IN P O P U L A R Mariano Tomé», Fernándaz Encina, Arturo García Sarex, Alfon»o Montiml, O. Día* de la Laatra, L. Condm de Rivera, Da vi a Gamblar, E. Frelxa» y Salvador Llobet colaboran e n las secciones coleccionables de este número, con el que se reparten también los folletines encuadernables de España histórica y Tratado popular de Medicina. ," Jirafa q u e s ó * vivié tres días ^ o o i ^ ' ^ d o ^ ' - ' " 'as primeras horas de un cai3i<X) (ío D • ""^ jirafita en el parque 'ro Janzaron ?'"^«'ona. ^os periódicos lo*"tos R . ^ alegre noticia a los cua• oten lo merecía aquel hecho ILUSTRACIÓN P R E C I O S F O P U L A R Direcfor. M. JIMÉNEZ MOYA FspaHa: Director d e la l e c c i ó n d e f o l l e l i n e i • n c u o d e r n o b l e t : LORENZO CONDC « . . . S U S C I Í I P C I Ó N 1p t u Un «Ao . . . 94 > A m é r l u ! Un . ( l o . . . » • »**' D » m « i p a l i a i : Un «Ko •» Sjamplnr s u o l l o Núm*re «trniado PARA PROVINCIA», LA SUSCRIPCIÓN Oficinas: Diputación, 211. -- Barcelona SE extraordinario. En las llanuras africanas, allí donde estos cslieltos rumiantes viven en una hermosa lil)ertad formando grandes rebaños, el nacimiento de un individuo más de la especie es un hecho natural y frecuente que pasa inadvertido para cl hombre y que no despierta el interés de ningttno de los seres vivos que lo presencian. En cambio, en un país civilizado, cl natalicio de una jirafa adquiere resonancia de acontecimiento, ñ las veinticuatro horas de vida, la Jirafita del parque gozaba de una popularidad que el hombre más inteligente sólo habría podido conseguir en varios años de lucha. El nacimiento ocurrió, como hemos dicho, en la madrugada de un sábado, fll martes siguiente, también en la madrugada, murió el animalito. El revuelo que entonces se produjo fué mucho mayor. Pocas personalidades han hecho gastar al morir tanta tinta en artículos necrológicos y pocos fallecimientos han sido tan comentados. Cuando muere una persona ilustre se le esculpe una estatua y se coloca ésta en una plaza pública. La jirafita logrará un j honor parecido. La están disecando y la llevarán a un museo. No es hora de dedicar un nuevo articulo necrológico al infortunado animal, pero nos parece que tras ese hecho —la muerte de un recién nacido en un parque zoológico— hay tema para una información interesante. flsi se lo decimos a don Ignacio Sagarra, director de la colección donde ha nacido y muerto la popular jirafita, y él., que opina lo mismo, empieza por contarnos cómo ocurrieron cl nacimiento y la defunción: —Cuando compramos la pareja de jirafas a un circo alemán, ya sabíamos que habrían de tener descendencia. Pasó el tiempo. Un dia, la madre empezó a dar muestras de que el nacimiento era Inminente y desde aquel momento la vigilamos con la mayor atención. El viernes por la noche, a las diez y medía, cl guardián de turno, no notando el menor indicio de malestar en la madre, se retiró a dormir. El sábado por la mañana cuando regresó, se encontró con que la jirafita correteaba por cl jaulón de sus padres.— Y cl zoólogo nos sigue explicando que nada hacía presumir lo que ocurrió tres días después. El nacimiento se habia producido con la máxima normalidad y rapidez. La madre estaba bien y el padre —entre los animales los machos no suelen ser afectuosos con sus hijos— trataba al nuevo ser ccm los mayores miramientos. Pero al día siguiente pudo verse que la respiración de la jirafita no era normal. La mañana había sido fresca, fría para un animal que procede de un clima tropical, y más fría aún si el animal es un recién nacido. Se pensó en una afección pulmonar, se la encerró con la madre, se le dedicaron todas las atenciones det caso, intervinieron los veterinarios, pero no se pudo evitar que en la madrugada del martes la enfermita dejara de existir. La autopsia demostró en seguida que la causa de la muerte habia sido una lesión traumática. El órgano lesionado era nada menos que cl corazón. No había para la; jirafita. salvación posible. ¿Quién había s do el causante de la lesión? ¿Era que Cl padre, en un momento de malhumor, habia propinado al animalito una coz mortal? ¿Era que la madre, al darle de mamar, se había echado sobre él produciéndole el fatídico magullamien- Un OE PUBLICA MiNIMA € S UN T R I H E ' L O S S A B A D O S to? ¿Fué una caida, un choque, un golpe involuntario? No se sabe. Nadie lo ha visto. Lo cierto es que la muerte de la jirafita no ha sido natural y que, de no haber existido esa lesión, probablemente habría llegado a vieja, flsi lo hacia presumir su robusta constitución. —¿Es tan difícil como se ha dicho la reproducción de esos animales en los parques zoológicos? — preguntamos. —Sobre eso se ha exagerado mucho —nos contesta el señor Sagarra—. Yo confio en que nuestras jirafas vuelvan a tener descendencia y puede usted decir que cl caso se ha repetido en condiciones normales en varias colecciones zoológicas de Europa. —¿Y no habría sido preferible separar a la jirafita de sus padres? —Eso sólo la experiencia lo puede decir y la experiencia nos dice a nosotros que podemos dejar a los padres con los hijos, flsi se han criado en esta colección gran número de animales de las especies más distintas. El caso más notable es el de la pareja de canguros. El macho, como casi todos los de su especie, es un animal agresivo y de malas intenciones. Hasta los guardianes han de extremar las precauciones con él. Sus patas delanteras funcionan como los puños de un campeón de boxeo. El pugilista más fuerte quedarla k. o. instantáneamente si ofreciera su barbilla a los directos de este canguro o de cualquier otro de su talla. Pues bien: nuestro irascible huésped tiene ya siete hijos que se han desarrollado perfectamente a su lado, sin que jamás se diera cl caso de que los agrediera. Especialmente con los animales herbívoros, cl sistema de dejar a los hijos al lado de sus padres, nos ha dado siempre excelentes resultados. En los carnívoros cl caso varía porque los padres se pueden comer a sus hijos. —¿Por glotonería? —¡Vaya usted a saber! Se ha pretendido explicar de muchos modos este terrible proceder, pero siempre sobre el terreno de las deducciones. Cuando la parricida es la madre, se podría pensar en una venganza por los stifrimícnlos que cl hijo üm ' ios Calés del Brasil Son los más lióos ¥ aromáticos um mmi PEUYO mmÉ mm le ha causado al nacer. Pero ya le diS sobre esto no se ha podido comp'"'"''' nada,— , Nosotros callamos. Nuestro pcnsaitilen'• al intentar llegar al fondo de tan im^f* santc cuestión, sólo encuentra la duoa » la sombra. ¿Cómo puede compaginarse c terocidad vengativa de la leona P"^, j . come a sus cachorros, con ese otro ' tinto, bello como un sentimiento y que parece apuntar una inteligencia, « mueve a otras madres de la misma cspc a dar incluso la vida por sus hijo.s' Recordamos haber leído en alguna P"^ te que cuando un animal nace en ' condiciones para hacer frente a la ^ ' ^ su madre le evita cl dolor de vivir OEY rándolo. Esta explicación, aunque tal menos cierta, se compagina mejor con actitud de sacrificio y amor que LA TN^W ría de las madres —incluso las de ' especies más feroces— adoptan ante hijos. Cuando el parricida es el macho, t»^ las explicaciones, por crudas que [ pueden admitirse. Entre los animales, padre no demuestra ver EN sus hijos «"I"más que unos diminutos pero enojosos vales que atraen todas las atención^ su compañera Y, como para acabar de hundirno.s este gran enigma de la naturaleza, el ^ logo nos dice: —Otras madres, en vez de matar a . hijos, los abandonan. Pasan de la n^""'L^ solicitud a la mayor indiferencia ü ' dejan morir de hambre. Precisamente Viena se ha producido el caso de una ¡ RAFA que aborreció a su hijo. —¿Y qué medios tienen ustedes P» evitar esos dramas familiares? ¡^^ —El más práctico es buscar al re<nacido una nodriza y apartarlo de los V drcs. —¿Una nodriza? ^au —Ya lo creo. En esta colección " » varios animales criados por perras. - P e r o , tratándose de un animal mano de una jirafa, no sería fácil ejic trar la nodriza que pudiera amamania .| —La dificultad del tamaño seria de vencer. Imagínese a una vaca coioc sobre un pedestal de la altura de ^ mesa y construido ex profeso. La I"""' ., cncontraria las ubres a la altura co" . nicnte. Lo difícil seria encontrar a' "^j^ mal cuya leche pudiera substituir a i» la jirafa. Es una cuestión que quiero lucionar. —¿Para criar artificialmente a la seg" da jirafita. si naciera? .^o, -¿Quién sabe? En vista de lo 0^",^/'°^. tal vez me decidiera a ensayar la f' ^ tificial con la hermanita de la difun^^j. Nos hemos levantado, dando por f( nada la Información. Pero se nos ocu una última pregunta: üraf» —Cuando retiraron de la jaula la )i mucria, ¿notaron en los padres algo pudiera parecerse a un sentimiento oe - S i no era doler lo que expcrimentaWn tampoco era alegría, ni siquiera \^G]. cía. Era una inquietud extraña, .¡(jo estar, una zozobra que no he AA'^E jamás en ellas.— at«.i Y nos vamos con el consuelo ¿res que si en el mundo animal hay F .„s desnaturalizados, los hay también nu^' y amantes de sus hijos; como «'^.fP^pnu de jirafas que no permaneció indiiei cuando se lleva^ . , „ . POQ ron a su jirafita. _ J. B. VftUtK^ T d l U r e s G r á f i c o i d e l o S o c i e d a d G e n e r a l d e P u b l i c a c i o n e s , S. A., c a l l e Borrell, NIM. 743 - 2 4 9 , B a r c e l o n a DIVULqACIÓN le ocuARTÍSTICA *¿:ci>ica fjjo no se s^be a quién ni cuándo se rrió por primera vez descomponer mediante vidrios de colores los rayos de luz que pOnetra-ban por las ventanas con el fin de ¡luminar los interiores, pero la antigüedad de la idea está garantizada por las citas de los más antiguos escritores cristianos y por los descubrimientos realizados en Herculano y Pompeya. Primero las vidrieras artísticas se componían de vidrios de distintos colores combinados de nnodo que formaban figuras geométricas. Después los colores d e los vidrios se obtuvieron mediante la pintura. Esto representó un notable progreso en la técnica de la vidriera, pues la pintura sobre el vidrio requería procedimientos especia es que consistían en aplicar sobre aquél una capa d e esmalte que se vitrificaba y adquiría transparencia al ser sometido a e evadas temperaturas. A la coloración de los cristales, siguió la composición de n r K > tivos pictóricos sobre ellos, d e modo que cada vidriera era un víóricra artística \ \NA de las cosas que ^ rrás ros impresionan a\ entrar e n un *emplo cuando el sol luce e n el cielo c o n inimitable esplendor, « la mágica sinfonía « luz que componen '•i vidrieras de colotes. En las naves bay 'Smpre una suave p e "^urnbra, una claridad discreta que se tiUra «n el espiritu y >o P'f Para pata la percepción •^e todas las emociones estéticas. Entonces levantamos la vista Y quedamos subyugados por la armonía silenciosa V augusta que la policromía de las vidrie'as sabe trenzar con 'os rayos d e luz. Los azules p u r í s i m o s , los ^rrianllos de oro, 1 ° ^ '0|os profundos d e ca^a ventanal envían a través de las naves un oblicuo arco iris d e to'>os tan delicados, q u e nacen pensar en la evaporación d e las piedras preciosas por un prodigio d e alquimia. El hombre percibió estas emociones d e s d e "^uy antiguo, * C a l c a n d o el d i b u j o s o b r e p a p e l f u e r t e p a r a sacar las p l a n t i l l a s . bello cuadro. Pero estos mofivos no se obtenían pintando sobre la vidriera como sobre un muro o un lienzo, sino combinando cristales de colores como se combina el mosaico, hasta representar detalladamente la figura o la escena que era el asunto de la obra, f-ué el arte gótico, en el siglo XIII, el que introdujo este progreso. En Francia se conservan numerosas vidrieras de este siglo. En España hay algunas interesantísimas en la Catedral de León y entre ellas son especialmente notables las d e una ventana del lado norte que representan escenas d e la vida civil. En el siglo XIV el arte d e la vidriera exp>erimenta una importante evolución. «El empleo del amarillo de plata —dice F. d e Mely al hablar del arte del vidriero en dicha época— viene a revoludonar, no solamente los procedimientos de fabricación, sino el arte mismo de su composición. En efecto, permite no tener que emplear más para los dorados el vidrio amarillo coloreado en su masa, que antes había que cortar y poner en el plomo. D e s d e e n t o n c e s se puede DIVULG|ACIÓ> ARTÍSTICA pintar una figura sobre una superficie de vidrio blanco y ejecutar un dibujo casi por entero sin recurrir al antiguo mosaico de vidrio. Al mismo tiempo, el principio de la vidriera queda completamente modificado, ya que de simple decoración pasa a ser personal y puede presentarse como obra de arte. Por otra parte, los grandes constructores de iglesias no son los únicos que emplean a los pintores en vidrio; los principes de gustos refinados, el duque de Berry como los duques de Borgoña, con los orfebres, pintores, escultores y miniaturistas, atráense a los vidrieros que, de entonces en adelante, más estables, más dueños de sus pinceles, formarán escuelas bien distintas, cada una de las cuales tendrá, sobre todo en eí siglo XV, un carácter bien definido, fcn los ventanales de las basílicas, en las capillas y palacios aparecerán verdaderos retra'os sobre fondos delicados y se encontrarán entre los artistas vidrieros nombres que al mismo tiempo podrán leerse en la lista de los pintores de más nombradla.» Continúa el progreso en todo el siglo siguiente y en buena parte del siglo XVI, pero a fines de éste se inicia una decadencia que ha de continuar hasta casi nuestros días. Actualmente este delicado arfe tiende a volver a su antigua pureza, después de un período en que estuvo en manos de industriales que no se preocupaban de otra cosa que de hacer un trabajo rápido y por poco precio. El gran Gaudí, al encargarse de ia restauración de la Catedral de Palma de Mallorca, introdujo una innovación en el arte de las vidrieras. Hizo colocar vidrios triples, siempre a base de la combinadón de los tres colores simples, y asi logró la misma riqueza de tonos que se obtiene con las tricromías. El proceso de realización de una vidriera es el siguiente: H a y q u e s o l d a r las t i r a s de p l o m o en los p u n t o s d o n d e se cruzan. La vidriera se m o n t a p r o v i s i o n a l m e n t e c o n c e r a , p a r a efecto de c o n j u n t o . pod r aprecUf Primero se hace sobre cartón un dibujo en tamaño ^^^^ tural con todos los detalles y colores, teniendo en '-Il jj. incluso el grueso del plomo que ha de unir las ^j. Después se traslada este dibujo a papel fuerte, se corta guiendo las simuladas junturas de plomo y se obtiene 5 una serie de plantillas que sirven para cortar los crisw Una vez cortados, se unen provisionalmente con cera ra juzgar el efecto del conjunto al combinarse los diversos lores, l a operación siguiente consiste en dar una capa de malte a los vidrios empleando pinceles finísimos. Este ^ malte, como ya hemos dicho, se vitrifica al ser sometido una temperatura elevada (700 u 800 grados). Entonces adq re el cristal un hermoso tono, limpio y profundo. Einalm^ ^ se sujetan los trozos de cristal con tiras de plomo q^® ^ van soldando en todos los cruces y se le pone un marco hierro a la vidriera. j$ Este es, a grandes rasgos, el trabajo que el artista y operarios han de realizar para obtener esas magníficas drieras que son para nuestra vista inefable sinfonía de lores luminosos cuando los contemplamos, desde el de las naves, en el silencio .fj/k augusto de los templos, Daniel FERNANDEZ ENC-" EL ARTE AZTECA se conservan en nues» ^ tros días muchas construcciones ni ruinas, del especial estilo azteca. Ha de tenerse en cuenta que los conquistadores de los países de la América Central, Méjico, Yucatán, Perú, etcétera, se dedicaron a vandálicos actos de destrucción que ocasionaron la casi total desaparición de la ricjueza arquitectónica, que sólo en escasos edificios puede hoy admirarse. No es de extrañar, pues, esta insuficiencia de datos que hace que en Am^'jj! se encuentren niayor^* g. ficultades para la iny^*|,trO ción que en cualquier continente. En Oceania^ ^ 0 ejemplo, y en el E"' je Oriente, los materiales estudio son de pueblo^^'J^, con mayor o menor , tacto con la civilización cidental han conservado diciones o costumbres ^K-_ las que se puede ^^^pguar algo de sü origeri- g, trariamente, los ¡ndios ricanos, debido a las > siones de que fué ooi L a i C a s a de las P a l o m a s . . R u i n a s de u n m o n t i m e n t o azteca. INFORMACIONES r REPORTA JKS CURIOSOS ^llonofífíBLtí Cmmnfñof </e h CmORfíLde SmPfíBlQ que para que dajo.' Des^BP to.. campana esl, como si bulleran partit pado en líhas sarrera Esfo no representa jiing na contrariedad para miembros «ic la «flni Societi)., sin i que, por contrario, les i i i t u n J o la pasión d e p ^ M i v j \si se expl' ;í paredes ,,dn)\rio liaya inscnpi.ione£> que T#istran «réc^jrds» dc wlocidad y rfj^i'ncia \¡ eu las que sclrn. .11 constar Ja fcciía de l;i I roeza y e ^ o m b r e del cordman».