la legislación actual dispone, por ejemplo, que obliga «a todos los trabajadores y empresarios incluidos en su ámbito de aplicación y durante todo el tiempo de su vigencia» (art. 82.3 ET), de lo que se desprenden con claridad tales efectos21, mucho más cuando ese tipo de convenio es en buena medida deudor del que se venía negociando al amparo del marco legal anterior (la Ley de convenios colectivos de 1958), al que doctrina y jurisprudencia inconcusa venían atribuyendo naturaleza normativa y eficacia directa sobre las relaciones de trabajo incluidas en su ámbito22. Falta, sin embargo, una declaración en ese mismo sentido para el resto de convenios o acuerdos colectivos, especialmente para los que han dado en llamarse convenios «extraestatutarios», sobre los que, inevitablemente, siguen pesando las consabidas dificultades, elevadas en su momento a una intensa polémica doctrinal, acompañada siempre de una muy cautelosa y a veces un tanto apodíctica intervención jurisprudencial23. La jurisprudencia, concretamente, se ha mostrado partidaria de dar a esos otros con21 Vid. I. ALBIOL et alteri, El Estatuto de los Trabajadores. Comentarios a la Ley 8/1980, de 10 de marzo, Edersa, Madrid, 1981, pp. 553 ss. 22 Vid. M. ALONSO OLEA y G. BARREIRO GONZÁLEZ, Estatuto de los Trabajadores. Texto, comentarios y jurisprudencia, Civitas, Madrid, 1995, p. 45, y G. DIÉGUEZ CUERVO, Lecciones de Derecho del Trabajo, Pons, Madrid, 1995, p. 165. 23 Vid., por ejemplo, TS 3 mayo 1996 (A.4371) y 14 diciembre 1996 (A.9462); en general, J. GARCÍA MURCIA, «Criterios jurisprudenciales sobre la naturaleza y la eficacia de los pactos colectivos atípicos», AL, núms. 23 y 24 (1992), pp. 403 ss. Para una síntesis de las distintas posiciones doctrinales, y una decidida argumentación en favor de su eficacia real, F. VALDÉS DAL-RÉ, Configuración y eficacia jurídica de los convenios colectivos extraestatutarios, Acarl, Madrid, 1988, especialmente pp. 49 ss. y 86 ss. Otras posiciones interpretativas en R.Y. QUINTANILLA NAVARRO, Los convenios colectivos irregulares, CES, Madrid, pp. 57 ss., y J.J. FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, «Los convenios colectivos extraestatutarios», cit., pp. 765 ss. 34 venios la calificación de «acuerdos de derecho común», sujetos a las reglas generales de las obligaciones y contratos y provistos en exclusiva de fuerza contractual, bien es cierto que con frecuentes altibajos o disfunciones, por la colosal dificultad de tratar como si fuera un contrato algo que tan sólo puede explicarse desde una atalaya superior, dada la inevitable afloración de problemas tan típicos como la manera de trasladarse al contrato de trabajo, la valoración de eventuales condiciones más beneficiosas o la articulación con otros posibles convenios del mismo ámbito24. Tesitura, por cierto, de la que no ha podido escapar ni el mismo legislador, que aún anda debatiéndose entre la opción meramente contractual (como se aprecia en el art. 41.2 ET, a propósito de la modificación de condiciones de trabajo, y puede que también en el art. 161.1 LPL, a propósito de la impugnación jurisdiccional del convenio), o la asimilación al convenio típico (como parece aceptarse en el art. 151.1 LPL, a propósito del proceso de conflicto colectivo, o incluso en el art. 163.1 LPL, de nuevo a propósito de la impugnación jurisdiccional)25. Otro tanto podría decirse, seguramente, de los acuerdos de empresa y, en general, de los acuerdos ocasionales o de función especial (acuerdos de paz, acuerdos de solución de conflictos colectivos, acuerdos en fase de conciliación o mediación, etc.), que pese a ser asimilados como regla general al convenio colectivo ordinario, tanto en el plano de su eficacia jurídica como en el de su inter24 Vid. M. APILLUELO MARTÍN, «Los convenios colectivos extraestatutarios y los acuerdos colectivos y plurales de empresa. Algunas precisiones de la jurisprudencia y la nueva LET de 1994», AL., núm. 9 (1995), pp. 140 ss., y GOERLICH PESET, «Los pactos informales de empresa», AA.VV., Manifestaciones de la autonomía colectiva, Acarl, Madrid, 1989, pp. 81 ss. 25 Hay que reconocer, de todas formas, que ninguno de estos pasajes legales es del todo claro a la hora de referirse a estos convenios no estatutarios: el art. 41.2 ET habla de «acuerdo o pacto colectivo»; el art. 151.1 LPL de «convenio colectivo, cualquiera que sea su eficacia» (fórmula que también aparece en el art. 163.1 LPL), y el art. 161 LPL de «convenio colectivo de los regulados en el Título III» del Estatuto de los Trabajadores. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA pretación o revisión jurisdiccional, no dejan de suscitar dudas o problemas de acomodación a ese modelo de referencia26. A la postre, con esas declaraciones jurisprudenciales o con esas asistemáticas previsiones legales se puede dar respuesta a cuestiones muy concretas o particulares, pero de ninguna forma queda resuelto el gran problema de fondo, relativo como hemos dicho a la manera de regir de nuestra convención colectiva, más allá de lo que dispone expresamente la ley para el puro convenio estatutario. Desde luego, como dijimos al principio, ningún acuerdo colectivo tiene sentido si no es para producir efectos en su correspondiente ámbito funcional y territorial (siempre con el importante matiz de que, desde el punto de vista personal, tales efectos pueden ser «generales» o «limitados», en función del alcance subjetivo del correspondiente vínculo representativo). Pero también es claro que, entre nosotros al menos, una afirmación de tal calibre no se acepta sin más consideraciones, como lo es, asimismo, que tampoco es de recibo que cualquier apariencia de acuerdo colectivo produzca irremediablemente efectos entre sus potenciales destinatarios, pues alguna clase de vínculo formal (algún «poder de representación», en definitiva) tiene que existir entre firmantes y destinatarios para que eso pueda ocurrir. Sigamos buscando, pues, algún soporte más tangible o convincente, para lo que resulta conveniente, antes que nada, asomarse de nuevo al texto constitucional. LA «FUERZA VINCULANTE» DEL CONVENIO COLECTIVO A LA LUZ DEL TEXTO CONSTITUCIONAL El artículo 37. 1 CE dispone, como es sabido, que «la ley garantizará el derecho a la 26 Vid. J. GARCÍA MURCIA, «Los acuerdos de empresa», Temas Laborales, núm. 76 (monográfico), 2004, pp. 102 ss. negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios». De este precepto, desde luego, pueden extraerse algunos principios rectores de nuestro sistema de negociación colectiva, entre los que pueden destacarse ahora la consagración al más alto nivel de la autonomía colectiva en su dimensión reguladora (tras consagrarse la dimensión organizativa u orgánica en el art. 28.1 del propio texto constitucional)27, y el reconocimiento formal, por parte del Estado, de la negociación colectiva como fuente de producción de reglas o normas laborales28. A partir de ahí, sin embargo, el sentido y alcance de ese precepto constitucional han quedado afectados por una especie de nebulosa en la que ha resultado extremadamente complicado avanzar con paso firme en busca de la más apropiada solución interpretativa. El problema se agravó al procederse a la regulación legal de la negociación colectiva (con el Título III del Estatuto de los Trabajadores) y al introducirse, en ese otro plano de la legislación 27 Vid. M. RODRÍGUEZ-PIÑERO y S. DEL REY GUANTER, «El nuevo papel de la negociación colectiva y de la ley», Las relaciones laborales y la reorganización del sistema productivo (coord. de F. DURÁN), Córdoba, 1983, p. 28; I. GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, Ley y autonomía colectiva, MT, Madrid, 1987, pp. 119 ss., y M. CORREA CARRASCO, La negociación colectiva como fuente del Derecho del Trabajo, Universidad Carlos III/BOE, Madrid, 1997, pp. 222 ss. 28 Vid. entre otros, J.A. SAGARDOY BENGOECHEA, La eficacia de los convenios colectivos y su contenido en el Estatuto de los Trabajadores, IES, Madrid, 1981, p. 16; y C. PALOMEQUE LÓPEZ y M. ALVAREZ DE LA ROSA, Derecho del Trabajo, Ceura, Madrid, 2006, p. 175. Visto con una perspectiva más amplia, podría decirse que se reconoce una fuente sin «significado político primario», en cuanto que no es producto inmediato de la soberanía del Estado; tipo de fuente que si carecía de encaje preciso en las construcciones doctrinales más clásicas (Vid. CASTRO Y BRAVO, Derecho Civil de España, cit., pp. 327 ss.), se acepta sin discusión en el momento presente, aun cuando se requiera acto formal de reconocimiento por parte del Derecho estatal (Vid. E. BORRAJO DACRUZ, Introducción al Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 2002, pp. 280-281). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 35 ESTUDIOS ordinaria, reglas sobre la naturaleza jurídica y la eficacia del convenio colectivo, que naturalmente tan sólo podían ser aplicadas a un determinado tipo de convenio (esto es, al convenio elaborado a través del procedimiento de negociación establecido por el propio legislador) pero que iban a jugar ya como inevitable punto de referencia para el resto de acuerdos y convenios colectivos. Ya sabemos que el convenio «estatutario» rige como norma (y con efectos generales, para más señas), quedando despejadas así las posibles dudas sobre su eficacia jurídica; pero sigue en pie esa misma cuestión en relación con aquellas otras modalidades de convención colectiva. En esa situación, las interpretaciones posibles del artículo 37.1 CE podían transitar por dos derroteros, si es que se admite cierta simplificación. Cabía la opción de entender que toda la potencia y virtualidad posibles de ese precepto constitucional habían quedado reconducidas, por decirlo así, al cauce dispuesto por el Título III del ET, de modo y manera que sólo podría llegarse al convenio colectivo a través de ese procedimiento legal y que sólo el convenio resultante del mismo podría alcanzar la pertinente fuerza vinculante, que le depararía además la condición de fuente del Derecho en su sentido más pleno, como fuente de regulación con eficacia normativa29. Con ello entroncaba, desde luego, la interpretación que desde muy pronto se había empezado a dar al pasaje constitucional en el que se aludía a la «fuerza vinculante» de los convenios, que según el parecer mayoritario en la doctrina y dejando de lado ahora otras posibles maneras de enten- 29 Vid. M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, 1982, pp. 121-123, A. MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 2006, p. 165, y J.M. GALIANA MORENO, «La eficacia de los convenios colectivos en el Derecho español del trabajo», AAVV, La eficacia de los convenios colectivos, cit. , pp. 47 ss. 36 derla, más alejadas de nuestro objetivo más inmediato30 quería dar a entender que el convenio colectivo producía, no sólo los efectos propios de los contratos y obligaciones entre las partes firmantes (en los términos, si se quiere, del artículo 1091 del Código Civil)31, sino también, y sobre todo, la eficacia típica de una norma respecto de los contratos de trabajo, de tal manera que el convenio encerraba una especial fuerza o manera de obligar equivalente, en su dinámica, a la fuerza desplegada por la norma estatal. Se quería decir, a la postre, que los efectos del convenio colectivo desbordaban el marco propio de su origen contractual para convertirse en una regulación de carácter abstracto y alcanzar dimensión normativa32. Hay que recordar, en todo caso, que para la mayor parte de los defensores de esta tesis interpretativa las garantías dimanantes del artículo 37.1 CE (entre ellas, y en lugar destacado, la «fuerza vinculante» del convenio) tan sólo podían ser aplicadas al convenio co- 30 Como, por ejemplo, las que se defendieron a propósito de su confrontación con el derecho de huelga, a cuyo efecto se discutía si la firma del convenio colectivo entrañaba o no un «deber de paz inmanente» para las partes contratantes. Vid., con posturas diferentes, G. BARREIRO GONZÁLEZ, «La disponibilidad del derecho de huelga», RPS, núm. 121 (1979), pp. 87-88, y F. VALDÉS DAL-RÉ, «La negociación colectiva en la Constitución», RPS, núm. 121 (1979), p. 496. 31 Vid. M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, 1982, pp. 125-126. 32 Vid. entre otros muchos, A. MARTÍN VALVERDE, «El ordenamiento laboral en la jurispridencia del Tribunal Constitucional», RPS, núm. 137 (1983), p. 160; M. RODRÍGUEZ-PIÑERO y S. DEL REY GUANTER, «El nuevo papel de la negociación colectiva y de la ley», AA.VV., Las relaciones laborales y la reorganización del sistema productivo (coord. de F. DURÁN), Córdoba, 1983, pp. 2830; L.E. DE LA VILLA, G. GARCÍA BECEDAS e I. GARCÍA-PERROTE, Instituciones de Derecho del Trabajo, Ceura, Madrid, 1991, p. 30; A. OJEDA AVILÉS, Derecho Sindical, Tecnos, Madrid, 2003, p. 683; M.C. PALOMEQUE LÓPEZ, Derecho Sindical Español, Tecnos, Madrid, 1994, pp. 372-373, y T. SALA FRANCO e I. ALBIOL MONTESINOS, Derecho Sindical, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, p. 379. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA lectivo resultante del marco legal estatutario33. En cambio, para otro sector doctrinal que probablemente haya llegado a ser mayoritario con el paso del tiempo había que llegar a la conclusión de que el desarrollo legal del artículo 37.1 CE no agotaba las modalidades posibles de negociación colectiva, ni siquiera los tipos de negociación (y de convenio colectivo) que podían tener amparo en aquel precepto constitucional. Bajo esta conclusión latía la premisa, claro está, de que ese precepto constitucional entrañaba el reconocimiento directo e inmediato del derecho a la negociación colectiva, de tal manera que permitía el ejercicio de ese derecho sin necesidad de intermediación de la ley, e incluso al margen del desarrollo legal que eventualmente tuviera lugar; por ello mismo, el derecho constitucional a la negociación colectiva entrañaba también la atribución de fuerza vinculante a todo convenio colectivo, como una cualidad preestablecida o de carácter previo a cualquier intervención legal de desarrollo del derecho34. Siendo así, el convenio colectivo resultante de aquel marco legal tan sólo podía ser una de las modalidades posibles de acuerdo colectivo y, por lo tanto, una, entre otras muchas, de las que podían buscar amparo en aquel derecho constitucional (bien es verdad que con el apoyo expreso de la ley, a diferencia de otras)35. Si desde la interpretación anterior, las restantes modalidades de convenio colectivo, de admitirse su existencia, tan sólo podían aspirar a un esta- 33 Vid., por ejemplo, F. DURÁN LÓPEZ, «Estatuto de los Trabajadores y negociación colectiva», Relaciones Laborales, núm. 15/16 (1990), pp. 22 ss. 34 Vid. M. CORREA CARRASCO, La negociación colectiva como fuente del Derecho del Trabajo, Universidad Carlos III/BOE, Madrid, 1997, pp. 254 ss., y F. VALDÉS DAL-RÉ, «Eficacia jurídica de los convenios colectivos: la perspectiva constitucional», RL, núm. 22 (2005). 35 Vid. por ejemplo, M.C. PALOMEQUE LÓPEZ, Derecho Sindical español, Tecnos, Madrid, 1994, pp. 370 ss. tus de contrato36, con esta interpretación alternativa todo convenio, precisamente por ese amparo constitucional generalizado, era merecedor de esa efectividad o fuerza vinculante (incluso como fuerza normativa), algo que no dependería tanto de la configuración formal del convenio (estatutario o no) como del papel institucionalmente atribuido a las representaciones profesionales encargadas de su negociación. Vista la cuestión con un poco más de distancia (pasado el cuarto de siglo de vigencia de ese nuevo sistema normativo), y a la luz de una realidad sociolaboral notablemente transformada respecto de aquellos años iniciales de rodaje, tal vez haya de hacerse una lectura más serena y desapasionada de un precepto que, como todos los de su estirpe (constitucional), no puede tener más valor que el de implantar unas reglas que sean capaces, al mismo tiempo, de preservar unos principios básicos para la organización social y de proporcionar al legislador, y a los poderes públicos y ciudadanos en general, el mayor margen posible para la puesta en práctica de los criterios dominantes o preferentes de cada momento. Desde esta perspectiva, parece claro que el artículo 37.1 CE tan sólo pretende que la negociación colectiva cuente en todo momento con las debidas garantías37, esto es: que la negociación colectiva se mantenga en todo caso como técnica de ordenación y gestión del sistema de relaciones laborales, sin posibilidad de supresión por parte del legislador; que las fuentes de naturaleza pública o estatal no agoten la regulación de la cuestión laboral, para que la negociación 36 Vid. M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, 1982, pp. 121 a 123; E. BORRAJO DACRUZ, Introducción al Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 2002, p. 343. 37 Vid. M. RODRÍGUEZ-PIÑERO y S. DEL REY GUANTER, «El nuevo papel de la negociación colectiva y de la ley», AA.VV., Las relaciones laborales y la reorganización del sistema productivo (coord. F. DURÁN), Córdoba, 1983, p. 29. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 37 ESTUDIOS cuente siempre con el oportuno y suficiente «espacio vital», y que los acuerdos y convenios que se alcancen mediante el proceso negociador tengan garantizada su virtualidad (su eficacia o «fuerza vinculante», que no necesariamente es fuerza normativa38) en el correspondiente ámbito territorial y funcional. A la postre, la virtualidad del artículo 37.1 CE se concentra en la promoción efectiva de la negociación colectiva como institución necesaria para la regulación y gestión del sistema de relaciones laborales39. Cómo ha de cumplir esos fines, por qué cauces o procedimientos, o con qué tipo de instrumental, son cuestiones que se dejan deliberadamente en manos del legislador ordinario. En el plano de la pura especulación, es fácil llegar a la conclusión, incluso, de que el cumplimiento de tales exigencias constitucionales no exige necesariamente una intervención legal directa. Todo depende, más bien, de la conformación real o las tradiciones del sistema, pues es evidente que en países de nula o escasa intervención legal la negociación colectiva y la fuerza vinculante del convenio (en el sentido de efectividad o eficacia práctica, al menos) están absolutamente preservadas, mientras que ha habido casos en la historia en los que la más ambiciosa intervención legal no ha sido capaz de garantizar, ni siquiera respetar, las esencias de la autonomía colectiva. En el nuestro, es explicable, como ya dejamos ver, que la Constitución apele de forma expresa al legislador, por Vid. E. BORRAJO DACRUZ, Introducción al Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 2002, p. 343; M.R. ALARCÓN CARACUEL, «La autonomía colectiva: concepto, legitimación para negociar y eficacia de los acuerdos», AAVV (dir. ALARCÓN/DEL REY), La reforma de la negociación colectiva, Marcial Pons, Madrid, 1995, p. 63, y M.F. FERNÁNDEZ LÓPEZ, Guía de negociación para negociadores, Carl, Sevilla, 2006, p. 13. 39 F. VALDÉS DAL-RÉ, «El modelo español de negociación colectiva», RL, núm. 9 (2006). Similar idea, aunque desde la perspectiva constitucional, en M. RODRÍGUEZPIÑERO BRAVO-FERRER, «La protección internacional de la negociación colectiva», RL, núm. 18 (2006). 38 38 la sencilla razón, seguramente, de que nunca ha habido ánimo verdadero ni suficiente habitualidad en nuestras pautas de conducta como para hacer valer la negociación, y los efectos de la misma, por la simple vía de los hechos, de la aceptación voluntaria o del «compromiso entre caballeros», ni siquiera por la simple existencia de aquel mandato constitucional. De ahí, en definitiva, que necesitemos por lo general una suerte de reconocimiento o espaldarazo legal para que la negociación constituya realmente una fuente de regulación operativa y para que el convenio alcance los efectos deseados, en especial para que despliegue su consustancial «fuerza vinculante», al margen ahora de cómo se instrumente o configure desde el punto de vista de las categorías jurídicas al uso40. Bien mirado, tal espaldarazo puede estar concentrado en el artículo 3.1.b) ET, en cuanto proporciona al convenio colectivo la condición de fuente de la relación laboral. Con ello puede que sea suficiente, al menos en posición de principio. La función contractual del convenio colectivo, naturalmente, no necesita de ningún apoyo específico, pues siempre tiene a su lado el correspondiente arsenal de las obligaciones y contratos, en el que ya se garantiza que lo pactado tiene «fuerza de ley entre las partes contratantes», que deberá cumplirse, en consecuencia, a tenor de lo previsto en el correspondiente contrato (Art. 1091 CC). La función reguladora (la que a veces se conoce como función «normativa») es en cambio algo más problemática, y difícilmente se resuelve, como ya dijimos, con las cláusulas típicas del Derecho común; es, por lo tanto, la que precisa de algún resorte legal más especializado, que en nuestro país puede estar sintetizado, así pues, en aquel precepto estatutario, desde el momento en que hace subir al convenio al cuadro de honor de las fuentes de la relación laboral, dotándolo, 40 M.F. FERNÁNDEZ LÓPEZ, «El convenio colectivo como fuente del Derecho tras la reforma de la legislación laboral», Actualidad Laboral, núm. 7, 1995, p. 109. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA por este sencillo procedimiento, de fuerza vinculante no sólo entre las partes firmantes (que ya la tiene por su condición de contrato), sino también en el seno de la correspondiente relación laboral. Estas consideraciones generales pueden valer, pues no se alcanza a ver en ello contraindicación o inconveniente alguno, para cualquier acuerdo o convenio colectivo, siempre, claro está, que tenga aquella vocación «reguladora»: el pacto colectivo que se limite a actuar como compromiso inter partes (con exclusivo contenido «obligacional», si se quiere) no merece, por supuesto, amparo alguno de carácter especial (como el que depara el artículo 3.1.b) ET), entre otras cosas porque no lo necesita para cumplir esa específica función, al quedarse en el mero plano de los sujetos firmantes. Nótese que con la preservación de ese efecto regulador (de fuente de regulación de la relación laboral, dicho con más precisión), se está preservando al mismo tiempo la propia negociación colectiva (tanto su espacio como su posible alcance material), dando cumplimiento pleno, de ese modo, al mandato del artículo 37.1 CE. Cosa distinta es, desde luego, el despliegue de esos «efectos reguladores» (de esa «fuerza vinculante») por parte de la convención colectiva. En este otro plano, la ley también puede jugar un papel importante, aunque ya de muy distinto signo. En puridad de términos no sería necesaria esta otra intervención legal, pero de nuevo ha de recordarse que nos encontramos en un sistema (el español, el continental en términos generales) en el que el respaldo «oficial» parece ser moneda corriente y, al parecer de buena parte de la sociedad, hasta imprescindible. En cualquier caso, la ley puede elegir entre diversas opciones y puede utilizar distintos instrumentos para hacerlas operativas. Una de ellas es, lógicamente, la atribución al convenio colectivo de fuerza normativa expresa, que puede ir unida o no (aunque normalmente lo irá) a la asignación de eficacia general, opciones éstas que fueron, precisamente, las elegidas por el legislador del Estatuto de los Trabajadores (Art. 82.3), como es sobradamente conocido. Podría hablarse mucho de las razones que condujeron en su momento a esa concreta opción legal (y que siguen sustentándola en la actualidad), pero tal vez importe más en este momento poner de relieve que su contrapartida tuvo que ser, inevitablemente, la configuración de un cauce de negociación colectiva muy selecto y exigente, en el que no todos los interesados podían estar presentes; un cauce que se asienta, a fin de cuentas, en el principio mayoritario (aunque sea a través de otras técnicas complementarias, como la representatividad), y que no por casualidad guarda cierto paralelismo con el procedimiento de elaboración de las normas legales. Un cauce, por otra parte, que ha provocado al mismo tiempo todo un debate acerca del resto de acuerdos y convenios colectivos, como ya hemos visto con reiteración. Estas otras modalidades de pacto colectivo también gozan, como acabamos de afirmar, de la condición de fuente de regulación de la relación laboral, pues negarles dicho atributo es como negar la realidad de las cosas. Pero no gozan, en cambio, de esas atribuciones especiales que la ley concede al convenio estatutario (salvo cuando el propio legislador se las extiende, que no es nada insólito, por cierto). Por consiguiente, su eficacia (de nuevo, su fuerza vinculante) en el ámbito de la relación laboral ha de discurrir por otros senderos, y ha de exigirse, llegado el caso, con otros fundamentos. Por lo pronto, tan sólo podrá exigirse si se trata realmente de una manifestación de la «negociación colectiva laboral» (por la calidad de los sujetos negociadores y por el alcance material de lo convenido), pues sólo a ésta afecta la fuerza vinculante garantizada por el artículo 37.1 CE. En segundo lugar, sólo podrá entrar en juego si existe algún «punto de conexión» (en forma de representación, en cualquiera de las modalidades posibles) entre quienes firman el convenio y quienes se encuentran en su ámbito funcio- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 39 ESTUDIOS nal y territorial de aplicación. Finalmente, sólo podrá valer respecto de quienes mantengan algún vínculo de adhesión o afiliación con las representaciones profesionales negociadoras del convenio (que también podrá ser negociado, obviamente, por un empresario o por quien le represente a esos efectos). EL DESPLIEGUE DE EFECTOS POR PARTE DEL CONVENIO COLECTIVO: LA REPRESENTACIÓN COMO CLAVE DEL SISTEMA Que la condición de fuente de derechos y obligaciones en el contexto de la relación laboral pertenece a todo convenio colectivo, al margen de su ámbito, función, cauce de elaboración o concreta denominación es, así pues, una afirmación que encaja perfectamente en el diseño formal de nuestro sistema de negociación colectiva: la generalidad con que se pronuncia la Constitución al reconocer ese derecho y exigir a la ley que garantice debidamente la fuerza vinculante del convenio colectivo debe ser predicada también del artículo 3.1.b) ET, que estaría referido a todo producto de la negociación colectiva. Esa dimensión general es comprensiva, desde luego, de los convenios estatutarios, pero también lo debe ser de los acuerdos y convenios colectivos que se celebren al margen del Título III del ET, siempre, lógicamente, que no se limiten al establecimiento de compromisos u obligaciones entre las partes firmantes, ya que en tal caso ellos mismos renunciarían a proyectarse sobre el ámbito de las relaciones individuales de trabajo. Dejando al margen este otro tipo de pactos, que por definición quedan fuera de nuestro objeto de estudio (con independencia de que también sean emanación del derecho a la negociación colectiva, o incluso del derecho a la libertad sindical), lo cierto es que la vinculación del artículo 3.1.b) ET al sistema general trazado por el artículo 37.1 CE tampoco resuelve el problema de fondo, que se sitúa más bien, como es fácil de imaginar, en el te- 40 rreno de la producción de efectos por parte del convenio. ¿Cómo puede o debe llegar al ámbito de la relación laboral lo acordado en ese otro plano colectivo? La respuesta a este dilema se ha buscado, como es suficientemente sabido, a través de diferentes caminos, de variadas instituciones y de múltiples operaciones interpretativas (como tendremos oportunidad de reiterar), aunque no parece haber encontrado aún un sostén definitivo. Tal vez, por ello mismo, valga la pena volver al instituto de la representación (a la representación de intereses, si se quiere), puesto que en definitiva estamos hablando de actividades promovidas o gestionadas por representaciones profesionales en interés de sus miembros o representados. Desde este particular punto de vista, y como punto de partida, habría que decir que los efectos propios de la regulación alcanzada en el plano colectivo tan sólo podrán desplegarse sobre aquellos trabajadores y empresarios respecto de los que se acredite o pudiera acreditarse una relación de representación (una vinculación fehaciente o «bastante», si se quiere ver así) con quienes negocian el correspondiente acuerdo o convenio colectivo; condición necesaria para la aplicación del convenio será, por consiguiente, el estar representado en la pertinente mesa de negociaciones. Sobre esta idea inicial podrán introducirse todas las precisiones, modulaciones, salvedades o incluso extensiones que se estimen necesarias (por el propio legislador o por el intérprete de la norma); también podrá valorarse dicha representación desde distintos esquemas o categorías jurídicas. Pero siempre habrá que arrancar de algún vínculo de representación, como por lo demás se desprende, con más o menos nitidez, de los pasajes legales que de forma explícita, y aunque sea con un radio de acción parcial o incompleto, se pronuncian sobre la naturaleza y eficacia del convenio colectivo. Naturalmente, en el contexto de la negociación colectiva (como en tantos otros ámbitos de la realidad social) puede hablarse en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA hipótesis de distintos tipos de representación, cuyo uso efectivo por parte de un determinado sistema legal suele depender de circunstancias variadas, especialmente de su tradición, de su evolución histórica o del grado de incidencia de la ley en el ámbito de las relaciones de trabajo. Básicamente, cabe hablar, en todo caso, de una representación voluntaria, que suele mantenerse intramuros de la correspondiente relación privada, y de una representación ex lege, que normalmente adquiere una dimensión institucional o cuasi pública, en la medida en que trata de atender intereses que se consideran de relieve público. El sistema español, ya sea por su particular proceso de formación, ya sea por su acreditada querencia hacia los moldes corporativos y los soportes de tipo público, ha mostrado una clara preferencia por ese segundo tipo de representación, y buena prueba de ello es el proceso de negociación colectiva expresamente regulado por la legislación actual, esto es, el proceso que da lugar a los llamados convenios colectivos estatutarios, que se asienta claramente sobre los soportes de la representación legal o institucional. Tal representación, desde luego, adopta por lo general unos tonos un tanto oscurecidos, entre otras cosas porque se asienta sobre fórmulas mediatas o indirectas, que utilizan por lo general la pantalla de la representatividad y que, además, varían parcialmente en función del ámbito del convenio, del papel que el convenio pretende desempeñar, o incluso del lado de que se trate en la correspondiente mesa negociadora (empresarios o trabajadores). Si damos un repaso al artículo 87 ET (siempre en conjunción con otros preceptos estatutarios, como el art. 88 ET y, en alguna medida, los arts. 83 y 84 ET) podemos comprobar, en efecto, que las condiciones de legitimación para negociar este tipo de convenios se formulan de manera distinta para los convenios de empresa que para los de ámbito supraempresarial, al mismo tiempo que se introducen algunas reglas particulares para la negociación de ciertos tipos conven- cionales, como los convenios franja (art. 87.1 ET), los acuerdos interprofesionales y los acuerdos sobre materias concretas (art. 83.2 y 3 ET), o, en fin, los convenios que podríamos llamar «concurrentes» (art. 84 ET). En todos esos casos, no obstante, la negociación colectiva (la negociación «estatutaria», se reitera) tiene su más firme basamento en la representación conferida por la ley a los sujetos negociadores (si dejamos a un lado, obviamente, la hipótesis del empresario que negocia su propio convenio de empresa, en la que por definición sobra esta clase de utillaje). Tal representación se define y valora, a fin de cuentas, a partir de dos indicadores de base, de los que se extrae el correspondiente grado de representatividad: el voto de los trabajadores por el lado del «banco social», y el número de afiliados (con algún matiz añadido) por el lado de los empresarios (lo cual, por cierto, introduce una especie de cuña desde los moldes propios de la representación voluntaria). Con este punto de partida, la representación se va construyendo en fases sucesivas, mediante la exigencia inicial de un cierto nivel de representatividad, aplicable a las organizaciones interesadas en concurrir a la negociación (que actúa como presupuesto de legitimación para negociar), y la imposición añadida del requisito de mayoría para la válida constitución de la correspondiente comisión negociadora (mayoría que se da por alcanzada, lógicamente, cuando la negociación la asume un sujeto que por su carácter unitario, como el comité de empresa, o por haber recibido un mandato del conjunto de los trabajadores afectados, como puede ocurrir con una o varias organizaciones sindicales «de franja», ya ostenta la representación legal del conjunto de los trabajadores comprendidos en la pertinente unidad negociadora). Puesta en marcha esta compleja estructura, el voto mayoritario para la toma de acuerdos válidos actúa como cláusula de cierre del sistema, garantizando a la postre que el resultado de la negociación se sostenga, a través REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 41 ESTUDIOS de toda esa maquinaria, sobre una representación que alcanza al conjunto de los sujetos afectados (trabajadores y empresarios) y que se caracteriza, no sólo por su distanciamiento de la técnica de apoderamiento típica de las relaciones privadas, sino también por sus especiales efectos. Ciertamente, todo ese conjunto de exigencias y operaciones legales (que se completan con otra buena serie de trámites de tipo formal y procedimental, como la publicación oficial y el registro del convenio) se justifica por la consabida pretensión del legislador de dar vida a una convención colectiva capaz de desempeñar con solvencia el papel de «ley de la profesión»41. A nadie se le escapa, por decirlo de otro modo, que el objetivo último de este sistema legal no es otro que la configuración expresa del convenio colectivo como auténtica norma sectorial, con la eficacia general que suele acompañar a los productos estrictamente normativos, e incluso con la condición de fuente del Derecho42. Al ser norma sin discusión alguna (el art. 82.3 ET es suficientemente explícito en ese sentido, por lo que no es necesario echar mano a estos efectos de los habituales criterios de auxilio interpretativo, ni siquiera de los antecedentes legislativos), es claro que tal convenio colectivo deja caer sus efectos de manera automática, imperativa e inderogable sobre la «población» afectada, sin que resulte necesario un acto formal de incorporación de esas reglas pactadas al contrato de trabajo, y sin 41 Vid. M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, pp. 121 ss. 42 Vid. M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, 1982, pp. 121-123; E. BORRAJO DACRUZ, Introducción al Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 2002, p. 315, y A. MONTOYA MELGAR, Derecho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 2006, p. 164. Con una opinión parcialmente distinta respecto de esa última cualidad, L.E. DE LA VILLA GIL, G. GARCÍA BECEDAS e I. GARCÍAPERROTE, Instituciones de Derecho del Trabajo, Ceura, Madrid, 1991, p.183. 42 que su puesta en marcha efectiva dependa de la voluntad de trabajadores o empresarios; tampoco tiene aquí trascendencia alguna la vinculación formal de esos sujetos (a través de la afiliación, por ejemplo) a las organizaciones firmantes, en tanto que la ley ha optado por prescindir de raíz de los mecanismos típicos de la representación voluntaria. La eficacia o manera de regir de estos convenios es patente: aunque sometidos a los «mínimos de derecho necesario» (legales o reglamentarios, dicho sea de paso), según dispone el artículo 3.3 ET, no pueden ser objeto de disposición por parte del trabajador (salvo en lo que declare disponible el propio convenio), conforme al artículo 3.5 ET43, y tampoco pueden serlo a través de pacto en contrato de trabajo (como cabe deducir del art. 3.1.c) ET). Podrá discutirse, desde el punto de vista de la «política del derecho» (o en sede de lege ferenda), si la opción normativa es la mejor o la más conveniente44, pero no parece que puedan deducirse conclusiones distintas a partir de una redacción legal tan clara y decidida45. Idéntica naturaleza cabe atribuir a todos aquellos acuerdos colectivos que, aun no coincidiendo exactamente con el convenio co43 Sobre la controvertida y difícil interpretación de este pasaje legal, TS 6 de febrero de 2000. Vid. J.A. SAGARDOY BENGOECHEA, J.M. DEL VALLE VILLAR, J.L. GIL Y GIL, Prontuario de Derecho del Trabajo, Thomson/Civitas, Madrid, 2006, p.104. 44 Vid. F. DURÁN LÓPEZ, Una visión liberal de las relaciones laborales, Universidad de Córdoba, 2006, especialmente pp. 131 a 145. 45 Sobre el concepto de norma, en general, F. DE CASTRO Y BRAVO, Derecho Civil de España, Civitas, 1984 (reimpresión), pp. 347 ss., y J.A. GARCÍA-TREVIJANO FOS, Tratado de Derecho Administrativo, I, Edersa, 1973, pp. 203 ss. En la doctrina laboralista, y con referencia específica al convenio colectivo, M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, pp. 121 ss. También, aunque desde ópticas distintas, T. SALA FRANCO, Los convenios colectivos extraestatutarios, IES, Madrid, 1981, pp. 12 ss.; y F. VALDÉS DAL-RÉ, Configuración y eficacia de los convenios colectivos extraestatutarios, Acarl, Madrid, 1988, pp. 82 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA lectivo estatutario, nazcan de un proceso de negociación en el que se utilice aquel mismo sistema de representación (siempre que, como tantas veces se ha dicho, tengan ánimo o carácter regulador). Tal es el caso, señaladamente, de los acuerdos de empresa que se negocien entre la dirección de la empresa y una instancia que, por virtud de la ley, ostente la representación mayoritaria de la correspondiente plantilla, como ocurre por definición con la representación unitaria (que habrá de decidir por mayoría para que sus decisiones sean vinculantes) y como puede ocurrir también con la representación sindical (que habrá de ser mayoritaria e, igualmente, decidir por mayoría)46. Tal puede ser el caso, asimismo, de los acuerdos de paz (art. 8.2 DLRT), de los acuerdos que ponen fin a un contencioso sobre aplicación o interpretación con carácter general del convenio colectivo (art. 91 ET), o de los acuerdos alcanzados en fase de conciliación previa al proceso de conflicto colectivo (art. 154.2 LPL), siempre que las partes firmantes acrediten la representación propia del convenio colectivo ordinario, como viene exigiendo la jurisprudencia (y como exige la ley expresamente en ese último supuesto). Si se alcanzan en esas condiciones, y si se dedican efectivamente a la regulación de algún aspecto concerniente a la relación laboral, son acuerdos colectivos que se benefician también del respaldo atribuido por los distintos pasajes del artículo 3 ET: fuente de regulación del contrato de trabajo, fuerza normativa y carácter indisponible. De Vid. J. GARCÍA MURCIA, Los acuerdos de empresa, CES, Madrid, 1998, pp. 182 ss. En todo caso, la aproximación doctrinal a la figura, muy abundante a estas alturas, ha dado lugar a posturas interpretativas muy diversas: J. GORELLI HERNÁNDEZ, Los acuerdos de empresa como fuente del ordenamiento laboral, Civitas, Madrid,1999; F. ELORZA GUERRERO, Los acuerdos de empresa en el Estatuto de los Trabajadores, CES, Madrid, 2000; R.Y. QUINTANILLA NAVARRO, Los acuerdos de empresa: naturaleza, función y contenido, Civitas, Madrid, 2003, y M. GARCÍA JIMÉNEZ, Los acuerdos colectivos de empresa. Naturaleza y régimen jurídico, Comares, Granada, 2006. 46 hecho, el propio legislador ha optado por su asimilación al convenio colectivo en el plano de su «eficacia», al mismo tiempo que les exige (cabe exigirles en todo caso, y no sólo en el referido en el art. 91 ET) la «tramitación» propia del convenio colectivo. LA SINGULAR EFICACIA DE LOS CONVENIOS NO ESTATUTARIOS EN SU CONDICIÓN DE FUENTE DE REGULACIÓN DE LA RELACIÓN LABORAL Diferente es, sin embargo, la situación de los convenios informales o «impropios», esto es, de los convenios que se alcanzan a través de un proceso de negociación colectiva que, pudiendo estar amparado en el artículo 37.1 CE, ni se ajusta a las exigencias del Título III del ET (ya sea de forma deliberada, ya sea por simple dejación o incumplimiento) ni cuenta con aval directo por parte del legislador en cuanto a sus efectos sobre los contratos de trabajo, a diferencia de aquellos otros; distinta es la situación, en particular, de los convenios colectivos resultantes de la negociación «extraestatutaria», como lo es la de todos los restantes pactos o acuerdos colectivos que, con independencia de su función o morfología, dejen de reunir las notas «estatutarias». Ya dijimos que, aun tratándose de una cuestión controvertida en la doctrina47, no parece existir inconveniente alguno para atribuir a todos estos convenios la condición de fuente de la relación laboral, en tanto que también crean derechos y obligaciones, o reglas sin más, para el contrato de trabajo; no hay razones definitivas, por decirlo de otro modo, ni para negarles su cobijo en el dere- 47 Vid. R. MARTÍNEZ EMPERADOR, «Los convenios colectivos estatutarios: contenido, calificación y régimen jurídico», AA.VV., El contenido de los convenios colectivos, Ministerio de Trabajo, Madrid, 1990, pp. 69 ss. y J.J.FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, «Los convenios colectivos extraestatutarios», cit., pp. 765 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 43 ESTUDIOS cho reconocido artículo 37.1 CE ni para excluirles de la cláusula legal que con carácter general se ha encargado de garantizar la virtualidad (fuerza vinculante, podríamos decir) del convenio en el terreno de la relación laboral, que, según se ha tratado de explicar, no es otra que la incluida en el artículo 3.1.b) ET. Pero ya dijimos también que es cuestionable la manera en que tales pactos o acuerdos colectivos pueden desplegar sus efectos en este concreto terreno, habida cuenta que no gozan del apoyo que ha prestado el legislador a los convenios «típicos» o a los que expresamente ha tipificado. Ni vale a estos efectos el artículo 82.3 ET, que por definición se refiere a los convenios estatutarios48, ni valen tampoco todas aquellas declaraciones legales que aluden a las «normas pactadas» o «normas convencionales» (como el art. 3.3 ET o el art. 1 LPRL), puesto que no son cláusulas atributivas de eficacia, sino, sencillamente, declarativas de una naturaleza jurídica que ha tenido que ser adquirida previamente a través de otros procedimientos. Como es sabido, buena parte de los intentos doctrinales de despejar la naturaleza jurídica y la manera de regir de los convenios «no estatutarios» ha girado en torno al artículo 37.1 CE y, particularmente, en torno a su exigencia de «fuerza vinculante» para las reglas procedentes de la negociación colectiva. Al decir de algunos sectores doctrinales, de esta cláusula constitucional puede derivar no sólo la exigencia de tutela y de un espacio vital para el convenio colectivo, sino también, directamente, el efecto automático, imperativo e inderogable típico de las normas, con el argumento de que, con independencia de que se le dote o no de naturaleza estrictamente normativa, es esencial al convenio (a todo convenio, estatutario o no) su proyec- 48 Aun cuando haya permitido alguna otra opción interpretativa favorable a la extensión de sus efectos normativos más allá de ese estricto ámbito: F. VALDÉS DAL-RÉ, «La eficacia jurídica de los convenios colectivos: perspectiva legal», RL, núm. 24 (2005), p. 7. 44 ción inmediata sobre los contratos de trabajo49. También se ha dicho, para tratar de salvar las evidentes diferencias de trato entre uno y otro tipo de convenio colectivo por parte del sistema legal, que los convenios no tipificados por la legislación estatutaria, aun cuando no alcancen esa disputada dimensión normativa ni puedan aspirar a su inserción formal en el cuadro de fuentes del Derecho, gozan de una «eficacia real» que va más allá desde luego de la eficacia contractual u «obligacional» propia de los negocios privados y que les permite, al igual que sucede con las normas, irradiar sus efectos sobre la relación laboral sin necesidad de trámites adicionales50. Se trata, ciertamente, de aportaciones todas ellas, y en particular esta última, por su mayor depuración y profundización en el problema que han contribuido a comprender la figura del convenio colectivo no estatutario, y que sin duda han facilitado su inserción dentro de nuestro peculiar sistema de 49 Vid. L.E. DE LA VILLA GIL, G. GARCÍA BECEDAS e I. GARCÍA-PERROTE, Instituciones de Derecho del Trabajo, Ceura, Madrid, 1991, p. 183, y J. VIDA SORIA, J.L. MONEREO PÉREZ y C. MOLINA NAVARRETE, Manual de Derecho del Trabajo, Comares, Granada, 2006, p. 195. 50 La mayor teorización de ese concepto en la doctrina española corresponde sin duda a F. VALDÉS DAL-RÉ, primero en sus estudios iniciales sobre la negociación colectiva en España («El modelo español de negociación colectiva de condiciones de trabajo», AA.VV., La negociación colectiva en las pequeñas y medianas empresas, IMPI, Madrid, 1982, pp. 27 ss.), y más tarde, con algunos variantes, en su ensayo monográfico sobre los convenios colectivos extraestatutarios (Configuración y eficacia de los convenios colectivos extraestatutarios, Acarl, Madrid, 1988), así como en sucesivas colaboraciones de revista: «Eficacia jurídica de los convenios colectivos: la perspectiva constitucional» y «La eficacia jurídica de los convenios colectivos: la perspectiva legal», RL, núms. 23 y 24 (2005). El concepto, por otra parte, es conocido sobre todo en la doctrina italiana (G. VARDARO, Contrattazione collettiva e sistema giuridico, Jovene, Napoli, 1984, pp. 24 ss., y G. PROSPERETTI, Lefficacia dei contratti collettivi nel pluraismo sindacale, FRANCO ANGELI, Milano, 1989, pp. 42 ss.), y ha sido barajado también por parte de la doctrina española (I. GARCÍA-PERROTE ESCARTÍN, Ley y autonomía colectiva, MT, Madrid, 1987, p. 138). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA fuentes convencionales. Pero tal vez hayan exprimido en exceso el alcance y el sentido de aquella cláusula constitucional de la que en definitiva han arrancado. No parece, en efecto, que de una fórmula tan general como la del artículo 37.1 CE pueda extraerse una conclusión tan cerrada y precisa: ni el derecho constitucional a la negociación colectiva prejuzga los efectos del convenio, ni la fuerza vinculante de la que habla ese precepto tiene por qué coincidir, como ya dijimos, con unos efectos (automático, imperativo e inderogable) que no dejan de ser los típicos del instrumental normativo, aunque traten de sustentarse en otro tipo de categorías o pilares jurídicos. Así las cosas, puede que sea conveniente volver al origen del convenio y, en particular, a los vínculos de representación de las partes firmantes respecto de quienes son sus potenciales destinatarios, cuestiones que se sitúan desde luego más allá de lo que el texto constitucional por sí solo puede resolver. Pues bien, en ausencia de aquel sustrato básico de la representación institucional, y a falta también de indicaciones legales en sentido contrario, es claro que la negociación no estatutaria se desenvuelve por los cauces típicos de la representación voluntaria o privada, de modo que los efectos del convenio tan sólo podrán irradiar a los contratos de trabajo en los términos de la representación otorgada, es decir, con el alcance funcional y subjetivo que de ésta se derive. Qué duda cabe de que el expediente más nítido o determinante para producir efectos más allá del estrecho círculo de las partes del convenio sería el apoderamiento expreso del trabajador al sindicato (o, en su caso, del empresario a la correspondiente asociación empresarial) para que negocie en su nombre, pero también hay que admitir que no siempre es necesario un procedimiento tan formal para llegar a ese mismo resultado. La relación representativa que ha de existir para que lo convenido en el plano colectivo pueda llegar a los contratos de trabajo también puede desprender- se de los correspondientes vínculos de afiliación (sindical o empresarial), que entrañan por sí mismos una especie de transmisión de poder del individuo a la organización para que lleve a cabo las actividades que le son propias en interés de sus miembros, entre otras la de negociación colectiva51. Siendo así, el convenio (el «no estatutario», pues para el que lo es rigen las correspondientes precisiones legales) irradiará sus efectos, al menos en línea de principio, hacia los contratos de trabajo de quienes cuenten con ese tipo de vinculación, no ya porque goce de aquel efecto automático, imperativo e inderogable que se suele predicar de las normas, sino, sencillamente, porque ésa es la consecuencia natural del poder conferido a las partes firmantes. Tal irradiación, obviamente, se llevará a cabo en condiciones bien distintas de la que se produce con ocasión de los convenios estatutarios o asimilados. Por lo pronto, su extensión subjetiva será variable, pues dependerá, en un primer momento cuando menos, del monto de afiliación existente en el correspondiente ámbito profesional. Si atendemos a la pauta habitual en nuestro sistema de relaciones laborales, tendremos que concluir que el convenio tendrá normalmente una irrradiación parcial o limitada («eficacia limitada», como suele decirse), aunque no deba descartarse nunca la hipótesis de una irradiación completa o general (que sería distinta, en todo caso, de la eficacia general propia del convenio estatutario, como se han encargado de hacer ver los tribunales). Esta generalización de efectos, obviamente, podría al- 51 Con fórmulas variadas, y también con importantes matices, varios preceptos legales cuentan a la postre con este apoderamiento implícito del trabajador al sindicato: art. 5 LOLS a propósito de la responsabilidad del sindicato, art. 14 LOLS a propósito de la tutela jurisdiccional de la libertad sindical, o art. 20 LPL a propósito de la representación en juicio. Quizá el número 2 de este art. 20 LPL sea el más significativo a estos efectos, en cuanto que presume la representación salvo declaración en contrario por parte del trabajador afiliado. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 45 ESTUDIOS canzarse o bien por un «pleno» de afiliación (que no es hipótesis del todo descartable, pues puede darse en algún sector profesional, lógicamente), o bien a través de adhesiones individuales o colectivas al convenio, práctica que no es desconocida entre nosotros y que entrañaría, si bien se mira, una incorporación formal del convenio al contrato (que es, obviamente, otro procedimiento útil para conseguir estos resultados); cabe admitir, incluso, la extensión voluntaria del convenio por decisión de la empresa, siempre que no hubiese rechazo por parte de los interesados. Hay que decir, por otro lado, que la irradiación de efectos de este tipo de convenios colectivos requiere como regla general que ambas partes del contrato de trabajo (trabajador y empresario) acrediten la pertinente vinculación con los sujetos firmantes, sin perjuicio de que una exclusiva vinculación del empresario pudiera ser, llegado el caso, fundamento bastante para la aplicación del convenio, siempre que no hubiera oposición expresa por parte del trabajador afectado, como hemos dicho. Por supuesto, en los convenios de empresa o ámbito inferior la exigencia de vinculación tan sólo puede plantearse por el lado del personal de la plantilla, no del empresario. Pero también difiere la intensidad o potencia de la irradiación del convenio extraestatutario respecto de lo que sucede en el convenio ordinario. Es evidente, como ya dijimos, que los convenios estatutarios tienen efectos automáticos, imperativos e inderogables para los contratos de trabajo, entre otras razones por su condición normativa. No puede ocurrir lo mismo, sin embargo, con los convenios negociados al margen de aquellos esquemas de representación legal utilizados por el Estatuto de los Trabajadores. En estos casos, la irradiación de efectos es mucho más precaria o endeble, no sólo porque depende de la existencia de un vínculo de representación de tipo privado, sino también porque queda en manos, en última instancia, de la voluntad del trabajador. Aun a sabiendas de 46 que en la hipótesis más normal el trabajador no hará cuestión del convenio firmado por sus representantes (en tanto que le reportará ventajas, como es de imaginar), no cabe desconocer que el vínculo de representación es en definitiva disponible, por lo que también lo podrán ser los efectos que se desprendan del mismo. Dicho con otras palabras: lo mismo que el trabajador puede abandonar su condición de afiliado en cualquier momento, también puede oponerse en cualquier momento a ser representado por el sindicato en la mesa de negociaciones (como puede oponerse a seguir una huelga), sin perjuicio de que ello le pueda acarrear sanciones u otra consecuencias negativas (incluida la suspensión o extinción de militancia) en el interior de dicha organización, y sin perjuicio, también, de que el propio convenio pueda establecer mecanismos para evitar huidas anticipadas de su radio de acción. Uno de estos mecanismos (junto a la ratificación en referéndum, por ejemplo) puede ser desde luego la incorporación expresa del convenio al contrato de trabajo por decisión conjunta de trabajador y empresario, algo que, por cierto, no tiene ni lugar ni sentido en el convenio estatutario, precisamente porque en éste la representación (y la fuerza de obligar del convenio) viene impuesta por la ley. En definitiva: si el trabajador mantiene su vínculo de representación y no pone reparo alguno a la negociación, el convenio entrará a formar parte de su sistema de fuentes, aun sin la incorporación formal de sus reglas a su contrato de trabajo; en tales casos, por decirlo de otro modo, las reglas del convenio pasarán a integrar el correspondiente «patrimonio contractual», incluso de forma automática. Integrado el convenio en ese sistema de fuentes, es claro que no queda espacio para el desmarque o «descuelgue» de tipo unilateral, por ser contrario a las propias reglas del contrato. Por lo que se refiere al empresario en particular y al margen ahora de los especiales poderes de «variación» que le atribuye el art. 41.2 ET, la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA eventual disponibilidad del convenio queda limitada también por la acción de una serie de principios y derechos, típicos del ordenamiento laboral, que persiguen en general la tutela y compensación del trabajador en su relación de trabajo y que amparan, en particular, lo acordado en convenio colectivo, también en convenio no estatutario. El más importante de ellos es desde luego el propio derecho a la libertad sindical, que cierra el paso a cualquier operación empresarial que se encamine, directa o subrepticiamente, a dejar sin efecto lo pactado con el sindicato; también puede resultar de interés a estos efectos el derecho a la negociación colectiva reconocido expresamente al trabajador (y no al empresario, por cierto), que pese a no tener un contenido muy preciso, puede y debe servir de refuerzo de la posición adquirida por el trabajador frente a posibles incumplimientos del empresarioo52. De tratarse de un convenio de empresa, hay que tener en cuenta, además, que estaríamos ante un compromiso directo del propio empresario, exigible tanto por la representación profesional que lo firma en nombre de los trabajadores como por estos mismos sujetos. También el empresario (o la asociación empresarial, en su caso), obviamente, podrá exigir a la «contraparte» el respeto de los pactos, y evitar a la postre una eventual «huida» del convenio por parte de los trabajadores afectados; pero tal exigencia actúa, como es fácil de advertir, en un plano distinto, donde no contienden las partes del contrato de trabajo, sino las partes Ciertamente, la inclusión de la «negociación colectiva» en una tabla de derechos básicos del trabajador (art. 4.1.c ET) es un tanto sorprendente, pues cabe plantearse qué sentido o alcance real puede tener en ese plano un derecho que por definición no puede ejercitarse más que de modo colectivo (a diferencia de la libertad sindical o la huelga, que entrañan también importantes decisiones o actos individuales). Pero tal vez una de sus virtualidades pueda ser precisamente ésta: la de blindar, en beneficio o provecho del trabajador, lo pactado colectivamente, para dejarlo a resguardo de posibles incumplimientos o dejaciones del empresario. 52 de una relación colectiva que discurre por derroteros notablemente diferenciados, tanto en lo que se refiere a la irradiación de lo pactado como en lo que tiene que ver con su exigencia. El problema reside, más bien, en el grado de imperatividad o indisponibilidad de estas reglas para el propio contrato de trabajo. ¿Hasta qué punto juegan aquí, por decirlo de manera más clara, los límites que se desprenden de los artículos 3.1.c) y 3.5 ET? Naturalmente, estos preceptos legales tienen todo su sentido, y su más completa explicación, cuando se refieren al convenio estatutario, precisamente porque su eficacia normativa cierra el paso a todo pacto o transacción en la que se pongan en riesgo sus prescripciones; no en vano, ha sido habitual en nuestra doctrina una especie de correlación entre fuente del Derecho, carácter normativo y fuerza imperativa e indisponible para el contrato de trabajo53. El problema se presenta, incluso como una especie de aporía, en relación con los convenios no estatutarios. ¿son indisponibles también para el contrato de trabajo? Desde luego, si se acepta su inclusión en el artículo 3.1.b) ET, no hay por menos que aceptar también su imperatividad para «la voluntad de las partes» de la que habla el artículo 3.1.c) ET, pues en ningún caso podrá establecer en perjuicio del trabajador condiciones menos favorables o contrarias a los «convenios colectivos antes expresados»; del mismo modo, habrá que aceptar que «los derechos reconocidos como indisponibles» por esta clase de convenios colectivos también están sujetos a la consabida prohibición de renuncia, a tenor del artículo 3.5 ET. Claro está, todo ello habrá de conjugarse con la «singular eficacia» de estos convenios, en los términos que ya hemos tenido oportunidad 53 Vid. M. ALONSO OLEA, Las fuentes del Derecho, en especial del Derecho del Trabajo según la Constitución, Civitas, Madrid, 1982, pp. 121-122, y F. VALDÉS DAL-RÉ, Configuración y eficacia de los convenios colectivos extraestatutarios, Acarl, Madrid, 1988, pp. 82 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 47 ESTUDIOS En fin, las notas y características singulares del convenio colectivo no estatutario condicionan también su articulación con el resto de fuentes de la relación laboral y, en la medida consiguiente, la aplicación de todos aquellos pasajes legales que aludan, con una u otra fórmula, a «normas» pactadas o convencionales (como el artículo 3.3 ET, que quizá sea la más significativa)54. Al faltarle el sustrato normativo, el convenio no estatutario no podrá en ningún caso entrar en contradicción con las normas existentes en el correspondiente ámbito funcional y territorial, sean de la clase que sean: estatales (legales o reglamentarias) o pactadas (con independencia de que adopten la forma del convenio típico o la de acuerdo o pacto colectivo de contenido monográfico o de función especial, siempre que sea normativo). Difícilmente podrá hablarse aquí, por ello mismo, de concurrencia de convenios en sentido estricto (es decir, como concurrencia entre normas divergentes o contradictorias), ya que la eventual existencia de una norma convencional (el convenio estatutario, para más señas) actuará como barrera infranqueable, en su ámbito de referencia, para todo convenio que carezca de esa dimensión normativa, que tan sólo podrá proceder o bien a una mejora de las correspondientes condiciones de trabajo, o bien a la cobertura de espacios no transitados, en términos similares a como puede hacerlo el propio contrato de trabajo55. Sí podrá sobreponerse el convenio no estatutario, en cambio, a los usos y costumbres del lugar y la profesión, pues no tendría sentido que siendo éstos disponibles para la autonomía de la voluntad expresada en el contrato de trabajo, salvo los consabidos casos de remisión o recepción expresa (Art. 3.4 ET), no lo fueran para los acuerdos resultantes de la negociación colectiva. 54 Al que habría que agregar otros preceptos de la legislación laboral. El más claro tal vez sea el Art. 1 LPLR, en cuanto se refiere a las normas «convencionales». Un poco más confuso parece, sin embargo, el Art. 5 LISOS, que alude tan sólo a las «cláusulas normativas» de los convenios colectivos, noción ésa que no se corresponde exactamente con la de «convenio normativo», como es sabido. 55 Se trata, no obstante, de una cuestión disputada en la doctrina y sin una respuesta jurisprudencial consolidada. Vid. J.J. FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, Los convenios colectivos extraestatutarios», cit., pp. 811 ss. de exponer: la vinculación inicial al convenio no viene impuesta por la ley, sino por la relación de representación (privada o voluntaria) entre el sindicato y el correspondiente trabajador. 48 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JOAQUÍN GARCÍA MURCIA RESUMEN La fórmula empleada por el artículo 3.1.b) del Estatuto de los Trabajadores para incluir los convenios colectivos en el cuadro de fuentes de la relación laboral es sencilla y contundente, pero al mismo tiempo imprecisa y problemática. Es claro que se refiere a los convenios llamados «estatutarios», pero no resulta tan fácil de decidir si también alcanza a otros posibles productos de la negociación colectiva, como los acuerdos de empresa o los convenios «extraestatutarios», por citar algunos ejemplos. Todos ellos, desde luego, están amparados por el artículo 37.1 de la Constitución, cuyo principal objeto no es otro que preservar la actividad negociadora frente al legislador, exigiendo a tal efecto un adecuado terreno de juego, no sólo para que pueda desenvolverse, sino también para que pueda producir los efectos que le son propios, aunque sin prejuzgar el camino más apropiado para ello. Pues bien, partiendo de esos presupuestos básicos, nuestro legislador ha optado (en el art. 3.1.b ET, precisamente) por atribuir la condición general de fuente de la relación laboral a todo acuerdo o convenio colectivo capaz de desarrollar esa labor reguladora respecto de los contratos de trabajo (al margen de que se ajusten o no a las reglas y exigencias estatutarias), pero ha reservado la condición específica de fuente de carácter normativo para los convenios o acuerdos colectivos que sean fruto de un proceso de negociación sustentado sobre el principio de representación legal mayoritaria (como se desprende del art. 82.3 ET), que por ello mismo gozan de forma expresa y directa del efecto automático, imperativo e indisponible propio de las normas. A falta de este refuerzo legal, los restantes acuerdos y convenios colectivos tan sólo podrán llegar al contrato de trabajo por los cauces típicos de la representación voluntaria, de los que también puede surgir, no obstante, la obligación de respeto que impone el art. 3 ET para la autonomía de la voluntad, o para el propio trabajador, en sus párrafos 1.c y 5). No son fuente de la relación laboral, por lo demás, aquellos acuerdos o convenios colectivos que no entrañen más que compromisos u obligaciones entre las partes firmantes, que tendrán amparo en el artículo 37.1 CE, como toda manifestación de la negociación colectiva, pero no en el artículo 3.1.b) ET, por prescindir de esa vocación o aspiración reguladora respecto del contrato de trabajo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 49 Representatividad negociadora y ámbito de los convenios colectivos ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO* JOSÉ LUJÁN ALCARAZ** 1. MARCO CONSTITUCIONAL 1.1. Significado primario del convenio colectivo E l art. 82 del Estatuto de los Trabajadores, primero de los once que conforman el Título III, define en su apartado 1 el convenio colectivo como «resultado de la negociación desarrollada por los representantes de los trabajadores y de los empresarios», considerándolo como «expresión» de su «autonomía colectiva». Seguidamente, el apartado 2 del mismo art. 82 ET aclara que «mediante los convenios colectivos, y en su ámbito correspondiente, los trabajadores y empresarios regulan las condiciones de trabajo y de productividad; igualmente podrán regular la paz laboral a través de las obligaciones que se pacten». El convenio colectivo es, por tanto, el fruto o resultado material de la actividad de unos sujetos investidos de capacidad representati- ** Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad Rey Juan Carlos. ** Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad Politécnica de Cartagena. va; pero, además, y sobre todo, de unos sujetos que tienen reconocida su autonomía colectiva al máximo nivel normativo una vez que el art. 37.1 CE consagra «el derecho a la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios»1. Como consecuencia, el Estado queda obligado a desempeñar un doble papel respecto de la negociación colectiva. Por una parte, debe abstenerse de injerencias que desnaturalicen o vacíen de contenido el derecho constitucionalmente reconocido. Pero, al mismo tiempo, debe remover los obstáculos y promover las condiciones necesarias para dotar de plena efectividad a dicho derecho2. Y es que, siendo el convenio colectivo «expresión» de la autonomía colectiva, y concretada ésta 1 Buena parte de los pasajes de doctrina constitucional que aparecen en el estudio se entresacan de la obra colectiva Prontuario de Doctrina Social del Tribunal Constitucional (1981-2005), dirigida por A. V. SEMPERE NAVARRO y C. SAN MARTÍN MAZZUCCONI, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor, 2005, pág. 67 ss. y pág. 155 ss. 2 Sobre la cuestión, por todos, MONTOYA MELGAR, A., «El Estado y la Autonomía Colectiva», Actualidad Laboral, núm. 22, 1989, págs. 280 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 51 ESTUDIOS en la atribución de facultades normativas a las partes sociales3, a los mismos sujetos colectivos debe corresponder ejercitarla sin otros límites que los que resulten de la Constitución y de las leyes. En este sentido, el mismo art. 37.1 CE advierte que «la ley garantizará el derecho a la negociación colectiva laboral»; y, como es sabido, de ello se ocupa principalmente el Título III ET fijando lo que se ha llamado «paradigma legal en la negociación colectiva»4. 1.2. Inserción en el sistema de fuentes El convenio colectivo, en cuanto tiene valor normativo y se inscribe en el sistema de fuentes, ha de someterse a las normas de mayor rango jerárquico y ha de respetar el cuadro de derechos fundamentales acogidos en la CE5. La sujeción del convenio colectivo al poder normativo del Estado no supone la existencia de decisiones administrativas que autoricen la inaplicación singular de disposiciones contenidas en ellos, lo que sería desconocer la eficacia vinculante del convenio colectivo y los principios garantizados en el artículo 9.3 CE6. La idea fundamental, no obstante, es que «la Constitución no prejuzga, ni predetermina la posición de los convenios colectivos en el sistema de fuentes de la producción jurídica, punto este abierto a distintos desarrollos»7. Y siendo así, de entre las distintas op- Por todas, STC 92/1992, de 11 junio. VALDÉS DAL-RÉ, F., «El paradigma legal en la negociación colectiva», Relaciones Laborales, 1990- I, págs. 268 y ss. 5 STC 28/1992, de 9 marzo, FJ nº 2 (Ponente De los Mozos). 6 STC 92/1992, de 11 junio, FJ nº 4 (Ponente, Tomás y Valiente). 7 VALDÉS DAL-RÉ, F., «El modelo español de negociación colectiva de condiciones de trabajo», en VALDÉS DAL-RÉ, F., PÉREZ-ESPINOSA SÁNCHEZ, F., GONZÁLEZ POSADA, E., MATIA PRIM, J., La negociación colectiva en las pe3 4 52 ciones posibles el legislador estatutario ha optado por instaurar un modelo potenciador de la negociación colectiva mediante dos decisiones fundamentales: Por una parte, y en función del carácter normativo que al convenio colectivo asigna el texto constitucional8, al incluir «los convenios colectivos» entre las «fuentes de la relación laboral» (Art. 3.1 b ET). Concordante con este carácter, conforme al cual los convenios colectivos constituyen fuentes de regulación de las condiciones de trabajo es que desde el artículo 37.1 CE tienen reconocida una «fuerza vinculante» que las convierte en auténticas normas jurídicas, sometidas al principio de publicidad9. El sistema de negociación colectiva presupone la prevalencia de la autonomía colectiva sobre la individual de los afectados por el Convenio10. Y, por otra, y como consecuencia de lo anterior, al conferirles eficacia erga omnes, de modo que, como dispone el art. 82.3 ET, «los convenios colectivos regulados por esta Ley obligan a todos los queñas y medianas empresas, Instituto de la Pequeña y Mediana Empresa Industrial, Madrid, 1982, pág. 32. En el mismo sentido se ha manifestado en distintas ocasiones el Tribunal Constitucional; así, en STC73/1984, de 27 de junio. 8 Como señala OJEDA AVILÉS, A. «la doctrina acepta unánimemente la equivalencia entre fuerza vinculante y carácter normativo de los convenios» (Derecho Sindical, 8ª ed., Tecnos, Madrid, 2003, pág. 683). Por lo demás, «nuestro sistema es históricamente tributario de la eficacia normativa de los convenios y que es ésta la que encuentra reflejo en el Estatuto de los Trabajadores e, incluso, en la propia Constitución» (GALIANA MORENO, J.M., La eficacia de los convenios colectivos en el Derecho español del Trabajo, Ponencia General al XIII Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Murcia, 2002, pág. 8). 9 STC 151/1994, de 23 mayo, FJ nº 2 (Ponente, Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer). 10 STC 225/2001, de 26 de noviembre, FJ nº 4 (Ponente, Casas Baamonde). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ empresarios y trabajadores incluidos dentro de su ámbito de aplicación y durante todo el tiempo de su vigencia». El Convenio Colectivo alcanza relevancia «cuasi pública», al ser negociado por sujetos dotados de representación institucional y adquirir, una vez negociado, eficacia normativa e incardinarse en el sistema de fuentes del Derecho11. La integración de los Convenios Colectivos en el sistema de fuentes del Derecho supone el respeto a la Ley, que, en razón de su superior posición jerárquica, puede limitar la negociación colectiva y de forma excepcional reservarse para sí determinadas materias que quedan excluidas de la contratación colectiva12. Por eso, la entrada en vigor de una Ley, aun cuando afecte a convenios colectivos vigentes en ese momento, no lesiona el derecho constitucional a la negociación colectiva13; si ante la entrada en vigor de una Ley se altera el equilibrio interno de un convenio colectivo vigente, se podrá pedir la rescisión del convenio, pero en ningún caso pretender la postergación de la plena efectividad de la norma legal14. 1.3. Contenido de la negociación colectiva Obviamente, cuanto se dice presupone la facultad de los sujetos colectivos, directamente emanada de su autonomía colectiva, para definir tanto el contenido, como la extensión o ámbito de la norma que producen. Así, y pese que el art. 37.1 CE adjetiva la negociación colectiva como laboral, el legisla- 11 STC 171/1989, de 19 de octubre, FJ nº 2 (Ponente, García-Mon y Gonzalez-Regueral). 12 STC 58/1985, de 30 abril, FJ nº 3 (Ponente, Escudero del Corral). 13 STC 210/1990, de 20 diciembre, FJ nº 3 (Ponente, Tomás y Valiente). 14 STC 210/1990, de 20 diciembre, FJ nº 3 (Ponente, Tomás y Valiente). dor estatutario ha terminado por admitir que «dentro del respeto a las leyes, los convenios colectivos podrán regular materias de índole económica, laboral, sindical y, en general, cuantas otras afecten a las condiciones de empleo y al ámbito de relaciones de los trabajadores y sus organizaciones representativas con el empresario y las asociaciones empresariales ( )» (Art. 85.1 ET). En definitiva, pertenece a la autonomía colectiva la concreción del objeto de su actividad normativa. No obstante, y «sin perjuicio de (esta) libertad de contratación», los convenios «habrán de expresar como contenido mínimo» la determinación de las partes que los conciertan, su ámbito personal, funcional, territorial y temporal, las condiciones y procedimientos para la no aplicación de su régimen salarial respecto de las empresas incluidas su ámbito, la forma y condiciones de denuncia del convenio y la designación de una comisión paritaria (Art. 85.3 ET). De la CE no se deriva expresa o implícitamente ningún principio que con carácter general prohíba a la negociación colectiva la regulación de las condiciones de ejercicio de los derechos fundamentales15. Por eso puede establecerse un límite de edad para el trabajo en sectores productivos concretos mediante la negociación colectiva16, incluso sin necesidad de una expresa habilitación legislativa17. Por poner otro ejemplo, debe considerarse 15 STC 217/1991, de 14 de noviembre, FJ nº 6 (Ponente, García-Mon y González Regueral). 16 STC 22/1981, de 2 julio, FJ nº 10 (Ponente, Begue Cantón). 17 La STC 280/2006, de 9 octubre, considera válida la jubilación forzosa (incluso anticipada) pese a que el convenio colectivo no era claro en las contraprestaciones de empleo, porque de hecho la empresa había procedido a una nueva contratación. Resumiendo las sentencias constitucionales precedentes se afirma que «la jubilación forzosa en convenio colectivo [ ] no se consideró habilitada por el legislador a los agentes sociales negociadores, sino que se calificó como una expresión o manifestación propia derivada del ejercicio del derecho constitucional a la negociación colectiva (Art. 37.1 CE)». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 53 ESTUDIOS contraria al art. 37.1 CE una interpretación del art. 41.1 ET que permitiera a la Administración laboral autorizar al empresario la introducción de modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo previstas y reguladas en un convenio colectivo vigente18. La negociación colectiva es un valor constitucionalmente protegido y tiene una lógica propia de contrapartidas19. Pero quizá no esté de más recordar que los órganos judiciales pueden interpretar y colmar, de acuerdo con las normas superiores, los vacíos que en el Convenio puedan existir20. 1.4. Ámbito de aplicación la intervención de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos22. 1.5. Eficacia de los convenios colectivos La Ley Fundamental es la que adorna al convenio de fuerza vinculante; que sea la Ley la que tenga que garantizar dicha fuerza vinculante, no significa que ésta venga atribuida ex lege23. La fuerza vinculante implica la atribución a los Convenios Colectivos de una eficacia jurídica en virtud de la cual su contenido normativo se impone a las relaciones individuales de trabajo incluidas en sus ámbitos de aplicación de manera automática24. La determinación del ámbito funcional de los convenios es cuestión que pertenece exclusivamente a las partes de la negociación (Art. 83.1 ET), y no es posible ningún tipo de interferencia de autoridades administrativas, sean autonómicas o estatales, lo que vulneraría el derecho constitucional a la negociación colectiva (Art. 37.1 CE)21. Las autoridades autonómicas tienen reconocidas determinadas competencias en materia de convenios colectivos, pero ninguna de ellas recae sobre la determinación del ámbito funcional y ninguna de ellas se ve afectada por El Estatuto de los Trabajadores, desarrollando la Constitución ha configurado, pues, un modelo de negociación colectiva cuyo protagonista es el convenio colectivo de eficacia normativa y efectos erga omnes. Además, y en relación con él, también ha aceptado las amplísimas posibilidades de autorregulación que se derivan del reconocimiento constitucional de la autonomía colectiva de los agentes sociales. Sin embargo, como contrapartida de tan generosa concepción y precisamente para hacerla viable, el modelo también se caracteriza por el necesario sometimiento de «la negociación a unas reglas precisas limitadoras de la autonomía de la voluntad»25; muy particularmente en lo tocante a legitimación y capacidad negocial. De este modo, y como enseguida se ha de ver, el ejercicio del derecho a la negociación colectiva se enmarca legalmente en unas determinadas coordenadas que marcan los límites dentro de las que los sujetos colectivos pueden libremente ejercitarlo. STC 92/1992, de 11 junio, FJ nº 4 (Ponente, Sr. Tomás y Valiente). 19 STC 39/1986, de 31 marzo, FJ nº 6 (Ponente, Sr. Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer). 20 STC 92/1994, de 21 de marzo, FJ nº 2 (Ponente, Sr. Vive Pi-Sunyer). 21 STC 17/1986, de 4 febrero, FJ nº 2 (Ponente, Sr. Díez-Picazo y Ponce de León). 22 STC 17/1986, de 4 febrero, FJ nº 2 (Ponente, Díez Picazo y Ponce de León). 23 STC 58/1985, de 30 abril, FJ nº 3 (Ponente, Escudero del Corral). 24 STC 58/1985, de 30 abril FJ nº 3 (Ponente Escudero del Corral). 25 STC 73/1984, de 27 de junio. En cuanto a la extensión del convenio, la definición de sus ámbitos de aplicación personal, funcional y territorial «contenido mínimo» del mismo también es autonomía colectiva. Lacónicamente lo expresa el art. 83.1 ET al señalar que «los convenios colectivos tendrán el ámbito de aplicación que las partes acuerden». 18 54 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ Al margen de las reflexiones aquí vertidas quedan los convenios extraestatutarios, aun a sabiendas de que ese carácter es simple consecuencia de que se cumplan o no los requisitos de mayoría representativa que el ET exige para la regularidad del convenio colectivo, al que se otorga un plus de eficacia, por el carácter erga omnes del llamado convenio colectivo estatutario26. 2. LA DETERMINACIÓN DEL ÁMBITO DE APLICACIÓN DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS 2.1. La regla del art. 83.1 ET El amplio reconocimiento de la autonomía colectiva que inspira la formulación del art. 37.1 CE tiene concreto reflejo en la regla estatutaria dedicada a la determinación del ámbito aplicativo del convenio colectivo. En patente contraste con el sistema de lista cerrada de unidades de negociación de las precedentes Leyes sobre Convenios Colectivos27, el art. 83.1 ET advierte que «los convenios colectivos tendrán el ámbito de aplicación que las partes acuerden». Muchas veces se ha puesto de manifiesto que la terminología legal adolece de cierta imprecisión. Sobre todo porque bajo la rúbrica de «unidades de negociación» el precepto se refiere, como claramente resulta de su texto, al ámbito de aplicación del convenio; esto es, a los parámetros funcionales (tipo de actividad), personales (empresas y trabajadores), territoriales (marco geográfico) y temporales (referencias cronológicas) que delimitan la vi- 26 STC 108/1989, de 8 junio, FJ nº 2 (Ponente, Rubio Llorente). 27 Cfr. art. 4 Ley de Convenios Colectivos Sindicales de 24 abril 1958 (art.4) y art. 5 Ley 38/1973 de 19 diciembre, de Convenios Colectivos Sindicales de Trabajo (modificado por art. 27 del RDley 17/1977 de 4 marzo, de Relaciones de Trabajo. Véase, entre otros, SOLANS LATRE, M. A., El ejercicio de la legitimación para negociar convenios colectivos, MTAS, Madrid, 2004, pág. 21. gencia de un convenio colectivo y precisan a qué sujetos se aplica. En cambio, unidad de negociación alude más bien a la estructura de las representaciones profesionales respectivas y al círculo de relaciones en que se desenvuelve su actividad28, aunque es verdad que el término ha acabado siendo «coincidente o coextenso con el ámbito personal, geográfico y funcional del respectivo convenio»29. La distinción parece muy sutil, pero puede resultar provechosa en algunos supuestos30. En todo caso, lo que ahora interesa destacar es que la opción legislativa fue premeditada y consecuente con el postulado constitucional. La determinación de la unidad de negociación apropiada no está restringida, condicionada o predeterminada por el legislador, sino que queda confiada a la voluntad de la partes en cuanto expresión típica de su autonomía negocial. La afirmación de la amplia libertad de contratación colectiva 28 GARCIA FERNANDEZ, M., Unidad de negociación del convenio colectivo, capacidad convencional y representación el Derecho positivo español, Madrid, 1977, pág. 6. También SOLANS LATRE, M. A., El ejercicio de la legitimación para negociar convenios colectivos, cit., pág. 24-25. 29 MONTOYA MELGAR, A., GALIANA MORENO, J.M., SEMPERE NAVARRO, A.V. y RÍOS SALMERÓN, B., Comentarios al Estatuto de los Trabajadores, 6ª ed., Aranzadi, Pamplona, 205, pág. 634. 30 Por ejemplo, STS 17 julio 2002 (RJ 2002,10542) concluyó que no había concurrencia «afectante» entre un convenio colectivo del comercio en general y el convenio para tiendas de conveniencia. En realidad, este último, que se aplica en establecimientos con superficie inferior a 500 m2 y que abren 18 horas al día para vender diversos productos, podría afectar a más de cien unidades preexistentes, sin embargo, con él se abre una unidad de negociación «que cubre un ámbito propio no cubierto hasta entonces por ningún convenio colectivo». Véase RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, M. (Dir.), Nuevas actividades y sectores emergentes: el papel de la negociación colectiva, CCNCC, Madrid, 2001. Sobre la recomposición de las unidades de negociación una vez culminado el azaroso proceso de sustitución de las ordenanzas laborales, véase VALDÉS DAL-RÉ, F., Estructura sectorial de la negociación colectiva en los ámbitos funcionales de las ordenanzas laborales, CCNCC, Madrid, 2004. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 55 ESTUDIOS que tienen las partes negociadoras se alza, así, como principio general que rige en esta materia. Se trata, además, de un principio fuertemente asentado en tres pilares31: a) el contexto de libertad sindical en el que se enmarca la regla ahora estudiada, b) el reconocimiento constitucional de la autonomía, y c) el deseo de evitar la intervención administrativa en el sistema de relaciones laborales, eliminado «interferencias extrañas a la delimitación de la unidad de negociación; alejándose de este modo del sistema propio de un régimen de tipo corporativo o de signo autoritario»32. Carece de sentido la contemplación del papel desempeñado por la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos como una cortapisa a la referida libertad de las partes; su actividad de asesoramiento facultativo no constituye una competencia, sino una facultad, por lo que no puede ser reclamada fundándose en un título competencial por sujeto alguno33. El carácter facultativo de la consulta excluye toda confrontación con las facultades derivadas de la competencia a cuyo ejercicio servirá aquélla, pues el recurso o no a la Comisión depende de la voluntad incondicionada del titular34. En la medida en que la consulta puede ser solicitada por una autoridad administrativa autonómica en el ejercicio de una competencia propia, la Comisión Consultiva Nacional constituye un instrumento de colaboración del Estado con las CCAA, en virtud del cual aquél pone a disposición de éstas un organismo financiado por él para servir técnicamente a una faceta de su actuación35. STC 136/1987, de 22 julio. STC 136/1987, de 22 julio, cit. 33 STC 17/1986, de 4 febrero, FJ nº 2 (Ponente, Díez-Picazo y Ponce de León). 34 STC 17/1986, de 4 febrero, FJ nº 2 (Ponente, Díez-Picazo y Ponce de León). 35 STC 17/1986, de 4 febrero, FJ nº 2 (Ponente, Diez-Picazo y Ponce de León). 31 32 56 2.2. Las reglas de los apartados 2 y 3 del art. 83 ET El tenor de los apartados 2 y 3 del mismo art. 83 ET refuerza lo que más arriba se ha dicho. Y es que, en contemplación de los problemas aplicativos de una regla como la del art. 83.1 ET que consagra la libertad negocial sin límites ni condicionante expresos, y con plena conciencia de lo que la autonomía colectiva significa, el mismo precepto advierte expresamente que «mediante acuerdos interprofesionales o por convenios colectivos las organizaciones sindicales y asociaciones patronales más representativas, de carácter estatal o de Comunidad Autónoma, podrán establecer la estructura de la negociación colectiva, así como fijar las reglas que han de resolver los conflictos de concurrencia entre convenios de distinto ámbito y los principios de complementariedad de las diversas unidades de contratación, fijándose siempre en este último supuesto las materias que no podrán ser objeto de negociación en ámbitos inferiores». E, igualmente, se prevé que tales organizaciones de trabajadores y empresarios puedan «elaborar acuerdos sobre materias concretas». Téngase muy presente que ambas posibilidades son mera consecuencia de la autonomía colectiva, de modo que, en realidad, nada nuevo aporta el ET en este punto. Incluso a falta de expresa previsión legal, las organizaciones sindicales y las asociaciones patronales podrían alcanzar acuerdos de este tipo con los que autolimitan sus posibilidades negociadoras. Lo original del precepto no está, pues, en la admisión de tales acuerdos, sino en el reconocimiento de sus efectos. Y es que, como precisa el inciso final del art. 83.3 ET, tanto los acuerdos sobre materias concretas, como los convenios-marco sobre estructura de la negociación colectiva a que se refiere el art. 83.2 ET «tendrán el tratamiento (del ET) para los convenios colectivos». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ 2.3. Límites a la autonomía colectiva en la fijación de unidades de negociación La escueta y lacónica redacción del art. 83.1 ET no puede llevar a la conclusión de que la determinación del ámbito de aplicación del convenio colectivo es una operación dejada sin límite ni condicionante alguno al libre ejercicio de la autonomía colectiva. Una cosa es que las eventuales restricciones del derecho no estén explicitadas en la norma, y otra muy distinta que no existan. Y es que, no existiendo facultades ni derechos ilimitados en nuestro ordenamiento jurídico, parece obvio que también a la genérica capacidad de los interlocutores sociales para elegir las concretas unidades de contratación habrán de oponerse algunas limitaciones. Eso con independencia de que, precisamente por ser límites implícitos, su exacta determinación no resulte tarea fácil. Por eso, debe ensayarse una interpretación sistemática e integradora del precepto que lo ponga en relación con otras previsiones del mismo cuerpo legal. Sobre todo, con las reglas sobre legitimación y capacidad para negociar, pues las partes del convenio que conforme al art. 83.1 ET pueden decidir su ámbito de aplicación sólo son aquéllas que posean legitimación y suficiente representatividad al respecto. Dicho de otra manera, solo cumpliendo las exigencias que resultan de los arts. 87 y 88 ET los representantes de los trabajadores y de los empresarios pueden constituirse en unidad de negociación y proceder a crear la norma que es el convenio colectivo, proyectando su representatividad sobre un ámbito específica y libremente elegido. Una vez que las partes del convenio se han erigido en unidad de negociación, previo cumplimiento de los requisitos de legitimación legalmente exigidos, gozan de absoluta libertad para determinar el ámbito de aplica- ción del convenio36 y para llenarlo de contenido. Se trata simplemente del libre ejercicio de su autonomía colectiva. Pero también debemos advertir que la generosa e incondicionada recepción que el ET hace del principio de autonomía colectiva en este tema tampoco está exenta de problemas; por ejemplo, los provocados por la posible concurrencia entre convenios (art. 84 ET) o el concreto encaje de las más diversas actividades productivas en el ámbito funcional de los convenios37; y, sobre todo, los que derivan de la interrelación del derecho a la negociación colectiva en cuanto expresión de la autonomía colectiva con derechos como los de no discriminación y libertad sindical38. Las SSTS 9 y 28 octubre 2003 (RJ 2003, 7732 y 8721), que no consideran discriminatoria la exclusión de los profesores de Religión que imparten sus enseñanzas en centros de la Administración Pública por concurrir unas singulares características que determinan la existencia de una diferencia objetiva y razonable, sintetizan bien los criterios interpretativos en relación con la regla del art. 83.1 ET: Las partes negociadoras no gozan de libertad absoluta para delimitar (el) ámbito de aplicación (de un convenio colectivo); las limitaciones pueden venir dadas por el principio de igualdad y no discriminación; SALA FRANCO, T. y GOERLICH PESET, J.M., «La problemática jurídica de las unidades de negociación colectiva, con especial referencia a los supuestos de cambio de unidad», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 35, 1988, pág. 329. 37 Sobre esta cuestión, véase CCNCC, El ámbito funcional del los convenios colectivos. Respuestas de la Comisión Consultiva Nacional a las consultas planteadas, 2ªed., Madrid, 2000. 38 Véase SEMPERE NAVARRO, A.V. y LUJÁN ALCARAZ, J., «Límites a la fijación de unidades de negociación en la jurisprudencia española», Revista de Trabajo, núm.99, 1990, págs. 59 y ss. 36 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 57 ESTUDIOS el principio de igualdad no obliga a perfilar la unidad de negociación con todos los trabajadores de la empresa o de un ámbito funcional o determinado; tampoco impide que determinados grupos de trabajadores que cuenten con suficiente fuerza negociadora pacten por separado sus condiciones de empleo; esta exclusión, que generalmente tiene su origen en una preferencia de los afectados, no puede asimilarse a la de aquellos grupos de trabajadores que carecen de poder negociador por sí solos; la exclusión requiere que se base en singulares características u otras circunstancias relevantes para la prestación de servicios. 3. LA REPRESENTATIVIDAD DE LOS SUJETOS NEGOCIADORES Sin duda, el primero y más importante de los límites implícitos a la facultad de fijar la unidad negociadora o de seleccionar el ámbito de aplicación del convenio se halla, como con insistencia recuerda la jurisprudencia, en las exigencias legales sobre legitimación y suficiente representatividad. Y es que, resulta del todo imposible que la voluntad negocial pueda extenderse más allá del ámbito en el que se poseen tales cualidades. 3.1. Las reglas estatutarias sobre legitimación para negociar convenios colectivos Bajo la rúbrica Legitimación, la Sección 2ª del Capítulo I del Título III ET, aborda en sólo dos artículos arts. 87 y 88, ambos reformados en su día por Ley 11/1994, de 19 mayo los problemas de identificación de los sujetos agentes de la negociación colectiva y de determinación de su capacidad negocial. 58 Se trata de un complejo procedimiento de determinación de legitimación negocial explicable «en razón del tipo de convenio colectivo por el que (el Estatuto de los trabajadores) ha apostado». Y es que, «desde el momento en que el convenio colectivo de obligatoriedad erga omnes sujeta en su contenido normativo a la totalidad de empresarios y trabajadores incluidos en su ámbito de negociación, incluidos quienes no han estado representados, es del todo punto lógico que el legislador haya regulado con rigor las reglas relativas a la capacidad para intervenir en las negociaciones»39. La legitimación negocial estatutaria tiene un significado preciso que impide que pueda ser valorada desde el punto de vista del Derecho privado por la naturaleza del convenio colectivo, que no es sólo un contrato sino también una norma40. Por su lado, la revisión del convenio colectivo sigue el mismo esquema procedimental de la negociación (ya que no es otra cosa que la nueva negociación de un grupo homogéneo de materias al que se ha fijado un período de vigencia específica que precisa de la denuncia con un determinado plazo de preaviso), por lo que deben aplicarse las reglas generales de legitimación. Entender lo contrario supone otorgar a las partes firmantes de un convenio libertad para condicionar definitivamente la negociación colectiva estableciendo un período de vigencia dilatado y permitiendo la revisión de su contenido en períodos inferiores, privando a quienes reúnen los requisitos legales de su derecho de negociación para el futuro41. 39 VALDÉS DAL-RÉ, F., Relaciones laborales, negociación colectiva y pluralismo social, MTAS, Madrid, 1996, pág. 195. Véase STC 208/193, de 28 junio. 40 STC 73/1984, de 27 junio, FJ nº 2 (Ponente, Díez de Velasco Vallejo). 41 STC 73/1984, de 27 junio, FJ nº 3 (Ponente, Díez de Velasco Vallejo). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ 3.1.1. Los sujetos intervinientes El primero de los dos preceptos se ocupa de señalar quiénes están legitimados in abstracto para negociar convenios colectivos; esto es: En los convenios de empresa o ámbito inferior: el Comité de Empresa, delegados de personal, en su caso, o las representaciones sindicales si las hubiere42. La existencia de varios centros de trabajo y otros tantos comités de empresa no implica que se pierda la posibilidad de que negocien tales órganos unitarios43, siendo frecuente que lo haga un Comité Intercentros44. En los convenios de ámbito superior a la empresa: a) los sindicatos que tengan la consideración de más representativos a nivel estatal, así como, en sus respectivos ámbitos, los entes sindicales afilia- 42 De esta manera, encontramos dos posibilidades para la negociación por parte de los representantes de los trabajadores: lo pueden hacer bien la representación unitaria o bien la sindical, alternativamente y de forma excluyente, nunca acumulable (SSTS 17.10.94 [RJ 1994, 8053] , y 14.7.00 [ RJ 2000, 9642]). 43 Como bien explicaba la SAN 5 marzo 2002 (AS 2002, 1394), dada la representación directa que cada uno ostenta, nada impide acumularla bien de modo permanente, a través de la creación de un Comité Intercentros conforme a la provisión del art. 63.3 del ET o bien coyunturalmente para un negocio concreto. 44 Véase la STS 25 julio 2000 (RJ 2000, 7644), dando por buena su capacidad representativa al haber sido reconocido como interlocutor por la empresa: «No puede, por lo tanto, afirmarse que los miembros del comité intercentros intervinientes carecieran de legitimación para representar a todos los trabajadores de la empresa, incluidos, por consiguiente, los médicos y titulados superiores, máxime teniendo en cuenta que los representantes del banco social sumaban la mayoría de los miembros del aludido Comité». ¿Supone ello una renuncia a controlar el cumplimiento de lo exigido por el artículo 63.3 ET (necesidad de que el convenio colectivo prevea su creación y competencias) o sólo una consecuencia del carácter extraordinario del recurso de casación (al no haberse alegado la infracción del precepto)? dos, federados o confederados a los mismos; b) los sindicatos que tengan la consideración de más representativos a nivel de Comunidad Autónoma respecto de los convenios que no trasciendan de dicho ámbito territorial, así como, y en sus respectivos ámbitos, los entes sindicales afiliados, federados o confederados a los mismos, y c) los sindicatos que cuenten con un mínimo del 10 por 100 de los miembros de los comités de empresa o delegados de personal en el ámbito geográfico y funcional al que se refiera el convenio. Por parte de los empresarios, en los convenios de ámbito superior a la empresa, las asociaciones empresariales que en el ámbito geográfico y funcional del convenio cuenten con el 10 por 100 de los empresarios, en el sentido del artículo 1.2 ET, y siempre que éstas den ocupación a igual porcentaje de los trabajadores afectados. En los convenios de ámbito estatal, además de los anteriores, también están legitimados los sindicatos de Comunidad Autónoma que tengan la consideración de más representativos conforme a lo previsto en el apartado 1 del artículo 7 LOLS y las asociaciones empresariales de la Comunidad Autónoma que reúnan los requisitos señalados en la disposición adicional sexta de esta Ley La legitimación exclusiva a favor de las organizaciones sindicales para la negociación colectiva en el ámbito supraempresarial no vulnera el derecho de libertad sindical pues no obliga, ni directa ni indirectamente, a la sindicación o a la afiliación a los sindicatos constituidos45. El reconocimiento legal de legitimación negocial supraempresarial a los sindicatos más representativos estatales que 45 STC 12/1983, de 22 febrero, FJ nº 3 (Ponente, Díez-Picazo y Ponce de León). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 59 ESTUDIOS no tienen que acreditar una audiencia específica en el ámbito concreto viene amparado por la mayor representatividad que ya ostentan a nivel estatal46. Dada la presencia del sindicato en todas las modalidades negociales, es claro que la negociación colectiva constituye el medio principal de acción y el instrumento básico de participación de los sindicatos en la determinación de las condiciones de trabajo; por ello, la exclusión de la negociación supone de hecho la exclusión del sindicato de su función de participación en tal fijación y, en consecuencia, de una de sus funciones esenciales47. El derecho de negociación colectiva se integra en el derecho de libertad sindical como medio primordial de acción sindical para cumplir los fines constitucionalmente reconocidos por el art. 7 CE48. La CE reconoce los derechos a la libertad sindical y a la negociación colectiva y acoge, en consecuencia, el principio de autonomía colectiva en la regulación de las relaciones de trabajo, por lo que la intervención administrativa en el proceso de negociación colectiva ha de reducirse a las funciones instrumentales y de control previo49. Pero no resulta posible afirmar, sin otras precisiones adicionales, que toda infracción del artículo 37.1 CE lo es también del artículo 28.1, de forma que aquélla fuera siempre objeto del amparo constitucional, pues ello supone desconocer tanto el significado estricto de este último precepto como la posición del primero, ajena a los derechos y libertades susceptibles de amparo50. STC 57/1989, de 16 marzo, FJ nº 2 (Ponente, Díaz Eimil) 47 STC 73/1984, de 27 junio, FJ 1 y 4 (Ponente, Díez de Velasco Vallejo). 48 STC 224/2000, de 2 octubre, FJ nº 4 (Ponente, Jiménez Sánchez). 49 STC 235/1988, de 5 diciembre, FJ nº 4 (Ponente, Begué Cantón). 50 STC 118/1983, de 13 diciembre, FJ nº 3 (Ponente, Latorre Segura). 46 60 3.1.2. La comisión negociadora Por su parte, el art. 88.1 ET concreta la legitimación precisa para negociar válidamente un concreto y determinado convenio colectivo al disponer que «en los convenios de ámbito empresarial, o inferior, la comisión negociadora se constituirá por el empresario o sus representantes, de un lado, y de otro, por los representantes de los trabajadores, según lo dispuesto en el artículo 87, apartado 1». Asimismo, «en los de ámbito superior a la empresa, la Comisión negociadora quedará válidamente constituida, sin perjuicio del derecho de todos los sujetos legitimados a participar en ella en proporción a su representatividad, cuando los sindicatos, federaciones o confederaciones y las asociaciones empresariales a que se refiere el artículo anterior representen como mínimo, respectivamente, a la mayoría absoluta de los miembros de los comités de empresa y delegados de personal51, en su caso, y a empresarios que ocupen a la mayoría de los trabajadores afectados por el convenio»52. Los cauces que sirven de marco legal y en el seno de los cuales se articula y desarrolla la negociación colectiva resultan indisponibles para cualquiera de los interlocutores, de modo que la negociación colectiva debe efectuarse a través de los órganos a los que la Ley atribuye la condición de cauce procedimental de articulación de dicha negociación53. La asignación de un menor número de representantes en la comisión negociadora y la reducción consiguiente de su capacidad de 51 La STS 22 noviembre 2005 (RJ 2005, 10056) explica, de manera concisa y convincente, que esa mayoría se refiere al conjunto de representantes existentes en el ámbito del convenio, y no a los pertenecientes a las organizaciones que concurren a la negociación. 52 Véase la STS 19 septiembre 2001 (RJ 2001, 10021), respecto de un entendimiento dinámico acerca de lo que suponga la constitución de la comisión negociadora. 53 STC 85/2001, de 26 marzo, FJ nº 5 (Ponente, Viver Pi-Sunyer). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ acción dentro de la misma, como resultado de una variación injustificada o arbitraria del índice de representatividad atribuido a un sindicato, supone un atentado de la libertad sindical54. El ejercicio del derecho de negociación colectiva es compatible con la restricción de la legitimación para formar parte de la comisión negociadora a aquellas organizaciones sindicales que acrediten un cierto nivel de representatividad allí donde el legislador ha querido dotar al acuerdo resultante de unos determinados y específicos efectos jurídicos, como sucede con la negociación colectiva estatutaria o en el ámbito de la función pública55. La no suscripción del convenio colectivo no puede suponer para el sindicato disidente quedar al margen, durante la vigencia del mismo, de la negociación de cuestiones nuevas, por lo que no cabe excluirle de aquellas comisiones que tengan funciones negociadoras56. Es objetiva la distinción entre firmantes y no firmantes de un convenio colectivo cuando de lo que se trata es de interpretar o aplicar alguna de sus cláusulas o de adaptarlas a un problema no previsto57. No puede entenderse lesionado el derecho a la libertad sindical, por arbitrariedad de los actos judiciales que afectan a la capacidad de actuación en la comisión negociadora de un sindicato, cuando las soluciones revistan suficiente motivación y fundamentación jurídica58. La exclusión de un sindicato de algunas comisiones creadas por un pacto que no ha firmado ni al que se ha adherido puede 54 STC 187/1987, de 24 noviembre, FJ nº 4 (Ponente, Leguina Villa). 55 STC 224/2000, de 2 octubre, FJ nº 4 (Ponente, Jiménez Sánchez). 56 STC 184/1991, de 30 septiembre, FJ nº 5 y 6 (Ponente, Díez-Picazo y Ponce de León). 57 STC 9/986, de 21 enero, FJ nº 3 (Ponente, Rubio Llorente). 58 STC 187/1987, de 24 noviembre, FJ nº 6 (Ponente, Leguina Villa). constituir lesión del derecho a la libertad sindical en cuanto que suponga una limitación y un desconocimiento del derecho a la negociación colectiva, y ello cuando se trata de comisiones negociadoras con la función de establecer modificaciones del convenio o nuevas reglas no contenidas en el mismo. Se impide por tanto a las partes firmantes de un convenio colectivo que establezcan comisiones con función de modificación o regulación de condiciones de trabajo no abiertas al sindicato no firmante que tenga legitimación para negociar59. 3.1.3. Integración de aspectos Como es sabido, interpretando ambos preceptos conjuntamente, la jurisprudencia y la doctrina distinguen entre una legitimación inicial, simple o interviniente para referirse a la del art. 87 ET y de una legitimación plena, deliberante o negociadora para aludir a exigida en el art. 88 ET60. En realidad, podría afirmarse que el primero de los dos preceptos configura, simplemente, «un poder genérico para negociar, encuadrable (...) en el concepto de capacidad», mientras que «la legitimación estricta (aparece) al constituirse (en los términos previstos en el art. 88 ET) la comisión negociadora»61. Y todavía en un planteamiento más sencillo y esclarecedor, podría considerarse que el Estatuto de los Trabajadores distingue en este punto entre capacidad jurídica, entendida como «aptitud genérica para convenir» respecto de cada unidad de negociación posible y capacidad de obrar o si se prefiere, la legitimación en cuanto aptitud específica para negociar válidamente un convenio colectivo determinado62. 59 STC 213/1991, de 11 noviembre, FJ nº 1 (Ponente Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer). 