Jirafa que só- * vivié tres días

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IN P O P U L A R
Mariano
Tomé»,
Fernándaz
Encina, Arturo
García
Sarex,
Alfon»o
Montiml, O. Día*
de la
Laatra,
L. Condm de Rivera,
Da vi a Gamblar, E. Frelxa» y
Salvador
Llobet
colaboran e n las secciones
coleccionables de este número,
con el que se reparten también los folletines
encuadernables de España histórica
y
Tratado
popular de Medicina.
," Jirafa q u e s ó * vivié tres días
^ o o i ^ ' ^ d o ^ ' - ' " 'as primeras horas de un
cai3i<X) (ío D • ""^ jirafita en el parque
'ro Janzaron ?'"^«'ona. ^os periódicos lo*"tos R . ^ alegre noticia a los cua• oten lo merecía aquel hecho
ILUSTRACIÓN
P R E C I O S
F O P U L A R
Direcfor. M. JIMÉNEZ MOYA
FspaHa:
Director d e la l e c c i ó n d e f o l l e l i n e i
• n c u o d e r n o b l e t : LORENZO CONDC
«
. . .
S U S C I Í I P C I Ó N
1p t u
Un «Ao . . . 94 >
A m é r l u ! Un . ( l o . . . » • »**'
D » m « i p a l i a i : Un «Ko •»
Sjamplnr s u o l l o
Núm*re «trniado
PARA PROVINCIA», LA SUSCRIPCIÓN
Oficinas: Diputación, 211. -- Barcelona
SE
extraordinario. En las llanuras africanas,
allí donde estos cslieltos rumiantes viven
en una hermosa lil)ertad formando grandes rebaños, el nacimiento de un individuo
más de la especie es un hecho natural y
frecuente que pasa inadvertido para cl
hombre y que no despierta el interés de
ningttno de los seres vivos que lo presencian. En cambio, en un país civilizado, cl
natalicio de una jirafa adquiere resonancia
de acontecimiento, ñ las veinticuatro horas de vida, la Jirafita del parque gozaba
de una popularidad que el hombre más
inteligente sólo habría podido conseguir
en varios años de lucha.
El nacimiento ocurrió, como hemos dicho,
en la madrugada de un sábado, fll martes siguiente, también en la madrugada,
murió el animalito. El revuelo que entonces se produjo fué mucho mayor. Pocas
personalidades han hecho gastar al morir
tanta tinta en artículos necrológicos y pocos fallecimientos han sido tan comentados.
Cuando muere una persona ilustre se le
esculpe una estatua y se coloca ésta en
una plaza pública. La jirafita logrará un j
honor parecido. La están disecando y la
llevarán a un museo.
No es hora de dedicar un nuevo articulo necrológico al infortunado animal, pero
nos parece que tras ese hecho —la muerte
de un recién nacido en un parque zoológico— hay tema para una información interesante.
flsi se lo decimos a don Ignacio Sagarra, director de la colección donde ha nacido y muerto la popular jirafita, y él.,
que opina lo mismo, empieza por contarnos
cómo ocurrieron cl nacimiento y la defunción:
—Cuando compramos la pareja de jirafas a un circo alemán, ya sabíamos que
habrían de tener descendencia. Pasó el
tiempo. Un dia, la madre empezó a dar
muestras de que el nacimiento era Inminente y desde aquel momento la vigilamos con la mayor atención. El viernes por
la noche, a las diez y medía, cl guardián
de turno, no notando el menor indicio de
malestar en la madre, se retiró a dormir.
El sábado por la mañana cuando regresó,
se encontró con que la jirafita correteaba
por cl jaulón de sus padres.—
Y cl zoólogo nos sigue explicando que
nada hacía presumir lo que ocurrió tres
días después. El nacimiento se habia producido con la máxima normalidad y rapidez. La madre estaba bien y el padre
—entre los animales los machos no suelen
ser afectuosos con sus hijos— trataba al
nuevo ser ccm los mayores miramientos.
Pero al día siguiente pudo verse que la
respiración de la jirafita no era normal.
La mañana había sido fresca, fría para un
animal que procede de un clima tropical,
y más fría aún si el animal es un recién
nacido. Se pensó en una afección pulmonar, se la encerró con la madre, se le
dedicaron todas las atenciones det caso,
intervinieron los veterinarios, pero no se
pudo evitar que en la madrugada del
martes la enfermita dejara de existir. La
autopsia demostró en seguida que la causa de la muerte habia sido una lesión traumática. El órgano lesionado era nada menos que cl corazón. No había para la;
jirafita. salvación posible.
¿Quién había s do el causante de la
lesión? ¿Era que Cl padre, en un momento
de malhumor, habia propinado al animalito una coz mortal? ¿Era que la madre,
al darle de mamar, se había echado sobre
él produciéndole el fatídico magullamien-
Un
OE
PUBLICA
MiNIMA € S UN T R I H E '
L O S S A B A D O S
to? ¿Fué una caida, un choque, un golpe
involuntario? No se sabe. Nadie lo ha
visto. Lo cierto es que la muerte de la
jirafita no ha sido natural y que, de no
haber existido esa lesión, probablemente
habría llegado a vieja, flsi lo hacia presumir su robusta constitución.
—¿Es tan difícil como se ha dicho la
reproducción de esos animales en los parques zoológicos? — preguntamos.
—Sobre eso se ha exagerado mucho
—nos contesta el señor Sagarra—. Yo confio en que nuestras jirafas vuelvan a tener descendencia y puede usted decir que
cl caso se ha repetido en condiciones normales en varias colecciones zoológicas de
Europa.
—¿Y no habría sido preferible separar
a la jirafita de sus padres?
—Eso sólo la experiencia lo puede decir
y la experiencia nos dice a nosotros que
podemos dejar a los padres con los hijos,
flsi se han criado en esta colección gran
número de animales de las especies más
distintas. El caso más notable es el de
la pareja de canguros. El macho, como
casi todos los de su especie, es un animal
agresivo y de malas intenciones. Hasta los
guardianes han de extremar las precauciones con él. Sus patas delanteras funcionan
como los puños de un campeón de boxeo.
El pugilista más fuerte quedarla k. o.
instantáneamente si ofreciera su barbilla
a los directos de este canguro o de cualquier otro de su talla. Pues bien: nuestro
irascible huésped tiene ya siete hijos que
se han desarrollado perfectamente a su lado, sin que jamás se diera cl caso de
que los agrediera. Especialmente con los
animales herbívoros, cl sistema de dejar a
los hijos al lado de sus padres, nos ha
dado siempre excelentes resultados. En los
carnívoros cl caso varía porque los padres
se pueden comer a sus hijos.
—¿Por glotonería?
—¡Vaya usted a saber! Se ha pretendido explicar de muchos modos este terrible
proceder, pero siempre sobre el terreno
de las deducciones. Cuando la parricida
es la madre, se podría pensar en una
venganza por los stifrimícnlos que cl hijo
üm
'
ios Calés del Brasil
Son
los más lióos ¥ aromáticos
um mmi
PEUYO mmÉ
mm
le ha causado al nacer. Pero ya le diS
sobre esto no se ha podido comp'"'"'''
nada,—
,
Nosotros callamos. Nuestro pcnsaitilen'•
al intentar llegar al fondo de tan im^f*
santc cuestión, sólo encuentra la duoa »
la sombra. ¿Cómo puede compaginarse c
terocidad vengativa de la leona P"^, j .
come a sus cachorros, con ese otro '
tinto, bello como un sentimiento y
que parece apuntar una inteligencia, «
mueve a otras madres de la misma cspc
a dar incluso la vida por sus hijo.s'
Recordamos haber leído en alguna P"^
te que cuando un animal nace en
'
condiciones para hacer frente a la ^ ' ^
su madre le evita cl dolor de vivir OEY
rándolo. Esta explicación, aunque tal
menos cierta, se compagina mejor con
actitud de sacrificio y amor que LA TN^W
ría de las madres —incluso las de '
especies más feroces— adoptan ante
hijos.
Cuando el parricida es el macho, t»^
las explicaciones, por crudas que
[
pueden admitirse. Entre los animales,
padre no demuestra ver EN sus hijos «"I"más que unos diminutos pero enojosos
vales que atraen todas las atención^
su compañera
Y, como para acabar de hundirno.s
este gran enigma de la naturaleza, el ^
logo nos dice:
—Otras madres, en vez de matar a .
hijos, los abandonan. Pasan de la n^""'L^
solicitud a la mayor indiferencia ü '
dejan morir de hambre. Precisamente
Viena se ha producido el caso de una ¡
RAFA
que aborreció a su hijo.
—¿Y qué medios tienen ustedes P»
evitar esos dramas familiares?
¡^^
—El más práctico es buscar al re<nacido una nodriza y apartarlo de los V
drcs.
—¿Una nodriza?
^au
—Ya lo creo. En esta colección " »
varios animales criados por perras.
- P e r o , tratándose de un animal
mano de una jirafa, no sería fácil ejic
trar la nodriza que pudiera amamania .|
—La dificultad del tamaño seria
de vencer. Imagínese a una vaca coioc
sobre un pedestal de la altura de ^
mesa y construido ex profeso. La I"""' .,
cncontraria las ubres a la altura co" .
nicnte. Lo difícil seria encontrar a' "^j^
mal cuya leche pudiera substituir a i»
la jirafa. Es una cuestión que quiero
lucionar.
—¿Para criar artificialmente a la seg"
da jirafita. si naciera?
.^o,
-¿Quién sabe? En vista de lo 0^",^/'°^.
tal vez me decidiera a ensayar la f'
^
tificial con la hermanita de la difun^^j.
Nos hemos levantado, dando por
f(
nada la Información. Pero se nos ocu
una última pregunta:
üraf»
—Cuando retiraron de la jaula la )i
mucria, ¿notaron en los padres algo
pudiera parecerse a un sentimiento oe
- S i no era doler lo que expcrimentaWn
tampoco era alegría, ni siquiera
\^G].
cía. Era una inquietud extraña,
.¡(jo
estar, una zozobra que no he AA'^E
jamás en ellas.—
at«.i
Y nos vamos con el consuelo
¿res
que si en el mundo animal hay F .„s
desnaturalizados, los hay también nu^'
y amantes de sus hijos; como «'^.fP^pnu
de jirafas que no permaneció indiiei
cuando se lleva^ . , „ . POQ
ron a su jirafita.
_ J. B. VftUtK^
T d l U r e s G r á f i c o i d e l o S o c i e d a d G e n e r a l d e P u b l i c a c i o n e s , S. A., c a l l e Borrell, NIM. 743 - 2 4 9 , B a r c e l o n a
DIVULqACIÓN
le ocuARTÍSTICA
*¿:ci>ica
fjjo no se s^be a quién ni cuándo se
rrió por primera vez descomponer mediante vidrios de colores los rayos de luz que pOnetra-ban por las ventanas con el fin de ¡luminar los
interiores, pero la antigüedad de la idea está
garantizada por las citas de los más antiguos
escritores cristianos y por los descubrimientos
realizados en Herculano y Pompeya.
Primero las vidrieras artísticas se componían de
vidrios de distintos colores combinados de nnodo que formaban
figuras geométricas. Después los colores d e los vidrios se obtuvieron mediante la pintura. Esto representó un notable progreso en la técnica de la vidriera, pues la pintura sobre el vidrio
requería procedimientos especia es que consistían en aplicar sobre aquél una capa d e esmalte que se vitrificaba y adquiría
transparencia al ser sometido a e evadas temperaturas.
A la coloración de los cristales, siguió la composición de n r K > tivos pictóricos sobre ellos, d e modo que cada vidriera era un
víóricra
artística
\ \NA de las cosas que
^ rrás ros impresionan a\ entrar e n un
*emplo cuando el sol
luce e n el cielo c o n
inimitable esplendor,
« la mágica sinfonía
« luz que componen
'•i vidrieras de colotes.
En las naves bay
'Smpre una suave p e "^urnbra, una claridad
discreta que se tiUra
«n el espiritu y >o P'f
Para pata la percepción
•^e todas las emociones estéticas. Entonces
levantamos la vista Y
quedamos subyugados
por la armonía silenciosa
V augusta que la policromía de las vidrie'as sabe trenzar con
'os rayos d e luz. Los
azules p u r í s i m o s , los
^rrianllos de oro, 1 ° ^
'0|os profundos d e ca^a ventanal envían a
través de las naves un
oblicuo arco iris d e to'>os tan delicados, q u e
nacen pensar en la evaporación d e las piedras preciosas por un
prodigio d e alquimia.
El hombre percibió
estas emociones d e s d e
"^uy antiguo, *
C a l c a n d o el d i b u j o s o b r e p a p e l
f u e r t e p a r a sacar las p l a n t i l l a s .
bello cuadro. Pero estos mofivos no se obtenían pintando sobre la vidriera como sobre un
muro o un lienzo, sino combinando cristales de colores como
se combina el mosaico, hasta representar detalladamente la figura o la escena que era el
asunto de la obra, f-ué el arte
gótico, en el siglo XIII, el que
introdujo este progreso.
En Francia se conservan numerosas vidrieras de este siglo.
En España hay algunas interesantísimas en la Catedral de León
y entre ellas son especialmente
notables las d e una ventana del
lado norte que representan escenas d e la vida civil.
En el siglo XIV el arte d e la
vidriera exp>erimenta una importante evolución.
«El empleo del amarillo de
plata —dice F. d e Mely al hablar del arte del vidriero en dicha época— viene a revoludonar, no solamente los procedimientos de fabricación, sino el
arte mismo de su composición.
En efecto, permite no tener que
emplear más para los dorados
el vidrio amarillo coloreado en
su masa, que antes había que
cortar y poner en el plomo.
D e s d e e n t o n c e s se puede
DIVULG|ACIÓ>
ARTÍSTICA
pintar una figura sobre una superficie de vidrio blanco y ejecutar un dibujo casi por entero sin
recurrir al antiguo mosaico de vidrio.
Al mismo tiempo, el principio
de la vidriera queda completamente modificado, ya que de simple decoración pasa a ser personal y puede presentarse como obra de arte. Por otra
parte, los grandes constructores de iglesias no son los
únicos que emplean a los pintores en vidrio; los principes de gustos refinados, el duque de Berry como los
duques de Borgoña, con los orfebres, pintores, escultores y miniaturistas, atráense a los vidrieros que, de
entonces en adelante, más estables, más dueños de
sus pinceles, formarán escuelas bien distintas, cada
una de las cuales tendrá, sobre todo en eí siglo XV,
un carácter bien definido, fcn los ventanales de las basílicas, en las capillas y palacios aparecerán verdaderos retra'os sobre fondos delicados y se encontrarán entre los artistas vidrieros nombres que al mismo tiempo
podrán leerse en la lista de los pintores de más nombradla.»
Continúa el progreso en todo el siglo siguiente y
en buena parte del siglo XVI, pero a fines de éste
se inicia una decadencia que ha de continuar hasta
casi nuestros días.
Actualmente este delicado arfe tiende a volver a su
antigua pureza, después de un período en que estuvo en manos de industriales que no se preocupaban
de otra cosa que de hacer un trabajo rápido y por poco precio.
El gran Gaudí, al encargarse de ia restauración de
la Catedral de Palma de Mallorca, introdujo una innovación en el arte de las vidrieras. Hizo colocar vidrios triples, siempre a base de la combinadón de
los tres colores simples, y asi logró la misma riqueza
de tonos que se obtiene con las tricromías. El proceso de realización de una vidriera es el siguiente:
H a y q u e s o l d a r las t i r a s de p l o m o en los p u n t o s d o n d e se
cruzan.