^^ ñdeni cicio de su benel en el on vimient ñeros liacer músculos del vientn dicustión, d Toda: t a s re E'^, L o n d r e s h a y m u c h a s a s o c . a c . o r ^ e s > n cLoons c acma mp apnaenraoss sdee e nms aaynaon. o las que siendo de i o^^ nal que religioso interven^, « f r e s a n t e s q u e n o e x i s t e n e n n i n g u n a ^.c ^ solemniparte delmundo.Una de las mas cu ^, g r c o d e ^ " • c a m p a n a e s cd ia ód n, ds ee l c cu e l l t eo b r ap na r a de San ce?c''-*^^ l a q u e t i e n e s u d ° m i a h o e n l a s ^.^^^ ^ H e p o r t e . V e r Pda bal od, e q -u e e s l a r a nde de ' " " ^ a n i a s d c l a C a l e d r a l d e S a n 1 ^ 3 " ' ° » a r a e s o s t a b a I c r o s un Inglaterra " V j ^y^u^ n d e Euí? .«conocida p o r e l n o m b r e d e r a m e n l e , algo d e e j e r c i c i o oep of Colleqe Youngs.. .cutja traduc Cuando seKRRBRNHI^^^Bas solemvj''"literal es «Antigua asociación de jo nidades, los respetables cdl|^^lros de la Los m i e m b r o s de la a s o c i a c i ó n en Sul Síecen a e l l a n o t i e n e n o t r uan o d e s u s . c o n c i e r t o s » d e c a m p a n a s . «flncient Society» suben afTlIüanario, sc 'Mon que de tocar Champañas de la Ca1,''^^' < l e S a n P a b l o e n grandes.solemni'ílades. wi^i^'^le que los miemCum *sa asociación que añ„ P'irá sus trescientos o t r n r " ^ ^ 3 7 . f u e r a n en i.jai^'iempo jóvenes colcinv^f' f " o . b o y n i s o n I, c t ) l e q i o , MIIO q u e ^ ' romo t n i n i luentena u, 4 — ^ ^ a J P f w i c r c i a n t e s\ J V Tphtistas. '~ Testos grflvc^ seBndo lenuiíiíiii s u "iirio, si lo tieiiín. Su • 'lusan d e e s t a r < ^ v > Van e l ma?,l^ ^" ^' *^*"b' 'can con de campana. Lo e s U n ^"^^ l a c a m p a n a (le ,„J«^tlcndo palabras nero^ * W o r a b l c s c a m p a "^WdH.i ' a a n t i g u a s o t s t " ' " ' ' V» h a n h e c h o d e , ad uup a ,„„^''***e"'P^ kS(»flenD A ag rl a^^^^ av e dca ud e r • t Odón - í í r l l iai l rs t tn í s - INFORMACIONEA Y REPORTAJES CVKIOSOS mas normas qii CP trescientos Ninguno de miembros .se ali .,r i a proponer l a H ' b i " a l g u n o , pu^" ello se considc'rariii como una profan" ción. Estos honora bles campaneros, c-imo todo buen ingle*sienten una protu" da devoción por " c o s a s antiguii tradicionales d^ pueblo Ochenta arios i ne e l campaner*' más viejo de la «fl"' cient Societij» p ' ce cincuenta qui • ca las campanas u ' San Pablo. Y. sepu' raméate, esta n" d a de arte y ' porle. seguiríi C ' " lituycndo su afii^ favorita hasta « los años acaben ' sus fuerza.^ quitan la americana y flan un verdadera concierto que el público escuctia con la misma atención que si se hallara ante una orquesta. Ni que decir tiene> que todos los miembros de la sociedad son maestros en el arte de tocar la campana. Para eso se ensayan frecuentemente con campan e a s cuya escala de tonos es la misma, sólo que más aguda, que la de sus gigantescas h e r m a nas del campanario de la catedral. La sociedad celebra s e s i o n e s c o n arrcgUi a las mis- t a m e s a p r e s i d e n c i a l d u r a n t e u n a d e l a s sesii> n e s q u e la s o c i e d a d c e l e b r a periodicamenli fl. g a r c í a SfíRI '!fbrkxiónn e s uno d e los principales centros 5 \Jl¿A de producción d e queso, debido a la clase excelente d e sus ganados y, por lo tanto, d e la leche que éstos producen. Pues en la fabricación del queso apenas entra otra materia que la leche. Por otra parte, las fórmulas d e elaboración son sumamente sencillas. Cualquiera, con ellas a la vista y sin necesidad d e poseer conocimientos especiales, podría fabricar queso. La dificultad no está en las fórmulas, ni en los conocimientos necesarios para afrontar la elaboración, ni siquiera e n los instrumentos y máquinas que se necesitan, pues casi todos podrían ser substituidos por utensilios caseros, siempre que no se trate d e la fabricación en gran escala. hi quid, lo que hace que un queso d e bola fabricado en España sea d e calidad muy inferior al q u e viene d e Holanda, e s triba en la calidad d e la leche, en primer lugar, y después en una porción d e p e queños detalles, insignificantes al parecer pero q u e son los mismos que hacen inimitables a ciertos platos cuando s e preparan lejos d e su punto d e origen. En tal caso está, por ejemplo, la paella valenciana. La exquisitez característica d e este plato no dep>ende d e la calidad del arroz ni d e los ingredientes que se le añaden, pues la receta d e la paella e s la misma para todas las manos y para todos los pueblos. Consiste en la disposición e intensidad del fuego, en la mayor o menor rapidez con q u e el . caldo se consume, en la cantidad d e agua que se le echa al arroz, en el tiempo que se le tiene sobre la lumbre y otros detalles semejantes, muy nimios al parecer, pero que en realidad son los que dan a la paella su calidad y sabor característicos. Otro tanto puede decirse del queso. Con la fórmula a la vista, cualquiera se creería capaz d e fabricar queso d e Gruyere o d e Rochefort. Sin embargo, y aunque siquiera al pie d e la letra la receta, el resultacío sería, con toda seguridad, inadmisible para el paladar y el estómago. Porque el sabor característico d e e s o s quesos famosos d e p e n d e d e una serie d e pequeneces que no se pueden concretar y cuyo secreto cono- cen los fabricantes dei gruyere y del rochefort auténticos, asi como el virtuoso del violín posee la facultad indefinible d e hacer cantar a su instrumento. Pero el mejor argumento d e todo lo dicho nos lo ofrecen estos dos quesos que acabamos d e nombrar: el d e Gruyere y el d e Rochefort. El sabor d e ambos e s tan distinto que cualquiera diría que las m^^^ rias empleadas para su fabricación son absoluto diferentes. Sin embargo, tod'' diferencia estriba en la clase d e lectie < pleada y en que uno, el d e Rochefort, está cocido y el otro si. Para fabricar queso, d e cualquier c ^ que sea, lo primero que hay que hacer Las m á q u i n a s cierran d i a r i a m e n t e c e n t e n a r e s de cajitas q u e contie n e n e s o s q u e s l t o s t r i a n g u l a r e s q u e s e e x p o r t a n a t o d o el m u n d i . ANTONIO D E CMRCER ESPJfff^ D E MONTfíLBHN mundo cristiano sus propósitos de reforma. Llegase, por el momento, a un armisticio, pero al mismo tiempo, gracias a la conducta condescendiente que el emperador habia tenido con los protestantes, habíase logrado ¡a formación de un numeroso ejército de lansquenetes alemanes, mandados por el capitán Jorge de Frandsberg, acérrimo enemigo del papado. A pesar del armisticio, las tropas alemanas, unidas a las imperiales del condestable de Borbón, se precipitaron sobre Roma, desenvueltas en verdadera indisciplina, que no pudieron contener los generales. Por presión de los soldados alemanes, la mayoría de ellos partidarios de Lutero y enemigos, por tanto, del Pontífice, y sedientos todos en conjunto de desquitarse de la penuria que pasaban, se emprendió el asalto de Roma (6 de mayo de 1527)—en el cual murió el condestable de Borbón—y, desparramados por toda la ciudad, la saquearon horriblemente, cometiendo toda clase de excesos y sacrilegios, con desenfreno que la Historia ha comparado al de las hordas de bárbaros que mandaba Alarico cuando saquearon también, once siglos atrás, la Ciudad Eterna. El papa, acosado de cerca por la soldadesca desenfrenada, tuvo que refugiarse en el castillo de Sant-Angelo, donde aún resistió un tiempo, hasta que, agotados los medios de defensa, tuvo que capitular y ver completado el saqueo de lo que aún quedaba de la ciudad. Este escandaloso saqueo conmovió a toda la cristiandad, y, sobre todo, no hizo ciertamente demasiado buen efecto en España, bajo el nombre de cuyo soberano había penetrado la soldadesca en la ciudad sagrada, en momentos precisamente en que más se vituperaba a los protestantes alemanes el desacato que tenían al jefe de la Iglesia. También parece que, como cristiano, se sintió contrariado don Carlos, cornprendiendo que todo ello era efecto de la pasividad con que había visto el avance contra Roma—aunque sin prever que las cosas llegasen a tal extremo—y de la contemporización con que había tratado hasta entonces a los luteranos; pero, al mismo tiempo, como verdadero prototipo del monarca cesarista propugnado por las ideas renacentistas, supo distinguir entre el deber del cristiano y los intereses del cesar. Así, si bien escribió, por una parte, al Pontífice para dolerse de lo ocurrido y ordenó la suspensión de las fiestas preparadas para celebrar el nacimiento del príncipe don Felipe, no hizo, en cambio, por otra, nada en absoluto para librar a Clemente VII y a Roma de la apurada situación en que se veían, bajo la opresión de las tropas desmandadas que aún pululaban por la ciudad. Además, don Carlos, mientras divagaba inútilmente en la resolución de este conflicto, dirigió un manifiesto a los príncipes cristianos en que condenaba la profanación de los soldados y declinaba toda la responsabilidad por lo ocurrido como uno de tantos azares imprevistos en la guerra, cuando se desmanda la tropa. Entretanto, la guerra se iba prolongando con verdadero cansancio por una y otra parte, sin que hubiese dado resultado el convenio acordado a fines de octubre entre el Emperador y el Sumo Pontífice, mediante el cual Clemente VII, a HISTORICn \'aieucia y Mallorc.i sendos levantamientos de carácter social y antinohiliario, llamados de las iiermanías, que, aun obedeciendo a causas diversas de los de Castilla, no dejaron de tener cierta solidaridad con las Comunidades. El movimietito de Jas Germanías—voz que, como derivada de la catalana gerniá, hermano, significa Hermandades—tuvo origen en diversos motines que ocurrieron en el reino de Valencia. El principal de ellos se dió en la misma capital, donde los plebeyos, disgustados por la inmoralidad administrativa y llevados por su odio a la nobleza, formaron la llamada Junta de los Trece, a cuyo frente se puso el cardador Juan Lorenzo. Este heroico luchador se apoderó del gobierno de la ciudad y obligó a huir al virrey, el conde de Mélito, ocasión con la que se cometieron toda clase de excesos. La llegada de tropas reales permitió a los nobles recuperar el gobierno y derrotar a los agermanados en Orihuela (1521), si bien no terminó con ello todavía el movimiento. En Játiba alentó la sublevación el cabecilla conocido por el Encubierto, un impostor que, sin dar a conocer su nombre, se hacía pasar por nieto de los Reyes Católicos, el cual murió al fin asesinado. Con la sumisión de Játiba y Alcira (1522) terminó la rebelión antinobiliaria de Valencia, durante la cual se cometieron por parte de nobles y plebeyos horribles excesos, sin que de ello resultase, al fin, ningún beneficio para las clases populares. Distinto origen, pero carácter muy parecido en el desarrollo, tuvo el movimiento de la Germanía de Mallorca, donde ya existía un precedente de lucha semejante en la sublevación de los forenses de mediados del siglo xv. Los menestrales, cansados de la desigualdad tributaria, protestaron ruidosamente, hasta que, unidos con los payeses, derivó la protesta contra los nobles y los burgueses ricos, que se vieron obligados a refugiarse en Alcudia e Ibiza (1522). Los agermanados dominaron la isla hasta que las tropas reales entraron en Palma (1523) y emprendieron seguidamente una larga y cruenta persecución contra los comprometidos. En realidad, aunque fué muy escasa la relación que tuvieron estos movimientos de Germanías con el de las Comunidades, no dejaron de influir en la situación de Castilla, puesto que distrajeron fuerzas y complicaron la situación áe, los gobernadores y del regente cuando más necesidad había de unidad y cohesión. Por otra parte, las medidas restrictivas que a consecuencia del levantamiento se tomaron contra los colonos y siervos valencianos—mudejares en su mayoría—ocasionaron a la larga un levantamiento de las clases serviles que costó mucha sangre sofocar. E. H. — 66 "FrarvcASco \ Las g^uerras de Italia NA de las principales empresas que caracterizan el reinado de Carlos I el Emperador, es la de las guerras que hubo de sostener con su rival Francisco I de Francia por la posesión de la parte septentrional de la península italiana. En estas guerras, tan largas y penosas en su desarrollo como brillantes y gloriosas por la intervención que en ellas tuvieron los famosos tercios españoles, no sólo jugó la rivalidad personal de los dos grandes monarcas que se disputaban la supremacía de Europa, sino también la tradicional enemistad de Aragón con Francia por la intervención en la política de Italia. Por esta continuidad de la política aragonesa, parece que en los dominios de la vieja