60 Por todas, SSTS 25 mayo 1996 (RJ 1996, 4674), 18 enero 1993 (RJ 1993, 94), 17 octubre 1994 (RJ 1994, 8053). 61 OJEDA AVILÉS, A., Derecho Sindical, cit., pág. 729. 62 MONTOYA MELGAR, A., GALIANA MORENO, J.M., SEMPERE NAVARRO, A.V. y RÍOS SALMERÓN, B., Comentarios al REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 61 ESTUDIOS Los requisitos de legitimación traducen el doble significado de constituir una garantía de representatividad de los participantes y expresar un derecho de los más representativos a participar en las negociaciones, en orden a asegurar la representación de los intereses del conjunto de los trabajadores y empresarios63. En definitiva, la válida negociación y conclusión de un concreto convenio colectivo exige que las partes negociadoras posean capacidad para obligarse en la comisión negociadora en los términos del art. 88 ET; si bien, «para formar parte de tal Comisión negociadora es indispensable haber cumplido previamente los requisitos que previene el citado art. 87; es decir, la legitimación plena del art. 88.1 requiere la observancia previa, por cada entidad representativa interviniente, de las prescripciones que otorgan a éstas legitimación inicial»64. 3.1.4. La presencia sindical o patronal Naturalmente, el terreno en el que la relación-tipo entre ambas manifestaciones de legitimación negocial se desarrolla es en el de la negociación de convenios colectivos de ámbito supraempresarial, pues en este caso, sin perjuicio del derecho de «todo sindicato, federación o confederación sindical, y toda asociación empresarial que reúna el requisito de legitimación, (...) a formar parte de la Comi- Estatuto de los trabajadores, 6ªed., Aranzadi, Pamplona, 2005, págs. 646 y 649. 63 STC 73/1984, de 27 junio, FJ nº 2 (Ponente, Díez de Velasco Vallejo). 64 STS 25 mayo 1996 (RJ 1996, 4674). La STS 21 noviembre 2002 (RJ 2003, 509) descarta que esos requisitos los pueden reunir sumando todas las empresas a que representan las Asociaciones, computando la suma o conjunto de todas que actúan en la negociación, aunque cada una de ellas por separado no alcance a observar tales exigencias, sino que es preciso que cada organización representativa cumpla por sí sola esos condicionamientos. 62 sión negociadora» (art. 87.5 ET), esta última sólo quedará válidamente constituida «cuando los sindicatos, federaciones o confederaciones y las asociaciones empresariales a que se refiere el artículo (87 ET) representen como mínimo, respectivamente, a la mayoría absoluta de los miembros de los comités de empresa y delegados de personal, en su caso, y a empresarios que ocupen a la mayoría de los trabajadores afectados por el convenio» (Art. 88.1 ET). En la negociación colectiva de las condiciones de trabajo converge no sólo la dimensión estrictamente subjetiva de la libertad sindical en relación con el sindicato afectado, sino que alcanza también al sindicato en cuanto representación institucional al que constitucionalmente se reconoce la defensa de determinados intereses65. 3.2. Los problemas de interpretación y aplicación de los arts. 87 y 88 ET El rigor con que tanto la doctrina como la jurisprudencia explican los requisitos de capacidad y legitimidad de los arts. 87 y 88 ET no impide que cuando estas distinciones se llevan al terreno de la negociación en una concreta y determinada unidad de negociación puedan plantearse numerosos problemas. Sobre todo, en la negociación de convenios colectivos de ámbito supraempresarial. Y es que, en este supuesto, y sin perjuicio del derecho de «todo sindicato, federación o confederación sindical, y toda asociación empresarial que reúna el requisito de legitimación, (...) a formar parte de la Comisión negociadora» (Art. 87.5 ET), esta última sólo quedará válidamente constituida «cuando los sindicatos, federaciones o confederaciones y las asociaciones empresariales a que se refiere el artículo (Art. 87 ET) representen como mínimo, respectivamente, a la mayoría absoluta 65 STC 225/2001, de 26 noviembre, FJ nº 5 (Ponente, Casas Baamonde). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ de los miembros de los comités de empresa y delegados de personal, en su caso, y a empresarios que ocupen a la mayoría de los trabajadores afectados por el convenio» (Art. 88.1 ET). Las partes negociadoras no pueden modificar libremente las reglas relativas a la legitimación, ya que constituyen un presupuesto de la negociación colectiva, en la que inciden derechos de carácter sindical que no pueden ser desconocidos66. Desde luego, la exclusión de un sindicato legitimado para participar en las negociaciones supone un atentado a la libertad sindical67. 3.2.1. Las «representaciones sindicales» en los convenios de empresa o ámbito inferior La atribución por parte del ET de capacidad negocial a las «representaciones sindicales, si las hubiere» ha venido planteando tradicionalmente variados problemas. Al aprobarse el ET en 1980 porque se trataba de una figura desconocida en el Acuerdo Marco Interconfederal (1980) y poco frecuentada en la negociación colectiva de la época. Y más tarde, una vez que la LOLS (1985) dejó claro que tales representaciones no son otra cosa que las secciones sindicales reconocidas en el art. 8.2 b) LOLS esto es, las secciones sindicales de los sindicatos más representativos y de aquellos otros que tengan representación en los órganos de representación unitaria existentes en la empresa, por la posible concurrencia en una misma unidad de negociación de dos clases distintas de representación legal de los trabajadores en la empresa. En todo caso, queda claro de la lectura del art. 8.2 LOLS que la legitimación para inter- 66 STC 73/1984, de 27 junio, FJ nº 2 (Ponente, Díez de Velasco Vallejo). 67 STC 187/1987, de 24 noviembre, FJ nº 4 (Ponente, Leguina Villa). venir en la negociación colectiva se reconoce únicamente a las secciones sindicales, no a los sindicatos, ni a los delegados sindicales68, aunque esa distinción carezca de trascendencia generalmente69. Y también que dicha legitimación se entiende «en los términos establecidos en su legislación específica»70. El art. 8.2 b) LOLS se ocupa, en definitiva, del problema de la llamada legitimación inicial de las secciones sindicales para negociar convenios de empresa, siendo «claro que gozan de (ella) aquellas representaciones sindicales que cumplan los requisitos que establece el art. 8.2 de la Ley Orgánica de Libertad Sindical»71. Por su parte, y respecto de éstas, el art. 87.1 inciso segundo ET, al exigir que aquellas representaciones «sumen la mayoría de los miembros del comité», resuelve la cuestión de la legitimación plena72. Véase, STC 98/1985, de 29 julio. Las SSTS 28 febrero y 14 julio 2000 (RJ 2000, 2246 y 9642) y 16 septiembre 2004 (RJ 2004, 7304) explican que las secciones sindicales son meros órganos del sindicato y que a éste corresponde originariamente el derecho; la negociación directa por el sindicato o indirecta a través de sus secciones es un problema de régimen interno o de oportunidad, pues «no sería lógico obligar a que el derecho a la negociación colectiva tenga que ejercitarse de forma compleja a través de numerosas secciones sindicales en lugar de instrumentarlo a través del sindicato. De ahí que el problema de delimitar la legitimación entre secciones y sindicato podría surgir cuando existiera un conflicto entre éstos». 70 La STS 3 octubre 2001 (RJ 2001, 8979) descarta que una agrupación de trabajadores y cargos representativos pueda tratarse como un verdadero sindicato, sin que se haya constituido como tal. «El que una conducta o situación en el ámbito de las relaciones colectivas de trabajo pueda calificarse de ajustada o no ajustada a derecho no depende de que se trate de un práctica tradicional o de una práctica novedosa, sino de que se ajuste a las normas legales establecidas». Igualmente, la SAN 27 septiembre 2005 (AS 2006, 1080) sale al paso de un grupo de miembros del comité que «quieren actuar en las negociaciones como si fueran una sección sindical, mas no puede haber sección si no hay sindicato, ello es evidente». 71 STS 18 enero 1993 (RJ 1993, 94). 72 Cuanto se dice está referido, obviamente, a la llamada negociación colectiva estatutaria. La negociación de un convenio colectivo de empresa o ámbito inferior, 68 69 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 63 ESTUDIOS Por otra parte, habrá que entender también que la atribución de legitimación inicial tanto a la representación unitaria como a la sindical no significa que una y otra puedan negociar simultáneamente. Parece claro, por el contrario, que «la legitimación de las representaciones electivas y de las representaciones sindicales es alternativa, de forma que negociarán unas u otras representaciones pero no las dos conjuntamente»73. Ahora bien, pese a que el ET establece un «sistema dual, alternativo y no acumulativo»74, ni fija un criterio de preferencia entre representación unitaria y sindical, ni ofrece solución al problema de la posible concurrencia entre diferentes secciones sindicales con legitimación inicial. Ello no obstante, no se puede perder de vista que conforme al inciso final del art. 87.1 ET «en todos los casos será necesario que ambas partes se reconozcan como interlocutores» (Art. 87.1, in fine ET). Y, por tanto, que la comisión negociadora podrá constituirse válidamente con aquella representación legitimada que sea reconocida a tales efectos por el empresario; bien entendido que de este «recíproco reconocimiento (no puede resultar) que quien careciera de tales requisitos alcanzara legitimación, ni la falta del mismo privaría de dicha legitimación a quien los cumpliera»75. Además, y para el caso concreto de concurrencia entre secciones sindicales, habrá que aceptar que de llevada a cabo por sección sindical de sindicato que no sea más representativo, ni cuente con representación en el órgano unitario, nos situará ante un convenio colectivo extraestatutario. Sobre la cuestión, planteando además otras hipótesis de negociación colectiva extraestatutaria de ámbito de empresa o inferior, AGUT GARCÍA, C., El sindicato en la empresa (secciones y delegados sindicales), Tirant Lo Blanc, Valencia, 1997, págs. 447 y ss; APILLLUELO MARTÍN. M., «Los convenios colectivos extraestatutarios y los acuerdos colectivos y plurales de empresas. Algunas precisiones de la jurisprudencia y la nueva LET de 1994», Actualidad Laboral, 1995-I, págs. 133 y ss). 73 STC 137/1991, de 20 junio. FJ 4º. 74 STS 18 enero 1993 (RJ 1993, 94). 75 STS 18 enero 1993 (RJ 1993, 94). 64 su legitimación inicial se sigue el derecho de toda sección sindical a participar en la negociación (Cfr. art. 87.5 ET). Y ello incluso en el caso de que se trate de una sección sindical de sindicato más representativo sin representación en el comité de empresa habida cuenta que el art. 8.2 b) LOLS reconoce el derecho a la negociación colectiva tanto a las secciones sindicales de los sindicatos más representativos, como a las de los que siendo o no más representativos tengan representación en los órganos unitarios76. En definitiva, si el convenio de empresa es negociado con la representación sindical existente en la misma, todas la secciones sindicales de los sindicatos más representativos o con presencia en el comité de empresa tienen legitimación inicial (Art. 8.2 LOLS) y, por tanto, derecho a intervenir en las negociaciones. Y es que, «forma parte del contenido esencial de la (libertad sindical) el derecho de los sindicatos a la propia actividad, dentro de la cual la negociación colectiva constituye sin duda el medio primordial de acción»77. Rectamente entendía, sin embargo, la regla expuesta significa más bien que «si negocian las representaciones o Secciones Sindicales, todas ellas tienen derecho, cuando menos, a participar en la designación de los componentes (del) banco social, aun cuando 76 Sobre los problemas que plantea el reconocimiento de legitimación a secciones sindicales de sindicatos más representativos sin considerar su implantación en la empresa o centro de trabajo, véase RODRÍGUEZ-SAÑUDO GUTIÉRREZ, F., «La legitimación para negociar convenios colectivos. El art. 87 (reformado) del Estatuto de los Trabajadores», en RODRÍGUEZ PIÑERO, M. (Coord.), Comentarios a la nueva legislación laboral. El Estatuto de los Trabajadores, Tecnos, Madrid, 1985, pág. 73. 77 STS 18 enero 1993 (RJ 1993, 94). Véanse SSTC 70/1982, de 29 noviembre; 4/1983, de 28 enero; 12/1983, de 22 febrero; 37/1983, de 11 mayo; 59/1983, de 6 julio, 74/1983, de 30 julio; 118/1983, de 13 diciembre; 45/1984, de 27 marzo y 73/1984, de 27 junio. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ pueda ser impracticable, por las limitaciones numéricas, que todas hayan de contar con algún miembro en el mismo, sin que la o las Secciones que por sí solas reúnan la mayoría de los miembros de la representación unitaria puedan designar la Comisión Negociadora, excluyendo de dicha designación a las restantes secciones sindicales». A su vez, «si la negociación se produce con los representantes unitarios la designación de los componentes del banco social ( ) deber ser proporcional al índice de representatividad que cada sindicato tenga en aquella representación electiva»78. 3.2.2. La legitimación del sindicato más representativo El derecho a la negociación colectiva es un típico derecho de actividad del sindicato que forma parte del contenido esencial de la libertad sindical. El derecho de libertad sindical en su faceta colectiva «no se agota en los aspectos meramente organizativos o asociativos, expresamente aludidos en el art. 28.1 CE», sino que comprende también «el derecho de los sindicatos (a) ejercer aquellas actividades que permitan la defensa y protección de los trabajadores»79 en cuanto «elemento teleológico que forma parte del contenido esencial de la libertad sindical»80 y «que, por contribuir de forma primordial a que el sindicato pueda desarrollar las funciones a las que es llamado por el art. 7 de la Constitución, constituyen el núcleo mínimo e indisponible de la libertad sindical, sin el cual este derecho no sería recognoscible»81. STC 137/1991, de 20 junio. SSTC 40/1985, de 13 marzo, 39/1986, de 31 marzo, 30/1992, de 18 marzo, STC 94/1995, de 19 junio, STC 168/1996, de 29 octubre. 80 STC 37/1983, de 11 mayo. 81 STC 30/1992, de 18 marzo. El origen de la doctrina se halla en STC 70/1982, de 29 noviembre, aunque las resoluciones más representativas son SSTC 118/1983, de 13 diciembre; 39/1986, de 31 marzo; 51/1988, de 22 marzo y 95/1996, de 29 mayo. 78 79 De este modo, entre los derechos de las organizaciones sindicales en el ejercicio de la libertad sindical, el art. 2.2 d) LOLS identifica «el ejercicio de la actividad sindical en la empresa o fuera de ella, que comprenderá, en todo caso, el derecho a la negociación colectiva, al ejercicio del derecho de huelga, al planteamiento de conflictos individuales y colectivos y a la presentación de candidaturas (a las elecciones para órganos unitarios), en los términos previstos en las normas correspondientes». Esta remisión final a lo previsto en las normas correspondientes conduce, en primer lugar, a la propia LOLS, cuyo art. 6.3 b) dispone que «las organizaciones que tengan la consideración de sindicato más representativo ( ), gozarán de capacidad representativa a todos los niveles territoriales y funcionales para ( ) la negociación colectiva, en los términos previstos en el Estatuto de los Trabajadores». La legitimación para intervenir en la negociación colectiva resulta, pues, un atributo o corolario de la mayor representatividad. Lo que no obsta para que las organizaciones sindicales que sin ser más representativas obtengan en un ámbito territorial y funcional específico el 10 por 100 o más de delegados de personal y miembros de comité de empresa y de los correspondientes órganos de las Administraciones públicas, resulten también legitimadas para ejercitar, en dicho ámbito funcional y territorial, funciones y facultades características de la mayor representatividad, entre ellas, la negociación colectiva «de acuerdo con la normativa aplicable a cada caso» (Art. 7.2 LOLS). Y, en segundo término, la remisión lleva también al art. 87 ET que, por una parte, reconoce la legitimación inicial de los sindicatos que tengan la consideración de más representativos a nivel estatal o de Comunidad Autónoma, incluida la llamada legitimación adicional o especial de los sindicatos más representativos de Comunidad Autónoma en convenios de ámbito esta- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 65 ESTUDIOS tal82, y, por otra, consagra el derecho de «todo sindicato, federación o confederación sindical, y (de) toda asociación empresarial que reúna el requisito de legitimación, ( ) a formar parte de la comisión negociadora» (Art. 87.5 ET). Se trata, no obstante, de previsiones legales de interpretación y alcance dudoso y litigioso. La primera, porque, además de la serias reservas de constitucionalidad que plantea83, permite en la práctica la participación en la negociación de un convenio de sector de ámbito estatal no solo de sindicatos de Comunidad Autónoma con de escasa o ninguna representatividad en el ámbito funcional del convenio dentro de la correspondiente Comunidad, sino incluso de sindicatos 82 A tenor del art. 87.4 ET «estarán legitimados en los convenios de ámbito estatal: los sindicatos de Comunidad Autónoma que tengan la consideración de más representativos conforme a lo previsto en el apartado 1 del artículo 7 (LOLS) y las asociaciones empresariales de la Comunidad Autónoma que reúnan los requisitos señalados en la disposición adicional sexta (ET)». Adviértase que esta redacción procede la reforma ordenada por Ley 11/1994, de 19 mayo. Hasta entonces el reconocimiento de esta legitimación adicional exigía que el sindicato en cuestión contase en la correspondiente Comunidad Autónoma y en el ámbito funcional del convenio con el 15 por 100 de representantes unitarios. Sobre la regla anterior a la reforma, que contrataba con los requisitos de la mayor representatividad de los sindicatos de Comunidad Autónoma exigidos por el art. 7.1 LOLS, véase ESCUDERO RODRÍGUEZ, R., «Sindicatos de Comunidad Autónoma y negociación colectiva en el ámbito estatal», Documentación Laboral, núm. 34, 1991. Sobre el alcance la señalada reforma, que termina atribuyendo una legitimación inicial sin consideración a la representatividad real de las organizaciones sindicales (y empresariales) beneficiadas en el ámbito de que se trate, véase, SOLANS LATRE, M. A., El ejercicio de la legitimación para negociar convenios colectivos, cit, págs. 179 y ss. 83 Véase FERNÁNDEZ LÓPEZ, M.F., «De nuevo sobre la mayor representatividad: asociaciones patronales, procedimiento de elección de los representantes legales de los trabajadores; negociación colectiva», en ALONSO OLEA, M., Jurisprudencia constitucional sobre trabajo y Seguridad Social, tomo VII (1989), Civitas, Madrid, 1987, ref. 390. 66 más representativos de Comunidad Autónoma sin verdadera implantación en ésta al haber adquirido su representatividad por irradiación84. Por su parte, el derecho de toda organización sindical «que reúna el requisito de legitimación» a participar en la negociación de un convenio colectivo (Art. 87.5 ET) plantea directamente la cuestión relativa a la posible exclusión de las negociaciones de un sindicato más representativo. Sin embargo, parece consecuencia del precepto citado que si uno de estos sindicatos quiere intervenir en la negociación del convenio colectivo, su exclusión constituiría atentado a su libertad sindical, que, en principio, privaría de eficacia al convenio negociado85. Y ello, incluso en el caso de que se trate de la revisión de un convenio en cuya negociación el sindicato no quiso intervenir86. Otra cosa todavía más problemática, si cabe es que tal participación haya de concretarse luego «en proporción a Sobre la cuestión, amplia y críticamente, SOLANS LATRE, M. A., El ejercicio de la legitimación para negociar convenios colectivos, cit., págs. 183 y ss. 85 En este sentido, SSTC 73/1984, 235/1985, 187/1987, 108/1989, 137/1991, 105/1992, 208/1993; ATC 1074/1988. En la jurisprudencia ordinaria, entre otras STS 18 enero 1993 (RJ 1993, 94). Adviértase, no obstante, que en ocasiones el pronunciamiento del TC se ha limitado a reconocer el derecho de conformidad con su contenido constitucional (art. 55 LOTC), pero sin otorgar a esta declaración eficacia retroactiva y manteniendo la validez jurídica de las situaciones producidas. Así, en STC 137/1991, donde se discute sobre un convenio para los años 1987, 1988 y 1989 en cuya negociación se posterga a CC.OO. , y es que otra solución «podría generar repercusiones económicas y imprevisibles y afectar a la seguridad jurídica respecto de relaciones laborales que han estado sujetas al convenio controvertido y se han regido por él». También en STC 73/1984. 86 En estos casos habrá que distinguir, sin embargo, entre revisión del convenio que implica una auténtica nueva negociación, bien que materialmente limitada y mera ejecución de lo inicialmente pactado de manera análoga a como actúan las comisiones que nacen del convenio: seguimiento, solución de conflictos, etc. Véase SAN 27 octubre 1989. 84 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ (la) representatividad» de los sujetos inicialmente legitimados (Art. 88.1.2º ET). 3.2.3. La determinación de la representatividad sindical En la medida en que la legitimación negocial de los representantes de los trabajadores y de los empresarios se define y concreta a partir de la noción de representatividad, cobra especial interés la correcta comprensión de lo que ésta sea. Respecto de la representatividad sindical, el art. 6.2 LOLS reconoce la condición de sindicatos más representativos a nivel estatal a aquellos que «acrediten una especial audiencia, expresada en la obtención, en dicho ámbito del 10 por 100 o más del total de delegados de personal de los miembros de los comités de empresa y de los correspondientes órganos de las Administraciones públicas», pero también a «los sindicatos o entes sindicales, afiliados, federados o confederados a una organización sindical de ámbito estatal que tenga la consideración de más representativa». Igualmente, y a tenor del art. 7.1 LOLS, son sindicatos más representativos a nivel de Comunidad Autónoma los que en dicho ámbito que acrediten en el mismo una especial audiencia expresada en la obtención de, al menos, el 15 por 100 de los representante unitarios, siempre que cuenten con un mínimo de 1.500 representantes y no estén federados o confederados con organizaciones sindicales de ámbito estatal, y los sindicatos o entes sindicales afiliados, federados o confederados a una organización sindical de ámbito de Comunidad Autónoma que tenga la consideración de más representativa. Así definida, la representatividad sindical puede determinarse fácilmente mediante copia auténtica de las actas electorales, certificación de los resultados electorales y, en su caso, certificación acreditativa de capacidad representativa de los sindicatos expedidas por la oficina pública dependiente de la auto- ridad laboral que actúa como fedataria en los procesos de elección de órganos de representación de los trabajadores en las empresa (Arts. 67 y 75 ET y concordantes). Por otra parte, y tanto en el caso de las representaciones sindicales como en el de las empresariales, el ET silencia toda indicación respecto del momento en que los requisitos de legitimación y capacidad deban reunirse. En principio, como tal podría tomarse tanto el de la promoción de la negociación del convenio (Art. 89.1 ET87), el de la constitución de la Comisión Negociadora lo que, conforme al art. 89.2 ET, deberá acontecer en el plazo máximo de un mes a partir de la recepción de la comunicación, e incluso el momento de la firma del convenio. No obstante, la jurisprudencia señala con reiteración que el momento fundamental para determinar el nivel de representatividad de sindicatos y asociaciones intervinientes en la negociación colectiva es aquel en que se constituye la Comisión negociadora88, sin que, como matiza STS 9 marzo 1994 (RJ 1993, 2218), sea posible subsanar el defecto con posterioridad al inicio de las negociaciones89. Téngase presente, además, que el trasvase de representación no tiene ningún efecto sobre el cálculo de la representatividad a es- 87 A tenor del art. 89.1 ET «La representación de los trabajadores, o de los empresarios, que promueva la negociación, lo comunicará a la otra parte, expresando detalladamente en la comunicación, que deberá hacerse por escrito, la legitimación que ostenta de conformidad con los artículos anteriores, los ámbitos del convenio y las materias objeto de negociación». Además, de esta comunicación se envía copia, a efectos de registro, a la autoridad laboral correspondiente en función del ámbito territorial del convenio. 88 El momento en que ha de existir y probarse la legitimación es el del inicio de las negociaciones del convenio colectivo, como se afirma en SSTS 23 noviembre 1993 (RJ 1993, 8933), 9 marzo 1994 (RJ 1994, 2218) y 25 mayo 1996 (RJ 1996, 4674), entre otras. 89 Además de las citadas en nota anterior, véanse SSTS 7 julio 1997 (RJ 1997, 6251) y 25 mayo 2006 (RJ 2006, 3791). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 67 ESTUDIOS tos efectos. Claramente resulta así del art. 12. 3 Reglamento de elecciones aprobado por RD 1844/1994, de 9 septiembre, a cuyo tenor «el cambio de afiliación del representante de los trabajadores, producido durante la vigencia del mandato, no implicará la modificación de la atribución de resultados»90. Otra cosa es que se produzca una integración o fusión de sindicatos, en cuyo caso «los resultados electorales de los que se integran serán atribuidos al que acepta la integración» (Art. 12.4 RD 1844/1994). Conviene insistir en que tratándose de convenios de ámbito superior al de empresa la legitimación se atribuye ex lege a las organizaciones sindicales, con exclusión de otras formar de articulación de los intereses unitarios de los trabajadores. Este «monopolio sindical» en las unidades sectoriales91 plantea diversas cuestiones. En primer lugar, la de su intrínseca constitucionalidad, si bien ya el Tribunal Constitucional advirtió muy tempranamente que la legitimación exclusiva a favor de las organizaciones sindicales para la negociación colectiva en el ámbito supraempresarial es congruente con el alto rango del derecho de libertad sindical92. Igualmente se cuestionó en algún momento si los independientes pueden o no apoderar a los sindicatos independientes para incrementar la representatividad de éstos, aunque también aquí la respuesta parece negativa93. En relación con esto último, y aceptada la presencia exclusiva de las organizaciones sindicales en la mesa negociadora, también podría discutirse si para determinar el reparto de puestos conforme a la representatividad de cada organización sindical se ha de atender al total de De la «proscripción de trasvases que puedan alterar, desnaturalizándolos, los resultados de las elecciones sindicales» se ocupa ATC 159/1998. Véase, entre otras, STS 6 abril 1997. 91 OJEDA AVILÉS, A., Derecho Sindical, cit., pág. 735. 92 STC 4/1983, de 28 enero, STC 12/1983, de 22 febrero. 93 STC 12/1983, de 22 febrero. 90 68 representantes unitarios o debe excluirse a los independientes; si bien, parece que debe imponerse la primera opción; sobre todo porque el mismo art. 88.1.2º ET expresamente exige, sin matiz, ni reserva, que la comisión negociadora se constituya por organizaciones sindicales que «representen como mínimo ( ) a la mayoría absoluta de los miembros de los comités de empresa y delegados de personal». 3.2.4. La determinación de la representatividad patronal La determinación de la representatividad de las organizaciones empresariales también suscita interesantes interrogantes. Sabido es que en los convenios de ámbito supraempresarial la legitimación inicial se reconoce a aquellas asociaciones empresariales que «en el ámbito geográfico y funcional del convenio cuenten con el 10 por 100 de los empresarios ( ) siempre que éstas den ocupación a igual porcentaje de los trabajadores afectados» (Art. 87.3 ET). Esto es, la implantación de cada organización empresarial «pondera de forma acumulativa ( ) el número de empresas asociadas y los trabajadores empleados por éstas»94, doble condicionamiento plenamente justificado por la necesidad de «lograr un equilibrio ponderado entre las empresas del sector para que no se dé un predominio excesivo de las empresas de plantilla amplia sobre las de plantilla reducida, ni de éstas sobre aquellas»95. El problema aquí estriba en la inexistencia de un mecanismo fiable y objetivo de me- 94 La STS 21 noviembre 2005 (RJ 2006, 684) precisa que para determinar la concreta legitimación de los representantes del banco empresarial, se ha de computar no solo aquellos empresarios que ejerzan su actividad en la totalidad del ámbito funcional y geográfico, sino también la de cualquier empresario que en el ámbito territorial se dedique a alguna de las actividades que integran en marco funcional del Convenio. 95 STS 15 febrero 1993 (RJ 1993, 1164). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ dición de estos datos, aparte de que el dinamismo característico de la creación y desaparición de empresas hace extremadamente dificultoso cifrar ante cada intento negociador la legitimación simple y, sobre todo, la plena, de las asociaciones empresariales concurrentes. La STS 25 enero 2001 (RJ 2001, 2065) se hace eco de ello razonando que la justificación del nivel de representatividad de las asociaciones empresariales ofrece serias dificultades en la mayoría de las ocasiones pues, a diferencia de lo que sucede con los sindicatos, en este ámbito empresarial ni se celebran elecciones a representantes ni existe un archivo público capaz de ofrecer datos fiables y objetivos sobre la representatividad de una determinada asociación empresarial. Además, tampoco la disposición adicional 6ª ET «arroja demasiada luz sobre el problema para disipar las dudas que plantea, pues se limita a fijar los topes mínimos de representatividad de las asociaciones empresariales a distintos niveles, pero no señala los medios para cuantificar tal representatividad». Por ello, y a fin de «salvar esa laguna se ha acudido a la técnica de presumir que, en principio, quienes hayan negociado un convenio colectivo, reconociéndose recíprocamente como interlocutores, gozan de la legitimación y representatividad suficientes para negociar en los respectivos niveles, invirtiendo la carga de la prueba de manera que quien niegue alguna de esas cualidades habrá de demostrar que carece de ellas la asociación empresarial de que se trate, y no pesa sobre la demandada el gravamen de probar la representatividad que se le niega»96. 96 En el mismo sentido, entre otras, SSTS 21 marzo 2002 (RJ 2002, 3812), 18 diciembre 2002 (2003, 2344), 27 abril 2000 (RJ 2000, 4253), 3 marzo 1998 (RJ 1998, 2072), 14 mayo 1998 (RJ 1998, 4651), 14 febrero 1996 (RJ 1996, 1017), 5 octubre 1995 (RJ 1995, 8667), 17 junio 1994 (RJ 1994, 5445). Por descontado, cuando se acredita la ausencia de representatividad en quien ha negociado, la sentencia ha de proclamar que no existe verdadero convenio colectivo; por todas, SAN 5 octubre 2004 (AS 2004, 3428). Esta construcción jurisprudencial hace recaer en quien impugna la carga de la prueba sobre la falta de legitimación de quienes han negociado un convenio estatutario publicado en el oportuno boletín oficial, entendiendo que su apariencia de legalidad viene respaldada por la intervención de la autoridad laboral, a quien incumbe su control mediato o indirecto; surge así una especie de círculo cerrado: a quien negocia se le presume la legitimación y se la concede su interlocutor 97. Probablemente tal criterio ha acabado por generar una coraza protectora excesiva, posibilitando la negociación de convenios con eficacia general en casos difíciles, al tiempo que presupone un papel de la Administración Laboral más protagónico que el diseñado por el legislador. Que la situación resultante ofrezca seguridad, y cierta comodidad a los agentes sociales más representativos, no debe impedir que se observe con espíritu crítico 98, lo que tampoco significa sostener su inconstitucionalidad o falta de argumentos 99. 97 En la STS 3 abril 2006 (RJ 2006, 5307) hay una inmejorable condensación de la posición acogida por la jurisprudencia: «la legitimación de la asociación empresarial demandada, única que negoció, ha de presumirse conforme a nuestra expuesta doctrina del hecho de la negociación, habiendo sido reconocida como interlocutora válida por la otra parte contratante». 98 La STS 25 mayo 2006 (RJ 2006, 3791) resume, con naturalidad, la principal consecuencia práctica de la construcción reseñada: en la impugnación de un convenio estatutario corresponde al impugnante acreditar los vicios que alega, pues estos son hechos constitutivos de su pretensión y la naturaleza especial de dichos convenios, que exigen la intervención de la autoridad laboral, a quien corresponde el control mediato o indirecto sobre su legalidad, les dota de una apariencia de validez sólo desvirtuable por prueba a cargo de quien lo impugna. 99 La STS 21 marzo 2002 (RJ 2002, 3812) realiza una brillante exposición de los mismos, concluyendo que el reconocimiento mutuo entre los interlocutores sociales y el subsiguiente control oficial de la legalidad del convenio colectivo, trámite que puede ser solicitado a la autoridad laboral por los «representantes legales o sindicales de los trabajadores o de los empresarios que sostuvieran la ilegalidad del mismo», asignan a las partes negociadoras una posición diferenciada de la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 69 ESTUDIOS Esta actitud conservacionista de nuestros tribunales, que ha acabado calando en la práctica totalidad de la doctrina, reaparece cuando se trata de asignar consecuencias a los supuestos en que el convenio colectivo se ha suscrito sin que concurran los requisitos de legitimación y representatividad expuestos. La interminable polémica sobre la dual naturaleza del convenio reaparece aquí, de manera implícita, prefiriéndose la vertiente contractual sobre la normativa: en lugar de afirmar que el convenio carece de validez (como se haría respecto de cualquier norma emanada de sujeto incompetente) se abraza su validez como convenio de carácter extraestatutario100. ¿Realmente esa es la solución más acorde con el relevante papel que se asigna al convenio en nuestro sistema de fuentes? Es como si se dijera que un Real Decreto-Ley aprobado por el Gobierno es nulo como norma con rango de Ley, pero válido en cuanto manifestación del poder reglamentario. Sin perjuicio del fundamento y vigencia de esos criterios101, también habrá que considerar que la modificación del tenor del art. 88.1.2º ET por Ley 11/1994, de 19 mayo, pue- que tienen los sujetos no participantes; esta posición diferenciada puede servir de justificación a un distinto tratamiento de las partes negociadoras a efectos de acreditación caso por caso de su representatividad, por lo que debe entenderse que tal trato distinto está basado en un criterio objetivo y razonable. 100 La doctrina se enuncia afirmando que la anulación de un convenio por falta de legitimación supone solo la expulsión del mismo del grupo de los convenios de naturaleza estatutaria, sin necesidad de una expulsión radical si se cumplen las exigencias de negociación común, de tal modo que el convenio pueda mantener la eficacia residual del pacto extraestatutario. En cierto modo pues la acción de anulabilidad del convenio es una acción de simulación, que denuncia el convenio estatutario como una apariencia, y cuya estimación no excluye la eficacia del negocio «verdadero y lícito» subyacente (Art. 1276 del C.Civil). Por todas, SAN 18 diciembre 2003 (JUR 2004, 205566). 101 Véase, últimamente, STS 3 abril 2006 (RJ 2006, 5307). 70 de ofrecer alguna otra solución. Y es que, frente a la redacción del primitivo art. 88.1. 2º ET, que cifraba la legitimación plena empresarial en el hecho de que las asociaciones empresariales representasen «a la mayoría de los empresarios afectados por el convenio», el ET exige ahora que dichas organizaciones asocien a la mayoría de empresarios que en conjunto «ocupen a la mayoría de los trabajadores afectados por el Convenio». Y este último dato resulta más fácil de medir, por ejemplo acudiendo al Fichero General de Afiliación de la TGSS. Desde otro punto vista, debe subrayarse que el art. 87. 3 ET atribuye legitimación inicial a las asociaciones de empresarios que lo sean en el sentido del art. 1.2 ET, esto es, empresarios laborales porque dan ocupación a trabajadores que prestan para ellos sus servicios bajo dependencia y por cuenta ajena a cambio de una retribución. Por tanto, es obvio que ni tienen legitimación, ni pueden intervenir en la negociación de un verdadero convenio colectivo asociaciones integradas sólo por trabajadores autónomos que no emplean a trabajadores asalariados. El convenio colectivo está llamado a convertirse en norma reguladora de las condiciones de trabajo asalariado en su ámbito personal, geográfico y funcional, por lo que ninguna razón tiene la intervención en su génesis de quienes no son empleadores y, por tanto, de ningún modo van a quedar vinculados por el mismo pues no dan empleo a trabajadores asalariados. En la práctica, sin embargo, la presencia de esta clase de asociaciones en la negociación de un convenio no es enteramente desconocida102. No obstante, la intervención de este tipo de asociaciones empresariales en la negociación de un convenio no debería provocar su Por ejemplo, Primer Convenio Colectivo para el personal asalariado del sector de Auto-taxi de los Illes Balears. Sobre éste STSJ Baleares 29 enero 1998 [AS 1998, 176]). 102 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ nulidad si, excluidas las mismas del cómputo, los demás sujetos negociadores reúnen los requisitos de legitimidad simple y plena impuestos por los arts. 87 y 88 ET; bien entendido que el convenio colectivo carece de rango normativo bastante para extender al ámbito del trabajo autónomo soluciones laborales. ximo de 12 miembros por bando se constituya por el empresario o sus representantes y por los representantes de los trabajadores, que esta representación de los trabajadores, cualquiera que sea su naturaleza sindical o unitaria, sume la mayoría del comité de empresa y que «ambas partes se reconozcan como interlocutores» (Art. 87.1 in fine ET). 4. LEGITIMACIÓN PARA NEGOCIAR Y ELECCIÓN DE LAS UNIDADES DE NEGOCIACIÓN Más interrogantes suscitan, sin embargo, los convenios de franja. Sobre todo porque exigen la previa delimitación de su concreto ámbito subjetivo104. Por eso el art. 87.1 ET una vez supuesta la legitimación inicial de los representantes unitarios y sindicales, exige, en regla que en rigor trata de la legitimación plena o negociadora y que quizá debería aparecer en el art. 88 ET105, que «los trabajadores incluidos en su ámbito» adopten en asamblea un acuerdo expreso de designación, a efectos de negociación, de las representaciones sindicales con implantación en tal ámbito». Cuando esta concreta regla se incumple, el convenio colectivo será extraestatutario, con independencia de la implantación que posea el sindicato que lo haya negociado106; aunque un sindicato tenga mayoría absoluta de afiliados (entre el colectivo del ámbito funcional constituido por la «franja») debe cumplimentar los trámites de referencia para que la empresa venga obligada a reconocerle la legitimación negocial pues lo contrario sería confundir los conceptos de implantación y legitimación107. Las reglas sobre legitimación de los arts. 87 y 88 ET suponen la existencia de unos agentes sociales a los que la Constitución (Art. 37.1) y las leyes (ET, LOLS) reconocen en abstracto el derecho a la negociación colectiva. Dicho reconocimiento no basta, sin embargo, para permitir a todas las organizaciones la intervención en cualquier negociación colectiva, ni para que puedan concluir válidamente el contrato que da vida al convenio colectivo. Para que ocurra esto último, aquellas deben estar suficiente y adecuadamente implantadas en la correspondiente unidad de negociación. La ordenación legal de la legitimación negocial de los sindicatos es razonable puesto que no excluye de la negociación a quienes tienen una implantación específica en el ámbito del convenio103. 4.1. Convenios de empresa En el caso de los convenios de empresa, la cuestión no plantea excesivas dudas: va de suyo que por un lado negociará con plena legitimación el propio empresario y, por otro, una representación de sus trabajadores, ya sea ésta unitaria o sindical. Y siendo así, bastará para que su negociación fructifique con que la comisión negociadora integrada por un má- 103 STC 57/1989, de 16 marzo, FJ nº 2 b) (Ponente, Díaz Eimil). 104 NOGUEIRA GUASTAVINO, M., Sindicato y negociación colectiva de franja, Tirant Lo Blanc, Valencia, 2001, pág. 267. 105 SOLANS LATRE, M. A., El ejercicio de la legitimación para negociar convenios colectivos, cit., pág. 18. 106 La STS 21 febrero 2006 (RJ 2006, 1903) aborda el convenio de RENFE y el SEMAF; puesto que los pactos extraestatutarios no pueden regular condiciones de empleo o de trabajo con proyección general para todos los trabajadores del ámbito funcional de aplicación, cuando se desborda ese límite (como es el caso) surge la nulidad de las cláusulas afectadas. 107 En STS 7 octubre 2004 (RJ 2004, 6553) se acoge ese punto de vista, al hilo de la pretendida negociación REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 71 ESTUDIOS 4.2. Convenios supraempresariales En cualquier caso, los problemas aparecen en toda su extensión cuando se trata de convenios de ámbito supraempresarial. Y ello porque tanto la legitimación inicial de los sindicatos que no sean más representativos (Art. 87.2 c ET) y la de las organizaciones empresariales, como la legitimación plena de todos los sujetos colectivos intervinientes se condiciona a su implantación real y demostrada en el concreto ámbito geográfico y funcional en el que se pretende imponer la vigencia del convenio. Y es precisamente en dicho ámbito donde los sujetos con capacidad plena para negociar pueden conformar válidamente una unidad de negociación. 4.3. Grupos de empresa En fin, lo que se dice aprovecha especialmente al supuesto de la negociación colectiva en unidades empresariales complejas, como los grupos de empresas108, en las que, por una parte, «no negocia un único empresario, como persona física o jurídica, también única, sino un conjunto empresarial dotado de una cierta unidad de dirección o de actuación, pero integrado por distintas personas que, aunque puedan constituir un grupo con homogeneidad en su actuación en el ámbito laboral, siguen siendo formalmente centros de imputación jurídica distintos»109, y, por otra, las «peculiaridades y rasgos específicos de la unidad negocial (aconsejan) la necesidad de que la representación contractual de los trabajadores sea asumida directamente de convenio de franja para los pilotos de helicópteros: al SEPLA están afiliados 40 de los 79 existentes, pero no se ha cumplimentado la actuación marcada por la Ley. 108 SSTS 27 abril y 30 octubre 1995 (RJ 1995, 3273 y 7930). 109 STS Sala General 21 diciembre 1999 (RJ 1999, 528). También SSTS 28 febrero 2000 (RJ 2000, 2246), 9 mayo 2001 (RJ 2001, 5201), SAN de 23 mayo 2003 (AS 2003,3876). 72 por los Sindicatos, dada la notoria dificultad de que sea ejercitada por los órganos de representación unitaria de aquéllas, o por secciones sindicales, siempre claro está, que el sindicato correspondiente acredite unos niveles adecuados de implantación y representatividad»110. La solución se acuñó a la vista de los problemas suscitados en la negociación de convenios colectivos para Administraciones Públicas y pretende salvar las dificultades que surgen cuando se aplican globalmente las reglas contempladas en el ET para convenios de uno u otro ámbito; al margen del juicio que merezca, la doctrina sólo puede aplicarse cuando concurra el presupuesto fáctico de referencia, alusivo a la complejidad del ente negociador111. Hay que llamar la atención sobre el criterio mixto que la jurisprudencia acoge, pues significa que al mismo convenio se le aplican, a la vez reglas, para los de empresa y para los supraempresariales («la integración de la comisión negociadora no puede obtener un tratamiento jurídico homólogo»): al empleador se le trata como tal («la unidad de dirección y el carácter público de las entidades que han de negociarlo obsta a que pueda ser STS 15 diciembre 1994 (RJ 1994, 4436). En STS 15 diciembre 1994 (RJ 1995, 4436) se habla de «diferentes y números centros de trabajo, de muy dispar naturaleza y actividad, que presentan una gran dispersión geográfica y funcional»; las SSTS 30 abril y 21 junio 1996 (RJ 1996, 3623 y 5221) se refieren a «la multiplicidad de organismos afectados por el convenio y de sus centros de trabajo, hace frecuentemente difícil la intervención negociadora de las representaciones unitarias o de las secciones sindicales». La STS 24 abril 2001 (RJ 2001, 4879) explica que se necesita por tanto, un complejo organizativo plural con una dirección común, con personas jurídicas que ostentan posiciones empresariales independientes y, un grado de complejidad significativo. La STS 6 mayo 2004 (RJ 2004, 4396) aplica la anterior doctrina y concluye que las notas referidas no concurren en la empresa Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos, SA., por lo que tampoco existe el derecho de los sindicatos a que operen las reglas de legitimación propias de ámbitos supraempresariales (pretensión del sindicato demandante). 110 111 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ asumida su representación por asociaciones empresariales») y a los representantes de los trabajadores como si estuviéramos en ámbito sectorial («en estos peculiares supuestos la legitimación para negociar [ha de ser] la conferida a los sindicatos para los convenios de ámbito superior al de empresa»)112. No en vano el voto particular que se formuló a la STS 21 diciembre 1999 (RJ 2000, 528) considera que la solución es demasiado creativa y compleja, habiendo sido preferible la aplicación de las reglas propias del convenio de empresa (solución «más flexible y menos restrictiva de la autonomía colectiva»). 4.4. Visión conjunta En el plano teórico la idea es sencilla: como libertad para fijar el ámbito del convenio «no puede ser entendida en términos absolutos, sino en relación con la unidad negocial de que se trate y a la representatividad que ostentaren las partes intervinientes en la negociación»113, habrá que concluir que «la unidad de negociación determina la legitimación y esta última a su vez delimita la elección de la unidad de negociación»114. Esto es, «los convenios colectivos tendrán el ámbito de aplicación que las partes acuerden» (Art. 83.1 ET) siempre que éstas estén legitimadas, según lo dispuesto en los arts. 83.2; 87 y 88.1 ET para convenir en dicha unidad115. Además, siquiera sea de manera implícita, el propio ET prefigura unas unidades de negociación típicas al concretar los requisitos de legitimación. Éstas serían, por 112 Por todas, SSTS 21 junio 1996 (RJ 1996, 5221) y 10 octubre 2005 (RJ 2005, 9969). 113 STS 28 octubre 1996 (RJ 1996, 7797). Véanse también SSTS 23 junio 1994 (RJ 1994, 5470), 19 diciembre 1995 (RJ 1995, 9315), 2 diciembre 1996 (RJ 1996, 8991), STS de 3 mayo 2006 (RJ 2006, 3032). 114 SOLANS LATRE, M. A., El ejercicio de la legitimación para negociar convenios colectivos, cit., pág. 20. 115 ALONSO OLEA, M. y CASAS BAAMONDE, M.E., Derecho del Trabajo, Civitas, Madrid, 2002, pág. 833. un lado, la empresa, sus centros de trabajo o unidades inferiores, incluido en su caso el convenio de franja116; y, por otro, unidades sectoriales configuradas en la práctica sobre todo a nivel provincial y estatal según el modelo de la negociación colectiva preestatutaria. Quizá por ello, la problemática de la identificación de las unidades de negociación en función de la legitimación de los sujetos colectivos intervinientes ha terminado desplazándose hacía la amplitud y límites de su poder para acotar en cada unidad de negociación los ámbitos del convenio. Y es que, como en su momento postulara STS 20 septiembre 1996 (RJ 1996, 6889), el principio en virtud del cual los convenios colectivos tendrán el ámbito de aplicación que las partes acuerden no es una regla «incondicionada, sino que está sometida a determinadas limitaciones que se relacionan ( ) con exigencias de objetividad y estabilidad». 116 Como recuerda Señala STS 17 mayo 2004 (RJ 2004, 4969), «la figura del convenio de franja está admitida en el artículo 87.1.2º del Estatuto de los Trabajadores y por la doctrina del Tribunal Constitucional». En particular, STC 136/1987, de 22 julio, considera «el principio de igualdad no obliga, desde luego, a perfilar la unidad de negociación con todos los trabajadores de una Empresa o de un ámbito geográfico y funcional determinado y, por lo mismo, no impide que determinados grupos de trabajadores que cuenten con suficiente fuerza negociadora pacten por separado sus condiciones de empleo, si es que consideran que, por sus singulares características o por otras circunstancias relevantes para la prestación de sus servicios, esa es la mejor vía para la defensa de sus intereses». Lo que impide el artículo 14 CE es la exclusión de la unidad de negociación de trabajadores que están comprendidos en ella de acuerdo con los criterios objetivos, pero que se excluyen contra su voluntad por la precariedad de su empleo o por la modalidad de su contrato de trabajo, pues en estos casos «la exclusión puede no ser el fruto de una mera ordenación de la negociación colectiva en virtud de la facultad concedida a las partes por el ordenamiento, sino más bien una vía para imponer injustificadamente condiciones de trabajo peyorativas a los trabajadores afectados». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 73 ESTUDIOS 4.5. Límites a la configuración del ámbito aplicativo Frente a soluciones judiciales propuestas en otros momentos117, el atenimiento a criterios objetivos en la determinación de la unidad de negociación, que implica el cumplimiento de las reglas sobre legitimación, se configura como criterio adecuado para delimitar las unidades atípicas o artificiales de negociación118. De este modo, «las partes tienen reconocida la facultad de establecer unidades de negociación que no tienen por qué venir acomodadas a una previa definición legal, siempre que lo hagan respetando las exigencias constitucionales del principio de no discriminación y respetando las exigencias derivadas de los principios que sobre la articulación de la negociación del art. 83.2 ET, las exigencias de legitimación de los arts. 89 y ss. ET o la necesidad de objetivación del ámbito»119. prudencia constitucional y ordinaria ya han puesto de relieve múltiples veces que el principio de igualdad no obliga a perfilar la unidad de negociación con todos los trabajadores de una empresa o de un ámbito geográfico y funcional determinado121. Pero a esa exclusión no puede asimilarse la de aquellos otros grupos de trabajadores que, por la precariedad de su empleo o por la modalidad de su contrato de trabajo, carecen de poder negociador por sí solos y, al mismo tiempo, se ven apartados contra su voluntad del ámbito de aplicación del convenio correspondiente. En este último supuesto, la exclusión puede no ser el fruto de una mera ordenación de la negociación colectiva en virtud de la facultad concedida a las partes por el ordenamiento, sino más bien una vía para imponer injustificadamente condiciones de trabajo peyorativas a los trabajadores afectados122. De lo que se trata en último término es de poder dar vida a una «unidad apropiada de negociación» construida «a partir de criterios de cierta homogeneidad que permitan establecer una regulación uniforme de condiciones de trabajo»120. A estas alturas, la juris- En la misma línea, se ha considerado que la diferenciación entre unos y otros trabajadores por razón de la fecha de ingreso en la empresa, por sí sola, no es fundada ni razonable, de acuerdo con criterios y juicios de valor generalmente aceptados, y, por lo tanto, es contraria al principio de igualdad123. 117 Sobre la exigencia del TCT de razonabilidad, y adecuación a la naturaleza de las cosas en la configuración de la unidad de negociación y definición de los ámbitos del convenio, véase SEMPERE NAVARRO, A.V. y LUJÁN ALCARAZ, J., «Límites a la fijación de unidades de negociación en la jurisprudencia española», cit., págs. 32 y ss. Pese a la aparente superación del criterio, véase STS 20 octubre 1997 (RJ 1997, 8083). 118 Aunque en un primer momento la distinción entre unidades de negociación naturales y unidades artificiales parecía responder a otro criterio (Cfr. STS 20 octubre 1997 [RJ 1997, 8083]), finalmente parece que se trata de otra manera de referirse a la distinción entre unidades típicas y atípicas. El criterio diferenciador sería, pues, la coincidencia o no de la correspondiente unidad con las predeterminadas en los arts. 87 y 88 ET. Véase STS 17 noviembre 1998 (RJ 1998, 9750). 119 STS de 17 julio 2002 (RJ 2004,1864). 120 STS de 3 mayo 2006 (RJ 2006,3032). 121 Por eso, determinados grupos de trabajadores que cuenten con suficiente fuerza negociadora pueden pactar por separado sus condiciones de empleo, si es que consideran que, por sus singulares características o por otras circunstancias relevantes para la prestación de sus servicios, esa es la mejor vía para la defensa de sus intereses. 122 En la STS 28 octubre 2003 (RJ 2003, 8721) puede verse un buen resumen sobre los criterios sentados en tal dirección. 123 Por todas, STC 27/2004 y STS 16 enero 2006 (RJ 2006, 2293). 74 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ANTONIO V. SEMPERE NAVARRO y JOSÉ LUJÁN ALCARAZ RESUMEN Previa identificación de los rasgos principales del modelo español de negociación colectiva, con clara preferencia por el convenio de eficacia normativa y efectos erga omnes, y a partir de la regla estatutaria del art. 83.1 ET según la cual «los convenios colectivos tendrán el ámbito de aplicación que las partes acuerden», se indaga en el estudio sobre la virtualidad real de dicha manifestación de autonomía colectiva. Al hacerlo se alcanza como primera conclusión que ni la elección de la unidad de negociación, ni la fijación de los ámbitos de aplicación geográfico, funcional y personal del convenio que la presuponen, pueden ser operaciones dejadas sin límite ni condicionante al libre ejercicio de la autonomía colectiva: una cosa es que las eventuales restricciones del derecho no estén explicitadas en la norma, y otra muy distinta que no existan. Resulta necesaria, entonces, una interpretación sistemática e integradora del precepto que lo ponga en relación con otras previsiones del mismo cuerpo legal, muy especialmente con las reglas sobre legitimación y capacidad para negociar. Y es que las partes del convenio que, conforme al art. 83.1 ET, pueden decidir su ámbito de aplicación sólo pueden serlo aquéllas que posean suficiente representatividad en el área de relaciones profesionales donde el convenio ha de regir. Por tanto, solo cumpliendo las exigencias que resultan de los arts. 87 y 88 ET los representantes de los trabajadores y de los empresarios pueden constituirse en unidad de negociación y proceder a crear la norma que es el convenio colectivo, delimitando sus ámbitos geográfico, funcional, personal y temporal y llenándolo de contenido. En razón de ello, el estudio se detiene, en primer lugar, en los pormenores de la regulación que los arts. 87 y 88 ET hacen de la representatividad de los sujetos legitimados para negociar convenios colectivos, destacando los principales problemas interpretativos que suscitan. Y, seguidamente, plantea la cuestión principal de la conexión entre legitimación para negociar y la elección de unidad de negociación destacando cómo una y otra se influyen recíprocamente. Pero poniendo también de manifiesto el desplazamiento del interés desde la pura identificación de las unidades de negociación, en buena parte prefiguradas ya en el ET, hacia los límites de éstas para acotar los ámbitos del convenio con respeto a criterios objetivos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 75 Estructura y concurrencia entre convenios colectivos JESÚS CRUZ VILLALÓN* 1. LA ESTRUCTURA NEGOCIAL 1.1. Su complejidad E l análisis de la estructura de la negociación colectiva constituye, sin lugar a dudas, la materia de mayor complejidad dentro del conjunto de la regulación de los convenios colectivos, al menos por lo que afecta a nuestro ordenamiento positivo. En él confluyen factores de diverso origen que dificultan, tanto la comprensión del funcionamiento de la estructura en nuestro ordenamiento jurídico, como la identificación de los factores que con mayor intensidad pueden introducir elementos de razonabilidad del sistema vigente. Ante todo, resaltan las dificultades de tipo jurídico. Éstas, a su vez, encuentran un origen diverso. De un lado, la práctica totalidad de la ordenación legal e incluso convencional relativa a los convenios colectivos incide, con mayor o menor intensidad, sobre la estructura de la negociación colectiva. Es cierto que existen una serie de preceptos directamente dirigidos a diseñar las reglas del juego centrales relacionadas con la estructura, como son las relativas a las unidades de negociación y los principios de solución de las situa- * Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad de Sevilla. ciones de concurrencia o articulación de convenios colectivos. Aunque, igualmente, muchas otras vertientes institucionales de la negociación colectiva confluyen en esta materia: la regulación más o menos amplia de la legitimación subjetiva para negociar convenios colectivos produce una repercusión inmediata sobre la estructura; otro tanto puede afirmarse en relación con el régimen de vigencia temporal del convenio, con su repercusión sobre la estabilidad de las unidades de negociación preexistentes; igualmente podría traerse a colación la dualidad tipológica de convenios colectivos y, en particular, la viabilidad de concurrencia de convenios estatutarios y extraestatutarios, con la consiguiente posibilidad de que los segundos se puedan utilizar como una vía de elusión de las reglas generales de ordenación de la estructura convencional; acumulativamente a lo anterior, el binomio convenios colectivos stricto sensu versus acuerdos de empresa, vía una determinada interpretación del modelo legal, puede alterar los distintos niveles negociales y, sobre todo, la forma de conexión entre ellos; el alcance material del reconocimiento del deber de negociación colectiva, en algunos casos en favor de unos procedimientos negociales en detrimento de otros, también puede favorecer una concreta estructura negocial; el régimen de control judicial o, en su caso, administrativo, de la legalidad de los convenios firmados, puede también influir indirectamente sobre la eficacia aplica- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 77 ESTUDIOS tiva de las reglas de ordenación de la estructura. Habría incluso que ampliar el abanico normativo de referencia, si tomamos en consideración la circunstancia de que el régimen de otras instituciones, en principio ajenas al núcleo normativo de los convenios colectivos, también puede tener su repercusión sobre la evolución de la estructura de la negociación colectiva. Por sólo citar las materias de más directa afectación, se podrían mencionar los siguientes ejemplos: la mayor o menor permisibilidad legal de las huelgas novatorias y, en general, de las medidas de conflicto durante la vigencia de un convenio colectivo; la fórmula legal adoptada en relación con la figura del sindicato más representativo, a través de la cual indirectamente se pueda favorecer a aquellas organizaciones sindicales de implantación general en todo el territorio y en todos los sectores, lo que a la postre pueda incidir sobre la mayor centralización o descentralización de la negociación colectiva; la regulación de las fuentes del Derecho en el ámbito laboral, con particular atención a los criterios generales de solución de la concurrencia entre fuentes, en la medida en que el convenio reciba el tratamiento de fuente y, por extensión, se le atribuyan también tales principios generales de aplicación de las fuentes laborales; el reparto de roles entre el sindicato como asociación de base afiliativa y la representación unitaria en la empresa de base electiva, con atribución o no de competencias compartidas en materia negocial; el reparto de materias entre lo que debe ser objeto de negociación vía convenios y lo que debe ser materia típica de participación en la gestión de la empresa básicamente por la vía de la consulta obligada a los representantes de los trabajadores en la empresa o centro de trabajo por parte de la dirección. Aun en el terreno de los condicionantes de carácter jurídico, debe adelantarse cómo, en el vigente modelo del Estatuto de los Trabajadores, los artículos directamente dirigidos a la ordenación de la estructura negocial son 78 de difícil comprensión en cuanto a la significación y alcance material de su redacción. En algunos casos son el resultado de un método de legislar a través de reformas «aluvionales», en el sentido de que incorporan nuevos sedimentos de reglas, que no hacen desaparecer los precedentes y con los que a veces entran en directa colisión en cuanto a orientación y filosofía general. La presencia igualmente en el mismo texto legal de preceptos diferenciados cuyo ensamblaje no resulta nada fácil, por cuanto que es compleja la labor hermenéutica de precisar el supuesto de hecho aplicativo de cada uno de los preceptos en cuestión, al mismo tiempo que el mandato tiende a ser diverso cuando no opuesto en cada uno de los artículos objeto de comparación. Hay que tener presente al mismo tiempo varios tipos de reglas, por cuanto que, paralelo a los artículos que con carácter general y global tratan el sistema de articulación y concurrencia de convenios colectivos, van a ir surgiendo de forma desperdigada reglas particulares para la regulación de una concreta materia; es decir, junto a las reglas omnicomprensivas del título III del Estatuto de los Trabajadores, aparecen en el título I del propio ET, en otras leyes e incluso en disposiciones reglamentarias prescripciones especiales en lo que afecta a un elemento puntual de la regulación vía convenio del régimen de la relación individual de trabajo, en concreto, habilitando la intervención de un determinado ámbito sectorial de negociación con proscripción del resto. No resulta tampoco nada clara la relación que en esta materia se pretende establecer entre la norma estatal y el convenio colectivo, de forma que no se precisa con nitidez hasta qué punto las reglas estatutarias relativas a la estructura y en particular a la concurrencia constituyen mera norma supletoria alterable por los acuerdos interprofesionales que tienen justamente por objeto la configuración de la estructura en un concreto ámbito o, por el contrario, se contemplan como imperativas a todos los efectos, no alterable ni siquiera por los negociadores vía acuerdos interprofesio- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN nales. Finalmente, van a surgir otras reglas que, si bien formalmente van dirigidas a regular materias de índole diversa por ejemplo, las facultades empresariales de modificación sustancial de condiciones de trabajo por causas económicas o empresariales, sin embargo, en su aplicación práctica producen efectos inmediatos sobre la alteración de lo pactado en un convenio por acuerdo colectivo sucesivo, con la lógica repercusión sobre la estructura negocial; reglas éstas otras que a su vez pueden entrar en colisión con las generales sobre estructura negocial. Desde otras perspectivas de análisis, es obligado también indicar como la configuración y evolución de la estructura de la negociación colectiva en un momento dado responde a factores adicionales a los estrictamente jurídicos. Incluso puede partirse de la premisa de que esos otros factores realmente no son sólo «adicionales», sino que pueden tener un efecto decisivo y más influyente sobre el discurrir práctico de la estructura negocial. Sin poder entrar en mayores pormenores, resulta obvio que factores de tipo económico, de política salarial, de estructura empresarial, de intensidad en las opciones de descentralización productiva, de reparto territorial del mercado de trabajo, de evolución de los sectores productivos, de conformación de las organizaciones de representación de los intereses colectivos, de configuración del poder político del Estado, etc., influyen con fuerza sobre la estructura de la negociación colectiva en su conjunto. Así, por todos se ha destacado como, desde un punto de vista sociológico, se aprecia una fuerte tendencia a la conservación de la estructura negocial existente, al extremo que con un calificativo de clara connotación peyorativa se viene a hablar de «petrificación» de la negociación colectiva. De este modo, puede reconocerse como la estructura de la negociación colectiva se remonta bien atrás en el tiempo, al extremo que los factores históricos poseen una notable incidencia sobre la configuración de la actual estructura. Al menos por lo que refiere a la estructura negocial en España, ésta no puede explicarse simplemente en atención al modelo negocial del Estatuto de los Trabajadores y al sistema constitucional vigente, pues la misma es deudora de tiempos pretéritos; se ha ido conformando a partir de las Bases de Trabajo de la II República y perpetúa en gran medida unidades negociales creadas durante el período franquista, sin perjuicio de que se hayan producido cambios de mayor o menor calado a partir de la entrada en vigor del ET en 1980. En otros términos, se trata de una estructura construida también en clave aluvional, en la que sucesivamente han ido influyendo factores de muy diversa naturaleza y que, como tales, responden a contextos históricos bien diferenciados, cuando no marcadamente contradictorios. Por ello, si el enfoque pretendido es el de la actuación sobre la estructura presente con pretensión de alterarla en una u otra dirección, debe partirse de la realidad de la citada tendencia a la conservación de lo existente y, por tanto, de la dificultad de encontrar cauces efectivos para su alteración. Asimismo, el modelo de negociación colectiva se encuentra estrechamente vinculado al modelo sindical o de asociacionismo empresarial que se consolide en un momento dado en el país. Por simplificación, la presencia de organizaciones sindicales y empresariales fuertes, poco numerosas pero intensamente representativas, con implantación a lo largo de todo el territorio nacional y, sobre todo, con un núcleo central en la cúspide con intenso control del funcionamiento conjunto de la organización tiende a establecer un sistema más centralizado de negociación; en tanto que la situación inversa es más propensa a fórmulas descentralizadas, que pueden manifestarse de distintas formas. Una prueba bien significativa de todo lo anterior podría resumirse en la valoración general del grado de descentralización o centralización de nuestra estructura negocial. En efecto, contemplado desde un punto de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 79 ESTUDIOS vista estrictamente jurídico llegaríamos a la conclusión de que nos enfrentamos a un modelo marcadamente descentralizado. Y, sin embargo, si el panorama se presenta en toda su complejidad, atendiendo a la influencia de factores colaterales, se puede advertir un contraste, que da lugar a una fuerte matización de esa presunta descentralización. En concreto, la atención a las cifras globales de ubicación de la negociación colectiva, muestra cómo el grueso de la negociación en nuestro país se concentra en los convenios provincias sectoriales y en los de empresa, con escasa incidencia de la negociación a nivel nacional. Sin embargo, frente a este dato, que podríamos calificar de puramente formal, podrían traerse a colación otros elementos caracterizadores de nuestro sistema de relaciones laborales que han actuado o están actuando a modo de fuerzas centrípetas, que corrigen y contrapesan este punto de partida notablemente descentralizado y aparentemente carente de coordinación, uniformidad y coherencia. A título meramente ilustrativo y descriptivo se podrían citar los siguientes datos. En primer lugar, la unidad de la política económica desarrollada a nivel nacional desde hace ya unas cuantas décadas, que obviamente influye en la uniformación de los parámetros económicos pactados en las diversas mesas de negociación de los convenios colectivos. En segundo lugar, la atribución al Estado de la competencia exclusiva en materia laboral (art. 149.1.7 CE), con escasa capacidad de que la actuación de las Comunidades Autónomas en materia de ejecución de la legislación laboral pueda tener incidencia directa sobre la estructura de la negociación colectiva; dato éste último que se ve acentuado a partir de un progresivo repliegue también del intervencionismo administrativo en materia laboral, que es justamente donde las Autonomías asumen sus competencias de 80 ejecución; aunque se refiera a un dato externo a la autonomía colectiva, indirectamente influye sobre los marcos negociales, en el sentido de que uniforma la relación Ley-convenio colectivo. En tercer lugar, la concentración de la afiliación, tanto sindical como empresarial en un número reducido de organizaciones de representación colectiva de los intereses respectivos, que además coincide con las organizaciones que actúan a nivel nacional. A mayor abundamiento, en el seno de estas asociaciones, sindicales y quizás en menor medida empresariales, se verifica una fuerte concentración de las decisiones de actividad sindical, siendo sus cúspides de dirección quienes marcan las líneas más relevantes en materia de estrategia de negociación de los convenios. En cuarto lugar, el amplio desarrollo durante los primeros años de implantación del modelo constitucional y de vigencia del Estatuto de los Trabajadores de una amplia experiencia de Acuerdos-Marco de concertación social (Acuerdo Básico de Empleo, Acuerdo Marco Interconfederal, Acuerdo Nacional de Empleo, Acuerdo Interconfederal, Acuerdo Económico y Social), a través de los cuales se condensaban entre las partes las innovaciones principales a introducir en los contenidos de los convenios colectivos en todo el territorio nacional. Si bien es cierto que en un determinado punto, situado en torno a mediados de los años ochenta, esa experiencia se diluyó para desaparecer por completo, quedaron sus efectos uniformadores de la negociación; en concreto, una vez desaparecidos estos Acuerdos, pervivió la práctica de elaboración anual por parte de las cúspides de las Confederaciones Nacionales de indicaciones generales acerca de las exigencias a plantear con cierta homogeneidad en las múltiples mesas de negociación. Posteriormente, esa línea de actuación en la cúspide de fijación de pautas de actuación, a modo de recomendaciones a los negociadores, se retomó a resultas de la nueva hornada de Acuerdos Inter- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN profesionales de Negociación Colectiva, que se inicia a partir del año 2002 y que se prolonga hasta el momento presente. En quinto lugar, la mortecina supervivencia durante bastante tiempo de las Ordenanzas Laborales para los diversos sectores jugaba como factor de uniformidad que suplía la ausencia de convenios sectoriales nacionales, de modo que los convenios provinciales durante mucho tiempo no han ido mucho más allá de actualizar las cifras de los contenidos de las Ordenanzas y de recoger algunas especialidades de adaptación a la provincia. No es casual que en el momento en el que se provoca el proceso de sustitución de las ya derogadas Ordenanzas Laborales, se plantea la conformación de una unidad negocial a nivel nacional, abarcando idéntico ámbito aplicativo de la fenecida Ordenanza. De igual forma, a efectos de poder valorar cuál es la situación efectiva de la estructura que funciona en nuestro sistema de relaciones laborales, se debe ser consciente de la dificultad para efectuar una estimación deductiva de la información oficialmente conocida. De un lado, los datos estadísticos publicados no son de la suficiente fiabilidad, cuando menos por tres razones. Primera razón, porque los datos reflejados en las hojas estadísticas de los convenios pueden resultar de difícil acceso o conocimiento para los propios sujetos que las cumplimentan; dichos datos pueden resultar bastante fiables en las cifras relativas a los convenios de empresa, pero más inseguros en cuanto a los convenios sectoriales, al menos de aquellos sectores integrados por un alto número de empresas cada una de ellas con una reducida ocupación. Segunda razón, porque dichas cifras presentan un mapa estanco de la negociación colectiva, que no permite identificar los lazos de conexión entre los diversos niveles de negociación, de modo que resulta prácticamente imposible adivinar cual es el grado de co- ordinación, articulación o complementariedad entre cada uno de los ámbitos o unidades de los convenios. A título ilustrativo, es bastante habitual que en los datos estadísticos se proceda a efectuar una suma de los trabajadores y empresas afectados por el conjunto de la negociación colectiva; esa suma total puede inducir a error, si se piensa que en algunos ámbitos pueden existir fórmulas de negociación articulada o concurrente, en términos tales que un grupo de trabajadores o empresas sea contabilizado varias veces, al encontrarse incluidos en el ámbito de aplicación de varios convenios colectivos. Tercera razón porque los datos estadísticos reflejan exclusivamente los resultados de la negociación más institucionalizados, es decir, los convenios colectivos que han sido registrados ante y publicados por la autoridad laboral. En sentido inverso, olvidan la riqueza de la negociación que se desarrolla por medio de los acuerdos de empresa cada vez más extendidos, instrumento convencional en auge que para algunas materias se instituyen como un nivel o unidad adicional de negociación colectiva. Unidad que representa no ya sólo una expresión adicional de negociación descentralizada, sino además de una negociación más flexible, dinámica y menos fija en cuanto a su iter temporal. De otro lado, también debe tenerse en cuenta que existe un elevado riesgo de incurrir en análisis «planos» de la estructura negocial, en el sentido de que no se pueda penetrar en la realidad práctica, pues es difícil precisar cuando un concreto texto convencional que figura en las estadísticas, realmente está siendo de aplicación, o bien contiene un clausulado innovador respecto de otro nivel negocial o de la propia normativa estatal, que permita reconocer la presencia de un auténtico proceso negociador, más allá de la formalidad del registro público de un concreto texto. La pluralidad de factores que convergen en la construcción de la estructura provoca REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 81 ESTUDIOS una dificultad singular cuando se pretende, con simplicidad, realizar una comparación entre los diversos sistemas nacionales de negociación colectiva. Nunca es fácil responder a un simple respuesta aseverativa o negativa a la pregunta relativa a si el sistema español es más o menos centralizado que el de cualquier otro país. 1.2. Factores de tensión sobre la estructura A partir de lo anterior conviene proceder a una somera descripción de aquellos procesos que en nuestro sistema de relaciones laborales pueden presionar o aconsejar un cambio en la estructura de la negociación colectiva. Se trata de fenómenos ciertamente no novedosos en nuestro panorama laboral, estando presentes en el mismo desde hace ya algunos años; pero sí que se pueden considerar como influyentes actualmente por lo que se refiere a la estructura de la negociación. Por ser ésta más lenta en la recepción de los efectos de los cambios más estructurales, los efectos de cambio posiblemente aún no se han producido en grado suficiente, siendo de esperar que se verifiquen con mayor intensidad en el inmediato futuro. En primer lugar, el empequeñecimiento de las dimensiones de las empresas y centros de trabajo. Factores económicos, tecnológicos y de estructura empresarial de diversa índole están provocando que las organizaciones productivas cada vez requieran de menor número de asalariados para la realización de una misma actividad. Por lo que afecta a las grandes empresas, éstas logran incrementar su productividad sin necesidad de incrementar empleo e incluso en muchas ocasiones reduciéndolo. Incluso allí donde permanece la gran empresa, ésta se desmembra en forma grupal y además se tiende a configurar sobre la base de una multiplicidad de centros de trabajo integrados cada uno de ellos por un número reducido de asalariados. En cuanto a 82 las pequeñas, éstas logran acceder a tecnologías tan avanzadas como las propias de las grandes empresas, al tiempo que utilizan redes de conexión que les permiten una ductilidad y respuesta a la demanda notablemente eficaz con un número bien reducido de empleados. Uno de los factores más incisivos en este terreno lo constituye la extensión y generalización de la descentralización productiva, que por su propia esencia tiende a la fragmentación empresarial y, con ello, a la reducción de las dimensiones de las empresas y centros de trabajo. Si el panorama empresarial español de partida tradicionalmente ha estado caracterizado por una fuerte presencia de la pequeña empresa en cuanto a los niveles de ocupación laboral, a partir de los cambios indicados la dispersión del mapa empresarial se intensifica, para ser excepcionales las entidades económicas de alta ocupación, con la casi única excepción del empleo público. En cuanto a su incidencia sobre la estructura de la negociación colectiva, tal reducción de dimensiones ocupacionales deriva en una mayor dificultad de penetración del sindicato en la unidad centro de trabajo y, como efecto derivado de ello, una mayor dificultad en reproducir la negociación a nivel de centro de trabajo, al menos en su conformación tradicional de firma de un texto formalizado omnicomprensivo de regulación del conjunto de condiciones de cumplimiento del contrato de trabajo. En algunos centros de trabajo y empresas ni siquiera se llegan a superar los umbrales legales o sociológicos precisos para poder celebrar las elecciones a representantes unitarios, como se sabe condicionante previo a la constitución de la mesa negociadora de un convenio estatutario. Por ello, para atender a este tipo de negociación tradicional, el convenio sectorial ha de incrementar su rasgo de centralidad, con independencia de cuál sea el nivel territorial predominante: provincial, autonómico o estatal. Desde esta perspectiva, la subsistencia del texto convencional clásico va a requerir inexorablemente REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN una cierto incremento de la centralización de la estructura negocial. Como contrapunto y de forma coetánea, para estas unidades empresariales cada vez más reducidas puede reforzarse el papel complementario del acuerdo de empresa, incentivado a su vez por otro de los factores que describiremos inmediatamente a continuación. En segundo lugar, el crecimiento del sector terciario en detrimento primero de la agricultura y, sucesivamente, de la propia industria. Históricamente, las unidades negociales de mayor entidad y de superior riqueza de contenidos se han venido ubicando en el sector industrial, mientras que la negociación colectiva penetraba con menos fuerza en el sector servicios. La transformación acelerada de nuestro país hacia un modelo postindustrial de empleo, debe llevar consigo una pérdida de peso específico relativo de la negociación industrial. Ya se está advirtiendo, en una primera fase, en el aspecto organizativo, pues se generaliza la fusión, dentro de las asociaciones sindicales y organizaciones empresariales, de las federaciones industriales al impulso de la pérdida de los niveles de ocupación; ello previsiblemente conduzca, a su vez, desde el punto de vista funcional a un agrupamiento de convenios en los sectores industriales más próximos. Parejo a ello, debe darse un nuevo enfoque al sector servicios, también en lo que afecta al sistema negocial. En concreto, la implantación de la llamada empresa «flexible» comporta una notable indefinición de muchas empresas de servicios, lo que puede ir provocando una dificultad de inserción dentro de las definiciones actuales de ámbitos de aplicación de los respectivos convenios. En unos casos, dando lugar, a dudas aplicativas acerca de las fronteras espaciales de aplicación de los convenios vigentes; en otros casos, incrementando las empresas de servicios que manifiestan vacíos de cobertura convencional, particularmente acentuada a partir de la definitiva derogación de las Ordenanzas Laborales. En tercer lugar, la generalización de las nuevas tecnologías informáticas y de las telecomunicaciones. En gran medida, los tres elementos analizados previamente empequeñecimiento de las empresas, centralidad del sector terciario, implantación de la empresa flexible encuentran sus raíces en el propio cambio tecnológico. Pero además, en lo que interesa destacar en estos momentos, se aprecia una extensión de idénticas herramientas de trabajo para sectores bien diversos, lo que provoca una llamativa asimilación de las condiciones de trabajo entre unos y otros asalariados, siendo bastante secundario a estos efectos el sector productivo donde uno realice su actividad profesional. En otros términos, un incremento del empleo cualificado, de profesionales en actividades de servicios, que provoca una significativa homogeneidad en cuanto a las necesidades de regulación de condiciones de trabajo. En materia de estructura negocial, ello puede permitir también desde esta perspectiva una uniformación de unidades negociales, cuando menos desde el punto de vista funcional. En cuarto lugar, las exigencias de flexibilidad empresarial en lo que afecta al factor trabajo. La precedente tendencia a la homogeneidad de condiciones en base al dato tecnológico, aunque pudiera parecer lo contrario, no se contrapone con las presentes exigencias de flexibilidad empresarial. Desde este otro punto de vista, se trata de tener presente cómo los cambios bruscos del mercado están exigiendo la configuración de una empresa dúctil, que tenga amplias capacidades de adaptación a los cambios externos de la demanda. Ello supone que, a pesar de la precedente tendencia a la homogeneidad de condiciones, también presionan las exigencias de flexibilidad. En materia de estructura negocial ello no impide una cierta centralización de la negociación colectiva, cuanto que exige la introducción de elementos de flexibilidad en la forma de realizarlo. En otros términos, apela más a los contenidos REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 83 ESTUDIOS negociales de los convenios sectoriales de ámbitos de aplicación extensos, de modo que faculten a una flexible aplicación a las situaciones cambiantes en cada empresa. En suma, supone, o bien un reforzamiento del acuerdo de empresa con un equilibrado reparto de roles con el convenio tradicional, o bien mayor presencia de los procedimientos de modificación sustancial de condiciones de trabajo ante cambios justificados sobrevenidos con efectos incluso sobre lo pactado en el texto convencional clásico de aplicación. En quinto lugar, la incidencia sobre el sistema de relaciones laborales del diseño político de la España de las Autonomías. A pesar de que la implantación del modelo de Comunidades Autónomas en nuestro Estado tiene tras de sí ya varias décadas, aún no acaba de cerrarse o, al menos, de fijarse el marco de reparto equilibrado de poder político Estado versus Autonomías. La negociación colectiva no es extraña a esta permanente tensión en la construcción de la estructura del Estado, al extremo de que algunos de los grandes hitos de diseño legal del Derecho Sindical están imbuidos por este problema: en el modelo estatutario de 1980, la relevancia y ámbito territorial de negociación de los acuerdos interprofesionales de fijación de la estructura de los convenios colectivos; la regulación en 1985 de la figura del sindicato más representativo; la reforma en 1994 de las reglas estatutarias sobre concurrencia de convenios colectivos; la filosofía de las reformas de 1997 tanto directa por vía del Acuerdo sobre Negociación Colectiva como indirecta por vía de la intervención del convenio colectivo en la regulación de la contratación laboral; su continuidad a través de los Acuerdo Interconfederales para la Negociación Colectiva celebrados a partir de 2002. Dicho con rotundidad, nos encontramos con dos modelos enfrentados: de un lado, el postulado por las dos grandes Confederaciones Sindicales a nivel estatal, propensos a reforzar el papel central del convenio colectivo sectorial de ámbito estatal; de otro lado, el propugnado 84 por ciertas organizaciones sindicales a nivel de Comunidades Autónomas, de afianzar un nivel o marco autonómico de relaciones laborales, que requiere como uno de sus pilares básicos la presencia central del convenio de Comunidad Autónoma. En sexto lugar, la construcción europea y la elaboración de criterios de convergencia económica. La progresiva plasmación de la Europa comunitaria en una realidad cotidiana está provocando la formación de un nuevo nivel negocial, en este espacio europeo, que hasta el presente era meramente testimonial o simbólico. En efecto, por diferentes vías va penetrando la negociación colectiva en el conjunto de la Unión Europea. De una parte, la consolidación de las empresas de dimensión comunitaria, está dando pie a la celebración de los conocidos acuerdos en materia de información y consulta, en algunos casos a la constitución del denominado Comité de Empresa Europeo, implantado no caprichosamente por vía negocial; a partir de esta experiencia puntual, cabe presagiar que la negociación empresarial de ámbito europeo se extienda a otros contenidos materiales; así por ejemplo, cierto tipo de reestructuraciones empresariales comienzan a ser discutidas a nivel comunitario, si bien lo sean a través de los canales más flexibles del diálogo social. De otro lado, para ciertas materias concretas y aunque sea como mero valor de declaración de intenciones se extienden ciertos acuerdos europeos de ámbito sectorial. En tercer lugar, la implementación de los Tratados de Maastricht y de Amsterdam está produciendo ya resultados prácticos de incorporación al acervo comunitario de ciertas Directivas que son el resultado de previos Acuerdos a nivel Europeo entre sindicatos y asociaciones empresariales o incluso de Acuerdos Europeos denominados libres, no reforzados posteriormente a través de Directivas. Finalmente, la solidificación de la Unión monetaria y, en especial, la continuidad en la senda de fijar criterios de política económica comunes a todos los Estados miembros y vinculan- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN tes para los mismos, pueden tener efectos inmediatos sobre las políticas salariales y de empleo, que aconsejen a los sindicatos a crear foros estables de diálogo social sobre estas materias; foros cuyos resultados puede que no alcancen niveles de vinculabilidad jurídica, pero que implícitamente provoquen efectos directos sobre las respectivas negociaciones nacionales. En definitiva, todas estas experiencias o perspectivas de futuro en el ámbito europeo, no sólo tienen la virtualidad de crear un nuevo nivel de interlocución sindical-empresarial, sino que necesariamente fuerzan a una sucesiva recomposición del puzzle general, en el sentido de que provocarán un nuevo reparto de papeles, con consecuencias sobre las estructuras negociales de niveles inferiores. 2. CARACTERES JURÍDICOS DEL SISTEMA LEGAL 2.1. La inicial asepsia estatal La posición de partida por parte de la normativa estatal en esta materia es la de considerar que son los propios negociadores quienes con total libertad deben decidir cuál es la estructura negocial que desean darse. Por tanto, los poderes públicos formalmente adoptan una postura abstencionista, no interviniendo en el diseño de la estructura desde la Ley. No obstante, también ha de tenerse en cuenta que existen igualmente reglas adicionales que, de alguna forma, tratan de encauzar la estructura negocial, siendo paradigmáticas por ejemplo las reglas contenidas en el art. 84 ET aunque no se trata del único precepto que se podría traer a colación. Claro resulta desde la perspectiva constitucional, donde el texto de 1978 se limita a un genérico reconocimiento y fomento de la negociación colectiva; es decir, un fomento de la negociación colectiva indiferenciada. Procede a la recepción constitucional del derecho a la negociación colectiva por parte de los representantes de los trabajadores, otorgando «fuerza vinculante» a los convenios colectivos. En lo que aquí interesa, el art. 37.1 CE otorga esa eficacia vinculante a todos los convenios colectivos; por tanto, sin establecer jerarquía alguna ni preferencia aplicativa concreta de unos convenios respecto de otros. Igualmente esa es la posición aparente por parte del Estatuto de los Trabajadores, al menos por lo que refiere a los preceptos de apertura, en particular el art. 83 ET. Así, éste introduce la plena libertad de opción por los negociadores de los niveles o unidades de negociación, cuando estipula que «los convenios colectivos tendrán el ámbito de aplicación que las partes acuerden» (art. 83.1 ET). De este modo, da la impresión de que se adopta una neutralidad en materia de estructura, con abandono de toda tentación de recuperación de la idea de las «unidades apropiadas de negociación». Las partes, como primera expresión de su autonomía negocial, deciden el ámbito personal, funcional, territorial y temporal de aplicación del convenio, limitándose la Ley por meras exigencias de seguridad jurídica a exigir que en todo texto convencional se precise con suficiente exactitud ese ámbito aplicativo (art. 85.3.b ET). Tal libertad permite la existencia de convenios de ámbito personal limitado, como los convenios de franja, o de acuerdos que traspasan la frontera de la empresa, como los convenios de grupo, llegando a legitimar, salvo exclusión discriminatoria, la propia efectividad de los convenios de grupo empresarial de carácter parcial1. Ahora bien, este principio de libre delimitación de la unidad negocial «no es absoluto, sino que está sometido a determinadas limitaciones, entre ellas las que puedan surgir de la articulación que prevé el artículo 83.2 del Estatuto de los Trabajadores y de las reglas imperativas sobre legitimación del artículo 1 STS 27 abril 1995, Ar. 3273. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 85 ESTUDIOS 87 del mismo Texto Legal»2, o, en otras palabras, de «la real representatividad que los negociadores ostenten»3. Este criterio interpretativo ha conducido en ocasiones a nuestro juicio a consecuencias desmesuradas y carentes de apoyo legal, por cuanto en ciertas sentencias se llega a entender que con ello se recupera en nuestro ordenamiento el principio de unidad apropiada de negociación: «la unidad apropiada de negociación suele construirse a partir de criterios de cierta homogeneidad que permitan establecer una regulación uniforme de condiciones de trabajo»4. No obstante ello, la recuperación teórica del criterio de la unidad apropiada de negociación no viene a tener trascendencia aplicativa en la mayoría de las ocasiones, pues en casi todos estos supuestos las sentencia lo hacen a título meramente expositivo, en el sentido de que al final del razonamiento para el caso concreto concluyen que los negociadora han seleccionado un criterio objetivo y razonable que hace aceptable la unidad negocial seleccionada como «apropiada». En segundo lugar, utiliza unos criterios de determinación de legitimación para negociar los convenios colectivos que son objetivos y, en particular, uniformes en cuanto a su intensidad, comparando unos niveles de negociación con otros. Dicho de otro modo, la reglas de legitimación no son ni más estrictas ni más laxas en función de que se opte por un ámbito más centralizado o descentralizado de negociación; de este modo, tampoco se observa una utilización indirecta de las reglas de legitimación como vía de condicionamiento de la estructura negocial. Es cierto que las STS 17 noviembre 1998, Ar. 9750; 20 septiembre 1993, Ar. 6889; 18 de diciembre de 2002, RJ 2344/2003. 3 STS 23 junio 1994, Ar. 5470. 4 STS 19 de diciembre de 1995, RJ 9315; 28 de octubre de 1996, RJ 7797; 2 de diciembre de 1996, RJ 8991; 20 de septiembre de 1993, RJ 6889; 17 de julio de 2002, RJ 1864/2004; 8 de junio de 2005, RJ 6014. 2 86 reglas sobre legitimación han sido más oscuras para algunos concretos niveles; y ello de facto ha provocado una mayor dificultad en la concertación de cierto tipo de convenios. Nos referimos, en concreto, a los convenios de franja y a los convenios para grupos de empresa. Pero incluso estos dos supuestos constituyen ya más un dato de pasado que de presente, pues con el paso del tiempo han venido a superarse los obstáculos formales: para los primeros, los convenios de franja, por la vía de la reforma legislativa de 1994 con la nueva redacción dada al art. 87.1 ET, que aunque literalmente no hace mención a tales convenios, en la mente de todos está que el destinatario por excelencia de tal prescripción es el convenio de franja y así se viene interpretando con unanimidad; para los segundos, por la vía de sucesivos pronunciamientos jurisprudenciales, que han clarificado las reglas de legitimación exigibles a estos casos, no diferentes de las impuestas con carácter general a los convenios colectivos de empresa. En esta misma línea cabe situar la normativa de instauración del Comité de Empresa Europeo5, sobre la constitución de un comité de empresa europeo o de un procedimiento de información y consulta a los trabajadores en las empresas y grupos de empresa de dimensión comunitaria. Para España, Ley 10/1997, de 24 de abril, sobre derechos de información y consulta de los trabajadores en las empresas y grupos de empresa de dimensión comunitaria, por medio de la cual se habilita a los efectos que nos interesan un procedimiento de negociación colectiva singular en los grupos de empresa de dimensión comunitaria. En tercer lugar, las reglas relativas a la eficacia de los convenios son indistintas para todos ellos, sin hacer distingos en cuanto a su rango normativo y eficacia general. Todas ellas van mencionadas de forma indiferenciada en el art. 3 ET, cuando se formula el elenco de jerarquía normativa entre las fuen5 Directiva 45/94, de 22 de septiembre. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN tes laborales. El alcance de la obligatoriedad general de los convenios previsto en el art. 82.3 se realiza de igual forma en favor de todos los convenios, sin diferenciación por parte de la norma estatal. Ni siquiera cuando se alude o introduce la figura de los acuerdos de empresa, concurre una previsión explícita de diferenciación de rango entre unos y otros productos de la autonomía colectiva. En cuarto lugar, en esta ocasión refiriéndonos en exclusiva al modelo inicial implantado en 1980, se da identidad de tratamiento a los convenios colectivos en lo que afecta ahora a los contenidos. La Ley, en el diseño de 1980, aunque con leves matizaciones a partir de reformas sucesivas sobre todo desde 1994, se preocupa básicamente de marcar las relaciones entre la norma convencional y la norma estatal, pero sobre la premisa de que todo aquello que puede ser pactado vía convenio se puede hacer indistintamente en cualquiera de los niveles imaginables de cualquier estructura negocial. En concreto, el art. 85.1 ET, cuando alude a las materias que pueden ser objeto de regulación por los convenios colectivos, se refiere una vez más a todos los convenios, sin efectuar remisiones en favor de unos niveles ni proscribir la intervención de otros niveles. 2.2. La autonomía de las partes en la delimitación de la estructura negocial Esa remisión a la libre decisión de las partes no lo es sólo a la autónoma fijación de ámbitos por cada una de las mesas negociadoras, sino que abarca también la propia configuración general de la estructura de la negociación colectiva. Por la vía de los acuerdos interprofesionales a los que aludiremos más detenidamente en el siguiente apartado (art. 83.2 ET), se atribuye a las organizaciones sindicales y empresariales más representativas una amplia facultad de ordenación de la estructura. Como ha expresado con clari- dad alguna sentencia, «suscrito y publicado convenio colectivo de los que regula el artículo 83.2 del Cuerpo Legal últimamente citado por quienes gozan de legitimación para negociarlo, haciéndolo conforme a las reglas establecidas al respecto, resulta evidente que la estructura negocial que fija para ámbitos inferiores, con determinación de materias excluidas para dichos ámbitos, debe producir en éstos sus correspondientes efectos, sin que sea aducible para desvirtuarlo que quienes pactaron el convenio provincial no se hallaban representados por quienes negociaron aquél, ya que lo que éste dispone obliga a quienes ostentan representatividad en tal ámbito inferior, los cuales, después de publicado y vigente el que dispone la estructura negocial, fijando materias reservadas, no pueden desconocer tales disposiciones paccionadas, suscribiendo nuevo convenio que rompe tal estructura e invade las aludidas materias, ya que tal actuación viene vedada por lo dispuesto por los citados artículos 83.2 y 84»6. Ello supone que, conforme a tales acuerdos interprofesionales, se puede optar por fórmulas centralizadas o descentralizadas de la misma, dar preferencia aplicativa a unos convenios colectivos frente a otros, fijar las reglas que han de resolver los conflictos de concurrencia entre los convenios colectivos de distinto ámbito, determinar los principios de complementariedad de las diversas unidades de contratación, enumerar materias reservadas a concretos niveles de negociación o bien aquellas otras que no podrán ser objeto de negociación en ámbitos diversos. De este modo, con las importantes matizaciones que enseguida veremos, incluso los criterios legales de ordenación de las situaciones de concurrencia convencional adquieren el carácter de normas supletorias; la norma según la cual un convenio colectivo no puede ser afectado durante su vigencia por otro de distinto ámbito «es de carácter imperativo salvo para los Convenios o Acuerdos 6 STS 23 octubre 1995, Ar. 7864. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 87 ESTUDIOS Marco del artículo 83.2»7. El acuerdo interprofesional puede sustituir y contradecir cualquiera de esas reglas legales de ordenación. En particular, por lo que concierne a la regla de la mayor favorabilidad del art. 3.3 ET, la jurisprudencia ha indicado que «el artículo 83.2 del Estatuto de los Trabajadores es un precepto especial y por ello de preferente aplicación frente al precepto genérico contenido en el artículo 3.3»8. Algo diversa es la situación respecto a los criterios que sobre la concurrencia se recogen en el artículo 84 ET, pues la reforma de 1994 «ha venido a excepcionar o limitar en buena medida las disposiciones establecidas en el art. 83.2»9. Al establecerse que los sindicatos y las asociaciones empresariales que reúnan los requisitos de legitimación de los arts. 87 y 88 de esta Ley pueden, en un ámbito determinado que sea superior al de empresa, negociar acuerdos o convenios que afecten a lo dispuesto en los de ámbito superior, se limita y reduce el alcance de las previsiones recogidas en el art. 83.2 ET. En palabras del Tribunal Supremo «puede sostenerse que este nuevo párrafo segundo del art. 84 ha venido a implantar fórmulas de dirigismo contractual que ponen de manifiesto la preferencia hacia ciertos niveles de negociación de ámbito reducido. Este art. 84.2 ha estatuido, por razones de carácter político, un sistema de descentralización contractual que restringe las facultades que el art. 83.2 ha venido concediendo a los convenios colectivos y a los acuerdos interprofesionales de modo tal que en ámbitos inferiores al de estos convenios y acuerdos, pero superiores al de empresa, se pueden suscribir pactos colectivos «que afecten a lo dispuesto en los de ámbito superior»»10. Todo ello lleva STS 16 julio 2001, Ar. 2002/576. STS 27 octubre 1999, Ar. 8411. 9 STS 22 septiembre 1998, Ar. 7576; 3 noviembre 2000, Ar. 9631; 7 de noviembre de 2005, RJ 1302/2006. 10 STS 22 septiembre 1998, Ar. 7576; 3 noviembre 2000, Ar. 9631; 17 octubre 2001, Ar. 2002/3075; 27 de marzo de 2003, RJ 5163; 26 de enero de 2004, RJ 1373; 1 de junio de 2005, RJ 7320. 7 a concluir que lo dispuesto en el art. 84 párrafo 2º ET prevalece sobre el art. 83.2 ET, y que aquél es «un precepto de derecho necesario que obligatoriamente ha de ser respetado, no pudiendo ser rectificado mediante convenios colectivos o acuerdos interprofesionales»11. Se debilita, pues, la eficacia ordenadora de los acuerdos interprofesionales del art. 83.2 ET, artículo que, aunque no se ve modificado en su redacción literal, recibe un golpe de gracia profundo, de modo que, para la generalidad de las materias, la ordenación de la estructura por parte de los acuerdos interprofesionales se transforma en meramente programática para los convenios sectoriales inferiores, que pueden asumirla o no libremente, quedando como imperativa tan sólo respecto de los convenios de empresa y ámbito inferior12. Tal como señala la jurisprudencia, «ello supone que las reglas sobre estructura de la negociación colectiva y las que tienen por objeto la solución de los conflictos de concurrencia entre convenios de distinto ámbito, establecidas en los acuerdos interprofesionales o convenios colectivos a que alude el art. 83.2, tienen plena fuerza vinculante en relación con los siguientes convenios colectivos comprendidos dentro del ámbito de aquéllos: Los convenios de empresa o de ámbito inferior a la empresa. Los convenios de ámbito superior a la empresa que no reúnan los requisitos que exige el párrafo segundo del art. 84. Los convenios de ámbito superior a la empresa, aunque cumplan las exigencias de dicho párrafo segundo del art. 84, en cuanto traten de la regulación de las materias a que se refiere el párrafo tercero de tal precepto. En consecuen- 8 88 11 STS 22 septiembre 1998, Ar. 7576; 3 noviembre 2000, Ar. 9631; 17 octubre 2001, Ar. 2002/3075; 27 de marzo de 2003, RJ 5163; 26 de enero de 2004, RJ 1373; 1 de junio de 2005, RJ 7320. 12 STS 29 enero 1997; 18 febrero 1999, Ar. 2600. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN cia, y por el contrario, las reglas sobre estructura de la negociación colectiva y las de solución de conflictos de concurrencia entre convenios estatuidas en los acuerdos interprofesionales o en los convenios colectivos a que se refiere el art. 83.2 carecen de virtualidad y fuerza de obligar en lo que concierne a aquellos otros convenios colectivos que, encontrándose en el radio de acción de los anteriores, son de ámbito superior a la empresa y cumplen los demás requisitos que impone el párrafo segundo del art. 84, siempre que sus normas no traten sobre las materias mencionadas en el párrafo tercero de este precepto»13. 