La vidriera se m o n t a p r o v i s i o n a l m e n t e c o n c e r a , p a r a
efecto de c o n j u n t o .
pod r aprecUf
Primero se hace sobre cartón un dibujo en tamaño ^^^^
tural con todos los detalles y colores, teniendo en '-Il jj.
incluso el grueso del plomo que ha de unir las
^j.
Después se traslada este dibujo a papel fuerte, se corta
guiendo las simuladas junturas de plomo y se obtiene 5
una serie de plantillas que sirven para cortar los crisw
Una vez cortados, se unen provisionalmente con cera
ra juzgar el efecto del conjunto al combinarse los diversos
lores, l a operación siguiente consiste en dar una capa de
malte a los vidrios empleando pinceles finísimos. Este ^
malte, como ya hemos dicho, se vitrifica al ser sometido
una temperatura elevada (700 u 800 grados). Entonces adq
re el cristal un hermoso tono, limpio y profundo. Einalm^ ^
se sujetan los trozos de cristal con tiras de plomo q^® ^
van soldando en todos los cruces y se le pone un marco
hierro a la vidriera.
j$
Este es, a grandes rasgos, el trabajo que el artista y
operarios han de realizar para obtener esas magníficas
drieras que son para nuestra vista inefable sinfonía de
lores luminosos cuando los contemplamos, desde el
de las naves, en el silencio
.fj/k
augusto de los templos,
Daniel FERNANDEZ ENC-"
EL ARTE
AZTECA
se conservan en nues» ^ tros días muchas construcciones ni ruinas, del especial estilo azteca.
Ha de tenerse en cuenta
que los conquistadores de
los países de la América
Central, Méjico, Yucatán, Perú, etcétera, se dedicaron a
vandálicos actos de destrucción que ocasionaron la casi total desaparición de la
ricjueza arquitectónica, que
sólo en escasos edificios
puede hoy admirarse.
No es de extrañar, pues,
esta insuficiencia de datos
que hace que en Am^'jj!
se encuentren niayor^* g.
ficultades para la iny^*|,trO
ción que en cualquier
continente. En Oceania^ ^ 0
ejemplo, y en el E"' je
Oriente, los materiales
estudio son de pueblo^^'J^,
con mayor o menor
,
tacto con la civilización
cidental han conservado
diciones o costumbres ^K-_
las que se puede ^^^pguar algo de sü origeri- g,
trariamente, los ¡ndios
ricanos, debido a las >
siones de que fué ooi
L a i C a s a de las P a l o m a s . . R u i n a s de u n m o n t i m e n t o
azteca.
INFORMACIONES
r REPORTA JKS
CURIOSOS
^llonofífíBLtí Cmmnfñof
</e h CmORfíLde SmPfíBlQ
que
para
que
dajo.'
Des^BP
to..
campana esl,
como si bulleran partit
pado en líhas sarrera
Esfo no representa jiing
na contrariedad para
miembros «ic la «flni
Societi)., sin i que, por
contrario, les i i i t u n J o la
pasión d e p ^ M i v j
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paredes
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inscnpi.ione£> que T#istran
«réc^jrds» dc wlocidad y
rfj^i'ncia
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del
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E'^, L o n d r e s h a y m u c h a s a s o c . a c . o r ^ e s > n cLoons c acma mp apnaenraoss sdee e nms aaynaon.
o las que siendo de
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nal que religioso
interven^, « f r e s a n t e s q u e n o e x i s t e n e n n i n g u n a
^.c ^
solemniparte delmundo.Una de las mas cu
^, g r c o d e
^ " • c a m p a n a e s cd ia ód n, ds ee l c cu e l l t eo b r ap na r a
de San
ce?c''-*^^ l a q u e t i e n e s u d ° m i a h o e n l a s ^.^^^
^ H e p o r t e . V e r Pda bal od, e q -u e e s l a
r
a
nde de
' " " ^ a n i a s d c l a C a l e d r a l d e S a n 1 ^ 3 " ' ° » a r a e s o s t a b a I c r o s un Inglaterra
" V j ^y^u^ n
d
e Euí? .«conocida p o r e l n o m b r e d e
r a m e n l e , algo d e e j e r c i c i o oep
of Colleqe Youngs.. .cutja traduc
Cuando seKRRBRNHI^^^Bas
solemvj''"literal es «Antigua asociación de jo
nidades, los respetables cdl|^^lros de la
Los m i e m b r o s de la a s o c i a c i ó n en
Sul Síecen a e l l a n o t i e n e n o t r uan o d e s u s . c o n c i e r t o s » d e c a m p a n a s .
«flncient Society» suben afTlIüanario, sc
'Mon que
de tocar
Champañas de la Ca1,''^^' < l e S a n P a b l o e n
grandes.solemni'ílades.
wi^i^'^le que los miemCum *sa asociación que
añ„ P'irá sus trescientos
o t r n r " ^ ^ 3 7 . f u e r a n en
i.jai^'iempo jóvenes colcinv^f' f " o . b o y n i s o n
I,
c t ) l e q i o , MIIO q u e
^ '
romo t n i n i luentena u,
4 — ^ ^ a J P f w i c r c i a n t e s\ J V
Tphtistas.
'~
Testos grflvc^ seBndo lenuiíiíiii s u
"iirio, si lo tieiiín.
Su • 'lusan d e e s t a r < ^ v >
Van
e l ma?,l^
^" ^' *^*"b'
'can con
de
campana. Lo
e s U n ^"^^ l a c a m p a n a
(le ,„J«^tlcndo palabras
nero^ * W o r a b l c s c a m p a "^WdH.i ' a a n t i g u a s o t s t " ' " ' ' V» h a n h e c h o d e
, ad uup
a ,„„^''***e"'P^
kS(»flenD A ag rl a^^^^
av e dca ud e r • t Odón
- í í r l l iai l rs t tn í s -
INFORMACIONEA
Y REPORTAJES
CVKIOSOS
mas normas qii
CP trescientos
Ninguno
de
miembros .se ali
.,r i a proponer l a H '
b i " a l g u n o , pu^"
ello se considc'rariii
como una profan"
ción. Estos honora
bles campaneros, c-imo todo buen ingle*sienten una protu"
da devoción por "
c o s a s antiguii
tradicionales d^
pueblo
Ochenta arios i ne e l campaner*'
más viejo de la «fl"'
cient Societij» p '
ce cincuenta qui •
ca las campanas u '
San Pablo. Y. sepu'
raméate, esta n"
d a de arte y '
porle. seguiríi C ' "
lituycndo su afii^
favorita hasta «
los años acaben '
sus fuerza.^
quitan la americana
y flan un verdadera
concierto que el público escuctia con la
misma atención que
si se hallara ante
una orquesta.
Ni que decir tiene>
que todos los miembros de la sociedad
son maestros en el
arte
de tocar la
campana. Para eso
se ensayan frecuentemente con campan e a s cuya escala de
tonos es la misma,
sólo que más aguda, que la de sus
gigantescas h e r m a nas del campanario
de la catedral.
La sociedad celebra s e s i o n e s c o n
arrcgUi a las mis-
t a m e s a p r e s i d e n c i a l d u r a n t e u n a d e l a s sesii>
n e s q u e la s o c i e d a d c e l e b r a
periodicamenli
fl. g a r c í a
SfíRI
'!fbrkxiónn
e s uno d e los principales centros
5 \Jl¿A
de producción d e queso, debido a la
clase excelente d e sus ganados y, por lo
tanto, d e la leche que éstos producen.
Pues en la fabricación del queso apenas
entra otra materia que la leche.
Por otra parte, las fórmulas d e elaboración son sumamente sencillas. Cualquiera,
con ellas a la vista y sin necesidad d e
poseer conocimientos especiales, podría fabricar queso.
La dificultad no está en las fórmulas, ni
en los conocimientos necesarios para afrontar la elaboración, ni siquiera e n los instrumentos y máquinas que se necesitan,
pues casi todos podrían ser substituidos por
utensilios caseros, siempre que no se trate
d e la fabricación en gran escala.
hi quid, lo que hace que un queso d e
bola fabricado en España sea d e calidad
muy inferior al q u e viene d e Holanda, e s triba en la calidad d e la leche, en primer
lugar, y después en una porción d e p e queños detalles, insignificantes al parecer
pero q u e son los mismos que hacen inimitables a ciertos platos cuando s e preparan
lejos d e su punto d e origen.
En tal caso está, por ejemplo, la paella
valenciana. La exquisitez característica d e
este plato no dep>ende d e la calidad del
arroz ni d e los ingredientes que se le añaden, pues la receta d e la paella e s la misma para todas las manos y para todos los
pueblos. Consiste en la disposición e intensidad del fuego, en la mayor o menor rapidez con q u e el . caldo se consume, en
la cantidad d e agua que se le echa al arroz,
en el tiempo que se le tiene sobre la lumbre y otros detalles semejantes, muy nimios
al parecer, pero que en realidad son los
que dan a la paella su calidad y sabor característicos.
Otro tanto puede decirse del queso. Con
la fórmula a la vista, cualquiera se creería
capaz d e fabricar queso d e Gruyere o d e
Rochefort. Sin embargo, y aunque siquiera
al pie d e la letra la receta, el resultacío sería, con toda seguridad, inadmisible para el
paladar y el estómago. Porque el sabor característico d e e s o s quesos famosos d e p e n d e d e una serie d e pequeneces que no
se pueden concretar y cuyo secreto cono-
cen los fabricantes dei gruyere y del rochefort auténticos, asi como el virtuoso del
violín posee la facultad indefinible d e hacer cantar a su instrumento.
Pero el mejor argumento d e todo lo dicho nos lo ofrecen estos dos quesos que
acabamos d e nombrar: el d e Gruyere y
el d e Rochefort. El sabor d e ambos e s tan
distinto que cualquiera diría que las m^^^
rias empleadas para su fabricación son
absoluto diferentes. Sin embargo, tod''
diferencia estriba en la clase d e lectie <
pleada y en que uno, el d e Rochefort,
está cocido y el otro si.
Para fabricar queso, d e cualquier c ^
que sea, lo primero que hay que hacer
Las m á q u i n a s cierran d i a r i a m e n t e c e n t e n a r e s de cajitas q u e contie
n e n e s o s q u e s l t o s t r i a n g u l a r e s q u e s e e x p o r t a n a t o d o el m u n d i .
ANTONIO D E
CMRCER
ESPJfff^
D E MONTfíLBHN
mundo cristiano sus propósitos de reforma. Llegase, por el momento, a un armisticio, pero al mismo tiempo, gracias a la conducta condescendiente que el emperador habia tenido con los protestantes, habíase logrado ¡a formación de un
numeroso ejército de lansquenetes alemanes, mandados por el capitán Jorge de
Frandsberg, acérrimo enemigo del papado.
A pesar del armisticio, las tropas alemanas, unidas a las imperiales del condestable de Borbón, se precipitaron sobre Roma, desenvueltas en verdadera indisciplina, que no pudieron contener los generales. Por presión de los soldados
alemanes, la mayoría de ellos partidarios de Lutero y enemigos, por tanto, del
Pontífice, y sedientos todos en conjunto de desquitarse de la penuria que pasaban, se emprendió el asalto de Roma (6 de mayo de 1527)—en el cual murió el
condestable de Borbón—y, desparramados por toda la ciudad, la saquearon horriblemente, cometiendo toda clase de excesos y sacrilegios, con desenfreno que
la Historia ha comparado al de las hordas de bárbaros que mandaba Alarico
cuando saquearon también, once siglos atrás, la Ciudad Eterna. El papa, acosado de cerca por la soldadesca desenfrenada, tuvo que refugiarse en el castillo
de Sant-Angelo, donde aún resistió un tiempo, hasta que, agotados los medios de
defensa, tuvo que capitular y ver completado el saqueo de lo que aún quedaba
de la ciudad.
Este escandaloso saqueo conmovió a toda la cristiandad, y, sobre todo, no
hizo ciertamente demasiado buen efecto en España, bajo el nombre de cuyo soberano había penetrado la soldadesca en la ciudad sagrada, en momentos precisamente en que más se vituperaba a los protestantes alemanes el desacato que
tenían al jefe de la Iglesia. También parece que, como cristiano, se sintió contrariado don Carlos, cornprendiendo que todo ello era efecto de la pasividad con
que había visto el avance contra Roma—aunque sin prever que las cosas llegasen a tal extremo—y de la contemporización con que había tratado hasta entonces a los luteranos; pero, al mismo tiempo, como verdadero prototipo del monarca cesarista propugnado por las ideas renacentistas, supo distinguir entre el
deber del cristiano y los intereses del cesar. Así, si bien escribió, por una parte,
al Pontífice para dolerse de lo ocurrido y ordenó la suspensión de las fiestas
preparadas para celebrar el nacimiento del príncipe don Felipe, no hizo, en cambio, por otra, nada en absoluto para librar a Clemente VII y a Roma de la
apurada situación en que se veían, bajo la opresión de las tropas desmandadas
que aún pululaban por la ciudad. Además, don Carlos, mientras divagaba inútilmente en la resolución de este conflicto, dirigió un manifiesto a los príncipes
cristianos en que condenaba la profanación de los soldados y declinaba toda la
responsabilidad por lo ocurrido como uno de tantos azares imprevistos en la guerra, cuando se desmanda la tropa.
Entretanto, la guerra se iba prolongando con verdadero cansancio por una
y otra parte, sin que hubiese dado resultado el convenio acordado a fines de octubre entre el Emperador y el Sumo Pontífice, mediante el cual Clemente VII, a
HISTORICn
\'aieucia y Mallorc.i
sendos levantamientos
de carácter social y
antinohiliario, llamados de las iiermanías, que, aun obedeciendo a causas diversas de los
de Castilla, no dejaron de tener cierta solidaridad con las Comunidades.
El movimietito de Jas Germanías—voz que, como derivada de la catalana
gerniá, hermano, significa Hermandades—tuvo origen en diversos motines que
ocurrieron en el reino de Valencia. El principal de ellos se dió en la misma capital, donde los plebeyos, disgustados por la inmoralidad administrativa y llevados
por su odio a la nobleza, formaron la llamada Junta de los Trece, a cuyo frente
se puso el cardador Juan Lorenzo. Este heroico luchador se apoderó del gobierno de la ciudad y obligó a huir al virrey, el conde de Mélito, ocasión con la que
se cometieron toda clase de excesos. La llegada de tropas reales permitió a los
nobles recuperar el gobierno y derrotar a los agermanados en Orihuela (1521),
si bien no terminó con ello todavía el movimiento. En Játiba alentó la sublevación el cabecilla conocido por el Encubierto, un impostor que, sin dar a conocer
su nombre, se hacía pasar por nieto de los Reyes Católicos, el cual murió al
fin asesinado. Con la sumisión de Játiba y Alcira (1522) terminó la rebelión antinobiliaria de Valencia, durante la cual se cometieron por parte de nobles y plebeyos horribles excesos, sin que de ello resultase, al fin, ningún beneficio para
las clases populares.
Distinto origen, pero carácter muy parecido en el desarrollo, tuvo el movimiento de la Germanía de Mallorca, donde ya existía un precedente de lucha
semejante en la sublevación de los forenses de mediados del siglo xv. Los menestrales, cansados de la desigualdad tributaria, protestaron ruidosamente, hasta
que, unidos con los payeses, derivó la protesta contra los nobles y los burgueses
ricos, que se vieron obligados a refugiarse en Alcudia e Ibiza (1522). Los agermanados dominaron la isla hasta que las tropas reales entraron en Palma (1523)
y emprendieron seguidamente una larga y cruenta persecución contra los comprometidos.
En realidad, aunque fué muy escasa la relación que tuvieron estos movimientos de Germanías con el de las Comunidades, no dejaron de influir en la
situación de Castilla, puesto que distrajeron fuerzas y complicaron la situación
áe, los gobernadores y del regente cuando más necesidad había de unidad y cohesión. Por otra parte, las medidas restrictivas que a consecuencia del levantamiento se tomaron contra los colonos y siervos valencianos—mudejares en su
mayoría—ocasionaron a la larga un levantamiento de las clases serviles que
costó mucha sangre sofocar.