Confederación había de seguirse con interés la contienda de Carlos I y Francisco I, y, sin embargo, la realidad demostró todo lo contrario, por cuanto el pueblo aragonés y el catalán se mantuvieron bastante alejados de los incidentes de esa lucha de rivalidad. En el fondo, la sensibilidad del pueblo tuvo en este punto extrema comprensión de la realidad, pues se dió cuenta en seguida de que la politica tradicional de la Confederación, al pasar a la persona de Carlos I, no continuó con el carácter netamente nacional que siempre había tenido, sino que quedó supeditada, a titulo de simple refuerzo complementario, a la política internacional que interesaba al heredero de Maximiliano, no al heredero de Fernando el Católico. Además, como prueba de esa verdad que comprendió el pueblo desde el primer momento, el interés y aun los resultados de esta larga serie de guerras se alejó en seguida de la órbita española para engarzarse en la de la Historia general de Europa. Efectivamente, Carlos I sentía la rivalidad con Francisco I, ante todo y por encima de todo, como heredero de los estados del ducado de Borgoña, que era un feudo del rey de Francia. Asimismo, la herencia del archiducado de Austria y la elección del imperio de Alemania convertían al descendiente de los Habsburgo en el soberano más poderoso de Europa, ea. situación, por tanto, de realizar •pe.TvnaTvee\ó p T t s o e n \a. V o t t c Ae. \ o s \.,u"^aTVes Ae MaAtXA cosa, de A"\ez meses, a \ cabo Ae \os c u a \ e s íirmó un I t a V a á o Ae p a z . (^13 Ae enero Ae 1 5 2 6 ) , en virtud dei c u a \ se obWgaba, entre otros puntos, a devoWer a Garios todo el territorio de Borgoña con sus antiguos limites, renunciar a ios derechos sobre Italia y los Países Bajos y restituir al condestable de Borbón sus posesiones y honores. Al mismo tiempo entregó en rehenes a sus dos hijos mayores, y así pudo obtener la libertad. Sin embargo, el tratado de Madrid era demasiado beneficioso para el rey español para que su eterno enemigo, el francés, lo cumpliese con la puntualidad que ofrecía. Y, efectivamente, no cumplió de él ni una sola cláusula, alegando que, por haberlo firmado bajo la fuerza de '-«s circunstancias, carecía en absoluto valor. Con este incumplimiento, por parte del vencido, del tratado de paz, puede decirse que quedaron prácticamente anuladas las ventajas políticas obtenidas con las resonantes victorias de Italia. Cierto es que, con todo ello, había crecido extraordinariamente el prestigio imperial de Carlos hasta ser reconocido por el soberano más temible y poderoso de Europa; pero, al R o d e l a c o n ala Ccaarbl eo zs a I d eel MEemd pu es ar a, d oq ru.e p e r t e n e c i ó mismo tiempo, también se había creado la enemistad de la mayoría de naciones, que no podían ver con buenos ojos semejante engrandecimiento. Por otra parte, aunque la situación volvió a ser comprometida, contaba ahora Carlos con mayor apoyo del pueblo, principalmente del de Castilla, que, envanecido por el prestigio militar de los tercios, empezaba 1 identificarse un poco con la política imperialista del monarca de Borgoña. La prevención con que las demás naciones miraban a Carlos no tardó en manifestarse en la nueva liga que contra él procuró formar Francia (mayo de 1526), cada vez más inquieta de verse materialmente rodeada de estados pertenecientes al Emperador. El objetivo de la nueva Liga Santa era arrojar a Carlos del norte de Italia, y aun, si fuese preciso, del reino de Ñápeles. En ella entraron, por tanto, el papa Clemente VII—de donde le vino a la liga el nombre de "Clementina"—, Florencia, Milán y Venecia junto con Inglaterra, que acababa de romper definitivamente la amistad con España, tras- la trágica muerte de la reina Catalina, hija de los Reyes Católicos y tía carnal, por tanto, de Carlos. El Emperador, conociendo, por sus generales, los propósitos de la Liga, exhortó al Sumo Pontífice para que desistiese de tal empresa, al mismo tiempo que le amenazaba con reunir un concilio para que los luteranos expusieran al ESPAJV/í 663 /INTOmO D E CARCER HISTORIC/l eet DE MONTALBMN L,a travesía, como ya se había previsto, fué en extremo penosa, aunque las naves, a pesar de todo, llegaron sin mayor novedad a las costas argelinas. Luego, empero, desencadenóse un fuerte y persistente temporal que destruyó buena parte de la flota y acató por desmoralizar a las tropas. A los estragos ocasionados por ¡os elementos uniéronse, cuando se formalizó el sitio de Argel, las acometidas de Jos infieles y el temor de que faltaran provisiones, puesto que se habían perdido muchos de los buques transportes. En vista de tantas dificultades, dióse cuenta don Carlos de lo temerario de la empresa, y, comprendiendo que en tales circunstancias sus esfuerzos serían inútiles, dió orden de levantar el asedio de la plaza. Comenzó entonces un doloroso éxodo por el litoral argelino, durante el cual el soberano tuvo que mantener el quebrantado espíritu de sus tropas con el ejemplo personal de su serenidad y resignación. Dirigió él mismo la retirada y supo sufrir estoicamente toda suerte de privaciones hasta que, habiendo embarcado el último de sus soldados, abandonó finalmente el suelo africano, del que tan gloriosamente había i>artido nueve años atrás. cambio de recuperar la libertad y el poder temporal, pr.gsría los haberes atrasados a los soldados imperiales. Francisco 1 envió también tropas, las cuales se hicieron nuevamente dueñas en poco tiempo de casi todo el norte de Italia, y, junto con otros príncipes italianos, se decidió a atacar a NápoJes, según se había propuesto aJ formar Ja Liga Clementina. Poco pudieron hacer contra este intento las tropas imperiales, completamente desmoralizadas, pero tampoco hicieron gran cosa los aliados, tanto porque les atacó la peste cuando estaban sitiando la capital napolitana, como porque las disenciones internas entre Francisco I y el almirante genovés Andrés Doria— que había de ayudarle por mar en la conquista de Ñapóles—imposibilitaron la continuación de la campaña. Además, a Carlos no le interesaba continuar por entonces la guerra en Italia, ya que otro peligro mayor—el de los turcos—amenazaba en aquellos momentos a la seguridad de Europa. Al fin, pues, el mismo curso de los acontecimientos facilitaba el camino de la deseada paz, en cuya negociación intervinieron activamente dos damas principalísimas de ambas casas rivales: Luisa de Saboya, madre de P'rancisco I, y Margarita de Austria, tía carnal de Carlos I, que a la sazón era gobernadora de los Países Bajos. El tratado de paz firmado en Cambray (29 de julio de 1529)— que también se llama comúnmente de las Damas—no reportó grandes ventajas materiales al Emperador, pero le dió al menos la efectividad de la hegemonía sobre Italia, motivo por el que el papa, resignado a esa intervención extranjera, pactó nueva alianza con el Emperador, el rey de Hungría y las principales repúblicas italianas. Pocos meses después, don Carlos, en Bolonia, se hizo coronar solemnemente por Clemente VII como emperador, con las investiduras de los reyes lombardos y de los emperadores de Occidente, acto supremo que confirmaba el triunfo de la política cesarista de Carlos, rey de España y emperador de Alemania, para dominar en Europa y erigirse en protector del mundo cristiano (1530). Corto fué, a pesar de todo, el período de descanso (1529-1536) que siguió a la paz de las Damas, por más que fué el más largo que se dió como ttegua a la enconada lucha entre los dos grandes monarcas del Renacimiento. Esos siete años escasos de descanso los dedicó por entero don Carlos a otros problemas, también de carácter internacional, que acabaron de llenar los agitados años de su reinado: una fué la lucha contra los turcos, guerra de capital interés para la comunidad cristiana, y otra, la cuestión religiosa de Alemania, cada vez más ligada con los intereses políticos del Imperio, que amenazaba con convertirse en irremediable escisión de la Iglesia. La nueva guerra de Italia se encendió con ocasión de la posesión del ducado de Milán, cuyo príncipe, Francisco María Sforza—a quien había repuesto don Carlos en el ducado después de la victoria de Bicoca—, acababa de morir (noviembre de 1535). Francisco I, con la pretensión de hacer valer sus derechos sobre el ducado, invadió la Saboya, al tiempo que las naves de los turcos—con B. H . — 6 7 quienes se había abado e\ rey francés para esta nueva campaña—atacaban las posesiones de Venecia (marzo de 1536). Garios 1 , que se creía con mayor derecho sobre el ducado, puesto que el tratado de Cambray reconocía la supremacía del Imperio en Italia, y, además, estaba ligado a Sforza por lazos de parentesco, replicó a su vez invadiendo a Provenza, en expedición más desgraciada que ventajosa. La gueri*a continuó, con varia alternativa, en el Milanesado, en Provenza y en Flandes, donde los franceses también penetraron para distraer las fuerzas imperiales, como ya habían hecho en otras ocasiones. Gracias a la intervención del papa Paulo III, se firmó la tregua de Niza (1538), como un punto de descanso que debia durar diez años. A poco de firmada la tregua, sublevóse contra don Carlos la ciudad de Gante (1539), la cual acudió en solicitud de apoyo al rey francés, confiada en que lo obtendría en seguida, por el antagonismo existente entre ambos reyes. Sin embargo, Francisco I, procediendo con fidelidad que contrasta con la política de doblez que caracteriza a todos los hombres de estado de aquellos siglos, puso en conocimiento de Carlos I la rebelión de Gante, para que fuese a reprimirla. Es más: extremando la caballerosidad para con su rival, permitió que el rey español pasara por Francia para que pudiese llegar más rápidamente a Flandes, y aun le festejó con inusitada cortesía. Aparte este episodio de amistad y cortesía, las maquinacioMiza de puerra del siglo x \ i . nes del rey francés para contrarrestar la preponderancia de su enemigo, no cesaron un momento. Francisco se procuró con promesas y concesiones el apoyo de algunos príncipes alemanes, de Dinamarca y Suecia, y de los mismos turcos, y, al presentarse el primer pretexto—la muerte de dos embajadores franceses por unos soldados españoles, junto a Pavía—, rompió de nuevo las hostilidades atacando a un tiempo los dominios imperiales de Flandes, Alemania e Italia (1542). A pesar de lo aparatoso del ataque y de las victorias que obtuvo por mar y por tierra, la suerte fué en conjunto poco favorable a los franceses, ya que don Carlos, procediendo con mayor seguridad, apoyado manifiestamente por los príncipes protestantes y secretamente por la poderosa Inglaterra, penetró en Francia por el nordeste y, tras llegar a dos jornadas de París, siguió avanzando hacia el norte y se apoderó de la plaza de Soissóns. En tal situación, cuando más dura se esperaba la guerra, dentro ya del territorio francés, los dos monarcas, por causas no bien conocidas aún, se apresuraron a firmar un acuerdo de paz, el de Crespy (17 de septiembre de 1544), en virtud del cual se comprometían a retituírse mutuamente cuantas conquistas hubiesen hecho después de la tregua de Niza, y a resolver el pleito de Italia mediante un convenio matrimonial entre un hijo del francés y una sobrina del español. Además, a título de convenio secreto, acordaron obligar al papa a convocar un^ barroja con cíen mí\ de \os suyos en un enconado combate, en eí que rívaVizaron en valor españoíes, italianos y alemanes, espoleados todos por el ejemplo que les dió el propio monarca acudiendo, lanza en ristre, a los puestos de mayor peligro. Dueño de la plaza tunecina, devolvió el rey español la libertad a numerosísimos cautivos cristianos que había en ella—en niimero de veinte mil, según se cree—y repuso en el trono a su vasallo el rey destronado Muley Hassán (1535). Ligeramente frenados los ímpetus mahometanos después de esta victoriosa campaña, no tardaron, sin embargo, los turcos en reemprender sus correrías, aprovechando la coyuntura de hallarse don Carlos nuevamente en guerra con Tipo de galera d d siglo xvi. Francisco I con motivo de la posesión del ducado de Milán. Por una parte Solimán invadió nuevamente a Hungría, región que acabó por incorporar a su imperio (1540), y, por otra, Rarbarroja siguió asolando las costas meridionales de Italia. Aunque poco antes el almirante Andrés Doria le había tomado en Albania la plaza de Castelnovo, los turcos, ayudados, como siempre, por Francia, la recobraron inmediatamente después de derrotar al famoso marino genovés (1539). Poco tiempo después, durante el descanso que impuso en la guerra de Italia la tregua de Niza, empeñóse Carlos I en organizar nueva expedición para recuperar a Argel, contra el parecer de Doria y de sus capitanes, que coincidían en considerar poco propicia la estación del año. A pesar dg todo, el emperador, ensoberbecido sin duda por el éxito de la anterior expedición, persistió en sus propósitos. En consecuencia, reunió un lucido ejército de españoles, italianos y tudescos, y a bordo de doscientas naves y trescientos transportes, emprendió el camino de África (1541). 