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LEPINA Comentada
en la Convención, y coexistan de forma autónoma, debe interpretarse en el sentido
de que mientras que en el artículo 13 se reconoce de manera general la libertad de
expresión, el artículo 12 incumbe a todos los casos en los que los asuntos en juego
afecten al niño, destacando el derecho del niño a ser escuchado y a que sus opiniones
sean tenidas debidamente en cuenta.” Y en cuanto a la edad para el ejercicio del derecho a la opinión, el mismo Comité ha expresado una novísima caracterización que
proscribe la fijación de edades mínimas u otras condiciones de NNA, diciendo que “El
artículo 12 no fija una edad mínima para el derecho del niño a expresar sus opiniones
libremente. Es evidente que el niño puede formarse un juicio desde muy pequeño.
La Convención sobre los Derechos del Niño no se pronuncia en favor de la imposición de una edad mínima para conocer o tener en cuenta las opiniones del niño. Sin
embargo, en casos particulares (niños discapacitados, por ejemplo) pueden surgir
problemas”. El Manual de preparación de informes sobre los Derechos Humanos
de 1998 expone: “Con arreglo a las disposiciones de este artículo, los Estados Partes
tienen una obligación clara y precisa de garantizar a los niños el derecho a decir lo
que piensan en las situaciones que puedan afectarles. Por lo tanto, no se considera al
niño como un ser humano pasivo o alguien a quien se puede privar de ese derecho de
intervención, a menos que sea incapaz de tener opiniones propias. Este derecho deberá garantizarse y respetarse aún en las situaciones en las que, aunque el niño sea
capaz de formarse una opinión propia, no pueda comunicarla, o cuando el niño no
haya alcanzado la plena madurez o una determinada edad, puesto que sus opiniones
deben tenerse en cuenta en función de la edad y madurez del niño”. Algunos países
han fijado una edad mínima para el derecho del niño a ser escuchado, por ejemplo
en procedimientos de custodia relativos a la separación o el divorcio de los padres.
Sin embargo, la Convención no comparte este punto de vista, y los Estados Partes no
pueden invocar el principio del interés superior del niño para sustraerse a las obligaciones contraídas en virtud del artículo 12”97.
Roger Hart98, ha definido la participación como derecho, expresando que “...es
la capacidad para expresar decisiones que sean reconocidas por el entorno social y
que afectan a la vida propia y/o a la vida de la comunidad en la que uno vive”. Partiendo de esta definición general, NNA tienen la capacidad para expresarse, tomar
decisiones, ser escuchados y debidamente atendidos en sus requerimientos o pedimentos que encierren tales opiniones, y ser reconocidas éstas en todos los órdenes
(administrativos, judiciales, familiares, escolares, comunitarios).
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UNICEF. Manual de Aplicación de la Convención sobre Derechos del Niño, Ob. Cit., Pág. 176, 177 y 179.
Hart Roger: La Participación de los Niños, de la Participación Simbólica a la Participación Auténtica. UNICEF.
TA CRO, 1993.
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