E. H. — 66
"FrarvcASco \
Las g^uerras de Italia
NA de las principales empresas que caracterizan el reinado de
Carlos I el Emperador, es la de las guerras que hubo de sostener con su rival Francisco I de Francia por la posesión de
la parte septentrional de la península italiana. En estas guerras, tan largas y penosas en su desarrollo como brillantes
y gloriosas por la intervención que en ellas tuvieron los famosos tercios españoles, no sólo jugó la rivalidad personal
de los dos grandes monarcas que se disputaban la supremacía de Europa, sino
también la tradicional enemistad de Aragón con Francia por la intervención en
la política de Italia.
Por esta continuidad de la política aragonesa, parece que en los dominios
de la vieja Confederación había de seguirse con interés la contienda de Carlos I
y Francisco I, y, sin embargo, la realidad demostró todo lo contrario, por cuanto
el pueblo aragonés y el catalán se mantuvieron bastante alejados de los incidentes
de esa lucha de rivalidad. En el fondo, la sensibilidad del pueblo tuvo en este
punto extrema comprensión de la realidad, pues se dió cuenta en seguida de que
la politica tradicional de la Confederación, al pasar a la persona de Carlos I,
no continuó con el carácter netamente nacional que siempre había tenido, sino
que quedó supeditada, a titulo de simple refuerzo complementario, a la política
internacional que interesaba al heredero de Maximiliano, no al heredero de Fernando el Católico. Además, como prueba de esa verdad que comprendió el pueblo
desde el primer momento, el interés y aun los resultados de esta larga serie de
guerras se alejó en seguida de la órbita española para engarzarse en la de la
Historia general de Europa.
Efectivamente, Carlos I sentía la rivalidad con Francisco I, ante todo y por
encima de todo, como heredero de los estados del ducado de Borgoña, que era
un feudo del rey de Francia. Asimismo, la herencia del archiducado de Austria
y la elección del imperio de Alemania convertían al descendiente de los Habsburgo en el soberano más poderoso de Europa, ea. situación, por tanto, de realizar
•pe.TvnaTvee\ó p T t s o
e n \a. V o t t c
Ae. \ o s
\.,u"^aTVes Ae
MaAtXA
cosa,
de A"\ez meses, a \ cabo Ae \os c u a \ e s íirmó un I t a V a á o Ae p a z . (^13 Ae enero Ae
1 5 2 6 ) , en virtud dei c u a \ se obWgaba, entre otros puntos, a devoWer a Garios
todo el territorio de Borgoña con sus antiguos limites, renunciar a ios derechos
sobre Italia y los Países Bajos y restituir al condestable de Borbón sus posesiones y honores. Al mismo tiempo entregó en rehenes a sus dos hijos mayores, y
así pudo obtener la libertad. Sin embargo, el tratado de Madrid era demasiado
beneficioso para el rey español para que su eterno enemigo, el francés, lo cumpliese con la puntualidad que ofrecía.
Y, efectivamente, no cumplió de él ni
una sola cláusula, alegando que, por
haberlo firmado bajo la fuerza de '-«s
circunstancias, carecía en absoluto
valor.
Con este incumplimiento, por
parte del vencido, del tratado de paz,
puede decirse que quedaron prácticamente anuladas las ventajas políticas
obtenidas con las resonantes victorias
de Italia. Cierto es que, con todo ello,
había crecido extraordinariamente el
prestigio imperial de Carlos hasta ser
reconocido por el soberano más temible y poderoso de Europa; pero, al R o d e l a c o n ala Ccaarbl eo zs a I d eel MEemd pu es ar a, d oq ru.e p e r t e n e c i ó
mismo tiempo, también se había creado la enemistad de la mayoría de naciones, que no podían ver con buenos ojos
semejante engrandecimiento. Por otra parte, aunque la situación volvió a ser
comprometida, contaba ahora Carlos con mayor apoyo del pueblo, principalmente
del de Castilla, que, envanecido por el prestigio militar de los tercios, empezaba
1 identificarse un poco con la política imperialista del monarca de Borgoña.
La prevención con que las demás naciones miraban a Carlos no tardó en
manifestarse en la nueva liga que contra él procuró formar Francia (mayo de
1526), cada vez más inquieta de verse materialmente rodeada de estados pertenecientes al Emperador. El objetivo de la nueva Liga Santa era arrojar a Carlos
del norte de Italia, y aun, si fuese preciso, del reino de Ñápeles. En ella entraron, por tanto, el papa Clemente VII—de donde le vino a la liga el nombre de
"Clementina"—, Florencia, Milán y Venecia junto con Inglaterra, que acababa
de romper definitivamente la amistad con España, tras- la trágica muerte de la
reina Catalina, hija de los Reyes Católicos y tía carnal, por tanto, de Carlos.
El Emperador, conociendo, por sus generales, los propósitos de la Liga,
exhortó al Sumo Pontífice para que desistiese de tal empresa, al mismo tiempo
que le amenazaba con reunir un concilio para que los luteranos expusieran al
ESPAJV/í
663
/INTOmO
D E
CARCER
HISTORIC/l
eet
DE MONTALBMN
L,a travesía, como ya se había previsto, fué en extremo penosa, aunque las
naves, a pesar de todo, llegaron sin mayor novedad a las costas argelinas. Luego,
empero, desencadenóse un fuerte y persistente temporal que destruyó buena parte de la flota y acató por desmoralizar a las tropas. A los estragos ocasionados
por ¡os elementos uniéronse, cuando se formalizó el sitio de Argel, las acometidas de Jos infieles y el temor de que faltaran provisiones, puesto que se habían
perdido muchos de los buques transportes.
En vista de tantas dificultades, dióse cuenta don Carlos de lo temerario de la
empresa, y, comprendiendo que en tales circunstancias sus esfuerzos serían inútiles, dió orden de levantar el asedio de la plaza. Comenzó entonces un doloroso
éxodo por el litoral argelino, durante el cual el soberano tuvo que mantener el
quebrantado espíritu de sus tropas con el ejemplo personal de su serenidad y
resignación. Dirigió él mismo la retirada y supo sufrir estoicamente toda suerte
de privaciones hasta que, habiendo embarcado el último de sus soldados, abandonó finalmente el suelo africano, del que tan gloriosamente había i>artido nueve
años atrás.
cambio de recuperar la libertad y el poder temporal, pr.gsría los haberes atrasados a los soldados imperiales. Francisco 1 envió también tropas, las cuales se
hicieron nuevamente dueñas en poco tiempo de casi todo el norte de Italia, y,
junto con otros príncipes italianos, se decidió a atacar a NápoJes, según se había
propuesto aJ formar Ja Liga Clementina.
Poco pudieron hacer contra este intento las tropas imperiales, completamente desmoralizadas, pero tampoco hicieron gran cosa los aliados, tanto porque
les atacó la peste cuando estaban sitiando la capital napolitana, como porque las
disenciones internas entre Francisco I y el almirante genovés Andrés Doria—
que había de ayudarle por mar en la conquista de Ñapóles—imposibilitaron la
continuación de la campaña. Además, a Carlos no le interesaba continuar por
entonces la guerra en Italia, ya que otro peligro mayor—el de los turcos—amenazaba en aquellos momentos a la seguridad de Europa.
Al fin, pues, el mismo curso de los acontecimientos facilitaba el camino de
la deseada paz, en cuya negociación intervinieron activamente dos damas principalísimas de ambas casas rivales: Luisa de Saboya, madre de P'rancisco I, y
Margarita de Austria, tía carnal de Carlos I, que a la sazón era gobernadora de
los Países Bajos. El tratado de paz firmado en Cambray (29 de julio de 1529)—
que también se llama comúnmente de las Damas—no reportó grandes ventajas
materiales al Emperador, pero le dió al menos la efectividad de la hegemonía
sobre Italia, motivo por el que el papa, resignado a esa intervención extranjera,
pactó nueva alianza con el Emperador, el rey de Hungría y las principales repúblicas italianas. Pocos meses después, don Carlos, en Bolonia, se hizo coronar
solemnemente por Clemente VII como emperador, con las investiduras de los
reyes lombardos y de los emperadores de Occidente, acto supremo que confirmaba el triunfo de la política cesarista de Carlos, rey de España y emperador
de Alemania, para dominar en Europa y erigirse en protector del mundo cristiano (1530).
Corto fué, a pesar de todo, el período de descanso (1529-1536) que siguió a
la paz de las Damas, por más que fué el más largo que se dió como ttegua a la
enconada lucha entre los dos grandes monarcas del Renacimiento. Esos siete
años escasos de descanso los dedicó por entero don Carlos a otros problemas,
también de carácter internacional, que acabaron de llenar los agitados años de
su reinado: una fué la lucha contra los turcos, guerra de capital interés para la
comunidad cristiana, y otra, la cuestión religiosa de Alemania, cada vez más ligada con los intereses políticos del Imperio, que amenazaba con convertirse en irremediable escisión de la Iglesia.
La nueva guerra de Italia se encendió con ocasión de la posesión del ducado
de Milán, cuyo príncipe, Francisco María Sforza—a quien había repuesto don
Carlos en el ducado después de la victoria de Bicoca—, acababa de morir (noviembre de 1535). Francisco I, con la pretensión de hacer valer sus derechos
sobre el ducado, invadió la Saboya, al tiempo que las naves de los turcos—con
B. H . — 6 7
quienes se había abado e\ rey francés para esta nueva campaña—atacaban las
posesiones de Venecia (marzo de 1536). Garios 1 , que se creía con mayor derecho
sobre el ducado, puesto que el tratado de Cambray reconocía la supremacía del
Imperio en Italia, y, además, estaba ligado a Sforza por lazos de parentesco,
replicó a su vez invadiendo a Provenza, en expedición más desgraciada que ventajosa. La gueri*a continuó, con varia alternativa, en el Milanesado, en Provenza
y en Flandes, donde los franceses también penetraron para distraer las fuerzas
imperiales, como ya habían hecho en otras ocasiones. Gracias a
la intervención del papa Paulo III, se firmó la tregua de
Niza (1538), como un punto de descanso que debia durar diez
años.
A poco de firmada la tregua, sublevóse contra don Carlos
la ciudad de Gante (1539), la cual acudió en solicitud de apoyo
al rey francés, confiada en que lo obtendría en seguida, por el
antagonismo existente entre ambos reyes. Sin embargo, Francisco I, procediendo con fidelidad que contrasta con la política
de doblez que caracteriza a todos los hombres de estado de aquellos siglos, puso en conocimiento de Carlos I la rebelión de Gante, para que fuese a reprimirla. Es más: extremando la caballerosidad para con su rival, permitió que el rey español pasara
por Francia para que pudiese llegar más rápidamente a Flandes,
y aun le festejó con inusitada cortesía.
Aparte este episodio de amistad y cortesía, las maquinacioMiza de puerra del
siglo x \ i .
nes del rey francés para contrarrestar la preponderancia de su
enemigo, no cesaron un momento. Francisco se procuró con promesas y concesiones el apoyo de algunos príncipes alemanes, de Dinamarca y Suecia, y de los mismos turcos, y, al presentarse el primer pretexto—la muerte de dos
embajadores franceses por unos soldados españoles, junto a Pavía—, rompió de
nuevo las hostilidades atacando a un tiempo los dominios imperiales de Flandes,
Alemania e Italia (1542). A pesar de lo aparatoso del ataque y de las victorias
que obtuvo por mar y por tierra, la suerte fué en conjunto poco favorable a los
franceses, ya que don Carlos, procediendo con mayor seguridad, apoyado manifiestamente por los príncipes protestantes y secretamente por la poderosa Inglaterra, penetró en Francia por el nordeste y, tras llegar a dos jornadas de París,
siguió avanzando hacia el norte y se apoderó de la plaza de Soissóns.
En tal situación, cuando más dura se esperaba la guerra, dentro ya del territorio francés, los dos monarcas, por causas no bien conocidas aún, se apresuraron a firmar un acuerdo de paz, el de Crespy (17 de septiembre de 1544), en
virtud del cual se comprometían a retituírse mutuamente cuantas conquistas hubiesen hecho después de la tregua de Niza, y a resolver el pleito de Italia mediante un convenio matrimonial entre un hijo del francés y una sobrina del español.
Además, a título de convenio secreto, acordaron obligar al papa a convocar un^
barroja con cíen mí\ de \os suyos en un enconado combate, en eí que rívaVizaron
en valor españoíes, italianos y alemanes, espoleados todos por el ejemplo que les
dió el propio monarca acudiendo, lanza en ristre, a los puestos de mayor peligro. Dueño de la plaza tunecina, devolvió el rey español la libertad a numerosísimos cautivos cristianos que había en ella—en niimero de veinte mil, según se
cree—y repuso en el trono a su vasallo el rey destronado Muley Hassán (1535).
Ligeramente frenados los ímpetus mahometanos después de esta victoriosa
campaña, no tardaron, sin embargo, los turcos en reemprender sus correrías,
aprovechando la coyuntura de hallarse don Carlos nuevamente en guerra con
Tipo de galera
d d siglo
xvi.
Francisco I con motivo de la posesión del ducado de Milán. Por una parte Solimán invadió nuevamente a Hungría, región que acabó por incorporar a su imperio (1540), y, por otra, Rarbarroja siguió asolando las costas meridionales de
Italia. Aunque poco antes el almirante Andrés Doria le había tomado en Albania la plaza de Castelnovo, los turcos, ayudados, como siempre, por Francia,
la recobraron inmediatamente después de derrotar al famoso marino genovés
(1539).
Poco tiempo después, durante el descanso que impuso en la guerra de Italia
la tregua de Niza, empeñóse Carlos I en organizar nueva expedición para recuperar a Argel, contra el parecer de Doria y de sus capitanes, que coincidían en
considerar poco propicia la estación del año. A pesar dg todo, el emperador,
ensoberbecido sin duda por el éxito de la anterior expedición, persistió en sus
propósitos. En consecuencia, reunió un lucido ejército de españoles, italianos y
tudescos, y a bordo de doscientas naves y trescientos transportes, emprendió el
camino de África (1541).
400
DOCTOR
~
Esencia
Esencia
Esencia
Esencia
Esencia
Esencia
Esencia
Alcohol
de
de
de
de
de
de
de
limón
espliego
romero
bergamota
sidra
naranja
azahar
SñlAWRñUM
10 gramos
JO
»
1!)
»
5
»
5
»
2
»
2
»
2 litros
Agua .oxi$;enada. — Es la que contiene una cantidad de oxígeno doble de
la que encierra el agua ordinaria, cs decir, que siendo la de ésta H.O, la de
aquélla es H.O,. Es un líquido algo espeso, incoloro e inodoro, que tiene
considerable poder decolorante. Así, el cabello negro se vuelve rubio cuar.do
se lava con agua oxigenada.
Esta agua es un desinfectante muy enérgico, y, pura o diluida en agua
natural, según los casos, es excelente para los lavados intrabucales, enjuagues y gargarismos, por lo que tiene apl'cación en muchas enfermedades
de la boca y de la garganta. También como medida de higiene es con\eniente enjuagarse la boca con agua oxigenada diluida.
Tiene asimismo gran valor para contener las hemorragias, aplicación para la cual debe usarse pura.
Agua sedativa. — Se prepara según la fórmula siguiente:
Agua destilada
Amoníaco líquido
.Sal marina
Alcanfor
900 gramos
100
»
20
»
2
»
Para usarla, se empapa en esta agua una compresa y se aplica al punto
dolorido de la cabeza, teniendo la precaución de proteger con un vendaje
grueso los arcos de las cejas, para que no caiga en el ojo ninguna gota del
líquido.