400 DOCTOR ~ Esencia Esencia Esencia Esencia Esencia Esencia Esencia Alcohol de de de de de de de limón espliego romero bergamota sidra naranja azahar SñlAWRñUM 10 gramos JO » 1!) » 5 » 5 » 2 » 2 » 2 litros Agua .oxi$;enada. — Es la que contiene una cantidad de oxígeno doble de la que encierra el agua ordinaria, cs decir, que siendo la de ésta H.O, la de aquélla es H.O,. Es un líquido algo espeso, incoloro e inodoro, que tiene considerable poder decolorante. Así, el cabello negro se vuelve rubio cuar.do se lava con agua oxigenada. Esta agua es un desinfectante muy enérgico, y, pura o diluida en agua natural, según los casos, es excelente para los lavados intrabucales, enjuagues y gargarismos, por lo que tiene apl'cación en muchas enfermedades de la boca y de la garganta. También como medida de higiene es con\eniente enjuagarse la boca con agua oxigenada diluida. Tiene asimismo gran valor para contener las hemorragias, aplicación para la cual debe usarse pura. Agua sedativa. — Se prepara según la fórmula siguiente: Agua destilada Amoníaco líquido .Sal marina Alcanfor 900 gramos 100 » 20 » 2 » Para usarla, se empapa en esta agua una compresa y se aplica al punto dolorido de la cabeza, teniendo la precaución de proteger con un vendaje grueso los arcos de las cejas, para que no caiga en el ojo ninguna gota del líquido. Ajenjo. — Planta de la familia de las compuestas (artemisia abíínthitim) (íig. 257), de cinco a nueve decímetros de altura, con.flores amarillas en espigas, propia de las regiones áridas de Europa. Se recolecta en julio. Todas las partes de esta planta tienen sabor amargo y olor penetrante y aromático. Las hojas y las flores tienen propiedades febrífugas, enditantes, aperitivas y vermífugas. Se preparan en infusión a la dosis de 30 a 50 gramos en un litro de agua o de vino, adicionado con GO gramos de azúcar, de miel o de jara- Introducción a la Terapéutica Necesidad de la Terapéutica. — Por más que la Higiene establezca las normas y precauciones que se han de tener para conservar el cuerpo en perfecto estado de salud, siempre hay casos en que por multitud de causas—descuido, accidente, enfermedad, etc. — se interrumpe el normal funcionamiento del organismo, y entonces es preciso recurrir a los procedimientos que establece la Terapéutica. Sobre todo, si tiene uno en cuenta la cantidad de peligros —internos unos, y externos otros — que acechan constantemente la salud del hombre, se comprenderá la gran utilidad de la Higiene, y, al mismo tiempo, la necesidad imprescindible de la Terapéutica. No obstante, sobre este punto escribe muy atinadamente el doctor Bardina las siguientes observaciones: «Consecuencia de un detenido estudio higiénico es, a veces, una depresión anímica ante los peligros mil a que están expuestos los delicados aparatos de nuestro cuerpo, así como por las múltiples medidas higiénicas a que hay que sujetarse. »Y, sin embargo, este miedo es irracional y sin base. »Respecto de lo primero, maravilla verdaderamente la perfección de nuestros miembros y la precisión de su funcionamiento; perfección que está en razón directa del peligro posible, por la interna hermandad de ambos conceptos. Pero, afortunadamente, la maj-or parte de funciones corpóreas son intuitivas; un Ser superior, por medio de leyes precisas, las regula y empuja. Llevamos, además, en los adentros, un admirable instinto de defensa y conservación, que opera milagros. El hombre, destinado a vivir y a hacer, no debe temer peligro alguno natural o inopinado, y mucho menos los procedentes de la perfección y delicadeza suma de sus órganos. »De otra parte vienen los peligros: de la voluntad, mejor dicho, de la T. P . D E M. 25 falta de voluntad humana en seguir los claros y fáciles preceptos déla Higiene.» De todo lo que constituye el presente tratado de medicina, es, sin duda, esta tercera parte la que ofrece mayor complejidad de exposición, ya que, al buscar el punto de coincidencia entre lo que corresponde a la misión facultativa del médico y lo que cabe en un estudio de vulgarización, siempre ha de haber titubeos y reservas, que sería enojoso explicar o aclarar en cada caso. Por tanto, todo lo que exponemos en esta parte va encaminado a dar mayor ilustración al individuo, para que, conociendo más de cerca las causas y evoluciones de las enfermedades, tenga también mayor discreción en la aplicación de los medios curativos. División de la Terapéutica. — Atendiendo a los preparados medicamentosos o a los agentes naturales que se empleen para curar las enfermedades, puede dividirse el arte de curar en dos grandes secciones: la quimioterapia y la fisioterapia. La quimioterapia comprende todas las composiciones químicas en general, que pueden ser de origen mineral o provenir de síntesis orgánicas o de extractos de productos vegetales y animales. Si el medicamento se basa en las propiedades médicas de las plantas, la terapéutica se llama fitoterapia; si contiene extractos animales, se llama opoterapia, y si recurre a los diversos medicamentos derivados de la acción y de la reacción microbiana, como las vacunas y los sueros, se llama bacterioterapia. La fisioterapia abarca todos los agentes físicos, en cuanto sean capaces de curar, y así recibe diferentes nombres segiin sea el agente que sirva de inrtrumento. Si se utilizan las acciones mecánicas, como el masaje, la gimnasia, los aparatos (mecanoterapia), etc., se llama cinesiterapia; si se emplean las propiedades térmicas o mecánicas del agua, hidroterapia; si se buscan los efectos calóricos, termoterapia y crioterapia; si las corrientes eléctricas, electroterapia; si las radiaciones de diversas longitudes de onda, como las radiaciones infrarrojas, las ultravioletas, los rayos X, etc., el medio curativo se llama entonces radioterapia. Otras divisiones muy corrientes de la terapéutica son la dietéfícá, que trata de los regímenes, de gran aplicación en las enfermedades de las vías digestivas; la crenoterapia, que se basa en las propiedades terapéuticas de las aguas minerales, y la climatoterapia, que recurre a los agentes naturales representados por el clima. Finalmente, sea cual fuere el procedimiento que se siga, cabe siempre un factor psíquico que obra sobre el ánimo del paciente y constituye una «medicina» de extraordinaria eficacia. El prestigio, por ejemplo, de una fórmula, la fama de una estación termal, la reputación de una clínica, la confianza que inspire el doctor con su presencia, conversación, movimientos... son jarabe de diacodión, la cual da excelentes resultados para calmar las excitaciones nerviosas, en los espasmos, en los cólicos y en los dolores de cabeza. Agar-agar. — Denominado también gelosa, es una jalea vegetal, extraída de diferentes clases de algas japonesas. La gran cantidad de gelosa que contiene aumenta el volumen del bolo fecal, particularidad de donde provienen las propiedades laxantes del agaragar. Se usa en polvo a la dosis de un gramo al día. Agrimonia. — Hierba rosácea (fig. 256), de dos a ocho centímetros, con las hojas vellosas y dentadas y las flores pequeñas y amarillas en un racimo largo. Florece en verano, crece en toda España y tiene propiedades astringentes. Las hojas y toda la planta se usan en infusión, a la dosis de dos o tres pulgaradas en un litro de agua azucarada con 60 gramos de azúcar, miel o jarabe. Se prescribe esta infusión para combatir las inflamaciones de las amígdalas, las ulceraciones de la garganta y los flujos crónicos. Agua del Carmen. — El agua del Carmen o espíritu de melisa, preparada por FTC. 250. - R i m a de a g r i m o n i a . los Carmelitas Descalzos, está compuesta a base de hojas de melisa, alcohol, vino blanco generoso, cortezas frescas de limón, clavo, nuez moscada y cilantro. Se usa como desinfectante del tubo digestivo en la fiebre tifoidea, cólera, etc.; así como para prevenir los ataques de apoplejía, y, en dosis más pequeñas, como estimulante. La dosis ordinaria es de 12 a 24 gotas en agua azucarada, caldo, té, tila y otras infusiones. También se aplica al exterior en fricciones, como excitante de la piel, y, diluida en agua, para lavar las heridas y contener las hemorragias. Agua de Colonia. — Es indispensable en el tocador para la limpieza general del cuerpo y para las fricciones de la piel. Puede decirse que pose¿ tcxias las propiedades del alcohol ordinario. Hay muchas fórmulas para preparar agua de Colonia, una de las cuales, la más sencilla, puede verse en la página 237 de esta obra. Aquí damos otra fórmula más completa, advirtiendo que, si se la prepara por simple mezcla, es indispensable que las esencias sean muy recientes. TRñTñDO 398 DOCTOli SñmBRñUM En forma de ácido salicílico sólo se emplea exteriormente en lociones y pomadas para las enfermedades de la piel, como en las verrugas y caJlos. Acónito. — Es una planta ranunculácea (acónitum napcllus) que crece én las regiones montañosas, frías y templadas, principalmente en Bohemia y Suiza y en los Pirineos. Tiene un metro de altura, tallo recto y cilindrico y hermosas florecillas azules. Todas sus partes —y principalmente la raíz, que es negruzca, tuberosa y dividida en gran niímero de raicillas— contienen un principio venenoso, la aconitina, con la que se obtiene la tintura de acónito. Esta tintura es sedante del dolor y anticongestiva, muy empleada en las anginas, bronquitis aguda, etc. Para calmar un dolor violento puede prepararse una cataplasma de hojas y de tallos frescos de esta planta, aunque es preciso usarla con gran cuidado por ser altamente venenosa. Achicoria. — Planta de las compuestas (cichórium intybus), que crece en los lugares áridos de casi toda Europa, y florece en julio y agosto. Es tónica y aperitiva por su sabor amargo intenso. Se emplea la raíz en decocción, a la dosis de 30 gramos, y las hojas a la de media pulgarada por infusión. Además de sus efectos tónicos, tiene también FIO. 2:.5 - R a m a de a d o r m i d e r a . efectos laxantes suaves, por lo que es muy usada en los niños. No obstante, debe tenerse en cuenta que, como debilita bastante, no conviene a las personas anémicas o enfermizas. No tiene propiedades febrífugas, como han dicho algunos. Adormidera. — Planta papaverácea (fig. 255), de un.metro o más de altura, con hojas enteras, dentadas y abrazadoras; tallos y frutos verdes; flores blancas, rosadas o rojizas y fruto capsular, coronado por un disco estrellado. Florece de mayo a junio, y, aunque es originaria de Oriente, se cultiva en los jardines de Europa y crece espontánea en muchos puntos. Es planta muy narcótica y contiene muchos alcaloides, los principales de los cuales son la morfina, la narcotina y la narceína. El jugo lechoso de sus frutos, cuando están verdes, extraído y desecado, constituye el opio. De la morfina y el opio se habla más adelante, siguiendo el orden alfabético. Tres cabezas de adormidera bastan para una infusión azucarada con factores de capital importancia POPULñR DE MEDICINñ S87 gue influyen de modo decisivo en Jos efectos de Ja cura. Basado en esta influencia de orden psíquico, se ha creado por eso un nuevo procedimiento terapéutico, llamado psicoterapia, que busca la curación del enfermo, principalmente de enfermedades nerviosas, por medio de ia persuasión, de la sugestión, del aislamiento, de la frecuencia de la sociedad y de otros procedimientos que influyan directa o indirectamente sobre la mente del enfermo. Entre estos procedimientos psíquicos se ha empleado también el hipnotismo. a9T También se recomienda en íorma de loción contra la ca/pa del cuero cab2lludo, y para dar flexibilidad y brillo a los cabellos. Acido bórico. — Se presenta en laminillas o escamas de color blanco brillante. Se emplea para confeccionar varios medicamentos, el más corriente de los cuales es el agua boricada, que se prepara haciendo hervir un litro de agua \- echando después en el agua 30 gramos de ácido bórico Esta agua es un desinfectante suave, de aplicación exterior, y se usa principalmente para el lavado de los ojos y de la boca, ya que no es irritante ni tóxica. La pomada boricada se prepara según esta fórmula: Acido bórico Vaselina 10 gramos 90 » Acido acético. — El vinagre corriente contiene un 6% de este ácido, que es el producto de la oxidación del alcohol vínico. Se emplea principalmente al exterior en aplicaciones cutáneas como cáustico, y al interior, diluíFIO. 254. - R a m a de r l c t u o . do, en los envenenamientos por las lejías. También se emplea en inhalaciones, ya que sus vapores irritan la pituitaria y obran como estimulante en caso de síncope. Las llamadas sales inglesas no son más que cristales de sulfato de potasa empapados con ácido acético. Acido fénico. — Químicamente puro, el ácido fénico es sólido e incoloro; pero, como generalmente contiene un poco de agua y algunas impurezas, presenta el aspecto de un líquido más o menos obscuro. Es a la vez cáustico y antiséptico, motivo por el que es muy empleado para desinfectar y para la curación de úlceras y llagas. Tiene el inconveniente del fuerte olor que produce. Se emplea en solución fuerte de 5 gramos por 100 gramos de agua, y en solución débil al 2'5 por lOd. La solución concentrada, muy cáustica, sólo se emplea, en uso externo, para la desinfección de instnimentos quirúrgicos. Acido salicilíco. — Se presenta en cristalitos blancos, de sabor especial. Es un antiséptico más enérgico que el ácido fénico. Al interior se emplea principalmente en forma de salicilato de sosa, para combatir el reumatismo articular agudo a la dosis de 6 a 8 gramos diarios, y a la de 2 a 4 gramos en el reumatismo crónico. También es febrífugo y desinfectante del riñon y de la vejiga biliar, y calmante del dolor. DOCTOR SñIMBRñUM Tomando ocho o diez frutos de acebo se obtienen efectos purgantes. La raíz y la corteza deben usarse en cocimiento, como emoliente y resolutivo. El cocimiento de hojas, sudorífico y antiartrítico, se prepara con la cantidad de 30 a 60 gramos por litro de agua, 3- el polvo, tomado a la dosis de 4 a 6 gramos en agua o en vino, goza de propiedades febrífugas de primer orden. Aceite de hígado de bacalao. — Este producto se extrae del hígado de varias especies de pescado de los mares del Norte. Es de sabor muy desagradable, pero se digiere mejor que otros aceites. Hay tres variedades: el aceite blanco, obtenido por trasudación espontánea de los hígados frescos, puestos al abrigo del aire; el aceite ambarino, extraído por expresión en frío; y el aceite obscuro, resultante de la enérgica expresión del hígado después de calentamiento prolongado. Esta última variedad es la de sabor más desagradable. El aceite de hígado de bacalao, rico en vitaminas A y D, es excelente como tónico y ' F i e - 253- - B a m a i e a c e b o . reconstituyente. Estimula el apetito, y, bajo su influencia, se observa un rápido aumento de peso. Se emplea con muy buen éxito en la tuberculosis pulmonar, en el linfatismo y, de modo especial, en el raquitismo. Verdad es por otra parte que a veces es mal tolerado por las vías digestivas, principalmente por lo desagradable de su sabor, que hace muy difícil su administración. No obstante, la moderna industria farmacéutica fabrica ya diversos preparados a base de aceite de hígado de bacalao en los que se evitan estos inconvenientes del sabor, sin que pierda ninguna de sus inapreciables ventajas terapéuticas. Aceite de ricino.