3. ACUERDOS MARCO Y ACUERDOS SOBRE MATERIAS CONCRETAS 3.1. Concepto y alcance El Estatuto de los Trabajadores, junto a la regulación de los convenios colectivos, llamémosles comunes u ordinarios, se refiere a otro tipo de acuerdos o convenios, a los que denomina Acuerdos Interprofesionales (conocidos como Convenios o Acuerdos-Marco en atención o su contenido) y Acuerdos sobre materias concretas. Los primeros se caracterizan, como ha indicado la jurisprudencia, por tres notas: la unidad de negociación, que es muy amplia, tanto desde el punto de vista territorial (todo el Estado), como funcional (el conjunto de las relaciones de trabajo asalariado o, al menos, un sector significativo de las mismas); los sujetos negociadores (al los que más adelante aludiremos) y la finalidad o propósito de estos convenios-marco, a saber, el establecimiento de reglas o pautas, tanto sobre la estructura de la negociación como sobre el contenido de los convenios co- lectivos ordinarios negociados en ámbitos inferiores14. Junto a éstos, los Acuerdos sobre materias concretas (Art. 83.3 ET), que pueden celebrarse en el mismo nivel y por los mismos sujetos que los Convenios-Marco, se diferencian por su finalidad, que es la de establecer de manera directa e inmediata una determinada regulación «que se impone sin necesidad de su recepción en un convenio colectivo posterior de ámbito más reducido»15. Dentro de los Acuerdos sobre materias concretas se pueden incluir, por ejemplo, el Acuerdo para la solución Extrajudicial de Conflictos Laborales (ASEC)16, o bien el IV Acuerdo Nacional de Formación17. Más complejos en cuanto a su caracterización son aquellos que tienen un carácter tripartito, debido a la firma, junto a los representantes sindicales y empresariales, de la propia autoridad gubernativa; inicialmente se trata de procesos de concertación social que van más allá de la negociación colectiva articulada vía título III del Estatuto de los Trabajadores, si bien en algunos casos nuestra jurisprudencia ha valorado que en algunos de ellos hay contenidos que comportan compromisos de carácter estrictamente bipartito entre sindicatos y empresarios, o bien debido a que la presencia de la Administración Pública es meramente instrumental, lo que determina a calificarlos también como Acuerdos interprofesionales estatutarios. Entre estos últimos, cabría mencionar el Acuerdo Interconfederal para la constitución del sistema de resolución extrajudicial de conflictos colectivos laborales en Andalucía18. Al lado de estos dos tipos de convenios, es igualmente posible la existencia de una modalidad mixta o híbrida, en la que en un mismo STS 16 noviembre 1989, Ar. 8068. STS 16 noviembre 1989, Ar. 8068. 16 STS 22 septiembre 1998, Ar. 7422. 17 Acuerdo de 1 de febrero de 2006 (BOE 27 de marzo). 18 STS 30 enero 1999, Ar. 1118. 14 15 13 STS 22 septiembre 1998, Ar. 7576; 3 noviembre 2000, Ar. 9631; 17 octubre 2001, Ar. 2002/3075; 27 de marzo de 2003, RJ 5163; 26 de enero de 2004, RJ 1373; 1 de junio de 2005, RJ 7320. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 89 ESTUDIOS cuerpo de convenio se integran cláusulas que responden a los caracteres de las normas-marco y otras de aplicación directa e inmediata19. 3.2. Legitimación para negociarlos Las características diferenciales de estos acuerdos, fundamentalmente centradas en su contenido y finalidad, se proyectan sobre la propia determinación de sus sujetos negociadores. La amplitud de la unidad negocial y su posible repercusión sobre niveles inferiores hace que el Estatuto reserve la facultad de su negociación a las organizaciones sindicales y asociaciones más representativas, de carácter estatal o de Comunidad Autónoma, sin que, por tanto, ostenten legitimación los sindicatos representativos de ámbito específico, pues con ello se convertirían tales acuerdos en convenios ordinarios20. 3.3. Eficacia Tanto los Acuerdos-Marco como los Acuerdos sobre materias concretas tendrán el tratamiento previsto en el Estatuto para los convenios colectivos (art. 83.3 ET). Ello significa aplicarles las reglas y requisitos establecidos en la norma legal, en particular las concernientes a su eficacia. Así, estos acuerdos gozarán de eficacia general erga omnes, para lo que nos remitimos al comentario del art. 82 ET. 4. LA PROTECCIÓN DE LA ESTABILIDAD DE LA ESTRUCTURA Las consideraciones generales precedentes realizadas acerca de la neutralidad de la STS 16 noviembre 1989, Ar.8068; 9 julio 1998, Ar. 6260. 20 STS 9 julio 1998, Ar. 6260, 16 junio 1989, Ar. 4593; 16 noviembre 1989, Ar. 8068. 19 90 norma estatal en la configuración de la estructura negocial pueden resultar en exceso formalistas si realizamos una lectura más pausada y contextual del marco legal. En efecto, un visión algo más compleja del texto legal comienza a mostrar como, aunque sea de forma indirecta, el Estatuto de los Trabajadores incorpora otra serie de mandatos a través de los cuales pretende encauzar suavemente la estructura negocial. Se trata de un conjunto de reglas que la práctica de estos últimos años ha demostrado que tienen una influencia real de conducción desde las «bambalinas» de la evolución de nuestra estructura negocial. Son reglas que, vistas aisladamente, pueden producir una incidencia marginal, pero al enfocarse todas ellas en la misma dirección, provocan efectos relevantes en el desarrollo de la estructura. Y ese encauzamiento de sentido único a nuestro juicio se dirige hacia el mantenimiento o conservación de la estructura preexistente, de modo que si el modelo hasta ahora se ha caracterizado en lo sustancial desde la perspectiva formal en un esquema básicamente descentralizado de negociación y con intensa descoordinación entre cada una de las unidades de negociación existentes, es ello lo que pervive con pequeños matices con el paso del tiempo también, cuando menos en la primera fase aplicativa del Estatuto de los Trabajadores. Esas reglas favorecedoras indirectas de la situación dada, o bien de mayor permisión de la descentralización productiva serían las siguientes. En primer lugar, lo que denominaríamos la protección de la estabilidad aplicativa del convenio vigente. Nos referimos a reglas que garantizan la eficacia vinculante de lo negociado y su inalterabilidad por elementos exógenos o endógenos. Manifestación directa de ello sería el párrafo primero del art. 84 ET, conforme al cual un convenio colectivo, durante su vigencia, no puede ser afectado por lo dispuesto en convenios de ámbito distinto. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN La finalidad de este párrafo es «evitar que en el ámbito de aplicación, territorial o funcional, cubierto por un convenio estatutario, se introduzca una nueva regulación negociada que coincida en todo o en parte con alguno de dichos ámbitos»21. Afectación que debe ser entendida como equivalente a «alteración» o «modificación»22. En la misma línea se puede situar el art. 11.c) del Decreto-Ley de Relaciones de Trabajo de 1977, cuando al prohibir las huelgas novatorias, declara ilegales aquellas que tengan por objeto alterar, dentro de su período de vigencia, lo pactado en convenio colectivo. El objetivo inmediato de este tipo de reglas no es otro que el de reforzar el principio pacta sunt servanda, la incorporación del llamado principio prior in tempore potior in iure23, la seguridad contractual de cuáles van a ser las reglas que van a regir durante el tiempo de vigencia del convenio, la protección del equilibrio interno de las contraprestaciones mutuas pactadas por las partes, aportar a las empresas las bases de una política previsional de los costes laborales en ese período de vigencia del convenio, la pacificación social durante la vigencia del convenio en cuestión. Ahora bien, a los efectos que estamos tratando aquí, no cabe la menor duda que estas reglas tienen también su repercusión sobre la estructura negocial, particularmente si se analizan en conexión con las que mencionaremos más adelante. En particular, son reglas que igualmente provocan un efecto de STS 28 de octubre de 1999, RJ 8510; 27 de marzo de 2000, RJ 4794; 3 de mayo de 2000, RJ 4258; 17 de octubre de 2001, RJ 3075; 17 de julio de 2002, RJ 1864 y RJ 10542; 16 de noviembre de 2002, RJ 2698; 20 de mayo de 2003, RJ 1568; 8 de junio de 2005, RJ 6014. 22 STS 16 julio 2001, Ar. 2002/576. 23 «Es la prioridad temporal la que debe prevalecer cuando se produce este tipo de concurrencia conflictiva» (STS 29 de enero de 1992, RJ 123; 7 de abril de 1994, RJ 3233; 23 de octubre de 1995, RJ 7864; 16 de julio de 2001, RJ 576/2002; 8 de junio de 2005, RJ 6014). 21 frenar cualquier tipo de alteración de la estructura convencional durante los períodos ordinarios de vigencia de los convenios, introduciendo lo que en terminología deportiva llamaríamos «tiempos muertos», que paralizan cualquier impulso de alteración de la estructura negocial. Es decir, al estar vigente un convenio colectivo no cabe ya la posibilidad de aplicar otro de nivel diverso respecto del personal incluido en el ámbito de aquél24. Desde luego no se puede ocultar que la interpretación judicial del art. 84 ET ha producido un cierto debilitamiento de esa inmunidad del convenio durante su vigencia, que se traduce, por ejemplo, en lo siguiente: 1) La exigencia jurisprudencial de que exista una estricta superposición espacial, objetiva, subjetiva y temporal de ambos convenios, permite que el convenio posterior en el tiempo de superior ámbito pueda entrar en vigor inmediatamente y aplicarse en aquellos concretos ámbitos donde no exista convenio propio25. 2) La mera paralización aplicativa del convenio posterior inferior en su ámbito, admitiendo su aplicabilidad en el momento de pérdida de vigencia del correspondiente de ámbito superior: «lo que en dicho precepto se establece no es una previsión de nulidad del convenio que nace a la luz cuando se hallan vigentes otros convenios, sino que, partiendo de su validez inicial, lo que realmente dispone el legislador es que no podrá ser aplicado en aquellos lugares o ámbitos en los que ya se estuviera aplicando otro que se halle en vigor en ese momento; es lo que se conoce como ineficacia aplicativa frente a nulidad» «los dos convenios permanecen 24 STS 28 marzo 1994, Ar. 2644, 7 abril 1994, Ar. 3233; 16 julio 2001, Ar. 2002/576. 25 STS 7 de noviembre de 2005, RJ 1302/2006. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 91 ESTUDIOS vigentes y válidos pero sólo es aplicable el anterior en su ámbito propio en tanto dure su vigencia para pasar a ocupar su lugar el nuevo cuando aquél pierda la vigencia pactada»26. 3) La exigencia de regulación necesariamente contradictoria, de modo que el convenio de ámbito superior en modo alguno admita un juego de complementariedad, suplementariedad o supletoriedad del convenio inferior27. 4) La incompatibilidad plena en el sentido también de que se regulen idénticas materias y con sentido contradictorio28. 5) La prohibición únicamente extensible al período ordinario de vigencia, no durante la fase de eficacia ultra activa del convenio por medio de las prórrogas tácitas o expresas del convenio precedente y, por supuesto, abriendo paso a la alteración de la estructura en cada renegociación29. 6) La extensión de un convenio colectivo no impide ni la negociación ni la aplicación de un nuevo convenio colectivo dirigido en todo o parcialmente al ámbito hacia el que se dirige el acto administrativo de extensión, de modo que producida la extensión a un ámbito provincial nada impide la aplicación de un convenio de empresa posteriormente pactado30. 26 STS 28 de octubre de 1999, RJ 8510; 27 de marzo de 2000, RJ 4794; 5 de junio de 2001, RJ 5488; 16 de julio de 2001, RJ 576: 17 de julio de 2002, RJ 1864; 20 de mayo de 2003, RJ 1568; 31 de octubre de 2003, RJ 589/2004; 8 de junio de 2005, RJ 6014; 21 de diciembre de 2005, RJ 1426/2006; 24 de abril de 2006, RJ 4708. 27 STS 10 de octubre de 2000, RJ 9423. 28 STS 29 enero 1991, Ar. 133. 29 STS 29 enero 1991, Ar. 133; 17 junio 1994, Ar. 5445; 23 octubre 1995, Ar. 7864; 2 de febrero de 2004, RJ 1069; 17 mayo 2004, Ar. 4969; 21 de diciembre de 2005, RJ 1426. 30 STSJ, Cantabria 23 de marzo de 2005, AS 640. 92 7) La exclusión de la prohibición de concurrencia a los convenios colectivos extraestatutarios, de modo que la presencia de uno estatutario no impide la negociación y eficacia de uno extraestatutario31. 8) A la inversa, la vigencia de un extraestatutario no impide la negociación ni la aplicación de uno estatutario posterior32. Ahora bien, con todos esos matices, también es cierto que la regla limitativa ha jugado una importante influencia y que lo ha hecho justamente en la dirección de reforzar la estabilidad aplicativa de las unidades convencionales ya existentes. Y ha jugado ese importante papel precisamente porque se ha visto complementada por otra serie de reglas adicionales, éstas otras dirigidas ya más directamente a proteger, a otorgar continuidad a la estructura de la negociación preexistente. Básicamente esto otro se ha hecho por la vía de favorecer la renegociación de las unidades convencionales ya existentes y, por contraste, no facilitando la creación de nuevos ámbitos de negociación. Manifestación de ello, en primer lugar, es el alcance otorgado al deber de negociación de buena fe (Art. 89.1 párrafo 2º ET), pues éste sólo rige para los convenios colectivos ya vencidos, es decir, para las unidades negociales preexistentes, excluyéndose por tanto para la constitución de una nueva unidad negocial, se trate de hacer por la vía de negociación de un convenio estatutario o extraestatutario33. En segundo lugar, la conocida regla de la ultraactividad del convenio vencido (Art. 86.2 y 3 ET), que, si bien no impide materialmente la incorporación como «cuña» de nuevas unidades negociales de ámbito diverso, sí que de hecho favorece a las STS 17 octubre 1994, Ar. 8052; 27 diciembre 1994, Ar. 10508. 32 STS 14 febrero 1996, Ar. 1017. 33 STS 28 marzo 1994, Ar. 2644. 31 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN unidades negociales ya existentes, favoreciendo incluso que algunas resoluciones judiciales hayan interpretado que el abandono de una unidad negocial inferior ha de producirse por mutuo acuerdo de los negociadores; con ello, puede decirse que también se refuerza un implícito principio de especialidad y, por ende, se favorece la pervivencia de un modelo descentralizado. 5. LOS MECANISMOS DE INCENTIVO DE LA DESCENTRALIZACIÓN Y ELEMENTOS DE LIMITACIÓN La reforma legislativa de 1994 estableció un conjunto de reglas superpuestas a las precedentes, sin que estas últimas resulten derogadas ni sustituidas. Se trata de la expresión más palmaria del modelo de normación aluvional, añadiendo sedimentos al grupo de preceptos preexistentes. No se produce una alteración sustancial del sistema precedente. Pero tampoco puede entenderse que se trate de meros retoques menores, por cuanto que las nuevas reglas condicionan significativamente la aplicación de las anteriores, en algunos casos llegando a desmentirlas. Como orientación general puede afirmarse que dichas reglas adicionales tienen una doble significación. De un lado, incrementan el grado de intervención de la norma estatal respecto de la estructura negocial, apartándose cada vez más del modelo inicial aséptico o neutral. De otro lado, esa intervención, aunque no lo sea en términos absolutos, viene marcada por el objetivo de ahondar en las posibilidades de descentralización de la estructura y, en particular, de facilitar la flexibilización de condiciones a los niveles más reducidos, empresa y centro de trabajo. Una de las novedades más dignas de resaltar fue la regulación en materia de acuerdos de empresa. Cierto que los acuerdos de empresa constituían una realidad precedente a la reforma de 1994, siendo bien conocidos por su plasmación legal los acuerdos de reestructuración empresarial en materia de modificación, suspensión y extinción de relaciones laborales y, más allá de ello, la existencia de formas diversas de consenso entre representantes de los trabajadores en la empresa y la dirección de la misma en el ejercicio de las facultades de las primeras en materia de participación en las decisiones de gestión empresarial. No obstante, también resulta indiscutible que con las sucesivas reformas legales se ha producido un significativo reforzamiento de estos instrumentos, a medio camino entre la negociación formalizada de convenios y la consulta con vistas a lograr un acuerdo con los representantes legales. Reforzamiento que, a los efectos que ahora interesa, tiene una importante repercusión por lo que refiere a la estructura de la negociación colectiva. Influencia en el sentido de que los acuerdos de empresa manifiestan un nuevo nivel de interlocución negocial, afianzan las posibilidades de flexibilidad negocial haciéndola más versátil a las necesidades de cambio cotidianas de la empresa actual. En lo que refiere ya directamente a las relaciones de conexión entre las diversas unidades de negociación, se establecen reglas de preferencia aplicativa de unos convenios frente a otros. Preferencia que se fija no a través de una regla única, sino diferenciada en función de los ámbitos negociales que entran en situación de concurrencia, así como en función de las materias objeto de negociación en los diversos convenios colectivos. En primer lugar, principio de preferencia aplicativa del convenio colectivo común frente al acuerdo de empresa. En multitud de ocasiones, en preceptos correspondientes al título I del Estatuto de los Trabajadores aparece una remisión a la regulación o complemento de una institución individual hacia el convenio colectivo «o, en su defecto», al acuerdo de empresa: sistema de clasificación profesional (Art. 22.1 ET); régimen de ascensos profesionales (Art. 24.1 ET) modelo de recibo de salario (Art. 29.1 párrafo 3º ET); dis- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 93 ESTUDIOS tribución irregular de la jornada anual (Art. 34.3 ET); acomodación de la representación unitaria a disminuciones de plantillas (Art. 67.1 párrafo 5º ET). Con ello se fija lo que se ha denominado una relación de «subsidiariedad» o «supletoriedad», que no es otra cosa que la incorporación de una regla de aplicación preferente del primero respecto del segundo. En segundo lugar, y por paradójico que pueda parecer, principio de preferencia aplicativa del acuerdo de empresa frente al convenio colectivo para concretas materias: modificación sustancial de condiciones de trabajo en materia de horario, régimen de trabajo a turnos, sistema de remuneración, sistema de trabajo y rendimiento (Art. 41.2 ET), así como régimen de descuelgue salarial (Art. 82.3 ET). El procedimiento del art. 41 ET, así como del propio 82.3 ET, en este punto se presenta como una excepción a la regla general de prohibición de afectación de convenios colectivos durante su vigencia contenida en el art. 84 ET. En efecto, conviene recordar que este precepto impide que un convenio colectivo pueda ser afectado durante su tiempo de vigencia por otro de ámbito distinto. Así pues, el llamado «paraguas protector» del que gozaba el convenio sectorial durante su vigencia respecto del convenio de empresa se ve excepcionado por el modelo de modificaciones sustanciales del art. 41 ET: «Desde el punto de vista técnico-jurídico, el precepto reproducido es, como ha señalado la doctrina científica, una norma especial de concurrencias de regulaciones colectivas, que, al permitir la modificación de las disposiciones de los convenios colectivos del Título III ET por acuerdos de empresa, otorga a éstos preferencia aplicativa sobre aquellos»34. Aplicando el mismo, pues, no es preciso esperar a que decaiga la vigencia ordinaria del convenio del título III, sea de sector o de empresa, para que se puedan producir adapta- 34 94 STS 11 de mayo de 2004, RJ 5157. ciones a las circunstancias particulares de una empresa, vía acuerdo con los representantes y justificadas por las típicas razones económicas, técnicas, organizativas o productivas. Si bien ello sólo se admita, de principio, para las cinco concretas materias a las que con anterioridad nos hemos referido, debe entenderse que esta limitación objetiva de materias juega, de principio, en ausencia de previsión en contrario por parte del propio convenio colectivo estatutario objeto de alteración. Nada impide interpretar que esta limitación por parte del art. 41 ET se presenta como una norma ampliable en su contenido por parte del propio convenio colectivo a afectar; en virtud de la libertad de contratación por parte de la comisión negociadora, entre otros a través del mecanismo del art. 83 ET de remisión a niveles inferiores de negociación, el propio convenio colectivo puede admitir que determinadas materias pactadas en el mismo sean modificables por acuerdo de empresa. La superación de la prohibición del art. 84 ET no es el único resultado deducible de esa consideración autónoma de los presentes acuerdos de empresa. Junto a ello, como segunda novedad, para estos casos se introduce también una regla de excepción al art. 89.1 ET. Ahora nos referimos al deber de negociación conforme al principio de buena fe contractual que se regula para la negociación de los convenios colectivos del título III. En este punto, este precepto, como antes vimos, excluye de tal deber de negociación a la parte receptora del escrito solicitando su iniciación «cuando no se trate de revisar un Convenio ya vencido». Justamente, en el caso del art. 41 ET el procedimiento abre paso a la modificación de un convenio que aún no se encuentra vencido y, a pesar de ello, se incorpora también aquí el deber de negociar de buena fe (Art. 41.4 ET). Además un deber de negociación que adquiere un importante matiz digno de mención: mientras que, como regla general, en la práctica quienes proceden a denunciar el convenio vencido son los repre- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN sentantes de los trabajadores y son éstos quienes van a manifestar mayor interés en exigir la constitución de la comisión negociadora a través del deber legal correspondiente, en el caso de las modificaciones sustanciales del art. 41 ET la iniciativa de propuesta de modificación del convenio todavía vigente va a provenir de la dirección de la empresa, que va a ser en esta ocasión la interesada en exigir el cumplimiento del deber de negociación incorporado con la reforma al art. 41 ET. En tercer lugar, principio de preferencia aplicativa del convenio de sector de ámbito inferior frente al convenio sectorial de ámbito superior, para la generalidad de las materias: «en todo caso, a pesar de lo establecido en el artículo anterior, los sindicatos y las asociaciones empresariales que reúnan los requisitos de legitimación de los artículos 87 y 88 de esta Ley podrán, en un ámbito determinado que sea superior al de empresa, negociar acuerdos o convenios que afecten a lo dispuesto en los de ámbito superior siempre que dicha decisión obtenga el respaldo de las mayorías exigidas para constituir la comisión negociadora en la correspondiente unidad de negociación» (Art. 84 párrafo 2º ET). Hay que advertir que, según la jurisprudencia, ese convenio superior se refiere al territorialmente más amplio, no al funcionalmente más extenso»35. Posiblemente ésta constituye una de las excepciones más significativas a la regla general de afectación con la que arranca el art. 84.1 ET, al menos en la formalidad literal de la norma, por cuanto que cambia sustancialmente la orientación de partida de dicho precepto. El objetivo que impulsó en su momento la actual redacción del art. 84 ET fue el de satisfacer las exigencias de los partidos nacionalistas y tras éstos de los sindicatos más representativos de Comunidades Autónomas de que la instauración de los denominados marcos autonómicos de relaciones la- 35 STS 2 diciembre 1996, Ar. 8991. borales no se encontrara encorsetada por los procesos negociales que se hubieran desarrollado a nivel superior, en concreto en el ámbito estatal. Ahora bien, la redacción literal del precepto hace abstracción formal de ello, pues no hay mención explícita al convenio de Comunidad Autónoma. Procede a generalizar las situaciones de concurrencia para referirse a todo solapamiento entre convenios sectoriales; y lo hace otorgando preferencia aplicativa al nivel inferior. Es decir, a la postre fomentando la descentralización de la estructura negocial por lo que se refiere a las relaciones entre convenios sectoriales; en tanto que como ya vimos la potenciación de la descentralización por lo que refiere al nivel empresa y centro de trabajo se efectúa por otra vía: los acuerdos de empresa. Pero, es más, esa preferencia aplicativa del sectorial inferior no es meramente de fomento, pues el efecto más importante que produce es que debilita en gran medida las posibilidades de ordenación por las propias partes sociales en la cúspide de la estructura negocial. En concreto, es una fórmula que debilita la eficacia ordenadora de los acuerdos interprofesionales del art. 83.2 ET, en los términos bien precisados por la jurisprudencia y que tuvimos ocasión de referir con anterioridad. En cuarto lugar, como corrección o contrapeso de lo anterior, se establece también por contradictorio que parezca un principio de preferencia aplicativa del convenio de sector de ámbito superior frente al convenio sectorial de ámbito inferior, eso sí en esta ocasión ceñido a determinadas materias (Art. 84 párrafo 3º ET). Más aún, como ha indicado la propia jurisprudencia, no se trata en esta ocasión de un criterio de mera preferencia aplicativa tal como funciona la regla general de no afectación del párrafo 1 del art. 84 ET, sino que para este supuesto del párrafo tercero se trata de una directa prohibición de negociación sobre materias concretas; ello conduce a la misma jurisprudencia a declarar la nulidad de lo pactado cuando se infrin- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 95 ESTUDIOS ge esta prohibición respecto de las materias concretamente vedadas: «debe insistirse en que el precepto que contiene el párrafo segundo del art. 84 es de derecho necesario lo que significa que no puede reconocerse virtualidad ni eficacia a aquellos pactos que lo contradigan»36. Esta otra prohibición negocial se jerarquiza con diversa intensidad, pues conviene advertir que la preferencia aplicativa aquí contemplada no es idéntica en cada uno de los supuestos, pues cabe separar tres fórmulas diversas en la letra del precepto: 1) Preferencia absoluta, sin permitir resquicio de anteposición al convenio inferior. Situación que se produce en materia de período de prueba, grupos profesionales y régimen disciplinario. 2) Preferencia parcial, en cuanto que la primacía no abarca al conjunto de la regulación de esa institución, pues se exceptúan ciertos aspectos de la misma. Así sucede en el caso de las modalidades de contratación, donde se otorga preferencia aplicativa al convenio superior, excepto en lo que afecta a los aspectos de adaptación al ámbito de la empresa, en el que paradójicamente se otorga preferencia aplicativa al convenio sectorial inferior cuando lo razonable hubiera sido concederle esta primacía al convenio de empresa. 3) Preferencia relativa, pues se introduce una mera consideración de mínimo de derecho necesario con posibilidad de superación en beneficio del trabajador por parte del convenio colectivo de ámbito inferior, de modo que se establece una típica relación de suplementariedad entre el convenio superior y el inferior. Esta situación se observa en ma- 36 STS 22 de septiembre de 1998, RJ 7576; 3 de noviembre de 2000, RJ 9631; 17 de octubre de 2001, RJ 3075; 28 de enero de 2004, RJ 2180. 96 teria de seguridad e higiene en el trabajo y de movilidad geográfica. 6. LA LEVE DIVERSIFICACIÓN DE CONTENIDOS NEGOCIALES Otra de las técnicas normativas experimentadas a través de diversas reformas legislativas consiste en que la Ley comienza a realizar la remisión de regulación suplementaria, complementaria, supletoria o ex novo hacia la negociación colectiva, con mención explícita a un concreto nivel o ámbito negocial. Se autoriza la actuación normativa del convenio, pero no de cualquier convenio, sino del concretamente referido por la norma estatal. Dicho de otro modo, se fijan reglas de reserva normativa en favor de cierto tipo de convenios en razón de su ámbito de aplicación, excluyendo la posibilidad de que convenios de diverso ámbito puedan entrar a pactar sobre las citadas materias. A título ilustrativo así ocurre en las siguientes materias, a partir de 1994: la duración de los contratos en prácticas, atendiendo a las características del sector y de las prácticas a realizar (art. 11.1.b ET); los topes de duración de los contratos para la formación, atendiendo a las peculiaridades del sector y de los puestos de trabajo a desempeñar (art. 11.2.c ET); los topes de duración de los contratos eventuales, en atención al carácter estacional de la actividad en que dichas circunstancias se puedan producir (art. 15.1.b ET)37. Esta técnica normativa se reitera y acentúa con la reforma legislativa de 1997, efectuada a impulso del Acuerdo Interprofesional de Estabilidad en el Empleo. Ejemplos de esta continuidad se pueden localizar en las siguientes materias: la determinación de los puestos de trabajo, grupos, niveles o cate- 37 Su redacción fue parcialmente retocada con la reforma de 1997. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN gorías profesionales objeto del contrato en prácticas (Art. 11.1.a ET); de nuevo, la duración de los contratos en prácticas (Art. 11.1.b ET); el número máximo de contratos para la formación que se pueden realizar en función del tamaño de la plantilla, así como los puestos de trabajo objeto de ese contrato (Art. 11.2.b ET)38; de nuevo, la concreción de la duración del contrato para la formación (Art. 11.2.c ET); la fijación de la duración máxima de los contratos eventuales y el período dentro del cual se puedan realizar (Art. 15.1.b ET). Posteriormente también lo hará la reforma de noviembre de 1998 en materia de trabajo a tiempo parcial, en lo que refiere a la interrupción dentro de cada jornada laboral (Art. 12.4.b ET); la posible ampliación del número de horas complementarias a pactar las partes (Art. 12.5.c ET); así como los procedimientos de cambios voluntarios del contrato a tiempo parcial en a tiempo completo (Art. 12.4.e y g ET). En las reformas posteriores a estas fechas, por el contrario, cuando se contemplan algún tipo de remisión a la negociación colectiva no es casual ni anecdótico que se aprecie un abandono de esta técnica normativa. En efecto, en estas otras reformas más recientes la remisiones lo son de forma genérica e indiferenciada a cualquier tipo de convenio colectivo, con independencia de cuál sea su ámbito de aplicación, sectorial o empresarial. Así, a título de ejemplo se podrían traer a colación los siguientes supuestos: habilitación a la negociación colectiva para la introducción de cláusulas de jubilación obligatoria (Disp. adic. 10ª ET)39; establecimiento de requisitos para prevenir la rotación abusiva de trabaja- 38 No obstante, se autoriza también a que este número de contratos para la formación venga fijado en los convenios de empresa cuando en el mismo exista un plan de formación específico, cosa que no se requiere para el convenio sectorial (art. 11.2.b ET). 39 Disposición incorporada conforme a la Ley 14/2005, de 1 de junio (BOE 2 de julio). dores temporales en un mismo puesto de trabajo (Art. 15.5 p. 2 ET)40. En términos cuantitativos debe indicarse que se trata de una fórmula muy escasa en cuanto a su utilización, si se compara con la multitud de ocasiones en las que la regulación estatal del régimen de la relación laboral efectúa una remisión al convenio colectivo. En la gran mayoría de las ocasiones la remisión se hace de forma indistinta en favor de cualquier unidad negocial y por ello hemos utilizado la expresión «leve diversificación». Elemento común a esta diversificación de contenidos reside en que en todos los casos la remisión lo es a los convenios colectivos de sector; por tanto, con exclusión de que tal materia sea objeto de regulación por parte de los convenios de empresa. En algunos casos, no obstante, se aprecia una matización superior por parte de la norma; se va más allá de ello, pues la remisión es escalonada y por tanto jerarquizada; la forma típica de redacción es remisión al «convenio colectivo sectorial estatal o, en su defecto, en los convenios colectivos de ámbito inferior». La motivación de fondo de este tratamiento diferenciado puede ser doble. De un lado, la circunstancia de que el sentido de la habilitación a la intervención convencional lo es en un sentido ampliatorio de la flexibilidad empresarial y, por ende, reductiva de las garantías formales individuales; la norma estatal al establecer reglas de tutela del trabajador a estos efectos posee un valor supletorio para la negociación colectiva, salvo la fijación en algunos casos de topes máximos o mínimos. Por ello, en la medida en que se autoriza a ampliar el mínimo protector legal, se realiza con cautelas y, en concreto, limitándolo a aquellas mesas negociadoras de los convenios sectoriales, que se donde se presu- 40 Apartado incorporado por medio del RDL 5/2006, de 9 de junio (BOE 14 de junio). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 97 ESTUDIOS me concurren garantías de que la representación de los trabajadores no se encuentra en situación de debilidad negocial; en sentido negativo, implícitamente se viene a actuar con desconfianza respecto de la actuación de los negociadores en los convenios de empresa. De otro lado, una voluntad de actuar indirectamente sobre el diseño de la estructura negocial, ahora en sentido de no favorecer una intervención excesivamente descentralizada. Este encauzamiento premeditado de la estructura resulta más palpable en los preceptos que fueron afectados como consecuencia de la reforma laboral de 1997, tanto por la forma como se produce como por su incardinación en el conjunto de otros acuerdos interprofesionales, que ahondan en esa misma línea. En efecto, los preceptos de esa reforma legal de 1997 en donde aparece esa remisión selectiva a la negociación como ya hemos indicado se dirigen preferentemente a la negociación sectorial más centralizada, es decir, la que se verifica a nivel estatal. Tan sólo en la hipótesis de que esa remisión no venga asumida por parte del convenio estatal, se acepta que intervenga el convenio sectorial de nivel inferior, en tanto que nunca se permite que lo haga el convenio de empresa o ámbito inferior. A estos efectos, esta forma de remisión diversificada para materias concretas juega como regla especial, que prima frente a otras reglas más generales en materia de concurrencia entre convenios colectivos. Dicho con más claridad, tales reglas de remisión se aplican con carácter predominante respecto de los principios de preferencia aplicativa del art. 84 ET; en concreto, con carácter prevalente a la regla que prima al convenio sectorial inferior frente al superior, pues en estos casos se prima al convenio sectorial estatal frente a los de ámbito inferior. Desde este punto de vista, estos preceptos comportan una pequeña corrección por limitada que sea del modelo descentralizador auspiciado por la reforma de 1994. 98 Por último, existe otra técnica normativa en la regulación estatal que, si bien en sentido estricto y formal no supone remisión selectiva a una concreta unidad negocial, sin embargo a veces puede producir efectos indirectos similares. Me refiero a manifestaciones de reservas en favor de cierto tipo de convenios, no en atención a su ámbito, pero sí en razón de los sujetos que los conciertan. En ocasiones, el Estatuto se remite a productos negociales pactados por los sindicatos y patronales más representativos, tanto a nivel estatal como de Comunidad Autónoma. Ejemplo de ello fue en su momento la atribución a tales organizaciones del protagonismo del proceso de sustitución de las Ordenanzas Laborales (Disp. trans. 6ª), o bien actualmente para el establecimiento de los procedimientos de conciliación preprocesal (Arts. 63 y 153.1 y disp. adic. 7ª LPL) así como de la implantación de los medios extrajudiciales de solución de los conflictos derivados de la aplicación e interpretación de los convenios colectivos (Art. 91 ET). En sede teórica tales convenios colectivos pueden celebrarse en cualquier ámbito o nivel, pero, en función de los sujetos a los que se remite la norma, de hecho tienden a concertarse a nivel sectorial y en los ámbitos territoriales más amplios posibles; de ahí, su posible incidencia indirecta sobre la estructura negocial. A la luz de todo lo anterior, y analizado en su conjunto, el panorama final es el de una extrema complejidad de las reglas sobre concurrencia entre convenios colectivos, en términos tales que difícilmente ello puede estar presente en la mente de quienes integran las mesas de negociación de los diversos convenios colectivos. El resultado en estos momentos muy previsiblemente sea el de que la elevada complejidad de las reglas y excepciones a la concurrencia entre convenios esté llevando en la práctica a un fuerte olvido e incumplimiento de la previsiones legales, por cuanto que los mensajes del legislador a los negociadores han de ser claros y no contradictorios si se desea que tengan real efectividad. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS CRUZ VILLALÓN BIBLIOGRAFÍA CASAS BAAMONDE, M. E.: La estructura de la negociación colectiva y las nuevas reglas sobre competencias y concurrencia de los convenios colectivos, RR. LL. 17 y 18 (1997). CRUZ VILLALÓN, J.: Los sujetos y los escenarios de la negociación colectiva: de las unidades clásicas a los nuevos ámbitos convencionales, en AA. VV., Veinte años de negociación colectiva: de la regulación legal a la experiencia negocial. XIII Jornadas de Estudio sobre la negociación colectiva, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid 2001. LÓPEZ ANIORTE, M. C.: La concurrencia de convenios colectivos, ed. Tirant lo Blanch, Valencia 1999. MARTÍN VALVERDE, A.: «Estructura y proceso de la negociación colectiva», Revista de Economía y Sociología del Trabajo nº 18 (1992). MERCADER UGUINA, J.: Estructura de la negociación colectiva y relaciones entre convenios, Cívitas, Madrid, 1994. La estructura de la negociación colectiva, TL 76 (2004). RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Mª Luz: La estructura de la negociación colectiva, ed. Lex Nova, Valladolid 2002. RIVERO LAMAS, J.: «Estructura y funcionamiento de la negociación colectiva tras la reforma laboral de 1997», REDT nº 89 (1998). VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Crisis y continuidad en la estructura de la negociación colectiva», RPS nº 137 (1983). VILLAVICENCIO RÍOS, A.: Los acuerdos marco sobre la estructura de la negociación colectiva: naturaleza jurídica, eficacia, contenido, Comares, Granada, 1998. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 99 ESTUDIOS RESUMEN 100 La regulación en nuestro ordenamiento, relativa a la estructura y concurrencia de convenios colectivos, se ha ido construyendo de forma aluvional, en el sentido de que a partir de una regulación inicial en el texto originario del Estatuto de los Trabajadores de 1980 se le han ido añadiendo, a resultas de reformas sucesivas, sedimentos adicionales que, sin suprimir las reglas iniciales, las han ido corrigiendo, por vía de introducción de excepciones o incluso reglas directamente opuestas a las precedentes. Incluso podría constatarse cómo el texto estatutario inicial no comportó en su momento el establecimiento de un modelo que partiera de cero, por cuanto que era deudor en gran medida del sistema de negociación colectiva desarrollado en nuestro ordenamiento desde la década de los años sesenta. El resultado de todo ello es que al margen de la innegable labor de clarificación interpretativa llevada a cabo por la jurisprudencia aplicando criterios con proyección de futuro el esquema legal imperante resulta en gran medida contradictorio por la presencia de reglas y contrarreglas. Al final, el marco normativo estatutario se presenta excesivamente complejo para los negociadores, al menos respecto de una materia en la que los mensajes deben ser muy simples y contundentes. A la postre, esa complejidad provoca una notable falta de efectividad de la norma laboral, pues la realidad discurre por derroteros diversos, de modo que las reglas estatutarias muestran una muy limitada capacidad de ordenación de la estructura de la negociación colectiva en nuestro sistema de relaciones laborales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 La interpretación del convenio colectivo (Apuntes de Derecho comparado) ALFREDO MONTOYA MELGAR* 1. LA INTERPRETACIÓN, PRESUPUESTO DE LA APLICACIÓN DEL CONVENIO E l convenio colectivo típico es una singular figura jurídica que aúna el carácter contractual y el normativo. Esta extraña mixtura, tan ajena a la naturaleza de la fuente del Derecho por excelencia, la ley, tuvo sus orígenes en las construcciones jurídicas, a caballo entre el Derecho internacional y los nacionales, de la Vereinbarung, el acto-regla, la institución-regla o el contratoley, construcciones cuya aparición fue acogida con grandes reticencias por la doctrina. Así, todavía a mediados del siglo XX, el maestro Federico de Castro incluía a los que empezaron denominándose «contratos de tarifa» entre las que él consideraba no más que «pretendidas fuentes del Derecho», producto a su juicio de «una moda, más ruidosa que de general aceptación» 1 ; opiniones más que explicables en el momento en que se emitieron, cuando el convenio colectivo se hallaba rigurosamente prohibido en España y la * Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad Complutense de Madrid. 1 F. DE CASTRO: Derecho Civil de España, t. I, Madrid, 1949, págs. 334 y ss. autonomía colectiva de sindicatos y organizaciones empresariales se encontraba sustituida por un estricto intervencionismo estatal plasmado, en materia de fuentes del Derecho del Trabajo, en la figura de las Reglamentaciones de Trabajo que aprobaba la Administración laboral para los distintos sectores de la producción. El tiempo, sin embargo, se ha encargado de consolidar aquella extraña y precaria institución que, de hecho, ha pasado a ser la norma reguladora más abundante e inmediata de las relaciones laborales, que todo intérprete debe consultar ineludiblemente; norma cuya singularidad es, al tiempo, uno de los más fuertes rasgos definidores de la peculiaridad y autonomía del Derecho del Trabajo. Tanto en su dimensión contractual como en la normativa, el convenio colectivo es un instituto jurídico nacido para ser aplicado en el doble sentido a que responde su híbrida y peculiar naturaleza: aplicado como pacto por los propios sujetos contratantes en lo que refiere al compromiso obligacional por ellos contraído, y aplicado como norma a los destinatarios trabajadores y empresarios incluidos en el ámbito de aplicación del convenio. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 101 ESTUDIOS Obviamente, la aplicación del convenio colectivo presupone su interpretación; para aplicar el convenio, sea con carácter normal y pacífico o en situación litigiosa, es necesario conocer su verdadero sentido, que en esto consiste la tarea interpretativa. Si la norma legal no se libra de incurrir en vaguedades, oscuridades e incluso contradicciones, tales defectos son más frecuentes en el caso de la negociación colectiva, cuyos protagonistas carecen de la cualificada asistencia técnico-jurídica con que cuenta el poder público (legisladores y gobiernos) y además persiguen, por encima de pruritos de rigor normativo, finalidades prácticas ajustadas ante todo a la conciliación de sus intereses. Con frecuencia se observa en el texto de los convenios (y de los acuerdos bipartitos o tripartitos derivados de la concertación o diálogo social, algunos de los cuales operan como antecedente de la llamada «legislación negociada») fórmulas ambiguas que lo son porque los intereses de los pactantes no han permitido mayores cotas de precisión. Nuestro maestro inolvidable, Manuel Alonso Olea, advirtió este hecho con su lucidez de siempre cuando explicó que «los pasajes oscuros o poco decisorios de un convenio colectivo son así porque las partes que han convenido quisieron que fueran así, porque fueron incapaces de llegar a un acuerdo y sabían que si forzaban la negociación hasta el punto de conseguir la claridad absoluta, sobre esa claridad absoluta no iban a poder pactar» 2. El precio para alcanzar el acuerdo es, pues, en muchas ocasiones, la adopción de una «ambigüedad calculada», expresión consagrada, por cierto, para explicar ciertas oscuridades de nuestra Constitución, que, de haberse optado por fórmulas más precisas, no hubiera logrado alcanzar el necesario consenso para su aceptación. 2 M. ALONSO OLEA: «Los principios básicos de la nueva Ley de Convenios Colectivos», Estudios de Deusto, Bilbao, 1977, vol. XXV, pág. 10. 102 2. REGLAS DE INTERPRETACIÓN DEL CONVENIO La singular naturaleza mixta o compuesta del convenio colectivo contrato con efectos normativos, o norma de origen contractual, explica en buena parte las vacilaciones doctrinales a la hora de determinar qué reglas han de aplicarse para interpretar el convenio: si las propias de la interpretación de la ley, si las de la interpretación del contrato, si las primeras para interpretar la parte normativa y las segundas para interpretar la obligacional o, en fin, si unas y otras conjuntamente para interpretar cualesquiera cláusulas, obligacionales o normativas, del convenio. Doctrina de autoridad viene poniendo de manifiesto las diferencias que se derivan de la aceptación de una u otra postura3. Ello con independencia de los complejos problemas que plantea, cada una por su lado, la interpretación de la ley y la interpretación del contrato. 2.1. Las reglas de interpretación de la ley En efecto, por lo que se refiere a la interpretación de la ley, no hay una posición unívoca acerca del contenido que deba tener esta tarea: para unos habría de indagarse exclusivamente el texto de la norma, lo que las palabras de la ley dicen; para otros habría que remontarse a la voluntad del legislador; para unos terceros, con criterio más sociológico, sería necesario buscar la interpretación más congruente con la adecuación social de la norma al tiempo en que se aplica4. 3 Por todos, M.V. RUSSOMANO: «Interpretación de las convenciones colectivas de trabajo», en el libro Estudios sobre la negociación colectiva en memoria de Francisco de Ferrari, Montevideo, 1973, págs. 111 y ss. 4 Una completa síntesis de las teorías sobre la interpretación de la norma jurídica, en F. DE CASTRO: Derecho Civil de España, cit., págs. 446 y ss.; N. DE BUEN: Derecho del Trabajo, I, México, 2002, págs. 473 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ALFREDO MONTOYA MELGAR En España rigió, hasta la modificación del Código civil en 1974, una difusa línea de interpretación de la ley, basada tanto en criterios doctrinales la interpretación gramatical, lógica, histórica y sistemática de Savigny como, en ocasiones, en la recepción de los criterios de interpretación de los contratos5. La reforma del Código civil llevada a cabo en 1974 supuso la introducción de una serie de reglas interpretativas de las normas, que se suman entre sí con criterio ecléctico. Según el art. 3.1 del Código, los criterios que el intérprete de la norma ha de seguir en su tarea hermenéutica son los muy conocidos siguientes: bamos de referirnos, el art. 3.1 del Código civil español. En síntesis, la interpretación de la norma legal ha de basarse en el sentido gramatical, incluido el sintáctico, de la proposición normativa, en el contexto histórico, social, etc. en que la norma se aplica, y por supuesto en el fin perseguido por ésta. 2.2. Las reglas de interpretación del contrato No es éste el momento de entrar en las discusiones doctrinales acerca de la mayor o menor pertinencia de estos criterios, sobre los que no hay unanimidad ni siquiera en lo que respecta a su obligatoriedad; pues para algunos autores se trata de meras recomendaciones del Código, mientras que para otros se está ante auténticos mandatos de obligado cumplimiento. Menos oportuno aún sería entrar en el inacabable tema de las distintas opciones doctrinales, jurisprudenciales y legales existentes en el Derecho comparado acerca de los criterios utilizables para la interpretación de la ley. Bástenos, como ejemplo próximo y concreto, al que aca- Si de la interpretación de la ley pasamos a la del contrato, la gran cuestión es si la diferente naturaleza de una y otro exige distintos medios interpretativos. Doctrina consolidada viene sosteniendo que la interpretación de la ley tiene carácter objetivo, aplicándose sin más al texto de la proposición normativa en sí misma, mientras que la interpretación del contrato atiende principalmente a la voluntad de los contratantes. Pese a los intentos de alcanzar una teoría general de la interpretación común a la ley y al contrato (Shreier, Heck, etc.), la doctrina más autorizada entiende que «no puede llegarse a una absoluta equiparación» porque «el contrato y la ley son reglas jurídicas, pero mientras la ley es una regla abstracta y general, el contrato es un precepto concreto; y mientras la ley es un precepto heterónomo, el contrato es un precepto de autonomía privada», de donde se deduce que la interpretación de la ley ha de atender al sentido o significado objetivo de ésta, mientras que la del contrato ha de indagar de modo predominante en la voluntad de los contratantes6. De este modo, y sin perjuicio de admitir un buen número de criterios interpretativos del contrato de carácter objetivo (el sentido literal de las palabras cuando es claro, la opción a favor del sentido más adecuado, la aplicación de la interpretación 5 Cf. J.L. LACRUZ BERDEJO et al.: Elementos de Derecho Civil. I. Parte General. Vol. 1º, Madrid, 1999, págs. 217 y ss. 6 L. DÍEZ-PICAZO: Fundamentos del Derecho civil patrimonial. I. Introducción. Teoría del contrato, Madrid. 1996, pág. 395. el sentido propio de las palabras en las que se vierte la norma. el contexto en el que se inscribe la norma. los antecedentes históricos y legislativos de la norma. la realidad social del tiempo en que se aplica la norma. el espíritu y la finalidad de la norma. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 103 ESTUDIOS sistemática, la interpretación de las cláusulas a la luz de los usos y costumbres7), el Código civil español incluye criterios interpretativos subjetivos; así, la interpretación literal cederá cuando no quede clara la intención de las partes, en cuyo caso, esto es, «si las palabras parecieren contrarias a la intención evidente de los contratantes, prevalecerá ésta sobre aquéllas» (Art. 1281 CC). El art. 1282 CC completa esta disciplina añadiendo una regla para entender cuál fue la intención de los contratantes: «deberá atenderse principalmente a los actos de éstos, coetáneos y posteriores al contrato». El art. 1283 invoca el propósito de los contratantes para interpretar el alcance de lo pactado. En fin, criterio interpretativo subjetivo es también el contenido en el art. 1288 CC cuando dispone que «la interpretación de las cláusulas oscuras de un contrato no deberá favorecer a la parte que hubiese ocasionado la oscuridad». Desde luego, en aquellos ordenamientos en que se admite explícitamente v.g., el belga o más bien de facto caso español el convenio colectivo de eficacia limitada, la opinión dominante le asigna puro carácter contractual, por lo que las reglas interpretativas aplicables a sus cláusulas son las propias y exclusivas del contrato. En el derecho belga, en caso de discrepancia entre las partes signatarias del pacto, es frecuente que tal disidencia se resuelva mediante la suscripción de un nuevo convenio8. 2.3. La interpretación del convenio colectivo, ¿legal, contractual o ambas cosas? Admitiendo las diferencias descritas anteriormente entre la interpretación de la ley y Arts. 1281, 1284, 1285, 1286 y 1287 CC. Ch. ENGELS y L. SALAS: «La negociación colectiva en Bélgica», en el libro colectivo de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, Madrid, 2004, pág. 72. 7 8 104 la del contrato, sigue en pie la pregunta sobre si el convenio colectivo ha de ser interpretado como si fuera un contrato, como si fuera una norma, o de acuerdo con ambas naturalezas. Una respuesta elemental nos llevaría a afirmar que, puesto que en el convenio colectivo hay una parte obligacional y otra normativa, a la primera corresponderían las reglas de la interpretación contractual y a la segunda las de la interpretación legal. Frente a este tipo de respuesta, hace más de treinta años que el maestro Russomano declaró que «existiendo o pudiendo existir, en las convenciones colectivas, cláusulas obligacionales y cláusulas normativas, sería muy simple que se dijera que las primeras deben ser interpretadas según la manifestación conjunta de las partes y las segundas dentro del sistema de hermenéutica de las leyes»9. En efecto, por mucho que se diga, con fundamento último en la famosa frase de Carnelutti que otorga al convenio alma de ley y cuerpo de contrato, que el convenio colectivo consta de esta doble naturaleza, lo cierto es que la institución se configura de un modo unitario, en muchos sistemas jurídicos como una auténtica norma (en otros sistemas, sobre todo en los basados en la negociación de empresa, el convenio reviste mero carácter contractual10). Por otra parte, en aquellos Ordenamientos en que el convenio colectivo posee una parte obligacional y otra normativa, la primera suele tener una significación muy inferior a la segunda, hasta el punto de que el contenido obligacional concretado básicamente en el deber de bue- 9 M.V. RUSSOMANO: «Interpretación de las convenciones colectivas de trabajo», cit., pág. 112. 10 Tal el caso peruano, en el que, pese a que el Reglamento de la Ley de Relaciones Colectivas (1992) dispone que las cláusulas normativas se interpretan como propias de una ley y las obligacionales como propias de un contrato, la realidad generalizada se basa en convenios de empresa puramente contractuales (M. PASCO COSMÓPOLIS: «Negociación colectiva en el Perú», en el libro, en prensa, del GRUPO DE LOS 9: La negociación colectiva en Iberoamérica). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ALFREDO MONTOYA MELGAR na fe que vincula a los pactantes, y que puede concretarse en la adopción de cláusulas de renuncia a la adopción de medidas de conflicto colectivo, incluida la huelga «puede faltar dentro de la estructura del contrato colectivo sin que se lesione ni dañe la existencia del que está conformado sólo de cláusulas normativas»11. Como dijo el maestro Alonso Olea, ya en la primera edición de su Derecho del Trabajo, el contenido obligatorio del convenio «ni es necesario ni es típico»12 en esta institución; muestra de ello es que hay importantes sistemas jurídicos como el francés en los que no rige el deber de paz absoluto, de modo que la celebración de un convenio colectivo no obliga al sindicato o sindicatos pactantes a abstenerse durante su vigencia de realizar actos reivindicativos, sino que sólo exige «un vago grado de neutralidad» generador de «una obligación de paz muy aguada»13. El propio Derecho español configura las cláusulas de paz como meramente facultativas (Art. 82.2 del Estatuto de los Trabajadores: las partes del convenio colectivo «podrán regular la paz laboral a través de las obligaciones que se pacten»). Puede decirse que en muchos casos el sincretismo preside en la práctica las reglas de interpretación del convenio colectivo, sincretismo que en principio opera con independencia de que se esté interpretando una cláusula obligacional o normativa, aunque su juego habitual se produzca respecto de la interpretación de las cláusulas más frecuentes e importantes, que son sin ninguna duda las que conforman la parte normativa del convenio colectivo. 11 A. ARRIA SALAS: Contratación colectiva. Vol. I. Parte General, Caracas, 1987, pág. 286. 12 M. ALONSO OLEA: Derecho del Trabajo, Madrid, 1971, pág. 331; insistiendo en esta idea en «El concepto de convenio colectivo», en Estudios sobre la negociación colectiva en memoria de Francisco de Ferrari, cit., pág. 11. 13 J. ROJOT: «Los convenios colectivos en Francia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 124. En tal sentido, el Tribunal Supremo español (Sala de lo Social), separándose de la tesis de la doble interpretación legal para la parte normativa del convenio y contractual para la parte obligacional viene aplicando conjuntamente ambos criterios cuando se enfrenta con la interpretación de un precepto normalmente, un precepto normativo del convenio. No falta lógica a este método, pues también la parte normativa del convenio tiene origen contractual, lo que permite no descartar el recurso a los criterios propios de la interpretación de los contratos. Jurisprudencia reiterada viene así contemplando al convenio como una unidad «el convenio colectivo, aunque surgido de la autonomía colectiva, tiene en nuestro ordenamiento valor normativo y eficacia general, de forma que se inserta en el sistema de fuentes» (STS de 24 de noviembre de 2004) y declarando en tal sentido que la interpretación de todas las cláusulas del convenio debe combinar los criterios lógico, gramatical e histórico propios de la interpretación de la ley (Ss. de 6 y 13 de abril de 1992) con el criterio, propio de la interpretación del contrato, de la atención a las palabras y la intención de los contratantes (S. de 1 de julio de 1994). La doctrina de la necesaria combinación de los criterios hermenéuticos normativos y contractuales se encuentra, entre otras, en las sentencias del Tribunal Supremo de 20 de mayo de 1997, 13 de junio de 2000 y 19 de septiembre y 10 de octubre de 2003. Como dice la STS de 20 de marzo de 1997, reiterada por la de 22 de marzo de 2004, «en materia de interpretación de cláusulas de convenios ( ) se combinan las reglas de interpretación de las normas con las de la interpretación de los contratos». O, en los términos de la STS de 30 de enero de 2004, al participar el convenio colectivo de «la doble naturaleza de acuerdo entre partes y de fuente de derechos y obligaciones erga omnes, no es suficiente el único auxilio del corpus iuscivilista para interpretar la voluntad del órgano representante de la voluntad de los trabajadores (y del que representa a los empresarios»), de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 105 ESTUDIOS donde deduce que sin desechar la utilidad de la indagación de tal voluntad pactante «también deberá considerarse la vertiente de interés general que posee la actuación de la representación de los trabajadores» (y la de los empresarios). Los criterios hermenéuticos puramente contractuales, «plenamente válidos entre sujetos estrictamente privados» concluye la citada sentencia son ineficaces cuando las partes contratantes asumen «una voluntad colectiva cuyas decisiones vinculan tanto a quienes le otorgaron su representación como a quienes se la negaron». En resumen, las reglas interpretativas de los contratos vendrán a auxiliar a las reglas de la interpretación normativa cuando éstas se revelen insuficientes: cuando los términos de la cláusula del convenio objeto de interpretación son claros y no plantean dudas acerca de la voluntad de los pactantes, huelga entrar en la averiguación de ésta (SsTS de 2 de febrero de 2000 y 5 de junio de 2001); y a la inversa, cuando la estricta interpretación gramatical y sistemática de aquellos términos ofrezca dudas o parezca contrariar la voluntad de los contratantes, habrá de indagarse ésta (STS de 29 de junio de 1999)14. Algo parecido ocurre en el Derecho holandés, en el que, si en principio el convenio se interpreta teniendo en cuenta su carácter de norma y atendiendo por tanto al contenido expresado en su texto, la intención de las partes no deja de tener alguna relevancia, aunque sea menor15. En ocasiones, la opción sincrética sigue el criterio inverso, de modo que la interpreta- 14 Cfr. J. GARCÍA BLASCO y A.L. DE VAL TENA: «La negociación colectiva en España», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 286. 15 I. ASCHER-VONK: «Los convenios colectivos en los Países Bajos», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 152. 106 ción utilizada básicamente es la subjetiva o contractual, aplicándose la legal u objetiva sólo cuando aquélla no es viable o suficiente; de este sistema un ejemplo relevante de él es el Derecho italiano se ha dicho que oscila «como un péndulo» entre el principio de interpretación objetivista y el subjetivista. En Italia coexisten, en efecto, opiniones distintas y cambiantes sobre el tipo de interpretación que debe presidir la hermenéutica de los convenios colectivos; mientras que el Tribunal de Casación es partidario de aplicar las reglas de interpretación de los contratos, dando prioridad a la intención de las partes y atendiendo al texto acordado sólo en defecto de ésta, otra dirección doctrinal, acogida en ocasiones por el propio Tribunal de Casación, se inclina por la tesis objetivista16. En algún otro sistema jurídico se produce una contradicción entre el tipo de interpretación que procede legalmente y el que efectivamente se emplea en la práctica. Tal es el caso del convenio colectivo brasileño, configurado como una ley (ley delegada) y de hecho interpretado como un contrato. Después de un largo período de dominio de la concepción contractualista para definir el convenio colectivo, la actual consideración de éste como una norma legal lleva a la conclusión de que las reglas apropiadas para su interpretación han de ser las instituidas para interpretar las leyes (interpretación literal, histórica, sistemática, teleológica, etc.). Sin embargo, en la práctica los convenios «son interpretados como los contratos, dándose mayor valor a la intención de los contratantes que al sentido literal de las palabras»17. No es posible, por tanto, fijar un común denominador de valor universal y absoluto, ni legal ni doctrinal, en cuanto a las reglas B. VENEZIANI: «La negociación colectiva en Italia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 179. 17 Vid. W.D. GIGLIO: «Negociación colectiva en Brasil», en el libro, en prensa, del GRUPO DE LOS 9: La negociación colectiva en Iberoamérica. 16 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ALFREDO MONTOYA MELGAR adecuadas para interpretar un convenio colectivo. La diversidad de las posiciones de los Ordenamientos jurídicos, de los Tribunales y de los autores, unida a la frecuente e indiferenciada utilización de reglas interpretativas legales y contractuales, impiden extraer una conclusión que pueda englobar a todas esas posiciones. Quizá éstas sean las razones por las que, pragmáticamente, se ha declarado que «la discusión tiene muy poco sentido práctico», sobre todo porque «la interpretación de un texto legal se parece mucho a la de un acto jurídico privado»18. El criterio que viene manteniendo nuestra jurisprudencia parece adecuado para salir de una situación que en otro caso sería de excesiva indefinición. Nos referimos al criterio de acudir en primer lugar a la interpretación objetivista, tratando al convenio en su integridad como una norma, y sólo cuando esa interpretación no arrojara resultados suficientemente terminantes, acudir a la indagación de la voluntad de las partes19 (expresada, por ejemplo, en las actas que se hubieran levantado a lo largo de sus deliberaciones). De este modo se aunarían la interpretación normativa y la contractual, por lo demás no tan alejadas; así, la interpretación literal rige para leyes (Art. 3.1 CC) y para contratos (Art. 1281 CC), y del mismo modo que cuando las palabras de la ley no son suficientemente claras puede acudirse a los «antecedentes legislativos» art. 3.1 CC (esto es, al iter seguido por la ley en su tramitación), cuando la literalidad de las cláusulas contractuales no basta para entenderlas puede acudirse a la investigación de la «intención de los contratantes» art. 1281 CC. Los contratantes son, en la norma convencional, lo 18 Vid. R. ALBURQUERQUE: «La negociación colectiva en la República Dominicana» en el libro, en prensa, del GRUPO DE LOS 9: La negociación colectiva en Iberoamérica. 19 Criterio opuesto sigue, sin embargo, el Código civil italiano en sus arts. 1362 a 1371. Cfr. B. VENEZIANI: «La negociación colectiva en Italia», cit., págs. 178-179. que el legislador (usando esta palabra en sentido amplio: el Parlamento, el Gobierno) es en la norma estatal; aquéllos no son puros y simples sujetos de un contrato sino además poderes creadores de una norma. Por ello, del mismo modo que puede buscarse el sentido de la norma legal en sus antecedentes parlamentarios, puede indagarse el significado del convenio colectivo en las actas que documentan su negociación. 2.4. La jerarquía normativa, la analogía, los principios del Derecho del Trabajo y el problema de la selección del convenio aplicable En la interpretación del convenio colectivo ha de tenerse en cuenta, por lo pronto, la jerarquía normativa, consagrada constitucionalmente y legalmente en numerosos Ordenamientos (el español entre ellos). De acuerdo con ese principio, el convenio ha de adecuarse a la ley, tanto en su elaboración como en el respeto de los mínimos legales (Art. 85.1 ET). Una primera interpretación de la cláusula de un convenio es la que nos llevaría a pronunciarnos acerca de su legalidad, e incluso, ascendiendo en la pirámide normativa, acerca de su constitucionalidad. De acuerdo con el principio de jerarquía de las normas, la cláusula de un convenio que vulnerara derechos fundamentales sería nula de pleno derecho, e igual ocurriría con los preceptos que establecieran condiciones de trabajo inferiores a las fijadas por norma estatal (p. ej.: salario inferior al mínimo interprofesional, o jornada superior a la máxima legal). En tales casos, la norma ilegal se tendría por no puesta, y el intérprete debería sustituirla por la norma legal no respetada por aquélla. En la interpretación del convenio serán aplicables los principios generales del Derecho y los específicos del Derecho del Trabajo. Así, principios como los de buena fe y pacta sunt servanda son, obviamente, consustan- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 107 ESTUDIOS ciales a la interpretación y aplicación de todo convenio; y el principio pro operario, ha de regir en caso de duda interpretativa de un precepto convencional. Lógicamente, principios como el de irrenunciabilidad, el de no discriminación o el de primacía de la realidad han de ser tenidos en cuenta en la interpretación y aplicación del convenio20, por más que algunos de estos principios ofrezcan recientes muestras de erosión en más de un Ordenamiento21. El rechazo de la analogía como método de interpretación del convenio colectivo está bastante generalizado, y es lógico que así sea ya que cada convenio posee sus específicos ámbitos, lo que hace difícil el recurso a la aplicación analógica de la regla de otro convenio. En algunos ordenamientos, es la propia ley la que prohibe la aplicación analógica (caso del Derecho argentino)22. Sólo entre convenios de ámbitos muy similares cabría por excepción aplicar la técnica hermenéutica de la analogía. Menos problemas plantea la que pudiéramos llamar analogía interna, esto es, la interpretación de un precepto de un convenio en relación analógica con otro que aborde un supuesto semejante dentro del mismo convenio23. Misión de la labor interpretativa es también decidir, en caso de existencia de varios convenios que en principio podrían regir una determinada relación laboral, cuál es el realmente aplicable. La concurrencia de conve- 20 Vid. la obra colectiva del GRUPO DE LOS 9, coordinada por M. PASO COSMÓPOLIS: En torno a los principios del Derecho del trabajo. Homenaje al Dr. Américo Plá Rodríguez, México, 2005. 21 W.D. GIGLIO: «Negociación colectiva en Brasil», cit. Para el Derecho español, A. DESDENTADO BONETE: «¿Existe realmente el principio in dubio pro operario?», RL, 2003, I, págs. 605 y ss. 22 M. ACKERMAN: «La negociación colectiva en Argentina» (en el libro, en prensa, del GRUPO DE LOS 9: La negociación colectiva en Iberoamérica). 23 Sobre esta posibilidad, A. ARRIA SALAS: Contratación colectiva, cit., pág. 301. 108 nios constituye en los distintos Ordenamientos un difícil problema, al que se puede atender con criterios diversos: aplicando el convenio más favorable en su conjunto (solución por la que pueden optar facultativamente las partes del convenio en ciertos supuestos, en el Derecho holandés24), o la cláusula específica más favorable, o el conjunto homogéneo de cláusulas más favorable, o el convenio más específico, o el de mayor ámbito, o el primero en el tiempo, o el más reciente También se plantean problemas delicados sobre el convenio aplicable a los trabajadores de una empresa objeto de transmisión, fusión, absorción, etc.; problemas que a veces resuelve el propio legislador; así ocurre en el Derecho holandés, en el que las condiciones laborales fijadas en el convenio de procedencia se mantienen hasta la firma de un nuevo convenio25. El abordaje de la concurrencia de convenios en nuestro Ordenamiento excede del propósito de este estudio, máxime cuando ese tema es objeto de detenido análisis en otro trabajo incluido en este mismo volumen26. 3. INTERPRETACIÓN Y APLICACIÓN DEL CONVENIO EN INSTANCIAS PRIVADA Y PÚBLICA ¿A quién corresponde interpretar y aplicar el convenio colectivo? En primer lugar, y en todos los supuestos de normalidad laboral, a los trabajadores y empresarios destinatarios del convenio. La aplicación cotidiana de lo pactado por unos y otros presupone un entendimiento previo esto es, una interpretación de lo que las cláusulas aplicadas sig- 24 I. ASCHER-VONK: «Los convenios colectivos en los Países Bajos», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 154. 25 I. ASCHER-VONK: «Los convenios colectivos en los Países Bajos», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 1523-154. 26 Vid. el estudio de J. CRUZ VILLALÓN: «Estructura y concurrencia entre convenios colectivos». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ALFREDO MONTOYA MELGAR nifican. Lo normal es que la interpretación de ambas partes del contrato de trabajo sea coincidente, y que, por tanto, la aplicación del convenio discurra pacíficamente. Sin embargo, también es posible que trabajador y empresario discrepen en la interpretación (y, sucesivamente, en cuanto a la aplicación) que haya de darse a una determinada regla del convenio. En algún sistema europeo de negociación colectiva el alemán tiene un gran protagonismo en la interpretación y aplicación del convenio el Consejo de Empresa (Betriebsrat), que resuelve, por la vía de la cogestión, conflictos derivados de la aplicación del pacto, de manera que «tras la firma de un convenio colectivo se sucede un segundo nivel de negociación, la codeterminación en la empresa, que se encarga de adaptar las disposiciones de la empresa»27. De modo similar, en el Derecho belga los representantes sindicales en primera instancia los de la propia empresa; en su defecto, los representantes externos pueden denunciar la inaplicación general o colectiva del convenio, una vez frustrada la reclamación ante el propio empresario, ante el comité de conciliación competente según el sector productivo al que corresponda la empresa28. Algo parecido ocurre en el Derecho finlandés donde las discrepancias sobre interpretación del convenio colectivo se intentan zanjar en primera instancia a través de acuerdos entre los delegados sindicales y los representantes del empresario29, y en el ordenamiento italiano, en el que 27 U. ZACHERT: «La negociación colectiva en Alemania», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 48. 28 Ch. ENGELS y L. SALAS: «La negociación colectiva en Bélgica», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 72. 29 N. BRUUN: «Los convenios colectivos en Finlandia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 90. las discrepancias derivadas de la aplicación del convenio se intentan resolver en principio mediante acuerdos entre los representantes, sindicales y unitarios, de los trabajadores y los representantes de la empresa, y fracasado ese intento, ante instancias conciliadoras de composición obrero-patronal30. Por lo que se refiere al Derecho español, el Comité de empresa y los delegados de personal están facultados para vigilar el cumplimiento de los convenios colectivos, ejercitando en su caso las oportunas reclamaciones ante el empresario y ante los órganos administrativos y judiciales competentes (Art. 64.1.9º.a del Estatuto de los Trabajadores). Naturalmente, también las propias partes negociadoras del convenio ejercen una lógica labor interpretativa de éste, para comprobar si se aplica y cómo su parte normativa y para analizar, en su caso, el cumplimiento de la parte obligacional del convenio. Esta interpretación y aplicación «privada» conoce en diversos Ordenamientos una forma institucional, concretada en la figura de las Comisiones mixtas o paritarias creadas en los propios convenios colectivos precisamente para definir, en caso de discrepancia, la que pudiera llamarse interpretación auténtica del pacto, asegurando con ello su recta aplicación31. Por el contrario, algunos sistemas jurídicos v-g., el finlandés desconocen la figura de la comisión paritaria32. Estas comisiones reciben del propio convenio colectivo su fuerza, en cierto modo reguladora, complementaria de la eficacia norma- 30 B. VENEZIANI: «La negociación colectiva en Italia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 179. 31 Vid. sobre la regulación de tal figura en nuestro Derecho, el estudio de F. CAVAS MARTÍNEZ incluido en este mismo volumen. 32 N. BRUUN: «Los convenios colectivos en Finlandia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 90. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 109 ESTUDIOS tiva del pacto colectivo. El régimen jurídico de las decisiones interpretativas y decisoras de dichas comisiones varía de unos Ordenamientos a otros. En unos casos el legislador dota de fuerza vinculante a los pronunciamientos de dichas comisiones, lo que disipa dudas sobre su obligatoriedad, aunque plantea con frecuencia el problema de la posible impugnación de esos pronunciamientos ante los órganos jurisdiccionales. Hay Ordenamientos en los que son las propias partes del convenio las que deciden el alcance que han de tener las decisiones de las comisiones paritarias, a saber, si se trata de meras recomendaciones o de resoluciones vinculantes, planteándose el problema adicional de la naturaleza de dichas decisiones cuando las partes del convenio no formulan ninguna regla al respecto33. La solución más frecuente es aquella que otorga a las decisiones de las comisiones mixtas la misma naturaleza y eficacia que las reglas del convenio colectivo. También como regla general, el hecho de que la comisión paritaria emita un pronunciamiento interpretativo o resolutorio de una discrepancia no cierra el paso al acudimiento ulterior a la Jurisdicción, cuando la labor de la comisión no haya solucionado el conflicto34. Muestra de la gran variedad existente en cuanto a la naturaleza y configuración de estas comisiones paritarias es el hecho de que algún ordenamiento por ejemplo, el argentino supedite la creación de la comisión a la decisión de la Administración, previa propuesta de cualquiera de las partes del convenio; la influencia del poder público en este tipo de comisiones se manifiesta además en el hecho de que la comisión esté presidida por un funcionario público designado por la propia autoridad administrativa, y de que su la- 33 Vid. al respecto, R. ALBURQUERQUE: «La negociación colectiva en la República Dominicana», cit. 34 Así, W.D. GIGLIO: «Negociación colectiva en Brasil», cit. 110 bor interpretativa pueda desenvolverse a instancia de las partes del convenio o de la propia Administración laboral35. El Derecho europeo de la negociación colectiva conoce también estas comisiones mixtas creadas en los convenios colectivos para resolver discrepancias surgidas de la aplicación de determinadas cláusulas (por ejemplo, en materia de clasificación profesional); así ocurre en el Ordenamiento alemán, en el que, a falta de una regulación legal uniforme de la materia, son los convenios sectoriales los encargados de definir las competencias de dichas comisiones36; también en el Derecho francés las partes del convenio pueden crear comisiones conjuntas de interpretación de éste 37. Por lo que se refiere al Derecho español, el Estatuto de los Trabajadores reconoce expresamente la competencia de las comisiones paritarias para conocer y resolver «los conflictos derivados de la aplicación e interpretación con carácter general de los convenios colectivos» (Art. 91)38, fórmula con la que se quiere indicar que a dichas comisiones corresponde una labor de interpretación y aplicación general de las cláusulas convencionales, sin que sea misión suya dirimir litigios individuales derivados de la aplicación del propio convenio colectivo, cuya solución corresponde a la jurisdicción. Muestra de la importancia que el Estatuto de los Trabajadores reconoce a estas comisiones es el hecho de que su constitución forma parte del contenido mínimo obligatorio de todo convenio colectivo; como dice el art. 85.3.d del citado Estatuto, los convenios han de designar una comisión paritaria de la representación de las partes firmantes 35 Cfr. M. ACKERMAN: «La negociación colectiva en Argentina», cit. 36 U. ZACHERT: «La negociación colectiva en Alemania», cit., pág. 48. 37 J. ROJOT: «Los convenios colectivos en Francia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 128. 38 Vid. en este mismo volumen, el trabajo de F. CAVAS MARTÍNEZ: «Las comisiones paritarias y la solución de los conflictos laborales », etc. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ALFREDO MONTOYA MELGAR del pacto. En caso de que la comisión paritaria no logre alcanzar una solución sobre la interpretación y aplicación del convenio, puede instar la iniciación de los procedimientos de solución de conflictos a cargo del Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje39. En último término, los conflictos jurídicos derivados de la interpretación y aplicación del convenio pueden ser planteados ante los órganos de la jurisdicción laboral a través del proceso de conflicto colectivo. Junto a las comisiones paritarias, ejercen una importante función en la aplicación (y por tanto en la interpretación) de los convenios colectivos los procedimientos de conciliación, mediación y arbitraje, tanto públicos como privados, voluntarios como obligatorios. Muestra de ellos en el Derecho español son los regulados en el citado III Acuerdo sobre solución extrajudicial de conflictos laborales. Algunos sistemas de relaciones laborales atribuyen a la Administración la función de interpretar el sentido del convenio, así como la de controlar su cumplimiento y, como consecuencia de ello, plantear las oportunas denuncias ante los tribunales40. En otros Ordenamientos entre ellos, el español vigente la Administración carece de potestad interpretativa sobre el convenio colectivo, a diferencia de lo que ocurrió con anterioridad a la promulgación del ET, en la que el hecho de que el pacto fuera aprobado u homologado 39 La materia está regulada actualmente por el III Acuerdo sobre Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales (ASEC III, de 29 de diciembre de 2004, con vigencia hasta 31 de diciembre de 2008, suscrito por la Unión General de Trabajadores y la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, de un lado, y por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales y la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa). 40 En este sentido, E. MORGADO VALENZUELA: «La negociación colectiva en Chile» (en el libro, en prensa, del GRUPO DE LOS 9: La negociación colectiva en Iberoamérica). por la Administración justificaba que ésta ejerciese una suerte de interpretación auténtica de las cláusulas del convenio. La Administración española no tiene otra intervención que la de registrar y depositar el convenio; en el caso de que encontrara en él cláusulas ilegales o gravemente lesivas del interés de terceros, se limitaría a ponerlo en conocimiento de la Jurisdicción laboral (Art. 90.5 del Estatuto de los Trabajadores). Por otra parte, en nuestro Derecho, la Administración laboral puede imponer a los empresarios sanciones administrativas por incumplimiento del convenio, sin perjuicio de poder promover simultáneamente el llamado «procedimiento de oficio» ante la jurisdicción, con el fin de defender los intereses de los trabajadores perjudicados. En fin, la modalidad típica de interpretación oficial del convenio colectivo es la jurisdiccional. Con independencia de que puedan existir sistemas privados de interpretación del convenio a cargo de las comisiones paritarias o de otras instancias conciliadoras, mediadoras o arbitrales, la última instancia interpretativa del pacto es la judicial. El debate acerca de si la decisión interpretativa privada puede tener naturaleza de cosa juzgada impidiendo el ulterior acceso a la jurisdicción, se zanja mayoritariamente en sentido negativo, atribuyendo la última facultad revisora, con cauces procesales más o menos estrechos, a los órganos judiciales. La labor judicial de interpretación y aplicación general de los convenios colectivos viene discurriendo por dos cauces fundamentales: el proceso colectivo para obtener la interpretación y aplicación generales o, en su caso, la anulación de una cláusula convencional (o del convenio en su integridad) y los procesos individuales sobre aplicación del convenio. Algunos sistemas jurídicos el español entre ellos regulan procesos laborales, de los que conoce la jurisdicción social, habilitados tanto para la solución de conflictos colectivos derivados de la interpretación y aplicación general del convenio como para REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 111 ESTUDIOS la impugnación de convenios que contengan cláusulas ilegales o lesivas de intereses de terceros, procesos estos últimos que pueden concluir con sentencia que declare (o no) la nulidad de la cláusula impugnada. La naturaleza colectiva de estos procedimientos determina que la legitimación activa para promoverlos corresponda a sujetos colectivos (organizaciones sindicales o empresariales y órganos de representación de los trabajadores); lógicamente están legitimados para pedir la declaración de lesividad del convenio los terceros perjudicados por él. En otros sistemas jurídicos, como el francés, se produce una escisión entre los órganos judiciales que conocen de la interpretación general de los convenios y de los litigios entre los firmantes de éstos sobre la parte obligacional del pacto los tribunales civiles ordinarios y los que resuelven los conflictos individuales de aplicación del convenio colectivo los tribunales laborales o Conseils de prudhommes41. En Italia, los órganos de la jurisdicción ordinaria conocen tanto las reclamaciones sobre aplicación general del convenio como sobre aplicación individual42. La vía judicial más frecuente de interpretación y aplicación de los convenios es la que tiene su origen en demandas individuales de derechos reconocidos en las cláusulas normativas de los convenios. De este modo, la vulneración de un precepto del convenio en un caso concreto abre la vía del proceso individual de trabajo, a través del cual el trabajador presuntamente perjudicado puede ejercitar una acción, bien declarativa bien de condena al empresario infractor. Así ocurre en el Derecho español y en el Derecho belga, en los que tales acciones son conocidas y resueltas por los órganos especializados de la jurisdicción social, que incluso pueden declarar inaplicable una cláusula convencional por oponerse a una regla de superior jerarquía43; también ocurre así en el Derecho finlandés, en el que los Tribunales de Trabajo pueden imponer multas compensatorias a los empresarios (y, al menos en teoría, también a los trabajadores) que infrinjan lo convenido colectivamente44. En el Ordenamiento francés los conflictos individuales derivados de la aplicación de los convenios colectivos son conocidos por la peculiar jurisdicción social de los Prudhommes45. J. ROJOT: «Los convenios colectivos en Francia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 129. 42 B. VENEZIANI: «La negociación colectiva en Italia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 178. 43 Ch. ENGELS y L. SALAS: «La negociación colectiva en Bélgica», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 73. 44 N. BRUUN: «Los convenios colectivos en Finlandia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, cit., pág. 91. 45 J. ROJOT: «Los convenios colectivos en Francia», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos: La negociación colectiva en Europa, Madrid, 2004, pág. 129. 41 112 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 ALFREDO MONTOYA MELGAR RESUMEN Partiendo de la naturaleza dual del convenio colectivo contrato y norma, se estudian, a la luz del Derecho comparado, las reglas propias de la interpretación de cada una de estas figuras jurídicas, así como los criterios doctrinales y jurisprudenciales sustentados al respecto. El autor propone, como regla hermenéutica, acudir en primer lugar a la interpretación objetivista, tratando al convenio en su integridad como una norma, y sólo cuando esa interpretación no arroje resultados suficientemente terminantes, acudir a la indagación de la voluntad de las partes. Tras reflexionar brevemente sobre diversas cuestiones atinentes a la interpretación del convenio la jerarquía normativa, la analogía, los principios del Derecho del Trabajo y el problema de la selección del convenio aplicable, el presente trabajo concluye con unas observaciones sobre la interpretación y aplicación del convenio por instancias públicas y privadas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 113 Las Comisiones Paritarias y la solución de los conflictos laborales derivados de la interpretación y aplicación del convenio colectivo FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ* 1. INTRODUCCIÓN E n un sistema de negociación colectiva estático o contractual, la firma del convenio colectivo marca la frontera entre la negociación y la administración del convenio, al impedir que la comisión negociadora pueda seguir actuando más allá de dicho momento. Aquélla se disuelve una vez cumplido su objeto y el convenio comienza a tener vida propia. Pero en muchas ocasiones la redacción de los artículos del convenio presenta una redacción confusa y hasta deliberadamente ambigua, optándose en más de un caso por la inclusión de cláusulas de textura abierta para facilitar el acuerdo de las partes que intervienen en su elaboración, dando lugar con ello a interpretaciones varias que generan situaciones conflictivas. Por otro lado, la amplitud de las materias tratadas, unido a su rápido desfase temporal, requiere la instrumentación de mecanismos adaptativos del acuerdo a las nuevas circunstancias, antes incluso de que concluya el plazo de vigencia previsto; cuando no se remite a un * Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad de Murcia. desarrollo posterior la regulación de ciertos puntos que por su complejidad exigen un tratamiento particularizado (p.ej., la articulación de un nuevo sistema de clasificación profesional o la implantación de un nuevo sistema retributivo en la empresa). Es por ello por lo que en el ámbito del convenio colectivo regulado en el Estatuto de los Trabajadores se ha impuesto legalmente la obligación de constituir un órgano bilateral, la Comisión Paritaria1 también denominada comisión de seguimiento, vigilancia o interpretación, que actúa con competencias delegadas de la comisión negociadora y a través de la cual se lleva a cabo la administración del convenio colectivo como fase de aplicación funcional posterior a los momentos genéticos negociales2. Por 1 La Comisión Paritaria era un órgano desconocido para la Ley de Convenios Colectivos de 14 abril 1958, que surgió de la práctica negocial desarrollada bajo ella, hasta que la Ley de Convenios Colectivos de 19 diciembre 1973 impuso su creación como contenido necesario del convenio. 2 ALEMÁN PÁEZ, F. y RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., «Aspectos orgánicos y funcionales de las comisiones paritarias. Panorama actual y líneas posibles de reforma», Relaciones Laborales, núm. 4, 2005, pág. 16. En general, sobre la administración del convenio colectivo y sobre la institución de las comisiones paritarias, véase REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 115 ESTUDIOS tanto, podemos definir la Comisión Paritaria como el órgano de composición mixta, empresarial y laboral, encargado de la interpretación, administración y vigilancia del convenio, que recibe, por delegación, las facultades que las partes negociadoras le asignen. La Comisión Paritaria del convenio colectivo, al mismo tiempo que ha tenido formalmente la finalidad de resolver los conflictos de aplicación e interpretación surgidos en su ámbito, puede decirse que también ha actuado en muchos casos como un elemento dinamizador que ha suavizado los efectos de un sistema de negociación cerrado3, propiciando la adaptación del clausulado del convenio a una realidad en permanente cambio. En tal sentido, lo que en realidad hace la Comisión Paritaria es seguir negociando, en tono menor, para la unidad de negociación, aplicando día a día el contenido convencional4. Esta labor se ha visto en buena medida facilitada y favorecida por una praxis sindical que está ampliando cada vez más el contenido funcional de estos órganos mixtos5. Estamos asistiendo, en efecto, a nuevas y complejas relaciones entre los aspectos genuinamente administradores de las Comisiones Paritarias y los estrictamente negociales, fenómeno éste que se ve agudizado por una tendencia cada vez más generalizada a la especialización temática de las instituciones paritarias que tiene su reflejo en la constitución de subcomisiones o subcomités, que realizan una actividad paralela o subordinada a la Comisión Paritaria general y a los que se asignan funciones que muchas veces exceden de la nuda interpretación y/o aplicación del convenio. Como certeramente se ha señalado, la grandeza y el defecto de las Comisiones Paritarias estriba en gran medida en el hecho de ser una institución cuya funcionalidad operativa depende de la «credibilidad» mostrada hacia dichos órganos por los agentes sociales. Y para ello es imprescindible que los protagonistas de la negociación colectiva se muestren convencidos del papel modulador que corresponde jugar a estas instituciones paritarias en nuestro sistema de negociación colectiva y, más allá de la obligada previsión convencional sobre la designación de este órgano ex. artículo 85.3.e) ET, pongan especial énfasis en la necesidad de su efectiva constitución y puesta en funcionamiento. 2. MARCO NORMATIVO también ALEMÁN PÁEZ, F., Las comisiones paritarias, Madrid, Civitas, 1996; BALLESTER PASTOR, Mª.A. y ALTÉS TÁRREGA, J.A., «Las comisiones paritarias en la negociación colectiva», en Relaciones Laborales, núm. 19, 1996; MORALES ORTEGA, J.M., La administración del convenio colectivo, Madrid, Civitas, 1998; RODRÍGUEZ CRESPO, Mª. J., La Administración del Convenio Colectivo, Sevilla, Consejo Económico y Social de Andalucía, 2006. 3 CFR. IGLESIAS CABERO, M., «Administración del Convenio y solución judicial y extrajudicial de los conflictos colectivos», en VV.AA., Negociación Colectiva (II), Cuadernos de Derecho Judicial, CGPJ, Madrid, 1996, págs. 216-217. 4 ALONSO OLEA, M. y CASAS BAAMONDE, Mª.E., Derecho del Trabajo, cit., págs. 926-927. 5 MATEOS BEATO, A., «La aplicación e interpretación de la negociación colectiva: el papel de las comisiones mixtas y otros órganos de composición de las partes», en VV.AA., Nuevos problemas de la negociación colectiva, XVI Jornadas de Estudios sobre Negociación Colectiva, Madrid, MTAS, 2004, pág. 257. 116 La regulación legal de las Comisiones Paritarias es escasa y adolece de una considerable dispersión. Como preceptos básicos a tener cuenta pueden citarse los siguientes: El artículo 85.3.e) ET, que impone su regulación como contenido mínimo del convenio colectivo estatutario. Éste habrá de incluir, bajo tacha de ilegalidad si no lo hace, la designación de una Comisión Paritaria de la representación de las partes negociadoras, que habrá de entender «de cuantas cuestiones le sean atribuidas». La Comisión se configura así como un órgano permanente y estable durante la vigencia del convenio, con las atribuciones que libremente le asignen las partes negociadoras. Las únicas exigencias que expresamente impone el precepto a la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ hora de institucionalizar estos organismos son: que han de ser un órgano paritario y que en él deben estar representados tanto la parte empresarial como la social. Con estos puntos de referencia, serán los negociadores los que determinen su régimen jurídico, tanto en su vertiente organizativa como funcional. El mismo artículo 85.3.e) obliga a la «determinación de los procedimientos para solventar las discrepancias en el seno de dicha Comisión». Es decir, se pretende que la Comisión se dote de un instrumento procedimental que permita superar las situaciones de bloqueo que inevitablemente han de producirse en la misma, en caso de desacuerdo, como consecuencia de su carácter mixto y paritario. El artículo 91 ET, sobre aplicación e interpretación, prevé la posibilidad de que las partes negociadoras atribuyan a las Comisiones Paritarias el conocimiento y resolución de los conflictos derivados de la aplicación e interpretación con carácter general de los convenios colectivos. La atribución de esta facultad a la Comisión Paritaria se entenderá sin perjuicio de la competencia que legal y constitucionalmente corresponde a los órganos de la jurisdicción social para resolver, amén de otros, este tipo de conflictos. En este mismo artículo se acepta también que en los convenios colectivos y en los acuerdos interprofesionales a que se refieren los apartados 2 y 3 del artículo 83, se puedan establecer procedimientos, como la mediación y el arbitraje, para la solución de las controversias colectivas derivadas de la aplicación e interpretación de los convenios colectivos. Por último, se desarrolla el reconocimiento de la eficacia jurídica de los acuerdos logrados a través de la mediación y del laudo arbitral, así como los motivos y los procedimientos de impugnación de dichos acuerdos y laudos. El artículo 82.3 ET concreta, como función específica de la Comisión Paritaria en el ámbito del denominado «descuelgue salarial», la obligada resolución de las discrepancias que surjan en las empresas que pretendan sustraerse a la aplicación del régimen salarial establecido en el convenio colectivo supraempresarial al que están sometidas. A ello se añade la posible intervención de la Comisión Paritaria, cuando no haya acuerdo entre empresa y representantes de los trabajadores en la determinación de las nuevas condiciones retributivas, derivadas de la inaplicación de dicho régimen salarial. La Ley de Procedimiento Laboral (LPL), en su art. 63, equipara el intento de conciliación efectuado ante el órgano que se haya constituido conforme a lo dispuesto en «los acuerdos interprofesionales o los convenios colectivos» (supuesto en el que encaja perfectamente la Comisión Mixta), al realizado ante el «servicio administrativo correspondiente». Y, específicamente para el proceso de conflicto colectivo, el artículo 154.1 LPL establece que para su tramitación será necesario el intento de conciliación ante el servicio administrativo correspondiente o ante los órganos de conciliación establecidos por los acuerdos interconfederales o los convenios colectivos contemplados en el artículo 83 del ET, función ésta que, ex artículo 91 ET, pueden cumplir las Comisiones Paritarias. En fin, los acuerdos interconfederales para la negociación colectiva vienen incluyendo entre sus orientaciones la necesidad de impulsar fórmulas y procedimientos que posibiliten un funcionamiento más eficaz de las Comisiones Paritarias o mixtas de los convenios, así como una mejor y más completa regulación de las mismas con vistas al efectivo seguimiento y cumplimiento de los compromisos adquiridos6. 6 Vid. últimamente el Cap. IX del Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva 2005 (ANC 2005) de 4 marzo 2005, prorrogado para 2006. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 117 ESTUDIOS 3. NATURALEZA JURÍDICA DE LA CLÁUSULA CONVENCIONAL QUE CREA LA COMISIÓN PARITARIA La naturaleza de la Comisión Paritaria y, más concretamente, de la cláusula o cláusulas convencionales que la crean, ha generado importantes incertidumbres, no existiendo una postura unánime sobre su consideración como parte integrante del contenido normativo u obligacional del convenio. El asunto no se reduce a un puro debate científico sino que tiene importantes repercusiones prácticas, toda vez que nuestro ordenamiento únicamente prevé la pérdida de vigencia de las cláusulas obligacionales al momento de la denuncia del convenio, prescribiendo, por el contrario, y salvo que otra cosa se hubiera pactado, la «ultraactividad» o ampliación de vigencia de su contenido normativo hasta tanto se logre acuerdo expreso (Art. 86.3 ET). Sin olvidar que el incumplimiento de las cláusulas normativas del convenio colectivo da lugar a responsabilidad administrativa (Art. 5.1 LISOS). Para un sector de la doctrina, el acto de creación del órgano de administración es uno de los pactos que integran el contenido jurídico-formal del convenio (ex art. 85 ET), teniendo por esta razón carácter normativo7. Para otro grupo de autores, en cambio, la cláusula que crea una Comisión Paritaria se circunscribe al contenido obligacional del pacto, pues no se refiere a la incidencia del convenio sobre los contratos de trabajo sino que tiene por objetivo lograr una eficaz aplicación de las condiciones pactadas8. Incluso 7 MONTOYA MELGAR, A., Derecho del Trabajo, 27ª ed., Madrid, Tecnos, 2006, pág. 176; ALONSO OLEA, M. y CASAS BAAMONDE, Mª.E., Derecho del Trabajo, 20ª ed., Madrid, Civitas, 2002, págs. 919, 926 y en nota 46, pág. 928; APILLUELO MARTÍN, M., La intervención de la Comisión Paritaria del convenio colectivo supraempresarial en la solución del conflicto de trabajo, Barcelona, Cedecs, 1997, pág. 179. 8 PALOMEQUE LÓPEZ, C. y ÁLVAREZ DE LA ROSA, M., Derecho del Trabajo, 11ª ed., Madrid, Ed. Ceura, 2003, pág. 299. 118 se ha llegado a calificar a las cláusulas que crean la Comisión Paritaria como «híbridas», al poder encuadrarse tanto en el contenido normativo como en el obligacional9. Otros autores, en fin, sostienen que las Comisiones Paritarias realizan una actividad caracterizable como de «gestión» o «administración» del convenio colectivo, sin pronunciarse abiertamente sobre su encuadramiento en el contenido normativo o en el obligacional10. En mi opinión, la regulación del ente paritario no forma parte del contenido obligacional del convenio (pues no fija propiamente obligaciones entre las partes), sino de su contenido normativo «formal» (integrado por los actos generales que configuran al pacto como norma jurídica) que es diverso del contenido normativo «material» (al que pertenecen los acuerdos reguladores de las condiciones de trabajo de los empresarios y trabajadores comprendidos en la unidad de negociación). En la jurisprudencia se ha impuesto la tesis favorable a la consideración como normativa de la cláusula que crea la Comisión Paritaria, aunque con matices. Así, la Sentencia de la Sala Cuarta del Tribunal Supremo, de 21 de diciembre de 1995 (RJ 1995,9486), aunque reconoce que la naturaleza de dichos pactos puede resultar cuestionable en algunos casos, sostiene que «salvo en los supuestos en que la creación de estos órganos se vincula instrumentalmente al mantenimiento de la parte obligacional del convenio, hay que entender que se trata de normas sobre administración del convenio que forman parte del contenido normativo de éste, en la medida que tienen por objeto la creación de un órgano y la determinación de sus competencias»; y añade que «el contenido normativo no se agota en las 9 ALEMÁN PÁEZ, F.A., Las comisiones paritarias, Madrid, Civitas, 1996, pág. 60. 10 MARTÍN VALVERDE, A., RODRÍGUEZ SAÑUDO, F. y GARCÍA MURCIA, J., Derecho del Trabajo, 15ª ed., Madrid, tecnos, pág. 369. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ normas de relación, que tienen por objeto definir las condiciones de trabajo, la acción asistencial o el ejercicio de los derechos colectivos, sino que comprenden también las reglas que definen los propios ámbitos del convenio (disposiciones de delimitación) y, desde luego, las normas orgánicas que definen estructuras estables para la gestión de las acciones previstas en el convenio. A este tipo de normas corresponde la que crea la Comisión Permanente, pues se trata de un órgano de gestión general del convenio, con competencias no limitadas a la gestión de las relaciones obligacionales entre las partes negociadoras». De lo cual se desprende que la calificación pasa por atender al contenido de la cláusula que regula la Comisión Paritaria: si establece «normas de configuración» o encomienda a la comisión funciones de control de cumplimiento del convenio, la cláusula será normativa; pero si se le encomiendan funciones que la vinculen al mantenimiento de la parte obligacional, ésta será su naturaleza11. Las SSTS de 28 de octubre de 1997 (RJ 1997, 7682) y 2 de junio de 1998 (RJ 1998, 4941) se reafirman en la calificación como normativa de la cláusula que crea un órgano destinado a cumplir el convenio colectivo y resolver los conflictos que surjan durante su vigencia, y ello con independencia de cuál sea la eficacia real de tal cláusula, sujeta, en cualquier caso, a la ultraactividad prevista en el artículo 86.3 ET. 4. ASPECTOS ORGÁNICOS Y PROCEDIMENTALES DE LA COMISIÓN PARITARIA La exigencia legal de que los convenios colectivos cuenten con una Comisión Paritaria como parte de su contenido mínimo determina que la creación de este órgano se lleve a cabo en el propio texto convencional, lo cual 11 RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., La Administración del Convenio Colectivo, cit., pág. 405. quiere decir que su composición, su régimen de funcionamiento interno y su marco de actuación dependen del acuerdo al que en cada unidad de negociación lleguen los agentes sociales12. Como ya se ha apuntado, las dos únicas limitaciones a las que los sujetos colectivos deben someterse son las contenidas en el artículo 85.3.e) ET, conforme al cual los convenios estatutarios deberán establecer «la designación de una comisión paritaria de la representación de las partes» (aspecto orgánico) «para entender de cuantas cuestiones les sean atribuidas» (aspecto funcional). La amplitud del precepto reviste, pues, a las Comisiones Paritarias de una notable polivalencia funcional, pero también, y del mismo modo, de un no menos significativo polimorfismo orgánico13. Los convenios colectivos suelen dedicar escasa atención al aspecto orgánico (constitución, composición interna) y de funcionamiento interno de las Comisiones Paritarias, lo que en muchos casos representa un serio obstáculo para la funcionalidad potencial que estos órganos paritarios están llamados a desempeñar. Todo lo más, dichos acuerdos introducen una cláusula estereotipada que declara la constitución formal del comité; se hacen referencias a la composición identificando nominalmente los vocales o explicitando su número, para luego centrarse en sus competencias, las cuales pueden a su vez formularse genéricamente o de manera algo más específica según se trate del comité paritario central o de una subcomisión creada para un cometido específico14. Sin olvidar el elevado número de supuestos desde luego, superior al deseable en los que la Comisión Paritaria prevista en el texto del convenio Sobre estos aspectos de configuración interna de la Comisión Paritaria, vid. GOERLICH PESET, J.Mª., «Notas sobre el régimen orgánico de la Comisión Paritaria», Actualidad Laboral, núm. 36, 1988. 13 ALEMÁN PÁEZ, F. y RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., «Aspectos orgánicos y funcionales...», cit., pág. 19. 14 ALEMÁN PÁEZ, F. y RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., «Aspectos orgánicos y funcionales...», cit., pág. 20. 