Ajenjo. — Planta de la familia de las compuestas (artemisia
abíínthitim) (íig. 257), de cinco a nueve decímetros de altura, con.flores amarillas
en espigas, propia de las regiones áridas de Europa. Se recolecta en julio.
Todas las partes de esta planta tienen sabor amargo y olor penetrante y aromático.
Las hojas y las flores tienen propiedades febrífugas, enditantes, aperitivas
y vermífugas. Se preparan en infusión a la dosis de 30 a 50 gramos en un litro
de agua o de vino, adicionado con GO gramos de azúcar, de miel o de jara-
Introducción a la Terapéutica
Necesidad de la Terapéutica. — Por más que la Higiene establezca las normas y precauciones que se han de tener para conservar el cuerpo en perfecto
estado de salud, siempre hay casos en que por multitud de causas—descuido,
accidente, enfermedad, etc. — se interrumpe el normal funcionamiento del
organismo, y entonces es preciso recurrir a los procedimientos que establece
la Terapéutica. Sobre todo, si tiene uno en cuenta la cantidad de peligros
—internos unos, y externos otros — que acechan constantemente la salud
del hombre, se comprenderá la gran utilidad de la Higiene, y, al mismo
tiempo, la necesidad imprescindible de la Terapéutica.
No obstante, sobre este punto escribe muy atinadamente el doctor Bardina las siguientes observaciones:
«Consecuencia de un detenido estudio higiénico es, a veces, una depresión
anímica ante los peligros mil a que están expuestos los delicados aparatos
de nuestro cuerpo, así como por las múltiples medidas higiénicas a que hay
que sujetarse.
»Y, sin embargo, este miedo es irracional y sin base.
»Respecto de lo primero, maravilla verdaderamente la perfección de
nuestros miembros y la precisión de su funcionamiento; perfección que está
en razón directa del peligro posible, por la interna hermandad de ambos conceptos. Pero, afortunadamente, la maj-or parte de funciones corpóreas son
intuitivas; un Ser superior, por medio de leyes precisas, las regula y empuja.
Llevamos, además, en los adentros, un admirable instinto de defensa y conservación, que opera milagros. El hombre, destinado a vivir y a hacer, no
debe temer peligro alguno natural o inopinado, y mucho menos los procedentes de la perfección y delicadeza suma de sus órganos.
»De otra parte vienen los peligros: de la voluntad, mejor dicho, de la
T.
P . D E M.
25
falta de voluntad humana en seguir los claros y fáciles preceptos déla Higiene.»
De todo lo que constituye el presente tratado de medicina, es, sin duda,
esta tercera parte la que ofrece mayor complejidad de exposición, ya que,
al buscar el punto de coincidencia entre lo que corresponde a la misión facultativa del médico y lo que cabe en un estudio de vulgarización, siempre
ha de haber titubeos y reservas, que sería enojoso explicar o aclarar en cada
caso. Por tanto, todo lo que exponemos en esta parte va encaminado a dar
mayor ilustración al individuo, para que, conociendo más de cerca las causas
y evoluciones de las enfermedades, tenga también mayor discreción en la
aplicación de los medios curativos.
División de la Terapéutica. — Atendiendo a los preparados medicamentosos o a los agentes naturales que se empleen para curar las enfermedades,
puede dividirse el arte de curar en dos grandes secciones: la quimioterapia
y la fisioterapia.
La quimioterapia comprende todas las composiciones químicas en general,
que pueden ser de origen mineral o provenir de síntesis orgánicas o de extractos de productos vegetales y animales. Si el medicamento se basa en las propiedades médicas de las plantas, la terapéutica se llama fitoterapia; si contiene extractos animales, se llama opoterapia, y si recurre a los diversos medicamentos derivados de la acción y de la reacción microbiana, como las
vacunas y los sueros, se llama bacterioterapia.
La fisioterapia abarca todos los agentes físicos, en cuanto sean capaces
de curar, y así recibe diferentes nombres segiin sea el agente que sirva de
inrtrumento. Si se utilizan las acciones mecánicas, como el masaje, la gimnasia, los aparatos (mecanoterapia), etc., se llama cinesiterapia; si se emplean
las propiedades térmicas o mecánicas del agua, hidroterapia; si se buscan los
efectos calóricos, termoterapia y crioterapia; si las corrientes eléctricas,
electroterapia; si las radiaciones de diversas longitudes de onda, como las
radiaciones infrarrojas, las ultravioletas, los rayos X, etc., el medio curativo
se llama entonces radioterapia.
Otras divisiones muy corrientes de la terapéutica son la dietéfícá, que trata de los regímenes, de gran aplicación en las enfermedades de las vías digestivas; la crenoterapia, que se basa en las propiedades terapéuticas de las
aguas minerales, y la climatoterapia, que recurre a los agentes naturales representados por el clima.
Finalmente, sea cual fuere el procedimiento que se siga, cabe siempre
un factor psíquico que obra sobre el ánimo del paciente y constituye una
«medicina» de extraordinaria eficacia. El prestigio, por ejemplo, de una fórmula, la fama de una estación termal, la reputación de una clínica, la confianza que inspire el doctor con su presencia, conversación, movimientos... son
jarabe de diacodión, la cual da excelentes resultados para calmar las excitaciones nerviosas, en los espasmos, en los cólicos y en los dolores de
cabeza.
Agar-agar. — Denominado también gelosa, es una jalea vegetal, extraída de diferentes clases de algas japonesas.
La gran cantidad de gelosa que contiene aumenta el volumen del bolo
fecal, particularidad de donde provienen las propiedades laxantes del agaragar. Se usa en polvo a la dosis de un gramo al día.
Agrimonia. — Hierba rosácea (fig. 256), de dos a ocho centímetros, con
las hojas vellosas y dentadas y las flores
pequeñas y amarillas en un racimo largo.
Florece en verano, crece en toda España
y tiene propiedades astringentes.
Las hojas y toda la planta se usan en
infusión, a la dosis de dos o tres pulgaradas en un litro de agua azucarada con
60 gramos de azúcar, miel o jarabe. Se
prescribe esta infusión para combatir las
inflamaciones de las amígdalas, las ulceraciones de la garganta y los flujos crónicos.
Agua del Carmen. — El agua del Carmen o espíritu de melisa, preparada por
FTC. 250. - R i m a de a g r i m o n i a .
los Carmelitas Descalzos, está compuesta
a base de hojas de melisa, alcohol, vino blanco generoso, cortezas frescas de
limón, clavo, nuez moscada y cilantro.
Se usa como desinfectante del tubo digestivo en la fiebre tifoidea, cólera, etc.; así como para prevenir los ataques de apoplejía, y, en dosis más
pequeñas, como estimulante. La dosis ordinaria es de 12 a 24 gotas en agua
azucarada, caldo, té, tila y otras infusiones.
También se aplica al exterior en fricciones, como excitante de la piel,
y, diluida en agua, para lavar las heridas y contener las hemorragias.
Agua de Colonia. — Es indispensable en el tocador para la limpieza general del cuerpo y para las fricciones de la piel. Puede decirse que pose¿ tcxias
las propiedades del alcohol ordinario.
Hay muchas fórmulas para preparar agua de Colonia, una de las cuales,
la más sencilla, puede verse en la página 237 de esta obra. Aquí damos
otra fórmula más completa, advirtiendo que, si se la prepara por simple
mezcla, es indispensable que las esencias sean muy recientes.
TRñTñDO
398
DOCTOli
SñmBRñUM
En forma de ácido salicílico sólo se emplea exteriormente en lociones y
pomadas para las enfermedades de la piel, como en las verrugas y caJlos.
Acónito. — Es una planta ranunculácea (acónitum napcllus) que crece
én las regiones montañosas, frías y templadas, principalmente en Bohemia y
Suiza y en los Pirineos. Tiene un metro de altura, tallo recto y cilindrico y
hermosas florecillas azules.
Todas sus partes —y principalmente la raíz, que es negruzca, tuberosa y
dividida en gran niímero de raicillas— contienen un principio venenoso,
la aconitina, con la que se obtiene la tintura de
acónito. Esta tintura es sedante del dolor y anticongestiva, muy empleada en las anginas, bronquitis aguda, etc.
Para calmar un dolor violento puede prepararse una cataplasma de hojas y de tallos frescos
de esta planta, aunque es preciso usarla con gran
cuidado por ser altamente venenosa.
Achicoria. — Planta de las compuestas (cichórium intybus), que crece en los lugares áridos
de casi toda Europa, y florece en julio y agosto.
Es tónica y aperitiva por su sabor amargo intenso. Se emplea la raíz en decocción, a la dosis
de 30 gramos, y las hojas a la de media pulgarada por infusión.
Además de sus efectos tónicos, tiene también
FIO. 2:.5 - R a m a de a d o r m i d e r a .
efectos laxantes suaves, por lo que es muy usada en los niños. No obstante, debe tenerse en cuenta que, como debilita bastante, no conviene a las personas anémicas o enfermizas. No tiene propiedades febrífugas, como han dicho algunos.
Adormidera. — Planta papaverácea (fig. 255), de un.metro o más de altura, con hojas enteras, dentadas y abrazadoras; tallos y frutos verdes; flores blancas, rosadas o rojizas y fruto capsular, coronado por un disco estrellado. Florece de mayo a junio, y, aunque es originaria de Oriente, se
cultiva en los jardines de Europa y crece espontánea en muchos puntos.
Es planta muy narcótica y contiene muchos alcaloides, los principales de
los cuales son la morfina, la narcotina y la narceína. El jugo lechoso de sus
frutos, cuando están verdes, extraído y desecado, constituye el opio.
De la morfina y el opio se habla más adelante, siguiendo el orden alfabético.
Tres cabezas de adormidera bastan para una infusión azucarada con
factores de capital importancia
POPULñR
DE
MEDICINñ
S87
gue influyen de modo decisivo en Jos efectos
de Ja cura.
Basado en esta influencia de orden psíquico, se ha creado por eso un
nuevo procedimiento terapéutico, llamado psicoterapia, que busca la curación del enfermo, principalmente de enfermedades nerviosas, por medio de
ia persuasión, de la sugestión, del aislamiento, de la frecuencia de la sociedad y de otros procedimientos que influyan directa o indirectamente sobre la mente del enfermo. Entre estos procedimientos psíquicos se ha empleado también el hipnotismo.
a9T
También se recomienda en íorma de loción contra la ca/pa del cuero
cab2lludo, y para dar flexibilidad y brillo a los cabellos.
Acido bórico. — Se presenta en laminillas o escamas de color blanco brillante. Se emplea para confeccionar varios medicamentos, el más corriente
de los cuales es el agua boricada, que se prepara haciendo hervir un litro
de agua \- echando después en el agua 30 gramos de ácido bórico Esta agua
es un desinfectante suave, de aplicación exterior,
y se usa principalmente para el lavado de los ojos
y de la boca, ya que no es irritante ni tóxica.
La pomada boricada se prepara según esta fórmula:
Acido bórico
Vaselina
10 gramos
90
»
Acido acético. — El vinagre corriente contiene
un 6% de este ácido, que es el producto de la oxidación del alcohol vínico.
Se emplea principalmente al exterior en aplicaciones cutáneas como cáustico, y al interior, diluíFIO. 254. - R a m a de r l c t u o .
do, en los envenenamientos por las lejías. También
se emplea en inhalaciones, ya que sus vapores irritan la pituitaria y obran
como estimulante en caso de síncope. Las llamadas sales inglesas no son más
que cristales de sulfato de potasa empapados con ácido acético.
Acido fénico. — Químicamente puro, el ácido fénico es sólido e incoloro;
pero, como generalmente contiene un poco de agua y algunas impurezas,
presenta el aspecto de un líquido más o menos obscuro.
Es a la vez cáustico y antiséptico, motivo por el que es muy empleado
para desinfectar y para la curación de úlceras y llagas. Tiene el inconveniente del fuerte olor que produce.
Se emplea en solución fuerte de 5 gramos por 100 gramos de agua, y en
solución débil al 2'5 por lOd. La solución concentrada, muy cáustica, sólo
se emplea, en uso externo, para la desinfección de instnimentos quirúrgicos.
Acido salicilíco. — Se presenta en cristalitos blancos, de sabor especial.
Es un antiséptico más enérgico que el ácido fénico.
Al interior se emplea principalmente en forma de salicilato de sosa, para
combatir el reumatismo articular agudo a la dosis de 6 a 8 gramos diarios,
y a la de 2 a 4 gramos en el reumatismo crónico. También es febrífugo
y desinfectante del riñon y de la vejiga biliar, y calmante del dolor.
DOCTOR
SñIMBRñUM
Tomando ocho o diez frutos de acebo se obtienen efectos purgantes. La
raíz y la corteza deben usarse en cocimiento, como emoliente y resolutivo.
El cocimiento de hojas, sudorífico y antiartrítico, se prepara con la cantidad
de 30 a 60 gramos por litro de agua, 3- el polvo, tomado a la dosis de 4 a
6 gramos en agua o en vino, goza de propiedades febrífugas de primer orden.
Aceite de hígado de bacalao. — Este producto se extrae del hígado de
varias especies de pescado de los mares del
Norte. Es de sabor muy desagradable, pero se
digiere mejor que otros aceites.
Hay tres variedades: el aceite blanco, obtenido por trasudación espontánea de los hígados frescos, puestos al abrigo del aire; el
aceite ambarino, extraído por expresión en frío;
y el aceite obscuro, resultante de la enérgica
expresión del hígado después de calentamiento
prolongado. Esta última variedad es la de sabor más desagradable.
El aceite de hígado de bacalao, rico en vitaminas A y D, es excelente como tónico y
' F i e - 253- - B a m a i e a c e b o .
reconstituyente. Estimula el apetito, y, bajo
su influencia, se observa un rápido aumento de peso. Se emplea con muy
buen éxito en la tuberculosis pulmonar, en el linfatismo y, de modo especial, en el raquitismo.
Verdad es por otra parte que a veces es mal tolerado por las vías digestivas, principalmente por lo desagradable de su sabor, que hace muy difícil su administración. No obstante, la moderna industria farmacéutica fabrica ya diversos preparados a base de aceite de hígado de bacalao en los
que se evitan estos inconvenientes del sabor, sin que pierda ninguna de sus
inapreciables ventajas terapéuticas.
Aceite de ricino.— El ricino (riciniis communis) (fig. 254) es una planta
euforbiácea que procede de las Indias Orientales. Extráese de sus semillas
un aceite que contiene cierto principio activo, el cual obra enérgicamente
sobre la mucosa intestinal.
Es un purgante recomendable para los niños y las mujeres, por lo eficaz y lo suave. Sin embargo, su sabor es tan ingrato, que, para las personas
de paladar muy sensible, constituye un verdadero vomitivo. Para evitar estos efectos, se usa clarificado; pero, aun así, hay personas que no pueden
soportarlo. Se ingiere mejor emulsionándolo con cerveza, horchata, leche,
caldo desgrasado, etc. La dosis corriente es de 25 gramos para los adultos,
y de 10 a 15 gramos para los niños, según su edad-
Quimioterapia
I.
Formas y propiedades de los
medicamentos
Las formas de los medicamentos. — Según la vía por la cual prescriba
el médico que se ha de tomar el medicamento, o según sea la naturaleza de
los ingredientes que entren en él, así se preparan de diferente modo las fórmulas medicamentosas.
Los medicamentos destinados a la vía bucal pueden ser líquidos o sólidos.
Entre las formas líquidas principales están la solución, el jarabe, el vino, el
aceite, el alcoholado, el elíxir, la tisana y las pociones.
El soluto o la solución acuosa presenta los medicamentos naturalmente
líquidos o los solubiliza en un excipiente líquido, generalmente agua destilada.