— El ricino (riciniis communis) (fig. 254) es una planta euforbiácea que procede de las Indias Orientales. Extráese de sus semillas un aceite que contiene cierto principio activo, el cual obra enérgicamente sobre la mucosa intestinal. Es un purgante recomendable para los niños y las mujeres, por lo eficaz y lo suave. Sin embargo, su sabor es tan ingrato, que, para las personas de paladar muy sensible, constituye un verdadero vomitivo. Para evitar estos efectos, se usa clarificado; pero, aun así, hay personas que no pueden soportarlo. Se ingiere mejor emulsionándolo con cerveza, horchata, leche, caldo desgrasado, etc. La dosis corriente es de 25 gramos para los adultos, y de 10 a 15 gramos para los niños, según su edad- Quimioterapia I. Formas y propiedades de los medicamentos Las formas de los medicamentos. — Según la vía por la cual prescriba el médico que se ha de tomar el medicamento, o según sea la naturaleza de los ingredientes que entren en él, así se preparan de diferente modo las fórmulas medicamentosas. Los medicamentos destinados a la vía bucal pueden ser líquidos o sólidos. Entre las formas líquidas principales están la solución, el jarabe, el vino, el aceite, el alcoholado, el elíxir, la tisana y las pociones. El soluto o la solución acuosa presenta los medicamentos naturalmente líquidos o los solubiliza en un excipiente líquido, generalmente agua destilada. El jarabe es un medicamento líquido que tiene consistencia viscosa debido a una crecida proporción de azúcar, que alcanza aproximadamente a los dos tercios de su peso. Suele emplearse para hacer más agradable la ingestión del medicamento. Cuando el azúcar se reemplaza por la miel, la preparación se llama melito. Los vinos medicamentosos son preparaciones que resultan de la acción del vino sobre una o varias substancias medicamentosas que contienen principios solubles en este excipiente. Los aceites medicinales resultan de la disolución de varias substancias medicamentosas en los aceites simples o naturales (aceite de olivas, de ricino, de hígado de bacalao, etc.). Los alcoholados, conocidos también por tinturas alcohólicas, son los medicamentos líquidos que resultan de la acción disolvente del alcohol sobre diversos principios. Se llaman simples cuando están preparados con una sola substancia, y compuestos cuando \o están con varias. l.,os a\co\vo\atuios resultan de la misma acción disolvente del alcohol sobre plantas frescas. Los alcoholatos se obtienen por destilación del alcohol sobre una o varias substancias medicamentosas. Los elíxires son simples mezclas de ciertos jarabes con alcoholados o alcoholatos. Las tisanas son medicamentos que, teniendo el agua por excipiente, sirven de bebida habitual a los enfermos, y sólo contienen en disolución pequeñas cantidades de principios activos de materias vegetales. Las pociones son preparados magistrales, líquidos y azucarados, en que se pueden incorporar substancias sólidas o en suspensión, y se administran a cucharadas. Entre las principales formas sólidas en que pued^-n prepararse los medicamentos para administrarse por vía bucal, figuran el sello, el comprimido, la tableta, la pildora, el granulo, la cápsula, el granulado y el electuario. Los sellos encierran —entre dos cúpulas de pan ácimo, yuxtapuestas y soldadas por los bordes humedecidos— los polvos que constituyen la substancia medicamentosa, a fin de que así puedan llegar intactos al estómago. Los comprimidos se fabrican por medio de un compresor mecánico que aplasta la substancia hasta darle aspecto sólido. Las tabletas son preparaciones de consistencia sólida, compuestas de azúcar y de una o varias substancias activas medicamentosas. Tienen por excipiente el azúcar en polvo muy fino, al que se da consistencia de pasta por medio de un mucílago, lo cual las distingue de las pastillas, que se preparan con azúcar granulado y agua, por medio del calor. Las pildoras son medicamentos en forma de pequeñas masas esféricas a propósito para ingerirlas sin detenerlas en la boca. Cuando se quiere impedir que las pildoras se adhieran una con otra, se les aplica lo que se llama una cubierta, que consiste sencillamente en una capa de ciertos polvos (licopodio, regaliz, malvavisco, etc.). Los granulos son simplemente pequeñas pildoras de dos a cuatro centigramos, preparadas con polvo de goma y azúcar pulverizado, que sirven de excipiente. Las cápsulas son envolturas preparadas con una composición elástica en forma esférica, olivar o cilindrica, a propósito para recibir la substancia líquida, blanda o sólida, cuyo olor y sabor se quiere disimular. Los granulados —-que no d*ben confundirse con los granulos— ofrecen la substancia activa incorporada al azúcar en una serie de pequeños granos o de pequeñas grajeas, para tomarlos a cucharadas. Los electuarios son medicamentos de consistencia de pasta blanda, compuesta de polvos muy finos diluidos en un jarabe o en miel y aun algunas veces en alguna oleorresina. . . : ^ , —- II. J . = ^ . = . : = 3 ^ =J *J. jj.». j Los medicamentos Medicamentos de origen vegetal, animal y químico. — Para mayor comodidad de los lectores, describimos a continuación los medicamentos principales por orden alfabético, de modo que así será mucho más fácil encontrar uno determinado, acerca del cual se deseen adquirir algunos datos. La lista que damos a continuación será forzosamente incompleta. Los medicamentos actualmente en uso son numerosísimos, y la descripción de todos ellos requeriría por sí so a un número de páginas mayor del que consta la presente obra. Además, la mayoría de los medicamentos caen bajo el dominio exclusivo de los farmacéuticos, a los cuales en ningiín modo hemos de intentar substituir, como tampoco nos hemos propuesto reemplazar al médico. Nuestro propósito es más modesto, sobre todo en este punto en que se han de aplicar remedios a enfermedades concretas. Intentaremos, pues, únicamente dar una lista, lo más completa posible, de los remedios llamados caseros que no estén en pugna con los principios de la Medicina, y describiremos de manera sucinta aquellos otros que, aun obteniéndose solamente en las farmacias, son de uso corriente y cuyas propiedades interesa conocer, para prevenir accidentes provocados por su empleo o manejo imprudente. Como medida general, recomendamos mucha prudencia en la confección y en el uso de los medicamentos. Hay substancias cuya manipulación es peligrosa, y otras cuyos efectos son muy distintos según las dosis que se administren y según la edad y la naturaleza de los individuos que los tomen. Con los niños, en especial, toda prudencia es poca. En la descripción de cada uno de los medicamentos se encontrarán las observaciones oportunas. Acebo. — Arbusto ilicíneo (fig. 253), de hojas ovales, duras, rígidas y brillantes, con el borde ondeado y espinoso; flores blancas en racimos pequeños; frutos carnosos, rojos y pequeños. Florece en primavera y se da en los montes de casi toda la Península. 394 DOCTOR SñlMBRñUM Narcóticos. — Son las substancias que paralizan las funciones del cerebro, como el éter, el cloroformo, el opio. etc. Revulsivos. — Son Jos agentes terapéuticos que producen una irritación en eJ cuerpo y se aplican para desviar una inflamación. Ejemplos: eJ yodo, la mostaza, el amoníaco, etc. Sudoríficos. — Son los mismos diaforéticos. Tenífugos. — Son los antihelmínticos que combaten la tenia, como el couso y la corteza de la raíz del granado. Tónicos. — Son los estimulantes de las funciones del organismo en general; así actúan el alcanfor, la coca, la cola, la estricnina, etc. Los llamados iónicos cordiales son los que estimulan las funciones de' corazón, como el alcanfor, la cafeína, la digital, etc. Vomitivos. — Son las substancias que provocan el vómito, como la ipecacuana, el sulfato de cobre y otros. TRñTñDO POPULñR DE MEDICINñ 391 Entre los tópicos propíos del tubo digestivo, figuran los gargarismos, que son medicamentos líquidos empleados contra las afecciones de Ja boca y la garganta, y los colutorios, que son de consistenia semiJíquida y se aplican a las encías o a las paredes internas de la boca. Los dos principales medicamentos administrados por vía rectal —vía muy empleada cuando no es practicable la vía bucal— son los enemas y los supositorios. Los enemas, llamados vulgarmente lavativas, son una inyección de cierta cantidad de líquido en el recto, con ayuda de un irrigador, jeringa o pera. Los supositorios son medicamentos de consistencia sólida en forma cónica u ovoidea, algo alargada, a propósito para introducirlos por el ano. Los medicamentos propios para aplicarse por vía cutánea son las pomadas y los tópicos cutáneos. Las pomadas son medicamentos de consistencia blanda, que tienen por excipiente la manteca simple o benzoica, la grasa de lana, una mezcla, de cuerpos grasos o la vaselina, excipientes a todos los cuales pueden asociarse diversas substancias medicamentosas, que son las que dan propiedades terapéuticas a las pomadas. Si la pomada contiene resina, se denomina más propiamente ungüento. El preparado conocido por pasta tiene mayor consistencia que la pomada, así como la crema tiene consistencia menor. Los ceratos se confeccionan con cera y aceite. Los glicerados o glicerolados se preparan, como su nombre indica, con glicerina. Entre los llamados tópicos cutáneos, que son preparaciones que cubren la piel y la protegen, figuran como principales los barnices, los colodiones, los linimentos y los bálsamos. Los medicamentos administrados por vía intersticial son los llamados inyecciones o inyectables, que consisten en la introducción de substancias en el organismo fuera de las vías naturales, es decir: a través de la piel, mediante una aguja especial. Por vía pulmonar se administran sobre todo los medicamentos por medio de inhalaciones, que consisten en aspirar ciertos gases o líquidos pulverizados", y por medio de fumigaciones, que son inhalaciones de gases desarrollados por la acción del calor. Entre los preparados medicamentosos líquidos que pueden hacerse particularmente con los vegetales, están la infusión, el cocimiento y la maceración. Las infusiones se preparan sometiendo las hojas del vegetal a la acción del agua hirviendo, para extraerles las partes solubles, como se efectúa habitualmente con el té y el café. Los cocimientos consisten en mantener en agua hirviendo durante un tiempo determinado la parte de un vegetal hasta que por la cocción desprenda las propiedades terapéuticas que posee. En realidad, los cocimientos son verdaderas tisanas. La maceración consiste en tener sumergido el vegetal en un líquido —agua, alcohol, éter, etc.— el tiempo preciso para que los principios activos de la planta queden disueltos en el liquido, que así se convierte en medicamentoso. Propiedades de los medicamentos. — Son múltiples los principios activos que, extraídos de los vegetales o preparados por síntesis química, ha aprovechado el hombre con fines medicinales. Muchos de ellos ya se designan con una palabra que revela sus propiedades, y no es preciso por ello aclarar su significado. Hn tal caso están, por ejemplo, los calmantes, que calman el dolor; los cicatrizantes, que cicatrizan las heridas; los digestivos, que ayudan al proceso de la digestión; los laxantes, que laxan el intestino para producir evacuaciones normales, etc. Otros, en cambio, se designan con voces técnicas, de significado menos evidente, y los principales de esos precisamente son los que, para instrucción del lector, damos en la siguiente relación alfabética: Afrodisiacos. — Son las substancias que actúan como estimulantes dei instinto sexual, tal como la damiana. Analgésicos. — Son los medicamentos destinados a calmar el síntoma constituido por el dolor. Tales son, por ejemplo, la aspirina, la antipirina, el piramidón, etc. An^^i-'sicos. — Son los agentes que determinan la abolición de la sensibilidal, como el éter, el cloroformo, la cocaína, etc. Anhiiróticos.—Son las substancias que disminuyen la producción de sudor, como la atropina, la salvia, etc. Anoiinos. — Son los mismos analgésicos. Antídotos. — Son las substancias que corrigen los efectos de un veneno, llamadas también comúnmente contravenenos. Así, los álcalis son antídotos de los ácidos, y viceversa; las sales metálicas, antídotos de los alcaloides, y viceversa; el opio, antídoto de la belladona, y recíprocamente, etc. Antiespasmódicos. — Son los sedantes del sistema nervioso, como los bromuros, el opio, la belladona, el cloroformo, el citrato sódico, el bromuro potásico, etc. Antiflogísticos. — Son los medicamentos que rebajan la inflamación, como los emolientes. Antihelmínticos. — S o n los medicamentos que actúan contra los gusanos del intestino, como, por ejemplo, el ajo, el granado, el helécho macho, etc. Antipruriginosos. — Son los que calman los picores y el escozor. Así obran, entre otros, el mentol, el talco, el ác'do acético, etc. Antisépticos. — Son los que destruyen los microbios y sus esporas, según detallamos en la página 379. Antitérmicos. — ?>on los medicamentos que actÚ2.n disminuyendo la tem peratura del cuerpo en los casos de üebre; así, por ejemplo, la aspirina, el piramidón, la quinina, etc. Antivomitivos. — Son los medicamentos que calman el vómito; entre otros, la atropina, el bromuro potásico, el doral, el citrato sódico, etcétera. Aperitivos. — Son los medicamentos que aumentan el apetito. Son aperitivos el ajenjo, la manzanilla, la genciana, la nuez vómica, etc. Astringentes. — Son las substancias que contraen los tejidos orgánicos y disminuyen la secreción de las mucosas, como la ratania, el tanino, el nogal; etc. Báquicos. — Así se llaman los medicamentos calmantes de la tos. Son medicamentos béquicos la codeína, la drosera, el malvavisco, el liquen de Islandia, etc. Carminativos. — Son los estimulantes de las funciones gástricas, como la badiana, el anís, la melisa, etc. Desinfectantes. — Son las substancias que desinfectan destruyendo las bacterias, según detallamos en la página 380. Diaforéticos. — De efectos contrarios a los anhidróticos, son los medicamentos que aumentan la secreción del sudor. Son diaforéticos el jaborandi, la borraja, la aspirina, el piramidón, etc. Diuréticos. — .Son los que aumentan la secreción de la orina, como la teobromina, los pedúnculos de las cerezas, los estigmas del maíz, etc. Drásticos. — Así' se denominan las substancias que purgan con gran eficacia o energía, como el eléboro, la jalapa, el euforbio, etc. Emenagogos. — Son las substancias que, congestionando el útero, provocan o facilitan la menstruación, como el hierro, el apio, la ruda, la sabina, el ajenjo, etc. Eméticos. — Son los mismos vomitivos. Emolientes. — Medicamentos que ablandan los tejidos y se emplean para resolver tumores y procesos flogísticos, como el almidón, la fécula de patata, las semillas de linaza, etc. Eupépticos. — Son los mismos aperitivos y carminativos. Expectorantes. — Son los medicamentos empleados para aumentar y fluidificar las secreciones bronquiales; tales son, entre otros muchos, el benzoato sódico, la ipecacuana, el bálsamo de Tolú, etc. Febrífugos. — Son los mismos antitérmicos. Hemostáticos. — Son los medicamentos que sirven para contener las hemorragias. La adrenalina, la antipirina y el calcio, entre otros muchos, son medicamentos hemostáticos. Hipnóticos. — Son los medicamentos que actúan provocando el sueño, como la morfina, el opio, el doral, etc. ESPñÑñ 666 ñNTONIO DE CñRCER DE HISTORICa 6C3 MONTñLBñN votados los subsidios necesarios para una empresa que tenía todos los caracteres de interés nacional, dispúsose don Garios a acabar con ías piraterías de Jos moros berberiscos. Entre ellos figuraba por entonces uno, natural de la isla de Lesbos, llamado Khais ben Eddin, más conocido por el sobrenombre de Barbarroja, quien, desde hacia años, asolaba, tras audaces desembarcos, las costas españolas e italianas. En cierta ocasión (1518), el rey de Argel, para deshacerse del vasallaje que debía a España, había solicitado el auxilio de Barbarroja, el cual, por naturales azares de esta clase de guerra, se revolvió contra el rey rebelde y se apoderó de la plaza