12 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 119 ESTUDIOS nunca llega a constituirse realmente, lo que suele ocurrir cuando por ninguna de las partes se ha requerido su intervención durante la vigencia del pacto. El artículo 85.3.e) ET establece dos criterios que deben presidir en todo momento la composición interna de la Comisión Paritaria: la paridad («designación de una comisión paritaria») y la representatividad («de las representación de las partes negociadoras»). Tan escasa regulación legal obliga a recurrir tanto a la jurisprudencia, constitucional y ordinaria, como a la regulación convencional, planteándose multitud de cuestiones huérfanas de regulación, tales como la legitimación requerida para forma parte de la Comisión Paritaria, la proporcionalidad en la que han de estar representadas las partes negociadoras en la misma y la determinación del significado de la paridad15. Con respecto a la primera cuestión, del mismo modo que no todos los sujetos colectivos están legitimados para negociar convenios colectivos según los artículos 87 y 88 del Estatuto de los Trabajadores, tampoco todos ellos pueden formar parte de las Comisiones Paritarias que éstos instituyen. Si la Comisión Paritaria es el órgano encargado de la administración ordinaria del convenio, parece lógico que sólo puedan acceder a ella las representaciones que han aceptado el convenio, firmándolo. Por tanto, quien ha rechazado formar parte de la comisión negociadora o quien, habiendo participado en el proceso negociador, rehúsa libre y voluntariamente en el último momento firmar el convenio, carece del derecho a formar parte de la comisión mixta o paritaria de dicho convenio, pues no parece razonable admitir que un tercero intervenga en la interpretación, aplicación y puesta en práctica de un pacto expresamente rechazado por él; otra solución implicaría el absurdo de admitir a decidir so- 15 RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., La Administración del Convenio Colectivo, cit., pág. 413. 120 bre la aplicación del convenio a quien lo ha rechazado16. El problema puede surgir cuando la Comisión Paritaria no se limita a desempeñar las funciones típicas de gestión, interpretación general y aplicación del convenio colectivo, sino que asume también, por atribución de quienes han firmado el convenio, genuinas competencias negociadoras. La práctica, como tendremos ocasión de ilustrar después, ha demostrado, en efecto, que los convenios colectivos suelen instaurar comisiones con competencias diversas, en ocasiones de renegociación o revisión, bajo la denominación de Comisión Paritaria u otra equivalente, al objeto de instituir un órgano con representación exclusiva de las partes firmantes del convenio. En estos casos es necesario establecer una serie de garantías para impedir que los sujetos a los que la LOLS y el ET reconocen el derecho a la negociación colectiva puedan verse privados de él torticeramente17. A tal efecto, tanto el Tribunal Constitucional, primero, como después el Tribunal Supremo (que sigue en lo esencial la doctrina sentada por aquél), han venido a concretar las reglas de legitimación necesaria para forma parte de los órganos de administración convencional, dependiendo de las funciones que los agentes negociadores les hayan atribuido en sus respectivos convenios colectivos, distinguiendo entre comisiones de «administración y ejecución» de lo convenido y comisiones «negociadoras». Como la distinción está ya suficientemente estudiada18, bastará recordar aquí que las Comisiones Paritarias administradoras son 16 ALONSO OLEA, M. y CASAS BAAMONDE, Mª. E., Derecho del Trabajo, cit., pág. 930. 17 RODRÍGUEZ CARDO, I.A., La comisión negociadora del convenio colectivo, Valencia, tirant lo blanch, 2001, pág. 28. 18 Vid. RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., La Administración del Convenio Colectivo, cit., págs. 407 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ aquellas que persiguen la interpretación o aplicación de alguna de las cláusulas del convenio (incluida la resolución extrajudicial de discrepancias), la adaptación de las mismas a problemas no previstos o según datos objetivos y prefijados (p. ej., subida salarial para años posteriores aplicando el IPC) o la realización de cometidos como el estudio, seguimiento, vigilancia y control de aplicación del convenio. Son Comisiones Paritarias con funciones negociadoras las que se constituyen para modificar las condiciones de trabajo pactadas o crear reglas nuevas aplicables a los empresarios y trabajadores en el ámbito de aplicación del convenio19. Entre dichas facultades negociadoras se incluyen el establecimiento de nuevos pluses retributivos, la negociación del incremento salarial para el año siguiente, el establecimiento de nuevos grupos o categorías profesionales, la regulación de las materias de acción social, de los préstamos o mejoras de la Seguridad Social complementaria así como la actualización de las normas del convenio. El que una determinada comisión pertenezca a uno u otro tipo no depende, según el Tribunal Constitucional, del simple enunciado o de la simple descripción de sus funciones, sino que es absolutamente necesario valorarla en el seno del acuerdo en que se crea y en la dinámica de intercambios que está en su base20. El Tribunal Constitucional ha partido de esta clasificación para determinar las reglas que han de observarse a la hora de llevar a cabo la composición de dichos órganos y, concretamente, si se ha de admitir la participación en los mismos de sujetos colectivos que no han formado parte del proceso negociador o se han apartado del mismo. El Tribunal 19 SSTC 73/1984, de 27 de junio y 184/1991, de 30 de septiembre, entre otras. 20 STC 39/1986, de 21 de enero. Constitucional ha excluido expresamente tal derecho en relación con los órganos paritarios que llevan a cabo funciones de interpretación y/o aplicación convencionales, o de adaptación de alguna de sus cláusulas a problemas no previstos o según datos objetivos y prefijados21; en definitiva, respecto de Comisiones Paritarias que tengan atribuidas facultades de administración22. En cambio, el hecho de que un determinado sindicato no haya firmado o no se haya adherido a una regulación convencional, no es razón suficiente para negarle su derecho a participar en aquellas comisiones que tengan como función modificar determinados aspectos del convenio o introducir nuevas reglas o condiciones no contenidas en el mismo, porque ello supondría una limitación y un desconocimiento del derecho a la negociación colectiva y, por ende, una violación de su derecho a la libertad sindical23. A juicio del Alto Tribunal, «la no suscripción de un convenio no puede suponer para el sindicato disidente quedar al margen, durante la vigencia del mismo, de la negociación de cuestiones nuevas no conectadas ni conectables directamente con dicho acuerdo. Más allá de este límite, las partes del convenio pueden crear, en uso de la autonomía colectiva, una organización común de encuentros, o la previsión de comisiones ad hoc, en tanto que no tengan funciones reguladoras en sentido propio, pero sin que haya de restringirse tampoco a la mera función de interpretación o administración de las reglas establecidas en el convenio colectivo»24. Para el Tribunal Supremo, que ha seguido en su integridad esta doctrina25, el alcance STC 184/1991, citada. Añadiendo unas comisiones de «cooperación y colaboración», igualmente vinculadas sólo a los firmantes, SSTC 184/1991, citada y 213/1991, de 11 de noviembre. 23 SSTC 73/1984, 9/1986, 39/1986, 184/1991 y 213/1991, citadas, y 222/2005, de 12 de septiembre. 24 SSTC 184/1991, 213/1991 y 222/2005, citadas. 25 Entre muchas, SSTS de 30 mayo 1991 (RJ 5233), 10 febrero 1992 (RJ 1140), 21 diciembre 1994 (RJ 21 22 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 121 ESTUDIOS «negociador» se plasma en la atribución a la Comisión Paritaria de las funciones de actualización de las normas convencionales, de determinación de las reglas sobre valoración, modificación y supresión de puestos de trabajo, de revisión de primas de seguridad, la creación de nuevos puestos de destino, el establecimiento de nuevos complementos de calidad y cantidad de trabajo) y la regulación de la acción social, entre otras funciones26. Por tanto, el límite que imponen tanto la jurisprudencia constitucional como la ordinaria respecto de la composición de las comisiones paritarias de los convenios colectivos es de contenido mínimo27: sólo en el caso de que éstas tengan atribuidas facultades negociadoras o de desarrollo normativo, deberá abrirse la composición de las mismas a todos los sujetos que acrediten representación y legitimación suficiente para ello, esto es, a los que reúnan los requisitos que para negociar convenios colectivos exigen los artículos 87 y 88 ET. Obviamente, de esto se deduce que si se carece de la legitimación exigida por la Ley para negociar en un determinado ámbito no se puede pretender formar parte de las comisiones instauradas por el convenio que rige en él28. Pero si la función es tan sólo de ad- 10097), 9 julio 1999 (RJ 6161), 28 enero 2000 (RJ 1320), 9 y 13 mayo 2000 (RJ 5201 y 5443), 13 marzo 2002 (RJ 5143), 16 marzo 2005 (RJ 3510), 31 octubre 2005 (RJ 2006, 1305) y 8 marzo 2006 (RJ 4663). 26 El análisis de todas ellas se encuentra en la STS de 15 diciembre 1994 (RJ 10097). Para esta sentencia, cuya doctrina reiteran las de 5 abril y 30 octubre 2001 (RJ 4886 y 2381/2002), una decisión tiene contenido normativo cuando introduce «una ordenación general que como tal innova el conjunto de reglas aplicables» en el ámbito de la unidad de negociación y es un mero acto de administración cuando «se aplica una regla ya existente o simplemente se prevén determinadas vías de colaboración sin asunción de competencias normativas». 27 RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., La Administración del Convenio Colectivo, cit., pág. 411. 28 SSTS de 9 y 24 mayo 2001 (RJ 5201 y 5443); 27 marzo 2002 (RJ 5999); 24 noviembre 2004 (RJ 2005, 1591).Concretamente, el Tribunal Supremo ha admiti- 122 ministración y aplicación de los mandatos del convenio, no es inadecuado a Derecho sea visto éste en su nivel de legalidad ordinaria, o lo sea en el de legalidad constitucional el que un convenio colectivo, al configurar e instituir una Comisión Paritaria, reserve la calidad de miembro a las entidades que lo han firmado. Por otro lado, la propia comisión negociadora puede pasar a ser la paritaria, si así lo dispone el convenio29. Sea tal el caso o se designe en el convenio a personas distintas en «representación de las partes negociadoras», la función de los designados se extiende y se limita a las cuestiones que el convenio les confíe30. Ahora bien, el que la composición de una Comisión, ya sea negociadora, ya paritaria, coincida exactamente con la del órgano que elaboro el convenio colectivo de referencia no supone su habilitación automática para modificar el pacto, ya que la representatividad a efectos de negociación colectiva se mide en el momento de iniciar la negociación, sin que una vez aprobado el convenio pueda propugnarse el mantenimiento sine die de la legitimación que en su día ostentaron los negociadores iniciales31. Una vez determinado qué sujetos colectivos tienen la legitimación suficiente para fordo que la doctrina del Tribunal Constitucional «por la cual se considera la negociación colectiva como elemento de la libertad sindical, y estima que la exclusión de los sindicatos que no firmaron el convenio de las comisiones creadas por los mismos con alcance negociador, atenta al derecho a negociar y en consecuencia a la libertad sindical, se constriñe siempre, como es obvio, a aquellos sindicatos que aunque no firmaron el Convenio, tienen legitimación para negociarlos» (SSTS 9 y 24 mayo 2001, cits.). 29 ALONSO OLEA, M. y CASAS BAAMONDE, Mª. E, Derecho del Trabajo, cit., pág. 930. 30 La extralimitación en el ejercicio de sus facultades por la Comisión Paritaria supone la violación del convenio y determina la nulidad de su actuación: SSTS de 12 diciembre 2000 (RJ 2001,809) y 20 mayo 2004 (RJ 5161). 31 RODRÍGUEZ CARDO, I., La comisión negociadora...., cit., pág. 26. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ mar parte de la Comisión Paritaria, y sabiendo que ésta se compone de una representación de los dos bancos presentes en la comisión negociadora, social y empresarial, por exigencia del artículo 85.3.e) ET, resulta necesario delimitar en qué proporción han de formar parte de cada uno de los bancos que la integran, si en la misma con que lo hicieron en la comisión negociadora32 o con arreglo a un criterio distinto. La traslación del principio de proporcionalidad representativa legalmente previsto para la comisión negociadora a la composición de la Comisión Paritaria suscita los interrogantes propios de la ausencia casi absoluta de regulación legal, que deja al arbitrio de los agentes negociadores esta cuestión33. El problema es que muchos convenios se limitan a fijar el número de miembros de la comisión pero sin fijar el criterio a seguir a la hora de distribuirlos entre las distintas organizaciones firmantes. El planteamiento seguido por los tribunales de justicia para resolver esta problemática exige acudir de nuevo a la dicotomía entre Comisiones Paritarias «administradoras» y Comisiones Paritarias «negociadoras». Si el comité realiza cometidos genuinamente negociadores es necesario mantener la proporcionalidad representativa para no violentar los derechos de negociación colectiva y libertad sindical, mientras que en los casos de administración del pacto no es preciso mantener dicho criterio como pauta interpretativa para la composición de dicho órgano, pudiendo los agentes negociadores utilizar reglas alternativas para distribuir los puestos en la comisión (p.ej., criterios mayoritarios) [(STSJ 32 El artículo 88.1 ET considera necesaria la composición de la comisión negociadora en atención al principio de proporcionalidad representativa, en cuya virtud la configuración del órgano debe reflejar el resultado de las elecciones sindicales. 33 RODRÍGUEZ CARDO, I., La comisión negociadora del convenio colectivo, cit., pág. 19. Con amplia cita de convenio colectivos y las diversas opciones por éstos acogidas, RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., La Administración del Convenio Colectivo, cit., págs. 427 y ss. Madrid de 24 enero 2001 (AS 1200); STSJ Castilla-La Mancha, de 30 abril 2002 (AS 2799); STSJ Andalucía/Sevilla, de 11 mayo 2000 (4636)]. En cambio, otras resoluciones judiciales han optado por una interpretación rigurosa que induce a extender el criterio de proporcionalidad representativa «a todo tipo de órgano, comisión o grupo que ejerza y ostente cualquiera de las misiones de defensa y representación colectiva de los intereses de los trabajadores» [(STSJ País Vasco de 11 enero 2000 [AS 3259]; siguiendo el mismo criterio de respecto a la proporcionalidad de la estructura del comité de empresa, STSJ Galicia de 28 marzo 1995 (AS 980); STSJ Castilla y León de 14 enero 1997 (AS 287); STSJ Cantabria, de 8 agosto 2001 (AS 3058)]. En mi opinión, aunque de la jurisprudencia constitucional y ordinaria antes comentada se desprende que existe libertad en la designación de los miembros del órgano paritario en tanto que la misma sólo exige atender a la representatividad cuando la Comisión Paritaria tenga funciones «negociadoras», es conveniente que el reparto de puestos en la comisión permanente, incluso en la genuinamente administradora, refleje lo más fielmente posible el equilibrio de fuerzas preexistente en el comité deliberador. La extrapolación a la Comisión Paritaria de la composición interna preexistente en la comisión negociadora posibilidad traslativa que han adoptado varios convenios34 es la más respetuosa con el derecho de libertad sindical al tiempo que favorece que estos entes delegados de la comisión deliberante cuenten con un soporte suficientemente sólido de legitimidad al tomar sus decisiones. Dado que el artículo 85.3.e) ET establece la paridad en la composición de la Comisión Paritaria, los convenios regulan en su ma- 34 Vid. ALEMÁN PÁEZ, F., Las comisiones paritarias, cit., nota 113, pág. 64. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 123 ESTUDIOS yoría tanto un número par de miembros en la totalidad de aquélla (que oscila entre un mínimo de cuatro y un máximo de doce, aunque hay excepciones tanto por exceso como por defecto35), como la igualdad en el número de miembros otorgados a cada parte36. Junto a los vocales, los convenios colectivos han creado otras figuras, como el presidente y el secretario de la comisión. Su previsión es más que conveniente para un correcto funcionamiento del órgano. Por lo general, vienen a ser designados conjuntamente por ambas partes de entre uno de sus vocales, aunque nada se opone a que pueda actuar como presidente una persona que no ostente la condición de vocal, con lo que se consigue reforzar su neutralidad. Del mismo modo, para que resulte más ágil y eficiente la labor de la Comisión Paritaria a la hora de acometer el examen de una cuestión con vistas a su resolución, los convenios vienen permitiendo que cada uno de los bancos pueda acudir a las deliberaciones en compañía de asesores, con voz pero sin voto37. Por último, presupuesto necesario para que la Comisión Paritaria o Mixta pueda ejercitar sus funciones es contar con unas mínimas reglas de funcionamiento interno, que se ocupen de los trámites a seguir, de los requisitos y plazos de las convocatorias, la periodicidad de las reuniones, la especificación del tipo de actuación que vaya a ser requerida a dicho órgano, el carácter e identifi- 35 Vid. BALLESTER PASTOR, Mª.A y ALTÉS TÁRREGA, J.A., «Las comisiones paritarias en la negociación colectiva», cit., pág. 20. 36 Vid., por ejemplo, CC Estatal para empresas de mediación y seguros privados (BOE 8 junio 2006, art. 79); CC Estatal para las industrias de hormas, tacones, cuñas (BOE de 15 mayo 2006, art. 47); o el CC Nacional para la Industria de Fabricación de Alimentos Compuestos para Animales (BOE 19 agosto 2003, art. 47). 37 Sobre el número y la forma de designación de los asesores, vid. RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., La Administración del Convenio..., cit., págs. 422 y ss. 124 cación de los solicitantes, las reglas para la adopción de acuerdos, la clase y eficacia de sus decisiones, etc. Sin embargo, ha de señalarse que la ordenación de los convenios en esta materia es muy desigual y, en general, muy deficiente desde el punto de vista técnico, «adoleciendo de una fuerte dosis de desregulación que se vuelve en contra de la propia comisión mixta»38. En estas situaciones de anomia convencional, cabe sugerir la aplicación supletoria de las normas del ET reguladoras del funcionamiento interno de la comisión negociadora (nombramiento de presidente y secretario, presencia de asesores, levantamiento de actas, principio de buena fe en la actuación, decisiones tomadas por mayoría de cada una de las representaciones, acuerdos por escrito). En el ejercicio de sus facultades y funciones, puede que las partes de la Comisión Paritaria no alcancen acuerdos, generando, en el intento de resolver los conflictos si las facultades ejercidas son de esta naturaleza, nuevas controversias. Por ello, el Estatuto de los Trabajadores exige, como contenido necesario del convenio colectivo, que éste determine expresamente los procedimientos para solventar las discrepancias producidas en el seno de su Comisión Paritaria (Art. 85.3.e) ET). Con esta exigencia, el legislador pretende estimular la capacidad del convenio para resolver autónomamente los conflictos surgidos en la labor de interpretación y aplicación del mismo, favoreciendo el desarrollo de los procedimientos de solución no judicial y el engarce o articulación de los fijados por los convenios colectivos ordinarios o comunes, y de sus Comisiones Paritarias como órganos autocompositivos, con la regulación general que de estos procedimientos de solución extrajudicial efectúan los convenios marco y acuerdos intersectoriales del art. 83.2 y 3 ET 38 ALEMÁN PÁEZ, F., «El papel de las comisiones paritarias en la solución de los conflictos», en VV.AA., Jornadas Confederales sobre mediación y arbitraje, UGT, Madrid, 1999, pág. 25. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ (art. 91, pár. 2º, ET)39. El fin último no es otro que atribuir a órganos externos la resolución de los conflictos derivados del debate interno en la Comisión Paritaria, que provoca discrepancias irresolubles en el seno de la comisión por la falta de acuerdo entre los componentes40. A este respecto, el III Acuerdo sobre Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales (ASEC-III) ha previsto (Art. 4.1.e)) como antes que él ya habían hecho el ASEC-II y su Reglamento (Art. 5.1.e)) que el SIMA pueda mediar en las controversias colectivas que surjan con ocasión de la aplicación e interpretación de un convenio colectivo a causa de la existencia de diferencias sustanciales que conlleven el bloqueo en la adopción del correspondiente acuerdo en el seno de la comisión. La iniciativa de sometimiento a los procedimientos previstos en el ASEC-III deberá instarse por la mayoría de ambas representaciones de dicha Comisión Paritaria. 5. FUNCIONES O COMPETENCIAS DE LA COMISIÓN PARITARIA; SU POSIBLE ACTIVIDAD NEGOCIAL Como ya ha quedado dicho, las funciones o competencias de la Comisión Paritaria se dejan al arbitrio de la partes que han negociado el convenio, puesto que dicho órgano conocerá de «las cuestiones que le sean atribuidas» (Art. 85.2.e) ET), aunque es lógico que éstas han de girar en torno al convenio mismo y, por consiguiente, han de ser relativas a ALONSO OLEA, M. y CASAS BAAMONDE, Mª.E., Derecho del Trabajo, cit., pág. 929. 40 Ciertamente, «no puede aceptarse como correcta en términos estrictos de «mediación», la intervención de la Comisión Paritaria cuando ésta forma parte del conflicto, o es depositaria de los intereses de las partes en conflicto, pues carece de credibilidad el hecho de que la Comisión Paritaria, integrada por los afectados en el conflicto, tenga capacidad para mediar «consigo misma» (MATEOS BEATO, A., «La aplicación e interpretación de la negociación colectiva...», cit., pág. 297). 39 la interpretación y aplicación del propio convenio colectivo. Específicamente, las Comisiones Paritarias pueden tener atribuidas funciones interpretativas del convenio (Art. 91 ET). Por tanto, el ámbito natural de actuación o función típica de las Comisiones Paritarias es la administración del convenio colectivo, la cual tiene como límite material el desarrollo de funciones negociadoras, reservadas, en principio, a la comisión deliberante. El contenido material de las facultades administración atribuidas por la negociación colectiva sectorial y de empresa a la comisión permanente comprende, desde luego, como funciones características, las labores de interpretación, aplicación, vigilancia o seguimiento de las cláusulas convencionales, hasta el punto que su inclusión en los convenios colectivos se suele hacer a través de una cláusula de estilo de, aproximadamente, el siguiente tenor: «se atribuye a la Comisión Paritaria la vigilancia, interpretación, aplicación y cumplimiento del convenio»41. Otro de los aspectos en los que incide la administración del convenio es la revisión parcial de lo pactado como mecanismo que propicia la permanente adaptación de los pactos que alcanzaron los sujetos negociadores a las nuevas circunstancias, impidiendo que queden desfasados durante la vigencia del convenio42. La Comisión Paritaria también recibe competencias informativas, de estudio y asesoramiento, pudiendo las partes acudir a ella en demanda de estudios, informes o dictámenes sobre as- 41 CC para el Banco de España y sus trabajadores (BOE de 2 septiembre 2006), disposición final segunda. 42 Se ha afirmado que «la revisión, si prevista en el momento de la estipulación del pacto colectivo, constituye una típica tarea con dimensión negocial que puede ser desempeñada por la CP sin sobrepasar las limitaciones sustantivas que condicionan la actividad de administración; esto es, sin quebrantar la unidad del convenio», VALDÉS DAL-RÉ, F., «Las comisiones paritarias y la solución de conflictos en el marco del ASEC: algunos puntos críticos (I)», Relaciones Laborales, núm. 3, 2003, pág. 5. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 125 ESTUDIOS pectos que tienen que ver con las relaciones laborales. Por último, las Comisiones Paritarias, dentro de sus cometidos de gestión o administración, pueden realizar funciones de resolución autónoma de los conflictos y discrepancias que surjan durante la vigencia del convenio, como consecuencia de su interpretación y/o aplicación. Comisión de acción social. Sin embargo, como ya tuvimos ocasión de señalar, la práctica viene demostrando que los convenios colectivos contemplan, cada vez con más frecuencia, la creación de subcomisiones, con facultades delegadas de la comisión negociadora o de la paritaria central, a las que asignan competencias sectoriales, algunas de las cuales exceden de la mera «administración», «interpretación» y/o «aplicación» del convenio. Inmediatamente ha de precisarse que el carácter sumamente variopinto de las competencias que pueden ser asumidas por la comisión mixta impide delimitar en muchos casos con precisión dónde acaba la administración y empieza la negociación. El último término, será el juez el que decida la naturaleza jurídica de la Comisión, a la vista de las funciones que por el convenio se le hayan atribuido. Comisión de retribuciones Entre la rica tipología de subcomisiones cuya institución prevén los convenios colectivos, podemos citar las siguientes43: Comisiones de consulta y participación. Comisiones de seguimiento y control. Comisión de conflictos laborales. Comisión de igualdad de oportunidades. Los cometidos asignados a las comisiones especializadas son tan amplios como las condiciones y núcleos temáticos que pueden ser regulados por los convenios colectivos. Vid. a este respecto ALEMÁN PÁEZ, F. y RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., «Aspectos orgánicos y funcionales de las comisiones paritarias...», cit., pág. 25 y ss. Comisión de movilidad geográfica. Comisión de formación profesional Comisión de productividad. Comisión de seguridad y salud en el trabajo Comisión de clasificación profesional Comisión de régimen disciplinario. Comisión de valoración y definición de puestos de trabajo, etc. Centrándonos, una vez más, en la posible actividad negocial de la Comisión Paritaria, la jurisprudencia se ha mostrado muy restrictiva en este aspecto. Así, si bien se ha dicho que el Estatuto de los Trabajadores busca superar el papel marginal que la Comisión Paritaria ha tenido tradicionalmente y, en general, incrementar el margen de actuación de los medios autónomos en la solución de los conflictos laborales, singularmente de los derivados de la interpretación y aplicación de los convenios colectivos, el Tribunal Supremo ha limitado su actuación a las «funciones que corresponden a la administración del Convenio», incluidas las de cooperación y colaboración en la ejecución del mismo, pero con una total carencia de competencias decisorias vinculantes o de negociación, es decir, de «aquellas cuyo ejercicio implica una acción normativa típica en la medida en que suponen una modificación de las condiciones de trabajo pactado o el establecimiento de nuevas normas»44. Éste es, según la jurisprudencia, el límite infranqueable de necesario respeto para la Comisión Paritaria que, como se 43 126 SSTS de 10 febrero 1992 (RJ 1140), 15 diciembre 1994, (RJ 10097), 28 enero 2000 (RJ 1320), 11 julio 2000 (RJ 7208), 5 abril 2001 (RJ 4886), 30 octubre 2001 (RJ 2381) y 6 marzo 2005 (RJ 4881). 44 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ ha advertido, carece de competencias negociadoras. La interpretación del convenio colectivo llevada a cabo por la Comisión Paritaria debe aclarar el significado de la cláusula litigiosa, pero nunca modificar su alcance45; pues, siendo cierto que el propio convenio colectivo puede atribuir a la Comisión Paritaria de aplicación otras facultades relacionadas con lo que la doctrina ha llamado «administración del convenio» (Art. 85.2, d) ET)46, la determinación de las funciones respectivas de la comisión negociadora del convenio y de la comisión de aplicación del mismo corresponde en exclusiva al legislador, y excede por tanto de las atribuciones de los sujetos con capacidad convencional representados en la propia comisión negociadora asignar valor normativo a los acuerdos de la comisión de aplicación47. En consecuencia, cualquier acto emanado de aquellas modificando el contenido del convenio habría de ser declarado nulo48. mentales derechos sindicales a ellos vinculados. De acuerdo con la jurisprudencia constitucional y ordinaria ya comentada, incurre en doble causa de nulidad (por ilegalidad e inconstitucionalidad) la cláusula convencional que otorga facultades negociadoras a la Comisión Paritaria con privación de legitimación negocial al sindicato excluido de participar en la misma. Pero, respetando estas exigencias, los acuerdos adoptados en el seno de la Comisión Paritaria con el voto favorable de la mayoría de «cada una de las representaciones» legitimadas conforme a los artículos 87 y 88.1 ET (Art. 89.3 ET) serán válidos y tendrán la eficacia propia de un convenio estatutario. A la postre, habrá que admitir que cuando el convenio colectivo atribuye a la Comisión Paritaria competencias decisorias o de negociación, en realidad, lo que está haciendo es desvirtuar la prístina naturaleza del ente paritario, confiriéndole el carácter de comisión negociadora. Aun así, el TS se ha visto obligado a matizar su propia doctrina y ha acabado admitiendo que, cumpliendo estrictamente los requisitos de legitimación, el convenio puede delegar en la Comisión Paritaria algunas concretas facultades negociadoras 49. Eso sí, la atribución de tales facultades por los sujetos negociadores ha de ser expresa, no pudiendo la Comisión Paritaria rellenar vacíos, bajo pretexto de tratarse de la aplicación del convenio. En caso contrario, los acuerdos de la comisión mixta que excedan lo que se entiende por administración del convenio serán, efectivamente, nulos. En mi opinión, no debe existir inconveniente para que las partes negociadoras del convenio puedan atribuir a la Comisión Paritaria facultades de desarrollo normativo o de revisión parcial de lo pactado, con necesaria observancia entonces de los indisponibles requisitos legales de legitimación, inicial y plena, y procedimentales previstos en el Estatuto de los Trabajadores (si se quiere que la negociación sea estatutaria) y de los funda- STS de 3 junio 1991 (RJ 5127). SSTS de 24 diciembre 1993 (RJ 10010) y 8 noviembre 1994 (RJ 8600). 47 SSTS de 27 noviembre 1991 (RJ 8420), 24 junio 1992 (RJ 4669), 25 mayo 1993 (RJ 5533), 4 junio 1996 8RJ 4883), 19 diciembre 1996 (RJ 9736). 48 STS 20 mayo 2004 (RJ 5161). 49 STS de 9 julio 1999 (RJ 6161). 45 46 6. LA INTERVENCIÓN DE LA COMISIÓN PARITARIA EN LA SOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS DERIVADOS DE LA INTERPRETACIÓN Y APLICACIÓN DEL CONVENIO Ya hemos dicho que entre las funciones típicas de la Comisión Paritaria está la solución de los conflictos colectivos surgidos durante la vigencia del convenio, como consecuencia de su interpretación y aplicación. No existe obstáculo alguno para que el convenio atribuya a la comisión funciones de conciliación, mediación e incluso de arbitraje, como mecanismos a través de los cuales solucionar REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 127 ESTUDIOS autónomamente tales conflictos, sin tener que recurrir a instancias judiciales o extrajudiciales ajenas al convenio (Art. 91, pár. 1º, ET)50. Es más, los acuerdos de la Comisión Paritaria que pongan fin al conflicto tendrán la eficacia propia de los convenios colectivos estatutarios cuando los sujetos que hayan adoptado el acuerdo de acudir en mediación, en conciliación o en arbitraje ante la Comisión Paritaria reúnan en el ámbito de la controversia la legitimidad inicial y plena que los artículos 87 y 88 ET exigen para negociar convenios colectivos estatutarios; en caso contrario, dichos acuerdos serán plenamente válidos y eficaces, pero tendrán eficacia limitada entre las partes que suscribieron el compromiso arbitral u optaron por acudir a la Comisión Paritaria en mediación o conciliación51. Con todo, el tratamiento que los convenios colectivos realizan de esta función componedora de la solución de conflictos surgidos durante su vigencia es muy desigual, lo que ocasiona múltiples problemas a la hora de precisar cuál deba ser la actuación de la Comisión Paritaria y la eficacia de sus decisiones. Tras un minucioso estudio de la negociación colectiva, los autores han distinguido varios tipos de regulación de esta modalidad de intervención de la Comisión Paritaria52: 50 No faltan ocasiones, sin embargo, en las que el conocimiento de la discrepancia por la Comisión Paritaria sólo es un requisito previo para acceder de otros medios. Así, p. ej., el IV CC Estatal del sector de desinfección, desinsectación y desratización (BOE de 15 septiembre 2005), art. 12, tras atribuir a la comisión mixta funciones de conciliación en los conflictos colectivos que supongan la interpretación y aplicación de las normas del convenio, acuerda adherirse al ASEC y su Reglamento, afirmando que los procedimientos voluntarios de solución de conflictos se tramitarán con arreglo a lo dispuesto en dicho Acuerdo. 51 RODRÍGUEZ CRESPO, Mª.J., La Administración del Convenio Colectivo, cit., págs. 407 y 408. 52 MATEOS BEATO, A., «La aplicación e interpretación de la negociación colectiva», cit., págs. 272-276; 128 Convenios que aluden a la intervención de la Comisión Paritaria sobre interpretación o aplicación, sin referencia expresa a los conflictos. Convenios que prevén una cláusula genérica de intervención en la solución de conflictos, pero sin concretar la fórmula (conciliación, mediación o arbitraje). Convenios que atribuyen a las Comisiones Paritarias funciones de conciliación, mediación o arbitraje, pero sin regular estos procedimientos. Convenios que realizan un tratamiento más específico de las formas de solución, aunque sin detallar los supuestos de la aplicación de cada una de estas técnicas. Convenios, minoritarios, que introducen un régimen pormenorizado de los procedimientos de mediación y arbitraje. La solución de los conflictos individuales, esto es, de los que opongan a un trabajador a su empresario sobre la aplicación e interpretación del convenio, también puede ser confiada a la Comisión Paritaria, para que dirima a través de un procedimiento arbitral o procure, con su mediación, una solución consensuada del conflicto (Arts. 85.3.e) y 91, pár. 1º, ET). Pero es preciso que las partes del conflicto individual «expresamente» se sometan a ella, según la exigencia que el ET impone a los procedimientos de solución no judicial creados en convenios colectivos y acuerdos interprofesionales de su artículo 83.2 y 3 (Art. 91, pár. 5º, ET). La conciliación o mediación pueden imponerlas también los FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, J.J.y FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, R.: «La Mediación», en VV.AA.: La solución extrajudicial de los conflictos laborales, II Congreso de Castilla y León sobre Relaciones Laborales, Ed. Junta de Castilla y León, 2001, pág. 150. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ convenios colectivos y acuerdos interprofesionales regulados en el art. 83 ET como trámite obligatorio previo al planteamiento jurisdiccional del asunto (Art. 63 LPL). La Comisión Paritaria es, en suma, la institución más adecuada para velar por el deber de paz y por las reglas que sobre el mismo y, en general, sobre las condiciones de trabajo reguladas, puede contraer el convenio según el artículo 82.2 ET, aunque su interpretación judicial las haya mirado en el pasado con recelo, por lo que pudieran significar de entorpecimiento del ejercicio de acciones judiciales, o de cortapisa de la «tutela efectiva de los jueces y tribunales» del artículo 24.1 CE53. Este injustificado recelo judicial ha comportado una serie de limitaciones al papel interpretativo y componedor que el convenio atribuye a las Comisiones Paritarias. Aunque la situación ha mejorado considerablemente, y hoy se acepta sin reservas que el acuerdo de la comisión tenga el carácter de vía previa obligatoria a la demanda judicial si así lo ha previsto el convenio, mantienen su vigencia una serie de criterios jurisprudenciales que pueden estar demorando una intervención más eficaz de estos órganos: a) La intervención obligatoria de la Comisión Paritaria, como trámite previo al planteamiento de la demanda en la jurisdicción social, es conforme con el derecho a la tutela judicial efectiva reconocido en el artículo 24.1 CE (STC 217/1991, de 14 noviembre), pero los tribunales exigen que dicho trámite se ha establecido de forma concluyente en el correspondiente convenio colectivo, sin que baste su configuración genérica como órgano de interpretación y aplicación de las cláusulas del convenio [SSTS de 25 marzo 1992 (RJ 1874), 8 noviembre 1994 (RJ 1994, 8600) y 28 octubre 1997 (RJ 7682)]. 53 ALONSO OLEA, M. y CASAS BAAMONDE, Mª.E., Derecho del Trabajo, cit., pág. 927. b) El establecimiento en convenio de la intervención previa y preceptiva de la Comisión Paritaria constituye una manifestación más de la autonomía colectiva y, más concretamente, del derecho de negociación colectiva y del derecho a adoptar medidas de conflicto colectivo garantizados en el art. 37 CE, pero siempre que no se vea afectada la competencia de los órganos jurisdiccionales, como recuerda el artículo 91 ET [STS 27 marzo 1996 (RJ 2497)]. c) La intervención de la Comisión Paritaria no es exigible cuando el conflicto se sitúa fuera de su esfera competencial, lo que ocurre cuando no se trata de interpretar una norma del Convenio [STS de 17 febrero 1997 (RJ 1440)]. d) Una cosa es establecer la obligación de someter el conflicto a la Comisión Paritaria y otra diferente e inadmisible establecer una obligación de convenir, exigiendo el acuerdo en la comisión, sin solución procesal posible [STS de 2 octubre 1996 (RJ 7682)]. e) La falta de agotamiento de dicho trámite preprocesal no fundamenta la interposición de un recurso de casación (Art. 205 LPL), pues «no afecta a ninguna norma sustantiva, ni a ninguna infracción procesal relevante», ya que «dicho trámite previo ante la comisión no es forma esencial del juicio, sino... procedimiento anterior a éste y su omisión o cumplimiento defectuoso» no es determinante de indefensión [SSTS de 2 junio 1994 (RJ 5401), 12 mayo y 28 octubre 1997 (RJ 4087 y 7682), 25 marzo, 31mayo y 7 diciembre 1999 [RJ 3518, 6733 y 9689)]. Ahora bien, el órgano judicial debe advertir a la parte demandante sobre dicho defecto procesal (Art. 81.1 LPL), a fin de que pueda subsanarlo dentro del plazo de cuatro días hábiles, con apercibimiento de que, de no hacerlo, se archivará la demanda REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 129 ESTUDIOS sin más trámite [STSJ La Rioja 16 julio 1993 (AS 3226)]. La brevedad de este plazo aconseja sus sustitución por el de quince días previsto en el art. 81.2 LPL para que por el demandante se acredite la celebración o el intento del acto de conciliación previa. f) Aunque el convenio colectivo imponga el sometimiento previo de las controversias individuales a la Comisión Paritaria, ello no puede impedir el posterior acudimiento por el trabajador a la vía judicial (STC 184/1991, citada). g) Los tribunales no se encuentran vinculados por la interpretación que haya podido realizar el órgano paritario, por lo que sus dictámenes son revisables en vía judicial [SSTSJ Castilla-La Mancha de 11 febrero 2002 (AS 1731) y 21 julio 2005 (AS 2533)]. h) Los sujetos negociadores no pueden atribuir a los acuerdos de las comisiones paritarias valor normativo [SSTS de 27 noviembre 1991 (RJ 8420), 24 junio 1992 (RJ 4669), 25 mayo 1993 (RJ 5533)]. 7. LOS PROCEDIMIENTOS AUTÓNOMOS PARA LA SOLUCIÓN EXTRAJUDICIAL DE LOS CONFLICTOS LABORALES Y LAS COMISIONES PARITARIAS 7.1. Planteamiento En el proceso de construcción de un sistema de solución extrajudicial de los conflictos laborales se pueden distinguir dos modelos y dos etapas: 1º) El sistema fijado por los convenios colectivos (Arts. 85.3.e) y 91 ET), en los que se atribuye preferentemente a las Comisiones Paritarias el carácter de órganos de composición de los conflic- 130 tos que surjan en su aplicación e interpretación. 2º) El sistema derivado de los acuerdos interprofesionales sobre materias concretas del art. 83.3 ET que han instaurado, a partir de los años noventa, mecanismos (mediación, arbitraje) externos al ámbito del convenio y, por tanto, a la intervención componedora de su órgano de administración, para la solución de todos los conflictos posibles, no sólo los de interpretación y aplicación del convenio. Operativamente, por tanto, estos Acuerdos habrían significado, en materia de conflictos de aplicación e interpretación, el desplazamiento hacia los órganos y procedimientos previstos en tales Acuerdos de una labor que antes venían desempeñando en exclusiva las Comisiones Paritarias. Sin embargo, como se analizará inmediatamente, se ha pretendido evitar ese desplazamiento del papel componedor de las Comisiones Paritarias en el acuerdo sobre solución extrajudicial de conflictos laborales de ámbito estatal y en algunos Acuerdos regionales que han seguido su ejemplo (Extremadura, Murcia), mediante una decisión integradora de la función compositiva atribuida por el convenio a las comisiones paritarias en los sistemas extrajudiciales de solución de conflictos creados por dichos Acuerdos. Al margen de las concretas regulaciones efectuadas por los convenios colectivos de sector o de empresa en relación con los órganos paritarios objeto de consideración, distintos Acuerdos Interprofesionales se han empeñado, en el curso de los últimos años, en establecer mecanismos enderezados a vigorizar el papel de las comisiones paritarias, a ensanchar sus facultades y favorecer su capacidad resolutoria54. 54 VALDÉS DAL-RÉ, F., «Las comisiones paritarias y la solución de conflictos...», cit., pág. 5. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ En este orden de cosas, el artículo 8 del primer Acuerdo para la Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales (ASEC), suscrito el 25 de enero de 1996 por las organizaciones sindicales (UGT y CC.OO.) y las asociaciones empresariales (CEOE y CEPYME) más representativas de ámbito estatal, estableció que en un concreto tipo de los conflictos laborales incluidos en su catálogo, los derivados de la interpretación y aplicación de una norma colectiva, habría de resultar preceptiva la intervención previa de la Comisión Paritaria del propio convenio. El artículo 8.1 del Reglamento del ASEC (RASEC), suscrito por las mismas partes sociales en idéntica fecha, reiteraría la anterior previsión, extendiéndola a las controversias interpretativas y aplicativas «de otros acuerdos y convenios colectivos» siempre que los mismos previeran el establecimiento de una Comisión Paritaria. El ASEC se distinguía en este punto de la mayoría de los Acuerdos de Comunidades Autónomas, en los que la intervención previa de la Comisión Paritaria sólo se reconoce cuando el convenio colectivo así lo establece. Denunciado y vencido que fue el ASEC, las mismas partes que lo suscribieron procedieron, en fecha 31 de enero de 2001, a la firma del ASEC-II y del RASEC-II. El articulado de ambos pactos, del Acuerdo y del Reglamento, mantendrá el régimen de intervención de las comisiones paritarias previsto en los instrumentos contractuales precedentes (Art. 8); pero el ASEC-II fue más allá, al integrar en el Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje (SIMA) los órganos específicos de mediación o arbitraje establecidos en los convenios colectivos o acuerdos sectoriales, lo que es tanto como decir las comisiones mixtas o paritarias, siempre que en su ámbito hubieran asumido lo dispuesto en el ASEC-II y respetasen en su tramitación los principios consagrados en el Acuerdo (art. 5 ASEC-II). La regulación se completaba en el artículo 10.5 del ASEC-II, el cual determinaba que «de conformidad con lo previsto en el artículo 5, las partes podrán recurrir, en su caso, al órgano de mediación específico incorporado al Servicio», es decir, a la comisión mixta o paritaria integrada en el SIMA en cuanto que órgano de mediación. Además, el ASEC-II llevó a cabo una ampliación del listado de conflictos susceptibles de someterse a los procedimientos de mediación y arbitraje gestionados por el SIMA, introduciendo un nuevo supuesto en el artículo 4.1.e) que ensanchaba las oportunidades de vinculación entre las comisiones paritarias y aquellos procedimientos. Este nuevo supuesto se refería, como ya hemos tenido ocasión de comentar, a «las controversias que surjan con ocasión de la aplicación e interpretación de un convenio colectivo a causa de la existencia de diferencias sustanciales que conlleven el bloqueo en la adopción del correspondiente acuerdo en la Comisión Paritaria». El 29 de diciembre de 2004, las mismas partes que habían suscrito los precedentes Acuerdos sobre Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales (ASEC I y ASEC II), firmaron el ASEC-III55, en cuyo texto se unifican los del ASEC-II y el RASEC-II, al tiempo que se incorporan algunas modificaciones con la finalidad de dotar al sistema de una mayor operatividad. El ASEC-III mantendrá las previsiones de sus predecesores sobre intervención previa de las Comisiones Paritarias. Lo que a continuación se expone es la situación actual en la materia concernida. 7.2. Articulación de los procedimientos autónomos de solución extrajudicial de conflictos (mediación y arbitraje) previstos en el ASEC-III con las Comisiones Paritarias El artículo 10. 3 ASEC-III establece, con carácter preceptivo, la intervención previa 55 BOE de 29 enero 2005. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 131 ESTUDIOS de la Comisión Paritaria en los conflictos de aplicación e interpretación del convenio colectivo, así como de otros acuerdos o pactos que tuvieran establecida una comisión de ese tipo. Por tanto, el requisito de intervención previa comporta una aplicación escalonada de los procedimientos previstos por el convenio de sector o de empresa y en el ASEC-III. Con ello se prima la intervención de quienes, por haber participado en la negociación del convenio, se hallan en mejor disposición de resolver los conflictos derivados de su interpretación y aplicación. No se dará trámite al planteamiento de un conflicto colectivo de interpretación y/o aplicación de un convenio conforme al ASECIII si antes no ha tenido ocasión de pronunciarse la Comisión Paritaria. A tal efecto, a la solicitud de mediación debe acompañar la acreditación de la intervención de la comisión, o de haberse dirigido a ella las partes sin efecto, y el dictamen emitido en su caso (Art. 14. 2, d) ASEC-III). Con el propósito de evitar un retraso excesivo en la solución del conflicto como consecuencia de la sumisión previa a la Comisión Paritaria, el ASEC-III considera agotado el trámite preceptivo cuando transcurra el plazo establecido para ello en el propio Convenio o, en su defecto, transcurridos quince días desde la presentación de la solicitud (Art. 10.1 ASEC-III). Constituye éste plazo una novedad plausible introducida en la segunda edición del ASEC. Otro de los inconvenientes de la intervención preceptiva previa de la Comisión Paritaria consiste en la innecesaria duplicidad de trámites que se produce cuando el convenio prevé procedimientos semejantes a los regulados por el correspondiente Acuerdo de Solución Extrajudicial de Conflictos y, fracasada la labor mediadora de la Comisión Paritaria, se hace preciso repetir la mediación entre las mismas partes ante el SIMA. Para evitar esta situación, el ASEC-III ha dispuesto la integración en el SIMA de los 132 órganos específicos de mediación y arbitraje establecidos en los convenios colectivos o acuerdos sectoriales, siempre que en su ámbito se haya producido la adhesión al ASECIII y respeten en su tramitación los principios establecidos en dichos Acuerdos: gratuidad, celeridad, igualdad procesal, audiencia de las partes, contradicción e imparcialidad (Art. 6.4 ASEC-III). Las partes podrán recurrir, en su caso, al órgano de mediación específico incorporado al Servicio (Art. 14.4 ASEC-III). El ASEC-III, siguiendo lo dispuesto en el artículo 8 del RASEC-II, distingue tres supuestos de posible actuación de la Comisión Paritaria: Si no tiene atribuidas competencias en materia de solución de conflictos, la parte promotora de la mediación o el arbitraje podrá solicitarlos directamente ante el SIMA, acreditando que ha agotado el trámite previsto ante la Comisión Paritaria (Art. 10.3 ASEC-III). Ello supone a la parte tener que dirigirse en todo caso a la Comisión Paritaria, aun a sabiendas de que la misma carece de funciones resolutorias, a fin de obtener de ella una resolución expresa que así lo certifique o, si la Comisión no se pronuncia, esperar a que trascurra el plazo previsto en el número 1 del art. 10 ASEC-III desde la presentación de la solicitud para después acudir al SIMA. Si tiene atribuidas funciones de mediación y normas de procedimiento, la controversia será sometida a la misma (no al SIMA) (Art. 10.2 ASEC-III). Si tiene atribuidas funciones de mediación, pero carece de normas de procedimiento, la intervención de la Comisión Paritaria debe ser solicitada por cualquiera de las partes o por los legitimados para promover los procedimientos del ASEC-III, mediante escrito dirigido al SIMA (Art. 10.2 ASEC-III). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ En cuanto a la designación de los mediadores, en la lista de mediadores/árbitros elaborada por el SIMA se integrarán también los nombrados en los órganos específicos de mediación que estén regulados en los Convenios o Acuerdos a que se refiere el art. 6.4 ASEC-III (Art. 7.1 ASEC-III). En los conflictos planteados en las empresas con ocasión de la interpretación y aplicación de un convenio, acuerdo o pacto colectivo sectoriales, cuya Comisión Paritaria tenga asignadas funciones de mediación, podrán ser designados como mediadores los miembros de la Comisión, sin que por ello les afecte ningún tipo de incompatibilidad (Art. 14.5 ASEC-III). Conclusión de la mediación: Si los órganos intervinientes en la mediación fueren los propios constituidos en el ámbito del convenio colectivo o acuerdo, éstos darán cuenta al SIMA de la solución habida (con o sin acuerdo), a efectos de registro (Art. 16.3 ASEC-III). En el desarrollo de su tarea de aplicación e interpretación del Convenio, pueden surgir discrepancias que conlleven el bloqueo en la adopción del correspondiente acuerdo en la Comisión Paritaria. La iniciativa de sometimiento a los procedimientos previstos en el ASECIII deberá instarse por la mayoría de ambas representaciones de dicha Comisión (Art. 4.1.e) ASEC-III). 7.3. La intervención previa de la Comisión Paritaria del convenio colectivo en los Acuerdos Autonómicos sobre Solución Extrajudicial de Conflictos laborales La mayoría de los Acuerdos autonómicos que han instituido sistemas de Solución Ex- trajudicial de Conflictos laborales establecen también que es obligatorio acudir previamente a la Comisión Paritaria en los conflictos colectivos de interpretación y aplicación, pero sólo si dicho trámite está establecido como preceptivo en los convenios, acuerdos o pactos (Andalucía56, Aragón57, Asturias58, Cantabria59, Castilla-La Mancha60, Castilla y León61, Comunidad Valenciana62, Extremadura63, Galicia64, Islas Baleares65, Islas Canarias66, Madrid67, 56 Acuerdo Interprofesional para la constitución del Sistema de Resolución Extrajudicial de Conflictos Colectivos Laborales de Andalucía (BOJA de 23 abril 1996); Reglamento de funcionamiento y procedimiento del Sistema Extrajudicial de Resolución de Conflictos Colectivos Laborales de Andalucía (BOJA de 4 febrero 2004). 57 III Acuerdo sobre Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales en Aragón «ASECLA III» (BOA de 9 enero 2006). 58 Acuerdo Interprofesional sobre Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales de Asturias AISECLA (BOPA de 10 noviembre 2003); Reglamento de Funcionamiento del Servicio Asturiano de Solución Extrajudicial de Conflictos (BOPA de 24 febrero 2006). 59 IV Acuerdo Interprofesional de Cantabria sobre Resolución Extrajudicial de Conflictos Laborales (BOC de 24 enero 2001). 60 Acuerdo sobre Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales de Castilla-La Mancha (ASEC-CLM) y su Reglamento de aplicación (DOCM de 23 agosto 1996). 61 II Acuerdo Interprofesional sobre Procedimientos de Solución Autónoma de Conflictos Laborales en Castilla y León (ASACL) (BOCyL de 20 mayo 2005). 62 IV Acuerdo de Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales de la Comunidad Valenciana (DOGV de 26 julio 2005). 63 Acuerdo Interprofesional sobre Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales de Extremadura (ASECEX)(DOE de 16 abril 1998). 64 Acuerdo Interprofesional Gallego sobre Procedimientos Extrajudiciales de Solución de Conflictos de Trabajo (DOG de 4 mayo 1995). 65 II Acuerdo Interprofesional sobre Renovación y Potenciación del Tribunal de Arbitraje y Mediación de las Islas Baleares (TAMIB)(BOIB de 3 febrero 2005). 66 Acuerdo Interprofesional Canario sobre Procedimientos Extrajudiciales de Solución de Conflictos de Trabajo (BOC de 30 julio 2004). 67 Acuerdo Interprofesional sobre la creación del Sistema de Solución Extrajudicial de Conflictos de Madrid y del Instituto Laboral de la Comunidad de Madrid REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 133 ESTUDIOS Murcia68, Navarra69, País Vasco70). Si la Comisión Paritaria tiene, además, encomendadas funciones de mediación, la controversia deberá ser sometida a ella (Castilla-La Mancha, Extremadura, Islas Baleares, Castilla y León). En algunos pactos se exige expresamente que la Comisión Paritaria esté constituida y celebre reuniones (Andalucía, Extremadura, País Vasco). El trámite ante la Comisión Paritaria se considera agotado si la misma no se pronuncia dentro de un plazo, que los Acuerdos vienen fijando entre 10 y 30 días (Aragón, Cantabria, Comunidad Valenciana, Galicia, Islas Baleares, Islas Canarias, Castilla y León, Murcia, Navarra). En tres Acuerdos se prevé que la Comisión Paritaria pueda acordar directamente la remisión del conflicto al correspondiente Servicio de mediación y arbitraje (Aragón, Cataluña71, La Rioja72). y Reglamento de funcionamiento (BOCM de 7 marzo 1995). 68 II Acuerdo sobre Solución Extrajudicial de Conflictos Laborales en la Región de Murcia y Reglamento de aplicación (BORM de 15 junio de 2005). 69 Acuerdo Interprofesional sobre Procedimientos Extrajudiciales de Solución de Conflictos Laborales de la Comunidad Foral de Navarra (BON de 10 mayo 1996). 70 III Acuerdo Interprofesional sobre Procedimientos Voluntarios para la Solución de Conflictos Laborales PRECO (BOPV de 4 abril 2000). 71 Acuerdo Interprofesional de Catalunya 20052007; Reglamento de funcionamiento del Tribunal Laboral de Catalunya (DOGC de 15 septiembre 1999). 72 Acuerdo Interprofesional de La Rioja (BOR de 31 diciembre 1994); Reglamento de funcionamiento del Tribunal Laboral de La Rioja (BOR de 2 enero 1997). 134 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ RESUMEN En un escenario tan cambiante como el de las relaciones laborales, influenciable por multiplicidad de factores, no sólo económicos, sino también sociales y legislativos, la negociación colectiva no es un proceso que pueda darse por definitivamente concluido con la firma del pacto, sino que se extiende y prolonga durante toda la vigencia del convenio. En este sentido, la institución de la Comisión Paritaria, entendida como órgano encargado de la administración conjunta del convenio, permite a las dos representaciones, empresarial y social, presentes en la negociación, asegurar la continuidad de sus encuentros y así poder dar respuesta a los conflictos que pueden surgir con motivo de la interpretación y aplicación de apartados del texto convencional que resultan oscuros, ambiguos o excesivamente amplios, o a los que se deriven de cambios en las circunstancias que fueron tenidas en cuenta en el fomento de su firma y que han evolucionado con el tiempo, obligando a una permanente labor de readaptación de los pactos a la nueva realidad del entorno que deben regular. El presente estudio pretende ahondar en la fisiología de esa figura, la Comisión Paritaria, que recibe de las partes negociadoras el muy capital encargo de gestionar el contenido del convenio colectivo que ellas mismas han aprobado y velar por el normal cumplimiento de lo pactado. Para ello, tras realizar unas consideraciones introductorias y delimitar el marco normativo que sirve de encuadre a la actividad de las Comisiones Paritarias, nos detenemos en los aspectos orgánicos y procedimentales de estos órganos, pues resulta evidente que la operatividad de las Comisiones Paritarias, en cualquiera de sus múltiples vertientes y manifestaciones (negociales o estrictamente aplicativas) depende, en primer término, y sobre todo, de cómo estén constituidas y cuál sea su régimen interno de funcionamiento. A continuación abordamos la descripción de las funciones o competencias que los convenios colectivos atribuyen a la Comisión Paritaria, para centrarnos inmediatamente en el estudio y comentario de la que probablemente constituya la función más relevante del ente paritario: su labor componedora de los conflictos surgidos a propósito de la interpretación y aplicación del convenio. La proliferación en los últimos tiempos de Acuerdos disponiendo la creación de sistemas para la solución extrajudicial de los conflictos laborales, en el ámbito del Estado y en cada una de las diecisiete Comunidades Autónomas, lejos de comer terreno a las Comisiones Paritarias, ha venido a reforzar el papel componedor de dichas Comisiones, ensanchando sus facultades y favoreciendo su capacidad resolutoria. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 135 Negociación colectiva sobre representación de los trabajadores en la empresa FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO* INTRODUCCIÓN L a materia de la representación de los trabajadores en el ámbito de la empresa, con su natural prolongación hacia la participación en la gestión de esta última, es una realidad plenamente consolidada en el conjunto de las relaciones laborales españolas; como lo es también en otros muchos sistemas de relaciones laborales comparables al español. Realidad que no tiene por qué permanecer estática, ni mucho menos, sino que admite una cierta capacidad de adaptación y de transformación como consecuencia de los cambios producidos en las propias relaciones laborales y en su entorno económico y social1. * Catedrático de Derecho del Trabajo. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. 1 Una muestra reciente de lo que se dice, sin que sea necesario extenderse más sobre ello, lo constituye la materia objeto de XVII Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social : «Gobierno de la empresa y participación de los trabajadores. Viejas y nuevas formas institucionales», Asociación Española de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Salamanca, 2006. En las cuatro ponencias presentadas se contienen referencias a novedades y cambios significativos actuales en la participación: M.C. PALOMEQUE LÓPEZ, «La participación de los trabajadores en la empresa (Una revisión institucional)». C. ORTIZ LALLANA, «La participación de los trabajadores en el plano internacional y co- Hace algo más de veinticinco años se publicó un análisis de lo que los convenios colectivos estaban aportando sobre esta misma materia de representación en la empresa2. En aquella ocasión, cuando estaba en proceso de elaboración la Ley del Estatuto de los Trabajadores (ET) y aún faltaban varios años para la aprobación de la Ley Orgánica de Libertad Sindical (LOLS), pudo comprobarse que la negociación colectiva había entrado con cierta decisión en la regulación de la materia. Bien es verdad que tal actividad de regulación por parte de los convenios no operaba en el vacío: en primer lugar, porque se partía de la regulación provisional representada por el Decreto de 12 de diciembre de 1977; en segundo lugar y principalmente, porque en aquellos momentos se conocía el texto del Proyecto de ley del ET que se estaba elaborando en las Cortes Generales, texto que con un alto grado de probabilidad contaba como futura regulación de la materia. munitario». J. SAMPER JUAN, «Los sistemas tradicionales y el régimen español de participación de los trabajadores». J.P. LANDA ZAPIRAIN. «Las nuevas formas de partipación en la empresa». 2 F. RODRÍGUEZ-SAÑUDO, «Negociación colectiva sobre representación y acción sindical en la empresa», Estudios de Derecho del Trabajo en memoria del Profesor Gaspar Bayón Chacón, Editorial Tecnos, Madrid 1980, págs. 409 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 137 ESTUDIOS Algunas conclusiones de interés pudieron obtenerse de aquel estudio. Sin que en este momento proceda reproducirlas in extenso, conviene recordar con brevedad algunas de las principales. La primera fue sin duda que los textos de la regulación de 1977 y, sobre todo, del Proyecto de ET, con decidida influencia sobre el conjunto de la negociación colectiva en materia de representación unitaria, actuaron más como «techo» de la negociación que como punto de partida para su desarrollo o ampliación. Especialmente por parte empresarial quedaba incluso documentado que no había intención de llevar a los convenios una regulación que fuese más allá de lo que se preveía que hiciese el ET una vez aprobado. Una segunda conclusión, ahora con relación a los órganos de representación sindical propiamente dichos, ponía de relieve que la aportación de la negociación colectiva tampoco era en especial ni innovadora ni avanzada. En el supuesto caso de que los sindicatos tuviesen un proyecto completo y claro de acción sindical en la empresa lo que por lo menos era dudoso pudieron encontrar una firme resistencia empresarial para llevarlo en su totalidad a los convenios. La materia de la representación y actuación del sindicato en la empresa en un régimen de libertad sindical era en aquellos momentos, en los que apenas se había salido del sistema de sindicato único y obligatorio, algo nuevo, poco maduro, lo que explicaba que se entrase a regularlo con cierta timidez. La regulación de estas cuestiones, que en un principio se había pensado incluir en el ET, se dejó, como es sabido para la futura LOLS, que sería aprobada años más tarde. No obstante lo anterior, se advertían algunos puntos sobre la presencia y la actividad del sindicato en la empresa de elaboración algo más avanzada: la posibilidad de creación de la sección sindical, la designación de delegados sindicales y la determinación de funciones y competencias para estas representaciones sindicales fueron algunos de 138 ellos. De esta manera, la negociación colectiva adelantaba en varios años para los correspondientes ámbitos la regulación que la LOLS habría de introducir en 1985 con carácter general. Se trata de hacer ahora un estudio similar, en una circunstancia considerablemente diferente. Contando con un largo un período de aplicación, tanto del texto del ET como del de la LOLS, la experiencia de la representación y de la participación de los trabajadores en la empresa debe entenderse que a estas alturas se encuentra consolidada. En tal contexto se van a comprobar, de manera paralela a lo realizado en 1980, cuáles son las líneas maestras de la aportación que la negociación colectiva está realizando en este terreno, sobre la base ya de una ordenación legal con algunos años de aplicación. Es un momento del todo oportuno para volver a realizar el análisis y comparar sus resultados con los obtenidos en aquella otra situación tan diferente. El período que ahora se toma para la realización del estudio es desde 1 de enero de 2005 hasta 30 de abril de 2006. Se analizan todos los convenios colectivos publicados en el B.O.E. durante estos dieciocho meses: un total de 231 textos, de los cuales 40 son de sector y 191 de empresa o grupos. No es desde luego un análisis exhaustivo de la totalidad de la negociación colectiva, objetivo prácticamente irrealizable para un trabajo como el que ahora se presenta; faltan sectores y empresas cuyos convenios son de ámbito provincial o de Comunidad Autónoma, publicados en los respectivos periódicos oficiales. Pero sí es lo suficientemente amplio para proporcionar una visión global de tal actividad negocial, con una amplia variedad de actividades económicas y un número significativo de empresas de mediana y gran dimensión; también de sectores en los que se encuadran numerosas empresas de menor dimensión. Muestra que en cualquier caso puede calificarse como de suficiente representatividad a los efectos propuestos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO La lista completa de esos convenios colectivos se contiene en Anexo, numerados por orden de publicación. Para hacer más fácil las citas y la lectura de éstas, en las correspondientes notas a pie de página, cada convenio es mencionado sencillamente con el número que en esa relación se le ha adjudicado. Conviene precisar que no se ha incluido en la materia objeto del trabajo la representación y participación de los trabajadores en la prevención de riesgos laborales, regulada como se sabe por la Ley 31/1995, de 8 de noviembre; regulación específica aunque próxima a la que en este estudio se presenta, y que con seguridad merece una exposición independiente por la presencia de esas características especiales. Tampoco se incluye lo relativo a los órganos paritarios creados por los propios negociadores para llevar a cabo la mejor aplicación y administración del convenio, por las mismas razones, en este segundo caso de mayor intensidad3. El desarrollo del trabajo se ordena siguiendo lógicos criterios de claridad y sencillez expositiva, con un primer planteamiento de cuestiones de carácter más general, seguido de las relativas a la constitución, organización y competencias de la representación unitaria y de la representación sindical, las garantías, medios y protección jurídica de una y otra, para finalizar con otras cuestiones de variado contenido que también están relacionadas con ambas instituciones representativas, como es el caso del derecho de reunión de los trabajadores en la empresa y algunas otras conexas con la actividad sindical. 1. OBSERVACIONES GENERALES No se pretende otra cosa en este primer apartado que llamar la atención sobre algunos rasgos generales de la negociación sobre la representación de los trabajadores, rasgos que pueden servir de introducción a las cuestiones más concretas que se exponen en los sucesivos. 1.1. Carencia de regulación A pesar de la importancia material de las cuestiones de representación, un cierto número de los textos examinados no contiene ninguna regulación sobre ella: del total de 231 convenios, 29 de ámbito empresarial4 y 3 de sector5. Sorprende sobre todo el primer dato, puesto que es precisamente en la negociación de empresa donde cabe esperar una mayor atención a estas cuestiones y, por consiguiente, una aportación de mayor contenido. El total de los convenios de uno y otro ámbito con tal carencia supera el 13 por ciento de los analizados; porcentaje, si no exagerado, sí por lo menos significativo, pudiéndose pensar que en esos casos los negociadores han considerado suficiente la regulación legal, sin necesidad de ampliación o desarrollo alguno. No es descartable desde luego que en los correspondientes ámbitos exista algún acuerdo al margen del texto del convenio colectivo en el que esta materia haya podido ser ordenada; no se ha encontrado sin embargo ninguna evidencia en tal sentido. 1.2. Una regulación prácticamente en blanco Asimilable en buena medida al grupo de convenios que ni siquiera menciona la mate- 3 Sobre esta materia se contiene información de la regulación de los convenios publicados entre 1998 y 2001 en M.J. RODRÍGUEZ CRESPO, La administración del convenio colectivo, Consejo Económico y Social de Andalucía, Sevilla 2006. Se trata de los CC 22, 25, 27, 29, 43, 52, 56, 67, 69, 84, 93, 104, 108, 109, 121, 123, 127, 137, 138, 152, 165, 171, 176, 187, 195, 200, 202, 212 y 215. 5 Es el caso de los CC 196, 213 y 225. 4 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 139 ESTUDIOS ria de la representación, es fácil advertir otro, más numeroso, en el que se le dedica algún precepto o algunos preceptos pero sin ningún contenido real distinto del legal (con mera remisión a la ley o simple repetición de sus disposiciones) o en el que lo que se añade es de una importancia muy reducida. La incorporación más o menos literal del texto legal al convenio no aporta nada desde el punto de vista jurídico, es obvio; no debe ocultarse sin embargo un cierto efecto «didáctico» en esta operación, que acerca y da a conocer determinados contenidos de la ley a los sujetos afectados por la norma convenida. El contenido de los convenios de este bloque no es homogéneo, alguna diferencia merece la pena subrayar en él: cabe apreciar en primer lugar la presencia de aquellos convenios que dedican de uno a tres artículos a esta materia, con frecuencia breves, carentes de cualquier novedad6; muy próximos a éstos se encuentran los convenios que dedican una atención mayor, con un número más alto de artículos, pero también carentes de contenido distinto del legal7; un tercer grupo lo forman aquellos convenios que, aunque dedican pocos preceptos a la materia y contienen remisiones a la ley o reproducen parte de su contenido, añaden una cierta regulación propia, en cualquier caso de escasa entidad en el conjunto de su ordenación8. En algún caso aislado, la escueta regulación convenida se completa con la remisión a un 6 Pueden citarse en este grupo: art. 32 CC 8, art. 35 CC 12, arts. 53 y 54 CC 38, art. 39 CC 42, art. 32 CC 57, arts. 37 al 39 CC 59, arts. 30 y 31 CC 61, art. 55 CC 73, arts. 18 a 20 CC 75, art. 42 CC 76, arts. 34 y 35 CC 84, disp. adic. 3ª CC 86, cláusula 41 CC 90,arts. 32 y 33 CC 103, art. 75 CC 116, art. 45 CC 149, art. 43 CC 156, art. 52 CC 158, arts. 34 y 35 CC 168,, art. 39 y disp. Adic. 2ª CC 173, art. 17 CC 181, art. 45 CC 221. 7 Se encuentran en este caso: arts. 53 a 57 CC 28, arts. 47 a 57 CC 35, arts. 44 a 54 CC 71, arts. 55 a 63 CC151. 8 Pueden citarse a este respecto: arts. 47 a 57 CC 35, arts 41 y 42 CC 79, art. 16 CC 85, art. 46 CC 178, art. 33 CC 185, Cap. VIII CC 194, art. 35 CC 197. 140 texto distinto9. Sorprende por último que algún texto parezca desconocer la existencia de la regulación legal sobre la representación sindical10. Comprende este grupo un número de convenios superior al carente de toda regulación: algo más del 24 por ciento del total de los analizados. La suma de aquél y de éste alcanza un 38 por ciento del total de convenios colectivos, cifra realmente importante, que sirve de indicador del interés que muestran los negociadores de estos últimos sobre las cuestiones relativas a la representación de los trabajadores. Esta cifra global proporciona sin duda un primer índice a la hora de valorar, en conjunto, la aportación de la negociación colectiva en la materia estudiada. Índice desde luego nada positivo, al representar más de un tercio de todos los convenios estudiados y ser esta materia una de las centrales de las relaciones laborales. Como contraste con esos convenios, puede llamarse la atención sobre algunos otros, éstos con certeza muy minoritarios en el conjunto, que dedican una regulación de bastante mayor extensión, desde luego muy superior a la media. Aunque en ellos pueden advertirse también remisiones expresas a la ley y reproducción, literal o no, de sus artículos, contienen una ordenación propia de cierta entidad: entre otras cosas, completando la ley, mejorando las condiciones de ejercicio de las funciones representativas o ampliando el régimen de protección jurídica de los representantes11. 9 Es el caso del artículo 48 CC 209, en el que se acuerda la constitución del Comité intercentros, remitiendo la totalidad de la regulación a su propio reglamento. 10 Caso del art. 117 CC 15 (empresa), que da reglas sobre esta representación «en tanto se dispongan normas legales sobre acción sindical en la Empresa.» 11 Buenos ejemplos de este caso lo constituyen: el CC 203, que dedica a la materia sus artículos 47 a 102; el CC 227, con la regulación de los artículos 157 a 170; y el CC 229, en sus artículos 69 a 94. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO 1.3. Declaraciones generales en coherencia con las reglas legales También con un cierto valor didáctico, seguramente más necesario respecto a empresarios y trabajadores afectados por las normas convenidas de ámbito sectorial, se encuentran con alguna frecuencia determinadas declaraciones o compromisos de carácter general, reiterando normas legales; declaraciones que se suelen ubicar como introducción de la regulación convenida sobre la materia. Por supuesto que no poseen valor normativo añadido al contenido de la ley, pero no debe minimizarse su importancia: la tiene en el sentido de que recuerdan a los sujetos obligados por lo general los empleadores ciertas normas de contenido esencial para las relaciones laborales en la empresa. Sobre la base de ese denominador común, puede apreciarse la existencia de algunas variedades desde el punto de vista de su contenido. Así, algunas de estas declaraciones se centran en el debido respeto por parte de los empleadores del ejercicio de la libertad sindical por los trabajadores12. Otras subrayan compromisos de diálogo entre la parte empresarial y los representantes de los trabajadores, entendido como base indispensable para el mejor desarrollo de sus relaciones13. La reEjemplos de esta primera modalidad: Introducción al Capítulo XI CC 24 (sector): «Las empresas afectadas por el presente Convenio respetarán el derecho de todos los trabajadores a sindicarse libremente y a no discriminar ni hacer depender el empleo de un trabajador a la condición de que no se afilie o renuncie a su afiliación sindical.» En un texto prácticamente literal, art. 62 CC 37 (empresa). Combina el compromiso de respeto a la libertad sindical con los principios de representación de los trabajadores a través del comité de empresa y de los delegados de personal, art. 113 («principios generales») CC 15 (empresa). El art. 88 CC 18 (sector) se refiere a las «prácticas antisindicales» en el siguiente tenor: «En cuanto a los supuestos de prácticas que, a juicio de alguna de las partes, quepa calificar de antisindicales, se está a lo dispuesto en las Leyes». 13 Así, art. 52 CC 54 (empresa): «La empresa y los representantes de los trabajadores procurarán mante12 ferencia a estos contenidos podría ser más amplia, pero baste con lo indicado para dar cuenta de su inclusión en los textos analizados. 1.4. Atención al «doble canal» de representación No puede sorprender que la existencia de este «doble canal» representativo de los trabajadores en la empresa encuentre su reflejo y su complemento de regulación en las normas paccionadas. Si se llama la atención sobre ello en este momento es sencillamente para subrayar, a través de esta simple comprobación, que se trata de una realidad aceptada y, es más, consolidada en las relaciones laborales españolas, al menos en las empresas de una cierta dimensión, en las que la afiliación sindical llega a un nivel apreciable y donde los sindicatos pueden tener mayor interés en llevar a cabo una acción directa a través de secciones y delegados sindicales. Es sabido que por varias razones entre ellas, la fundamental de que la ordenación de la representación sindical se inscribe en el marco de la libertad sindical la ley entra con mayor extensión en la regulación de la representación unitaria. El convenio colectivo tiene así un más extenso campo para com- ner un talante de diálogo constructivo en todo aquello que les es común por aplicación de las normas vigentes, pudiendo, según los casos y las circunstancias no someterse al rigor exacto de la norma si ello facilita la comunicación y resolución de temas.» En el art. 19 CC 166 (empresa) se contiene el compromiso de cumplir «cuantas disposiciones, normas y leyes constituyan la legislación vigente, en materia de representación de los trabajadores en la Empresa»; ambas partes «expresan su convencimiento de que el diálogo permanente entre la Dirección y los Sindicatos más representativos y firmantes del presente acuerdo, en el conjunto de la Empresa es un instrumento fundamental de la política de Relaciones Industriales del Grupo y el cauce idóneo para resolver las diferencias que pudieran presentarse. Especialmente, los firmantes del presente Acuerdo, se comprometen a observar escrupulosamente y de buena fe los derechos y obligaciones constitucionales sobre libertad sindical y libre empresa». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 141 ESTUDIOS pletar y desarrollar la ordenación de la representación sindical. En el tratamiento actual por parte de la negociación colectiva de la doble instancia representativa se observa la existencia de varias líneas dispares o, dicho en otros términos, que no obedecen a una inspiración unificada. Así, en primer término, se identifica un amplio grupo de convenios, sin duda el más numeroso entre los que atienden a la doble representación, que dedican una regulación de comparable entidad a unitarios y sindicales, con lo que en cierto modo parecen orientarse hacia la consecución de un reequilibrio en la respectiva regulación14. Esta última impresión se refuerza en aquellos casos en los que la regulación ofrecida a la representación sindical domina en su extensión sobre la dedicada a la unitaria; diferencia que se produce en casos bastante menos numerosos15. La posición contraria, esto es, con mayor atención a los órganos unitarios, está representada igualmente por un cierto número de convenios, no muy considerable16. De forma aislada, aparece algún texto en el que se regula en exclusiva la representación unitaria17. En 14 Entre otros, pueden citarse: como convenios de empresa, sin duda los más numerosos del grupo, arts. 78 ss. CC10, arts. 28 ss. CC 11, Anexo I CC 32, arts. 78 ss. CC 39, arts. 65 ss CC 88, art. 46 CC 89, arts. 36 ss. CC 100, arts. 24 ss. CC 106, arts. 13 ss. CC 108, arts. 39 ss. CC 147, arts. 60 ss. CC 163, arts. 24 ss CC 182, arts. 27 ss. CC 188, arts. 66 ss. CC230. Como convenios de sector: arts. 75 ss. CC 9, arts. 82 ss. CC 18, arts 58 ss. CC 23, arts. 81 ss. CC 112, arts. 54 y 55 CC 144, arts. 39 ss. CC 180. 15 Es el caso de: arts. 65 ss. CC 4, arts. 50 ss. CC 91, arts. 63 ss. CC 162, arts. 41 ss. CC 174, art. 18 CC 175, arts. 9 ss. CC 201, arts. 154 ss. CC 216, arts. 157 ss. CC 227 (todos ellos convenios de empresa); también arts. 68 ss. CC 143 (convenio de sector). 16 Arts. 61 ss. CC 2, arts. 69 ss. CC 13, arts. 112 ss. CC 15, arts. 85 ss. CC 16, arts. 31 ss. CC 66, arts. 37 ss. CC 99, arts. 51 ss. CC 101, arts. 64 ss. CC 150, arts. 45 ss. CC 155, arts. 47 ss. CC 203, todos ellos convenios de empresa. 17 Es el caso de los arts. 60 a 62 CC 159 (convenio de empresa), en los que se atiende sólo al comité de empresa y a la asamblea. 142 una visión general, parece claro que la atención a la duplicidad de representaciones, más o menos equilibrada en extensión, es considerablemente mayor en los convenios de empresa que en los sectoriales; lo cual no debe calificarse sino como lógico, dado que en los primeros, por su ámbito específico, puede entrarse con mayor decisión en las cuestiones relativas a la representación sindical. La referencia a los dos tipos de representación provoca en ocasiones declaraciones o reglas que parecen desconocer la diferente naturaleza de unas y otras, o al menos aquéllas se expresan en términos del todo inadecuados18. Aparte de la extensión comparable o no dedicada a cada representación, no se advierte en general una preocupación, materializada en su caso en normas concretas, orientada hacia la mejora de las ambigüedades o carencias que ET y LOLS muestran en el terreno de la convivencia y relaciones entre ellas. Se habrá de volver sobre ello en los apartados específicos dedicados más adelante a cada una. Como también se dedicará en su momento una mayor atención, como es lógico, a las aportaciones concretas que en materia de organización, competencias y funciones, protección jurídica y otros aspectos realizan los convenios para unitarios y sindicales. Vid. Por ejemplo: art. 59 CC 23 (sector): «en cuanto a representación y acción sindical en la empresa y elección del Comité de Empresa, se estará a lo dispuesto en el artículo 10 del Texto Legal citado» (la LOLS); disposición final cuarta CC 30 (grupo de empresas): «Las partes convienen en que dado el carácter único para las empresas, la representación sindical sea la del Comité Intercentros.»; Anexo I cc 32 (empresa), que reconoce «Delegados de Sección Sindical de Comité de Centro de Trabajo»; art. 14 CC 136 (empresa): «Tendrán la consideración de representantes sindicales, dentro del seno de la empresa, los miembros de comités de empresa»; art. 60 CC 203 (empresa), que se refiere a «los Delegados de Personal de cada Sindicato». 18 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO 2. LA REPRESENTACIÓN UNITARIA Es conocido el detalle del ET y sus normas de desarrollo en la regulación de las instituciones de la representación unitaria en sus aspectos esenciales y también en otros de menor importancia. A pesar de ello, las normas legales contienen más de una remisión a la negociación colectiva: aparte de permitir la posibilidad, en esta materia como en otras distintas, de desarrollar y mejorar algunos aspectos de su ordenación, se ha querido que en algunos aspectos concretos se puedan flexibilizar determinadas reglas, bien en función de las características propias de empresas o sectores, bien por la mera voluntad de adaptación por parte de los negociadores. Desarrollo y mejora que, no obstante, encuentran una barrera infranqueable en ciertas normas, que es necesario considerar como de orden público, intocables por tanto por la negociación colectiva. Varios aspectos de la regulación de la representación unitaria deben ser considerados separadamente. 2.1. La elección de los representantes Una buena parte del Título II ET (Artículos 69 a 76) se dedica al «procedimiento electoral» de necesario seguimiento para la constitución de esta representación; normas legales que se desarrollan luego por el Reglamento de elecciones a órganos de representación de los trabajadores en la empresa (RER), aprobado por R.D. 1844/1994, de 9 de septiembre. Sólo algunos de los preceptos del ET contienen remisiones expresas a la negociación colectiva en la materia, permitiendo con ello una limitada flexibilización de su regulación para adaptarla a situaciones concretas. Son los casos del artículo 61 sobre la constitución y las competencias del comité intercentros; artículo 67.1 sobre acomodación de la representación a las disminuciones de plantilla del centro de trabajo; artículo 69.2 sobre plazo inferior a seis meses de antigüedad para ser elegible; y artículo 71.1 pa- ra la constitución de un tercer colegio electoral. Por su parte, el RER, norma más extensa y detallada, con 42 artículos, tres disposiciones adicionales y un Anexo con modelos de documentación, no contiene remisión alguna en ese sentido. Por lo que hay que entender, en principio, que las únicas posibles entradas de la negociación colectiva en la regulación del proceso electoral son las previstas por la ley, y ello en sus propios términos. La mayor parte de lo regulado por el ET ha de ser considerado, pues, como normativa de orden público, en ningún caso como Derecho dispositivo modificable por los negociadores del convenio: destinada a establecer en sus líneas básicas constitutivas y estructurales de manera uniforme la representación unitaria, no parece que quepa mayor flexibilidad que la expresamente señalada por la ley. Ya en la negociación colectiva, la gran mayoría de los convenios examinados se atiene a esta regla, sin entrar a regular aspecto alguno del proceso electoral. Pero un cierto número de ellos se aparta de esa línea y plantea, como cabe esperar y se comprobará inmediatamente, algunos problemas de legalidad. Particularmente delicado es el terreno del ámbito de elección de los representantes y de la consiguiente relación entre el órgano que se elige y el centro de trabajo, base del sistema legal de la representación unitaria. Algún texto convenido establece como ámbito el provincial, con independencia de los centros de trabajo que en él existan19. En 19 Art. 78 CC 50 (sector): «Dadas las especiales características de la prestación de servicios en las empresas de telemarketing, el ámbito para la celebración de elecciones para delegados de personal y miembros del comité de empresa, será el provincial. En consecuencia se constituirá un comité de empresa en aquellas empresas que sumen en dicho ámbito un número no inferior a cincuenta trabajadores. Si no se alcanza dicho número se elegirán el número de delegados de personal que corresponda.» Una previsión similar, de redacción algo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 143 ESTUDIOS otro, se prevé la constitución de un único órgano de representación para toda la empresa en su conjunto20. Fórmulas en todo caso que incumplen lo ordenado por los artículos 62 y 63 ET, reglas estas desde luego de carácter no dispositivo para las partes del convenio, por lo que en consecuencia deben ser consideradas ilegales21. Problema distinto es el planteado por las cláusulas que permiten la elección de representantes en centros de trabajo con plantillas inferiores a diez trabajadores22. Se incumple con ellas lo ordenado por el artículo defectuosa, art. 36.4 CC 222 (empresa): «Dada la dispersión existente de los empleados de Groupama Seguros en varios centros de trabajo, en el caso de que tuvieran que realizarse elecciones sindicales, éstas se efectuarán tomando como base un único censo electoral formado por los empleados de todos los centros de trabajo de la provincia donde hubiera que realizarlas.» En un sentido similar, Anexo I CC 32 (empresa), que considera la provincia como centro de trabajo a efectos de la elección de delegados de personal y comités. 20 Art. 61 CC 160 (sector), en una formulación de complicada redacción y no fácil interpretación, pero que en cualquier caso no es conforme con el ET: «Dada la dispersión de los trabajadores y su prestación de servicios en distintas Bases de trabajo que pudiera dar lugar a que cierto número de trabajadores quedara sin representación, en aquellos casos en los que, atendiendo al número total de trabajadores que prestan sus servicios en una misma empresa, se pudiera constituir un órgano de representación unitario para todos ellos considerados en su conjunto con independencia del lugar efectivo de prestación de servicios mediante la agrupación de los censos correspondientes a los distintos centros de trabajo y la promoción de elecciones de manera generalizada en varios ámbitos electorales, se buscarán fórmulas consensuadas por las organizaciones sindicales más representativas y las empresas afectadas, con objeto de procurar un sistema de representación unitaria para el conjunto de los trabajadores de la empresa». 21 Cfr. una opinión más matizada en J. CALVO GALLEGO, «Procedimiento electoral», en R. ESCUDERO, J. MERCADER, Manual jurídico de los representantes de los trabajadores, La Ley, Madrid 2004, págs. 58 ss. 22 Una visión crítica de esta posibilidad en A. ARUFE VARELA, «Los representantes legales o unitarios «extraestatutarios» de los trabajadores», Revista Española de Derecho del Trabajo, num. 127 (julio-septiembre 2005). 144 62.1 ET al establecer que «podrá haber un delegado de personal en aquellas empresas o centros que cuenten entre seis y diez trabajadores, si así lo decidieran éstos por mayoría.» Esta última precisión del precepto impide que sea el convenio el que decida tal elección23. La previsión del artículo 71.1 ET de distribución de los trabajadores, en principio, en dos colegios electorales es modificada en algún caso aislado estableciendo un único colegio24, norma también ilegal. Por el contrario, la puntualización realizada por el convenio, distribuyendo las categorías profesionales en cada uno de los dos colegios, parece conforme con el mencionado artículo 25. Algún convenio pretende colmar lo que probablemente se ha considerado como una laguna legal, en relación con los trabajadores de una empresa de trabajo temporal que prestan sus servicios en la empresa usuaria. Se acuerda así que la jornada de estos trabajadores se computará a efectos de determinación del censo electoral26. Es claro, de acuer- El art. 24 CC 204 (sector) establece que «podrán celebrarse elecciones en Empresas que tengan más de tres trabajadores, aunque sus atribuciones sólo tengan el ámbito interno del Convenio»; no se entiende muy bien cuál puede ser el significado del último inciso. El art. 24 CC 226 (empresa) ordena una elección similar, aunque las atribuciones de los así elegidos se asimilan a los previstos por la ley: «En los centros de trabajo con al menos cuatro trabajadores y, con el fin de conseguir que puedan estar representados, éstos elegirán a un representante, con los derechos reconocidos a los Delegados de Personal en la legislación vigente». 24 Art. 32 CC 7 (empresa): «A los efectos meramente electorales y dadas las características de la empresa, se establece la distribución del personal en un solo Colegio Electoral que englobará a todas las categorías profesionales». 25 Es el caso del art. 54 CC 101 (empresa). 26 Art. 40.8 CC 40 (empresa): «Cómputo del censo electoral. A los efectos previstos de cómputo para el censo electoral en caso de elecciones sindicales, se computarán las jornadas de los trabajadores puestos a disposición por Empresas de Trabajo Temporal legalmente establecidas». 23 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO do con el artículo 17.1 de la Ley 4/1994, de 1 de junio, que los representantes de las empresa usuaria lo son también de los trabajadores en misión en lo que se refiere a la prestación de sus servicios en aquella empresa27. Pero ni esta Ley ni el ET contienen norma alguna que autorice a una operación como la aludida. Es más: el precepto citado niega la ampliación del crédito de horas de los representantes en la empresa usuaria por tal atribución de representación, lo cual debe interpretarse como impedimento legal para modificar cualquier cosa del régimen legal de estos últimos por la incorporación de los trabajadores en misión28. En contraste, no parecen presentar problema alguno de inserción en el marco legal aquellas previsiones de reducción de la antigüedad mínima en la empresa para ser elegible, posibilidad permitida por el artículo 69.2 ET «en aquellas actividades en que, por movilidad de personal, se pacte en convenio colectivo un plazo inferior, con el límite mínimo de tres meses de antigüedad»29. En otros casos se añade una puntualización para el cómputo de tal antigüedad en la empresa, in- 27 Sobre esta materia, TS 27 abril 2004 (Ar. 3665), que insiste en la idea de que los representantes de los trabajadores de la empresa usuaria entienden en las condiciones de ejecución de la actividad laboral de los trabajadores en misión, «pero no en aquellas reclamaciones que hayan de formular frente a la empresa de la que dependan»; aunque la sentencia no lo formula de manera expresa, podría deducirse de su contenido una posición negativa frente a la cuestión del cómputo de los trabajadores en misión para calcular la representación de los trabajadores en la empresa usuaria. 28 En relación con este punto, cfr. M. VERGARA DEL RÍO, Empresas de trabajo temporal. Representación de los trabajadores y negociación colectiva, Consejo Económico y Social, Madrid 2005, pág. 117 ss., con consideración de argumentos a favor y en contra de una respuesta afirmativa, en conclusión parece que se inclina por esta última. 29 Cumple los requisitos legales el art. 78 CC 50: «Podrán ser elegibles aquellos trabajadores que tengan 18 años cumplidos y una antigüedad en la empresa de al menos tres meses». tegrándose en ella los períodos de varias relaciones laborales diferentes del mismo trabajador en momentos distintos30. Algunas otras cláusulas convenidas conectan con la previsión del artículo 66.1 ET que permite al pacto «acomodar la representación de los trabajadores a las disminuciones significativas de plantilla que puedan tener lugar en la empresa»31. Pero el margen legal parece que se traspasa abusivamente en otros casos, en los que se establecen medidas más drásticas, lo que plantea la cuestión de su validez32. Aunque el reducido número de convenios que regula cuestiones relativas a la elección de los representantes lo hace de manera muy escueta, no falta algún ejemplo aislado en el que los negociadores entran en la materia de una manera mucho más amplia, con un afán reglamentista; y ello a pesar de que, como se ha recordado, tanto el ET como el RER la re- 30 Art. 65 CC 88: «A efectos de la antigüedad mínima exigible para ser candidato en las elecciones sindicales según se prevé en el artículo 69 del Estatuto de los Trabajadores, se computará dicho período exigible dentro de los últimos doce meses, aunque en dicho período hayan concurrido distintas relaciones laborales del trabajador en la empresa.» En el mismo sentido, art. 29 CC 146. 31 Art. 53 CC 54: «Si durante un período consecutivo de 6 (seis) meses la media de la plantilla decrece en un número que esté situado en el límite inferior del baremo legalmente establecido, el número de miembros del comité de trabajadores se reducirá en razón del nuevo número correspondiente de los representantes.» En sentido similar, art. 35 b) CC 179: «En el caso de disminución significativa de la plantilla se producirá la automática reducción de representantes de los trabajadores, para ajustar sus miembros al volumen de personal, salvo que dicha reducción implique la total desaparición de representantes legales de los trabajadores.- Se entenderá por disminución significativa de plantilla, cuando ésta se produzca en un 10% respecto de la media de empleados en activo en un período de tres meses anteriores». 32 Art. 46.4 CC 155: «Si el Comité de Empresa/Delegados de Personal quedaran reducidos a los 2/3 o menos de los elegidos en las últimas elecciones, se convocarán nuevas elecciones en el centro de trabajo». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 145 ESTUDIOS gulan ya con gran extensión. En una valoración de conjunto, que ahora no es momento de ampliar, debe indicarse que un significativo número de estas cláusulas convenidas pueden ser aceptadas, en la medida en que añaden normas complementarias razonables de ordenación del proceso electoral; pero existen otras de muy dudosa legalidad, al suponer una intromisión de la norma convenida en un terreno que no le es propio33. 2.2. Competencias y funciones del comité de empresa En sin duda una de las materias centrales de la representación unitaria; no puede sorprender por tanto que la negociación colectiva le dedique una particular atención. Pero, por otra parte, se conoce que es materia regulada con extensión por el ET, básicamente en su artículo 64 y también en algunas otras normas, dentro y fuera de ese cuerpo legal. De ahí que lo más interesante que el análisis de los convenios colectivos pueda ofrecer al respecto sea la posible ampliación de esas competencias y funciones del órgano de representación unitaria, en el sentido de mejorar y completar el papel que éste desarrolle en el marco de las relaciones laborales en la empresa. 33 Se trata del CC 229 (sector), que dedica sus arts. 80 al 94 al «desarrollo de los procesos electorales». Entre las normas que probablemente pueden ser aceptadas se encuentran las relativas a censos y colegios, medios puestos a disposición de las mesas electorales, realización de la campaña electoral, garantías para el secreto del voto y características de las papeletas electorales. Plantean por el contrario dudas sobre su legalidad las normas que establecen una «Mesa Electoral Central», con su propia composición y funciones, no conforme con lo establecido por el artículo 5 RER, que reserva su constitución a la decisión mayoritaria de los componentes de las mesas existentes; e igualmente las relativas a la «interpretación del voto»: aunque gran parte de éstas son razonables, parece claro que tal interpretación es facultad de la mesa electoral, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 74 y 75 ET, sin perjuicio de las reclamaciones que pudieran presentarse. 146 Como ya se ha observado en anteriores cuestiones y se volverá a comprobar con seguridad en otras que se exponen más adelante, se identifican casos de simple remisión a la ley, prácticamente sin nada más34. Próximos a éstos pueden mencionarse aquéllos en los que se transcribe, sea o no en su totalidad y de manera más o menos literal, el contenido del citado artículo 64 ET y de otras normas35. En los convenios ciertamente no muy numerosos que amplían la actividad del comité, las competencias añadidas son de una variedad, que no es posible recoger ahora en toda su amplitud. Baste remitir a algunos ejemplos de cierto significado, que se materializan en la adición de materias sobre las que la empresa está obligada a informar al órgano representativoo36, de materias en las que el comité ostenta la facultad de emitir informe previo a la decisión empresarial 37, de competencias en materia de formación38 o de reconocimiento de la facultad de distriValgan como ejemplos: art. 36 CC 21; art. 35 CC 129; y art. 35 CC 231, este último con remisión al art. 64 ET pero destacando escuetamente algunas materias. 35 Entre otros supuestos: art. 63 CC 23; art 57 CC 92; art. 57.1 CC 92. art.23 CC 108; art. 29 CC 132; art. 45 CC 155; art. 43 CC 167; art.47 CC 211; art. 71 CC 214. 36 Caso del art. 36 CC 100, que comprende algunas de las señaladas por el ET y otras nuevas, como «flexibilidad del tiempo de trabajo», « política de personal», «jubilaciones», «concesión de excedencias», «acoplamiento de personal disminuido» y «complemento por resultado». El art. 61 CC 159 incluye la información de la empresa sobre sanciones leves y graves, no sólo las muy graves que determina el art. 64 ET. 37 El art. 85 CC 16, además de remitir al art. 64 ET, añade tal facultad de informe previo en el período de prueba, convocatorias de concurso-oposición, acoplamiento de personal, creación y definición de niveles y categorías, así como la participación en distintas Comisiones internas de la empresa. También se establece la participación del comité en determinadas Comisiones de trabajo de la empresa en el Anexo I CC 32. Informe previo del comité sobre justificación de las horas extraordinarias, en art. 32 CC 66. 38 Es el caso del art. 63 CC 68, que le atribuye el «control de la calidad de la docencia y de la efectividad 34 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO bución de información39. Un contrapunto a estas normas de ampliación puede advertirse en algún precepto, ciertamente aislado, que introduce limitaciones, de legalidad dudosa, a ciertas facultades de los representantes40. Próxima a esta materia se encuentra la de la ordenación de la organización y funcionamiento del órgano representativo, más propia desde luego del reglamento previsto en el artículo 69.2 ET; texto cuya aprobación parece de la exclusiva competencia de aquél, por lo que su ordenación por parte del convenio colectivo puede ser calificada como una intromisión excesiva. Ejemplos claros de esta última actitud se dan, por ejemplo, en la creación de comisiones internas y consiguiente determinación de sus competencias41 y en la de la misma en los centros de formación y de capacitación del Centro de Trabajo». 39 Art. 60.2 CC 177 (empresa) aunque su redacción no está del todo clara, ya que se refiere a la disponibilidad del tablón de anuncios por parte de los representantes para «publicar y distribuir sin perturbar el normal desenvolvimiento del trabajo, publicaciones de interés laboral y social». 40 Es el caso de lo dispuesto en el art. 100 CC 226 (empresa), referido a la facultad de los representantes de «comunicarse con sus representados y mantenerlos informados de su actuación y gestión» por medio de los «tableros de anuncios» (sic) y del reparto de información: «No podrán ser objeto de difusión: Lo que sea considerado confidencial por la Dirección.- Lo que sea ajeno a intereses laborales de trabajadores y Empresa.Lo que en su contenido no se ajuste a unas normas éticas o al respeto debido a personas, grupos e instituciones». 41 El art. 16 CC 108 (empresa), por ejemplo, crea varias «Comisiones Delegadas», cuyas competencias y normas de funcionamiento «serán establecidas de mutuo acuerdo entre cada una de las Comisiones y la Dirección»; y varias comisiones de trabajo, «que funcionarán con carácter autónomo y tendrán plena responsabilidad para adoptar acuerdos sobre asuntos de su competencia.» El nombramiento de una «Comisión permanente», que «canalizará las relaciones con la Dirección de la Empresa» se ordena en el art. 48 CC 170 (empresa). Crea varias «comisiones delegadas», cuyos componentes «actuarán de mediadores entre la Dirección y el Comité, facilitando los contactos mutuos y regulación de los cargos del comité y del funcionamiento de éste42. 2.3. El comité intercentros La creación y la determinación del régimen jurídico de este órgano representativo es remitido por el artículo 63.3 ET al convenio colectivo: su constitución misma, el número de sus miembros y sus competencias. Algunas prescripciones legales que el convenio debe respetar son, sin embargo: el número de sus miembros no puede ser superior a trece, éstos deben ser designados de entre los miembros de los comités de centro, necesidad de respetar la proporcionalidad de los sindicatos según los resultados de las elecciones. Prescripciones legales que plantean algunos problemas de interpretación, como se verá inmediatamente. La constitución y ordenación de este órgano es una de las cuestiones que con mayor frecuencia se incluye en los textos analizados, en especial, y como cabe esperar, en los de ámbito empresarial43, pero también en algunos sectoriales44. Se identifican, no obstante, no pocos casos de convenios de uno y otro ámbito en los que tal constitución no se prevé, seguramente porque, tratándose de un convenio de empresa, ésta no tiene varios centros con comité propio y tratándose de convenio de sector, porque la mayoría de las empresas afectadas tampoco reúnen las con- la recíproca información.», el art. 80 CC 203 (empresa).En contraste, el art. 98 CC 226 (empresa) prevé «para un mejor reparto del trabajo y por razones de funcionalidad y especialización» que el Comité pueda crear comisiones de trabajo, lo que respeta su autonomía. 42 Normas sobre el presidente y el secretario y también sobre las reuniones del comité, en arts 115, 116 y 117 CC 190 (empresa). Sobre reuniones, arts. 78 y 79 CC 203 (empresa). 43 Entre otros muchos, art. 61 CC 2, art. 70 CC 13, art. 38 CC 34, art. 67 CC 45, art.31.2 CC 66, art. 9.4 CC 98, art. 69 CC 131, art. 69 CC 164. 44 Entre otros: art. 77.5 CC 9, art. 24 CC 26. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 147 ESTUDIOS diciones legales para ello45. La constitución en convenios de uno y otro ámbito confirma la opinión doctrinal a favor de esta doble solución, establecida sobre la base de que el artículo 63.3 ET no distingue qué clase de convenio puede realizarla46; bien es verdad que la técnica de constitución del comité intercentros en distinta en cada caso: en el convenio de empresa, el acuerdo crea directamente el órgano representativo (o confirma su creación en el caso de convenios posteriores) en el ámbito empresarial correspondiente, mientras que en el sectorial se ordena su creación en las empresas que, dentro de ese sector, cumplen los requisitos de contar con varios centros con comité propio, lo cual habrán de ejecutar en un momento posterior. La innegable utilidad de un comité de este tipo para abordar cuestiones comunes a la totalidad de los centros de trabajo, que justifica su constitución por un buen número de convenios, lleva por otro lado a la creación en algún caso de un órgano que parece obedecer al mismo impulso legal pero recibe otra denominación47; en otros casos, ya no es sólo su nombre sino también su composición o el ámbito de actuación del órgano creado los que plantean serios problemas de dudosa legalidad, al encajar con mucha dificultad en la previsión legal48. El problema que estos 45 Así, entre los de ámbito empresarial: CC 46, 55, 103, 134, 155, 177, 191, 207. Entre los sectoriales: CC 23, 48, 49, 50, 51, 102, 125, 133, 143, 228. 