El jarabe es un medicamento líquido que tiene consistencia viscosa debido a una crecida proporción de azúcar, que alcanza aproximadamente a
los dos tercios de su peso. Suele emplearse para hacer más agradable la ingestión del medicamento. Cuando el azúcar se reemplaza por la miel, la preparación se llama melito.
Los vinos medicamentosos son preparaciones que resultan de la acción
del vino sobre una o varias substancias medicamentosas que contienen principios solubles en este excipiente.
Los aceites medicinales resultan de la disolución de varias substancias
medicamentosas en los aceites simples o naturales (aceite de olivas, de ricino,
de hígado de bacalao, etc.).
Los alcoholados, conocidos también por tinturas alcohólicas, son los medicamentos líquidos que resultan de la acción disolvente del alcohol sobre
diversos principios. Se llaman simples cuando están preparados con una sola
substancia, y compuestos cuando \o están con varias. l.,os a\co\vo\atuios
resultan de la misma acción disolvente del alcohol sobre plantas frescas.
Los alcoholatos se obtienen por destilación del alcohol sobre una o varias
substancias medicamentosas.
Los elíxires son simples mezclas de ciertos jarabes con alcoholados o alcoholatos.
Las tisanas son medicamentos que, teniendo el agua por excipiente, sirven de bebida habitual a los enfermos, y sólo contienen en disolución pequeñas cantidades de principios activos de materias vegetales.
Las pociones son preparados magistrales, líquidos y azucarados, en que
se pueden incorporar substancias sólidas o en suspensión, y se administran
a cucharadas.
Entre las principales formas sólidas en que pued^-n prepararse los medicamentos para administrarse por vía bucal, figuran el sello, el comprimido,
la tableta, la pildora, el granulo, la cápsula, el granulado y el electuario.
Los sellos encierran —entre dos cúpulas de pan ácimo, yuxtapuestas y
soldadas por los bordes humedecidos— los polvos que constituyen la substancia medicamentosa, a fin de que así puedan llegar intactos al estómago.
Los comprimidos se fabrican por medio de un compresor mecánico que
aplasta la substancia hasta darle aspecto sólido.
Las tabletas son preparaciones de consistencia sólida, compuestas de
azúcar y de una o varias substancias activas medicamentosas. Tienen por
excipiente el azúcar en polvo muy fino, al que se da consistencia de pasta
por medio de un mucílago, lo cual las distingue de las pastillas, que se preparan con azúcar granulado y agua, por medio del calor.
Las pildoras son medicamentos en forma de pequeñas masas esféricas
a propósito para ingerirlas sin detenerlas en la boca. Cuando se quiere impedir que las pildoras se adhieran una con otra, se les aplica lo que se llama
una cubierta, que consiste sencillamente en una capa de ciertos polvos (licopodio, regaliz, malvavisco, etc.).
Los granulos son simplemente pequeñas pildoras de dos a cuatro centigramos, preparadas con polvo de goma y azúcar pulverizado, que sirven de
excipiente.
Las cápsulas son envolturas preparadas con una composición elástica
en forma esférica, olivar o cilindrica, a propósito para recibir la substancia
líquida, blanda o sólida, cuyo olor y sabor se quiere disimular.
Los granulados —-que no d*ben confundirse con los granulos— ofrecen
la substancia activa incorporada al azúcar en una serie de pequeños granos
o de pequeñas grajeas, para tomarlos a cucharadas.
Los electuarios son medicamentos de consistencia de pasta blanda, compuesta de polvos muy finos diluidos en un jarabe o en miel y aun algunas veces en alguna oleorresina.
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Los medicamentos
Medicamentos de origen vegetal, animal y químico. — Para mayor comodidad de los lectores, describimos a continuación los medicamentos principales por orden alfabético, de modo que así será mucho más fácil encontrar
uno determinado, acerca del cual se deseen adquirir algunos datos.
La lista que damos a continuación será forzosamente incompleta. Los medicamentos actualmente en uso son numerosísimos, y la descripción de todos ellos requeriría por sí so a un número de páginas mayor del que consta
la presente obra. Además, la mayoría de los medicamentos caen bajo el dominio exclusivo de los farmacéuticos, a los cuales en ningiín modo hemos de
intentar substituir, como tampoco nos hemos propuesto reemplazar al médico. Nuestro propósito es más modesto, sobre todo en este punto en que se
han de aplicar remedios a enfermedades concretas.
Intentaremos, pues, únicamente dar una lista, lo más completa posible,
de los remedios llamados caseros que no estén en pugna con los principios
de la Medicina, y describiremos de manera sucinta aquellos otros que, aun
obteniéndose solamente en las farmacias, son de uso corriente y cuyas propiedades interesa conocer, para prevenir accidentes provocados por su empleo o manejo imprudente.
Como medida general, recomendamos mucha prudencia en la confección
y en el uso de los medicamentos. Hay substancias cuya manipulación es peligrosa, y otras cuyos efectos son muy distintos según las dosis que se administren y según la edad y la naturaleza de los individuos que los tomen.
Con los niños, en especial, toda prudencia es poca. En la descripción de cada uno de los medicamentos se encontrarán las observaciones oportunas.
Acebo. — Arbusto ilicíneo (fig. 253), de hojas ovales, duras, rígidas y
brillantes, con el borde ondeado y espinoso; flores blancas en racimos pequeños; frutos carnosos, rojos y pequeños. Florece en primavera y se da
en los montes de casi toda la Península.
394
DOCTOR
SñlMBRñUM
Narcóticos. — Son las substancias que paralizan las funciones del cerebro, como el éter, el cloroformo, el opio. etc.
Revulsivos. — Son Jos agentes terapéuticos que producen una irritación
en eJ cuerpo y se aplican para desviar una inflamación. Ejemplos: eJ yodo,
la mostaza, el amoníaco, etc.
Sudoríficos. — Son los mismos diaforéticos.
Tenífugos. — Son los antihelmínticos que combaten la tenia, como el
couso y la corteza de la raíz del granado.
Tónicos. — Son los estimulantes de las funciones del organismo en general; así actúan el alcanfor, la coca, la cola, la estricnina, etc. Los llamados
iónicos cordiales son los que estimulan las funciones de' corazón, como el alcanfor, la cafeína, la digital, etc.
Vomitivos. — Son las substancias que provocan el vómito, como la ipecacuana, el sulfato de cobre y otros.
TRñTñDO
POPULñR
DE
MEDICINñ
391
Entre los tópicos propíos del tubo digestivo, figuran los gargarismos,
que son medicamentos líquidos empleados contra las afecciones de Ja boca
y la garganta, y los colutorios, que son de consistenia semiJíquida y se aplican a las encías o a las paredes internas de la boca.
Los dos principales medicamentos administrados por vía rectal —vía
muy empleada cuando no es practicable la vía bucal— son los enemas y los
supositorios.
Los enemas, llamados vulgarmente lavativas, son una inyección de cierta
cantidad de líquido en el recto, con ayuda de un irrigador, jeringa o pera.
Los supositorios son medicamentos de consistencia sólida en forma cónica
u ovoidea, algo alargada, a propósito para introducirlos por el ano.
Los medicamentos propios para aplicarse por vía cutánea son las pomadas y los tópicos cutáneos.
Las pomadas son medicamentos de consistencia blanda, que tienen por
excipiente la manteca simple o benzoica, la grasa de lana, una mezcla, de
cuerpos grasos o la vaselina, excipientes a todos los cuales pueden asociarse
diversas substancias medicamentosas, que son las que dan propiedades terapéuticas a las pomadas. Si la pomada contiene resina, se denomina más
propiamente ungüento. El preparado conocido por pasta tiene mayor consistencia que la pomada, así como la crema tiene consistencia menor. Los
ceratos se confeccionan con cera y aceite. Los glicerados o glicerolados se
preparan, como su nombre indica, con glicerina.
Entre los llamados tópicos cutáneos, que son preparaciones que cubren
la piel y la protegen, figuran como principales los barnices, los colodiones,
los linimentos y los bálsamos.
Los medicamentos administrados por vía intersticial son los llamados
inyecciones o inyectables, que consisten en la introducción de substancias
en el organismo fuera de las vías naturales, es decir: a través de la piel,
mediante una aguja especial.
Por vía pulmonar se administran sobre todo los medicamentos por medio de inhalaciones, que consisten en aspirar ciertos gases o líquidos pulverizados", y por medio de fumigaciones, que son inhalaciones de gases desarrollados por la acción del calor.
Entre los preparados medicamentosos líquidos que pueden hacerse particularmente con los vegetales, están la infusión, el cocimiento y la maceración.
Las infusiones se preparan sometiendo las hojas del vegetal a la acción
del agua hirviendo, para extraerles las partes solubles, como se efectúa habitualmente con el té y el café.
Los cocimientos consisten en mantener en agua hirviendo durante un
tiempo determinado la parte de un vegetal hasta que por la cocción desprenda las propiedades terapéuticas que posee. En realidad, los cocimientos son
verdaderas tisanas.
La maceración consiste en tener sumergido el vegetal en un líquido
—agua, alcohol, éter, etc.— el tiempo preciso para que los principios activos de la planta queden disueltos en el liquido, que así se convierte en medicamentoso.
Propiedades de los medicamentos. — Son múltiples los principios activos
que, extraídos de los vegetales o preparados por síntesis química, ha aprovechado el hombre con fines medicinales.
Muchos de ellos ya se designan con una palabra que revela sus propiedades, y no es preciso por ello aclarar su significado. Hn tal caso están, por
ejemplo, los calmantes, que calman el dolor; los cicatrizantes, que cicatrizan las heridas; los digestivos, que ayudan al proceso de la digestión; los
laxantes, que laxan el intestino para producir evacuaciones normales, etc.
Otros, en cambio, se designan con voces técnicas, de significado menos
evidente, y los principales de esos precisamente son los que, para instrucción
del lector, damos en la siguiente relación alfabética:
Afrodisiacos. — Son las substancias que actúan como estimulantes dei
instinto sexual, tal como la damiana.
Analgésicos. — Son los medicamentos destinados a calmar el síntoma
constituido por el dolor. Tales son, por ejemplo, la aspirina, la antipirina,
el piramidón, etc.
An^^i-'sicos. — Son los agentes que determinan la abolición de la sensibilidal, como el éter, el cloroformo, la cocaína, etc.
Anhiiróticos.—Son
las substancias que disminuyen la producción de
sudor, como la atropina, la salvia, etc.
Anoiinos. — Son los mismos analgésicos.
Antídotos. — Son las substancias que corrigen los efectos de un veneno,
llamadas también comúnmente contravenenos. Así, los álcalis son antídotos de los ácidos, y viceversa; las sales metálicas, antídotos de los alcaloides, y viceversa; el opio, antídoto de la belladona, y recíprocamente, etc.
Antiespasmódicos. — Son los sedantes del sistema nervioso, como los
bromuros, el opio, la belladona, el cloroformo, el citrato sódico, el bromuro
potásico, etc.
Antiflogísticos. — Son los medicamentos que rebajan la inflamación,
como los emolientes.
Antihelmínticos.
— S o n los medicamentos que actúan contra los gusanos del intestino, como, por ejemplo, el ajo, el granado, el helécho macho, etc.
Antipruriginosos. — Son los que calman los picores y el escozor. Así
obran, entre otros, el mentol, el talco, el ác'do acético, etc.
Antisépticos. — Son los que destruyen los microbios y sus esporas, según detallamos en la página 379.
Antitérmicos. — ?>on los medicamentos que actÚ2.n disminuyendo la tem
peratura del cuerpo en los casos de üebre; así, por ejemplo, la aspirina, el
piramidón, la quinina, etc.
Antivomitivos. — Son los medicamentos que calman el vómito; entre otros, la atropina, el bromuro potásico, el doral, el citrato sódico,
etcétera.
Aperitivos. — Son los medicamentos que aumentan el apetito. Son aperitivos el ajenjo, la manzanilla, la genciana, la nuez vómica, etc.
Astringentes. — Son las substancias que contraen los tejidos orgánicos
y disminuyen la secreción de las mucosas, como la ratania, el tanino, el nogal; etc.
Báquicos. — Así se llaman los medicamentos calmantes de la tos. Son
medicamentos béquicos la codeína, la drosera, el malvavisco, el liquen de
Islandia, etc.
Carminativos. — Son los estimulantes de las funciones gástricas, como
la badiana, el anís, la melisa, etc.
Desinfectantes. — Son las substancias que desinfectan destruyendo las
bacterias, según detallamos en la página 380.
Diaforéticos. — De efectos contrarios a los anhidróticos, son los medicamentos que aumentan la secreción del sudor. Son diaforéticos el jaborandi,
la borraja, la aspirina, el piramidón, etc.
Diuréticos. — .Son los que aumentan la secreción de la orina, como la
teobromina, los pedúnculos de las cerezas, los estigmas del maíz, etc.
Drásticos. — Así' se denominan las substancias que purgan con gran eficacia o energía, como el eléboro, la jalapa, el euforbio, etc.
Emenagogos. — Son las substancias que, congestionando el útero, provocan o facilitan la menstruación, como el hierro, el apio, la ruda, la sabina,
el ajenjo, etc.
Eméticos. — Son los mismos vomitivos.
Emolientes. — Medicamentos que ablandan los tejidos y se emplean para
resolver tumores y procesos flogísticos, como el almidón, la fécula de patata, las semillas de linaza, etc.
Eupépticos. — Son los mismos aperitivos y carminativos.
Expectorantes. — Son los medicamentos empleados para aumentar y
fluidificar las secreciones bronquiales; tales son, entre otros muchos, el benzoato sódico, la ipecacuana, el bálsamo de Tolú, etc.
Febrífugos. — Son los mismos antitérmicos.
Hemostáticos. — Son los medicamentos que sirven para contener las hemorragias. La adrenalina, la antipirina y el calcio, entre otros muchos, son
medicamentos hemostáticos.
Hipnóticos. — Son los medicamentos que actúan provocando el sueño,
como la morfina, el opio, el doral, etc.
ESPñÑñ
666
ñNTONIO
DE CñRCER DE
HISTORICa
6C3
MONTñLBñN
votados los subsidios necesarios para una empresa que tenía todos los caracteres
de interés nacional, dispúsose don Garios a acabar con ías piraterías de Jos moros
berberiscos.
Entre ellos figuraba por entonces uno, natural de la isla de Lesbos, llamado
Khais ben Eddin, más conocido por el sobrenombre de Barbarroja, quien, desde
hacia años, asolaba, tras audaces desembarcos, las costas españolas e italianas.
En cierta ocasión (1518), el rey de Argel, para deshacerse del vasallaje que debía
a España, había solicitado el auxilio de Barbarroja, el cual, por naturales azares
de esta clase de guerra, se revolvió contra el rey rebelde y se apoderó de la plaza
de Argel, en cuyo trono asentó a su propio hermano Horuc. Poco después, Ho- .
ruc, para ensanchar su territorio, se apoderó a su vez de la plaza de Tremecén,
y esto acasionó un choque entre sus tropas y las del marqués de Gomares, gobernador español de Oran, las cuales, durante la conquista de Tremecén, dieron
muerte al usurpador Horuc. Barbarroja entonces, para asegurar lo conquistado,
colocó el reino de Argel bajo la protección de Solimán II, quien, en recompensa,
le nombró almirante de la escuadra turca. Con ella el corsario dirigióse contra
el reino de Túnez, vasallo de España, y proclamó por soberano al sultán de
Turquía, por cuya delegación se instituyó a sí mismo virrey (1533). Seguidamente
dispúsose a llevar las naves otomanas contra los reinos fronterizos de Ñapóles
y Sicilia.
Estos hechos produjeron extraordinaria inquietud en los estados cristianos,
singularmente en los pontificios, cuyo solio ocupaba en aquel momento Paulo III.
