Entrevista con Tony Benítez - Plaza de Toros de Las Ventas

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ENTREVISTA
“Manolete
era el modelo
perfecto de
Julio Romero
de Torres”
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Tony Benítez
De pequeño le decían a su madre que “tenía tipo de torero”. A él le encantaba,
de hecho era de los chiquillos que en sus ratos de entretenimiento le gustaba jugar al toro; Tony Benítez lo hacía con un paño rojo y una cabra que
tenían en Castilblanco de los Arroyos, localidad sevillana donde pasaba los
veranos.
Texto: Laura Tenorio
Fotografías: Juan Pedro Donaire
T
ambién en las calles y plazuelas de su barrio, el de la Puerta Osario, “porque entonces a lo que se jugaba era al fútbol o
al toro. Nosotros hasta poníamos banderillas que
hacíamos con cañas. La gente, los vecinos, nos
jaleaban; a mí me decían que iba a ser torero,
por las hechuras. Y es que yo creo que se nace
artista. Claro que aunque torear me gustaba, sabía que lo de ponerse delante era pa otros con
más valor. Yo tenía mucho ángel pa bailar y dibujar, a mi madre le pinté el primer diseño con
cinco años”, nos cuenta el modisto sevillano
Tony Benítez, una institución en su gremio y
gran amante del flamenco y del toreo. En Sevilla,
su tierra, no hay nadie que no lo conozca.
Pregunta | ¿Tenía antecedentes artísticos
familiares?
Respuesta | Creo que sí, que en la familia hubo
alguien que bailaba, pero yo no le conocí. A
mi abuelo sí, él era muy aficionado a los toros, tenía una colección de tarjetas con todos
toreros de la época; por delante veías la foto
y por detrás podías leer la historia de cada uno.
A mí me encantaba verlas. Hoy conservo un álbum con fotografías de grandes toreros.
¿Usted siempre ha estado cerca de la gente del toro?
Sí, la verdad es que sí. Me apasiona el flamenco
y como siempre he visto mucha vinculación
entre ese mundo y el del toro, pues he estado
cerca de los dos.
Dice usted que tiene los 76 cumplidos, ¡increíble! ¿Recuerda la primera vez que fue
a una plaza de toros?
Sí, claro: fue la tarde de la presentación de Curro Romero como novillero en Sevilla, en La
Maestranza, ¡fíjate! Pensé que me iba a morir
de tanta emoción.
”U
na prenda
buena, hecha en
un taller a conciencia,
hay que lucirla
despacio, como
el buen toreo,
como el buen baile,
que hay que hacerlo
andando”
Era mayo del 57. El camero estaba recién licenciado del Servicio Militar y lo apoderaba
Antonio Chaves. En el cartel estaban anunciadas reses de Benítez Cubero, para Antonio Romero, José Trincheira y Juan García
Mondeño, quien por estar herido causó baja
siendo sustituido por el diestro de Camas,
un desconocido para la mayoría de los aficionados. El cambio se anunció la misma mañana del festejo, en una hoja volandera, de la
que apenas queda testimonio.
… Mi padre –sigue el modisto– tenía mucha
amistad con un inspector de policía, a veces
le regalaba alguna entrada. Aquel domingo,
me dijo: ‘Anda, ve tú, que seguro que vas a ver
algo bueno’. ¡Y vamos que si lo vi! Estuve en un
palco y, repito, me pasé la tarde temblando de
tanta emoción… Desde entonces, no he dejado de ir.
Muchos años antes, cuando España entera quedó conmocionada con la noticia de
la muerte de Manolete, en Linares, usted
aún era un crío.
Sí, pero me acuerdo perfectamente de aquello.
Fue en agosto, estábamos veraneando en la
casa de Castilblanco, lo vimos en el periódico.
Manolete era la elegancia como torero y también como hombre. Para mí fue el más elegante. Tengo que decir que llegué a conocerle y que era muy tímido. Lo definiría como el
modelo perfecto de Julio Romero de Torres. Actualmente pinto piedras con personajes taurinos, y él es una de mis inspiraciones. Como
Doña Cayetana, la Duquesa de Alba... Lo mío
con el toro es de hace mucho. Me estoy acordando que hace 38 ó 40 años ya presenté una
colección en Joy Eslava, en Madrid, que se llamaba: “Mañana y tarde de toros”. Las modelos
desfilaban a ritmo de pasodoble, con capotes,
matillas y trajes chaqueta.
Ahora que se ha referido a las mantillas,
esa estampa en un palco maestrante llena
de mantillas, debería ser eterna, ¿no?
¡Por Dios, por Dios!, eso es una maravilla. La
pena es que hay una timidez muy grande, porque suele verse solo en el palco de los maestrantes, que se supone que son la gente bien
de Sevilla. Pero sería bonito verlas también en
otros palcos, los del pueblo.