46 En ese sentido amplio, vid. M. ALONSO OLEA, G. BARREIRO, El Estatuto de los Trabajadores. Texto, comentario, jurisprudencia, 4ª ed., Ed. Civitas, Madrid 1995, págs. 314-315; J.CRUZ VILLALÓN, P. RODÍIGUEZ RAMOS, R. GÓMEZ GORDILLO, Estatuto de los Trabajadores comentado, Ed. Tecnos, Madrid 2003, pág. 827. 47 Así por ejemplo, el «Comité General de Empresa» del Anexo I CC 32. 48 Es el caso de la «Comisión» que, formada por «los representantes de los trabajadores en la empresa, firmantes del Convenio Colectivo» se ocupa de «cuestiones que afectan a varios centros y que por ello deben ser tratados con carácter general» (Art. 51 CC 74). También el de la «Comisión Intersindical», compuesta «por un máximo de doce miembros, que serán designados 148 acuerdos plantea no es tanto quizás la propia creación del nuevo órgano, posible dentro de ciertos límites, como que éste invade las competencias de los previstos legalmente o los reemplazan. Se prescinde también a veces de la exigencia legal de que el comité intercentros se constituye sólo si existen varios centros de trabajo con comité propio49. Deben ser también considerados como ilegales aquellos preceptos convenidos que introducen restricciones o limitaciones añadidas para la constitución del comité50. Fijado por el artículo 63.3 ET el número máximo de sus miembros (trece), la mayoría de los convenios se atiene a esta regla, con cifras variadas51; sólo excepcionalmente se identifica algún caso, sin duda ilegal, de constitución con un número más elevado52. El otro aspecto importante para la creación del órgano es el de la designación de sus miembros, para el que el ET solo puntualiza quiénes pueden ser los designados («los componentes de los distintos comités de centro»), por las Organizaciones Sindicales firmantes de este Convenio (dos por centro más los dos Delegados Sindicales de la Sociedad) y con competencias, entre otras, sobre problemas que afecten a dos o más centros de trabajo y para recibir información sobre la marcha de la sociedad (Art. 58 CC 124). En algún caso se denomina «Comité Intercentros» en el encabezamiento del precepto a lo que en su texto se califica como «Comités Internacionales de Trabajadores en Empresas las cuales tengan Centros de trabajo en Países de Europa» (sic): la remisión a la Ley 10/1997, de 24 de abril permite comprender que se refiere al Comité europeo (Art. 32 CC 53). 49 Ocurre en el art. 55 CC 24 (sector), en el que de forma genérica se ordena constituir el comité intercentros «en aquellas empresas donde exista una dispersión de centros en diversas provincias..» 50 Art. 44 CC 26: «Aquellas empresas con dos o más centros de trabajo y que en total superen los 200 trabajadores podrán constituir un Comité Intercentros». 51 Por ejemplo, entre otras variantes: 5 miembros en art. 44 CC 47 y art. 46 CC 89; máximo de 6 en art. 65 CC 37; 9 en art. 34 CC 7; 11 en art. 20 CC 223; máximo de 13 en art. 77 CC 9 y art. 16 CC 108; 13 en art. 80 CC 39, art. 54 CC 150 y art. 25 CC182. 52 Art. 37 CC 100, que la fija en 19 miembros. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO lo cual impide que puedan serlo los delegados de personal, solución que sin embargo adopta algún convenio53; pero nada dice sobre los facultados para realizarla. También en este último punto los convenios optan por soluciones diferentes, entre las que se encuentran: designación por delegados de personal y vocales de los comités, quizás la mayoría de los casos54; y la designación por las secciones sindicales55. No faltan textos que establecen sistemas de designación diferentes, con toda probabilidad ilegales por apartarse en un todo de lo que la ley prevé al respecto56. Ni tampoco otros en los que no se indica a quién corresponde la facultad de designar los componentes del órgano representativo57. Además de las cuestiones estructurales, reenvía el ET al convenio, como ya se ha recordado, la fijación de las competencias del comité. Materia sobre la que los textos analizados se detienen con bastante frecuencia, como cabe esperar. Se advierten sin embargo 53 Así, art. 118 CC 15 y art. 67 CC 45. Opinión favorable a esta posibilidad en J. CRUZ, P. RODRÍGUEZ RAMOS, R. GÓMEZ GORDILLO, Estatuto de los Trabajadores comentado, cit. pág. 828. 54 Por ejemplo, art. 67 CC 45; art. 31 CC 66; art. 51 CC 101; art. 25 CC 106; art. 61 CC 111; art. 25 CC 182; art. 83 CC 203. 55 Caso del art. 65 CC 88. 56 Algunos casos en este sentido: «Comité Intercentros formado por un representante de cada almacén y uno de la administración central» (Art. 42 CC 70); en un convenio de grupo de empresas, los miembros «se repartirán proporcionalmente entre las Empresas a las que este Convenio sea de aplicación en función del número de sus respectivas plantillas» (Art. 37 CC 100); «formado por los miembros de los Comités de Empresa y delegados de personal de los respectivos centros de trabajo de carácter Divisional, a razón de dos representantes por División hasta un máximo de 13 miembros» (Art. 53 CC 117); de los cinco miembros previstos, «tres serán designados por los componentes del Comité de empresa de Badajoz; uno por las Delegaciones de Cáceres, y otro por la de Ciudad Real» (Art. 30 CC 132). 57 Art. 9.4 CC 98. El art. 154 CC 216 dispone que «existirá un Comité Intercentros, con la composición y funcionamiento que la legislación general establece». diferencias de tratamiento: entre los que lo hacen de forma extensa y cuidadosa, relacionando competencias de contenido variado y de indudable interés para el conjunto de los trabajadores de la empresa58 y aquéllos otros en los que se contiene solo una fórmula general, sin referirse a ninguna competencia concreta59. En algún caso se realiza una remisión a la ley60, lo que puede conducir a un callejón sin salida, puesto que ésta no establece nada, según se ha recordado; en otros, lo acordado es de difícil interpretación, al menos para los ajenos al texto convenido61 58 Puede citarse a este respecto un número considerable de convenios. Baste como muestra los siguientes: art. 62 CC 2, «intervención en el Convenio Colectivo», «cambio de titularidad de la Red», «formación profesional», «conflictos colectivos», «seguimiento del convenio», entre otras; art. 65 CC 4 : derechos de información, «pactos y acuerdos con la Dirección», «declarar la huelga legal», etc.; art. 85 CC 10, derechos de información, de consulta y audiencia, de vigilancia, de designación, etc.; art. 118 CC 15, art. 32.2 CC 66, art. 43 CC 169; art. 69 CC 131, art. 25 CC 182, art. 60 CC 189. Un cuadro general de las competencias de los comités de centro, comité intercentros y secciones sindicales, en art. 23 CC 108. El art. 51 CC 101 contiene una relación de derechos, obligaciones y competencias del comité intercentros. Una relación especialmente extensa de competencias, en art. 69 CC 230. 59 Por ejemplo, art. 38 CC 34: «Sin perjuicio de las funciones propias de los Comités de Centro, y para conocer de las cuestiones de carácter general que no puedan ser tratadas adecuadamente a nivel local, y otras cualesquiera que afecten a la generalidad de los trabajadores de la Empresa, se crea un Comité Intercentros para el conjunto de la misma.» En una fórmula próxima, art. 61 CC 111: «El Comité Intercentros asume las competencias previstas en los artículos 64 y 41 del Estatuto de los Trabajadores, cuando las medidas o reivindicaciones afecten a más de un centro de trabajo». 60 Art. 46 CC 89, de redacción sin embargo contradictoria y confusa: «El Comité Intercentros asume las funciones, derechos y deberes pactados, legalmente establecidos, para los cuales ha sido elegido, teniendo capacidad de decisión en todos y cada uno de los asuntos, que en el ámbito de funciones y competencias se establecen en el presente Convenio y posibles acuerdos». 61 Así, el art. 39 CC 6, que plantea una difícil delimitación entre la actuación del comité intercentros y la de los comités de centro: «El Comité Intercentros es el REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 149 ESTUDIOS No falta, en fin, algún otro en el que la materia se reenvía a un acuerdo posterior62. 2.4. Comité de empresa europeo El ámbito de aplicación de la Ley 10/1997, de 24 de abril, sobre derechos de información y consulta de los trabajadores en las empresas y grupos de dimensión comunitaria se extiende, como es sabido a aquéllas y a éstos que alcancen una dimensión más bien grande. Ello hace que el número de las organizaciones empresariales afectadas por sus preceptos no sea muy alto. Así se refleja en el conjunto de los acuerdos analizados en el período seleccionado, en el que se ha realizado y publicado solo un texto de creación del comité de empresa europeo63. En cumplimiento del artículo 12 de la Ley, el acuerdo contiene, entre otras, las siguientes reglas: fijación de la composición del comité, sus reglas de funcionamiento y sus competencias; designación de expertos y asesores de los representantes de los trabajadores; confidencialidad sobre la información recibida por estos últimos; protección de los representantes; fijación de la vigencia del acuerdo por tiempo indefinido, salvo denuncia escrita con una antelación mínima de seis meses por parte de la Dirección Central del grupo o por los representantes de los trabaja- órgano unitario de representación de los trabajadores/ trabajadoras ante la empresa para todos aquellos asuntos que afecten a los mismos, cualquiera que sea su centro de trabajo». 62 Art. 75 CC 115: «La Comisión Paritaria será la encargada de establecer las facultades y funciones del Comité Intercentros. Si en el plazo de 18 meses desde la publicación de este Convenio los miembros de la Comisión no se hubieran puesto de acuerdo en la determinación de las funciones, designarán un árbitro, de entre los que cuenta la Fundación SIMA, para que resuelva el problema. Si no hay acuerdo en la designación de árbitro se nombrará por sorteo de entre los que ejercen para la indicada Fundación». 63 Se trata del CC 64 (Grupo Santander). 150 dores; y sometimiento de cualquier conflicto que se suscite en relación con el acuerdo a la jurisdicción de los tribunales españoles. En Anexo, el acuerdo contiene la relación de las empresas del grupo en España y en otro países. 3. LA REPRESENTACIÓN SINDICAL Se ha hecho ya alguna observación sobre la atención que una buena parte de los acuerdos estudiados dedica a este segundo canal de representación de los trabajadores en paralelo a la ofrecida a la representación unitaria. La materia presenta aspectos muy próximos, cuando no coincidentes, con esta última y al mismo tiempo otros singulares, propios de su particular régimen jurídico: su encuadramiento en la libertad sindical impone algunos límites a su tratamiento por la negociación colectiva, lo cual plantea algunos problemas en la práctica. En las consideraciones que siguen se atiende en primer lugar a las cuestiones relativas a la sección sindical y en segundo lugar a las relacionadas con la figura del delegado sindical; esto en la medida en que sea posible separarlas, puesto que con frecuencia aparecen unidas. 3.1. La sección sindical No son muy numerosos los preceptos convenidos dedicados al régimen jurídico de la sección sindical, aparte aquéllos que se limitan a remitirse a la ley o reproducen su contenido de forma más o menos literal64. Los que añaden algo a esto último suelen hacerlo por lo general sobre aspectos secundarios. En materia de constitución de la sección, se reconoce el derecho a su constitución en 64 Vid., entre otros: art. 69 CC 13, art.40.4 CC 40, art.18 CC 55, art. 37 CC 96. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO un ámbito general a aquellos sindicatos dotados de un cierto grado de representatividad y que al mismo tiempo reúnan ciertas características65. En una formulación de contenido censurable, se reconoce en algunos convenios a la sección la representación de todos los trabajadores de la empresa, no solo de los afiliados; lo cual parece conferirle un cierto carácter «unitario» en competencia con los delegados de personal y comité de empresa66. Con el mis- 65 Art. 65 CC 88: «Se reconoce el derecho a constituir Secciones Sindicales de carácter estatal a los Sindicatos más representativos en el seno de la Empresa que reúnan los tres requisitos siguientes: a) Tener el veinticinco por ciento de los Delegados de Personal y Miembros del Comité de Empresa de la totalidad de la Empresa. b) Que alcancen, además, el veinticinco por ciento de los Delegados o Miembros de los Comités de Empresa en más de dos Delegaciones. c) Que tengan constituidas al menos 10 secciones sindicales provinciales. En términos similares, art. 46 CC. 89. También art. 37 CC 81. 66 Así parece desprenderse, por ejemplo, de la redacción del art. 54 CC 46: «La representación empresarial reconoce a las Secciones Sindicales como representantes de los trabajadores de la Empresa, de acuerdo con lo dispuesto en la normativa vigente, teniendo derecho a denunciar y negociar el Convenio Colectivo, así como a constituir las Comisiones y Comités paritarios previstos en la Ley y en el Convenio.» En términos similares, art. 40 CC 147, que se refiere a la sección sindical como «órgano representativo de los empleados en general.» Con mayor claridad, art. 48 CC 62: «Al amparo de lo establecido en los artículos 7 y 28.1 de la Constitución, 7 y 10 de la LOLS y 61 del Estatuto de los Trabajadores, con el fin de coordinar las relaciones sociolaborales, dadas las dificultades derivadas de la diversidad y ubicación de centros de trabajo en distintas provincias, así como la complejidad de temas que pueden suscitarse, se establece que las Secciones Sindicales que cumplan las condiciones el primer párrafo del artículo siguiente (los que cuenten con determinados porcentajes de representantes unitarios y las firmantes del Convenio) asumen en su conjunto la representación general de los trabajadores de (la empresa). En consecuencia, los acuerdos de carácter general que se adopten entre la Dirección de (la empresa) y la mayoría de la representatividad que ostenten las referidas secciones sindicales, vincularán a la totalidad de los trabajadores de (la empresa) y producirán todos los efectos que las mo problema de legalidad tropieza algún precepto que entra en decisiones sobre la implantación de la sección y su organización interna, materias que corresponden a la autonomía sindical y que el convenio no puede regular67. Sobre la importante materia de derechos y funciones, algunos convenios contienen listas elaboradas sobre la base del contenido del artículo 64 ET referido al comité de empresa68. En otros se reconocen derechos adicionales para las secciones de los sindicatos más representativos69. Tal tratamiento más favorable a determinados sindicatos lleva en ocasiones a reconocerles ciertos derechos que el artículo 8.1 LOLS reconoce a todos 70. leyes prevean, pudiendo, en su caso, ser inscritos en el registro correspondiente de la Dirección General de Trabajo.» En idénticos términos, artículo 45 CC 63. 67 Art. 81 CC 39, que establece : »La unidad de referencia para el desarrollo de la acción sindical es la Empresa o, en su caso, la Dirección Territorial»; añade que la sección territorial «designará a un Delegado Sindical y a un Responsable de Sección, que deberá pertenecer a la Dirección Territorial respectiva y haber superado el período de prueba», que la sección central «designará «un Delegado Sindical y un Secretario, con las mismas funciones y con idéntica condición de trabajador fijo con el período de prueba superado». 68 Por ejemplo, art. 40 CC 147, en el que se incluye la facultad de emisión de informe por parte de la sección en los mismos casos señalados para el comité en el citado art. 64 ET. 69 Por ejemplo, art. 45 CC 174, que reconoce a la sección «que haya obtenido más del 10% de los Delegados de Personal o miembros del Comité de Empresa de (la empresa) a nivel estatal» el derecho de reunión en horas de trabajo con un máximo de 15 al año y a «elegir tres delegados sindicales estatales». 70 Es el caso, por ejemplo, del art. 64 CC 111: «Los Sindicatos con presencia en los órganos unitarios de representación en la Empresa podrán remitir información en los centros en los que disponga de suficiente y apreciable afiliación, a fin de que ésta sea distribuida, fuera de las horas de trabajo, y sin que, en todo caso, el ejercicio de tal práctica pudiera interrumpir el desarrollo del proceso productivo.» Art. 76 CC 229: «Los sindicatos firmantes del presente Convenio Colectivo, podrán remitir información a todas aquellas empresas en las que dispongan de suficiente y apreciable afiliación, a fin de que esta sea distribuida, fuera de horas de traba- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 151 ESTUDIOS Alguna atención se presta a las reuniones que pueden celebrar los trabajadores miembros de la sección sindical, de régimen jurídico distinto, como es sabido, del de la asamblea de trabajadores de los artículos 77 y siguientes ET, en desarrollo de la escueta mención del artículo 8.1 LOLS71. Como reflejo de lo dispuesto en el artículo 77.1 ET, aparecen a veces preceptos relativos a la asistencia a estas reuniones de personas no pertenecientes a la empresa, previsión que seguramente se aplica a representantes o dirigentes del sindicato a la que la sección pertenece72. En un planteamiento más general, algún convenio aislado reconoce los derechos de los afiliados al sindicato, entre los que se incluyen los ya establecidos por la ley y se añade algún otro73. jo, y sin que, en todo caso, el ejercicio de tal práctica pudiera interrumpir el desarrollo del proceso productivo». 71 Además del caso recogido en la nota 61, vid. art. 46 CC 169: «Los trabajadores afiliados a Centrales Sindicales legalmente constituidas, podrán reunirse en los locales de la Empresa, fuera de las horas de trabajo, procurando la Empresa proporcionarles el lugar adecuado, y siempre que como indica el artículo 8.1.b) de la Ley Orgánica de Libertad Sindical, no se perturbe la normal actividad. A tales efectos se conviene que tal perturbación se produce, cuando la reunión afecte a centros de trabajo cuya plantilla no supere los 20 trabajadores.» 72 Art. 21 CC 108: «Podrán asistir a los actos de la Sección Sindical personas ajenas a la plantilla de la fábrica, siempre que las mismas pertenezcan a la Central Sindical correspondiente. La asistencia de estas personas se deberá comunicar previamente a la Compañía, entendiéndose que las mismas lo hacen bajo su propia responsabilidad y comprometiéndose a respetar las normas de acceso para personal visitante, que en cada momento estén en vigor». 73 Así, art. 20 CC 108: junto a derechos ya reconocidos por la ley (ser elegido para ejercer funciones de representación, disfrute de excedencias para el ejercicio de cargos sindicales, protección contra actos abusivos o discriminatorios, por ejemplo) se incluye alguno nuevo, como el de reunión en la empresa dentro de la jornada de trabajo. 152 3.2. El delegado sindical Regulada con mayor frecuencia esta materia, una buena parte de lo convenido se centra en dos cuestiones esenciales de su régimen jurídico: el número de los designados en la sección, de manera más favorable a lo dispuesto en el artículo 10.2 LOLS, que permite «ampliar el número de delegados establecidos en la escala a que hace referencia este apartado»; y las funciones atribuidas al representante. Un cierto número de convenios, en norma más favorable que la legal, reduce el número mínimo de 250 trabajadores del centro de trabajo necesario para poder designar un delegado, según dispone el artículo 10.1 LOLS74. Otros reconocen determinadas mejoras, pero no a todos los sindicatos sino solamente a aquéllos que alcanzan un determinado nivel de representatividad75; la selección de ciertas organizaciones sindicales a estos efectos sobre la base de otros criterios distintos de la 74 Por ejemplo, más de cincuenta trabajadores, en el artículo 48 CC 153; más de cien, en art. 39 CC 148, art. 18 CC 55, art. 45 CC 211; más de ciento veinticinco, art. 78 CC 186; más de ciento setenta y cinco, art. 76 CC 9; más de doscientos, art. 59 CC 23, art. 21 CC 140, art. 9 CC 201, art. 9 CC 224. 75 En este sentido, entre otros, art. 50.1 CC 62: «Las Secciones Sindicales que cumplan los requisitos del párrafo primero del artículo 49 del presente Convenio (sindicatos que cuenten con al menos el 8% de la totalidad de los representantes unitarios, los de Comunidad Autónoma con el menos el 15 % de esos representantes y los firmantes del Convenio) podrán nombrar un Delegado Sindical que las represente, con carácter general y a todos los efectos, en el ámbito de (la empresa).» De contenido similar, art. 47 CC 63. El art. 57.2 CC 124 dispone: «Las Organizaciones Sindicales legalmente establecidas que posean en el conjunto de la Sociedad más del 15 % de la totalidad de los miembros que constituyen los distintos Comités de Empresa, podrán nombrar un Delegado que represente a la organización ante la Sociedad S.G.V. Reconoce también a las secciones más representativas «a nivel estatal» que además cuenten con el 15 % de los representantes unitarios en la empresa, el derecho al nombramiento de un delegado sindical adicional el art. 82.2 CC 10. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO representatividad puede, en contraste, presentar problemas de legalidad por razones de discriminación76. Aunque el ámbito lógico de designación y actuación del representante sindical pueda ser tanto el centro de trabajo como la empresa77, en algunos convenios se establece otro distinto, al margen de lo establecido por la ley78. Algún problema de legalidad puede plantear determinada limitación introducida en la designación del delegado sindical, forzando lo que corresponde a la autonomía sindical79. Con mayor claridad, si sitúa fuera de lo establecido por la ley el sometimiento de la designación del delegado a requisitos distintos80. Otras veces la re76 Por ejemplo, art. 21 CC 166: «Los Sindicatos de implantación mayoritaria y firmantes de este Acuerdo, tendrán un Delegado Estatal Sindical con competencias para todo el ámbito del Grupo E». 77 Es conocida la doctrina jurisprudencial a este respecto, en el sentido de que es un derecho del sindicato decidir si la sección se constituye en el centro de trabajo, en la empresa e incluso en el grupo de empresas: TS 15 julio 1996 (Ar. 6158) y TS 27 junio 1994 (Ar. 6316). 78 Caso del art. 70 CC 143 (sector): «Cuando a nivel provincial no exista ninguna empresa que supere los 20 trabajadores en plantilla las Centrales Sindicales podrán elegir un Delegado Sindical de todas las empresas que tengan centros de trabajo a nivel provincial con más de diez trabajadores que nombrarán cuando se cumplan con los dos requisitos siguientes. a) Que la central sindical, cuente con más del 10 por 100 de los miembros de los Comités de empresa, Delegados de personal en el ámbito geográfico y funcional a que se refiere este Convenio. b) Que cuente a su vez en el Centro de trabajo con más del 20 por 100 de afiliación.» El art. 79 CC 50 (sector) dispone: «Cuando en las uniones temporales de empresas no exista representación legal de los trabajadores, de acuerdo con lo establecido en el Título II, capítulo I del Estatuto de los Trabajadores, los sindicatos con el carácter de más representativos tendrán derecho a nombrar un delegado sindical en la UTE que cuente con más de cien trabajadores, cualquiera que sea la calse de su contrato». 79 Es el caso del artículo 73 CC 134, en el que se establece que el delegado sindical «será preferentemente miembro del Comité de Empresa». 80 Art. 40.4 CC 40: «La representación del Sindicato en el centro de trabajo será ostentada por un delegado sindical cuando la afiliación al mismo sea superior al dacción del precepto sobre la constitución de la sección y la designación del delegado está realizada sobre la base de que estas facultades corresponden en exclusiva a un único sindicato81. En el capítulo de la determinación de competencias y funciones del delegado sindical, no pocos convenios se limitan a remitir a la ley, a reproducir sus previsiones o poco más82. Algunos, con un contenido de mayor novedad, añaden su participación en determinados órganos internos de la empresa 83; o les reconocen especiales prerrogativas o facilidades para el desarrollo de su función representativa84. quince por ciento de la plantilla del centro. A tal efecto, el Sindicato correspondiente deberá acreditar tal afiliación». 81 Art. 40 CC 20 (de UGT), que parece dar por sentado que los trabajadores de este sindicato no pueden estar afiliados más que al mismo; en un caso distinto, Anexo XII CC 60 (pilotos de una compañía aérea), que se refiere únicamente a un sindicato. También se refiere a una única sección el art. 41 CC 141: «Ambas partes están de acuerdo en potenciar y valorar el trabajo realizado por la Sección Sindical Estatal de (la empresa) y por lo tanto se comprometen a establecer mcanismos que favorezcan su desarrollo». 82 Entre otros: art. 60 CC 23, art. 46 CC 26, art. 44 CC 102, art. 84 CC 112, art. 72 CC 115, art. 46 CC 211. El art. 55.8 CC 144, aunque con una relación algo extensa, en realidad no hace más que recoger previsiones que aparecen dispersas en la ley. 83 Art. 18 CC 175 que, aunque contiene una lista de derechos y funciones ya recogidas por la ley, añade la participación de los representantes sindicales de determinados sindicatos en el Consejo de Administración, en la «Comisión de Seguimiento» y en la «Comisión de Objetivos». 84 Por ejemplo, art. 159 CC 216: «La Dirección de la Empresa facilitará a los delegados sindicales la oportuna autorización para poder entrar y salir del Centro de trabajo incluso fuera de su jornada habitual.- La referida autorización será válida asimismo para poder circular por las diferentes dependencias de la Empresa, sin que ello suponga un incremento de lo acordado respecto del número de horas de dedicación sindical. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 153 ESTUDIOS 4. FACILIDADES Y GARANTÍAS Los medios de acción que la ley pone a disposición de los representantes para hacer más efectiva su labor es materia que, aunque regulada por ET y LOLS de manera que pudiera parecer suficiente, siempre es susceptible de alguna ampliación o mejora; es lo que, de forma general, hace la negociación colectiva. Ocurre, sin embargo, que como ya se ha comprobado que se hace en otras cuestiones los convenios introducen nuevas reglas con limitaciones que no siempre son respetuosas con los preceptos legales. Los datos que se recogen a continuación no se refieren a la totalidad de los medios de los que se habla, materia de alguna complejidad, sino tan sólo a algunos de ellos, seguramente los más importantes de los previstos y a los que la negociación colectiva dedica una atención más intensa. 4.1. Crédito de horas Es sin duda una de las «facilidades» de mayor utilidad práctica para la realización de las funciones de los representantes: es lógico por ello que los convenios colectivos le dediquen una atención particular, sobre todo pero no sólo en el sentido de aumentar el tiempo puesto a su disposición con la consiguiente liberación de la prestación laboral. La no contabilización de ciertas horas a efectos del crédito es también otro aspecto más favorable ordenado por la negociación colectiva. Y lo es también el sistema de posible acumulación de las horas del crédito en algunos de los representantes. El aumento del crédito no es lo más frecuente, seguramente porque para la generalidad de los empresarios sobre los que, en definitiva, recae el coste económico de este medio lo reconocido por la ley, tanto para unitarios como para sindicales, es ya suficiente. No obstante, se pueden identificar ciertos convenios que lo hacen. 154 Una escala más favorable para los representantes que la establecida en el artículo 68 e) ET se acuerda a veces85; otras se fijan más horas para algunos de los representantes86, se fijan horas sin relación con la plantilla del centro87, se amplía en determinadas circunstancias88 o se concede una exención total a algunos de ellos89. Atención especial se presta a la posibilidad de acumulación de las horas del crédito, que el artículo 68.e) ET remite al convenio, para hacerlo en uno o varios de los representantes «sin rebasar el número total, pudiendo quedar relevado o relevados del trabajo, sin perjuicio de su remuneración»90. La juris- 85 Por ejemplo, art. 44 CC 210, art. 34 CC 218. Como contraste, algún convenio parece establecer una escala menos favorable, a menos que en ese ámbito no existan centros con plantilla de los niveles superiores, lo que no aparece explícitamente en el texto: art. 52 CC 220. 86 Así, para miembros del comité intercentros y cargos de otros comités, art 83 CC 39; 40 horas anuales más para miembros del comité intercentros, art. 40.3 CC 40; para los miembros del comité, art. 16 CC 85; para delegados sindicales, art. 37 CC 99, art, 37.3 CC 222; para delegados de personal y vocales del comité, art. 51 CC 118; una bolsa adicional de horas para los miembros del comité intercentros, art. 65 CC 154. 87 Art. 79 CC 186 (sector); «Los miembros del Comité de Empresa y Delegados de Personal dispondrán de 40 horas y de 20 horas mensuales, respectivamente, para el desempeño de sus funciones». 88 Así parece establecerlo el art. 68 CC 131, que reconoce a los representantes unitarios el derecho a «interrumpir su actividad laboral en el Centro de trabajo cuando la exigencia de su representación imponga su intervención directa e inaplazable para intentar solucionar cualquier problema que afecte a los intereses de los trabajadores, previo aviso y conformidad del Jefe del Centro o responsable del mismo». 89 Anexo I CC 32: «Los miembros del Comité General de Empresa y los Delegados de Sección Sindical a nivel Empresa estarán exentos de prestar servicio con carácter permanente». 90 Sobre esta materia, con información del contenido de convenios colectivos de 2002 y 2003, A.V. SEMPERE NAVARRO, A.I. PÉREZ CAMPOS, Las garantías de los representantes de los trabajadores, Thomson/Aranzadi, Pamplona 2004, pags. 163 ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO prudencia, por su parte, ha puntualizado que éste es un derecho personal del representante, que puede ejercerlo a favor de otro, incluso de aquél que modificó su afiliación tras la elección91 y que el representante así «liberado» conserva todos sus derechos, incluido el de huelga92. Los convenios utilizan esta remisión de la ley con una amplia variedad de fórmulas; pero surge el problema de que esta posibilidad se somete con frecuencia a reglas y limitaciones que no encajan en la previsión legal. No es posible recoger la totalidad de estas variantes, por lo que se da noticia solamente de algunas de las más significativas. El sentido general de todas ellas parece ser el de sustituir la decisión personal del representante sometiéndola a una disciplina general; posiblemente se haga así a propuesta de la parte empresarial, porque en los centros con elevado número de representantes la acumulación puede producir modificaciones constantes de las horas correspondientes a cada uno, con la dificultad de conocerlas por parte del empresario y la consiguiente perturbación del proceso productivo. Es razonable pensar que esta ordenación del sistema de acumulación está haciendo aparecer la conveniencia de revisar el contenido de la regulación legal y abrir otro procedimiento más práctico, sobre todo en los centros y empresas de mayor plantilla; procedimiento que pudiera inspirarse en algunas de las fórmulas convenidas de las que inmediatamente se da noticia, fórmulas que por el momento se sitúan, como se ha indicado, fuera de lo ordenado por el ET93. Las variantes de las que se habla se refieren en primer lugar al sujeto al que corresponde la decisión de la acumulación de ho- 91 92 5150. Vid. en ese sentido, TS 17 junio 2002, Ar. 7908. Doctrina mantenida en TS 6 abril 2004, Ar. 93 Una opinión distinta en C.L. ALFONSO MELLADO, «Garantías y facilidades», en R. ESCUDERO, J. MERCADER, Manual jurídico de los representantes , cit., pág. 351. ras; sujeto que, a pesar de la interpretación jurisprudencial que se ha citado, no es en determinados convenios el propio representante sino el sindicato, directamente94 o a través de la sección sindical o el delegado sindical95. En algún convenio se hace participar al comité de empresa96. Más difícil de encajar en la regulación del artículo 68 ET son las previsiones de intervención del empresario en la Así, art. 57 CC 28 (sector): «Para facilitar la actividad sindical en la empresa, provincia, región, Comunidad Autónoma o Estado, las centrales sindicales con derecho a formas parte de la Mesa Negociadora del Convenio, podrán acumular las horas de los distintos miembros de los Comités de Empresa y, en su caso, de los delegados de personal pertenecientes a sus organizaciones en aquellos trabajadores, delegados o miembros del Comité de Empresa que las centrales sindicales designen.» El art. 63 CC 37 (empresa) atribuye la facultad a los sindicatos con presencia en el comité intercentros; el art. 73 CC 94 (empresa), a los sindicatos firmantes del convenio con más del 10% de representación de los trabajadores; el art. 51 CC 97 (empresa), a «cada sindicato»; el art. 71 CC 164 (empresa), a «las Centrales Sindicales firmantes de este Convenio»; el art. 33 CC 185 (sector), a «las Centrales sindicales con derecho a formar parte de la mesa negociadora del Convenio». 95 Parte de las horas que se integran en una «bolsa estatal» distribuida por la «Sección Sindical Estatal», art. 63 CC 2 (empresa); una bolsa con la totalidad de las horas, administrada por cada sección, art. 55 CC 46 (empresa); en el mismo sentido, art. 44 CC 208. El art. 48 CC 184 (empresa) ordena también constituir una bolsa de horas «que el delegado sindical controlará y distribuirá, sin que sea necesaria la cesión expresa de dichas horas por los miembros del comité o delegados de personal del sindicato.» El art. 19 CC 223 (empresa) dispone que «mensualmente, si así se determina por la Sección Sindical del sindicato al que pertenezcan los representantes de los trabajadores, se comunicará a la empresa el período en el que se van a realizar o iniciar la acumulación, indicando la persona o personas en que se van a acumular las horas sindicales.» Con un sistema algo complejo de distribución por parte de los sindicatos a través de las secciones, art. 74.4 CC 230 (sector). 96 Art. 37 CC 207 (empresa): «Podrá procederse a la acumulación del total de horas anuales de todos los miembros del Comité de Empresa pudiéndose utilizar por uno o varios de sus componentes según estime oportuno dicho Comité». 94 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 155 ESTUDIOS decisión97. A veces el sistema de acumulación parece remitirse a decisiones posteriores98. Con alguna frecuencia entran también los convenios en la determinación del representante al que favorece la cesión de horas, limitándolo a aquél que pertenezca al mismo sindicato99 o a la misma candidatura100. Previsiones que tampoco son conformes con la doctrina jurisprudencia ya citada. Problemas de legalidad en algunos sistemas convenidos de acumulación surgen también a causa de limitaciones cuantitativas, esto es, del número de horas que pueden ser objeto de la cesión; limitaciones que en ningún caso se prevén en el artículo 68.e) ET y que seguramente no son admisibles101. Li- 97 El art. 61 CC 159 (empresa) establece que las horas «podrán acumularse anualmente, de común acuerdo con la Empresa». El art. 61 CC 177 (empresa) admite la acumulación «previa autorización» de la empresa. Art. 81 CC 228 (sector): «Cada Central Sindical afectada por el presente Convenio colectivo podrán (sic) negociar con las Asociaciones empresariales, firmantes del mismo, en el ámbito que proceda, la acumulación de horas sindicales correspondientes al nivel académico en el que se produzca la acumulación de horas sindicales. Cada período de acumulación no podrá exceder de seis meses». 98 Art. 53 CC 62 (empresa): «Podrán establecerse sistemas de acumulación de horas entre los distintos representantes de personal, sin rebasar su máximo legal ( ) Cada Sección Sindical se compromete a no modificar el reparto de horas entre sus distintos representantes, al menos, dentro de cada cuatrimestre.» Vid. también art. 46 CC 63 (empresa). 99 Entre otros: art. 55 CC 19, art. 64 CC 23, art. 44 CC 47, art. 33 CC 53, art. 46 CC 80, art. 65 CC 88, art. 46 CC 89, art. 74 CC 115, art. 76 CC 134, art. 40 CC 219, art. 160 CC 227. 100 Con menos frecuencia; por ejemplo, art. 62 CC 161. 101 Hasta un máximo de 30 horas, art. 16.3 CC 85; hasta un máximo de 40 horas, art. 54 CC 24; hasta 50 horas, art. 31 CC 139; hasta 60 horas, art. 35 CC 12; hasta 80 horas, art. 44 CC 169. Hasta el 20 por ciento, art. 35 CC 44; hasta el 50 por ciento, art. 42 CC 33; hasta el 100 por cien, art. 37 CC 99; hasta el 150 por ciento, art. 77 CC 9. Varias limitaciones en art. 73 CC 13. 156 mitaciones de otro tipo suelen también imponerse, con los mismos problemas de legalidad102. Con mayor claridad, en aquellos casos en los que la acumulación misma es prohibida, en contra del precepto legal103; o se impide que la acumulación en uno o varios de los representantes pueda provocar la liberación de alguno de ellos de la totalidad de su trabajo, extremo éste que se sitúa en contra de lo que también de manera expresa admite la ley104. 4.2. Derechos de comunicación El ET prevé en diversos preceptos las acciones de comunicación que los representantes mantienen con los trabajadores en el cumplimiento de su labor. Aparte de la declaración general contenida en el artículo 64. 1.12º, es medio específico el tablón de anuncios a que se refiere el artículo 81 y puede serlo igualmente la asamblea regulada en los artículos 77 y siguientes. Siendo esta última 102 Por ejemplo, además de algunos de los casos citados en la nota 85, vid. art. 68 CC 51: «Centrales Sindicales con derecho a formar parte de la Mesa Negociadora del Convenio»; art. 41 CC 148: «sindicatos con presencia en más de un centro»; art. 47 CC 155: horas «acumuladas dentro de un mismo centro». 103 Art. 65 CC 4 (empresa): «El crédito horario es individual y no acumulable al de otros miembros del Comité.» El art. 55 CC 19 prohibe la acumulación de horas del presidente y el secretario del comité. Norma más comprensible de limitación relativa, art. 35 CC 1: «No se podrán acumular las horas de los miembros que se encuentren en situación de Incapacidad Temporal, suspensiones temporales u otra causa por la que no se encuentren en la empresa.»; en contraste, art. 66 CC 45: «Si durante su mandato, el número de miembros de los Comités de Empresa se viera reducido, por producirse vacantes entre los mismos, y éstas no fueran cubiertas, se podrán acumular las horas de garantía vacantes entre los miembros restantes, hasta un límite de 30 horas». 104 Art. 55 CC 19: «En ningún caso se procederá a que los miembros del Comité queden relevados del trabajo en su totalidad.» Art. 26.4 CC 182: «Dicha acumulación en ningún caso podrá suponer la liberación efectiva de cualquiera de los representantes de los trabajadores». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO objeto de atención en el apartado siguiente, se aborda ahora la materia relacionada con el tablón como medio de comunicación de los representantes con sus representados, con una indicación adicional sobre otros medios, nacidos estos últimos de la utilización de las nuevas tecnologías de la información. Pocos artículos convenidos añaden algo sustantivo a lo que el ET establece en el artículo 81. Aparte de algunas simples remisiones a la ley o repeticiones más o menos literales de su contenido105 se añaden al tablón previsto por la ley otros reconocidos a los sindicatos más representativos106 o incluso a todo el personal107 y a la misma empresa108. Algunos textos, al introducir alguna regla añadida sobre el régimen jurídico al que se somete la utilización del tablón de anuncios, plantean problemas de compatibilidad con la regulación legal, bien sea por limitar el derecho a centros de trabajo de cierta dimensión109 o someter su uso a alguna intervención de la empresa110. Con todo, ofrece mayor interés en este apartado de la comunicación la aparición en 105 Entre otros, art. 52 CC 71, art. 68 CC 95, art. 29 CC 113. 106 Art. 74 CC 13, art. 26 CC 14. 107 Art. 68 CC 68: «Se autoriza al personal y a las centrales sindicales, estén o no representadas en el Comité de Empresa, a colocar propaganda en los tablones de libre expresión que existen en la Empresa. Los tablones de libre expresión se colocarán a razón de uno por planta como mínimo». 108 Caso del art. 51 CC 159, que prevé la publicación de «comunicaciones» por parte de la empresa en el tablón puesto a disposición del comité, «quien podrá manifestar o razonar cualquier oposición o reparo de las mismas». 109 Por ejemplo, art. 40 CC 148 (sector), que reconoce el derecho al uso de este medio «en los centros de trabajo de más de 10 trabajadores». 110 Así, art. 30 CC 130 (empresa): «Los avisos que los Representantes Legales de los Trabajadores, por medio de su tablón de anuncios, pretendan difundir entre el personal, deberán estar firmados por aquéllos o por su Presidente y previamente comunicados a la Empresa». la actual negociación colectiva de nuevos medios para llevarla a cabo, en especial aquellos que hacen posible las nuevas tecnologías informáticas. Si la empresa cuenta con estos medios (página web, correo electrónico, por ejemplo) se abre la posibilidad de su uso por parte de los representantes, con la adición de algunas reglas para su uso más correcto111. Es conveniente recordar que sobre la materia ya se cuenta con una mínima doctrina jurisprudencial, emitida como consecuencia de algún litigio surgido en la utilización práctica de estos medios112. 111 Sobre esta materia, J. TORRENTS MARGALEF, «La disposición de las tecnologías de la información y comunicación al servicio de los representantes de los trabajadores» en R. ESCUDERO RODRÍGUEZ (coord.), La negociación colectiva en España: una mirada crítica, Tirant lo Blanch, Valencia 2006, pág, 326 ss., con información sobre algunos convenios colectivos de los que no se indica fecha de firma o publicación, aunque parecen ser de 2004 y 2005. 112 Vid. TC 281/2005, de 7 de noviembre a propósito del uso por parte de un sindicato del sistema de correo electrónico de la empresa. «Sobre el empresario pesa el deber de mantener al sindicato en el goce pacífico de los instrumentos aptos para su acción sindical siempre que tales medios existan, su utilización no perjudique la finalidad para la que fueron creados por la empresa y se respeten los límites y reglas de uso que a continuación enunciaremos»; tales reglas son: que «la comunicación no podrá perturbar la actividad normal de la empresa», que «no podrá perjudicarse el uso específico empresarial preordenado para el mismo, ni pretenderse que deba prevalecer el interés del uso sindical» y que «la utilización del instrumento empresarial no podrá ocasionar gravámenes adicionales para el empleador, significativamente la asunción de mayores riesgos» (fundamento jurídico 7º). Se afirma sin embargo que «la obligación del empresario de permitir la comunicación entre el sindicato y los trabajadores mediante la utilización del sistema interno de correo electrónico no nace de una lectura actualizada de la norma legal del art. 8.2 LOLS, partiendo de que sus previsiones habrían quedado obsoletas como consecuencia de los avances tecnológicos. Resulta claro que el derecho a contar para uso sindical con un sistema de correo electrónico a costa del empleador no encaja dentro de los límites de dicho precepto, pues sólo podría fundarse en una interpretación extensiva del derecho a un tablón de anuncios, que pasaría a considerarse como un tablón virtual. Una lectura extensiva de ese estilo no REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 157 ESTUDIOS Quizás las diferencias más importantes identificadas en los textos convenidos puedan establecerse en función de los representantes que tienen acceso a tales medios informáticos. Así, algunos convenios reconocen ese derecho a los sindicatos o a sus secciones sindicales en la empresa113; otros, a los representantes unitarios y a los sindicales114 o al comité intercentros115. Algunos de estos preceptos contienen reglas para el uso adecuado a estos medios por parte de los representantes, tratando de evitar utilizaciones abusivas por la cantidad de mensajes o por su contenido. Algunos textos no regulan directamente la materia sino que contienen normas de reenvío de posteriores acuerdos116 o se refieren a la materia con fórmulas muy generales117. encuentra acomodo en nuestra doctrina sobre el contenido adicional de la libertad sindical» (fundamento jurídico 5º). 113 Art. 40 CC 20 (empresa): «Existirá el derecho a gestionar un espacio web para la Sección Sindical Estatal. Los trabajadores pueden utilizar el correo electrónico para recibir información de carácter sindical con las normas de uso establecidas en cada Organismo.» También acceso al portal electrónico y al correo de esta naturaleza, Anexo I CC 32 (empresa). Acceso al correo electrónico de las secciones sindicales «para facilitar las comunicaciones hacia las respectivas Centrales Sindicales, Federaciones de Industria y otras instancias», en al art. 20 CC 166 (empresa). Art. 37 CC 222 (empresa): «Para facilitar la comunicación con los trabajadores, cada sección sindical dispondrá de una carpeta de correo electrónico para insertar las comunicaciones que estime oportunas ». 114 En ese sentido, art. 46 CC 48 (sector), correo electrónico para «centrales sindicales, miembros de comités de empresa o intercentros y delegados de personal»; en sentido similar, art. 53 CC 91 (empresa). Vid. también art. 9.9.2 CC 98 (empresa) y art. 43 CC 174 (empresa). 115 Así en el art. 46 CC 89 (empresa). 116 Por ejemplo, art. 42 CC 133 (sector): «Caso de así convenir a ambas partes, se podrá acordar en el seno de la empresa la utilización por parte de los representantes legales de los trabajadores en la empresa de los medios telemáticos propiedad de la misma, así como las condiciones para su uso». 117 Art. 57 CC 203 (empresa): «Los representantes legales de los trabajadores podrán utilizar en cada caso 158 Señálese por último que ciertos convenios ordenan que estos nuevos medios sustituyen al tablón de anuncios previsto en los artículos 81 ET y 8.2 LOLS, en contra de lo interpretado por la citada doctrina constitucional118. 4.3. Garantías No es éste ciertamente un terreno privilegiado por parte de la negociación colectiva, que en conjunto añade bastante poco a la regulación legal. Dejando aparte los convenios que no hacen más que remitirse a la ley119 o la reproducen en términos literales o casi literales120, es posible encontrar en otros ciertas medidas de refuerzo de la protección dispensada con carácter general por las normas legales. Algunas de ellas se refieren a situaciones especiales surgidas con ocasión de la sucesión de empresa y la consiguiente subrogación del nuevo titular en las obligaciones del anterior121 o se aplican a traslados y cambios de puesto de trabajo de los representantes122. las tecnologías disponibles en cada momento siempre que no se colapsen y dañen las comunicaciones de la Empresa». 118 Art. 55 CC 46 (empresa), art. 56 CC 125 (sector), art. 35 CC 192 (empresa). 119 Así, entre otros, art. 66 CC 4 (empresa), art. 30 CC 6 (empresa), que añade a la ley «en Convenio General de Seguros y Reaseguros», art. 55 CC 31 (empresa). 120 Art. 87 CC 18 (sector), art. 47 CC 102 (sector). 121 Por ejemplo, art. 43 CC 49 (sector): «La nueva empresa deberá respetar la garantía sindical de aquellos delegados y delegadas de personal o miembros del comité de empresa y delegados y delegadas sindicales afectados por la subrogación hasta la finalización del mandato para el que fueron elegidos.» En el art. 10 CC 119 (sector) se inserta un extenso conjunto de reglas sobre la subrogación, algunas de las cuales se refieren a la conservación de la condición de representantes. 122 Art. 42 CC 147 (empresa): «A los delegados de personal y miembros del Comité de Empresa que sean trasladados por la Empresa a otro centro de trabajo dentro de la misma Provincia, se le reconoce dicha condición de Representante de los Trabajadores a todos los efectos.» Art. 53 CC 203 (empresa): «Ningún miem- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO 4.4. Apoyo económico a los representantes Solamente un número reducido de convenios establece medidas de apoyo económico a los representantes por parte del empresario con la finalidad del mejor cumplimiento de sus funciones. Es sabido que la ley no prevé nada en tal sentido, dejando la cuestión abierta, sin resolver si deben ser los representantes los que cubran sus gastos o implícitamente está abriendo la posibilidad de acuerdos con el empresario. No cabe duda de que el convenio colectivo es medio idóneo para ordenar la materia. En el conjunto de los textos analizados, se identifican dos sistemas distintos de cobertura de ciertos gastos. El primero es el del reconocimiento, en ciertos casos y con alguna limitación, del derecho a dietas o pago de los gastos producidos por los desplazamientos de los representantes en el cumplimiento de su función123. bro del Comité de Centro, Delegado de Personal o Delegado Sindical, podrá ser despedido, sancionado, trasladado de centro o cambiado de puesto durante el ejercicio de sus funciones ni dentro del año siguiente a su cese siempre que el despido, la sanción, el traslado o cambio de puesto se basen en la actuación del trabajador en el ejercicio legal de su representación». 123 Art. 56.4 CC 24 (sector): «En aquellas empresas que debido (sic) a la gran dispersión de centros, los miembros del Comité de Empresas o Comité Intercentros tengan que desplazarse, recibirán en concepto de dietas lo estipulado en el artículo 39 del presente Convenio.» El art. 61 CC 163 (empresa) reconoce el derecho al «percibo de dietas y gastos de desplazamiento» a los representantes en las comisiones negociadoras y comisiones paritarias del convenio. El art. 36 CC 193 (empresa) reconoce el derecho a dietas para la asistencia a «reuniones de los órganos centrales de representación de la Empresa o a las que convoque la Dirección de la misma.» El art. 38 CC 205 (empresa) ordena la cobertura por parte de la empresa de los «gastos de desplazamiento ( ) para la celebración de reuniones en el desempeño de su cometido dentro de la Empresa.» El art. 30 CC 223 (empresa) establece que corren a cargo de la empresa los gastos de los titulares del comité intercentros «una vez por semestre y siempre que la reunión sea convocada por la parte empresarial.» El art. 72 CC El segundo, quizás en menor número, es el compromiso de la empresa de entregar determinadas cantidades, cifradas en el propio texto, para la atención a los gastos de funcionamiento de la representación, generalmente la de carácter sindical124. 5. LA ASAMBLEA La ordenación de los artículos 77 a 80 ET sobre el «derecho de reunión» de los trabajadores en la empresa o el centro de trabajo, con normas sobre la convocatoria de la asamblea, orden del día, lugar y tiempo de celebración, votaciones y otras materias, es desde luego susceptible de ser mejorada en más de un punto por parte del convenio. Son así numerosos los textos convenidos que efectivamente entran a regular este derecho de reunión reconocido a todos los trabajadores, 230 (empresa) establece: «Los representantes de los trabajadores que hubieran de desplazarse de la población en que están destinados para acudir a reuniones de comités conjuntos de los cuales sean miembros, tendrán derecho al abono de los gastos de desplazamiento y percibo de dietas». 124 Art. 46 CC 208 (empresa): «Se acuerda la concesión, con fecha de efecto de 1 de enero de 2005, de un Fondo anual de Ayuda Sindical por importe de 3.000 euros a administrar por las Secciones Sindicales, con representación en los Comités de Empresa y Delegados de Personal, en proporción a su presencia en los mismos.» Art. 57 CC 220 (empresa): «Se establece una ayuda total anual de 11.518,61 euros, a favor de las representaciones sindicales con implantación efectiva en la empresa que será distribuida de forma proporcional al número de representantes legales de los trabajadores.» Art. 74.3 CC 230 (empresa): «A los efectos de la mencionada negociación (colectiva), se dotará, a la constitución de la comisión negociadora de cada Convenio Colectivo, con una cantidad, a un tanto alzado, que para la negociación de futuros Convenios queda establecida como referencia de 2004 en 26.710,99 euros. Dicha cantidad se repartirá entre los Sindicatos participantes en las negociaciones y proporcionalmente a su representación en la Comisión Negociadora. Si la negociación del Convenio se prolongara más de tres meses, se negociará una cantidad adicional por el tiempo que exceda de los referidos tres meses». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 159 ESTUDIOS distinto como se sabe del que tiene como sujetos a los afiliados a un mismo sindicato, sobre el que se ha comentado ya algún dato en un apartado anterior. A ello se añade algún dato sobre esta última manifestación del derecho de reunión, regulada a veces por el convenio en paralelo con el general de todos los trabajadores de la empresa. Como en otras materias ya expuestas, también en ésta se dan algunos casos de simples reglas de remisión a la ley o de mera trascripción de su contenido125. Por contraste, los convenios que añaden alguna regulación original lo hacen en una amplia variedad de cuestiones, entre las que interesa destacar ahora las relativas a la convocatoria de la asamblea, al aspecto temporal de su celebración y al de los asistentes a la reunión. En cuanto a la convocatoria, el artículo 77 ET es estricto en atribuir la facultad a «los delegados de personal, el comité de empresa o centro de trabajo» y a «un número de trabajadores no inferior al 33 por ciento de la plantilla». Ciertos convenios, interpretando la norma, quizás, como derecho dispositivo, introducen determinadas modificaciones. Son éstas, en primer lugar, la de reconocer la facultad de convocar la reunión a la sección sindical126, a los sindicatos representati- 125 Por ejemplo, art. 31 CC 6, art.75 CC 13, art. 34 CC 66, art. 58 CC 92, art. 17 CC 181 (todos ellos de empresa); art. 44 CC 211. 126 Art. 65 CC 68, art. 37.4 CC 222, art. 19 CC 223. Sobre este punto, cfr. TS 5 febrero 2004 (Ar. 2198), que con doctrina por lo menos discutible admite esta facultad de convocatoria de la reunión por parte de las secciones, reconocida por el convenio colectivo: tal reconocimiento constituye sin ninguna duda una clara manifestación de ampliación del contenido del derecho constitucional a la libertad sindical, y por tanto (forma) parte de su contenido adicional aun cuando se entienda que ese derecho de convocatoria a una asamblea de trabajadores por parte de las secciones sindicales no forma parte del contenido esencial de aquel derecho fundamental, como sostiene la doctrina del Tribunal Constitucional. ( ) Lo que resulta indubitado es 160 vos127, a los delegados sindicales128; en algún caso, al atribuirla al comité de empresa, se hace contra la regla lógica de adopción mayoritaria de sus decisiones129. Y en segundo lugar, señalan otros un porcentaje inferior de la plantilla de trabajadores que puede realizar la convocatoria130. De particular interés son las normas convenidas que introducen mejoras en el elemento temporal de las reuniones, que en la ley no recibe un tratamiento especialmente generoso, con seguridad para limitar el coste que las reuniones de este tipo puede provocar para el empresario: el que la asamblea se celebre «fuera de las horas de trabajo, salvo acuerdo con el empresario» (Art. 78.1 ET) y que el empresario no esté obligado a facilitar el centro de trabajo «si hubiesen transcurrido menos de dos meses desde la última reunión celebrada» (Art. 78.2) son las dos normas legales al respecto. Una gran variedad de soluciones en la línea de mejorar esta regulación es posible encontrar en los convenios. que la Sección Sindical aquí demandante tenía el derecho a la convocatoria de Asamblea, ateniéndose a las previsiones de los artículos 77 y siguientes del Estatuto de los Trabajadores, a los que se remite (el artículo del convenio).» Probablemente, el aspecto más discutible de la decisión sea la identificación de la facultad del sindicato para convocar reuniones, inscribible desde luego en el derecho de libertad sindical, y la facultad de convocatoria de asamblea según los artículos 77 y siguientes ET, que debe aplicarse en los términos que esos preceptos ordenan. 127 Art. 71 CC 162. 128 Art. 95 CC 203, con la limitación para estos representantes de no poder convocarla dentro de las horas de trabajo. 129 Art. 46.6 CC 155: «La asamblea de centro de trabajo se convocará por el Comité de Empresa/Delegados de Personal, cuando: a) lo decida la mayoría simple del Comité de Empresa/Delegados de Personal (sic) ( )». 130 Así, se rebaja al 20 por ciento en art. 65 CC 68, art. 29 CC 106 y art. 49 CC 153; al 25 por ciento en art. 81 CC 10, art. 85 CC 16, art. 39 CC 100 y art. 46.6 CC 155. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO Una primera es la de celebrar asambleas dentro de las horas de trabajo, con distintas variedades en cuanto a la duración131; otras son la de no predeterminar si la reunión se ha de celebrar dentro o fuera de la jornada de trabajo, pareciendo que se deja la decisión a cada caso132, la de no descontar salarios si se celebra en horas de trabajo133 o la de permitir un mayor número de reuniones fuera de la jornada134. A veces se añade la posibili- 131 Art. 27 CC 14 (empresa), «con un máximo de seis horas al año»: art. 85 CC 16 (empresa), con limitaciones diversas según sean los convocantes; art. 84 CC 39 (empresa): «un máximo de 16 horas anuales retribuidas para efectuar asambleas en horas de trabajo; art. 40.5 CC 40 (empresa): «Un máximo de ocho horas anuales para la asistencia a las Asambleas dentro del horario de trabajo»; art. 39 CC 100 (empresa): «cinco horas y media anuales que serán distribuidas en función de los acuerdos internos de cada Comité de Empresa»; art. 29 CC 106 (empresa): «Se establecen 12 horas anuales, a razón de 1 hora por mes, retribuidas y en horas de trabajo»: art. 63 CC 120 (empresa): «Anualmente la empresa concederá un máximo de tres asambleas en horas de trabajo, siempre que haya probados motivos para su celebración y en tanto no se supere el tiempo que habitualmente se viene utilizando»; art. 49 CC 153 (empresa): «Un máximo de ocho horas anuales para la asistencia a las Asambleas dentro del horario de trabajo»; art. 40 CC 180 (sector): «hasta tres asambleas anuales dentro de las horas de trabajo por un tiempo máximo de ocho horas sumando la duración de todas ellas»; art. 29 CC 182 (empresa): «se establecen 12 horas anuales, a razón de 1 hora por mes, retribuidas y en horas de trabajo»; art. 52 CC 220 (empresa): «cuatro horas de asamblea al año dentro de la jornada de trabajo de cada centro». 132 Por ejemplo, art. 65 CC 68 (empresa): «podrá celebrarse dentro o fuera de la jornada, procurándose no interferir el normal desarrollo de la producción». 133 Caso del art. 53 CC 97 (empresa): «Cuando las asambleas se realicen en horas de trabajo, no darán lugar a descuento retributivo las primeras 6 horas anuales, avisando con 24 horas de antelación». 134 Art. 114 CC 15 (empresa): «La empresa podrá autorizar la celebración de mayor número de asambleas de las que se mencionan en el Estatuto, previa solicitud de los convocantes legitimados y exposición de las razones que las motivan y éstas sean fuera de las horas de trabajo»; art. 41.3 CC 147 (empresa), modificando lo establecido en el art. 78.2.b) ET como sigue: «si hubiera transcurrido menos de un mes desde la última dad de otras reuniones en casos especiales135. Por lo que se refiere a los asistentes a la asamblea, el artículo 77.1 ET obliga a quien vaya a presidirla que comunique a la empresa «los nombres de las personas no pertenecientes a la empresa que vayan a asistir a la asamblea» y le hace responsable de tal presencia; pero nada dispone sobre intervención alguna de la empresa en esa decisión de asistencia de no trabajadores de esta última. De ahí que haya de considerarse ilegal la atribución de facultades en ese sentido al empresario por parte del convenio colectivo136. No faltan algunos otros preceptos que, a las limitaciones citadas, añaden otras de diferente entidad, pero que igualmente plantean problemas de legalidad al restringir en perjuicio de los trabajadores determinados derechos137. De forma paralela a la regulación del derecho de reunión de los artículos 77 y siguientes ET, determinados textos añaden la de otras reuniones, como pueden ser las convocadas por los sindicatos, para afiliados y reunión celebrada»; en similar sentido, art. 44 CC 211 (sector). 135 Art. 46.8 CC 155 (empresa): «El Comité de Empresa/Delegados de Personal podrán convocar asambleas informativas en sus centros de trabajo a razón de ¼ de hora semanal dentro de la jornada de trabajo, inmediatamente antes de finalizar la misma, mientras duran las negociaciones del Convenio Colectivo». 136 Vid. en ese sentido, art. 47 CC 110 (empresa): «A las mencionadas Asambleas podrá asistir, únicamente, el personal perteneciente a la plantilla de la Empresa. La asistencia de cualquier persona ajena requerirá la previa autorización de la Empresa»; en idénticos términos, art. 39 CC 205 (empresa). En términos similares, art. 96 CC 203 (empresa). 137 Por ejemplo, art. 131 CC 190 (empresa) que obliga a la empresa a facilitar el centro de trabajo para la celebración de la asamblea, como ordena el artículo 77 ET, pero exceptuando, además de los tres casos previstos por el artículo 78.2, uno nuevo: «si existen circunstancias excepcionales que lo aconsejen». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 161 ESTUDIOS no afiliados138, o la de la totalidad de los representantes, sean éstos los unitarios139 o sin distinción140. 6. OTRAS MATERIAS Aparte de las cuestiones estrictas de la representación de los trabajadores o relacionadas directamente con ellas, se incluyen en los convenios algunas otras con las que mantienen una cierta conexión y que conviene mencionar ahora. Son las relativas a la cuota sindical, al canon de negociación colectiva y a las reuniones de los representantes de los trabajadores con el empresario o sus representantes. 6.1. Cuota sindical La muy escueta regulación que de esta materia contiene el artículo 11.2 LOLS es una regulación mínima pero, al mismo tiem- Es el caso, por ejemplo, del art. 28 CC 14 (empresa), que faculta a las centrales sindicales que hubieran obtenido el 10 por ciento de los votos en la elección al comité de empresa la facultad de «celebrar asambleas con el personal en los locales del centro, fuera de las horas de trabajo, comunicándolo previamente con un día de antelación, a la Dirección.» Art. 117.1 CC 15 (empresa: «Se reconoce el derecho de los trabajadores afiliados a un sindicato legalmente establecido, que posea Representantes en el Comité de Empresa o entre los Delegados de Personal, a : a) Participar en reuniones en locales de la Empresa y fuera de las horas de trabajo, previa autorización de la Dirección de la Compañía». 139 Art.35 CC 66 (empresa): «Los Delegados de personal y miembros de Comités de Empresa podrán celebrar reuniones anuales cuando concurran circunstancias que las justifiquen, siendo los gastos a cargo de la Empresa». 140 Art. 73 CC 230 (empresa): «Los Representantes del personal tendrán derecho a reunirse en asamblea conjunta en los términos y con los requisitos previstos en los artículos 77 a 80 del Estatuto de los Trabajadores, salvo que prefieran ejercitar dicho derecho de reunión separadamente, mediante convocatoria del correspondiente Sindicato, en relación con los representantes afiliados, complementada, en su caso, con la convocatoria de reunión independiente de los no afiliados». 138 162 po, suficiente para ser aplicada directamente sin necesidad de ninguna otra regla adicional: solicitud por parte del sindicato, conformidad del trabajador y descuento del salario por parte del empresario, con la subsiguiente transferencia a favor del sindicato. Un cierto número de convenios retoma la materia, con toda probabilidad a propuesta de la parte sindical, directamente interesada en conseguir, con el apoyo del texto convenido, el mejor cumplimiento de la obligación de los afiliados no siempre conseguido en la práctica. La mayoría de tales convenios se limita a reproducir lo que la ley ordena, sin añadir nada esencial, sólo algún complemento de carácter administrativo o burocrático para la mejor aplicación de lo que la norma legal prevé: es claro el carácter de «recordatorio» y refuerzo del precepto legal por parte de tales cláusulas141. En contraste, en otros convenios, desde luego los menos, la regulación de la materia con alguna otra ampliación plantea problemas de articulación con la norma legal, bien sea porque la norma convenida parece que invade un campo que pertenece en exclusiva a la autonomía sindical142, porque el procedimiento del descuento de los salarios se someta a prescripciones no siempre claramente enunciadas, con el consiguiente riesgo de inseguridad jurídica143 o porque, incluso, parece que se 141 Entre otros, art. 40.6 CC 40, sin otro añadido que la obligación de la empresa de entregar «copia de las transferencias realizadas al Delegado Sindical correspondiente»; art. 32 CC 57, art. 52 CC 62, art. 49 CC 63, art. 51 CC 72 (también con obligación de entrega de copia de la transferencia a la representación sindical), art. 59 CC 92, art. 36 CC 96, art. 46 CC 99, art. 63 CC 111, art. 73 CC 115, art. 58 CC 203, at. 28 CC 206, art. 81 CC 228. 142 Así, por ejemplo, art. 66 CC 2: «Cada Central Sindical velará porque el régimen de retención de la cuota sindical con cargo a la nómina alcance caracteres de generalidad para sus afiliados». 143 Caso del art. 28 CC 14, que regula la solicitud de los sindicatos de descuento de la cuota «siempre y cuando se sujeten a los criterios administrativos que les señale el Departamento de Personal ( )». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO intenta eliminar la preceptiva «conformidad» del trabajador para poder efectuar el descuento a que se refiere el artículo 11.2 LOLS144. 6.2. Canon de negociación colectiva Es ésta una cuestión que en el momento de aprobarse la LOLS resultó algo polémica pero que en la actualidad parece casi olvidada o por lo menos relegada a un plano muy secundario de importancia. Así lo demuestra su muy reducida aparición en la actual negociación colectiva. Repárese que el artículo 11.1 LOLS remite al convenio el establecimiento de «cláusulas por las que los trabajadores incluidos en su ámbito de aplicación atiendan económicamente a la gestión de los sindicatos representados en la comisión negociadora, fijando un canon económico y regulando las modalidades de su abono.» Se debe respetar en todo caso «la voluntad individual del trabajador, que deberá expresarse por escrito en la forma y plazos que se determinen en la negociación colectiva.».No existe otro medio, pues, de establecer la cuota que la vía del convenio, desde luego en las condiciones señaladas; luego hay que concluir que fuera de esos textos no existen otros casos al menos, legales de este tipo de canon. Los pocos textos en los que se ha encontrado una cláusula con este contenido no presentan problema alguno de legalidad por lo que se refiere al respeto a la voluntad del trabajador, taxativamente enunciado en el precepto legal trascrito. Sí se puede advertir, por lo menos, alguna duda por lo que se refiere a los sujetos beneficiados por la cantidad o canon abonado en cada caso por los 144 Art. 41 CC 20 (precisamente es el convenio colectivo de la Unión General de Trabajadores): «A los trabajadores afiliados a la Unión General de Trabajadores incluidos en el presente Convenio se les descontará el importe de la cuota de su nómina mensual. Dichos trabajadores quedarán adscritos al ámbito dispuesto en las resoluciones congresuales». trabajadores. El artículo 11.1 LOLS es perfectamente claro al referirse a «los sindicatos representados en la comisión negociadora» lo que obliga a excluir a otros sujetos distintos, como son los órganos de la representación unitaria de los trabajadores en la empresa; algunos convenios parecen reconocer el derecho al cobro por parte de estos últimos, aunque no esté del todo claro si son éstos los receptores finales de esas cantidades o lo son los sindicatos145. 6.3. Reuniones de los representantes con el empresario Aunque el texto del ET parece dar por supuesto que los representantes de los trabajaArt. 86 CC 10 (empresa): «La dirección procederá a ponerse en contacto con todos los trabajadores de la Empresa para conocer si desean colaborar con 6 euros para atender a los gastos derivados del asesoramiento del Comité Intercentros en la elaboración del Convenio Colectivo. Para ello adjuntará en la nómina siguiente a la firma del Convenio un escrito para el que quiera pagar el citado canon pueda hacerlo. Ese canon será descontado a razón de 3 euros en las dos nóminas siguientes.» Art. 40.7 CC 40 (empresa): «De acuerdo con el artículo 11 de la LOLS, la Empresa descontará en concepto de canon de negociación la cantidad de 64,00 euros/año de vigencia, respetándose en todo caso la voluntad del trabajador que deberá cumplimentar por escrito, previamente al descuento, el formulario que al efecto se repartirá y que deberá cumplimentarse en el plazo de dos meses. Dichas cantidades recaudadas se repartirán proporcionalmente a la representación de los miembros del comité de las Centrales Sindicales representadas en la Comisión Negociadora del presente Convenio.» Art. 51 CC 184 (empresa): «Para atender económicamente la gestión de los Representantes de los Trabajadores, el personal afectado por este Convenio que lo desee podrá contribuir con la cantidad anual de 21,05 euros en 2005, 2006, 2007 2008 y 2009, destinados específicamente a tal fin.- Dicha contribución voluntaria podrá ser hecha efectiva por los trabajadores conformes con ella, bien directamente al Secretario del Comité Intercentros, bien mediante la detracción de su importe de la nómina del mes de julio de cada año, previa autorización expresa y escrita, por carta dirigida, antes del 31 de mayo inmediato anterior, al Jefe de Personal de (la empresa), con copia al Secretario del Comité Intercentros». 145 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 163 ESTUDIOS dores, para el mejor desarrollo de sus funciones, han de mantener contactos y reuniones con el empresario o sus representantes, no lo dispone así en ninguno de sus preceptos; parece dejarlo así a la decisión de unos y otros con plena libertad, según lo aconsejen o lo impongan las circunstancias en cada caso. Un cierto número de convenios, en especial los de ámbito empresarial, sí lo prevén: su ámbito más restringido y la mayor proximidad de sus negociadores hacen más lógico que estos contactos se ordenen por medio de compromisos concretos, con objeto de mantener el diálogo entre ellos, idea esta que algunos de estos textos reconocen expresamente. Estas reuniones entre las dos partes se suelen establecer de forma periódica146; otras veces, quizás las menos, se prevé su celebración a petición de las partes147; en ocasiones, 146 Art. 45 CC 135 (empresa): «dos reuniones anuales de información con la asistencia de todos los representantes de los trabajadores» y «reuniones periódicas trimestrales con los Comités de Trabajadores/as/as (sic) de los centros donde existan.» Art. 24 CC 140 (empresa): «Cada dos meses se celebrará una reunión entre el Comité de Empresa de cada centro de trabajo y la representación de la Dirección en cada centro de trabajo.» Art. 29.4 CC 188 (empresa): «reuniones ordinarias del Comité de Empresa con la Dirección de los Centros de Trabajo respectivos (que) se celebrarán trimestralmente, como mínimo.» Art. 12 CC 201 (empresa): «Cada dos meses se celebrará en cada centro de trabajo una reunión ordinaria entre los representantes legales de los trabajadores del centro de trabajo y la Empresa.» Art. 74 CC 214 (empresa): «Los Comités de Empresa de cada centro celebrarán reuniones ordinarias periódicas trimestrales con la Dirección de Recursos, dentro de los treinta días siguientes en que se haya entregado la información establecida en el artículo 71.1º del presente Convenio.» Art. 20 CC 223 (empresa): «El Comité Intercentros se reunirá con la empresa cuando la mayoría de los miembros de éste lo solicite y al menos dos veces al año.» Art. 12 CC 224 (empresa): Cada dos meses se celebrará en cada centro de trabajo una reunión ordinaria entre los representantes legales de los trabajadores del colectivo de Rampa del centro de trabajo y la Empresa». 147 Art. 68 CC 143 (sector): «El Comité de Empresa o los Delegados de Personal celebrarán reuniones pe- 164 se crean comisiones o mesas de carácter permanente, con su correspondiente régimen jurídico148. CONCLUSIÓN No hay en el conjunto de la negociación colectiva analizada, valga esta afirmación como primera impresión de carácter general, ninguna novedad que pudiera suponer, en el marco de la normativa establecida por la ley, claro está, una línea de transformación de las instituciones representativas en el sentido de su perfeccionamiento, de su puesta al día de acuerdo con las circunstancias actuales o de su enriquecimiento sobre la base de la experiencia adquirida. Los convenios conservan el esquema legal y mejoran algunas de sus normas en beneficio de la representación, básicamente en lo que se refiere a las funciones y competencias y al régimen protector. Pero da la impresión, sea dicho en otros términos, que se está ante una regulación fijada ya para siempre, que no va a evolucionar ni se trata de innovar desde dentro. riódicas con la Dirección de la Empresa, previa petición escrita de cualquiera de ambas partes, y en la que deben figurar tanto los asuntos a tratar como la fecha de su eventual celebración.» El art. 92 CC 203 (empresa) prevé también la celebración de reuniones a solicitud del comité intercentros o de la Dirección de la empresa, con normas sobre convocatoria, orden del día, asistencia, acuerdos y actas. 148 El art. 39 CC 147 (empresa) constituye una «mesa de diálogo social», compuesta de 16 miembros, «elegidos entre los Delegados de Personal, miembros de los Comités de Centro de Trabajo y Delegados Sindicales, en base a la proporcionalidad que cada Sindicato obtenga en las Elecciones Sindicales»; el art. 40.3 señala sus funciones y aunque no se menciona expresamente ningún tipo de reunión con la representación de la empresa, algunas de ellas parecen darlas por supuesto. El art. 68 CC 164 (empresa) establece varias comisiones paritarias (Comisión de puestos de Trabajo, Comisión Social, Comité de Seguridad y Salud y Comisión de Productividad), «constituidas por un máximo de 8 miembros, 4 en representación de la empresa y 4 en representación de los trabajadores» y señala sus funciones respectivas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO Que ello sea resultado de un freno u oposición de la parte empresarial o que exista sobre ello un consenso no explícito de las dos partes, es algo que no puede concluirse de la simple lectura de los textos convenidos y exigiría una investigación añadida que no corresponde hacer en este lugar. Lo cierto es que el conjunto ofrece una impresión de muy poca creatividad por parte de los sujetos negociadores, desde luego mucho más clara en los convenios sectoriales que en los de ámbito empresarial: en estos últimos, la aportación es desde luego más rica, aunque nunca en el sentido de innovar nada fundamental. Es cierto que tanto el Título II ET como el Título IV LOLS especialmente el primero son conjuntos normativos de bastante densidad, reconocedores de un sistema completo de derechos y competencias a favor de la representación colectiva de los trabajadores en la empresa. Pero en todo caso es un sistema mejorable, puesto que el grado de participación de estos últimos en el funcionamiento y la gestión de la empresa que la ley ha establecido se encuentra bastante alejado del nivel máximo. Ahora bien, puede pensarse que a partir de un cierto punto las propuestas de mejora o de mayor intensidad en la participación generan seguramente en la generalidad de los empleadores alguna resistencia. El sistema legal, por otra parte, ha estado funcionando desde 1980, a pesar de todas sus limitaciones e imperfecciones, de forma correcta y consiguiendo sus objetivos en un grado aceptable; lo cual puede que sea utilizado, también por la parte empresarial, como argumento para frenar las propuestas de reforma. Las mejoras en múltiples aspectos concretos del sistema de representación y participación en la empresa son evidentes: se trata, con seguridad, del resultado de la continuidad en la presentación de las propuestas en ese sentido por parte de los trabajadores, que han terminado por convencer a la parte empresarial en la búsqueda y articulación de soluciones de común acuerdo, al menos en puntos determinados de su ordenación. También parece claro que, como resultado de la técnica negociadora, la parte empresarial también ha obtenido, a cambio que aquellas cesiones, ciertas novedades que le favorecen. Entre las carencias más importantes que pueden observarse en los textos estudiados y cabe suponer que esto es extrapolable a los de períodos anteriores y posteriores hay que situar la insuficiencia de una necesaria reordenación del doble canal de representación de los trabajadores. Como en su lugar se ha indicado, no pocos convenios entran en la regulación de una y otra institución, pero no se advierte que la negociación colectiva, en su conjunto, se haya enfrentado con decisión e ideas claras con uno de los problemas del funcionamiento de esa duplicidad de representaciones: el de la coexistencia de órganos unitarios y sindicales, no siempre bien resuelta por la ley. Junto a ello debe destacarse el elevado número de preceptos convenidos que plantea problemas de legalidad. Es indiscutible que la ordenación del ET y de la LOLS, como de forma reiterada se ha comentado, admite desarrollos, mejoras y determinados cambios; o, en otras palabras, es flexible en no pocos puntos, realizando en algunos de ellos remisiones expresas a la negociación colectiva, con el propósito de evitar una rígida regulación invariable para todos los ámbitos: el convenio colectivo, pues, tiene su lugar junto a la ley como fuente reguladora de esta materia, al igual que en otras muchas. Pero esto no puede significar de ninguna manera que sus negociadores puedan considerar la totalidad de la ordenación legal como Derecho dispositivo, al ser una buena parte de ésta Derecho necesario absoluto, barrera que el convenio colectivo traspasa de manera incorrecta con demasiada frecuencia. En el texto anterior han quedado señaladas algunas de las materias en las que esto se produce y no parece necesario reiterarlas en este momento. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 165 ESTUDIOS La consideración anterior conduce necesariamente a dos comentarios complementarios en relación con la aplicación de los preceptos del ET en materia de negociación colectiva. El primero, relativo al mecanismo de control de legalidad del contenido del convenio establecido en el artículo 90.5 ET; mecanismo que, a la vista de los numerosos preceptos ilegales contenidos en los convenios, algunos sin posibilidad de duda o discusión, no se demuestra que funcione según lo esperable. El segundo tiene que ver con la actuación de asesores de las partes negociadoras, prevista en el artículo 88.2 ET. Desde luego que no consta el grado de intervención de estas personas en los convenios examinados, pero es presumible que alguno habrá habido. Si esto es así, también habría que plantear en qué medida han realizado su función; naturalmente, en el caso de que su asesoramiento haya sido legal o jurídico, aspecto éste sobre el que la ley no indica nada, dejando pensar que se puede referir más bien a otros aspectos de las relaciones entre empresarios y trabajadores, como puede ser el económico, el de la organización de la empresa u otros. Abundando en una idea que más arriba se ha expuesto, parece lógico que sea el convenio de empresa el que con mayor extensión se ocupe de la ordenación de la materia de la representación de los trabajadores, por las razones que también en su lugar se han recordado. Pero es ésta una observación de carácter muy general, que en caso que aquí se ha tratado conoce bastantes excepciones, en ambos sentidos. En primer lugar, porque hay numerosos convenios de empresa que no regulan nada o casi nada nuevo: recuérdese que, como al comienzo de este trabajo se ha indicado, la gran mayoría de los textos que ni mencionan la materia son precisamente convenios de este ámbito. En segundo lugar, porque se pueden mencionar ejemplos de convenios de sector con una aportación significativa, a veces muy superior a la realizada por no pocos convenios de empresa. La conclusión en este punto podría ser la de que 166 el ámbito más general o más concreto es un factor importante pero no decisivo; lo es también, con seguridad en grado mayor, la voluntad conjunta de las partes negociadoras de llegar a acuerdos sustanciales que amplíen y mejoren la regulación legal. En relación con esta muy limitada capacidad de las partes negociadoras de los convenios examinados para enriquecer los contenidos de la representación en la empresa o para innovarla en aspectos esenciales, habría que añadir el hecho de que tampoco por parte de los sujetos sindicales y empresariales a nivel nacional se ha llevado a cabo un impulso eficaz en ese sentido. Para comprobarlo, baste repasar el texto del último de los Acuerdos Interconfederales para la Negociación Colectiva, suscrito en marzo de 2005, con vigencia para ese año y prórroga prevista para 2006: ninguna mención a la materia de la representación en la empresa se incluye en él. Puede mantenerse la opinión que en el sistema español de relaciones laborales se cuenta con una negociación colectiva madura, después de un período de cerca de cincuenta años tras la aprobación de la primera ley que la reguló. Período en el que se debe incluir, por supuesto, aquél en el que la negociación se realizó en un medio carente de libertad sindical y con fuertes limitaciones para los sujetos que la llevaban a cabo. Tal valoración debe matizarse sin embargo con la adición, en lo que se refiere al menos a la materia que en este trabajo se ha tratado, de algunos aspectos negativos o, al menos, poco positivos. Parece de difícil explicación que esa madurez conseguida por los sujetos a lo largo de casi cincuenta años sea compatible con el desconocimiento de la indisponibilidad de determinados preceptos legales, con el desenfoque de ciertos conceptos básicos en la ordenación de las relaciones laborales y también con las carencias en la innovación o en la evolución de estas instituciones. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO ANEXO Relación de convenios colectivos analizados (la fecha entre paréntesis indica la de su publicación en el B.O.E.) Año 2005: 1. Industria hormas, tacones, cuñas (7.1). 2. Paradores de Turismo, S.A (7.1). 3. Serfirum, S.L. (7.1). 4. Retevision, S.A. (11.1). 5. Santa Bárbara Sistemas, S.A. (11.1). 6. Ibermutuamur (11.1). 7. Autobar Spain, S.A. (13.1). 8. Cadbury España (13.1). 9. Mediación seguros privados (17.1). 10. Agencia Efe, S.A. (27.1). 11. Demag Cranes & Components, S.A. (9.2). 12. Control y Montajes Industriales, S.A. (11.2). 13. Supermercados Sabeco, S.A. (11.2). 14. Fiat Auto España, S.A. (15.2). 15. Unysis España, S.A. (15.2). 16. Canal Isabel II (16.2). 17. Banco de España (21.2). 18. Industrias cárnicas (28.2). 19. Exide España, S.A. (28.2). 20. Unión General de Trabajadores (9.3). 21. Electrolux Home Products España (14.3) 22. Grupo Asegurador Reale (14.3). 23. Industrias lácteas (14.3). 24. Minoristas droguerías, herboristerías (15.3). 25. La Región S.A. (17.3). 26. Instalaciones deportivas (17.3). 27. Volkswagen Finance, S.A. (17.3). 28. Centros asistenciales para discapacitados (21.3). 29. Lagun Air, S.A. (22.3). 30. Grupo empresas Ortiz (22.3). 31. Federaciò Farmacèutica, Soc. Coop. (22.3). 32. RENFE (22.3). 33. Central Lechera Vallisoletana (23.3). 34. Alcatel España, S.A. (23.3). 35. Recoletos Grupo de Comunicación, S.A. (25.3). 36. Transporte de enfermos en ambulancias (1.4). 37. Zena Grupo de Restauración, S.A. (1.4). 38. Gestión y Aplicaciones Hidráulicas, S.A. (1.4). 39. Transformación Agraria, S.A. (1.4). 40. San Miguel Fábrica de Cervezas y Malta, S.A. (5.4). 41. British Airways (6.4). 42. Productores de obras audiovisuales (26.4). 43. Centro disminuidos físicos de Aragón (26.4). 44. Santiago Cucart, S.L. Cofiser, S.L. (26.4). 45. European Air Transport (27.4). 46. MAPFRE Gupo Asegurador (30.4). 47. Sagital, S.A. (2.5). 48. Agencias de viajes (5.5). 49. Hostelería (5.5). 50. Telemarketing (5.5). 51. Centros de educa- ción infantil (6.5). 52. Mediterráneo Obra Agrícola (6.5). 53. Grenco Ibérica, S.A. (6.5). 54. CTC Ingeniería Dedicada, S.A. (6.5). 55. Grupo de Proyectos Sociales de Gestión, S.A. (13.5). 56. Míele, S.A. (13.5). 57. Insagra PVC, S.A. (20.5). 58. Compañía Internacional de Coches-Cama (20.5). 59. Reintegra, S.A. (20.5). 60. Spanair, S.A. (pilotos) (24.5). 61. Hormigones y Morteros Preparados, S.A. (25.5). 62. Iberdrola Energías Renovables, S.A. (25.5). 63. Iberdrola Operación y Mantenimiento, S.A. (25.5). 64. Grupo Santander (30.5). 65. Iman Corporation, S.A. (30.5). 66. Fremap Mutua de Accidentes de Trabajo (1.6). 67. Gas Natural Informática, SA. (1.6). 68. Diario El País, S.A. (1.6). 69. Trevenque Sistemas de Información, S.A. (2.6). 70. Centro Europeo Reparto Farmacéutico de Cataluña (14.6). 71. Recoletos Medios Digitales, S.L. (14.6). 72. JC Decaux España, S.L. (17.6). 73. Federaciò Farmacèutica, Soc. Coop. (18.6). 74. The Disney Store Spain, S.L. (21.6). 75. Ibaizabal Management Services, S.L. (25.6). 76. Ros Fotocolor, S.A. ( 21.6). 77. Recuperación residuos sólidos (24.6). 78. Mediación seguros privados (24.6). 79. Logo Almacenaje y Distribución, S.A. (25.6). 80. Protección Castellana, S.L. (27.6). 81. Servicios Seguritas, S.A. (29.6). 82. Instituto Técnico de Materiales y Construcciones, S.A. (29.6). 83. Gas Natural Servicios, S.A. (8.7). 84. Pescados PCS, S.L. (8,7). 85. Compañía General de Sondeos, S.A. (18.7). 86. Servicio de asistencia en tierra aeropuertos (18.7). 87. Celite Hispanica, S.A. (19.7). 88. Vigilancia Integrada, S.A. (20.7). 89. V-2 Complementos Auxiliares, S.A. (21,7). 90. Alcatel Integración y Servicios, S.A. (21.7). 91. Uniprex, S.A. (22.7). 92. Grupo Tafisa (22.7). 93. Europcar Renting (22.7). 94. Grupo Ineuropa Handling (22.7). 95. Minoristas e importadores de productos químicos (22.7). 96. Agroexpansión, S.A. (23.7). 97. Anteixo Telecom, S- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 167 ESTUDIOS A. (23.7). 98. Getronics España Solutions, S.A. (26.7). 99. Zardoya Otis, S.A. - Ascensores Eguren, S.A. (8.8). 100. EADS Casa Airbus España, S.L. EADS Casa España (8.8). 101. Compañía Logística Acotral, S.A. y otras (8.8). 102. Industria metalgráfica (18.8). 103. Novara Planifica, S.L. (20.8). 104. Pfizer Consumer Healthcare (20.8). 105. Nexana Iberia, S.L. (22.8). 106. Gas Natural, S.A. (23.8). 107. St. Gobain Vicasa (25.8). 108. Bridgestone Hispania, S.A. (26.8). 109. Spanair, S.A (técnicos mantenimiento) (29.8). 110. Autopista Vasco-Aragonesa, S.A. (30.8). 111. Puntocash, S.A. (31.8). 112. Industria textil y confección (31.8). 113. Siemens Dematic, S.A. (2.9). 114. Anaya Comunicación España, S.A. (2.9). 115. Conservas vegetales (2.9). 116. Difusiò Digital, S.A. (13.9). 117. Philips Ibérica, S.A. (13.9). 118. Docks Comerciales de Valencia, S.A. (13.9). 119. Limpieza de edificios y locales (14.9). 120. British American Tobacco España, S-A(14.9). 121. Consultec, S.A. (14.9). 122. La Vanguardia Ediciones, S.A. (14.9). 123. Gas Natural Comercializadora, S.A. (14.9). 124. St. Gobain Vicasa (14.9). 125. Sociedades cooperativas de crédito (14.9). 126. Nordás Control, S.L. (15.9). 127. La Región, S.A. (14.9). 128. Hero España, S.A. (15.9). 129. Renault España Comercial, S.A. (15.9). 130. Cargil España, S.A. (15.9). 131. Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima (15.9). 132. Refrescos Envasados del Sur, S.A. (15.9). 133. Ingeniería y oficinas de estudios técnicos (20.9). 134. Vega Mayor, S.A. (20.9). 135. AGFA Gevaert, S.A. (21.9). 136. Novedades Agrícolas, S.A. (24.9). 137. Clima Roca York, S.A. (26.9). 138. Servi Risk Control, S.L. (27.9). 139. Cadbury Schweppes, S.A. (27.9). 140. Iberhandling, S.A. (5.10). 141. Fundación Instituto de Formación y Estudios Sociales (5.10). 142. Bombardier European Investments, S.L. (5.10). 143. Contratas ferroviarias (6.10). 144. Industria del calzado (7.10). 145. Lucent Technologies España, S.A. (8.10). 146. Servimax Servicios Generales, S.A. (10.10). 147. Grupo Axa Seguros (12.10). 148. Comercio de flores y plan- 168 tas (26.10). 149. Peluquerías, institutos de belleza, gimnasios (29.10). 150. Paradores de Turismo, S.A. (29.10). 151. Unidad Editorial, S.A. (31.10). 152. Inergy Automotive Systems (31.10). 153. Mahon, S.A. (1.11). 154. Carlson Wagonlit España, S.A. (1.11). 155. Air Liquide y otras (9.11). 156. Provivienda (12.11). 157. Air Nostrum, S.A. (22.11). 158. Grupo V, S.L. (22.11). 159. Kaefer Aislamientos, SA. (22.11). 160. Transporte y trabajos aéreos en helicópteros (22.11). 161. Consorcio de Servicios, S.A. (23.11). 162. Enagas, S.A. (23.11). 163. Compañía Española de Tabaco en Rama, S.A. (23.11). 164. Irisbus Ibérica, S.L. (23.11). 165. Red Araña (23.11). 166. Grupo Ercros (23.11). 167. Grupo Generali España (23.11). 168. Grupo empresas JC Decaux (15.12). 169. Hertz España, S.A. (15.12). 170. Amper Soluciones, S.A. (15.12). 171. La Veneciana Norte, S.A. (16.12). 172. Ertisa (16.12). 173. Industria de turrones y mazapanes (16.12). 174. Asociación Telefónica de Asistencia a Minusválidos (20.12). 175. Equipos Nucleares, S.A. (23.12). 176. Trox Española, S.A. (26.12). Año 2006: 177. Instituto de Crédito Oficial (4.1). 178. Galletas Siro, S.A. (5.1). 179. Establecimientos financieros de crédito (11.1). 180. Puertos del Estado y Autoridades Portuarias (11.1). 181. Parker Hannifin, S.A. (12.1). 182. Gas Natural Distribución, S.A. (13.1). 183. Transportes Olliquiegui, S.A. (17.1). 184. Avis Alquile un Coche, S.A. (18.1). 185. Universidades privadas (18.1). 186. Ferralla (27.1). 187. Gestión y Servicios de Empresas de Melilla, S.A. (2.2). 188. Unión Española de Explosivos y otras (3.2). 189. Danone, S.A. (6.2). 190. Ford España, S.A. (9.2). 191. Hermandad Farmacéutica Mediterránea, soc. coop. (10.2). 192. Axion Red Banda Ancha Andalucía (10.2). 193. Alcatel España, S.A. (10.2). 194. Marconi Iberia, S.A. (11.2). 195. VB Autobaterías, S.A. (11.2). 196. Cemento (13.2). 197. Velpa, S.A. (13.2). 198. Mercadota, S.A. (16.2). 199. Electrolux España, S.A. (17.2). 200. Hierros REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FERMÍN RODRÍGUEZ-SAÑUDO Ibáñez, S.A. (17.2). 201. Newco Airport Services, S.A. (20.2). 202. Swift Air, S.A. (20.2). 203. Finanzauto, S.A. (22.2). 204. Autoescuelas (24.2). 205. Autopista Astur-Leonesa, S.A. (27.2). 206. La Veneciana Bética, S.A. (2.3). 207. Telecomunicaciones Tecnovis, S.L. (7.3). 208. Smasa Seguros, S.A. Elviaseg Seguros, S.A. (7.3). 209. Cogelec, S.A. (8.3). 210. Asociación Aldeas Infantiles de España (9.3). 211. Fabricación de helados (10.3). 212. Gas Natural Soluciones, S.A. (28.3). 213. Distribuidores cinematográficos (28.3). 214. Essilor España, S.A. (28.3). 215. Alimentos Friorizados, S.A. (28.3). 216. SEAT, S.A. (28.3). 217. Selección y Servicios Integrales, S.A. (29.3). 218. Colegio Huérfanos de Ferroviarios (29.3). 219. Pimad, S.A. (29.3). 220. Bimbo, S.A. (1.4). 221. Foro de Formación y Ediciones (4.4). 222. Seguros Groupama, S.A. (4.4). 223. Unipost, S.A. (7.4). 224. Rampa de Spanair, S.A. (14.4). 225. Taurino (15.4). 226. Bridgestone Hispania, S.A. (17.4). 227. AENA (18.4). 228. Enseñanza privada no concertada (26.4). 229. Grandes almacenes (27.4). 230. CLH Aviación, S.A. (27.4). 231. Intemac, S.A. (27.4). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 169 ESTUDIOS RESUMEN 170 Se expone y comenta en este trabajo la aportación de la negociación colectiva reciente a la ordenación de las instituciones de representación y acción colectiva de los trabajadores en la empresa. La exposición sistemática y prácticamente exhaustiva del contenido de 231 convenios, sectoriales y de empresa, publicados desde 1 de enero de 2005 hasta 30 de abril de 2006, permite valorar el sentido y la importancia de esta aportación, que al tiempo queda referida tanto a las instituciones de la representación unitaria como a la de la representación sindical. En sentido inverso, permite también identificar otros tantos puntos débiles del conjunto de lo convenido, como es el de la carencia de regulación o de regulación insuficiente, de los preceptos convencionales de contenido ilegal o de los conceptos desenfocados o mal comprendidos por los negociadores. El resultado puede ser contrastado con el del estudio publicado hace algo más de veinticinco años sobre esta misma materia pero en un contexto muy diferente, cuando aún no habían sido aprobadas ni la Ley del Estatuto de los Trabajadores ni la Ley Orgánica de Libertad Sindical. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 La Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos TOMÁS SALA FRANCO* EL PUNTO DE PARTIDA: LA DISPOSICIÓN ADICIONAL OCTAVA DEL ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES 1 La Disposición Adicional Octava del ET: su contenido y origen. Teniendo su origen en la literalidad de una enmienda presentada por el Grupo Parlamentario Socialista en el debate parlamentario del Estatuto de los Trabajadores (en adelante, ET), con la finalidad de «crear un mecanismo estable coadyuvante para solucionar los conflictos interconvenios», la Disposición Adicional Octava del ET (hoy, Disposición Final Segunda) vino a establecer lo siguiente: «Se crea una Comisión Consultiva Nacional, que tendrá por función el asesoramiento y consulta a las partes de las negociaciones colectivas de trabajo en orden al planteamiento y determinación de los ámbitos funcionales de los convenios. El Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (hoy, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales) dictará las disposiciones oportunas para su constitución y funcionamiento, autónomo o conectado con * Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad de Valencia-Estudio General y Presidente de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos alguna otra institución ya existente de análogas funciones. Dicha comisión funcionará siempre a nivel tripartito y procederá a elaborar y mantener al día un catálogo de actividades que pueda servir de indicador para las determinaciones de los ámbitos funcionales de la negociación colectiva. El funcionamiento y las decisiones de esta comisión se entenderán siempre sin perjuicio de las atribuciones que correspondan a la jurisdicción y la autoridad laboral en los términos establecidos en las leyes». 2. Las bases de la CCNCC sentadas en la Disposición Final Octava del ET. En la Disposición Final del ET se sentaron las bases de la naturaleza, estructura organizativa, composición, funciones y procedimiento de actuación de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos (en adelante, CCNCC) a constituir. 3. La naturaleza de la CCNCC. En cuanto a su naturaleza, la Ley configuró la CCNCC, no como un órgano consultivo del Estado sino de las partes sociales: «tendrá por función el asesoramiento y consulta a las partes de las negociaciones colectivas de trabajo en orden al planteamiento y determinación de los ámbitos funcionales de los convenios». Pese a la participación en la CCNCC de la Administración General del Estado, como señaló Valdés Dal-Ré, F. (La Comisión Con- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 171 ESTUDIOS sultiva Nacional de Convenios Colectivos. Revista Española de Derecho del Trabajo. nº 17. 1984. págs. 7 y ss.), no se trata de un órgano administrativo en sentido propio sino de un órgano atípico en el que participa la Administración Pública con la finalidad de cooperar con los agentes sociales en la promoción de la negociación colectiva, facilitando a las partes sociales los medios materiales y personales precisos para tratar de resolver los problemas que plantea la vertiente funcional de la negociación colectiva, haciéndola más efectiva. Queda claro, pues, que no se trata de una actuación administrativa en defensa y garantía de los intereses públicos. 4. La estructura organizativa, de la CCNCC. Por lo que se refiere a la estructura organizativa, de la CCNCC, la Disposición Final señalaba que su «constitución y funcionamiento, (habría de ser) autónomo o conectado con alguna otra institución ya existente de análogas funciones. Se preveía, así, una cierta «independencia» de la Administración Pública, rechazando su estructuración orgánica jerarquizada dentro de la Administración y posibilitando opcionalmente una estructuración «autónoma» o «conectada» con la Administración. 5. La composición de la CCNCC. En cuanto a su composición, la Ley dispuso claramente que «dicha Comisión funcionará siempre a nivel tripartito», esto es, con participación de la Administración Pública y de los sindicatos y asociaciones empresariales. fueron básicamente consultivas «tendrá por función el asesoramiento y consulta a las partes de las negociaciones colectivas de trabajo en orden al planteamiento y determinación de los ámbitos funcionales de los convenios» y no vinculantes para las partes consultantes, dado que el Art. 83.1 del ET establecía la libertad de elección del ámbito funcional de aplicación de los convenios colectivos. Aunque, ciertamente, desde el primer momento se le encomendaron, además, determinadas funciones de estudio y documentación. Así, la CCNCC debería «elaborar y mantener al día un catálogo de actividades que pueda servir de indicador para la determinación de los ámbitos funcionales de la negociación colectiva». 7. El procedimiento de actuación de la CCNCC. En cuanto al procedimiento de actuación, la Ley legitima únicamente para solicitar las consultas a la CCNCC a «las partes de las negociaciones colectivas de trabajo», debiéndose entender éstas últimas en un sentido amplio, comprensivas tanto de la negociación colectiva estatutaria como de la negociación colectiva extraestatutaria. LA PRIMERA ETAPA DE LA CCNCC A PARTIR DEL RD 2976/1983, DE 9 DE NOVIEMBRE No se estableció, sin embargo, la necesaria paritariedad, de las tres representaciones previstas, que quedó abierta en la Ley. En este sentido, si bien la paritariedad de los sindicatos y asociaciones empresariales se encuentra en la misma naturaleza de las cosas, no ocurre así con la de la Administración Pública (Valdés Dal-Ré, F. Op. Cit., pág. 12). 8. El desarrollo reglamentario de la Disposición Final del ET. La Disposición Final Octava del ET (hoy, Disposición Final Segunda del ET) fue olvidada por el Gobierno de la época, teniendo que esperar para su desarrollo reglamentario hasta el RD 2976/1983, de 9 de noviembre, esto es, más de tres años después de la aprobación del ET. Esta norma reglamentaria vió la luz por la presión al Gobierno hecha por las partes firmantes del Acuerdo Interconfederal de 17 de febrero de 1983. 6. Las funciones de la CCNCC. Las funciones atribuidas por la Ley a la CCNCC Por otra parte, pese a que la habilitación reglamentaria se hizo por la Ley al Ministe- 172 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 TOMÁS SALA FRANCO rio de Trabajo, la necesidad de modificar el RD 572/1982, de 5 de marzo, sobre extensión de los convenios colectivos, al atribuir nuevas funciones a la CCNCC, hizo necesario que ésta última fuese regulada por Real Decreto y no por simple Orden Ministerial. El RD 2976/1983 sería desarrollado por la Orden de 28 de mayo de 1984, donde se estableció el Reglamento de la CCNCC. 9. La naturaleza de la CCNCC. En cuanto a la naturaleza de la CCNCC, ésta cambió con el RD 2976/1983 por cuanto, al atribuírsele la nueva función, no prevista en la Disposición Final Octava del ET, de dictaminar los expedientes de extensión de los convenios colectivos (Arts. 2.3 del RD 2976/1983 y 2.2.b) de la OM de desarrollo), la CCNCC pasó de ser un órgano exclusivamente consultivo de las partes sociales a ser un órgano, en parte al menos, consultivo de la Administración Pública que debía resolver estos expedientes administrativos. Como señaló oportunamente Valdés DalRé (Op. Cit., pág. 23), «(la CCNCC) deja de ser expresión de la actuación cooperativa de la Administración en punto al logro de intereses singulares y específicos para transformarse en un órgano consultivo de participación de los intereses sociales en el ejercicio de funciones administrativas, en un instrumento de actuación orgánica de sindicatos y patronales en la realización de actividades de índole pública». 10. La estructura organizativa de la CCNCC. En cuanto a su estructura organizativa, el RD 2976/1983 optó, no por la «autonomía» de la CCNCC, sino por la «conexión con alguna otra institución ya existente». Así, la adscribió orgánicamente al Instituto de Mediación, Arbitraje y Conciliación, si bien declarando expresamente que «ejercerá sus competencias con independencia y autonomía funcional plenas» (Arts. 1.2 del RD y de la OM de desarrollo). Con posterioridad, el RD 1888/1996, de 2 de agosto, de estructura orgánica del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales adscribiría la CCNCC a la Dirección General de Trabajo y Migraciones y, finalmente, el RD 1600/2004, de 2 de julio, por el que se desarrolla la estructura orgánica del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, la adscribió a la Dirección General de Trabajo. 11. La composición de la CCNCC. La composición tripartita de la CCNCC legalmente prevista fue naturalmente respetada por el RD 2976/1983, optando asimismo por la paritariedad de las tres representaciones. En este sentido, el Art. 4 del RD señala que la CCNCC estará integrada por seis representantes por la Administración del Estado, seis representantes por las organizaciones sindicales más representativas y seis representantes por las Asociaciones Empresariales más representativas. Todos los representantes y sus respectivos suplentes son designados por el Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. Directa y libremente en el caso de los representantes de la Administración del Estado y a propuesta vinculante de los sindicatos y asociaciones empresariales más representativos los representantes de éstos. Las funciones de los representantes vocales vienen establecidas en el Art. 6 de la OM de 28 de mayo de 1984. El Presidente de la CCNCC viene designado por el Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, previa consulta con las Asociaciones Empresariales y Sindicales más representativas, entre profesionales de reconocido prestigio en el campo de las relaciones laborales. Sus funciones vienen establecidas en el Art. 4 de la OM de 28 de mayo de 1984. El Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales nombra un Vicepresidente por cada una de las tres representaciones a su propuesta y de entre sus miembros, viniendo establecidas REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 173 ESTUDIOS las funciones de los Vicepresidentes en el Art. 5 de la OM de 28 de mayo de 1984. Como Secretario de la CCNCC actúa un funcionario adscrito a la Dirección General de Trabajo. Las funciones del Secretario vienen establecidas en el Art. 7 de la OM de 28 de mayo de 1984. 