Todos los ojos volviéronse hacia Carlos I, el cual, comprendiendo que, como protector de la cristiandad, le correspondía la iniciativa, hizo un llamamiento a todos
los príncipes cristianos—con excepción de su rival Francisco de Francia—y comenzó a preparar una expedición naval.
Bajo el mando personal de don Carlos salió de Barcelona una poderosa flota,
en la que figuraban los bajeles de don Alvaro de Bazán, las naves genovesas de
Andrés Doria, las carabelas de Portugal y multitud de embarcaciones de todos
los estados italianos. Hizo escala la expedición—considerada por toda la cristiandad como una verdadera cruzada—en Mallorca y después en Cagliari, capital
de Cerdeña, donde recibió el refuerzo de diversas naves de Ñapóles y Sicilia y
varias galeras pontificias. En conjunto, cuatrocientos veinte buques partieron de
aquellas aguas con rumbo a las costas tunecinas. Entretanto, Barbarroja, a quien
Francisco I había tenido buen cuidado de avisar de los planes del rey de España, había realizado también por su parte grandes preparativos de carácter defensivo.
Después de varios días de incesante cañoneo contra los fuertes, durante los
cuales el ejército cristiano fué engrosando considerablemente con nuevos refuerzos llegados de Europa, comenzó el asalto al castillo de la Goleta, considerado
como la llave de la posesión de Túnez. Tomada la Goleta después de tenaz resistencia, el rey Carlos marchó sobre Túnez, ante cuyos muros quedó vencido Bar-
concilio general para Ja reforma de la disciplina de la Iglesia, punto en eJ cual
estaban de acuerdo amb^s reyes, ante eJ maJestar que había en toda Ja IgJesia,
por Ja relajación de las costumbres y los movimientos cismáticos o heréticos que
se daban en Alemania, Inglaterra y Suiza.
A pesar de todo, Francisco I, irreductible en sus propósitos, continuó haciendo preparativos bélicos y buscando nuevas alianzas entre los protestantes y
los turcos, hasta que la muerte (i547)«le vino a cortar, inesperadamente, cuantos
planes tenía hechos para emprender nueva guerra. Con su muerte, pues, terminó
la pugna de rivalidad personal que venía
durando, con breves intervalos, más de
veinticinco años (1520-1547), pero no
terminó, desde luego, el antagonismo de
intereses entre la casa de Francia y la de
Habsburgo. Por eso, Enrique II, hijo y M o n e d a ae l a s rDi aol s dSei c Ci l ai ar sl o sc o In. la e l i g i e i m p e sucesor de Francisco I, aprovechando la
comprometida situación en que quedó don Carlos tras la traición del duque Mauricio de Sajonia, penetró en Alemania y se apoderó de varias ciudades, dentro ya
del periodo culminante que tuvo el desarrollo de la guerra contra los protestantes.
Al considerar, pues, en conjunto las fases de la prolongada guerra de Italia,
se echa más de ver el interés de la política imperialista que la sostuvo. Ni la
frontera pirenaica ni el reino napolitano—puntos ambos representativos de la
nación española—llegaron apenas a sufrir los efectos de esa guerra interminable
y tortuosa, desligada casi por completo de los intereses netamente españoles.
Mientras el rey se batía en Italia con Francisco I, los intereses españoles pedían
urgente arreglo, en primer lugar, dentro mismo de la Península, y, en segundo,
en el extenso dominio colonial que iban ganando en el Nuevo Mundo los auténticos representantes del espíritu de Castilla.
665
Guerras contra turcos y berberiscos
T R O capítulo de gran interés en la politica internacional de
Carlos I es el de las guerras que en varias ocasiones mantuvo
en el norte de África para conjurar el peligro turco, que
desde la caída de Constantinopla (1435) amenazaba a un
tiempo a la integridad de los estados europeos y a la seguridad de la comunidad cristiana.
Precisamente, dentro de los ambiciosos propósitos de
hegemonía que sentía el monarca de Habsburgo entraba de lleno la conjuración
de ese doble peligro, con necesidad tanto más imperiosa cuanto mayor era el
poder que iba adquiriendo en el oriente mediterráneo el nuevo pueblo propagador
del Islam. Por otra parte, los mismos intereses tradicionales de Castilla frente
al poder musulmán impelían a don Carlos a esa política antimusulmana, de modo
semejante a como la enemistad que de tiempo existía entre Aragón y Francia
por el dominio de Italia acababa de ayudar al Emperador en su política antifrancesa. Y, sobre todo, en la lucha contra el infiel halló al rey desde el primer
momento mayor apoyo que en la contienda por la rivalidad con Francia.
Por todo ello, mientras se desarrollaba la guerra de Italia, no dejaba de preocuparle a Carlos I el creciente poderío de los turcos, que en este momento,
extendieron sus conquistas por el sudeste de Europa, constituían ya una efectiva amenaza para los territorios de la casa de Austria, fronterizos con el Danubio. El mismo rey de Francia, advirtiendo el provecho que de ello podía sacar
para su causa, entabló relaciones con Solimán el Magnífico—durante cuyo sultanato llegó el poder musulmán a su apogeo—y concertó con él una alianza, al
tiempo que le acuciaba a invadir a Hungría y correrse a Alemania. Indudablemente, en este plan de invasión había de hallar el turco un precioso auxiliar en la
tirantez de relaciones existente, por motivos políticos y religiosos, entre el emperador y los príncipes reformistas, que a la sazón acababan de formar la liga de
Esmalcalda (1531).
i
Solimán, siguiendo las instigaciones del rey francés, al frente de un formidable ejército, compuesto de trescientos mil mahometanos, atravesó el Danubio,
se apoderó de Belgrado y llegó, sin encontrar apenas resistencia, hasta los muros
de la misma Viena, capital del ducado de Austria, a la que puso sitio.
Sorprendido don Carlos por los acontecimientos, apresuróse a pactar con
los protestantes la paz de Nuremberg (1532), por la que accedía-a varias de sus
pretensiones—aunque dejando para más adelante la celebración de un concilio
general que resolviese el pleito religioso—, a cambio de que le proporcionasen
fuerzas para combatir a los turcos. Accedieron a ello
los luteranos, tan interesados como el emperador en
que se rechazase inmediatamente la invasión, y así
pudo formarse un poderoso ejército, a la vista del
cual Solimán, sin combatir, levantó el sitio que habia
puesto a Viena y se retiró sin mayores incidentes a
Constantinopla.
Este hecho, suficientemente significativo del peligro que para Europa representaba el poderío turco, junto con las expediciones cada vez más osadas
de los piratas turcos y berberiscos que amenazaban
constantemente las conquistas conseguidas en África por los Reyes Católicos y el cardenal Cisneros,
decidieron al emperador a emprender resueltamente
una activa campaña por el norte africano. Sobre todo,
respecto de España, entraba en este punto un aspecto capitalísimo: el de las relaciones entre los moris- E m p u pñ eardt ue nr ae c idóe au nCaa iel sj sp a dI.a q u e
cos españoles y los berberiscos africanos, relaciones
que se habían de vigilar muy estrechamente por el peligro que entrañaban de
una nueva invasión musulmana por la Península. En efecto, al favor de la dependencia de vasallaje que con España tenían los reinos africanos de Túnez,
Argel y Tremecén, los moriscos mantenían tráfico constante con los paises musulmanes del Mediterráneo occidental, y con esta coyuntura crecía más aún el
odio que los moriscos, como bautizados a la fuerza, sentían por los cristianos.
En el fondo, pues, el aspecto religioso tenía indudable relación con la seguridad
política del pais, y por ello Carlos I, al regresar a España después de la paz de
las Damas, encomendó al inquisidor general que se extremara el celo en la predicación a los moriscos y que, si fuese preciso, se expulsasen de España, o se
redujesen a servidumbre, los que no se convirtiesen sinceramente al cristianismo
(1534).
Desde luego, el mejor medio de evitar el peligro turco que se extendía por
África era el de las armas, y, así resuelto el rey cristiano a llevar la güera contra
el imperio de la media luna, determinó reunir las cortes de sus reinos para obtener nuevos subsidios. Celebradas, pues, las cortes en Monzón y en Madrid «
ESPñÑñ
656
ñNTONIO
DE CñRCER DE MONTñLBñN
ron vencer a ías de Francisco I, dirigidas por el mariscal Lautrec, en la batalla
de Bicoca, a consecuencia de la cual quedó en poder de los españoles todo el
MiJanesado (1522). Esta primera victoria, que acabó de situar a Carlos en posición de efectiva superioridad sobre su rival, proporcionó la alianza de la República de Venecia y el refuerzo del condestable Carlos de Borbón, noble francés,
de gran influencia y poder, que, disgustado del proceder que con él había seguido
la madre de Francisco I, hasta el punto de verse amenazado de muerte, quiso
vengarse de la injuria pasándose, con toda su gente, al bando del emperador.
Con el inesperado refuerzo que trajo así el condestable, se consiguieron diversas victorias en Italia, y, sobre todo, en combinación con las tropas del marqués
de Pescara, se invadió toda la Provenza hasta llegar frente a Marsella, plaza
fuerte que resistió con singular heroísmo. Además, aprovechando la coyuntura
de tantas victorias, se recuperó por la parte de España la plaza de Fuenterrabía.
Sin embargo, por efecto del lastre que representaba la falta de recursos, no
supo don Carlos aprovechar todo lo ventajoso de su situación, de tal manera,
que, al decidirse Francisco I, siempre en buena posición económica y política, a
emprender la ofensiva, los españoles y los italianos tuvieron que evacuar a su
vez el Milanesado, reconquistado por el francés, a pesar de la defensa que de
Milán hizo don Antonio de Leyva, uno de los mejores generales de don Carlos
(1524). Es más: puesto personalmente el propio Francisco al frente de sus tropas, persiguió victoriosamente al de Borbón, y acorraló al de Leyva en el sitio
de Pavía. Por los consiguientes azares de la guerra, Venecia y el papa—ahora
Clemente VII—se retiraron entonces de la alianza, y el rey de España volvió
a quedar en situación comprometida.
Afortunadamente, entre el condestable de Borbón y el marqués de Pescara,
reputados por los mejores generales de su tiempo, reclutaron un crecido ejército
de mercenarios, entre los que abundaban los alemanes y los arcabuceros españoles, y acudieron en socorro de Antonio de Leyva, sitiado todavía en Pavía.
Francisco I no pudo resistir el empuje del refuerzo imperial, de tal manera, que
en la batalla dada en las inmediaciones de Pavía no sólo fué rotundamente vencido, sino que cayó prisionero, después de verse amenazado de muerte bajo la
espada de un soldado vizcaíno (24 de febrero de 1525).
Indudablemente, esta sonada derrota, seguida del caso iqsólito del cautiverio, fué un golpe tremendo para el rey francés, a la par que un motivo de natural satisfacción para el amor propio del pueblo español, de espíritu rudamente
guerrero. La amargura de la contrariedad que sufrió en esta ocasión el rey francés está bien manifiesta en aquel párrafo de la carta que dirigió a su madre, Luisa
de Saboya: "Para que podáis haceros cargo de mi infortunio, sabed que, de todo,
sólo me ha quedado el honor y la vida, que está en salvo", pasaje del cual ha
salido la frase de "todo se ha perdido menos el honor", que se ha hecho famosa
en la Historia, no como palabras textuales, sino como síntesis del pensamiento
que expresó el monarca cautivo.
HlSTORICñ
esa
|
la suprema aspiración de los Austrias, sintetizada en dominar la política europea y proteger, con la alta misión que correspondía al poder temporal, a toda
la cristiandad. Esta misma aspiración de la hegemonía europea tenía precisamente el francés Francisco I, y para ello se había esforzado en mover todos
los resortes de la política de su tiempo para conseguir que le eligiesen emperador
a la muerte de Maximiliano. En consecuencia, la victoria obtenida por el rey
de España en la elección imperial fué una de las principales causas que hicieron
enardecer más todavía esa rivalidad entre Francia y Borgoña, rivalidad que vino
ahora a manifestarse en la guerra de Italia, la cual, con los breves intervalos
abiertos por los convenios de tregua o de paz,
se prolongó en el cuarto de siglo que va desde
1520 hasta 1547.
Los motivos iniciales de cada una de las
campañas de esta guerra fueron muy diversos,
como mero pretexto para dirimir el antagonismo personal. Así, la primera de ellas tuvo por
pretexto las pretensiones de Enrique de Albrit,
príncipe de Bearne y vasallo, por tanto, del rey
francés, a recuperar la corona de Navarra que
había perdido Juan de Albrit durante la regencia de P'ernando el Católico. Francisco I, aprovechando la coyuntura de superioridad que le
E m p u ñ a d u r a d e u n a de las espada»
daban la sublevación de los comuneros y la aud e Carlos I.
sencia de Carlos—ocupado a la sazón en los
problemas políticos de Alemania—, penetró con un ejército por la frontei-a de
Navarra y se apoderó de las plazas de San Juan de Pie de Puerto y de Pamplona, y llegó hasta poner sitio a la de Logroño. Sin embargo, esta primera
expedición no tuvo demasiada trascendencia, pues, al mes siguiente, las tropas
de los gobernadores, a las que se habían unido, patrióticamente, las vencidas
de Villalar, consiguieron derrotar a los franceses en la batalla de Noaín y obligarles a repasar la frontera pirenaica (junio de 1521).
Por cierto que, en la defensa que en esta ocasión hizo Pamplona contra
la invasión francesa, cayó gravemente herido el caballero vasco don íñigo de
Loyola, uno de los más fieles servidores del virrey de Navarra, y, durante el
largo tiempo que tardó en curar de las heridas, maduró la idea de cambiar la
espada por el hábito para organizar una milicia apostólica que restaurase la fe
de Cristo en el mundo relajado del reino y de la Iglesia. Años después, tras
innúmeras vicisitudes, el caballero del sitio de Pamplona, convertido ya en Ignacio de Loyola, fundó la Compañía de Jesús, que tuvo capital importancia en la
obra de la Contrarreforma, como defensora de la alta dignidad del Vicario de
Jesucristo.
A pesar de la retirada de los franceses tras la batalla de Noaín, Francisco I ,
CJ4
RNTONIO
DE
CRRCfX
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BSPRfiR
WiONTRV-BRN
conocedor de la situación de inferioridad en que se hallaba en aquel momento el
ejército español, insistió en sus propósitos de ataque, y en nueva invasión se apoderó de la plaza de ¡•"uenterrabia y de otros puntos fronterizos (octubre de 1521).
Por más que los gobernadores hicieron esfuerzos para conti arrestar esta segunda
invasión, la falta de recursos, por una parte, y la de disciplina por otra, no les
dejaron realizar gran cosa en este punto, sobre todo teniendo que atender, con
las pocas fuerzas de que disponían, a rendir la resistencia de Toledo, la última
ciudad comunera.
En tan crítica situación, la única solución posible era la vuelta inmediata de
don Carlos a España, según ya había ofrecido a las insistentes demandas de los
gobernadores, para que él por si mismo restableciese el orden. Y, no obstante,
don Carlos tenía también que resolver en /ilemania varios problemas de capital
interés, con la particularidad de que, con el mismo deseo del interés nacional
con que España le pedía que volviese a la Península, así los principes electores
le exigían que no saliese de Alemania, para atender mejor a los complejos intereses del imperio. En este punto, desde luego, el emperador estaba entonces bastante acorde con sus subditos, y por ello hizo claras demostraciones en el parlamento de Worms, que revelaban el alto concepto que tenía de la dignidad
imperial.