Cuando usted afirma que a la hora de diseñar un modelo, se inspira siempre “en
la persona”, le pregunto por su musa, la
Duquesa de Alba. ¿Qué le inspira ella?; dicho con todo el respeto, ¿hubiera sido una
buena torero?
Doña Cayetana lo que sabe es mucho de toros.
¿Torera?, no lo sé si hubiera llegado a ser torera. Desde luego que a bailaora sí, porque tiene mucha gracia y una elegancia innatas, ade-
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más ha tenido a grandes maestros que le han
enseñado de maravilla. Ese Enrique el Cojo, esa
Matilde Coral…
¿Qué es lo que más le ha inspirado de ella?
Ella misma, que tiene mucha personalidad y
sabe muy bien lo que quiere y lo que le gusta. Ella tiene su estilo muy definido y no hay
que cambiarle nada.
Carmen Tello, la mujer de Curro Romero,
también la ha vestido usted.
Sí, es una mujer muy bien vestida
¿Ha vestido alguna vez a un torero?
No, francamente. Sí hice una vez un traje de
torero goyesco, verde, con la imagen de la
Macarena en la espalda de la chaquetilla. Sé
que lo terminaron realizando en un taller en
México.
Por lo de la crisis y la mano de obra barata,
¿se imagina un taller de costura de trajes
de luces, en China?
Pues lo mismo, porque como son mu listos y
todo lo copian…
El toreo caro, nosotros decimos que es lento, de mano baja. En la pasarela, ¿la única manera de apreciar el diseño de la prenda es cuando pasa lentamente la modelo?
Esto es algo que nadie lo comenta y es muy importante. Antiguamente, las modelos caminaban sobre la pasarela muy despacio y con
un número en la mano, para que las clientas
lo tuvieran de referencia. Ahora, nada tiene
que ver; yo digo que cuando pasan tan co-
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rriendo es para no enseñar los defectos de la
prenda. Una prenda buena, hecha en un taller
a conciencia, hay que lucirla, como las buenas
pinturas, como el buen toreo, o el buen baile, que hay que hacerlo andando, escuchando
la guitarra y al cantaor. Ese es el baile… y el que
diga que no, ¡que me llame por teléfono!
En el toreo el color amarillo ha sido siempre un color supersticioso, como en el
flamenco lo ha sido, lo es, la petenera.
Cuentan que un día, en un teatro de Madrid, Manuela Vargas con vestido amarillo se puso a bailar por ese palo. Lola Flores, que estaba en el patio de butaca,
empezó a decir: ‘¡Ay que miedo, ay que
miedo!’; la gente se creyó que había un
incendio y empezó a irse.
¡Pero cómo lo sabes, si eso lo sabe muy poca
gente…! Yo estaba allí y me acuerdo que Manuela bailó aquella petenera con lágrimas en
los ojos, fue algo impresionante… Lo de la superstición de Lola fue más cosa de gitanos, que
ya sabemos son muy supersticioso, como
muchos toreros.
45 años de profesión, ¿son muchos o son
pocos?
Pocos. Debí de empezar antes, pero como hice
ATS y estuve trabajando un tiempo de eso, me
demoré en lo de la moda.
¿Es cierto que empezó vendiendo botones?
Sí, sí. Gracias a Dios, tuve grandes maestros,
entre otros, Lino y Elio Berhanyer. Ahora los
que hay son diseñadores, porque maestros de
la costura quedan pocos ya.
Y en el albero, ¿quién es su maestro?
Curro, Curro y Curro. Y Sevilla, que es lo más
grande para mí.
Después de verle debutar, aquel mayo del
57, ¿le volvió a ver muchas veces más?
Sí, claro. Yo era muy amigo de su primera mujer, Conchita Márquez Piquer, iba mucho a su
casa.
De las cinco puertas del Príncipe o de
las siete Puerta Grande de Las Ventas
del camero, ¿fue testigo de alguna de
ellas?
Sí, en Sevilla, porque cuando yo vivía en Madrid pues la verdad es que no tenía muchos
posibles. Eso sí, si echaban por la tele alguna
corrida, intentaba verla siempre. Cogía a
una amiga, le colocaba un mantón y la sentaba en una silla delante del televisor, y yo
en otra. No nos faltaba nuestra botellita de
fino, eh.
Como si fuera un sainete de los hermanos
Álvarez Quintero.
Lo mismo.
Para terminar, tengo entendido que usted
tiene en mente fundar una especie de
Montepío para artistas, en el que vivieran
cantaores, flamencos, toreros…
Ay, ese es mi sueño, pero qué difícil. ¡Ojalá algún día lo consiga! Porque es muy duro ver a
esos artistas ya ancianos, también a toreros,
sin medios y solos. Qué bonito sería poder verles juntos y compartiendo su arte y sus recuerdos. Sí…
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