12. Las funciones de la CCNCC. En cuanto a las funciones a desarrollar por la CCNCC, el Art. 2 del RD 2976/1983 respetó naturalmente las previstas en la Disposición Final del ET la función consultiva no vinculante sobre el ámbito funcional de los convenios colectivos y la elaboración y puesta al día de un «catálogo de actividades» pero añadió dos funciones más. De un lado, la preceptiva consulta a la CCNCC en el supuesto de extensión de un convenio colectivo regulado en el Art. 92 del ET y en el RD 572/1982, de 5 de marzo (más tarde sustituido por el RD 718/2005, de 20 de junio, por el que se aprueba el procedimiento de extensión de los convenios colectivos) (Art. 2.3). Y, de otro lado, la evacuación de consultas acerca de la posibilidad de un acuerdo de adhesión a un convenio colectivo en vigor (Art. 3.1 b). El Art. 2.3 de la OM de 28 de mayo de 1984 añadiría aún otras funciones más a las anteriores. Así, estableció que «la Comisión podrá elaborar estudios y encuestas, efectuar propuestas acerca de la estructura de la negociación colectiva, así como ejercer cualquier otra función que le sea atribuida, como competencia, por disposiciones legales». De esta manera, la Orden vino a ampliar y profundizar las funciones de estudio y documentación en materia de negociación colectiva previstas en la Ley y en el RD. Más tarde, la Disposición Transitoria Sexta del ET, introducida por la Ley 11/1994, de 19 de mayo, atribuyó a la CCNCC la competencia para informar acerca de cobertura negocial de los ámbitos de las Ordenanzas Laborales, para convocar a las partes legitimadas para negociar en su caso convenios colectivos 174 sustitutivos de la Ordenanza y para someter a arbitraje las discrepancias existentes entre las partes negociadoras de estos convenios colectivos sustitutivos, designando a los correspondientes árbitros. 13. La función consultiva en materia de ámbitos funcionales de la negociación colectiva. Ésta es sin duda alguna una de las funciones más importantes que ha cumplido la CCNCC desde su constitución, resolviendo consultas sobre el ámbito funcional de aplicación de los convenios colectivos. La Ley y el RD hablan, literalmente, de consultas referidas al «planteamiento adecuado del ámbito funcional de un convenio colectivo que se pretenda negociar» y a «la interpretación de un convenio vigente en orden a determinar su ámbito de aplicación». Esto es, de conflictos planteados en fase de negociación y de conflictos planteados en fase de aplicación de los convenios colectivos. En este sentido, conviene aclarar desde el principio que nunca se han planteado ante la CCNCC consultas referidas a la negociación, por lo que la CCNCC nunca ha auxiliado a las partes negociadoras de un convenio colectivo para que delimitaran su ámbito funcional de la manera más adecuada posible, cosa que según la Ley y el RD es posible y podía haber sucedido. Todas las consultas efectuadas a la CCNCC desde su constitución han venido referidas a la aplicación de los convenios colectivos, en orden a delimitar y calificar las actividades económicas realizadas por una empresa o tipo de empresa a los efectos de incluirlas en el ámbito funcional de aplicación de uno o varios convenios colectivos sectoriales o subsectoriales, determinando en definitiva el/los convenio/s colectivo/s aplicable/s a una determinada empresa. Las contestaciones a las consultas planteadas han sido recogidas de forma sistemática como «doctrina» de la CCNCC en el libro «El ámbito funcional de los convenios colectivos. Respuestas de la Comisión Consultiva Nacio- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 TOMÁS SALA FRANCO nal a las consultas planteadas», publicado en la Colección «Informes y Estudios» del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, publicado en el año 1998. Los Dictámenes emitidos con posterioridad a esa fecha, han sido recogidos en la página web de la CCNCC. 14. La función de elaboración y mantenimiento de un «catálogo de actividades». En el año 1990, los Servicios Técnicos de la CCNCC ultimaron un «catálogo de actividades» que no prosperó por falta del consenso suficiente. Actualmente, se pretende acometer su confección indirectamente a través de la realización de un mapa sobre la Negociación Colectiva en España, con base en los criterios que se han consensuado previamente al efecto en la CCNCC y en colaboración con las distintas Comunidades Autónomas. 15. La función consultiva en materia de adhesión a un convenio colectivo en vigor. Conforme a los antecedentes que obran en la CCNCC, no consta que ésta haya sido requerida nunca para informar en esta materia. 16. La función consultiva en materia de extensión de los convenios colectivos. El art. 7.2 del RD 718/2005, de 20 de junio, por el que se aprueba el procedimiento de extensión de convenios colectivos, exige la emisión del preceptivo informe de la CCNCC en los procedimientos de extensión de convenios colectivos que sean de la competencia del MTAS y, cuando le sea solicitado, en los expedientes de extensión de la competencia de las correspondientes Comunidades Autónomas. zas Laborales. La Disposición Transitoria Sexta del ET, en la versión dispuesta en el Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo, después de establecer el fin de la vigencia de las Ordenanzas de Trabajo que quedaban aún vigentes al término del año 1995 en torno a 70 Ordenanzas Laborales atribuyó a la CCNCC ciertas facultades con vistas a evitar los vacíos de regulación que pudieran derivarse de la decadencia a término de las OO.LL. Tales facultades quedaron concretadas, en síntesis, en las dos siguientes: a) De un lado, se invistió a la CCNCC de un poder de convocatoria a las partes legitimadas para emprender negociaciones en el ámbito de cada Ordenanza con vistas a iniciar tratos contractuales encaminados a una sustitución pactada de la correspondiente norma reglamentaria. b) De otro lado, para la hipótesis de frustración de dicha negociación, se habilitó también al citado organismo de carácter tripartito para acordar someter la solución de la controversia a arbitraje. 18. Otras funciones de estudio y documentación. En el año 1999, la CCNCC inició una política de elaboración de estudios sectoriales y puntuales sobre la negociación colectiva, que se han venido publicando por el MTAS. Paradójicamente, el número de expedientes de extensión de convenios colectivos ha bajado ostensiblemente a partir de la entrada en vigor del nuevo RD 718/2005, tanto de la competencia del Gobierno como de las Comunidades Autónomas. Junto a las anteriores publicaciones, la CCNCC viene publicando los libros relativos a las Jornadas de Estudio sobre Negociación Colectiva, que anualmente organiza, en las que participan expertos en negociación colectiva, nacionales e internacionales, pertenecientes principalmente a los ámbitos académico, judicial, de la Administración Pública en general y de las organizaciones empresariales y sindicales. 17. Las funciones de la CCNCC en los procesos de sustitución de las Ordenan- 19. El procedimiento de actuación de la CCNCC. En cuanto a la legitimación pa- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 175 ESTUDIOS ra solicitar la actuación consultiva de la CCNCC, el RD 2976/1983 fue sin duda más allá de lo previsto en la Disposición Final del ET (las partes negociadoras de convenios colectivos supraempresariales), al atribuir legitimación a «las organizaciones sindicales y asociaciones empresariales más representativas», a «cualquier órgano o entidad sindical o empresarial que, en virtud de su representatividad, acredite un interés legítimo en la consulta que se formule» y a «cualquier autoridad laboral o jurisdiccional que tenga competencia en asuntos relacionado, directa o indirectamente, con la aplicación o interpretación de un convenio colectivo». La solicitud de actuación de la CCNCC se efectúa siempre por escrito, ajustándose a lo dispuesto en la OM de 28 de mayo de 1984 y a la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común (Art. 9.1 de la OM de 28 de mayo de 1998). El Secretario de la CCNCC da traslado a de la solicitud a las organizaciones o entidades sindicales y empresariales directamente afectadas por el asunto, a efectos de que puedan aportar las informaciones que estimen convenientes (Art. 9.2 de la OM de 28 de mayo de 1998). El Presidente de la CCNCC puede acordar que los solicitantes completen el expediente con cuantos antecedentes susceptibles de ser aportados por ellos estime necesario, así como solicitar de otras personas u Organismos que tuvieran notoria competencia técnica en las cuestiones relacionadas con el asunto sometido a consulta que emitan informe. La adopción de esta diligencia suspende el plazo para emitir el informe (Art. 9º.3 de la OM de 28 de mayo de 1998). La CCNCC puede acordar que se amplíe la información o el encargo de dictámenes antes de resolver (Art. 9.6 de la OM de 28 de mayo de 1984). 176 Las reuniones de la CCNCC pueden ser ordinarias (al menos una cada trimestre) o extraordinarias (cuando por la urgencia de los temas a tratar así lo decida el Presidente, a iniciativa propia o a propuesta de seis o más Vocales), debiendo ser convocadas por escrito y por los medios más idóneos para garantizar la recepción con la debida antelación (de cinco días como mínimo en las reuniones ordinarias y de tres días en las extraordinarias, salvo casos de urgencia). Las convocatorias deberán comunicar el día, hora y lugar de la reunión, así como el orden del día (abierto en las reuniones ordinarias y cerrado en las extraordinarias) (Art. 10 de la OM de 28 de mayo de 1984). La CCNCC funciona en pleno o en Subcomisión (Art. 9.6 de la OM de 28 de mayo de 1984), siendo muchos los asuntos de los que, en la práctica, conoce la Subcomisión. Para la validez de las deliberaciones y acuerdos se requiere la presencia del Presidente o de quien le sustituya, la de la mitad, al menos, de sus miembros y la del Secretario o quien le sustituya (Art. 11.1 de la OM de 28 de mayo de 1984). Los acuerdos se adoptan por mayoría absoluta de los asistentes, salvo en el supuesto del dictamen sobre la extensión de un convenio colectivo en que es necesaria la mayoría absoluta de los miembros de la CCNCC para la adopción del acuerdo, pudiendo los miembros discrepantes de la decisión mayoritaria formular un voto particular por escrito en el término de de 24 horas, que se incorporará al texto del dictamen (Art. 11.2 y 3 de la OM de 28 de mayo de 1984). Los informes o dictámenes de la CCNCC deben ser emitidos en el plazo de 15 días hábiles a partir de la fecha de entrada de la solicitud, salvo en el caso de que el Presidente haya adoptado alguna diligencia que suspenda el mismo (ver supra) (Art. 11.4 de la OM de 28 de mayo de 1984), REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 TOMÁS SALA FRANCO Quienes acrediten tener interés legítimo o directo podrán solicitar de la CCNCC que el Secretario de la misma expida certificación de los dictámenes, informes o propuestas elaboradas por la Comisión que pudieran afectar a la empresa o entidad que represente (Art. 11.5 de la OM de 28 de mayo de 1984). 20. El personal de la CCNCC. Históricamente, la CCNCC ha dispuesto de muy escaso personal propio. Así, a título de ejemplo, en diciembre de 2005, el personal de la CCNCC estaba constituido por el Secretario, un Técnico y dos Administrativos, existiendo en aquel momento dos vacantes (una de Técnico y otra de Administrativo). 21. El presupuesto y los medios materiales de la CCNCC. La CCNCC no cuenta con un presupuesto económico propio. Sus necesidades, a nivel de instalaciones y de personal, se resuelven por la Administración (MTAS), mediante las correspondientes dotaciones de local y para las actividades que puntualmente desarrolla (Jornadas, Estudios, Publicaciones, etc.). LA NUEVA ETAPA DE LA CCNCC A PARTIR DE LA DECLARACIÓN PARA EL DIÁLOGO SOCIAL DE 8 DE JULIO DE 2004 22. La Declaración para el Diálogo Social de 8 de julio de 2004. A la luz de la creciente importancia de la negociación colectiva en España convertida en la principal fuente de regulación de las condiciones de trabajo y en la más eficaz herramienta de que disponen los empresarios y los trabajadores para gobernar las relaciones laborales y del paralelo déficit de infraestructuras públicas dedicadas al apoyo y a la promoción de la negociación colectiva reducida la intervención del Estado a las actividades administrativas de depósito, registro, control de legalidad, publicación oficial y extensión de los convenios colectivos es como debe valorarse la afirmación incluida en la «Declara- ción para el Diálogo Social 2004: competitividad, empleo estable y cohesión social», firmada el 8 de julio de 2004 por el Gobierno, CEOE, CEPYME, UGT y CCOO, según la cual «Las partes firmantes se comprometen a estudiar la revalorización de algunas instituciones laborales mejorando su funcionamiento y la participación de los interlocutores sociales. En este sentido se abordarán en sus correspondientes ámbitos las competencias de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos». Habiéndose manifestado posterior y públicamente las partes firmantes de la Declaración anterior en repetidas ocasiones en el sentido de crear un «Observatorio de la Negociación Colectiva» en España. 23. El Programa de Objetivos y de Necesidades de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos. En cumplimiento de lo pactado en la Declaración para el Diálogo Social de 8 de julio de 2004, el Pleno de la CCNCC, celebrado el 16 de diciembre de 2004, propuso un Programa de Objetivos y de Necesidades de la CCNCC para revalorizar y mejorar su funcionamiento, propuesta que sería más tarde refrendada por la Comisión de Seguimiento y Evaluación del Diálogo Social. En este Programa se planteaban mejoras en la actuación de la CCNCC en cuanto a las actuaciones regladas y una serie de nuevas actuaciones no regladas. En cuanto a las actividades regladas, se establecía, de una parte, el compromiso de revisar el procedimiento interno de actuación para la resolución de las consultas sobre el ámbito funcional de los convenios colectivos, dada la trascendencia práctica que de hecho tienen, pese a su carácter no vinculante; y, de otra parte, la inclusión de los códigos de los ámbitos funcionales de los convenios en los TC2 de las empresas y la mejora de la hoja estadística de los convenios colectivos en orden a hacerla más operativa y solicitar REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 177 ESTUDIOS de las partes negociadoras el cumplimiento responsable de las mismas, dada la funcionalidad de los datos que en ellas aparecen. externo a la CCNCC, estableciendo el método de actualización anual sucesiva del mismo. En cuanto a las actividades no regladas, se proponía lo siguiente: La elaboración de estudios puntuales sobre temas de actualidad de la negociación colectiva que la CCNCC determine en cada momento. a) En la dirección manifestada coincidentemente por el Gobierno y los agentes sociales de crear un «Observatorio sobre la Negociación Colectiva Española»: La elaboración de un banco de datos sobre los convenios colectivos vigentes y su actualización permanente (derogaciones, pérdidas de vigencia, prórrogas, ultractividades normativas, corrección de erratas, actualizaciones salariales, etc.). La elaboración de una página web de la CCNCC, con la pretensión de convertirse en el «referente» de la información existente en España acerca de la negociación colectiva, cuyo contenido y técnicas de utilización se irían perfeccionando con el tiempo. La elaboración de un mapa acerca de la estructura de la negociación colectiva en España y su actualización permanente. El encargo de la actualización de los estudios sectoriales sobre negociación colectiva realizados hasta ahora por distintos equipos externos a la CCNCC y su actualización permanente. El encargo a equipos externos a la CCNCC de la realización de nuevos estudios sectoriales sobre negociación colectiva. La elaboración de un informe económico sobre la negociación colectiva española, a realizar por un equipo 178 b) La celebración una jornada anual sobre la negociación colectiva. c) La apertura de un foro de debate permanente sobre los problemas actuales de la negociación colectiva, en pequeños grupos de trabajo, aisladamente o en colaboración con otras instituciones, mediante la realización de una serie de reuniones periódicas. d) La elaboración de un Informe anual sobre la situación de la negociación colectiva en España. e) La eventual elaboración de encuestas sobre negociación colectiva. f) La realización de informes puntuales a requerimiento del gobierno, de los Sindicatos y de las asociaciones empresariales. 24. La Disposición Adicional Séptima del Real Decreto-Ley 5/2006, de 9 de junio, para la mejora del crecimiento y del empleo. En el anterior «Programa de Objetivos y de Necesidades», junto al desarrollo de la mejora de las funciones consultivas tradicionales (consultas sobre ámbitos funcionales de los convenios colectivos e informes sobre la extensión de los convenios colectivos), se identificaron nuevas funciones a desarrollar por la CCNCC. Básicamente las dos siguientes: a) Una actividad de documentación y estudio de la negociación colectiva, concretada en la elaboración de la página web de la CCNCC, de un Banco de Datos sobre los convenios colectivos vi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 TOMÁS SALA FRANCO gentes, de un mapa de la estructura de la negociación colectiva en España, de Informes sectoriales y puntuales sobre la negociación colectiva y de un Informe Anual sobre la negociación colectiva española, con inclusión de un Informe Económico. b) Una actividad de apoyo a la negociación colectiva, concretable en la continuidad de las Jornadas anuales de la CCNCC sobre negociación colectiva, en la celebración de Foros de Debate sobre temas puntuales de la negociación colectiva, en la elaboración de Libros sobre buenas prácticas negociales y en la organización de Cursos de Formación de negociadores. A la vista de lo anterior, resultaba evidente la disparidad existente entre las funciones, nuevas y antiguas renovadas, que se pretendían acometer por la CCNCC y la estructura orgánica y funcional y los limitados medios personales y materiales con que contaba. Por ello, el compromiso del Gobierno y de los interlocutores sociales de revalorizar la CCNCC no podía entenderse plenamente cumplido con la aprobación del anterior «Programa de Objetivos y de Necesidades». Parecía, pues, oportuno que el Gobierno y los agentes sociales trabajasen juntos en el diseño y puesta en práctica de un nuevo modelo de CCNCC que cumpliera a satisfacción, y de manera más ambiciosa, el objetivo de su revalorización funcional. Así, en la Exposición de Motivos del Real Decreto-Ley 5/2006, de 9 de junio, para la mejora del crecimiento y del empleo, se señaló que «en coherencia con el compromiso asumido por los firmantes de la Declaración pa- ra el Diálogo Social de 8 de julio de 2004 en cuanto al estudio de la revalorización de instituciones laborales como la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos, se incluye en este real decreto-ley una disposición, igualmente consensuada, para que asuma funciones de observatorio de la negociación colectiva, previéndose la adaptación por el Gobierno de su marco jurídico institucional». Y la Disposición Adicional Séptima del Real Decreto-Ley establece: «Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos. 1. Sin perjuicio del respeto a la autonomía colectiva de las partes, la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos a que se refiere la disposición final segunda de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, asumirá las funciones de observatorio de la negociación colectiva que englobará la información, el estudio, la documentación y la difusión de la misma. 2. Con el fin de garantizar el funcionamiento eficaz de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos, el Gobierno podrá adaptar el marco jurídico institucional de la misma en el que se garantice la participación de las organizaciones empresariales y sindicales más representativas; asimismo le proporcionará el apoyo técnico y los medios que sean necesarios». 25. El desarrollo de la Disposición Adicional Séptima del Real Decreto-Ley 5/2006, de 9 de junio, para la mejora del crecimiento y del empleo. Las bases normativas para la renovación de la vieja CCNCC están ya puestas a partir del Real Decreto-Ley. Tan sólo falta la suficiente y coordinada voluntad política del Gobierno y de los agentes sociales para llevarla a efecto. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 179 ESTUDIOS RESUMEN 180 El presente estudio toma como punto de partida la Disposición adicional 8ª del Estatuto de los Trabajadores, que configuró a la CCNCC como órgano consultivo no del Estado sino de las partes sociales, y analiza la estructura, composición, funciones y procedimiento de actuación originarios del ente. Más adelante, se reflexiona sobre la primera etapa de la CCNCC, a la que corresponde el RD 2976/1983, de 9 de noviembre, destinado a desarrollar reglamentariamente la citada Disposición adicional 8ª del ET, y que hizo derivar la CCNCC a un órgano consultivo tanto de las partes como de la Administración. La nueva etapa de la institución arranca de la Declaración para el Diálogo Social de 8 de julio de 2004, que se propuso la revalorización de las competencias de la CCNCC, a cuya iniciativa responde el Programa de objetivos y necesidades de la Comisión, adoptado por su Pleno el 16 de diciembre de 2004. En fin, en esa línea de revalorización de competencias se sitúa la Disp. adic. 7ª del RDL 5/2006, para la mejora del crecimiento y del empleo. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 La negociación colectiva «extraestatutaria» JESÚS MARTÍNEZ GIRÓN* PLANTEAMIENTO Y OBJETIVO 1 Tras más de un cuarto de siglo de reflexiones doctrinales y jurisprudenciales orientadas a averiguar lo que sea la negociación colectiva «extraestatutaria»1 , creo que es de justicia reconocer ahora que supuso en su día una marca notable, para la comprensión y enfoque del tema, la promulgación de nuestra sexta Ley de Procedimiento Laboral de 19902. En efecto, sus dos lacónicas afirmaciones relativas a que cabía tramitar a través del proceso laboral especial de conflictos colectivos demandas que versasen sobre interpretación y aplicación de un «Convenio colectivo, cualquiera que sea su eficacia» (Art. 150.1), y a que también cabía impugnar por los trámites de ese mismo pro- * Catedrático de Derecho del Trabajo. Facultad de Derecho. Universidad de A Coruña. 1 Eventualmente incluso, jurídicamente nada, si es que se se postula su naturaleza contra legem (cfr., al respecto, A. MONTOYA MELGAR, «Prólogo» a R.Y. QUINTANILLA NAVARRO, Los convenios colectivos irregulares, CES [Madrid, 1998], pág. 13). Acerca de que la negociación colectiva «al margen de la Ley» se remonta, siempre en España, a mucho antes de 1980 (incluso a la etapa de prohibición pura y dura de la negociación colectiva, por el Fuero del Trabajo de 1938 y la Ley de Reglamentaciones Nacionales de Trabajo de 1942), véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, Los pactos de procedimiento en la negociación colectiva, IELSS (Madrid, 1985), págs. 349 ss. 2 Texto articulado aprobado por Real Decreto Legislativo 521/1990, de 27 abril. ceso laboral especial «un convenio colectivo, cualquiera que sea su eficacia» (Art. 162.1), implicaban la legalización de dicha compleja clase de negociación colectiva3, que dejaba de tener como hasta entonces venía ocurriendo un régimen jurídico de naturaleza única y exclusivamente jurisprudencial (incluidos, por supuesto, algunos importantes pronunciamientos de nuestro Tribunal Constitucional) 4 . Sólo a partir de este momento es cuando nuestra jurisprudencia laboral ordinaria se atreve a afirmar, por ejemplo, que la existencia de semejante clase de convenios colectivos «estaba implícita en el texto del Estatuto de los Trabajadores, al referirse en el artículo 82.3, a los convenios colectivos regulados por esta Ley [ ], expresión que supone reconocer la existencia de convenios colectivos no regulados en el Estatuto»5. «Sin mandato explícito en este punto de la Ley de Bases [de Procedimiento Laboral] de 1989» (cfr. J. MARTÍNEZ GIRÓN, «La negociación colectiva en la Constitución», Cuadernos de Derecho Judicial, vol. V-2003, pág. 59, nota 54). 4 Acerca de estos últimos, véase infra, núm. 12. 5 Por todas, Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 30 noviembre 1998 (Aranzadi 10047), fallada en casación para la unificación de doctrina, Fundamento de Derecho 4º, párrafo 1º. Obviamente, el texto aludido del Estatuto es el texto refundido del mismo aprobado por Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 marzo. 3 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 181 ESTUDIOS 2. La marca en cuestión subrayada por el dato de que los dos recién citados preceptos procesales pasasen a ser reproducidos a la letra en nuestra séptima y actualmente vigente Ley de Procedimiento Laboral de 19956, aunque en sus artículos 151.1 y 163.1 resultó ser, sin embargo, sólo calificable de un mero punto y seguido. Y es que este tema de la negociación colectiva «extraestatutaria», al igual que le ocurrió durante los tres primeros lustros de vigencia del Estatuto de los Trabajadores7, sigue acreditando ser todavía un tema extraordinariamente litigioso y sumamente necesitado de algún tipo de intervención legislativa con seguridad, en el texto actualmente vigente del propio Estatuto de los Trabajadores, que marcase un verdadero y clarificador punto y aparte8. Buena prueba de esta extraordinaria litigiosidad suya, que resultaría temerario desconocer a la hora de abordar el estudio del tema, la suministra el dato de que sólo en lo que va de siglo XXI haya habido al menos cuarenta y cinco pronunciamientos explícitos y de algún modo significativos de la Sala de lo Social de nuestro Tribunal Supremo acerca del fenómeno en cuestión, de los cuales treinta y tres se dictaron resolviendo recursos de casación ordinaria9, y los doce restan- Texto refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 2/1995, de 7 abril. 7 Mientras estuvo vigente la Ley 8/1980, de 10 marzo, aprobando la originaria versión del mismo. 8 Poniendo de relieve mientras no se produzca dicha intervención legislativa que el Estatuto de los Trabajadores seguirá siendo «Ley imperfecta» en materia de negociación colectiva, véase A. ARUFE VARELA, «Los representantes legales o unitarios «extraestatutarios» de los trabajadores», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 127 (2005), pág. 298. 9 Sentencias de 17 enero 2001 (Aranzadi 777), de 31 enero 2001 (Aranzadi 2137), de 1 marzo 2001 (Aranzadi 2829), de 6 junio 2001 (Aranzadi 5490), de 3 julio 2001 (Aranzadi 6479), de 17 julio 2001 (Aranzadi 577 de 2002), de 19 septiembre 2001 (Aranzadi 10021), de 5 febrero 2002 (Aranzadi 3775), de 16 mayo 2002 (Aranzadi 7561), de 3 junio 2002 (Aranzadi 7572), de 18 julio 2002 (Aranzadi 9341), de 26 septiembre 2002 (Aranzadi 10658), de 24 octubre 2002 6 182 tes, al resolver recursos de casación para la unificación de doctrina (indicio este último revelador, a su vez, de las complicaciones del tema en el plano de la suplicación)10. 3. En toda esta masa de jurisprudencia laboral, hay por supuesto novedades incluso alguna sorprendente, que se verán, pero también mucho continuismo y mucha inercia. A mi juicio, lo más lacerante de esta falta de solución de continuidad se refiere a la concretísima faceta del tema sobre el que pretendió incidir y sobre el que explícitamente alude ya la Ley de Procedimiento Laboral, que es justamente la faceta de la eficacia a asignar a este peculiar tipo de convenios colectivos (recuérdese, «convenio colectivo, cualquiera que sea su eficacia»). En efecto, continúa resultando tópica la afirmación jurisprudencial contenida, por ejemplo, en (Aranzadi 458 de 2003), de 21 noviembre 2002 (Aranzadi 509 de 2003), de 27 enero 2003 (Aranzadi 3626), de 18 febrero 2003 (Aranzadi 3372), de 3 junio 2003 (Aranzadi 4893), de 11 septiembre 2003 (Aranzadi 9030), de 25 septiembre 2003 (Aranzadi 8380), de 25 septiembre 2003 (Aranzadi 7210), de 13 noviembre 2003 (Aranzadi 1773 de 2004), de 11 diciembre 2003 (Aranzadi 3268 de 2004), de 29 enero 2004 (Aranzadi 958), de 5 febrero 2004 (Aranzadi 2198), de 7 julio 2004 (Aranzadi 9070), de 15 diciembre 2004 (Aranzadi 2302 de 2005), de 24 febrero 2005 (Aranzadi 2914), de 14 marzo 2005 (Aranzadi 2992), de 18 mayo 2005 (Aranzadi 9654), de 27 junio 2005 (Aranzadi 7325), de 10 octubre 2005 (Aranzadi 8109), de 15 noviembre 2005 (Aranzadi 1300 de 2006) y de 29 noviembre 2005 (Aranzadi 1232 de 2006). 10 Siempre de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, véanse Sentencias de 17 septiembre 2001 (Aranzadi 585 de 2002), de 28 noviembre 2001 (Aranzadi 3746 de 2002), de 11 diciembre 2001 (Aranzadi 2976 de 2002), de 4 enero 2002 (Aranzadi 2211), de 22 marzo 2002 (Aranzadi 3820), de 30 abril 2002 (Aranzadi 6345), de 17 noviembre 2003 (Aranzadi 9094), de 18 noviembre 2003 (Aranzadi 504 de 2004), de 20 noviembre 2003 (Aranzadi 29 de 2004), de 19 enero 2004 (Aranzadi 1685), de 11 febrero 2004 (Aranzadi 2211), de 21 abril 2004 (Aranzadi 4360), de 24 mayo 2004 (Aranzadi 5026), de 8 octubre 2004 (Aranzadi 7687), de 22 noviembre 2004 (Aranzadi 1223 de 2005), de 10 febrero 2005 (Aranzadi 3677) y de 26 diciembre 2005 (Aranzadi 1420 de 2006). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS MARTÍNEZ GIRÓN una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 18 noviembre 200311, fallada en casación para la unificación de doctrina relativa a que «la doctrina de esta Sala ha admitido la figura del convenio colectivo extraestatutario, pero esto no significa que este tipo de convenio colectivo tenga la misma eficacia que el convenio estatutario»12, pues «mientras el convenio estatutario tiene eficacia personal general y eficacia jurídica normativa, el convenio extraestatutario tiene sólo una eficacia personal limitada y una eficacia jurídica contractual»13, por lo que «estos dos tipos de convenios no son, por tanto, instrumentos de regulación que puedan equipararse»14. Desmontar esta tópica afirmación jurisprudencial que indiscriminadamente afirma la eficacia limitada e indiscriminadamente niega la eficacia normativa, respecto de todo tipo de convenios colectivos «extraestatutarios» constituye justamente el objetivo del presente trabajo. Como enseguida se comprobará, el error del tópico radica en prescindir del dato de que la negociación colectiva «extraestatutaria» es sólo un género, que cobija muy distintas especies de convenios colectivos «extraestatutarios». del Estatuto de los Trabajadores (rotulado, como se sabe, «De la negociación y de los convenios colectivos»). En efecto, el propio Estatuto de los Trabajadores se refiere a la variadísima gama de convenios colectivos integrados en el género de la negociación colectiva estatutaria, afirmando respecto de todos ellos que se trata de «los convenios colectivos regulados en el Título III de la presente Ley»15 o, también, que cualquiera de ellos es «un convenio colectivo de los previstos en este Título III»16, mientras que la Ley de Procedimiento Laboral en la misma línea indica, por su parte, que el convenio colectivo estatutario es precisamente «un convenio colectivo de los regulados en el Título III del texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores»17. De ahí, también, la tópica afirmación jurisprudencial contenida, por ejemplo, en una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 29 noviembre 200518, fallada en casación ordinaria, a la que en principio nada se puede objetar, relativa a que un convenio colectivo «tiene naturaleza extraestatutaria por no haber sido negociado y concluido de acuerdo con las reglas del Título III del Estatuto de los Trabajadores»19. LOS TRES ELEMENTOS CONFIGURADORES DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS ESTATUTARIOS 5. Por supuesto, los artículos 82 a 92 del Estatuto de los Trabajadores que son los preceptos que conforman su Título III contienen multitud de reglas, tanto imperativas o de ius cogens como meramente dispositivas. Pero es claro separando el trigo de la paja que de ellas las verdaderamente esenciales resultan ser las relativas a la legitimación, a la tramitación y como precitado de dichas dos premisas a la eficacia, de modo que sólo los convenios colectivos que cumplan las reglas relativas a estos tres elementos configuradores, contenidas todas en di- 4. Evidentemente, la negociación colectiva «extraestatutaria» constituye un género contrapuesto como tal a otro género distinto, que es el representado por la negociación colectiva estatutaria, marcando la línea divisoria entre ambos así lo indican tanto la legislación laboral sustantiva como la legislación laboral adjetiva el dato de su regulación o no al margen de lo dispuesto en el Título III 15 11 12 13 14 Aranzadi 504 de 2004. Fundamento de Derecho 2º, párrafo 2º. Ibidem. Ibidem. 16 17 18 19 Artículo 41.2, párrafo 3º. Artículo 92.2, párrafo 1º. Artículo 161.1. Aranzadi 1232 de 2006. Fundamento de Derecho 7º, párrafo último. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 183 ESTUDIOS cho Título III, podrán ser calificados como verdaderos convenios colectivos estatutarios. Permite efectuar esta reconducción, de un lado, el artículo 91 del Estatuto de los Trabajadores que menciona con acribia los tres elementos citados, al indicar que «el acuerdo logrado a través de la mediación y el laudo arbitral tendrán la eficacia jurídica y tramitación de los convenios colectivos regulados en la presente ley, siempre que quienes hubiesen adoptado el acuerdo o suscrito el compromiso arbitral tuviesen la legitimación que les permita acordar, en el ámbito del conflicto, un convenio colectivo conforme a lo previsto en los artículos 87, 88 y 89 de esta ley»20; pero también, de otro lado, la Ley de Procedimiento Laboral aunque aquí con menos acribia, al afirmar que «lo acordado en conciliación tendrá la misma eficacia atribuida a los convenios colectivos por el artículo 82 del texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, siempre que las partes que concilien ostenten la legitimación y adopten el acuerdo conforme a los requisitos (obviamente referidos a la tramitación) exigidos por la citada norma»21. 6. Sobre esta base, resulta evidente que lo que falla en los convenios colectivos pertenecientes al género de la negociación colectiva «extraestatutaria» necesariamente tendrá que ver con esos tres elementos configuradores de los verdaderos convenios colectivos estatutarios, bien porque se negocian por sujetos sin toda la legitimación requerida por el Título III del Estatuto de los Trabajadores, bien porque se negocian sin observar todos los trámites procedimentales regulados por ese mismo Título, bien porque carecen de toda la eficacia normativa propia de los convenios colectivos regulados al amparo del Título estatutario en cuestión. No siempre tienen por qué faltar simultáneamente, sin embargo, los tres elementos citados; y por ello mismo, existe una variadísima tipología de con- 20 21 184 Párrafo 3º. Artículo 154.2, inciso 1º. venios colectivos «extraestatutarios», que parece que sólo puede ser clasificada utilizando como criterio taxonómico precisamente el del concreto elemento caracterizante que falta22. Desde esta perspectiva, cabe hablar como inmediatamente se comprobará de convenios colectivos «extraestatutarios» en los que falta un solo elemento, de convenios colectivos «extraestatutarios» en los que faltan dos elementos y, por último, de convenios colectivos «extraestatutarios» en los que faltan los tres elementos configuradores de los verdaderos convenios colectivos estatutarios. LOS CONVENIOS COLECTIVOS «EXTRAESTATUTARIOS» EN LOS QUE FALLA UNO SOLO DE LOS ELEMENTOS CONFIGURADORES DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS ESTATUTARIOS 7. Indudablemente, los convenios colectivos «extraestatutarios» más jurídicamente próximos a los convenios colectivos estatutarios son los usualmente denominados «acuerdos o pactos» colectivos «de empresa»23. Como se sabe, aparecen mencionados en muy diversos preceptos del propio Estatuto de los Trabajadores, especialmente en su Título I, habiéndose multiplicado en él las alusiones a los mismos sobre todo a partir de 1994, lo que la jurisprudencia laboral expresamente reconoce, afirmando que «el propio Estatuto de los Trabajadores, sobre todo a partir de la reforma operada en dicha norma por la Ley 11/1994, remite a esta negociación en el marco de la empresa [ ], lo que ha supuesto un auténtico relanzamiento de estos acuerdos»24. Para este planteamiento del tema, véase J. MARTÍGIRÓN, A. ARUFE VARELA y X.M. CARRIL VÁZQUEZ, Derecho del Trabajo, 1ª edición, Netbiblo (A Coruña, 2004), pág. 431. 23 Sobre ellos, ibidem, págs. 436 ss. 24 Por todas, Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de 26 febre22 NEZ REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS MARTÍNEZ GIRÓN En cualquier caso, las referencias que el Estatuto de los Trabajadores efectúa a estos acuerdos o pactos colectivos no tienen ningún carácter exhaustivo, probándolo contundentemente el dato de que más referencias expresas a los mismos aparezcan asimismo contenidas en la Ley de Procedimiento Laboral25 e, incluso, en normas de naturaleza reglamentaria.26 8. Se trata de acuerdos o pactos colectivos en los que lo que falla es la tramitación legalmente prevista por el Título III del Estatuto de los Trabajadores para la negociación de los convenios colectivos estatutarios, lo que explica su usual falta de publicación precisamente porque no se observó la tramitación estatutaria en ningún tipo de periódico oficial. Para la jurisprudencia laboral, este dato resulta suficientemente revelador de su indiscutible naturaleza «extraestatutaria», afirmándose a este respecto, por ejemplo, que si el pacto en cuestión «carece, [ ] sin necesidad de ahondar más, del requisito último de su publicación», no queda más remedio que afirmar «su calidad de convenio colectivo extraestatutario»27. Ahora bien, a pesar de este fallo, se negocian y acuerdan con la empresa por las representaciones legales o sindicales de los trabajadores acreditadas ante ella, con toda la legitimación que para negociar verdaderos convenios colectivos estatutarios de empresa imponen los artículos 87.1 y 88.1 del Estatuto de los Trabajadores, lo que explica que la jurisprudencia laboral a propósito siempre de este concreto tipo de convenios colectivos «extraestatutarios» no ro 2004 (Aranzadi 553), Fundamento de Derecho 3º, párrafo 3º. 25 Cfr., por ejemplo, artículo 125.a) de la Ley de Procedimiento Laboral. 26 Cfr., por ejemplo, artículos 7, 22.2 y 23.2 del Real Decreto 1561/1995, de 21 septiembre, sobre jornadas especiales de trabajo. 27 Todas estas afirmaciones, por ejemplo, en Sentencia de la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional de 11 octubre 2005 (Aranzadi 612 de 2006), Fundamento de Derecho 3º, párrafo 2º. haya tenido más remedio que reconocer que su eficacia ni era sólo meramente obligacional ni tampoco meramente limitada. 9. Acerca de esto último la jurisprudencia laboral es constante, afirmándose al respecto de dicha eficacia, por ejemplo: 1) en Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Galicia de 3 marzo 199428, que los acuerdos o pactos colectivos empresariales «despliegan una eficacia general o erga omnes, dado que la Ley atribuye a tales órganos esto es, a los comités de empresa o delegados de personal una representación del conjunto de los trabajadores en la empresa o en el centro de trabajo para la defensa de sus intereses, y pese a que dichos Convenios sean celebrados sin los requisitos procedimentales del Estatuto de los Trabajadores, obligan a la totalidad de los trabajadores representados»29; 2) en Sentencia de la Sala de lo Social de Las Palmas del Tribunal Superior de Justicia de Canarias de 20 febrero 200230, en idéntico sentido, que «en el supuesto que nos ocupa el Acuerdo de Cierre del proceso de homologación se concertó con el Comité de empresa, titular social del derecho a la negociación colectiva, y su eficacia personal ha de ser general o erga omnes [ ] con independencia de que el Acuerdo fuera celebrado sin los requisitos procedimentales que el Estatuto de los Trabajadores exige»31; y 3) en Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de 26 febrero 200432, que «estos acuerdos o pactos de empresa no van a ser, normalmente, auténticos convenios colectivos estatutarios»33 cabiendo «referir solamente, a efectos meramente ejemplificativos, la falta de [ ] los requisitos de remisión a la Autoridad laboral y posterior publicación oficial 28 29 30 31 32 33 Aranzadi 895. Fundamento de Derecho 2º, párrafo 2º. Aranzadi 2582. Fundamento de Derecho 3º, párrafo 3º. Aranzadi 553. Fundamento de Derecho 3º, párrafo 4º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 185 ESTUDIOS del mismo»34, aunque sin perjuicio de su eficacia «general en la mayoría de los casos»35, siempre que «los mismos se hayan logrado con la conformidad de la mayoría de la representación de los trabajadores»36. 10. Supuesta esta eficacia suya, la Sala de lo Social del Tribunal Supremo ha confirmado, además, que cabe incluso en el supuesto de hecho contemplado por el artículo 41.2, párrafo 3º, del Estatuto de los Trabajadores que este peculiar tipo de convenios colectivos «extraestatutarios» llegue a empeorar incluso la regulación contenida en un verdadero convenio colectivo estatutario, en cuyo caso no queda más remedio que hablar al igual que ocurre en la hipótesis de la negociación colectiva estatutaria de que también cabe, al menos en el supuesto de hecho contemplado por dicho importante precepto, la existencia de una negociación colectiva «extraestatutaria» regresiva37. Sobre el tema, la resolución clave es una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 11 mayo 200438, fallada en casación ordinaria39. En ella, partiendo de la base de que el citado precepto del Estatuto de los Trabajadores «facilita la modificación mediante acuerdos colectivos de empresa pactados con los representantes de los trabajadores de determinadas condiciones de trabajo «horario», «régimen de trabajo a turnos», «sistema de remuneración», «sistema de trabajo y rendimiento» establecidas en convenios colectivos de eficacia general de ámbito supraempresarial»40, rotundamente se concluye: 1) que el concreto precepto estatutario en cuestión «es [ ] una norma especial Ibidem, párrafo 7º. Ibidem, párrafo 5º. 36 Ibidem. 37 Véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, A. ARUFE VARELA y X.M. CARRIL VÁZQUEZ, Derecho del Trabajo, 1ª edición, cit., pág. 39. 38 Aranzadi 5157. 39 Téngase en cuenta que esta Sentencia cuenta con un voto particular, firmado por sólo uno de los magistrados que formaban Sala. 40 Fundamento de Derecho 4º, párrafo 2º. 34 35 186 de concurrencia de regulaciones colectivas, que, al permitir la modificación de las disposiciones de los convenios colectivos del Título III del Estatuto de los Trabajadores por acuerdos de empresa, otorga a éstos preferencia aplicativa sobre aquéllos»41; 2) que «no hay duda de que [ ] el acuerdo colectivo [ ] negociado entre la dirección y el comité de empresa, en cuanto que contiene diversas disposiciones sobre complementos salariales (plus de nocturnidad, incentivos, plus de penosidad), afecta a la estructura salarial o «sistema de remuneración» en la empresa»42; y 3) que «aun en la hipótesis de que el tantas veces citado acuerdo de empresa haya introducido una modificación peyorativa en el artículo 22 del convenio colectivo»43 que «es un convenio sectorial estatutario de los regulados en el Título III del Estatuto de los Trabajadores»44, «tal modificación es lícita y entra dentro de las competencias atribuidas a los sujetos de la negociación colectiva a nivel de empresa»45. 11. No es del todo idéntica, sin embargo, la eficacia general o erga omnes que posee este concreto tipo de convenios colectivos «extraestatutarios» y la que el Estatuto de los Trabajadores asigna a los convenios colectivos regulados al amparo de su Título III. En efecto, sólo estos últimos se benefician de la prórroga automática o «ultraactividad» de su eficacia que regula ahora el párrafo 2º del artículo 86.3 del Estatuto de los Trabajadores, de manera que el convenio colectivo «extraestatutario» cesa automáticamente de producir efectos, una vez transcurrido el período de vigencia que las partes del mismo hubiesen acordado. A propósito siempre de estos acuerdos o pactos colectivos «extraestatutarios» de empresa dotados de eficacia general, se trata de un tema sobre el que viene insistiendo rei- 41 42 43 44 45 Ibidem. Ibidem, párrafo 3º. I bidem, párrafo 4º. Ibidem, párrafo 3º. Ibidem, párrafo 4º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS MARTÍNEZ GIRÓN teradísima jurisprudencia laboral aun cuando se tratase de un pacto colectivo «extraestatutario» de empresa que «se lleva firmando desde hace más de 20 años»46, posterior a una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 25 enero 199947, fallada en casación para la unificación de doctrina, en la que rotundamente se concluye que «la ultra actividad de los convenios colectivos, establecida en el artículo 86.3 del Estatuto de los Trabajadores respecto a las cláusulas normativas de Convenio ya vencido, sólo es predicable respecto de los que hayan sido negociados y concluidos con los requisitos y trámites establecidos en el Título III del propio Cuerpo legal»48, no cabiendo su pervivencia aun en la hipótesis de que el pacto de empresa mejorase las condiciones del convenio estatutario sectorial ni siquiera a título de condición más beneficiosa adquirida, pues «no podría producirse el nacimiento de esta condición más beneficiosa cuando los complementos salariales devengados por los trabajadores eran consecuencia de un pacto (colectivo «extraestatutario»), suscrito en el ejercicio de la libre autonomía de la voluntad, que expresamente preveía su duración temporal, sin que hubiera razón alguna para mantenerlo después de haber expirado, en contra de lo pactado»49. LOS CONVENIOS COLECTIVOS «EXTRAESTATURARIOS» EN LOS QUE FALLAN DOS DE LOS ELEMENTOS CONFIGURADORES DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS ESTATUTARIOS 12. Los convenios colectivos «extraestatutarios» que se estipulan como consecuencia 46 Al respecto, véase Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de 7 marzo 2006 (Aranzadi JUR 131455), Fundamento de Derecho 4º, párrafo 4º. 47 Aranzadi 896. 48 Fundamento de Derecho 2º, párrafo 3º. 49 Ibidem. del fracaso de la negociación de los convenios colectivos estatutarios son, sin duda, los que poseen un parecido más acusado con estos últimos, al menos desde el punto de vista formal (esto es, si se atiende sólo al parecido externo entre ambos). Constituyen, por ello mismo, la especie más llamativa dentro del género de la negociación colectiva «extraestatutaria» lo que explica que tantas y tantas veces se identifique esta concreta especie con el propio género50, apareciendo registrado con toda precisión este segundo supuesto de hecho en la Sentencia del Tribunal Constitucional 108/1989, de 8 junio 51, usualmente considerada como el detonante que forzó la legalización de los convenios colectivos «extraestatutarios» en los dos preceptos de la Ley de Procedimiento Laboral, que antes se mencionaron52. En efecto, en esta importante sentencia se afirma, respecto del supuesto de hecho que enjuiciaba, todo lo si- 50 Al respecto, véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, A. ARUFE VARELA y X.M. CARRIL VÁZQUEZ, Derecho del Trabajo, 1ª edición, cit., págs. 432 ss. 51 Aranzadi Constitucional 108. 52 Al respecto, véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, «La negociación colectiva en la Constitución», cit., pág. 56. El tema lo había condicionado decisivamente la Sentencia del Tribunal Constitucional 98/1985, de 29 julio (Aranzadi Constitucional 98), resolutoria de los tres recursos previos de inconstitucionalidad planteados contra el en su día «Proyecto de Ley Orgánica de Libertad Sindical». Y es que en ella, al efecto de no desdecir la jurisprudencia constitucional previa acerca de la negociación colectiva como contenido esencial de la libertad sindical, se sentó explícitamente la siguiente doctrina: 1) frente al reproche, a propósito de los sindicatos de funcionarios todavía no se había promulgado la Ley 9/1987, de 12 junio, de que el Proyecto resultaba inconstitucional «por no garantizarse a todo sindicato el derecho de negociación colectiva» (cfr. Fundamento Jurídico 3º, párrafo 1º), que cabía perfectamente «una negociación común de eficacia limitada» (ibidem, párrafo 3º); y 2) frente al reproche de que se reservaba la negociación en los términos regulados por el Estatuto de los Trabajadores sólo a determinados sindicatos, que resultaba justificable esa «limitación a quienes ostentan una mínima representatividad, teniendo en cuenta que la negociación de eficacia reducida se reconoce a todo sindicato» (cfr. Fundamento Jurídico 10º, párrafo 2º). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 187 ESTUDIOS guiente: 1) que «el Convenio en cuestión» que era un convenio colectivo «extraestatutario» de ámbito sectorial nació «en el contexto de las conversaciones preliminares para la negociación del Convenio (sectorial) de eficacia general»53; 2) que «si la mesa negociadora (del convenio de eficacia general frustrado) no llegó a constituirse formalmente no fue como consecuencia de fraude o acto de fuerza, sino resultado de la discrepancia existente entre los dos sindicatos predominantes en el sector (aunque con muy distinta implantación)»54; y 3) que «el desarrollo de la negociación colectiva en el sector demuestra que se trata de un episodio simplemente ocasional, puesto que, según se deduce de las actuaciones, tanto el año anterior como el subsiguiente la Federación recurrente pactó el convenio colectivo de eficacia general, incluso aceptando las cláusulas que habían sido contenidas en el convenio («extraestatutario» impugnado)»55. 13. Pues bien, sobre esta base, el Tribunal Constitucional constató aquí que había fallado la legitimación exigida por los artículos 87 y 88 del Estatuto de los Trabajadores para negociar un convenio colectivo regulado por el Título III del mismo y, como consecuencia de ello, que no podía asignarse al convenio concluido la eficacia general o erga omnes contemplada en el artículo 82 del propio Estatuto, indicando al respecto que «el carácter estatutario o no del convenio es simple consecuencia de que se cumplan o no los requisitos de mayoría representativa que el Estatuto de los Trabajadores exige para la regularidad del convenio colectivo, al que se otorga en este caso un plus de eficacia, por el carácter erga omnes del llamado convenio colectivo estatutario»56. No había fallado, en cambio, la tramitación evidenciada por el dato de la publicación en el correspondiente 53 54 55 56 188 Fundamento Jurídico 2º, párrafo 6º. Ibidem. Ibidem, párrafo 7º. Fundamento Jurídico 2º, párrafo 2º. periódico oficial del convenio colectivo «extraestatutario» en cuestión, pues en la propia Sentencia se declara hecho probado que se llegó «a un acuerdo entre las partes, que se publicó en el «Boletín Oficial de la Comunidad», denominado pacto de eficacia limitada del sector para 1986»57. Por lo demás, la pretensión de registrar administrativamente y publicar oficialmente este otro gran tipo de convenios «extraestatutarios» se ve favorecida por el dato de que no quepa, según incontrovertida jurisprudencia laboral posterior a 1990, que la autoridad laboral impugne de oficio la ilegalidad o lesividad de los mismos, dado que como afirma, por ejemplo, una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 4 diciembre 200058, fallada en casación ordinaria «la modalidad procesal de impugnación de oficio de convenios colectivos prevista en [ ] la Ley Procesal (Laboral) no es la adecuada para combatir el Acuerdo («extraestatutario») de mérito, pues se trata de cauce reservado exclusivamente para la impugnación de los «convenios colectivos regulados en el Título III de la Ley del Estatuto de los Trabajadores», o lo que es igual los conocidos como convenios colectivos estatutarios»59, aunque «sin perjuicio de que las partes interesadas y legitimadas, puedan ejercer las acciones que estimen oportuno frente al Acuerdo [ ] por la vía del artículo 163 de la Ley de Procedimiento Laboral que permite la impugnación directa de los Convenios Colectivos cualquiera que sea su eficacia»60. 14. Evidentemente, frente a los convenios colectivos «extraestatutarios» de eficacia general de que antes se trató, es a esta otra especie de los mismos a la que sí parece, en cambio, calzarle como un guante la tópica afirmación jurisprudencial, también antes mencionada, relativa a que «mientras el con- 57 58 59 60 Cfr. Antecedente de Hecho 2º, apartado b). Aranzadi 2055 de 2001. Fundamento de Derecho 7º, párrafo 1º. Ibidem. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS MARTÍNEZ GIRÓN venio estatutario tiene eficacia personal general y eficacia jurídica normativa, el convenio extraestatutario tiene sólo una eficacia personal limitada y una eficacia jurídica contractual»61. Este tópico, allí donde niega toda eficacia normativa incluso limitada a los convenios colectivos «extraestatutarios», parece haber sido apuntalado por una reciente y sorprendente Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 18 febrero 200362, fallada en casación ordinaria. En ella, a propósito de las relaciones entre convenios colectivos estatutarios y «extraestatutarios», teniendo a la vista uno «extraestatutario» de ámbito sectorial que había sido publicado en el BOE63 y supuesto, según ella, que los segundos «no tienen fuerza normativa, sino únicamente obligacional entre quienes los conciertan y sus representados»64, se concluye todo lo siguiente: 1) «si esto es así, en el orden jerárquico de la relación laboral previsto en el artículo 3 del Estatuto de los Trabajadores, el puesto que corresponde al pacto colectivo extraestatutario será sin duda el tercero, es decir, después de las normas legales y reglamentarias y de los convenios colectivos de eficacia general, situándose al mismo nivel que el contrato de trabajo, aunque su ámbito subjetivo no sea individual propiamente dicho»65; 2) «la conclusión que se obtiene de este razonamiento es que el pacto extraestatutario no puede contradecir las cláusulas del convenio colectivo de eficacia general, en perjuicio de los trabajadores»66; y 3) produciéndose esta contradicción y descartada la posibilidad de recurrir a una posible comparación en conjunto y en cómputo anual de ambos tipos de convenios67, lo procedente para obtener la nuli- Véase supra, núm. 3. Aranzadi 3372. 63 Cfr. Antecedente de Hecho 1º, apartado IV. 64 Cfr. Fundamento de Derecho 7º, párrafo 2º. 65 Ibidem. 66 Fundamento de Derecho 8º, párrafo 1º. 67 Acerca de la jurisprudencia laboral anterior ahora rectificada (que sí admitía, en cambio, la tesis del «con61 62 dad parcial del convenio colectivo «extraestatutario» era, siempre según esta Sentencia, aplicar «cuanto dispone el artículo 9.1 del Estatuto de los Trabajadores, que desarrolla y complementa en cierto sentido el artículo 3 de la propia Ley»68. 15. Esta brutal y forzadísima reconducción de los convenios colectivos «extraestatutarios» de eficacia limitada al régimen jurídico del contrato individual de trabajo no puede, sin embargo, empañar la evidencia de que los convenios de dicha clase son contratos, sí, pero con toda su «alma de ley» de que hablaba F. Carnelutti69 y, por tanto, con globamento»), exhaustivo, véase A. ARUFE VARELA, La denuncia del convenio colectivo, Civitas (Madrid, 2000), págs. 210 ss. 68 Fundamento de Derecho 9º. Esta doctrina fue reiterada, poco después, por una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 11 septiembre 2003 (Aranzadi 9030), en la que también se afirma que «es claro que un pacto de eficacia limitada no puede prevalecer ni contradecir los derechos fundamentales, ni las disposiciones de un convenio colectivo estatutario, por razones de jerarquía, al igual que no puede hacerlo el contrato de trabajo individual [ ], de modo que carecen de virtualidad en lo que respecta a las cláusulas y condiciones que impliquen, en perjuicio de los trabajadores, posiciones menos favorables que las establecidas en disposiciones de superior rango, legales, reglamentarias o convencionales, y eso es justamente lo que se dice en el artículo 3.1.c)» [Fundamento de Derecho 3º, apartado 4)]; y todo ello, al efecto de concluir que «en el caso presente el pacto extraestatutario respeta el contenido general de las condiciones de trabajo establecido en los Convenios Colectivos estatutarios y su objeto es negociar y pactar ciertas mejoras salariales, por encima del Convenio Colectivo, a cuyo efecto la voluntad colectiva ha instrumentado una representatividad no referida a la generalidad de la plantilla, sino a la rama de la misma destinataria del pacto, sin que se haya acreditado que la representatividad así establecida incurra en discriminación; y no se produce lesión de la libertad sindical con este proceder, porque el acuerdo colectivo tendrá eficacia limitada y no impediría en su momento abrir la negociación colectiva sobre los puntos litigiosos» (ibidem). 69 «Il contratto collettivo è un ibrido, che ha il corpo del contratto e lanima della legge» (cfr. su Teoria del regolamento collettivo dei rapporti di lavoro, 1ª edición, Cedam (Padua, 1928), pág. 108). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 189 ESTUDIOS verdadera eficacia normativa de lo contrario, no podrían ser llamados «convenios colectivos», aunque se trate de una eficacia normativa limitada. De ahí el automatismo de su aplicación a los afiliados a los sujetos colectivos que los pactan70, frente a la necesidad de «adhesión» individual por parte de los no afiliados, si es que también pretendiesen quedar comprendidos dentro de su ámbito71. Y este automatismo, inexplicable sólo con el nudo amparo del tenor del artículo 1257 del Código Civil los afiliados al sindicato pactante no son ni «herederos» suyos, ni tampoco «terceros» o del nudo vínculo asociativo entre sindicato y afiliados recuérdese, a este respecto, «el gráficamente llamado principio de la «doble pertenencia», pues requiere que tanto la empresa como los trabajadores estén representados por quienes participan en la mesa negociadora»72, sólo es jurídicamente posible por causa del amparo que el artículo 37.1 de la Constitución otorga al fenómeno, debiendo recordarse siempre sobre la base de que tales pactos colectivos «se encuentran amparados por el artículo 37 CE»73 que la Sentencia del Tribunal Constitucional núm. 58/1985, de 30 abril 74, declaró sin efectuar distingos de ningún tipo que «la garantía constitucional de la fuerza vinculante implica, en su versión primera y 70 Rotunda al respecto, por ejemplo, véase Sentencia de la Sala de lo Social de Valladolid del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León de 13 marzo 2006 (Aranzadi JUR 110264). 71 Sobre las diversas modalidades de dicha «adhesión», últimamente, véase Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Galicia de 30 junio 2004 (Aranzadi 2526), y las que cita. Un tratamiento doctrinal impecable del tema, en F.J. GÓMEZ ABELLEIRA, La adhesión al convenio colectivo, EGAP (Santiago de Compostela, 1997), págs. 535 ss. 72 Por todas, Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de 8 julio 2003 (Aranzadi JUR 260262), Fundamento de Derecho único, párrafo 3º. 73 Por todas, Sentencia del Tribunal Constitucional 121/2001, de 4 junio (Aranzadi Constitucional 121), Fundamento Jurídico 5º, párrafo 3º. 74 Aranzadi Constitucional 58. 190 esencial, la atribución a los Convenios Colectivos de una eficacia jurídica en virtud de la cual el contenido normativo de aquéllos se impone a las relaciones individuales de trabajo incluidas en sus ámbitos de aplicación de manera automática, sin precisar el auxilio de técnicas de contractualización ni necesitar el complemento de voluntades individuales»75. Nada distinto, en definitiva, a lo que ocurre en la Europa continental que nos rodea. En efecto, recuérdese ¿también como argumento de autoridad? que los convenios colectivos alemanes poseen eficacia limitada 76, lo que no impide que el mismísimo Código Civil alemán hable, con absoluta naturalidad y sin ningún escándalo, de «los derechos y deberes [ ] regulados por medio de las normas jurídicas de un convenio colectivo (durch Rechtsnormen eines Tarifvertrags)»77. 16. Téngase en cuenta, además, que en este concreto tipo de convenios colectivos «extraestatutarios» resulta perfectamente posible distinguir su eficacia normativa limitada y su eficacia estrictamente contractual u obligacional, asimismo limitada. En efecto, frente a la prohibición contenida en el artículo 2 del Real Decreto-Ley 17/1977, de 4 marzo, sobre relaciones de trabajo según el cual, recuérdese, «son nulos los pactos establecidos en contratos individuales de trabajo que contengan la renuncia o cualquier otra restricción al derecho de huelga» 78, lo evidencia el dato de que sí quepa, en cambio, pactar cláusulas de renuncia al ejercicio del Fundamento Jurídico 3º, párrafo 3º. Últimamente, véase O.E. KEMPEN y U. ZACHERT, Tarifvertragsgesetz, 4ª ed., Bund-Verlag (Frankfurt a.M., 2006), págs. 801 ss. 77 Parágrafo 613a [relativo a «Derechos y deberes en la transmisión de empresa (Rechte und Pflichten bei Betriebsübergang»)]. 78 Acerca de la constitucionalidad del artículo 8.1 de la propia norma, allí donde afirma que «los Convenios Colectivos podrán establecer [ ] la renuncia, durante su vigencia, al ejercicio de tal derecho», véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, A. ARUFE VARELA y X.M. CARRIL VÁZQUEZ, Derecho del Trabajo, 1ª edición, cit., pág. 444. 75 76 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS MARTÍNEZ GIRÓN derecho de huelga en esta clase de convenios colectivos «extraestatutarios» de eficacia limitada. Así lo sancionó una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 1 marzo 200179, fallada en casación ordinaria80, concluyendo que «no hay infracción del artículo 28-2 de la Constitución Española por el hecho de pactarse la paz social en ese Convenio extraestatutario»81, pues «es cierto que en ningún precepto material en el ámbito del ordenamiento jurídico, está previsto ese tipo de cláusulas en los Convenios extraestatutarios pero tampoco existe precepto que los prohíba, por lo cual, no hay razón alguna para negar su validez de acuerdo con el artículo 1257 del Código Civil; aparte de que su eficacia está limitada a las partes firmantes del mismo y en el tiempo, vinculando sólo en cuanto a las materias acordadas»82. 17. En cualquier caso, es clara la prevención con que la jurisprudencia laboral aborda últimamente los asuntos relativos a los convenios colectivos «extraestatutarios» de eficacia limitada, seguramente por causa de su totalmente precario tratamiento normativo a pesar de tratarse de una realidad social tan extendida en el plano de la legislación laboral ordinaria, que lleva a impedir aplicarles las reglas del Título III del Estatuto de los Trabajadores sobre el deber legal de negociar83, so- bre la ultraactividad84 o sobre la prohibición de concurrencia de convenios colectivos 85. Lo prueba el hecho de que, en ocasiones, se interprete restrictivamente incluso la nuda expresión legal «convenio colectivo», al efecto de impedir asimismo que el concreto precepto legal que la contiene comprenda también esta concreta especie de convenios colectivos «extraestatutarios». En este sentido, resulta paradigmática una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 18 noviembre 200386, fallada en casación para la unificación de doctrina, en la que se afirma que «cuando la Ley contempla un efecto tan excepcional como el desplazamiento de una norma legal por una norma convencional que permite el artículo 15.1.b) del Estatuto de los Trabajadores (a propósito de la modalización del régimen del contrato de trabajo eventual por medio de «convenio colectivo sectorial»), hay que entender que se está refiriendo a un desplazamiento que tiene que realizarse necesariamente a través de un convenio estatutario, que es el único que garantiza tanto la representatividad de los sujetos negociadores que acuerdan una medida de tanta trascendencia, como la eficacia general y normativa de la regla que ha de sustituir a la regulación legal»87. Últimamente, por ejemplo, véase Sentencia de la Sala de lo Social de Las Palmas del Tribunal Superior de Justicia de Canarias de 30 enero 2004 (Aranzadi JUR 107112). 85 Últimamente, por ejemplo, véase Sentencia de la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional de 5 julio 2005 (Aranzadi 2860). 86 Aranzadi 504 de 2004. 87 Fundamento de Derecho 2º, párrafo 2º. Apoyándose en esta doctrina, una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de 13 septiembre 2005 (Aranzadi 3404) afirma, por su parte, que «esta Sala no puede desconocer que la disposición transitoria única de la Ley 14/2005, de 1 julio, reconoce validez a las cláusulas de los convenios colectivos celebrados con anterioridad al 3 de julio de 2005 en las que se hubiera pactado la extinción del contrato de trabajo por el cumplimiento por el trabajador de la edad ordinaria de jubilación, siempre que garanticen su acceso a la pensión de jubilación, con el 84 Aranzadi 2829. Sobre ella, véase A. ARUFE VARELA, «Un supuesto típico de sucesión, por convenio colectivo extraestatutario, de un convenio colectivo estatutario denunciado y vencido», Actualidad Laboral, núm. 29 (2002), págs. 629 ss. 81 Fundamento de Derecho 6º. La cláusula de paz en cuestión afirmaba lo siguiente: «durante el período de vigencia del presente Convenio Colectivo, no podrán convocarse ni secundarse huelgas que tengan por objeto cualquiera de las materias tratadas en este Convenio Colectivo, salvo su incumplimiento por parte de la Empresa» (cfr. Antecedente de Hecho 3º, apartado V). 82 Fundamento de Derecho 6º. 83 Ultimamente, por ejemplo, véase Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Galicia de 13 febrero 2004 (Aranzadi JUR 177601). 79 80 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 191 ESTUDIOS LOS CONVENIOS COLECTIVOS «EXTRAESTATURARIOS» EN LOS QUE FALLAN LOS TRES ELEMENTOS CONFIGURADORES DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS ESTATUTARIOS 18. En fin, la especie más precaria a incluir, asimismo, en el género de la negociación colectiva «extraestatutaria» es, sin ningún género de dudas al respecto, la representada por aquellos convenios colectivos en los que simultáneamente fallan la legitimación, la tramitación y la eficacia configuradoras de los convenios colectivos estatutarios 88. Se trata de una realidad forzada por el hecho de que el Título II del Estatuto de los Trabajadores sólo concibe la existencia de representantes legales o unitarios de los trabaja- añadido de que esta previsión no afectará a las situaciones jurídicas que hubieran ganado firmeza antes de la entrada en vigor de la Ley», pero «aun dejando al margen las dudas que suscita tal disposición, la misma no resulta aplicable en el presente caso, por una doble razón: a) la nueva Ley circunscribe tanto su contenido autorizatorio pro futuro, como convalidatorio, a los «convenios colectivos», en lugar de a la «negociación colectiva», como sucedía en la anterior redacción de la Disposición Adicional, lo que pone de relieve un claro propósito del legislador de restringir la posibilidad de inclusión de estas cláusulas a los convenios colectivos regulados en el Texto Legal en el que se reintroduce aquella Disposición, que son los únicos que garantizan tanto la representatividad de los sujetos negociadores que acuerdan una medida de tanta trascendencia, como la eficacia general y normativa de la cláusula que limita el derecho individual al trabajo, lo que entraña una prohibición implícita de pactarla en acuerdos extraestatutarios; b) a diferencia de la anterior regulación, la actualmente en vigor sólo concede validez, también a ambos efectos, a las cláusulas convencionales que impongan la obligatoriedad de la jubilación cuando el trabajador cumpla la edad ordinaria, establecida en 65 años, lo que excluye la posibilidad de pactar jubilaciones forzosas anticipadas» (cfr. su Fundamento de Derecho 3º, párrafo 8º). 88 Sobre el tema, véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, A. ARUFE VARELA y X.M. CARRIL VÁZQUEZ, Derecho del Trabajo, 1ª edición, cit., págs. 438-439. 192 dores precisamente en empresas de seis o más trabajadores, de donde que no pueda haber sujetos legitimados para negociar un convenio colectivo estatutario de ámbito empresarial del lado de los trabajadores en empresas que cuenten con un censo laboral menor (por ejemplo, de sólo cinco trabajadores). A pesar de ello, la necesidad de que en estas «microempresas» tengan que realizarse tareas de representación y gestión de los intereses colectivos del conjunto de los trabajadores que emplean necesidad expresamente reconocida, por ejemplo, en los artículos 42.6 («carezcan de representación») y 44.7 («de no haber representantes legales de los trabajadores») del Estatuto de los Trabajadores 89 explica que la jurisprudencia laboral venga conociendo y resolviendo, ya desde mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado, pleitos relativos a convenios colectivos «negociados directamente por el empresario con sus trabajadores o los representantes por ellos designados ad hoc»90. 19. En nuestra jurisprudencia laboral, este supuesto de hecho aparece registrado y enjuiciado, por ejemplo, en una Sentencia de la Sala de lo Social de Sevilla del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía de 23 mayo 200091. El caso es realmente de libro 92, 89 Al respecto, véase A. ARUFE VARELA, «Los representantes legales o unitarios «extraestatutarios» de los trabajadores», cit., pág. 301. 90 Véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, «Unidades de negociación colectiva sin representantes legales o sindicales de los trabajadores», en el vol. VI Jornadas Luso-HispanoBrasileñas de Derecho del Trabajo, Xunta de Galicia (Santiago de Compostela, 1992), pág.68; también, F.J. GÓMEZ ABELLEIRA, «La negociación colectiva en empresas sin representantes legales de los trabajadores, en especial tras la reciente reforma del mercado de trabajo», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 70 (1995), págs. 227 ss. 91 Aranzadi 4643. 92 Esta Sentencia reitera otra de la propia Sala de 7 diciembre 1999 (Aranzadi 539 de 2000), pero relativa a convenio colectivo «extraestatutario» negociado en empresa que tenía «seis» trabajadores (cfr. su Antecedente de Hecho 2º, apartado II, párrafo 2º). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS MARTÍNEZ GIRÓN pues fallaban en él los tres elementos configuradores de los convenios colectivos estatutarios, lo que no obstó para que se declarase que lo pactado constituía un convenio colectivo «extraestatutario» de eficacia limitada, aunque inasimilable a la concreta especie de éstos, en la que fallan sólo dos de dichos elementos configuradores, anteriormente tratada. En efecto, fallaba aquí la legitimación estatutaria, puesto que el convenio en cuestión había sido estipulado por «el empresario [ ] armador del pesquero «Virginia y Lili» y sus cinco trabajadores»93, los cuales eran todos los «empleados en el referido pesquero»94. Fallaba, como consecuencia de ello, también la eficacia estatutaria, «lo cual no significa que los trabajadores, cuando no están obligados a nombrar Delegado de Personal (artículo 62.1 del Estatuto de los Trabajadores) no puedan directamente pactar y obligarse colectivamente»95, de manera que «pudiendo hacerlo, cuando así lo hagan, dan lugar a un pacto colectivo extraestatutario, que carece de fuerza vinculante erga omnes»96 a pesar de aplicarse a absolutamente todo el censo actual de trabajadores de la empresa, puesto que «el Convenio suscrito por los cinco trabajadores actuales de la empresa, solamente puede obligar a los mismos, pero no a otros hipotéticos trabajadores futuros que pudieran vincularse a la misma, respecto de los que aquellos carecen de todo tipo de repre- sentación»97. Y fallaba, por último, asimismo la tramitación estatutaria, concluyéndose respecto del «registro» de la comunicación a que se refiere el artículo 89.1 del Estatuto de los Trabajadores (precisamente bajo el rótulo «Tramitación»), que en cualquier caso había sido intentado por el empresario98 que «desde el momento en que estamos ante un Convenio extraestatutario, tal requisito deviene innecesario»99. 20. En fin, acerca del encaje del fenómeno que nada tiene que ver con el fraude representado por la llamada negociación «plúrima»100 en el tenor del artículo 37.1 de la Constitución, a pesar de referirse este último precepto a «la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios» tema, por tanto, no necesariamente obvio, resultan convincentes los argumentos esgrimidos por una Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Aragón de 26 enero 1994101 expresamente tenida en cuenta por la que acaba de citarse102, en la que se afirma: 1) que «en la realidad diaria del mundo laboral, se acude al mecanismo de la representación [ ], precisamente para facilitar la relación entre trabajadores y empresarios»103, pero «cuando es posible [ ] por la dimensión de la plantilla de la empresa [ ] establecer (directamente) la relación interpartes, no por ello Ibidem. Cfr. Antecedente de Hecho 2º, apartado III. 99 Fundamento de Derecho único, párrafo 7º. 100 Véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, A. ARUFE VARELA y X.M. CARRIL VÁZQUEZ, Derecho del Trabajo, 1ª edición, cit., pág. 388. 101 Aranzadi 34. Sobre ella, véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, «Comentario al Artículo 82.1», en E. BORRAJO DACRUZ (Director), Comentarios a las leyes laborales. El Estatuto de los Trabajadores, t. XII-vol. 1º, Edersa (Madrid, 2001), pág. 19. 102 Aunque para discrepar de su conclusión, a todas luces inadmisible, de que el convenio colectivo «extraestatutario» por ella enjuiciado debía reputarse de eficacia general (cfr. su Fundamento de Derecho único, párrafo 5º). 103 Fundamento de Derecho único, párrafo 2º. 97 Fundamento de Derecho único, párrafo 1º. 94 Cfr. Antecedente de Hecho 2º, apartado I. Reflexionando al hilo de un caso insólito, aunque real acerca de que en modo alguno podría considerarse convenio colectivo, ni siquiera «extraestatutario», el negociado «por el único trabajador de la empresa y el empleador», véase F.J. GÓMEZ ABELLEIRA, «La negociación colectiva en empresas sin representantes legales de los trabajadores, en especial tras la reciente reforma del mercado de trabajo», cit., pág. 243, nota 92. Sobre la fronteras entre lo «individual» y lo «colectivo», no siempre nítidas en el plano del Derecho comparado, véase J. MARTÍNEZ GIRÓN, A. ARUFE VARELA y X.M. CARRIL VÁZQUEZ, Derecho del Trabajo, 1ª ed., cit., págs. 443-444. 95 Fundamento de Derecho único, párrafo 3º. 96 Ibidem. 93 98 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 193 ESTUDIOS dejan de ser válidos los resultados de aquélla»104; 2) que «si, según el artículo 62.1 del Estatuto de los Trabajadores, en las Empresas que cuentan entre 6 y 10 trabajadores se admite la posibilidad de existencia de Delegado de Personal si así lo decidiesen los trabajadores por mayoría, con expreso reconocimiento de la legitimidad para negociar Convenios Colectivos de Empresa [ ] es claro que en modo alguno queda excluida a tal fin la acción directa de los propios trabajadores si se deciden, tanto a no ejercitar aquel derecho de representación como a negociar y concertar per se, por acuerdos mayoritarios Convenios Colectivos de Empresa»105; y 3) que «no se puede pretender paralizar [ ] el ejercicio del derecho de negociación colectiva ex artículo 37 de la Constitución mediante la negación del derecho [ ] para las empresas de mínimo tamaño o censo de trabajadores»106, no resultando «válido admitir [ ] la restrictiva interpretación de supervaloración del representante, anulando la legal acción de los representados»107. 105 106 104 194 Ibidem. 107 Ibidem, párrafo 3º. Ibidem, párrafo 4º. Ibidem. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JESÚS MARTÍNEZ GIRÓN RESUMEN La negociación colectiva «extraestatutaria» es un género como también lo es la negociación colectiva estatutaria, que comprende muy diversas especies. Sobre la base de que los convenios colectivos estatutarios típicos poseen tres elementos configuradores relativos a la legitimación, a la tramitación y a la eficacia, este trabajo analiza tres concretas especies de convenios colectivos «extraestatutarios», singularizadas por el dato de que en ellas fallan uno, dos o los tres elementos caracterizantes citados. Y ello, con la finalidad de someter a crítica el tópico jurisprudencial que indiscriminadamente afirma la eficacia limitada e indiscriminadamente niega la eficacia normativa de los convenios colectivos «extraestatutarios». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 195 El derecho a la negociación colectiva de los funcionarios públicos JUAN RIVERO LAMAS* ANGEL LUIS DE VAL TENA** 1. LOS DERECHOS DE LIBERTAD SINDICAL Y DE NEGOCIACIÓN COLECTIVA EN LA FUNCIÓN PÚBLICA 1.1. La libertad sindical de los funcionarios públicos: alcance y contenido diferenciado respecto de los trabajadores por cuenta ajena E l derecho constitucional a sindicarse libremente se reconoce a «todos», si bien la ley puede limitar o exceptuar su ejercicio para determinados colectivos las Fuerzas e Institutos armados y demás Cuerpos sometidos a disciplina militar y, asimismo, debe regular «las peculiaridades de su ejercicio para los funcionarios públicos» (art. 28.1 CE). Además de extender el ámbito subjetivo de aquel derecho con tan genérica referencia, el legislador constituyente de forma explícita también reconoce a los funcionarios ** Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad de Zaragoza. ** Profesor Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad de Zaragoza. Nota: Con posterioridad a la elaboración de este estudio se aprobó la Ley 7/2007, de 12 de abril, del Estatuto Básico del Empleado Público. (BOE nº 89 de 13/abril/2007). públicos su titularidad, quedando limitado el legislador ordinario por el mandato de regular algunas peculiaridades en su ejercicio; expresión que se repite en el artículo 103.3 de la CE. Cierto es que, por otra parte, a «los sindicatos de trabajadores» se atribuye la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales propios (art. 7 CE); sin embargo, el contenido de este último precepto y, particularmente, el término «trabajadores» debe ser interpretado en relación directa con el tenor del artículo 28.1 de la CE, por lo que cabe afirmar que los sindicatos fundados por funcionarios gozan también de libertad de actuación para alcanzar y defender sus propios intereses socioeconómicos. Diferente es que el legislador ordinario no sólo pueda, sino que deba dado el tono imperativo del texto constitucional regular algunas peculiaridades que afecten al ejercicio del derecho de libertad sindical, que en su configuración legal se han de traducir en limitaciones que respeten el contenido esencial del derecho de libertad sindical idéntico al del derecho fundamental atribuido a los trabajadores del sector laboral y también el principio de proporcionalidad1. Aún más, aun1 MEDINA GUERRERO, M., La vinculación negativa del legislador a los derechos fundamentales, McGraw-Hill, Madrid, 1996, págs. 117-165; también, del mismo au- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 197 ESTUDIOS que no sea la libertad sindical de los funcionarios públicos un derecho fundamental de mera configuración legal, la libertad del legislador ordinario para determinar las peculiaridades de su ejercicio descansa en un reconocimiento expreso y singular de la Constitución, que ordena regular aquéllas, aspecto que merece destacarse frente a la aplicación directa y la nueva posibilidad de regular su ejercicio que establece el artículo 53.1 de la CE respecto de todos los derechos y libertades del Capítulo II, del Título I, de la Constitución. Pese a todo, la Ley Orgánica 11/1985, de 2 de agosto, de libertad sindical2 (en adelante, LOLS) da un tratamiento unificado3 al contenido esencial del derecho de libre sindicación reconocido en la Constitución, incorporando a los funcionarios públicos a su ámbito de aplicación sin especialidad alguna. Puesta en duda la constitucionalidad de la LOLS por la aparente uniformidad en el tratamiento de la libertad sindical de los funcionarios y de los trabajadores, el Tribunal Constitucional señaló que «la consideración de que el Proyecto más tarde convertido en Ley implica la atribución de funciones excesivas e inadecuadas para los sindicatos de funcionarios no se ve confirmada, por cuanto, según su artículo 2.2.d), tales funciones se reconocen en los términos previstos en las normas tor, «El principio de proporcionalidad y el legislador de los derechos fundamentales», Cuadernos de Derecho Público, núm. 5, 1998 (monográfico sobre El principio de proporcionalidad), págs. 119-141. Sobre la aplicación de ese principio a la libertad sindical y al derecho de huelga, vid. RIVERO LAMAS, J., «Medidas restrictivas de los derechos fundamentales y principio de proporcionalidad (Sobre la constitucionalidad de la filmación de los piquetes en una huelga general)», en ALONSO OLEA, M. y MONTOYA MELGAR, A., Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social, tomo XVI, Civitas, Madrid, 1999, págs. 100-120. 2 BOE de 8 de agosto de 1985. 3 Cfr. Exposición de Motivos de la Ley 9/1987, de 12 de junio, de órganos de representación, determinación de las condiciones de trabajo y participación del personal al servicio de las Administraciones Públicas (BOE de 17 de junio de 1987). 198 correspondientes, quedando reservado a éstas establecer las diferencias de regulación pertinentes»4. De acuerdo con esta doctrina, conforme con la previsión constitucional, las peculiaridades del ejercicio del derecho de libertad sindical de los funcionarios públicos sólo corresponde determinarlas al legislador estatal, por cuanto, de una parte, implica la regulación o desarrollo de un derecho fundamental y, de otra, integra el régimen estatutario de los funcionarios públicos. Es lo cierto, no obstante, que pese a esta posibilidad, permanentemente abierta, de regular por ley las peculiaridades de ejercicio del derecho, la LOLS no quiso establecerlas o, excepcionalmente, se ha hecho de forma muy limitada. Se ha incumplido hasta el momento el mandato constitucional, por más que sigan hoy presentes en la propia Constitución y en la realidad a regular las mismas razones que impulsaron al legislador constituyente a prever, sin concretarlas, algunas singularidades en el ejercicio del derecho de libertad sindical. Los funcionarios públicos tienen intereses similares en su relación de empleo remuneraciones, condiciones de trabajo, carrera profesional, a los trabajadores del sector privado; pero no se puede olvidar que la defensa de esos intereses se transforma por lo general en reivindicaciones frente al Estado u otras administraciones territoriales, y a la postre contra la sociedad en su conjunto, lo que justifica la existencia de condicionamientos y peculiaridades que afectan a la acción sindical y, de forma muy relevante, a la negociación colectiva y al derecho de huelga5. Por estas razones, se ha propuesto no extender el mismo contenido esencial de la libertad sindical de los trabajadores a la libertad de sindicación reconocida a los funcionarios en STC 98/1985, de 29 de julio. Al respecto, RIVERO LAMAS, J., «El proceso de laboralización de la función pública: aspectos críticos y límites», Revista Aragonesa de Administración Pública, núm. 6-7, 1995, pág. 95. 4 5 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA todas sus potencialidades y modular, concretamente, los «derechos de actividad de los sindicatos», ya que en el marco de las relaciones laborales se mantiene una estrecha conexión6 del derecho de libertad sindical con el derecho de huelga (art. 28.2 CE), el de negociación colectiva (art. 37.1 CE) y el de adoptar medidas de conflicto colectivo (art. 37.2 CE). Pues bien, parece que no todos estos derechos, o al menos no con la misma extensión, deben conformar el núcleo duro e indisponible del derecho de libertad sindical de los funcionarios públicos. 1.2. La negociación colectiva como «derecho de actividad» integrado en el derecho fundamental a la libertad sindical de los funcionarios públicos Reparando en el derecho a la negociación colectiva funcionarial, el Tribunal Constitucional, sobre la base de la no identidad del contenido de la libertad sindical en los sectores laboral y funcionarial, señaló que «la Constitución no reconoce a los funcionarios públicos el derecho a la negociación colectiva de sus condiciones de empleo»7, por no encontrar fundamento ni en el artículo 28.1 ni, menos aún, en el artículo 37.1 de la CE. Si bien esta afirmación no suponía la prohibición, por inconstitucional, de reconocer tal derecho a los funcionarios públicos en la legislación ordinaria, sí puso de manifiesto una clara diferenciación con la negociación colectiva laboral reconocida constitucionalmente, puesto que «del derecho de sindicación de los funcionarios públicos no deriva como consecuencia necesaria la negociación colectiva, y menos todavía con efectos vinculantes, porque no existe un racional nexo causal que conduzca con exclusividad a aquellas consecuencias, al 6 Vid. DURÁN LÓPEZ, F., Jurisprudencia constitucional y Derecho del Trabajo, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1992, págs. 128-138. 7 STC 57/1982, de 27 de julio. no ser obligado en lógica y en derecho que de la agrupación de los funcionarios en defensa de sus intereses derive como única solución el celebrar un convenio obligatorio, haciendo perder la supremacía a la Administración con graves consecuencias»8. En definitiva, lo que vino a advertir el Alto Tribunal es que el contenido constitucionalmente protegido de la libertad sindical de los funcionarios no incluye el derecho a la negociación colectiva ni la fuerza vinculante de los convenios en los términos reconocidos por el artículo 37.1 de la CE a los trabajadores y empresarios, cuando los representantes de los primeros sean sujetos sindicales. El legislador constituyente, en verdad, limita subjetivamente en derecho a la negociación colectiva laboral9 a los representantes de los trabajadores y empresarios, identificando en exclusiva a las partes de la relación jurídico-laboral, sin que tal expresión comprenda a los funcionarios públicos10. Si negaSTC 98/1985 (cit.). No podemos atribuir carácter delimitador a la adjetivación «laboral» que sigue al reconocimiento del derecho a la negociación colectiva, pues ese calificativo «no supone una limitación subjetiva respecto de los titulares de la negociación, en el sentido de identificar a las partes de una relación de trabajo, esto es, trabajadores por cuenta ajena, de un lado, y empresario, de otro, excluyendo la relación de servicios de los funcionarios públicos para la Administración» (RIVERO LAMAS, J. y DE VAL TENA, A. L., «El derecho a la negociación colectiva: reconocimiento constitucional y garantías legales», en VV.AA., El modelo social en la Constitución Española de 1978, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2003, pág. 659); en fin, la referencia a lo «laboral» se debe vincular a la materia de negociación posible y, consecuentemente, al contenido del convenio. De las dos interpretaciones posibles, se posicionan a favor de la expuesta ALONSO OLEA, M., «Artículo 37.1: Negociación Colectiva», en VV.AA., Comentarios a la Constitución Española de 1978, tomo III, Cortes GeneralesEdersa, Madrid, 1996, pág. 673, y MONEREO PÉREZ, J. L., «El derecho a la negociación colectiva», en VV.AA., Comentario a la Constitución socio-económica de España, Comares, Granada, 2002, pág. 630. 10 Esta es la posición mayoritaria; por todos, ALONSO OLEA, M., «Artículo 37.1: Negociación Colectiva», cit., pág. 680. No faltan, sin embargo, opiniones contrarias: 8 9 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 199 ESTUDIOS mos que el derecho a la negociación colectiva sea un derecho autónomo, en tanto el artículo 37.1 de la CE no incluye a los funcionarios en su configuración subjetiva como titulares de aquel derecho, la clave pasa por determinar el contenido esencial y adicional de la libertad sindical reconocida a todos, también a los funcionarios públicos aunque la ley regule las condiciones de su ejercicio, y en concreto si cabe considerar incorporados a aquélla los «derechos de actividad» del sindicato, entre los que se encuentra el derecho a la negociación colectiva. No obstante, algunos autores11 han considerado que el derecho a la negociación colectiva de los funcionarios públicos no se encuentra reconocido en la Constitución, ni en el artículo 37.1, ni tampoco en el artículo 28.1, rechazando la interdependencia entre el derecho de sindicación y el derecho a la negociación colectiva. Desde esta posición, se destaca que existe una sustancial diferencia entre el marco jurídico-constitucional de las relaciones colectivas de los trabajadores con contrato de trabajo y aquel otro de los funcionarios públicos, señalando, tras negar que la ausencia de reconocimiento expreso lleve implícita una prohibición, que es al legislador ordinario a quien corresponde reconocer o no el derecho de negociación colectiva; y si la opción es favorable, determinar su extensión y eficacia. En sentido contrario, otro am- ORTEGA ÁLVAREZ, L., Los derechos sindicales de los funcionarios públicos, Tecnos, Madrid, 1983, págs. 324327; MARTÍNEZ ABASCAL, V. A., «Alcance y efectos de la capacidad convencional colectiva en la función pública española», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 39, 1989, págs. 439-447; SANTIAGO REDONDO, K. M., «A vueltas con el modelo constitucional de negociación colectiva: titularidad y contenido», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 87, 1997, págs. 757762. 11 Vid. BLASCO ESTEVE, A., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos», Revista Española de Derecho Administrativo, núm. 52, 1986, págs. 514-516, y ARENILLA SAEZ, M., La negociación colectiva de los funcionarios públicos, La Ley, Madrid, 1993, pág. 87. 200 plio y reconocido sector de la doctrina12 ha entendido que el derecho a la negociación colectiva de los funcionarios públicos deriva del derecho de libertad sindical reconocido en el artículo 28.1 de la CE, formando parte de su contenido esencial. De esta manera, la exclusión de los funcionarios públicos del artículo 37.1 de la CE no debe suponer la negación de aquel derecho, sino tan solo un señalamiento de las diferencias y peculiaridades de la negociación colectiva en la función pública. Y ello porque, en cuanto derecho fundamental, el contenido esencial de la libertad sindical debe ser el mismo para todos sus titulares; no reconocerlo, más que una simple peculiaridad, supondría, de facto, una limitación. Partiendo del derecho constitucional de libertad sindical atribuido a los funcionarios públicos, también la jurisprudencia constitucional se ha planteado el posible reconocimiento del derecho a la negociación colectiva o, al menos, del derecho a participar en la determinación de las condiciones de trabajo. En una primera toma de posición, como ya se ha adelantado, el Tribunal Constitucional declaró que del derecho de sindicación de los 12 Defienden esta tesis, entre otros, LÓPEZ GANDÍA, J., «Las relaciones colectivas en el empleo público y la Constitución Española», Revista de Derecho Público, núm. 83, 1981, págs. 403 y ss.; BAYLOS GRAU, A., «El derecho a la negociación colectiva de los funcionarios», La Ley, núm. 4, 1982, págs. 130 y ss.; APARICIO TOVAR, J., «La contratación colectiva de los funcionarios públicos», en VV.AA., Jurisprudencia constitucional y relaciones laborales, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983, págs. 307 y ss.; RODRÍGUEZ PIÑERO, M., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos en la Ley 9/1987», Relaciones Laborales, núm. 20, 1987, págs. 2 y ss.; GÓMEZ CABALLERO, P., Los derechos colectivos de los funcionarios, Consejo Económico y Social, Madrid, 1994, pág. 285; SALA FRANCO, T. y ROQUETA BUJ, R., Los derechos sindicales de los funcionarios públicos, Tirant lo Blanch, Valencia, 1995 pág. 224; MONEREO PÉREZ, J. L., «El derecho a la negociación colectiva», cit., págs. 631633. Sostiene, asimismo, BENGOETXEA ALKORTA, A., Negociación colectiva y autonomía colectiva, Tirant lo Blanch, Valencia, 2006, págs. 71-73, que el derecho a la negociación colectiva «forma parte del contenido adicional de la libertad sindical». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA funcionarios públicos no derivaba «como consecuencia necesaria la negociación colectiva, y menos todavía con efectos vinculantes», confirmando abiertamente que «la Constitución no reconoce a los funcionarios públicos el derecho a la negociación colectiva de sus condiciones de empleo»13. Ahora bien, estas afirmaciones deben ser ponderadas, pues fueron realizadas al resolver un conflicto de competencia planteado por el Presidente del Gobierno que impugnaba así un Decreto del Gobierno Vasco sobre regulación colectiva de condiciones de trabajo en la Administración Local, y en un contexto como se advierte donde, «de la legislación vigente examinada, racionalmente se deduce que los funcionarios públicos y asimilados de las Administraciones Públicas ( ) están sometidos a las condiciones de empleo determinadas por la ley y los reglamentos, con exclusión del sistema de negociación colectiva»14. Pese a que el legislador en la fecha de aquel primer pronunciamiento todavía no había regulado los derechos colectivos de los funcionarios públicos, el Tribunal no descarta cualquier fórmula de participación en la determinación de las condiciones de trabajo; tan solo excluye que ese modelo de gestión «haya de llevar, como única solución, el celebrar un convenio colectivo, con efectos vinculantes y en el que la Administración se colocase en una situación de estricta paridad con los sindicatos»15. Quizá estaba identificando erróneamente negociación colectiva y convenio colectivo16, olvidando que el reconociSTC 57/1982 (cit). La doctrina constitucional insiste en afirmar que la Administración «no se rige en sus relaciones jurídicas por el principio de autonomía de la voluntad, sino que debe actuar con sometimiento pleno a la ley y al derecho, con interdicción expresa de la arbitrariedad, sin margen para la cesión de su potestad, en definitiva» (STC 2/1998, de 12 de enero). 15 RODRÍGUEZ PIÑERO, M., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos en la Ley 9/1987», cit., pág. 3. 16 Vid. DURÁN LÓPEZ, F., Jurisprudencia Constitucional y Derecho del Trabajo, cit., pág. 223. 13 14 miento del derecho a la negociación colectiva de los funcionarios no implica que el resultado único de esos procesos de negociación sea un «convenio colectivo», tal como se regula en la normativa laboral y con los mismos efectos, cuando en realidad también puede culminar en pactos y acuerdos de diversa naturaleza y alcance. En el fondo, tan enérgica declaración del Tribunal, rechazando el fundamento constitucional del derecho a la negociación colectiva, venía forzada por el objetivo de preservar la competencia legislativa estatal sobre la materia17. Contrasta esta opinión primigenia con la doctrina constitucional sobre el contenido esencial del derecho de libertad sindical, que ha ido delimitando el conjunto de facultades y derechos que la conforman. Así, con palabras del propio Tribunal Constitucional, «forma parte del contenido esencial de la libertad sindical el derecho de los sindicatos a participar en la determinación de las condiciones de trabajo cuyo instrumento básico, según se desprende de la Constitución y de los Convenios Internacionales, es la negociación colectiva»18; y, en el mismo sentido, que «la negociación colectiva es un medio necesario para el ejercicio de la actividad sindical que reconocen los artículos 7 y 28.1 de la Constitución»19. Con lo señalado se está poniendo de relieve la doble vertiente de la libertad sindical, una orgánica o asociativa, que no agota su contenido, y otra dinámica, que integra los «derechos de actividad»20, en tanto contribuyen de forma primordial a que el sindicato pueda desarrollar las funciones que le asigna el artículo 7 de la CE, constituyendo éstos «el núcleo mínimo e indisponible de la libertad sindical»21. Aquellos derechos 17 Así lo manifiesta, acertadamente, ROQUETA BUJ, R., La negociación colectiva en la función pública, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, pág. 54. 18 STC 73/1984, de 27 de junio. 19 STC 98/1985 (cit.). 20 STC 70/1982, de 29 de noviembre. 21 STC 127/1989, de 13 de julio. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 201 ESTUDIOS de actividad de los sindicatos de trabajadores son, fundamentalmente, el derecho de huelga, el de negociación colectiva y el de adopción de medidas de conflicto colectivo22. Desde una perspectiva focalizada en el ámbito de las relaciones laborales, se ha delimitado la extensión del derecho de libertad sindical más allá del enunciado del artículo 28.1 de la CE, puesto que «la enumeración expresa de los derechos concretos que integran el genérico de libertad sindical derecho a fundar sindicatos y a afiliarse al de su elección o a no afiliarse, y el de los sindicatos a formar confederaciones o a fundar organizaciones sindicales internacionales o a afiliarse a las mismas no agota, en absoluto, el contenido global o total de esa libertad»23. Concretamente, el derecho constitucional de libertad sindical comprende no sólo los derechos mencionados en el artículo 28.1 de la CE; también incluye el derecho a que los sindicatos fundados lleven a cabo las funciones que de los mismos «es dable esperar», por lo que inexcusablemente incorpora aquellos otros medios que permiten al sindicato desarrollar la actividad a la que está llamado ex artículo 7 por el texto constitucional24. Aun reconociendo esa perspectiva singular de este análisis constitucional, la doctrina mayoritaria25, según se ha expuesto, traslada los mismos argumentos al ámbito de la función pública; y así confirman que el artículo 28. 1 de la CE consagra para los funcionarios públicos el derecho fundamental a la libertad sindical, como a todos los demás trabajadores, con la única distinción relativa al ejercicio del derecho por cuanto podrá sujetarse a peculiaridades, sin que este último término deba identificarse con limitaciones, salvo para los colectivos reseñados expresamente. Y es que en cuanto derecho funda- mental, su contenido debe ser el mismo para todos los titulares del derecho de libertad sindical, aunque su puesta en práctica no llegue a ser idéntica; con otras palabras, si bien las reglas para el ejercicio de aquel derecho fundamental pueden ser distintas, en todo caso han de permitir reconocer el derecho ejercitado, ya que las especialidades solamente pueden «afectar al contenido no esencial de ese derecho de libertad sindical»26. En suma, habiéndose reconocido reiteradamente que el contenido esencial de la libertad sindical queda integrado, como derechos de actividad, por los derechos de huelga, de negociación colectiva y de adopción de medidas de conflicto colectivo, que configuran el núcleo mínimo e indisponible, diferenciándolo del contenido adicional27, parece lógico concluir que dicho contenido esencial no puede ser otro distinto para los funcionarios públicos bajo la justificación de las peculiaridades que en hipótesis caracterizan el ejercicio de libertad sindical de ese colectivo. Por la razón anterior, y al declarar el Tribunal Constitucional que las peculiaridades de la libertad sindical sólo afectan al contenido no esencial, se podría concluir que la tesis restrictiva inicial ha sido superada por la jurisprudencia constitucional posterior28. No se debe olvidar, sin embargo, que esta doctrina ha sido elaborada hasta el momento desde un punto de vista parcial, referida al ámbito exclusivamente laboral, donde sí está reconocido expresamente el derecho a la negociación colectiva entre los representantes de los trabajadores y de los empresarios (art. 37.1 CE). No siendo trasladable esa misma conclusión, sin reservas, al ámbito funcionarial, las sentencias constitucionales más re- STC 57/1982 (cit.). Sobre la distinción entre contenido esencial de la libertad sindical y contenido adicional de la misma, vid. DURÁN LÓPEZ, F., Jurisprudencia Constitucional y Derecho del Trabajo, cit., págs. 133-136. 28 De esta opinión, ROQUETA BUJ, R., La negociación colectiva en la función pública, cit., pág. 55. 26 27 22 23 24 25 202 STC 23/1983, de 25 de marzo. STC 23/1983 (cit.). STC 39/1986, de 31 de marzo. Vid. nota 12. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA cientes, centradas en el análisis del derecho a la negociación colectiva de los funcionarios públicos, dan un paso de aproximación, no sin incurrir en alguna contradicción. En efecto, pese a reiterar como la STC 57/1982 que del reconocimiento de su titularidad a los funcionarios no deriva como consecuencia necesaria el derecho a la negociación de este colectivo, a continuación se añade como novedad que, si bien el reconocimiento del derecho de libertad sindical en el ámbito funcionarial impone modulaciones en atención a las peculiaridades propias, ello no significa que la negociación colectiva, configurada legalmente, «no quede integrada en el contenido del derecho (constitucional) de libertad sindical»29. Asimismo, por más que en el plano de la legalidad se establezcan diferencias entre la negociación colectiva en el ámbito laboral y en el de la función pública, estas diferencias no alcanzan a la referida comprensión de ambos ámbitos en el art. 28.1 de la CE. Consecuentemente, el Tribunal está admitiendo, sin reservas, que el derecho a la negociación colectiva en la función pública forma parte del derecho fundamental de libertad sindical. Ahora bien, con ser relevante la toma de posición del Tribunal Constitucional, no tiene un valor unívoco respecto de la reconocida en el sector laboral. En primer lugar, niega todavía que del reconocimiento del derecho de libertad sindical a los funcionarios se derive como contenido necesario el derecho a la negociación de este colectivo, límite contradictorio con la conclusión que sí reconoce el fundamento constitucional de este último derecho, como parte del contenido necesario de la libertad sindical. Además, en segundo tér- 29 STC 224/2000, de 2 de octubre. Un amplio estudio de esta sentencia constitucional en DE VAL TENA, A. L., «Ejercicio del derecho de libertad sindical y derecho a la negociación colectiva en el ámbito de la función pública», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 107, 2001, págs. 791-811. mino, y aunque dice ajustarse a la doctrina mantenida en la STC 80/2000, en realidad la contradice o, al menos, la limita, pues esta última introduce una caracterización diferencial al incluir el derecho a la negociación colectiva de los funcionarios públicos en el «contenido adicional» de la libertad sindical, mediante la configuración dada por su propia ley reguladora. A partir de esa génesis y caracterización, se justifican, en ese plano de legalidad, las diferencias entre la negociación colectiva laboral y la de la función pública30. En síntesis, en el contexto de esta interpretación constitucional, el derecho a la negociación colectiva no forma parte del derecho de libertad sindical por integrarse en su «contenido esencial», sino que aparece como manifestación contingente de su «contenido adicional». Con todo, el Tribunal Constitucional abre un cauce hermenéutico que, de verse confirmado en otras sentencias, supondrá un cambio cualitativo en la posición restrictiva que había mantenido acerca del reconocimiento del derecho de negociación colectiva a los funcionarios públicos como parte del núcleo mínimo e indisponible del derecho constitucional de libertad sindical. 1.3. Configuración legal del derecho a la negociación colectiva El hecho de ser, como ha dicho el Tribunal Constitucional, un derecho «esencialmente de configuración legal» significa, entre otras cosas, que los funcionarios y los sindicatos titulares del mismo, así como las Administraciones públicas en las que aquél se desarrolla, no gozan de libertad para ejercerlo sin condiciones31. Pues bien, aunque en principio el derecho de libertad sindical de los trabajadores y de los funcionarios se somete a un régimen unitario en la LOLS, esta mis- 30 31 STC 80/2000, de 27 de marzo. STC 80/2000 (cit.). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 203 ESTUDIOS ma prevé, con pleno ajuste a la Constitución (art. 28.1 CE), la posibilidad de un tratamiento diferencial en ciertos aspectos. Uno de ellos es, precisamente, el de la negociación colectiva, que no se atribuye a los sindicatos en los mismos términos que a los trabajadores, siendo significativas las diferencias de los artículos 2.2.d) y 6.3.b) y c) de la LOLS. La lectura «en paralelo» de los dos apartados del artículo 6.3 de la LOLS evidencia que no se atribuye de modo inequívoco a los funcionarios públicos un derecho a la negociación colectiva, sino un simple derecho a participar como interlocutores a través de unos procedimientos que aquélla no determina. La libertad de configuración legal queda abierta en la LOLS, de modo que a la ley ordinaria corresponde determinar las facultades del sindicato en esta materia. Así, el texto legal refleja lo que antes, en el mismo sentido, había establecido el Tribunal Constitucional, confirmando que «el legislador puede optar en amplio espectro por diferentes medidas de muy distinto contenido que resuelven adecuadamente la participación de los órganos representativos de los funcionarios en la fijación de las condiciones de empleo, como lo demuestra el derecho comparado, en que existen diversos sistemas ( )»32. Y, en efecto, ha sido el legislador ordinario el que ha reconocido expresamente el derecho a la negociación colectiva funcionarial. La Ley 9/1987, de 12 de junio, sobre órganos de representación, determinación de las condiciones de trabajo y participación del personal al servicio de las Administraciones Públicas33 (en adelante, LORAP), que en su Capítulo III desarrollaba la «Participación en la determinación de las condiciones de trabajo» de los funcionarios públicos norma que fue modificada por la Ley 7/1990, de 19 de julio34, que 32 33 34 204 STC 57/1982 (cit.). BOE de 17 de junio de 1987. BOE de 20 de julio de 1990. dio una nueva redacción al mismo Capítulo bajo un título más clarificador: «De la negociación colectiva y la participación en la determinación de las condiciones de trabajo»; y más recientemente, también, por la Ley 21/2006, de 20 de junio35 determina tres sistemas para establecer las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos atendiendo a las diferentes materias: negociación, consulta y determinación unilateral. Siempre que se recojan los principios y límites contenidos en la doctrina constitucional reseñada y en la jurisprudencia ordinaria36, el legislador dispone de plena libertad para configurar este derecho e incluir sus bases o su régimen completo en un futuro estatuto de la función pública. Y ello, pese a la no mención de aquel derecho como contenido potencial de un futuro estatuto de la función pública, lo que no significa una exclusión tácita del bloque estatutario para el que se preceptúa la reserva de ley establecida en el artículo 103.3 de la CE; pero tampoco el que deba constituir parte de su contenido obligatorio inexcusablemente. Por lo tanto, desde una perspectiva constitucional, cualquier opción legislativa, en principio, resulta admisible. No obstante, la discrecionalidad del legislador sí tiene un límite, ya que introducir peculiaridades en el ejercicio de la libertad sindical no autoriza «una regulación que sumiera a sus sindicatos en la indefensión más absoluta, negándoles toda vía de participación efectiva»37. Incorporada la negociación colectiva como un cauce más de participación entre los establecidos por la ley, es obvio que no podrá abordar todas las materias ni re- BOE de 21 de junio de 2006. Cfr. SSTS de 14 de junio de 1994 (Ar. 6017), de 20 de enero de 1995 (Ar. 609), de 1 de febrero de 1995 (Ar. 1210), de 29 de junio de 1995 (Ar. 5107), de 4 de julio de 1995 (Ar. 6155), y más reciente de 8 de mayo de 2000 (Ar. 4579). 37 DEL REY GUANTER, S., Estado, sindicatos y relaciones colectivas en la Función Pública, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, 1986, págs. 124125. 35 36 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA vestir sólo el tipo del convenio colectivo laboral38. El legislador, en fin, ha diseñado un modelo de negociación colectiva para los funcionarios públicos, sin atribuir su configuración a los sindicatos, únicos sujetos negociadores reconocidos, y a las Administraciones Públicas implicadas, sino que establece las unidades y la posible estructura de la negociación aunque con carácter no básico, los órganos de la misma, su objeto y las líneas generales del procedimiento para alcanzar acuerdos y pactos, en atención a la eficacia general y al valor normativo reconocidos a los productos de aquélla, en simetría, así, con el mandato constitucional de garantizar la ley el derecho a la misma de los funcionarios y de sus sindicatos, en este caso establecido para la negociación colectiva laboral. 2. EL SISTEMA JURÍDICO DE NEGOCIACIÓN COLECTIVA EN LA FUNCIÓN PÚBLICA El ordenamiento estatal perfila dos regímenes jurídicos claramente separados para articular la negociación colectiva del personal al servicio de las Administraciones Públicas. Ello es reflejo del diferente reconocimiento constitucional del derecho a la negociación colectiva, que da lugar a dos sistemas normativos excluyentes, uno de aplicación al personal laboral, contenido en el Título III de la Ley del Estatuto de los Trabajadores (en adelante, LET), y otro para los funcionarios públicos, conforme a lo dispuesto en el Capítulo III de la LORAP. También es una muestra más del doble estatuto al que se sujeta el colectivo de empleados del sector público: por un lado, el personal que se rige por la legislación de la función pública y, por otro, el personal vinculado a las Administraciones Públicas por un contrato laboral. 38 RODRÍGUEZ PIÑERO, M., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos en la Ley 9/1987», cit., pág. 3. La configuración que se llega a establecer en las regulaciones positivas del derecho a la negociación colectiva, y de la cobertura convencional por convenios colectivos en el sector laboral y de los pactos y acuerdos en el sector funcionarial, no responde a una común e idéntica proyección de las categorías constitucionales básicas que fundamentan su régimen y eficacia las de «garantía institucional» y protección del «contenido esencial». En realidad, en el ámbito funcionarial, el derecho a negociar colectivamente se debe entender que también responde al concepto de «garantía institucional», en cuanto atributo imprescindible y parte del contenido de la libertad sindical de los funcionarios. Su calificación como tal, limita el desarrollo legal al respeto de unas líneas maestras necesarias e indispensables, cuya ausencia no haría reconocible el instituto al cohonestarlo con la imagen que de él tiene la conciencia social en cada tiempo y lugar. De todos modos, la calificación por el Tribunal Constitucional del derecho a la negociación colectiva funcionarial como parte del «contenido adicional» de la libertad sindical, rompe una obligada correspondencia con el derecho a celebrar convenios colectivos que reúnan la caracterización incluida en el artículo 37.1 de la CE, e impone una total independencia de la ley en cuanto a su régimen, contenido y eficacia, en atención a la primacía de los intereses públicos que se han de respetar en este tipo de acuerdos, más acusados que los recogidos por la ley como límites de contenido de los convenios colectivos laborales (art. 85.1 LET) 39. 39 Por lo que afecta a la aplicación de los conceptos de «garantía institucional» y «contenido esencial» de la negociación colectiva laboral y a la estipulación de convenios colectivos, vid. RIVERO LAMAS, J., «La garantía de los derechos y libertades constitucionales», en VV.AA., Comentario a la Constitución socio-económica de España, Comares, Granada, 2002, págs. 2.016-2.021. Sobre la «bifurcación de regímenes jurídicos» para la negociación colectiva de los funcionarios públicos y para la negociación colectiva del personal laboral, sus elementos comunes y la «tendencia hacia la convergencia», vid. CRUZ VILLALÓN, J., «Algunas especialidades de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 205 ESTUDIOS La LORAP ha sido la primera ley que, con carácter general, ha regulado el derecho a la negociación colectiva de los funcionarios públicos, así como los órganos de representación y la participación del personal al servicio de las Administraciones Públicas, materias todas que constituyen una parte del régimen estatutario de los funcionarios públicos ex artículo 103.3 de la CE. Interesa destacar que, desde su publicación, se han introducido en esta Ley importantes modificaciones que afectan principalmente a la negociación colectiva, aunque también a los órganos de representación, con los objetivos de avanzar hacia una consolidación de los mecanismos de determinación de las condiciones de trabajo y de perfilar las funciones atribuidas a los órganos de representación de los empleados públicos. Primero la Ley 7/1990, de 19 de julio, y después la Ley 21/2006, de 20 de junio, se han ocupado de esa tarea; labor que parece, no obstante, inconclusa por cuanto, en el presente, se está tramitando el Proyecto de Ley de Estatuto Básico de Empleado Público40 (en adelante, PEBEP). la negociación colectiva (laboral y funcionarial) en la Administración Pública», en VV.AA., La negociación colectiva en la Administración Pública andaluza, Instituto Andaluz de Administración Pública, Sevilla, 2005, págs. 20 y ss. 40 BOCG, serie A, de 8 de septiembre de 2006. Se han conocido otras versiones anteriores, incluso un Anteproyecto de Ley Reguladora del Estatuto de la Función Pública, que tuvo su origen en el acuerdo alcanzado el 10 de febrero de 1998 en la Mesa General de Negociación. Sobre las reformas que dicho Anteproyecto pretendía introducir en materia de negociación colectiva, vid. ROJAS RIVERO, G. P., «Notas sobre la negociación colectiva en el Anteproyecto Básico de la Función Pública», Revista de Derecho Social, núm. 1, 1998, págs. 233 y ss.; ROQUETA BUJ, R., «La negociación colectiva en el proyecto de estatuto básico de la función pública», Actualidad Laboral, núm. 33, 1998, págs. 613 y ss.; MARÍN ALONSO, I., « Problemática de la negociación colectiva funcionarial en el anteproyecto de estatuto básico de la función pública», Revista de Trabajo y Seguridad Social (Estudios Financieros), núm. 193, 1999, págs. 3 y ss. 206 En el análisis del vigente sistema de negociación colectiva en la función pública, que presenta como vamos a tener oportunidad de señalar lagunas de regulación, es obligado destacar las novedades que introduce el PEBEP, aunque por ahora sólo sea un proyecto de ley, en tanto asume las elaboraciones doctrinales y la doctrina jurisprudencial formuladas sobre la base del texto legal vigente. Y es que, ciertamente, el Capítulo IV del PEBEP, de acuerdo con las recomendaciones de los expertos, realiza un importante esfuerzo para clarificar los principios, el contenido, los efectos y los límites de la negociación colectiva, así como para mejorar su articulación. La norma proyectada realza los principios de legalidad, cobertura presupuestaria, obligatoriedad de la negociación, buena fe, publicidad y transparencia que han de presidir la negociación; además, introduce novedades relevantes en orden a la estructura de la negociación, define con mayor precisión las materias que han de ser objeto de negociación y las que quedan excluidas de la misma, clarifica los efectos jurídicos de los pactos y acuerdos y su vigencia, y establece la solución legal aplicable en el caso de no alcanzar un acuerdo en la negociación colectiva. No se pretende alterar, sin embargo, la naturaleza y esencia del sistema de negociación colectiva funcionarial preestablecido en la LORAP, pero sí perfeccionarlo y ajustarlo a la experiencia negociadora. 2.1. El ámbito subjetivo de la negociación Con insistencia, estamos acotando el objeto de estudio al derecho a la negociación colectiva «de los funcionarios públicos». De ahí que, en primer lugar, debamos precisar a qué empleados públicos se reconoce el derecho a la negociación de sus condiciones de trabajo. El título de la Ley 9/1987 ayuda poco a identificar una de las partes que tiene reconocido el derecho a negociar colectivamente, pues no es propiamente todo el personal al servi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA cio de las Administraciones Públicas41, sino el personal «que preste sus servicios en las distintas Administraciones Públicas, siempre que esté vinculado a las mismas a través de una relación de carácter administrativo o estatutario», incluyendo «el personal al servicio de los órganos constitucionales» y «el personal al servicio de la Administración de Justicia» (art. 1 LORAP). Así pues, la referencia a los funcionarios públicos comprende al personal incluido en el ámbito de aplicación de la LORAP; por lo tanto, también al personal estatutario de la Seguridad Social42 y a los contratados administrativos, quedando excluidos de manera expresa los miembros de las Fuerzas Armadas y de los Institutos Armados de carácter militar, los Jueces, Magistrados y Fiscales, los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y, claro está, el personal laboral al servicio de las distintas Administraciones Públicas (art. 2 LORAP). Con la representación sindical de los funcionarios públicos negocia, por la otra parte, la Administración Pública, en su condición de sujeto empleador. Reconocido el carácter básico de las normas sobre negociación colectiva (disp. final LORAP), éstas son aplicables a todas las Administraciones Públicas, es decir, a la Administración General del Estado, a las Administraciones Autonómicas y a las Entidades Locales, así como a la Administración Institucional dependiente de cualquiera de las anteriores43. Esta crítica en DEL REY GUANTER, S., Comentarios a la Ley de órganos de representación, determinación de las condiciones de trabajo y participación del personal al servicio de las Administraciones Públicas, MAP, Madrid, 1988, págs. 32-33, considerando más apropiada, por exacta, una referencia a los «funcionarios públicos». 42 Cfr. artículo 78 del Estatuto Marco del personal estatutario de los servicios de salud, aprobado por la Ley 55/2003, de 16 de diciembre (BOE de 17 de diciembre de 2003). 43 Vid. ROQUETA BUJ, R., «Las relaciones entre los sistemas de negociación colectiva laboral y funcionarial en 41 2.2. La estructura de la negociación y la Ley 21/2006 Con la expresión «estructura de la negociación colectiva» se alude stricto sensu44 al ámbito o marco (bargaining unit) en el que es posible la negociación, dejando al margen las organizaciones a las que se atribuye capacidad y legitimación para negociar, así como los procedimientos que las partes negociadoras han de seguir para concluir los acuerdos, cuestiones estas últimas que se tratan en los apartados siguientes. Como elementos complementarios del marco o ámbito en el que es posible desarrollar la actividad convencional, hay que reparar, asimismo, a las conexiones45 entre las unidades de negociación y, si la hubiera, a la regulación de los supuestos de concurrencia, pues sólo así se alcanza una visión completa de la estructura de la negociación colectiva en la función pública. El legislador diseña un modelo cerrado, donde las partes no pueden determinar libremente los ámbitos funcionales de la negociación. Los sujetos colectivos carecen de autonomía para crear nuevas unidades de negociación y regular su articulación; al contrario, la estructura negocial se establece a través de un sistema de Mesas de negociación, como órganos estables que «preexisten la Administración Pública», en VV.AA., Negociación colectiva y solución de conflictos en el sistema español de relaciones laborales, XI Jornadas Universitarias Andaluzas de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Trotta, Madrid, 1994, págs. 137 y 156. 44 Sobre el significado de la expresión «estructura de la negociación colectiva», vid. RIVERO LAMAS, J., «Estructuras y funciones de la negociación colectiva tras la reforma laboral de 1997», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 89, 1998, pág. 384. 45 VALDÉS DAL-RE, F., «Aspectos de la descentralización contractual colectiva», en VV.AA., Negociación colectiva y reforma laboral, Universidad de Cádiz, 1996, pág. 12, destaca esta perspectiva en el análisis de la estructura de la negociación colectiva, esto es, la complementariedad de las unidades de negociación y la regulación de los supuestos de concurrencia. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 207 ESTUDIOS y subsisten»46 a cada proceso de negociación y cuyo número está predeterminado legalmente, sin que puedan crearlas ad hoc los sujetos legitimados para negociar (art. 30 LORAP). Se puede afirmar, pues, que existe una prefiguración legal de la estructura de la negociación colectiva con la precisión de «unidades apropiadas de negociación»47. Ello, sin duda, se justifica por el sistema constitucional de distribución de competencias48 normativas en materia funcionarial entre el Estado, las Comunidades Autónomas y las Entidades Locales, y por la propia estratificación de las diferentes Administraciones Públicas territoriales49. A la vista de la experiencia de los últimos años y con la finalidad de mejorar la articulación de la negociación colectiva funcionarial, la Ley de reforma 21/2006 introduce novedades relevantes en cuanto a la estructura de la negociación colectiva: crea una Mesa General de las Administraciones Públicas, en la que van a estar representadas todas ellas, para negociar los proyectos de legislación básica y otras cuestiones de interés general. En efecto, se debe constituir una «Me- 46 RODRÍGUEZ ESCANCIANO, S., «Hacia una negociación colectiva conjunta de trabajadores y funcionarios al servicio de la Administración Pública», en VV.AA., Las relaciones laborales en la Administración Pública, XI Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, vol. II, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2001, pág. 138. 47 CRUZ VILLALÓN, J., «Algunas especialidades de la negociación colectiva (laboral y funcionarial) en la Administración Pública», cit., pág. 25. 48 Sin duda, como ha destacado VALDÉS DAL-RE, F., «Los derechos de negociación colectiva y de huelga de los funcionarios públicos», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 86, 1997, pág. 848, la negociación colectiva es reflejo del diseño competencial establecido en nuestra Constitución. 49 En opinión de PIÑAR MAÑAS, J. L., «Las estructuras de participación y representación del personal al servicio de las Administraciones Públicas», Revista Española de Derecho Administrativo, núm. 65, 1990, pág. 60, «la distribución de las mesas está ( ) en todo vinculada a la estructura de las diferentes Administraciones territoriales». 208 sa General de Negociación de las Administraciones Públicas», con una representación unitaria de las Administraciones, para negociar aquellas materias «que resulten susceptibles de regulación estatal con carácter de norma básica, sin perjuicio de los acuerdos a que puedan llegar las Comunidades Autónomas en su correspondiente ámbito territorial en virtud de sus competencias exclusivas y compartidas en materia de Función Pública» (disp. adic. sexta 1 LORAP)50. Es, por lo tanto, una Mesa «interadministrativa», a modo de foro de encuentro de las Administraciones del Estado, de las Comunidades Autónomas y de las Entidades Locales, por un lado, y las organizaciones sindicales representativas, por otro, que va a permitir negociar los temas que afecten al conjunto de funcionarios de todas las Administraciones Públicas que requieran una regulación estatal básica y aquéllos de carácter general que afecten globalmente al personal de las Administraciones Públicas. Asimismo, también por imperativo legal, debe constituirse «una Mesa General de Negociación en el ámbito de la Administración del Estado, así como en cada una de las Comunidades Autónomas y Entidades Locales, que será competente para la determinación de las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos del ámbito correspondiente» (art. 31.1, párrafo primero, LORAP). Una vez constituida la Mesa General en la Administración del Estado, y sólo en ese ámbito, se crearán, además, otras «Mesas sectoriales de negociación» con la finalidad de negociar y determinar las condiciones de trabajo en determinados sectores específicos, a saber (art. 31.1, párrafo segundo, LORAP): 50 La legislación proyectada, cuando determina las materias objeto de negociación en la Mesa General de Negociación de las Administraciones Públicas, destaca especialmente «el incremento global de las retribuciones del personal al servicio de las Administraciones Públicas que corresponda incluir en el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado» (art. 36.2, párrafo segundo, PEBEP). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA Para el personal docente en los centros públicos no universitarios. Para el personal de los servicios de Correos, Telégrafos y Caja Postal de Ahorros51. Para el personal al servicio de las Instituciones sanitarias públicas52. Para el personal al servicio de la Administración de Justicia53. Para el personal funcionario de las Universidades. 51 Según el RD 370/2004, de 5 de marzo, por el que se aprueba el Estatuto del personal de la Sociedad Estatal Correos y Telégrafos, S. A. (BOE de 8 de marzo de 2004), la base representada por la Mesa sectorial prevista «para el personal de los servicios de Correos, Telégrafos y Caja Postal de Ahorros» queda referida al personal funcionario del Organismo autónomo Correos y Telégrafos que pasa a prestar servicios en la nueva sociedad estatal. 52 Esta Mesa sectorial, según la Ley 55/2003, de 16 de diciembre, del Estatuto Marco del personal estatutario de los servicios de salud (cit.), es competente para negociar las materias relacionadas con las condiciones de trabajo del personal estatutario que ejerce sus funciones en los centros y servicios sanitarios pertenecientes a la Administración General del Estado y las bases del régimen aplicable al personal estatutario que desempeña su función en los centros e instituciones sanitarias de los servicios de salud de las Comunidades Autónomas (art. 80.2). Esta relación de materias, siendo ya de por sí abundante, ha de ser completada con las referencias que salpican buena parte de las disposiciones del Estatuto Marco y que contienen referencias expresas a la obligatoriedad para las Administraciones sanitarias de someter a la negociación colectiva determinadas cuestiones. Una enumeración completa de las mismas en LARIOS RISCO, D., «Comentario al artículo 80. Pactos y acuerdos», en VV.AA., Comentarios a la Ley 55/2003, del Estatuto Marco del personal estatutario de los servicios de salud, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor (Navarra), 2006, págs. 707-708. 53 Como ejemplo, cfr. Resolución de 12 de mayo de 2006, de la Secretaría de Estado de Justicia, por la que se ordena la publicación del Acuerdo suscrito entre el Ministerio de Justicia y las organizaciones sindicales más representativas en el ámbito de la Administración de Justicia (BOE de 19 de junio de 2006), alcanzado en la Mesa sectorial de retribuciones y empleo de Justicia, el 18 de noviembre de 2005. Para el personal de la Administración Central e Institucional y de las Entidades Gestoras de la Seguridad Social. No obstante, esta enumeración de Mesas sectoriales es abierta, puesto que por decisión de la Mesa General podrán constituirse otras, «en atención al número y peculiaridades de sectores concretos de funcionarios públicos» (art. 31.1, párrafo segundo, LORAP), facultad que se favorece tras posibilitar el legislador que los órganos de gobierno de las Administraciones Públicas, previa negociación y acuerdo con las organizaciones sindicales representativas, puedan modificar o establecer Juntas de Personal «en razón al número o peculiaridades de sus colectivos, adecuando las mismas a las estructuras administrativas y/o a los ámbitos de negociación constituidos o que se constituyan» (art. 7.5 LORAP)54. A la vista del mandato legal, la estructura de la negociación colectiva exclusivamente funcionarial se asienta sobre unidades de negociación amplias, agrupando colectivos muy numerosos de funcionarios a los que procurar condiciones de trabajo homogéneas. La norma «tiende a una centralización rígida de las unidades de negociación»55 conforme a la propia organización competencial y territorial de la Administración Pública, esto es, armoniza la estructura negocial con el organigrama administrativo, según el reparto de competencias normativas en materia de personal. La única vía para descentralizar la negociación colectiva es la constitución de Mesas sectoriales en los principales sectores administrativos y en otros sectores, por decisión de la autonomía colectiva, atendiendo al número de funcionarios y a las peculiaridades del colectivo, adecuando las Juntas de Personal a tales ámbitos de negociación, siendo és- 54 nio. Cfr. artículo único dos Ley 21/2006, de 20 de ju- 55 RODRÍGUEZ PIÑERO, M., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos en la Ley 9/1987», cit., pág. 57. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 209 ESTUDIOS te el único ámbito de decisión reservado a la autonomía colectiva. Con todo, el modelo centralizado se preserva, ya que la Mesa General en la Administración del Estado es la competente para decidir la creación de otras Mesas sectoriales suplementarias; decisión que se toma libremente, respondiendo quizá a criterios de oportunidad, en tanto sólo hay que valorar, a modo de requisitos habilitantes, las peculiaridades del sector criterio subjetivo y el número de funcionarios criterio objetivo que pertenecen al mismo. Es más, la competencia de las Mesas sectoriales se extiende únicamente a los temas que no hayan sido objeto de decisión por parte de la Mesa General (art. 31.1, párrafo cuarto, LORAP). A estas unidades de negociación verticales se unen, tras la última reforma legislativa56, otras Mesas Generales de Negociación, que refuerzan aún más aquella estructura centralizada. Así, para negociar todas aquellas materias y condiciones generales de trabajo comunes al personal funcionario, estatutario y laboral de cada Administración Pública, «se constituirá en la Administración General del Estado, y en cada una de las Comunidades Autónomas y Entidades Locales, una Mesa General de Negociación» (disp. adic. sexta 2 LORAP). Estas nuevas Mesas se crean con una finalidad particular, si bien desde el punto de vista de la estructura de la negociación vienen a confirmar el modelo centralizado, aunque se haga bajo la cobertura del principio de participación. De esta manera se da cobertura legal a la negociación conjunta57 de funcionarios y trabajadores, lo que permitirá resolver los problemas que la dualidad de sistemas de negociación origina en la gestión del personal y facilitará la aproximación de los regímenes jurídicos aplicables a los empleados públicos, sean personal fun- 56 Cfr. artículo único cuatro Ley 21/2006, de 20 de junio, que añade una nueva disposición adicional sexta a la LORAP. 57 In extenso, vid. apartado 3 de este trabajo. 210 cionario, estatutario o laboral, consiguiendo, a la postre, una mayor eficacia administrativa. En suma, el legislador legitima una experiencia negociadora58, sobre todo en los ámbitos autonómico y local59, que se ha venido desarrollando con notables dificultades, fundamentalmente porque la jurisprudencia60 ha anulado muchos de estos acuerdos por entender que la articulación unitaria de un pacto que abarque conjuntamente al personal funcionarial y laboral resultaba inviable dadas las diferencias de régimen jurídico de la negociación colectiva de uno y otro. Con todo, el análisis de estructura de negociación que recoge el texto legislativo descubre algunas insuficiencias del sistema preestablecido. Es, en verdad, un marco excesivamente rígido, que no tiene en cuenta las singularidades de cada Administración Pública territorial. La opción legal, que impone constituir una Mesa General de Negociación por Administración con competencias 58 Como se ha destacado en RIVERO LAMAS, J., «El proceso de laboralización de la función pública: aspectos críticos y límites», cit., pág. 117, a partir del Acuerdo para modernizar la Administración y mejorar las condiciones de trabajo, de 16 de noviembre de 1991, se inicia una nueva etapa, pues, aunque referido genéricamente al «personal al servicio de las Administraciones Públicas», los empleados afectados por los acuerdos eran los funcionarios y el personal laboral de la Administración Pública. Asimismo, el Acuerdo Administración-Sindicatos para el periodo 2003-2004, para la modernización y mejora de la Administración Pública (BOE 18 de noviembre de 2002), aunque negociado en la Mesa General de Negociación de la Administración General del Estado, resulta aplicable al personal laboral de dicha Administración, en particular las previsiones sobre la protección de la estabilidad en el empleo público; al respecto, vid. RIVERO LAMAS, J., «Selección y contratación del personal laboral por las Administraciones Públicas: marco general», Revista Española de Derecho del Trabajo, núm. 124, 2004, págs. 630-632. 59 Sobre esas experiencias negociadoras, vid. SALA FRANCO, T. y otros, La negociación colectiva en el empleo público, Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos-Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2001, págs. 203-205. 60 Por todas, STS de 22 de octubre de 1993 (Ar. 7544). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA normativas en materia funcionarial, resulta inadecuada para las Entidades Locales de pequeña dimensión, puesto que obliga a abrir innumerables Mesas Generales «locales»61. Una solución para evitar esa disfunción sería facilitar, sin imponerla, la negociación supramunicipal, es decir, posibilitar «acuerdos supralocales»62 para todas las Entidades Locales de una Comunidad Autónoma o, incluso, para todas las del Estado, a los que se pudieran adherir las Entidades Locales en las que existiera alguna dificultad para negociar. Se cubrirían así los vacíos de regulación, desplazando la potestad de la Entidad Local correspondiente de determinar unilateralmente las condiciones de trabajo. Precisamente, el PEBEP, manteniendo la obligación de constituir una Mesa General de Negociación en la Administración General del Estado y en cada una de las Comunidades Autónomas y Entidades Locales, reconoce legitimación para negociar a las asociaciones de municipios, así como a las Entidades Locales de ámbito supramunicipal, de manera que los municipios podrían adherirse a la negociación colectiva desarrollada en el ámbito correspondiente o a los acuerdos alcanzados dentro del territorio de cada Comunidad Autónoma o a los acuerdos suscritos en un ámbito supramunicipal (art. 34.2 PEBEP). Otro elemento de rigidez del sistema de negociación colectiva en la función pública es la propia estructura centralizada, que conduce a una homogeneidad en las condiciones de Destacan este dato BLASCO ESTEVE, A., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos en la Administración Local», en VV.AA., Tratado de Derecho Municipal, tomo II, Civitas, Madrid, 1988, pág. 2.165; LÓPEZ GANDÍA, J., «La negociación colectiva de los funcionarios», Revista de Treball, núm. 8, 1988, pág. 17; PIÑAR MAÑAS, J. L., «Las estructuras de participación y representación del personal al servicio de las Administraciones Públicas», cit., pág. 60. 62 Así lo propone ROQUETA BUJ, R., «La negociación colectiva de los funcionarios locales», en VV.AA., Tratado de Derecho Municipal, tomo II, Civitas, 2ª ed., Madrid, 2003, págs. 2.496 y ss. 61 trabajo para colectivos de funcionarios que desarrollan funciones o prestan servicios especializados, cuyas peculiaridades, además de su elevado número, justificaría una unidad de negociación propia. La alternativa podría ser potenciar nuevas Mesas sectoriales en todos los ámbitos territoriales de la Administración Pública63. Como el artículo 31.1 de la LORAP no tiene la condición de norma básica (disp. final LORAP), una Comunidad Autónoma podría fijar la estructura negocial en su respectivo ámbito64. Novedosamente, acoge esta posibilidad el PEBEP al confirmar que, «dependiendo de las Mesas Generales de Negociación y por acuerdo de las mismas, podrán constituirse Mesas sectoriales, en atención a las condiciones específicas de trabajo de las organizaciones administrativas afectadas o a las peculiaridades de sectores concretos de funcionarios públicos y a su número» (art. 34.4 PEBEP). En paralelo, y para salvar la dificultad de la ausencia de legitimación para negociar en esos nuevos ámbitos, se pretende permitir que el Estado o cada Comunidad Autónoma establezcan nuevas unidades electorales, pudiendo además los órganos de gobierno de las Administraciones Públicas, previo acuerdo con las organizaciones sindicales más representativas, modificar o establecer unidades electorales según el número y las peculiaridades de sus colectivos, adecuando la configuración de las mismas a las estructuras administrativas o «a los ámbitos de negociación consti- 63 Ya se adelantó esta opinión; vid. RIVERO LAMAS, J., «El proceso de laboralización de la función pública: aspectos críticos y límites», cit., pág. 131. 64 Vid. GARCÍA FERNÁNDEZ, M., «Representatividad sindical y negociación colectiva en el sector público», Actualidad Laboral, núm. 42, 1988, pág. 2.468, y ROQUETA BUJ, R., La negociación colectiva en la función pública, cit., pág. 164. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que esa posibilidad queda prohibida por el artículo 79.2 de la Ley 55/2003, de 16 de diciembre, del Estatuto Marco del personal estatutario de los servicios de salud (cit.) que, con el carácter de norma básica, prevé la constitución de una Mesa sectorial de negociación «en el ámbito de cada servicio de salud». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 211 ESTUDIOS tuidos o que se constituyan» (art. 39.4 PEBEP)65. Se hecha en falta, por último, que no se reconozca conforme está proyectado la posibilidad de establecer, más que una verdadera regulación de la estructura de la negociación colectiva, ciertas reglas para resolver los conflictos de concurrencia entre los Acuerdos y Pactos de distinto ámbito y los criterios de complementariedad entre las diferentes unidades de negociación (art. 38.9 PEBEP). Nos encontramos, ahora, ante un periodo de diálogo social en el ámbito de las Administraciones Públicas. Concretamente, el Gobierno y las organizaciones sindicales representativas en el ámbito de las Administraciones Públicas han acordado, según se expresa en la Declaración para el diálogo social (2004)66, propiciar reformas en el marco normativo que incidan, entre otros aspectos, en «el reforzamiento de los derechos de participación y negociación colectiva en las Administraciones Públicas». En este contexto hay que situar la reciente reforma de la LORAP por la Ley 21/2006, tal como se afirma en su preámbulo67, y el futuro PEBEP, resultando ser manifestaciones del diálogo social pro- 65 Esta previsión se ha adelantado, aunque no en idénticos términos, por la Ley de reforma 21/2006, que ha dado nueva redacción al artículo 7.5 LORAP; es la siguiente: previa negociación y acuerdo con las organizaciones sindicales más representativas, «los órganos de gobierno de las Administraciones Públicas podrán modificar o establecer Juntas de Personal en razón al número y peculiaridades de sus colectivos, adecuando las mismas a las estructuras administrativas y/o a los ámbitos de negociación constituidos o que se constituyan»; ya cit. 66 Cfr. Declaración para el diálogo social en las Administraciones Públicas. (http://www.intersindical.org/ stepv/detotes/declaracionforodialogo.pdf). 67 Confirma el preámbulo de la Ley 21/2006 que «el texto de esta Ley, en su fase de Anteproyecto, ha sido debatido en la Mesa General de Negociación de la Administración General del Estado y en el Foro de Diálogo Social en el ámbito de las Administraciones Públicas». 212 yectado en normas de reforma o en proyectos de textos legislativos que avanzan mejoras en las condiciones de trabajo de los empleados públicos. No es nueva, sin embargo, esta forma de alumbrar nuevas leyes que afecten a la regulación del derecho a la negociación colectiva. A principios de 1990, en la Mesa General de Negociación de la Administración del Estado se alcanzó entre otros un pacto sobre el reconocimiento del derecho a la negociación colectiva de los funcionarios públicos68; negociación que se convirtió en concertación social por cuanto, al tratarse de un Acuerdo que versaba sobre materias que eran competencia del Consejo de Ministros, se requería su aprobación, siendo ésta una manifestación clara del «intercambio político»69. 2.3. Sujetos legitimados para negociar El legislador ha previsto que en las «Mesas de negociación» estén presentes, por una parte, los representantes de la Administración Pública correspondiente y, por la otra, las organizaciones sindicales más representativas a nivel estatal y de Comunidad Autónoma, así como los sindicatos que hayan obtenido, al menos, el 10 por 100 de los representantes en las elecciones a Delegados y Juntas de Personal (arts. 30, párrafo segundo, y 31.2, párrafo primero, LORAP). Idéntica legitimación se requiere para negociar en las nuevas «Mesas Generales de Negociación», si bien no se hace un expreso reconocimiento al nivel de representación que 68 Cfr. Resolución de la Dirección General de Trabajo de 5 de junio de 1990 (BOE de 18 de junio de 1990). Trae causa de este Acuerdo la Ley 7/1990, de 19 de julio, sobre negociación colectiva y participación en la determinación de las condiciones de trabajo de los empleados públicos (cit.), que dio nueva redacción al Capítulo III de la LORAP. 69 Así lo afirma SOLANS LATRE, M. A., Concertación social y otras formas de neocorporativismo en España y en la Comunidad Europea, Tecnos, Madrid, 1995, pág. 154. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA deben acreditar las organizaciones sindicales, sino que se remite a lo dispuesto en los artículos 6 y 7 de la LOLS (disp. adic. sexta LORAP). Finalmente, en las «Mesas sectoriales, además de las organizaciones sindicales más representativas a nivel estatal y de Comunidad Autónoma, estarán presentes los sindicatos que hayan obtenido en el correspondiente sector el 10 por 100 o más de los representantes en las elecciones a Delegados y Juntas de Personal» (art. 31.2, párrafo segundo, LORAP). Por su novedad, hay que destacar que la Ley de reforma70 da nueva redacción a este último precepto legal, sustituyendo la referencia genérica «además de las organizaciones sindicales señaladas en el párrafo anterior» por otra más precisa, a la vez que más restrictiva, al incluir sólo a las organizaciones sindicales más representativas a nivel estatal y de Comunidad Autónoma, excluyendo, tácitamente, a los sindicatos que hayan obtenido el 10 por 100 o más de los representantes en las elecciones a Delegados y Juntas de Personal. Con este «ajuste» se persigue delimitar y reducir la legitimación representativa para formar parte de las Mesas sectoriales, puesto que la traslación automática de la capacidad negocial de las organizaciones sindicales de unas Mesas a otras, en el contexto actual de modificación de la estructura negociadora en las Administraciones Públicas, acarreaba dificultades. Parece acertada la intervención legislativa porque, tratándose de Mesas sectoriales, es de pura lógica que las organizaciones sindicales acrediten su representación en el ámbito territorial y funcionarial concreto, sin que pueda operar de forma automática la irradiación de representatividad. Al margen de esta modificación normativa, lo realmente trascendente es que los su- Cfr. artículo único tres de la Ley 21/2006, de 20 de junio, que da nueva redacción al artículo 31.2, párrafo segundo, LORAP. 70 jetos legitimados para negociar del lado de los funcionarios sean exclusivamente las organizaciones sindicales, y no los representantes unitarios, esto es, los Delegados y Juntas de Personal. La LORAP acoge la «distinción tradicional de funciones entre los órganos electivos y los sindicatos, encomendando a éstos la llamada participación en la determinación de las condiciones de trabajo ( ) y configurando a las Juntas y a los Delegados de Personal como órganos estrictos de consulta e información»71. La opción legal viene predeterminada por el engarce constitucional del derecho a la negociación colectiva con el derecho fundamental de libertad sindical. Así, la LOLS condiciona la actuación futura del legislador, adelantando el reconocimiento de esa función negociadora a las organizaciones sindicales más representativas y a las simplemente representativas [arts. 6.3.d) y 7.1.y 2 LOLS]. Llama la atención que el mismo legislador ordinario, pese a seguir aquel molde normativo, olvide72 atribuir legitimación para negociar también a las secciones sindicales ex artículo 8.2.b) de la LOLS. Ciertamente, las secciones sindicales tienen atribuida por ley73 esa legitimación; este último artículo [el mencionado 8.2.b)] sí resulta aplicable a la negociación colectiva en la función pública74, en tanto se 71 RODRÍGUEZ PIÑERO, M., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos en la Ley 9/1987», cit., pág. 49. 72 Sobre la base de esa omisión, GÓMEZ CABALLERO, P., Los derechos colectivos de los funcionarios, cit., pág. 228, afirma que «el derecho a la negociación colectiva no es de aplicación al caso de las secciones sindicales en la función pública, habida cuenta que la LOLS remite a la legislación específica para el ejercicio de este derecho, y en ese ámbito la competencia para negociar se reconoce a las organizaciones sindicales». 73 Sólo carecen de legitimación para negociar en las «Mesas Generales de Negociación», puesto que la remisión para determinar aquéllas sólo alcanza a los artículos 6 y 7 LOLS (disp. adic. sexta LORAP). 74 Mayoritariamente, entre otros, FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mª. F. y CRUZ VILLALÓN, J., «Los sindicatos en la función pública: régimen jurídico y representaciones sindicales en el centro de trabajo», en VV.AA., Seminario sobre re- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 213 ESTUDIOS identifica expresamente a las secciones sindicales de los sindicatos más representativos y de los que tengan presencia «en los órganos de representación que se establezcan en las Administraciones Públicas». Es más, en las Comunidades Autónomas uniprovinciales y en las Entidades Locales sí puede darse coincidencia entre los ámbitos de las Mesas de negociación y de las secciones sindicales, desapareciendo en estos casos toda dificultad práctica para armonizar dichos ámbitos. Cualquiera que sea el escenario, lo cierto es que se ha configurado ex lege un «monopolio sindical cualificado»75, y que no todas las organizaciones sindicales están legitimadas para negociar. En efecto, solamente lo están los sindicatos más representativos a nivel del Estado o de Comunidad Autónoma y los simplemente representativos, con un 10 por 100, como mínimo, de representantes unitarios en el ámbito de las Mesas Generales de Negociación y, específicamente, en el correspondiente sector, si es una Mesa sectorial. Como regla común, los sindicatos más representativos están legitimados para negociar en todas las Mesas de negociación, sin que esté prevista excepción alguna. Los sindicatos simplemente representativos, es decir, los que han obtenido el 10 por 100 o más de los representantes en las elecciones a Delegados y Juntas de Personal, pueden negociar en todas las Mesas Generales de Negociación laciones colectivas en la Función Pública, Instituto Andaluz de Administración Pública, Sevilla, 1990, pág. 236; ROQUETA BUJ, R., La negociación colectiva en la función pública, cit., pág. 234 y ss.; LAHERA FORTEZA, J., La titularidad de los derechos colectivos de los trabajadores y funcionarios, CES, Madrid, 2000, pág. 275; SALA FRANCO, T., «La negociación colectiva en el empleo público», en VV.AA., Cuestiones actuales sobre la negociación colectiva, XIV Jornadas de estudio sobre la negociación colectiva, Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos-Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2001, pág. 127; BENGOETXEA ALKORTA, A., Negociación colectiva y autonomía colectiva, cit., págs. 122-123. 75 SALA FRANCO, T. y ROQUETA BUJ, R., Los derechos sindicales de los funcionarios públicos, cit., pág. 247. 214 en las que acrediten esa cualificación, pero no como antes de la reciente reforma legislativa en todas las Mesas sectoriales76, pues es obligado para acreditarse en estos ámbitos que justifiquen aquella condición en el correspondiente sector. Con ello, al menos, se ha logrado limitar la extensión de la «irradiación» legitimadora de los sindicatos simplemente representativos en el ámbito de las Mesas sectoriales, pues no estaba justificado extenderla a todas las organizaciones sindicales que lleguen al umbral mínimo de representatividad exigido cuando no tengan implantación en el ámbito sectorial donde se negocia. El reconocimiento de legitimación para negociar en las Mesas Generales de Negociación a las organizaciones sindicales más representativas y a los sindicatos simplemente más representativos, facilita que pueda haber negociación en todos los niveles territoriales de la Administración, incluso en las Entidades Locales de pequeña dimensión77. Ya sea porque no sean seis, al menos, los funcionarios públicos, ya porque no se promueva un proceso electoral o, si promovido, no obtienen representación, los sindicatos que tienen reconocida legitimación para negociar no serán los auténticos representantes de los funcionarios locales, pudiendo carecer de aceptación. Sin dejar de reconocer este inconveniente, el modelo tiene la ventaja de asegurar la posibilidad de negociar en todas las Administraciones Públicas. Del lado de la Administración Pública, la legitimación para negociar la ostenta cada 76 Cfr. artículo 79.2 de la Ley 55/2003, que únicamente reconoce la legitimación para estar presentes en las Mesas sectoriales de negociación que se constituyan a las organizaciones sindicales más representativas en el nivel estatal y de Comunidad Autónoma, «así como las que hayan obtenido el 10 por ciento o más de los representantes en las elecciones para Delegados y Juntas de Personal en el servicio de salud». 77 Así lo pone de relieve BLASCO ESTEVE, A., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos en la Administración Local», cit., pág. 2.164. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA Administración según sus competencias en materia de personal, atendiendo al ámbito de la Mesa de negociación de que se trate. Ahora bien, negociarán los representantes de la Administración del Estado, de las Comunidades Autónomas o de las Entidades Locales (arts. 30, párrafo segundo, y 35 LORAP), de acuerdo con las instrucciones recibidas, respectivamente, del Gobierno, de los Consejos de Gobierno de las Comunidades Autónomas o del Pleno de los municipios o diputaciones (art. 37.1 LORAP). Se trata de un mandato imperativo, pues no se debe olvidar que, para la validez y eficacia de los acuerdos y pactos alcanzados en las Mesas de negociación, se exige «la aprobación expresa y formal de aquellos órganos en su ámbito respectivo». Parece que en las Mesas sectoriales está legitimado para negociar el Ministerio competente78 en el sector administrativo de referencia o, cuando la negociación implique a varios departamentos ministeriales, el propio Gobierno o el departamento con competencias en Administración Pública, si lo hubiera. Por último, en la Mesa General de Negociación de las Administraciones Públicas se prevé que la representación de las Administraciones Públicas sea unitaria, presidida por la Administración General del Estado y contando con representantes de las Comunidades Autónomas y de la Federación Española de Municipios y Provincias (disp. adic. sexta LORAP). Conocedor de la praxis negocial, el PEBEP corrobora que las Administraciones Públicas pueden encargar el desarrollo de las actividades de negociación colectiva «a los órganos creados por ellas, de naturaleza estric- Cfr. artículo 4.2.a) de la Ley 30/1984, de 2 de agosto, de medidas para la reforma de la función pública. En la doctrina, entre otros, GÓMEZ CABALLERO, P., Los derechos colectivos de los funcionarios, cit., pág. 297, y ROQUETA BUJ, R., La negociación colectiva en la función pública, cit., págs. 232-233, que especifica el Ministerio competente, respectivamente, en las Mesas sectoriales del artículo 31 de la LORAP. 78 tamente técnica, que ostentarán su representación en la negociación colectiva»; eso sí, «previas las instrucciones políticas correspondientes y sin perjuicio de la ratificación de los acuerdos alcanzados por los órganos de gobierno o administrativos con competencia para ello» (art. 33.2 PEBEP). 2.4. El contenido de la negociación De entrada, interesa poner de manifiesto que, aunque falte en la LORAP una expresión semejante a la que encabeza el precepto legal relativo al contenido de la negociación colectiva en el sector laboral «Dentro del respeto a las leyes, » (art. 85.1 LET), en el ámbito funcionarial la ley es siempre un límite natural, y presupuesto, además, de lo que el legislador llegue a establecer respecto de instrumentos y áreas de actuación de las respectivas Administraciones Públicas sobre materias determinadas. Ciertamente, el legislador también se ocupa de concretar las materias objeto de posible negociación. Pretende con ello dirigir el proceso negociador hacia aquellos contenidos conexos a la relación de servicio de los funcionarios públicos, excluyendo otros propios de la relación orgánica79. La técnica que se sigue es enumerar, en positivo, las materias objeto de negociación y, al mismo tiempo, señalar cuáles están excluidas. En punto a la delimitación de los estrictos contenidos, se establece ex lege que «serán objeto de negociación en su ámbito respectivo y en relación con las competencias de cada 79 Sobre la utilización reciente de esta clásica distinción de R. ALESSI, vid. DEL REY GUANTER, S., Estado, sindicatos y relaciones colectivas en la Función Pública, cit., pág. 188; BLASCO ESTEVE, A., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos en la Administración Local», cit., pág. 2.167; SÁNCHEZ MORÓN, M., Derecho de la función pública, Tecnos, 4ª ed., Madrid, 2004, pág. 253; BENGOETXEA ALKORTA, A., Negociación colectiva y autonomía colectiva, cit., pág. 129. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 215 ESTUDIOS Administración Pública», las materias siguientes (art. 32 LORAP): a) el incremento de retribuciones de los funcionarios y del personal estatutario de las Administraciones Públicas que proceda incluir en el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado de cada año, así como el incremento de las demás retribuciones a establecer, para su respectivo personal, en los proyectos normativos correspondientes de ámbito autonómico y local; b) la determinación y aplicación de las retribuciones de los funcionarios públicos; c) la preparación y diseño de los planes de oferta de empleo público; d) la clasificación de puestos de trabajo80; e) la determinación de los programas y fondos para la acción de promoción interna, formación81 y perfeccionamiento; f) la determinación de las prestaciones y pensiones de las clases pasivas y, en general, todas aquellas materias que afecten, de algún modo, a la mejora de las condiciones de vida de los funcionarios jubilados; g) los sistemas de ingreso, provisión y promoción profesional de los funcionarios públicos; h) las propuestas sobre derechos sindicales y de participación; i) medidas sobre salud laboral82; j) todas aquellas materias que afecten, de algún modo, al acceso a la Función Pública, carrera administrativa, retribuciones y Seguridad Social, o a las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos, y cuya regulación exija norma con rango de ley; y, k) las materias de índole económica, de prestación de servicios, sindical, asistencial, y en general cuantas otras afecten a las condiciones de trabajo83 y al ámbito de relaciones de Vid. STS de 6 de febrero de 2004 (Ar. 972). Cfr. Resolución de 17 de octubre de 2005, de la Secretaría General para la Administración Pública, por la que se ordena la publicación del IV Acuerdo de Formación Continua en las Administraciones Públicas (BOE de 19 de noviembre de 2005). 82 Sobre la obligatoriedad de negociar contenidos de salud laboral, vid. STS de 23 de junio de 2003 (Ar. 4444). 83 Cfr. Orden APU/3902/2005, de 15 de diciembre, por la que se dispone la publicación del Acuerdo de la Mesa General de Negociación por el que se establecen 80 81 216 los funcionarios públicos y sus organizaciones sindicales con la Administración. De otra parte, y dentro de la esfera de actuación administrativa, se confirma que «quedan excluidas de la obligatoriedad de la negociación, en su caso, las decisiones de las Administraciones Públicas que afecten a sus potestades de organización, al ejercicio del derecho de los ciudadanos ante los funcionarios públicos y al procedimiento de formación de los actos y disposiciones administrativos» (art. 34.1 LORAP); si bien, cuando las decisiones de las Administraciones Públicas que afecten a sus potestades de organización «puedan tener repercusión sobre las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos», se debe consultar con las organizaciones sindicales más representativas y los sindicatos simplemente representativos (art. 34.2 LORAP). Son dos, en suma, los bloques de materias clasificados por el legislador: el primero, delimitado positivamente, incluye los contenidos objeto de negociación colectiva, típicos como se ha dicho de la relación bilateral de servicio entre el funcionario y la Administración; el segundo, se describe de forma negativa, puesto que no pueden ser negociadas por quedar dentro del ámbito de la relación orgánica o interna entre el funcionario y el órgano administrativo en el que se integra. En cuanto a las materias sobre las que está prohibido negociar, la norma habilita un procedimiento alternativo de consulta, preservando de esta manera la participación de los sindicatos que, de no existir aquella prescripción, estarían legitimados para negociar. La ordenación por bloques no es una tarea exenta de dificultades porque, a modo de ejemplo, si negamos la posibilidad de negociar las decisiones de las Administraciones Públicas que afecten «a sus potestades de or- medidas retributivas y para la mejora de las condiciones de trabajo y la profesionalización de los empelados públicos (BOE de 16 de diciembre de 2005). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA ganización», es llamativo que sean negociables materias que inciden en los aspectos organizativos de cada Administración como la clasificación de los puestos de trabajo, la oferta de empleo público y los sistemas de ingreso, provisión y promoción profesional84. Quizá esta crítica pudiera salvarse con una simple concreción legal de lo que se entiende por «potestades de organización», al ser una expresión no precisada en la ley; sólo si con ella se pretendiera hacer referencia exclusivamente a la fijación de la estructura orgánica de las Administraciones Públicas y, en general, a la potestad de autoorganización, así como a las funciones que se atribuyen a cada órgano de la estructura administrativa85, desaparecería aquella invasión establecida en la propia LORAP. Sin embargo, la Ley no se limita a atribuir facultades de negociación sobre unas determinadas materias; lo verdaderamente relevante es el carácter obligatorio de la negociación colectiva en relación con tales materias, esto es, el deber de negociar. El legislador afirma que las materias enumeradas «serán objeto de negociación» en todo caso (art. 32 LORAP); utiliza la forma imperativa, de ahí que los sujetos legitimados en los distintos ámbitos de negociación, de conformidad con la competencia normativa de cada Administración Pública, estén obligados a entablar una negociación sobre esas materias, al margen de que la negociación concluya o no con acuerdo86. Tan es así que el Gobierno y los En este sentido, ROQUETA BUJ, R., «La negociación colectiva en la función pública», Temas Laborales, núm. 76, 2004, págs. 331-332. 85 Así lo destaca BENGOETXEA ALKORTA, A., Negociación colectiva y autonomía colectiva, cit., pág. 130. 86 En la jurisprudencia, SSTS de 10 de noviembre de 1994 (Ar. 9040), de 18 de octubre de 1995 (Ar. 7566), de 29 de mayo de 1997 (Ar. 4534), de 14 de abril de 2000 (Ar. 4823), de 25 de junio de 2001 (Ar. 5738), de 17 de febrero de 2003 (Ar. 2112), de 23 de junio de 2003 (Ar. 4444), de 16 de enero de 2004 (Ar. 428), de 19 de enero de 2004 (Ar. 558), de 6 de febrero de 2004 (Ar. 972), entre otras. 84 órganos de gobierno de las demás Administraciones Públicas, en sus respectivos ámbitos, sólo tienen potestad para regular unilateralmente las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos «en los casos en que no se produzca acuerdo en su negociación o no se alcance la aprobación expresa y formal» del órgano de gobierno correspondiente (art. 37.2 LORAP)87. Del tenor de estos últimos preceptos parece deducirse «una reserva de ley para la negociación colectiva respecto a las materias enunciadas»88 en el artículo 32 de la LORAP, a la vez que se condiciona la posibilidad de regular unilateralmente esas materias por las Administraciones Públicas a que previamente se haya intentado una negociación con buena fe. No obstante, negociar esas materias es una «obligación relativa», porque, según establece el propio legislador, el proceso de negociación «comprenderá, de entre las materias relacionadas en el artículo anterior, las que ambas partes estimen oportuno» (art. 33 LORAP). Si se negocia, sólo podrá hacerse sobre las materias enumeradas en la Ley, sobre todas o sobre algunas de ellas, atendiendo como se dice a continuación a la competencia normativa en materia de personal de la Administración presente en la mesa de negociación y a la decisión conjunta de ambas partes negociadoras. La exclusión de la negociación de cualesquiera de aquellas materias únicamente puede hacerse de común acuerdo por las partes89, pues esta- Esta última previsión «presupone ( ) la existencia previa de una negociación, real o intentada» [STS de 10 de noviembre de 1994 (Ar. 9040)]. 88 STS 16 de noviembre de 1995 (Ar. 8791). 89 La SAN de 7 de noviembre de 2000 (RJCA 2585) razona así: «dado que la negociación tiene por objeto las materias del artículo 32, que por exclusión no es obligatoria la negociación en los supuestos del artículo 34 y que el artículo 33 establece que se negociará sobre las materias que ambas partes estimen oportunas, resulta evidente que la exclusión de algunas de las cuestiones del artículo 32 sólo podrá hacerse con el consentimiento de ambas partes negociadoras». 87 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 217 ESTUDIOS blecido el deber de negociar no es admisible la exclusión unilateral de alguna de las materias. En efecto, las materias relacionadas ex lege no pueden negociarse en todas las Mesas de negociación. Tales materias serán objeto de negociación «en su ámbito respectivo y en relación con las competencias de cada Administración Pública» (art. 32 LORAP). El factor clave es el reparto de competencias en materia funcionarial entre el Estado, las Comunidades Autónomas y las Entidades Locales, de tal manera que las materias cuya regulación compete al Estado quedan fuera de la negociación en el ámbito autonómico y local, al igual que las materias de competencia autonómica quedan vedadas a la negociación de ámbito local90. A la vista de este condicionamiento, se ha podido decir91 que los funcionarios públicos autonómicos y, sobre todo, los de la Administración Local no tienen siempre garantizado el derecho a negociar sus condiciones de trabajo en sus aspectos fundamentales, ya que buena parte de ellas se deciden por unas Mesas de negociación en las que no están representados. Para satisfacer el derecho a la negociación colectiva de todos los funcionarios, recientemente el legislador estatal92 ha previsto la constitución de una Mesa General de Negociación de las Administraciones Públicas, negociándose en ella las materias relacionadas en el artículo 32 de la LORAP «que resulten susceptibles de regulación estatal con carácter de norma básica, sin perjuicio de los acuerdos a que puedan llegar las Comunidades Autónomas en su correspondien- 90 SSTS de 16 de noviembre de 1994 (Ar. 1995), de 7 de noviembre de 1995 (Ar. 8173), de 10 de febrero de 1997 (Ar. 1409) y de 30 de junio de 1997 (Ar. 6138). 91 Lo pone de manifiesto ROQUETA BUJ, R., «La negociación colectiva de los funcionarios locales», cit., págs. 2.509-2.510. 92 Cfr. artículo único cuatro Ley 21/2006, de 20 de junio, que añade una nueva disposición adicional sexta a la LORAP. 218 te ámbito territorial en virtud de sus competencias exclusivas y compartidas en materia de Función Pública» (disp. adic. sexta LORAP). Si reparamos en la legitimación reconocida para negociar en la Mesa General de Negociación de las Administraciones Públicas hay que convenir que se trata de una solución parcial al problema planteado. En efecto, si bien los sindicatos más representativos y los simplemente representativos a nivel de Comunidad Autónoma pueden estar presentes en la negociación, no ocurre lo mismo con los de ámbito inferior. Por ello, sólo si se extendiera la medida de la representatividad sindical también al ámbito local quedaría satisfecha aquella demanda. La raíz del problema está en que sobre las materias básicas de competencia estatal no cabe una negociación colectiva autonómica y/o local contraria o distinta, aunque ésta sea de mejora, a la norma estatal, siendo nulos los acuerdos y pactos que así procedan a introducirla93. En definitiva, las potestades normativas del órgano administrativo correspondiente determinan los ámbitos de la negociación. Es éste el criterio básico para distribuir los contenidos objeto de negociación en cada nivel. El legislador insiste una y otra vez en ello: los Pactos se celebrarán «sobre materias que se correspondan estrictamente con el ámbito competencial del órgano administrativo que los suscriba», del mismo modo que los Acuerdos versarán «sobre materias competencia del Consejo de Ministros, Consejos de Gobierno de Comunidades Autónomas u órganos correspondientes de las Entidades Locales» (art. 35, párrafos segundo y tercero, LORAP). Cada Administración está legalmente legitimada para estipular Acuerdos y Pactos siempre que se refieran a su compe- 93 Entre otras, SSTS de 3 de febrero de 1997 (Ar. 923), de 10 de febrero de 1997 (Ar. 1409), de 30 de junio de 1997 (Ar. 307/1998), de 22 de diciembre de 1997 (Ar. 315/1998), de 25 de junio de 1999 (Ar. 5511) y de 25 de septiembre de 2003 (Ar. 7198). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA tencia, de ahí que «las concretas extralimitaciones que puedan apreciarse deban ser declaradas ilegales y dejadas sin efecto»94. La relación del artículo 32 de la LORAP determina las materias negociables, procediendo a identificar aquéllas en las que es posible una verdadera negociación de aquellas otras sujetas a reserva de ley en su regulación. Como se sabe, en todo caso, la Administración Pública debe respetar la reserva de ley; más aún, las disposiciones administrativas no pueden «regular aquellas materias que la Constitución o los Estatutos de Autonomía reconocen de la competencia de las Cortes Generales o de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas» (art. 51.1 Ley 30/1992)95. Si las Administraciones Públicas no pueden regular las materias funcionariales reservadas a la ley, debemos concluir que esas materias tampoco pueden desarrollarse mediante Pactos y Acuerdos96. No obstante, si se negocia sobre materias incluidas en la reserva de ley, la negociación no puede tener como efecto alcanzar un acuerdo directamente aplicable al personal incluido en su ámbito de aplicación. En estos supuestos, lo que se llegará a negociar es el posible contenido de un proyecto de ley97, y el acuerdo, de alcanzarse, tendrá una eficacia obligacional para el órgano de gobierno que deberá presentar ante el Parlamento o la Asamblea Legislativa un proyecto STS de 7 de noviembre de 1995 (Ar. 8173). Cfr. Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de régimen jurídico de las Administraciones Públicas y del procedimiento administrativo común (BOE 27 de noviembre de 1992). 96 GÓMEZ CABALLERO, P., Los derechos colectivos de los funcionarios, cit., pág. 312. 97 DEL REY GUANTER, S., «La nueva regulación de la negociación colectiva y de la solución de los conflictos en la función pública», Relaciones Laborales, núm. 11, 1991, pág. 12; GARCÍA MURCIA, J., «Marco legal y contenido de la negociación colectiva de los empleados públicos», Revista de Trabajo y Seguridad Social, núm. 11, 1993, pág. 159; GÓMEZ CABALLERO, P., Los derechos colectivos de los funcionarios, cit., pág. 308 y ss. 94 95 de ley redactado según lo pactado98, sin que, por supuesto, éstos queden vinculados por el acuerdo negociado, disponiendo de plena libertad para aprobar la iniciativa, modificarla sustancialmente o rechazarla99. Hay que distinguir, en síntesis, la negociación propiamente dicha de la negociación con fines legislativos, esto es, la que va dirigida a colaborar100 con el poder legislativo, 98 STS de 15 de septiembre de 1999 (Ar. 3197). En la doctrina, por todos, GÓMEZ CABALLERO, P., «La vinculación de los acuerdos colectivos en el ámbito de la función pública (A propósito de la sentencia de la Audiencia Nacional de 7 de noviembre de 2000)»; Relaciones Laborales, núm. 13, 2001, pág. 49; MARTÍNEZ ABASCAL, V. A., «La eficacia de la negociación colectiva de los funcionarios: a propósito de la sentencia de la Audiencia Nacional de 7 de noviembre de 2000», Relaciones Laborales, núm. 13, 2001, pág. 26; MENÉNDEZ SEBASTIÁN, P., «La sentencia de la Audiencia Nacional sobre el incremento retributivo de los funcionarios: crónica de un conflicto anunciado», Aranzadi Social, núm. 2, 2001, pág. 58; ROQUETA BUJ, R., «La negociación del incremento de las retribuciones de los funcionarios públicos (A propósito de la sentencia de la Audiencia Nacional de 7 de noviembre de 2000)»; Justicia Laboral, núm. 6, 2001, pág. 50. 99 SSTS de 21 de marzo de 2002 (Ar. 4318 y 4319). La jurisprudencia sentada en estas sentencias es clara: la negociación colectiva puede tener por objeto el incremento de las retribuciones de los funcionarios, con la consecuencia de que, de alcanzar un acuerdo, éste consistirá en la inclusión del incremento negociado en el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado del año de que se trate. Aparece así claramente consagrada «la subordinación a la Ley de Presupuestos de todo incremento en el gasto público, pues al aprobar el Parlamento los Presupuestos Generales del Estado que el Gobierno elabora, a tenor del artículo 134.1 de la Constitución, en el ejercicio de una función o competencia específica, desdoblada de la genérica potestad legislativa, amparada en el artículo 66.2 de la Constitución, el articulado de la ley que los aprueba integra un todo cuyo contenido adquiere fuerza de ley». Se corrige así la línea argumental, carente de fundamento jurídico, de la SAN de 7 de noviembre de 2000 (RJCA 2585), que sostuvo la obligación del Parlamento de acoger el contenido del Acuerdo previo con las organizaciones sindicales en la Ley de Presupuestos Generales del Estado. 100 «Pseudo-negociación» o «legislación prenegociada», con palabras de ROQUETA BUJ, R., «La negociación colectiva en el proyecto de estatuto básico de la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 219 ESTUDIOS en el cual reside la potestad normativa, para regular las materias sometidas a reserva legal. Así lo recoge el PEBEP que, siguiendo la línea jurisprudencial marcada, diferencia la naturaleza y eficacia de los instrumentos negociados, según afecten o no a materias incluidas en la reserva de ley. Sin embargo, y por contraste, cuando los Acuerdos afecten a temas que pueden ser decididos de forma definitiva por los órganos de gobierno, una vez ratificados, «el contenido de los mismos será directamente aplicable al personal incluido en su ámbito de aplicación»; por contra, si los Acuerdos ratificados tratan sobre materias sometidas a reserva de ley, su contenido carece de eficacia directa, y el órgano de gobierno respectivo que tenga la iniciativa legislativa «procederá a la elaboración, aprobación y remisión a las Cortes Generales o a las Asambleas Legislativas del correspondiente proyecto de ley conforme al contenido del Acuerdo y en el plazo acordado» (art. 38.3 PEBEP). En uno y otro supuesto, se trata de una normativa ya en vigor que el PEBEP recepciona y regula con mayor precisión y detalle. 2.5. El proceso de negociación y la conclusión de los pactos y acuerdos: su eficacia jurídica Son escasas e imprecisas las reglas sobre el procedimiento a seguir en la negociación colectiva de las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos. Ciertamente, las lagunas legislativas pueden suplirse por la voluntad mayoritaria de los sujetos colectivos intervinientes, adoptando acuerdos para avanzar en la negociación. Sin embargo, la ausencia de criterios de ordenación del proceso negociador acarrea inseguridad jurídica y, a la postre, dificulta los acuerdos. Sin llegar a reglamentarlo todo, el legislador debió función pública», cit., pág. 625, y SALA FRANCO, T., «Las relaciones laborales en las Administraciones Públicas», Actualidad Laboral, núm. 32, 2000, pág. 534. 220 establecer unos criterios a seguir, que resultaran de orden público, dieran homogeneidad al sistema y eliminaran, en la medida de lo posible, las controversias que con frecuencia aparecen en cada fase negociadora101. En el presente, el legislador se limita a señalar que «el proceso de negociación se abrirá, con carácter anual, en la fecha que de común acuerdo fijen el Gobierno u órganos de gobierno de las restantes Administraciones Públicas y los sindicatos más representativos a nivel estatal y de Comunidad Autónoma, según lo dispuesto en los artículos 6 y 7 LOLS» (art. 33 LORAP). Antes, ordena que «la Mesa General y las Mesas sectoriales de negociación se reunirán, al menos, una vez al año», pudiendo convocarse más reuniones «por decisión de la Administración Pública correspondiente, por acuerdo entre ésta y las organizaciones sindicales presentes en la correspondiente Mesa, y por solicitud de todas las organizaciones sindicales presentes en la respectiva Mesa» (art. 31.3 LORAP). Así pues, todas las Mesas de negociación102 se reunirán, al menos, una vez al año. Al fijar este periodo de referencia, el año natural, se piensa en la negociación de los contenidos económicos, en particular el incremento retributivo a incluir en las normas presupuestarias, y en la oferta de empleo público, que se 101 Como afirma DEL REY GUANTER, S., «Evolución general y problemática fundamental de las relaciones colectivas en la función pública», en VV.AA., Seminario sobre relaciones colectivas en la Función Pública, Instituto Andaluz de Administración Pública, Sevilla, 1990, pág. 53. 102 También así lo entendemos la Mesa General de Negociación de las Administraciones Públicas y la Mesa General de Negociación conjunta para el personal funcionario, estatutario y laboral, reconocidas en la nueva disposición adicional sexta LORAP, deberían reunirse, como mínimo, una vez al año; aunque para dejarlo claro debió modificarse el artículo 31.3 LORAP para referirse en plural a las «Mesas Generales» o, mejor, llevar esa regla al artículo 33 LORAP. Sólo una interpretación literal y sistemática, no finalista, llevaría a conclusión distinta. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA programan ambas anualmente. Una Mesa de negociación, lógicamente, puede reunirse en más de una ocasión durante el año, bastando la decisión unilateral de la Administración Pública interesada. Se reconoce a la Administración una potestad que no tienen los sindicatos a título individual; sólo si la solicitud parte de forma unánime de todas las organizaciones con legitimación para negociar en una Mesa, la Administración vendrá obligada a reunirse para negociar. Ningún valor práctico tiene atribuir la convocatoria extraordinaria a la voluntad conjunta de las partes negociadoras, cuando es suficiente la decisión de la Administración Pública competente. La fecha de la reunión anual se fija de común acuerdo por el Gobierno u órganos de gobierno de las otras Administraciones Públicas y los sindicatos más representativos a nivel estatal y de Comunidad Autónoma. Como todavía no se ha constituido la Mesa, son los órganos con competencias en materia de personal, de un lado, y los sindicatos, de otro, los llamados a pactar la fecha de la primera reunión. Sorprende la llamada en exclusiva a los sindicatos más representativos, excluyendo por omisión a los sindicatos simplemente representativos, que también pueden gozar de legitimación para negociar. Estando todavía en una fase previa a la negociación, quizá para facilitar este acuerdo inicial, se reduce el número de sindicatos pactantes a los más representativos, si bien ello, en ningún caso, puede suponer privarles del derecho a negociar, cuando lo tengan reconocido ex lege, debiéndoles comunicar a aquéllos la fecha de comienzo del proceso negociador. No está previsto qué sucede cuando no exista acuerdo sobre la fecha, ni tampoco se determina cómo o quién establece el día inicial de reunión caso de convocar otras reuniones, al margen de la anual, aunque parece lógico que se celebre en la fecha comunicada por la parte o las partes que impulsen la negociación. El PEBEP establece que, a falta de acuerdo, el proceso se iniciará «en el plazo máximo de un mes desde que la mayoría de una de las partes legitimadas lo promueva, salvo que existan causas legales o pactadas que lo impidan» (art. 34.6 PEBEP). El proceso de negociación comienza con la constitución de la Mesa negociadora. En ella pueden estar presentes, junto a la Administración o Administraciones Públicas, todos los sindicatos legitimados, según el ámbito de la negociación. La convocatoria que abra la negociación debe estar dirigida a todos, evitando así que un sindicato legitimado y no convocado pueda impugnar el proceso sobre la base de la vulneración de su derecho a negociar. Cuestión distinta es que un sindicato legitimado opte voluntariamente por no participar103. De no comparecer ningún sindicato, se tiene por intentada la negociación, recuperando la Administración la potestad de establecer las condiciones de trabajo de manera unilateral, equiparándose este supuesto a los casos en que no se llegue a un acuerdo en el curso de la negociación (art. 37.2 LORAP). Ninguna previsión encontramos en el texto legal sobre los requisitos para la válida constitución de la Mesa negociadora: no se establece el número de puestos, ni los criterios de reparto de los mismos entre las organizaciones sindicales legitimadas para negociar; tampoco hay regla alguna sobre la exigencia de un quorum mínimo. Del silencio normativo, cabe intuir que no se han querido predeterminar esos aspectos del proceso negociador, de manera que la Mesa negociadora queda válidamente constituida cuando to- 103 En el supuesto contrario, cuando sea la Administración la que muestre una total pasividad, cualquiera de los sindicatos legitimados podrá recurrir a los órganos jurisdiccionales de lo contencioso-administrativo para que ordene sentarse a negociar a la Administración. De esta misma opinión, ROQUETA BUJ, R., La negociación colectiva en la función pública, cit., pág. 337, y BENGOETXEA ALKORTA, A., Negociación colectiva y autonomía colectiva, cit., pág. 150. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 221 ESTUDIOS dos los sindicatos legitimados para negociar hayan sido convocados y se les permita participar en las negociaciones, independientemente de que opten por participar o no104, y de cuál sea la representatividad global ostentada por quienes decidan hacerlo. En consecuencia, el reparto de puesto entre los sindicatos legitimados participantes debe ser proporcional a la representatividad105 acreditada según los resultados electorales obtenidos en el ámbito específico de la negociación. El riesgo, sin duda, es permitir negociar cuando los representantes de los funcionarios gocen de escasa capacidad de representación, porque quienes pueden llegar a ostentar la mayor representatividad hayan decidido no integrarse en la Mesa negociadora. Estos vacíos de regulación difícilmente pueden ser cubiertos por la propia autonomía colectiva. De tal posición parece partir también el PEBEP, que trata de hacer frente a esta importante laguna de la legislación actual precisando que la Mesa negociadora quedará válidamente constituida cuando, además de la representación de la Administración correspondiente, y sin perjuicio del derecho de todas las organizaciones sindicales legitimadas a participar en ella en proporción a su representatividad, tales organizaciones sindicales «representen, como mínimo, la mayoría absoluta de los miembros de los órganos unitarios de representación en el ámbito de que se trate» (art. 35.1 PEBEP)106. 104 Estaríamos ante un «apartamiento» o «exclusión» voluntarios [SSTS de 20 de diciembre de 2002 (Ar. 1423/2003) y de 19 de mayo de 2003 (Ar. 3908)]. 105 STS de 18 de octubre de 1995 (Ar. 7566). 106 Con todo, advierte ROQUETA BUJ, R., «La negociación colectiva en la función pública», cit., pág. 330, que no parece acertado este único criterio, puesto que resultaría imposible la válida constitución de la mesa negociadora cuando: 1) no se hubieran elegido representantes unitarios; 2) todos o la mayoría de los representantes unitarios comprendidos en el ámbito de la negociación fueran independientes; 3) la organización sindical claramente mayoritaria decida no formar parte de la Mesa negociadora y las restantes comparecientes no lleguen 222 Menor trascendencia tiene la falta de pautas acerca de la composición numérica de las Mesas, la forma de designar a sus componentes o el aspecto relativo a la posibilidad de contar con la asistencia de asesores en las deliberaciones. En cuanto al desarrollo de las negociaciones, nada se dice expresamente sobre la obligación de negociar de buena fe107, como principio básico que debe presidir la negociación colectiva, aunque parece obligado presumir su exigencia. En realidad, la única referencia al comportamiento de las partes en la negociación es la relativa a la posibilidad de que el Gobierno, los Consejos de Gobierno de las Comunidades Autónomas o el órgano correspondiente de las Entidades Locales, transmitan «las instrucciones a que deberán atenerse sus representantes cuando proceda la negociación con la representación sindical». Quienes representan a las Administraciones Públicas quedan bajo el mandato de éstas, que pueden dictar a sus representantes en la Mesa negociadora las instrucciones políticas oportunas, reteniendo, no obstante, la decisión final sobre la ratificación de los acuerdos. Ninguna mención hay a los sujetos conformadores, a la formalización misma de la negociación, tales como la designación de un presidente y un secretario de la Mesa, o a la adopción de acuerdos parciales, aspectos organizativos y de funcionamiento que una praxis negociadora experimentada tiene sobrada capacidad para acordar, en cada caso, las medidas más apropiadas. Obviamente, alcanzar acuerdos en el seno de la Mesa negociadora es la finalidad perse- a alcanzar el porcentaje requerido de audiencia electoral. 107 En cambio, el PEBEP sí recoge que «ambas partes estarán obligadas a negociar bajo el principio de la buena fe y a proporcionarse mutuamente la información que precisen relativa a la negociación» (art. 34.7 PEBEP). También se reconoce en el artículo 80.3 Ley 55/2003, de 16 de diciembre, del Estatuto Marco del personal estatutario de los servicios de salud (cit.). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA guida al iniciar el proceso de negociación. Lo primero será determinar, de entre las materias relacionadas en el artículo 32 LORAP, aquéllas sobre las que versará la negociación (art. 33, in fine, LORAP). A la conclusión del periodo negociador, los representantes de las Administraciones Públicas y de las organizaciones sindicales legitimadas para negociar «podrán llegar a Acuerdos y Pactos para la determinación de las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos»: los Pactos como ya se ha expresado se celebran sobre materias que se correspondan estrictamente con el ámbito competencial del órgano administrativo que lo suscriba y vinculan directamente a las partes; mientras que los Acuerdos versan sobre materias competencia del Consejo de Ministros, de los Consejos de Gobierno de Comunidades Autónomas o de los órganos correspondientes de las Entidades Locales, siendo necesaria, para su validez y eficacia, la aprobación expresa y formal de estos órganos en su ámbito respectivo (art. 35 LORAP). Así pues, se establece ex lege la distinción entre ambos instrumentos negociales sobre la base de un doble criterio108: material o competencial, de un lado, y formal, de otro. Aunque se reconocen y regulan los Pactos y Acuerdos como los dos instrumentos formales para concluir con éxito la negociación, la Ley guarda silencio sobre cómo se adoptarán los mismos, resultando el criterio mayoritario la única respuesta admisible109; de manera que cuando la mayoría sindical manifiesta una voluntad contraria al acuerdo, habrá que considerar fracasada la negociación. El imperativo respeto a las leyes constituye, en todo caso, un límite más a la auto- FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, J. J. y RODRÍGUEZ ESCANS., La negociación colectiva de los funcionarios públicos, Cedecs, Barcelona, 1996, págs. 180-181. 109 Por todos, SALA FRANCO, T. y ROQUETA BUJ, R., Los derechos sindicales de los funcionarios públicos, cit., pág. 268. 108 CIANO, nomía colectiva110. Según se ha reiterado antes, la negociación colectiva no puede abordar contenidos que estén regulados en la ley o sobre los que haya una reserva de ley preestablecida (art. 51.1 y 62.2 Ley 30/1992). A la negociación colectiva, por consiguiente, le corresponde una competencia de especificación de las materias mencionadas legalmente o, cuando sea el caso, de ordenación de cuestiones no tratadas por la ley; pero no pueden mejorarla111, salvo que así se autorice112. Volviendo sobre los Pactos y Acuerdos suscritos en las Mesas de negociación, sólo respecto de estos últimos, en tanto inciden en materias que son competencia de los órganos de gobierno de las Administraciones Públicas, el legislador obliga a su ratificación por dichos órganos administrativos. La aprobación expresa y formal es una condición de validez y eficacia, pues sin ella lo acordado no tiene virtualidad alguna. Probablemente, convendría distinguir, como lo hace el PEBEP, según los Acuerdos ratificados afecten a temas que pueden ser decididos de forma definitiva por los órganos de gobierno, de los que traten sobre materias sometidas a reserva de ley. Mientras en el primer supuesto el contenido del Acuerdo será directamente aplicable al personal incluido en su ámbito de aplicación, en el segundo, por el contrario, su contenido carecerá de eficacia directa, viniendo obligado el órgano de gobierno a elaborar, aprobar y remitir a las Cortes Generales o a la Asamblea Legislativa autonómica el correspondiente proyecto de ley conforme Vid. ESCUDERO RODRÍGUEZ, R., «El nuevo marco de la negociación colectiva de los funcionarios públicos», Relaciones Laborales, núm. 19, 1990, pág. 95. En la jurisprudencia, SSTS de 14 de febrero de 1992 (Ar. 988) y de 12 de noviembre de 2003 (Ar. 8690). 111 Por todas, STS de 14 de octubre de 1998 (Ar. 7543). 112 ROQUETA BUJ, R., «La aplicación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales en las Administraciones Públicas», Tribuna Social, núm. 73, 1997, págs. 58 y ss. 110 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 223 ESTUDIOS al contenido del Acuerdo (art. 38.3 PEBEP)113. Como requisitos adicionales, los Pactos y Acuerdos deben incluir, además de las partes intervinientes y el plazo de vigencia, su ámbito personal, funcional y territorial (art. 35, párrafo cuarto, LORAP). Asimismo, los Acuerdos aprobados y los Pactos celebrados se remitirán a la oficina pública competente para su depósito, registro y publicidad, siendo de inmediato publicados en el Boletín Oficial del Estado o en los diarios oficiales correspondientes (art. 36 LORAP). En los supuestos de desacuerdo en la negociación, el Gobierno o los órganos de gobierno de las demás Administraciones Públicas, en sus respectivos ámbitos, pueden establecer las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos (art. 37.2 LORAP); alternativamente, las Administraciones Públicas y los sindicatos legitimados para negociar pueden nombrar de mutuo acuerdo un mediador o varios mediadores de no resultar posible llegar a un acuerdo en la negociación (art. 38.1.LORAP)114. La finalidad, en ambos casos, es que los funcionarios públicos cuenten con una regulación de sus condiciones de trabajo; no obstante, frente a una intervención administrativa unilateral, se debería preferir la mediación de un tercero imparcial para intentar aproximar las posiciones encontradas de las partes negociadoras. La legislación vigente no muestra preferencia por una u otra opción, de forma que queda a la libre disposición de aquéllas. En realidad, sin 113 Aún añade más este precepto proyectado: «cuando exista falta de ratificación de un Acuerdo o, en su caso, una negativa expresa a incorporar lo acordado en el proyecto de ley correspondiente, se deberá iniciar la renegociación de las materias tratadas en el plazo de un mes, si así lo solicitara al menos la mayoría de una de las partes». 114 Como destaca SANTOR SALCEDO, H., La mediación en los conflictos de trabajo: naturaleza y régimen jurídico, La Ley, Madrid, 2006, pág. 361, su aplicación práctica «ha sido muy excepcional». 224 embargo, se deja en manos de la Administración Pública puesto que ésta puede oponerse a la mediación (art. 38.3 LORAP), recuperando de inmediato su poder de regulación115. La legislación proyectada se posiciona de manera diferente: de no producirse acuerdo, sólo «una vez agotados, en su caso, los procedimientos de solución extrajudicial de conflictos», corresponderá a los órganos de gobierno de las Administraciones Públicas establecer las condiciones de trabajo de los funcionarios (art. 38.7 PEBEP). Esta solución legislativa respeta mejor, sin duda, lo dispuesto en el artículo 8 del Convenio núm. 151 de la OIT, sobre protección del derecho de sindicación y los procedimientos para determinar las condiciones de empleo en la Administración Pública, que rechaza de plano la intervención administrativa decisoria, decantándose por la negociación y por procedimientos independientes e imparciales de solución de las controversias. También cuando, de ser preciso, no se logre la aprobación expresa y formal del Acuerdo, se atribuye al órgano de gobierno de la respectiva Administración Pública competencia para establecer directamente las condiciones de trabajo de sus funcionarios. No se indican las causas podrían ser, al menos, la ilegalidad de lo acordado, no respetar las instrucciones dadas a sus representantes en la Mesa negociadora o el cambio sustancial de las circunstancias presentes durante la negociación que pueden motivar la negativa a ratificar los acuerdos alcanzados en la Mesa de negociación correspondiente, reteniendo así la misma Administración la potestad última de regular las condiciones de tra- 115 Esta solución final, de acuerdo con ROQUETA BUJ, R., «La negociación colectiva en la función pública», cit., pág. 339, «no respeta el Convenio núm. 151 de la OIT, sobre protección del derecho de sindicación y los procedimientos para determinar las condiciones de empleo en la Administración Pública, ratificado por España, cuyo artículo 8 exige que los conflictos novatorios sean resueltos por medio de la negociación o mediante procedimientos independientes e imparciales». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA bajo, por no aprobar lo pactado. Una vez más, destacamos la posición dominante de la Administración Pública, también en el proceso de negociación colectiva. A modo de comisiones paritarias, por acuerdo de las partes, podrán establecerse comisiones de seguimiento de los Pactos y Acuerdos (art. 35, in fine, LORAP), sin que se les atribuyan competencias de interpretación. Asumen tan sólo la función de comprobar el cumplimiento de lo pactado y acordado, pudiendo denunciar cualquier incumplimiento observado. Los conflictos que surjan sobre el cumplimiento116 de los Pactos y Acuerdos podrán someterlos las Administraciones Públicas y los sindicatos legitimados para negociar a la mediación de un tercero (art. 38.1 LORAP). No se habilita ningún otro medio de solución extrajudicial de los conflictos117, de ahí que el arbitraje voluntario118 resulte ilegal, ya que la Ley no contempla esa posibilidad y la Administración está sujeta al principio de legalidad, lo que impide la remisión o delegación en un tercero de la decisión última que sólo a ella compete tomarla119. En el PEBEP se El PEBEP garantiza el cumplimiento de los Pactos y Acuerdos, «salvo cuando excepcionalmente y por causa grave de interés público derivada de una alteración sustancial de las circunstancias económicas, los órganos de gobierno de las Administraciones Públicas suspendan o modifiquen el cumplimiento de Pactos y Acuerdos ya firmados, en la medida estrictamente necesaria para salvaguardar el interés público» (art. 38.10 PEBEP). 117 Por todos, DEL REY GUANTER, S., Los medios extrajudiciales de solución de conflictos de trabajo en la función pública, MAP, Madrid, 1991, págs. 65-70. 118 Sobre la posibilidad de recurrir al arbitraje voluntario, vid. ALFONSO MELLADO, C. L., «Cuestiones actuales entorno a los derechos colectivos de los empleados públicos», Tribuna Social, núm. 120, 2000, pág. 23, y SALA FRANCO, T., «Acerca de la posibilidad de establecer autónomamente procedimientos extrajudiciales de solución de conflictos laborales en las Administraciones Públicas», Actualidad Laboral, núm. 48, 2000, págs. 94 y ss. 119 Además, la Administración no tiene capacidad para renunciar a sus competencias (art. 12.1 Ley 116 contempla que las partes negociadoras puedan acordar la creación, configuración y desarrollo de sistemas de solución extrajudicial de conflictos colectivos, en particular los derivados de la negociación, aplicación e interpretación de los Pactos y Acuerdos, salvo en aquellas materias en las que exista reserva de ley. Junto a la mediación, se posibilita que las partes voluntariamente encomienden a un tercero la resolución del conflicto planteado, comprometiéndose de antemano a aceptar el contenido de la misma (art. 45 PEBEP), esto es, la posibilidad de acudir a un arbitraje voluntario. 3. LA NEGOCIACIÓN «EN COMÚN» DE CONDICIONES DE TRABAJO PARA TODOS LOS EMPLEADOS PÚBLICOS TRABAJADORES Y FUNCIONARIOS La relación de servicio del personal de las Administraciones Públicas puede estar configurada por diversos vínculos jurídicos, unos a través de un régimen estatutario o administrativo y otros mediante una relación laboral, si bien muchas veces ambos colectivos desarrollan funciones similares e, incluso, coinciden física y temporalmente en un mismo lugar de trabajo. La negociación colectiva puede ayudar a aproximar las condiciones de empleo de funcionarios y trabajadores, haciendo posible una gestión homogénea de los aspectos comunes a todo el personal de la Administración Pública. Sucede, sin embargo, que la legislación ordinaria, trasladando el diferenciado reconocimiento constitucional del derecho a la negociación colectiva, establece dos regímenes jurídicos claramente separados para desarrollar la negociación colectiva del personal al servicio de las Administraciones Públicas: para el personal laboral en el Título III de la LET y para los 30/1992); el arbitraje, por lo tanto, puede comportar dejación de facultades de soberanía inherentes a la Administración. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 225 ESTUDIOS funcionarios públicos en el Capítulo III de la LORAP. Pero, también, hay que expresarlo con nitidez, la negociación colectiva no es el único instrumento, ni siquiera el principal, para lograr la unificación o, al menos, la aproximación de las condiciones de trabajo. Por medio de varias técnicas normativas120 se puede alcanzar mejor ese objetivo, si realmente ese es el interés de la política legislativa. El modelo jurídico establecido para la negociación colectiva de las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos presenta diferencias notables respecto del fijado para los trabajadores; entre las más significativas, una vez analizado aquél, podemos destacar las siguientes121: sólo están legitimadas para negociar las organizaciones sindicales, no los órganos de representación unitarios; queda determinada ex lege la estructura de negociación colectiva, claramente centralizada; se fijan los contenidos de la negociación colectiva; se establece una periodificación anual de la negociación; es necesaria la ratificación de los Acuerdos colectivos por los órganos de gobierno, recuperando, de no producirse aquélla, la Administración Pública la capa- 120 Así, en el ámbito de la normativa estatal, describe CRUZ VILLALÓN, J., «Algunas especialidades de la negociación colectiva (laboral y funcionarial) en la Administración Pública», cit., pág. 36, cuatro alternativas: primera, la aprobación de normas diferenciadas para uno y otro tipo de personal, pero con redacciones materialmente idénticas o muy similares; segunda, la regulación en paralelo por parte de una misma norma, de modo que ésta reforme con contenido similar, cuando no idéntico, la legislación laboral y la de los funcionarios públicos; tercera, con la aprobación de una normativa dirigida a regular el régimen de los funcionarios públicos, resultando dicha normativa supletoria para todo el personal al servicio de las Administraciones Públicas no incluido en su ámbito de aplicación; cuarta, por la aprobación de una norma de aplicación directa a ambos colectivos. 121 En los mismos términos, vid. CRUZ VILLALÓN, J., «Algunas especialidades de la negociación colectiva (laboral y funcionarial) en la Administración Pública», cit., pág. 25. 226 cidad de dictar unilateralmente las condiciones de trabajo. Tales diferencias particulares, además de otra más general como los diversos principios inspiradores de una y otra normativa, dificultan que la negociación colectiva asuma con garantías de éxito la asimilación de las condiciones de trabajo a disfrutar por los trabajadores y los funcionarios. Pese a todo, el ejercicio conjunto del derecho a la negociación colectiva de los trabajadores y funcionarios en el sector público se introdujo, primero, en la esfera local, para extenderse después a la Administración del Estado y a las Comunidades Autónomas122. Lo relevante y significativo de estas experiencias de negociación colectiva conjunta en el sector público es que se trataba de un fenómeno extra legem123. Estas prácticas eran ajenas por completo al diseño normativo, pues no sólo no las contemplaba, sino que expresamente establecía dos vías diferenciadas y, además, excluyentes entre sí. La doctrina jurisprudencial124 dominante confirmaba que ese modo de negociar «en común» no respetaba el marco legal, en el entendimiento de que, entre la regulación administrativa y la laboral de la negociación colectiva, no existía «el grado de permeabilidad suficiente para posibilitar una negociación y eventual regulación unitaria»125. Los argumentos en que se apoyaba tal aserto reparan, como sucede en el presente, en que las estructuras de las comisiones negociadoras no son coincidentes, como tampo- 122 Vid. BLASCO ESTEVE, A., «La negociación colectiva de los funcionarios públicos», cit., págs. 541 y ss. 123 Este tipo de prácticas no eran necesariamente contra legem, sino meramente extra legem. Así lo afirman ROQUETA BUJ, R., «Las relaciones entre los sistemas de negociación colectiva laboral y funcionarial en la Administración Pública», cit., págs. 147 y ss., y CRUZ VILLALÓN, J., «Algunas especialidades de la negociación colectiva (laboral y funcionarial) en la Administración Pública», cit., pág. 37. 124 SSTS de 22 de octubre de 1993 (Ar. 7544), de 6 de junio de 1994 (Ar. 5105), de 9 de febrero de 1998 (Ar. 2110) y de 16 de julio de 1998 (Ar. 7021). 125 SSTS de 22 de octubre de 1993 (Ar. 7544). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA co el grado de autonomía de las partes para elegir las unidades de negociación y decidir sobre las materias objeto de estipulación; de otro lado, la situación de supremacía de una de las partes, que se pone de manifiesto en la necesidad de aprobación expresa de los Acuerdos que se alcancen, no se cohonesta con la libertad de las negociaciones que se afirma en los artículos 82 y 90 de la LET, diferencias de régimen que también se registran en los supuestos de fracaso de la negociación; por último, es distinta la competencia jurisdiccional relativa al reconocimiento de las pretensiones a que de lugar la negociación colectiva en uno u otro caso, quedando reservada a la Jurisdicción social las que afectan al personal laboral, por más que sea una empleadora pública. En cualquier caso, además, estas expresiones de negociación colectiva conjunta de los empleados públicos debían salvar escollos importantes en un proceso final de formalización y respetar la diversidad del régimen legal de la negociación colectiva funcionarial y laboral, para así cobrar validez y efectos constitutivos en el ordenamiento jurídico, separadamente, uno y otro tipo de acuerdos. Hasta tanto una ley no tendiera puentes entre ambos regímenes de negociación colectiva, no resultaba imposible que en una primera fase de las negociaciones colectivas, y con carácter extra legem, pudiera tener lugar una negociación unitaria preliminar en la que estuvieran presentes las representaciones profesionales legitimadas para negociar según la normativa laboral y funcionarial, y que, en una fase posterior, se diversificaran los procedimientos de negociación y tuviera lugar, conforme a la legislación aplicable en cada caso, una formalización de lo acordado en los instrumentos correspondientes, dando a éstos la tramitación y publicación oficial que procediera. En apoyo de esta solución126 126 Vid. RIVERO LAMAS, J., «El proceso de laboralización de la función pública: aspectos críticos y límites», cit., pág. 124. se invocaban los artículos 39 y 40 de la LORAP, que prevén la existencia de órganos colegiados de participación para el empleo funcionarial y laboral, de manera que no resultaría contrario a la ley que pudieran existir formas de coordinación de intereses y de negociación conjunta, aunque por la diferente naturaleza y alcance de los destinatarios de estos pactos debían formalizarse en instrumentos no sólo separados sino diferentes, por estar sometidos a distinto régimen jurídico. Conocedor, sin duda, de la realidad preexistente127, el legislador en la más reciente reforma128 ha reconocido la negociación conjunta de las condiciones de trabajo para todos los empleados públicos, ya sean trabajadores o funcionarios. Así, se prevé la constitución de Mesas Generales de Negociación en la Administración General del Estado, en las Comunidades Autónomas y en las Entidades Locales para la negociación de las condiciones de trabajo comunes a todos los empleados públicos, sean personal funcionario, estatutario o laboral (disp. adic. sexta 2 LORAP). La singularidad no podía ser otra es el reconocimiento de legitimación para negociar en cada Mesa General de Negociación a las organizaciones sindicales más representativas y a las simplemente representativas, según lo dispuesto en los artículos 6 y 7 de la LOLS, tomando en consideración en cada caso los resultados obtenidos en las elecciones a los órganos de representación del personal funcionario, del personal estatutario y del personal laboral del correspondiente ámbito de representación. Y no sólo a éstos; también están legitimados para negociar en esas Mesas generales las organizaciones sindicales que formen parte de la Mesa General de NeUna descripción de estas experiencias negociadoras en SALA FRANCO, T. y otros, La negociación colectiva en el empleo público, cit., págs. 158-201. 128 Cfr. artículo único cuatro Ley 21/2006, de 20 de junio, que añade una nueva disposición adicional sexta a la LORAP. 127 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 227 ESTUDIOS gociación de las Administraciones Públicas siempre que hubieran obtenido el 10 por 100 de los representantes del personal funcionario o del personal laboral en el ámbito correspondiente de la Mesa de que se trate. La Ley de reforma no altera lo dispuesto en la legislación vigente en materia de Pactos y Acuerdos para el personal funcionario, de modo que para la validez y eficacia de los mismos es necesaria la aprobación expresa y formal por parte de la Administración Pública que corresponda y, en igual sentido, para el personal laboral se precisa, siguiendo lo dispuesto en su propia normativa, la formalización del acuerdo en el seno de la unidad de negociación de que se trate, tal y como venía haciéndose en los últimos años. Más que tender puentes hacia la aproximación de los regímenes jurídicos de la negociación colectiva para los empleados públicos, la Ley ha optado por legalizar una práctica de negociación que tiene lugar ya, de facto, en no pocas de nuestras Administraciones, haciendo suyos los criterios jurisprudenciales sobre la cuestión. De las dos partes negociadoras, la Administración es una, sin que se planteen problemas para constituir ese banco. Mayores dificultades surgen del lado de la parte social, pues únicamente pueden estar presentes en esas Mesas generales las representaciones sindicales, perjudicando a las representaciones unitarias de los trabajadores, que pierden toda posibilidad de participar en la negociación. Si la opción a favor y en exclusiva de los representantes sindicales era la única factible, por ser el punto de intersección entre los dos regímenes jurídicos de negociación colectiva, podían haberse tomado otras decisiones legislativas en orden a reconocer legitimación a unos sindicatos o a otros. En efecto, pueden asumir la negociación como se reconoce en la Ley los sindicatos más representativos y los simplemente representativos, que integran tanto a trabajadores como a funcionarios, o los más repre- 228 sentativos y los simplemente representativos posibilidad que no se contempla en la Ley en sólo uno de los colectivos, según los resultados obtenidos, computados independientemente, en las elecciones a los órganos de representación del personal funcionario o del personal laboral. Se explica esta selección restrictiva si se pretende favorecer a los sindicatos generalistas «de servicios públicos». Para evitar que la norma sea tachada de ser excluyente con los sindicatos de «clase», bien de trabajadores o bien de funcionarios, se atribuye legitimación para negociar en una Mesa General también a los sindicatos que, siendo más representativos o simplemente representativos, según los resultados obtenidos en las elecciones a los órganos de representación del personal Delegados de Personal, Juntas de Personal y Comités de Empresa en el conjunto de las Administraciones Públicas, alcancen, al menos, el 10 por 100 de los representantes del personal funcionario o del personal laboral en el ámbito correspondiente a aquella Mesa. Tan prolija norma se hubiera evitado con cierta dosis de generosidad por parte del legislador ordinario, esto es, reconociendo legitimación a todos los sindicatos simplemente representativos en el ámbito funcionarial o en el del personal laboral de la Mesa constituida, con independencia de si lo son también en el conjunto de las Administraciones Públicas computando los resultados obtenidos en los dos sectores del personal. Al margen del problema de identificar a los sindicatos legitimados para negociar, que resuelve con mayor o menor acierto la nueva disposición legal, quedan bastantes elementos por ensamblar. La unidad de negociación viene predeterminada en la Ley y con ella tendrá que coincidir ineludiblemente la propuesta por la representación laboral. Los contenidos están limitados a aquellas materias que per se son comunes a ambos colectivos de empleados públicos por ejemplo, la seguridad y salud en el trabajo; sin embargo, al no especificar cuáles son esas materias REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA se corre el riesgo de que se pacten condiciones de trabajo que no tienen por qué ser necesariamente idénticas. El procedimiento negociador se debe acomodar a los requisitos formales previstos en la normativa laboral. Y sobre la naturaleza del acuerdo guarda silencio el legislador, explicando su posición en la Exposición de Motivos que precede a la Ley 21/2006: no se modifica la naturaleza jurídica de los Pactos y Acuerdos para el personal funcionario y de los convenios colectivos laborales, resultando obligatorio formalizar lo acordado en dos instrumentos separados. Implícitamente, se está reconociendo la naturaleza jurídica dual de los acuerdos suscritos en este tipo de Mesas de Negociación. «indivisibilidad» de ambos, de forma que la nulidad parcial o total de uno de ellos, declarada por la Jurisdicción que corresponda, determinará la necesidad de renegociar la cláusula o el acuerdo en relación con todo el personal, funcionarios y laborales130. 