Además, dentro mismo de Alemania, junto a los intereses políticos del imperio, estaban, amenazadores, los religiosos, representados por Lulero y sus amigos, que pedían la reforma inmediata de la Iglesia. Por tanto, ni como príncipe
cristiano ni como príncipe de Habsburgo podia dejar de la mano el problema
religioso del imperio, sobre todo en trance como aquél, en que la simple reforma
de la disciplina eclesiástica podía trascender, como en efecto trascendió, a la integridad de los dogmas cristianos.
Evidentemente, la magnitud de los problemas que se le ofrecían a un tiempo a don Carlos estaba en proporción con la extensión de las tierras en que
dominaba, y, realmente, la decisión con que hizo frente a todos ellos revela la
firmeza de su temple como hombre de guerra y de gobierno, sobre todo si se
tiene en cuenta que en el primer momento las circunstancias políticas y económicas de España no le eran demasiado favorables. De todos modos, arrostrando
dificuhades y contratiempos, volvió don Carlos a la Península (julio de 1321),
y a poco emprendió la primera gran campaña contra Francia con motivo de la
posesión del Milanesado, dominado a la sazón por el monarca francés.
Para esta guerra contaba ya con el apoyo de varios elementos, extraños,
desde luego, a España. Desde el primer momento el rey comprendió que los
estados que formaban los reinos de España no tenían todavia entre si, dadas las
condiciones de liberalidad en que se habian ido realizando las diversas uniones,
la suficiente conexión política para constituir un estado fuerte y compacto, como
ya lo formaban, por ejemplo, los estados de su rival Francisco I. Así, en Aragón,
el castellano continuaba siendo un extranjero, sin más relación política con el
655
\\\STORlCR
catalán, con el valenciano o con el aragonés, que el de tener un soberano común.
Por eso, Carlos I, pudiendo sólo contar con cierta seguridad con el apoyo de
Castilla, se procuró, mediante concesiones y promesas, la alianza del papa—
León X—, de Florencia, de Mantua y de Inglaterra; por más que, respecto de
Inglaterra, la política de amistad con Francia que más o menos manifiestamente
seguía el ministro británico Wolsey, no podia dar muchas esperanzas de ayuda
DOAM/^IIOr DE
CASTILLA.
E
BOñGOfLA.yAUJ'TP.IA.
E x t e n s i ó n d e los d o m i n i o s q u e t u v o e n E u r o p a
^ ^ ^ ^ AÍJ^AOON"
Carlos I e i E m p e r a d o r .
al rey de España, ni; respecto del papa, la alianza italiana podí^ ser muy duradera, por cuanto el Sumo Pontífice era siempre enemigo de la intervención extranjera en las repúblicas italianas. Si en esta ocasión condescendía con Carlos I,
lo hacía ciertamente ante el descontento con que los milaneses habían de soportar el dominio francés, de modo semejante a como tuvieron que sufrirlo, siglos
atrás, los sicilianos hasta que vino Aragón a libertarlos.
Las primeras acciones con que se inició la campaña para expulsar del Milanesado a los franceses fueron francamente favorables a Carlos I. Las tropas
imperiales, secundadas en gran parte por la actitud de simpatía del pueblo, logra-J
INFORMACIONE.»
Y REPORTAJES
LCI operación siguiente
tVKlOSOS
es el prensado, que dura
\
/
veinticuatro tioras. Se ex\^~^mX
trae la masa d e la calV j J H ^
dera. Envuelta en un lienPág
zo, se la somete, durantf
39
seis horas, a una presiói
equivalente a cuatro o cinco quilogramopor cada uno d e queso. Después hay qm
elevar la presión a un poco más del doble
Una vez prensadas, se colocan las piezas
en una cueva seca y fría, donde se salan
y permanecen diez días. Y d e esta cuevr¡
pasan a otra caliente y húmeda, donde p e '
manecen d e dos a tres meses. Es entonce-:
cuando, por fermentación, se producen en
el interior del queso sus ojos característicos
Otro queso que Suiza exporta al mundc
entero e s el llamado gervais, muy suave y
delicado y que se presenta encerrado en
cajitas circulares. Estos quesitos se fabrican
en muy poco tiempo —unos tres días—,
triturando grandes piezas d e gruyere y sometiendo la masa resultante a ciertas o p e
raciones breves y sencillas.
Holanda tiene también un queso lamoso,
el llamado vulgarmente de bola, que sc
exporta al mundo entero, como los suizos
que hemos mencionado, los franceses de
Rochefort y Camenbert, el inglés d e Che-ter y el italiano de Gorgonzola
En España tenemos igualmente quesos ex
quísitos, como el d e Burgos, el manchego
y el d e Villalón.
Quesos d e sabor y aspecto muy distinto^
y, sin embargo, d e contenido idéntico, pues
todos, absolutamente todos, están hechos cor
la parte sólida d e
la leche coagulado
Allonso MONTIL
M o l i e n d o el
'^a f a b r i c a r
queso d e G r u y e r e pí.
los quesitos de c a j a .
Ob?!"''*'
leche. La coagulación podría
"quiri^'^^ por medios naturales dejando el
di6r
"Cierto tiempo a una temperatura d e
bficá°t^^° ^ veinte grados, pero para los faja a ? ^ ^ es más práctico provocarla con
o ^^"^lón de ciertas substancias: el cuajo
PQ, "arto estómago de algunos rumiantes,
po^l^i^plo. Entonces la leche se descomn^ji . ^" dos partes, una sólida y otra lila ^ ' ^sta es el suero y hay que separary 's¿|^'^^"* es el queso, propiamente dicho,
clase° ^^"^ daáe el sabor propio de cada
Pero ^°'^s*'éndolo a ciertas operaciones,
cÍQi„ ^"^ alterar su composición añadiente „ ^^'^^ materias. Sal e s lo único que se
gP"ede echar.
'^'Ca H
queso suizo d e Gruyere se faLa I ,
siguiente:
tacjg 'eche debe estar ligeramente desnario, ^ poseer un grado de acidez no supecisjgi* "^'ecinueve grados ni inferior a dley ^- ^' ^e calienta a unos treinta o treinta
'•° grados y entonces se procede a la
jo ^^^^'ón añadiéndole la cantidad de cuaüne *-esaria para que ésta se produzca en
^isiórT^^'"'
Después se verifica la diOpg
y desmenuzamiento d e la cuajada,
inliy ""'^^ delicadísima, aunque fácil, que
qug''^ '"ucho en la calidad del queso: hay
^c\a\^'
gradualmente y con un ritmo esla'^^P"és se realiza la cocción, calentando
cuaj^^^ lentamente hasta los cuarenta y
Pide^ 9fados y, a partir de aqui, con rase
"asta los sesenta, temperatura a que
Ca|J!Jf"*'er>e durante media hora. Una ver
llora
masa, se dedica otra media
masa^^^itarla. Finalmente, se hace girar la
la cuajada sé reúna en el
fto,,^.
o n d .o q uque
e ._
de la caldera
Lil m a s a i>e s ú m e l e a u n a t e m p e r a t u r a p r o g r e s i v a q u e lle^Li
a l o s 6 0 gradOÁ, p a r a f a b r i c a r el f a m o s o q u e s o d e G r u \ é i »
INFORMACIONES
Y REPORTAJES
CVfLWSOS
Se
vende un
tronc
40
príncipes y princesas de color calé con lechehecho, interpretado como una bendición,
./QUIEREN ustedes ser reyes, señoras y
Y un día, la reina, atacada de una entei^
con fiestas, danzas y sacrilicios.
caballeros? Pero no reyes de carnaEn una de aquellas fiestas, la más sun- medad misteriosa, dejó para siempre esie
val ni de opereta, ni tampoco, soberanos
de un pais arruinado por la guerra, carga- tuosa, proclamaron rey al náufrago sueco, valle d e lágrimas.
do de impuestos, de miserias, de amena- ciñendo a su frente una corona d e floL rey Carlos lloró amargamente la P^f
res. Después le ofrecieron por esposa a
zas revolucionarias y obreros parados, dondida de su esposa y, buscando consuela mujer más bella de la isla, una joven
de reinar equivaldría a jugarse la cabeza
lo para su pena, solicitó de su pue''' |
exponiéndola a los peligros d e las intri- de piel bronceacia, labios rojos y blanpermiso «para ir a visitar a su padre,
quísimos dientes.
gas políticas.
dios del mar». Se le concedió y así P"''"
El náufrago siguió la corriente a los inNo, señoras y caballeros. El reino en
volver a Gothembourg, su pueblo n»'^'
venta, la monarquía que cualquiera puede genuos nativos y d e buen grado aceptó la
comprar a Sus Majestades los reyes Car- corona de flores y la aureola d e persona- Allí se enamoró de una joven inglesa Hue ultraterreno que con tanto entusiasmo se mada Jessie y se casó con ella.
los I y Jessie I, es un pequeño país, una
Regresó a la isla llevando consigo
e otorgaba. Estaba seguro de que aquello
isla toda reposo y silencio surcada pot
ríos en cuyas arenas abunda el oro, y eri- habia de reportarle, aparte de otros bene- su segunda esposa y el pueblo i n d í g 6 " . _
acató gustoso a su nueva reina y 1^
zada de montañas cargadas de piedras pre- ficios, una vida tranquila y regalada.
bufó toda clase de honores, pues le atnj
Se casó con la venus morena, que desciosas. Así, cuando menos, lo aseguran los
bula el mismo origen divino que al ni|
reyes que han puesto en venta su corona. de aquel momento quedó elevada a la alta
del dios del mar.
.
Este reino no es, como parece a prime- dignidad d e reina, y la beldad resultó un
Y en aquel rincón paradisíaco comen*
ra vista, una creación fantástica del au- prodigio d e fecundícjad, poe% en diez años
para el matrimonio una era de paz Y '
noches». No es el regio matrimonio dió al mundo nueve
tor de «Las mil y u<c\a
licidad que duró vaun lugar imaginario
nos años.
habitado por hadas
=
y sirenas, sino que
ESDE hace algún
existe en nuestra tietiempo, en
rra, esta tierra llena
c í r c u l o s financiero»
de maravillas que
de Londres, se ve
nosotros, absorlos en
frecuenterr.ente
nuestros afanes cocaballero de bart^
tidianos y cercados
blanca y largos capor los grandes edibellos, donde todaficios de las poblavía quedan alguna»
ciones modernas,
hebras de oro mei
desconocemos.
ciadas con la nle^^
Para que se desde las canas. A P _
cubriera ese paraíso
sar de su porte rnaperdido en los maj estuoso y d e
res del Sur y que no
gestos a r r o g a n ' ^ '
es otro que la isla
propios de una fr«
de Tabar, fué prete coronada, el veciso que, hace munerable caballero;
chos años, naufragapersigue activamenra un barco sueco.
te un negocio
disimular sus afanr
Uno de los superutilitarios— qoeapr'
vivientes, un marimera vista parece
nero llamado Carlos,
fantasía de un lof»;
bravo y rublo como
un Viking, logró lleEl venerable senOJ
gar, tras larga y desno
es otro que ,
esperada lucha con
rey Carlos,
las olas, a esa esa peiar de la vida
pecie de Isla del Teparadisiaca
soro.
ne observando o**.^
ha
Cuando los indíhace
años, no
,~
genas vieron salir del
perdido su esplrif^
agua al hombre blanpráctico de occidei^
co, con su aventajatal. Tanto él como
da estatura y su lireina
Jessie deseaf
qura arrogante, y, sovender su irono, Y'
bre todo, con aquel
para
que
los
con^'
a b u n d a n t e cabello
P'adores no encoenque tenía el color y
f'en r\¡nQuna dificu'"
el brillo de la luna,
tad, yafiananur^'^i^
empezaron a lanzar
gritos de sorpresa y
do
a
sus
súbdiio^
de júbilo y se prosque el dios del mar
ternaron a sus plan'es enviará nuevos
tas creyéqdolo un enreyes, porque ello'
viado Üer dios del
son ya viejos y
mar.
rr\is¡ón en
ía
isla r>a
ierminado.
Su lenguaje incomDe modo que
prensible fué para
lo saben iodos aq*'^
aquellos nativos una
soijos
que hayan
prueba más d e que
on
nado con tener Caraquel ser era de ori'roño. El rey a la
gen sobrehumano y
'os í ha puesto
llegaba a ellos con
venta el suyo. Esuoa
una sagrada misión.
ocasión
que no^oiLa emoción y el
verá a presentarse
entusiasmo tuvieron
Claro
que
hay
q"*
unos días en suspenpagarlo bien, porque
so a la población inen este rr^undo todo
dígena. No era pase paga y más cuanra menos el hecho
do
se
trata
de
u"
^^^^^^^^^^
^^^^^^1
do haber recibido un
'ojo
tan extraordinam e n s a j e r o de los
rio
como una corona
E n el M u s e o Z o o l ó g i c o de S a n f r a n c i s c o de C a l i f o r n i a se c o n s e r v a i a p i e l de e s t e u s o g i g a n l c s c u c a z a d o
dioses que los protegerla contra todos e n A l a s i t a . P a r a f o r m a r t e u n a i d e a d e s u e x t r a o r d i n a r i o t a m a ñ o , b a s t a c o m p a r a r l o c o n l a e s t a t u r a d e l real.
Davia GAMBSAR
l i o n i b r e q u e e s t á j u n t o a la p i e l . SI la f u e r z a d e u n o s o de t a m a ñ o c o r r i e n t e ea t a n d e s c o m u n a l q u e ,
los males de la tiel o repreduc
rra. De día y de no- de u n m a n o t a z o , p u e d e a r r o j a r a un l i o m b r e a v a r i o s m e t r o s de d i s t a n c i a , a s o m b r a p e n s a r l a f o r m i d a b l e (Prohibida
ción t o t a l y p a r c i a l . )
che se ce'ebró aquel
p o t e n c i a d e q u e l i a r l a g a l a e s t e c o l o s o de s u e s p e c i e .
E
UN
O S O GIGANTE
D
DLVIJL€¡ACIÓ>¡
ARTÍSTICA
E l t e m p l o d e l Sol e n P a l e n q u e
gún s e cree, sobre el lugar donde estaba
emplazado un templo primitivo.
Sólo en las selvas vírgenes quedan numerosas ruinas, único exponente del arte
azteca, de rara capacidad estética. Los
conjuntos de estas desaparecidas ciudades
precolombianas los componían varios edificios, una veintena a lo sumo, y d e d o s
tipos muy característicos: ei templo, sobre
una pirámide escalonada, con un edículo
en su plataforma superior y el fjalacio o
residencia de la familia principal de la
tribu.
Algunos d e los aludidos templos (llamados «teocali!» por los ¡ndios) debieron de
tener colosales dimensiones; el cuadrado
d e su planta, en algunos casos, era más
grande que el d e las mayores pirámides
d e Egipto. La pirámide de Cholula, en el
camino de Veracruz a Méjico, tiene una
base cuadrangular que cubre varias hectáreas; su altura es aún hoy d e unos sesenta metros. Estas pirámides tienen una
monumental
escalera
en
uno de
sus
^0 t r o z o de la - C a s a de las
lados.
El
mejo.
c o n s e r v a d o d e estos m o n u m e n t o s es
el famoso «Templo
del Sol», en Palenque, ciudad que d e bió d e tener muchísima importancia, y
d e la q u e proceden
los más preciosos relieves del arte mejicano.
El « T e m p l o d e l
Sol» es de pequeñas dimensiones: su
importancia consiste
e n la profusión d e
esculturas q u e d e c o ran sus pilares, techo y paredes.
Los palacios tenían
un patio central y
a sus cuatro lados
las habitaciones.
Había también otro
tipo de palacio muy
especial por su ext r a ñ a construcción:
un largo patio con
habitaciones alrededor, y dentro d e este patio otro palacio,
el cual, en muchos casos, tenía un s e gundo patio con un tercer palacio en el
centro.