de Argel, en cuyo trono asentó a su propio hermano Horuc. Poco después, Ho- . ruc, para ensanchar su territorio, se apoderó a su vez de la plaza de Tremecén, y esto acasionó un choque entre sus tropas y las del marqués de Gomares, gobernador español de Oran, las cuales, durante la conquista de Tremecén, dieron muerte al usurpador Horuc. Barbarroja entonces, para asegurar lo conquistado, colocó el reino de Argel bajo la protección de Solimán II, quien, en recompensa, le nombró almirante de la escuadra turca. Con ella el corsario dirigióse contra el reino de Túnez, vasallo de España, y proclamó por soberano al sultán de Turquía, por cuya delegación se instituyó a sí mismo virrey (1533). Seguidamente dispúsose a llevar las naves otomanas contra los reinos fronterizos de Ñapóles y Sicilia. Estos hechos produjeron extraordinaria inquietud en los estados cristianos, singularmente en los pontificios, cuyo solio ocupaba en aquel momento Paulo III. Todos los ojos volviéronse hacia Carlos I, el cual, comprendiendo que, como protector de la cristiandad, le correspondía la iniciativa, hizo un llamamiento a todos los príncipes cristianos—con excepción de su rival Francisco de Francia—y comenzó a preparar una expedición naval. Bajo el mando personal de don Carlos salió de Barcelona una poderosa flota, en la que figuraban los bajeles de don Alvaro de Bazán, las naves genovesas de Andrés Doria, las carabelas de Portugal y multitud de embarcaciones de todos los estados italianos. Hizo escala la expedición—considerada por toda la cristiandad como una verdadera cruzada—en Mallorca y después en Cagliari, capital de Cerdeña, donde recibió el refuerzo de diversas naves de Ñapóles y Sicilia y varias galeras pontificias. En conjunto, cuatrocientos veinte buques partieron de aquellas aguas con rumbo a las costas tunecinas. Entretanto, Barbarroja, a quien Francisco I había tenido buen cuidado de avisar de los planes del rey de España, había realizado también por su parte grandes preparativos de carácter defensivo. Después de varios días de incesante cañoneo contra los fuertes, durante los cuales el ejército cristiano fué engrosando considerablemente con nuevos refuerzos llegados de Europa, comenzó el asalto al castillo de la Goleta, considerado como la llave de la posesión de Túnez. Tomada la Goleta después de tenaz resistencia, el rey Carlos marchó sobre Túnez, ante cuyos muros quedó vencido Bar- concilio general para Ja reforma de la disciplina de la Iglesia, punto en eJ cual estaban de acuerdo amb^s reyes, ante eJ maJestar que había en toda Ja IgJesia, por Ja relajación de las costumbres y los movimientos cismáticos o heréticos que se daban en Alemania, Inglaterra y Suiza. A pesar de todo, Francisco I, irreductible en sus propósitos, continuó haciendo preparativos bélicos y buscando nuevas alianzas entre los protestantes y los turcos, hasta que la muerte (i547)«le vino a cortar, inesperadamente, cuantos planes tenía hechos para emprender nueva guerra. Con su muerte, pues, terminó la pugna de rivalidad personal que venía durando, con breves intervalos, más de veinticinco años (1520-1547), pero no terminó, desde luego, el antagonismo de intereses entre la casa de Francia y la de Habsburgo. Por eso, Enrique II, hijo y M o n e d a ae l a s rDi aol s dSei c Ci l ai ar sl o sc o In. la e l i g i e i m p e sucesor de Francisco I, aprovechando la comprometida situación en que quedó don Carlos tras la traición del duque Mauricio de Sajonia, penetró en Alemania y se apoderó de varias ciudades, dentro ya del periodo culminante que tuvo el desarrollo de la guerra contra los protestantes. Al considerar, pues, en conjunto las fases de la prolongada guerra de Italia, se echa más de ver el interés de la política imperialista que la sostuvo. Ni la frontera pirenaica ni el reino napolitano—puntos ambos representativos de la nación española—llegaron apenas a sufrir los efectos de esa guerra interminable y tortuosa, desligada casi por completo de los intereses netamente españoles. Mientras el rey se batía en Italia con Francisco I, los intereses españoles pedían urgente arreglo, en primer lugar, dentro mismo de la Península, y, en segundo, en el extenso dominio colonial que iban ganando en el Nuevo Mundo los auténticos representantes del espíritu de Castilla. 665 Guerras contra turcos y berberiscos T R O capítulo de gran interés en la politica internacional de Carlos I es el de las guerras que en varias ocasiones mantuvo en el norte de África para conjurar el peligro turco, que desde la caída de Constantinopla (1435) amenazaba a un tiempo a la integridad de los estados europeos y a la seguridad de la comunidad cristiana. Precisamente, dentro de los ambiciosos propósitos de hegemonía que sentía el monarca de Habsburgo entraba de lleno la conjuración de ese doble peligro, con necesidad tanto más imperiosa cuanto mayor era el poder que iba adquiriendo en el oriente mediterráneo el nuevo pueblo propagador del Islam. Por otra parte, los mismos intereses tradicionales de Castilla frente al poder musulmán impelían a don Carlos a esa política antimusulmana, de modo semejante a como la enemistad que de tiempo existía entre Aragón y Francia por el dominio de Italia acababa de ayudar al Emperador en su política antifrancesa. Y, sobre todo, en la lucha contra el infiel halló al rey desde el primer momento mayor apoyo que en la contienda por la rivalidad con Francia. Por todo ello, mientras se desarrollaba la guerra de Italia, no dejaba de preocuparle a Carlos I el creciente poderío de los turcos, que en este momento, extendieron sus conquistas por el sudeste de Europa, constituían ya una efectiva amenaza para los territorios de la casa de Austria, fronterizos con el Danubio. El mismo rey de Francia, advirtiendo el provecho que de ello podía sacar para su causa, entabló relaciones con Solimán el Magnífico—durante cuyo sultanato llegó el poder musulmán a su apogeo—y concertó con él una alianza, al tiempo que le acuciaba a invadir a Hungría y correrse a Alemania. Indudablemente, en este plan de invasión había de hallar el turco un precioso auxiliar en la tirantez de relaciones existente, por motivos políticos y religiosos, entre el emperador y los príncipes reformistas, que a la sazón acababan de formar la liga de Esmalcalda (1531). i Solimán, siguiendo las instigaciones del rey francés, al frente de un formidable ejército, compuesto de trescientos mil mahometanos, atravesó el Danubio, se apoderó de Belgrado y llegó, sin encontrar apenas resistencia, hasta los muros de la misma Viena, capital del ducado de Austria, a la que puso sitio. Sorprendido don Carlos por los acontecimientos, apresuróse a pactar con los protestantes la paz de Nuremberg (1532), por la que accedía-a varias de sus pretensiones—aunque dejando para más adelante la celebración de un concilio general que resolviese el pleito religioso—, a cambio de que le proporcionasen fuerzas para combatir a los turcos. Accedieron a ello los luteranos, tan interesados como el emperador en que se rechazase inmediatamente la invasión, y así pudo formarse un poderoso ejército, a la vista del cual Solimán, sin combatir, levantó el sitio que habia puesto a Viena y se retiró sin mayores incidentes a Constantinopla. Este hecho, suficientemente significativo del peligro que para Europa representaba el poderío turco, junto con las expediciones cada vez más osadas de los piratas turcos y berberiscos que amenazaban constantemente las conquistas conseguidas en África por los Reyes Católicos y el cardenal Cisneros, decidieron al emperador a emprender resueltamente una activa campaña por el norte africano. Sobre todo, respecto de España, entraba en este punto un aspecto capitalísimo: el de las relaciones entre los moris- E m p u pñ eardt ue nr ae c idóe au nCaa iel sj sp a dI.a q u e cos españoles y los berberiscos africanos, relaciones que se habían de vigilar muy estrechamente por el peligro que entrañaban de una nueva invasión musulmana por la Península. En efecto, al favor de la dependencia de vasallaje que con España tenían los reinos africanos de Túnez, Argel y Tremecén, los moriscos mantenían tráfico constante con los paises musulmanes del Mediterráneo occidental, y con esta coyuntura crecía más aún el odio que los moriscos, como bautizados a la fuerza, sentían por los cristianos. En el fondo, pues, el aspecto religioso tenía indudable relación con la seguridad política del pais, y por ello Carlos I, al regresar a España después de la paz de las Damas, encomendó al inquisidor general que se extremara el celo en la predicación a los moriscos y que, si fuese preciso, se expulsasen de España, o se redujesen a servidumbre, los que no se convirtiesen sinceramente al cristianismo (1534). Desde luego, el mejor medio de evitar el peligro turco que se extendía por África era el de las armas, y, así resuelto el rey cristiano a llevar la güera contra el imperio de la media luna, determinó reunir las cortes de sus reinos para obtener nuevos subsidios. Celebradas, pues, las cortes en Monzón y en Madrid « ESPñÑñ 656 ñNTONIO DE CñRCER DE MONTñLBñN ron vencer a ías de Francisco I, dirigidas por el mariscal Lautrec, en la batalla de Bicoca, a consecuencia de la cual quedó en poder de los españoles todo el MiJanesado (1522). Esta primera victoria, que acabó de situar a Carlos en posición de efectiva superioridad sobre su rival, proporcionó la alianza de la República de Venecia y el refuerzo del condestable Carlos de Borbón, noble francés, de gran influencia y poder, que, disgustado del proceder que con él había seguido la madre de Francisco I, hasta el punto de verse amenazado de muerte, quiso vengarse de la injuria pasándose, con toda su gente, al bando del emperador. Con el inesperado refuerzo que trajo así el condestable, se consiguieron diversas victorias en Italia, y, sobre todo, en combinación con las tropas del marqués de Pescara, se invadió toda la Provenza hasta llegar frente a Marsella, plaza fuerte que resistió con singular heroísmo. Además, aprovechando la coyuntura de tantas victorias, se recuperó por la parte de España la plaza de Fuenterrabía. Sin embargo, por efecto del lastre que representaba la falta de recursos, no supo don Carlos aprovechar todo lo ventajoso de su situación, de tal manera, que, al decidirse Francisco I, siempre en buena posición económica y política, a emprender la ofensiva, los españoles y los italianos tuvieron que evacuar a su vez el Milanesado, reconquistado por el francés, a pesar de la defensa que de Milán hizo don Antonio de Leyva, uno de los mejores generales de don Carlos (1524). Es más: puesto personalmente el propio Francisco al frente de sus tropas, persiguió victoriosamente al de Borbón, y acorraló al de Leyva en el sitio de Pavía. Por los consiguientes azares de la guerra, Venecia y el papa—ahora Clemente VII—se retiraron entonces de la alianza, y el rey de España volvió a quedar en situación comprometida. Afortunadamente, entre el condestable de Borbón y el marqués de Pescara, reputados por los mejores generales de su tiempo, reclutaron un crecido ejército de mercenarios, entre los que abundaban los alemanes y los arcabuceros españoles, y acudieron en socorro de Antonio de Leyva, sitiado todavía en Pavía. Francisco I no pudo resistir el empuje del refuerzo imperial, de tal manera, que en la batalla dada en las inmediaciones de Pavía no sólo fué rotundamente vencido, sino que cayó prisionero, después de verse amenazado de muerte bajo la espada de un soldado vizcaíno (24 de febrero de 1525). Indudablemente, esta sonada derrota, seguida del caso iqsólito del cautiverio, fué un golpe tremendo para el rey francés, a la par que un motivo de natural satisfacción para el amor propio del pueblo español, de espíritu rudamente guerrero. La amargura de la contrariedad que sufrió en esta ocasión el rey francés está bien manifiesta en aquel párrafo de la carta que dirigió a su madre, Luisa de Saboya: "Para que podáis haceros cargo de mi infortunio, sabed que, de todo, sólo me ha quedado el honor y la vida, que está en salvo", pasaje del cual ha salido la frase de "todo se ha perdido menos el honor", que se ha hecho famosa en la Historia, no como palabras textuales, sino como síntesis del pensamiento que expresó el monarca cautivo. HlSTORICñ esa | la suprema aspiración de los Austrias, sintetizada en dominar la política europea y proteger, con la alta misión que correspondía al poder temporal, a toda la cristiandad. Esta misma aspiración de la hegemonía europea tenía precisamente el francés Francisco I, y para ello se había esforzado en mover todos los resortes de la política de su tiempo para conseguir que le eligiesen emperador a la muerte de Maximiliano. En consecuencia, la victoria obtenida por el rey de España en la elección imperial fué una de las principales causas que hicieron enardecer más todavía esa rivalidad entre Francia y Borgoña, rivalidad que vino ahora a manifestarse en la guerra de Italia, la cual, con los breves intervalos abiertos por los convenios de tregua o de paz, se prolongó en el cuarto de siglo que va desde 1520 hasta 1547. Los motivos iniciales de cada una de las campañas de esta guerra fueron muy diversos, como mero pretexto para dirimir el antagonismo personal. Así, la primera de ellas tuvo por pretexto las pretensiones de Enrique de Albrit, príncipe de Bearne y vasallo, por tanto, del rey francés, a recuperar la corona de Navarra que había perdido Juan de Albrit durante la regencia de P'ernando el Católico. Francisco I, aprovechando la coyuntura de superioridad que le E m p u ñ a d u r a d e u n a de las espada» daban la sublevación de los comuneros y la aud e Carlos I. sencia de Carlos—ocupado a la sazón en los problemas políticos de Alemania—, penetró con un ejército por la frontei-a de Navarra y se apoderó de las plazas de San Juan de Pie de Puerto y de Pamplona, y llegó hasta poner sitio a la de Logroño. Sin embargo, esta primera expedición no tuvo demasiada trascendencia, pues, al mes siguiente, las tropas de los gobernadores, a las que se habían unido, patrióticamente, las vencidas de Villalar, consiguieron derrotar a los franceses en la batalla de Noaín y obligarles a repasar la frontera pirenaica (junio de 1521). Por cierto que, en la defensa que en esta ocasión hizo Pamplona contra la invasión francesa, cayó gravemente herido el caballero vasco don íñigo de Loyola, uno de los más fieles servidores del virrey de Navarra, y, durante el largo tiempo que tardó en curar de las heridas, maduró la idea de cambiar la espada por el hábito para organizar una milicia apostólica que restaurase la fe de Cristo en el mundo relajado del reino y de la Iglesia. Años después, tras innúmeras vicisitudes, el caballero del sitio de Pamplona, convertido ya en Ignacio de Loyola, fundó la Compañía de Jesús, que tuvo