4. LA SEDIMENTACIÓN INSTITUCIONAL DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y SU PROYECCIÓN DIVERSIFICADA 4.1. Un proceso de reconocimiento breve y de integración sucesiva En cualquier caso, finalizado el proceso de negociación y suscrito el acuerdo «mixto» en documentos separados, la igualdad en las condiciones de trabajo del personal de la Administración Pública firmante no está garantizada. De surgir dudas sobre la interpretación de una cláusula del acuerdo, la controversia se resolverá ante los órganos de la Jurisdicción social o de la Jurisdicción contencioso-administrativa competentes, según sea uno u otro el instrumento impugnado, pudiendo plantearse idéntica cuestión y ser resuelta de manera divergente; igual que si se somete a consideración de los órganos jurisdiccionales la legalidad del acuerdo. Ciertamente, la competencia para conocer de los conflictos suscitados a partir de dos documentos formalmente diferentes, pero de contenido único, es la pieza que realmente separa en la actualidad a los dos sistemas de negociación en el seno de la Administración Pública129. Ante esta disyuntiva, si de veras se quieren conseguir iguales condiciones de trabajo más allá del acto formal de reconocimiento, ello se puede lograr incorporando tanto en el Acuerdo o Pacto como en el convenio colectivo una cláusula de «vinculación a la totalidad» o de El corto periodo de reconocimiento y desarrollo de la negociación colectiva en el sector público funcionarial, en el marco del nuevo Estado autonómico, no ha sido óbice para que se afirmen y destaquen unos rasgos definitorios propios, ya latentes de forma germinal en la originaria redacción del Capítulo III de la LORAP, que no reconoció el derecho a la negociación colectiva en la función pública hasta la reforma introducida por la Ley 7/1990, a su vez objeto de la más reciente modificación que aporta la Ley 21/2006. Esta última es relevante, entre otros aspectos, por el enriquecimiento que incorpora con la creación de las Mesas Generales de Negociación, en un intento inequívoco de acentuar la centralización de las negociaciones que se traduce en la creación de una Mesa General de Negociación de las Administraciones Públicas, en primer término, como «foro de encuentro necesario» interadministrativo; pero también por haber dado un tratamiento legal sacando la cuestión de un ámbito extra legem, a cargo de la exclusiva iniciativa de los agentes negociadores en los distintos niveles a las Mesas Generales para la Negociación conjunta de las condiciones de trabajo comunes FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, J. J. y RODRÍGUEZ ESCANS., La negociación colectiva de los funcionarios públicos, cit., pág. 97. 130 ROQUETA BUJ, R., «Las relaciones entre los sistemas de negociación colectiva laboral y funcionarial en la Administración Pública», cit., págs. 153-154. 129 CIANO, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 229 ESTUDIOS para los empleados públicos, ya se trate de personal funcionario, estatutario o laboral, así como para determinar las organizaciones sindicales que formarán parte de aquéllas. 4.2. Continuidad en las líneas matrices de la regulación legal de la negociación colectiva en el sector público Más allá de las criticas a las que se hayan hecho acreedoras las Administraciones Públicas por la facilidad brindada a las representaciones sindicales para conseguir unas reivindicaciones estrechamente ligadas, en ocasiones, a las prerrogativas y potestades públicas, o por el excesivo coste económico de aquéllas, a corto o largo plazo, o por facilitar la normalización de situaciones de hecho aparecidas extra legem, apurando el respeto al principio de igualdad en la ley, es lo cierto que las conquistas alcanzadas en punto al reconocimiento de derechos por los funcionarios se han comunicado con rapidez también a los empleados laborales de las diferentes Administraciones Públicas; transferencia que también se registra en sentido inverso, esto es, del sector laboral hacia el funcionarial. De esta manera puede hablarse de un doble movimiento de flujo y reflujo, de un proceso de funcionarización del empleo de los empleados administrativos bajo régimen laboral al que ha seguido, y en ocasiones ha precedido también, otro de laboralización de la función publica. Hay que señalar, sin embargo, que estas transferencias no se han traducido siempre en un mero traslado y comunicación de los mismos beneficios que en muchos casos era técnica y materialmente imposible por las características y principios de cada bloque normativo, si no en la búsqueda de una equivalencia funcional de los derechos y beneficios alcanzados por uno y otro subsector de empleados públicos, partiendo de una consideración global de los ya reconocidos a cada conjunto regulador. La búsqueda de una mayor aproximación en la regulación sustantiva del régimen de 230 trabajo entre el sector funcionarial y laboral de los empleados públicos se ha llevado a cabo conforme a unas líneas de expresión y formación de la normativa correspondiente a cada bloque normativo, que se pueden resumir en las siguientes: Diferenciación del régimen de la negociación colectiva aplicable a los funcionarios públicos respecto del existente, con anterioridad notoria, para los empleados públicos laborales. Ello tuvo lugar, con eficacia declarativa limitada, por obra del Acuerdo suscrito el 6 de abril de 1990 entre UGT, CC.OO. y la Administración del Estado, en el que ambas partes reconocían que el derecho a la negociación colectiva forma parte del «contenido básico del derecho de libertad sindical», cuyo ejercicio era preciso normalizar «sin restricción alguna» (Preámbulo). Tal Acuerdo dio lugar a un Proyecto de Ley que después se concretó en la Ley 7/1990, de 19 de julio, llamada a modificar en parte la LORAP131. Monopolio de la capacidad representativa y convencional de las organizaciones sindicales para la negociación colectiva, conforme a los artículos 6.3.c), 7.1 y 7.2 de la LOLS, con la atribución del derecho a negociar colectivamente sólo a aquéllas que reúnan las condiciones de representatividad previstas en la LORAP. Con ello se excluía el dualismo recogido en la LET para la negociación a nivel de empresa, que es conforme, por lo demás, a los amplios términos de reconocimiento del derecho a la negociación colectiva en el artículo 37.1 de la CE. Sometimiento al principio de legalidad administrativa del coste económico máximo reconocido al trabajo contratado en la negociación colectiva, lo que conlleva una limitación implícita de los márgenes de negociación para las partes, y que se ha tratado de 131 Vid., ampliamente, SOLANS LATRE, M. A., Concertación social y otras formas de neocorporativismo en España y en la Comunidad Europea, cit., págs. 152-153. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA compensar con la prolongación de la acción reivindicativa en otras áreas de regulación más dúctiles en la regulación legal, como la duración y gestión del tiempo de trabajo. Determinación legal de la estructura de la negociación colectiva y de las unidades de negociación, si bien respetando las competencias de las Comunidades Autónomas y de los Entes Locales. En este punto, como ya se ha puesto de manifiesto, se han añadido nuevas unidades de negociación por la Ley 21/2006 (disp. adic. sexta), creando diferentes Mesas de Negociación para una mayor centralización del conjunto de la estructura negociadora en nuevos ámbitos geográficos, además de las ya previstas en el artículo 31 de la LORAP. Interesa resaltar, por lo demás, que la nueva disposición adicional sexta pese a la afirmación contenida en su núm. 1, en punto al carácter «unitario» de las representaciones de las Administraciones Públicas en la Mesa General de Negociación interadministrativa carece de la consideración de «norma básica» en el sentido previsto en el artículo 149.1.18ª de la CE, por lo que no es de aplicación obligada para todas las Administraciones Públicas, como tampoco lo es el artículo 31 de la LORAP, excepto su núm. 3, sólo referido este apartado a una genérica y, en la actualidad, no identificable Mesa General y a las Mesas sectoriales para imponerles la obligación de reunirse al menos una vez al año, sin mencionar que deba ser una reunión conjunta, como con claridad se deriva del párrafo siguiente, referido a otros supuestos de reuniones obligatorias. Ello no obstante, desde la regulación originaria ha estado presente, pero ahora en todos los niveles aunque con la fuerte restricción de no tratarse de una norma básica el establecimiento de formulas de coordinación y articulación con el respeto obligado a los espacios funcionales de las unidades de negociación descentralizadas territoriales (autonómicas, provinciales y locales) y sectoriales. No obstante, pesa una fuerte limitación sobre estas últimas: no podrán ser objeto de negocia- ción sectorial las materias que hayan sido objeto de acuerdo en las correspondientes Mesas Generales. De otra parte, cabe registrar una convergencia de actitudes entre el sector funcionarial y el laboral para concretar vías de acuerdo que hagan posible una comunicación de reivindicaciones y políticas frente a las correspondientes Administraciones Públicas destinatarias de la prestación de servicios, lo que ha conducido a una aproximación en los regímenes que no identificación en la regulación colectiva nacida de esta acción sindical conjunta y, lo que es más relevante, a la difusión de prácticas de negociación unitarias que han conducido a regulaciones unitarias o, por lo menos, de contenido equivalente, que deben recepcionarse para cobrar fuerza reguladora en instrumentos colectivos situados en sectores jurídicos distintos: esto es, en los correspondientes convenios colectivos para los empleados públicos sometidos a un régimen laboral y en los Pactos y Acuerdos regulados en la LORAP. La frecuencia de estas prácticas de negociación colectivas nacidas extra legem, justifica que la reciente Ley 21/2006 haya configurado pese a la fuerte limitación que supone el no reconocimiento de carácter básico, conforme al artículo 1.3 de la Ley 36/1984, de medidas para la reforma de la función pública, y a la disposición final de la LORAP, una Mesa General de Negociación en la Administración General del Estado, en cada una de las Comunidades Autónomas y Entidades Locales, para la negociación de todas aquellas materias y condiciones de trabajo comunes al personal funcionario, estatutario y laboral de cada Administración Pública. 4.3. Proyección pluridireccional y nuevas tendencias de la negociación colectiva en el sector público A consecuencia de los cuatro Acuerdos concluidos en las Mesas de Negociación naci- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 231 ESTUDIOS das de la Mesa General prevista en la LORAP, y que, como tales, se ajustaban al carácter atribuido a estas estipulaciones en el artículo 35 de la mencionada norma aunque también participaran de la naturaleza de los «pactos sociales» desde una perspectiva política132, se produce una clara proyección de los contenidos hacia cuestiones pertenecientes a áreas de política económica, como también se orientan a proporcionar criterios de configuración de un modelo futuro, en fase de formación, de Función Pública; así, en concreto: definición de los criterios para fijar el incremento de las retribuciones de los empleados públicos a incluir en la Ley de Presupuestos Generales del Estado; revisiones salariales en caso de que el IPC alcanzado realmente superara las previsiones consignadas; reconocimiento del derecho a la negociación colectiva de los funcionarios; diseño de los planes de empleo y de la oferta de empleo público, Pero, también, con el acompañamiento de otros temas de más amplio alcance político, como lo son: las premisas para una modernización de las Administraciones Públicas; las medidas para conseguir una mayor eficiencia y calidad de los servicios; y la forma de alcanzar un consenso sobre los temas nucleares a incluir en un futuro Proyecto de Estatuto de la Función Pública. Ciertamente, estos temas fueron objeto de concreciones muy relevantes, que incorporaría el Acuerdo para la modernización de la función pública y mejorar las condiciones de trabajo de 1992133. En esta línea de invasión 132 SOLANS LATRE, M. A., Concertación social y otras formas de neocorporativismo en España y en la Comunidad Europea, cit., pág. 154 (y nota 207). 133 Resolución de 3 de enero de 1992, de la Dirección General de Trabajo, que publica el texto del Acuerdo suscrito entre la Administración del Estado y los sindicatos UGT, CC.OO., CSIF y ELA-STV, para mejorar la Administración y mejorar las condiciones de trabajo (BOE de 21 de enero de 1992). Sobre el problema del campo de aplicación y de la extensión material del Acuerdo, vid. ESCUDERO RODRÍGUEZ, R., «El Acuerdo para la modernización de la Administración Pública. La Orden de cotización para 1992 y las normas laborales», 232 del campo político de la organización administrativa y de la política de personal funcional, también incide el Acuerdo-marco establecido entre la Administración General del Estado y las organizaciones sindicales más representativas para el periodo 20032004134. Hay que registrar que estos Acuerdos en la cúspide no han tenido continuidad en los últimos años, tal vez porque se vio la necesidad de ubicarlos en un marco de referencia que les proporcionara una previa habilitación y respaldo legal, y que no es otro en el presente que el contenido en la Ley 21/2006, que prevé la constitución de una Mesa General de Negociación de las Administraciones Públicas que tendrá por objeto la negociación de aquellas materias «relacionadas con el artículo 32 de esta Ley que resulten susceptibles de regulación estatal con el carácter de norma básica, sin perjuicio de los acuerdos a que puedan llegar las Comunidades Autónomas en su correspondiente ámbito territorial en virtud de sus competencias exclusivas y compartidas en materia de Función Pública» (disp. adic. sexta.1 LORAP). Con ello se ha llevado a cabo una importante delimitación del objeto de las negociaciones colectivas a este nivel, que impide el desbordamiento de los contenidos que se puede registrar en los Acuerdos de 1992 y 2002. Límites, por lo demás, que se reiteran en términos similares en el PEBEP135. Relaciones Laborales, T. I., 1992, págs. 1.132-1.138. De otra parte, como ya expresaba este autor, la dinámica generada por este Acuerdo fue tal que, a partir del mismo, ya no podían «tener acogida las opiniones que (sostenían) la falta de una verdadera negociación colectiva en la Administración Pública y, en concreto, entre los funcionarios. El resultado del proceso emprendido va a ser que el entramado negociador tenderá a hacerse más denso y, a la vez, más interdependiente, en el interior de las Administraciones Públicas. La contratación de pactos y acuerdos va a enriquecerse con la aparición de nuevos satélites en espacios inéditos hasta el presente» (cit., pág. 1133). 134 Resolución de 15 de noviembre 2002 (BOE de 18 noviembre de 2002). 135 Cfr. artículo 36.2 PEBEP. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA De otra parte, la convergencia entre los regímenes jurídicos de los empleados públicos, funcionarios y laborales, originante del proceso que se ha dado en llamar de «ósmosis institucional», ha continuado y continúa operándose de forma intensiva, utilizándose a tal fin las técnicas normativas ya registradas136, con el resultado de un mutuo influjo de cada bloque normativo sobre el otro, sin que al final del trayecto sea pensable admitir una unificación, objetivo imposible desde nuestro planteamiento constitucional. Así, también, es preciso consignar el retroceso de la igualdad sustancial en el tratamiento económico de los funcionarios públicos y el personal estatutario en las distintas Comunidades Autónomas, lo que ha llevado a que, en ocasiones, se llegue a postular por los sindicatos la vuelta a la centralización de los servicios públicos transferidos por aquellas137. No parece que sean suficientes, no obstante, las previsiones legales contenidas en el PEBEP para brindar materias que forman parte de las potestades de organización de las Administraciones Públicas y de prerrogativas públicas que no pueden quedar incluidas, en ningún caso, en el ámbito de la regulación colectiva funcionarial. En efecto, la distinción establecida en los artículos 32 y 34 de la LORAP, tras la redacción de 1990, era la de materias «objeto de negociación en su ámbito respectivo y en relación con las competencias de cada Administración Pública» Sobre tales técnicas normativas, vid. CRUZ VIJ., «Algunas especialidades de la negociación colectiva (laboral y funcionarial) en la Administración Pública», cit., pág. 36. 137 De lo que son muestra las recientes informaciones aparecidas en la prensa diaria sobre diferencias en las retribuciones, según las distintas Comunidades Autónomas, de hasta el 45 por ciento en el sistema sanitario español (ABC, 15 diciembre 2006): así, mientras en Baleares un especialista gana 53.000 euros brutos anuales, en Cataluña algunos perciben, por hacer lo mismo, 28.000 euros. 136 LLALÓN, (art. 32), bloque en el que la negociación colectiva es obligatoria para la empleadora; frente a otras materias respecto de las que se excluía «la obligatoriedad de la negociación» (art. 34), revistiendo ambos preceptos carácter básico en punto a las previsiones del artículo 149.1.18ª de la CE. Pues bien, el hecho de que la negociación sea obligatoria no excluye que la Administración que ostente, en cada caso, la condición de contraparte decida no acceder a negociar sobre tales materias. Con ello se corre el riesgo de convertir una cuestión de «orden público» ligada al ejercicio de las potestades administrativas y, por su propia naturaleza, de carácter indisponible, en posible objeto de negociación y, en consecuencia, de regulación convencional con la intervención de unas representaciones sindicales llamadas por la Ley a contribuir al establecimiento de las condiciones de trabajo de un colectivo de funcionarios públicos. La condición de éstos no puede desplazar el lugar y el papel de la Ley general, por definición ni condicionar la finalidad de las Administraciones Públicas de «servir con objetividad los intereses generales» (art. 103 CE). En un intento de recuperar áreas de materias de regulación colectiva funcionarial sometidas en el presente a un «deber de negociar» de compleja configuración, el PEBEP ha eliminado algunas de ellas expresamente de tal elenco así, la regulación y determinación concreta de los sistemas, criterios, órganos y procedimientos de acceso al empleo público y la promoción profesional, convirtiéndolas en materias excluidas de la obligatoriedad de la negociación, pero no de la posibilidad de que ésta tenga lugar. Con todo, el propósito de recuperación de las facultades de regulación unilateral de las Administraciones Públicas aparece debilitado con carácter general en el PEBEP, porque el actual deber de aquéllas de proceder a la «consulta» a las organizaciones sindicales y sindicatos, si las decisiones de aquéllas que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 233 ESTUDIOS afecten a sus potestades de organización pudieran tener repercusiones en las condiciones de trabajo de los funcionarios públicos, se transforma en el PEBEP en un supuesto de negociación «obligatoria», esto es, incluida, en consecuencia, en el ámbito del deber de negociar [art. 37.2.a)]. La reflexión y el resultado del análisis que se impone ante estas previsiones futuras, es la de que hasta ahora no existe una regulación clara por la Ley de lo que puede ser objeto de negociación colectiva en las relaciones que vinculan a las respectivas Administraciones Públicas con sus funcionarios, y que esta relativa anomia genera un contexto de incertidumbre que obliga a aquéllas a soportar la presión directa de las organizaciones sindicales y sindicatos en la negociación, quedando un bloque de cuestiones relevantes para la objetividad e independencia de las Administraciones sometidas a un «deber de negociar» y, en otras ocasiones, condicionada su negociación al riesgo de que no se pueda excluir ésta en la Mesa de Negociación por falta de apoyo legal suficiente de los representantes de las Administraciones Públicas en aquélla. 4.4. La consolidación del sistema de negociación colectiva en la función pública no alcanza el grado de funcionalidad deseable para postular su estabilidad El tiempo de desarrollo de la negociación colectiva en el sector público funcionarial permite afirmar que ésta ha llegado a alcanzar un grado de consolidación notable. Prueba de tal situación es la circunstancia de que, tras su larga fase de gestación, el PEBEP haya llegado a recoger el actual sistema legal con sus principios, materias, estructuras institucionales y régimen de regulación, abundando, principalmente, sólo en precisiones instrumentales y reglas aplicativas que no son estrictamente necesarias para su funcionamiento. 234 Desde la perspectiva del grado de adecuación a la función pública de la regulación legal de las vigentes estructuras de negociación, la Ley 21/2006 ha venido a llenar unos huecos importantes con su regulación, tanto en lo relativo al ámbito y a los contenidos potenciales de la Mesa General de Negociación de todas las Administraciones Públicas, como en orden a la formación de las unidades de representación intervinientes como parte del lado, respectivamente, de las Administraciones Públicas y de los empleados públicos. Con ello, como se expresaba, se ha puesto punto final a los Acuerdos-marco para las Administraciones Públicas, que constituyen su precedente el último fue el de 2002. Sin embargo, las debilidades de la negociación colectiva en el sector público no se pueden resolver de forma abstracta y apriorística, es decir, sin tomar razón de otras fuentes de problemas que tienen en su mayoría una raíz sociológica y coyuntural, pero que, por su persistencia y cambiante morfología, llegan a convertirse en estructurales. Esta otra fuente de problemas a la que hacemos referencia, son patologías funcionales que consisten en situaciones de imposición y abuso en la regulación de las relaciones de empleo o laborales de colectivos determinados, a los que de forma alguna se puede reconocer unos instrumentos de reivindicación que conduzcan a las situaciones patológicas a que hemos hecho referencia. Estas anomalías funcionales se conectan, en su mayoría, a situaciones constituidas por un «debilitamiento de la confrontación de intereses»138 en los procesos de negociación imputables a factores de diversa índole, pero originantes de consecuencias no deseables, bien porque limitan derechos consolidados de grupos de funcionarios o porque modifican sustancialmente su identidad profesional y 138 CRUZ VILLALÓN, J., «Algunas especialidades de la negociación colectiva (laboral y funcionarial) en la Administración Pública», cit., págs. 40-41. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 JUAN RIVERO LAMAS y ANGEL LUIS DE VAL TENA el ámbito potencial del ejercicio de sus funciones. La consecuencia que se sigue de este trascendente papel de las actitudes y solicitaciones, políticas o prácticas, de los agentes negociadores de las Administraciones Públicas frente a las representaciones sindicales en las negociaciones colectivas, es la de una aparente o real vulnerabilidad del poder de negociación de los primeros, imputable a causas muy diversas. Cabe afirmar, en definitiva, que estas fuentes de desajuste funcional de la negociación colectiva en el sector público funcionarial impiden sostener que se haya alcanzado una plena consolidación estructural del sistema de negociación colectiva, sin que sea posible afirmar, sin merma del rigor al analizar su proceso evolutivo, que se haya alcanzado el final del trayecto, esto es, su estabilización jurídica. Antes bien, la aplicación del régimen vigente demanda en un futuro medidas de diversa índole incluidas las de carácter estructural que afronten los problemas que se plantean por un Estado autonómico en el que cada Comunidad Autónoma tiende a crear vínculos exclusivos con los funcionarios públicos sin tomar razón de que, con anterioridad, era única su vinculación estatal para los que realizan funciones después transferidas y el pleno reconocimiento de sus derechos en cualquier parte del territorio nacional. Los nuevos problemas de funcionamiento, que se crean entre otros factores por la propia aplicación del régimen de competencias compartidas en relación con un amplio sector de funcionarios públicos al servicio de las Comunidades Autónomas, obligan a concluir que la negociación colectiva en el sector público funcionarial sigue precisando de sucesivos ajustes y adaptaciones que aborden y resuelvan unas anomalías distintas y variables que se originan con su funcionamiento. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 235 ESTUDIOS RESUMEN 236 Los autores comienzan analizando el alcance y el contenido diferenciados de la libertad sindical de los funcionarios públicos respecto de los trabajadores por cuenta ajena, pasando a estudiar la negociación colectiva como «derecho de actividad» integrado en el derecho fundamental a la libertad sindical de los funcionarios públicos. El trabajo reflexiona sobre el sistema jurídico de esa libertad en la función pública, sobre la negociación «en común» de condiciones de trabajo para todos los empleados públicos trabajadores y funcionarios y sobre la sedimentación institucional de la negociación colectiva en la Administración Pública y su proyección diversificada. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 Aporías de la negociación colectiva europea* FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL** 1. INTRODUCCIÓN L a crisis institucional que atraviesa, mediado el año dos mil cinco, la Unión Europea, seguramente la más profunda de las que ha vivido, debe ser una ocasión propicia para detenerse a reflexionar sobre las grandes preguntas existenciales quien soy y quien quiero ser que acosan tanto a las instituciones como a los hombres y que no menos aquellas que éstos acostumbran a eludir cuanto pueden. Si algo parece haber hecho aguas en esta crisis europea es el llamado «método funcionalista», que ha sido un modo de «ir tirando», enormemente útil en el pasado ha forzado muchos «pasos siguientes» en el proceso de construcción europea, pero que seguramente hoy, víctima de su propio éxito, es insuficiente para dar respuesta a esas grandes cuestiones que la Unión tiene ante sí planteadas. El hecho consumado de una Europa a veinticinco, con las dificultades de funcionamiento institucional que le son inherentes, exige nadie se atreve a negarlo profundos cambios, pero está por ver que esos cambios puedan ser una vez más el resultado de un compromiso apó- ** El presente artículo fue elaborado por su autor para los «Estudios sobre Negociación Colectiva en homenaje al prof. Sala Franco». ** Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad Complutense de Madrid. crifo, que satisfaga los muy dispares intereses estatales, que compagine proyectos de construcción europea entre sí antagónicos y del que al final resulte, de nuevo, un dibujo institucional abstruso, inasequible para los ciudadanos europeos, que continúen sintiéndolo muy ajeno. Se abre un proceso de reflexión, en el que conviene hacer dos cosas: Primero, juzgar críticamente lo hecho, sin esa autocomplacencia europeísta que tanto adoba y limita los análisis del proceso de construcción europea. Y segundo, clarificar las alternativas políticas y jurídicas que se nos abren y las implicaciones que de ellas se derivarían. El presente trabajo quisiera hacer suyo este planteamiento para abordar el análisis de una institución comunitaria como veremos es más que dudoso que, en puridad, de tal quepa hablar que, apenas aludida en el Acta Única Europea y reconocida y regulada luego en el Acuerdo relativo a la Política Social del Tratado de Maastricht y en el Tratado de Ámsterdam, despertó muchas esperanzas, por lo que su reconocimiento significaba de avance para la llamada Europa Social y por el papel que eventualmente podría representar en el proceso de construcción europea. Me refiero a la negociación colectiva comunitaria, regulada en los arts. 138 y ss. del Tratado de la Unión Europea vigente, a los que sólo de modo marginal afecta el Proyecto de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 237 ESTUDIOS Constitución Europea en tormentoso proyecto de ratificación. Cuando hace ya más de una década, el Tratado de Maastricht incorporó en el Acuerdo relativo a la Política Social las primeras bases hoy prácticamente inalteradas de lo que parecía que quería ser un sistema de relaciones laborales europeo, no fuimos pocos quienes señalamos las carencias de los «mimbres» que el legislador comunitario había diseñado y destacamos las dificultades que en ellos iban a encontrar los agentes sociales si querían desarrollar una negociación colectiva europea vigorosa. Por suerte o desgracia, el tiempo nos ha dado la razón. Como veremos, las carencias estructurales que entonces señalamos siguen siendo hipotecas que dificultan el desarrollo de un sistema de negociación colectiva europeo. No me atrevería a asegurar, sin embargo, que esas carencias, en las que las sucesivas reformas de los Tratados han perseverado, incluido el proyecto de Constitución en proceso de ratificación, no sean deliberadas y no respondan a un proyecto político que pueda, a la postre, imponerse. De hecho, existe, a mi juicio, un estrecho ligamen entre la concepción federalista de la Unión y la que apuesta por el desarrollo de una negociación colectiva comunitaria y, en sentido contrario, una prevención liberal frente a cualquier desarrollo de un sistema comunitario de negociación colectiva. Quizás las que en su día identificamos como carencias no sean sino elementos de un modelo institucionalizado de concertación social en el que a la negociación colectiva no se le asigna otro1 papel que el que sea capaz de ganarse. Quizás, pese a lo que todos hemos dicho, los redactores de las sucesivas versiones del Tratado han escrito lo que querían escribir y han dado a la negociación colectiva europea la dimensión que querían para ella, Vid. L. CADIOU, S. GUICHARD y M. MAUREL, «Zone euro: flexibilité des salaires, taux de change el politique économique», en «Problèmes économiques», n. 2.627, 18 agosto 1999, pág. 24 y ss. 1 238 coherente con una determinada visión política y, desde luego, económica de la Unión. En realidad, la unión económica y monetaria tal y como fue concebida en Maastricht, en la medida en la que, europeizadas las políticas monetaria y en menor medida la fiscal, confía los ajustes económicos a las políticas salariales, probablemente sea, en principio, incompatible con el desarrollo de una negociación colectiva fuerte de nivel europeo. Como vemos, también aquí el análisis conduce a preguntarse sobre lo fundamental: qué negociación colectiva queremos para la Unión Europea y en qué medida el Tratado vigente dificulta o contribuye a conseguirla. Los tiempos de crisis, para las instituciones como para los hombres, se caracterizan por eso, porque son tiempos en los que las cuestiones fundamentales no pueden seguir soslayándose. 2. LEGISLACIÓN NEGOCIADA VERSUS NEGOCIACIÓN COLECTIVA EUROPEA El rompecabezas que constituían las diversas vías previstas para el diálogo social en el Tratado de Maastricht podía, en su andadura, haber producido resultados muy dispares. Como la doctrina se encargó de señalar desde el primer momento, el «material normativo» de Maastricht era, como pocos, un material semielaborado, que necesitaba de un buen rodaje para saber lo que podía dar de sí. Quizás ni siquiera hoy tengamos la distancia necesaria para enjuiciar los frutos de este complejo entramado normativo y señalar las carencias que el texto desnudo del Tratado permitía entonces a lo más intuir. No obstante, el tiempo transcurrido permite ya creo confirmar algunas limitaciones señaladas en la primera hora. En los artículos 138 y 139 TCEE el legislador comunitario hace básicamente dos cosas: 1ª) En primer lugar, reconoce a los interlocutores sociales europeos un papel funda- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL mental en el procedimiento legislativo comunitario en materia social, sin parangón por su nivel de institucionalización y por su alcance en los países miembros. El art. 138, en efecto, previene que toda iniciativa legislativa en materia social debe ser consultada por la Comisión Europea a los interlocutores sociales europeos y contempla la posibilidad de que éstos sustituyan la iniciativa de la propia Comisión negociando entre ellos el texto en cuestión. 2ª) En segundo lugar, reconoce la autonomía colectiva de los agentes sociales europeos al prever que: «El diálogo entre interlocutores sociales en el ámbito comunitario podrá conducir, si éstos lo desean, al establecimiento de relaciones contractuales entre ellos». La aplicación de los acuerdos que resulten de esta previsión podrá, conforme al precepto, llevarse a cabo a través de dos vías: bien sobre la base de una «decisión» del Consejo, bien «según los procedimientos y prácticas propios de los interlocutores sociales y de los Estados miembros», esto es, a través de la negociación colectiva. Se trata, bien mirado, de dos instituciones diferentes entre las que se establecen algunas vías de comunicación los acuerdos autónomos que encajen en la competencia comunitaria pueden, verbigracia, ser incorporados al Derecho comunitario derivado trámite una decisión del Consejo pero entre las que se ha establecido una inevitable relación dialéctica, que dado el desequilibrado diseño institucional de partida, la práctica ha vencido en favor de la primera. No creo, en efecto, exagerar al afirmar que el rodaje del «diálogo social» diseñado en Maastricht ha dado, hoy por hoy, por resultado una consolidada participación institucional de los interlocutores sociales europeos en el procedimiento legislativo comunitario en materia social y un incipiente y modesto desarrollo de la negociación colectiva valga la redundancia autónoma. No deja, en este sentido, de ser significativo que la Comisión Europea en una de sus últimas Comunicaciones sobre el particular hable de la existencia de «convenios colectivos europeos» que sean fuente de Derecho como de una cuestión a abordar «más adelante y a medio plazo», «en los debates sobre la próxima reforma del Tratado»2. Es importante distinguir entre la participación institucional de los agentes sociales en el proceso legislativo comunitario y la negociación colectiva porque, a menudo, criticando el alcance de ésta última se minusvalora el de la primera, que merece una valoración bien distinta. El raquitismo de la negociación colectiva comunitaria no puede ni debe ocultar la importancia del papel que el Tratado asigna a los interlocutores sociales europeos en el proceso de producción normativa en materia social, y ello aunque quizás el desarrollo de éste pueda, en alguna medida, haber redundado en perjuicio de aquella. El que la negociación colectiva europea siga siendo todavía hoy más un proyecto que una realidad cumplida, no obsta al hecho de que la participación de los agentes sociales en el proceso legislativo social constituye una interesante singularidad del proceso de producción normativa europeo3 y una incuestionable fuente 2 Literalmente la Comisión Europea ha escrito: «Más adelante, y a medio plazo, el desarrollo del diálogo social europeo plantea la cuestión de la existencia de convenios colectivos europeos como fuentes de derecho. Los debates sobre la próxima reforma del Tratado deberían tener en cuenta esta dimensión» [«Comunicación de la Comisión «El diálogo social europeo, fuerza de modernización y cambio», COM (2002)0136, pág. 20)]. 3 Hay quien ha visto justamente en estos «acuerdos legiferantes» de los arts. 138-139 del TCEE una manifestación del fenómeno jurídico de la «contractualización», entendido como «la aparición de nuevos conceptos y nuevas técnicas jurídicas que tienden a superar la oposición entre heteronomía y autonomía. En lugar de someter las relaciones de trabajo a reglas impuestas desde el exterior o de remitirse al libre juego de la relación de fuerzas entre empresarios y trabajadores, se trata de implicar a los unos y a los otros en la elaboración de las reglas necesarias para el buen funcionamiento del mercado de trabajo», esto es, en la definición del «bien común» (A. SUPIOT, «Un faux dilemme: la loi ou le contrat?», Droit Social, 2003, nº 1, pág. 61). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 239 ESTUDIOS de legitimación de las normas sociales europeas. Este estado de cosas no puede extrañar si se repara en que el origen de estos preceptos que glosamos es, en última instancia, «el viejo diálogo social», inventado por Delors para salvar el bloqueo a que se veían sometidas las iniciativas de la Comisión en materia social e incorporado luego al Acta Única Europea4. Si con las mesas de diálogo de Val Duchesse se buscaba legitimación para las iniciativas de la Comisión y salvar la manida acusación hacia ésta de «burocratismo», el grueso del mecanismo institucional diseñado en Maastricht e incorporado en Ámstedarm al Tratado, bien mirado, no pretende otra cosa. Prever una intensa participación de los agentes sociales europeos en el procedimiento legislativo en materia social cumple, básicamente, dos objetivos: 1) En primer lugar, es una garantía de realismo en el diseño de las propuestas legislativas: ya no es «la burocracia europea» la que dice lo que hay que regular y cómo hay que hacerlo, sino que tanto en la oportunidad de la iniciativa legislativa, como en la formulación de su contenido mismo, el parecer de los interlocutores sociales europeos va a ser tenido muy en cuenta. Se robustece así la capacidad «reguladora» de las normas sociales europeas, que, en mayor o menor medida, cuentan con el consenso de los sujetos presentes en el tejido social5. 2) En segundo lugar, es una garantía de legitimación para las normas sociales europeas, una vía de superación del congénito «déficit democrático» del que se acusa a la Unión6. 4 En este sentido, COMUNICACIÓN relativa a la «aplicación del protocolo sobre la política social presentada por la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo», COM (93) 600 final, 14 diciembre 1993, pág. 6. 5 T. TREU, «LEuropa Sociale: problemi e propettive», Diritto delle relazioni industrialli, 2001, n. 3, pág. 314. 6 Sobre el llamado «déficit democrático» y sus límites, vid. el interesante artículo de G.D. MAJONE, «Déficit democratico, istituzioni non-maggioritarie ed il paradosso dellintegrazione europea», en Stato e Marcato, n. 67, 2003, págs. 3 y ss. 240 Las normas sociales comunitarias que nacen bien de un intenso diálogo con los agentes sociales europeos, bien del mero pacto entre éstos, disfrutan de la legitimación que tales prácticas les confieren. 2.1. La «legislación social europea negociada» La institucionalización de la participación de los agentes sociales en el procedimiento legislativo en materia social se materializa, básicamente, en tres previsiones normativas. En primer lugar, en el deber de la Comisión de consultar a los interlocutores sociales toda propuesta en el ámbito de la Política Social, y que alcanza, en un primer momento, a la posible orientación de una acción comunitaria y, con posterioridad, si la Comisión juzga dicha acción conveniente, al contenido de la propuesta. En segundo lugar, en la posibilidad que el Tratado ofrece a las partes sociales de sustituir la iniciativa legislativa de la Comisión. Conocida la propuesta de la Comisión, los interlocutores sociales pueden informar a la misma de su voluntad de negociar el contenido de la misma. Se trata, al decir unánime de la doctrina, de una clara preferencia del Tratado por las normas comunitarias pactadas, de la recepción del principio de «subsidiariedad horizontal». En tercer lugar, en la posibilidad de recabar del Consejo la adopción de una decisión para garantizar la aplicabilidad del acuerdo. El texto negociado por los agentes sociales, en efecto, puede bien aplicarse a través de la negociación colectiva de los países miembros, bien, a petición conjunta de las partes firmantes, aplicarse «sobre la base de una petición del Consejo adoptada a propuesta de la Comisión» (art. 139.2 TCEE). La implementación de estas previsiones normativas realizada hasta la fecha, permite claramente advertir que estamos ante la «procedimentalización» de una negociación legislativa. Una procedimentalización flexible que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL consiente diversos grados de participación de los agentes sociales en las iniciativas normativas comunitarias desde la mera evacuación de las consultas hasta la propia redacción pactada del texto normativo, pero que, en todo caso, aparece claramente funcionalizada a la producción de un acto normativo comunitario típico. En este sentido, hay quien ha hablado de estos trámites como de «actos internos al proceso de formación de la voluntad legislativa en el sentido del art. 190 del TCEE» (actual 253)7. Son varias las razones que avalan la ubicación de este procedimiento en el ámbito de la «legislación negociada»: 1ª) En primer lugar, el monopolio de la iniciativa legislativa reconocido a la Comisión8 y el papel fundamental asignado a la misma durante toda la fase de consulta/negociación. A la Comisión corresponde, en efecto, la gestión de la consulta/negociación tripartita prevista en el Tratado y, en particular, la iniciación del procedimiento poniendo sobre la mesa un tema que considera puede ser objeto de regulación comunitaria. El ejercicio por parte de la Comisión de todas las prerrogativas que se le reconocen es básico para la consecución de los objetivos del Tratado. La iniciativa de la Comisión está concebida como un acicate para la negociación bipartita de la materia sobre la que verse: ante la amenaza real de una iniciativa reguladora de la Comisión, si las partes sociales quieren «controlar» el alcance de la regulación futura pueden sustituir a aquella iniciando una negociación bipartita. Es lo que Blanpain ha llamado «negociación de Damocles»9. Cuando las nego- 7 B. VENEZIANI, «Dal dialogo socialle alla contrattazione collettiva nella fase della trasformazione istituzionale dellUnione Europea», en Rivista italiana di Diritto del lavoro, 1998, I, pag. 253. 8 Es imaginable, no obstante, la existencia de Acuerdos resultado de la iniciativa libre de los interlocutores sociales para los que luego éstos reclamen su incorporación a una decisión del Consejo. 9 R. BLAINPAIN en R. BLANPAIN y C. ENGELS, Comparative Labour Law and Industrial Relations in Industrialized Market Economies, La Haya 2001, pág. 173. ciaciones bipartitas se frustren, es también esencial para que el mecanismo funcione que la Comisión retome la iniciativa y siga adelante con el proceso legislativo, pues, de lo contrario, la persuasión de una regulación no controlada por los agentes sociales europeos perdería todo mordiente. 2ª) En segundo lugar, la limitación material de los acuerdos al ámbito de las competencias sociales comunitarias. Tanto los textos iniciativa de la Comisión, como los que resulten del acuerdo de los agentes sociales europeos sustitutivos de aquella, cuando se pretenda su aplicación a través de una decisión del Consejo, deben respetar escrupulosamente el ámbito de las competencias asignadas por el Tratado a la Comunidad y aprobarse conforme al régimen de mayorías establecido en el mismo en función de la materia abordada (mayoría o unanimidad). No estamos, por consiguiente, ante acuerdos cuyos contenidos vengan autónomamente decididos por las partes en ejercicio de su autonomía sino que nacen ceñidos al alcance de las competencias comunitarias, al ejercicio de las cuales acaban por resultar instrumentales10. Esta sujeción del contenido de los acuerdos a la competencia comunitaria en materia social produce, además, una situación paradójica: los acuerdos a menudo abordan materias impropias de la negociación colectiva y tienen vedado entrar en otras tal es el caso de las retribuciones típicas de la negociación colectiva. 3ª) En tercer lugar, el soslayo al que se vió sometido el Parlamento Europeo en el procedimiento legislativo en materia social. Como ha sido generalmente destacado, la participación de los agentes sociales en el procedimiento legislativo prevista en Maas- A decir de LO FARO, «una autonomía colectiva obligada a desarrollarse dentro de ámbitos competenciales heterónomamente predeterminados ... no puede llamarse tal (Cfr. Funzioni e finzioni della contrattazione collettiva comunitaria, Milán 1999, pag. 191). 10 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 241 ESTUDIOS tricht se hizo en desdoro del papel atribuido al Parlamento Europeo, institución que formalmente encarna el principio democrático en la Unión. En alguna medida, podría decirse que, al concebir el procedimiento legislativo en materia social, Maastricht opuso la legitimación corporativa a la legitimación democrática y que prefirió máxime habida cuenta de que ignora el problema de la representatividad de las organizaciones la primera a la segunda. O, si se prefiere, que, como han sostenido los jueces comunitarios, Maastricht incorpora una versión nueva del principio democrático en virtud de la cual «la representatividad acumulada suficiente de los grupos de interés sustituye la representatividad electoral de los parlamentarios europeos»11. Aunque el Tratado de Ámsterdam cambió en buena medida las cosas, aumentando la influencia del Parlamento Europeo como legislador en el área social, previendo la utilización del procedimiento de codecisión (art. 251 TCCE ), es evidente que cuando el texto normativo es fruto del diálogo social el papel del Parlamento que sin embargo no ha tenido empacho en reconocer la fundamental aportación que el diálogo social supone12 queda muy desdibujado. Es verdad que la Comisión viene informando al Parlamento de la iniciación de consultas y de la apertura y conclusión de negociaciones y que somete a su dictamen el acuerdo que va a ser transpuesto a través de una decisión del Consejo, también lo es, con el Tratado en la mano, ésta última práctica es una «concesión» de la Comisión13 y no un ejercicio de 11 A. SUPIOT, «Un faux dilemme: la loi ou le contrat?», Droit Social, 2003, n. 1, pág. 66. 12 «Los procedimientos previstos en los arts. 3 y 4 del Acuerdo relativo a la Política Social ha afirmado el propio Parlamento Europeo- pueden en algunos casos ser útiles para superar el impasse decisional del Consejo» [Resolución del Parlamento relativa a la propuesta de Directiva en materia de part-time (A4-0352/97) de 19 noviembre 1997, punto 12)]. 13 La propia Comisión lo reconoció al afirmar: «En el apartado 2 del art. 4 del Acuerdo no está previsto que la Comisión consulte al Parlamento Europeo sobre 242 las prerrogativas reconocidas al Parlamento en aquel. 4ª) En cuarto lugar, los controles que sobre la representatividad de los agentes sociales y, caso de que el texto sea fruto de un acuerdo y vaya a incorporarse a una decisión del Consejo, también de la legalidad del mismo realiza la Comisión, «garante del interés comunitario y guardiana de los Tratados». En efecto, como la propia Comisión ha reconocido, al implementar las previsiones del Tratado, ejerce al menos sendos controles. Uno inicial sobre la representatividad de los agentes sociales que van a participar en la consulta. Se trata a través de este control de garantizar que quienes participan en el procedimiento legislativo sean representativos, es decir, de que la participación sea un mecanismo democrático. Al efecto, la Comisión realiza o encarga continuos controles sobre la representatividad de los agentes sociales europeos. El segundo opera cuando los agentes sociales europeos, que han concluido un acuerdo, solicitan conjuntamente su incorporación a una decisión del Consejo. Este segundo control es un control de «democraticidad» pero también de legalidad de los Acuerdos, por eso versa sobre la representatividad suficiente de las partes contratantes y sobre la legalidad de todas las cláusulas del acuerdo conforme al Derecho comunitario y, en particular, el cumplimiento de las disposiciones relativas a las pequeñas y medianas empresas. El ejercicio de estos controles por parte de la Comisión, en los casos habidos hasta aho- peticiones que los interlocutores sociales le hayan dirigido con respecto a la aplicación de un Acuerdo mediante una decisión del Consejo. Sin embargo, la Comisión se propone informar al Parlamento y enviarle el texto del Acuerdo, así como su propuesta de decisión y la exposición de motivos, de modo que el Parlamento pueda, si lo considera aconsejable, expresar su opinión a la Comisión y al Consejo» [Comunicación relativa a la aplicación del protocolo sobre la política social presentada por la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, COM (93) 600 final, 14 diciembre 1993, pág. 17]. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL ra, ha sido «todo menos ritual, habiéndose materializado en textos voluminosos que han explorado a fondo los acuerdos colectivos antes de certificar su legalidad» y dar el placet a su asunción por una decisión del Consejo14. No parece, sin embargo, que, ante la petición conjunta de las partes sociales de que el Acuerdo que han pactado se incorpore a una decisión del Consejo, la Comisión pueda en ejercicio de sus prerrogativas negarse a llevar el Acuerdo ante el Consejo. Puede, desde luego, informar en contra de su asunción por el Consejo, pero debe elevar la propuesta al Consejo15. 5ª) En quinto lugar, el hecho de que, incluso en el supuesto de que el texto normativo sea pactado entre los interlocutores sociales europeos, para que pueda considerarse «Derecho comunitario» y resulte garantizada su aplicabilidad, para que goce de «indiscutible relevancia jurídica-comunitaria»16, debe incorporarse a una decisión del Consejo. Trámite que, además, el Consejo puede rechazar si entiende que el acuerdo vulnera el Derecho comunitario o si entiendo discrepa del contenido del mismo. Como ha sido expresivamente afirmado, para que el acuerdo se convierta en fuente del Derecho comunitario debe ser «devorado» por una decisión del Consejo17: el precio de la garantía de su eficacia es la transformación de su naturaleza jurídica. Cuando el acuerdo, en efecto, se incorpora a una Directiva co- A. LO FARO, «Europei, comunitari e comunitarizzati: i contratti collettivi nellera della sovranazionalità», Rivista giuridica del lavoro, 2000, nº 4, pág. 875. 15 En este mismo sentido, A. JACOBS, «La concertación social europea», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos (ed.), La negociación colectiva en Europa, Madrid 2004, pág. 354. 16 A. LO FARO, Funzioni e finzioni della contrattazione collettiva comunitaria, Milán 1999, pág. 128. 17 U. ROMAGNOLI, «I profili istituzionali della contrattazione collettiva europea», en A. LETIERI y U. ROMAGNOLI (ed.), La contrattazionje collettiva in Europa, Roma 1988, pág. 25. 14 munitaria «deja de existir para confundirse con el instrumento normativo que lo acoge»18, con todas las consecuencias que de ello se derivan. Esta vía permite, sin embargo, eludir todo sea dicho la delicada cuestión de la representatividad de los actores europeos19. Creo que las notas expuestas permiten afirmar que, aunque por economía verbal se aluda con frecuencia a la negociación colectiva europea para referirse al procedimiento de participación institucional en el proceso legislativo descrito, ésta «negociación colectiva» dista mucho, genética, morfológica y funcionalmente, de la que conocemos y, en consecuencia, el aparato conceptual e interpretativo elaborado para ésta dificilmente va a ser aplicable a aquella. En realidad, el mecanismo de consulta/negociación previsto en el Tratado es una suerte de procedimentalización del proceso legislativo comunitario en materia social, cuyo principal valor añadido es aportar legitimación a las normas fruto del mismo. No comparto, sin embargo, las críticas de quienes reprochan a este procedimiento no ser lo que quisieran que fuera y renglón seguido le niegan las indudables virtualidades que tiene. El diálogo social, con las limitaciones que se quieran, ha prestado buenos servicios al proceso de construcción de la «Europa social» y constituye ya un elemento de identidad del «modelo social europeo». Un elemento que viene desplegando también positiva influencia en la cultura política de algunos países miembros que, siguiendo la pauta europea, superan viejas resistencias internas a la institucionalización de la participación de los agentes económicos y sociales. 18 A. LO FARO, Funzioni e finzioni della contrattazione collettiva comunitaria, Milán 1999, pag. 215. 19 M. DANTONA, «Contratazione collettiva e concertazione nella formazione del diritto sociale europeo», en A. LETIERI y U. ROMAGNOLI (ed.), La contrattazionje collettiva in Europa, Roma 1988, pág. 109. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 243 ESTUDIOS 2. 2. La negociación colectiva «autónoma» Frente a esta «negociación legiferante», la regulación en el Tratado de la «negociación autónoma» presenta numerosas debilidades. En realidad, como en su día afirmamos, por lo que se refiere a la posibilidad de suscribir convenios colectivos comunitarios «libres», lo que el Tratado hace es reconocer el principio de autonomía colectiva, sin establecer un marco jurídico regulador para la negociación colectiva europea20. El art. 139 TCEE se limita a hacer, en efecto, «un mero reconocimiento por parte del Ordenamiento comunitario de la autonomía de los interlocutores sociales, al que se refuerza con previsiones normativas destinadas a garantizar la efectividad de los acuerdos que se alcancen»21. Este reconocimiento se produce, además, en un contexto poco propicio al desarrollo de la negociación colectiva libre: sujetos colectivos insuficientemente articulados22 y de representatividad discutible, un mercado de trabajo europeo segmentado sometido a reglamentaciones dispares, la ausencia de percepción de un nivel de conflicto europeo, ausencia de prácticas relevantes cuantitativa y cualitativamente de negociación colectiva europea, etc. La existencia de estos problemas estructurales, unida al hecho de que la única previsión normativa establecida en el Tratado para los «acuerdos autónomos» venga referida a la aplicación de los mismos cuando no se op- 20 F. PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL, El Derecho social comunitario en el Tratado de la Unión Europea, Madrid 1994, pág. 136. 21 Ibidem. 22 «El problema de la contratación colectiva europea ha escrito ANTONIO LETIERI es en efecto el de la existencia de un sindicalismo europeo. En otros términos, el de la superación de la histórica heterogeneidad de sus reglas y estrategias» (A. LETIERI, «La frontiera europea del sindacato», en A. LETTIERI y U. ROMAGNOLI, La contrattazionje collettiva in Europa, Roma 1988, pág. 15). 244 te por solicitar del Consejo que los incorpore a una decisión y remita «a los procedimientos y prácticas propios de los interlocutores sociales y de los Estados miembros», ha hecho que a estos acuerdos no pueda atribuírseles la consideración de «Derecho comunitario», con las consecuencias que de tal calificación derivan, y que, con el arsenal de instrumentos disponibles, no pueda garantizarse la aplicación general y efectiva de los mismos. La transposición de los acuerdos se lleva a cabo a través de la muy heterogénea negociación colectiva interna de los países miembros, sin que existan ni instrumentos coercitivos más allá de los endoasociativos para exigir su observancia, ni mecanismos de control sobre su efectiva aplicabilidad. El paso del nivel comunitario al nivel estatal en la práctica pudo escribirse en su día y puede repetirse hoy «se revela, desde un punto de vista general, irrealizable y, por eso mismo, letal para la posible negociación libre a nivel comunitario»23. Los magros resultados de la negociación colectiva autónoma a nivel interconfederal, los temas de no nucleares abordados en la misma el teletrabajo y el estrés en el trabajo y las dificultades de implementación con que se ha topado dan buena cuenta de lo que digo24. Muy significativo resulta, en este sen- 23 A. LETTIERI, «La frontiera europea del sindacato», en A. LETTIERI y U. ROMAGNOLI, La contrattazionje collettiva in Europa, Roma 1988, pág. 14. 24 Recientemente, el Tribunal Supremo ha debido pronunciarse sobre la licitud de una modificación sustancial de condiciones de trabajo fruto de un pacto colectivo mediante el cual se transformaban en supuestos de teletrabajo contratos de trabajo comunes. En el supuesto fue alegado el contenido del «Acuerdo marco europeo sobre el teletrabajo», cuyo art. 3 insiste en el carácter voluntario de esta nueva figura, alegación que el Tribunal rechazó afirmando que «el Acuerdo no es aplicable todavía en nuestro ordenamiento, pues su publicación como Anexo del Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva no equivale a una recepción en Derecho interno a través de la negociación colectiva, al tener el mencionado Acuerdo Interconfederal sólo una eficacia obligacional para las partes que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL tido, que la Comisión Europea, en una reciente Comunicación de título «Colaboración para el cambio en una Europa ampliada: potenciar la contribución del diálogo social europeo», tras valorar con carácter general positivamente, como no podía ser de otra forma, las experiencias de diálogo social autónomo realizadas, y singularmente la abundancia de los llamados textos de nueva generación, subraya, sin embargo, la necesidad de discriminar entre estos los textos que incorporan verdaderos acuerdos de aquellos que abren un proceso de colaboración y consultas, pues, a su juicio, el impacto real de muchos de estos textos deja mucho que desear, de un lado, porque se formulan en términos vagos e imprecisos, y de otro, porque no se prevén medidas que garanticen su aplicación a nivel estatal, dada la ausencia de una eficaz interacción entre el nivel europeo y el nacional de relaciones industriales25. La crítica sobre los acuerdos autónomos, adoptados ex art. 139.2 del Tratado, contenida en el texto, abunda en la misma dirección, esto es, en la inexistencia de garantías sobre la aplicabilidad real de los mismos y en la insuficiencia de mecanismos de control. Para incentivar la corrección de estas insuficiencias, la Comisión afirma que va a llevar a cabo su propio control sobre la aplicación de los acuerdos y no excluye, si constata el incumplimiento, adoptar al efecto iniciativas legislativas26. Se diría que la Comisión, consciente de que su espada de Damocles ha sido eficaz para estimular los acuerdos de legiferantes, parece decidida ahora a blandirla pa- lo suscriben en orden al respeto de las orientaciones y criterios que han de seguirse en la negociación, y en esta materia las organizaciones empresariales y sindicales firmantes sólo se comprometen a promover la adaptación y el desarrollo del Acuerdo Marco Europeo «a la realidad española» (STS 11- IV- 2005). 25 COM (2004) 557 final, 12 agosto 2004, pág. 6. La crítica llueve sobre mojado, pues es reiteración de la contenida en la Comunicación sobre «El diáologo social europeo, fuerza de modernización y cambio», COM(2002) cit. pág. 18. 26 COM (2004) 557 final, 12 agosto 2004, pág. 11. ra asegurar la aplicación de los acuerdos autónomos a través de los sistemas nacionales de negociación colectiva. Como apuntábamos más arriba, este desequilibrio entre la regulación de los acuerdos legiferantes y los acuerdos autónomos en el que incurre el Tratado, quizás no sea una carencia inocente del legislador comunitario sino una opción de política del Derecho. Es muy probable que el legislador comunitario no haya ido más lejos en su regulación de la negociación colectiva porque no ha que querido hacerlo y que así como ha instituido, poco menos que de la nada, una intensa participación de los agentes sociales europeos en el proceso legislativo en materia social, por lo que se refiere a la negociación colectiva no ha querido hacer otro tanto, sino que se ha limitado a reconocer la autonomía colectiva, pretendiendo que la negociación colectiva europea se haga a sí misma. En este sentido, probablemente el embrión de la «futura» negociación colectiva europea no haya que buscarlo en los acuerdos interprofesionales en la cúspide sino en las interesantes experiencias de negociación colectiva que a nivel sectorial y a nivel de empresa empiezan a arraigar. Seguramente serán estos ámbitos los laboratorios dónde se visualicen los «intereses colectivos», que siguen siendo el «humus» sin el que la práctica de una auténtica negociación es inconcebible. El nivel sectorial es generalmente considerado «un nivel eficaz de intervención sobre las cuestiones de empleo, organización del trabajo y mejora de las condiciones de trabajo, pues es el más cercano a la base y el mejor capacitado para anticipar los cambios»27. Es allí ha dicho la Comisión Europea donde «se encuentran los desafíos económicos y sociales: en relación con la reestructuración industrial, la introducción de nuevas tecnologías, los cambios en las ocupaciones y la apertura a la compe- 27 COMUNICACIÓN DE LA COMISIÓN, «Adaptación y fomento del diálogo social a escala comunitaria», COM (1998) 322 final, 20 mayo 1988, pág. 14. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 245 ESTUDIOS tencia»28. El diálogo social y la negociación colectiva autónoma han producido ya a nivel sectorial frutos estimulantes. Son ya apreciables los sectores implicados y, curiosamente, se empiezan a abordar questiones que han sido un auténtico tabú comunitario, como la materia retributiva29. Por su parte, como la propia Comisión reconoce, el diálogo social a nivel de empresa «ha conocido un inmenso éxito» y los acuerdos adoptados en el seno de los grupos de empresa europeos son numerosísimos30. La constitución de alrededor de 700 Comités de Empresa Europeos ha supuesto la creación de un nivel de negociación, que ya vive una dinámica propia, como evidencian el volumen de los acuerdos adoptados y la amplitud de los temas tratados en los mismos. «Gracias a la intervención y a la mediación del Comité de Empresa Europeo ha podido escribir Blanke se han evitado traslados de la producción ya previstos o se han reducido notablemente su envergadura y sus repercusiones, se han abandonado planes de outsourcing, se han negociado planes sociales, se han iniciado negociaciones sobre la concesión de compensaciones a los trabajadores que desempeñen sus tareas en su propio domicilio y se han constituido nuevos órganos de composición paritaria»31. Ibidem, pág. 15. Cfr. M. CILENTO, «Il dialogo sociale europeo di settore», Diritto delle reazioni industriali, 2001, n.1, págs. 90 y 91. Más escépticos sobre las potencialidades de la negociación sectorial se muestran S. CLAUWAERT, R. HOFFMANN, J. KIRTON-DARLING y E. MERMET, «Diálogo social y coordinación de la negociación colectiva en Europa», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos (ed), La negociación colectiva en Europa, Madrid 2004, págs. 322-325. 30 COM (2004) 557 final, 12 agosto 2004, pág. 8. 31 T. BLANKE, «Acuerdos del Comité de Empresa Europeo: tipos, contenidos y funciones, naturaleza jurídica», Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos (ed), La negociación colectiva en Europa, Madrid 2004, pág. 401. Vid. asimismo, A. PERULLI, «Contrattazione transnazionale nellimpresa europea e Cae: spunti di riflessione», Diritto delle relazioni industriali, 2000, n. 2, pág. 187 y ss. 28 29 246 No cabe duda de que la opción abstencionista del Tratado ha tenido mucho que ver con el actual raquitismo de la negociación colectiva europea, pero quizás sea una opción más respetuosa con lo que ha sido la historia general de la institución y a la postre con el desarrollo natural de la misma. La negociación colectiva debe nacer desde la base y responder a una genuina relación de fuerzas. De la impostura institucional, por importante que sea, no nacerá nunca un sistema de negociación colectiva solvente. Esto no significa, obviamente, que se rechacen aquí, ni mucho menos, las intervenciones comunitaria de promoción de la negociación colectiva, seguramente, sin embargo, estas intervenciones deben centrarse en el fortalecer las estructuras representativas de empresarios y trabajadores, en procurar que cuajen las experiencias de negociación europea que vienen desarrollándose a nivel de empresa y sectorial y, madurado el momento, en garantizar la eficacia real jurídica y personal de los acuerdos suscritos. 3. LA REPRESENTATIVIDAD DE LOS AGENTES SOCIALES EUROPEOS Una de las carencias que, sin duda, están dificultando enormemente la conformación de un sistema europeo de negociación colectiva es la inexistencia de reglas solventes que certifiquen la representatividad de quien pretende negociar, máxime después del último proceso de ampliación. El Acuerdo relativo a la Política Social del Tratado de Maastricht, al establecer el doble deber de consulta que hacer recaer sobre la Comisión y al prever la negociación colectiva autónoma, se refirió una y otra vez a los «interlocutores sociales», mas sin definir nunca quiénes eran éstos y qué requisitos había que acreditar para ser considerados como tales. En aquel momento, la referencia en el Acuerdo a los interlocutores sociales no pudo ser interpretada sino como una alusión a quienes hasta ese momen- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL to habían sido protagonistas de las prácticas de diálogo social32, pero con posterioridad no se han introducido cambios normativos, y ello pese a que la cuestión, como veremos, se ha manifestado problemática y la ampliación al Este ha complicado las cosas. El silencio del Tratado sobre quienes sean los interlocutores sociales, en efecto, perdura hasta nuestros días, pues ni en Ámsterdam, ni en Niza de los que el proyecto de Constitución en proceso de ratificación sigue los pasos se produjo clarificación alguna sobre el particular. Los principales esfuerzos por clarificar y dotar de contenido a la noción de «interlocutor europeo» los ha hecho la Comisión, que ya en 1993 dictó una «Comunicación relativa a la aplicación del protocolo sobre la política social presentada por la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo» donde abordó la cuestión, retomada en textos posteriores, y que ha elaborado continuos estudios sobre la representatividad de los agentes sociales europeos33. La Comisión ha distinguido tres niveles o formas de participación en el diálogo social: una amplia actividad de información y consulta sobre temas generales, a disposición de todas las organizaciones que la requieran; la doble consulta prevista en el Tratado sobre la posible orientación de una acción comunitaria y sobre el contenido de la misma; y la negociación colectiva autónoma que puede requerir para su implementación de una decisión del Consejo o del concurso de la negociación colectiva de los países miembros. 32 Cfr. F. PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL, El Derecho social comunitario en el Tratado de la Unión Europea, Madrid 1994, pág. 138. 33 En la reciente COMMUNICATION DE LA COMMISSION «Partenariat pour le changement dans une Europe élargie Renforcer la contribution du dialogue social européen», la Comisión prevé que se acelere el ritmo de los estudios en curso de realización, así como su actualización periódica y publicidad [COM(2004) 557 final, pag. 10]. A efectos de seleccionar los sujetos de la participación, la Comisión distingue claramente entre la doble consulta, esto es, la participación de los interlocutores sociales europeos en el proceso legislativo ordinario en materia social, para la que establece y exige la observancia de una serie de criterios, y la negociación autónoma, respecto de la cual mantiene una actitud abstencionista sólo rota cuando, concluido el acuerdo autónomo, las partes de consuno requieren del Consejo su aplicación mediante una «decisión». Para participar en el proceso de consultas, la Comisión viene exigiendo de las organizaciones el que respondan globalmente a los siguientes criterios: 1) «ser interprofesionales, sectoriales o de una categoría de trabajadores, y estar organizadas a nivel europeo; 2) estar compuestas por organizaciones que, a su vez, formen parte integrante y reconocida de las estructuras de interlocutores sociales de los Estados miembros, tengan la capacidad de negociar acuerdos y sean, en lo posible, representativas en todos los Estados miembros; y 3) disponer de las estructuras adecuadas que garanticen su participación efectiva en el proceso de consulta»34. Sobre la base de este «principio general», la Comisión ha evacuado consultas con hasta cinco categorías diferentes de organizaciones: a) organizaciones interprofesionales de carácter general: la Unión de Confederaciones de la Industria y de los Empresarios de Europa (UNICE), el Centro Europeo de la Empresa Pública (CEEP) y la Confederación Europea de Sindicatos (CES); b) organizaciones interprofesionales que representan a determinadas categorías de trabajadores o de empresas: la Unión Europea de Artesanos y de la Pequeña y Mediana Empresa (UEAPME), la Confederación Europea de Cuadros (CEC) y Eurocadres; c) organizaciones específicas: Asociación de Cámaras de Co- 34 COMUNICACIÓN relativa a la aplicación del protocolo sobre la política social presentada por la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, COM (93) 600 final, 14 diciembre 1993, pág. 13. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 247 ESTUDIOS mercio e Industrias Europeas (EUROCHAMBRES); d) organizaciones sectoriales (veintitrés organizaciones de sectores diversos); y e) federaciones sindicales europeas afiliadas a la CES (quince federaciones)35. Para el supuesto de la negociación autónoma, la doctrina establecida es muy diferente: «la Comisión no puede intervenir en las negociaciones», «son los interlocutores sociales quienes han de decidir quien se sienta a la mesa de negociación y quienes han de llegar a los compromisos necesarios»36. No hay, por consiguiente, en la negociación autónoma, a diferencia de lo que ocurre en la legiferante, ingerencia alguna de la Comisión sobre la representatividad de las partes que negocian: son ellas en ejercicio de su autonomía quienes se reconocen como interlocutores válidos y suscriben libremente los acuerdos. «El respeto al derecho de cualquier interlocutor social a elegir con quien quiere negociar ha afirmado con rotundidad la propia Comisión Europea es un elemento clave de la autonomía de los interlocutores sociales»37. En el caso, sin embargo, de que las partes contratantes requieran una decisión del Consejo para aplicar el acuerdo concluido, la Comisión, «como guardián de los Tratados», elaborará la propuesta de decisión que someta al Consejo «teniendo en cuenta el carácter representativo de las partes contratantes»38, esto es, su «representatividad suficiente» dado «el alcance del tema objeto de la negociación»39. La 35 Anexo I, 35 COMUNICACIÓN DE LA COMISIÓN «Adaptación y fomento del diálogo social a escala comunitaria», COM (1998) 322 final, págs. 21 y 22. 36 COMUNICACIÓN DE LA COMISIÓN «Adaptación y fomento del diálogo social a escala comunitaria», COM (1998) 322 final, pág. 13. 37 Ibidem. 38 COMUNICACIÓN relativa a la aplicación del protocolo sobre la política social presentada por la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo, COM (93) 600 final, 14 diciembre 1993, pág. 17. 39 COMUNICACIÓN DE LA COMISIÓN «Adaptación y fomento del diálogo social a escala comunitaria», COM (1998) 322 final, pág. 17. 248 no ingerencia de la Comisión en la negociación autónoma cesa, en consecuencia, cuando se pretende la incorporación del acuerdo al Derecho comunitario, entonces la Comisión, guardiana de los Tratados, realiza un control de representatividad y otro de legalidad. La modulación del control de la representatividad en las diversas fases del procedimiento legislativo es, para la Comisión Europea, una manifestación de respeto hacia la autonomía colectiva de los interlocutores sociales europeos. A la vista de las reflexiones realizadas más arriba, cabe, sin embargo, apuntar otra interpretación: el control de la representatividad se ejerce cuando la participación institucional de los interlocutores sociales europeos se inserta en el procedimiento legislativo ordinario, esto es, cuando sirve a la legitimación de las normas comunitarias40, y se deja en manos de los propios interlocutores sociales cuando éstos negocian a su suerte y cuando el producto de la negociación no va a insertarse en el sistema de fuentes. Repárese en que toda la construcción sobre el control de la representatividad reseñada, y particularmente la modulación de su intensidad en las distintas fases del proceso legislativo, es una elaboración de la Comisión Europea, que ha hecho una lectura muy «creativa» de los mismos. Tan creativa que la misma ha sido objeto de impugnación judicial y ha obligado al Tribunal de Primera Instancia de las Comunidades a pronunciarse sobre el particular. El conflicto es conocido. La UEAPME (Unión Europea de Artesanos y de la Pequeña y Mediana Empresa), que se encuentra entre las organizaciones representativas reconoci- En este mismo sentido, la doctrina ha dicho que, en este caso, «la representatividad es un concepto cuya función consiste en legitimar el proceso de formación de la actividad legislativa comunitaria» (A. BAYLOS, «Rappresentaza e rappresentatività sindacale nella globalizzazione», GDLRI, 2002, n. 98, pág. 186). 40 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL das por la Comisión (vid. supra) y que había participado en la doble consulta sobre la posibilidad de una iniciativa comunitaria en materia de permiso parental y sobre el contenido de la misma, fue luego excluida de la negociación del Acuerdo autónomo, pues en ella sólo participaron las principales organizaciones interprofesionales, es decir, la UNICE, la CEEP y la CES. Este acuerdo, a petición conjunta de las partes sociales, fue luego asumido por el Consejo que lo incorporó como anexo en la Directiva 96/34/CE que regula los mecanismos de aplicación del mismo. Pues bien, ante tal situación, la UEAPME recurrió ante el Tribunal de Primera Instancia de las Comunidades solicitando la anulación del Acuerdo, básicamente por entender que se le había negado su derecho a negociarlo, un derecho que derivaría de su condición de organización representativa «reconocida» y de «disposiciones superiores del Ordenamiento jurídico comunitario»41; a su juicio, su exclusión arbitraria habría venido a viciar «la regularidad de la extensión» erga omnes que su implementación a través de una Directiva supuso. La cuestión fundamental que centraba el litigio era, por consiguiente, la de decidir cuales eran y son las relaciones existentes entre el derecho de los interlocutores sociales a participar en la fase de doble consulta que inicia el procedimiento legislativo en materia social y el derecho a negociar acuerdos reconocido a los interlocutores sociales en el siguiente párrafo en el propio texto del Tratado. Las organizaciones consideradas por la Comisión representativas a efectos de la doble consulta, ¿tenían y tienen derecho a 41 Un segundo motivo contenía el recurso sobre el que, por razones obvias, no voy a detenerme. Me refiero a la alegación de que la Directiva no tenía en cuenta las exigencias de las pequeñas y medianas empresas y violaba, por tanto, el art. 2. 2 del APS según el cual las «Directivas evitarán establecer trabas de carácter administrativo, financiero y jurídico que obstaculicen la creación y desarrollo de pequeñas y medianas empresas». participar en la negociación del acuerdo llamado a sustituir la iniciativa de la Comisión? ¿O, por el contrario, la consulta y la negociación son procedimientos independiente regidos por distintas reglas?. La Comisión Europea, como hemos visto, había con anterioridad ya optado por esta segunda interpretación, arrogándose la función de controlar la representatividad de los interlocutores sociales en dos momentos, el de la consulta y el de la incorporación del Acuerdo a una Directiva, y dejando en manos de los propios agentes sociales la selección de sus interlocutores válidos para la fase de negociación. El Consejo hizo suyas durante el proceso y reprodujo en sus alegaciones las tesis de la Comisión, solicitando del Tribunal la desestimación del recurso. Y esta interpretación fue la que, al cabo, asumió el Tribunal en su sentencia de 18 de junio de 1998, con la que resolvió el conflicto42. La principal doctrina de esta importante sentencia puede sintetizarse como sigue: 1º) El Tribunal hace suya la doctrina «oficial», contenida en la conocida Comunicación de la Comisión de 1993, que distingue claramente entre los procedimientos de consulta y negociación del acuerdo. El Tribunal afirma que estamos ante «procedimientos alternativos» (sic), que integran «actividades diferentes, que atienden objetivos diferentes y se desenvuelven con sujetos diferentes» 43. 42 Un comentario crítico a esta sentencia en M. E CASAS BAAMONDE, «La negociación colectiva europea como institución democrática (y sobre la representatividad de los interlocutores sociales europeos)», Relaciones Laborales, 1998, pág. 71 y ss.; A. BELLAVISTA, «Contrattazione collettiva europea e rappresentatività cumulativa suficiente», Diritto delle relazioni industriali, 1999, nº 3, págs. 301 y ss.; F. SCARPELLI, «I nodi del neocorporativismo al pettine del Diritto comunitario», Rivista Giuridica del Lavoro, 1999, n. 2, págs. 306 y ss. 43 M. E. CASAS BAAMONDE, «La negociación colectiva europea como institución democrática (y sobre la representatividad de los interlocutores sociales europeos)», Relaciones Laborales, 1998, pág. 78. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 249 ESTUDIOS 2º) El procedimiento de doble consulta, previsto en el Tratado, se materializa en la evacuación por la Comisión de estas consultas con las organizaciones que consideró representativas en la ya citada Comunicación de 1993. «Ello no implica, sin embargo, dice el Tribunal que todos los interlocutores sociales consultados por la Comisión, a saber, los interlocutores sociales que figuran en la relación recogida en el Anexo 2 de la Comunicación, tienen derecho a participar en las negociaciones que se lleven a cabo». El derecho a la consulta, por así decirlo, no comporta el derecho a participar en la negociación autónoma. 3º) La negociación, en efecto, se desarrolla libremente entre las organizaciones que la entablan, que deben formar parte del catálogo de las reconocidas por la Comisión como representativas. El criterio de selección que rige esta negociación autónoma no es otro que el del mutuo reconocimiento. La negociación dice el Tribunal «depende de la exclusiva iniciativa de los interlocutores sociales que deseen entablarla». «Los interlocutores sociales afectados por dicha fase de negociación sigue diciendo son, en consecuencia, aquellos que hayan manifestado mutuamente su voluntad de iniciar el proceso previsto en el artículo 4 del Acuerdo y de concluirlo». «Serán los interlocutores sociales implicados remacha la sentencia quienes decidan negociar entre sí. La conclusión de tal Acuerdo está enteramente en manos de las diversas organizaciones». 4º) Concluido el Acuerdo, si las partes, para garantizar su aplicación, requieren del Consejo su incorporación a una «decisión», la Comisión debe, antes de proponer al Consejo la adopción de la misma, evaluar la representatividad de las partes sociales firmantes. Este control, que a juicio del Tribunal derivaría del art. 3. 1 del Acuerdo, viene exigido por el principio democrático, fundamento del Ordenamiento comunitario y de la propia participación de los interlocutores sociales en el proceso legislativo. «El 250 cumplimiento del principio de democracia, en el que se basa la Unión, requiere a falta de participación del Parlamento Europeo en el proceso de adopción del acto legislativo que la participación de los pueblos en dicho proceso se garantice de forma alternativa, en este caso a través de los interlocutores sociales que celebraron el Acuerdo al que el Consejo ... confiere un soporte legislativo a escala comunitaria. Para controlar el cumplimiento de dicha exigencia, incumbe a la Comisión y al Consejo comprobar la representatividad de los interlocutores sociales interesados». 5º) Sólo cuando las partes contratantes del Acuerdo acrediten, en el ámbito concreto de éste, lo que el Tribunal llama una «representatividad acumulada suficiente», la Comisión debe informar favorablemente su incorporación a una decisión del Consejo y éste llevarla a cabo. Esta noción de «representatividad acumulada suficiente» está estrechamente ligada al objeto y a la eficacia personal del Acuerdo, hasta el punto de que dependiendo de cuales sean éstos los elementos a valorar para ponderar a aquella serán unos u otros. Sea como fuere, en el supuesto de que tal representatividad no se diera, la Comisión y el Consejo deben denegar la aplicación del Acuerdo a escala comunitaria, pues, de lo contrario, las organizaciones representativas excluidas de la negociación podrían recurrir la decisión ante el Tribunal solicitando su anulación. La importancia de la doctrina judicial expuesta no puede ocultar sus debilidades. Los poderes de control de la representatividad que la Comisión se ha arrogado no están en el Tratado, ni está en el Tratado la modulación en la exigencia de la misma. La «representatividad acumulada suficiente», por su parte, es un concepto evanescente, como demuestra el hecho de que sólo resulta asible frente al caso concreto, y ha servido paradójicamente al Tribunal para salvar el statu quo y soslayar un verdadero control sobre la representatividad de los interlocutores socia- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL les44. Como ha sido expresivamente destacado, interlocutor social representativo, con la sentencia en la mano, no es el que representa a la mayoría sino «cualquier asociación dotada de representatividad y reconocida como tal por las otras organizaciones (a su vez, reconocidas como representativas)» 45. Quizás sean estas debilidades las que han llevado a las partes sociales a solucionar el problema planteado por vía de hecho, esto es, a través de un acuerdo entre la UEAPME y UNICE que prevé una «cooperación estrecha» entre ambas organizaciones y establece vías de participación de la primera en la adopción de decisiones de la segunda46. La complejidad procedimental repárese en ello lleva a un control diversificado de la representatividad. En el caso de la doble consulta, el control se verifica al elaborar la Comisión sus listas de organizaciones representativas. En los supuestos de incorporación de un Acuerdo a una decisión del Consejo, el control se verifica también por la Comisión antes de proponer al Consejo dicha incorporación y por el Consejo luego, y versa sobre la concurrencia de una representatividad acumulada suficiente en las partes que han suscrito el Acuerdo. El mecanismo es un feed back de legitimaciones mutuas: los interlocutores sociales legitiman la norma comunitaria participando en su proceso de elaboración y dicha participación los fortalece y legitima 44 En el mismo sentido crítico, A. GARILLI, «Concertazione e contrattazione collettiva nellEuropa dellUnione Economica e monetaria», Diritto del Lavoro, 1999, pág. 457. 45 G. ARRIGO, «Rappresentatività, contratto collettivo e processo di determinazione delle fonti nel diritto del lavoro comunitario», Rivista giuridical del lavoro, 2000, n. 4, pág. 845. 46 Vid. in extenso, M. E. CASAS BAAMONDE, «El principio de autonomía en la organización del sistema europeo de negociación colectiva y el desarrollo de la dimensión convencional del Derecho social comunitario», Relaciones Laborales, 1999, T. II, págs. 68 y ss. Asimismo, vid. L. DUEÑAS HERRERO, Los interlocutores sociales europeos, Valencia 2002, pág. 95 y ss. en su condición de sujetos representativos 47. En los supuestos, en fin, de acuerdos autónomos llamados a ser aplicados mediante la negociación colectiva de los países miembros, por el contrario, no hay más control que el que resulta del «mutuo reconocimiento» de los signatarios del mismo. Y, de hecho, cuando ha habido problemas ha sido al cabo el «mutuo reconocimiento» la vía para solucionarlos. Este estado de cosas que viene prolongándose en el tiempo quizás no pueda dilatarse sine die. Los estudios sobre la representatividad con los que la Comisión ha venido respondiendo a la cuestión de a qué sujetos debe consultar se enfrentan ahora a la realidad problemática de la ampliación, que va a multiplicar los problemas. El criterio del «mutuo reconocimiento», por su parte, no mostrará sus debilidades mientras funcione, esto es, mientras no se genere nueva conflictualidad jurídica, mas si ésta, como es lógico pensar, se produce aquellas se manifestarán con toda crudeza. En fin, es inimaginable pensar en la construcción de un sistema europeo de negociación colectiva sin garantías de la representatividad de los sujetos que deben encarnarlo y no es claro que ese necesario sistema de garantías, si se quiere jurídicamente eficaz, sea en la práctica viable. No parece que la Comunidad tenga competencias para regular la representatividad de los agentes sociales europeos habida cuenta de que ex art. 137. 5 excluye su intervención en la regulación de los derechos de «asociación y sindicación»48, y un acuerdo autónomo sobre la cuestión chocaría con el problema jurídico de la irrelevancia jurídico-comunitaria del mis- 47 Se trata de una tendencia perceptible en otros ámbitos (Vid. M. REGINI, «I mutamenti nella regolazione del lavoro e il resistibile declino dei sindicati europei», Stato e Mercato, 2003, n. 67, págs. 99-101). 48 En el mismo sentido, M. E CASAS BAAMONDE, «La negociación colectiva europea como institución democrática (y sobre la representatividad de los interlocutores sociales europeos)», Relaciones Laborales, 1998, T. II, pág. 72. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 251 ESTUDIOS mo y con el práctico de la muy deficiente interacción entre los niveles europeos y nacionales de negociación colectiva, de la que, en buena medida, son responsables las propias organizaciones colectivas. 4. LA DIFÍCIL INTERACCIÓN CON LOS SISTEMAS NACIONALES DE NEGOCIACIÓN COLECTIVA Una de las claves fundamentales de las que depende el buen funcionamiento del mecanismo de participación/negociación diseñado en Maastricht, es la capacidad de interactuar de la negociación colectiva europea y de los sistemas nacionales de negociación colectiva. Esta interacción está prevista en el Tratado sobre todo en dos momentos: 1º) En primer lugar, para la aplicación de los Acuerdos colectivos autónomos, cuando se desecha la vía de la asunción del Acuerdo por una decisión del Consejo. De acuerdo con lo previsto en el art. 139. 2 del Tratado, la primera vía prevista para la aplicación de los acuerdos celebrados a nivel comunitario es la de «los procedimientos y prácticas propios de los interlocutores sociales y de los Estados miembros». 2º) En segundo lugar, para la trasposición de las Directivas comunitarias en materia social. «Todo Estado miembro reza el art. 137. 3 del Tratado podrá confiar a los interlocutores sociales, a petición conjunta de estos últimos, la aplicación de las Directivas adoptadas en virtud del apartado 2». «En tal caso sigue el precepto se asegurará de que, a más tardar en la fecha en la que deba estar traspuesta una Directiva con arreglo al artículo 249, los interlocutores sociales hayan establecido, mediante acuerdo, las disposiciones necesarias; el Estado miembro interesado deberá tomar todas las disposiciones necesarias para poder garantizar, en todo momento, los resultados fijados por dicha Directiva». 252 Son ya numerosas las Directivas que expresamente han considerado a la negociación colectiva interna como el instrumento natural para su trasposición, previendo, incluso, plazos más dilatados para que ésta pueda desempeñar dicho papel. Es, por ejemplo el caso de la Directiva 95/34/CE relativa al Permiso Parental que prevé hasta un año suplementario para que la negociación colectiva pueda trasponer el Acuerdo que incorpora y hace hasta cinco llamadas a la negociación colectiva. De otra parte, si, en su día, entra en vigor el Tratado sometido a ratificación que contiene la Constitución Europea, la función traspositoria de la negociación colectiva interna se reforzará, pues el art. 210.4 del Tratado, extiende la posibilidad de utilizar este instrumento no sólo para implementar leyes marcos europeas sino también reglamentos y decisiones49. El desempeño por parte de la negociación colectiva de estas funciones de implementación ha chocado con importantes problemas de todo orden, hasta el punto de que la Comisión Europea en una reciente comunicación ha reiterado con machaconería la necesidad de mejorar la interacción existente entre la negociación de nivel comunitario y los sistemas nacionales de negociación colectiva. «La autonomización creciente del diálogo social europeo, señaladamente la adopción cada vez más frecuente de diversas iniciativas y textos de nueva generación, cuya aplicación debe ser asegurada por las propias partes sociales, hace ha dicho la Comisión Europea que una interacción eficaz entre los niveles europeo y nacional de relaciones industriales sea esencial»50. La norma se refiere más precisamente a reglamentos y decisiones que incorporen al Derecho derivado un reglamento europeo, esto es, los adoptados al amparo del art. 212 de la Constitución, pero entiendo que igualmente podría utilizarse la negociación colectiva para trasponer otros reglamentos y decisiones (Cfr. FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL, «Aspectos sociales de la constitución europea», en prensa). 50 COMMUNICATION DE LA COMISIÓN, «Partenariat pour le changement dans une Europe élargie. Renforcer la 49 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL Los problemas que impiden el que la negociación colectiva interna pueda garantizar la aplicación efectiva de los Acuerdos autónomos son, fundamentalmente, de tres tipos: la ineficacia jurídica de los mismos, la diversidad de los sistemas nacionales de negociación colectiva llamados a implementarlos y la ausencia de mecanismos coercitivos que obliguen a su observancia, pues los Acuerdos no los contemplan y los Estados miembros se desentienden de ellos. Los convenios colectivos europeos autónomos carecen de eficacia jurídica. No son, desde luego, Derecho comunitario porque el sistema de fuentes comunitaria los ignora. Mientras que una decisión del Consejo no los incorpore, son para el Derecho comunitario «irrelevantes»51. Pero tampoco son Derecho interno de los países miembros, pues, como con rotundidad decía la Declaración 27 relativa al art. 139 TCEE, la aplicación de estos Acuerdos «según los procedimientos y prácticas propios de los interlocutores sociales», consiste «en desarrollar el contenido de dichos Acuerdos mediante negociación colectiva y con arreglo a las normas de cada Estado», sin que ello suponga «que los Estados miembros estén obligados a aplicar de forma directa dichos Acuerdos o a elaborar normas de transposición de los mismos, ni a modificar la legislación nacional vigente para facilitar su ejecución». No se trata, por tanto, de acuerdos directamente aplicables en el Derecho interno, ni de ellos cabe derivar para los Estados obligación alguna de trasposición o de garantía de su aplicabilidad. En efecto, aunque no han faltado los intentos de la doctrina por dotarlos de eficacia jurídica52, en contribution du dialogue social européen», Com (2004) 557 final, pag. 6. 51 A. LO FARO, Funzioni e finzioni della contrattazione collettiva comunitaria, Milán 2000, pág. 163 y ss. 52 Vid. una buena síntesis en A. LO FARO, «Europei, comunitari e comunitarizzati: i contratti collettivi nellera della sovranazionalità», Rivista Giuridica del Lavoro, 2000, n. 4, págs. 877 y ss. Sobre esta cuestión, vid. asimismo, A. OJEDA, «Eficacia de los Convenios Colectivos honor a la verdad, no hay tal53. La eficacia jurídica del Acuerdo va exclusivamente a depender de la que sea capaz de prestarle el convenio colectivo interno que lo aplique o desarrolle54. La diversidad de los sistemas nacionales de negociación colectiva, y señaladamente de la naturaleza jurídica y personal de los convenios colectivos en los distintos Estados miembros, ahora agravada por la reciente ampliación55, es otro de los problemas estructurales de calado. Con independencia de la valoración que de esta diversidad se haga, que es fruto de la historia de los diferentes Europeos», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos (ed), La negociación colectiva en Europa, Madrid 2004, págs. 440-443. 53 JACOBS sostiene, sin embargo, que de la expresión del art. 139 del Tratado «La aplicación de los acuerdos se realizará...», puede desprenderse la vinculatoriedad del acuerdo para las partes firmantes y, en última instancia, la posibilidad de que los tribunales los apliquen [Cfr. A. JACOBS, «La concertación social europea», en Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos (ed.), La negociación colectiva en Europa, Madrid 2004, págs.370 y ss.]. 54 El Tribunal Supremo se recordaba más arribaha tenido ocasión reciente de pronunciarse sobre la eficacia jurídica del Acuerdo Europeo sobre Teletrabajo en ST de 11 de abril de 2005, en la que sostiene que «el Acuerdo no es aplicable todavía en nuestro ordenamiento, pues su publicación como Anexo del Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva no equivale a una recepción en Derecho interno a través de la negociación colectiva, al tener el mencionado Acuerdo Interconfederal sólo una eficacia obligacional para las partes que lo suscriben en orden al respeto de las orientaciones y criterios que han de seguirse en la negociación, y en esta materia las organizaciones empresariales y sindicales firmantes sólo se comprometen a promover la adaptación y el desarrollo del Acuerdo Marco Europeo a la realidad española». 55 La ampliación, a juicio de la Comisión Europea, va a «ampliar el abanico de las tradiciones existentes en materia de relaciones industriales y a movilizar grupos de negociación más grandes, lo que puede complicar la conclusión de los acuerdos» [Cfr. COMMUNICATION DE LA COMISIÓN, «Partenariat pour le changement dans une Europe élargie. Renforcer la contribution du dialogue social européen», Com (2004) 557 final, pag. 3.]. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 253 ESTUDIOS sistemas nacionales de relaciones laborales, una cosa es clara: esta diversidad impide la aplicación general y homogénea de los Acuerdos europeos. Es más, es justamente una garantía de lo contrario, de la eficacia dispareja. La realidad es la del «convenio colectivo fragmentado» ahora en veinticinco convenios colectivos nacionales, sometidos a veinticinco distintos regímenes de eficacia jurídica56. jetivos comunitarios», «se planteará la posibilidad, si ha lugar, de elaborar una propuesta de un acto legislativo».«La Comisión sigue expresivamente la Comunicación de marras podrá igualmente hacer uso de su derecho de iniciativa en todo momento, incluso durante el periodo de aplicación del Acuerdo, si constata que uno de los interlocutores sociales tarda en realizar los objetivos comunitarios»58. En fin, la Comisión Europea ha hecho mucho hincapié en sus últimas comunicaciones en la necesidad de que los Acuerdos colectivos autónomos, cualquiera que sea su nivel, contemplen mecanismos coercitivos que aseguren su observancia. Los interlocutores sociales deben ha dicho la Comisión «reforzar significativamente los procedimientos de seguimiento existentes y realizar informes periódicos sobre la aplicación de los Acuerdos firmados»57. Y ha afirmado que cuando el Tratado prevé, para la aplicación de los Acuerdos autónomos, la vía de los procedimientos y prácticas «propios de los interlocutores sociales y de los Estados miembros», con este último inciso permite a las autoridades públicas nacionales desempeñar un papel que facilite la aplicación de los textos europeos en determinados Estados miembros. En todo caso, cuando en ejercicio de sus poderes de control, la Comisión constate que, expirado el plazo para la aplicación de los Acuerdos, éstos «no han respondido a los ob- Los problemas que enfrenta la trasposición de Directivas a través de la negociación colectiva europea derivan, en primer lugar, del hecho de que, conforme a las exigencias del Tratado y a la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades, no cualquier tipo de convenio colectivo sería instrumento útil para garantizar la adecuada trasposición de las Directivas. La necesidad de garantizar la aplicación general de la Directiva hace, en efecto, que, en principio, solo el convenio colectivo de eficacia erga omnes59 pueda cumplir plenamente la función traspositoria, de suerte que donde tal convenio no existe debería el Estado «completar» la labor traspositoria de la negociación colectiva estableciendo algún mecanismo ad hoc. Pues bien, no puede decirse que el convenio colectivo de eficacia general sea una figura generalmente presente en los Ordenamientos de los países miembros. Hay países los casos de Italia o el Reino Unido60 son paradigmáticos en los que existen robustos sistemas de negociación colectiva y en los que, sin embar- 56 A. LO FARO, Funzioni e finzioni della contrattazione collettiva comunitaria, Milán 2000, pág. 167. Como clarividentemente se ha dicho «afirmar que un contrato colectivo europeo se aplica a los trabajadores afectados según los procedimientos y las prácticas de cada país significa que no se aplicará de ningún modo o que sufrirá distorsiones tales que harán del acuerdo una fuente de nuevos conflictos y desigualdades» (A. LETTIERI, «La frontiera europea del sindacato», en A. LETTIERI y U. ROMAGNOLI, La contrattazionje collettiva in Europa, Roma 1988, pág. 14). 57 COMUNICACIÓN DE LA COMISIÓN sobre «El diálogo social europeo, fuerza de modernización y cambio», COM (2002), pag. 20. 254 58 COMMUNICATION DE LA COMISIÓN, «Partenariat pour le changement dans une Europe élargie. Renforcer la contribution du dialogue social européen», Com (2004) 557 final, pag. 11. 59 Sobre la jurisprudencia del TSJ de las Comunidades sobre la cuestión, vid. M. E. CASAS BAAMONDE, «Directivas comunitarias de origen convencional y ejecución convencional de las Directivas: el permiso parental», R.L., 1996, T. II, págs. 85 y ss; J. M. MIRANDA BOTO, «El papel de la autonomía colectiva en la transposición de directivas», A.S., 2003, n. 21, pags. 49 y ss. 60 Vid. C. BARNARD, EC Employment Law, Oxford 2000, págs. 79-80. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 FRANCISCO PÉREZ DE LOS COBOS ORIHUEL Las aporías expuestas dan cuenta creo de las enormes dificultades que enfrenta la construcción de un sistema de negociación colectiva europeo. Llevar adelante este proyecto, con los pobres mimbres disponibles en el Tratado, es desde luego un desafío para la interlocutores sociales europeos y también, como hemos visto, para la Comisión. Sólo, quizás, robusteciendo las relaciones endoasociativas y supliendo las carencias expuestas desde la unidad y disciplina interna de las organizaciones, podría afrontarse el reto con ciertas garantías. No en balde se ha señalado que, en última instancia, «el problema de la contratación colectiva europea es el de la existencia misma de un sindicalismo europeo»62. Mas también en este ámbito las dificultades son muchas y se han multiplicado con la ampliación. Baste a este propósito aludir al debate interno que se ha producido en el seno de la CES a propósito de la postura a adoptar en el proceso de ratificación de la Constitución Europea, y, del lado empresarial, a la tradicional postura de la UNICE contraria al desarrollo de la negociación colectiva europea. Desde luego, no parece que la patronal europea tenga entre sus prioridades la construcción de un sistema de negociación colectiva comunitario. En fin, si, como resulta muy probable, estamos ante un reto hoy por hoy inasequible, seguramente no quepa otra salida que la de abordar seriamente el debate que con recurrentes compromisos apócrifos se ha querido eludir, a saber: el de si verdaderamente se quiere articular un sistema de negociación colectiva europeo, si éste constituye, en fin, un proyecto político factible y deseable y, caso de que así sea, qué enmiendas habría que introducir en el Tratado para hacerlo posible. 61 Tal sería el caso italiano, A. LO FARO, «Europei, comunitari e comunitarizzati: i contratti collettivi nellera della sovranazionalità», Rivista Giuridica del Lavoro, 2000, n. 4, pág. 888. A. LETTIERI, «La «frontiera europea del sindacato», en A. LETTIERI y U. ROMAGNOLI, La contrattazionje collettiva in Europa, Roma 1988, pág. 15. go, la figura del convenio colectivo de eficacia general brilla por su ausencia. Es más, la adopción en ellos de mecanismos de extensión de la eficacia personal del convenio choca con su propia tradición jurídica, y puede, incluso, toparse con problemas constitucionales61. Mas ni siquiera en los países en los que el convenio de eficacia erga omnes es un convenio común y aquí el caso paradigmático es el nuestro la negociación colectiva se ha utilizado a estos efectos, quizás porque los agentes sociales ven no sin razón la trasposición de las Directivas como una obligación que corresponde al Estado y prefieren participar en los procesos de negociación legislativa informal que acompañan toda trasposición, a asumir la responsabilidad de la trasposición. Sea como fuere, lo cierto es que, por una cosa o por otra, la trasposición de Directivas mediante la negociación colectiva de los países miembros continúa siendo excepcional y la interacción pretendida a su través entre el Derecho comunitario derivado y los sistemas nacionales de negociación colectiva un desideratum. 62 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68 255 ESTUDIOS RESUMEN 256 El presente ensayo analiza las principales limitaciones que, a juicio de su autor, dificultan en el Tratado de la Unión Europea el desarrollo de un sistema de negociación colectiva europeo. La primera sería la relación dialéctica que el propio Tratado establece entre la participación de los agentes sociales europeos en el proceso legislativo laboral y la negociación colectiva autónoma, y que claramente privilegia la primera frente a la segunda. Aunque el Tratado reconoce la autonomía colectiva de los agentes sociales europeos, tal reconocimiento se ha hecho en un contexto caracterizado por sujetos colectivos insuficientemente articulados y de representatividad discutible, un mercado de trabajo sometido a reglamentaciones dispares, la ausencia de percepción de un nivel de conflicto europeo y la ausencia de prácticas de negociación colectiva europea. La segunda sería la ausencia de reglas solventes que certifiquen la representatividad de quien pretende negociar. La tercera serían las dificultades de interacción entre el nivel europeo y los sistemas nacionales de negociación colectiva. Estas limitaciones son objeto de un detenido análisis. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 68