Ejemplo del primer sistema, el más frecuente, es la «Casa d e las Monjas», de
Lixinal y Mitla, con su escalinata monumental. El segundo tipo es el del palacio
de «Zayi», cuyos palacios interiores, más
altos, dominan los recintos concéntricos que
los defienden.
Las salas son estrechas, pues los constructores precolombianos no conocían la
bóveda. Los techos eran vigas d e madera o bloques que, avanzando unos sobre
otros, cubrían la anchura d e la sala.
Los edificios mejicanos no tienen nunca
ventanas; sólo pequeñas y bajas puertas.
Los palacios debieron d e habitarlos las
familias principales de las tribus; los pobres, seguramente, se alojaban e h simples
chozas, totalmente destruidas hoy por fa
vegetación.
E. FREIXAS
MonjaS'.
Sü k^'^' dieron casi totalmente truncada 1
tera
costumbres, estÜo, arte, etcé- ]
ciles
^" algunas supersticiones, difieüro„^" grado sumo d e estudiar por los
gía
se conserva algo de la mitoloDe'^l^^ojombiana.
Prervj
investigaciones practicadas se d e s PUeki^
gran unidad d e cultura d e los
rii^^los d e la América Central y del Peün J^^ rnonumentos parecen responder a
"^'ón H "^^ tipo, principalmente la disposialta . 'os templos, construidos sobre una
g Pl'^rnide escalonada,
la A
creer que en todos los pueblos d e
^ '^merica Central habitaba la misma ratac^Q barias en estrecho y constante connerjJ ^ "O faltan opiniones, dignas d e teli^a^-^" cuenta, que suponen que su civi^*'ánt¡d ^ ^'^^ procedía d e la hipotética
'^éj?c ^^9^"clo período de civilización en
cios H ^ Yucatán, dió origen a los edifi.decorados con esculturas,
de I
''^^ ruinas de las construcciones
desn^L 'azas azteca y maya se hallan en
trorÍT . ^ ' ^ O ' en el interior d e las selvas
"P'cales.
^rrosaH*^^' '"*erior d e las ciudades fueron
En M
conquistadores.
•Méjico, la catedral se construyó, se-
Fachadü
p r i n c i p a l de la . C a s a
del G o b e r n a d o r
DIVULGACIÓN
ARTÍSTICA
IP^STlLLÁWi
^OiJüilfiii. lilis Liu^"^'^;B 1 IMMII.li!, ffií'^.^.^V
(.ULIURA DE DIANA
tNDIMIÜN»
ANTE
realizada por Vanucci en la «Entrega de
las llaves», por lo que se duda, con mucno
fundamento, de que, aún atribuidos por a''
gunos al mismo pintor, pudieran salir de
sus manos.
Después de este trabajo, su existencia se
hace nómada y su arte decae. Pasa por "'^
rencia y Perusa, vuelve a Roma, loma *
Florencia y se hace pendenciero y disoluto.
Pero siempre es príncipe entre los artistas de su época, y sus trabajos se los a'*"
putan las cofradías, las comunidades y
soberanos. Luis el Moro e Isabel de Este
pretenden atraérselo con dádivas y promesas.
A principios de siglo, su afán de cansinos se calma y vive largo tiempo en rerusa, desde donde hace algunos viajes a
Roma y a Siena para cumplir encargos; er^
toncos está en el apogeo de su gloria y
le considera como «el mejor pintor de l'alia». Es hacia 1507 cuando se establece 9°
segunda vez en Roma, bajo el pontifica**
de Julio II, el Papa artisto. Murió el ario
1523 cuando ya la gloria de su discípulo
nielo d e Júpiter, fué
£NDIMIÜN,
arrojado a la tierra por haber
'altado al respeto a Juno, pero el
castigo del rey de los dioses fué
lún más extenso y lo condenó a
dormir continuamente; para su sueno casi eterno buscó el mancebo
jna gruta al otro lado del mar
t g e o ; es decir, hacia poniente,
visto desde el lugar donde nació
el mito. La escultura representa a
Jiana o Setene, la luna en fin,
•naravillada al encontrarse con el
mancebo en una d e sus correrías
nocturnas. Diana lo amó y de sus
amores nació el viento.
t s un bello símbolo o mito. La
¡una todas las noches cruza el
lelo, de oriente a occidente, en
Ousca de su amor, y cuando llega
el día también ha llegado ella a
la cueva donde duerme Endimión,
al otro lado del mar.
'kblRAIÜ DE RAEAEL SANZIÜ»,
'ÜR EL PERUGINÜ
(Jro Vanucci, llamado el Peuqino por el lugar d e su nacimiento, Perusa, o Perugia en italiano, es el más grande pintor d e
la escuela de la Umbría, y para
nuestro gusto uno de los más d e iciosos pintores de Italia. Hoy existe una corriente de gusto en contra suya, sobre todo entre los ar-
Escultura
romana. .Diana
viendo a
Museo Vaticano, R o m a .
Endimidn».
y en los escritos del artista sólo se encuentran alusiones vagas hacia esa época de su
existencia.
Sixto IV lo llamó a Roma para decorar el
ábside de la Basílica de San Pedro, mas d e
tal trabajo no queda nada. Le encargó después parte del decorado d e la capilla que
tomó el nombre del pontífice, y Vanucci
pintó un fresco en parte del altar mayor,
fresco desaparecido bajo la pintura de Miguel Ángel. Pero el otro fresco pintado por
el Perugino, que se admira en la parte lateral derecha, se conserva en perfecto e s tado; representa la «Entrega de las llaves
a San Pedro». Hay dos frescos d e la misma
capilla: «El viaje de Moisés» y «El Bautisnuj de Cristo», muy inferiores a la maravilla
Pedro Vanucci
'el
Perugino .
Rafael, que le precedió tres años en su v'^^
je al infinito, había eclipsado la suya /
de todos los pintores de Ita'ia.
<[APIZ», BAYEU
Un amable tapiz en el que, como en to-1
dos los d e Bayeu, h*/ i
gracia d e
co\ot
i^nás i
que d e linea, y no
'alfa tampoco la de
'a
P e r i i ü i n o . • R e t r a t o de
RafacU.
tistas y críticos llamados fivanzados, pero
volverán las aguas a sus cauces, que son
ios que marchan hacia el mar único del
wte mismo, arte que es belleza, emoción y
plasticicJad, y volverá el Perugino a ser considerado como maestro d e maestros.
Ya lo fué de Rafael, y este timbre de gloria no hoy gusto variable que pueda quitárselo.
No se sabe exactamente la fecha d e su
nacimiento, mas debió de ser hacia el año
1445.
Los hechos de su vida, hasta no llegado a Roma para pintar algunos frescos d e
la Capilla Sixtina, tampoco están recogidos
por sus contemporáneos con minuciosidad,
composición.
Es una pariida
de
caza de cefrería, que
sale d e mañana a
recorrer los campos.
Sobre
cerca
el
el
muro
iardln,
desborda
vera
del
la
prima-
huerto,
caballero del
término
alza
el puño para
ya tomando
qfe
se
y el
primer
gozoso
que vaaire Y
aires el gerifalte encaperuzado.
Mariano
lÜMAS
B a y e u . «Tapii». Palacio
del P a r d o .
llGAUAMEMIFi
Y SÁHOVCI
De ooesiro concurso - Ndin. 28
cerro de lagamanent s e eleva al final
ae la cordillera del Montseny en su
?^"e sudoeste conocida por Bajo Montseny,
J es como un espléndido mirador sobre
I comarca del Valles, antesala d e Barcepara el viajero que v i e n e d e Puigcerdá o PorVbou por la linea del interior,
^^sde la que se divisan el llano d e Vich
' |os Pirineos, hacia el norte, y MontseSan Lorenzo del Munt y una parte del
puerto de Barcelona, por occidente.
Sar e ascensión relativamente fácil, a p e de sus 1065 metros d e elevación s o car
"^el mar, ha despertado la v o de muchos d e los excursionistas que
tes perennes del Montseny y cuyo edificio constituye una bella
estampa d e la auténtica masía
catalana, con sus ventanales d e
estilo gótico decadente y las
edificaciones auxiliares que dan
un marcado sabor d e tipismo al
conjunto, arrellanado en el regazo d e la montaña a la sombra d e encinas centenarias, e s cuchando la eterna cantinela del
gotear d e sus cristalinas y abundantes aguas.
Cerca d e allí, un pozo, d e p ó sito d e hielo natural, construc\f,r'í
—
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\KJ^ C A \ , U l i l * J I l i s i a n
«.fUC
ción d e piedra casi enterrada,
que servía en otros tiempos, cuan(jgj^^admirar
el magnífico
que
Para^'^-^' .santuario
asentado panorama
en la cúspide,
do el hielo era un producto cupuede contemplarse,
esdt
ya elaboración estaba reservarror 7' "'^ 'a línea d e Ripoll, <-!•= luo icdar* a la naturaleza, para con.El tren • d e la "^orte,
línea d conduce
e Ripoll, dhasta
e los San
feMartír
servarlo hasta el momento d e
nig ,
ele Aiguafreda, población d e quiser trasladado a Barcelona.
Pués H ^'^'^antes a la que se llega d e s La abundancia d e agua y el
la
atravesar el simpático barrio d e
clima del país (Aiguafreda, traduCas"
' 'orrnado por vetustas y tipicido literalmente, signilica AguaVas ^"^"^^rucciones, y el río Congost, cufría) le colocaban en situación
|g(.L ^ 9 u a s van royendo pausadamente su
privilegiada para explotar aquel
dec ° , '•ocoso camino del Besos, donde
negocio que pronto se vino aba"^g^emboca
o con la industrialización del
deso ^'9'^afreda, donde puede proveer la
^lielo.
carn "^'^ el excursionista, tiene fama la
A pocos metros d e este poz^
L ^ de cordero,
se inicia el ascenso d e la montaña por un
^era^^"^ T i u y apropiado y excelente para el
camino d e herradora que zigzaguea entre
es^./*®°' la agricultura, en cambio, e s d e
frondosos árboles que surgen d e entre
cosa^^ '"^portancia porque las montañas rolas grietas d e las rocas a las que están
sar|^,^"e lo circundan le niegan la n e c e fuertemente ligados por las garrai d e sus
tan( 'ertüidad para su desarro lo. N o o b s raíces, para llegar a los treinta minutos d e
cia ^'
última población, siguiendo hamarcha a la fuente Amargosa, que a pesar
"led? "orte, donde tienen vida cultivos
que ^ ^'^''^^os como el olivo y el viñedo d e su nombre ofrece un agua exquisita.
Es un lugar muy a propósito para hacer
lean
esparcidos en los lugares s o el primer alto y almorzar ante el esplénde la montaña.
dido panorama que ofrece el valle profundo
r¡e^^ que seguir ahora, curso arriba, la
d e la riera del Avencó y las crestas d e
rti¡5
Avencó, para llegar al molino del
la Sierra d e Pineda
'>iotr'° "C>mbre que encuentra su fuerza
De nuevo en marcha y el camino apaen el torrente que forman las fuenrece ancho y majestuoso y sigue su curso ascendente en
medio d e frondosa vegetación
con sus inmensas losas d e piedra que hacen chirriar, al e s currirse sobre ellas, las claveteadas botas d e los excursionistas
Habiendo dejado a la derecha la casa Puigagut, se llega al cerro d e Tagamanent después d e dos horas d e marcha,
sin contar el tiempo invertido
para el almuerzo y los descansos, que varían naturalmente,
según las facultades tísicas d e
cada uno
Este cerro, formado d e roca
caliza, descansa sobre areniscas rojas triásicas y está bellamente rematado por el conjunto d e edificios que forman
la i g e i i p c r r o q L i a ' , a casa rectoral y el cementerio.
La iglesia, muy modesta, f i e ne una nave d e unos veinticinco metros d e largo con b ó veda ojival. Los altares son
sencillos, sobresaliendo el altar mayor d e estilo barroco.
Lo más importante e s la portada, d e estilo románico, con
una puerta de roble con finas
aplicaciones d e hierro forjado
en espiral
El cura, hombre amable y
amigo d e los excursionistas, tiene buena despensa siempre provista en la que se puede hacer mella por p o c o dinero,
mientras cuenta por milésima
vez la repetida historia d e la Virgen oi
contrada en una cueva d e aquel cerrc v
que, transportada al valle, volvió misterio
sámente a la cima, donde se le erigu
el templo
El paisaje, extenso y dilatado, y el airt
fino d e los Pirineos, ensancha los pulmones,
haciendo respirar con más intensidad los
fragantes aromas d e las hierbas del bos
que. Las vertientes bruscos d e los contoi
nos, las rocas d e formas caprichosas y
la pendiente que se precipitti casi vertí
cal al fondo del abismo, producen una dt
esas imborrables impresiones con que nos
deleita, a veces, la grandiosidad d e
madre Naturaleza.
Algunas masías esparcidas por las sierras efectúan el laboreo de las tierras
aprovechables, que, escalonadas en la morí
taña, ofrecen al buen payés cereales v
tutjérculos expelentes en premio ci su d'
dua labor.
Siguiendo el camino haciii el este, po
samos por Can Bellver, casa d e payés cu i
yo piso está constituido por una fenome |
nal losa natural sobre la que se ha aseri i
tado el edificio y en el que se puede ad |
mirar una patriarcal «Marx o cocina qut-j
nos hace pensar en los cuentos d e pasto
res y lobos que el abuelo amoroso cuento
a sus nietos en las noches crudas d e ir»
vierno, junto a la amorosa caricia d e
ño encendido que chisporrotee!
Afuera unas vacas seguidas d e sus pe
queños, pacen lentamente en las fresca:
hierbas d e los prados naturales que
deán la masía.
A un lado y al fondo, el barranco de
Afrau muestra sus agrestes despeñaderos
abiertos como las fauces d e una enormr
fiera que acecha al descuidado que dei«
resbalar un pie por la pendiente
El camino continúa haciu el estisando por «Els Esqueisv, picos rocuio
que semejan agujas gigantescas, d e los
que se desprenden a menudo fragmentode roca que, al rodar al abismo, rep'ter
una y cien v e c e s los ruidos q u e produce'
al chocar entre sí. A mitad d e la mont.i
ña y en el sitio en que converge !<•
vertiente d e ambos lados, se encuentra Id
fuente d e «La Teula», sitio muy indicadt
para hacer la comida y reparar las fue'
zas
lerminada la comidu, e s necesarn
I
cender de nuevo hacia el sudeste para encontrar en la cúspide de
la nnontaña el camino que conduce
al «Pía de la calma», que hay
que atravesar para iniciar el descenso, en dirección nuevamente
este, hacia el espléndido valle de
Vallfornés, atravesando parajes de
exuberante vegetación bajo el continuado concierto que las aguas
afluentes al torrente del mismo
nombre ofrecen al romperse por
las escarpadas rocas de su precipitado curso.
Casi al fondo del valle está
Vallfornés, constituido por una vetusta casona que yergue su silueta en la agreste soledad de
un círculo de montañas. En un
recodo, algunas piezas de tierra de labor; esparcidos acá y allá,
unos rebaños que pacen cachazudamente y bosques interminables
de encinas cuya explotación para
fabricar carbón vegetal son la principal, y casi única, riqueza del lugar. Siguiendo el curso descendente de la riera de Vallfornés por un
excelente camino carretero de suaves ondulaciones que atraviesa parajes no menos encantadores que
los descritos, después de tres horas de caminata desde Tagamanent se llega al pueblecito de
Cánoves, de setecientos habitantes dedicados exclusivamente a la
agricultura y ganadería. Desde allí
un autómnibus que presta servicio regular nos traslada a Cardedeu, situado a siete quilómetros
y desde esfa villa el ferrocarril de
la Ccjmpañía M. Z. A., a Barcelona, en una hora escasamente.
Salvador LLOBET
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