capital importancia en la obra de la Contrarreforma, como defensora de la alta dignidad del Vicario de Jesucristo. A pesar de la retirada de los franceses tras la batalla de Noaín, Francisco I , CJ4 RNTONIO DE CRRCfX DB BSPRfiR WiONTRV-BRN conocedor de la situación de inferioridad en que se hallaba en aquel momento el ejército español, insistió en sus propósitos de ataque, y en nueva invasión se apoderó de la plaza de ¡•"uenterrabia y de otros puntos fronterizos (octubre de 1521). Por más que los gobernadores hicieron esfuerzos para conti arrestar esta segunda invasión, la falta de recursos, por una parte, y la de disciplina por otra, no les dejaron realizar gran cosa en este punto, sobre todo teniendo que atender, con las pocas fuerzas de que disponían, a rendir la resistencia de Toledo, la última ciudad comunera. En tan crítica situación, la única solución posible era la vuelta inmediata de don Carlos a España, según ya había ofrecido a las insistentes demandas de los gobernadores, para que él por si mismo restableciese el orden. Y, no obstante, don Carlos tenía también que resolver en /ilemania varios problemas de capital interés, con la particularidad de que, con el mismo deseo del interés nacional con que España le pedía que volviese a la Península, así los principes electores le exigían que no saliese de Alemania, para atender mejor a los complejos intereses del imperio. En este punto, desde luego, el emperador estaba entonces bastante acorde con sus subditos, y por ello hizo claras demostraciones en el parlamento de Worms, que revelaban el alto concepto que tenía de la dignidad imperial. Además, dentro mismo de Alemania, junto a los intereses políticos del imperio, estaban, amenazadores, los religiosos, representados por Lulero y sus amigos, que pedían la reforma inmediata de la Iglesia. Por tanto, ni como príncipe cristiano ni como príncipe de Habsburgo podia dejar de la mano el problema religioso del imperio, sobre todo en trance como aquél, en que la simple reforma de la disciplina eclesiástica podía trascender, como en efecto trascendió, a la integridad de los dogmas cristianos. Evidentemente, la magnitud de los problemas que se le ofrecían a un tiempo a don Carlos estaba en proporción con la extensión de las tierras en que dominaba, y, realmente, la decisión con que hizo frente a todos ellos revela la firmeza de su temple como hombre de guerra y de gobierno, sobre todo si se tiene en cuenta que en el primer momento las circunstancias políticas y económicas de España no le eran demasiado favorables. De todos modos, arrostrando dificuhades y contratiempos, volvió don Carlos a la Península (julio de 1321), y a poco emprendió la primera gran campaña contra Francia con motivo de la posesión del Milanesado, dominado a la sazón por el monarca francés. Para esta guerra contaba ya con el apoyo de varios elementos, extraños, desde luego, a España. Desde el primer momento el rey comprendió que los estados que formaban los reinos de España no tenían todavia entre si, dadas las condiciones de liberalidad en que se habian ido realizando las diversas uniones, la suficiente conexión política para constituir un estado fuerte y compacto, como ya lo formaban, por ejemplo, los estados de su rival Francisco I. Así, en Aragón, el castellano continuaba siendo un extranjero, sin más relación política con el 655 \\\STORlCR catalán, con el valenciano o con el aragonés, que el de tener un soberano común. Por eso, Carlos I, pudiendo sólo contar con cierta seguridad con el apoyo de Castilla, se procuró, mediante concesiones y promesas, la alianza del papa— León X—, de Florencia, de Mantua y de Inglaterra; por más que, respecto de Inglaterra, la política de amistad con Francia que más o menos manifiestamente seguía el ministro británico Wolsey, no podia dar muchas esperanzas de ayuda DOAM/^IIOr DE CASTILLA. E BOñGOfLA.yAUJ'TP.IA. E x t e n s i ó n d e los d o m i n i o s q u e t u v o e n E u r o p a ^ ^ ^ ^ AÍJ^AOON" Carlos I e i E m p e r a d o r . al rey de España, ni; respecto del papa, la alianza italiana podí^ ser muy duradera, por cuanto el Sumo Pontífice era siempre enemigo de la intervención extranjera en las repúblicas italianas. Si en esta ocasión condescendía con Carlos I, lo hacía ciertamente ante el descontento con que los milaneses habían de soportar el dominio francés, de modo semejante a como tuvieron que sufrirlo, siglos atrás, los sicilianos hasta que vino Aragón a libertarlos. Las primeras acciones con que se inició la campaña para expulsar del Milanesado a los franceses fueron francamente favorables a Carlos I. Las tropas imperiales, secundadas en gran parte por la actitud de simpatía del pueblo, logra-J INFORMACIONE.» Y REPORTAJES LCI operación siguiente tVKlOSOS es el prensado, que dura \ / veinticuatro tioras. Se ex\^~^mX trae la masa d e la calV j J H ^ dera. Envuelta en un lienPág zo, se la somete, durantf 39 seis horas, a una presiói equivalente a cuatro o cinco quilogramopor cada uno d e queso. Después hay qm elevar la presión a un poco más del doble Una vez prensadas, se colocan las piezas en una cueva seca y fría, donde se salan y permanecen diez días. Y d e esta cuevr¡ pasan a otra caliente y húmeda, donde p e ' manecen d e dos a tres meses. Es entonce-: cuando, por fermentación, se producen en el interior del queso sus ojos característicos Otro queso que Suiza exporta al mundc entero e s el llamado gervais, muy suave y delicado y que se presenta encerrado en cajitas circulares. Estos quesitos se fabrican en muy poco tiempo —unos tres días—, triturando grandes piezas d e gruyere y sometiendo la masa resultante a ciertas o p e raciones breves y sencillas. Holanda tiene también un queso lamoso, el llamado vulgarmente de bola, que sc exporta al mundo entero, como los suizos que hemos mencionado, los franceses de Rochefort y Camenbert, el inglés d e Che-ter y el italiano de Gorgonzola En España tenemos igualmente quesos ex quísitos, como el d e Burgos, el manchego y el d e Villalón. Quesos d e sabor y aspecto muy distinto^ y, sin embargo, d e contenido idéntico, pues todos, absolutamente todos, están hechos cor la parte sólida d e la leche coagulado Allonso MONTIL M o l i e n d o el '^a f a b r i c a r queso d e G r u y e r e pí. los quesitos de c a j a . Ob?!"''*' leche. La coagulación podría "quiri^'^^ por medios naturales dejando el di6r "Cierto tiempo a una temperatura d e bficá°t^^° ^ veinte grados, pero para los faja a ? ^ ^ es más práctico provocarla con o ^^"^lón de ciertas substancias: el cuajo PQ, "arto estómago de algunos rumiantes, po^l^i^plo. Entonces la leche se descomn^ji . ^" dos partes, una sólida y otra lila ^ ' ^sta es el suero y hay que separary 's¿|^'^^"* es el queso, propiamente dicho, clase° ^^"^ daáe el sabor propio de cada Pero ^°'^s*'éndolo a ciertas operaciones, cÍQi„ ^"^ alterar su composición añadiente „ ^^'^^ materias. Sal e s lo único que se gP"ede echar. '^'Ca H queso suizo d e Gruyere se faLa I , siguiente: tacjg 'eche debe estar ligeramente desnario, ^ poseer un grado de acidez no supecisjgi* "^'ecinueve grados ni inferior a dley ^- ^' ^e calienta a unos treinta o treinta '•° grados y entonces se procede a la jo ^^^^'ón añadiéndole la cantidad de cuaüne *-esaria para que ésta se produzca en ^isiórT^^'"' Después se verifica la diOpg y desmenuzamiento d e la cuajada, inliy ""'^^ delicadísima, aunque fácil, que qug''^ '"ucho en la calidad del queso: hay ^c\a\^' gradualmente y con un ritmo esla'^^P"és se realiza la cocción, calentando cuaj^^^ lentamente hasta los cuarenta y Pide^ 9fados y, a partir de aqui, con rase "asta los sesenta, temperatura a que Ca|J!Jf"*'er>e durante media hora. Una ver llora masa, se dedica otra media masa^^^itarla. Finalmente, se hace girar la la cuajada sé reúna en el fto,,^. o n d .o q uque e ._ de la caldera Lil m a s a i>e s ú m e l e a u n a t e m p e r a t u r a p r o g r e s i v a q u e lle^Li a l o s 6 0 gradOÁ, p a r a f a b r i c a r el f a m o s o q u e s o d e G r u \ é i » INFORMACIONES Y REPORTAJES CVfLWSOS Se vende un tronc 40 príncipes y princesas de color calé con lechehecho, interpretado como una bendición, ./QUIEREN ustedes ser reyes, señoras y Y un día, la reina, atacada de una entei^ con fiestas, danzas y sacrilicios. caballeros? Pero no reyes de carnaEn una de aquellas fiestas, la más sun- medad misteriosa, dejó para siempre esie val ni de opereta, ni tampoco, soberanos de un pais arruinado por la guerra, carga- tuosa, proclamaron rey al náufrago sueco, valle d e lágrimas. do de impuestos, de miserias, de amena- ciñendo a su frente una corona d e floL rey Carlos lloró amargamente la P^f res. Después le ofrecieron por esposa a zas revolucionarias y obreros parados, dondida de su esposa y, buscando consuela mujer más bella de la isla, una joven de reinar equivaldría a jugarse la cabeza lo para su pena, solicitó de su pue''' | exponiéndola a los peligros d e las intri- de piel bronceacia, labios rojos y blanpermiso «para ir a visitar a su padre, quísimos dientes. gas políticas. dios del mar». Se le concedió y así P"''" El náufrago siguió la corriente a los inNo, señoras y caballeros. El reino en volver a Gothembourg, su pueblo n»'^' venta, la monarquía que cualquiera puede genuos nativos y d e buen grado aceptó la comprar a Sus Majestades los reyes Car- corona de flores y la aureola d e persona- Allí se enamoró de una joven inglesa Hue ultraterreno que con tanto entusiasmo se mada Jessie y se casó con ella. los I y Jessie I, es un pequeño país, una Regresó a la isla llevando consigo e otorgaba. Estaba seguro de que aquello isla toda reposo y silencio surcada pot ríos en cuyas arenas abunda el oro, y eri- habia de reportarle, aparte de otros bene- su segunda esposa y el pueblo i n d í g 6 " . _ acató gustoso a su nueva reina y 1^ zada de montañas cargadas de piedras pre- ficios, una vida tranquila y regalada. bufó toda clase de honores, pues le atnj Se casó con la venus morena, que desciosas. Así, cuando menos, lo aseguran los bula el mismo origen divino que al ni| reyes que han puesto en venta su corona. de aquel momento quedó elevada a la alta del dios del mar. . Este reino no es, como parece a prime- dignidad d e reina, y la beldad resultó un Y en aquel rincón paradisíaco comen* ra vista, una creación fantástica del au- prodigio d e fecundícjad, poe% en diez años para el matrimonio una era de paz Y ' noches». No es el regio matrimonio dió al mundo nueve tor de «Las mil y u<c\a licidad que duró vaun lugar imaginario nos años. habitado por hadas = y sirenas, sino que ESDE hace algún existe en nuestra tietiempo, en rra, esta tierra llena c í r c u l o s financiero» de maravillas que de Londres, se ve nosotros, absorlos en frecuenterr.ente nuestros afanes cocaballero de bart^ tidianos y cercados blanca y largos capor los grandes edibellos, donde todaficios de las poblavía quedan alguna» ciones modernas, hebras de oro mei desconocemos. ciadas con la nle^^ Para que se desde las canas. A P _ cubriera ese paraíso sar de su porte rnaperdido en los maj estuoso y d e res del Sur y que no gestos a r r o g a n ' ^ ' es otro que la isla propios de una fr« de Tabar, fué prete coronada, el veciso que, hace munerable caballero; chos años, naufragapersigue activamenra un barco sueco. te un negocio disimular sus afanr Uno de los superutilitarios— qoeapr' vivientes, un marimera vista parece nero llamado Carlos, fantasía de un lof»; bravo y rublo como un Viking, logró lleEl venerable senOJ gar, tras larga y desno es otro que , esperada lucha con rey Carlos, las olas, a esa esa peiar de la vida pecie de Isla del Teparadisiaca soro. ne observando o**.^ ha Cuando los indíhace años, no ,~ genas vieron salir del perdido su esplrif^ agua al hombre blanpráctico de occidei^ co, con su aventajatal. Tanto él como da estatura y su lireina Jessie deseaf qura arrogante, y, sovender su irono, Y' bre todo, con aquel para que los con^' a b u n d a n t e cabello P'adores no encoenque tenía el color y f'en r\¡nQuna dificu'" el brillo de la luna, tad, yafiananur^'^i^ empezaron a lanzar gritos de sorpresa y do a sus súbdiio^ de júbilo y se prosque el dios del mar ternaron a sus plan'es enviará nuevos tas creyéqdolo un enreyes, porque ello' viado Üer dios del son ya viejos y mar. rr\is¡ón en ía isla r>a ierminado. Su lenguaje incomDe modo que prensible fué para lo saben iodos aq*'^ aquellos nativos una soijos que hayan prueba más d e que on nado con tener Caraquel ser era de ori'roño. El rey a la gen sobrehumano y 'os í ha puesto llegaba a ellos con venta el suyo. Esuoa una sagrada misión. ocasión que no^oiLa emoción y el verá a presentarse entusiasmo tuvieron Claro que hay q"* unos días en suspenpagarlo bien, porque so a la población inen este rr^undo todo dígena. No era pase paga y más cuanra menos el hecho do se trata de u" ^^^^^^^^^^ ^^^^^^1 do haber recibido un 'ojo tan extraordinam e n s a j e r o de los rio como una corona E n el M u s e o Z o o l ó g i c o de S a n f r a n c i s c o de C a l i f o r n i a se c o n s e r v a i a p i e l de e s t e u s o g i g a n l c s c u c a z a d o dioses que los protegerla contra todos e n A l a s i t a . P a r a f o r m a r t e u n a i d e a d e s u e x t r a o r d i n a r i o t a m a ñ o , b a s t a c o m p a r a r l o c o n l a e s t a t u r a d e l real. Davia GAMBSAR l i o n i b r e q u e e s t á j u n t o a la p i e l . SI la f u e r z a d e u n o s o de t a m a ñ o c o r r i e n t e ea t a n d e s c o m u n a l q u e , los males de la tiel o repreduc rra. De día y de no- de u n m a n o t a z o , p u e d e a r r o j a r a un l i o m b r e a v a r i o s m e t r o s de d i s t a n c i a , a s o m b r a p e n s a r l a f o r m i d a b l e (Prohibida ción t o t a l y p a r c i a l . ) che se ce'ebró aquel p o t e n c i a d e q u e l i a r l a g a l a e s t e c o l o s o de s u e s p e c i e . E UN O S O GIGANTE D DLVIJL€¡ACIÓ>¡ ARTÍSTICA E l t e m p l o d e l Sol e n P a l e n q u e gún s e cree, sobre el lugar donde estaba emplazado un templo primitivo. Sólo en las selvas vírgenes quedan numerosas ruinas, único exponente del arte azteca, de rara capacidad estética. Los conjuntos de estas desaparecidas ciudades precolombianas los componían varios edificios, una veintena a lo sumo, y d e d o s tipos muy característicos: ei templo, sobre una pirámide escalonada, con un edículo en su plataforma superior y el fjalacio o residencia de la familia principal de la tribu. Algunos d e los aludidos templos (llamados «teocali!» por los ¡ndios) debieron de tener colosales dimensiones; el cuadrado d e su planta, en algunos casos, era más grande que el d e las mayores pirámides d e Egipto. La pirámide de Cholula, en el camino de Veracruz a Méjico, tiene una base cuadrangular que cubre varias hectáreas; su altura es aún hoy d e unos sesenta metros. Estas pirámides tienen una monumental escalera en uno de sus ^0 t r o z o de la - C a s a de las lados. El mejo. c o n s e r v a d o d e estos m o n u m e n t o s es el famoso «Templo del Sol», en Palenque, ciudad que d e bió d e tener muchísima importancia, y d e la q u e proceden los más preciosos relieves del arte mejicano. El « T e m p l o d e l Sol» es de pequeñas dimensiones: su importancia consiste e n la profusión d e esculturas q u e d e c o ran sus pilares, techo y paredes. Los palacios tenían un patio central y a sus cuatro lados las habitaciones. Había también otro tipo de palacio muy especial por su ext r a ñ a construcción: un largo patio con habitaciones alrededor, y dentro d e este patio otro palacio, el cual, en muchos casos, tenía un s e gundo patio con un tercer palacio en el centro. Ejemplo del primer sistema, el más frecuente, es la «Casa d e las Monjas», de Lixinal y Mitla, con su escalinata monumental. El segundo tipo es el del palacio de «Zayi», cuyos palacios interiores, más altos, dominan los recintos concéntricos que los defienden. Las salas son estrechas, pues los constructores precolombianos no conocían la bóveda. Los techos eran vigas d e madera o bloques que, avanzando unos sobre otros, cubrían la anchura d e la sala. Los edificios mejicanos no tienen nunca ventanas; sólo pequeñas y bajas puertas. Los palacios debieron d e habitarlos las familias principales de las tribus; los pobres, seguramente, se alojaban e h simples chozas, totalmente destruidas hoy por fa vegetación. E. FREIXAS MonjaS'. Sü k^'^' dieron casi totalmente truncada 1 tera costumbres, estÜo, arte, etcé- ] ciles ^" algunas supersticiones, difieüro„^" grado sumo d e estudiar por los gía se conserva algo de la mitoloDe'^l^^ojombiana. Prervj investigaciones practicadas se d e s PUeki^ gran unidad d e cultura d e los rii^^los d e la América Central y del Peün J^^ rnonumentos parecen responder a "^'ón H "^^ tipo, principalmente la disposialta . 'os templos, construidos sobre una g Pl'^rnide escalonada, la A creer que en todos los pueblos d e ^ '^merica Central habitaba la misma ratac^Q barias en estrecho y constante connerjJ ^ "O faltan opiniones, dignas d e teli^a^-^" cuenta, que suponen que su civi^*'ánt¡d ^ ^'^^ procedía d e la hipotética '^éj?c ^^9^"clo período de civilización en cios H ^ Yucatán, dió origen a los edifi.decorados con esculturas, de I ''^^ ruinas de las construcciones desn^L 'azas azteca y maya se hallan en trorÍT . ^ ' ^ O ' en el interior d e las selvas "P'cales. ^rrosaH*^^' '"*erior d e las ciudades fueron En M conquistadores. •Méjico, la catedral se construyó, se- Fachadü p r i n c i p a l de la . C a s a del G o b e r n a d o r DIVULGACIÓN ARTÍSTICA IP^STlLLÁWi ^OiJüilfiii. lilis Liu^"^'^;B 1 IMMII.li!, ffií'^.^.^V (.ULIURA DE DIANA tNDIMIÜN» ANTE realizada por Vanucci en la «Entrega de las llaves», por lo que se duda, con mucno fundamento, de que, aún atribuidos por a'' gunos al mismo pintor, pudieran salir de sus manos. Después de este trabajo, su existencia se hace nómada y su arte decae. Pasa por "'^ rencia y Perusa, vuelve a Roma, loma * Florencia y se hace pendenciero y disoluto. Pero siempre es príncipe entre los artistas de su época, y sus trabajos se los a'*" putan las cofradías, las comunidades y soberanos. Luis el Moro e Isabel de Este pretenden atraérselo con dádivas y promesas. A principios de siglo, su afán de cansinos se calma y vive largo tiempo en rerusa, desde donde hace algunos viajes a Roma y a Siena para cumplir encargos; er^ toncos está en el apogeo de su gloria y le considera como «el mejor pintor de l'alia». Es hacia 1507 cuando se establece 9° segunda vez en Roma, bajo el pontifica** de Julio II, el Papa artisto. Murió el ario 1523 cuando ya la gloria de su discípulo nielo d e Júpiter, fué £NDIMIÜN, arrojado a la tierra por haber 'altado al respeto a Juno, pero el castigo del rey de los dioses fué lún más extenso y lo condenó a dormir continuamente; para su sueno casi eterno buscó el mancebo jna gruta al otro lado del mar t g e o ; es decir, hacia poniente, visto desde el lugar donde nació el mito. La escultura representa a Jiana o Setene, la luna en fin, •naravillada al encontrarse con el mancebo en una d e sus correrías nocturnas. Diana lo amó y de sus amores nació el viento. t s un bello símbolo o mito. La ¡una todas las noches cruza el lelo, de oriente a occidente, en Ousca de su amor, y cuando llega el día también ha llegado ella a la cueva donde duerme Endimión, al otro lado del mar. 'kblRAIÜ DE RAEAEL SANZIÜ», 'ÜR EL PERUGINÜ (Jro Vanucci, llamado el Peuqino por el lugar d e su nacimiento, Perusa, o Perugia en italiano, es el más grande pintor d e la escuela de la Umbría, y para nuestro gusto uno de los más d e iciosos pintores de Italia. Hoy existe una corriente de gusto en contra suya, sobre todo entre los ar- Escultura romana. .Diana viendo a Museo Vaticano, R o m a . Endimidn». y en los escritos del artista sólo se encuentran alusiones vagas hacia esa época de su existencia. Sixto IV lo llamó a Roma para decorar el ábside de la Basílica de San Pedro, mas d e tal trabajo no queda nada. Le encargó después parte del decorado d e la capilla que tomó el nombre del pontífice, y Vanucci pintó un fresco en parte del altar mayor, fresco desaparecido bajo la pintura de Miguel Ángel. Pero el otro fresco pintado por el Perugino, que se admira en la parte lateral derecha, se conserva en perfecto e s tado; representa la «Entrega de las llaves a San Pedro». Hay dos frescos d e la misma capilla: «El viaje de Moisés» y «El Bautisnuj de Cristo», muy inferiores a la maravilla Pedro Vanucci 'el Perugino . Rafael, que le precedió tres años en su v'^^ je al infinito, había eclipsado la suya / de todos los pintores de Ita'ia. <[APIZ», BAYEU Un amable tapiz en el que, como en to-1 dos los d e Bayeu, h*/ i gracia d e co\ot i^nás i que d e linea, y no 'alfa tampoco la de 'a P e r i i ü i n o . • R e t r a t o de RafacU. tistas y críticos llamados fivanzados, pero volverán las aguas a sus cauces, que son ios que marchan hacia el mar único del wte mismo, arte que es belleza, emoción y plasticicJad, y volverá el Perugino a ser considerado como maestro d e maestros. Ya lo fué de Rafael, y este timbre de gloria no hoy gusto variable que pueda quitárselo. No se sabe exactamente la fecha d e su nacimiento, mas debió de ser hacia el año 1445. Los hechos de su vida, hasta no llegado a Roma para pintar algunos frescos d e la Capilla Sixtina, tampoco están recogidos por sus contemporáneos con minuciosidad, composición. Es una pariida de caza de cefrería, que sale d e mañana a recorrer los campos. Sobre cerca el el muro iardln, desborda vera del la prima- huerto, caballero del término alza el puño para ya tomando qfe se y el primer gozoso que vaaire Y aires el gerifalte encaperuzado. Mariano lÜMAS B a y e u . «Tapii». Palacio del P a r d o . llGAUAMEMIFi Y SÁHOVCI De ooesiro concurso - Ndin. 28 cerro de lagamanent s e eleva al final ae la cordillera del Montseny en su ?^"e sudoeste conocida por Bajo Montseny, J es como un espléndido mirador sobre I comarca del Valles, antesala d e Barcepara el viajero que v i e n e d e Puigcerdá o PorVbou por la linea del interior, ^^sde la que se divisan el llano d e Vich ' |os Pirineos, hacia el norte, y MontseSan Lorenzo del Munt y una parte del puerto de Barcelona, por occidente. Sar e ascensión relativamente fácil, a p e de sus 1065 metros d e elevación s o car "^el mar, ha despertado la v o de muchos d e los excursionistas que tes perennes del Montseny y cuyo edificio constituye una bella estampa d e la auténtica masía catalana, con sus ventanales d e estilo gótico decadente y las edificaciones auxiliares que dan un marcado sabor d e tipismo al conjunto, arrellanado en el regazo d e la montaña a la sombra d e encinas centenarias, e s cuchando la eterna cantinela del gotear d e sus cristalinas y abundantes aguas. Cerca d e allí, un pozo, d e p ó sito d e hielo natural, construc\f,r'í — U C \KJ^ C A \ , U l i l * J I l i s i a n «.fUC ción d e piedra casi enterrada, que servía en otros tiempos, cuan(jgj^^admirar el magnífico que Para^'^-^' .santuario asentado panorama en la cúspide, do el hielo era un producto cupuede contemplarse, esdt ya elaboración estaba reservarror 7' "'^ 'a línea d e Ripoll, <-!•= luo icdar* a la naturaleza, para con.El tren • d e la "^orte, línea d conduce e Ripoll, dhasta e los San feMartír servarlo hasta el momento d e nig , ele Aiguafreda, población d e quiser trasladado a Barcelona. Pués H ^'^'^antes a la que se llega d e s La abundancia d e agua y el la atravesar el simpático barrio d e clima del país (Aiguafreda, traduCas" ' 'orrnado por vetustas y tipicido literalmente, signilica AguaVas ^"^"^^rucciones, y el río Congost, cufría) le colocaban en situación |g(.L ^ 9 u a s van royendo pausadamente su privilegiada para explotar aquel dec ° , '•ocoso camino del Besos, donde negocio que pronto se vino aba"^g^emboca o con la industrialización del deso ^'9'^afreda, donde puede proveer la ^lielo. carn "^'^ el excursionista, tiene fama la A pocos metros d e este poz^ L ^ de cordero, se inicia el ascenso d e la montaña por un ^era^^"^ T i u y apropiado y excelente para el camino d e herradora que zigzaguea entre es^./*®°' la agricultura, en cambio, e s d e frondosos árboles que surgen d e entre cosa^^ '"^portancia porque las montañas rolas grietas d e las rocas a las que están sar|^,^"e lo circundan le niegan la n e c e fuertemente ligados por las garrai d e sus tan( 'ertüidad para su desarro lo. N o o b s raíces, para llegar a los treinta minutos d e cia ^' última población, siguiendo hamarcha a la fuente Amargosa, que a pesar "led? "orte, donde tienen vida cultivos que ^ ^'^''^^os como el olivo y el viñedo d e su nombre ofrece un agua exquisita. Es un lugar muy a propósito para hacer lean esparcidos en los lugares s o el primer alto y almorzar ante el esplénde la montaña. dido panorama que ofrece el valle profundo r¡e^^ que seguir ahora, curso arriba, la d e la riera del Avencó y las crestas d e rti¡5 Avencó, para llegar al molino del la Sierra d e Pineda '>iotr'° "C>mbre que encuentra su fuerza De nuevo en marcha y el camino apaen el torrente que forman las fuenrece ancho y majestuoso y sigue su curso ascendente en medio d e frondosa vegetación con sus inmensas losas d e piedra que hacen chirriar, al e s currirse sobre ellas, las claveteadas botas d e los excursionistas Habiendo dejado a la derecha la casa Puigagut, se llega al cerro d e Tagamanent después d e dos horas d e marcha, sin contar el tiempo invertido para el almuerzo y los descansos, que varían naturalmente, según las facultades tísicas d e cada uno Este cerro, formado d e roca caliza, descansa sobre areniscas rojas triásicas y está bellamente rematado por el conjunto d e edificios que forman la i g e i i p c r r o q L i a ' , a casa rectoral y el cementerio. La iglesia, muy modesta, f i e ne una nave d e unos veinticinco metros d e largo con b ó veda ojival. Los altares son sencillos, sobresaliendo el altar mayor d e estilo barroco. Lo más importante e s la portada, d e estilo románico, con una puerta de roble con finas aplicaciones d e hierro forjado en espiral El cura, hombre amable y amigo d e los excursionistas, tiene buena despensa siempre provista en la que se puede hacer mella por p o c o dinero, mientras cuenta por milésima vez la repetida historia d e la Virgen oi contrada en una cueva d e aquel cerrc v que, transportada al valle, volvió misterio sámente a la cima, donde se le erigu el templo El paisaje, extenso y dilatado, y el airt fino d e los Pirineos, ensancha los pulmones, haciendo respirar con más intensidad los fragantes aromas d e las hierbas del bos que. Las vertientes bruscos d e los contoi nos, las rocas d e formas caprichosas y la pendiente que se precipitti casi vertí cal al fondo del abismo, producen una dt esas imborrables impresiones con que nos deleita, a veces, la grandiosidad d e madre Naturaleza. Algunas masías esparcidas por las sierras efectúan el laboreo de las tierras aprovechables, que, escalonadas en la morí taña, ofrecen al buen payés cereales v tutjérculos expelentes en premio ci su d' dua labor. Siguiendo el camino haciii el este, po samos por Can Bellver, casa d e payés cu i yo piso está constituido por una fenome | nal losa natural sobre la que se ha aseri i tado el edificio y en el que se puede ad | mirar una patriarcal «Marx o cocina qut-j nos hace pensar en los cuentos d e pasto res y lobos que el abuelo amoroso cuento a sus nietos en las noches crudas d e ir» vierno, junto a la amorosa caricia d e ño encendido que chisporrotee! Afuera unas vacas seguidas d e sus pe queños, pacen lentamente en las fresca: hierbas d e los prados naturales que deán la masía. A un lado y al fondo, el barranco de Afrau muestra sus agrestes despeñaderos abiertos como las fauces d e una enormr fiera que acecha al descuidado que dei« resbalar un pie por la pendiente El camino continúa haciu el estisando por «Els Esqueisv, picos rocuio que semejan agujas gigantescas, d e los que se desprenden a menudo fragmentode roca que, al rodar al abismo, rep'ter una y cien v e c e s los ruidos q u e produce' al chocar entre sí. A mitad d e la mont.i ña y en el sitio en que converge !<• vertiente d e ambos lados, se encuentra Id fuente d e «La Teula», sitio muy indicadt para hacer la comida y reparar las fue' zas lerminada la comidu, e s necesarn I cender de nuevo hacia el sudeste para encontrar en la cúspide de la nnontaña el camino que conduce al «Pía de la calma», que hay que atravesar para iniciar el descenso, en dirección nuevamente este, hacia el espléndido valle de Vallfornés, atravesando parajes de exuberante vegetación bajo el continuado concierto que las aguas afluentes al torrente del mismo nombre ofrecen al romperse por las escarpadas rocas de su precipitado curso. Casi al fondo del valle está Vallfornés, constituido por una vetusta casona que yergue su silueta en la agreste soledad de un círculo de montañas. En un recodo, algunas piezas de tierra de labor; esparcidos acá y allá, unos rebaños que pacen cachazudamente y bosques interminables de encinas cuya explotación para fabricar carbón vegetal son la principal, y casi única, riqueza del lugar. Siguiendo el curso descendente de la riera de Vallfornés por un excelente camino carretero de suaves ondulaciones que atraviesa parajes no menos encantadores que los descritos, después de tres horas de caminata desde Tagamanent se llega al pueblecito de Cánoves, de setecientos habitantes dedicados exclusivamente a la agricultura y ganadería. Desde allí un autómnibus que presta servicio regular nos traslada a Cardedeu, situado a siete quilómetros y desde esfa villa el ferrocarril de la Ccjmpañía M. Z. A., a Barcelona, en una hora escasamente. Salvador LLOBET